Autoestima y otros temas de psicología

Quiero para ti un amor que de verdad sea fuerte
De todos los amores el romántico es el más flojito. Cuando se rompe no puede transformarse en otra cosa. Por eso un amor fuerte es lo que quiero para ti.

De todos los amores, el romántico es el amor más flojito.

Es un amor demasiado ensimismado para que pueda salir bien.

Por eso, el amor romántico tiene que ir precedido de otros amores.

Amores más desinteresados como el de la amistad o el de la admiración.

Porque si estos amores no están presentes, lo único que existirá será una relación de poder.

De economía en el sentimiento.

Existen tantos seres humanos conviviendo por razones tan equivocadas.

Tan distintas a participar.

A crecer en compañía.

Si el único amor que nos unía era el romántico, cuando se rompa no podrá transformarse en otra cosa.

Solo en cristales de un reflejo roto.

Deshipnotizándonos y dejando una sombra alargada.

Que impide la coexistencia.

No me quería.

Sí, sí lo hacía, pero de la manera más cómoda que existe.

Queriéndose a sí mismo a través de tu persona.

Tú eras un holograma, un fantasma, una presencia al otro lado de la cocina, una compresa que evitaba que chorreara toda su soledad líquida manchando el sillón.

Y bien, eso debe ser parte del juego, aceptamos amor romántico como animal de compañía.

Pero no puede ser lo único de nuestro amor.

El amor no es sacrificio.

El amor no es sufrimiento.

El amor no viene en un puño.

El amor, como el s*x*, tienen un mínimo, y es que tú seas mejor con ello.

Que de todas tus posibilidades el amor te haga elegir bien.

Que tu vulnerabilidad sirva para algo.

Existen personas que simplemente no son para ti.

Pero ellas no tienen la culpa.

Si tú intentas cambiarlas es que tampoco las quieres.

El amor es procurar tranquilidad y confianza para que la otra persona desarrolle todo lo que ha venido a hacer.

Plantar un aguacatero.

O dejarte.

Sí, el amor es dar libertad para que la otra persona decida sin miedo.

Y en esa libertad puede que no entres tú.

No sé en qué momento estarás.

Si no hay nada que te perturbe.

Si pensando todos los días nada más despertarte en cómo decirle que no funciona.

Si con su número bloqueado.

Si echando tanto de menos que tu cabeza es una alcantarilla.

Si tomándote una cerveza como amigos dos años después.

Lo que sí sé es que te entendemos.

La persona que te devuelve el cambio del pan.

Tu sobrina.

Obama.

Un chico en Ariège que escribe.

Tus dedos,

en mí,

y el aire,

que ya no me ahoga.

Una chica que manda un mensaje a una amiga a dos mil kilómetros.

Creo que me quiere de verdad.

Tu jefe.

La señorita Julia.

Todas y todos sabemos.

Porque el amor es un vestigio que nos une.

Porque el amor se siente y se hace y en ese sentir y en ese hacer vamos todos y todas.

Porque el amor es el cuidado que nos hemos procurado.

Para no acabar antes de tiempo.

Por eso un amor fuerte es lo que yo quiero para ti.

Un simple sentimiento que te haga recordar.

Que la vida es un lugar.

Que merece la pena compartir.

Por Roy Galán
 
El amor no es lo único, el amor es algo más
El amor no está en el aire, ni está en el otro. El amor real eres tú. Y el amor romántico es una herramienta cruel que te va desmontando cada día.

El amor no es vocacional.

No naces con el fin de amar a otra persona.

No estás incompleta si no estás en pareja.

No has de sentirte frustrada si no te duran las relaciones.

No hay nada malo en ti.

No tienes que desear lo que el resto finge que desea.

No te falta nada.

No estás sola.

Es un engaño.

Porque te quieren preocupada por la búsqueda del amor romántico.

Te quieren amando en una nube.

Te quieren hundida con el desamor.

El amor romántico es un medio con el que se ha controlado a las mujeres tradicionalmente.

Uno muy sutil porque deposita la esperanza en la mujer oprimida.

La hace creer que el anhelo parte de ella.

Que es parte de otra cosa.

Que es la mitad de algo.

Que su vida no tiene sentido si no lo encuentra.

Así se les hace perder el tiempo a las mujeres.

Para que no hagan otras cosas.

Para que no descubran planetas o hagan revoluciones.

Porque las mujeres se endeudan en los cuidados.

Son ellas las que se encargan de todo.

Mientras ellos consiguen prestigio, poder y dinero.

Ellas protegen la existencia de manera invisible.

El amor te tiene que ayudar a crecer.

El amor llega y si no llega no puedes desesperarte.

Y si se acaba, no pasa nada.

El amor es una posibilidad para ser tú.

No para ser lo que el otro desea.

No para salvar al otro.

El amor no hace que te pierdas, hace que te encuentres.

El amor no es lo único.

Es algo más.

Algo que ha de mejorar tus días.

Pero sobre todo tú tienes el amor.

El amor no está en el otro.

Aguardando para dártelo en monodosis.

El amor eres tú.

Siempre eres tú.

Y eso es algo que nadie ni nada.

Podrá arrebatarte.

Jamás.

Por Roy Galán
 
Los cuernos no duelen, lo que duele es la mentira
No hay mayor decepción que sentir que has pasado 20 años al lado de un desconocido. Despertarte al lado de alguien que nunca te ha dicho la verdad.

Los cuernos no duelen.

Lo que duele es el engaño.

Duele que tu pareja no tenga la suficiente confianza para decirte quién es.

Qué desea.

De qué tiene miedo.

La traición no es a ti: es a un proyecto común.

Un proyecto llamado relación en la que ambas personas han de depositar la confianza en el otro.

Y si la otra persona no es honesta.

Si se oculta para ser.

Será siempre una desconocida.

Los cuernos no duelen.

Lo que duele es la mentira.

Porque el amor es un lugar para ser sincero.

Un lugar en el que poder crecer en libertad y compañía.

Un lugar en el que no te has de sentir juzgado o juzgada.

En el que te han de querer por lo que eres.

Haciendo cosas que pueden no gustarle a la otra persona.

Que no han de gustarle pero ha de saber.

Porque no puedes ser la persona que el otro quiera que seas.

No puedes estafarla vendiéndole la moto de que todo va bien.

No puedes ser perfecto para otro porque dejes de mostrarte.

Tienes que decirle cómo eres.

Y si no te quiere así.

Es que no te quiere.

Pero no trates a las personas como si fueran estúpidas.

No finjas.

Deja de falsear la realidad.

Porque no hay mayor decepción que sentir que has perdido tu tiempo con una persona desconocida.

Que después de veinte años te despiertas al lado de alguien que nunca te ha dicho la verdad.

Esa.

Que todos y todas.

Merecemos saber.

Por Roy Galán
 
Cómo sacarle partido al buen humor
Es un elixir para el corazón y nuestro mejor recurso ante la adversidad. Pero las investigaciones han demostrado que el buen humor tiene otros beneficios.

¿Para qué sirve el buen humor? Nos permite relativizar, estimula la creatividad y nos ayuda a dar un sentido a la vida. Y lo más importante, no solo depende de lo que nos depara el día a día, sino que nosotros, con nuestra actitud, también podemos potenciar el buen humor y con él, sus beneficios.

El buen humor y sus ventajas
Uno de mis pacientes deprimidos me contó un día las primeras manifestaciones de su curación:

“De repente –me dijo–, sentí que era posible volver a encontrarme bien, mientras que antes creía que mi depresión no terminaría nunca. Estaba desayunando y me sentí de buen humor”.

Y continuó: “No fue nada extraordinario, no me sentí eufórico ni lleno de energía, pero notaba la posibilidad de estar bien, me sentía abierto al mundo y no replegado sobre mi tristeza. No comprendía bien por qué me sucedía ahora; por qué de pronto, al ver el cielo y la luz, me entraban más ganas de sonreír que de suspirar”.

Finalmente, dijo: “De nuevo me parecía posible vivir, actuar, pelear por las cosas de cada día. Sabía que eso no duraría, que volverían los problemas, y el pesimismo, y la pasividad. Pero tras meses de frío y de noche interior, ese pasaje tan pequeño de buen humor me había tranquilizado profundamente: sentía que iba a curarme y que volvería a ser como antes”.

El buen humor es una alegría ligera y subliminal, un sentimiento casi animal vinculado a la felicidad de existir y de estar aquí, vivos. Con frecuencia, el buen humor no necesita palabras: se deja olvidar fácilmente, lo notamos en el cuerpo (tenemos energía), en los sentidos (sentimos gusto, ganas), en la receptividad (somos capaces de ver lo que va bien en torno nuestro) y en los actos (somos capaces de suscitar sonrisas, de felicitar, de emprender).

Un termostato para nuestras emociones
El buen humor es como una regulación ligeramente positiva de nuestro termostato emocional. Y, además, tiende a autoalimentarse y a reforzarse a sí mismo: si estamos de buen humor, volveremos más nuestra mirada hacia las cosas que van bien, iremos más al encuentro de los otros, que nos acogerán mejor, y tendremos más iniciativas.

A cambio de todo ello, aumentará nuestro buen humor.

