Autoestima y otros temas de psicología

11 Comportamientos típicos de un empático auténtico


La empatía es un don muy poderoso, que permite obervar los sentimientos de otras personas y reconocer su naturaleza y motivos más íntimos. La gente puede pensar que los empáticos son débiles y demasiado emocionales, pero esto está lejos de la verdad.




Es un hecho que muchos empáticos luchan por utilizar todo el potencial de su don y a menudo se ven envueltos en las emociones de los demás, pero esta fase es de aprendizaje y superación de los desafíos del don.

En cualquier caso, los empáticos tienen un comportamiento peculiar que los hace tan extraordinarios como las personas. ¿Eres un auténtico empático? Aquí hay 11 comportamientos típicos de una auténtica empatía.

1. ERES MUY SENSIBLE
Cuando ves dolor y sufrimiento, no puedes evitar sentirlo tú también. Independientemente de si esto está sucediendo frente a ti o en la televisión, la intensidad de la emoción es la que te hace querer huir. Eres capaz de sentir el dolor de otras personas, y es una completa pesadilla para ti aceptar que otro ser viviente está en tal estado.

2. LA GENTE A TU ALREDEDOR PUEDEN DEJARTE SIN ENERGÍA CON DEMASIADA FACILIDAD
Especialmente aquellos con intensas luchas internas y los hipócritas: cuanto más baja es la vibración que sale de estas personas, peor te sientes al estar cerca de ellas. La gente pueden dejarte sin energía y a menudo eliges pasar tiempo a solas para recargarte. Y los grupos grandes definitivamente son la peor situación debido a esto.

3. TE SIENTES ATRAÍDO POR LA NATURALEZA
Te sientes atraído mágicamente hacia la energía pura y relajante del entorno natural. Para ti, la sensación más tranquilizadora es que cuando estás en la naturaleza. Tu sentido de conexión con las plantas y los animales es algo que las palabras no pueden describir. Y cuando se trata de animales, te sientes como si confiaran en ti en el momento en que te ven.




4. VES MENTIROSOS A UNA KILÓMETRO DE DISTANCIA
Mentir desencadena un conjunto de emociones que te resultan demasiado familiares. Y es por eso que puedes captar fácilmente a una persona cuando está mintiendo. Ninguna manipulación puede engañarte para que pienses que alguien está diciendo la verdad cuando puedes sentir las emociones que acompañan a las palabras que están diciendo.

5. ABSORBES LA ENERGÍA DE LOS DEMÁS
Es una experiencia increíblemente poderosa, pero también muy agotadora, contra la que no se puede luchar. La energía que emite la gente a tu alrededor puede a menudo envolverte y hacerte sentir extático y refrescado, o completamente destruido y negativo. Tu sensibilidad a la energía de otras personas es algo en lo que necesita trabajar – crear una especie de escudo.

6. ANHELAS TIEMPO A SOLAS
Debido a la influencia que la gente puede tener en ti, y porque a menudo te sientes demasiado agotado para funcionar a causa de ello, a menudo ansías estar a solas. Estos momentos de soledad te proporcionan la calma y la paz necesarias, donde recargas las pilas y te recuperas del estrés que has sufrido a lo largo del día.

7. ERES UN IMÁN PARA LOS QUE TIENEN PROBLEMAS
Los empáticos son sanadores, así que no debería sorprenderte que los que tienen problemas acudan a ti como si hubieras puesto un anuncio para ellos. En un nivel básico, pueden sentir tu energía sanadora y tus buenas intenciones, que es lo que realmente necesitan. Ten cuidado de no tomar las vibraciones bajas por las que han sido afectados, y tienes que estar listo para proporcionarles el abundante amor y apoyo que dispones.

8. ERES UN SANADOR EMOCIONAL
Las emociones son hermosas, pero también pueden ser venenosas. Y cuando se vuelven venenosos para aquellos que los rodean, el empático conoce la manera de transmutar esa mala energía en una vibración positiva que puede sanar y recuperarse. Pero ten cuidado. Hay algunos que no quieren ayuda – y sólo te drenarán de la positividad que estás dispuesto a dar sin cambiar en ningún aspecto.




9. TIENES UNA INTUICIÓN INCREÍBLE
Hay una gran precisión en tu intuición: una que es difícil de imaginar para la mayoría de la gente. No es sólo una corazonada: tu intuición es tu guía en las cosas que haces y en las decisiones que tomas. Te ayuda a descubrir cosas más allá de la superficie y a profundizar en la esencia de las cosas.

10. TU ENTORNO DE VIDA TE AFECTA ENORMEMENTE
El medio ambiente nos afecta a todos, realmente, pero a diferencia de muchas personas, eres capaz de sentir su influencia. Los lugares sucios y desordenados desencadenan un conjunto peculiar de emociones en ti, no puedes evitar sentirte afectado por ciertos objetos que irradian negatividad, y disfrutas absolutamente de los lugares con un flujo natural de energía.

11. A MENUDO PASAS POR ALTO TUS PROPIOS PROBLEMAS
Como sanador y altruista, estás tan comprometido en ayudar a otros, que a menudo tiendes a pasar por alto tus propios problemas. Tu energía a veces puede estar tan esparcida en todas las direcciones que olvidas dejar algo para ti, y esto lleva a un caos total en tu cabeza. Sin embargo, recuerda: No se puede verter de una taza vacía. Concéntrate en ti mismo si quieres ser capaz de ayudar a otros.


Fuente: The Power of Silence
 
5 permisos para tu crecimiento emocional que debes darte desde hoy mismo


Aunque nos resulte contradictorio, los permisos que más valor deben tener en nuestra conciencia son aquellos que nosotros mismos nos damos. Lo que los demás opinen debe ser secundario

Hablemos de permisos emocionales. Es muy posible que nadie te haya hablado de ellos. De hecho, ni se estudian en los colegios ni nuestros padres, en ocasiones, se preocupan por transmitírnoslos.


Los permisos emocionales son los ingredientes más importantes para tener una vida digna, feliz, equilibrada. Están hechos de libertades y de emociones que nos sanan en momentos de dificultad.




Ahora bien, algo que todos sabemos es que la mayoría del tiempo centramos nuestra existencia en el exterior. Nos preocupamos por quedar bien con los demás. Por ofrecer lo mejor de uno para que el resto esté bien.


Sin embargo, ¿por qué no empezamos ya a fijar nuestra mirada hacia el interior? Lo creamos o no, es así como uno despierta de verdad: mirando hacia dentro para ser más libres en el exterior.


A continuación, te proponemos descubrir cuáles son esos 5 permisos que debes darte para favorecer tu crecimiento personal. Empieza hoy mismo a ponerlos en práctica. De hecho solo necesitas dos cosas para conseguirlo:


Valentía y deseo de ser feliz.




