Relacion a distancia ¿Felices los cuatro?

@Bombilla ......a ver si se van a querer a final y no se imaginan separados......

Yo creo que es lo segundo: no se imaginan separados. Es algo que he visto en gente de mi entorno: son conscientes de que lo suyo está más que acabado pero les da pánico imaginarse separados, empezando de nuevo, repartiendo los amigos, pasando los domingos en soledad, no tener a nadie con quien irse de vacaciones... La vida en pareja, desde un punto de vista pragmático, es más fácil en muchos aspectos. Ya digo que entiendo a la gente que sigue por seguir. Si no discuten, se soportan y tienen una convivencia pacífica... pues supongo que es llevadero.
 
Yo creo que es lo segundo: no se imaginan separados. Es algo que he visto en gente de mi entorno: son conscientes de que lo suyo está más que acabado pero les da pánico imaginarse separados, empezando de nuevo, repartiendo los amigos, pasando los domingos en soledad, no tener a nadie con quien irse de vacaciones... La vida en pareja, desde un punto de vista pragmático, es más fácil en muchos aspectos. Ya digo que entiendo a la gente que sigue por seguir. Si no discuten, se soportan y tienen una convivencia pacífica... pues supongo que es llevadero.
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Siempre he pensado q cuando una de las partes se enamora de verdad de otra persona, el matrimonio explota y da igual la soledad de la ex-pareja,se impone el egoismo y las prisas x acabar con todo lo q te relaciona con tu ex.
 
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Siempre he pensado q cuando una de las partes se enamora de verdad de otra persona, el matrimonio explota y da igual la soledad de la ex-pareja,se impone el egoismo y las prisas x acabar con todo lo q te relaciona con tu ex.

No lo tengo tan claro. Creo que el sentimiento de culpabilidad es muy fuerte para el que deja, y más cuando es para irse con otra persona. Después también están los que se enamoran de otro pero les conviene seguir con la pareja que tienen (por dinero, prestigio social, lo que sea).
 
Esto es lo último. Un matrimonio sin hijos, que llevan unos 25 años casados y más de 20 en continua crisis, con largas separaciones y reconciliaciones de película para volver a la separación. Llevan un tiempo en que consiguen sobrellevarse manteniendo una prudente distancia, amistades separadas, en fin, toda una ingeniería para encontrarse y compartir lo mínimo y así evitar la guerra.
El caso es que el hace dos años que tiene una relación con una "amiga" con quien se siente feliz y ahora viene cuando la matan....
Resulta que ella también tiene un amigo con quien parece que se lo pasa bien; entonces, la persona que me lo cuenta que es amigo de el, le pregunta:
-¿Y por qué no os separáis?
-Porque yo no quiero hacer daño a Marta.
-Pero si ella tiene un amigo y tu una amiga, no os haríais ningún daño.
-Bueno, es que lo que ella tiene es una simple amistad, no tienen una relación de pareja.
-¿Y lo tuyo?
-Yo tengo una relación completa con mi chica, y superfeliz, pero claro, Marta cree que solo somos amigos, porque no le puedo hacer ese daño.

Así que el uno por el otro, ahí siguen , el uno con el otro sin sincerarse.
Yo me quedé ojiplática cuando me lo contó mi interlocutor.
Está claro que si esta pareja que cuentas sigue junta es porque les interesa, les conviene, les compensa... Por los motivos que sean. Puede sorprender desde fuera, pero básicamente, porque nos faltan datos. Por qué está pareja sigue junta? Pues supongo que habrá varios motivos lo suficientemente poderosos para mantener esa unión.
 
Está claro que si esta pareja que cuentas sigue junta es porque les interesa, les conviene, les compensa... Por los motivos que sean. Puede sorprender desde fuera, pero básicamente, porque nos faltan datos. Por qué está pareja sigue junta? Pues supongo que habrá varios motivos lo suficientemente poderosos para mantener esa unión.
Quizás sus amigos con derecho a roce son simplemente distracciones que avivan su relación.
El/la amante acaba siendo el último en descubrir que es una mera atracción y nunca llegará a ser el/la sustituta del oficial.
 