Es ciertamente lo contrario de lo que ocurre con la tristeza, y aun más con la depresión. Los investigadores hablan incluso de un “sesgo positivo”, una suerte de deformación de lo real facilitado por el buen humor, haciendo la vida más hermosa de lo que en realidad es.

Pero también nos dicen que este sesgo es indispensable para la especie humana: sin el buen humor, nos faltaría ese impulso vital que nos empuja a acercarnos al mundo, y nos veríamos ahogados por el derrotismo, pues el mundo no es fácil todos los días.

Así, el buen humor es una especie de elixir de confianza, de ganas y de energía para afrontar la vida con el corazón ligero.

Ver la vida desde una mirada positiva
Diversas investigaciones han demostrado que el buen humor modifica nuestra forma de ver las cosas.

Se observó que varios voluntarios que estaban de buen humor –bastó con hacerles ganar una pequeña suma de dinero en un videojuego o someterlos a unos tests para medir su cociente intelectual y decirles que eran muy inteligentes– se centraban menos en los detalles y tendían a tomar distancia y a ver las situaciones en su conjunto.

Parafraseando un proverbio chino, podríamos afirmar que el buen humor nos hace más sensibles al bosque que crece –la totalidad– que al árbol que cae –el detalle–.

En consecuencia, si “estamos de buenas”, seremos capaces de relativizar: aceptaremos que en la vida existan algunos problemas o en nuestras relaciones, algunos conflictos, sin que por eso nos entren ganas de rendirnos, de gritar o de huir. “

Unos cuantos contratiempos cada día es el peaje de la vida: no es un precio demasiado caro para todas las cosas buenas que conlleva, ¿no?”, me dijo un día una buena amiga que tiene buen humor y es bastante estable.

Más creativos, más saludables
El buen humor también comporta beneficios para la creatividad; los voluntarios de buen humor encontraron respuestas más rápidamente a enigmas como: “¿Cuál es el punto en común entre un ascensor y un camello?”. (¡Son medios de transporte!).

Asimismo es bueno para la salud: cada vez hay más investigaciones que demuestran que, a largo plazo, estar a menudo de buen humor es beneficioso para nuestro sistema inmunitario y, por tanto, es un factor protector –pero no una garantía– en términos de salud y de longevidad.

Finalmente, para quienes piensan que el buen humor es algo “ligero” y sin demasiada relación con lo que es verdaderamente importante, se ha demostrado también que cuanto más a menudo nos sentimos de buen humor, tanto más tendemos a hallar un sentido a nuestra vida.

Sin duda, porque el buen humor nos abre al mundo y nos hace pensar que nuestros actos pueden ser eficaces para cambiarlo y mejorarlo.

Está en nuestras manos
El buen humor depende de muchas cosas: del cielo azul, de una buena noticia, un gesto amistoso, un cumplido… Pero aparte de lo que la vida nos aporta, está también lo que podemos hacer nosotros.

Podemos sonreír.

Hoy se sabe que la sonrisa y el buen humor están interrelacionados: estar de buen humor nos hace más proclives a sonreír, y sonreír facilita también el buen humor. Por ejemplo, sonreír cuando no se tienen problemas, en vez de poner mala cara.

Recuerdo un día en que vi el reflejo de mi cara en el cristal de un vagón del metro: parecía triste, cuando en verdad no tenía ningún problema, simplemente me había dejado “contaminar” por el semblante de los otros pasajeros.

Entonces pensé que era una idiotez ofrecer una expresión de tristeza, cuando mi estado mental era, si no alegre, por lo menos neutro. Desde entonces me esfuerzo en sonreír –ligeramente– siempre que no tengo problemas graves.

Y creo que me sienta bien. También se puede hacer ejercicio (un paseo por el campo o por un parque) o encontrarse con nuevos conocidos o con personas a las que queremos.

Estos pequeños esfuerzos contribuyen poco a poco –no esperemos un resultado inmediato ni espectacular– a facilitar nuestro buen humor.

De igual forma que existe el slow food (tomarse tiempo para cocinar y degustar), podemos cultivar el slow mood: ayudar suavemente al buen humor para que emerja. Es lo que describía el filósofo Spinoza cuando nos aconsejaba “buscar la alegría por decreto de la razón”.

Por Christophe André
 
Si aprendemos a estar tristes, prevenimos la depresión
La vida está llena de pequeñas y grandes pérdidas…hay que aprender a encajarlas. Aceptarlas es la manera de vivir bien la tristeza

Paradójicamente, la mejor manera de no deprimirse es aprender el arte de saber ponerse triste. Es decir, hacerlo de una manera lúcida, resolutiva y generadora de nuevos recursos.

Aprender a vivir la tristeza es una de las claves para prevenir o “curar” la depresión. Y aceptar las pérdidas es una de las principales maneras de aprender a vivir en la tristeza.

Aprender a gestionar las pérdidas: la buena tristeza
No es un tema fácil ni banal. Aunque nuestra vida no sea particularmente difícil o dramática, igualmente atravesaremos numerosas pérdidas.

Cada vez que elegimos, cada vez que tomamos una decisión, retenemos, ganamos algo y, también, dejamos pasar, perdemos otras opciones. La vida está llena de pequeñas y grandes pérdidas, son inherentes a nuestra existencia.

El duelo es un proceso parecido a la cicatrización de una herida física

Perdemos lo que amamos por las vicisitudes de la vida, el paso del tiempo, los ciclos vitales. Perdemos la niñez y la juventud, perdemos los padres de la infancia y, también, la dulce infancia de nuestros hijos. Perdemos a alguien a quien amamos y, con él o ella, perdemos nuestras ilusiones.

Pasar pequeños y grandes duelos
La pérdida de lo amado, ya sea inevitable o elegida, origina un dolor psíquico muy específico llamado duelo. Todo duelo exige un trabajo psicológico de reparación, restitución y cierre que demanda tiempo, dedicación y energía.

Es un proceso muy parecido a la cicatrización de una herida física, de un tejido lastimado: si no lo curamos del todo, la herida permanecerá abierta, o cerrará “en falso” escondiendo una infección.

En términos psicológicos, si no detecto el dolor y la herida, y si no procedo a la elaboración del duelo, ya sea porque carezco de los recursos emocionales necesarios o porque permanezco indiferente frente a mi dolor o porque lo niego, esa herida no cicatrizará adecuadamente y se resolverá de alguna manera enfermiza. La depresión es una de esas maneras.

5 pasos para trabajar las pérdidas
Ya sabemos que crecer, madurar, desarrollarnos como personas y hacer nuestras propias elecciones incluye sufrir pérdidas valiosas. Pero cada uno de nosotros dispone de útiles herramientas con las que enfrentarse mejor a ese dolor.

1. Darse tiempo para llorar
Algunas veces, rechazamos tanto el dolor de la pérdida que ni siquiera nos damos el tiempo suficiente para llorar genuinamente lo que hemos perdido. En el caso de que hayamos experimentado una pérdida, es necesario darse claramente ese espacio, todo el tiempo que uno necesite, para poder luego avanzar en la elaboración del suceso.

2. Aceptar la pérdida sin resignación
Cuando algo se fue de nuestra vida, ya sea porque nos dejó o porque lo dejamos ir, debemos aprender a aceptar su partida y no sólo resignarnos a ella.

La resignación conlleva una dosis de resentimiento que es conveniente atravesar para llegar a la aceptación.

Responder esta batería de preguntas nos encaminará, nos ayudará a pensar.

  • ¿Qué me legó aunque ya no esté?
  • ¿Con qué me quedo a pesar de ya no tenerlo?
  • ¿Qué me toca aprender de esta experiencia?
  • ¿Qué gano con lo que pierdo?
  • ¿Qué necesito para reparar este dolor?
  • ¿Este dolor me hace más hábil para poder ayudar a los demás?
3. Asumir el límite del tiempo
El escritor británico Matt Ridley, en su hermoso libro Genoma, desarrolla una idea que nos resulta útil para lo que estamos planteando: “En 4.000 millones de años de historia terrenal, tengo la suerte de estar vivo hoy. Entre cinco millones de especies, tuve la fortuna de nacer un ser humano consciente.”

Hemos recibido un legado, una oportunidad, un regalo o como quieras llamarlo. Esa oportunidad está acotada en sus propias pautas de funcionamiento e incluyen el tiempo, que es cambio y crecimiento, pero también consumación y fin. No podemos tomar una parte e ignorar las restantes. Vienen todas juntas.

La sabiduría consiste en aprender a surfear sobre la ola del tiempo, no a nadar contra ella

Vivimos en el tiempo y los acontecimientos suceden en él. Se desarrollan y se acaban, y así como hay un tiempo para el despliegue, hay uno para el repliegue.

4. Reajustar los valores
Las situaciones de duelo, bien llevadas, favorecen mucho el repliegue sobre uno mismo, lo cual a su vez facilita la reelaboración de las circunstancias. Es en esos momentos cuando suelen revisarse a fondo muchos de los valores sobre los que hemos construido nuestra existencia. Algunos saldrán fortalecidos del examen y otros serán desechados.

5. Detectar los peligros de la ilusión
Si de algo pecamos en la sociedad en la que vivimos actualmente es de ser ilusos. En muchos de nosotros abundan las fantasías infantiles acerca del funcionamiento de la vida, que serían divertidas si no fuera porque implican serios peligros para nuestra salud psíquica.

