Autoestima y otros temas de psicología

La ley de la atracción, la magia de atraer lo que necesitamos



Según la ley de la atracción, una energía emitida de una manera concreta atraerá otra energía idéntica a la proyectada. Es decir que las fuerzas naturales del orden se fundamentan en un magnetismo que nosotros generamos y proyectamos.


O sea que, según esta creencia, nuestros pensamientos negativos o positivos toman la misma forma en su proyecció y, como consecuencia, influencian nuestro entorno. En resumidas cuentas y simplificando esto podemos decir que nuestra mente y nuestros pensamientos tienen un gran poder que no siempre aprovechamos.




No obstante, cabe destacar que el funcionamiento de la mente humana en torno a esta fuerza del universo carece de fundamento científico como tal; por ello, dependiendo de la manera en que se plantee, obedece más bien a una idea o leyenda acogida por la sociedad que uno puede o no creer.


La ley de la atracción carece de fundamento científico, por ello, que esta sea verdadera o no depende de las creencias que tengan las personas.

Así, aunque no podemos plantear la ley de la atracción como un concepto científico por el cual se rige la psique, sí que podemos tratar de extraer aquí la importancia de permitirnos lo que merecemos para poder atraer lo que necesitamos.

Hacernos conscientes para atraer lo que necesitamos

Cada situación que vivimos día tras día, cada acto, cada pensamiento y cada emoción se proyecta en algo más grande que se convierte en un influjo o aura que envuelve nuestra vida. Si constantemente tenemos pensamientos negativos, creamos emociones insanas y actuamos de manera acorde con ello, lo cual contribuye a perpetuar una atmósfera de acontecimientos perjudiciales.




De ahí la importancia de pararnos a pensar en el tipo de aire psicológico que generamos. Por eso es esencial que manejemos de manera responsable lo que deseamos, lo que nos permitimos y lo que buscamos conseguir.


“Mantén tus pensamientos positivos, porque tus pensamientos se convierten en tus palabras. Mantén tus palabras positivas, porque tus palabras se convierten en tus comportamientos. Mantén sus comportamientos positivos, ya que sus comportamientos se convierten en tus hábitos. Mantén tus hábitos positivos, porque tus hábitos se convierten en tus valores. Mantén tus valores positivos, porque tus valores se convierten en tu destino”.
-Mahatma Gandhi-

Lo que sentimos tiene su origen en el interior, no en el exterior

Hacernos conscientes de lo que nos merecemos y concedérnoslo nos ayuda a priorizarnos y a alcanzar aquellas cosas que necesitamos. Esto no es magia. Tampoco es el universo tejiendo la ley de la atracción. Es algo más fuerte, la voluntad de nuestra mente para reconducir nuestra vida.


Así, con el objeto de liberarnos de las cadenas de deseos que nos tienen cautivos, merece la pena reflexionar sobre cómo convertirnos en la persona que deseamos ser. Descifrar nuestra voz interior nos hará libres.

Permitirnos descansar, luchar por nuestros sueños o amar como deseamos es lo que nos ayuda y predispone a la consecución de otros logros en escalada. Por ello es esencial que respetemos ciertos principios teniendo en cuenta lo siguiente:


  • Nunca dejamos de hablar con nosotros mismos. Ese diálogo interno es el que nos permite integrar y dar sentido a los hechos que acontecen a nuestro alrededor.
  • Aunque nos puede dar la sensación de que esos pensamientos tal como vienen se van, lo cierto es que se sucede una constante interacción entre ellos y cómo actuamos, cómo sentimos y cómo reacciona nuestro entorno.
  • Las consecuencias emocionales y de comportamiento se activan a partir de esas creencias o pensamientos que surgen en nuestro diálogo interno.
  • Las personas controlamos, en gran medida, nuestro propio destino sintiendo y actuando conforme a nuestros valores y creencias.

Así que si después de esta reflexión te planteas que tu vida no es como deseas que sea, es probable que necesites un cambio de perspectiva. Todo ello te conducirá a darte cuenta de que tal y como manejes tus riendas es como dirigirás tu vida y, por extensión, tu relación con el entorno. Entonces, partiendo de esa base, podrás comenzar a mejorarla. ¿Qué piensas tú sobre la ley de la atracción?


Por Raquel Aldana
 
El humor como terapia para liberar estrés

El humor es uno de esos elementos que de manera natural nos ayuda a liberar estrés. Con él, los grandes problemas dejan de parecer tan grandes y las personas que podrían intimidarnos más pequeñas. En este sentido, puede amenizar cualquier velada o poner luz a cualquier día de cielo nublado. Así, el humor como terapia es una herramienta fundamental.


Aunque está relacionado con el ocio y el tiempo libre, la ciencia ha demostrado que en algunas situaciones el humor puede ser un complemento que mejore los resultados de una intervención. Un ingrediente que hace que la misma, en determinados momentos, pueda cobrar dinamismo. Al mismo tiempo, esta forma, incluida en la comunicación, puede generar o asentar la confianza entre especialista y paciente/cliente.




Lo cierto es que, cuando nos reímos, experimentamos los siguientes efectos


  • Se activa el circuito de recompensa cerebral, por lo que se liberan endorfinas y dopamina, que son hormonas relacionadas con el bienestar y felicidad.
  • Disminuyen los niveles de cortisol, la hormona del estrés, por la acción de la dopamina y de las endorfinas.
  • Los músculos se relajan, sobre todo los faciales.
  • Aumenta la sensación de tranquilidad y seguridad.
  • La sensación de placer y relajación nos distraen de problemas y preocupaciones.

Por otro lado, el profesor Heidi L. Fritz de la Universidad de Salisbury ha dedicado gran parte de su trayectoria profesional a estudiar la relación entre humor y estrés. Los resultados de sus estudios afirman que cuanto más pronunciado es el sentido del humor en una persona, más bajo es el estrés que pueden llegar a experimentar.

Más allá de la risa, el humor como terapia

Pese a que la consecuencia más visible del humor es la risa, existen otras. Además, el humor como terapia no ha de ser confundido con la falta de seriedad, ni tampoco con la ironía o con un estado de ánimo en el que la euforia tome el control.


Su verdadera utilidad reside en que nos aporta un punto de vista distinto: actúa como uno de esos espejos que deforma las imágenes. Al mismo tiempo, puede señalar la posibilidad de añadir cambios en los filtros que utilizamos para percibir y procesar la información.


Podemos decir que el humor apunta felicidad, aun cuando la adversidad nos rodea. Durante un instante es capaz de detener el flujo de pensamientos negativos, un segundo que muchas veces es suficiente para romper con el círculo en el que estamos inmersos y que los alimenta.

El humor es bueno cuando es sensible al contexto

Es tan importante usar el humor en situaciones en las que puede bajar la tensión como abstenernos de darle paso en las situaciones en las que solo puede aumentar esta tensión. En este sentido, las personas somos únicas, igual que las circunstancias que nos rodean en cada momento. Esto requiere una observación y adaptación constante ante un entorno muy dinámico.


