Autoestima y otros temas de psicología

El deterioro silencioso que nos lleva a fingir que estamos bien



No. No todo en la vida tiene solución. Tampoco podemos intentar explicarlo todo ni estar con una sonrisa inmensa día tras día. Sin embargo, preferimos mil veces fingir que estamos bien que reconocer que somos presas del deterioro silencioso.


Pero fingir felicidad para ser aceptado es un craso error que cometemos muchos de manera habitual. No obstante, hay etapas en las que simplemente eso de simular bienestar carece de sentido.




Así que para bien o para mal tenemos la osadía de no sonreír cuando no nos apetece e intentamos no pecar de “intentar caer bien a todo el mundo” con objeto de dejar el agotamiento y el desgaste emocional que genera procurar que nadie se preocupe.


Por eso es importante que nos permitamos no estar siempre bien, así no nos presionaremos por estar a gusto y vivir a disgusto. Porque sí, fingir es doloroso y la tristeza y el malestar no es sinónimo de debilidad.






El desgaste emocional que implica fingir: las fuerzas que no retornan

Los datos indican que ocho de cada diez personas que están tristes fingen estar bien pero, desgraciadamente, nos damos cuenta tarde de esto. Esto se traduce en un deterioro silencioso que nos sume en un gran desgaste emocional a través del que nos introducimos en una espiral que nos absorbe y nos aprieta lo que entendemos como alma.


Es decir que las emociones y los sentimientos que en principio están en nosotros para hacernos bien, acaban palideciendo por culpa de nuestra incapacidad para darles rienda suelta y vivenciarlas como debemos.


Así que, como consecuencia de esto, acabamos centrifugados, mareados de la vida y devorados por nuestros constantes intentos de acallar la voz del malestar. Por lo tanto, la clave está en aceptarnos en todas nuestras vertientes y no empeñarnos en engañar a nuestra conciencia.




Esta perspectiva nos ayudará a aliarnos en el combate contra dolencias como la depresión, la ansiedad, la fatiga crónica, la desesperanza, el insomnio, la irritabilidad desmedida, etc.




La clave de la resiliencia es la aceptación

El aprendizaje más importante de nuestra vida es el que alcanzamos cuando nos esforzamos por conocernos, aceptarnos y amarnos. En este caso el orden de los factores sí que altera el resultado, pues no podemos amarnos sin antes aceptarnos, ni aceptarnos sin antes conocernos.


Para lograr la consecución de este peldaño de crecimiento emocional tenemos que desaprender precisamente lo que tratamos en estas líneas, pues solo así conseguiremos desprendernos de creencias y manipulaciones que nos someten año tras año, día tras día y minuto a minuto.


Es decir que para mirar la vida sin anestesias y sin presiones se hace necesario cambiar de colina, pues solo ello nos ayudará a manejar otras perspectivas. Así que cada día, cuando nos levantemos, tenemos que prestar mucha atención a la hora de elegir qué gafas nos vamos a colocar.




Para no distorsionar lo mejor es colocarse esas gafas de color transparente que agudizan nuestra visión de lejos y de cerca. Esto no significa otra cosa que dejar a un lado prejuicios y creencias que nos hacen distorsionar y hablarnos en mal tono.


Porque la importancia del dialógo interno es algo que se nos olvida con demasiada asiduidad. Por todo ello es esencial permanecer en silencio dentro de nosotros y darnos cuenta de que la única manera de alcanzar el bienestar es respetarnos y dejar de fingir, con malestar y sin él.

Por Raquel Aldana
 
Claves para alejar la basura emocional




Las personas, para ser felices, necesitamos de un equilibrio emocional. Obviamente todos comprendemos que nuestra vida diaria no va a estar exenta por completo de ciertas dificultades, de ciertos problemas. Pero cuando la balanza se descompensa, cuando pesa más la incerteza y el miedo que la tranquilidad, aparece el problema.


Un día, sin saber muy bien cómo, nos levantamos con la sensación de que no podemos más. Que hay un peso que nos oprime y que no nos deja respirar. Problemas con nuestra pareja, el trabajo, un asunto que no sabemos cómo afrontar y que nos pone a prueba… de pronto, la vida, se vuelve compleja y nos vemos encerrados en un laberinto sin salida rodeados de esta “basura emocional”. Pero… ¿cómo librarnos entonces de ella?




1. Cuidado con las expectativas

No podemos negarlo. En ocasiones las personas nos fijamos unas expectativas muy altas a corto plazo. Esperamos mucho de nosotros mismos e incluso de las personas que nos rodean. Queremos ascender en el trabajo, cumplir ese objetivo, que ciertas personas estén con nosotros en cada proyecto… en cada momento.


Este suele ser el error que cometen muchas personas y que, sin que nos demos cuenta, acaba ocasionando una elevada frustración, e incluso ciertas depresiones. ¿Lo ideal? Gestionar tus objetivos día a día, prestando atención al ahora, a lo que somos, a lo que tenemos, a lo que hoy nos puede hacer feliz.


Valora las pequeñas cosas. Con pasos discretos pero firmes, construiremos el camino del mañana






2. ¿Qué tal si pensamos en positivo?

Ya. Te lo han dicho muchas veces. E incluso diariamente ves esas imágenes en Facebook que te hablan de la necesidad de ser positivos a través de caras sonrientes. ¿Pero lo aplicas realmente a tu vida? Puede sonar a eslogan, pero te aseguramos que nadie gana dinero animándote a que dejes tus pensamientos negativos a un lado. A que cambies el chip.




Ser positivo supone vestirse con una nueva actitud, supone hacer un esfuerzo diario e incluso una reestructuración cognitiva. No veas limitaciones, fíjate en las posibilidades. No veas crisis, intuye oportunidades de mejora y esfuerzos personales. Ser positivo no es solo dibujar una sonrisa en tu rostro, supone interiorizar energías y esperanzas.


3. Voluntad con acción

¿Quieres? ¡Puedes! De nada nos vale desear algo, querer iniciar una mejora o un cambio si no ponemos parte de nuestra voluntad. Cabe decir en primer lugar que antes de la voluntad y la acción, está el reconocimiento. ¿Sabes ya qué es lo que hace daño a tu vida? ¿Sabes de dónde procede esa “basura” emocional, sabes qué la causa? Entonces, no lo dudes… actúa.




4. Aceptamos, pero no olvidamos

Aceptamos lo sucedido. Aceptamos la pérdida, el error, el cambio o la responsabilidad… y después, lo superamos. Aceptar y superar lo ocurrido, es esencial y necesario, pero ojo… aquellos que esperan " olvidar" sin más lo sucedido están en un error.


Las personas no tenemos la misma facultad de los ordenadores de enviar a “la papelera de reciclaje” aquello que nos hizo daño o que ya no deseamos. Es decir, la basura emocional no se olvida, sino que se supera. Y más aún, el no olvidar nos permite a su vez poder aprender de y adquirir experiencia vital. Es la mejor facultad del ser humano, sin duda.


5. Sal de tu zona de confort

La zona de confort es ese ámbito en que nos sentimos seguros, ahí donde disponemos de cierto control de todo aquello que nos rodea. Pero en ocasiones, para lograr mejorar en nuestra vida nos es necesario dar el paso fuera de esa zona, para iniciar nuevos proyectos con los que salir más fortalecidos.


