Autoestima y otros temas de psicología

Aprovecha el poder de tu imaginación

La imaginación puede ser tu mayor aliada o la peor pesadilla. Igual que magnifica los miedos y nos bloquea, puede ayudarnos a perfeccionar destrezas e, incluso, superar traumas de la infancia.

Si alguna vez has repasado mentalmente alguna conversación trascendente para ti, como por ejemplo una entrevista de trabajo, y si además en esta repetición imaginaria te has permitido expresar aquello que realmente te hubiese gustado comentar y que no se te ocurrió en ese momento, no te preocupes: no tienes ningún problema.

Simplemente estás utilizando el poder de tu mente para entrenar la respuesta adecuada para la siguiente vez que pases por una circunstancia semejante. Con toda probabilidad, cuando vuelvas a encontrarte en una situación parecida, sabrás qué decir y podrás exponer tus argumentos de forma mucho más fluida y válida para tus intereses.

La capacidad de imaginar es una de las más potentes de nuestro cerebro y, sin embargo, está entre las menos estudiadas y analizadas.

La imaginación nos ayuda a progresar
El ser humano no solo posee la extraordinaria cualidad de poder representar en su mente imágenes sin necesidad de tener presente el estímulo real, sino que además puede, durante estas representaciones imaginarias, experimentar las mismas sensaciones que habría tenido en circunstancias análogas de su vida real.

La imaginación puede ayudar a los deportistas a practicar y reforzar ciertos movimientos esenciales para progresar en sus respectivas disciplinas. Así lo aplicaron, ya en la década de los 30 del siglo pasado, autores como Jacobson y Sackett. Más recientemente, Álvaro Pascual-Leone, profesor español de Neurología en la Universidad de Harvard, ha demostrado cómo la práctica mental ayuda a los músicos a mejorar sus habilidades.

“Imaginar una acción induce cambios cerebrales que en algunos aspectos son idénticos a los que se producen al hacerlo físicamente”, dice Pascual-Leone.

Al imaginar una escena se activan zonas del cerebro similares a las que se activan cuando la estamos viviendo realmente. De hecho, para nuestro cerebro, apenas hay diferencia entre una escena vivida y otra imaginada, pues ambas pueden provocarnos reacciones y emociones muy parecidas. Este es el motivo por el cual, cuando leemos un libro o vemos una película completamente concentrados en la historia, conectamos interiormente con los personajes y experimentamos las mismas emociones que ellos están sintiendo.

En las últimas décadas, los psicólogos han comenzado a profundizar en el estudio de la imaginación y se están encontrando aplicaciones espectaculares en distintos campos, como la psicología del deporte, la música o la psicoterapia. Entre otras muchas, podemos destacar las siguientes:

Los deportistas mejoran sus prácticas
En 2015, la campeona olímpica y del mundo de bádminton Carolina Marín sufrió, a falta de un mes para el campeonato en el que tenía la posibilidad de revalidar su título, una lesión en el pie. Durante dos semanas, a pesar de no poder entrenar con normalidad, no dejó de trabajar y se preparó para el torneo utilizando la “práctica imaginada”, un ejercicio muy usado en psicología deportiva que consiste en visualizarse realizando los movimientos como si realmente estuviéramos en la pista.

A pesar de estar inmovilizada, su cerebro seguía entrenando y reforzando los movimientos requeridos y, de esta manera, el tiempo de la lesión no fue un tiempo perdido. Carolina se recuperó de su lesión a tiempo y pudo participar en la competición. Jugó de forma brillante, venció a sus rivales y se proclamó campeona del mundo. Según comentó Marín con posterioridad, una parte de su éxito se debió a su entrenamiento con la imaginación.

Los músicos preparan sus actuaciones
Julio, un amigo violinista, en cierta ocasión me contó cómo preparaba sus recitales. En las semanas previas a un concierto, ensayaba durante todo el día repasando una y otra vez las partes más complicadas de la partitura. Además, cada noche, antes de dormir, se visualizaba en el escenario tocando el concierto. Se imaginaba todos los detalles: el público, la luz, la orquesta,y practicaba mentalmente toda la obra.

Los investigadores han demostrado que, durante el sueño, el cerebro consolida y organiza todos los aprendizajes del día anterior, de modo que la práctica de Julio antes de dormir le servía enormemente en su preparación. Cuando llegaba el día de la actuación, Julio subía al escenario tranquilo y convencido de que todo iba a salir bien. No en vano, ya había tocado en el concierto innumerables veces en su cabeza.

Combinar la práctica real con la imaginada
Se ha comprobado que la mejor forma de obtener excelentes resultados trabajando con la imaginación se da al combinar la experiencia real con la práctica imaginada. Practicar, previamente, en vivo nos da una base sobre la que podemos trabajar después de forma imaginada.

Resulta erróneo pensar que podemos conseguir mejoras espectaculares solo con las visualizaciones.

No podemos, por ejemplo, aprender a montar en bicicleta si nunca nos hemos subido a una. Pero sí que es cierto que una vez experimentadas en la realidad las destrezas básicas del ejercicio que queremos realizar, la imaginación puede acelerar el aprendizaje y potenciar el resultado.

La programación del pasado sigue muy presente
En nuestra vida cotidiana podemos encontrar numerosos ejemplos de cómo nos influye el poder de la imaginación, aunque, por desgracia, los efectos más comunes suelen estar asociados a consecuencias negativas. Cada vez que nos repetimos (puede ser cientos de veces a lo largo del día) frases como “esto me da miedo” “no voy a ser capaz” o “los demás son mejores que yo”, estamos generando y reforzando una expectativa negativa ante una situación y nos estamos condenando al fracaso.

Fracaso programado durante largo tiempo en nuestro cerebro (probablemente desde nuestra infancia) que, al confirmar que somos torpes e inútiles, actúa reforzando la imagen negativa que albergamos sobre nosotros. Si no le ponemos freno a este flujo de pensamientos, pasaremos nuestras vidas en un círculo de negatividad, tóxico y enfermizo, del que resulta muy difícil salir.

Según Bruce Lipton, “el subconsciente es un procesador de información un millón de veces más rápido que la mente consciente, y utiliza entre el 95 y el 99 por ciento del tiempo la información ya almacenada desde nuestra niñez como un referente”.

Resulta de vital importancia mostrar un cuidado exquisito con las expresiones que les dirigimos a los niños durante sus primeros años de vida, pues es un periodo en el que su mente se está desarrollando y resulta extremadamente maleable (cualquier palabra que les digamos puede ejercer un enorme impacto sobre ellos).

Si el discurso del adulto hacia los niños se compone de rechazo y negatividad, ellos tomarán las palabras como ciertas y su realidad se configurará a base de pensamientos (reforzados día a día por su imaginación) en los que se verán y se sentirán como personas incapaces, miedosas o inseguras.

El papel de la imaginación en la terapia
Cuando una persona viene a consulta con una visión muy negativa de sí misma, le digo: “¿No confías en ti? ¿Dudas de tus capacidades? ¿Acaso no te has dado cuenta de lo poderosa que es tu mente? Mira cómo te obliga a fumar aunque tú no quieras o cómo te crea una crisis de ansiedad que hace que pienses que estás al borde de la muerte. Eres tú quien creas todo esto. Tu mente es muy poderosa. Lo único que sucede es que no has aprendido a utilizarla de forma positiva”.

En terapia, no podemos entrar dentro de nuestro cerebro para modificar las redes neuronales de los patrones negativos. Sin embargo, sí estamos capacitados para utilizar la imaginación como medio para promover y reforzar el cambio de actitud que deseamos.