Múltiples ilusiones –visiones exageradas de uno mismo y de imaginarias recompensas– nos tapan la visión del mundo real. Más tarde, cuando la vida no coincide con lo que nuestras fantasías esperaban de ella, en lugar de preguntarnos qué falla en nosotros, que no percibimos las cosas tal cual son, increpamos y demandamos a no se sabe quién por nuestra frustración y nuestras ilusiones perdidas.

Tratamos las ilusiones perdidas como realidades y, así, las lloramos, mientras nos vamos llenando de resentimiento

Solemos creer que las cosas desagradables suceden por algún tipo de administración de justicia inmediata que existiría en no se sabe qué estamento de la organización de la realidad. Así, cuando nos ocurre algún infortunio, clamamos al cielo: “¿¡Qué hice yo para merecer esto!?” Nunca escuché, sin embargo, que alguien se preguntara lo mismo después de ganar el premio gordo de la lotería.

De la misma manera, muchas veces admiramos –o envidiamos– a quien obtuvo esto o aquello, sin incluir en nuestras consideraciones los esfuerzos o las renuncias involucradas en tales logros.

Por eso, te propongo que busques en el arcón de las propias quimeras media docena de ideas de este tipo. De lejos, parecen inofensivas, pero viéndolas con estos ojos, muestran sus peligros con claridad.

Ajustar nuestras expectativas a la realidad
Ante las pérdidas y en muchos casos de depresión hay de fondo un autoengaño. Nos negamos a aceptar la realidad tal y como es, y eso nos lleva irremediablemente a la frustración. Superar esas quimeras es madurar y encontrar por fin una serenidad real y duradera.

Las personas solemos vivir en un mundo exageradamente poblado de fantasías. Y cuando este exceso de fantasía reemplaza a la realidad, cuando nos impide afrontar nuestro presente y tomar las riendas de nuestra vida, nos concede cierto bienestar momentáneo, pero al mismo tiempo nos desarma frente a los retos del mundo.

Al contrario de lo que se podría pensar, desear no es gratuito, tiene un precio. Anhelar más de lo que se puede conseguir o de lo que uno está dispuesto a lograr con su esfuerzo es abrir la puerta a la frustración. Y de la frustración a la depresión no hay mucha distancia.

Saber estar triste, decíamos antes, paradójicamente nos protege de la depresión. Y esto es así porque saber estar triste es aceptar que las cosas no siempre salen como uno desea, ni uno puede estar en todo momento alegre o esperanzado. También esa faceta de nuestra personalidad nos es propia y necesariamente deberemos convivir con ella y aprender sus lecciones.

Por Alejandro Napolitano


 
"Buscar la felicidad es lo que más nos aleja de ella"
Aquellos que eligen dotar su vida de sentido se sienten al final más realizados, disfrutan de mayor salud mental y paz que aquellos que sólo ensalzan el placer evitando el dolor.

Entrevistamos a Emily Esfahani Smith, autora del libro “El arte de cultivar una vida con sentido” (Ed. Urano). Esta buscadora incansable desde que era adolescente ha recogido en su libro “El arte de cultivar una vida con sentido” distintas investigaciones que muestran cómo en la vida es más importante el sentido que obsesionarse con la búsqueda de la felicidad personal.

Después de escribir un artículo titulado “Hay otras cosas en la vida aparte de ser feliz” esta filósofa, que colabora regularmente en publicaciones como el New York Times o e The Wall Street Journal, se ha hecho conocida por defender que una vida con sentido es mejor que encontrar la felicidad.

“Los seres humanos somos criaturas que siempre buscamos el sentido de las cosas y anhelamos llevar vidas significativas. Viktor Frankl, el sobreviviente del Holocausto, dijo que la voluntad de encontrar el sentido es la fuerza psicológica más poderosa que tenemos. Necesitamos saber que nuestra vida ha servido para algo y que la estamos aprovechado haciendo cosas: un trabajo del que nos sentimos orgullosos, la formación de una familia, la dedicación a nuestra comunidad... Son actividades que puede que no nos hagan felices todo el tiempo, pero que resultan determinantes porque dan sentido a nuestras vidas y al final de día eso es lo que nos importa más”, asegura Emily que en su libro “El arte de cultivar una vida con sentido”. Explica que a pesar de que en nuestra sociedad actual la industria de la felicidad continua creciendo, como sociedad somos más desdichados que nunca.

“Desde 1960 en Estados Unidos las personas que padecen depresión ha crecido de forma espectacular y entre 1988 y el 2008 el uso de antidepresivos ha aumentado en un 40%. Según la Organización Mundial de la Salud, se ha disparado la tasa global de suicidios hasta el 60% desde la Segunda Guerra Mundial. En el 2014 Shigehiro Oishi de la Universidad de Virginia y Ed Diener de Gallup estudiaron a 140.000 personas de 132 países distintos preguntando si estaban satisfechos con su vida y si sentían que estas tenían un propósito o sentido importante. Sus hallazgos fueron sorprendentes: las personas de las zonas más ricas como Escandinavia eran más felices que las de regiones más pobres como el África subsahariana. Pero, cuando hacían referencia al sentido, las zonas ricas como Francia y Hong Kong eran algunos de los lugares con los niveles más bajo de sentido, mientras que países pobres como Togo y Níger se encontraban entre los que tenían niveles más altos, aunque las personas que vivían allí eran las más infelices del mundo. Uno de los datos más inquietantes fueron los índices de su***dio. Resultó que en los países más ricos tenían índices significativamente más altos de su***dio que los más pobres. Por ejemplo, la tasa de suicidios en Japón, donde la renta per cápita era de 34.000 dólares, era el doble que el de Sierra Leona, donde la renta per cápita era de 400 dólares. Oishi y Diener ofrecían como explicación que la variable que marcaba la diferencia era el sentido. Los países con los índices más bajo de sentido como Japón también contaban con las tasas más altas de su***dio”.

-¿Qué es lo que nos ayuda a dar más sentido a nuestra vida?

-A partir de mis estudios e investigaciones existen cuatro pilares importantes para construir una vida con sentido. El primero es el sentido de pertenencia: es decir, sentirse que formas parte de una relación, que estás vinculado a los demás y formas parte de una comunidad en la cual te sientes en casa, en la cual te sientes valorado y valoras a los que te rodean.

Para la mayoría de personas la pertenencia y vínculos con los amigos y la familia son el pilar más importante para sentir que llevan una vida con sentido. Eso también es cierto en mi caso. Mis relaciones son lo que hace que mi vida tenga sentido.

En segundo lugar el sentir que tienes propósito: sentir que tienes algo que valga la pena llevar a cabo, que tienes un objetivo o proyecto que organiza tu vida.

En tercer lugar está la trascendencia que significa el haber tenido experiencias en las cuales te sientes que estás conectado con algo más poderoso que tú y que va más allá de ti como es la naturaleza. La trascendencia también es una fuente importante de significado para mí porque me recuerda que el mundo es muy grande y yo sólo soy una pequeña parte de él.

Y en cuarto lugar está la narración que dota de sentido tu vida: las historias que construimos sobre las causas que te han llevado a ser cómo eres y por qué el mundo es como es.

Dan P. McAdams, profesor de Psicología de la Personalidad en la Universidad de Harvard, estudia las historias que las personas cuentan su vida y aquello que hacen. Así descubrió que las personas que aquellas personas que interpretan la historia de su vida como una historia de cuentan historias de superación, historias en las cuales su vida ha servido para enmendar un error tienden a ser más capaces de crear y producir algo, es decir, tienden a contribuir a mejorar la vida de los demás. También descubrió que vivir una vida significativa está asociado a interpretar la vida como una historia de superación, de crecimiento personal y de amor.

-¿Por qué dice que buscar la felicidad es lo que más nos aleja de ella?

-Efectivamente buscar la felicidad es lo que más nos aleja de ella. Hay muchas investigaciones que demuestran que priorizar la felicidad, anhelarla y buscarla obsesivamente algo que nuestra cultura nos estimula a hacer constantemente, puede hacernos muy infelices.

Y es que esta obsesión por la felicidad que fomenta nuestra cultura nos hace tener expectativas muy altas sobre cómo debería ser nuestra vida para ser felices y nos hace creer que deberíamos ser felices todo el tiempo o la mayor parte de tiempo algo que es muy poco realista. La felicidad es una emoción que tal y como viene se va.

-Tal vez por eso la depresión es una de las enfermedades actuales más frecuentes. ¿Cómo podemos vencer la depresión?

-Para mí ayudar a las personas a salir de sus propias mentes es clave. Muchas personas con depresión están atrapadas en sus propias reflexiones y pensamientos negativos repetitivos: "Soy horrible, soy un fracaso, nunca llegaré a ser nada, etc."

En cambio cuando se comprometen con el mundo llevando a cabo una tarea que de alguna manera, contribuya a mejorar o ayudar a la comunidad o bien cuando lograr conectarse con los demás, entonces eso les ayuda enormemente a salir de su mente, a trascenderse y el hecho de conectarse algo que está más allá de ellos mismos les resulta muy sanador.

-¿Por qué cree que el sentido de pertenencia es lo que más sentido da a nuestra vida?

