Pandemias, enfermedades infecciosas: actualidad y futuro

Daniel Stamboulian: “El coronavirus podría desaparecer solo, como lo hizo el SARS en 2003”
El síndrome respiratorio agudo grave es otro coronavirus que surgió en China y genera una forma grave de neumonía. Después de un año dejó de contagiar masivamente. Precauciones frente al nuevo COVID-19


Por Víctor Ingrassia
14 de marzo de 2020

vingrassia@infobae.com

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Los coronavirus son una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en humanos. Su nombre proviene del latín corona, por la forma que tiene la estructura del virus, similar a la corona del Sol.

En los humanos, se sabe que varios coronavirus causan infecciones respiratorias que pueden ir desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SARS, por sus siglas en inglés). El coronavirus que se ha descubierto más recientemente causa la enfermedad por coronavirus COVID-19 y ya afectó a más de 135.000 personas en 121 países y mató a más de 5000.


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Médico desinfectan sus trajes y botas en Minsk, Belarus frente al avance del coronavirus - REUTERS/Vasily Fedosenko

Estas cifras obligaron a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a declarar a esta enfermedad como pandemia. La última vez que el organismo sanitario mundial había hecho esto fue hace una década con el virus de la gripe A o H1N1, que afectó a unas 400.000 personas y mató a unas 18.300. El 10 de agosto de 2010 la OMS anunció el fin de la pandemia, 14 meses después. Esa pandemia tuvo una mortalidad baja, en contraste con su amplia distribución (11%-21% de la población mundial infectada).



Hoy, nos encontramos ante una nueva pandemia producida también por un nuevo virus, originado en China y cuya dimensión y alcances todavía no sabemos, a casi 3 meses de su aparición en un mercado de animales vivos en Wuhan, provincia de Hubei.

“Lo que es importante tener presente, es que cuando una enfermedad se declara pandémica, significa que pasa por distintos continentes. Empezó en China y luego vimos que se expandió por Europa, sobre todo Italia, en Corea del Sur, Irán y también llegó al continente americano”, explicó a Infobae el doctor Daniel Stamboulian, Profesor Emérito de Infectología de la Facultad de Medicina de la UCES y Voluntary Profesor of Medicine of the University of Miami.


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El doctor Daniel Stamboulian, de amplia experiencia en el área de infectología, es optimista por la lucha que se le está dando al nuevo coronavirus, especialmente en China

Y agregó: “El coronavirus es un virus respiratorio habitualmente benigno que se ve en animales y humanos pero que en algún momento se transforma en un virus bastante problemático como ocurrió con el SARS en 2003”.

Respecto a la primera epidemia del Siglo XXI, Stamboulian recordó el contexto de la misma y cómo la observó, estudió y analizó, como nueva amenaza global, también surgida en China.

“Yo nunca me voy a olvidar en el 2003 con el SARS estábamos preocupados lo que pasaba en algunos países de Europa y de pronto apareció un número importante de casos en América, sobre todo en Canadá. Y allí aprendimos qué cosas son importantes para disminuir la posibilidad de la transmisión del coronavirus. Por ejemplo, los canadienses le daban mucha importancia al lavado de manos. Ellos hicieron una investigación de cuál es el porcentaje de gente por ejemplo en Toronto que se lavaba las manos. Después del trabajo que ellos hicieron, encontraron que el 90% se lavaba las manos. Pero en (aeropuerto) Kennedy (en EEUU), hicieron un estudio y solo el 25% se lava las manos. Quiere decir que no es una práctica habitual lavarse las manos”, rememoró.


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La enfermedad COVID-19 causa neumonía en los pacientes más longevos o con alguna enfermedad de base - REUTERS/Vasily Fedosenko

“Pero frente al coronavirus lo más importante en este momento no es el barbijo. Es el lavado frecuente de manos. Porque el virus no es aéreo, es un virus de superficie. Es por eso que tenemos que lavarnos mucho las manos”, advirtió el experto.

¿Debemos preocuparnos también por la gripe estacionaria?

Hay enfermedades como la gripe, que realmente hace lo mismo que hace el coronavirus. Por ejemplo, nosotros estamos muy preocupados por la gripe en adultos mayores, tanto es así que la vacuna antigripal tiene como prioridad, vacunar a los adultos mayores. Nosotros empezamos esa campaña en los 90 y llegamos a vacunar en una década a 7 millones de personas. Y vimos que quienes se vacunaban, prevenían la gripe.


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Foto de archivo del Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en un rueda de prensa en Ginebra. Feb 28, 2020. REUTERS/Denis Balibouse

El último año en el hemisferio norte murieron como 80.000 personas, en EEUU por la gripe. Así que la gripe, como este virus tiene una predilección por los adultos mayores. No es un virus que afecte a los chicos. Por ejemplo, con el coronavirus se ve que por debajo de los 15 años es excepcional.

¿Es recomendable darnos la vacuna contra la gripe estacionaria?

Lo que se vio es que el coronavirus estaba muy asociado a la gripe, a los cuadros gripales y a cuadros de neumonía. Por eso, la intensificación de la vacuna antigripal es una herramienta muy importante para trabajar en la disminución de la posibilidad del coronavirus y también la vacuna antineumocócica que se da con mucho énfasis en los pacientes mayores de 65 años.


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Personal médico de Ecuador utiliza un escáner termal para verificar si un pasajero tiene fiebre - REUTERS/Santiago Arcos

¿Qué sabemos sobre el desarrollo de una posible vacuna contra el coronavirus?

En relación a la vacuna, hay más de 8 compañías muy importantes que están trabajando para producir la vacuna. Lo que nosotros sabemos, que de acuerdo al nivel de los estudios, no podemos tener una vacuna buena, efectiva, en menos de un año. Quiere decir que la vacuna va a ser una herramienta preventiva pero para más adelante.

¿Y sobre un tratamiento eficaz mientras esperamos la vacuna?

La otra pregunta que uno se hace es si hay un tratamiento para el coronavirus. Cuando nosotros tenemos pacientes con sintomatología, sabemos que un 80% hacen en forma benigna. Que mayormente se autolimitan sin mayores problemas. Pero hay un 10, 15% lo hacen en forma severa. Pero en los pacientes que hacen forma severa, se empezó a usar la hidroxiquinolona en 500 miligramos que es una medicación que se utiliza en reumatología, porque esta es una enfermedad inflamatoria, para usarlo como un antiinflamatorio. Pero también se empezó a usar una medicación que no está en el país, que es contra las hepatitis. Pero sí el que está en el país, el caletra, que es contra el HIV, que parece ser que tiene algunas ventajas para pacientes con infección severa.


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Varios laboratorios en todo el mundo buscan una respuesta efectiva al nuevo coronavirus originado en Wuhan, China - REUTERS/Agustin Marcarian

Entonces, ¿cómo no nos contagiamos?

Lo que se vio en China y lo que se ve ahora en Italia, es evitar el contacto de una persona con otra, porque hay un período de la enfermedad en que uno está asintomático pero contagia. Entonces, lo que uno tiene que darle mucha importancia es de dónde viene la persona, por eso, EEUU prohibió los viajes con Europa, porque por ejemplo, en Italia hay más de 15.000 casos, con más de 1000 muertos o en España, donde hay más de 4500 casos.

¿Esta pandemia seguirá creciendo?

Hay algo positivo que yo he visto. Y es que en China está disminuyendo. Esta disminución que se observa en China a mí me lleva a entusiasmarme un poco, respecto a lo que pasó con el SARS. El SARS, después de un año, sólo se fue. Estos virus mutan para ser agresivos, pero mutan también para ser benignos. Yo tengo la esperanza de que no pase mucho tiempo para tener un coronavirus no agresivo.


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Los aeropuertos han sido la entrada del virus en más de 120 países del mundo - Adrián Escandar

¿El invierno es más propenso a que uno desarrolle la enfermedad y se contagie?

No está muy claro si el invierno es muy propenso para el coronavirus o no. A diferencia de la gripe, eso no lo sabemos bien. Yo no tengo tanto temor que el invierno sea un elemento provocador de un aumento importante del número de casos. Creo que tenemos que ir observando, porque este virus circula tanto en invierno como en verano. Parecería ser, por lo que estamos viendo en China, con el aumento de la temperatura, parece que está disminuyendo. Pero yo creo está disminuyendo más pro todo el trabajo de contención que ellos han hecho y que en este momento, a mí me entusiasma ver que en China está disminuyendo.

 
El Dr. Francis Boyle, creador de la Ley BioWeapons, dice que el coronavirus es un arma de guerra biológica
Francis Boyle es profesor de derecho internacional en la Facultad de Derecho de la Universidad de Illinois. Redactó la legislación nacional de implementación de los Estados Unidos para la Convención de Armas Biológicas, conocida como la Ley Antiterrorista de Armas Biológicas de 1989, que fue aprobada por unanimidad por ambas Cámaras del Congreso de los Estados Unidos y promulgada por el presidente George HW Bush.

En una entrevista exclusiva dada a Geopolitics and Empire , el Dr. Boyle habla sobre el brote de coronavirus en Wuhan, China y el laboratorio de Bioseguridad Nivel 4 (BSL-4) del cual cree que la enfermedad infecciosa escapó. Él cree que el virus es potencialmente letal y un arma de guerra biológica ofensiva o un agente de armas de guerra biológica de doble uso genéticamente modificado con propiedades de ganancia de función, razón por la cual el gobierno chino originalmente trató de ocultarlo y ahora está tomando medidas drásticas para contenerlo. El laboratorio Wuhan BSL-4 también es un laboratorio de investigación especialmente designado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Dr. Boyle sostiene que la OMS sabe muy bien lo que está ocurriendo.

El Dr. Boyle también tiene que GreatGameIndia informe exclusivo 's Coronavirus arma biológica - en la que informamos en detalle cómo los agentes chinos de guerra biológica que trabajan en el laboratorio de Canadá en Winnipeg estaban involucrados en el contrabando de Coronavirus al laboratorio de Wuhan, desde donde se cree que se han filtrado.

Vea la entrevista del Dr. Francis Boyle con Geopolítica e Imperio a continuación:



La posición del Dr. Boyle está en marcado contraste con la narrativa de los principales medios de comunicación del virus que se origina en el mercado de mariscos, que muchos expertos cuestionan cada vez más.

Recientemente, el senador estadounidense Tom Cotton de Arkansas también desmanteló el reclamo de los principales medios de comunicación el jueves que cubrió el brote de coronavirus en un mercado que vende animales muertos y vivos.

En un video que acompaña a su publicación, Cotton explicó que los expertos han demostrado que el mercado húmedo de Wuhan (que Cotton denominó incorrectamente como mercado de mariscos) no es la fuente del contagio mortal.

Cotton hizo referencia a un estudio de Lancet que mostró que muchos de los primeros casos del nuevo coronavirus, incluido el paciente cero, no tenían conexión con el mercado húmedo, lo que socava devastadoramente la afirmación de los medios de comunicación.

“Como dijo un epidemiólogo: 'Ese virus entró en el mercado de mariscos antes de salir del mercado de mariscos'. Todavía no sabemos dónde se originó ”, dijo Cotton.

"Me gustaría señalar que Wuhan también tiene el único súper laboratorio de nivel cuatro de bio-seguridad de China que trabaja con los patógenos más mortales del mundo para incluir, sí, el coronavirus".

Tales preocupaciones también han sido planteadas por JR Nyquist , el conocido autor de los libros " Orígenes de la Cuarta Guerra Mundial " y " El tonto y su enemigo ", así como coautor de " Las nuevas tácticas de la guerra global ". En su perspicaz artículo , publicó discursos secretos dados a los cuadros de alto nivel del Partido Comunista por el ministro de Defensa chino, general Chi Haotian, explicando un plan a largo plazo para garantizar un renacimiento nacional chino, cuyo catalizador sería el plan secreto de China para armar los virus .

Nyquist dio tres puntos de datos diferentes para presentar su caso al analizar el coronavirus. El escribe:

El tercer punto de datos que vale la pena considerar: la revista GreatGameIndia ha publicado una pieza titulada " Coronavirus Bioweapon - Cómo China robó el coronavirus de Canadá y lo usó como arma".
Los autores fueron lo suficientemente inteligentes como para poner el artículo de Khan's Virology Journal junto con noticias de una violación de seguridad por parte de ciudadanos chinos en el Laboratorio Nacional de Microbiología de Canadá (P4) en Winnipeg, donde el nuevo coronavirus supuestamente se almacenó con otros organismos letales. En mayo pasado, la Real Policía Montada de Canadá fue llamada para investigar ; a finales de julio, los chinos fueron expulsados de las instalaciones . El principal científico chino ( Dr. Xiangguo Qiu ) supuestamente estaba haciendo viajes entre Winnipeg y Wuhan.

Aquí tenemos una teoría plausible de los viajes del organismo NCoV: descubierta por primera vez en Arabia Saudita , luego estudiada en Canadá desde donde fue robada por un científico chino y traída a Wuhan. Al igual que la declaración del jefe de inteligencia de Taiwán en 2008, la historia de GreatGameIndia ha sido objeto de un intenso ataque . Cualquiera sea la verdad, el hecho de la proximidad y la improbabilidad de la mutación deben figurar en nuestros cálculos.

Es muy probable que el organismo 2019-nCoV sea una versión armada del NCoV descubierto por médicos sauditas en 2012.

Mientras tanto, la narrativa de los principales medios de comunicación aún mantiene que el origen del Coronavirus 2019 es el mercado de mariscos de Wuhan. Después de que GreatGameIndia publicó la historia en Coronavirus Bioweapon , no solo se manipuló nuestra base de datos y Facebook bloqueó nuestros informes por la débil razón de que no podían encontrar la página de Facebook de GreatGameIndia , sino que el informe fue atacado brutalmente por la revista Foreign Policy, PolitiFact (conocido ampliamente como el brazo de propaganda de Facebook) y BuzzFeedNews.

No es solo GreatGameIndia lo que está siendo atacado brutalmente. Zero Hedge, un blog de medios alternativo popular fue suspendida por Twitter por publicar un artículo relacionado con un estudio por científicos de la India para encontrar 2019 Wuhan Coronavirus ser , naturalmente, no evolucionado , aumentando la posibilidad de que sea creado en un laboratorio. Sorprendentemente, el estudio en sí fue objeto de intensas críticas en línea por parte de expertos en redes sociales, lo que provocó que los científicos retiraran el documento.