Como ya escribió Ramón y Cajal hace más de un siglo, “todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”.

No podemos cambiar nuestro pasado, pero sí podemos transformar la actitud que manifestamos hacia él. Además, todos poseemos la capacidad de reprogramar los patrones que se crearon entonces. Cada vez que nos visualizamos haciendo lo que deseamos, ya sea hablar en público o reclamar nuestros derechos ante un jefe dictatorial, estamos reforzando esta nueva actitud en nuestro cerebro.

Por ejemplo, si nos imaginamos frente a nuestros padres hablándoles sinceramente de las cosas que nos dolieron en el pasado (“no debiste hacer esto”, “me dolía que me pegaras” o “debiste dejarme que experimentara por mí misma”) estamos recuperando la autoestima y la fortaleza que perdimos en su momento. Por otra parte, mientras estamos trabajando para consolidar nuestras nuevas actitudes positivas, no estamos alimentando las antiguas conexiones tan tóxicas para nuestras vidas, por lo que, poco a poco, estas irán perdiendo fuerza en beneficio de las nuevas.

5 preguntas para construir tu nuevo presente
Teniendo en cuenta todo lo que acabas de leer, ahora ya sabes que tú tienes el poder para cambiar las circunstancias de tu presente. Para cuando vuelvas a encontrarte frente a una situación que te haga sentir mal, te propongo que contestes a las siguientes preguntas:

  1. ¿Cómo me hace sentir la situación?
  2. ¿He tenido sensaciones parecidas en el pasado?
  3. ¿Estoy ante un patrón repetido en mi vida?
  4. ¿Cómo me gustaría actuar o cómo quiero poder reaccionar ante esta situación?
  5. ¿Qué necesitaría hacer?
A partir de tus respuestas, puedes crear tu propio escenario para trabajar en la imaginación aquellos aspectos positivos que quieras lograr. No dudes de que solo con pensar en ello, ya has comenzado a trabajar para conseguirlo.

Por Ramón Soler
 
Adaptación y flexibilidad: Los beneficios del cambio



Sabemos que necesitamos cambiar en ocasiones, para mejorar, para ser más felices, para tener una vida más plena. Pero nos resistimos a ese cambio, sin darnos cuenta de que, a pesar de todo, el cambio es constante. Aunque intentemos evitarlo, el cambio entrará en nuestra vida, y no hacer nada no evita nada. Sin embargo, iniciar el cambio desde nosotros mismos de manera voluntaria nos permite adaptarnos de manera consciente.


Ser flexible es la clave para cambiar.




El problema al que muchas veces nos enfrentamos es, a que los cambios llegan de manera inesperada y no nos gusta la nueva situación. Pero evitarlo no evita que ocurra.


Las cosas son como son, la vida viene como viene, y hay que adaptarse. Evidentemetne, no es lo mismo cambiar de ciudad que perder el trabajo, o incluso perder a una persona clave. Pero, en cualquier caso, hay que buscar la manera de acomodarse, de cambiar el punto de vista, de adaptarse mentalmente a la nueva situación. Así, podremos hacer lo necesario para vivir esa nueva vida.


Cada vez que haya que hacer cambios, estos traerán nuevos conocimientos y experiencias, que nos ayudarán a crecer como personas, a ser más sabios y más fuertes. Pero hay que dejar que ese cambio nos inunde.


Beneficios del cambio

Esto son algunos de los beneficios que el cambio puede tener en tu vida.


– Crecimiento personal




Cómo decíamos, cambiar te permite tener nuevas experiencias y aprender cosas nuevas que te ayudarán a crecer como persona. Descubrirás nuevas ideas, encontrarás nuevas metas y desarrollarás nuevos valores. Y todo ello te hará vivir una vida más plena y feliz.


– Flexibilidad


Cuantos más cambios tengas que hacer en tu vida, más fácil te resultará asumirlos. Como resultado, serás cada vez más flexible y cada vez te costará menos adaptarte y cambiar, lo cual será menos traumático.


– Mejorar


El cambio nos trae la posibilidad de mejorar a todos los niveles. Las cosas no mejoran por sí mismas si no cambiamos algo. Existe el riesgo de estar peor, pero sigues teniendo la oportunidad de cambiar de nuevo, aprovechando lo aprendido de la experiencia. En cualquier caso, sin cambio no hay mejora.




– Valorar lo pequeño


Los cambios te permitirán valorar cosas que, de otra manera, pueda que ni sepas que existen o que creas que no tienen ningún valor.


– Serás más fuerte


La resistencia al cambio está motivada, entre otras cosas, por sentimientos de inseguridad y debilidad. A medida que cambias y te adaptas, descubres que cada vez eres más fuerte y te sientes más seguro de ti mismo.


– Nuevas oportunidades


Los cambios traen consigo nuevas oportunidades para disfrutar de la vida, tener una existencia más feliz, conocer nuevas personas y descubrir nuevas metas.


– Empezar de nuevo


¿Cuántas veces has deseado empezar otra vez? Solo el cambio te permitirá ese nuevo comienzo, ya sea cambiando de lugar de trabajo, de lugar de residencia, o simplemente cambiando tus hábitos de vida, tu actitud o tus valores.


Salir de la zona de confort

Todos estos cambios implican salir de la zona de confort, una zona que nos ofrece la falsa seguridad de que todo está bien. En el fondo, aferrarse a esta zona de confort es un síntoma de miedo.


La expresión popular “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer” nos da una idea de lo limitante que es esta zona de confort, de lo negativa que se hace la vida si a lo único a lo que aspiramos es a no estar peor de lo que estamos ya.


El cambio nos da la oportunidad. Ser flexible nos ayuda a encajar mejor todo lo nuevo y todo lo bueno que podemos encontrar si lo intentamos.

Por Eva Maria Rodríguez
 
Aprender a ser flexible



¿Por qué hay personas tan obedientes consigo mismas? ¿Por qué se autoimponen deberes y obligaciones inquebrantables? ¿Por qué no son capaces de romper con ello en según qué casos?


Hay gente que empieza el día ya cansada. Nada más sonar el despertador, sus cabezas repasan todas y cada una de las obligaciones del día:


  • Horarios que cumplir.
  • Tareas profesionales y domésticas.
  • Viajes de los hijos de aquí para allá.
  • Encargos que le pidieron sus parejas o sus padres.
  • Llamadas de rigor a algunos familiares y las felicitaciones de cumpleaños de los amigos (sin pasarse ninguna fecha)…

Sus vida se convierten cada día en una prueba de obstáculos a superar. Al acostarse, resoplan un poco como el que por fin llega a la meta, aunque les invade la duda de si lo hicieron todo bien. Quisieran ser de otra manera, pero sus mentes rígidas no se lo permite.


Muchas de estas personas han crecido con un sentido obediente de la existencia. Al contrario de los rebeldes, han aprendido a ACARREAR con las expectativas de los demás que tan buenos dividendos afectivos les dieron en la infancia. Ahora, de mayores, todas estas personas no saben cómo salir de esa condenada visión de la existencia en la que no pueden, o no se atreven, a transgredir sus propias obligaciones.


Nacidas en el crisol de una cultura judeocristiana, muy dada a la exhortación del sacrificio, se convierten en cumplidores y, para colmo, perfeccionistas. Nada les sabe tan mal como defraudar a los demás, tenerles que decir que no pueden, desobedecer a la autoridad, equivocarse en un examen o ser pilladas en un renuncio cuando son el ejemplo perfecto de la virtud y el control.





