A mí la única pena que me da es que las personas con discapacidad de cualquier tipo viven a las expensas de la buena fe y el buen hacer de sus familiares, muchísimas veces con poca o escasa ayuda por parte del Estado, entre otras cosas, para recibir terapias que les permitan tener calidad de vida y desarrollar sus capacidades. Terapias que son muy caras y, muchas veces, inasumibles para una familia de clase trabajadora.
Lo demás lo enfrento como parte de la diversidad humana.
Lo demás lo enfrento como parte de la diversidad humana.
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