Así, el uso del humor como elemento que puede generar todos los efectos descritos, requiere de un uno inteligente del mismo. De una selección de momentos basada en la empatía y el respeto. En caso contrario, puede ser muy contraproducente. Por otro lado, en caso de duda podemos probar a utilizarlo de una manera muy suave, respondiendo después al feedback que nos den los demás.


El humor, en el marco de la terapia y fuera de ella, es una aliado muy poderoso cuando lo utilizamos con inteligencia. Con inteligencia quiere decir de manera adaptada a la situación. En el fondo hablamos de un estilo de comunicación. Un estilo de trabajo. Un estilo de vida.




El reto de las profesiones más intensas emocionalmente

Los profesionales de la salud que trabajan en emergencias, los agentes de policía o los equipos de bomberos se enfrentan, en su día a día, a situaciones muy complicadas, donde los picos de tensión pueden ser muy altos. Eso hace que su trabajo se convierta muchas veces en ese factor que produce desequilibrios emocionales.


La crudeza de estas situaciones radica principalmente en la implicación de otras personas y en las adversidades que éstas experimentan. Por ejemplo, un médico que trabaja en emergencias tiene que tomar decisiones importantes en un corto espacio de tiempo, muchas veces sin tener toda la información de lo que le sucede al herido e incluso asumiendo el riesgo de hacerle más daño. Mover o no a una persona en un determinado momento puede causarle una parálisis o salvarle la vida.


En estos casos, el aderezo del humor puede ayudar a bajar los niveles de estrés una vez que se ha tomado la decisión y antes de que venga el siguiente momento de tensión.


El papel crucial del humor como terapia en emergencias

La gran utilidad del humor como terapia en estos contextos se puede dividir en estas facetas:


  • El humor como herramienta para la propia salud y desempeño, a corto y a largo plazo. Permite pasar por alto lo antiestético, normalizar la rudeza de las situaciones y evitar la desesperación. Ayuda a tomar el control sobre la situación, atenuando el impacto de la misma.
  • El humor como herramienta para la relación entre compañeros. La complicidad en situaciones de estrés entre los miembros del equipo de trabajo puede jugar un papel especialmente importante en el rendimiento y cooperación. Además, el clima de confianza que genera facilita la expresión de emociones en momentos posteriores.
  • El humor como herramienta para la relación con los pacientes/afectados. Para una persona que se encuentra en una situación muy estresante y ante la que no puede hacer nada, como cuando hemos llamado a una ambulancia y estamos esperando a que llegue, el humor puede actuar como un “salvavidas” emocional.

Por Iván García Gallardo
 
Hay gente que te inspira y hay personas que te agotan

Hay personas que agotan, que engullen tu tiempo, la paciencia y tu energía. Son presencias sibilinas doctoradas en promesas incumplidas que nunca están en paz y siembran guerras con el mundo entero. Por eso, hemos de ser selectos y sabios en nuestras relaciones y rodearnos solo de ellas: de las personas que inspiran.


En un interesante estudio sobre interacción social llevado a cabo en la Universidad de Rochester (Nueva York) se concluyó con un dato curioso: 1 de cada 10 personas presentaría un estilo de personalidad que los expertos definieron como “saboteadores de la felicidad”. Las personas que agotan son quizá las más comunes, porque despliegan, a veces sin saberlo, conductas estresantes que condicionan de forma directa aquellos entornos donde se mueven.




No dejo atrás a nadie, pero algunas personas me van perdiendo cada día un poco más sin apenas darse cuenta. Me desprendo de ellas porque me agotan, porque me quitan las energías y porque no permito que nadie sabotee mi felicidad. Prefiero rodearme de gente que me inspira.

Algo que muchos de nosotros podemos pensar al definir a este tipo de perfiles, es que estamos hablando una vez más, de personas tóxicas. No es lo adecuado. No debemos caer tan rápidamente en el uso de estas etiquetas que poco tienen de científico y sí mucho de popular, porque generalmente, pasamos por alto conductas y actitudes particulares de una persona o de un estilo de personalidad en concreto.


Si una persona nos agota es porque nosotros somos permeables. Te invitamos a reflexionar sobre ello.

Personas que agotan: mecanismos psicológicos

Hay personas que agotan en nuestra familia, en nuestros trabajos, entre las amistades e incluso por qué no, en nuestras relaciones afectivas. Nos agotan cuando somos prisioneros de los afectos y el ser amado se convierte en un comerciante que apunta nuestras faltas y luego se las cobra. Nos cansan los discursos egoístas, los prejuicios y los campos minados por el victimismo y el chantaje.






En el completo e interesante libro titulado “Inteligencia Emocional 2.0” de Jean Greaves se nos explica que las personas no solemos ser plenamente conscientes del impacto de este tipo de vínculos en nuestro equilibrio emocional y en nuestra salud. Te proponemos descubrir alguno de estos efectos.


El impacto emocional de las personas que sabotean nuestra calma

Podríamos decir que el término “quemar” adquiere aquí una connotación casi real. Las personas que agotan nos usan a menudo como “contenedores emocionales” donde volcar sus pensamientos, miedos y oscuridades, hasta el punto de desgastar lentamente esa arquitectura tan íntima y poderosa que forma nuestro cerebro.

  • Las personas que agotan nos ocasionan un alto nivel de estrés. Cuando esta emoción negativa se vuelve crónica, las dendritas neuronales (los “bracitos” con los que se unen nuestras células nerviosas) se rompen a causa de esta sobreexcitación tan dañina y estresante. El área donde más se sucede esta alteración es en nuestro hipocampo, ahí donde se localiza la memoria y las emociones.

  • El sentirnos agotados, el ser “permeables” a este tipo de conductas, lejos de apagarnos o de conferirnos cierto cansancio, nos mantiene siempre en alerta. Es la clara e instintiva sensación de querer defendernos de “algo” o “alguien”, de vivir siempre a la defensiva pero al mismo tiempo sintiéndonos cautivos.

Estamos seguros que ante estas mismas situaciones muchos te habrán dicho aquello de “pues aprende a poner límites de una vez”. Ahora bien, en realidad, se trataría de algo mucho más sencillo que todo esto.

Basta con tomar plena conciencia de algo esencial: nadie tiene derecho a quemar todas tus naves de la felicidad, nadie debe traerte tormentas cuando tú habitas en un océano en calma. Nadie debe llevarte a esa deriva donde se esconden tus demonios internos. Busca gente que te inspire, no que prenda la chispa de tus incendios internos hasta el punto de “quemarte”.

Me gustan las personas que me inspiran
A menudo, suele decirse que cuando uno es muy-muy joven no elige a sus amistades o a sus primeros amores, acogemos lo que nos viene con pasión y sin filtro alguno, llevándonos por una ceguera momentánea que se curará, seguramente, con los años. Ahora bien, con el tiempo nos volvemos mucho más selectos, más hábiles y menos permeables a lo que no sirve, a lo que agota, a lo que desea robarnos lo que nos es legítimo: la felicidad.


Buscar o mejor dicho, permitirnos encontrar personas que nos inspiran es una necesidad vital en la que deberíamos invertir cada día. Porque quien inspira abre las ventanas del alma y enciende además el faro de nuestra mente para permitirnos emerger de nuestras noches de apatía, de miedos y soledades.