No lo dudes, cuando empieces a explorar que hay más allá de este límite en el que te encuentras ahora… entrarás en una parte indispensable para el ser humano conocida como “zona de aprendizaje”.

Por Valeria Sabater
 
¿Qué es el amor?



¿Qué es el amor? ¿Cómo definir algo tan complejo, contradictorio, fascinante y que al mismo tiempo nos hace sentir tan vivos? No puede observarse bajo un microscopio, hay quien lo define en términos químicos y quiénes hacen poesía de él. Amor es inspiración, a veces hasta sufrimiento, todos quieren vivirlo, la mayoría lo han sentido alguna vez, pero nuestra cuenta pendiente sigue siendo poder explicarlo.


Decía Mahatma Gandhi que “donde hay amor hay vida”. Esta es sin duda, una de las definiciones más sencillas pero realistas sobre esta dimensión maravillosa, a la vez que misteriosa. Esta emoción es la que nutre al bebé que acaba de nacer, la que nos ayuda a crecer, la que nos hace sentir parte de un grupo social. El amor, por así decirlo, nos sitúa en el mundo…




El amor nos elige

Canciones de amor. Todos tenemos nuestras preferidas, y en ellas se nos intenta explicar qué es y qué implica este sentimiento y sobre todo, lo que nos produce: felicidad, desdicha, inspiración, pasión… Esas letras nos hablan de amores no correspondidos, e incluso de sus tipologías: el amor interesado, el romántico, el amor eterno, el que nace de la amistad…


“El amor es algo ardiente
Que forma un anillo de fuego…”


-Johnny Cash-


Si ya has estado o estás enamorado, sabes de sobra lo que se siente aunque no lo puedas expresar en una definición que semánticamente abarque todos los matices. Así, si hay algo que la mayoría sabemos es que no siempre somos libres de enamorarnos de quien de verdad desearíamos. Por decirlo de otro modo: el amor nos elige. Y esa elección puede ser la apropiada o por el contrario, traernos más sufrimientos que dichas.


¿Por qué tenemos tan poco control en materia afectiva, por qué no podemos ser más objetivos, más racionales? ¿Qué subyace al fenómeno de la atracción?





¿Qué es el amor? ¿Qué nos dice la ciencia?

En el amor existe cierto componente biológico, lo sabemos. Todos hemos oído hablar de esa tormenta química conformada por neurotransmisores como la dopamina, la serotonina, la oxitocina… Ahora bien, tampoco podemos dejar de lado otro tipo influencias, en este caso, externas. Hablamos de nuestra cultura y el peso de la sociedad como mecanismo de influencia




El amor desde la psicología

Desde el punto de vista puramente psicológico, el amor es una experiencia afectiva conformada por un conjunto de variables muy concretas: necesidad de vincularnos a alguien, necesidades de intimidad, pasión, sexualidad… Todos esos principios quedan recogidos en la teoría triangular de Stenberg.


Fue en 1986 cuando Robert Stenberg, profesor de la Universidad de Yale, dio una primera definición psicológica en su libro La teoría triangular del amor, sobre esas dinámicas que edifican una relación de pareja. Sobre lo que en esencia, busca y define el amor.


  • Intimidad: son los sentimientos que promueven el acercamiento, la conexión y la construcción del vínculo. Es la aceptación del otro y el sentimiento de confianza y cariño que establecemos con esa persona.
  • Pasión: es el deseo, pero no se refiere solo al deseo físico y sexual con todo el componente neuroquímico que de ello se deriva. La pasión también se expresa mediante la admiración del otro, mediante esa implicación psicológica donde surge el afecto más profundo y la necesidad de estar cerca de la persona amada.
  • Compromiso: es la decisión expresa y auténtica de construir un proyecto con la otra persona. Es serle fiel, y saber erigir un presente y un futuro donde se lleven a cabo actividades en común. Es crear un “nosotros”, un espacio propio donde consolidar la relación.




Helen Fisher y la neurobiología del amor

Helen Fisher es una conocida antropóloga y bióloga que estudia el comportamiento humano en la Universidad Rutgers. Sus trabajos son conocidos en todo el mundo por traernos una visión alternativa e igualmente interesante sobre lo que es el amor. Para ella, es un poderoso sistema de motivación, un impulso básico que nos permite satisfacer una serie de necesidades.




  • La principal necesidad es la de sentirnos amados. Esa ansia es más intensa que la propia sexualidad. Así, Helen Fisher explica que este deseo vital del ser humano constituye lo que conocemos como "amor romántico". Se trata de toda una serie de dinámicas emocionales caracterizadas por la motivación, el deseo de vinculación, las ganas por compartir vida, proyectos, por formar parte conjunta del proyecto con alguien.
  • El impulso sexual es otro de esos motivantes. Es la búsqueda del placer, de la autosatisfacción…
  • El tercer objetivo del amor desde esta perspectiva neurobiológica es el apego. Apego como aspiración para obtener calma y seguridad al lado de alguien, apego como la evolución del amor romántico para alcanzar la estabilidad y evolucionar como pareja.

El amor, los prejuicios y las implicaciones sociales

¿Qué pasa si tienes ya cuarenta años y te sigue entusiasmando el ideal del amor puro? Absolutamente nada. Seguramente te crean un iluso/a, se burlen de ti o te dirán que deberías ser más realista. Para un momento: esa es tu realidad. Es un completo error negar lo que eres o lo que sientes por los juicios de los demás.


Históricamente se ha tendido a catalogar cómo deberíamos relacionarnos con el s*x* opuesto. Si decimos “s*x* opuesto” es porque el colectivo LGTB, tristemente, aún sigue siendo omitido o tratado como un tabú a la hora de hablar de amor.


¿Qué implicación tiene esto? Que socialmente seguimos derivando en los mismos errores. Se sigue estableciendo cuál es el modo correcto de querer y desear, y con ello cercenamos el amor en todas sus maneras, formas y expresiones. Negamos por ejemplo, hechos como que las personas con discapacidad también tiene sus necesidades afectivas y sexuales. Negamos (o no queremos ver) que el amor y la sexualidad está presente también en la tercera edad.





El verdadero significado del amor

Nos ocurre a todos. En ningún medio de comunicación sale como “la pareja perfecta” la silueta de dos mujeres lesbianas, un chico blanco y una chica negra, un barrendero y una abogada o una joven escritora y un hombre más mayor.


Amar es el mayor acto de valentía.


Hace poco salió en los medios de comunicación un hombre con esclerosis múltiple que postrado en una cama vio nacer a su bebé. A todos nos estremece, a todos nos emociona. Pocos tendríamos los arrestos necesarios para luchar a su lado día a día.


Vivimos en la cultura del mínimo esfuerzo y de las apariencias. Somos grandes egoístas.


El amor supone una gran entrega, pero sin perder la identidad. El amor es compartir, aprender, descubrir… Se suele decir a alguien que ha acabado una relación de pareja que hay muchos peces en el mar. Podríamos incluso, añadir algo más, hay muchos mares con peces. El amor no entiende de idiomas, colores, ideologías, edades o sexos. No seas tú el que lo aleje por prejuicios, miedos o mitos encubiertos en frases de amor.


Así que, si aún no has encontrado a “tu príncipe azul” o “te salió rana”, crees que “a las mujeres no hay quién nos entienda” o que “somos demasiado complicadas” puede que quizás estés adoptando una perspectiva equivocada. Abre tu mente y vive, el amor puede encontrarte en el lugar menos esperado.