Los 5 permisos para tu crecimiento emocional

Nos damos permisos en el trabajo para ir al médico o para resolver asuntos burocráticos. De vez en cuando, nos damos sencillos caprichos: salir con las amistades, comprarnos un libro, un vestido nuevo, salir a pasear en soledad a última hora del día…




Ahora bien… ¿Qué hay de los permisos de felicidad? ¿Cuándo fue la última vez que te dijiste a ti mismo “me voy a ser feliz”? Sabemos que no es fácil, que nadie puede romper así como así sus obligaciones para hacer lo que se desee.






Sin embargo, la clave está en el equilibrio y ante todo, en darnos permiso para ser felices en aquello que hacemos. Toma nota de estas 5 claves.




1. Me doy permiso para ser quién soy y no cambiar por nadie

Puede que te sorprenda, pero las personas cambiamos muy a menudo por influencias ajenas. A veces, una relación de pareja tormentosa y complicada va limando muchas de nuestras características.


  • Dejamos de ser quien somos para convertirnos en la sombra de alguien. Nos olvidamos de cuidarnos, de atendernos y, poco a poco, vivimos con más miedos que con ilusiones.
  • No cambies por nadie. Defiende tus esencias, tus valores, tus bellezas internas. Date permiso para celebrar lo que eres sin necesidad de hacer renuncias.

2. Me doy permiso para sentir y comprenderme

Nos pasa muy a menudo: nos sentimos frustrados, enfadados con alguien, dolidos o decepcionados. Ahora bien, en lugar de desenredar este nudo emocional para darle solución, lo guardamos en lo más hondo de nuestro corazón, dismulándolo.


  • Aparentamos que no pasa nada, “que todo está bien” cuando, en realidad, no es así.
  • No lo hagas, date permiso para sentir, para comprender, resolver y sanar. La libertad emocional es imprescindible para cimentar nuestra felicidad.



  • Por otro lado, el hecho de comprender qué sentimos y cómo nos afectan determinadas cosas y personas, nos permite conocernos mucho mejor. Date permiso para ahondar en tus partes más oscuras, sácalas a la luz y sánalas.




Algo así te obligará, sin duda, a enfrentarte a muchos de tus miedos y a esos problemas no resueltos que todos arrastramos en el presente.




3. Me concedo el permiso de buscar aquello que deseo

Antes de buscar aquello que nos hace felices, debemos tener claro qué queremos. Resulta curioso, pero muchas personas viven gran parte de su existencia sintiendo ese vacío interior donde no tienen claras sus prioridades ni qué necesitan para ser felices.


  • Date permisos para alcanzar la calma interior. Que nadie te traiga amarguras, que nadie te obligue a hacer cosas que no encajan con tus valores.
  • Date permiso para que cada día valga la pena. No importa que tengamos obligaciones y deberes: regálate dos horas para ti mismo, haciendo aquello que deseas.
  • Márcate propósitos por los que luchar, ponte ilusiones a corto y largo plazo.
  • Enfoca tu vida de forma que, cada vez que abras los ojos por la mañana, las ilusiones te empujen a seguir adelante, a luchar.

4. Tengo derecho a tener mi propia opinión, me concedo el derecho a expresarla

No te calles, practica la sinceridad cada día de tu vida. Solo así sentirás esa congruencia emocional donde lo que piensas y sientes se corresponde con lo que haces y dices.




5. Me doy permiso para cerrar etapas

Cerrar ciclos y esas etapas no es algo precisamente fácil. Tanto es así que son muchos los que se niegan a ello. Piensan que es mejor callar, soportar y mantenerse en esa dinámica que, aunque nos hace infelices, es lo único que tenemos.


No lo hagas: date permiso para ser feliz y sé capaz de dejar lo que no se sostiene, lo que hace daño, lo que ya no es de tu talla.




Cierra etapas, di sí a los cambios que llegan para mejor y que te traen nuevas oportunidades para ser feliz. Elige crecer por dentro para ser feliz por fuera.

Por Valeria Sabater
 
El espacio psicológico, el corazón de la resiliencia



El espacio psicológico es una dimensión que descuidamos con frecuencia. Es ese punto de inflexión que debemos darnos para integrar determinadas experiencias, aprender de ellas y dotarnos de una actitud resiliente.


El espacio psicológico es una sala de espera, un palacio mental donde acudir para reflexionar, sanarnos y tomar nuevas perspectivas. Es ese punto de inflexión por el que todos debemos transitar tras vivir un fracaso, una decepción, un error. Así, permitirnos un tiempo de adecuada introspección es más que adecuado para asentar las bases de la resiliencia y avanzar después con mayor seguridad.


Decía Carl Jung en su día que aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprendan. Si bien es cierto que de momento no podemos demostrar que exista o no esa “fuerza cósmica” lo que sí sabemos es que somos esa curiosa especie que tropieza con la misma piedra una y otra vez.




Si lo hacemos se debe precisamente a que no nos damos un espacio psicológico. No sabemos o no nos permitimos ese tiempo tan necesario para procesar e integrar determinadas experiencias personales. La vida suele fragmentarse de vez en cuando y nosotros, lejos de reparar esas grietas o de volver a encajar esas piezas sueltas, las dejamos pasar. Poco a poco nos vamos desconectando cada vez más de esas necesidades internas hasta que de pronto la frustración y la infelicidad pesan demasiado.


Abraham Maslow, uno de los psicólogos más relevantes en el campo del crecimiento personal, solía decir que en nuestro día a día tenemos básicamente dos opciones. La primera es vivir bajo el cobijo del miedo y los mecanismos de defensa. La segunda es optar por el crecimiento. El elegir un camino u otro es algo que debemos decidir desde nuestro espacio psicológico.




Qué es y qué hay en el espacio psicológico

El espacio psicológico no es un lugar físico, es un rincón mental. Es ese tiempo que nos damos para procesar los fracasos, los errores o las decepciones y entender qué podemos aprender o sacar en claro de dichas experiencias. Implica asimismo ser capaces de dar forma a una serie de dimensiones con las cuales habilitar nuestra sala de sanación psicológica para que sea altamente efectiva.


Estos son los habitantes que integran todo buen espacio psicológico:




Autocompasión

La autocompasión es la capacidad de recibirnos y aceptarnos a nosotros mismos sin castigarnos o despreciarnos por determinados hechos sucedidos. Así, estudios como el llevado a cabo en la Universidad de Tennessee, por ejemplo, nos revelan que desarrollar esta capacidad es clave para ganar en bienestar emocional. No obstante, cuanto más estrés experimentamos, más olvidamos esta actitud positiva hacia nosotros mismos.


Todo espacio psicológico, por tanto, requiere este nutriente especial, ahí donde abrazarnos sin juicios ni sanciones.


El diálogo negativo está prohibido

En todo espacio psicológico orientado al crecimiento, hay un elemento que no puede tener cabida: el diálogo negativo. Ese rumor donde nuestros pensamientos oscilan solo en el reproche, la fatalidad, el impedimento, la carencia y el miedo, actúa poco a poco con la fuerza de un ciclón. Todo lo arrasa y todo se lo lleva.