En represalia, India lanzó una investigación a gran escala contra el Instituto de Virología Wuhan de China . El gobierno indio ordenó una investigación sobre un estudio realizado en el estado nororiental de Nagaland (cerca de China) por investigadores de los EE. UU., China e India sobre murciélagos y humanos portadores de anticuerpos contra virus mortales como el ébola.

Es muy probable que el organismo 2019-nCoV sea una versión armada del NCoV descubierto por médicos sauditas en 2012.

Mientras tanto, la narrativa de los principales medios de comunicación aún mantiene que el origen del Coronavirus 2019 es el mercado de mariscos de Wuhan. Después de que GreatGameIndia publicó la historia en Coronavirus Bioweapon , no solo se manipuló nuestra base de datos y Facebook bloqueó nuestros informes por la débil razón de que no podían encontrar la página de Facebook de GreatGameIndia , sino que el informe fue atacado brutalmente por la revista Foreign Policy, PolitiFact (conocido ampliamente como el brazo de propaganda de Facebook) y BuzzFeedNews.

No es solo GreatGameIndia lo que está siendo atacado brutalmente. Zero Hedge, un blog de medios alternativo popular fue suspendida por Twitter por publicar un artículo relacionado con un estudio por científicos de la India para encontrar 2019 Wuhan Coronavirus ser , naturalmente, no evolucionado , aumentando la posibilidad de que sea creado en un laboratorio. Sorprendentemente, el estudio en sí fue objeto de intensas críticas en línea por parte de expertos en redes sociales, lo que provocó que los científicos retiraran el documento.

En represalia, India lanzó una investigación a gran escala contra el Instituto de Virología Wuhan de China . El gobierno indio ordenó una investigación sobre un estudio realizado en el estado nororiental de Nagaland (cerca de China) por investigadores de los EE. UU., China e India sobre murciélagos y humanos portadores de anticuerpos contra virus mortales como el ébola.

Fuente: Greatgameindia
 
Nace un nuevo fondo filantrópico para conseguir y agilizar tratamientos contra enfermedades emergentes
¿Cómo podrán afrontar los países pobres, con sistemas sanitarios frágiles, las pandemias? Las dos mayores organizaciones filantrópicas de salud del mundo crean un mecanismo para impulsar y agilizar, junto a empresas y organizaciones, la búsqueda de terapias y asegurar que sean accesibles a todos


Un laboratorio de Seúl (Corea) en el que se estudia el coronavirus.

Un laboratorio de Seúl (Corea) en el que se estudia el coronavirus. Ed Jones AFP
Patricia Peiró

Madrid 16 MAR 2020 - 20:31 ART

Un limitado grupo de 130 personas fueron testigos anticipados de la pandemia del coronavirus. En una simulación que tuvo lugar en un hotel de Nueva York, 15 miembros de Gobiernos, mundo de las finanzas y médicos se encerraron en una sala durante tres horas y media para ensayar esta crisis. En esa habitación se vivió cómo un coronavirus que comienza en una granja de cerdos en Brasil explota en las mega ciudades latinoamericanas, viaja hasta Portugal, Estados Unidos y China. Sin posibilidad real de obtener una vacuna en menos de un año, el 90% de la población mundial acaba siendo potencial víctima de esta nueva enfermedad. 18 meses más tarde se consigue contener la pandemia, después de 65 millones de muertes.




Este profético simulacro organizado por el Foro Económico Mundial, la Fundación Bill y Melinda Gates y el Centro de Seguridad Sanitaria John Hopkins Center previó hace cinco meses los retos a los que se enfrenta el mundo ahora mismo. Cuarentenas, hospitales saturados, caída drástica de la actividad económica. El objetivo de ese ejercicio era analizar las debilidades del sistema global ante una amenaza muy real, como se ha comprobado. Y, sobre todo, estudiar cómo el sector privado y los Gobiernos tienen que cooperar. Esa será, probablemente, una de las lecciones que se extraiga de los meses en los que el coronavirus atenazó al mundo: coordinar acciones. Seguramente los allí presentes no se imaginaban que esto se iba a poder poner en práctica solo unos meses después. Aunar esfuerzos es lo que pretende precisamente una nueva iniciativa lanzada esta semana: el acelerador terapéutico Covid-19.


Se trata de un “mecanismo de coordinación” entre diferentes grupos de trabajo de todo el mundo que están buscando un tratamiento efectivo contra el nuevo virus. Impulsado por las dos mayores organizaciones filantrópicas de salud del mundo, la Fundación Bill y Melinda Gates y Wellcome Trust, y una empresa privada, MasterCard, nace con una inversión inicial de 125 millones de dólares. ¿Qué aporta a la carrera contra la pandemia? “Tras el ébola se creó una organización para mejorar el estudio y lanzamiento de vacunas, la Cepi. Pero no existía un mecanismo que unificara los esfuerzos en busca de terapias una vez que ya estás infectado”, detalla en una conversación telefónica la doctora Samia Saad, experta con una amplia experiencia en la salud global y epidemias de la Fundación Gates.


Como su propio nombre indica, se va a intentar acortar los prolongados tiempos que normalmente hacen falta para verificar y aprobar un nuevo antiviral o una inmunoterapia. El acelerador trabajará codo con codo con la Organización Mundial de la Salud, con la industria farmacéutica y con las diferentes instituciones reguladoras. La Organización Mundial de la Salud estima que se tardará entre 12 y 18 meses en obtener la vacuna contra el SARS-CoV-2, por eso la búsqueda de tratamientos que frenen su expansión es una vía paralela igual de necesaria. En verano puede que se reduzcan los casos, pero tal vez en invierno volverán y, si no hay profilaxis, serán necesarios tratamientos efectivos.


MasterCard decidió participar en este fondo aportando 25 millones de dólares, aunque se espera que en el futuro se sumen nuevos donantes a este acelerador. Algo que será necesario porque se estima que, para fabricar y distribuir alrededor de 100 millones de dosis en todo el mundo, hará falta un desembolso de 250 y 500 millones de dólares. “Y no sabemos si será suficiente”, puntualiza Saad. “Una de las lecciones no aprendidas de anteriores epidemias es la de preparar una estructura que permita manufacturar y distribuir miles de medicamentos rápidamente. No es solo una cuestión de fondos, sino de la capacidad física de la industria”, indica la doctora.


El sector privado ya comenzó a involucrarse en la prevención de la epidemias cuando en enero numerosas compañías aportaron capital a Cepi, el equivalente de este acelerador en la búsqueda de vacunas. “Es difícil convencer a las empresas para que hagan un gran programa de desarrollo cuando no puedes predecir cuándo va a haber un brote. En este escenario, una asociación público-privada tiene el papel de reducir el riesgo. Creo que hay un consenso generalizado en que es lo mejor”, apunta Saad. Paloma Real, directora general de MasterCard España, responde a través de un correo electrónico que este mecanismo está “diseñado para reunir recursos y experiencia y reducir así el riesgo financiero y técnico para el sector académico, biotecnológico y las compañías farmacéuticas”.

Es difícil convencer a las empresas para que hagan un gran programa de desarrollo cuando no puedes predecir cuándo va a haber un brote. En este escenario, una asociación público-privada tiene el rol de reducir el riesgo

Este fondo nace, además, con el objetivo de que las posibles soluciones lleguen hasta los países más vulnerables, aquellos en donde la estructura de salud es más frágil. El Director General de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Ghebreyesus, cifró en 675 millones de dólares la cantidad necesaria para preparar a los sistemas sanitarios del planeta para enfrentarse al virus hasta abril.


La doctora nigeriana Adaora Okoli, que sobrevivió al ébola en 2015, recordaba en un artículo esta semana que “raramente funciona la recaudación de fondos durante las emergencias”. Según Oxfam, los donantes entregan solo una media del 47% de los fondos a los que se comprometen para iniciativas de recuperación. “Todo el mundo debe contribuir porque los agentes patógenos no respetan fronteras, como ya hemos visto, si solo miramos para dentro no se va a solucionar nada”, recalca Saad. La semana pasada el Banco Mundial anunció un paquete de ayuda rápida de 12.000 millones de dólares destinado a que los países en desarrollo puedan prepararse para la llegada de este nuevo virus. Los fondos se dedicarán entre otras cosas a “fortalecer la vigilancia de enfermedades y trabajar con el sector privado para reducir impacto en las economías”.




Bill Gates ya vaticinó hace cinco años en esta charla TED el peligro futuro para la Humanidad: "Microbios, no misiles".


Información sobre el coronavirus


- Aquí puede seguir la última hora sobre la evolución de la pandemia


- El mapa del coronavirus: así crecen los casos día a día y país por país


- Guía de actuación ante la enfermedad


- En caso de tener síntomas, estos son los teléfonos que se han habilitado en cada comunidad


 
Nueve conductas extremas que trajo la peste a lo largo de la historia
¿Qué sucede cuando una plaga desconocida, imparable y mortífera destruye todos los supuestos sobre los que descansa la organización social? Cualquiera es capaz de cualquier cosa...


Por Claudia Peiró
19 de marzo de 2020

cpeiro@infobae.com


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Para poder convivir, los hombres han ido creando y perfeccionando a lo largo de los siglos instituciones y normas que, se supone, lo alejan del estado de naturaleza, de la anarquía, del “todos contra todos”, del “hombre lobo del hombre” -en términos de Hobbes- , que protegen y dan seguridad, tanto respecto a las posesiones materiales como al bien más preciado que es la vida.


Hasta que, de pronto, irrumpe el cataclismo natural que todo lo trastoca y hace aflorar, desenfrenadas, las pasiones humanas.

“Una ciudad bajo una plaga presenta una inmejorable oportunidad para estudiar la naturaleza humana, su sociabilidad, sus instituciones”, escribió el filósofo argentino Leiser Madanes [en adelante, L.M.], en un trabajo titulado Deus Mortalis (Cuaderno de Filosofía Política, 5, Buenos Aires, 2006).

Se trata de un recorrido por autores -historiadores, escritores, políticos- que han dejado testimonio de lo que vivieron en diferentes etapas de la historia de la humanidad marcada por la aparición y difusión acelerada, imparable e inexplicable de alguna enfermedad altamente contagiosa y mortífera. Una peste a la cual se sumaron otras plagas: las del comportamiento humano en situaciones límite.



Tucídides, Bocaccio, Samuel Pepys, Daniel Defoe, entre otros, son autores que, “en la ciudad bajo la plaga” vieron “un laboratorio que permite examinar la naturaleza humana y la sociedad en una situación en extremo excepcional”, dice LM.

La peste es “igualadora”, no discierne entre clases sociales -aunque en algunos casos pueda iniciarse entre sectores más pobres y carentes de servicios sanitarios básicos-, ni edades, ni distingue al virtuoso del pecador. Cae sobre todos por igual. “Colapsan las expectativas mutuas que sostenían la vida social”, dice LM, y la consecuencia es que “cualquiera es capaz de cualquier cosa”. La peste es un fenómeno natural que acarrea una descomposición social con consecuencias morales y políticas, explica.

Algunas de esas conductas pueden ser tipificadas del siguiente modo:

1. El perverso placer del contagio deliberado

“Un síntoma extraño de la enfermedad fue el placer perverso o insano que manifestaron los infectados respirándoles en la cara a los sanos”. Tal es la observación que anota en su agenda Richard Mead, un médico inglés durante la plaga que afectó a Londres en 1665, y que también fue registrada por el escritor Daniel Defoe, autor del clásico Robinson Crusoe: “Se daba una propensión o una vil inclinación en aquellos que estaban infectados a infectar a otros”.


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La peste le quita frenos a pulsiones humanas tales como el deseo egoísta de ver a otros hundirse en la misma desgracia y en el mismo sufrimiento; o el sentir odio hacia los sanos como si éstos fuesen responsables del sino fatal que le espera al contaminado.

Desde ya, no se trata de una conducta generalizada, sino extrema, que Defoe compara con la de “un perro loco, que aunque hubiera sido antes el animal más amoroso, sin embargo se lanzará contra cualquiera que se le acerque, incluso a quienes lo cuidaron”.

Una conducta, dice, destinada a ser juzgada en “el tribunal de la Justicia Divina” y que “no puede conciliarse ni con la religión ni con la generosidad o la humanidad”.

2. La afirmación del propio yo por encima de todo

Algunos autores describen lo que LM llama una “exacerbada conciencia de sí”, inspirada por el deseo de sobrevivir, evitando la enfermedad y a la muerte casi segura que ésta conlleva.

Boccaccio, testigo de la gran plaga de 1347-48 en Florencia -la pandemia de peste negra más mortífera de la historia que afectó a Europa y parte de Asia en el siglo XIV- se refiere a ella en el Decamerón, ponderando el derecho a proteger la propia vida. “Es natural tendencia de todo el que nace tratar de conservar y defender su vida como pueda; y esto se acepta tanto que alguna vez ha sucedido que, para defenderla, sin culpa alguna se ha matado a hombres”, algo que es admitido por las leyes. Son las justificaciones que el autor pone en boca de la joven Pampinea.

Claro que, como se verá, este derecho con frecuencia degenera en un sálvese quien pueda y de cualquier manera, colocando ese instinto de autopreservación por encima de toda norma y de todo sentimiento de piedad.


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3. El abandono del prójimo, así se trate de los propios hijos

El miedo a ese enemigo invisible e inmanejable que trae una muerte casi segura lleva a que, en el afán por esquivar el peligro, se huya de los enfermos, llegándose incluso a abandonar a los parientes más cercanos, dejándolos padecer y morir en la más cruel soledad. Los hijos huyen de los padres y, peor aún, éstos abandonan a sus hijos, “como si no fuesen suyos”, en palabras de Boccaccio.

“Huían los hijos dejando insepultos los cadáveres de los padres; los padres, olvidando sus deberes, abandonaban a sus hijos ardiendo de fiebre”, escribió Pablo el Diácono, en su Historia de los Lombardos, siempre según cita de LM.

“El padre no visitaba al hijo, ni el hijo al padre. La caridad estaba muerta y la esperanza hecha añicos”, escribió en 1348 Guy de Chauliac, médico del papa Clemente VI.