Tener madres, padres o hermanos que nos inspiren, por ejemplo, es algo que nos confiere también fortalezas excepcionales para crecer en madurez y libertad. Disponer de amigos que no agotan, sino que se alzan como figuras en las que inspirarnos para ser mejores personas, es sin duda un privilegio al que nunca deberíamos renunciar.


Por su parte, ningún amor puede ser tan pleno y auténtico como el que se construye con las raíces del respeto y con las hojas relucientes de la admiración y la inspiración mutua. Porque para inspirar a alguien no es necesario ser perfecto, en realidad, basta con que los demás vean cómo superas tus propias imperfecciones para dar siempre lo mejor de ti en cada momento.


Vale la pena tenerlo en cuenta.

Por Valeria Sabater

 
Una buena persona siempre tiene una pizca de inocencia


Una buena persona suele tener una pizca de inocencia. Sus miradas son mágicas y sus sonrisas honestas, pero sus corazones, en ocasiones, esconden secretas derrotas. Heridas calladas por haber esperado demasiado de quien nunca le dio nada y lágrimas tragadas por quien jugó a placer con su alma noble, inmensa, pero inocente.


En un interesante estudio llevado a cabo en la Universidad de Stanford (Estados Unidos), demostraron que la bondad es percibida como una forma maravillosa y excepcional de conectar con las personas. Ahora bien, a pesar de ser rasgo muy valorado socialmente, hay quien ve en la persona buena a ese estilo de carácter que puede ser fácilmente manipulable en beneficio propio.




La buena persona puede ser algo inocente, pero su inocencia es el reflejo de la nobleza, nunca de la ingenuidad. Por ello, a pesar de ser los últimos en darlo todo en sus batallas personales, también son los primeros en no volver

Algo curioso a tener en cuenta es que quien actúa siempre con el corazón por delante sin atender costes ni esperar beneficios, no suele cambiar con el tiempo. No es tan fácil arrancar nuestras esencias así como así, porque aunque duelan los desaires, las decepciones o las pequeñas traiciones, nadie puede huir de su identidad.


Las personas buenas son, por encima de todo, auténticas y ser auténtico es ser uno mismo, guiado siempre desde la sinceridad interior. Ahí donde no caben los fingimientos, las mentiras o los egoísmos.

La buena persona y la compasión

Si hasta no hace mucho a la hora de definir a las buenas personas solía hablarse de la empatía, la reciprocidad, el altruismo o el respeto, desde la UPS nos indican que es necesario incluir una dimensión más que enhebraría en realidad cada pieza, cada matiz y cada latido de estas almas más nobles: la compasión.


Este constructo psicológico conecta directamente con lo más íntimo de nuestras emociones, hasta vertebrar incluso muchas partes de ese cerebro social en las que subyace una clara preocupación por otro ser. La compasión es por tanto una respuesta emocional al percibir el sufrimiento ajeno en los demás y sobre la que experimentamos a su vez un auténtico deseo de ayudar.




Si la buena persona muestra en ocasiones una sutil pero entrañable pátina de inocencia, no es en absoluto por ingenuidad o por no saber valorar el riesgo de dicha inversión personal hasta el punto de darlo todo a cambio de nada.


El “instinto compasivo” es algo innato en muchas personas, es un tipo de motivación intrínseca donde no se busca ninguna recompensa, ningún beneficio

Esa inocencia es por tanto algo genético, un rasgo maravilloso, que según nos indican los científicos del “Instituto Max Planck” también muestran los bebés e incluso muchos animales. Cuando un niño pequeño, por ejemplo, ve llorar a otro bebé y percibe una situación como dolorosa o amenazante, su ritmo cardíaco se eleva y sus pupilas se dilatan. No obstante, cuando notan que el otro niño recibe consuelo y ayuda, también ellos se calman.

Podríamos decir que todos venimos al mundo con ese instinto natural por la compasión. Nuestro cerebro ejerce un sofisticado mecanismo de recompensa cuando el sufrimiento ajeno desaparece, porque con ello, se garantiza al fin y al cabo la supervivencia de la especie.


Ahora bien, a medida que crecemos y debido quizá a la influencia de ciertos contextos, esa compasión natural desaparece o se debilita. Hasta el punto de que en ocasiones, hay quien al ver practicar en otros ciertos actos compasivos, lejos de empatizar, ironiza o desprecia.

Nunca te arrepientas de ser una buena persona

La vida no nos va a tratar mejor solo por ser buenas personas, por actuar de acuerdo a lo que nos dice nuestro corazón o ese instinto compasivo integrado en nuestro cerebro. En ocasiones, quien siembra bondad no siempre cosecha respeto, y eso es algo que vamos a tener que aprender a la fuerza, pero sin perder nunca nuestra dignidad ni aún menos nuestra esencia.


Tal y como nos dice el neurocientífico Jordan Grafman desde el “National Institutes of Health”, actuar con compasión y altruismo nos aporta beneficios intrínsecos excepcionales, hasta el punto de que el cerebro codifica esas acciones como algo gratificante, algo que recompensar con un buen torrente de enforfinas.

Desde la psicología positiva siempre se ha valorado a su vez la bondad, el respeto y la compasión como formas de invertir en bienestar psicológico y en la oportunidad de propiciar entornos más felices, y por su puesto, más respetuosos.


Ahora bien, la persona buena debe ser consciente de que para seguir siendo un árbol fuerte y bello, debe nutrir sus raíces cada día y, para ello, es necesario que pongamos en práctica estas sencillas acciones:


  • Atiende tu intuición, es posible que tu personalidad tenga esa pincelada de maravillosa inocencia con la cual ver siempre las virtudes de las personas antes que sus defectos. Ahora bien, permite que tus experiencias pasadas te pongan en alerta, atiende tus instintos para que un “no” a tiempo sea el mejor muro para proteger tu autoestima.

  • Que las decepciones no apaguen la luz de tu corazón, que no tiñan de amargura tu alma espontánea, tu ser auténtico. Un fracaso no es más que una experiencia que saber asumir, aceptar y dejar ir. Sigue siendo valiente cada día de tu vida, porque la valentía no es más que aferrarse de nuevo a nuestras nobles raíces para seguir creciendo, sin miedos, sin dudas…
Por Valeria Sabater
 
Personas que rompen promesas: los falsos ilusionistas



Las personas que rompen promesas un día sí y otro también son falsos ilusionistas. Son perfiles que minan poco a poco el lazo de la confianza para alimentarnos solo de decepciones, de papel mojado, de palabras que lejos de llevarse el viento se quedan para siempre en el rincón de las desilusiones. Porque al fin y al cabo, lo que cuenta en una relación no son las promesas, son los actos cumplidos.


Hay muchos especialistas en el campo de las relaciones que afirman algo en lo que reflexionar: cuantas menos promesas hagamos mucho mejor. Ahora bien, habrá quien esté de acuerdo con esta afirmación; sin embargo, hay otro aspecto que no podemos dejar de lado.




El ser humano necesita seguridad a la hora de crear vínculos con sus semejantes. Las promesas, por tanto son declaraciones de intención con las que afianzar la confianza ante una amplia gama de eventos interpersonales.