Si tanto le preocupa dañar a la otra persona.......pone por delante el bienestar de su pareja antes que él hacer su vida? No tengo tan claro que no la quiera,el amor no son mariposas toda la vida, evoluciona.Pienso como @lola 5 ,seguramente eso les ayude a avivar la relación....o como dice @Sydney les compense más seguir juntos,porque la situación es llevadera,ambas cosas son posibles..
 
Dejo el artículo de esta chica, por si queréis leerlo:

El Mito del Matrimonio por amor



“El matrimonio es la tumba del amor salvaje”
Benedetto Croce.




El siglo XIX puso de moda el matrimonio. Hasta entonces, casarse era una práctica exclusiva de las clases poderosas, que teniendo patrimonio, necesitaban legalizar un contrato económico entre dos familias que se unen a través de sus futuros descendientes. El matrimonio ha sido, tradicionalmente, una institución basada en el intercambio genético y la actividad reproductiva, y también en el intercambio de bienes y propiedades del patrimonio familiar.

Los matrimonios, eran, pues, cosa de reyes y reinas, condes y condesas, marquesas y marqueses, vizcondes, etc. Eran actos públicos que tenían normalmente unas consecuencias políticas relevantes para los Estados y para la vida cotidiana de sus ciudadanos.


Mediante estos enlaces nupciales se configuraban y desconfiguraban los reinos, se cambiaban los mapas de la época, y se lidiaban los asuntos políticos de los gobernantes de cada país. Ahora que los países ya no son propiedad de los monarcas, las bodas reales siguen manteniendo sin embargo su poder simbólico, porque su visionado por televisión sigue vendiendonos un modelo de pareja muy concreto, heterosexual, mongámico e idealizado, manteniendo los sueños de mujeres que quieren ser princesas.

Y lo curioso es que desde sus inicios, y hasta el Romanticismo, amor y matrimonio no tenían nada que ver. El amor no ha sido nunca un requisito para la firma del contrato entre dos familias. De hecho, muchos autores defienden la idea de que el amor ha sido siempre un fenómeno extramatrimonial, es decir, de carácter adúltero; un ejemplo de ello es el amor cortés, del que aún conservamos restos en nuestra cultura amatoria.

En el matrimonio, las cuestiones económicas iban por un lado, y las cuestiones amorosas por otro. Ha sido así a lo largo de los tiempos hasta que cambió la tendencia; en la actualidad la mayor parte de las parejas se unen por amor (en España, por ejemplo, el amor es citado en las encuestas como principal motivo para unirse legalmente a alguien).



Los primeros intentos de institucionalizar el matrimonio tuvieron lugar en Europa alrededor del siglo XII, en el seno de la religión cristiana. Según Amando de Miguel (1998), la poligamia comenzó a perder aceptación en el siglo VIII, y la monogamia fue abriéndose camino poco a poco, especialmente en la mayoría de las comunidades judías (excepto la española).

Por otro lado, la práctica del concubinato era muy común en el mundo Mediterráneo; tan común que no es raro encontrar verdaderos contratos de concubinato en los registros notariales de la Baja Edad Media, según Leah Otis-Cour (2000). En Italia toda una generación de juristas de Ferrara defendió su legitimidad, pero en Francia, Alemania e Inglaterra los tribunales eclesiásticos procesaban a los hombres que vivían en concubinato; muchos de estos casos acababan en matrimonio.

Según Otis-Cour (2000), en el Norte de Europa la mayoría de las relaciones de concubinato parecen haber sido equiparables al matrimonio; era incluso habitual que los amantes compartiesen sus propiedades como cónyuges. Cuando había hijos, sin embargo, se podían casar para evitar su bastardía o ilegitimidad. Con el tiempo, el concubinato fue progresivamente degradado social y simbólicamente; el siglo XV fue una época de endurecimiento progresivo de las normas morales, tanto por parte de las autoridades eclesiásticas como los intelectuales y las autoridades civiles.

