Me siento muy identificada con lo que dices. Cuando voy a hacer "negocios" y me acompaña mi pareja, a veces, se toman la libertad de hablar de mí con él como buscando complicidad. Me repatea, de los dos, la que sabe de negocios soy yo, él me acompaña por darme apoyo. Jueguecitos los justos, en los negocios yo exijo profesionalidad y hacer ese tipo de comentarios no entran dentro de esa profesionalidad. De verdad, qué cruz el ser mujer y saber lo que quieres.
Huy, me acabas de recordar otro terreno pantanoso: el de las tiendas de informática/electrónica. Da la casualidad de que la que entiende a fondo de esas cosas en casa soy yo y, además, suelo tener muy muy claro lo que busco, quiero o necesito. Ya os podéis imaginar lo que pasa cuando voy con mi pareja a uno de estos sitios, ¿verdad?
—Le hablan a él, como si yo no existiera, a pesar de que pregunte yo.
—Restan importancia a lo que pido u opino, y le consultan o piden confirmación a él.
—Si tengo la enorme suerte de que se dirijan a mí, tratan de disuadirme de lo que quiero y me presentan opciones más bonitas estéticamente, pero menos prácticas, porque se ve que me tiene que interesar que el artilugio en cuestión sea cuqui aunque no tenga ni la mitad de las prestaciones que quiero.
—Incluso a la hora de pagar esperan que sea él quien lo haga.
Algunas veces me han tocado tanto la moral que he acabado poniendo una hoja de reclamaciones, pero es que estoy HARTA de que traten de pasarme por encima de esa manera.