4. Incumplimiento del deber

La estampida era tal que incluso médicos, sacerdotes y agentes de la ley abandonaban sus puestos de servicios tan esenciales como la salud -física y espiritual-, y el mantenimiento del orden.

“Los hombres morían sin asistencia y eran enterrados sin sacerdotes”, decía también el citado médico del papa Clemente VI.

“Un número incontable de personas murió sin ninguna marca de afecto, piedad o caridad -y ellos mismos [en referencia a los médicos], si se hubieran rehusado a visitar a los enfermos, quizás habrían escapado de la muerte”, admite un sacerdote de Avignon durante la peste del s.XIV.

En Londres, durante la epidemia de 1665, los empleados no querían entrar a las casas de los enfermos para ejecutar las órdenes de clausura. O se negaban a detener al infectado que buscaba eludir el confinamiento.

Pero Defoe reporta también historias más siniestras. Algunos cuidadores de enfermos optaron por eliminarlos, “hambreándolos, asfixiándolos o apresurando su fin por otros medios criminales: es decir, asesinándolos. También se decía que algunos cuidadores, destinados a vigilar las casas puestas bajo consigna, penetraban en éstas, mediante fractura, cuando ya no quedaba más de una persona, quizás acostada y enferma, la mataban y la arrojaban de inmediato a la carreta de los muertos, con lo cual la enviaban aún tibia a la tumba”.


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Mandatory Credit: Photo by Glasshouse Images/Shutterstock (10145605a) Plague in London, 1665-66, Illustration from the Book, Historical Cabinet, L.H. Young Publisher, New Haven, 1834 VARIOUS

5. Fin de toda caridad

Si la peste se llevaba consigo los más íntimos lazos familiares, ¿qué esperar de la caridad, de la piedad hacia el sufrimiento ajeno?

Muchos autores se muestran comprensivos ante la huida de quienes saben que el sacrificio de acompañar a un enfermo es muy probablemente inútil y el costo serán dos vidas perdidas, pero aún así resulta difícil no sobrecogerse ante el espectáculo de enfermos abandonados a su suplicio.

“Quienes atendían a los que sufrían caían víctimas de la enfermedad; por consiguiente el caso de los enfermos era terrible, ya que nadie los ayudaba en su desgracia”, dejó escrito Diodorus Siculus, historiador griego del siglo I a.C.

En tiempos de peste, cada cual vela por sí mismo, constata Defoe: “Todo sentimiento de compasión se desvanecía”.

La misma observación hace el médico argentino Guillermo Rawson durante la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires, en 1871: “Yo he visto al hijo abandonado por el padre; he visto a la esposa abandonada por el esposo; he visto al hermano moribundo abandonado por el hermano; y eso está en la naturaleza humana”.


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La epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires

También existe el dilema de abandonar y salvarse o quedarse y multiplicar el mal, a medida que se difunde la conciencia de que una persona puede contagiar incluso antes de que se le manifieste la enfermedad: “Es muy triste darse cuenta de que personas como estas [contagiadas sin saberlo] eran destructores caminantes desde una semana o dos antes de declarárseles la enfermedad; cómo arruinó a aquellos por quienes hubiera arriesgado su vida para salvarlos, respirándoles muerte encima; incluso quizás al besar y abrazar cariñosamente a sus propios hijos”, escribe Defoe.


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También el Estado se verá forzado a dejar la caridad de lado y disponer la clausura de las casas donde se detectaba un infectado, junto con toda su familia, condenada así al sacrificio para preservar a los vecinos. Una medida que muchos consideraron cruel y anticristina pero que otros, como Defoe, justificaron: “...se trataba del bien público, que justifica el daño particular”.

6. Ignorar la ley

El Estado, y en esto nada ha cambiado, se encuentra ante el desafío de imponer la ley y mantener el orden en una sociedad atravesada por el miedo al otro, al contacto y al contagio.

Pero el que se sabe condenado ¿qué incentivo puede tener para cumplir con la más mínima norma civil o penal?, plantea LM.

Y, como ya se vio, ¿qué agente de la ley está dispuesto a cumplir con su deber y, por ejemplo, arrestar a un infectado que quiere eludir el confinamiento?

“Ningún temor a los dioses o a las leyes de los hombres servía de contención o freno”, escribió el historiador Tucídides, sobreviviente de la peste en Atenas en el siglo V a.C.

Y Defoe -con diferencia de 20 siglos respecto al anterior- observa el mismo fenómeno de licuación del orden normativo y de la capacidad del Estado para restablecerlo: “Ejemplos terribles pudieron verse, particularmente dos en una misma semana: madres insensatas y delirantes que mataron a sus hijos.”

Se ha evaporado la relación esencial que sostiene el andamiaje social: en tiempos normales, cuando se obedece, se vive en paz. Si se cumple la ley, se recibe protección del Estado. Pero nada de eso funciona ya en la ciudad asediada por la plaga.

7. Extinción de la propiedad privada versus la codicia por encima de todo

Por un lado se observa que, ante la falta de futuro, frente el sentimiento de la que la muerte espera a la vuelta de la esquina, muchos abandonan bienes y negocios, desertan al ciudad y se refugian en el campo dejándolo todo. Extraños ocupan casas abandonadas sin que nadie se las reclame. Total, a todos les llegará el día, más temprano que tarde, a tal punto es devastadora la epidemia.

En el otro extremo, está el que, ni en medio del mayor peligro, quiere renunciar a los bienes y al lucro. Por caso, en 1743, cuando un rebrote de la peste bubónica amenazó llegar a Inglaterra desde sus colonias, los comerciantes londinense reaccionaron airados ante la posibilidad de cortar el comercio para prevenir el desastre. El parlamentario inglés Horace Walpole le comentaba a su amigo Sir Horace Mann: “La ciudad está furiosa, pues Ud. sabe, para los comerciantes no hay peor plaga que un freno en los negocios”.


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La peste negra, que diezmaba pueblos y ciudades enteras en la Edad Media (Foto: Shutterstock)

Y Defoe observa “cómo la avaricia endurece a los hombres contra los peligros de toda naturaleza; y cómo los hombres están dispuestos a arriesgar sus vidas, y las vidas de toda una ciudad, e incluso de toda una nación, por sus ganancias presentes”. [...]

8. “Incesto, adulterio, fornicación”: la pérdida del pudor y de la vergüenza

“Además de todos estos males, la epidemia también fue causa de una mala costumbre, que después se extendió a otras muchas cosas y más grandes, porque no tenían vergüenza de hacer públicamente lo que antes hacían en secreto, por vicio y deleite”, escribe Samuel Pepys, durante la gran plaga de Londres en 1665.

Todo vale cuando la vida tiene fecha de caducidad. El que echaba mano de una fortuna ajena, por abandono, la liquidaba lo antes posible. “... pasatiempos, placeres y vicios. En esta calamidad y miseria estaban los atenienses dentro de la ciudad, y fuera de ella los enemigos lo metían todo a fuego y a sangre”.

Pero en este desenfreno por satisfacer todos los apetitos caen las barreras últimas, las más sagradas: los antiguos que veían en el incesto los orígenes de la peste (un pecado que desencadena el castigo divino), pero luego se dieron cuenta de que era al revés: la peste traía el incesto. Y L.M. cita a Juan de Reading: “... de manera desvergonzada dieron a luz a bastardos concebidos en adulterio. Incluso se afirmó que en muchos lugares hubo hermanos que tomaron por esposas a sus hermanas […]. Consideraban la fornicación, incesto o adulterio, más como un juego que como un pecado”.

9. El morbo de ver la muerte de cerca

Por último, aunque muchos huyen de la peste sin mirar atrás, no falta, como otro ejemplo de conducta extrema e irracional, el que se ve atraído por la contemplación del mal ajeno. Samuel Pepys en Londres asiste incrédulo a “la locura de la gente de la ciudad, que, pese a estar prohibido, llegan en multitud junto a los muertos para verlos enterrar”.


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Una actitud extrema pero de signo opuesto

Existe otro tipo de reacciones documentadas a lo largo de toda la historia que el trabajo de L.M. solo alude al pasar, cuando hace referencia “al martirio”.

En efecto, vale señalar que junto con estas conductas que son efecto del individualismo más extremo, muchos han elegido el camino inverso, el de la caridad al punto del olvido total de sí y del sacrificio de la propia vida.

Ya que el ser humano es capaz del mayor egoísmo y también de la mayor entrega.

 
1918, la otra gran epidemia que no nos tomamos en serio
La mayor epidemia del siglo XX dejó sin ataúdes algunas ciudades de España e infectó al rey Alfonso XIII y al presidente del Gobierno
Entre 1918 y 1920, la gripe mató a 50 millones de personas

Entre 1918 y 1920, la gripe mató a 50 millones de personasAP Photo/National Museum of Health

Daniel Mediavilla
21 mar 2020 - 20:30ART

Al principio, los españoles también se reían. El 22 de mayo de 1918, el diario ABC publicó en portada la aparición de una enfermedad parecida a la gripe, pero con efectos leves. Durante ese mes, se celebran en la capital las fiestas de San Isidro y las verbenas populares se convirtieron en espacios ideales para el contagio. Con guasa, se bautizó aquella gripe como Soldado de Nápoles, igual que una canción que entonces sonaba en la zarzuela La canción del olvido, y que, como la nueva enfermedad, era muy pegadiza.

Los españoles de aquel tiempo no pudieron ver venir la pandemia como sí ha sucedido ahora. Con medio mundo enfangado en la Gran Guerra, los contendientes no informaron sobre la enfermedad que estaba diezmando a sus soldados para no envalentonar a los adversarios y fue en España, neutral en el conflicto, donde se dio a conocer lo que sucedía. Por eso la gran pandemia del siglo XX, que mató a más de 50 millones de personas en todo el mundo, se bautizó como “La gripe española”, aunque no estuviese aquí su origen.

En 2008, cuando la próxima gran pandemia aún era solo un temor entre virólogos y epidemiólogos, Antoni Trilla, el actual jefe de epidemiología del Hospital Clinic de Barcelona, publicó un relato sobre cómo se vivió la gripe de 1918 que muestra algunas diferencias fundamentales y sorprendentes paralelismos con la crisis del coronavirus. En aquella ocasión, la situación también empeoró después de tomarse a la ligera y la reacción errática de las autoridades sanitarias provocó su descrédito frente a la ciudadanía y la prensa que cuestionaba a diario sus actuaciones. Como ahora, el virus tampoco respetó jerarquías. El rey Alfonso XIII y el jefe de Gobierno, Manuel García Prieto, enfermaron.
Al principio, a la enfermedad se le llamaba con humor ‘Soldado de Nápoles’, una canción de éxito de la época que también era muy pegadiza
En 1918, España era muy distinta. La mitad de sus habitantes eran analfabetos y la tasa de mortalidad infantil doblaba la de los países más pobres de hoy, pero muchas medidas para contener la epidemia recuerdan a las actuales. Se cerraron universidades y escuelas y se controló el transporte ferroviario, con cuadrillas que desinfectaban los trenes para contener la expansión del virus. Pero también hubo reticencias por parte de algunas autoridades locales. El alcalde de Valladolid se resistió a cancelar las fiestas en septiembre temiendo las pérdidas para los negocios de la ciudad.

Casi como ahora, más allá de ayudar a los enfermos a sobrevivir, la panoplia de los médicos era limitada, sin opciones curativas, aunque las técnicas eran mucho más rudimentarias. Se probaron sin éxito algunas vacunas experimentales e incluso se aplicaron sangrías, una técnica que ya llevaba un siglo desacreditada por la medicina. “Los españoles —escribe Trilla— comenzaron a preguntarse si los médicos y científicos tenían alguna idea sobre lo que estaba pasando”.

A falta de confianza en la ciencia, muchos se abrazaron a la fe. En Zamora, una de las provincias más afectadas por la gripe, el obispo, Álvaro Ballano, afirmó: “El mal que se cierne sobre nosotros es consecuencia de nuestros pecados y falta de gratitud, y por eso ha caído sobre nosotros la venganza de la justicia eterna”. Para aplacar la ira divina organizó misas en la catedral de la ciudad facilitando, probablemente, el contagio del virus y se enfrentó a las autoridades sanitarias que quisieron prohibir las misas. Un siglo después, los obispos respetan y difunden las recomendaciones de esas autoridades y han limitado a los parientes más cercanos la asistencia en los funerales.

La primera etapa de contagios de 1918, la que ahora se está viviendo con el coronavirus, no fue la más dura. Con la llegada del verano, la epidemia amainó, pero en otoño regresó con más fuerza. El sistema sanitario quedó sobrepasado, en muchos pueblos de un país en el que el campo aún no se había vaciado los médicos eran escasos y cuando morían no se encontraban sustitutos. Como ha pasado en esta crisis, también entonces se reclutó a voluntarios entre los estudiantes de medicina.

Las cifras oficiales de muertos son terroríficas. En 1918, la gripe mató a 147.114 personas, en 1919 a 21.245 y en 1920 a 17.825. En un país de poco más de 20 millones de habitantes. La epidemia duró tres años y, además, afectó especialmente a personas en la veintena,

completamente sanas. Cuenta Trilla que en algunas ciudades españolas se acabaron los ataúdes y que el alcalde de Barcelona pidió la ayuda del ejército para transportar y enterrar a los muertos. Eso todavía no se ha visto en España, pero sí en Italia, que lleva una semana de adelanto en la epidemia. El miércoles por la noche, decenas de ataúdes que se acumulaban en el cementerio local de Bérgamo fueron cargados en camiones del ejército para llevarlos a incinerar a lugares menos golpeados por la enfermedad. La población española solo descendió en dos ocasiones durante el siglo XX. En 1918 perdió 83.121 personas por la epidemia de gripe y en 1939 50.266 por la Guerra Civil.

 
La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín
Los países asiáticos están gestionando mejor esta crisis que Occidente. Mientras allí se trabaja con datos y mascarillas, aquí se llega tarde y se levantan fronteras

Un oficial de policía vigila ante un cartel el pasado 23 de enero en Pekín.