-Porque los seres humanos somos fundamentalmente seres sociales y cuando los demás nos tratan como si les importáramos, como si fuéramos una persona importante para ellos, entonces es cuando sentimos importantes y que tenemos un valor. El verdadero sentido de pertenencia nos lo proporciona el amor que depende de una elección: se trata de elegir estar completamente presente ante la otra persona y valorarla por lo que ésta es intrínsecamente.

Las personas y comunidades que son capaces de estar verdaderamente presentes ante los demás valorándolos por lo que son en esencia son las que otorgan un sentido de verdadera pertenencia a los demás. Sin embargo algunas personas y comunidades confieren a los demás un falso sentido de pertenencia al valorarlos no por lo que son, sino por lo que creen, por lo que odian, por lo que están dispuestos a hacer para defender sus creencias.

Para mí esto no es un sentido de pertenencia real. Una comunidad o una relación que ofrece un verdadero sentido de pertenencia nunca exigiría a la persona que traicionara su dignidad como ser humano, podemos sacrificarnos para mantener una relación, pero honrando la integridad de cada uno.

-¿Y qué implica experimentar la trascendencia, sentir que hay algo más allá de nosotros mismos?

-Las experiencias de trascendencia son aquellos momentos especiales en los cuales unos siente que se eleva por encima del bullicio, la prisa y las obligaciones de la vida cotidiana y se conecta con una realidad superior y más importante que todo aquello. La gente califica estas experiencias como algo extremadamente significativo en su vida porque en buena medida les dan una nueva perspectiva sobre aquello que es auténticamente importante y lo que no.

Estos momentos consiguen que nos demos cuenta de que nuestros problemas son muy pequeños en comparación con el universo del que formamos parte y al que pertenecemos, son vivencias que también ayudan a las personas a sentirse conectadas con algo mucho más grande, como el universo.

-En su libro “El arte de cultivar una vida con sentido” explica que la meditación sufí la ha ayudado a dotar de sentido su vida.

-Tal y como explico en mi libro pasar mi infancia en un centro de meditación sufí fue maravilloso. Los sufíes después de meditar beben té y les encanta mojar el terrón de azúcar en el té, ponérselo en la boca y después bebérselo a través del azucarillo. Les entusiasma cantar poemas de los sabios y santos sufíes medievales.

Como Rumi: “Desde que fui arrancado de mi hogar de juncos, cada una de mis notas han hecho llorar a muchos corazones”. Como Attar que escribe sobe el buscador: “Puesto que el amor ha hablado a tu alma, rechaza al Yo, ese remolino donde naufragan nuestras vidas”.

Los sufíes que meditaban en nuestro hogar pertenecían a una larga tradición de buscadores espirituales. La autorreflexión y el autoconocimiento juegan un papel determinante en una vida con sentido. Para crear la historia de tu vida, debes reflexionar sobre las experiencias que te van a definir y cómo vas a compartirlas con los demás para que también les ayuden a ellos a crecer.

Para descubrir qué quieres hacer con tu vida y cuál podría es el propósito de tu vida, debes saber quién eres y cómo puedes ayudar mejor a los que te rodean. De adolescente fue esa búsqueda de sentido la que me dirigió a la filosofía.

La pregunta de cómo vivir con sentido fue el eje alrededor del cual giraba esa disciplina, con pensadores como Aristóteles o Nietzsche que ofrecían sus propias visiones de lo que consideraban necesario para el buen vivir. Pero, cuando llegué a la universidad, pronto me di cuenta que hacía mucho tiempo que la filosofía había abandonado esa búsqueda.

-¿En qué sentido ha cambiado?

-El estudio American Freshman lleva registrando los valores de los estudiantes universitarios de mediados desde mediados de la década de 1960. A finales de los sesenta la prioridad de los alumnos de primero era “desarrollar una filosofía de vida que tuviera sentido”. Casi todos ellos (86%) dijeron que era una meta “esencial” o “muy importante” en su vida. Cerca del año 2000 su prioridad se había transformado en “lograr una muy buena posición económica” mientras que sólo el 40% dijo que su meta principal era una vida con sentido.

Por supuesto, todavía la mayoría de estudiantes anhelan fuertemente encontrar el sentido. Pero esa búsqueda ya no es el motor principal de su educación.

-¿Pueden las culturas ayudar a las personas a ser más saludables?

-Sí si desarrollan culturas que ayudan a dotar nuestras vidas de sentido. La principal política que deben desarrollar es el respeto por la dignidad de cada vida humana. Hay muchas culturas de que dan sentido a nuestras vidas que son malignas porque no se apoyan en el respeto a la vida humana como es el caso de ISIS por ejemplo que no respetan la inviolabilidad de cada vida. Sin embargo, las culturas que dotan de sentido positivo la vida pueden ayudar a las personas a crecer y a llevar vidas más saludables. La vida es hermosa y hay fuentes de significado a nuestro alrededor a las que podemos acceder. Las personas que han mostrado ser más resilientes ante la adversidad son aquellas que han construido su vida sobre pilares que la dotan de sentido. Frankl escribió: “El hecho de ser humano siempre apunta, y está dirigido, hacia algo o alguien diferente a él mismo. Ya sea cumplir algo que aporte sentido o conectar con otro ser humano. Cuanto más se olvida de sí mismo -entregándose a una causa a la que servir o a otra persona a la que amar- más humano es”.

Por Silvia Díez
 
5 claves para encontrar nuestro camino
¿Cómo vería tu vida un niño? ¿Y un anciano? Colocarnos mentalmente en otra situación o bajo otra piel nos revela facetas desconocidas de nosotros mismos.

Sabemos que resulta muy estimulante vivir unos años en un lugar o un país distinto de aquel en que hemos crecido. Sin embargo, como afirma una cita que se repite a menudo, el verdadero viaje no consiste en descubrir nuevos lugares, sino en ver con ojos nuevos.

Observar el mundo con una mirada nueva nos permite dar saltos en el viaje de la vida y del desarrollo personal.

Imaginar lo que somos y lo que hacemos desde una nueva perspectiva renueva las aguas estancadas de la costumbre y de la inercia, y suele ser un paso adelante en el camino de la autorrealización.

Cómo descubrir tu potencial
Una técnica que ayuda a visualizar lo que en el fondo queremos es imaginar lo opuesto de lo que sabemos que no queremos. Por ejemplo, definamos características que no nos gustan en la educación que hoy predomina y démosles la vuelta. ¿Cómo es hoy la educación? Aburrida, reglamentada y entre cuatro paredes. ¿Cómo podría ser? Lo contrario: estimulante, espontánea y al aire libre.

Abraham Maslow, principal impulsor de la psicología humanista y transpersonal en los años sesenta del siglo pasado, se preguntó en una ocasión cómo puede uno vivir en un mundo de limitaciones y mezquindades sin dejar de tener un pie en el mundo de la belleza, la bondad y la verdad, ese mundo que el corazón nos dice que es mucho más real.

Su respuesta fue una larga lista de sugerencias que a continuación adaptamos libremente. Lo que tienen en común es que nos invitan a imaginar lo que somos y hacemos desde otra perspectiva. Por ejemplo, sugería Maslow, prueba cosas nuevas, busca experiencias nuevas. Colabora altruistamente en una buena causa y observa qué sientes...

1. Fíjate en las personas que te resultan admirables.
Fíjate en qué hacen y qué piensan. Imagínate que hablas o escribes no a las personas que habitualmente te rodean, sino a alguna de las grandes figuras de la historia, como Sócrates, Hipatia, Leonardo da Vinci, Cervantes, Santa teresa, Bach, Spinoza, Einstein o quien prefieras.

Estudiando las biografías de las personas ejemplares de su tiempo, como Eleanor Roosevelt, es precisamente como Maslow desarrolló una psicología que no está centrada en los problemas y las patologías, sino en nuestras mejores posibilidades.

No cayó en el error de confundir las personas sanas con las personas “normales” (que solo representan el promedio de psicopatologías de cada época). Las personas sanas son aquellas que saben autorrealizarse, desarrollando plenamente su humanidad y sus capacidades.

2. Observa a una persona o una situación familiar como si lo hicieras por primera vez
Con la mirada fresca y abierta de ese momento. Observa también a esa misma persona o situación como si supieras que ya no volverás a verla más. O cultiva periodos de silencio y meditación para volver luego a la vida cotidiana con una mirada renovada.

O déjate llevar por la imaginación. Mejor todavía, por la intuición. Escucha tu voz interior. Como escribía Maslow, “muchos de nosotros, la mayor parte del tiempo (y es algo que se aplica en especial a niños y jóvenes) no nos escuchamos, sino que escuchamos las voces introyectadas de Mamá, Papá, el Sistema, los Mayores, la Autoridad o la tradición”.

3. Busca deliberadamente el ámbito de la belleza
En museos y salas de conciertos, en los clásicos de la literatura y de la filosofía, en las salidas y puestas de sol, ante árboles centenarios o especialmente hermosos. Camina por la costa, o por el Pirineo, los Picos de Europa, Gredos, Sierra nevada.

Contempla el paisaje como lo haría un fotógrafo o un pintor, con calma y atención, hasta que empieces a escuchar sus secretos. Observa con detalle el pequeño gran mundo de las hormigas, las abejas, las flores, las briznas de hierba, los granos de arena.