Si deseamos de verdad obtener un aprendizaje válido de un fracaso, de nada nos va a valer el diálogo negativo. Debemos aplicar un enfoque objetivo y orientado hacia el futuro. Así, hay determinadas preguntas que sí podrían ayudarnos, como: ¿qué conclusiones puedo sacar de lo ocurrido? ¿Qué debería hacer para que el día de mañana afronte esto con mejores recursos y con acierto?






Un enfoque centrado en el presente

Las leyes de la física nos dicen (de momento) que no podemos estar en dos sitios a la vez. De nada vale estar enfocados en el pasado y en un futuro del que aún no sabemos nada. Si deseamos de verdad superar esas circunstancias complejas del día solo vale un único enfoque: el centrado en el presente.


Reflexiona, analiza, desgrana, acepta, decide, planea, diseña una respuesta… Todas estas respuestas serán más válidas que la de situar la mirada en nuestro retrovisor.


Actitud resiliente

En nuestro espacio psicológico debe existir un material básico, un tipo de aleación con la que recubrir cada fragmento, cada rincón, cada detalle. Hablamos cómo no, de la resiliencia.


Esa capacidad para aprender de lo vivido y encarar el mañana con mayor integridad, sabiduría y fortaleza es un aspecto clave en todo proceso de sanación interior. Es también esa pieza maestra que embiste el crecimiento personal y que ajusta nuestras gafas para que la mirada vea con claridad qué camino es mejor tomar a partir de ahora.




Para concluir, hay un aspecto que vale la pena tener en cuenta. Una figura como Stephen Sideroff, escritor, investigador y profesor de psiquiatría de la Universidad de Los Ángeles, nos señala en uno de sus artículos que en la actualidad estamos viviendo lo que muchos definen como un desajuste biológico, algo en lo que debemos aprender a trabajar.


Este término hace referencia a un hecho muy concreto: cuando experimentamos estrés, angustia, miedo o preocupación, nuestro organismo está programado para generar dos tipos de respuestas: luchar o huir de peligro.


Como bien sabemos, en nuestro mundo actual no siempre tienen cabida estos dos comportamientos. Estamos obligados por tanto a generar respuestas más aptas y también más creativas. No vale por tanto, escapar, volver el rostro al problema o pelear ante enemigos, que como bien sabemos, en muchos casos ni siquiera son físicos. La mayoría de nuestras amenazas son mentales.


Hay que dar forma a estrategias más válidas, las cuales pasan todas por un lugar muy concreto: nuestro espacio psicológico. Ese rincón de libre acceso que a menudo descuidamos. Ahí donde hallar cobijo siempre que lo necesitamos para integrar experiencias, sanar, reparar y tomar valiosas decisiones.

Por Valeria Sabater
 
La piel no necesita palabras



Resultan curiosos algunos estudios que nos demuestran, que el primer sentido que desarrollamos en estado embrionario es el tacto. Aún no podemos ver ni escuchar y sin embargo ya reaccionamos ante los roces en medio del líquido amniótico, y es que el tacto es tal vez el sentido más primitivo del ser humano. Incluso los animales ciegos son capaces de sobrevivir captando la realidad de su entorno por las sensaciones que el medio le transmite. La piel es pues un maravilloso transmisor de información y emociones que recubre nuestro cuerpo como una especie de afinado radar…


LA PIEL HABLA DE ANGUSTIAS Y ALEGRÍAS

Son muchas las personas que suelen ir a las consultas de los médicos afectados por diversas patologías, como el ecezema, la calvicie, un acné muy virulento…sin encontrar solución efectiva para su caso. Se agotan todos los tratamientos conocidos sin que se resuelva el problema, sin que se alivie aquello que exterioriza nuestra piel y que, sin lugar a dudas sufre nuestro interior: las personas no somos un conglomerado de agua y amionoácidos sin espíritu y alma, al contrario, en ocasiones lo que pesa en nuestro cerebro es lo que provoca esta exteriorización de patologías.






La piel habla de nuestras penas y alegrías casi cada día: nos ruborizamos cuando nos dicen algo amable o cuando sentimos la cercanía de alguien que nos atrae, nos sudan las manos cuando estamos nerviosos, palidecemos de ira o enrojecemos de júbilo o incluso de vergüenza… la piel, en esencia, es capaz de liberar una gran cantidad de neurotransmisores que median en nuestras emociones, de ahí su intima y estrecha relación con el cerebro, es un indicador de nuestro estado anímico que en muchas ocasiones, si éstas no están bien gestionadas o canalizadas, pueden terminar en enfermedades.




DONDE LA MEDICINA NO LLEGA: LA PSICODERMATOLOGÍA

Los médicos aseguran que muchas alergias se deben realmente a problemas emocionales, los líquenes inflamatorios -los hongos- son productos de situaciones que nos generan mucho estrés o ansiedad: el miedo a perder un trabajo, un problema familiar… Son evidencias físicas de que algo no va bien, de que estamos poniendo en jaque a nuestro sistema inmunológico. Podemos hablar de casos incluso de “calvicie súbita”, situaciones en las que el paciente dice sentir que “le pica toda la piel, qué le quema”.


De ahí la existencia de una especialidad creada para tratar estas importantes afecciones, la psicodermatología, ya que la realidad social ha asentado las bases para una especialidad donde la medicina ordinaria de los dermatólogos no sirve de mucho para al menos un 40% de la población. Tratar la piel rehabilitando primero nuestras emociones es un factor clave para solucionar brotes muy graves de acné o eczema, por ejemplo, situaciones complicadas donde nos demuestran que, efectivamente la piel es mucho más importante de lo que creeemos, ella no necesita lenguaje para expresar, no requiere palabras, pero solo mediante este sentido somos capaces no solo de transmitir cariño sino de reflejar nuestro complejo mundo interior.


La piel habla y también sufre, porque en realidad es muy frágil tanto por dentro como por fuera: frío, calor, agresiones externas y también problemas internos. Para cuidarla a ella debemos cuidarnos nosotros, aprender a gestionar emociones y ansiedades, miedos y preocupaciones. De ti depende.

Por Valeria Sabater
 
Las caricias también curan


Hay una parte de nuestro cuerpo que siempre tenemos a la vista, son esas dos inquitas compañeras con las que trabajamos, nos aseamos y con las que nos expresamos. Son las manos, con ellas ejercitamos ese mágico lenguaje con el que comunicarnos y curamos: las caricias.


“Las caricias son tan necesarias para la vida de los sentimientos como las hojas para los árboles. Sin ellas, el amor muere por la raíz.”




-Nathaniel Hawthorne-


El poder curativo de las caricias

Según varios estudios de la “American Journal Psychiatry, las caricias son gestos terapéuticos cargados de significado. Son expresiones que tienen más poder sobre nosotros que cualquier fármaco.