Un oficial de policía vigila ante un cartel el pasado 23 de enero en Pekín.Kevin Frayer/Getty Images / Getty Images

Byung-Chul Han
21 mar 2020 - 20:30ART

El coronavirus está poniendo a prueba nuestro sistema. Al parecer Asia tiene mejor controlada la pandemia que Europa. En Hong Kong, Taiwán y Singapur hay muy pocos infectados. En Taiwán se registran 108 casos y en Hong Kong 193. En Alemania, por el contrario, tras un período de tiempo mucho más breve hay ya 15.320 casos confirmados, y en España 19.980 (datos del 20 de marzo). También Corea del Sur ha superado ya la peor fase, lo mismo que Japón. Incluso China, el país de origen de la pandemia, la tiene ya bastante controlada. Pero ni en Taiwán ni en Corea se ha decretado la prohibición de salir de casa ni se han cerrado las tiendas y los restaurantes. Entre tanto ha comenzado un éxodo de asiáticos que salen de Europa. Chinos y coreanos quieren regresar a sus países, porque ahí se sienten más seguros. Los precios de los vuelos se han multiplicado. Ya apenas se pueden conseguir billetes de vuelo para China o Corea.

Europa está fracasando. Las cifras de infectados aumentan exponencialmente. Parece que Europa no puede controlar la pandemia. En Italia mueren a diario cientos de personas. Quitan los respiradores a los pacientes ancianos para ayudar a los jóvenes. Pero también cabe observar sobreactuaciones inútiles. Los cierres de fronteras son evidentemente una expresión desesperada de soberanía. Nos sentimos de vuelta en la época de la soberanía. El soberano es quien decide sobre el estado de excepción. Es soberano quien cierra fronteras. Pero eso es una huera exhibición de soberanía que no sirve de nada. Serviría de mucha más ayuda cooperar intensamente dentro de la Eurozona que cerrar fronteras a lo loco. Entre tanto también Europa ha decretado la prohibición de entrada a extranjeros: un acto totalmente absurdo en vista del hecho de que Europa es precisamente adonde nadie quiere venir. Como mucho, sería más sensato decretar la prohibición de salidas de europeos, para proteger al mundo de Europa. Después de todo, Europa es en estos momentos el epicentro de la pandemia.

Las ventajas de Asia

En comparación con Europa, ¿qué ventajas ofrece el sistema de Asia que resulten eficientes para combatir la pandemia? Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían más en el Estado. Y no solo en China, sino también en Corea o en Japón la vida cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo, para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado. Los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas.


Ciudadanos chinos, todos ellos con mascarilla, hacen cola para coger el autobús el pasado 20 de marzo en Pekín.
Ciudadanos chinos, todos ellos con mascarilla, hacen cola para coger el autobús el pasado 20 de marzo en Pekín.Kevin Frayer / Getty Images

La conciencia crítica ante la vigilancia digital es en Asia prácticamente inexistente. Apenas se habla ya de protección de datos, incluso en Estados liberales como Japón y Corea. Nadie se enoja por el frenesí de las autoridades para recopilar datos. Entre tanto China ha introducido un sistema de crédito social inimaginable para los europeos, que permite una valoración o una evaluación exhaustiva de los ciudadanos. Cada ciudadano debe ser evaluado consecuentemente en su conducta social. En China no hay ningún momento de la vida cotidiana que no esté sometido a observación. Se controla cada clic, cada compra, cada contacto, cada actividad en las redes sociales. A quien cruza con el semáforo en rojo, a quien tiene trato con críticos del régimen o a quien pone comentarios críticos en las redes sociales le quitan puntos. Entonces la vida puede llegar a ser muy peligrosa. Por el contrario, a quien compra por Internet alimentos sanos o lee periódicos afines al régimen le dan puntos. Quien tiene suficientes puntos obtiene un visado de viaje o créditos baratos. Por el contrario, quien cae por debajo de un determinado número de puntos podría perder su trabajo. En China es posible esta vigilancia social porque se produce un irrestricto intercambio de datos entre los proveedores de Internet y de telefonía móvil y las autoridades. Prácticamente no existe la protección de datos. En el vocabulario de los chinos no aparece el término “esfera privada”.

En China hay 200 millones de cámaras de vigilancia, muchas de ellas provistas de una técnica muy eficiente de reconocimiento facial. Captan incluso los lunares en el rostro. No es posible escapar de la cámara de vigilancia. Estas cámaras dotadas de inteligencia artificial pueden observar y evaluar a todo ciudadano en los espacios públicos, en las tiendas, en las calles, en las estaciones y en los aeropuertos.

Toda la infraestructura para la vigilancia digital ha resultado ser ahora sumamente eficaz para contener la epidemia. Cuando alguien sale de la estación de Pekín es captado automáticamente por una cámara que mide su temperatura corporal. Si la temperatura es preocupante todas las personas que iban sentadas en el mismo vagón reciben una notificación en sus teléfonos móviles. No en vano el sistema sabe quién iba sentado dónde en el tren. Las redes sociales cuentan que incluso se están usando drones para controlar las cuarentenas. Si uno rompe clandestinamente la cuarentena un dron se dirige volando a él y le ordena regresar a su vivienda. Quizá incluso le imprima una multa y se la deje caer volando, quién sabe. Una situación que para los europeos sería distópica, pero a la que por lo visto no se ofrece resistencia en China.
Los Estados asiáticos tienen una mentalidad autoritaria. Y los ciudadanos son más obedientes
Ni en China ni en otros Estados asiáticos como Corea del Sur, Hong Kong, Singapur, Taiwán o Japón existe una conciencia crítica ante la vigilancia digital o el big data. La digitalización directamente los embriaga. Eso obedece también a un motivo cultural. En Asia impera el colectivismo. No hay un individualismo acentuado. No es lo mismo el individualismo que el egoísmo, que por supuesto también está muy propagado en Asia.

Al parecer el big data resulta más eficaz para combatir el virus que los absurdos cierres de fronteras que en estos momentos se están efectuando en Europa. Sin embargo, a causa de la protección de datos no es posible en Europa un combate digital del virus comparable al asiático.

Los proveedores chinos de telefonía móvil y de Internet comparten los datos sensibles de sus clientes con los servicios de seguridad y con los ministerios de salud. El Estado sabe por tanto dónde estoy, con quién me encuentro, qué hago, qué busco, en qué pienso, qué como, qué compro, adónde me dirijo. Es posible que en el futuro el Estado controle también la temperatura corporal, el peso, el nivel de azúcar en la sangre, etc. Una biopolítica digital que acompaña a la psicopolítica digital que controla activamente a las personas.

En Wuhan se han formado miles de equipos de investigación digitales que buscan posibles infectados basándose solo en datos técnicos. Basándose únicamente en análisis de macrodatos averiguan quiénes son potenciales infectados, quiénes tienen que seguir siendo observados y eventualmente ser aislados en cuarentena. También por cuanto respecta a la pandemia el futuro está en la digitalización. A la vista de la epidemia quizá deberíamos redefinir incluso la soberanía. Es soberano quien dispone de datos. Cuando Europa proclama el estado de alarma o cierra fronteras sigue aferrada a viejos modelos de soberanía.
La lección de la epidemia debería devolver la fabricación de ciertos productos médicos y farmacéuticos a Europa
No solo en China, sino también en otros países asiáticos la vigilancia digital se emplea a fondo para contener la epidemia. En Taiwán el Estado envía simultáneamente a todos los ciudadanos un SMS para localizar a las personas que han tenido contacto con infectados o para informar acerca de los lugares y edificios donde ha habido personas contagiadas. Ya en una fase muy temprana, Taiwán empleó una conexión de diversos datos para localizar a posibles infectados en función de los viajes que hubieran hecho. Quien se aproxima en Corea a un edificio en el que ha estado un infectado recibe a través de la “Corona-app” una señal de alarma. Todos los lugares donde ha habido infectados están registrados en la aplicación. No se tiene muy en cuenta la protección de datos ni la esfera privada. En todos los edificios de Corea hay instaladas cámaras de vigilancia en cada piso, en cada oficina o en cada tienda. Es prácticamente imposible moverse en espacios públicos sin ser filmado por una cámara de vídeo. Con los datos del teléfono móvil y del material filmado por vídeo se puede crear el perfil de movimiento completo de un infectado. Se publican los movimientos de todos los infectados. Puede suceder que se destapen amoríos secretos. En las oficinas del ministerio de salud coreano hay unas personas llamadas “tracker” que día y noche no hacen otra cosa que mirar el material filmado por vídeo para completar el perfil del movimiento de los infectados y localizar a las personas que han tenido contacto con ellos.
Ha comenzado un éxodo de asiáticos en Europa. Quieren regresar a sus países porque ahí se sienten más seguros
Una diferencia llamativa entre Asia y Europa son sobre todo las mascarillas protectoras. En Corea no hay prácticamente nadie que vaya por ahí sin mascarillas respiratorias especiales capaces de filtrar el aire de virus. No son las habituales mascarillas quirúrgicas, sino unas mascarillas protectoras especiales con filtros, que también llevan los médicos que tratan a los infectados. Durante las últimas semanas, el tema prioritario en Corea era el suministro de mascarillas para la población . Delante de las farmacias se formaban colas enormes. Los políticos eran valorados en función de la rapidez con la que las suministraban a toda la población. Se construyeron a toda prisa nuevas máquinas para su fabricación. De momento parece que el suministro funciona bien. Hay incluso una aplicación que informa de en qué farmacia cercana se pueden conseguir aún mascarillas. Creo que las mascarillas protectoras, de las que se ha suministrado en Asia a toda la población, han contribuido de forma decisiva a contener la epidemia.

Los coreanos llevan mascarillas protectoras antivirus incluso en los puestos de trabajo. Hasta los políticos hacen sus apariciones públicas solo con mascarillas protectoras. También el presidente coreano la lleva para dar ejemplo, incluso en las conferencias de prensa. En Corea lo ponen verde a uno si no lleva mascarilla. Por el contrario, en Europa se dice a menudo que no sirven de mucho, lo cual es un disparate. ¿Por qué llevan entonces los médicos las mascarillas protectoras? Pero hay que cambiarse de mascarilla con suficiente frecuencia, porque cuando se humedecen pierden su función filtrante. No obstante, los coreanos ya han desarrollado una “mascarilla para el coronavirus” hecha de nano-filtros que incluso se puede lavar. Se dice que puede proteger a las personas del virus durante un mes. En realidad es muy buena solución mientras no haya vacunas ni medicamentos. En Europa, por el contrario, incluso los médicos tienen que viajar a Rusia para conseguirlas. Macron ha mandado confiscar mascarillas para distribuirlas entre el personal sanitario. Pero lo que recibieron luego fueron mascarillas normales sin filtro con la indicación de que bastarían para proteger del coronavirus, lo cual es una mentira. Europa está fracasando. ¿De qué sirve cerrar tiendas y restaurantes si las personas se siguen aglomerando en el metro o en el autobús durante las horas punta? ¿Cómo guardar ahí la distancia necesaria? Hasta en los supermercados resulta casi imposible. En una situación así, las mascarillas protectoras salvarían realmente vidas humanas. Está surgiendo una sociedad de dos clases. Quien tiene coche propio se expone a menos riesgo. Incluso las mascarillas normales servirían de mucho si las llevaran los infectados, porque entonces no lanzarían los virus afuera.
En la época de las ‘fake news’, surge una apatía hacia la realidad. Aquí, un virus real, no informático, causa conmoción
En los países europeos casi nadie lleva mascarilla. Hay algunos que las llevan, pero son asiáticos. Mis paisanos residentes en Europa se quejan de que los miran con extrañeza cuando las llevan. Tras esto hay una diferencia cultural. En Europa impera un individualismo que trae aparejada la costumbre de llevar la cara descubierta. Los únicos que van enmascarados son los criminales. Pero ahora, viendo imágenes de Corea, me he acostumbrado tanto a ver personas enmascaradas que la faz descubierta de mis conciudadanos europeos me resulta casi obscena. También a mí me gustaría llevar mascarilla protectora, pero aquí ya no se encuentran.

En el pasado, la fabricación de mascarillas, igual que la de tantos otros productos, se externalizó a China. Por eso ahora en Europa no se consiguen mascarillas. Los Estados asiáticos están tratando de proveer a toda la población de mascarillas protectoras. En China, cuando también ahí empezaron a ser escasas, incluso reequiparon fábricas para producir mascarillas. En Europa ni siquiera el personal sanitario las consigue. Mientras las personas se sigan aglomerando en los autobuses o en los metros para ir al trabajo sin mascarillas protectoras, la prohibición de salir de casa lógicamente no servirá de mucho. ¿Cómo se puede guardar la distancia necesaria en los autobuses o en el metro en las horas punta? Y una enseñanza que deberíamos sacar de la pandemia debería ser la conveniencia de volver a traer a Europa la producción de determinados productos, como mascarillas protectoras o productos medicinales y farmacéuticos.

El presidente de Corea del sur, el tercero en la imagen, el pasado 25 de febrero en el Ayuntamiento de Daegu.

El presidente de Corea del sur, el tercero en la imagen, el pasado 25 de febrero en el Ayuntamiento de Daegu.South Korean Presidential Blue House/Getty Images / South Korean Presidential Blue H

A pesar de todo el riesgo, que no se debe minimizar, el pánico que ha desatado la pandemia de coronavirus es desproporcionado. Ni siquiera la “gripe española”, que fue mucho más letal, tuvo efectos tan devastadores sobre la economía. ¿A qué se debe en realidad esto? ¿Por qué el mundo reacciona con un pánico tan desmesurado a un virus? Emmanuel Macron habla incluso de guerra y del enemigo invisible que tenemos que derrotar. ¿Nos hallamos ante un regreso del enemigo? La “gripe española” se desencadenó en plena Primera Guerra Mundial. En aquel momento todo el mundo estaba rodeado de enemigos. Nadie habría asociado la epidemia con una guerra o con un enemigo. Pero hoy vivimos en una sociedad totalmente distinta.

