Autoestima y otros temas de psicología

5 hábitos tóxicos que te roban felicidad




Los hábitos que tenemos nos definen ya sea para bien o para mal, pues no solo pueden ejercer como las estrategias que nos ayudan a superar obstáculos, sino que también pueden ser como aquella manzana envenenada que a pesar de tener un apetecible aspecto guardaba en su interior una trampa.


Por lo tanto, a pesar de que muchos de nuestros hábitos nos permiten optimizar nuestros esfuerzos y se consideran como saludables, existen otros muchos que resultan tóxicos para nuestra salud y la vida misma, impidiéndonos ser felices.




Incluso, puede que hábitos que consideras relativamente “buenos” no lo sean tanto o que ni siquiera seas consciente de las consecuencias de tu repertorio de hábitos en tu vida. Hoy te traemos 5 hábitos tóxicos que pueden estar impidiéndote ser feliz. Reflexionemos sobre ello.


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Pensar en negativo

Solemos tener la mala costumbre de pensar en negativo. Somos expertos en lo que no queremos, no tenemos, no merecemos o no somos capaces, focalizando nuestra atención en ello. Cultivar el pensamiento negativo puede ser un mal hábito que termine limitándonos tanto a nivel social como individual. Porque si crees que no puedes, ¿realmente vas a intentarlo?


El pensamiento negativo puede erigirse como un gran enemigo que nos atrape poco a poco en su tela de araña, convirtiendo todo nuestro alrededor en una neblina gris que en sus casos más extremos desemboque en depresión junto a otras variables.







La dificultad radica en que como hábito, nos hemos acostumbrado y desaprenderlo no es tan sencillo. Para ello, hay que comenzar a prestar atención a nuestra manera de pensar, que inevitablemente va ligada a la forma de hablarnos y juzgarnos. Además, dirigir tu atención hacia lo que quieres también será una herramienta que te permita hacer aparecer la luz entre aquella niebla gris espesa.


Culpar a los demás de todo

Culpar a otras personas de lo que te ocurre es evadirte de la responsabilidad de tus propios actos e incluso de tus propios sentimientos. De esta manera, estarás diciendo que tú no eres dueño de tu vida sino que son los demás o las propias circunstancias.


Es necesario recordar que tienes el control sobre ti mismo y solo tú tienes las respuestas de lo que te ocurre. El reconocido piloto de las fuerzas aéreas y líder religioso Dieter Uchtdorf dijo una vez: “Cuando más crecemos, más miramos hacia atrás y nos damos cuentas de que las circunstancias externas no importan porque no determinan nuestra felicidad. Nosotros determinamos nuestra felicidad”.


La felicidad es una actitud y si decides culpar a los demás de lo que te ocurre en lugar de tomar conciencia sobre qué puedes hacer para seguir avanzando, difícilmente podrás saborearla.
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Intentar ser alguien que no eres

Puedes vivir intentando ser tú mismo o de lo contrario, intentando ser la persona que los demás quieren que seas. Tú decides, pero evidentemente convertirte en el personaje que los demás desean supondrá una traición a tu forma de ser. Piénsalo… ¿Cómo podrás llegar a ser feliz si no eres tú mismo?


Ponerse una máscara es un arma de doble filo, una trampa que extendida en el tiempo te alejará de ti y de quien crees ser. Por lo tanto, descúbrete, aprende a aceptarte, a quererte y muéstrate tal como eres, solo así la relación contigo y los demás, será auténtica.





Compararse con los demás

Compararse con los demás no nos servirá de nada ya que cada uno de nosotros es único e irrepetible y ha vivido experiencias diferentes. Su historia, la tuya y la mía no tienen nada que ver, ¿para qué compararnos? ¿Para consolarnos o para creernos superiores? ¿Cuál es la finalidad que perseguimos?


Comparar las diferentes experiencias no tiene sentido puesto que no existen las mismas condiciones en las personas.
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Mi felicidad puede ser muy diferente a la de mi amigo, por lo tanto, ¿hacer lo que él hace me convertirá en alguien feliz? Pregúntate: ¿qué es la felicidad para mí? Y así podrás saber cómo actuar. La gratitud es el antídoto a la comparación y el mejor jarabe para alcanzar la felicidad. Escribe diariamente las cosas que hacen que tu vida sea maravillosa, por pequeñas que sean… eso te hará feliz.


No aprender de los errores

Los errores pueden ser nuestros mejores maestros si aprendemos de ellos. Si nos confundimos pero lo dejamos pasar sin reflexionar qué ha pasado y qué lección podemos sacar de ello, probablemente pueda ocurrirnos algo similar.