Un abrazo, una mano pasando por nuestro rostro o espalda propicia la liberación oxitocina. Esta hormona es capaz de inducir al cuerpo a un estado de relajamiento. Es, por tanto, una gran defensa contra la tristeza y la depresión.


Estos estímulos positivos que recibimos de nuestros semejantes alcanzan una importancia que todos deberíamos tener en cuenta: determinan nuestra madurez emocional e incluso nuestra evolución como personas.




Latristeza de no recibir caricias

Pongamos un ejemplo de lo anterior. Existen varios informes sobre niños y niñas sin familia. Pequeños a quienes la desgracia les ha hecho tener que crecer en orfanatos. Lugares donde la pobreza, la escasa atención social y la marginación ha marcado su posterior madurez.


Se trata de niños que dejaban de llorar sencillamente porque perdían la esperanza de ser atendidos. Niños que a veces llegaban a la adolescencia desarrollando una neurosis, sufriendo una desadaptación respecto a su entorno y padeciendo problemas de personalidad.


“El amor es para el niño lo que el sol para las flores; no le basta el pan: necesita caricias para ser bueno y fuerte.”


-Concepción Arenal-




Todo esto aún toma un peso mayor si lo comparamos con aquellas personas que ha tenido una infancia en la que ha primado el contacto físico y las caricias. El hecho de coger en brazos a los bebés o el contacto piel con piel es imprescindible para su desarrollo emocional y social.


Esto es algo que no podemos olvidar. Y es que los gestos de cariño, tales como los abrazos o el simple contacto de una mano sobre nosotros provocan la liberación y la expresión de sentimientos compartidos. Además, propician la confianza y demuestran no solo afecto, sino también entrega.


Caricias para aliviar el estrés


El contacto humano tiene un claro efecto tranquilizador. Se trata de un sencillo bálsamo donde nos sentimos integrados y reafirmados. Si una persona no recibe contacto alguno puede entrar en un proceso de tristeza y aislamiento en el que es muy fácil caer en una depresión.
Y esto es aplicable a todas las edades: niños que se sienten abandonados, parejas con escaso contacto físico y afectivo que van perdiendo poco a poco el vínculo hasta llegar al fracaso, ancianos sin estímulos significativos a su alrededor que les aporte cariño o comprensión…


Los ejemplos son múltiples y la base sigue siendo la misma: las personas devenimos en lo que somos gracias al contacto, al afecto, a la compasión y la ternura, al sencillo ejercicio de dar y recibir.


“Sus caricias son sueños, entreabren la muerte, son lunas accesibles, son la vida más alta.”


-Jorge Guillén-


A veces, incluso hasta los animales nos ilustran con sus actitudes. Pensemos en nuestras mascotas, en los perros o nuestros gatos, siempre esperando que lleguemos a casa para buscar nuestra cercanía y sentarse sobre nuestro regazo.


Con su comportamiento, estos amigos nos obligan de alguna forma a pasar la mano sobre ellos, dándonos su sincero cariño sin preguntas o explicaciones. Como si lo más importante en su mundo fuera sencillamente eso: sentirse queridos. Sentir una caricia.

Por Valeria Sabater
 
El s*x* del cerebro


La experiencia nos ha demostrado sin duda alguna que podemos ser astronautas ó artistas, aspirar al premio Nobel e incluso liderar un país con mayor ó menor acierto para sus ciudadanos. Y es que en lo referente al coeficiente de inteligencia, el promedio de hombres y mujeres sigue siendo el mismo, no hay diferencias…


Sin embargo, las tenaces y hábiles manos de la biología no sólo nos ha dotado de un aspecto físico diferente que nos conforma como personas, sino que también ha tejido para nosotros ciertas diferencias cerebrales que nos obliga a preguntarnos “Pero, ¿El cerebro tiene s*x*?"




1 – Origen femenino

Hagamos un sencillo repaso de genética: Mientras que las mujeres disponen del cromosoma genético XX, los hombres añaden una pequeña variación al código, es decir, XY. Pero esto no siempre ha sido así a lo largo de nuestro desarrollo, desde el momento de la concepción hasta más ó menos las ocho semanas de vida fetal, todos disponemos de circuitos cerebrales del tipo femenino.




Llegado este momento los diminutos testículos del feto masculino inician un revolucionario proceso que habrá de determinar su desarrollo: liberar grandes cantidades de testosterona que impreganarán sus circuitos cerebrales transformando al feto femenino en masculino. Se trata en esencia de un asombroso proceso mediante el cual todos iniciamos nuestra existencia en este mundo del mismo modo y compartiendo una misma naturaleza, una fugaz antesala en los designios de la maravillosa biología humana de la que no guardamos recuerdo alguno.




2 – Cerebro femenino, cerebro masculino

La aventura de la “sexualización cerebral” no termina tras el nacimiento, las hormonas prosiguen en su empeño de impregnarnos en un interesante proceso que los científicos han llamado “pubertad infantil”, de ese modo, los niños, experimentan una aumento del nivel de testosterona desde el día en que llegan al mundo hasta llegados los siete ó nueve meses, para relentizarse de nuevo; mientras que en las niñas la segregación de estrógeno al cerebro se mantiene hasta los los dos años.


Poco a poco los cerebros van perfilándose en esas diferencias estructurales y comportamentales que no siempre pueden observarse mediante una resonancia magnética. Para empezar podríamos decir que hombres y mujeres disponemos de un “hardware” distinto a la hora de procesar la información: el cerebro masculino, por ejemplo, siendo más grande que el de la mujer, resuelve problemas utilizando el sistema de unión temporo-parietal situado en su corteza, lo cual les permite buscar soluciones de un modo más rápido y práctico.


Las mujeres en cambio suelen desarrollar mejor la inteligencia emocional debido a que su hipocampo, estructura donde se registran y se guardan los aspectos emocionales, es ligeramente más grande. A ello se le añade el mayor número de neuronas espejo para la empatía, lo que se traduce en un proceso empático más eficiente y una comunicación más efectiva.


3 ¿Esclavos de las hormonas?

Lo que somos, lo que expresamos, no deriva obligatoriamente de nuestros circuitos neuronales ni de esta caprichosa varita biológica que dicta el otorgarnos un cerebro femenino ó masculino. Es cierto que las hormonas nos marcan y predisponen, pero somos criaturas pensantes y reflexivas que aprendemos cada día desarrollando aún más nuestro sistema límbico, determinados ó no, somos libres para pensar, sentir ó activar unas u otras conductas.

Por Valeria Sabater
 
Viaje a la felicidad, billete a la longevidad

A menudo, cuando nos acercamos a esos ancianos que han cruzado el umbral de los cien años y les preguntamos cuál es el secreto para haber llegado a tan digna edad, en sus rostros cuajados de arrugas suele bailar una pícara sonrisa: “Lo que se necesita para vivir es muy poco, pero lo que acabamos deseando es mucho más.” – nos dicen. Tal vez tengan razón. Tal vez sea cierto eso de que la felicidad y una vida larga están relacionadas, que la satisfacción y una visión positiva y humilde de las cosas nos ayuda a avanzar de un modo más óptimo en este viaje que llaman vida.


