Mi anécdota se remonta a cuando tenía 5 años. Fue la primera vez que vi un crucifijo o tomé conciencia de lo que era, pues en casa teníamos crucifijos pero sin la figura de Jesús. En casa de unos amigos de mis padres, tenían un Cristo a tamaño natural y al verlo bañado en sangre, quedé traumatizada por muchos años. Entrar a una iglesia se me convirtió en una odisea, lo hacía con los ojos cerrados porque tenía la certeza de que en cualquier momento las figuras iban a moverse. Yo no tenía miedo de ver películas de terror, sino de toparme con las películas de Semana Santa que suelen pasar por la tele ¿Marcelino Pan y Vino? Un trauma total ¿La película de Mel Gibson? Ni hablar. Fui creyente mucho tiempo, de esas personas que leen la Biblia y tal, y estaba segura que me iría al infierno por tener tanto miedo de ir a un templo, pues no hice la comunión por ese motivo y las procesiones y toda Semana Santa simplemente no existían para mí, con tal de no ver el sufrimiento, la sangre y tal. A los 8 años me mudé cerca de un cementerio, con una estatua de Jesús inmensa encima de un monte, los rumores de chiquillos decían que se movía, así que ni pensar en voltear a ver. A los 17 años hice el ridículo en la catedral de Burgos: Fui a conocer y yo no sabía del Cristo que tienen ahí, al que se dice le crecen las uñas y el cabello. Estaba muy tranquila mirando el edificio, cuando volteo y veo el crucifijo. Grité y salí corriendo de ahí, delante de mucha gente, muerta de espanto. Y para rematar, en la universidad me tocó ver el cortometraje de un niño que entra a una iglesia, se pone a curiosear y finalmente se topa con el Cristo recostado en su urna de cristal, el cual empieza a mover la cabeza y se le queda mirando. Para mí fue ver mi pesadilla de toda la vida hecha realidad.
Con el tiempo y por cuestiones que no vienen al caso (que nada tienen que ver con esto), me hice atea y encontré la paz. Todavía tengo cierta ansiedad cuando entro a conocer iglesias con muchas figuras. Un temor que me ha acompañado desde los 5 años es difícil de superar, pero al menos ahora puedo entrar a una iglesia sin miedo y admirar el arte como se debe. Esta fobia y la inexplicable que todavía tengo a los volcanes, han marcado muchos momentos de mi vida, como el estar a punto de vivir en un país lleno de volcanes activos y no hacerlo por eso. En fin
Con el tiempo y por cuestiones que no vienen al caso (que nada tienen que ver con esto), me hice atea y encontré la paz. Todavía tengo cierta ansiedad cuando entro a conocer iglesias con muchas figuras. Un temor que me ha acompañado desde los 5 años es difícil de superar, pero al menos ahora puedo entrar a una iglesia sin miedo y admirar el arte como se debe. Esta fobia y la inexplicable que todavía tengo a los volcanes, han marcado muchos momentos de mi vida, como el estar a punto de vivir en un país lleno de volcanes activos y no hacerlo por eso. En fin