En realidad hemos estado viviendo durante mucho tiempo sin enemigos. La Guerra Fría terminó hace mucho. Últimamente incluso el terrorismo islámico parecía haberse desplazado a zonas lejanas. Hace exactamente diez años sostuve en mi ensayo La sociedad del cansancio la tesis de que vivimos en una época en la que ha perdido su vigencia el paradigma inmunológico, que se basa en la negatividad del enemigo. Como en los tiempos de la Guerra Fría, la sociedad organizada inmunológicamente se caracteriza por vivir rodeada de fronteras y de vallas, que impiden la circulación acelerada de mercancías y de capital. La globalización suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar vía libre al capital. Incluso la promiscuidad y la permisividad generalizadas, que hoy se propagan por todos los ámbitos vitales, eliminan la negatividad del desconocido o del enemigo. Los peligros no acechan hoy desde la negatividad del enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como exceso de rendimiento, exceso de producción y exceso de comunicación. La negatividad del enemigo no tiene cabida en nuestra sociedad ilimitadamente permisiva. La represión a cargo de otros deja paso a la depresión, la explotación por otros deja paso a la autoexplotación voluntaria y a la autooptimización. En la sociedad del rendimiento uno guerrea sobre todo contra sí mismo.

Umbrales inmunológicos y a cierra de fronteras.

Pues bien, en medio de esta sociedad tan debilitada inmunológicamente a causa del capitalismo global irrumpe de pronto el virus. Llenos de pánico, volvemos a erigir umbrales inmunológicos y a cerrar fronteras. El enemigo ha vuelto. Ya no guerreamos contra nosotros mismos, sino contra el enemigo invisible que viene de fuera. El pánico desmedido en vista del virus es una reacción inmunitaria social, e incluso global, al nuevo enemigo. La reacción inmunitaria es tan violenta porque hemos vivido durante mucho tiempo en una sociedad sin enemigos, en una sociedad de la positividad, y ahora el virus se percibe como un terror permanente.

Pero hay otro motivo para el tremendo pánico. De nuevo tiene que ver con la digitalización. La digitalización elimina la realidad. La realidad se experimenta gracias a la resistencia que ofrece, y que también puede resultar dolorosa. La digitalización, toda la cultura del “me gusta”, suprime la negatividad de la resistencia. Y en la época posfáctica de las fake news y los deepfakes surge una apatía hacia la realidad. Así pues, aquí es un virus real, y no un virus de ordenador, el que causa una conmoción. La realidad, la resistencia, vuelve a hacerse notar en forma de un virus enemigo. La violenta y exagerada reacción de pánico al virus se explica en función de esta conmoción por la realidad.

La reacción pánica de los mercados financieros a la epidemia es además la expresión de aquel pánico que ya es inherente a ellos. Las convulsiones extremas en la economía mundial hacen que esta sea muy vulnerable. A pesar de la curva constantemente creciente del índice bursátil, la arriesgada política monetaria de los bancos emisores ha generado en los últimos años un pánico reprimido que estaba aguardando al estallido. Probablemente el virus no sea más que la pequeña gota que ha colmado el vaso. Lo que se refleja en el pánico del mercado financiero no es tanto el miedo al virus cuanto el miedo a sí mismo. El crash se podría haber producido también sin el virus. Quizá el virus solo sea el preludio de un crash mucho mayor.
Zizek afirma que el virus asesta un golpe mortal al capitalismo, y evoca un oscuro comunismo. Se equivoca
Žižek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal, y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino. Žižek se equivoca. Nada de eso sucederá. China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza. Y los turistas seguirán pisoteando el planeta. El virus no puede reemplazar a la razón. Además, es posible que incluso nos llegue encima a Occidente el Estado policial digital al estilo chino. Como ya ha dicho Naomi Klein, la conmoción es un momento propicio que permite establecer un nuevo sistema de gobierno. También la instauración del neoliberalismo vino precedida a menudo de crisis que causaron conmociones. Es lo que sucedió en Corea o en Grecia. Ojalá que tras la conmoción que ha causado este virus no llegue a Europa un régimen policial digital como el chino. Si llegara a suceder eso, como teme Giorgio Agamben, el estado de excepción pasaría a ser la situación normal. Entonces el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió del todo.

El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta.

Byung-Chul Han es un filósofo y ensayista surcoreano que imparte clases en la Universidad de las Artes de Berlín. Autor, entre otras obras, de ‘La sociedad del cansancio’, publicó hace un año ‘Loa a la tierra’, en la editorial Herder.

Traducción de Alberto Ciria.


 
EEUU: Por COVID-19, hospitales temen escasez de respiradores

17 de marzo de 2020






Los hospitales de Estados Unidos que se preparan para la posible llegada de numerosos pacientes con neumonía y otros problemas respiratorios debido al COVID-19 podrían enfrentar una escasez crítica de respiradores artificiales y de personal de salud que maneje esos aparatos.

La Sociedad de Medicina de Cuidados Críticos ha calculado que unas 960.000 personas que contraigan el coronavirus en Estados Unidos podrían necesitar que los pongan en respiradores artificiales en algún momento u otro durante el brote.

Sin embargo, la nación sólo tiene disponibles unas 200.000 máquinas, de acuerdo con la organización, y alrededor de la mitad son modelos antiguos que tal vez no sean ideales para los pacientes más delicados. Asimismo, muchos respiradores artificiales ya están en uso con otros pacientes que tienen problemas severos de salud totalmente ajenos al coronavirus.

Los hospitales han comenzado a rentar más ventiladores a proveedores de equipo médico. Los fabricantes han acelerado la producción. Sin embargo, se desconoce si podrán tener suficientes máquinas dada la gran demanda en el mundo.

“El verdadero problema es la rapidez con la que se pueda elevar la producción de respiradores artificiales cuando la demanda rebasa la oferta”, dijo el martes el doctor Lewis Kaplan, presidente de la sociedad de cuidados críticos. “No tengo una buena respuesta para esa situación”.



En la mayoría de los casos severos, el coronavirus daña el tejido saludable de los pulmones, dificultando que pasen el oxígeno a la sangre. Hay riesgo de que se desarrolle neumonía, además de una afección más severa y posiblemente mortal llamada síndrome de dificultad respiratoria aguda, que puede dañar otros órganos.

Los respiradores artificiales proveen oxígeno a los pulmones de los pacientes que tienen problemas respiratorios severos mediante un tubo que se les inserta por la garganta. Las máquinas también son utilizadas de manera rutinaria para ayudar a los pacientes a respirar, en especial cuando se encuentran en anestesia general durante una operación.

“Si todos en el país quieren una, se acabarán en un santiamén”, dijo Kaplan.

El otro problema es que en Estados Unidos sólo hay suficiente personal médico para poner a 135.000 pacientes en los respiradores artificiales en un momento dado, dijo la organización de cuidados críticos.

Posponer algunas cirugías que no sean de emergencia en caso de un gran incremento de casos de coronavirus podría dejar libres algunos respiradores así como a anestesiólogos y enfermeras anestesistas para enfrentar la crisis, señaló Kaplan.

El martes, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, dijo que el Pentágono pondrá a disposición de las autoridades federales de salud 2.000 respiradores artificiales especializados a fin de ayudarlas a enfrentar el brote. Dijo que las máquinas están diseñadas para que los soldados las utilicen y será necesario que los efectivos adiestren a los civiles a maniobrarlas.



El Departamento de Salud y Ciencia de The Associated Press recibe apoyo del Departamento de Educación Científica del Instituto Médico Howard Huges. La AP es la única responsable del contenido.



Lindsey Tanner está en Twitter como @LindseyTanner y Linda A. Johnson como @LindaJ_onPharma.

 
Así acaban las epidemias
La adaptación de la población a la enfermedad se suma a las medidas para mitigar la transmisión y la búsqueda de fármacos
Un parque vacío en La Plata, Argentina, después del comienzo de un encierro obligatorio para frenar el coronavirus
Un parque vacío en La Plata, Argentina, después del comienzo de un encierro obligatorio para frenar el coronavirusRONALDO SCHEMIDT / AFP (AFP)

Daniel Mediavilla
25 mar 2020 - 20:30 ART

Cuentan los más viejos de Palacios de la Sierra, un pueblo de la provincia de Burgos, que durante la gripe de 1918, un pastor de cabras al que llamaban Sansané se llevó a sus cinco hijos al monte para que permaneciesen ocultos de un mal que estaba diezmando su pueblo. Aquel hombre rural de aquella España tan distinta aplicó por su cuenta una política extrema de confinamiento que sigue siendo la principal herramienta contra la gran pandemia un siglo después. Como ahora, aquellos críos que sobrevivieron escondiéndose de cualquiera que se acercase, se preguntarían por el final de todo aquello y el regreso de sus vidas.

Entonces, como en gran parte de las epidemias de la historia de la humanidad, el distanciamiento social fue un modo de reducir los contagios. Cuando una cierta cantidad de gente ha superado la enfermedad y es inmune a ella, el contagio se dificulta y la enfermedad se desvanece. Ese ha sido históricamente el final de las epidemias. “A veces ocurre eso", explica José Prieto, catedrático de microbiología de la Universidad Complutense de Madrid, "pero en otros casos lo que sucede es que el virus, según se va adaptando y mutando, pierde virulencia”. Esconderse, como intuía Sansané, es una forma de ganar tiempo.
En muchas pandemias el final llega cuando una parte importante de la población ha pasado la enfermedad
Muchos años después, en 2009, en un mundo mucho más avanzado, una nueva cepa de la gripe H1N1, similar a la del 18, volvió a poner al mundo en alerta. La Organización Mundial de la Salud declaró en junio de ese año que un nuevo virus de origen porcino había provocado una pandemia global por primera vez en cuatro décadas. Para responder a la amenaza, la OMS activó sus acuerdos con empresas farmacéuticas para la producción de vacunas ante la posibilidad de una enfermedad que dejase millones de muertos. La vacuna llegó cuando la gripe ya estaba remitiendo y millones de dosis quedaron sin usar. La expectativa de un virus que se anunció como una epidemia devastadora hizo que las advertencias se viesen como una exageración y proliferasen las críticas por los vínculos de algunos asesores de la OMS con fabricantes de antivirales. Después de dejar más de 250.000 muertos, principalmente en África y el sudeste asiático, la gripe A, como se la bautizó, perdió intensidad, pero, como muchos otros virus que un día saltan de animales a humanos, se quedó para seguir infectándonos como virus estacional.
Miriam Alía, responsable de vacunación y respuesta a epidemias de Médicos sin Fronteras, tiene experiencia en el combate contra brotes de enfermedades en países con circunstancias difíciles, pero también allí, una intervención ordenada puede acabar con éxito. Un primer pilar es la coordinación entre todos los actores. El segundo, contar con todos los datos posibles. “Tener capacidad de diagnóstico, de tener tests”, apunta Alía en la línea con lo que recomendaba la OMS para combatir el coronavirus, pero que en España durante mucho tiempo se consideró innecesario. A falta de esos tests, en países como Yemen, donde MSF lleva dos años trabajando en una epidemia de difteria, han tenido que suplirlos por un diagnóstico a partir de los síntomas.
El tercer pilar es el tratamiento, que no siempre existe. En el caso de la gripe A de 2009 fue polémica la compra de antivirales como al Tamiflu y Relenza por millones de euros para unos tratamientos con una efectividad que fue cuestionada, entre otros, por un informe del British Medical Journal. Ahora, el remdesivir, un fármaco creado inicialmente para combatir el ébola, ya se está probando en pacientes de varios países para el Covid-19, y hay otros que se pondrán a prueba en los próximos meses.
En la gripe de 2009, la OMS recibió críticas por las inversiones en vacunas o antivirales que fueron de poca utilidad
El cuarto pilar es la prevención. “A veces, tienes una vacuna, como sucede con el cólera o la difteria, pero también se puede prevenir a través de las políticas de agua o saneamiento, como el cólera y el dengue”, continúa Alía. En el caso del coronavirus, se estima que hará falta entre año y año y medio, al menos, para conseguir una vacuna. Dado que se trata de una nueva enfermedad, aún no se puede descartar que pierda impulso con el calor o cuando vaya infectando a una mayor cantidad de la población, pero es muy probable que la vacuna sea muy útil más adelante, al menos para la población de riesgo. Porque el virus, muy probablemente, se quedará entre nosotros.

Por último, Alía destaca un aspecto fundamental que ha aprendido en su lucha contra enfermedades como el ébola. “La epidemia la para la comunidad, en el caso del ébola, yendo a los centros de tratamiento cuando han tenido contacto con alguna persona enferma o respetando la cuarentena de 21 días. En el caso del Covid-19, quedándonos en casa o lavándonos las manos”, concluye.

La experiencia muestra que las epidemias o incluso las pandemias, por temibles que parezcan, llegan a su final. “Habrá dos olas de Covid, puede que tres, pero en un año a partir de ahora, aunque no haya vacuna, se habrá infectado un 40% o 50% de la población mundial, lo que dará lugar a que el virus frene su propagación”, decía ayer en este diario el virólogo Adolfo García Sastre. Otro asunto diferente son las secuelas que puede dejar en la sociedad. José Prieto recuerda las plagas que llevaron los europeos a América y dejaron a aquellas civilizaciones al borde del colapso, maduras para el asalto de los recién llegados. Y recuerda la cicatriz psicológica del miedo y sus efectos sobre la confianza en los extraños. “Por la caridad entran las pestes, se decía”.

“Quedarán algunos hábitos, respecto a la higiene o al comportamiento en aglomeraciones o algunas medidas políticas o en sanidad”, apunta Prieto, pero “cuando pase todo también llegará el olvido, es inevitable”. En este sentido, el catedrático recuerda una anécdota sobre las epidemias de cólera de finales del siglo XIX en Europa “Cuando llegaba una de estas epidemias a un país vecino, los diputados corrían a proponer la creación de una dirección de sanidad. Se dotaba económicamente, pero no habían pasado tres meses y ya estaba amortizada. El ministerio de Sanidad no volvió hasta la Transición”, casi un siglo después.

 
EE UU advierte al G7 de la falta de información de China sobre el virus
Las siete mayores economías del mundo mantuvieron una reunión virtual en la que trataron el tema

Yolanda Monge
Washington - 25 mar 2020 - 17:16 ART
Mike Pompeo.

Mike Pompeo.Aaron Bernstein (REUTERS)

Las siete economías más avanzadas del mundo, el llamado G-7, se han reunido de forma virtual este miércoles para discutir “la campaña intencionada de desinformación” por parte de China sobre la pandemia del coronavirus, según ha informado el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo. En una conferencia posterior, el jefe de la diplomacia de EE UU ha dejado claro que “el mundo todavía necesita información rigurosa por parte de Pekín sobre la crisis actual”. Pompeo, que ha vuelto a referirse al virus como “el virus de Wuhan”, ha acusado al Partido Comunista Chino de “ocultar los datos” para prevenir una nueva epidemia.