1. MELODÍA DEL OPTIMISMO




Hay quien es incapaz de escucharla. Está claro que en el día a día surgen imprevistos que no podemos controlar: enfermedades, pérdidas, problemas de mayor ó menor intensidad… Pero existen diversos modos de afrontar esos acontecimientos; las personas que son capaces de manejar mejor el estrés y de relativizar los acontecimientos negativos buscando horizontes nuevos y posibles soluciones, se adaptan mejor a la realidad activando esa especie de filtro neuropsicológico con el que la existencia se hace más fácil, y la vida, más saludable.


Hay que saber escuchar la melodía del optimismo en cada aspecto que nos rodea con el fin de edificar día a día una mejor existencia, donde la satisfacción, siempre está intimamente relacionada con la salud. Los estudios están ahí para demostrarnos cómo el optimismo es capaz de reducir el número de días de la enfermedad, cómo se mejora la inmunidad, y se favorece incluso la supervivencia tras un infarto.




2. LA ESPIRAL DE LA FELICIDAD


Saber solucionar problemas de un modo óptimo relativizando además esos súbitos aspectos negativos que suelen aparecer en nuestra vida cotidiana, nos ayuda sin duda a aumentar nuestra confianza, a sentirnos hábiles y dueños de nuestra realidad. Sentirnos “capaces” nos hace ser seguros, una actitud que se sitúa en el inicio de esta sencilla espiral: “visión positiva-optimismo-habilidad en resolución de problemas-autoconfianza.”




Cabe señalar también que la felicidad es una actitud ante la vida, pensemos en todos esos ancianos que saben reír (incluso de sí mismos), que aportan una chispa de luz a su cotidianidad y a quienes les rodea, donde todo se hace más fácil y surge la harmonía y la confianza…


Son ancianos que saben aceptar el paso del tiempo y que disponen de esas cualidades personales que caracterizan a las personas felices: paciencia, sencillez, sentido del humor (recordemos que aumenta las endorfinas) modestia, naturalidad y un toque de inocencia ante la vida: siguen manteniendo la esperanza en su día a día, porque la felicidad no es algo a lo que aspirar en el futuro, sino algo que construir en nuestro presente.


3. ABRIR VENTANAS


Desgraciadamente hay personas con una percepción oscura de su realidad; es como si vivieran en una habitación en penumbra, con las ventanas cerradas. Aislados. Los pensamientos negativos son la ponzoña de la frustación y en consecuencia, de la enfermedad. Es muy importante adquirir la habilidad de entusiasmarse emocionalmente por las cosas, activar la energía física y mental; la vitalidad que nos conduce por el camino de la felicidad y de la longevidad. Vivir con intensidad la vida, es clave para alcanzar la felicidad, saber ilusionarse, asumir con optimismo el paso del tiempo; la vejez…


Saber que el motor de nuestro reloj vital también depende de nosotros mismos y de la actitud que tengamos hacia la vida.

Por Valeria Sabater
 
La venganza es un plato que sería mejor no probar



La venganza es dulce. O al menos eso pensamos. Si nos han causado daño, la idea de vengarnos es atractiva. Creemos que nos sentiremos mucho mejor después de que esa persona “pague” por el daño que nos ha hecho. También creemos que la venganza nos ayudará a borrar el sufrimiento y a pasar página.


Sin embargo, Confucio dijo: “Antes de embarcarte en el viaje de la venganza, cava dos tumbas”, refiriéndose a que la venganza, no importa si la comemos fría o caliente, es un plato que nos puede indigestar.



La venganza es amarga



Para evaluar si la venganza realmente nos hace sentir mejor, psicólogos de la Universidad de Harvard y Virginia realizaron un experimento que consistía en un juego de inversión grupal. Si todos los participantes cooperaban, se beneficiarían por igual. Si alguien se negaba a invertir su dinero, esa persona se beneficiaría a costa del grupo.



Un psicólogo que infiltrado en el grupo, convenció a todos los integrantes para que aceptaran invertir pero luego, decidió no seguir el plan. Como resultado, ganó caso el doble que el resto. En fin, los engañó.



A continuación, a algunas personas les dieron la posibilidad de vengarse: podrían gastar parte de sus ganancias para castigar al desertor del grupo. Todos los que tuvieron la oportunidad de vengarse, aceptaron y predijeron que se sentirían mucho mejor después.



Sin embargo, los resultados mostraron que quienes se vengaron, terminaron sintiéndose peor que quienes no lo hicieron. Las personas que no tuvieron la oportunidad de vengarse dijeron que pensaban que se hubiesen sentido mejor teniendo esa posibilidad, pero los resultados de la encuesta los identificaron como el grupo más feliz. Ambos grupos pensaron que la venganza sería dulce, pero sus sentimientos demostraron lo contrario: la venganza los hacía infelices.



¿Por qué?

Los investigadores sugieren que el deseo de venganza en realidad no disminuye la ira sino que la aumenta porque nos sume en un bucle de pensamientos negativos. Cuando las personas no se vengan, tienden a trivializar el evento diciéndose a sí mismas que no era para tanto. Entonces les resulta más fácil olvidar y seguir adelante. Al contrario, cuando las personas se vengan, ya no pueden trivializar la situación sino que repiten lo ocurrido en su mente una y otra vez, por lo que terminan sintiéndose peor. En otras palabras: se convierten en prisioneros de la venganza.



Justicia no es sinónimo de venganza



No es necesario sentirse mal cuando se activa nuestro instinto de venganza. Es normal que nuestra primera reacción cuando nos hacen daño, nos ridiculizan, humillan o engañan sea querer vengarnos. Esas emociones son perfectamente comprensibles, lo verdaderamente importante es saber gestionar ese deseo de venganza y no permitir que la ira tome el mando.



Cuando pensamos en vengarnos, paramos el reloj justo en el momento en que nos hirieron y, en vez de seguir con nuestras vidas, elegimos, más o menos conscientemente, dejar la herida abierta. Ese comportamiento no tiene mucho sentido ya que seguiremos haciéndonos daño. Es como tener una herida en una pierna y, en vez de preocuparnos por sanarla, asegurarnos de que se mantenga supurando. Por eso, el filósofo Francis Bacon dijo: "Una persona que quiere venganza, guarda sus heridas abiertas".

Dejar ir el deseo de venganza no significa que las personas que hacen daño no deban asumir su responsabilidad, pero eso se llama justicia. La venganza es eminentemente emocional y está dirigida por la ira, el odio y el rencor, por lo que no solo nos corroe por dentro sino que puede llegar a hacer que nos apartemos de nuestros valores y principios. La justicia, al contrario, es un acto de vindicación, una acción meditada y coherente con el daño causado.