Entra en ese pequeño mundo sin interferir con él. Contémplalo desde la presencia plena, de manera vívida y desinteresada.

4. Juega con niños o bebés
Aprende de su espontaneidad y de su capacidad de estar plenamente en el presente. O prueba a jugar con mascotas u otros animales. Fíjate en las mil cosas cotidianas que desbordan nuestra comprensión. Nno te parece un milagro la primavera, o la mirada de un bebé?

5. Déjate llevar por el arte
También la música, y todo arte, pueden transportarnos a lugares nuevos. Uno de los atractivos de la buena literatura y del buen cine es que nos transportan a situaciones muy distintas de las que vivimos en el día a día.

Nos permiten penetrar en experiencias y perspectivas hermosas o terribles, próximas o lejanas. Después de sumergirnos en una buena narración, o en la intensidad de una película, a veces necesitamos un tiempo para volver a ser la persona que éramos.

O tal vez ya no volvemos a serlo, porque algo de lo que hemos experimentado desde esa nueva perspectiva queda fijado en nosotros. Fácilmente nos identificamos con el protagonista de la novela o de la película, o con algún otro de sus personajes, y llegamos a ver el mundo con su mirada.

Es difícil leer el Demian de Hermann Hesse sin identificarse con su protagonista, y otro tanto nos pasa con El principito de Antoine de Saint-Exupéry y con el Ishmael que narra Moby Dick.

Las películas de animación de Hayao Miyazaki nos transportan a mundos rebosantes a la vez de ingenuidad y profundidad. Los relatos de John R. R. Tolkien nos llevan a tierras mágicas que ayudan a imaginar cómo podría reencantarse nuestro mundo desencantado. ¿Qué haría Frodo en esta situación? ¿Qué haría Sam, o Gandalf, o Aragorn, o Éowyn?

La clave es cambiar la mirada
La conocida cita con la que empezábamos este artículo es una adaptación simplificada de unas líneas de Marcel Proust en su novela La prisionera, uno de los volúmenes de En busca del tiempo perdido. El relato nos cuenta cómo una pintura o una composición musical pueden impresionarnos y transportarnos.

Y es allí donde Proust explica que el verdadero viaje es el de la imaginación y el de la percepción:

“Tener alas y un aparato respiratorio distinto, que nos permitiesen atravesar la inmensidad del espacio, de nada nos serviría. Porque si fuéramos a Marte o a Venus con los mismos sentidos que ahora tenemos, nos mostrarían todo lo que allí pudiéramos percibir con el mismo aspecto que tienen las cosas de la tierra. El único viaje verdadero, el único baño de juventud, no sería ir hacia nuevos paisajes, sino tener otros ojos, ver el universo con los ojos de otro, de cien otros, ver los cien universos que cada uno de ellos ve, que cada uno de ellos es”.

Es así, concluye Proust, como podemos realmente volar de unas estrellas a otras. Con solo un cambio de mirada.

La carrera del espacio exterior, en la que tantos millones se han invertido, no es nada comparada con la carrera del espacio interior.

Lo que buscamos afuera ya se encuentra aquí, si la mirada y la imaginación están despiertas.

Mirar con una nueva perspectiva
Colocarnos mentalmente en otra situación o bajo otra piel puede revelarnos facetas desconocidas de nosotros mismos.

  • Niño o anciano. ¿Cómo vería tu vida o tu situación un niño, o una persona anciana con una experiencia rica?
  • Conciencias diferentes. ¿Qué imagen deben de tener de ti las aves, los gatos, los seres con formas de conciencia no humana?
  • Culturas lejanas. ¿Cómo se percibe tu vida cotidiana desde la perspectiva de una remota aldea africana, de una etnia amazónica, de una comunidad aborigen?
  • Tu vida en potencia. Imagina las posibilidades ilimitadas que alberga, ahora mismo, tu situación.
  • Desde el futuro. Fantasea que tu vida es parte de una novela histórica escrita dentro de cien o de mil años.
  • Sin tecnología. Figúrate que la sociedad tecnoindustrial se colapsa (no faltan estudios que apunten a ello). ¿Cómo vivirías en una sociedad postecnológica?
  • Prioridades ahora. Si solo te quedara un año de vida, ¿qué harías? Seguramente, esas deberían ser ahora tus prioridades.
  • El niño que fuiste. Tal como hoy sonríes a niños de tres años, imagina que sonríes al niño o la niña de tres años que fuiste.

Por Jordi Pigem
 
Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner
Hemos vivido durante décadas con una visión muy limitada de nuestra inteligencia. Por suerte, Gardner cambió esta mentalidad.

En el mundo cada vez más competitivo en el que vivimos, la inteligencia a menudo se utiliza como sinónimo del valor de las personas. Las pruebas de Cociente Intelectual son usadas frecuentemente como una herramienta que describe quiénes somos y a qué podemos aspirar.

Además, con pasmosa facilidad asumimos que toda la complejidad de la mente del ser humano puede resumirse en un polo con dos extremos: la sagacidad y la estupidez. Así, rápidamente etiquetamos a los demás y a nosotros mismos con adjetivos que describen la posición que ocupa una u otra persona en esa jerarquía de inteligencia.

Sin embargo, la realidad acerca de nuestra mente y su potencial es mucho más rica de lo que queda expresado en esta manera de concebir el intelecto. Nuestra psique no se limita a funcionar según las lógicas que tienen en cuenta las puntuaciones de CI porque no hay una sola forma de medir sus capacidades; esta es, justamente, la idea que hay detrás de la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner.

¿Qué son las Inteligencias Múltiples?
El concepto de Inteligencias Múltiples fue desarrollado por el psicólogo estadounidense Howard Gardner durante la década de los años 80, y representa una idea muy poderosa: que las capacidades de nuestra mente no forman parte de una sola habilidad llamada inteligencia, sino de muchas que trabajan en paralelo y que, muchas veces, son ignoradas o eclipsadas simplemente porque no las valoramos.

De este modo, Gardner rechazaba la idea de que existiese una inteligencia unitaria capaz de ser medida por pruebas de lápiz y papel. Si los seres humanos nos caracterizamos por ser increíblemente versátiles a la hora de adaptarnos a retos novedosos e improvisar, ¿por qué deberíamos hacer que la manera en la que medimos el potencial de nuestra mente sea tan rígida?

¿Por qué no reconocer que todo aquello que nos hace únicos y especiales se encuentra en habilidades mentales que no tienen que ver solo con resolver puzzles y operaciones matemáticas, sino que también involucran la sensibilidad artística o la gestión de las emociones?

Así pues, Gardner desarrolló la Teoría de las Inteligencias Múltiples, según la cual cada persona dispone de varios tipos de habilidades mentales que son independientes entre sí. De este modo, alguien que obtiene una puntuación de Cociente Intelectual muy alta podría ser muy mala en la mayoría de las inteligencias que son ignoradas por el test que ha rellenado, y alguien que ha obtenido una puntuación muy baja podría ser un genio incomprendido en otras habilidades.

Las inteligencias múltiples según Gardner
A lo largo de los años, Howard Gardner ha explorado la existencia de muchas inteligencias que, sumadas, pueden dar una imagen aproximada acerca del potencial de cada persona, si bien cada una debe ser tenida en cuenta de manera independiente.

Estas distintas habilidades mentales que componen la Teoría de las Inteligencias Múltiples son 8, aunque el propio autor reconoce que probablemente existan más que aún no han sido descubiertas. Son las siguientes.

1. Inteligencia lingüística
Una de las inteligencias más valoradas, ya que gracias a ella somos capaces de usar con mayor o menor pericia el lenguaje, que es la herramienta gracias a la cual nos relacionamos y construimos sociedades complejas.

Por supuesto, la inteligencia lingüística no se limita al modo en el que hablamos, sino que incluye la facilidad con la que escribimos y comprendemos lo que dicen los demás. Es por eso que los escritores y periodistas son los que mejor aprovechan esta habilidad.

2. Inteligencia lógico-matemática
Tradicionalmente, esta ha formado parte del núcleo de las pruebas de inteligencia, y es muy valorada porque permite ver hasta qué punto se es hábil realizando operaciones mentales que tienen que ver con un sistema formal, como por ejemplo la tarea de resolver una ecuación o de detectar una falacia lógica.

Además, estos son ejercicios que son válidos en cualquier contexto cultural y casi no dependen de los conocimientos que hemos memorizado, de modo que esta inteligencia es muy cotizada en el mercado laboral.

Los matemáticos y programadores son especialmente buenos en esta habilidad, así como los filósofos lógicos.

3. Inteligencia espacial
La inteligencia espacial tiene que ver con nuestra habilidad a la hora de recrear espacios en nuestra imaginación y manipularlos mentalmente. Por ejemplo, se puede utilizar para resolver puzzles con figuras tridimensionales, para conducir un vehículo o para encontrar la salida en un laberinto.

Este es el tipo de inteligencia que caracteriza a los arquitectos, los fotógrafos, dibujantes y diseñadores, etc.

4. Inteligencia musical
Tal y como su nombre indica, este componente de la Teoría de las Inteligencias Múltiples tiene que ver con el proceso de elaboración y de apreciación de la música; sus ritmos, sus variaciones, etc. No resulta extraño, pues, que las personas con una mayor inteligencia musical suelan desarrollar todavía más esas habilidades y acaben convirtiéndose en músicos.