Fue alrededor de los siglos XII y XIII cuando se instituyó el matrimonio como un sacramento indisoluble. Ahí comenzó la lucha de la Iglesia cristiana contra el concubinato, la poligamia y el incesto: el clero quería evitar la endogamia de los poderosos, que se casaban entre sí creando grandes concentraciones de tierras y riqueza.



Además se intentó que las clases populares adoptaran las mismas costumbres que las clases altas, pero como hemos visto, a la gente en la Edad Media no le gustaba casarse y preferían las relaciones que se adoptan libremente sin la mediación de ningún factor externo como el Estado o la Iglesia. Debido a las resistencias de la población , la Iglesia tuvo que ofrecer una razón convincente a los campesinos para que accedieran a regularizar su situación ante las autoridades religiosas, o al menos, una motivación que encubriera la necesidad de la Iglesia de tener presencia en todos los momentos importantes en la vida de las personas: nacimientos, uniones, entierros…



La teoría legitimadora del sacramento matrimonial se basó en presentar el erotismo como pecado, condenando así la relación sexual fuera de la tarea reproductiva. Se hizo énfasis en el amor, que se erigió como factor importante entre los cónyuges. Dado que iban a permanecer toda su vida unidos trabajando la tierra, lo mejor era que lo hiciesen en armonía, llevándose bien, respetándose mutuamente, cuidándose el uno al otro.



En el siglo XVIII, momento en el que la clase media adquirió protagonismo y aumentó en número, la nobleza y la burguesía acomodada no disimulaban en absoluto la conveniencia en el matrimonio. Eduard Fuchs, en su “Historia Ilustrada de la Moral sexual” (1911), aporta multitud de ejemplos que permiten documentar “cuán cínicamente se prescindía en todas partes del más mínimo disimulo ideológico, evitándose el uso de la palabra amor en la boda, prohibiéndose incluso en ocasiones, como cosa risible y pasada de moda. (…) En el caso de la mediana y pequeña burguesía no podemos hablar de un cinismo semejante. Aquí el carácter comercial del matrimonio está cargado de embellecimiento ideológico. El hombre decía cortejar durante mucho tiempo a una joven, hablar únicamente de amor, ganarse el respeto de la joven cuya mano solicitaba y debía ganar su amor demostrando cuán digno era de ella”.



Boda de Grace Kelly con Rainiero de Mónaco


Lady Di y el Príncipe Carlos de Inglaterra

Así vemos como cuando no se puede por la fuerza es mejor utilizar medios más sutiles: seducir a la mujer mitificando el amor y la figura de la feliz casada. El segundo paso fue la sujeción legal y económica de la mujer al hombre por medio del matrimonio. Esta realidad afectó sobre todo a la burguesía, porque los campesinos seguían labrando juntos la tierra y porque no tenían patrimonio que legar a sus descendientes.

El tercer estadio, el momento clave, sucedió cuando el libre consentimiento se instituyó como la base del matrimonio: es entonces cuando el amor y el matrimonio quedaron firmemente unidos. Los contrayentes empezaron a elegir pareja, y los cabezas de familia dejaron de decidir sobre el destino de las vidas de sus hijas e hijos; los hombres y las mujeres empezaron a elegir por su grado de afinidad y sus sentimientos. Gracias a esta libertad se constituyó el mito del amor legalizado, que invisibiliza por fin la dimensión económica del matrimonio y lo hace una práctica más sentimental que contractual.



Es cierto que esta dimensión económica solo se tiene en cuenta cuando la gente se casa por amor con alguien de una clase social muy superior; entonces hay gente que emite sus sospechas. Si un hombre de clase social baja se une a una mujer de clase alta los rumores sociales suelen ser: “se casa por dinero”, “se casa por prestigio”, “vaya braguetazo ha dado”, etc. como sucede con el novio de la duquesa de Alba, con el que además de diferencia social y económica, se lleva más de treinta años. En el caso contrario, el ejemplo de la boda real del príncipe heredero español con una mujer de la clase trabajadora madrileña, muchos pueden pensar que él está enamorado, pero que ella es una mujer ambiciosa.