Por eso, cuando tengas ganas de vengarte, recuerda las palabras de Haruki Murakami: “Nada cuesta más y produce menos beneficios que la venganza”. La venganza no es dulce ni es un plato que se coma frío, más bien se trata de un bocado que sería mejor no probar porque una vez que lo consumes, no hay vuelta atrás y probablemente te indigestarás. La venganza no te convierte en mejor persona ni te permite crecer, al contrario, te arrastra en un vendaval de emociones. Por eso, es probable que al final no te sientas a gusto con la persona en la que te has convertido. Pero entonces ya será demasiado tarde.


Por Carlsmith, K. M., Wilson
 
El valor de enseñar a los niños a decir “gracias”, “por favor” o “buenos días”



Transmitir a los niños la importancia de dar las gracias, de “pedir por favor” o de decir “buenos días” o “buenas tardes”, va más allá de un simple acto de cortesía. Estamos invirtiendo en emociones, en valores sociales, y ante todo, en reciprocidad.


Para crear una sociedad basada en el respeto mutuo, en la que el civismo y la consideración marquen la diferencia, es necesario invertir en esas pequeñas costumbres sociales, a las que a veces, no prestamos la importancia que merecen. Porque la convivencia se basa al fin y al cabo en la armonía, en esas interacciones de calidad basadas en la tolerancia donde todo niño debería iniciarse desde una edad temprana.


Soy de la generación del gracias, del por favor y del buenos días, de la misma que no duda en decir un “lo siento” cuando es necesario. Cualidades todas ellas que no dudo en transmitir en mis hijos, porque educar en respeto es educar con amor.


Un error en el que suelen caer muchas familias es en iniciar a los niños en estas normas de cortesía cuando los más pequeños empiezan a hablar. Ahora bien, es interesante saber que el “cerebro social” de un bebé es tremendamente receptivo a cualquier estímulo, al tono de voz e incluso a las expresiones faciales de su padre y su madre.


Lo creamos o no, podemos educar a un niño en valores desde edades muy tempranas. Sus aptitudes son casi insospechadas y hemos de aprovechar esa gran sensibilidad en materia emocional. Te hablamos de ello.




Dar las gracias, un arma de poder en el cerebro infantil

Los neurocientíficos nos recuerdan que el sistema neuronal de un niño está programado genéticamente para “conectarse” con los demás. Es algo mágico e intenso. Incluso las actividades más rutinarias como alimentarlos, bañarlos o vestirles se convierten en improntas cerebrales que prefiguran en un sentido u otro la respuesta emocional que tendrá ese niño en el futuro.


El diseño de nuestros cerebros, por así decirlo, nos hace sentirnos inexorablemente atraídos a su vez por otros cerebros, por las interacciones de todos aquellos que están a nuestro alrededor. Así pues, un niño que es tratado con respeto y que desde una edad temprana se ha acostumbrado a escuchar la palabra “gracias”, entenderá rápidamente que está ante un refuerzo positivo de gran poder y, que sin duda, irá desentrañando poco a poco.


Es muy probable que un niño de 3 años al que su padre y su madre han enseñado a decir gracias, por favor o buenos días, no comprenda muy bien aún el valor de la reciprocidad y del respeto que impregnan estas palabras. No obstante, todo ello crea un adecuado y maravilloso sustrato para que después las raíces fuertes y profundas.


Al fin y al cabo, la edad mágica comprendida entre los 2 y los 7 años, es la que Piaget denominaba como “estadio de inteligencia intuitiva”. Es aquí donde los pequeños, a pesar de estar supeditados al mundo del adulto, van a ir despertándose progresivamente al sentido del respeto, a intuir ese universo que va más allá de las propias necesidades para descubrir la empatía, el sentido de la justicia y por supuesto, la reciprocidad.







La reciprocidad, un valor social de peso

Cuando un niño descubre por fin lo que sucede en sus contextos más próximos cuando pide las cosas por favor y las concluye con un gracias, ya nada va a ser igual. Hasta el momento, lo llevaba a cabo como una norma prosocial pautada por los adultos, algo que le confería refuerzos positivos por su buen comportamiento.


“La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”


-Paulo Freire-


No obstante, tarde o temprano experimentará el auténtico efecto de tratar con respeto a un igual, y cómo esa acción revierte a su vez en él o en ella misma. Es algo excepcional, una conducta que le habrá de acompañar para siempre, porque tratar con respeto a los demás es también respetarse a uno mismo, es actuar de acuerdo a unos valores y un sentido de convivencia basado en un pilar social y emocional de peso: la reciprocidad.




Será sobre los 7 años cuando nuestros hijos descubran plenamente todos estos valores que conforman su inteligencia social. Es ese instante en que empiezan a dar más importancia a la amistad, a saber lo que implica esa responsabilidad afectiva, a entender y disfrutar de la colaboración, atendiendo necesidades ajenas e intereses diferentes a los propios.


Es sin duda una edad maravillosa donde todo adulto debe tener muy presente un aspecto esencial: debemos seguir siendo el mejor ejemplo para nuestros hijos. Ahora bien, la pregunta mágica es la siguiente… ¿De qué manera vamos inculcando en nuestros hijos desde edades tempranas esas normas de convivencia, de respeto y de cortesía?


Te ofrecemos unas sencillas estrategias para que las tengas en cuenta, son indicaciones básicas que señalar a los niños en cada situación. Vale la pena tenerlo en cuenta.


  • ¿Has llegado o entrado a algún sitio? Saluda, di buenos días o buenas tardes.
  • ¿Te vas? Di adiós
  • ¿Te han hecho un favor? ¿Te han dado algo? Da las gracias.
  • ¿Te han hablado? Responde.
  • ¿Te están hablando? Escucha.
  • ¿Tienes algo? Compártelo.
  • ¿No lo tienes? No envidies.
  • ¿Tienes algo que no es tuyo? Devuélvelo.
  • ¿Quieres que hagan algo por ti? Pídelo por favor.
  • ¿Te has equivocado? Discúlpate.

Normas sencillas que, sin lugar a dudas, le serán de gran ayuda en el día a día.

Por Valeria Sabater
 
4 formas de conectar con tus hijos



Todos los padres anhelamos esos momentos de conexión con nuestros hijos que hacen que nuestros corazones se derritan. Para ti, como padre o madre, es fundamental conectar ellos. Además, recuerda que esta conexión es tan esencial tanto ti como para ellos.


La conexión entre padres e hijos es la base para una crianza sólida, coherente, basada en el amor y en el respeto. Es también la razón por la que los hijos aceptan las reglas y consejos de sus padres. Los niños que se sienten fuertemente conectados a sus padres quieren cooperar con ellos, lo que les lleva a confiar en ellos para saber qué es lo que más les conviene.




Educar a un niño y crear una familia feliz es una cuestión de conexión y no de corrección.