“La fuente que es promesa el mar solo la cumple”.
-Luis Cernuda-

Los niños, por ejemplo, necesitan ese tipo de afirmaciones por parte de sus progenitores para experimentar sensación de seguridad a corto y largo plazo. “Papá te promete que cuando salgas del cole irá a recogerte y pasaremos un rato en el parque”.


Asimismo, a nivel de pareja ocurre casi lo mismo: las promesas son altamente valiosas porque añaden ese componente donde las expectativas se revisten de ilusión y certezas. Nos sentimos amados y unidos por un compromiso firme.


Romper una promesa es por tanto la forma más rápida de deteriorar una relación. Más aún si esa persona, es un claro reincidente, un falso ilusionista habituado a alimentar a su entorno con decepciones constantes.

Personas que rompen promesas, ¿por qué lo hacen?

A menudo, descuidamos un aspecto cuando no dudamos en criticar aquello que hacen o no hacen los demás. A saber, el ser humano es tremendamente complejo, tanto que en ocasiones nos podemos mostrar ambivalentes sin apenas darnos cuenta. Es decir, hay personas que rompen promesas de forma abierta e incluso malintencionada, no hay duda. Sin embargo, hay perfiles que llevan a cabo estos comportamientos por realidades internas de las que no son plenamente conscientes.




A veces es por inseguridad, por no saber dar una negativa cuando nuestro hijo nos pide que le prometamos esto y aquello. Otras veces (la gran mayoría) nos dejamos llevar por esos instantes puntuales de intimidad, bienestar e ilusión donde las promesas emergen solas como la espuma. Las mismas que más tarde se acaban desvaneciendo como el agua que se escapa por las cañerías de una bañera.


Así, algo que deberíamos tener en cuenta sobre la práctica de romper promesas es que no solo decepcionamos a quienes más amamos, también se erosiona parte de nuestra autoestima. El daño efectuado tiene efectos directos pero también colaterales. Se crean conflictos emocionales, perdemos la honestidad y damos forma a entornos familiares habitados por esa enemiga voraz que ocasiona auténticos estragos: la desconfianza.


Veamos a continuación qué puede haber detrás de las personas que rompen promesas.


La personalidad pasivo-agresiva

La personalidad pasivo-agresiva tiene una característica recurrente. Hablamos de esa donde en ciertos momentos, esas figuras se muestran solícitas, amables y corresponden con gran efusividad a todas nuestras opiniones y demandas. Aún más, ellos mismos nos alimentarán con mil y un sueños y propuestas que realizar en común. No obstante, al poco no dudarán en romper cada promesa hecha hace solo unos días o un momento.




Nos contradecirán con rotundidad, afirmarán incluso que jamás llegaron a tal acuerdo, a tal promesa, a tal propuesta. La personalidad pasivo-agresiva es sin duda una gran adicta a romper promesas.


El autoengaño

Hablábamos hace un momento de que las personas que rompen promesas no son todas iguales. Hay quien no es consciente de ello o no tiene la misma mala fe que evidencia por ejemplo, la personalidad pasivo agresiva.


  • Hay quien se deja llevar por el autoengaño, por creer que podrá hacer eso y lo otro. Son perfiles que no calibran la realidad de forma objetiva y que se dejan llevar por la emoción del momento haciendo promesas que sencillamente, no pueden cumplir.
  • Son perfiles a menudo inmaduros que no son conscientes de sus limitaciones. Sin embargo, esas promesas las realizan a menudo de corazón, proyectan cosas con las personas que más quieren empapándose también de esa misma ilusión.

Cabe señalar además que en este caso el impacto de esos acuerdos rotos afecta también a la propia persona. Estas dinámicas donde uno mismo acaba consumiéndose en sus propios fracasos y en las decepciones que genera en los demás, deriva en un alto desgaste psicológico.

Ilusionar para obtener algo a cambio

Hay promesas de doble cara. Acuerdos de los que obtener algo a cambio. Esto lo vemos a menudo en nuestras relaciones de pareja e incluso en las familiares, ahí donde alguien hace una promesa con la condición de que la otra persona haga algo por la primera.


Este fin de semana haremos una escapada a la playa si primero me ayudas con este proyecto del trabajo” o “Mamá te promete que te llevará al cumpleaños de Marcos si primero apruebas el examen de mates”.


Ahora bien, cuando una de las partes cumple la condición, se da cuenta de que la otra persona incumple la promesa realizada. Esto puede darse de forma puntual (a veces rompemos promesas porque acontecen hechos casuales que no podemos evitar). Sin embargo, hay perfiles habituados a realizar este tipo de manipulaciones, de chantajes al fin y al cabo.


Miedo a decir “no”

Hay personas que rompen promesas por falta de asertividad. Perfiles que actúan como falsos ilusionistas por no saber decir “no” cuando alguien le pide algo, cuando la pareja, los hijos o ese amigo les proponen algo en lo que hay que comprometerse. Así, bien por no saber poner límites o por clara inseguridad, acaban responsabilizándose de algo que saben que no van a cumplir.


Poco a poco la sensación de incompetencia, de incomodidad y malestar consigo mismos les va pesando mucho más. Sobre todo cuando piden ser perdonados y deben hacer frente al rechazo y a la decepción impresa en los rostros ajenos.

Para concluir, las personas que rompen promesas no siempre lo hacen con mala fe o con la clara intención de hacer daño. A menudo, tras dichos comportamientos tenemos perfiles que necesitan trabajar diferentes áreas de su personalidad. Es gente que libra complejas batallas internas y que están obligadas a desarrollar dimensiones como la asertividad, la autoconfianza, la responsabilidad y a entender el auténtico sentido contenido en las promesas.


Una promesa es un acto de responsabilidad que parte primero de la fe en uno mismo. Si esta no existe, difícilmente cumpliremos con los demás.

Por Valeria Sabater
 
El don de la bipolaridad: úsalo a tu favor

Aceptar los altibajos emocionales y aprovecharlos para desarrollar capacidades creativas puede ayudar a alcanzar un equilibrio propio y singular.

La persona bipolar vive sujeta a cambios de humor que, a diferentes niveles, oscilan entre un extremo de desesperanza y depresión y otro de euforia.

Bipolaridad: ¿Cómo llegar al equilibrio?
Nuestra cultura valora el equilibrio emocional que se traduce en una estabilidad del carácter: admiramos a quienes no cambian bruscamente sus estados de ánimo, no se dejan llevar por un arrebato o una pasión, nunca se aturden y siempre se presentan más o menos de igual humor.

Sin embargo, ningún equilibrio se consigue directa e instantáneamente: para alcanzarlo, a veces hay que pasar por momentos de inestabilidad en los que nuestro organismo y nuestro mundo afectivo no vuelven necesariamente a la misma posición.

Curiosamente, frente a la exigencia social de continuidad y permanencia, el número de personas diagnosticadas como bipolares no ha dejado de crecer en los últimos años.

La psiquiatría convencional considera la bipolaridad un trastorno afectivo caracterizado por reiterados cambios de humor que van de la extrema tristeza y desesperanza (depresión) a la euforia y la exaltación (manía).

