La gente que se levanta habladora me provoca ganas de matar. Vas en el trasporte a las 7 y pico de la mañana, cagada de sueño y siempre hay alguna cotorra hablando a voces con el de al lado o por el móvil. La gente que vive hablando por teléfono todo el santo día también son otros que me pueden. Yo dejé de quedar con una persona porque te ibas a tomar un café con ella, a mitad de la charla la llamaban (o llamaba ella, que es peor) y la sinvergüenza se tiraba quince minutos hablando mientras tú sorbías tu café en soledad y con cara de gilipollas. La tercera vez que me lo hizo me levanté de la mesa, pagué los cafés y le dije que para verla hablar quince minutos por teléfono me tomaba el café yo sola en mi casa, y me largué. Y no volví a quedar con ella a pesar de sus insistencias, me parece de una falta de educación grandísima. ¿Soy la única que cuando le llaman no lo coge o pide que le vuelvan a llamar más tarde que ahora no puedo?
He dejado de quedar con gente por no despegarse del teléfono como si fueran esclavos de un microchip. De hablar conmigo y llamar o de estar con el wasap pasando de todo.Es que los y las he conocido con el móvil adherido a las manos que te están hablando y están mirando cosas.
En unas vacaciones se vino una amiga que hizo, y lo tengo contado, una media de seis llamadas al día, creo que el día que ya se le fue la olla fueron ocho o diez porque a partir de la número siete yo ya tenía la cabeza que me explotaba. Esta tía iba por el paseo marítimo, veía un cartel rojo y decía "ay, viendo ese cartel, me he acordado de Pili, que le gusta mucho el rojo", y llamaba a Pili y con la tía estaba 20 minutos hablando. Otro paseo, veía una marquesina de bus verde, llamaba a Maricarmen que le gusta el verde y otros 20 minutos con ella. A la madre la llamaba unas cuatro veces al día, si veía un taxi se acordaba del marido de Piluca, que tenía un taxi pues a llamar a Piluca. Por supuesto todas las llamadas delante de mi o cuando íbamos haciendo algo juntas (pasear, cenar, ir de compras). Al final le saqué partido a semejante ida de pinza: al estar al teléfono una media de tres horas al día, la dejaba en la arena de la playa vigilando bolsas y toallas y yo me iba a pegarme baños largos o a pasear por la orilla hasta donde alcanzaba la vista. Luego cuando he quedado con ella en la ciudad no ha hecho tal cosa, si no que la vorágine de llamadas era porque estaba de vacaciones y tenía que relatar a toda amistad posible que estaba en la playa.