El amor posee una dimensión no sólo económica, sino también política: la gente se siente atraída y se enamora de la gente con poder y recursos. Es lógico en unas sociedades donde existe la propiedad privada, y donde la competición es la norma. Enamorarse de una persona con recursos, según los sociobiólogos, es una ventaja adaptativa que surge frente a la crueldad e injusticia de un sistema desigual en el que impera la ley del más fuerte.

La falta de autonomía femenina (a las mujeres burguesas no se les dejaba trabajar y los sueldos de las obreras han sido siempre inferiores a los de los varones) ha propiciado la dependencia económica de las mujeres en torno a sus padres o sus maridos. El matrimonio ha sido siempre, hasta la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral, una forma de salvación porque ser elegida por un hombre implicaba tener asegurados los recursos para las mujeres y sus hijos e hijas.

Quedarse solterona era una desgracia que minaba la autoestima de una mujer, porque se la señalaba como fracasada, rara, víctima social o lesbiana. En la sociedad patriarcal, las “señoras” tienen más estatus que las mujeres solteras, y el anillo nupcial es un tesoro que los hombres patriarcales otorgaban a una mujer, pero no lo hacen con cualquiera ni a cualquier precio.



En las películas de Hollywood siempre se representa a los hombres como eternos furtivos, seres que huyen al galope del compromiso hasta que por su edad no les queda más remedio que asentar la cabeza junto a alguna mujer buena. Mientras, las mujeres buenas imponen el anillo como condición para estar juntos: “yo te doy mi virginidad, tú me das el anillo”. Es una tarea difícil (ablandar su corazón para que se deje querer y para que sepa valorar la ternura que ella le ofrece), pero en los happy end las heroínas lo logran con bondad, autosacrificio, discreción y sobre todo, lealtad.






Son muchos los relatos que nos han hecho creer que
el día más importante en la vida de una mujer es el de su boda.
Curiosamente, las mujeres casadas también se ilusionan con las bodas ajenas porque aunque su matrimonio no haya sido la panacea de la felicidad, siguen creyendo en el mito de que la mejor demostración de amor de un hombre es casarse con una mujer. De modo que las mujeres son más propensas a desencantarse con el matrimonio porque le ponen más expectativas que los hombres, que identifican menos las aventuras románticas con el compromiso nupcial.



La Reina Sofía y la Duquesa de Alba, ejemplos de novias felices y realizadas.

Y sin embargo, a pesar de que el matrimonio aparece siempre como la máxima aspiración vital y profesional de las mujeres, creo que no se han estudiado a fondo las ventajas del matrimonio para los hombres, que obtienen, creo, muchas más que las mujeres. En el matrimonio tradicional, los hombres al casarse consiguen una asistenta doméstica que les cuida, que les da hijos, que les alimenta, que les viste, que les desnuda, que les espera en casa.


El problema radica precisamente en lo que cada uno espera del matrimonio. Ahora que las mujeres podemos trabajar y algunas pueden ser independientes económicamente, tener un hombre al lado ya no es suficiente razón para renunciar a la libertad de la soltería. Las mujeres dicen casarse por amor y desean una relación intensa, profunda y romántica, pese a lo imposible de mantener la pasión del inicio durante años. Cuando ésta decae por el paso del tiempo y la convivencia, existe una frustración que flota en el ambiente conyugal, un malestar al hacerse evidente que la armonía y la felicidad matrimonial son un cuento que nos han contado.
En la actualidad, son las mujeres las que interponen las demandas de divorcio, y son muchas las personas que vuelven a enamorarse de nuevo, y a casarse de nuevo, creyendo que por fin ha encontrado el amor eterno que no se agota ni decae. Esta utopía del matrimonio como fuente de felicidad es paradójica, porque todo el mundo conoce las cifras de divorcios y separaciones, pero no parece que desistamos en nuestra idea de encontrar a la media naranja, a la persona ideal, a la pareja perfecta que nos colme por completo y para siempre.