En su comparecencia, Pompeo ha manifestado que lo que se necesitaba era “total transparencia” para luchar contra el virus. “Debe de haber transparencia por parte de todo el mundo, incluido el Partido Comunista Chino. Esto es un desafío porque todavía necesitamos buena información por su parte sobre lo que está pasando de verdad”, ha dicho.


Pompeo ha afirmado que todos los miembros del G-7 (Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, además de EE UU) ya saben de la “campaña de desinformación de China” y les ha urgido a trabajar para hacer frente juntos a la “influencia maligna” y el “autoritarismo” de Pekín. “Hubo mucha discusión sobre la intencionada campaña de desinformación que ustedes han visto en las redes sociales, en declaraciones de miembros del Partido Comunistas Chino”, ha asegurado.
El jefe de la diplomacia estadounidense ha vuelto a mostrarse especialmente duro al afirmar que el Partido Comunista Chino ocultaba al mundo información necesaria para prevenir casos futuros, según Reuters. “El Partido Comunista de China está negando al resto del planeta los datos necesarios para prevenir nuevos casos y para que no vuelva a ocurrir”, ha dicho.

En una entrevista el martes en la emisora Washington Watch, Pompeo insistió en repetidas ocasiones que el retraso en compartir información sobre el virus letal crea riesgos que han puesto a “miles de personas en peligro”.

El jefe de la diplomacia lleva días advirtiendo de que existen esfuerzos coordinados por parte de China, Rusia e Irán para denigrar todo lo que Estados Unidos y su presidente, Donald Trump, están haciendo para luchar contra la pandemia. “No está muy claro, desgraciadamente”, explicó Pompeo, “pero hemos visto que esa campaña viene de países como China, Rusia e Irán”.
“La campaña continúa”, aseguró Pompeo en el programa de radio. “No paran de decir que proviene del Ejército estadounidense y también dicen que puede que comenzase en Italia, cualquier cosa para evadir su responsabilidad”, denunció.

En esta andanada contra el régimen chino, el diplomático volvió a referirse al patógeno como “el virus de Wuhan”, una etiqueta que molesta especialmente a Pekín y que Washington no para de repetir. Por ejemplo, la semana pasada, durante la conferencia de prensa del equipo del coronavirus en la Casa Blanca, el fotógrafo de The Washington Post Jabin Botsford capturó con su cámara un detalle de los apuntes que llevaba el presidente Trump para su comparecencia. Había tachado con rotulador la palabra coronavirus y había escrito encima “virus chino”.

A pesar de que tanto los expertos en sanidad de su propia Administración como la Organización Mundial de la Salud consideran inapropiado este término, y advierten de que puede producir reacciones xenófobas, el presidente y destacados cargos públicos del Partido Republicano insisten en utilizarlo y en defender su uso.

Esta forma de señalar insistentemente el origen del brote, como si tuviera una nacionalidad, constituye un elemento más de la tensión entre EE UU y China, aunque el presidente estadounidense argumentaba la semana pasada que hablar de ese modo “no es racista”. “Lo llamo así porque viene de China”, aseguraba, para añadir que “China ha dicho que ese virus ha venido de los soldados estadounidenses y eso no puede ser”. “No digo que ellos nos estén infligiendo este daño. Pero podrían haber dado aviso mucho antes”.

Para el secretario de Estado, el Gobierno chino fue el primero en saber sobre el riesgo que implicaba este virus, pero “desperdició días valiosos” al permitir que cientos de miles de personas salieran de la ciudad de Wuhan, epicentro del brote.

Pompeo ha sido siempre crítico de Pekín y el Partido Comunista y ya advirtió de que una vez que esto pase “habrá que tomar decisiones sobre las relaciones entre EE UU y China”.

El propio presidente de Estados Unidos ha señalado recientemente que está “enfadado” con China por “no advertirle sobre el coronavirus”. “Por mucho que respete a China y al presidente Xi Jinping, estoy un poco enfadado, para serles franco”, comentó Trump.

Reproches entre Pekín y Washington

En opinión de Mike Pompeo, las declaraciones de ciertas autoridades chinas diciendo que el virus fue llevado a aquel país por soldados de EE UU es “una locura”. El 12 de marzo, Zhao Lijian, un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, acusaba en Twitter a Estados Unidos de haber esparcido el virus en Wuhan. Además, el miembro del Buró Político del Partido Comunista encargado de los asuntos internacionales, Yang Jiechi, dijo el 16 de marzo que Washington pretendía desvirtuar los esfuerzos de China en la lucha contra el coronavirus. “Los políticos estadounidenses tratan constantemente de minimizar los esfuerzos de China” dijo Yang.

 
Aprendiendo del virus
La gestión política de las epidemias pone en escena la utopía de comunidad y las fantasías inmunitarias de una sociedad, externalizando sus sueños de omnipotencia de su soberanía política


Aprendiendo del virus

Sr. García
Paul B. Preciado

27 MAR 2020 - 20:10 ART

Si Michel Foucault hubiera sobrevivido al azote del sida y hubiera resistido hasta la invención de la triterapia tendría hoy 93 años: ¿habría aceptado de buen grado haberse encerrado en su piso de la rue Vaugirard? El primer filósofo de la historia en morir de las complicaciones generadas por el virus de inmunodeficiencia adquirida, nos ha legado algunas de las nociones más eficaces para pensar la gestión política de la epidemia que, en medio del pánico y la desinformación, se vuelven tan útiles como una buena mascarilla cognitiva.

Lo más importante que aprendimos de Foucault es que el cuerpo vivo (y por tanto mortal) es el objeto central de toda política. Il n’y a pas de politique qui ne soit pas une politique des corps (no hay política que no sea una política de los cuerpos). Pero el cuerpo no es para Foucault un organismo biológico dado sobre el que después actúa el poder. La tarea misma de la acción política es fabricar un cuerpo, ponerlo a trabajar, definir sus modos de reproducción, prefigurar las modalidades del discurso a través de las que ese cuerpo se ficcionaliza hasta ser capaz de decir “yo”. Todo el trabajo de Foucault podría entenderse como un análisis histórico de las distintas técnicas a través de las que el poder gestiona la vida y la muerte de las poblaciones. Entre 1975 y 1976, los años en los que publicó Vigilar y castigar y el primer volumen de la Historia de la sexualidad, Foucault utilizó la noción de “biopolítica” para hablar de una relación que el poder establecía con el cuerpo social en la modernidad. Describió la transición desde lo que él llamaba una “sociedad soberana” hacia una “sociedad disciplinaria” como el paso desde una sociedad que define la soberanía en términos de decisión y ritualización de la muerte a una sociedad que gestiona y maximiza la vida de las poblaciones en términos de interés nacional. Para Foucault, las técnicas gubernamentales biopolíticas se extendían como una red de poder que desbordaba el ámbito legal o la esfera punitiva conviritiéndose en una fuerza “somatopolítica”, una forma de poder espacializado que se extendía en la totalidad del territorio hasta penetrar en el cuerpo individual.


Durante y después de la crisis del sida, numerosos autores ampliaron y radicalizaron las hipótesis de Foucault y sus relaciones con las políticas inmunitarias. El filósofo italiano Roberto Espósito analizó las relaciones entre la noción política de “comunidad” y la noción biomédica y epidemiológica de “inmunidad”. Comunidad e inmunidad comparten una misma raíz, munus, en latín el munus era el tributo que alguien debía pagar por vivir o formar parte de la comunidad. La comunidad es cum (con) munus (deber, ley, obligación, pero también ofrenda): un grupo humano religado por una ley y una obligación común, pero también por un regalo, por una ofrenda. El sustantivo inmunitas, es un vocablo privativo que deriva de negar el munus. En el derecho romano, la inmunitas era una dispensa o un privilegio que exoneraba a alguien de los deberes societarios que son comunes a todos. Aquel que había sido exonerado era inmune. Mientras que aquel que estaba desmunido era aquel al que se le había retirado todos los privilegios de la vida en comunidad.

Roberto Espósito nos enseña que toda biopolítica es inmunológica: supone una definición de la comunidad y el establecimiento de una jerarquía entre aquellos cuerpos que están exentos de tributos (los que son considerados inmunes) y aquellos que la comunidad percibe como potencialmente peligrosos (los demuni) y que serán excluidos en un acto de protección inmunológica. Esa es la paradoja de la biopolítica: todo acto de protección implica una definición inmunitaria de la comunidad según la cual esta se dará a sí misma la autoridad de sacrificar otras vidas, en beneficio de una idea de su propia soberanía. El estado de excepción es la normalización de esta insoportable paradoja.

El virus actúa a nuestra imagen y semejanza, no hace más que replicar y extender a toda la población, las formas dominantes de gestión biopolítica y necropolítica que ya estaban trabajando sobre el territorio nacional

A partir del siglo XIX, con el descubrimiento de la primera vacuna antivariólica y los experimentos de Pasteur y Koch, la noción de inmunidad migra desde el ámbito del derecho y adquiere una significación médica. Las democracias liberales y patriarco-coloniales Europeas del siglo XIX construyen el ideal del individuo moderno no solo como agente (masculino, blanco, heterosexual) económico libre, sino también como un cuerpo inmune, radicalmente separado, que no debe nada a la comunidad. Para Espósito, el modo en el que la Alemania nazi caracterizó a una parte de su propia población (los judíos, pero también los gitanos, los homosexuales, los personas con discapacidad) como cuerpos que amenazaban la soberanía de la comunidad aria es un ejemplo paradigmático de los peligros de la gestión inmunitaria. Esta comprensión inmunológica de la sociedad no acabó con el nazismo, sino que, al contrario, ha pervivido en Europa legitimando las políticas neoliberales de gestión de sus minorías racializadas y de las poblaciones migrantes. Es esta comprensión inmunológica la que ha forjado la comunidad económica europea, el mito de Shengen y las técnicas de Frontex en los últimos años.

En 1994, en Flexible Bodies, la antropóloga de la Universidad de Princeton Emily Martin analizó la relación entre inmunidad y política en la cultura americana durante las crisis de la polio y el sida. Martin llegó a algunas conclusiones que resultan pertinentes para analizar la crisis actual. La inmunidad corporal, argumenta Martin, no es solo un mero hecho biológico independiente de variables culturales y políticas. Bien al contrario, lo que entendemos por inmunidad se construye colectivamente a través de criterios sociales y políticos que producen alternativamente soberanía o exclusión, protección o estigma, vida o muerte.

Si volvemos a pensar la historia de algunas de las epidemias mundiales de los cinco últimos siglos bajo el prisma que nos ofrecen Michel Foucault, Roberto Espósito y Emily Martin es posible elaborar una hipótesis que podría tomar la forma de una ecuación: dime cómo tu comunidad construye su soberanía política y te diré qué formas tomarán tus epidemias y cómo las afrontarás.
Las distintas epidemias materializan en el ámbito del cuerpo individual las obsesiones que dominan la gestión política de la vida y de la muerte de las poblaciones en un periodo determinado. Por decirlo con términos de Foucault, una epidemia radicaliza y desplaza las técnicas biopolíticas que se aplican al territorio nacional hasta al nivel de la anatomía política, inscribiéndolas en el cuerpo individual. Al mismo tiempo, una epidemia permite extender a toda la población las medidas de “inmunización” política que habían sido aplicadas hasta ahora de manera violenta frente aquellos que habían sido considerados como “extranjeros” tanto dentro como en los límites del territorio nacional.

La gestión política de las epidemias pone en escena la utopía de comunidad y las fantasías inmunitarias de una sociedad, externalizando sus sueños de omnipotencia (y los fallos estrepitosos) de su soberanía política. La hipótesis de Michel Foucault, Roberto Espósito y de Emily Martin nada tiene que ver con una teoría de complot. No se trata de la idea ridícula de que el virus sea una invención de laboratorio o un plan maquiavélico para extender políticas todavía más autoritarias. Al contrario, el virus actúa a nuestra imagen y semejanza, no hace más que replicar, materializar, intensificar y extender a toda la población, las formas dominantes de gestión biopolítica y necropolítica que ya estaban trabajando sobre el territorio nacional y sus límites. De ahí que cada sociedad pueda definirse por la epidemia que la amenaza y por el modo de organizarse frente a ella.

Pensemos, por ejemplo, en la sífilis. La epidemia golpeó por primera vez a la ciudad de Nápoles en 1494. La empresa colonial europea acababa de iniciarse. La sífilis fue como el pistoletazo de salida de la destrucción colonial y de las políticas raciales que vendrían con ellas. Los ingleses la llamaron “la enfermedad francesa”, los franceses dijeron que era “el mal napolitano” y los napolitanos que había venido de América: se dijo que había sido traída por los colonizadores que habían sido infectados por los indígenas… El virus, como nos enseñó Derrida, es, por definición, el extranjero, el otro, el extraño. Infección sexualmente transmisible, la sífilis materializó en los cuerpos de los siglos XVI al XIX las formas de represión y exclusión social que dominaban la modernidad patriarcocolonial: la obsesión por la pureza racial, la prohibición de los así llamados “matrimonios mixtos” entre personas de distinta clase y “raza” y las múltiples restricciones que pesaban sobre las relaciones sexuales y extramatrimoniales.

Lo que estará en el centro del debate durante y después de esta crisis es cuáles serán las vidas que estaremos dispuestos a salvar y cuáles serán sacrificadas.

La utopía de comunidad y el modelo de inmunidad de la sífilis es el del cuerpo blanco burgués sexualmente confinado en la vida matrimonial como núcleo de la reproducción del cuerpo nacional. De ahí que la prost*t*ta se convirtiera en el cuerpo vivo que condensó todos los significantes políticos abyectos durante la epidemia: mujer obrera y a menudo racializada, cuerpo externo a las regulaciones domésticas y del matrimonio, que hacía de su sexualidad su medio de producción, la trabajadora sexual fue visibilizada, controlada y estigmatizada como vector principal de la propagación del virus. Pero no fue la represión de la prostit*ción ni la reclusión de las prost*tutas en burdeles nacionales (como imaginó Restif de la Bretonne) lo que curó la sífilis. Bien al contrario. La reclusión de las prost*tutas solo las hizo más vulnerables a la enfermedad. Lo que curó la sífilis fue el descubrimiento de los antibióticos y especialmente de la penicilina en 1928, precisamente un momento de profundas transformaciones de la política sexual en Europa con los primeros movimientos de descolonización, el acceso de las mujeres blancas al voto, las primeras despenalizaciones de la homosexualidad y una relativa liberalización de la ética matrimonial heterosexual.