En el polo depresivo, pierden el interés por sus actividades habituales; se sienten sin fuerzas, apáticas, y experimentan trastornos del sueño, pérdida de apetito y del deseo sexual, dificultad para concentrarse y razonar, sentimiento de culpa o incapacidad, deseos de morir e, incluso, ideas suicidas.

En el polo manía, por el contrario, el estado de ánimo eufórico, y a veces irritable, produce un aumento de energía: tienen menor necesidad de dormir, sus pensamientos saltan de un tema a otro, aumentan la actividad sexual, pierden la capacidad de autocontrolarse y muestran conductas megalómanas (gastos desmedidos, prodigalidad...).

Los síntomas depresivos hacen descender al paciente a una especie de infierno en el que se siente aislado porque su padecimiento, generalmente, no es comprendido por el entorno. En cambio, en el estadio de manía experimenta un bienestar excesivo y no entiende que los demás no puedan percibirlo.

La mayoría de los especialistas consideran que la causa de este “sube y baja” afectivo es un desequilibrio electroquímico en los neurotransmisores cerebrales y dirigen sus esfuerzos a detener la oscilación y estabilizar al paciente.

Implícita o explícitamente, el bipolar recibe el mensaje de que oscilar es malo y que debe normalizar sus estados de ánimo, un concepto que no puede comprender porque carece de esa vivencia y, desconcertado, responde justamente con lo contrario: se vuelve aún más inestable.

La oscilación creadora
La búsqueda de estabilidad se va aprendiendo como un patrón de conducta desde la infancia. Al niño bipolar se le ordena constantemente: “Estate quieto, no te muevas, no vueles...”. Y delante de él se comenta: “Es un chico muy imaginativo”, como si esto fuera una desgracia.

Este tipo de enfoques se basan en una insuficiente comprensión del malestar de los pacientes y del significado del síntoma en su proceso evolutivo. Además, implican un etiquetado limitante que les marca con un estigma social.

El bipolar está subordinado a los momentos afectivos que va viviendo, lo que le quita capacidad para incluir otros aspectos importantes de la vida que la tonalidad afectiva que lo domina en ese instante no le permite ver e integrar.

La alternativa que propongo es entender el síntoma no tanto como una falla a erradicar, sino como una potencialidad que transita por caminos equivocados y que es posible positivar y desarrollar. Es la creatividad mal encaminada, detenida o sofocada la que se hace locura.

La idea de aprovechar la oscilación emocional del paciente para desarrollar, entre otras cosas, su capacidad creativa ha sido corroborada por varios estudios que muestran una conexión íntima entre bipolaridad y creatividad artística, unidas en una estructura solidaria de organización psíquica donde los talentos mal encaminados, ahogados o incluso reprimidos, gritan su enojo y su desacuerdo por medio de la inestabilidad emocional.

Y gracias a esta oscilación, el paciente puede recuperar su creatividad; una cualidad acrecentada por su capacidad intuitiva, por el pensamiento en imágenes y multidimensional que posee, por la curiosidad y el espíritu de aventura que lo animan, y por esa particularidad de tomar contacto con una incomparable fineza de matices afectivos que pueden hacer de él un excelente comunicador, un intenso creador y un eficiente psicoterapeuta.

Considero la bipolaridad no como obstáculo sino como un camino de aprendizaje y crecimiento; no como una desventaja sino como un conjunto de talentos que, bien llevados, pueden conducir a la persona a alcanzar una plenitud gracias, precisamente, a su propia naturaleza oscilante, no por haber superado su “enfermedad”.

La estabilidad que el bipolar necesita conseguir no procede del afuera sino que es fruto de una referencia interior; equivale a un movimiento con sentido y proporción, no a una detención o quietud. No hay que pretender que deje de oscilar (la oscilación es, precisamente, su virtud), sino que sane la desproporción que lo traga en un eterno vaivén sin eje.

Terapia y aceptación
La mayoría de los bipolares tienen biografías en las que predominan las dificultades y las desdichas vinculares que les han llevado a transformar el desamparo inicial –la incapacidad de atender a sus necesidades básicas con que todo ser humano viene al mundo, y las dificultades de su entorno para satisfacerlas– en creencia:

“Si no me dan lo que requiero, es porque no lo merezco; y si no lo merezco, es que soy indigno”.

Esto provoca, cuando se llega a la vida adulta, problemas relacionales que también oscilan entre la dependencia absoluta (en fase depresiva) y la negación de todo vínculo e, incluso, del dolor de la pérdida. Pero la vida no ha de ser ni dependencia ni falta de necesidad de los otros. Entre ambos extremos, la libertad es una herramienta que el ser humano debe construir.

Mientras el yo bipolar no pueda afirmarse en ningún lugar y viva saltando continuamente de la euforia a la tristeza, del amor al desamor, de la plenitud al más completo desengaño, no podrá curarse. Necesita integrar las polaridades, cambiar la creencia de que las cosas son necesariamente blancas o negras y asimilar el hecho de que en la vida predominan los grises, que todo en ella es ambivalente.

El conocido psiquiatra escocés Ronald Laing solía decir que el paciente, antes que un objeto a cambiar, es una persona a aceptar. En esta misma línea, lo importante de nuestra propuesta no son los aspectos técnicos sino la filosofía que la alienta, que apunta a la no dependencia, la autonomía, la creatividad y la libertad del paciente bipolar.

Pues, incluso aunque la carencia afectiva que origina la bipolaridad tal vez no pueda nunca ser cubierta, sí se puede ir aprendiendo paulatinamente a sentir con el cuerpo, expresar los afectos y ser un poco más libre cada día.

Por Eduardo Grecco
 
8 pasos para disfrutar del placer de tus sentidos

Para poder experimentar placer, es necesario despojarse de muchos prejuicios y sentirse más libre. Entrena tu cuerpo y tu mente para el goce.

El político británico David Lloyd George dijo en alguna ocasión: "La libertad no es simplemente un privilegio que se otorga; es un hábito que ha de adquirirse".

Quienes han olvidado lo que es el placer, porque han perdido la libertad de vivirlo, deben entrenar el hábito de sentir y disfrutar buscando esas sensaciones. Para ello, conviene que den al placer el lugar que se merece. Los siguientes pasos pueden ayudar a recuperarlo.

1. Cambia tus creencias
Las personas, dentro de nuestro sistema individual de creencias, nos imponemos una gran cantidad de límites con relación a las cosas que podemos o no hacer, porque tendemos a crear una idea de lo que somos o deberíamos ser que, muchas veces, no se corresponde con la realidad sino con un prejuicio. Por ello, no te pongas límites innecesarios y no pienses que algo no es para ti antes de probarlo.

2. Pasa a la acción
Es probable que en tu cabeza ronden millones de ideas acerca de cosas que te gustaría hacer. Estos proyectos solo tienen concreción en tu pensamiento porque no haces nada para transformarlos en realidad. No te quedes en ese lugar estéril y haz lo que siempre te conduce a algún sitio: da el primer paso. Como dijo el sabio chino fundador del taoísmo, Lao Tsé, un camino de mil pasos comienza cuando damos el primero.

