Ya conté en otro hilo que coincidía con una tipa en la parada del bus, todos los días y empezaron los comentarios, por su parte, sin mucha trascendencia de que si el bus tardaba o no tardaba, de que si su marido le había dicho que se llevara el paraguas porque amenazaba lluvia, en fin, cosas sin mayor importancia. Tengo dos paradas de dos autobuses distintos al lado de casa y, si uno me fallaba, me iba corriendo a la otra; pues bien , mi seguidora lo descubrió y me preguntó cómo unas mañanas aparecía en una y otras, en otra . Le expliqué, amablemente, la existencia d una aplicación para el móvil e incluso cómo descargarla.
Tomé la costumbre de ir a la parada 2, llamémosla así, para variar la rutina y allí empezó a esperarme, indefectiblemente, toodas las mañanas, pero no contenta con eso ya no se bajaba donde solía, sino que empezó a hacerlo en la mismita que yo, por lo que se convirtió en mi fiel acompañante matutina para desesperación mía ya que no le bastaba sólo con acompañarme y mirarme de arriba a abajo cómo iba vestida ese día, de la manera que más nerviosa me ponía y sin cortarse medio pelo, sino que necesitaba , compulsivamente, saber de mí: mi nombre; la ventana exacta de mi casa; a qué me dedicaba; mi edad... y me HARTÉ. Y como me harté la contesté, un día en el que me vino a hacer otra pregunta más porque resulta que ese día no me había encontrado en la parada de rigor, sino que me adelanté para ir al banco y al salir tomé el bus en el que viajaba la reportera intrépida , pesada y maleducada que se había convertido en mi sombra durante unos cuantos meses y con la que estaba obsesionándome saliendo con miedo del portal cada mañana y mirando de soslayo la dichosa parad del bus para comprobar si estaba allí, con su pelo teñido de caoba, sus botitas de abuela, dos bolsos y unas gafas pequeñitas. Pues eso, al verme subir al autobús, se levanta del asiento, se acerca y me dice: ¿Te has cambiado de casa...?, como te veo subir aquí... y mi respuesta fue: "Me subo y me bajo donde me da la real gana..." y continué mirando al frente. Desde entonces, han pasado casi tres años, me la sigo encontrando por las mañanas y ya no me saluda por mi nombre aunque siguió haciéndolo una temporada después de la contestación, detalle que me jodía enormemente que la fila entera de desconocidos tuvieran que saber, por pelotas, cómo me llamaba yo. Pues eso, me la encuentro y me mira con una mezcla de miedo y precaución por que debe creer que estoy trastornada y me divierte un huevo, me río para mis adentros no lo sabe ella bien.
Me perdonais por lo extenso de la aventura
Tomé la costumbre de ir a la parada 2, llamémosla así, para variar la rutina y allí empezó a esperarme, indefectiblemente, toodas las mañanas, pero no contenta con eso ya no se bajaba donde solía, sino que empezó a hacerlo en la mismita que yo, por lo que se convirtió en mi fiel acompañante matutina para desesperación mía ya que no le bastaba sólo con acompañarme y mirarme de arriba a abajo cómo iba vestida ese día, de la manera que más nerviosa me ponía y sin cortarse medio pelo, sino que necesitaba , compulsivamente, saber de mí: mi nombre; la ventana exacta de mi casa; a qué me dedicaba; mi edad... y me HARTÉ. Y como me harté la contesté, un día en el que me vino a hacer otra pregunta más porque resulta que ese día no me había encontrado en la parada de rigor, sino que me adelanté para ir al banco y al salir tomé el bus en el que viajaba la reportera intrépida , pesada y maleducada que se había convertido en mi sombra durante unos cuantos meses y con la que estaba obsesionándome saliendo con miedo del portal cada mañana y mirando de soslayo la dichosa parad del bus para comprobar si estaba allí, con su pelo teñido de caoba, sus botitas de abuela, dos bolsos y unas gafas pequeñitas. Pues eso, al verme subir al autobús, se levanta del asiento, se acerca y me dice: ¿Te has cambiado de casa...?, como te veo subir aquí... y mi respuesta fue: "Me subo y me bajo donde me da la real gana..." y continué mirando al frente. Desde entonces, han pasado casi tres años, me la sigo encontrando por las mañanas y ya no me saluda por mi nombre aunque siguió haciéndolo una temporada después de la contestación, detalle que me jodía enormemente que la fila entera de desconocidos tuvieran que saber, por pelotas, cómo me llamaba yo. Pues eso, me la encuentro y me mira con una mezcla de miedo y precaución por que debe creer que estoy trastornada y me divierte un huevo, me río para mis adentros no lo sabe ella bien.
Me perdonais por lo extenso de la aventura