Por Rocío San Segundo Alonso
 
Los aires de superioridad: un rasgo de las personas inseguras




Todos hemos conocido a esa persona que se muestra muy segura y alardea de ello. Con la cabeza bien alta, parece que lo sabe todo y que los demás nunca estaremos a su altura. Estas personas que son reconocidas por sus aires de superioridad se creen mejores que los demás y a su lado estarán aquellos que los idolatran y los que serán sus víctimas.


“Nuestro ego se dispara en relación directamente proporcional a la inseguridad que sentimos”




-Rafael Calbet-


La modestia no es un rasgo que caracterice a este tipo de personas. Ellas siempre se mostrarán orgullosas y fardonas de todo lo que puedan para destacar sobre el resto. Pero… ¿hay algo más?, ¿puede que sea una máscara para ocultar un tremendo complejo?


Los aires de superioridad y el autoengaño


Recordemos a las personas que hacen bullying a las demás. Estas no son tan fuertes como parecen, pues necesitan hacer daño a otras para infundir miedo y así hacerse respetar. Pero, en su fuero interno, no son tan valientes como parecen. Tienen graves problemas que enmascaran y que proyectan contra los que están a su alrededor.
Esto mismo ocurre con las personas con aires de superioridad. Detrás de todo ese desprecio que muestran hacia sus propios amigos se esconde un problema mucho más profundo que intentan ocultar. Una situación que alimentan poniéndose una máscara de autosuficiencia, pero que nunca se verá saciada.





El ser humano tiene una gran capacidad para negar los problemas que le abordan. Es más, en ocasiones, incluso viendo la realidad ante sus ojos, tiene la gran osadía de negarla. A veces es por miedo, otras por vergüenza.




En el caso de las personas con aires de superioridad, el gran problema es la inseguridad que les persigue.


Como no podría ser de otra manera, la autoestima aquí tiene un papel fundamental. Ante esta puedes actuar de dos maneras: sintiéndote superior o inferior. Las personas con aires de superioridad bloquean o enmascaran su inseguridad mostrándose superiores a los demás, humillándolos para así sentirse mejor con ellas mismas.


Te miraré siempre por encima del hombro

Uno de los factores que puede llevar a una persona tener a aires de superioridad puede ser el acoso escolar sufrido en sus años de estudiante. Es posible que en la siguiente etapa estudiantil, pensemos en el instituto o la universidad, que este joven cambie drásticamente su forma de ser para protegerse ante otro posible ataque por acoso.


Por este motivo, piensa que desde el primer día, para que no le vuelvan a pisar, tiene que pisar y demostrar seguridad, mostrándose como alguien que realmente no es. Jamás reconocerá un error que ha cometido, eso recaerá en los demás.




“El autoengaño es primero un cálido refugio y luego una fría cárcel”


-María Jesús Torres-


También, podrá ser pedante y soberbio, con una opinión tan positiva sobre sí mismo que será el modelo de muchos de los que le rodean.





Para alimentar sus aires de superioridad, algunos tienen que seguirle y hacerle caso, si no, su estrategia se verá fallida y se hundirá. Para ello, destacarán con su gran teatralidad y realizarán bromas hacia sus superiores para que los demás se den cuenta de quién es el verdadero líder.


No es la solución


Lamentablemente para ellos, tarde o temprano esta situación se termina, pero para cuando esto sucede la autoestima está muy dañada. Ignorar un problema no hará más que empeorarlo y provocar que cuando ya no podamos guardarlo más, salga propulsado y con una fuerza difícil de contrarrestar.
Ponerse una máscara nunca será una buena opción. La solución se encuentra en la búsqueda de una autoestima equilibrada, que nos permita sentirnos seguros y bien con nosotros mismos.


Mostrarnos como personas que hacen daño a los demás no nos hará sentir mejor, al menos no a largo plazo. Por dentro, seguiremos sintiendo ese vacío y esa terrible inseguridad.


Por eso, cada vez que te encuentres con una persona con aires de inseguridad sé cauteloso. Ella no tiene la culpa de actuar así porque a saber qué tipo de situaciones horribles ha tenido que vivir.


Si tienes la oportunidad de tenderle la mano y ayudarla, hazlo; si no, aléjate y que ella siga su camino hasta que solucione su problema de inseguridad por sí misma.





Ahora ya sabes que cualquier persona que exhiba de forma exagerada sus virtudes, ya sea su seguridad, su fuerza, su valentía, su inteligencia para quedar por encima de los demás es porque tiene un conflicto con ello. Es una manera de protegerse, aunque en realidad lo único que hacen es hacerse más daño.

Por Raquel Lemos
 
Las palabras son tan importantes como los hechos




Algunos experimentos han probado que las diferentes palabras provocan modificaciones en el cerebro. Las palabras destructivas aumentan la producción de la hormona del estrés. Las edificantes, incrementan la segregación de hormonas del bienestar.

Las sentencias que dicen cosas como “A las palabras se las lleva el viento”, o “Son solo palabras”, fueron elaboradas y son reproducidas por quienes desconocen todo el desarrollo de la teoría del lenguaje que se dio en el siglo XX. Hoy sabemos que las palabras son actos de comunicación. También que cada persona es básicamente un discurso ambulante.


Las personas estamos hechas de palabras, que no son otra cosa que la materialización de las ideas. Y las ideas materializan la cultura. Nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo gracias a esa cultura, a esas ideas, a esas palabras. Por eso, la palabra está en la esencia misma del ser humano y tiene una incidencia determinante.




“Una sola palabra tiene el poder de influenciar la expresión de los genes que regulan el estrés, tanto a nivel físico como emocional”.


-Andrew Newberg-


Las únicas palabras que se lleva el viento son aquellas que no nos competen. En cambio las que tienen que ver con nosotros, o con nuestros imaginarios, sí que calan dentro. No se van. Se quedan allí, moldeando nuestros sentimientos y emociones, nuestra conciencia. Hoy por hoy podríamos decir que las expresiones verbales son tan o más importantes que los hechos concretos.




El lenguaje y su impacto en el cerebro

Uno de los asuntos más interesantes es que la neurociencias han descubierto que toda expresión hablada genera diversas reacciones en el cerebro. Tanto las palabras positivas como las negativas generan modificaciones observables. Uno de los estudios más completos al respecto lo realizaron los psiquiatras Mark Waldman y Andrew Newberg, autores del libro Las palabras pueden cambiar tu cerebro.




Entre otros aspectos, esta obra señala que se comprobaron curiosas reacciones cerebrales frente a las palabras “sí” y “no”. Cuando una frase comienza con la palabra “No”, el cerebro comienza a segregar más cortisol, la hormona del estrés. A su vez, si la frase comienza con un “Sí”, hay mayor liberación de dopamina, la hormona del bienestar.




Así mismo, un experimento llevado a cabo en la Friedrich Schiller University mostró que las expresiones afectuosas y positivas activan la corteza prefrontal dorsomedial del cerebro. Esta zona está relacionada con la autoimagen y la toma de decisiones emocionales. Dicho de otro modo, las palabras confortables y amorosas mejoran la percepción que tenemos de nosotros mismos y facilitan nuestras decisiones emocionales.