ESFUERZO Y OBEDIENCIA


Convertirse en un buen niño o una niña buena tiene su precio al cabo del tiempo. Sin apenas darse cuenta, esas personas que demostraron en su infancia disponer de una impecable capacidad de adaptarse a todo se encuentran atrapadas en una curiosa paradoja: convierten la virtud en defecto, es decir, su mayor esfuerzo diario consiste en seguir obedeciendo a las expectativas de los demás, a las normas sociales, a las obligaciones QUE ELLAS MISMAS SE IMPONEN, aunque no haga falta alguna. Siguen adaptándose, solo que ahora el verbo ha cambiado. Ahora “acarrean” con todo. ¡Menudo esfuerzo!


Donde más acarrean los sufridos “buenistas” es ante los deseos, expectativas y normas de aquellos con los que se encuentran vinculados afectivamente. Por un supuesto amor a la pareja, a los hijos o a los amigos, asumen todos los esfuerzos que a los otros les cuestan o, en según qué casos, no les apetecen. Ese mal entendido amor carga con las pesadeces de los demás por mucho que se quejen de ello. Sienten que su destino no es otro que hacerse cargo del sufrimiento ajeno.


Encerradas en el círculo del deber autoimpuesto, se hacen cargo de sus propios lamentos porque, según dicen, “lo que ellas no hagan no lo harán los demás”. Me temo que también piensan que “nadie lo hará como ellas”. Esa creencia, precisamente, es la que sostiene una falsa manera de entender las relaciones. De los actos generosos y altruistas en los que no se espera nada a cambio, esas personas lo viven al revés: porque se esfuerzan en ser generosas y abnegadas, ESPERAN SER AMADAS. Demasiadas expectativas, demasiados sobreesfuerzos para acabar, al final, agotadas e infelices. ¡Malditos hombres buenos! Que diría Nietzsche.





UNA MORAL INFLEXIBLE


Muchas personas no se permiten ser flexibles con ellas mismas, en cambio lo son mucho más con los demás, aunque les pese. Es decir, les consienten lo que no se permiten a sí mismas, lo que revierte en su propia incapacidad de poner límites. Suelen ser hiperresponsables, obedientes a las órdenes jerárquicas, disciplinadas y de una moral inflexible. Aunque aceptan que cada uno haga lo que quiera hacer, ellas no se lo permiten, NO PUEDEN SER “MALAS” CON LOS DEMÁS y, para colmo, se culpan de ello. Si un día se pasan un pelín de la raya, se avergüenzan tanto que la autoinculpación los corroe por dentro.


Muchas personas “obedientes” suelen sufrir de “rigidez mental”, es decir, les cuestan horrores los cambios, no les gustan demasiado las sorpresas y prefieren una vida ordenada e incluso repetitiva, antes que verse envueltas en la peligrosa ruleta del azar.


Cada vez que llamo a una amiga mía que es de este tipo de personas, para quedar con ella, a sabiendas de que le encanta encontrarse conmigo, es incapaz de renunciar a sus programaciones previstas. La pobre se pasa la llamada recitándome la agenda de actividades que tiene previstas o las limpiezas que todavía le quedan por hacer en la casa. No se da cuenta de que la mayoría de tareas son AUTOIMPUESTAS que no tiene que hacerlo todo, ni nadie le va a pedir explicación alguna. Pero su mente y su moral son inflexibles, no hay espacio para la improvisación.





NO ES NECESARIO COMPLICARSE


Creamos problemas allí donde no los hay. Construimos estados de duda por tener que tomar decisiones que nadie nos pide. Confundimos la insatisfacción con un problema angustioso que se debe resolver. No obstante, la insatisfacción, las heridas, la impotencia, son situaciones, estados que sentimos y que no necesitan resolverse, sino aceptarse. ¡Qué ganas de vivir con problemas!


Hubo un tiempo en el que no había mayor consagración que la de cumplir con lo debido. Hoy, faltar a nuestra fuerza transformadora, a nuestra creatividad, a vivir en lo que amamos, es renunciar al poder de nuestra voluntad. Conquista nuestra libertad pasa por librarse también del APEGO A UNA OBEDIENCIA EXCESIVA. Nos pueden ser útiles tres posibles instrucciones: ocuparse sin exigir, amar sin imponer condiciones y avanzar hacia los objetivos sin apego por los resultados.

Por Xavier Guix
 
Ser más Yo


“…entonces me pregunté a mí misma cuál era la diferencia, qué había contribuido a que ocurriera el cambio. Y lo que me surgió es: AMOR HACIA MÍ MISMO, ESTAR A GUSTO POR SER QUIEN SOY, la sensación de ir por mi propio camino y saber lo que siento y quiero.

Cuando me quiero a mi mismo, sigo disfrutando y deseando amor de la otra persona, pero NO me siento desesperado por conseguirlo, NO siento que dejo de existir si no lo obtengo. NO necesito hacer cualquier cosa, incluso intentar ser quien NO soy, con tal de ser querido.

Cuando me siento a gusto por ser quien soy, me doy perfecta cuenta de que sigo sintiéndome a gusto cuando estoy con la otra persona. Puedo elegir a una potencial pareja no por su apariencia o sus logros, sino por ver SI ME SIENTO MÁS YO todavía cuando estoy con ella.

Cuando tengo la sensación de ir por mi propio camino, satisfecho y motivado con lo que hago en mi vida, no tendré celos de los logros de mi pareja ni necesitaré que esté por debajo de mí para no sentirme demasiado ansioso. Ni necesitaré que alcance más logros para poder montar en el tren de las apariencias.

Cuando sé lo que siento y lo que quiero, puedo comunicar mis deseos, y estar igualmente abierto a escuchar lo que mi pareja quiera decirme. Cuando sé lo que quiero y confío en ello, no termino con resentimiento hacia la otra persona por no haber dicho lo que necesito y el otro no poder leer mi mente (…)

Muchos años de terapia han hecho cambiar todo esto. Puedo estar junto a mi pareja cuando se siente mal, pero NO se convierte en MI malestar. Le pertenece a ella. Cuando mi sobrino está llorando por sus propias penas de amor, estoy con él… pero no le doy consejo hasta que me lo pide, porque es su sentimiento, no el mío.

El espacio que tengo para conectar con los demás es ahora más grande, porque soy YO, no todas las personas que tengo alrededor (…).

 
¿Haces algo a desgana? el poder de escuchar la voz que se queja



Hoy me gustaría compartir contigo algo muy enriquecedor que pasó en una sesión de práctica de CNV. Creo que fue tan rico porque fue fruto de una situación que acababa de pasar justa antes de empezar el taller. Fue lo siguiente.


Ese día empezábamos en un lugar nuevo. Era un local con varias salas y cuando llegamos a la sala donde íbamos a hacer la sesión, nos encontramos que había otro grupo que estaba ocupándola. La persona que había hecho la reserva se sintió incómoda porque se veía abocada a interrumpir a las personas que estaban celebrando su reunión en esa sala. Tras una breve conversación con el grupo “okupa” acordó que nuestro grupo ocuparía otra sala que estaba libre.


Cuando nos dirigíamos hacia la nueva ubicación, esta persona me hizo algún comentario en relación a que ella era la que se había encargado de toda las gestiones para encontrar un nuevo local, que era ella la que tenía que estar antes para abrir, custodiar las llaves,… y encima, lidiar con “grupos ocupas”… Total que el taller empezó.


El tema que propuse fue trabajar alguna situación en la cual hacemos una cosa pero la hacemos de mala gana e indagar sobre ese conflicto interior para encontrar otra alternativas. Para ello trabajaríamos dos partes. La primera, consistiría en indagar en los anhelos y necesidades que se satisfacen cuando hacemos lo que hacemos, aunque sea de mala gana. La segunda, trataríamos de encontrar los anhelos y las necesidades no satisfechas de la voz que se quejaba por hacer lo que se hace. Después de la escucha de ambas, veríamos si hay algún cambio que nos permitiría ver la situación de otra manera.