Medio siglo después, el sida fue a la sociedad neoliberal heteronormativa del siglo XX lo que la sífilis había sido a la sociedad industrial y colonial. Los primeros casos aparecieron en 1981, precisamente en el momento en el que la homosexualidad dejaba de ser considerada como una enfermedad psiquiátrica, después de que hubiera sido objeto de persecución y discriminación social durante décadas. La primera fase de la epidemia afectó de manera prioritaria a lo que se nombró entonces como las 4 H: homosexuales, hookers —trabajadoras o trabajadores sexuales, hemofílicos y heroin users heroinómanos. El sida remasterizó y reactualizó la red de control sobre el cuerpo y la sexualidad que había tejido la sífilis y que la penicilina y los movimientos de descolonización, feministas y homosexuales habían desarticulado y transformado en los años sesenta y setenta. Como en el caso de las prost*tutas en la crisis de la sífilis, la represión de la homosexualidad sólo causó más muertes. Lo que está transformando progresivamente el sida en una enfermedad crónica ha sido la despatologización de la homosexualidad, la autonomización farmacológica del Sur, la emancipación sexual de las mujeres, su derecho a decir no a las prácticas sin condón, y el acceso de la población afectada, independientemente de su clase social o su grado de racialización, a las triterapias. El modelo de comunidad/inmunidad del sida tiene que ver con la fantasía de la soberanía sexual masculina entendida como derecho innegociable de penetración, mientras que todo cuerpo penetrado sexualmente (homosexual, mujer, toda forma de analidad) es percibido como carente de soberanía.

Volvamos ahora a nuestra situación actual. Mucho antes de que hubiera aparecido la Covid-19 habíamos ya iniciado un proceso de mutación planetaria. Estábamos atravesando ya, antes del virus, un cambio social y político tan profundo como el que afectó a las sociedades que desarrollaron la sífilis. En el siglo XV, con la invención de la imprenta y la expansión del capitalismo colonial, se pasó de una sociedad oral a una sociedad escrita, de una forma de producción feudal a una forma de producción industrial-esclavista y de una sociedad teocrática a una sociedad regida por acuerdos científicos en el que las nociones de s*x*, raza y sexualidad se convertirían en dispositivos de control necro-biopolítico de la población.

Hoy estamos pasando de una sociedad escrita a una sociedad ciberoral, de una sociedad orgánica a una sociedad digital, de una economía industrial a una economía inmaterial, de una forma de control disciplinario y arquitectónico, a formas de control microprostéticas y mediático-cibernéticas. En otros textos he denominado farmacopornográfica al tipo de gestión y producción del cuerpo y de la subjetividad sexual dentro de esta nueva configuración política. El cuerpo y la subjetividad contemporáneos ya no son regulados únicamente a través de su paso por las instituciones disciplinarias (escuela, fábrica, caserna, hospital, etcétera) sino y sobre todo a través de un conjunto de tecnologías biomoleculares, microprostéticas, digitales y de transmisión y de información. En el ámbito de la sexualidad, la modificación farmacológica de la conciencia y del comportamiento, la mundialización de la píldora anticonceptiva para todas las “mujeres”, así como la producción de la triterapias, de las terapias preventivas del sida o el viagra son algunos de los índices de la gestión biotecnológica. La extensión planetaria de Internet, la generalización del uso de tecnologías informáticas móviles, el uso de la inteligencia artificial y de algoritmos en el análisis de big data, el intercambio de información a gran velocidad y el desarrollo de dispositivos globales de vigilancia informática a través de satélite son índices de esta nueva gestión semiotio-técnica digital. Si las he denominado pornográficas es, en primer lugar, porque estas técnicas de biovigilancia se introducen dentro del cuerpo, atraviesan la piel, nos penetran; y en segundo lugar, porque los dispositivos de biocontrol ya no funcionan a través de la represión de la sexualidad (masturbatoria o no), sino a través de la incitación al consumo y a la producción constante de un placer regulado y cuantificable. Cuanto más consumimos y más sanos estamos mejor somos controlados.

La mutación que está teniendo lugar podría ser también el paso de un régimen patriarco-colonial y extractivista, de una sociedad antropocéntrica y de una política donde una parte muy pequeña de la comunidad humana planetaría se autoriza a sí misma a llevar a cabo prácticas de predación universal, a una sociedad capaz de redistribuir energía y soberanía. Desde una sociedad de energías fósiles a otra de energías renovables. Está también en cuestión el paso desde un modelo binario de diferencia sexual a un paradigma más abierto en el que la morfología de los órganos genitales y la capacidad reproductiva de un cuerpo no definan su posición social desde el momento del nacimiento; y desde un modelo heteropatriarcal a formas no jerárquicas de reproducción de la vida. Lo que estará en el centro del debate durante y después de esta crisis es cuáles serán las vidas que estaremos dispuestos a salvar y cuáles serán sacrificadas. Es en el contexto de esta mutación, de la transformación de los modos de entender la comunidad (una comunidad que hoy es la totalidad del planeta) y la inmunidad donde el virus opera y se convierte en estrategia política.

Inmunidad y política de la frontera

Lo que ha caracterizado las políticas gubernamentales de los últimos 20 años, desde al menos la caída de las torres gemelas, frente a las ideas aparentes de libertad de circulación que dominaban el neoliberalismo de la era Thatcher, ha sido la redefinición de los estados-nación en términos neocoloniales e identitarios y la vuelta a la idea de frontera física como condición del restablecimiento de la identidad nacional y la soberanía política. Israel, Estados Unidos, Rusia, Turquía y la Comunidad Económica Europea han liderado el diseño de nuevas fronteras que por primera vez después de décadas, no han sido solo vigiladas o custodiadas, sino reinscritas a través de la decisión de elevar muros y construir diques, y defendidas con medidas no biopolíticas, sino necropolíticas, con técnicas de muerte.

La Covid-19 ha legitimado y extendido esas prácticas estatales de biovigilancia y control digital normalizándolas y haciéndolas “necesarias” para mantener una cierta idea de la inmunidad

Como sociedad europea, decidimos construirnos colectivamente como comunidad totalmente inmune, cerrada a Oriente y al Sur, mientras que Oriente y el Sur, desde el punto de vista de los recursos energéticos y de la producción de bienes de consumo, son nuestro almacén. Cerramos la frontera en Grecia, construimos los mayores centros de detención a cielo abierto de la historia en las islas que bordean Turquía y el Mediterráneo y fantaseamos que así conseguiríamos una forma de inmunidad. La destrucción de Europa comenzó paradójicamente con esta construcción de una comunidad europea inmune, abierta en su interior y totalmente cerrada a los extranjeros y migrantes.

Lo que está siendo ensayado a escala planetaria a través de la gestión del virus es un nuevo modo de entender la soberanía en un contexto en el que la identidad sexual y racial (ejes de la segmentación política del mundo patriarco-colonial hasta ahora) están siendo desarticuladas. La Covid-19 ha desplazado las políticas de la frontera que estaban teniendo lugar en el territorio nacional o en el superterritorio europeo hasta el nivel del cuerpo individual. El cuerpo, tu cuerpo individual, como espacio vivo y como entramado de poder, como centro de producción y consumo de energía, se ha convertido en el nuevo territorio en el que las agresivas políticas de la frontera que llevamos diseñando y ensayando durante años se expresan ahora en forma de barrera y guerra frente al virus. La nueva frontera necropolítica se ha desplazado desde las costas de Grecia hasta la puerta del domicilio privado. Lesbos empieza ahora en la puerta de tu casa. Y la frontera no para de cercarte, empuja hasta acercarse más y más a tu cuerpo. Calais te explota ahora en la cara. La nueva frontera es la mascarilla. El aire que respiras debe ser solo tuyo. La nueva frontera es tu epidermis. El nuevo Lampedusa es tu piel.

Se reproducen ahora sobre los cuerpos individuales las políticas de la frontera y las medidas estrictas de confinamiento e inmovilización que como comunidad hemos aplicado durante estos últimos años a migrantes y refugiados —hasta dejarlos fuera de toda comunidad—. Durante años los tuvimos en el limbo de los centros de retención. Ahora somos nosotros los que vivimos en el limbo del centro de retención de nuestras propias casas.

La biopolítica en la era ‘farmacopornográfica’

Las epidemias, por su llamamiento al estado de excepción y por la inflexible imposición de medidas extremas, son también grandes laboratorios de innovación social, la ocasión de una reconfiguración a gran escala de las técnicas del cuerpo y las tecnologías del poder. Foucault analizó el paso de la gestión de la lepra a la gestión de la peste como el proceso a través del que se desplegaron las técnicas disciplinarias de espacialización del poder de la modernidad. Si la lepra había sido confrontada a través de medidas estrictamente necropolíticas que excluían al leproso condenándolo si no a la muerte al menos a la vida fuera de la comunidad, la reacción frente a la epidemia de la peste inventa la gestión disciplinaria y sus formas de inclusión excluyente: segmentación estricta de la ciudad, confinamiento de cada cuerpo en cada casa.

Nuestra salud no vendrá de la imposición de fronteras o de la separación, sino de un nuevo equilibrio con otros seres vivos del planeta

Las distintas estrategias que los distintos países han tomado frente a la extensión de la Covid-19 muestran dos tipos de tecnologías biopolíticas totalmente distintas. La primera, en funcionamiento sobre todo en Italia, España y Francia, aplica medidas estrictamente disciplinarias que no son, en muchos sentidos, muy distintas a las que se utilizaron contra la peste. Se trata del confinamiento domiciliario de la totalidad de la población. Vale la pena releer el capítulo sobre la gestión de la peste en Europa de Vigilar y castigar para darse cuenta que las políticas francesas de gestión de la Covid-19 no han cambiado mucho desde entonces. Aquí funciona la lógica de la frontera arquitectónica y el tratamiento de los casos de infección dentro de enclaves hospitalarios clásicos. Esta técnica no ha mostrado aún pruebas de eficacia total.

La segunda estrategia, puesta en marcha por Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Hong-Kong, Japón e Israel supone el paso desde técnicas disciplinarias y de control arquitectónico modernas a técnicas farmacopornográficas de biovigilancia: aquí el énfasis está puesto en la detección individual del virus a través de la multiplicación de los tests y de la vigilancia digital constante y estricta de los enfermos a través de sus dispositivos informáticos móviles. Los teléfonos móviles y las tarjetas de crédito se convierten aquí en instrumentos de vigilancia que permiten trazar los movimientos del cuerpo individual. No necesitamos brazaletes biométricos: el móvil se ha convertido en el mejor brazalete, nadie se separa de él ni para dormir. Una aplicación de GPS informa a la policía de los movimientos de cualquier cuerpo sospechoso. La temperatura y el movimiento de un cuerpo individual son monitorizados a través de las tecnologías móviles y observados en tiempo real por el ojo digital de un Estado ciberautoritario para el que la comunidad es una comunidad de ciberusuarios y la soberanía es sobre todo transparencia digital y gestión de big data.

Pero estas políticas de inmunización política no son nuevas y no han sido sólo desplegadas antes para la búsqueda y captura de los así denominados terroristas: desde principios de la década de 2010, por ejemplo, Taiwán había legalizado el acceso a todos los contactos de los teléfonos móviles en las aplicaciones de encuentro sexual con el objetivo de “prevenir” la expansión del sida y la prostit*ción en Internet. La Covid-19 ha legitimado y extendido esas prácticas estatales de biovigilancia y control digital normalizándolas y haciéndolas “necesarias” para mantener una cierta idea de la inmunidad. Sin embargo, los mismos Estados que implementan medidas de vigilancia digital extrema no se plantean todavía prohibir el tráfico y el consumo de animales salvajes ni la producción industrial de aves y mamíferos ni la reducción de las emisiones de CO2. Lo que ha aumentado no es la inmunidad del cuerpo social, sino la tolerancia ciudadana frente al control cibernético estatal y coorporativo.

La gestión política de la Covid-19 como forma de administración de la vida y de la muerte dibuja los contornos de una nueva subjetividad. Lo que se habrá inventado después de la crisis es una nueva utopía de la comunidad inmune y una nueva forma de control del cuerpo. El sujeto del technopatriarcado neoliberal que la Covid-19 fabrica no tiene piel, es intocable, no tiene manos. No intercambia bienes físicos, ni toca monedas, paga con tarjeta de crédito. No tiene labios, no tiene lengua. No habla en directo, deja un mensaje de voz. No se reúne ni se colectiviza. Es radicalmente individuo. No tiene rostro, tiene máscara. Su cuerpo orgánico se oculta para poder existir tras una serie indefinida de mediaciones semio-técnicas, una serie de prótesis cibernéticas que le sirven de máscara: la máscara de la dirección de correo electrónico, la máscara de la cuenta Facebook, la máscara de Instagram. No es un agente físico, sino un consumidor digital, un teleproductor, es un código, un pixel, una cuenta bancaria, una puerta con un nombre, un domicilio al que Amazon puede enviar sus pedidos.

La prisión blanda: bienvenido a la telerepública de tu casa

Uno de los desplazamientos centrales de las técnicas biopolíticas farmacopornográficas que caracterizan la crisis de la Covid-19 es que el domicilio personal —y no las instituciones tradicionales de encierro y normalización (hospital, fábrica, prisión, colegio)— aparece ahora como el nuevo centro de producción, consumo y control biopolítico. Ya no se trata solo de que la casa sea el lugar de encierro del cuerpo, como era el caso en la gestión de la peste. El domicilio personal se ha convertido ahora en el centro de la economía del teleconsumo y de la teleproducción. El espacio doméstico existe ahora como un punto en un espacio cibervigilado, un lugar identificable en un mapa google, una casilla reconocible por un dron.