Las palabras positivas y negativas

Llamamos “palabras negativas” a aquellas que envían un mensaje violento o agresivo y que de una u otra manera resultan destructivas para alguien. Este tipo de palabras, al parecer, tienen un impacto más fuerte y duradero en las personas, que las expresiones positivas. Tan es así que basta con leer varias palabras negativas durante algunos segundos para aumentar el nivel de ansiedad. Palabras como “muerte”, “enfermedad”, “tristeza”, “dolor”, “miseria”, etc., generan ese incremento.




Hay algunos estudios según los cuales el efecto de una palabra negativa no es equivalente al de una palabra positiva. Esto es particularmente cierto cuando la palabra negativa se dirige abiertamente a la persona y a sus características. Se estima que para diluir el efecto de una palabra negativa, se requieren cinco positivas. Entonces, no basta una disculpa. Hay que hacer mucho más que eso.


De otro lado, se han evidenciado interesantes fenómenos en el plano laboral. Por ejemplo, se ha comprobado que si un empleado recibe palabras de reconocimiento y valoración por su trabajo, con relativa frecuencia, tiende a comprometerse más con su labor. También tiende a ser más cooperativo y productivo.


Cuidar lo que se dice

En promedio, una persona dice algo así como 70.000 términos por día. Como es un acto tan frecuente y cotidiano, terminamos restándole el valor que tiene. Y, sin embargo, es la esencia misma de lo que somos y la base misma de nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. El uso adecuado de las palabras tiene un gran potencial para hacer mejores o peores nuestras vidas.


Es importante cuidar la forma de usar el lenguaje. Muy especialmente en situaciones tensas, de conflicto o de malestar interno. En este caso no solo nos referimos al cuidado de lo que le decimos a los demás, sino también de lo que nos decimos a nosotros. A veces simplemente necesitamos de un momento de silencio para encontrar las palabras que mejor pueden expresar lo que pensamos o sentimos.




El potencial de la palabra es enorme. El psiquiatra colombiano Carlos Cuéllar recomienda comenzar y terminar el día dando gracias por estar vivos. Señala que ese solo acto suele mejorar considerablemente nuestra salud física y mental. Hagamos de la palabra una aliada para nuestro bienestar y no una trampa para hundirnos.

Por Edith Sánchez
 
El poder de nuestras palabras


Siempre que estamos delante de niños hablamos con cuidado, porque no queremos que ellos aprendan palabras incorrectas o porque no queremos que las pronuncien sin control y puedan hacernos pasar vergüenza en cualquier momento. ¡Claro! Los niños dicen muchas cosas sin detenerse a pensar en el efecto que puede causar el hecho de que las pronuncien en un determinado contexto. Somos conscientes del gran poder de nuestras palabras.


Así son las palabras para nuestra vida, nuestra vida toma la acción que tienen las palabras que decimos. Es por eso que pensar antes de hablar tiene mucho sentido, pues nos evita muchas situaciones incómodas y desagradables.




El poder de nuestras palabras es tan grande que con ellas podemos crear o destruir.


Las palabras tienen el poder de crear y de destruir

Nuestras palabras tienen el poder de crear y el poder, también, de destruir. El mejor ejemplo de esto lo podemos apreciar en una amistad o una relación. Cualquier palabra fuera de lugar o que pueda generar algún tipo de malentendido, quizás provoque la ruptura de ese vínculo.




Incluso la ausencia de las palabras puede ocasionar algún tipo de problema. En las relaciones de pareja, sobre todo, la comunicación es sumamente importante. Sin embargo, siempre hay algún secreto o algo que no se le cuenta a la pareja “por su bien” y que termina derivando en una serie de conflictos muy difíciles de abordar y superar.




Pero, el poder de nuestras palabras es mucho más poderoso. Su capacidad de crear y de destruir también es aplicable a nosotros mismos. No escucharnos, dedicarnos afirmaciones negativas y reprimir lo que deseamos decir son algunas de las múltiples maneras en las que nos haremos daño, nos sentiremos frustrados y en las que, tal vez, consigamos alimentar una baja autoestima.


Abandona las palabras de “esto no me queda bien”, “qué mala cara tengo hoy” o “no sirvo para nada”. Intenta dedicarte palabras bonitas a ti mismo, porque si tú no lo haces, ¿esperas que los demás sí lo hagan?







Si tú no te dedicas palabras bonitas nadie lo hará. Porque tal y como te ves, así te verán los demás. Hemos aprendido a dedicarles estas palabras a los demás, pero ¿qué pasa con nosotros? Parece que no sabemos darnos el valor que merecemos, nos ponemos en un segundo lugar y esto provoca determinados problemas. Es entonces cuando los “soy incapaz” o “no puedo” se hacen eco en nuestra vida llegando a ser una realidad.


Reeducando nuestro vocabulario

Llegados a este punto, sería ideal reeducar, alimentar y restaurar nuestro vocabulario. A medida que vamos creciendo y madurando vamos perdiendo nuestra inocencia. Esto puede hacer que nuestra capacidad para crecer disminuya. Así, empezamos a dudar de nosotros mismos, a ver lo negativo y lo feo, en vez de lo positivo y lindo, a desconfiar antes de conocer.


Con expresiones cotidianas del tipo “¿No hay comida?” o “¿Hay comida?” a primera vista prácticamente la pregunta es la misma, pero en la primera ya estamos condicionando que NO HAY. Por lo tanto, empiezan a surgir una serie de afirmaciones como:


Soy pobre.
No tengo.
Soy incapaz.
No sé.
Ni siquiera lo intentaré.


Si digo no puedo, es cierto ¡no puedo! Pero si digo ¡sí puedo! también es cierto porque lo dije también. A las palabras NO SE LAS LLEVA EL VIENTO, quedan enganchadas en nuestra mente y en nuestro corazón y así van dirigiendo nuestra vida, por el camino que le vamos indicando.




El poder de nuestras palabras es tan grande que si digo “no puedo” así será.


Si nuestro vocabulario es pobre y pesimista, así será nuestra vida. Queremos abundancia, queremos paz, queremos ser felices, etc., pero con nuestra boca declaramos todo lo contrario. Cuando la incoherencia impregna nuestra existencia, lo que deseamos jamás llegará a cumplirse.


De nuestras palabras depende nuestro futuro, así que empecemos a cambiar nuestra vida, cuidando las palabras que decimos y nuestra forma de hablar. Hagámoslo como si estuviéramos rodeados de niños siempre y nuestra vida se dirigirá por ese camino que deseamos transitar.

Por Amaya Castro
 
La persona altamente sensible en una familia emocionalmente negligente


La familia emocionalmente negligente entiende que el niño altamente sensible es menos apto para el mundo. Ve su sensibilidad como un tipo de fragilidad y lo sanciona por ello. Los efectos de este tipo de crianza y educación son inmensos.

Eres una exagerada, una llorona, siempre estás en las nubes… A veces, la persona altamente sensible está obligada a crecer en el seno de una familia emocionalmente negligente. Ni los padres, ni los hermanos tienen por qué compartir ese rasgo de personalidad, lo cual conlleva en muchos casos ser esa figura incomprendida, ese blanco fácil donde van gran parte de las burlas y las críticas.


Las emociones son sin lugar a duda el primer idioma de la persona altamente sensible. Sin embargo, el hecho de nacer y crecer en un entorno falto o nada hábil en este tipo de lenguaje, supone experimentar una primera forma de abandono. Y no solo eso. El no sentir esa validación emocional provoca que de algún modo, los niños lleguen a creer que efectivamente, hay algo negativo en ellos.




