Si eres fanático de series animadas como Hora de Aventuras, Steven Universe, Mi Pequeño Pony o cualquier anime, seguro conocerás la mirada condescendiente de aquellas personas que descubren tu afición y te dicen “¡madura!” o “te gusta el mismo programa que a mi hijo de 5 años”. Y es que no importa si eres una persona que trabaja, estudia, paga sus cuentas y cumple con sus responsabilidades; si eres un adulto que le gusta de series animadas sufres del síndrome de Peter Pan y eres un inmaduro sin remedio ante los ojos de la sociedad; aunque la realidad sea otra.
Si hay algo que caracteriza esta nueva oleada de series animadas “infantiles” es que es posible darles diferentes lecturas, que dependerán de tu bagaje cultural y tu edad. Es sencillo percibir el humor absurdo que está presente en Adventure Time y que lo hacen tan populares entre los niños, pero si eres un diseñador, por ejemplo, podrás apreciar las líneas sencillas y el maravilloso trabajo que hacen los dibujantes al elegir las paletas de colores de la animación.
Asimismo, si ves más de un capítulo podrás disfrutar las historias y subtramas que se entretejen entre los diversos personajes, que en realidad son mucho más profundos de lo que parecen y que tocan cuestiones tan trascendentales como la libertad, si existe un destino predeterminado, el peso de las decisiones y mucho más.
Un niño mira estas series animadas y observa modelos de comportamiento, héroes, aprenden cómo funciona la realidad contrastándola con la fantasía y aprenden valores morales básicos y reglas culturales. Se supone que los adultos ya desarrollamos estas destrezas, y que por ende los dibujos animados no pueden brindarnos nada nuevo; sin embargo, ¿no son más o menos esas mismas temáticas las que tratan los programas orientados a adultos? ¿existe acaso una diferencia entre recibir estos mensajes desde una animación y hacerlo desde una película actuada por seres humanos? Considero que la única diferencia entre la animación y los programas actuados radica en los prejuicios que nos impone nuestra cultura, y que al menos ya están transformándose para dar cabida y aceptación a estas formas de entretenimiento.
Lo que une a los fans adultos es principalmente el deseo de cultivar los valores que son los elementos esenciales de la historia (honestidad, amabilidad, generosidad y lealtad) en un futuro.
Las personas desean imaginar y vivir un mundo en el que sea posible vivir bajo estos estándares, y por ingenuo que pueda parecer, es una premisa honesta y eminentemente positiva. Y es que las series animadas pueden tocar los sentimientos de una forma bastante particular, pueden conmoverte y hacer evaluar la vida desde otra perspectiva, son una bocanada de aire fresco, una forma de recargarte antes de enfrentarte al mundo real.
Lo confieso, desde la gripe pasada me enganché a las “Aventuras de Ladybug” y desde entonces duermo mejor y todo. Animaos a darles una oportunidad a los dibujos.
Si hay algo que caracteriza esta nueva oleada de series animadas “infantiles” es que es posible darles diferentes lecturas, que dependerán de tu bagaje cultural y tu edad. Es sencillo percibir el humor absurdo que está presente en Adventure Time y que lo hacen tan populares entre los niños, pero si eres un diseñador, por ejemplo, podrás apreciar las líneas sencillas y el maravilloso trabajo que hacen los dibujantes al elegir las paletas de colores de la animación.
Asimismo, si ves más de un capítulo podrás disfrutar las historias y subtramas que se entretejen entre los diversos personajes, que en realidad son mucho más profundos de lo que parecen y que tocan cuestiones tan trascendentales como la libertad, si existe un destino predeterminado, el peso de las decisiones y mucho más.
Un niño mira estas series animadas y observa modelos de comportamiento, héroes, aprenden cómo funciona la realidad contrastándola con la fantasía y aprenden valores morales básicos y reglas culturales. Se supone que los adultos ya desarrollamos estas destrezas, y que por ende los dibujos animados no pueden brindarnos nada nuevo; sin embargo, ¿no son más o menos esas mismas temáticas las que tratan los programas orientados a adultos? ¿existe acaso una diferencia entre recibir estos mensajes desde una animación y hacerlo desde una película actuada por seres humanos? Considero que la única diferencia entre la animación y los programas actuados radica en los prejuicios que nos impone nuestra cultura, y que al menos ya están transformándose para dar cabida y aceptación a estas formas de entretenimiento.
Lo que une a los fans adultos es principalmente el deseo de cultivar los valores que son los elementos esenciales de la historia (honestidad, amabilidad, generosidad y lealtad) en un futuro.
Las personas desean imaginar y vivir un mundo en el que sea posible vivir bajo estos estándares, y por ingenuo que pueda parecer, es una premisa honesta y eminentemente positiva. Y es que las series animadas pueden tocar los sentimientos de una forma bastante particular, pueden conmoverte y hacer evaluar la vida desde otra perspectiva, son una bocanada de aire fresco, una forma de recargarte antes de enfrentarte al mundo real.
Por qué a los adultos les gustan los dibujitos animados
Hay algunas personas que piensan que las series animadas que ven los chicos son infantiles pero es probable que lo consideren así por no haberle dado una oportunidad.
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Lo confieso, desde la gripe pasada me enganché a las “Aventuras de Ladybug” y desde entonces duermo mejor y todo. Animaos a darles una oportunidad a los dibujos.