La persona que se ofreció como voluntaria para hacer la demostración de la dinámica fue precisamente la que había gestionado la reserva de la sala. La situación que expuso fue que ella era la persona que había hecho las gestiones para encontrar el nuevo local para reunirnos, también de la logística de abrir y cerrar, pero que había una voz en ella que se quejaba y le decía que siempre era ella la que lo hacía todo y no recibía ningún apoyo.


Hicimos el ejercicio dando escucha a esas dos partes. Primero a la parte que actúa haciendo las gestiones para encontrar el local y cuidarse de la logística. El grupo le dio empatía y gracias a ello esa persona pudo ver que la parte que actúa así lo hace porque es muy importante para ella contribuir, aportar al grupo, la coherencia con sus valores y el compromiso con el grupo.


Luego nos cuidamos de la voz que se quejaba dándole escucha empática. Entonces pudo darse cuenta que esa parte que se quejaba lo hacía porque estaba necesitando apoyo, comodidad, ligereza y facilidad.


Mirando esas dos partes en conflicto se dio cuenta que actuando de esa forma, sus necesidades de contribución de coherencia y de compromiso estaban satisfechas, y que, al mismo tiempo, sus necesidades de apoyo y facilidad no se estaban cuidando. Vio que estaba necesitando muy vivamente apoyo… sin embargo no pedía ayuda.


Llegado a este punto, me gustaría hacer una pequeña pausa para preguntarte si te ha pasado alguna vez lo mismo. Me refiero a cuando necesitas ayuda y no pides, …. porque a mi, sí que me ha pasado. El primer impulso que tengo es culpabilizarme por ello. Me digo algo así como “mira que eres tonto, si necesitas pide, y si no lo haces no te quejes”. Sin embargo, la CNV nos propone que cualquier comportamiento, aunque pueda ser perjudicial o negativo para mi o para los demás, es un intento de satisfacer necesidades. Me gusta esta mirada compasiva cuando hago algo que no enriquece la vida en vez de culpabilizar y castigar. Así que decidí aplicar este principio a la situación y le dije:


Ya ves que tu estrategia de no pedir no satisface necesidades que son importantes para ti. Sin embargo, si no pides, debe ser porque este comportamiento satisface otras necesidades que también están vivas y deben ser muy valiosas en ese momento. ¿Cuales crees tu que podrían ser las necesidades que cubres cuando no pides lo que estás necesitando?


Después de un rato de que el grupo le dio escucha empática, sugiriéndole valores y necesidades que podrían estar detrás del comportamiento de no pedir, descubrió que si hacía cosas por los demás y no pedía nada, entonces conseguía reconocimiento. Es decir que su anhelo de ser vista y reconocida como una persona valiosa era una necesidad todavía más viva y poderosa que la necesidad de apoyo. También verbalizó un discurso interior por el cual se decía que si pedía, entonces quizás dejarían de valorarla, dejarían de verla como alguien valioso, digno de ser visto y reconocido.


Entonces ocurrió algo mágico. Puso en duda esta creencia… quizás el pedir algo a alguien no la hace menos visible ni menos valiosa para el grupo. Curiosamente el pedir a los demás y el mostrarse vulnerable crea conexión y, por lo tanto, era una forma de ser vista y de ser estimada por el grupo. El grupo corroboró que abrirse a su vulnerabilidad creaba conexión y que entonces podían verla más como un ser humano, que necesita cosas de los demás, que es vulnerable como ellas.


¡Qué momento tan bello! Ser testigo de cómo la empatía permite re-conectar con todas nuestras partes, incluso con aquellas que son quejosas y desagradables. La empatía del grupo, su cuidado, su aceptación y acompañamiento habían hecho posible que esa persona pudiera conectar con todas sus voces de forma empática.Después de esto, fuimos a la fase de peticiones y encontró una que podía hacerse a sí misma: hacer una petición al grupo desde lo que necesita siendo consciente de su vulnerabilidad.


Llegados a este punto quisiera destacar que cuando pedimos desde lo que necesitamos, se facilita la conexión, la compasión y así hay más posibilidades que los demás contribuyan a lo que necesitamos desde su deseo de cuidado y contribución Sin embargo, cuando exijo que los demás hagan algo por mi, aunque tenga como origen la misma necesidad de apoyo, crea precisamente lo contrario, es decir desconexión y rechazo.


En fin, cuando acabó la sesión me enviaron una foto en la que estaban todos juntos celebrando que esa persona había pedido apoyo al grupo. Qué lujo ser testigo de esto, ¿no te parece? ¿Te imaginas si fuéramos capaces de conectar y escuchar con empatía todas las voces, todas nuestras voces, incluso las que son desagradables y quejosas, y qué valor nos aportaría para crear un mundo más armónico? ¿Te imaginas un lugar en el cual las necesidades de todos los seres son escuchadas y tenidas en cuenta? La Comunicación No-Violenta está comprometida con esta visión, por eso cuando pasa esto me siento tan pleno y doy gracias a la vida al ser testigo de que sí que es posible.


En definitiva, para el grupo fue una sesión tan rica que he querido compartirla contigo, con el deseo que también te pueda enriquecer. Ese es mi anhelo.


¡Buen viaje!

Por Francesc Bonada
 
Obediencia o valores; las dos cosas a la vez no es posible.


Hoy lo que te propongo es que reflexionemos juntos acerca de la utilidad de los premios y de los castigos. La primera pregunta que se me ocurre es, ¿porqué premiamos algunos comportamientos y castigamos otros? Si miramos las empresas premian a los trabajadores para que hagan ciertas cosas que se supone benefician a la empresa y castigan para que no hagan otras. Los educadores, ya sean los maestros o los padres en su rol de educadores, premian y castigan para que las personas actúen de una determinada forma. Así que se castiga y se premia porque así las personas hacen lo que queremos que hagan.


Una segunda razón que se me ocurre es que premiar un comportamiento es una manera muy eficaz de desarrollar una costumbre. Ya sabes que las costumbres son aquellas cosas que hacemos sin pensarlas, así que, con la estrategia de premiar y castigar, se consigue condicionar de forma eficaz el comportamiento de las personas. Es como en el famoso experimento de Pávlov. La segunda pregunta que se me ocurre es, ¿para qué premiamos y castigamos? Fíjate que ahora te pregunto por el sentido finalista de los premios y los castigos.


La responsabilidad del que premia y castiga

Hemos quedado que premiar y castigar condiciona comportamientos en las personas. Así que depende de la ética del que dicta los premios y los castigos se consigue que la gente actúe de una forma ética o no ética. Esto supone que hay alguien que juzga lo que es bueno para otras personas y esto es lo que me inquieta de todo este asunto porque hay alguien que decide sobre lo que es bueno y malo sin contar conmigo.


Para mi juzgar supone jugar a ser alguien que todo lo sabe y todo lo conoce y desde ahí es muy fácil imponer cosas porque es lo “correcto”. Es como si dijera “yo sé mejor que tú mismo lo que te conviene” así que, condiciono tu comportamiento mediante los premios y los castigos para que hagas lo que yo quiero que hagas, porque yo se cuidar de ti mejor que tu mismo. No hace falta que pienses, yo lo hago por ti. Yo me hago cargo de tu responsabilidad. ¡Uf, qué miedo me da eso!