Sin embargo, a medida que los hijos crecen puede ser un poco más difícil establecer esa conexión. El entorno, el desarrollo de la propia personalidad y la búsqueda de sus propios intereses puede hacer tambalear relaciones poco sólidas. A algunos padres el miedo a no conseguirlo les paraliza, incluso cuando sus hijos son todavía pequeños. Entonces, ¿qué puedes hacer para conectar más y mejor con tus hijos? Lo vemos a continuación.


Habla con tus y hijos pero, sobre todo, escúchales

La forma más sencilla de conectar con sus hijos es hablar con ellos. Así de simple. La clave es no olvidar que la comunicación es una vía de doble sentido, en la que dos personas intercambian información. Mientras una habla la otra escucha y luego se intercambian los papeles para crear retroalimentación.




¿Sientes que tus hijos no te escuchan? Pregúntate entonces si tú les escuchas a ellos, si los escuchaste y les dejaste hablar cuando eran más pequeños, si sientes un interés genuino y auténtico por lo que tienen que decir, si les dejas libertad para expresarse. Si no lo haces, empieza por ahí, predicando con el ejemplo. No les reclames lo que no les das.





No olvides que, además de escuchar a tus hijos, tienes que poder recordar lo que dicen. No se trata de dejarles hablar, sino de escuchar con interés e invitarles a seguir hablando preguntándoles sobre lo que acaba de decir. Es importante que tu hijo sepa que te importa lo que dice, que te preocupas por lo que le pasa, aunque lo que te está contando te parezca lo más absurdo y simple del mundo.




Muestra interés por sus intereses

A veces, hablar no funciona para todos los niños. Es posible que tu hijo se haya puesto en guardia y no se de cuenta de que tu deseo es ayudarle. En este caso, una buena idea puede ser pensar en hacer algo más juntos. Pero no cualquier cosa, sino algo por lo que tu hijo muestre un verdadero interés.




En general, mostrar interés por lo que tu hijo se sienta motivado te permitirá tener una vía de conexión alternativa y lo mantendrá de tu lado. No solo se trata de respetar sus gustos, sino de intentar compartirlos, conocerlos. Dale la oportunidad de que desate su pasión por algo contigo, aunque a ti no te guste o no te parezca bien.


Comparte tus pasiones con tu hijos

No solo es tu hijo quien debe abrirse para crear conexión con sus padres. Si como padre no estás dispuesto a mostrarle quién eres y a compartir con él tus pasiones no puedes pretender que él haga lo mismo.


No pongas como excusa que necesitas tiempo para ti, que ese es tu espacio personal. Llegará un día en que tu hijo también necesite su espacio y su tiempo y no querrá compartirlo contigo. Si no le dejas entrar no esperes que él te deje entrar a ti o que te hable sobre ello, no le reclames que fue a buscar fuera lo que no encontró dentro.




No utilices la culpa como un arma

Hacer sentir culpables a tus hijos por no querer estar contigo es una estrategia cobarde para controlarlos y dominarlos. Con la culpabilidad solo conseguirás una conexión aparente y que tu hijo finja lo que le pides. Además, les estarás diciendo que generar culpa puede ser un medio válido para conseguir un fin. Cuando, ¿de verdad quieres que aprendan esto?


Jugar al juego de la culpa no te permitirá conocer a tus hijos, pues solo te mostrará la cara que quieres ver.

Por Eva María Rodriguez
 
Solo por hoy, permite que todo fluya y nada influya



Cuando permites que todo fluya a tu alrededor y no te aferras a los imposibles te das cuenta de que la vida es mucho más sencilla. Disfruta el momento

Solo por un día, permite que todo fluya, deja que lo malo se vaya por sí solo para ser más receptivo ante lo bueno.


Si nunca has puesto en marcha esta estrategia de crecimiento personal, te proponemos empezar cuanto antes.




El flow es un estado mental que puede mejorar nuestra calidad de vida y que, además, nos permite canalizar mucho mejor nuestra energía para ser más productivos.


Ahora bien, es muy posible que ya hayas oído en alguna ocasión el término fluir o sus derivados. Muchas personas suelen atribuirle un aire espiritual y algo abstracto a esta idea, cuando, en realidad, dispone de una base psicológica y científica con mucha tradición.


Tanto es así que el concepto de flujo fue acuñado en 1975 por el psicólogo o Mihály Csíkszentmihályi, difundiéndose a su vez a gran cantidad de ámbitos del desarrollo personal e incluso del laboral.


Es interesante, relajante y muy útil en nuestro día a día. A continuación, te enseñamos cómo fluir, cómo dejarte llevar por el aquí y ahora para ampliar tu conciencia. Tu productividad.




Que todo fluya y que nada te distraiga

Mihály Csíkszentmihályi definió el flujo como un estado de armonía donde la persona es capaz de centrarse en lo que está haciendo.






Podemos dejar que todo fluya mientras caminamos, mientras leemos, descansamos o incluso mientras trabajamos. Se trata solo de ser conscientes de lo que hacemos y disfrutar de ello.




  • Los psicólogos nos explican que muchos de nosotros ponemos en práctica lo que se conoce como “mente errática”. Vamos de un pensamiento a otro, saltamos de preocupación en preocupación hasta crear una madeja donde quedamos atrapados.
  • Poco a poco aparece la frustración y la infelicidad porque nuestro pensamiento cae en esos abismos complejos del “si yo hubiera”, “si los demás hicieran”, “si yo pudiera”…
  • Este tipo de enfoques de pensamientos impiden el flujo. Nos aferran, nos detienen en la frustración y el malestar. Lo que generamos es energía negativa.

Fluir no es huir, es estar presentes

Para que todo fluya debemos ser conscientes de que quien huye no soluciona nada. Fluir es dejar ir lo que no nos sirve para avanzar pero, a su vez, hay que ser valientes para afrontar lo que en estos mismos momentos nos hace daño.


  • También es necesario aceptar que hay cosas que no se pueden cambiar. No puedes hacer que las personas cambien de personalidad. Tampoco puedes hacer que alguien te quiera a la fuerza.
  • Hay aspectos que es necesario aceptar y esa aceptación también forma parte del propio flujo.






Eres movimiento, forma parte de él

Seguro que en más de una ocasión te habrás sentido atrapado, como encallado existencialmente. Este estado es algo muy normal en el ser humano y es necesario saber gestionarlo.




  • Entiende que el flujo es, ante todo, movimiento. Tanto es así que la idea de felicidad se relaciona mucho con el hecho de que todo fluya, de que nada ni nadie nos aferre o nos detenga.
  • Para entenderlo mejor te pondremos un ejemplo.

En la actualidad no tienes trabajo y vives una relación afectiva muy complicada, infeliz.


Sabes que en la ciudad donde estás no hay opciones laborales, así que te decides a dar el paso. Te permites fluir. Te vuelves más receptivo y empiezas a escuchar opciones. Te informas, amplias caminos y, un buen día, te decides: propicias el cambio.