Para entender este tipo de pensamiento, solo tienes que seguir las palabras que una vez dijo Thomas Edison a un reportero que le preguntó sobre su invento de la bombilla incandescente: “No he fracasado ni una sola vez, solo he descubierto diez maneras que no funcionan”. Así, podrás ver que con persistencia y buen hacer, el error y el fracaso, son solo una parte del camino hacia el éxito.





Pensar negativo, culpabilizar a los demás, ponernos una máscara, compararnos o no aprender de nuestros errores son tan solo 5 hábitos que pueden estar repercutiéndonos sin casi ser conscientes de ellos en nuestro estado emocional impidiéndonos ser felices.


La felicidad está en nuestro interior y somos nosotros los que podemos crearla y contribuir a su desarrollo, no lo olvides. Presta atención a tus hábitos y modifícalos si es necesario.

Por María José Roldán
 
El secreto para seguir adelante es empezar de nuevo




Seguir adelante sin mirar atrás no siempre es fácil. No cuando la tristeza pesa en exceso y arrastramos con nosotros el dolor de tantas batallas con heridas. A veces, es necesario hacer un alto en el camino para sanar, recomponernos e incluso reinventarnos. Solo cuando hayamos dado forma a una nueva y mejor versión de nosotros mismos, estaremos listos para seguir.


Así, podemos equiparar la vida a un tejido bordado de inicios y finales. Son dos caras de la misma moneda, están llenos de emociones contrapuestas que no siempre sabemos cómo manejar, de miedos e inquietudes afiladas que lastran la aparición de nuevas oportunidades. Hacerlo del mejor modo determina sin duda la integridad y la calidad de todo aquello que pueda venir después.


Expertos en el tema, como Denise Beike, de la Universidad de Arkansas, señalan que en nuestro ciclo vital más que el impacto que puedan tener diversos hechos de mayor o menor gravedad que hayamos experimentado, está el modo en que los hayamos afrontado. Por ello, es importante tener una visión clara y objetiva de determinados aspectos.


Es muy común, por ejemplo, que tras haber pasado por un mal momento alguien nos diga aquello de “hay que seguir adelante”. Sin embargo, ¿cómo hacerlo cuando hay en nuestro interior tantos pesos y angustias emocionales? Tenemos claro que debemos mirar hacia delante, pero no siempre es fácil generar ese progreso, ese avance real.


Porque el dolor tiene raíces profundas y no podemos arrancarnos -así como así- para trasladarnos a otro espacio, a otro lugar haciendo borrón y cuenta nueva. Debemos ser capaces de reparar y transformar. De crear una materia nueva partiendo de lo que somos, de lo vivido y lo aprendido. Ese proceso puede llevar tiempo, pero tras ello, nos daremos la oportunidad de empezar de nuevo del mejor modo.


“A veces las cosas se deshacen para que otras mejores puedan crearse”


-Marilyn Monroe-




Seguir adelante con exceso de equipaje no es una buena opción

Podemos hacerlo. Podemos situar la mirada en el horizonte, poner un pie tras otro y seguir adelante como si nada. Es posible incluso darle al tiempo toda la responsabilidad en materia de curación emocional. Creer que al quitar páginas al calendario nos estaremos arrancarnos también las penas y los recuerdos. Sin embargo, llegará un día en que nos daremos cuenta de que nada de eso ha funcionado.


Albert Ellis, conocido psicoterapeuta cognitivo, nos recordaba que a menudo las personas nos dejamos llevar por determinadas creencias sin sopesar otras alternativas. Son lo que él llamaba “ideas irracionales”, esas que nos sitúan en estados personales poco saludables y hasta problemáticos.


Así, cada vez que estemos obligados a dar forma a algún tipo de transición o a tener que afrontar un momento de gran dureza, es imprescindible que reflexionemos en las siguientes dimensiones.


Avanzar emocionalmente

Avanzar no es lo mismo que seguir adelante. Es común, por ejemplo, que muchas personas acudan a terapia psicológica en busca de ayuda porque se empeñaron en su día en seguir adelante tras sufrir una separación o la pérdida de un ser querido, olvidando antes un aspecto: hacer el duelo.