Según Denis de Rougemont (1976) la característica más peculiar del matrimonio en el siglo XX fue que trató de conciliar amor romántico con el matrimonio, cuando son conceptos contrarios entre sí, porque el amor pasional caduca y el matrimonio está concebido para durar para siempre. El matrimonio ofrece estabilidad, seguridad, una cotidianidad, una certeza de que la otra persona está dispuesta a compartir con nosotros su vida y su futuro. El amor pasional en cambio es un amor basado en la contingencia, el miedo a perder a la persona amada, el deseo de poseer lo inaccesible, el delirio arrebatado, el éxtasis místico, la experiencia extraordinaria que nos trastoca la rutina diaria.




Es por esto que existe la crisis del matrimonio burgués, avalada por la cantidad de divorcios que se producen, según De Rougemont. Muchos depositan unas esperanzas pasionales en el amor domesticado que no casan con la realidad; a causa de estas expectativas surge la frustración. A los seres humanos nos cuesta resignarnos a la idea de que no se puede tener todo a la vez: seguridad y emoción, estabilidad y drama, euforia y rutina. Por eso creo que no hay crisis, sino al revés, que el matrimonio hoy es un acto masivo; incluso gays y lesbianas han querido sumarse a esta práctica.

Pese a la idealización del matrimonio, éste es hoy en día un dispositivo más de consumo, un ritual sentimentalizado e idealizado que luego revela su verdadera dificultad, porque todas las relaciones humanas son dolorosas, difíciles, hermosas, rompibles, indestructibles, intensas, y complicadas.

Si además no somos seres perfectos, ¿cómo vamos a crear estructuras sentimentales perfectas?. El caso es que de utopías nos alimentamos….

Muy interesante el artículo. Gracias @Sydney
 
Muy interesante el artículo. Gracias @Sydney
El artículo me parece muy bueno. Viene a decir que la estabilidad la da el matrimonio y la felicidad se puede encontrar con otra persona que no sea el/la esposo/a.
Eso ocurre muy a menudo y funcionaría bien si cada persona lo aceptase así, para si mismo y para los demás.
El problema es cuando las esposas no aceptan que sus maridos encuentren la felicidad con otra mujer (la amante) y cuando la amante se empeña en convertirse en esposa.
Si cada una aceptase buenamente el papel que le ha tocado, todos serían más felices.
 
Los once motivos que nos conducen a la infidelidad
Pese a que la diferencia entre estudios es importante, la mayoría coincide en apuntar que entre el 40 y el 50 por ciento de los adultos
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Infidelidad
MIGUEL AYUSO
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26.06.2012 – 06:00 H. - ACTUALIZADO: 07.07.2016 - 16:39H.
Pese a que la diferencia entre estudios es importante, la mayoría coincide en apuntar que entre el 40 y el 50% de los adultos ha sidoinfiel alguna vez en su vida. La cifra varía según los países. En España la última encuesta del CIS, de 2008, apuntaba a que el 20% de los españoles, hombres y mujeres, habían tenido alguna relación sexual con alguien que no era su pareja, pero los sociólogos insisten en que la cifra debe ser a la fuerza mucho mayor, y podría estar aumentando.

[La infidelidad en hombres y mujeres: cuáles son las diferencias reales]

Las nuevas tecnologías están acelerando la aparición de prácticas que no sabemos cómo calificarAunque Internet no hace que la inclinación que nos lleva a ser infieles aumente, sí es cierto que facilita su práctica. En los últimos años, de hecho, han proliferado los portales que ofrecen explícitamente servicios para tener relaciones extra-matrimoniales. Y están teniendo éxito. Además, las nuevas tecnologías están acelerando la aparición de prácticas hasta ahora desconocidas que no sabemos como calificar. ¿Se considera una infidelidad tener un encuentro de tono sexual a través de una webcam? ¿El consumo masivo de por**grafía? ¿Flirtear con otra persona por chat?

¿Qué es exactamente ser infiel?
La definición de infidelidad no ha cambiado en absoluto con la llegada de Internet. Ser infiel, es simplemente, romper la confianza de la parejacuando se mantienen secretos alejados de la intimidad conyugal. En definitiva, somos infieles a nuestra pareja cuando le mentimos de manera consciente y a sabiendas de que nuestro comportamiento no es el correcto.

