Voy a compartiros una leyenda que nuestros padres nos contaban con el origen del Salmorejo, plato que nos encantaba a todos. La cuestión es que he visto que hay varias recetas distintas, la de casa lleva para la salsa: huevo, ajo, pan duro remojado, tomate, pimenton y sal, vinagre opcional. Se acompaña con huevo codido y a gusto jamón troceado.
La leyenda que nos contaban sobre el origen es la siguiente que además explica de algún modo la receta:
Era la época de la reconquista de cristianos contra los moros en España de hacía siglos, la lucha era un estilo de vida sin que necesariamente fueran grandes estrategias, muchas veces unos cuantos procedentes del mismo pueblo o aldea, en pequeñas cuadrillas de 4 o 5 salían a perseguir a moros durante días y días sin regresar a casa, a lomos de su caballo o burro, adentrándose por los montes donde los moros se escondían. Como era habitual en el momento de partir en sus alforjas llevaban comida perecedera para consumir los primeros días pero sobre todo llevaban cosas que les ayudarían para después: algunas especias, sal, ajos, aceite, embutidos como el jamón, que aguantara más días que la carne fresca, donde muchas veces solo tendrían para comer eso en mitad de los montes. Por supuesto también pan que aunque se pusiera duro como una piedra, siempre valía para hacerse sopas de ajo cuando se remojaba.
Si de camino encontraban alguna granja o huerta aprovechaban para ir haciéndose acopio puntual de huevos, tomates, fruta, etc.
Total, esta cuadrilla de 4 o 5 terminó en medio de un bosque persiguiendo a unos moros durante días, que huyendo, terminaron refugiándose en una cueva. La cuadrilla se planteó entonces cómo hacer con ellos en esta situación, había varias estrategias. Uno de ellos pensó en entrar y arremeter a diestro y siniestro pero el resto le frenó porque sabían que al entrar se encontrarían cegados temporalmente por el cambio de luz y ese tiempo de adaptación visual sería aprovechado por los moros para atacarles o huir, así que al final convinieron que tarde o temprano tendrían que salir por necesidad de comida o bebida, por lo que lo mejor sería apostarse en guardia en la entrada de la cueva y simplemente esperar.
Pero claro, fueron pasando las horas y las horas y llegó el momento de tener que plantearse la cuadrilla el comer y no querían alejarse ninguno para cazar ni recoger leña con tal de hacer siquiera una sopa porque pondrían a los demás en situación vulnerable, sería el momento de los moros aprovechar para salir, así que miraron lo que tenían y decidieron apañarse con ello en algún tipo de comida improvisada fría. ¿Qué tenían? Pan duro como piedra de días y días, agua, ajos, aceite, pimentón, sal, vinagre, jamón muy duro pero que a trocitos pequeños sería comestible y unos huevos y tomates de cuando pasaron por una granja días antes de adentrarse por los bosques y con todo ello decidieron hacer su comida improvisada.
Con unas piedras machacaron los ajos y cuando estaban machacados los pusieron en un recipiente y le echaron un huevo, pimentón y sal; Entonces comenzaron removerlo y a añadirle poco a poco aceite y lo fueron majando para que espesara y quedara como una salsa o especie de mahonesa rosada por el pimentón. Pero claro, eso era insuficiente, así que pelaron tomates (que ya estaban muy maduros porque llevaban varios días persiguiendo a los moros) y los fueron deshaciendo en ese majado y removiendo para integrarlo. Los tomates maduros aportaron mucho líquido al majado así que para espesarlo un poco decidieron añadirle el pan, pero como estaba tan duro como una piedra, le humedecieron un poco durante un rato para siquiera poderlo trocear y luego se lo añadieron para que espesara esa salsa mientras continuaron removiéndolo. Más allá de esa salsa espesa que les había salido tenían poco donde elegir, un trozo de jamón también muy duro que partieron muy pequeño para que fuera comestible sin romperse los dientes y más huevos que decidieron cocer y picaron en ella y mientras descubrían lo rico que estaba todo aquello en la puerta de la cueva otearon a uno de los moros acercarse con curiosidad y uno de los soldados le soltó: "Sal... morejo... sal, si te atreves" y por ello a partir de entonces la cuadrilla a ese apaño improvisado le llamaron Salmorejo.