5. Inteligencia corporal
Las personas que destacan más por medio de esta inteligencia son las que conectan más fácilmente con su cuerpo y el modo en el que este puede ser movido. Los bailarines, actores y deportistas, por ejemplo, exhiben esta habilidad cuando coordinan muchos grupos de músculos par realizar movimientos armónicos y gestos exactos.

6. Inteligencia intrapersonal
Este tipo de inteligencia tiene que ver con el modo en el que aprendemos a analizar todo aquello que ocurre en nuestra mente, especialmente si son emociones. Por ejemplo, examinar una sensación desagradable y extraer de ella una lección vital valiosa con relativa facilidad es un signo de que esta habilidad está muy desarrollada.

7. Inteligencia interpersonal
Esta capacidad tiene que ver con la empatía y el modo en el que tenemos éxito al imaginar cuáles son los estados mentales que están ocurriendo en los demás, rápidamente y en tiempo real. Es un tipo de inteligencia esencial en las relaciones personales, y en el ámbito profesional es utilizada por negociadores y comerciales, entre otros.

8. Inteligencia naturalista
Una habilidad que tiene que ver con el éxito que tenemos a la hora de improvisar con los elementos de los que disponemos en nuestro entorno para utilizarlos de forma creativa y novedosa. Por ejemplo, un explorador que improvise un refugio con unas cortezas especiales y con otras fibras vegetales demuestra destacar en esta capacidad.

Howard Gardner añadió este elemento a la Teoría de las Inteligencias Múltiples cuando el resto ya habían sido propuestos.

Una visión más amplia de nuestro potencial
A través de la Teoría de las Inteligencias Múltiples, Howard Gardner nos ha proporcionado una manera más enriquecedora de valorar nuestras propias fortalezas, en vez de limitaros a tener en mente aquello que el mercado de trabajo y el modelo educativo tradicional espera de nosotros.

Gracias a esto podemos reconocer y apreciar habilidades a las que restábamos importancia simplemente porque las considerábamos accesorias, en vez de verdaderas inteligencias tan válidas y útiles como las que miden las pruebas de CI.

Por Bertrand Regader
 
Termina con tus celos en 6 pasos
Detrás de los celos se esconde un doloroso sentimiento de inseguridad y un miedo profundo a perder a quien creemos que nos pertenece. ¿Cómo podemos recuperar la autoestima?

Los celos son un sentimiento que ha preocupado a la humanidad casi desde el principio de los tiempos, pero, ¿qué son en realidad? Cuando sentimos celos, la desconfianza nos invade y nos vuelve locos; nuestro amor llega a ser tan absorbente que no nos deja vivir. Y es que, en el fondo, la persona celosa se quiere tan poco que pone en duda que el otro la ame.

¿En qué consisten los celos?
El diccionario de la Real Academia Española plantea que este término deriva de la palabra celo, a la que define como: "Cuidado o esmero que alguien pone en hacer algo". Pero, ¿es cierto que los celos tienen que ver con el cuidado? ¿Cuando sentimos celos estamos cuidando al otro? Personalmente creo que no, que en la práctica de la vida cotidiana no es así.

Pienso que se ajustaría más a la realidad definir los celos como el estado altamente emotivo y cargado de ansiedad que sufre la persona cuyo rasgo distintivo es el miedo ante la posibilidad de perder aquello que considera de su propiedad, ya sea en el ámbito social, familiar, laboral o sentimental.

En la esfera emocional, la característica más importante de los celos es la desconfianza permanente hacia la otra persona, que no es más que el producto de un sentimiento de miedo confuso y obsesivo ante el supuesto riesgo de que el ser amado prefiera a otro en vez de a nosotros.

Cuando uno no se valora
Por lo tanto, los celos no son una respuesta lógica del amor hacia la pareja, sino la inevitable y terrible consecuencia de un sentimiento de descalificación hacia uno mismo. No obstante, a los terapeutas nos resulta muy frecuente ver en la práctica profesional a personas que consultan por un tema aparentemente relacionado con los celos, cuando, en cambio, el diagnóstico nos indica que tenemos que trabajar en otra dirección porque lo que las está perturbando forma parte de otra cuestión.

Distintos tipos de celos y de personas celosas
Por eso sería importante establecer claramente la diferencia entre las situaciones en las que se ponen en juego los celos de otras circunstancias que, aunque se parecen mucho, deben ser abordadas de forma distinta.

Perfiles que se confunden
Hay tres tipos de personalidad relacionadas con los celos que hay que diferenciar:

  • Los negadores: Muchas veces he escuchado a diferentes personas decir que son celosas, cuando, en verdad, lo que buscan es intentar negar la realidad porque no quieren verla, prefieren mirar para otro lado, aun al precio de acusarse a sí mismas de una conducta de celotipia que no es cierta, pero que les evita el dolor de tomar una decisión con respecto a su pareja. A este perfil pertenecen los negadores, no los celosos.
  • Los celosos: Algunos se reconocen como tales y otros no; pero todos, en algún momento, creen tener motivos sólidos para desconfiar.
    • Hay un grupo que siempre busca fantasmas para convencerse de que no existen y, de esta manera, sentirse más seguros con su pareja.
    • Hay otro grupo que busca constatar que sus celos están fundamentados y, así, poder terminar con la relación y, por lo tanto, poner fin al sufrimiento que le genera su propia inseguridad.
  • Los realistas: Son personas que nunca fueron celosas y a las que, un buen día, la realidad se les impone: su pareja las engaña. Entonces, no quieren negar y mirar hacia otro lado acusándose a sí mismas de que su malestar es debido a unos celos enfermizos sino que deciden ver y, luego, actuar como creen que deben hacerlo. Algunas personas elegirán el camino de la separación y otras escogerán el de seguir adelante con su pareja -que, desde luego, es válido- pero sabiendo que la infidelidad ha existido y que ellas han preferido pasar página.
Desconfianza e inseguridad
Los celos son siempre producto de la desconfianza, apoyada en la propia inseguridad, y su virulencia dependerá del grado de inestabilidad en el que nos encontremos. Es decir, cuanto más profunda sea nuestra propia inseguridad, mayor será también la intensidad de los celos que sintamos. Como nuestra autoestima está altamente deteriorada, pensamos que el otro no nos elegirá porque nosotros tampoco nos elegiríamos.

Pensamos que lo que tenemos para ofrecer es escaso y carente de valor; por lo tanto, cualquiera puede desalojarnos en el interés de la persona a la que amamos.

De cualquier manera, todos los celos no son iguales, por lo que podríamos clasificarlos en diferentes categorías:

  • Celos ocasionales: Son bastante frecuentes, aun en personas seguras. Todos podemos pasar por un periodo o una situación de este tipo. Cuando esto ocurre, debemos buscar los aspectos en los que nos estamos sintiendo inseguros y trabajar en ello.
  • Celos desmedidos: Son los verdaderamente conflictivos, ya que se mantienen en el tiempo y ocasionan verdadero sufrimiento a quienes los padecen, además de poner en riesgo la relación de pareja. Aquí nos encontramos con una herida muy profunda en la autoestima, que, en la mayoría de los casos, es anterior al vínculo de pareja, y lo más conveniente será buscar ayuda terapéutica.
  • Celos patológicos: Son celos tan excesivos que hasta pueden poner en riesgo la vida de la persona hacia la que están dirigidos. Se pueden ver en algunos cuadros neuróticos y, sobre todo, psicóticos.
5 pasos para romper con los celos
Este sentimiento puede destrozar una relación de pareja por muy sólida que parezca; porque las personas celosas, tarde o temprano, terminan arruinando con su control asfixiante el placer de compartir cualquier tipo de vínculo con ellas, ya que hacen que se pierda la ternura, el respeto y la independencia hacia el otro.

Por lo tanto, si alguna vez nos sentimos atrapados en una espiral de celos que altere nuestro equilibrio emocional, será bueno tener en consideración algunas conductas:

  • En primer lugar, tengamos claro que estamos padeciendo celos; empecemos por asumirlo y evitar así los reproches hacia el otro.
  • Y, después, preguntémonos de dónde vienen. Hablemos con nuestra pareja acerca de las conductas que disparan nuestra desconfianza y busquemos su ayuda para disipar nuestras dudas.
Desear deshacerse de ellos es el primer paso.

  • Por otra parte, si nos damos cuenta de que los celos están fundados en un pensamiento irracional, como generalmente sucede, no perdamos de vista la realidad. Aprendamos a separar lo obvio de lo imaginario y desterremos así las suposiciones.
  • Profundicemos el contacto con nuestra pareja a través del diálogo, del s*x*, de la ternura y de todo aquello que nos aproxime a ella. Muchas veces, ante las situaciones de celos, tomamos distancia afectiva y, así, solamente conseguimos que el otro se aleje, realimentando todavía más nuestras sospechas e inseguridades.
  • Asimismo, podemos hacer cambios personales en ámbitos como la salud, el estilo de vida o nuestras metas que pueden acabar influyendo de forma positiva en nuestra propia percepción y en la de la pareja.
El sexto paso: desarrollar la autoestima
Todo lo expresado anteriormente pertenece a la esfera de la conducta y, por lo tanto, debe ser tenido en cuenta a la hora de actuar. Pero hay un factor que he dejado para el final y que pienso que es fundamental porque está relacionado con nuestros sentimientos, no con nuestras conductas: la relación que mantenemos con nosotros mismos.