Optas por dejar tu ciudad, por dejar a la pareja que te hace infeliz y probar suerte en otro lugar. Ese cambio, ese movimiento te trae, a su vez, nuevos movimientos.


Encuentras trabajo y en el trabajo, conoces a alguien especial. Una persona que te hace valora y te ama de verdad.


Solo cuando dejas que todo fluya y que nada de lo malo te influya, eres libre para crear tus propios caminos. Intenta ponerlo en marcha y verás qué buen resultado te ofrece.


Busca las experiencias “óptimas”

Si nunca has oído hablar de las experiencias óptimas te diremos que son muy fáciles de identificar; sin embargo, no siempre las ponemos en práctica.





  • Una experiencia óptima es el placer que obtienes al hacer algo que te gusta: un abrazo, una comida, un paseo, un baño, una conversación, un viaje…
  • Ten en cuenta a su vez que las experiencias óptimas no se programan. Muchos de nosotros solemos hacerlo: “cuando sean vacaciones descansaré”, “seré feliz cuando llegue el fin de semana”, “sabré lo que es la alegría cuando tenga una buena pareja”.
  • Recuerda que el mejor momento para tu vida siempre es ahora. Por tanto, permite que todo fluya y que nada te encalle, que nada te atrape en la preocupación o en el “hoy un puedo” o del “tú no vales“.

Se trata, simplemente, de estar presentes y de avanzar de un modo armónico de acuerdo a nuestra conciencia, en libertad, en integridad y en una adecuada paz interior que nos permita disfrutar del “aquí y ahora”.


Por Valeria Sabater
 
8 Señales definitivas de que eres INFJ: el tipo de personalidad más raro del mundo


INFJ se refiere a uno de los 16 tipos de personalidad de Myers – Briggs y es considerado el más raro de ellos. Los INFJs son altamente intuitivos, introspectivos, perspicaces y compasivos, en general – una curiosa y auténtica mezcla de emocional y lógico. Así que, si por casualidad caes en esta categoría, felicitaciones, eres único.





La prueba del Indicador Myers-Briggs fue creada por Katharine Briggs y su hija Isabel Myers, quienes la basaron en la teoría de los tipos psicológicos de Carl Jung. La prueba evalúa a los individuos en 4 categorías: Extroversión vs. Introversión, Sensación vs. Intuición, Pensamiento vs. Sentimientos, y Juzgar vs. Percibir, y los resultados muestran en qué categoría caen.


Creo que ya has adivinado que la persona que es un INFJ pertenece a las categorías de introversión, intuición, sentimiento y juicio.


A pesar de ser amigos leales, empáticos y cariñosos, trabajadores diligentes y altamente organizados, los INFJs poseen otras características que los distinguen del resto.


¿Te estás preguntando si eres un INFJ? Bueno, si puedes relacionarte con los siguientes 8 signos, la respuesta podría ser sí.


1. Eres un verdadero introvertido.

La gente a menudo puede confundirte con un extrovertido porque pareces bastante extrovertido y eres capaz de mezclarte en cualquier ambiente social. Pero, de hecho, eres una persona realmente introvertida.





Puedes sentirte feliz y realizado teniendo sólo un puñado de amigos que sabes que son buenos, honestos y merecedores de tu amor y atención. Y eres ferozmente leal a ellos.


Socializar y pasar el tiempo con la gente no es difícil para ti en absoluto. Sin embargo, en realidad no te gusta asistir a eventos que involucran a grandes multitudes, ya que esto te quita la energía y te hace sentir exhausto. Incluso cuando lo haces, siempre sientes la necesidad de tomarte un poco de tiempo para “recargar tus baterías”.


2. Eres muy intuitivo.

Tu aguda intuición te permite saber qué tipo de persona es una persona a pocos minutos de conocerla. Posees la habilidad de “ver” lo que sucede en las mentes de otras personas y reconocer sus verdaderos motivos e intenciones.


Al ser capaz de sentir lo que alguien piensa y lo que siente por ti, eres capaz de protegerte de ser engañado y manipulado.


3. Juzgas a los demás por la forma en que te hacen sentir.

No prestas atención a los maravillosos cuentos y gestos grandiosos de la gente a menos que puedas sentir que son completamente honestos y que no tienen intenciones ocultas. Lo que te importa es la forma en que los demás te tratan y te hacen sentir. Siempre confías en tus instintos. Así que, cuando sientes que una persona es honesta y amable contigo, te aseguras de tratarla de la misma manera y mantenerla en tu vida.





Por otro lado, si crees que alguien es falso, manipulador y carece de principios, inmediatamente pierdes interés y te distancias de ellos.


4. Te sientes diferente al resto.

Los INFJs son pocos en número, así que tienden a tener dificultades para encontrar a otros que ven el mundo de la manera en que lo ven. Dicho esto, no es de extrañar que te resulte difícil encontrar personas que tengan un carácter, ideas, opiniones y actitudes similares a las tuyas. Esa es la razón por la que a menudo te sientes incomprendido por los demás o como si no encajaras. Y a veces, esto te hace sentir solo.


5. Exudan calidez y encanto.

A la gente le gusta estar en tu compañía. Tu calidez y capacidad para escuchar atentamente hacen que los demás se sientan tranquilos y cómodos cuando están a tu alrededor.


Estoy seguro de que a menudo te encuentras en una situación en la que un completo extraño sentado a tu lado en el bar comienza a compartir contigo sus más profundos deseos, secretos y problemas a los pocos minutos de conocerte.


Sin duda, tienes un encanto al que es difícil resistirse.

6. Eres empático.

No es difícil para ti entender cómo se sienten los demás. Eres perspicaz y siempre sabes lo que alguien que está pasando por un período difícil realmente quiere y necesita. Siempre estás dispuesto a ofrecer consuelo y compasión a aquellos que los necesitan.


Tu altruismo y amabilidad hacen que otros como tú disfruten aún más de ser tus amigos.


7. Tienes convicciones profundas sobre el mundo.

Tienes creencias fuertes e inquebrantables sobre el mundo y sabes lo que quieres ver en él. Sabes qué cosas no te gustan y te molestan, y sientes la necesidad de cambiarlas. Puedes tener dudas sobre muchas cosas, pero hay verdades éticas de las que siempre estás seguro y por lo tanto nunca cruzarás líneas.


No dejas que nada ni nadie cambie tus creencias y siempre te aferras a ellas. Por ejemplo, si tu trabajo o relación no está de acuerdo con tus convicciones morales y sociales, no eres reacio ni tienes miedo de abandonarlos.


8. Eres un visionario.

Siempre ves el panorama general. Enfocas toda tu atención y energía en tus metas y hace planes que te ayudarán a alcanzarlas. Pero, ten cuidado. Al centrarte demasiado en tu futuro y con demasiada frecuencia, a veces puedes olvidarte del presente. Es por eso que te llevas bien con gente que puede recordarte que vivas en el momento presente.




The Power of Silence
 

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