Es conveniente hablar con la pareja sobre qué toleramos en nuestra relación y qué no Esteban Cañamares, psicólogo y sexólogo experto en relaciones de pareja, es claro al respecto: “Qué practicas son consideradas como una infidelidad y cuáles no, es algo que decide cada pareja, a través de unas normas, explícitas o implícitas, aceptadas al respecto”. El problema es que, muchas veces, estas “normas” no quedan claras y, en cualquier caso, Internet puede dar lugar a muchos malentendidos. “Es una pena”, explica Cañamares, “que muchas parejas no hablen abiertamente de esto, pues es conveniente saber hasta dónde puede llegar cada uno”.

La infidelidad, igual en hombres y mujeres
Al margen de las herramientas utilizadas para ser infiel, las razones por las que engañamos a nuestra pareja siguen siendo las mismas de siempre. “Lo que nos lleva a ser infiel”, explica Cañamares, “es siempre nuestro impulso natural al s*x*”. En este sentido el psicólogo recuerda que el ser humano tiene “una programación contradictoria”, por un lado quiere una pareja estable para formar una familia, pero por otro quiere satisfacer todos sus deseos sexuales, que muchas veces incluyen a más de un sujeto.

No puede haber muchos hombres infieles si no hay mujeres para serloLo que sí parece claro, por mucho que haya ideas preconcebidas que insistan en lo contrario, es que los motivos que llevan al hombre a ser infiel son los mismos que los de las mujeres. Cañamares tiene una idea clara al respecto: “No puede haber muchos hombres infieles si no hay mujeres para serlo”.

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Young couple embracing and each of them text messaging on their own smart phone.
Los motivos para ser infiel parten de nuestros impulsos, pero son variados. Aunque cada caso tiene componentes específicos, en las consultas se repiten una y otra vez las mismas razones. Robert Weiss,uno de los más reputados psicoterapeutas estadounidense especialista en relaciones de pareja, ha elaborado, para la publicación Psych Central,una lista de los motivos psicológicos subyacentes en los casos de infidelidad que ha tratado a lo largo de 20 años de experiencia clínica que, en muchos casos, se pueden dar de manera simultánea.

Once razones para ser infiel

- La monogamia nunca ha sido aceptada. El sujeto nunca ha tenido la intención de ser monógamo. A pesar de haberse casado o haber aceptado un compromiso. Nunca ha querido tener s*x* sólo con su pareja. El matrimonio, para él o ella, sería sólo un sacrificio hecho para mantener en el tiempo una relación que consideran satisfactoria. La monogamia para estas personas no es más que una molestia, algo a evitar, más que algo a mantener.

- Nuestra pareja no nos da lo suficiente. Se trata de una razón muy común para ser infiel. El sujeto encuentra que su pareja no le aporta el suficiente amor, el tiempo y la atención que considera adecuadas, y que sí reciben la familia del cónyuge, los niños o el trabajo. Muchas veces estas personas no son conscientes de sus necesidades emocionales, no lo hablan con su pareja y, finalmente, acaban siendo infieles.

- Creemos que el amor ha desaparecido. El sujeto infiel percibe erróneamente que el amor se ha acabado en la relación, porque ya no se da la intensidad sexual y romántica propia de los primeros pasos en una relación. La realidad es que, en las parejas sanas, a medida que pasa el tiempo el amor se transforma en mayor compromiso, intimidad y confianza.

- Existe un vacío emocional. Si la relación es insatisfactoria lo más normal es que, antes o después, uno de sus miembros acabe siendo infiel. Máxime si los problemas de la pareja hacen a una de las dos personas alejarse del resto de personas cercanas o amigos. El s*x* y el romance se utilizan para llenar un vacío emocional.