Si yo me interesé en su momento por la Mansión Playboy es porque esta funcionó en plena guerra fría como un laboratorio en el que se estaban inventando los nuevos dispositivos de control farmacopornográfico del cuerpo y de la sexualidad que habrían de extenderse a la a partir de principios del siglo XXI y que ahora se amplían a la totalidad de la población mundial con la crisis de la Covid-19. Cuando hice mi investigación sobre Playboy me llamó la atención el hecho de que Hugh Hefner, uno de los hombres más ricos del mundo, hubiera pasado casi 40 años sin salir de la Mansión, vestido únicamente con pijama, batín y pantuflas, bebiendo coca-cola y comiendo Butterfingers y que hubiera podido dirigir y producir que la revista más importante de Estados Unidos sin moverse de su casa o incluso, de su cama. Suplementada con una cámara de video, una línea directa de teléfono, radio e hilo musical, la cama de Hefner era una auténtica plataforma de producción multimedia de la vida de su habitante.

Su biógrafo Steven Watts denominó a Hefner “un recluso voluntario en su propio paraíso.” Adepto de dispositivos de archivo audiovisual de todo tipo, Hefner, mucho antes de que existiera el teléfono móvil, Facebook o WhatsApp enviaba más de una veintena de cintas audio y vídeo con consigas y mensajes, que iban desde entrevistas en directo a directrices de publicación. Hefner había instalado en la mansión, en la que vivían también una docena de Playmates, un circuito cerrado de cámaras y podía desde su centro de control acceder a todas las habitaciones en tiempo real. Cubierta de paneles de madera y con espesas cortinas, pero penetrada por miles de cables y repleta de lo que en ese momento se percibía como las más altas tecnologías de telecomunicación (y que hoy nos parecerían tan arcaicas como un tam-tam), era al mismo tiempo totalmente opaca, y totalmente transparente. Los materiales filmados por las cámaras de vigilancia acababan también en las páginas de la revista.

La revolución biopolítica silenciosa que Playboy lideró suponía, más allá la transformación de la por**grafía heterosexual en cultura de masas, la puesta en cuestión de la división que había fundado la sociedad industrial del siglo XIX: la separación de las esferas de la producción y de la reproducción, la diferencia entre la fábrica y el hogar y con ella la distinción patriarcal entre masculinidad y feminidad. Playboy acató esta diferencia proponiendo la creación de un nuevo enclave de vida: el apartamento de soltero totalmente conectado a las nuevas tecnologías de comunicación del que el nuevo productor semiótico no necesita salir ni para trabajar ni para practicar s*x* —actividades que, además, se habían vuelto indistinguibles—. Su cama giratoria era al mismo tiempo su mesa de trabajo, una oficina de dirección, un escenario fotográfico y un lugar de cita sexual, además de un plató de televisión desde donde se rodaba el famoso programa Playboy after dark. Playboy anticipó los discursos contemporáneos sobre el teletrabajo, y la producción inmaterial que la gestión de la crisis de la Covid-19 ha transformado en un deber ciudadano. Hefner llamó a este nuevo productor social el “trabajador horizontal”. El vector de innovación social que Playboy puso en marcha era la erosión (por no decir la destrucción) de la distancia entre trabajo y ocio, entre producción y s*x*. La vida del playboy, constantemente filmada y difundida a través de los medios de comunicación de la revista y de la televisión, era totalmente pública, aunque el playboy no saliera de su casa o incluso de su cama. En ese sentido, Playboy ponía también en cuestión la diferencia entre las esferas masculinas y femeninas, haciendo que el nuevo operario multimedia fuera, lo que parecía un oxímoron en la época, un hombre doméstico. El biógrafo de Hefner nos recuerda que este aislamiento productivo necesitaba un soporte químico: Hefner era un gran consumidor de Dexedrina, una anfetamina que eliminaba el cansancio y el sueño. Así que paradójicamente, el hombre que no salía de su cama, no dormía nunca. La cama como nuevo centro de operaciones multimedia era una celda farmacopornográfica: sólo podría funcionar con la píldora anticonceptiva, drogas que mantuvieran el nivel productivo en alza y un constante flujo de códigos semióticos que se habían convertido en el único y verdadero alimento que nutría al playboy.

¿Les suena ahora familiar todo esto? ¿Se parece todo esto de manera demasiado extraña a sus propias vidas confinadas? Recordemos ahora las consignas del presidente francés Emmanuel Macron: estamos en guerra, no salgan de casa y teletrabajen. Las medidas biopolíticas de gestión del contagio impuestas frente al coronavirus han hecho que cada uno de nosotros nos transformemos en un trabajador horizontal más o menos playboyesco. El espacio doméstico de cualquiera de nosotros está hoy diez mil veces más tecnificado que lo estaba la cama giratoria de Hefner en 1968. Los dispositivos de teletrabajo y telecontrol están ahora en la palma de nuestra mano.

En Vigilar y castigar, Michel Foucault analizó las celdas religiosas de encierro unipersonal como auténticos vectores que sirvieron para modelizar el paso desde las técnicas soberanas y sangrientas de control del cuerpo y de la subjetivad anteriores al siglo XVIII hacia las arquitecturas disciplinarias y los dispositivos de encierro como nuevas técnicas de gestión de la totalidad de la población. Las arquitecturas disciplinarias fueron versiones secularizada de las células monacales en las que se gesta por primera vez el individuo moderno como alma encerrada en un cuerpo, un espíritu lector capaz de leer las consignas del Estado. Cuando el escritor Tom Wolfe visitó a Hefner dijo que este vivía en una prisión tan blanda como el corazón de una alcachofa. Podríamos decir que la mansión Playboy y la cama giratoria de Hefner, convertidos en objeto de consumo pop, funcionaron durante la guerra fría como espacios de transición en el que se inventa el nuevo sujeto prostético, ultraconectado y las nuevas formas consumo y control farmacopornográficas y de biovigilancia que dominan la sociedad contemporánea. Esta mutación se ha extendido y amplificado más durante la gestión de la crisis de la Covid-19: nuestras máquinas portátiles de telecomunicación son nuestros nuevos carceleros y nuestros interiores domésticos se han convertido en la prisión blanda y ultraconectada del futuro.

Mutación o sumisión

Pero todo esto puede ser una mala noticia o una gran oportunidad. Es precisamente porque nuestros cuerpos son los nuevos enclaves del biopoder y nuestros apartamentos las nuevas células de biovigilancia que se vuelve más urgente que nunca inventar nuevas estrategias de emancipación cognitiva y de resistencia y poner en marcha nuevos procesos antagonistas.

Contrariamente a lo que se podría imaginar, nuestra salud no vendrá de la imposición de fronteras o de la separación, sino de una nueva comprensión de la comunidad con todos los seres vivos, de un nuevo equilibrio con otros seres vivos del planeta. Necesitamos un parlamento de los cuerpos planetario, un parlamento no definido en términos de políticas de identidad ni de nacionalidades, un parlamento de cuerpos vivos (vulnerables) que viven en el planeta Tierra. El evento Covid-19 y sus consecuencias nos llaman a liberarnos de una vez por todas de la violencia con la que hemos definido nuestra inmunidad social. La curación y la recuperación no pueden ser un simple gesto inmunológico negativo de retirada de lo social, de cierre de la comunidad. La curación y el cuidado sólo pueden surgir de un proceso de transformación política. Sanarnos a nosotros mismos como sociedad significaría inventar una nueva comunidad más allá de las políticas de identidad y la frontera con las que hasta ahora hemos producido la soberanía, pero también más allá de la reducción de la vida a su biovigilancia cibernética. Seguir con vida, mantenernos vivo como planeta, frente al virus, pero también frente a lo que pueda suceder, significa poner en marcha formas estructurales de cooperación planetaria. Como el virus muta, si queremos resistir a la sumisión, nosotros también debemos mutar.

Es necesario pasar de una mutación forzada a una mutación deliberada. Debemos reapropiarnos críticamente de las técnicas de biopolíticas y de sus dispositivos farmacopornográficos. En primer lugar, es imperativo cambiar la relación de nuestros cuerpos con las máquinas de biovigilancia y biocontrol: estos no son simplemente dispositivos de comunicación. Tenemos que aprender colectivamente a alterarlos. Pero también es preciso desalinearnos. Los Gobiernos llaman al encierro y al teletrabajo. Nosotros sabemos que llaman a la descolectivización y al telecontrol. Utilicemos el tiempo y la fuerza del encierro para estudiar las tradiciones de lucha y resistencia minoritarias que nos han ayudado a sobrevivir hasta aquí. Apaguemos los móviles, desconectemos Internet. Hagamos el gran blackout frente a los satélites que nos vigilan e imaginemos juntos en la revolución que viene.

Paul B. Preciado es escritor

 
Todo lo que predijo Contagion y que se está cumpliendo en la realidad

Todo lo que predijo Contagion y que se está cumpliendo en la realidad




Gente muriendo en hospitales saturados, técnicos y burócratas sobrecargados que sólo son capaces de recordarle a la gente que no se toque la cara, las calles de las grandes ciudades del mundo vacías y un infierno en cada hogar. ¿Un documental? ¿Tal vez un reportaje para algún telediario? No, una película “de catástrofes” del año 2011.

Contagion se ha convertido en la cinta oficial del coronavirus. Como miles de curiosos han descubierto ahora al verla animados por el boca a boca, esta película funcionó como grito de Casandra que nadie quiso oír, prácticamente copiando paso por paso, suceso a suceso, cómo sería la reacción de gobiernos y sociedad acerca de lo que nos iba a ocurrir si dejásemos que ese pequeño agente infeccioso se propagase sin suficiente control. Volver a verla ahora es, por eso mismo, tan inquietante como doloroso.

Este juego de simulación de gestión de una crisis pandémica que dirigió Steven Soderbergh dura 106 minutos, y nuestro presente se sitúa ahora mismo a la altura de su minuto 70. Nos queda más de media ahora para terminar la partida, así que… ¿Cómo de fidedigno ha sido el repaso de los acontecimientos si lo comparamos con la cronología real? Y sobre todo, ¿se cumplirán sus predicciones sobre lo que ocurrirá en los próximos meses?

Lo que predijo con todo acierto

Cómo se iba a originar el virus

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La radiografía es perfecta: un virus pasa de un animal salvaje (como un murciélago, lo que vemos en Contagion, o un pangolín) a uno doméstico (como un cerdo de algún “mercado mojado”, donde los sistemas de seguridad alimentaria brillan por su ausencia). Ese animal doméstico tiene ya en su sistema un virus humano. Los dos virus contagian al animal doméstico y después este salta al ser humano. Esta secuencia se repite hasta que esos virus se recombinan y crean una versión nueva para la que los humanos no estamos preparados.

Es el ejemplo estadísticamente más probable para el origen de una pandemia. Da miedo ver con qué precisión podíamos ver en una ficción de hace nueve años lo que ocurriría ahora.

Cómo de rápido se iba a expandir el virus

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Hasta en eso acertaron. En Contagion el virus imaginado tiene un número reproductivo (el número de personas que se contagian por cada infectado) R de 2. El R del coronavirus se sitúa entre el 2 y el 3. Curiosamente, y tal vez por no contar con las trabas de las distintas administraciones del planeta y el racionamiento de los tests a nivel mundial, para el día 8 de la pandemia la OMS de la película ya estimaba que habría ocho millones de contagiados por todo el planeta.

Quién lo iba a trasmitir

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Empresas que analizan la secuenciación genética de virus teorizan ahora que buena parte de los portadores que trajeron el virus a nuestros países no fueron chinos, sino hombres de negocios de nuestro continente que viajaron entre Wuhan y Europa a lo largo de estos meses, como representantes de multinacionales con negocios allí. Que fueron los trabajadores del circuito empresarial financiero los grandes propagadores. En Contagion la paciente cero es una estadounidense cogiendo el virus de las manos de un cocinero en Hong Kong.

El colapso casi total de la sociedad durante años que iba a causar

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¿En apenas un mes ver las calles de las principales ciudades del planeta vacío? ¿Gobiernos en una situación crítica? ¿Racionamiento de bienes de primera necesidad? ¿Por un ridículo virus? Ya, claro, típicas cosas que sólo pasan en las películas.

También predijo las fake news y a los oportunistas

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Vale que el personaje de Jude Law es un bloguero, pero él representa a la perfección todos esos audios y cadenas de WhatsApp que nos iban a llegar estos días creando aún más confusión y sembrando el pánico ciudadano. Es más, él mismo inventaba Forsythia, un crecepelos que, ante la perspectiva de una vacuna fiable que tardará años en llegar, muchos eligen como su salvación. Algo que ya está ocurriendo también en nuestra realidad.


Y la desconfianza entre gobiernos

Hong Kong, con el runrún de China detrás, se resiste con uñas y dientes a aceptar el informe de la OMS de que el origen del virus tuviese lugar en un casino de su territorio. “Es una información con connotaciones políticas muy serias”, le amenazan. Otro empleado chino dice: “He leído en Internet que los franceses y los norteamericanos están trabajando en una cura en secreto”. “¿Puede ser esto un arma bioquímica desarrollada para atacar a Estados Unidos?”, se pregunta el ejército al otro lado del charco.

Triajes, hospitales en pabellones, morgues provisionales

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¿Medicina de guerra? ¿Medidas desesperadas e inhumanas? Sí, Contagion también predijo el Palacio del Hielo.

El teletrabajo

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“El Congreso está aprendiendo cómo operar online”, dice un militar a mitad de metraje. Probablemente ninguno de los espectadores de esta película antes de 2020 se podía imaginar las consecuencias personales que podría tener una línea de guion así.

Prohibir los funerales

Hasta en ese detalle estuvo fino Soderbergh, Matt Damon no iba a poder enterrar a su mujer ni dar ese último adiós, una cruel intensificación del dolor que están viviendo ya cientos de miles de personas.

El virus no afectará a todas las víctimas por igual

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Como se ve en Contagion, nadie le prestará mucha atención a los últimos habitantes de un pueblito hongkonés cuando están en juego las vidas de los ciudadanos del primer mundo. También aquí habrá afectados de primera y segunda categoría.

“Ha mutado”

Justo cuando creías que la cosa no podía ponerse peor para los investigadores que trabajan a contrarreloj, el virus hace lo que mejor le sale: adaptarse.

Lo que tal vez haya predicho pero que aún no hemos vivido

Asalto de tiendas y racionamiento de alimentos

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Ya vimos la noticia de cómo los estadounidenses hacían cola para aprovisionarse de pistolas en las armerías y cómo en algunas regiones hay desabastecimientos puntuales. Dos minutos para la media noche.
 
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