El otro asunto importante a tener en cuenta es el siguiente. Si las personas sólo actuamos por miedo al castigo y por ansias de conseguir un premio, ¿donde está nuestro pensamiento crítico sobre lo que estamos haciendo? ¿Donde están nuestros valores cuando hacemos lo que hacemos? El premio y el castigo lo que consiguen es obediencia. Ahora bien, ¿que ocurre si quien hace las leyes o el que dicta las normas que conceden premios y asignan castigos, no es consecuente con mis valores? Cuando nos dejamos llevar por el premio y el castigo sin preguntarnos que valores hay detrás de todo ello o qué se busca promover con esa norma, dejamos nuestro comportamiento en manos de alguien que decide por nosotros.


Obediencia o valores, las dos cosas a la vez no es posible.

Hemos visto que los premios y los castigos son efiaces para desarrollar costumbres y que, si se busca desarrollar costumbres sanas, puede ser muy beneficioso para las personas. Y también hay que tener en cuenta que hay alguien que tiene la responsabilidad de juzgar que es sano y lo que no lo es, lo cual supone una responsabilidad ética.


Ahora me gustaría que pensemos en los premios y los castigos como una estrategia para conseguir que una norma se cumpla. Llegados a este punto, creo que vale la pena reflexionar sobre el elevado coste de aplicar los castigos. Cuando se aplican castigos y sanciones …




  • Se dañan las relaciones.
  • Disminuye el deseo de cooperar.
  • Los que reciben el castigo no perciben los valores que pueden haner en el trasfondo de esa norma.
  • Enseñamos a usar la fuerza para lograr los objetivos.

Además, en el caso de los premios, promovemos el pensamiento que la valía de las personas depende de la valoración de alguien que no son ellos mismos lo cual los convierte en personas fácilmente manipulables. Pienso que afecta negativamente a su autoestima porque no aprenden a valorarse por lo que son y pasan a depender de la opinión de los demás para poder valorarse a ellos mismos.


Por otra parte, si sólo nos preocupamos en el cumplimiento de las normas y nos olvidamos que tras esa norma hay unos valores que se supone compartimos, hacemos que las personas obedezcan y no piensen acerca de lo que hacen y de sus consecuencias. Para ahondar un poco más, te propongo que pienses en un ejemplo de castigo y/o premio y luego en los valores que quieres promover cuando los pones. No importa que sea en tu rol de maestra/o, jefa/e o madre/padre. Ahora responde a estas dos preguntas.


– ¿Qué es lo que quieres que la otra persona haga?


Vale, admito que el castigo y el premio pueden servir para que hagan lo que quiero que hagan. Ahora bien, recuerda los valores que quieres promover con ese comportamiento y hazte la segunda pregunta:


– ¿Qué es lo que quieres que les mueva a hacer lo que hacen?


En este caso creo que imponer un castigo y premiar el comportamiento no sirve en absoluto. Por ejemplo. Supón que en mi casa estoy harto que mis hijas se insulten, así que impongo la norma por la cual castigaré sin postre de chocolate al que insulte. El valor que quiero promover es el trato respetuoso.


Llega un día que se insultan y las castigo sin postre. Al día siguiente impongo la sanción. Se quedan sin postre de chocolate. Parece que funciona pero, al cabo de unos días, se enfadan y se vuelven a insultar. Las castigo otra vez. Entonces me dicen: prefiero quedarme sin postre y insultarla. !Estoy harta¡. Si te fijas, lo que hay implícito en esta frase es que hacen algo y se someten al castigo. Es como si pagaran una deuda y, una vez saldada, ya pueden volver a hacerlo. Entonces, ¿dónde está el aprendizaje? ¿dónde está el valor del respeto que quería promover? ¿Se trata sólo de deudas que hay que pagar?

¿Significa eso que no estoy de acuerdo en que haya normas ni códigos disciplinarios? No es eso. Lo que quiero decir con todo ello es que me encantaría que, como personas que hacemos normas y que cumplimos normas, reflexionemos sobre la utilidad de utilizar castigos y premios para que se cumplan. Pienso que muchas veces nos obsesionamos con el cumplimiento de una norma y nos olvidamos por completo de aquello que buscábamos cuando esa norma se creó. Es lo que algunos llaman el “espíritu de la ley”. Qué bonito pensar en que las leyes tienen espíritu, aunque muchas veces nos olvidemos de ello …


En mi opinión, lo sustancial es el “para qué” y los valores que queríamos promover cuando la creamos (el espíritu) y no tanto las estrategias que utilizamos para conseguirlo. Así que, ¿se te ocurren otras maneras, aparte del premio y el castigo, que ayuden a las personas a cumplir las normas más allá de promover la obediencia por el miedo al castigo o al ansia de obtener un premio? Ya se que no es fácil pero creo que vale la pena pensar en ello si queremos desarrollarnos y desarrollar personas que tengan criterio propio, que se respeten y respeten a los demás y que no se dejen manipular fácilmente.


Para mi, no es lo mismo acatar una norma que me parece coherente con mis valores y que es respetuosa con las necesidades de las personas, que obedecer simplemente para evitar un castigo o para conseguir un premio. ¿Tu qué opinas?

Por Francesc Bonada
 
¿Sabemos diferenciar hechos de opiniones?



En este artículo explicaré las diferencias que hay entre estos dos conceptos que aparentemente son muy claros, pero que se confunden muy a menudo, lo cual nos puede comportar algún que otro problema.




Un hecho es todo evento comprobable mediante la percepción de los sentidos. Es algo observable, verificable y objetivo, es decir, que no depende del sujeto que lo observa. Con las opiniones ocurre algo diferente. Veamos qué dice Wikipedia del término Opinión: Grado de posesión de la verdad respecto de un conocimiento que se afirma como verdadero sin tener garantía de su validez. Se contrapone a la certeza como posesión plena de la verdad que se afirma sin sombra de duda acerca de su validez.


Así pues un término se refiere a lo objetivo mientras que el otro está en el terreno de lo subjetivo.


Un ejercicio.

Vistas estas definiciones, parece que está muy clara la diferencia entre uno y otro término. Permitidme que hagamos una pequeña prueba para comprobar si estamos de acuerdo en que sabemos diferenciar una cosa de otra. De las frases siguientes, os propongo que me digáis si creéis que es un hecho o bien una opinión / evaluación sobre algo.


  1. Juan me hizo una pregunta durante la reunión
  2. Sergio es agresivo cuando habla conmigo
  3. Mi jefe se enfadó conmigo sin motivo
  4. Mi hijo, a menudo, deja la ropa tirada en el suelo
  5. Raras veces accedes a mis peticiones

Veamos las respuestas:


  1. Si has contestado que es un hecho estamos de acuerdo. Es una observación sobre algo que pasó en la reunión sin añadirle ninguna evaluación.
  2. Para mí es una evaluación o juicio. Decir que es agresivo es una evaluación. Para ser considerada un hecho debería decir, por ejemplo, que Sergio zarandeó a su amigo cuando le hizo aquella propuesta.
  3. Si has contestado que es un hecho no estamos de acuerdo por un doble motivo. Decir que se enfadó es una evaluación, porque otra persona podría pensar que estaba herido o asustado. Un hecho sería decir que tiró al suelo el objeto que tenía en sus manos. Lo de ” sin motivo” creo que está claro que es bastante probable que, para la otra persona, hubiera un motivo para enfadarse.
  4. Dejar la ropa en el suelo es un hecho, sin embargo, decir a menudo, es una evaluación. Otra persona, podría considerarlo de otro modo. Una observación sería: los cinco últimos días, al volver de trabajar, me he encontrado tu ropa en el suelo de tu habitación.
  5. Raras veces es, otra vez, una evaluación. Una observación sería, las últimas cuatro veces que te he pedido algo me has dicho que no.