Es leyenda pero a saber si tiene algo de verdad, mi familia se la ha ido pasando a través de generaciones.
La leyenda que nos contaban sobre el origen es la siguiente que además explica de algún modo la receta:
Era la época de la reconquista de cristianos contra los moros en España de hacía siglos, la lucha era un estilo de vida sin que necesariamente fueran grandes estrategias, muchas veces unos cuantos procedentes del mismo pueblo o aldea, en pequeñas cuadrillas de 4 o 5 salían a perseguir a moros durante días y días sin regresar a casa, a lomos de su caballo o burro, adentrándose por los montes donde los moros se escondían. Como era habitual en el momento de partir en sus alforjas llevaban comida perecedera para consumir los primeros días pero sobre todo llevaban cosas que les ayudarían para después: algunas especias, sal, ajos, aceite, embutidos como el jamón, que aguantara más días que la carne fresca, donde muchas veces solo tendrían para comer eso en mitad de los montes. Por supuesto también pan que aunque se pusiera duro como una piedra, siempre valía para hacerse sopas de ajo cuando se remojaba.
Si de camino encontraban alguna granja o huerta aprovechaban para ir haciéndose acopio puntual de huevos, tomates, fruta, etc.
Total, esta cuadrilla de 4 o 5 terminó en medio de un bosque persiguiendo a unos moros durante días, que huyendo, terminaron refugiándose en una cueva. La cuadrilla se planteó entonces cómo hacer con ellos en esta situación, había varias estrategias. Uno de ellos pensó en entrar y arremeter a diestro y siniestro pero el resto le frenó porque sabían que al entrar se encontrarían cegados temporalmente por el cambio de luz y ese tiempo de adaptación visual sería aprovechado por los moros para atacarles o huir, así que al final convinieron que tarde o temprano tendrían que salir por necesidad de comida o bebida, por lo que lo mejor sería apostarse en guardia en la entrada de la cueva y simplemente esperar.
Pero claro, fueron pasando las horas y las horas y llegó el momento de tener que plantearse la cuadrilla el comer y no querían alejarse ninguno para cazar ni recoger leña con tal de hacer siquiera una sopa porque pondrían a los demás en situación vulnerable, sería el momento de los moros aprovechar para salir, así que miraron lo que tenían y decidieron apañarse con ello en algún tipo de comida improvisada fría. ¿Qué tenían? Pan duro como piedra de días y días, agua, ajos, aceite, pimentón, sal, vinagre, jamón muy duro pero que a trocitos pequeños sería comestible y unos huevos y tomates de cuando pasaron por una granja días antes de adentrarse por los bosques y con todo ello decidieron hacer su comida improvisada.
Con unas piedras machacaron los ajos y cuando estaban machacados los pusieron en un recipiente y le echaron un huevo, pimentón y sal; Entonces comenzaron removerlo y a añadirle poco a poco aceite y lo fueron majando para que espesara y quedara como una salsa o especie de mahonesa rosada por el pimentón. Pero claro, eso era insuficiente, así que pelaron tomates (que ya estaban muy maduros porque llevaban varios días persiguiendo a los moros) y los fueron deshaciendo en ese majado y removiendo para integrarlo. Los tomates maduros aportaron mucho líquido al majado así que para espesarlo un poco decidieron añadirle el pan, pero como estaba tan duro como una piedra, le humedecieron un poco durante un rato para siquiera poderlo trocear y luego se lo añadieron para que espesara esa salsa mientras continuaron removiéndolo. Más allá de esa salsa espesa que les había salido tenían poco donde elegir, un trozo de jamón también muy duro que partieron muy pequeño para que fuera comestible sin romperse los dientes y más huevos que decidieron cocer y picaron en ella y mientras descubrían lo rico que estaba todo aquello en la puerta de la cueva otearon a uno de los moros acercarse con curiosidad y uno de los soldados le soltó: "Sal... morejo... sal, si te atreves" y por ello a partir de entonces la cuadrilla a ese apaño improvisado le llamaron Salmorejo.
Es leyenda pero a saber si tiene algo de verdad, mi familia se la ha ido pasando a través de generaciones.