- Sabemos que vamos a dejar a nuestra pareja, pero queremos tener a alguien en la recámara. Así de simple. Antes de enfrentar la realidad y decirle a nuestra pareja que para nosotros la relación ha terminado, buscamos a un suplente, para poder reemplazar a nuestro compañero en cuanto se haya tomado la decisión. Muchas veces esto se hace de manera inconsciente, pero se hace.

- Nos sentimos inseguros. La persona infiel se siente en inferioridad de condiciones respecto a su pareja: más viejo, más feo, con menos dinero… La infidelidad sirve para reafirmar su valor en el mercado amoroso, subir la autoestima al considerarse deseable. El problema es que las infidelidades causadas por este motivo no suelen ser meditadas, y el arrepentimiento está a la vuelta de la esquina.

- Nos aburrimos. Aunque la relación pueda ser en términos generales satisfactoria, en algún momento simplemente una de las partes se aburre y quiere probar algo especial. Encuentra un placer misterioso e intenso en una relación secreta.

- “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Esto suele ir unido a cualquiera de los otros motivos. Pensamos que mientras no nos pillen no estamos haciendo daño a nadie. El problema es que, tarde o temprano, te acaban pillando.

- Queremos tomar represalias. Algunas personas engañan sólo como venganza por un comportamiento de su pareja que consideran injusto. Quizás como sospecha de una infidelidad de la otra parte, antes de comunicar nada, preferimos ser nosotros también infieles.

- Tenemos un trauma no resuelto. Según numerosos estudios, las personas que han sufrido en la infancia algún tipo de trauma como un abandono emocional, maltrato físico o abuso sexual son más propensas a ser infieles respecto a sus parejas. Tal como explica Cañamares, la fidelidad también se educa: “Se es más infiel si se han visto determinados comportamientos en el entorno familiar. No sólo infidelidades de tus padres, sino también con el resto de familiares o amistades”.

- Tenemos expectativas irracionales de lo que nuestro cónyuge debe ofrecer. Estas personas esperan que sus parejas les concedan todo lo que piden, y cumplan todas sus necesidades. Cuando sus parejas, inevitablemente, fallan, sienten que la infidelidad está justificada. En estos casos, tal como cuenta Cañamares, la educación también juega un papel esencial: “Los niños mimados son más propensos a ser infieles, pues no han aprendido a sobreponer sus deseos”.
http://www.elconfidencial.com/alma-...vos-que-nos-conducen-a-la-infidelidad_502305/
 
Gracias @Livia0 ,muy interesante.Es cierto que la pasión,el amor intenso,no dura para siempre,el el compromiso,la complicidad y la intimidad si pueden durar toda la vida.La gente se enfoca mucho en que el amor no durar toda la vida,yo creo q sí,hay mucha infidelidad pero también hay muchas parejas felices y estables,yo me enfoco en lo segundo.El amor tiene etapas al igual que nosotros como ser humano pasamos por etapas,ninguna es mejor ni peor son distintas y todas nos enseñan algo que necesitamos aprender.Mucha gente hoy en día necesita cada vez más emociones nuevas,no aceptan bien esos cambios,esas nuevas etapas,que no serán emocionantes pero si dan paz y estabilidad,y a quien no le hace bien la estabilidad...
 
Gracias @Livia0 ,muy interesante.Es cierto que la pasión,el amor intenso,no dura para siempre,el el compromiso,la complicidad y la intimidad si pueden durar toda la vida.La gente se enfoca mucho en que el amor no durar toda la vida,yo creo q sí,hay mucha infidelidad pero también hay muchas parejas felices y estables,yo me enfoco en lo segundo.El amor tiene etapas al igual que nosotros como ser humano pasamos por etapas,ninguna es mejor ni peor son distintas y todas nos enseñan algo que necesitamos aprender.Mucha gente hoy en día necesita cada vez más emociones nuevas,no aceptan bien esos cambios,esas nuevas etapas,que no serán emocionantes pero si dan paz y estabilidad,y a quien no le hace bien la estabilidad...
Pues si uno tiene ganas de emociones nuevas y el otro se conforma con la estabilidad, ambos tienen el mismo derecho; ninguno de los dos puede exigir al otro que comparta sus deseos.
 
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