Carl Jung describió en su día a la personalidad altamente sensible como alguien que procesa su realidad de un modo diferente, gracias a una sensibilidad innata y muy particular. No hay por tanto nada negativo en este 20% de la población. Es más, estudios como el llevado a cabo en la Universidad de British Columbia y la Universidad de Cornell, nos explican que sus cerebros son algo más excepcionales que los de la mayoría.


La persona con alta sensibilidad presenta una variación genética llamada ADRA2b. Esta particularidad influye en un tipo de neurotransmisor muy concreto: la norepinefrina. Ello hace, por ejemplo, que dispongan de un sistema nervioso más sensible, al igual que su empatía y su capacidad para conectar y reaccionar ante cualquier estímulo.


Ahora bien, de momento no hay estudios que nos demuestren que este rasgo de personalidad sea hereditario. Con lo cual, puede verse la circunstancia de que muchos niños se sientan incomprendidos desde épocas muy tempranas. Habrá familias que sí sepan cómo atender, nutrir y dar respuesta a ese lenguaje claramente emocional que hablan estos pequeños.


Otras en cambio, muestran conductas claramente negligentes en este aspecto, lo cual conlleva en muchos casos asentar las raíces de una herida de infancia.


“Tu sensibilidad no es algo que temer”.


–Elaine N. Aron-






La familia emocionalmente negligente y sus efectos en la persona altamente sensible

La familia emocionalmente negligente no solo no es consciente de las necesidades de sus hijos. Además, las ignora intencionalmente, interfiere en ellas y hasta las sanciona. Este tipo de experiencias son cómo el oleaje de un feroz océano embistiendo una costa: la transforma poco a poco, deja grietas, oquedades profundas en las rocas e impide incluso el que no pueda crecer la flora autóctona de esa tierra.


Los niños altamente sensibles sufren esto mismo. No se les permite ni comprender, ni validar, ni potenciar sus maravillosas virtudes. Ya desde los primeros años asumirá que el mundo, demasiado ruidoso, agresivo y frío, es un escenario del cual protegerse. Buscará desde muy temprano un pequeño espacio en su interior donde refugiarse, donde ser invisible, contener sus emociones bajo llave para no ser sancionado.


La familia emocionalmente negligente no sabe que descuidar las necesidades de estos niños altamente sensibles es también un modo de maltrato. Así, y según la doctora Jonice Webb, experta en este tema, muchos padres ven en estos pequeños rasgos que deben corregir. Para ellos, la sensibilidad es un tipo de debilidad, de ahí que no duden en hacer uso de la sanción, la reprimenda o el compararlos con esos hermanos u otros niños, que a su parecer, son más aptos para el mundo: lloran menos, sueñan menos despiertos y son más arriesgados.


De ahí que sea más que necesario entender algunos aspectos clave sobre los niños altamente sensibles y su educación.




La alta sensibilidad es un rasgo genético, no se puede cambiar

O se nace o no se nace. Tal y como hemos detallado al inicio, la alta sensibilidad es el resultado de una pequeña alteración en un gen. Ese matiz, provoca por ejemplo que estas personas sean más sensibles al dolor, a los estímulos visuales y auditivos. Determinados tipos de ropa pueden causarles más molestias, así como los sonidos de la televisión, de una habitación donde mucha gente habla a la vez.


Nada de eso se puede cambiar. Sancionar la personalidad, el modo de sentir o de emocionarse de un niño es infringir en él un daño imperdonable.




La sensibilidad no es una debilidad

Las familias emocionalmente negligentes envían un mensaje claro a sus hijos: tú eres diferente y en ti hay algo negativo que debes corregir. Algo así es como nacer siendo un amante de la pintura o la música y que alguien nos digan que ese tipo de arte es detestable. Más aún, este tipo de padres y madres pueden llegar a impedirles que tengan acceso a las pinturas, a un instrumento musical e incluso a la propia música.


La alta sensibilidad no es una debilidad, sino un don que entender y usar a nuestro favor. Las emociones, el modo en que cada persona entiende y se relaciona con su entorno no puede vetarse ni sancionarse. Los efectos de este tipo de conductas son sin duda inmensos:


  • Baja autoestima.
  • Problemas para establecer relaciones.
  • Retraimiento social.
  • Mayor vulnerabilidad hacia el bullyng.
  • Problemas para aceptar la propia identidad y el desarrollo de una personalidad segura y madura…

¿Cómo superar los efectos de una familia emocionalmente negligente?

¿Es posible superar los efectos de un familia emocionalmente negligente? En cierto modo, la persona altamente sensible está obligada en algún momento de su vida a asumir ciertas cosas. La primera es una realidad innegable: en ellos no hay nada malo ni sancionable. Sentir el mundo de un modo diferente es un don.


Ahora bien, esa virtud es como mirar la realidad a través de un trozo de cristal puesto ante el sol: las luces y los destellos son maravillosos, fascinantes, pero el efecto de esa luz siempre duele.




Hay que aprender a moverse por un entorno que no siempre irá a favor de la persona altamente sensible. Algo así implica un hecho muy valiente: desaprender para volver aprender. Cortar mandatos familiares, desactivar esos códigos que nos habían impuesto para reformularnos a nosotros mismos en libertad.


Porque en su interior no hay debilidad ni fragilidad. Hay grandeza y potencial, uno que saber manejar trabajando antes otras valías. El fortalecimiento de la autoestima, la autoaceptación y el buen manejo de las emociones son sin duda las mejores herramientas.


Asimismo, también es vital aceptar que gran parte de las personas no ven tantos “colores” en su realidad como lo hace la mirada altamente sensible, y no por ello hay que lamentarse.


Qué tú no sientas el mundo como yo no significa que lo sientas menos. Nuestra realidad tiene tantos matices como formas de disfrutarlos, lo más importante de todo es que seamos capaces de respetarnos y entendernos sin dañar la magia que cada uno lleva dentro de sí mismo.

Por Valeria Sabater
 
El síndrome de la felicidad aplazada




El síndrome de la felicidad aplazada es una consecuencia de una mala gestión del tiempo. En ella, los planes deseados son aplazados una y otra vez por distintas obligaciones que se suceden, de manera inexorable, una tras otra.


Las emociones de valencia negativa que se derivan de esta perversa costumbre pueden afectar a nuestro rendimiento, a nuestras relaciones personales y laborales. Incluso, pueden llegar a cambiar nuestra personalidad. Por eso, es importante saber disponer obligaciones y placeres, de manera que las primeras no terminen con las segundas.




La felicidad y otras emociones

La felicidad es una de las llamadas emociones positivas porque, en general, sus efectos son positivos sobre el organismo y las relaciones. Podemos decir que sentimos felicidad cuando experimentamos una satisfacción plena, poco perturbable, ocasionada por el cumplimiento de un objetivo o una experiencia placentera.


Puede parecer que la felicidad es, inequívocamente, una emoción siempre positiva. Esto, sin embargo, no siempre es cierto. A priori, sus efectos son positivos, pero, cuidado, porque nuestra mente puede engañarnos.


Los seres humanos experimentamos un amago de felicidad (o, al menos, de placer) cuando imaginamos, recordamos o ansiamos momentos felices. Pero esta ilusión de felicidad no dura mucho y, consecuentemente, puede convertirse en frustración, hastío y estrés.







