No soy de poner los cuernos ni de hacer maldades en mi ámbito personal. En mis relaciones soy de todo o nada. En una relación de amistad o de familia, si tienes un comportamiento que me parece irrespetuoso o lesivo, entonces, para mí has muerto. No voy a hacerte daño ni a vengarme, sencillamente, ya no reconoceré tu existencia. No es algo que me pase a menudo, pero si me ha pasado. Y soy muy drástica. La segunda vez que alguien te hace daño es culpa única y exclusivamente tuya. También si eres vulgar o grosero. Entonces también estás fuera. Simplemente. No te deseo mal, pero te deseo lejos.Cuenta, cuenta...
Otra cosa es en el ámbito laboral. Ahí, y no me quedaba otra, he soltado las riendas de mi cabrona interior. Y he jodido, pero bien, a más de un ñordo que ha tratado de puentearme. No tolero que personas menos inteligentes y formadas que yo, se permitan el lujo de juzgar mi trabajo. La menor, menor, crítica injustificada, el más ligero comentario malintencionado y estás muerto. Laboralmente. Y no lo hago con agresividad ni con ira. Lo hago con calma y pacientemente. Y de tal manera que la persona a la que jo.do es muy consciente de que lo estoy haciendo y el porque. Y los demás también. A buenas, soy buena. A malas, soy aún mejor. Y no me ha importado dejar a padres de familia en la put* calle. O a borderlines sin posibilidades de ascenso de por vida. Mi trabajo, ahora menos desde que tengo a la niña, es muy exigente y de responsabilidad. Cuanto menos lerdos pretendan hacerlo, mejor para la humanidad. Y sobre todo, mejor para mí.