3. Ensaya el optimismo
Ser optimista no es ser un soñador absurdo sino pensar que, de todas las opciones posibles y realistas, te encaminarás hacia la mejor. El optimismo te
impulsa a correr riesgos, a actuar, a experimentar, y te ofrece la posibilidad de ver la cara amable de los acontecimientos por duros que estos sean
. Una visión optimista es la mejor manera de sentirte vivo, de asegurar tu salud -el optimismo potencia el sistema inmunitario-y de ganar esperanza de vida, tal y como postula el psicólogo Martin E. P. Seligman en su libro La auténtica felicidad.

4. Busca la belleza
Jean Jacques Rousseau dijo: "Si quitáis de los corazones el amor por lo bello, haréis desaparecer todo el encanto de vivir". Rodéate de cosas bellas, como flores, una decoración colorista... No olvides que tu sentido estético, obtenido a través del mundo sensorial y emocional, te conecta con el placer. Hay una gran diferencia entre vivir en un mundo gris o en un mundo de color. La belleza está en ese mundo de color y para obtenerlo, no siempre es preciso disponer de mucho dinero sino que muchas veces es más necesaria una cierta sensibilidad.

5. Privilegia el olfato
Ten presente que el olfato es el más afectivo de todos los sentidos. Cuando los aromas penetran en tu nariz, se disuelven en la mucosa nasal y envían las señales al cerebro, donde son procesadas de inmediato sin que intervenga el filtro de la razón, impulsando ciertas reacciones emocionales. El paseo por un pueblo y el olor a leña quemada, el aroma de la hierba tras la lluvia, el olor a harina recién molida... quizá te trasladen a algún momento de tu niñez, despertándote recuerdos entrañables que únicamente este sentido es capaz de transmitirte. Haz un buen uso de él. No desperdicies una cualidad tan maravillosa.

6. Aprecia los sabores
Ligado a la nutrición, a la subsistencia y al placer que supone saborearla vida en exquisitos bocados, el gusto es uno de los sentidos que más momentos de disfrute depara. Presta atención a lo que comes, tómate un tiempo para ello y degusta cada plato, deteniéndote en cada sabor: salado, picante, amargo, especiado, dulce... Todo ello hará del acto de comer algo más que una simple rutina para mantener activa tu maquinaria. La comida, además, es un excelente prólogo al juego erótico, y hay alimentos que pueden resultar estimulantes en este sentido. En definitiva, paladeando la vida estarás dando pie a su disfrute de forma incondicional.

7. Mima tu oído
Entrar en contacto con la naturaleza, alejándote de los ruidos propios de las grandes ciudades -bullicio, tráfico, obras, entorno laboral, gritos de los niños en casa...-, hará que tus oídos se relajen y darás paso a una nueva forma de percibir absolutamente placentera, centrada en el silencio y en la paz del paisaje: el entorno marino, el bosque... Es de todos sabido que nada contribuye tanto al malhumor como herir la sensibilidad auditiva. Por otra parte, nada, aparte del silencio, te ayudará a serenarte y a disfrutar tanto como una música relajante; otra buena opción de mimar este sentido tan fundamental.

8. Siente los besos y las caricias
La piel es el órgano que te permite materializar tu amor y ternura mediante el tacto. Sin duda, este es el sentido que hace posible en mayor medida concretar las ideas y expresar las emociones. Por ello, es importante que te abandones a sentir los besos, las caricias y los cuidados que recibes de los demás sin bloquear esta experiencia sensorial con la mente. Así pues, a la hora de experimentar con el cuerpo, deja los pensamientos limitadores a un lado.

Por Julia Atanasopoulo
 
Pasos para activar la alegría
Como cualquier otro talento humano, esta emoción se puede cultivar, desarrollar y multiplicar. Todo puede empezar con un simple salto.

Salta de alegría
El ejercicio no solo estimula la producción de endorfinas, la hormona de la felicidad, también nos ayuda a descargar el estrés y vaciar la mente de contenidos negativos.

Un perro brincando y corriendo en un parque es el perfecto ejemplo de cómo ejercitar los músculos de la alegría.

Rodéate de dispensadores de felicidad
Decía Jim Rohn que "eres la media de las cinco personas con las que pasas más tiempo".

Si alguna de ellas da un suspenso en alegría y podemos frecuentar menos su compañía, la incorporación de alguien de signo contrario nos hará "subir nota".

Reformulando el viejo dicho, dime con quién andas y te diré cómo te sientes.

Aparca las críticas y quejas
Decía Baltasar Gracián que "Quien critica se confiesa", motivo por el que los criticones siempre acaban quedando en evidencia.

La protesta constante no solo hace de nosotros una compañía pesada para los demás, también mata nuestra alegría al poner el foco en la parte sombría de la realidad.

Olvida los ojalás
Cada vez que lamentamos lo que podríamos haber hecho y no hicimos, nos embarga el sentimiento de estar malgastando la vida.

Hay dos preguntas que nos pueden ayudar a evitarlo, y la primera es: "Si no tuvieras miedo, ¿qué harías?"

La segunda: "¿Qué es lo que amas y te hace feliz?" necesita de nuestra acción inmediata después de la respuesta.

Haz tu lista de satisfacciones
Bertolt Brecht anotó en un poema pequeños placeres cotidianos como mirar por la ventana, reencontrar un viejo libro o ponerse unos zapatos cómodos.

Tomar conciencia de las cosas que desatan nuestra alegría hace que les prestemos más atención y no las pasemos por alto.

Escribe tu greatest hits de momentos agradables y éstos se multiplicarán.

Saca a pasear tu alegría
Desde la antigua Grecia, los filósofos sabían que quien mueve las piernas también tonifica las ideas.

La alegría ama los espacios abiertos y cobra nueva vida con el aire fresco, mientras que encerrarnos la hace languidecer.

Caminar, solo o en compañía, ayuda a disolver las preocupaciones y amplía nuestro ancho de banda mental.

Permítete alguna locura
Mae West, la actriz que escandalizó a los americanos durante el periodo de entreguerras, decía que "Solo se vive una vez, pero si lo haces bien, una vez es suficiente".

Dejar de ser siempre razonable y hacer algo extravagante aporta sal a la vida.

Aprende algo nuevo
Decía Paracelso que "cuanto mayor es el conocimiento, más grande es el amor".

Salir del mundo conocido para incorporar novedades y descubrimientos a nuestra vida es una fuente de múltiples satisfacciones.

Descubrir un autor, escuchar un disco por primera vez, memorizar una palabra de un idioma extranjero… contribuye a ampliar nuestro horizonte cotidiano.

La alegría es una forma de vivir
Hay personas que son infelices teniéndolo —en apariencia— todo, mientras que otras son capaces de celebrar la vida, por muy adversas que sean sus circunstancias.

Este es el caso de Olivier Bouyssi, que tras un grave accidente de motocicleta recibió una transfusión de sangre infectada, lo que además de dos paradas cardíacas y de quedar postrado en silla de ruedas, le obligaría a convivir con tres tipos de cáncer distintos. Y todo ello sin perder la alegría.

En su libro, Feliz contra todo pronóstico, explica su secreto:

"Más de la mitad de mi vida he vivido pendiente de un informe médico o de unos síntomas. Y aunque parezca imposible, a todo se adapta uno. Es más, incluso llegas a olvidarlo. La vida no se detiene y junto con los dolores, aparecen nuevos proyectos, y a pesar de las operaciones, nacen nuevos placeres."