Bueno, ¿Qué tal os ha ido la prueba? No es tan fácil como parecía, ¿Verdad? Ahora os propongo que analicemos que es lo que nos puede pasar si confundimos una cosa con otra.


¿Cuáles son los peligros cuando confundimos ambas cosas?

Una confusión entre ambos términos nos puede llevar a situaciones como las siguientes:


1.- Vivir de los juicios que otros emiten respecto a uno mismo o respecto a los demás. Esto nos ocurre cuando alguien hace una evaluación o un juicio negativo (o positivo) con respecto a nosotros y lo tomamos como una verdad inmutable, lo cual hace que vivamos a expensas de las opiniones de los demás. Hacemos y nos comportamos no como nosotros queremos sino que va en función de las opiniones de los demás. Perdemos nuestra referencia interior para ponerla en los demás, en el exterior.


2.- Confundir la sinceridad con emitir juicios continuamente. Es lo que hacen los “Sincericidas “,es decir, esta clase de personas que dicen continuamente “las verdades” y se olvidan, que son “sus” verdades, y se olvidan que los juicios, son sus juicios y no son hechos.


Fundamentación de los juicios.

Hemos visto que no hay juicios ni opiniones que sean verdaderas o falsas, sino que existen juicios que están fundamentados o no. Llamamos fundamento a la forma en que el pasado puede utilizarse para formular juicios de manera efectiva. Los fundamentos vienen del pasado, se emiten en el presente y abren o cierran posibilidades para el futuro.


El futuro es la clave de los juicios. Los formulamos a causa de nuestra preocupación por el futuro. Nos da una cierta sensación de seguridad porque al emitirlo hacemos una predicción acerca de lo que creemos probable, cerramos abanico de infinitas posibilidades y hacemos previsible el futuro.


Por ejemplo, pienso que “Macario es un muy bueno haciendo arreglos caseros”. Este juicio viene de mi experiencia pasada con él que ha sido positiva, lo cual me hace preveer que, si le encargo un arreglo, es muy probable que realice con eficacia su tarea. El juicio con respecto a él viene del pasado, se formula en el presente y me abre unas posibilidades futuras respecto a trabajar con él.


¿Qué condiciones debe cumplir un juicio bien fundamentado? Para ello os recomiendo el siguiente enlace (Cómo se fundamentan los juicios). A modo de resumen, las condiciones que debe cumplir un juicio para que lo podamos considerar correctamente fundamentado son las siguientes:


  1. La acción que proyectamos hacia el futuro cuando lo emitimos,
  2. Los estándares sostenidos en relación a la acción futura proyectada,
  3. El dominio de observación dentro del cual se emite ” el juicio,
  4. Las afirmaciones que proporcionamos respecto de los estándares sostenidos, y finalmente,
  5. El hecho de que no encontramos fundamento suficiente para sustentar el juicio contrario.

Voy a tratar de explicarlo con un ejemplo. Planteemos el siguiente juicio / evaluación: “Juan siempre llega tarde.” (Quizás alguno de vosotros se quede sorprendido que esto sea un juicio y no un hecho…) y vayamos punto por punto:


1.- se trata de hacerse la siguiente pregunta: ¿Qué posibilidades te abre o te cierra el pensar que siempre llega tarde? Si pienso que va a llegar tarde pensaré en unas acciones que serán diferentes a que si pienso lo contrario. Por ejemplo, quizás convoque al resto de las persona un poco más tarde, o yo mismo me permitiré llegar un poco más tarde,….


2.- estándares que utilizamos para hacer el juicio que hacemos, es decir, ¿Qué significa para ti llegar tarde? Quizás sea cinco minutos, o diez, o quizás quince minutos sea lo normal en el entorno en el que tú te mueves y puede que ese estándar sea diferente para ti que para él.


3.- dominio de observación. Este “llegar tarde”, ¿Ocurre en todos los ámbitos? ¿En el profesional es diferente que en el personal? ¿Existe algún ámbito en el que no llegue tarde? Pudiera ocurrir que sea un “tardón” en el ámbito familiar pero no lo sea en el profesional…


4.- se refiere a los hechos concretos que sostienen el juicio que emitimos. Por ejemplo,” Juan ha llegado 10 minutos después de la hora de convocatoria en tres de las cuatro últimas reuniones.”


5.- ¿Este mismo comportamiento se podría calificar de otra forma? ¿Existe alguna otra persona que haya llegado tarde en tres de la últimas cuatro reuniones convocadas y hayamos calificado esa persona de otra manera? Por ejemplo, podríamos pensar que está teniendo algún problema que le impide llegar a la hora convenida.


Fijaros que las posibilidades de acción que se nos abren son muy diferentes ya que, si cambiamos este juicio quizás estaríamos abiertos a preguntarle si cambiando la hora de la reunión le facilitaría el llegar a la hora acordada, en vez de recriminarle el haber llegado tarde.


Resumen

Hemos visto que no es lo mismo un hecho que una opinión, y que una de las características que los distingue es su objetividad / subjetividad. También hemos tratado de ver que, a la práctica, no es tan fácil de distinguir unos de los otros. Hemos continuado exponiendo las consecuencias que puede llevar el confundir juicios / opiniones con hechos y el peligro que ello supone. Finalmente hemos visto que los juicios no son verdaderos o falsos y hemos aprendido a fundamentarlos. También hemos visto la función positiva que cumplen los juicios.


Conclusiones.

A modo de conclusión os quisiera añadir sólo dos cosas más.


Primero, debemos ser cautelosos y aprender a diferenciar juicios de hechos. Tened en cuenta que fundamentar un juicio que hayamos emitido acerca de algo o alguien nos podría abrir unas posibilidades para hacer cosas diferentes, lo cual nos convierte en personas más flexibles, eficaces y eficientes.


Segundo, un juicio fundamentado sigue siendo un juicio, y no un hecho, y por lo tanto, puede cambiar con el tiempo.

Por Francesc Bonada

 
Las emociones no se pueden controlar, pero sí gestionar.



… o cómo transformar una reacción en una acción elegida: el poder de la conexión.


Para hablar de esto vamos a hacerlo con un ejemplo hipotético. Supongamos que estás en una situación en la cual otra persona se dirige de una forma que para ti es agresiva o poco respetuosa, por ejemplo, eleva su tono de voz para decirte alguna cosa. ¿Qué es lo que nos pasa a nosotros cuando alguien hace algo así? La reacción puede ser diferente en función de la persona e incluso la misma persona puede reaccionar diferente depende del momento en que se encuentre. De ello se deduce que el hecho en sí puede ser el estímulo de lo que sintamos en ese momento, sin embargo no su causa, ya que si fuera así todo el mundo reaccionaría de la misma forma. ¿Por qué ocurre esto? La diferencia está en lo que sentimos en ese momento y lo que nos decimos cuando nos está pasando esto.


Hay una parte que no podemos controlar: lo que estamos sintiendo cuando alguien nos grita. Aceptémoslo, las emociones son siempre reactivas, disparadas por algo que nos ocurre, son de corta duración y no se pueden ni evitar ni controlar. ¿Significa esto que nos debemos resignar a simplemente reaccionar y actuar a lo que nos predisponga cada emoción que sintamos?




La buena noticia es que es posible gestionar las emociones aunque no sea posible ni eliminarlas ni controlarlas. La mala noticia es que la gestión no es una cosa fácil, o por lo menos, la mayoría de nosotros no hemos recibido mucha formación sobre cómo podemos hacerlo por lo que nos falta conocimiento y sobretodo, práctica.