No nos olvidemos de que, al fin y al cabo, con nadie estamos más tiempo que con nosotros mismos. Indaguemos, así pues, en nuestro mundo interior.

Intentemos darnos cuenta del porqué de nuestra inseguridad y veremos que, probablemente, nada tiene que ver con la pareja. Trabajemos, entonces, en esa dirección. Tengamos presente que, para resolver nuestros conflictos de celos, debemos cultivar primero nuestra confianza.

Una vez escribí que "el amor posesivo es el triunfo del miedo sobre la confianza", y es cierto. El celoso ama de una manera absorbente y lo hace así porque teme más que confía, con una desconfianza que, en realidad, está dirigida hacia sí mismo.

Para este mal, el mejor camino es depositar nuestra fe en nuestras propias capacidades y si, siendo así de maravillosos, la persona amada nos elige, iqué dicha! Pero si no, pensemos que del único amor del que no podemos prescindir es del amor por nosotros mismos.

Por Julia Atanasopulo



 
¿Cuándo traicionamos nuestro camino vital?
A veces, merece la pena dejar de lado el prestigio, las imposiciones familiares o el rédito económico, si a cambio ganamos en equilibrio emocional.

Todos los seres humanos nacemos con nuestros propios gustos, dones y talentos. Cuando estos son respetados por los padres, y los niños pueden desarrollar libremente sus propios intereses, al llegar a adultos suelen mostrarse entusiastas y felices.

Sin embargo, si durante su infancia los niños no son escuchados y de jóvenes, se les fuerza a elegir una profesión que no encaja con su carácter, las consecuencias pueden llegar a ser funestas para su bienestar físico y emocional.

Las verdaderas señales de nuestro camino
Si observamos detenidamente a nuestros hijos podremos comprobar que, desde su más tierna infancia, ciertos juegos les gustan mucho más que otros. Con sus actividades favoritas, nuestros pequeños disfrutan y pueden entretenerse durante horas.

Estos juegos que les producen tanto placer y para los que están especialmente dotados, marcan el camino que nuestros hijos han de seguir para ser felices en su vida.

Niños multipotenciales
Por supuesto, algunos niños poseen más de un interés, son las llamadas personas multipotenciales. Ellas, a lo largo de su vida, pasarán por diversas etapas en las que se dedicarán a profundizar en temas bien diferentes. Cuando observamos los juegos de nuestros hijos, nos percatamos si tienen una única afición, si van cambiando de una a otra etapa o si compaginan varias al mismo tiempo.

Todo forma parte de su aprendizaje y la combinación de sus diferentes conocimientos les posibilitará desarrollar nuevas ideas en el futuro.

Acompañar al niño, no marcarle el camino
Para unos padres que deseen que sus hijos se conviertan en adultos felices y disfruten de su trabajo y sus aficiones, una prioridad en su estilo de crianza tendría que ser el observar y acompañar a sus pequeños para detectar sus talentos y alimentarlos para que puedan alcanzar el máximo de su potencial.

Sin embargo, no en todas las familias se les ofrece a los niños la posibilidad de seguir sus propios sueños. A veces, los intereses de los hijos contradicen los planes que sus padres tienen para ellos, o no encajan adecuadamente.

En ocasiones, se antepone el rédito económico de algún trabajo “más seguro” frente a la posible inestabilidad de la profesión elegida por el hijo. En otras, la familia conduce al niño o a la niña, desde que es bien pequeña, a seguir tal o cual profesión por el mero hecho de que su padre, su madre, su abuelo o su tía fueron, por ejemplo, importantes médicos, abogados o músicos.

A alguno de estos niños, desde que su madre está embarazada de ellos, se les reserva plaza en la guardería más prestigiosa de la ciudad para de esta forma poder conseguir, posteriormente, un lugar en el colegio X, donde serán concienzudamente preparados para poder formarse en la misma Universidad donde estudiaron sus antepasados.

Este camino marcado desde la primera infancia puede coincidir, o no, con los auténticos intereses del niño, pero nadie les preguntará su opinión. En su familia, se da por sentado que, para ser feliz, debe dedicarse, tal y como hicieron su padre, su madre, sus primas y su abuelo a una profesión seria y con salidas profesionales.

Qué pasas si no escuchamos nuestra voz interior
El niño seguirá la senda trazada por su familia y desoirá a su voz interior. Tal vez, con el tiempo, se autoconvenza de que la mejor opción para él sea cumplir con la tradición familiar. También, se podrá autoengañar con el argumento de que, tras finalizar los estudios, tendrá la vida asegurada cuando ocupe su lugar en el despacho o la clínica del apellido familiar.
A pesar de esta sensación de falsa seguridad, si la ruta marcada por la familia no coincide con sus propios intereses, acabará por crecer dentro de él una constante sensación de angustia y de insatisfacción. Estos síntomas de profundo malestar serán achacados a los nervios por los exámenes o al estrés laboral.

En cuerpo envía un S.O.S.
Le recetarán ansiolíticos y podrá, aparentemente, seguir adelante sin más contratiempos. Sin embargo, su cuerpo le seguirá enviando señales de que algo no encaja, de que se ha apartado de su verdadera senda. Esta persona, en apariencia feliz y realizada, con un buen trabajo y una posición envidiable, seguirá sintiéndose mal y no comprenderá la razón de su malestar.

Han pasado muchos años desde que dejara atrás sus juegos e ilusiones infantiles, hace tiempo que olvidó, que escondió dentro de sí bajo capas de mandatos familiares, lo que realmente le entusiasmaba y le hacía sentirse pleno y en equilibrio consigo mismo.

Ya no se acuerda de aquellos juegos que le hacían disfrutar de niño.

También, ha olvidado que, de pequeño, él quería ser pintor, músico o psicólogo. Su familia le obligó a abandonar, a traicionar sus verdaderos intereses, dones y talentos y su inconsciente, a través del malestar expresado por su cuerpo y su mente, le quiere ayudar a recordar cómo es él de verdad, cómo es su verdadero yo y cual es su verdadera meta en la vida.

El caso de Marco
En mis años de ejercicio, he conocido a muchas personas que han sido forzadas por sus padres a estudiar algo que no les gustaba. Quizás, el caso más llamativo fue el de un chico, Marco, que vino a consultarme por unos tics que le molestaban al estudiar.

El joven tenía una mente privilegiada y había sido el primero de su promoción de Derecho en una facultad de gran prestigio. Con apenas 24 ó 25 años, estaba preparando oposiciones para Notaría, profesión de su abuelo y posteriormente de su madre, pero unos incómodos tics que sufría le impedían concentrarse en sus estudios.

Cada vez que tenía que sujetar sus libros y fijar la mirada, sus ojos comenzaban a parpadear de forma exagerada y los músculos de sus brazos convulsionaban con tal fuerza que le resultaba imposible leer ni una línea seguida.

Tics que guiñan a las causas del malestar
Marco me relataba asombrado que, cuando se tomaba un descanso e iba a la cocina para tomar un poco de agua, los tics desaparecían y podía sujetar el vaso sin ningún problema. Este cambio tan radical fue lo que le hizo sospechar que su problema podría tener alguna base emocional.

Al final, el joven no inició su terapia y no pudimos trabajar su problema. Quizá fue la distancia lo que le impidió venir (en aquella época yo aún no ofrecía terapia online y el joven residía a unos 200 kms de Málaga) o tal vez intuía que, si se decidía a profundizar en los motivos subyacentes a estos tics, tendría que enfrentarse a la realidad de estar estudiando algo que le había sido impuesto y que le alejaba de su verdadero yo.

Aunque ya hace más de 10 años de esta anécdota y la visita no duró más de una hora, siempre recordaré a este chico como un ejemplo de cómo nos avisa el cuerpo cuando no estamos siguiendo nuestro propio camino. Tengo muy presente este caso cuando aconsejo a padres y madres escuchar y respetar los intereses de sus hijos.

Y para nosotros, ya adultos, la historia de Marco nos puede ayudar a cuestionarnos si estamos siguiendo nuestro instinto, si disfrutamos con nuestro trabajo y con nuestra vida. A veces, merece la pena dejar de lado el prestigio o el rédito económico, si a cambio ganamos en equilibrio emocional.

Por Ramón Soler

 
No confundas sentimientos con realidades



Cuando hablamos de realidades, nos estamos refiriendo a aquello que podemos percibir objetivamente a través de nuestros sentidos. A lo que en verdad es, y no a nuestra interpretación subjetiva. La diferencia puede determinar cómo nos sentimos y es muy importante tenerlo en cuenta.


Por lo tanto, ante una situación, no es lo mismo lo que sucede que cómo podemos sentirlo o pensarlo. Apunte que tenemos que tener en cuenta si queremos mantenernos en un cierto bienestar ante las diferentes realidades que tengamos que enfrentar…




La relación pensamiento y emoción

Los pensamientos y las emociones están relacionados de forma determinante ya que depende de cómo pensemos o lo que pensemos, así sentiremos.

