Cuando era pequeña el día de todos los santos era como un día grande. Mi madre nos ponía las mejores galas y ala, al cementerio a pasear, a ver a los nuevos inquilinos, a recordar a los antiguos... no me molestaba ni importaba porque a los familiares que íbamos a ver, yo ni los había conocido. Al revés, me gustaba porque siempre me contaban durante las visitas alguna anécdota antigua y cosas así. Cuando falleció mi abuelo ya me resultaba incómodo, aunque desde el sentido de que ahí dentro había alguien que yo había conocido pero no tenía mucho trato, y no sabía muy bien qué sentir.
Dejé de ir al cementerio a finales de los 90 cuando falleció un tío mío muy querido siendo muy joven. En la siguiente visita de todos los santos le dije a mi madre que no quería ir, y no volví a ir en décadas. Ni falleciendo una "tía-bisabuela" mía, ni tan siquiera mi padre. No volví a pasar esa puerta.
Hace 3 o 4 años yo estaba tomando antidepresivos y en terapia. Me debía estar yendo tan bien que un día, poco después de todos los santos, cuando aún están los ramos de flores puestos pero medio marchitos, venía con un tío mio de hacer unos recados, y me dijo, "antes de ir a casa, pásate por el cementerio que voy a regar las flores o tirarlas si ya están mustias". Llegamos, aparqué, y como sabía que yo no entro, me dijo "ahora salgo" y casi sin querer pensármelo le dije del tirón "no, que yo también entro". Solo me dijo "ah si?" y después al cruzar la puerta vi que iba girándose a mirarme, por si me paraba o me daba la vuelta o algo así, supongo. Me fue guiando para visitar a todos los conocidos y familiares que habían ido enterrando en los 20 años que yo no había ido, incluido mi padre. No sé describir lo que sentí o lo que pensé. Fue como un "aquí estoy por fin, ahí estáis". Supongo que una mezcla entre pena, alivio, y superación personal. Y me alegro que mi tío ese día le diera normalidad absoluta a que yo entrara. Aunque no he vuelto a ir, la verdad. Me gustaría poder hacerlo con más naturalidad, que no me costase tanto.
Dejé de ir al cementerio a finales de los 90 cuando falleció un tío mío muy querido siendo muy joven. En la siguiente visita de todos los santos le dije a mi madre que no quería ir, y no volví a ir en décadas. Ni falleciendo una "tía-bisabuela" mía, ni tan siquiera mi padre. No volví a pasar esa puerta.
Hace 3 o 4 años yo estaba tomando antidepresivos y en terapia. Me debía estar yendo tan bien que un día, poco después de todos los santos, cuando aún están los ramos de flores puestos pero medio marchitos, venía con un tío mio de hacer unos recados, y me dijo, "antes de ir a casa, pásate por el cementerio que voy a regar las flores o tirarlas si ya están mustias". Llegamos, aparqué, y como sabía que yo no entro, me dijo "ahora salgo" y casi sin querer pensármelo le dije del tirón "no, que yo también entro". Solo me dijo "ah si?" y después al cruzar la puerta vi que iba girándose a mirarme, por si me paraba o me daba la vuelta o algo así, supongo. Me fue guiando para visitar a todos los conocidos y familiares que habían ido enterrando en los 20 años que yo no había ido, incluido mi padre. No sé describir lo que sentí o lo que pensé. Fue como un "aquí estoy por fin, ahí estáis". Supongo que una mezcla entre pena, alivio, y superación personal. Y me alegro que mi tío ese día le diera normalidad absoluta a que yo entrara. Aunque no he vuelto a ir, la verdad. Me gustaría poder hacerlo con más naturalidad, que no me costase tanto.