Para dar alguna pista sobre cómo podemos gestionar las emociones sigamos con el ejemplo que iniciamos a principio del artículo. Recordemos la situación. Estamos tranquilamente y de repente alguien se acerca a nosotros y nos hace un comentario elevando el tono normal de su voz. Ante este hecho notamos que se nos acelera el corazón y nos ponemos tensos. Es precisamente esto, el darse cuenta de lo que nos está pasando como el primer paso, absolutamente necesario, para poder gestionar nuestra emoción.


Es probable que en este momento nos asalten un montón de pensamientos acerca de la situación y de la persona: “vaya manera de comportarse”, “qué falta de respeto” “¿se ha creído que puede tratarme de cualquier forma?” y cosas parecidas. En fin, al pensar esto, nuestra emoción aún incrementa su intensidad por lo que el objetivo de conseguir gestionar nuestra emoción se desmorona. Entonces viene cuando contestamos a la otra persona gritándola alguna de las cosas que nos ha venido a la cabeza, y la escalada emocional está asegurada. ¿Cómo podemos cambiarlo?


La clave está en que cuando sintamos la emoción nos hagamos la siguiente pregunta. ¿Qué es lo que valoramos y es muy importante para nosotros que no se está teniendo en cuenta en este momento? ¿Qué necesidad básica mía no se está cubriendo? ¿Quizás sea la necesidad de consideración? ¿Quizás sea la de reconocimiento? ¿Quizás sea la necesidad de tranquilidad y confianza? ¿Quizas sea…? Al formularnos esta clase de preguntas lo que en realidad hacemos es darnos permiso para sentir lo que sentimos. Y esto tiene un efecto curioso porque hace que la sensación no sea tan intensa o, por lo memos, hace que no se incremente. Ya hemos empezado a gestionar la situación.


¿Cuál es el siguiente paso? Lo siguiente es decidir si queremos conectar con la otra persona o todavía estamos demasiado conmovidos como para poder ocuparnos del otro. Sólo lo intentaremos cuando tengamos una firme y sincera voluntad de conectar con la humanidad que hay detrás de la fachada de la persona que está elevando la voz. Sí decidimos que estamos preparados para conectar podríamos decir algo así como.


“Veo que estás muy molesto. Por lo que has dicho entiendo que es muy importante para ti que los demás te tengan en cuenta en las decisiones que te afectan, ¿es así?”.


Lo importante es estos casos, más que acertar sobre lo que le está pasando al otro es demostrar un genuino interés por la persona. Si no has acertado puedes continuar interesándote por lo que le pasa haciéndole más preguntas. Otras veces, una muestra de escucha es “simplemente” permanecer en silencio. En todo caso, esto sólo es posible si antes te has dado a ti mismo la suficiente empatía para que te permita poder ocuparte de lo que le está pasando al otro. Cuando te centras en el otro no te desconectas de lo que sientes sino que resuenas con lo que le pasa, lo cual permite al otro reflejarse, verse a través de ti. Ahora ya podrás ver a la persona que hay detrás de los gritos, la persona que en realidad está llorando por algo que es muy importante para él y no está cubierto.


Una vez que has restablecido la conexión puedes realizar la petición que haya quedado pendiente. En ocasiones puede ser una petición que te haces a ti mismo. Otras veces es algo dirigido a la otra persona. Si lo que necesitabas era que la otra persona te reconociera y respectara tu tranquilidad le podrías decir:


“Me pregunto si te gustaría saber cómo me he sentido yo cuando me has hablado hace unos minutos.” Si la respuesta es afirmativa le podrías decir algo como:


”Cuando has entrado por la puerta y me has hablado en un tono más fuerte de lo habitual yo me he sentido tenso y alterado porque para mí es muy importante que las personas podamos hablar tranquilamente. “ Y ahora podrías hacer la petición. “¿Crees que podemos continuar la conversación con tono de voz más calmado o preferirías que lo pospongamos para un momento en que estemos más tranquilos?”


A través de este ejemplo hemos ilustrado el siguiente proceso:


  1. Reconocer la emoción (estoy tenso, nervioso)
  2. Observar sin tratar de juzgar el hecho que la ha disparado (me ha hablado en un tono de voz más alta de lo habitual)
  3. Encontrar el sentimiento y si ello no es posible encontrar aquella necesidad que es muy importante para mí y que no está satisfecha (la tranquilidad, la confianza…)
  4. Decidir si queremos conectar con la otra persona y hacerlo si así lo hemos decido
  5. Hacer la petición hacia nosotros o hacia la otra persona (que el otro hable en un tono más tranquilo)

Primero lo podéis probar en alguna situación que no sea emocionalmente muy intensa y así ir ganando seguridad y competencia en ello. Es cuestión de probar. Espero y deseo que os sea útil.


¡Feliz aprendizaje y mucha suerte!


Aquí os adjunto un vídeo que habla precisamente de lo que hemos tratado. Que lo disfrutéis.

Por Francesc Bonada
 
Las decisiones. El cuento de Tara




Esta entrada trata de la la dificultad del proceso de toma de decisiones. Y para ello, os he preparado un pequeño relato. Espero que lo disfrutéis y os sea de utilidad.


Tara


Tara era una chica que hacía demasiado tiempo que vivía tranquilamente en su pueblo y había decidido emprender el viaje de su vida. Quería conocer nuevos lugares y gente nueva para aprender todo lo que pudiera. Había preguntado a un montón de gente pero lo que no tenía claro era cual era el mejor camino para conseguirlo. De todos modos, salió de su pueblo con un equipaje ligero pero completo y comenzó a caminar. En seguida se encontró con un primer cruce de caminos. Se paró.“Puedo ir por el camino del medio. Es llano y serpentea por un bosque fresco. Se dice que por allá viven unos duendes mágicos. Si tengo la suerte de verlos les podré hacer la pregunta más difícil que existe y seguro que la contestarán. Pero también puedo escoger el camino de la derecha. Va en dirección de la montañas del norte. Allá se dice que viven unos monjes muy sabios de los que podría aprender muchas cosas interesantes. Claro que también podría escoger el camino de la izquierda que va por los llanos verdes del valle. Allá dicen que a veces se instala una tribu de indios nómadas. Seguro que podría visitar muchos lugares desconocidos y aprender de la gente que conozca ….”


“¿Y si escojo el camino equivocado? Caminar y caminar para descubrir al final que aquel no era el mejor camino… ¿Cómo podría recuperar entonces el tiempo perdido? Es una decisión muy importante y no me puedo permitir una equivocación…¿Qué hago?”


La duda la tenía paralizada. Se sentó encima de una roca a pensar y a pensar sobre su dilema pero cuanto más lo hacía, mayor era su confusión.


Mientras estaba sentada con la cabeza apoyada entre sus manos, se acercó alguien y dijo. Pareces preocupada, ¿te puedo ayudar?


Tara se asustó, levantó rápidamente la cabeza y vio a una persona delgada de aspecto anciano. Cuando la miró a los ojos tuvo una extraña sensación, como si fuera alguien que conocía muy bien, lo cual la tranquilizó. Aunque no la conocía de nada, o precisamente por eso, le explicó lo que la ocurría. Mientras hablaba, el anciano la escuchó atentamente, con una actitud reflexiva y en silencio hasta que acabó su relato. Entonces sacó una pipa de su bolsillo, la encendió. Varias bocanadas de humo dibujaron figuras indescifrables en el aire y dijo.