La manera en la que interpretamos y procesamos los hechos externos es responsable en gran medida de los cambios fisiológicos y reacciones corporales que tienen lugar en nuestro interior. A estas reacciones las llamamos emociones y, a su vez, las podemos evaluar o interpretar como agradables, desagradables o neutras.


Muchas veces no sabemos distinguir correctamente una emoción de un pensamiento y, aunque estén muy relacionados, son entidades diferentes que merece la pena saber diferenciar si queremos llegar a ejercer un control mayor y mejor sobre nuestro propio estado de ánimo. La diferencia va más allá de su definición, ya que va a afecta a la manera en la que los reconocemos y tratamos.


En psicología existen muchos sesgos cognitivos o errores de pensamiento que son muy comunes, pero que no caemos en la cuenta de que tenemos que lidiar con sus malas consecuencias.




Un error de pensamiento podríamos definirlo como una interpretación sesgada de lo que realmente está sucediendo.

Es decir, yo estoy viendo mi construcción de la realidad, más o menos alejada de lo que sucede, en función de mis creencias, no según mis sentidos. Estos errores normalmente nos provocan emociones disfuncionales porque el que mira al mundo de manera más realista y mantiene consigo mismo un diálogo más racional tendrá emociones más sanas y funcionales que aquel que se dice frases irrealistas, o sin lógica.


Ver las realidades: la nieve no es roja

En terapia ocurre que muchas personas te dicen “sé y entiendo lo que me estás diciendo pero es que yo siento que eso es así, y como lo siento creo que es real”. Esto es un error de pensamiento muy típico: confundir sentimientos con realidades. Este argumento, por surrealista o infantil que pueda parecer, puede llegar a sujetar grandes hilos de pensamientos desencaminados y comportamientos disfuncionales.


Lo cierto es que la realidad es la que es, ni más ni menos. Sin embargo, si me esfuerzo, al final puedo crear una realidad subjetiva según me convenga -tanto para bien como para mal-, aunque esto al final pueda llegar a pasar una factura enorme.

No es lo que se siente, es lo que es
Muchas veces, cuando me han dicho esta frase de “si yo lo siento, es así” he puesto el ejemplo de la nieve roja, aunque puede valer cualquier otro ejemplo que tenga que ver con algún color…¡pocas personas pueden discutir sobre el color!

Les digo entonces que el argumento que esgrimen es como si yo les digo un día que “me he dado cuenta que la nieve es roja y no blanca, porque yo la siento así, la siento roja y como yo la siento así, para mi lo es”. Evidentemente, todo el que escuchase esto me diría coloquialmente que estoy loca. Así, por mucho que yo “sienta” que la nieve es roja, lo cierto es que de manera natural es blanca.

Esto mismo es lo que hacemos nosotros con los hechos que tienen lugar en nuestra vida. A veces tenemos una mirada ingenua y otras demasiado dura, pero nos cuesta observar la realidad tal y como es.

Podemos verlo claramente en la anorexia nerviosa, los pacientes sienten que tienen más peso del que realmente tienen. Sin embargo, su altura y estatura comparándolos con los de la población normal nos dicen que no es así. Sin embargo, ellos se quedan con su manera de sentir y actúan según esta.

Disfruta de la realidad
Estar vivos significa pasar por momentos mejores y por otros no tan buenos. Es conveniente darse cuenta de qué es lo que está ocurriendo en nuestras vidas y “obligarse” a mirar fuera limpiando a menudo los cristales de nuestras gafas. Si no, nos acostumbraremos a ver de manera sesgada y dejaremos de apreciar la diferencia entre lo que es y lo que pensamos que es.

Para ello, has de detectar esos errores de pensamiento que aparecen en tu mente de vez en cuando. Hemos hablado de confundir emociones con realidades, pero hay muchos más: personificar una situación, jugar a ser adivino, sobregeneralizar un hecho concreto, etc.

Una vez los hayas detectado, tienes que hacer un esfuerzo consciente para no seguir aplicando un sesgo a la realidad que te hace verla distorsionada. Un filtro por el que solías pasar la mayoría de la información que te llegaba del exterior, que actuaba de una manera sutil y silenciosa y que a fuerza de costumbre has adoptado como propio.

Veámoslo con un ejemplo, con un pensamiento: “Es verdad que debido a mis experiencias y mis creencias acumuladas, ahora mismo siento que caeré en una depresión si él me rechaza y me deja. Pero entiendo que el hecho de albergar ese sentimiento no supone que tenga que ser irremediablemente así. De hecho, lo que haga va a tener mucho que ver en lo que me pase a continuación”.

Poco a poco, a medida que vamos practicando, notaremos que nos volvemos más realistas y nos adaptamos al mundo, como el agua se adapta a los recipientes. El resultado es una vida más sosegada, más plena y feliz, donde las realidades que ves son mucho más fieles que antes y no una vida plagada de emociones patológicas que al final lo que hacen es bloquearnos.

Por Alicia Escaño Hidalgo
 
¿Sabes qué es la ilusión del optimista?



Infinidad de estudios científicos y sus resultados confirman el dominio de la intuición en la mente humana, por encima de la razón. ¿Esto qué quiere decir? Significa que nuestro cerebro nos intenta hacer creer en una realidad en la que somos “supuestamente” los controladores de nuestras acciones. Sin embargo, esto no es ni mucho menos cierto.




La científica inglesa Tali Sharot afirma que existen tres ilusiones que nos “hacen” percibir y ver el mundo muy positivo, fácil y de color de rosa.


¿Qué es la ilusión de superioridad?

Sharot realizó una encuesta en la que pedía la percepción personal de varios sujetos en cuanto a sus habilidades de conducción. Resulta que el 93% de los encuestados creía estar por encima de la media creyéndose “muy buenos conductores”. Este porcentaje obtenido es imposible ya que no todos podemos ser superiores al promedio dentro de un mismo campo.


A este hecho Sharot lo denomina ilusión de superioridad. Pero también podríamos tomar como ejemplo de lo anterior las elecciones que realizamos cada día. Si nos preguntan cuales son las causas o los “porqué” a como elegimos vestir, vivir o cualquier acto que dependa directamente de nosotros, seguramente responderemos con muchas razones lógicas para nosotros mismos o, lo que es lo mismo, excusas para sentir que lo que elegimos fue la mejor opción y justificarnos positivamente.




¿Y la ilusión introspectiva?

Solemos pensar que nuestros motivos son apoyados por nosotros mismos y están justificados. A este hecho Sharot lo llama la ilusión introspectiva.


Con respecto a los malos momentos y altibajos de la vida, solemos sobreestimar las experiencias positivas que nos ocurrirán en un futuro y no tomamos consciencia o importancia de lo negativo que pueda ocurrir, infravalorándolo.




Descubriendo el sesgo optimista

Tenemos tendencia a pensar que no nos ocurrirá ningún problema o que somos invulnerables en cualquier parcela de nuestra vida. El futuro será mucho mejor que el presente. Con esto no estamos afirmando que todo lo que tenga que pasar sea malo, para nada. Pero sí que debido a este sesgo optimista podemos salir adelante, continuar sin pararnos e incluso no reflexionar en las posibles consecuencias no tan positivas que puedan ocurrir y que, precisamente son de las que mas podemos aprender.


La parte positiva de estos resultados, que la hay, es que podemos ser conscientes de esta visión optimista de la vida ya que es parecido como con las ilusiones ópticas, que aunque las entendamos no desaparecen.


Es cierto que vida, lo que eres tu ahora, tenemos una. El optimismo es vital para gozar infinidad de preciosos momentos, experiencias y lo mas importante, nos permite compartir el amor y la ilusión por la vida, la de ahora.


Pero, ¿Qué es el optimismo?

El optimismo nos permite confiar en nuestras capacidades y posibilidades, enfrentando con perseverancia y estado anímico muy positivo ante cualquier dificultad que se nos presente en el camino. Nos ayuda a descubrir lo bueno de las personas que nos rodean y a aceptar todo tipo de favores que nos ofrezcan de corazón.


Ser optimistas nos permite encontrar soluciones, ventajas y posibilidades ante los inconvenientes surgidos. La diferencia de su valor opuesto, el pesimismo, es que la primera nos insiste en apreciar todas las cosas, lograr que nuestras actitudes cambien.


El optimista refuerza y alimenta su perseverancia, deteniéndose a pensar en todas las posibilidades y tomando la que considera pertinente para esa ocasión. Esto evita que se engañe ante una falsa realidad que le asegura una vida más fácil y placentera.


Por ello, y para que os quedéis con buen sabor de boca os dejo estas frases sobre optimismo e ilusión por cada día:

-La vida tiene su lado sombrío y su lado brillante; de nosotros depende elegir el que más nos plazca. -El optimista cree en los demás y el pesimista sólo cree en sí mismo. -No anticipéis las tribulaciones ni temáis lo que seguramente no os puede suceder. Vivid siempre en un ambiente de optimismo. -Mantén tu rostro hacia la luz del sol y no verás la sombra. -Haz que tu cabeza trabaje a favor tuyo y poco a poco adquirirás la costumbre de no molestarte cuando las cosas vayan mal. -Memoria selectiva para recordar lo bueno, prudencia lógica para no arruinar el presente, y optimismo desafiante para encarar el futuro. -El optimismo es la fe que conduce al éxito. Nada puede hacerse sin esperanza y confianza.

Por Paula Díaz
 

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