Síntomas del síndrome de la felicidad aplazada

Para saber si padecemos este síndrome podemos atender a los siguientes síntomas:


  • Buscas constantemente algo mejor, nunca estás satisfecho con tus logros y siempre ves oportunidades de mejora que, inevitablemente, hacen que pierdas interés por tus logros y no los valores.
  • El dinero te obsesiona y ahorras todo lo que puedes, con vistas a gastarlo cuando lo necesites, pero ese momento nunca llega, ya que nada es demasiado urgente para gastarlo.
  • El miedo al fracaso te obsesiona tanto que prefieres permanecer en la situación en la que estás a crecer personal, familiar o laboralmente.

Estos tres síntomas, en su suma o individualmente, son causa inequívoca de que necesitas hacer un cambio. Postergar la felicidad no hace más que dar rienda suelta a las emociones negativas e impide que seamos realmente felices. Muchas veces, lo cierto es que al final, la felicidad, de tanto posponerla, termina por no llegar.




Consecuencias de aplazar la felicidad

Los efectos del síndrome de la felicidad aplazada son evidentes: en el estado opuesto a la felicidad, nos encontraremos apáticos, melancólicos o irritables. En realidad, lo que está haciendo la persona con este síndrome es aplazar una y otra vez esa felicidad, proyectarla de manera constante hacia el futuro, de manera que nunca llega.


Como consecuencia, se termina generando un miedo, no solo al fracaso, sino también al riesgo en sí mismo, por el miedo a poner en peligro un estilo de vida considerado razonable o estable. La realidad es que, muchas veces, esa imagen de la vida no es real, sino fruto de la aceptación de que “no debemos aspirar a más”.


¿Cómo hacer frente al síndrome de la felicidad aplazada?

Si estamos inmersos en el síndrome, quizá no seamos conscientes de cuál es el problema, pero si sabemos qué nos ocurre, es importante que actuemos lo antes posible.





Reordena tus prioridades

La solución pasa por dar paso a lo verdaderamente importante, que no siempre coincide con lo urgente. Esto significa priorizar o destinar tiempo a aquello que te apasiona. Se trata, simplemente, de ver que también necesitas un espacio para disfrutar, y no solo para sufrir o sacrificarte, por mucho que este sacrificio después pueda hacerte sentir bien.


Como consecuencia, es probable que ese afán por ser feliz te lleve a tomar riesgos, pero esto son necesarios para avanzar. Si evitamos de manera sistemática los riesgos, terminaremos perdiendo calidad de vida… y todo gracias a esas limitaciones autoimpuestas que nos dejan un espacio muy pequeño sobre el que movernos.


Piensa en lo que ya te hace feliz

Nadie es totalmente infeliz; todos tenemos algo en nuestra vida que nos complace, y es este es un punto de partida interesante. En lugar de seguir proyectando la felicidad, por mucho que sea con el objetivo de reordenar las prioridades, vivir el presente ayudará en el cambio que te proponemos.


Es decir, si ya hay hábitos que te hacen sentir bien, como leer o dedicar unos días al año a viajar, intenta que esto que ya haces no sea desplazado por las obligaciones. A fin de cuentas, frente al síndrome de la felicidad aplazada, el plano de la hipótesis es mucho menos tangible que la realidad.

Por María Hoyos
 
Sacrificios en el amor: una conducta que desgasta




Los sacrificios en el amor nos abocan en ocasiones a crear una deuda emocional: si yo renuncié a determinadas cosas por ti, ahora tú tienes la obligación de hacer lo mismo por mí...

Sacrificios en el amor, los justos. En una relación de pareja los sacrificios continuados no hacen el amor más grande ni más romántico; de hecho, es todo lo contrario. Las renuncias continuadas desgastan y erosionan, nos van alejando de nosotros mismos hasta convertirnos en algo que no somos. Así, en una relación afectiva más que los sacrificios lo que importa son los compromisos.

Hay un viejo refrán que dice aquello de que “cuando te pisen, recuerda quejarte”. En caso de no hacerlo lo más probable es que alguien coja el gusto de pisarte: asume que no te duele. Esta misma idea la podríamos trasladar a los vínculos con nuestras parejas. Todos podemos sacrificarnos por la otra persona en un momento dado, de hecho es algo normal y perfectamente comprensible.

Sin embargo, nadie puede pasar por alto que todo sacrificio tiene un coste. Toda renuncia duele. Todo cambio de planes de última hora no es agradable. Todo cambio de sentido en nuestro rumbo vital por la otra persona no es fácil, y también escuece, a veces pesa y hasta duele, pero aún así lo hacemos de corazón porque estamos comprometidos en un mismo proyecto.

Ahora bien, si la otra persona no aprecia o no es consciente de ese coste emocional (y personal) que implica cada sacrificio, iremos por mal camino. La confianza se oxidará lentamente, hasta que tarde o temprano germinarán los reproches. Los fantasmas de cada renuncia hecha dolerán en exceso, porque cada pedazo nuestro arrojado por el camino ya no vuelve, se pierde para siempre.

La abnegación sin fronteras en las relaciones de pareja es poco saludable. El prescindir, el ceder, el claudicar hoy, mañana y pasado es un modo triste de aniquilar la propia autoestima y de dar forma a un sucedáneo de amor tan doloroso como indigesto.

“Si nada nos salva de la muerte que al menos el amor nos salve de la vida”.

-Pablo Neruda-


Sacrificios en el amor ¿dónde está el límite?

A menudo suele decirse que los grandes amores, al igual que los grandes logros, requieren sacrificio. Nadie tiene por qué negarlo. De hecho, si saliésemos ahora mismo a la calle a preguntar, serían muchas las parejas que nos podrían hablar de más de una renuncia hecha por la otra persona, esas que trazaron un nuevo rumbo en sus vidas y que sin duda, merecieron la pena: ahora disfrutan de un presente pleno y feliz.

Ahora bien, hay sacrificios en el amor que no son admisibles. Es más, son muchos los que siguen pensando a día de hoy, que cuánto más grande sea la renuncia hecha por la pareja, más auténtico y más romántica será esa relación. En estos casos, es como si el amor fuera una especie de antiguo dios atávico al que rendir culto, una entidad por quien autosacrificarse.

Es necesario entender que no todo vale, que no todo es permisible. En materia afectiva no hay que inmolarse, porque los sacrificios en el amor no deben ser sinónimo de abnegación, ni aún menos construir una pira donde lanzar los propios valores, la identidad y el corazón de la autoestima. Hay límites, hay barreras de contingencia que es necesario conocer.

La disposición al sacrificio es mejor que el sacrificio continuado

Los psicólogos Van Lange, Paul AM, Rusbult y Caryl E, Drigotas, realizaron un interesante estudio que apareció publicado en el Journal of personality and social psychology. En él demostraron que una de las variables que más predecía el compromiso, la estabilidad y la felicidad de la pareja era la disposición al sacrificio.

  • Es decir, una persona no necesita que su pareja esté continuamente haciendo renuncias o cesiones a su favor. Lo que valora es saber que llegado el momento, si se da algún tipo de circunstancia puntual y extraordinaria, el ser querido será capaz de llevar a cabo ese sacrificio por él o ella.
  • Saber que en los momentos más necesitados vamos a contar con ese apoyo incondicional y absoluto de la otra parte, es lo que nos confiere verdaderamente, seguridad y satisfacción satisfacción.