Todo depende de tu mirada

Independientemente de nuestra situación, como decía Viktor Frankl, de cada cual depende "la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias".

Podemos contemplar la vida como un lugar de infinitas posibilidades donde, incluso en los momentos más difíciles, hay resquicios para la alegría.

Todo depende de nuestra mirada, ya que, como el gato de Schrödinger que está vivo y muerto, el vaso está siempre medio vacío y medio lleno a la vez.




Por Francesc Miralles
 
7 señales de que tienes éxito en la vida (incluso si crees que no lo tienes)

"Demasiadas personas miden cuán exitosas son por cuánto dinero ganan o por la gente con la que se asocian. En mi opinión, el verdadero éxito debería medirse por lo feliz que eres“- Richard Branson


El éxito se mide de muchas maneras diferentes, y si usted es como el resto de nosotros, puede que esté luchando para averiguar si le va bien. Según la televisión, las películas y los medios de comunicación, el éxito a menudo se mide en la cantidad de dinero que usted tiene, su puesto laboral, que usted tenga o no una familia – ese tipo de cosas.


El autor Travis Bradberry afirma: “Demasiadas personas miden el éxito que tienen por la cantidad de dinero que ganan o por las personas con las que se asocian. En mi opinión, el verdadero éxito debería medirse por lo feliz que eres“.


Las realidades materiales pueden ser una buena medida del éxito, pero no son las únicas cosas que cuentan. Cuando se trata de medir el éxito, hay mucho más que considerar. Si usted se pregunta cuál es su situación, es posible que lo esté haciendo mejor de lo que cree.


AQUÍ HAY 7 SEÑALES QUE TIENES MÁS ÉXITO DE LO QUE PIENSAS QUE TÚ ERES

1. NO HAS RENUNCIADO A TUS SUEÑOS

Incluso si aún no los has logrado, sigues haciendo planes y avanzando al intentar alcanzar tus metas. El éxito no siempre se mide en si has cumplido o no con todas tus metas de la vida – a veces, sólo significa tenerlas, y negarse a rendirse. Siempre y cuando siempre tengas un sueño, y sigas avanzando y tomando oportunidades y pasos para lograrlo, lo estás haciendo muy bien.


2. ESTÁS VIVO Y SANO

Esta es probablemente la medida de éxito más importante. La vida puede estar llena de tantos giros y vueltas, altibajos – si alguna vez has luchado con puntos bajos en tu vida, o episodios depresivos, probablemente te has dado cuenta de lo difícil que es seguir adelante. Pero si has superado todos los momentos bajos y sigues vivo, entonces eso es definitivamente motivo de celebración. Felicitaciones, eres un éxito.





3. SIGUES MEJORANDO PESE A LOS OBSTÁCULOS

A veces, la gente siente que ha llegado a su punto máximo y no hay razón para seguir avanzando y aprendiendo más y mejorando como persona. Incluso si has fracasado unas cuantas veces en tu vida, sigues siendo un éxito si aprendes de esos fracasos y errores y los usas para seguir mejorando cada día.


Elle Kaplan, directora ejecutiva de Lexion Capital Management, dice: “Con demasiada frecuencia en la vida, los objetivos de las personas se desbaratan cuando se centran en sus fracasos. Pero si usted tiene la fortaleza mental para cambiar en una dirección más productiva cuando las cosas van mal, se está preparando para el éxito.” No importa si has fallado diez veces o cien veces – siempre y cuando cada fracaso se traduzca en un intento de mejorar tú mismo.


4. ALGUIEN TE AMA

Si esta persona es su familia, un amigo o su pareja, tener a alguien que se preocupe por ti y te quiera es una manera importante de medir el éxito. La autora Liz Ryan dice: “Si tienes gente a la que quieres y que te quiere también a ti, tienes éxito“.


La vida puede ser solitaria, pero siempre es mejor cuando compartes todos los altibajos con alguien que se preocupa por ti. Un amor incondicional e inflexible es una manera de medir tu éxito, y si lo has encontrado, entonces estás en el camino correcto.


5. APRENDISTE A PERDONAR

Quedarse con los rencores puede hacerte sentirte bien al principio, pero con el tiempo esa ira y ese resentimiento comienza a devorarnos. Si has aprendido el arte (a veces complicado) del perdón, entonces tu vida se habrá vuelto más y más exitosa cada día que vives libre de esa ira.





Aprende a perdonar tan pronto como puedas. Es sólo para que puedas ‘despegar’ en la vida, empezar a avanzar más rápido y abrir la puerta a más éxito y felicidad “, dice Kevin J. Donaldson, entrenador de Vida y Negocios de NLP.


Tu mente y tu cuerpo estarán más en paz una vez que aprendas a perdonar.


6. TIENES UNA CASA Y ROPA

Es hora de dar un paso atrás y mirar a tu alrededor. Si tienes una casa y un techo sobre tu cabeza, así como ropa, entonces yo diría que lo estás haciendo bastante bien. Independientemente de todas las otras cosas que suceden a tu alrededor, si has logrado un hogar para ti mismo y puedes mantenerte vestido y alimentado, entonces cualquier otra medida de éxito realmente no importa. Lo estás haciendo muy bien.


7. PUEDES SER TÚ MISMO

No importa quién seas, si estás en un lugar mental y físicamente donde puedes ser tú mismo y expresarte como quieras, entonces has llegado a un lugar de éxito que muy pocos pueden alcanzar. Claro, hay personas con muchísimo dinero, pero a menudo están atascados y son incapaces de expresarse como realmente desean, y no inspiran a nadie a ser fieles a sí mismos. Si has llegado tan lejos en tu viaje al éxito, entonces lo estás haciendo increíble.


El éxito no siempre tiene que ver con el dinero, los trofeos o los títulos. A veces, el éxito es acerca de cómo has crecido como persona y tu viaje desde quien eras hasta quien eres. Algunas personas viven toda su vida sin hacer ese viaje.


Aprender a aceptar que el éxito puede venir en diferentes clases de tamaños significa que vas a ser capaz de avanzar en la vida sintiéndose más positivo, seguro de ti mismo y – ¡sí! exitoso.
 
Cómo tener amigos del otro s*x*, en 7 claves

Hombres y mujeres a los que les cuesta horrores relacionarse con individuos del otro s*x*. ¿Cómo superar esta situación?

Algunas personas viven preocupadas porque no ven la forma de entablar conversación y amistad con personas del otro s*x*. Varios mitos y tabúes pueden ser la causa de esta distancia que, en ocasiones, se crea entre hombres y mujeres.

Cómo tener amigos del otro s*x*

En este artículo vamos a descubrir algunas pautas y consejos para despojarnos de ciertos prejuicios y labrar la amistad entre personas de distinto s*x* al nuestro.


1. Descarta prejuicios

En el caso de que no hayas tenido, o no tengas, amigos del otro s*x*, procura revisar a qué se debe. ¿Es sólo casualidad? ¿Hay algún prejuicio de tu parte? ¿Son los prejuicios de los otros? Si son tuyos, ¿qué necesitarías para diluirlos?