“De un camino que no conoces sólo puedes ver su inicio, pero no sabes su recorrido ni a dónde te llevará. Podría ser que el camino de la izquierda se cruce con el camino del medio un poco más adelante. O quizás el camino del medio no te lleve al llano. O incluso podría ser que en las montañas del norte no encuentres ni a los monjes ni a ninguna persona. Y es muy probable que en transcurso del camino que elijas encuentres otros cruces. Y también podría suceder todo lo contrario….


Pero hay una cosa de la que sí puedes estar segura. El camino que elijas seguro que será el correcto porque el que busca algo con determinación y compromiso seguro que lo encuentra. Y has dicho que lo que buscas son aprendizajes. El camino que recorrerás no será ni más largo ni más corto del necesario para encontrar tu destino. Buena suerte y que el viaje te sea propicio y lleno de aprendizajes.” Y el anciano se fue por donde había venido.


Tara se quedó pensativa un rato. De hecho no está segura si fueron minutos u horas. Después se quedó mirando el cruce que tanto la había angustiado. Finalmente, y después de vacilar unos instantes más, escogió uno de los tres caminos (tendréis que preguntar a Tara cuál de ellos escogió) sabiendo que aquella era la mejor decisión que podía tomar en ese momento y se puso a caminar con decisión, sin mirar hacia atrás, contenta y con ganas de descubrir los aprendizajes que el viaje seguro la iba a proporcionar.

Por Francesc Bonada
 
Celos en la relación de pareja




El ordenador está ahí sobre la mesa, solo, se ha dejado la sesión encendida de Facebook. Parece que nos está llamando, incitándonos a navegar rápida y compulsivamente por los mensajes del muro, privados, chat, nuevos contactos, likes… y todo que nos pueda dar un indicio de algo que buscamos y, en el fondo, parece que queremos encontrar…¿Nos reconocemos?


Los celos son considerados como un sentimiento normal si se presentan moderadamente y de forma ocasional, ya que son parte del desarrollo emocional de los seres humanos. En la relación de pareja, los celos pueden llegar a ser útiles, porque actúan como un generador de energía en la diada, en la que cada uno se llegaría a esforzar para mantener encendida la llama del amor. Así, los celos serán saludables y constructivos.


Sin embargo, si nos molesta que nuestra pareja tenga planes más allá de los nuestros, si exigimos que cada llamada debe ser respondida, que cada mensaje debe ser contestado al momento, cuando creemos que no tiene derecho a salir con un amigo, si es ella, o con una amiga, si es él, cuando no respetamos su libertad, su estado anímico y sus necesidades. Cuando impedimos que tenga derecho de expresión, de actuación y no respetamos su espacio privado… Estamos ante un problema.

¿Qué hay detrás de los celos?

La fuente de los celos no es el amor, como nos sugieren muchas canciones, sino el miedo: El miedo a perder aquello que poseemos, o que creemos con el derecho a poseer.


Existen diversas causas que provocan los celos, éstas se pueden dar conjuntamente o de forma aislada.


Miedo a estar solo

Darnos cuenta de que no somos irremplazables, nos hace tener miedo, miedo a la pérdida de esa persona con la que compartimos nuestra vida. Pensamos que al perderla estaremos solos, que no vamos a encontrar nadie como él/ella, o que no nos van a querer como lo hace él/ella; entonces, aparecen sentimientos de inseguridad y desesperación, que nos inducen desconfianza ante cualquier situación que consideremos una amenaza que nos pueda acercar a esa soledad, apareciendo así los celos.


Baja autoestima

El perfil del celoso de relaciona con la falta de confianza y la inseguridad hacia uno mismo. Las personas inseguras, en ocasiones no se sienten merecedoras del cariño de su pareja y por tanto tienden a desconfiar de éste, tienen miedo a que conozcan a otra persona que pueda ser más inteligente, atractiva o simpática y descubran lo poco que vale en realidad. La baja autoestima se manifiesta en las comparaciones de sí mismo, la competencia con los demás y el temor a ser remplazados. Éste suele ser el caso más común; sin embargo, la persona celosa en ocasiones no reconocerá una baja autoestima, ni se sentirá identificado con estas líneas.


Experiencias vividas

Las personas que han sido traicionadas alguna vez por alguien en quien confiaban es más probable que posteriormente desarrollen una personalidad celosa. Amistades, familiares, antiguas relaciones, o una misma relación que ha tenido altibajos difíciles de olvidar, hará que la persona tema que pueda sucederle lo mismo que en el pasado, y actúe de forma celosa.


Trastornos psicológicos

Las personalidades narcisistas, paranoides e histriónicas tienen una gran tendencia a desconfiar continuamente de los demás y por consiguiente a desarrollar una celotipia. Otras personalidades, por su vulnerabilidad, también desarrollan este trastorno.


¿Pero… qué es la celotipia?

La celotipia es una psicopatología que tiene como eje central una idea falsa, sin ningún argumento lógico o prueba de realidad que lo demuestre. Éstas personas desarrollan sentimientos de celos tan intensos que son el centro de su vida, de su forma de pensar y actuar. Suelen discutir frecuentemente con su pareja, además de incurrir en acciones como restringir la libertad de movimiento y pensamiento de la otra persona, seguirla, investigarla e incluso agredirla. Muchos plantean el amor como la excusa perfecta para justificar su violencia, pero una cosa debe estar clara: Los celos NO son amor.


La sintomatología de una persona con este trastorno debe durar por lo menos un mes para diagnosticarla como celotipia y, aunque suele ser un trastorno crónico, a menudo se producen oscilaciones en la intensidad de las creencias delirantes.


¿Cómo controlamos los celos?

En casos de celotipia, lo más recomendado es solicitar ayuda de algún experto, sin embargo nos puede ser de utilidad los siguientes consejos.


– Evitar los pensamientos negativos y destructivos intentando sustituirlos por otros de seguridad que ayuden a frenarlos. Por ejemplo, cuando tenemos pensamientos del tipo:


¿Por qué tarda en contestar al whatsapp si lleva 10 minutos en línea?
¿Con quién estará hablando?
Está claro que, sea quien sea, es más importante que yo…
Siempre me hace lo mismo, creo que en realidad no le importo nada.


Estos pensamientos son denominados “pensamientos rumiativos”, ya que nos llevan de una suposición inicial, de la cual no tenemos certeza que sea cierta, a otras suposiciones que acaban en una interpretación negativa. Sin embargo, no es el acontecimiento en sí lo que nos está causando celos, sino la interpretación que hacemos de ese acontecimiento. No nos causa celos el ver que está en línea y no nos contesta, sino el pensar que está hablando con otra persona que, además, calificamos como más importante que nosotros. Si interpretamos negativamente, el resultado será un estado de ánimo negativo, que se traducirá en desconfianza y ésta, a su vez, en celos. Por eso es importante analizar la alternativa, esforzarnos en ser objetivos y no connotarnos negativamente, diferenciando los hechos reales de lo que puede estar manipulando nuestra imaginación.


Debemos saber que nuestra pareja nos quiere y nos elige. Si no fuera así, no estaría a nuestro lado y si alguna vez deja de hacerlo, no podremos hacer nada para retenerla porque el amor no se posee. Tenemos que saber que nuestra pareja tiene su mundo propio, tal y como nosotros tenemos el nuestro y que lo maravilloso es la intersección de ambos mundos, del YO al NOSOTROS. Si queremos mantener una buena relación de pareja, no caigamos en el paradigma.


“La forma en que actuamos, hace que causemos la confirmación de nuestros temores, actuando conforme a ellos y provocando sin quererlo, lo que a toda costa quisimos evitar”

Por Sara B. Pérez
 

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