Sacrificios en el amor y deudas emocionales

Todos sabemos que el amor implica un compromiso. También tenemos claro que en ocasiones, estamos obligados a llevar a cabo algún que otro sacrificio para que esa relación tenga futuro, para que se consolide tal y como deseamos. Es por tanto un medio para un fin donde las ganancias superan a las pérdidas, y donde además, llevamos a cabo ese acto con seguridad y libertad porque entendemos que revierte en ambos para crecer como pareja.

Ahora bien, en ocasiones el sacrificio en el amor puede convertirse en una deuda. De hecho, hay quien lo usa como licencia para la extorsión emocional: “con todo lo que hecho por ti y tú ahora no eres capaz de renunciar a esto”, “con las cosas que he dejado atrás para estar contigo y ahora me vienes con ese acto tan egoísta…”

Este aspecto, el de las deudas, es un detalle que no podemos dejar de lado por lo tenebroso de su esencia. Porque hay quien entiende el amor en términos absolutos y por supuesto, extremos: yo te lo doy todo pero tú también me lo debes todo. Son esas situaciones en las que se nos obliga también a sacrificar la propia identidad para hacer del “yo” un “nosotros” y perder así todo atisbo de dignidad.


Para concluir, los sacrificios en el amor, mejor los justos, puntuales y justificados. Porque recordemos, en materia afectiva no hay por qué dejar a un lado lo que somos, no hay por qué borrar lo que valoramos o aquello que nos define.

Podremos hacer mucho por la persona amada, incluso llevaremos a cabo alguna que otra renuncia… Sin embargo, hay barreras rojas infranqueables, como ceder ante chantajes o convertirnos en algo que no somos…

Por Valeria Sabater
 
La simbología de los sueños desde el análisis junguiano



Carl Jung se alejó bastante de la idea freudiana de que los sueños representaban deseos incumplidos. Él desarrolló otros conceptos para la interpretación de los sueños de sus pacientes. La simbología de los sueños en el análisis junguiano es mucho más rica e interesante. Este enfoque psicológico sugiere un inconsciente colectivo además del personal. Identifica figuras del mundo onírico como símbolos que transportan mensajes desde el mundo del inconsciente.


El análisis junguiano maneja arquetipos. Los identifica con actitudes inconscientes que se ocultan en la mente consciente. Estos arquetipos se manifiestan a través de símbolos, más o menos universales, que ayudan a incrementar el entendimiento de las actitudes inconscientes. Cada figura que aparece en un sueño puede representar un aspecto del soñador. Algunas escuelas psicológicas otorgan esta característica también a los objetos inanimados que surgen en los sueños.


La simbología de los sueños: el análisis del lenguaje

Desde la perspectiva del paciente que se somete a terapia con un analista junguiano la experiencia resulta, en muchos casos, todo un descubrimiento. Abrir la puerta del entendimiento al significado de los sueños desde el enfoque junguiano abre también la entrada a un mundo fascinante. Los símbolos son para la psicología junguiana el lenguaje en el que nos expresamos en sueños. Un lenguaje que no siempre resulta sencillo de poner en palabras.


De hecho, en nuestra vida consciente utilizamos también muchos símbolos para expresar ideas. Por eso, desde el psicoanálisis junguiano se hace hincapié en que, a pesar de que la simbología de los sueños parece tener rasgos universales, no se debe interpretar un símbolo sin tener una comprensión profunda de la situación personal de quien sueña.


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El fantástico mundo de la simbología de los sueños

Los arquetipos más importantes son el ánimus, el ánima o la sombra. Todos representan una parte del soñante. Pueden encontrarse en los sueños en forma de un anciano o anciana que puede ser también un maestro al que admiramos, una mujer joven o un insecto enorme. Además de identificarlos el terapeuta ayuda al soñador a desentrañar qué significan para él.


Símbolos como el bosque, en la escuela junguiana actual y en especial en occidente representa un lugar enigmático y extraño, que tiene que ver con el miedo a enfrentar lo que aflore del inconsciente. Es un ejemplo de cómo el analista junguiano no asigna un significado fijo a una imagen onírica. Lo que hace es buscar el significado personal del soñador más allá de la apariencia obvia de la imagen.


Simbología de los sueños más comunes

Hay cierta simbología dentro de los sueños que parece repetirse en muchas personas. Soñar que se está embarazada es un tipo de sueño que genera sentimientos encontrados cuando se toma literalmente. Según la perspectiva junguiana puede que tenga más que ver con algún tipo de creación incipiente. Un crecimiento interno transformador.


Cuando una ex pareja aparece en un sueño puede que en realidad esté simbolizando una parte del individuo que lo sueña. Por eso es importante siempre hacer un análisis desde lo que una imagen representa para nosotros a nivel emocional. Cómo nos hace sentir la evocación de la imagen. Soñar con caída de dientes es otro sueño con un patrón repetitivo en la población. Es un símbolo onírico que suele aparecer en periodos de transición o cambios importantes.


Soñar con animales es también terreno arquetípico. En la interpretación influye de manera significativa el entorno sociocultural del soñante y la emoción que nos transmita el animal soñado. Si produce miedo o confianza, si era un sueño agradable o producía sensación de histilidad. Los símbolos animales tienen un vasto terreno de interpretación en la mitología.


Los sueños recurrentes suelen estar asociados a experiencias negativas que hemos interiorizado en forma de trauma emocional. Puede interpretarse como un aviso de dónde hay que poner atención para sanar algún aspecto que se reprimió sin curar.





Otra forma de entender la psicología

El enfoque psicoanalítico no goza de plena aceptación en la psicología clínica más convencional y no está considerado como psicología científica. Pero formarse como analista requiere de unos estudios de grado en Psicología. Además deben cursarse unos estudios de postgrado que imparten instituciones académicas muy prestigiosas. Y requiere también que el futuro terapeuta se someta a análisis antes de poder ejercer. No es un método que deba usarse a la ligera y la formación de estos profesionales es muy intensa.


Desde este enfoque, los sueños pueden ser una gran herramienta que brinda la oportunidad de aprender y conocerse mejor uno mismo. Anotar los sueños puede también ser útil para relacionar significados personales y simbología onírica. Aunque si se tiene la oportunidad de hacer terapia con buen analista junguiano la experiencia puede ser una de los elementos más gratificantes en el camino del autoconocimiento.

Por Sonia Budner
 
Inteligencia estética: la capacidad de percibir lo bello


¿Por qué unas personas encuentran algo extremadamente bello y para otras personas ese mismo algo no tiene ninguna belleza? Hay muchas ocasiones donde alguien encuentra la belleza donde otra persona no puede. Eso es básicamente la inteligencia estética: percibir la hermosura dónde otros no ven nada.

No es fácil describir el concepto de belleza. Numerosos pensadores y filósofos lo han intentado con más o menos fortuna. ¿Es un patrón estético? ¿Una combinación de color y forma? ¿Un sentimiento? ¿O es un gozo espiritual? El psicoterapeuta y filósofo italiano Piero Ferruci, con su teoría de la inteligencia estética, nos propone un mejor entendimiento de lo qué es la belleza desde la reflexión sobre la fealdad y los efectos que tiene sobre nosotros.


La violencia contra los animales, el maltrato infantil, las guerras, las catástrofes y el daño a la naturaleza. A menudo es necesario vérnoslas con la fealdad destructiva para entender qué es la belleza y que deje de ser entendida como algo superficial, sentimental o ambiguo. Sea lo que sea la belleza, parece poseer un extraordinario poder sanador del alma.