2. Valora tus amistades
Haz una lista de amigos del otro s*x* que hayas tenido a lo largo de tu vida, no importa si fueron muchos, unos pocos o sólo uno. ¿Qué te aportó esa amistad? ¿En qué se diferenciaba de la relación con amigos de tu mismo s*x*? ¿Aprendiste algo del s*x* opuesto acerca de ese vínculo?

3. Aproxímate al s*x* opuesto
Si eres de aquellas personas que, en las reuniones sociales, se limitan a relacionarse con los de su mismo s*x*, estés en pareja o no, hazte el propósito de cambiar esto la próxima vez. Únete al grupo de “ellas” (si eres hombre) o “ellos” (si eres mujer) y permanece allí todo el tiempo que puedas. Verás que, pasado un tiempo, y si dejas atrás ciertos prejuicios tanto de tu parte como del grupo, empezarás a descubrir cosas interesantes, ya sea en los temas de que se habla, en las actitudes y demás. Repite esto tan a menudo como puedas. Empezarás a ver con otros ojos a los del s*x* opuesto, se te comenzará a recibir de una manera distinta y pronto tendrás amigos o amigas que irán abriendo tu propia perspectiva de las relaciones entre personas de distinto s*x*.

4. Pide consejo a un amigo
Entre tus amistades, compañeros de trabajo o conocidos, elige a una persona del s*x* opuesto, cuéntale algo que sea importante para ti –aunque no necesariamente debe ser una intimidad o una confesión–. Pídele su opinión, un comentario o un consejo. Prométele contarle cómo te ha ido y agradece la atención. Compara cómo es recibida tu petición de consejo cuando haces lo mismo con alguien de tu s*x*. Quizás empieces a enriquecerte con la diversidad que surge del contacto con una mirada distinta en cuanto a género. No olvides decirle a esa persona “necesito la opinión (o el punto de vista) de un hombre (o de una mujer si eres hombre)”. Deja claro que te acercaste con un propósito específico y sin ninguna segunda intención.

5. Establece límites
Es posible que en algunas ocasiones tengas que establecer límites con claridad y firmeza en cuanto a una posible relación sentimental o sexual. Si tú estás construyendo un vínculo de amistad y la otra persona entra en un territorio ambiguo, es bueno que le plantees tus propósitos. Es más fácil tener s*x* que amistad con alguien del s*x* opuesto, de manera que, cuando dos personas se eligen como amigos, es bueno que honren el vínculo. De lo contrario, puede ser que uno de los dos se esté valiendo del otro o que la relación no vaya mucho más allá.

6. Cuéntaselo a tu pareja
Si estás en pareja y tienes amigos del otro s*x*, incluye tu relato acerca de tus encuentros con ellos en las conversaciones con tu pareja. Además, pídele a tu pareja opinión sobre cosas que te ocurren con estos amigos o amigas. Esto te permitirá vivir y admitir con naturalidad –y también a tu pareja– la experiencia de diferentes tipos de vínculo con personas del otro s*x* sin necesidad de malentendidos.

7. Comparte actividades
Si ya tienes un vínculo de amistad con alguien del otro s*x*, o si te propones construir un vínculo de ese tipo, trata de que el mismo incluya actividades compartidas. De este modo, no se agotará sólo en charlas y palabras, lo que puede llevar al riesgo de desvíos por aburrimiento. Las actividades compartidas –ir de compras, ver una película, ir al teatro, compartir un cursillo, hacer deporte– movilizan y producen energía, y por tanto amplían los horizontes del vínculo amistoso.

Por Sergio Sinay
 
8 claves para prevenir los celos y dejar de preocuparte

Nos traen un mensaje claro: tenemos miedo a que otro ocupe nuestro lugar. Y también nos marcan el camino, las inseguridades que debemos mejorar

Hace seis meses se presentaron Erica y Germán en mi consulta. Ella estaba muy afectada por la infidelidad de su marido. Se querían, pero Germán había ido a buscar fuera algo que faltaba dentro de la pareja.

El mensaje y significado de los celos
Los casos de infidelidad a veces muestran fisuras reparables y, otras, dejan claro que ya no hay pareja. En este caso, ella estaba muy sensible y, a pesar de que había pasado un año y él ya no daba motivos, las escenas de celos eran moneda corriente.

Trabajamos para ver cuál era el mensaje que había detrás de lo que había sucedido y descubrimos que Erica, poco a poco, se había ido aislando en su trabajo. Compartían las cosas de la casa pero como dos socios. La ternura y la dulzura de ella se habían desvanecido.

Germán, detrás de una aparente aceptación, estaba atravesando por un sentimiento de abandono que, sin darse cuenta, había reflotado su dura historia infantil de abandonos.

Carencias afectivas
Las circunstancias le hicieron encontrar una mujer que acarició sus viejas heridas y se produjo el traspié. Germán mismo dejó la relación antes de que Erica lo supiera, pero cuando esta finalmente se enteró, estuvieron a punto de separarse.

A medida que la terapia fue transcurriendo, Erica pudo ver cómo había descuidado a la pareja, dejando que la relación se enfriara, y esta plena conciencia le permitió calmar su enfado y comenzar la verdadera reconciliación.

Por otro lado, trabajé con Germán la escucha de sus propios sentimientos y su expresión dentro de la pareja, para canalizar la frustración sin poner en peligro a toda la familia.

En este caso, fue posible descifrar el mensaje de la situación y la relación salió fortalecida. Y es que, muchas veces, si tomamos los celos como un embajador que trae información para mejorar la relación, los podemos transformar en algo constructivo.

¿Por qué sentimos celos?
Los celos se dan cuando imaginamos que alguien puede darle a nuestra pareja aquello que no obtiene de nosotros y, a consecuencia de ello, perderemos su amor.

Lo cierto es que siempre habrá alguien que pueda cubrir mejor que nosotros nuestros aspectos menos desarrollados, pero esto no quiere decir que se pierda el amor por ello.

En todo caso, podemos observar que cuando nos “pican” los celos, seguramente se trata de algo en que “nos sentimos menos” y quizá sería bueno tomarlos como un incentivo para desarrollar aquellas partes de la relación que nos quedan por descubrir o que habíamos descuidado.

Cuando otro tiene algo que no tenemos –o así lo creemos– y se acerca a nuestra pareja, comienza cierta picazón. Cuando esta es leve, puede ser un estímulo para estrechar la relación en alguno de sus aspectos: como compañeros de vida, en el área sexual o aumentando la intimidad en los encuentros del alma.

Sin embargo, cuando la picazón resulta inaguantable, nos sentimos mal y la relación comienza a verse afectada.

Empezamos a vigilar a nuestra pareja porque creemos que lo esencial es lo que hace, sin darnos cuenta de que el alimento de los celos son nuestras carencias e inseguridades.

“Si me quisiera, solo tendría ojos para mí”, dice para sí el celoso. Y, por debajo, suelen ocultarse otros pensamientos: “Si mira a otra persona, es que yo no valgo”. Y muy, muy adentro: “Si yo fuera él, elegiría a otra”.

Por Silvia Salinas
 

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