La inteligencia estética es una manera de entender lo bello

En este punto suele plantearse la duda de por qué unas personas encuentran algo extremadamente bello y para otras personas ese mismo algo no tiene ninguna belleza. Hay muchas ocasiones donde alguien encuentra la belleza donde otra persona no puede. Eso es básicamente la inteligencia estética: percibir la hermosura dónde otros no ven nada.


La inteligencia estética diferencia tres componentes principales que definen el grado de percepción estética. Básicamente son el rango de estética, la profundidad de la experiencia y la capacidad de integrar la belleza. Estas tres variables se dan de diferente manera y grado en todos nosotros.





El rango de estética

Quienes poseen una gama estética más amplia pueden experimentar la belleza en más situaciones. Por ejemplo, hay personas que no encuentran la belleza solo en la música, también pueden encontrarla en la poesía, en una película, un paisaje, la decoración de una casa o el sonido de la lluvia en el techo.


Son personas capaces de percibir la belleza en las mil situaciones sencillas de la vida cotidiana. Esta forma de entender la belleza no es común a todo el mundo y quizás de este hecho derive la banalización de la belleza en términos generales como algo relegado al aspecto físico de las personas.




La profundidad de la experiencia

La experiencia de percepción de la belleza también varía de unas personas a otras. Experimentar la belleza puede “tocar” vagamente a alguien que la reconoce, pero que apenas le afecta. Lo vive como algo “externo” a él y no le influye de manera significativa.


Sin embargo, la misma cualidad bella de algo puede mover por dentro algo muy intenso en otras personas. Hay momentos donde la belleza impregna todo nuestro ser, nos abruma y nos infunde sentimientos difíciles de explicar por su intensidad. No sabemos explicar cómo nos hace sentir. Es una emoción de gozo muy intensa.


La capacidad de integrar la belleza

La capacidad para integrar la belleza percibida explica por qué hay bellezas que “tocan” y bellezas que “cambian”. Hablamos de integrar belleza cuando la belleza no solo nos toca, sino que también nos cambia: Altera nuestro pensamiento:


“Después de experimentarla, la belleza sigue trabajando dentro de mí, influye en mi forma de relacionarme con otros, de actuar en el mundo, incluso mi relación con el planeta que habito. Veo y siento las conexiones que una experiencia de belleza. Se fabrica en todos los sectores de mi vida”.




-Piero Ferruci-


La experiencia de la belleza enriquece nuestras vidas

En el concepto de inteligencia estética parece existir una diferenciación clara. Las personas con un rango estético más estrecho tienen también un mundo más pobre y restringido y una personalidad menos flexible. Parece haber coincidencias entre este tipo de personas y su capacidad de adaptación a entornos y circunstancias nuevas, tienen más problemas para manejar los cambios.





Por el contrario, personas con una amplia gama estética desarrollan personalidades más curiosas, más proclives a aprender y abrazar nuevas ideas y proyectos y tienen una gran capacidad para maravillarse y disfrutar aprendiendo. Son mucho más flexibles con las circunstancias, con otras personas y con ellas mismas. Tienen más capacidad para relacionarse con los demás, mayor autoestima y un espíritu vital mucho más intenso.


Para muchas personas rodearse de belleza es algo vital y necesario para la felicidad. Piero Ferruci en su libro Belleza para sanar el Alma asegura que la privación de la belleza puede generar depresión, inquietud, una agresividad inexplicable y una profunda sensación de futilidad.


“Se puede vivir sin justicia, sin verdad y sin belleza. Pero la cuestión es si la vida sigue entonces mereciendo la pena”.


-Carlos Fernández Liria-


Por Sonia Budner
 
El agotamiento emocional: ¿qué es, cuáles son sus síntomas y cómo canalizarlo?

Aprenda a reconocer y valorar las señales de alarma de su organismo para descubrir cómo manejar ciertas situaciones

El organismo nos provee de muchos recursos para la protección, lo que incluye un conjunto de reacciones y sensaciones. Por ejemplo, el estrés y la ansiedad pueden ser vistos como mecanismos de defensa que nos alertan contra los peligros y llaman nuestra atención para reaccionar.

En principio, estas emociones existen como señales de alarma. En tiempos remotos, la energía que drenaba del estrés y la ansiedad era útil en las actividades de supervivencia y peligro inminente, como la caza o la defensa personal. Sin embargo, lo que en tiempos pasados eran peligros inminentes, hoy son situaciones que en sí no matan a nadie pero igualmente generan una respuesta similar por estimulación psicológica.

Descubra lo que envuelve al agotamiento emocional
El estrés y la ansiedad generan cortisol, una hormona que despierta las alarmas del organismo y lo impulsa instintivamente a tomar acciones de protección y defensa ante peligros inminentes.

Las cantidades de cortisol que produce el organismo frente a las crisis de estrés y ansiedad son enormes y el cuerpo no tiene como procesarlas, debido a que los peligros que habitualmente sentimos no son físicamente reales sino producto del sistema socio-cultural (estrés por trabajo, relaciones, presión económica, entre otros factores). Al no poder procesar el cortisol, el organismo se agota y entra en crisis nerviosa. A eso se le llama “agotamiento emocional”.

Síntomas
Parte de los síntomas de agotamiento emocional son los siguientes:

  • Aislamiento social;
  • Insomnio;
  • Problemas digestivos severos;
  • Disminución del rendimiento laboral;
  • Dolores de cabeza frecuentes;
  • Crisis de llanto;
  • Autocensura: inhibición para expresar opiniones o emociones;
  • Problemas para aprender nuevos contenidos;
  • Pensamientos negativos y/o autosabotaje.
Tratamiento y canalización
Es fundamental entender que para superar el agotamiento emocional es necesario un proceso de descanso. Si no se interrumpe brevemente el manejo de estímulos que presionan sobre la persona, no es posible liberarse de las secuelas del agotamiento. Haga una pausa en su agenda laboral y tómese un día o dos de descanso, al menos para empezar.

Una vez hecho esto, usted debe vigilar su actitud frente a las dificultades que enfrenta cada día. En las crisis de agotamiento emocional es bastante común magnificar la gravedad de los problemas. Respire profundo y vea el escenario desde puntos de vista alternativos y positivos.

Si usted observa que estas crisis se presentan con cierta regularidad, entonces es hora de que visite a un consejero especialista. Ser acompañado durante un proceso de agotamiento emocional puede ayudarle a encontrar una salida a su problema y puede enseñarle a evitar repetir el círculo vicioso.

Consejos finales
Superar un estado de agotamiento emocional puede ser una tarea que comprometa también la revisión de sus rutinas diarias. Trate de consumir una alimentación balanceada. Está más que comprobado que una alimentación con todos los nutrientes incide positivamente en la salud mental y no solo en la salud física.

Además, procure practicar ejercicio como un recurso para relajarse y estimular la sensación de bienestar, ya que el ejercicio mantiene activa la producción de dopamina, serotonina y endorfina, hormonas asociadas al placer, la relajación y la alegría respectivamente.

Por último, trate de mantenerse en contacto con personas y experiencias positivas para usted. Aunque hay situaciones y personas que no se pueden evitar, es posible hacer un paréntesis por unos días y recargarse de buenas “vibras” con las personas y experiencias que mejor nos nutren.


Por Gabriela Ribeiro
 
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