Es necesario integrar en nuestro registro personal un término muy básico: avanzar. Lo que implica esta palabra es lo siguiente:


  • Avanzar significa no quedarse atrapado en el mismo lugar.
  • Avanzar implica entender que debo aplicar una nueva estrategia de vida.
  • Generar un avance requiere empezar por un mismo desde el interior (sin huir).
  • Es decirme que tengo que aceptar lo que siento, entenderlo, manejarlo, sanarlo y permitirme una nueva oportunidad. De este modo “progresamos” emocional y psicológicamente.
  • Asimismo, hay que tomar conciencia de un detalle: la tristeza o el dolor de una pérdida no desaparece. Nadie puede borrar ese tipo de sentimientos. Debemos crear un espacio en nuestro interior y aprender a convivir con ello.

Las transiciones llevan tiempo

Tal y como nos revela un estudio llevado a cabo por el doctor Mark A. Thornton, de la Universidad de Cornell, todo cambio lleva consigo una serie de emociones con las que saber transitar. Volver la cabeza y el corazón a estos estados para seguir adelante sin más, implica a menudo correr el riesgo de desarrollar algún tipo de trastorno psicológico como una depresión.


Debemos ser capaces de llorar la tristeza, de canalizar la rabia y la frustración, de quedarnos quietos junto a la decepción para desgranarla y obtener un aprendizaje de ella.




Empezar de nuevo con una versión más fuerte

Las personas no cambiamos, avanzamos. El ser humano se transforma las veces que crea necesario no por capricho, no por placer, sino para afrontar la adversidad y alzarse como un ser más resistente, hábil y preparado.


Somos conscientes de que seguir adelante es la única opción vital que tenemos, la opción contraria es quedarnos encallados. Sin embargo, hagámoslo del mejor modo: sin huir de nosotros mismos y de ese interior que como una habitación desordenada y a oscuras requiere nuestra atención, requiere orden, oxígeno y más de un cambio.


Permitámonos por tanto empezar de nuevo en nuestros senderos personales con una versión actualizada, fuerte y esperanzada. Como dijo Charlotte Brontë una vez, dejemos de evocar el pasado: el presente es más seguro y el porvenir aún más luminoso.

Por Valeria Sabater
 
Los cambios me mantienen unida a la vida




Tarde o temprano lo hacemos: nos damos cuenta de que la auténtica inteligencia está en saber adaptarse a los cambios con la cabeza bien alta y la mirada despierta. Al fin y al cabo, nada de lo que llega se queda, y nada de lo que se va se pierde del todo. Resistirse a ellos es lo que duele, asumirlos es entender que sin cambios no hay mariposa.


Hay un dato que no deja de ser curioso al respecto de los cambios: nuestra especie ha llegado hasta donde se encuentra gracias a ellos, y al progreso evolutivo que esas pequeñas innovaciones nos han ofrecido. Sin embargo, el cerebro prefiere la permanencia, la estabilidad y esa zona de confort donde no hay peligros y donde nuestra supervivencia queda salvaguardada. Ahora bien, en esa zona de calma y seguridad donde nada nuevo acontece, surge irremediablemente la insatisfacción y el tedio.




“Cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros. Otros, molinos”


-Proverbio Chino-


Ya lo dijo el propio Charles Darwin en sus obras: el que sobrevive en este mundo complejo y a veces amenazante no es el más fuerte ni tampoco el más inteligente, sino el que mejor se adapta a los cambios. Sin embargo, nadie nos ha enseñado cómo se hace eso, no nos han educado para ser valientes cuando alguien nos deja, no tenemos un manual sobre cómo asumir el paso del tiempo, ni nos han dicho qué habilidades necesitamos para dar ese giro de sentido que a veces, necesita nuestra existencia para ser un poco más felices.


En ocasiones, tal y como nos explicaba David Bowie en su canción “Changes”, no hay más remedio que dar media vuelta y enfrentarse a lo desconocido, a ese “algo” que hemos esperando durante tanto tiempo mientras manteníamos una vida equivocada.


Reflexionemos sobre ello seguidamente.




Los cambios en la mujer: crisis y revoluciones

Cuando hablamos de cambios en la mujer pensamos casi al instante en ese avance de la niñez a la juventud o de la juventud a la madurez, donde la revolución hormonal nos adentra en universo un complejo de ciclos, de fases y etapas donde afrontar nuevos retos, nuevos aprendizajes. Ahora bien, dejemos a un lado estas dimensiones físicas u hormonales para adentrarnos en lo que de verdad importa: los cambios emocionales y el desarrollo de nuevas actitudes.




Decía Bowie en su canción aquello de “I still don’t know what I was waiting for”, aún no sé lo que estaba esperando, una sensación común y persistente durante una buena etapa de nuestras vidas, hasta que de pronto elegimos dejar de esperar para actuar. Puede resultar curioso, pero ese “salto” en el crecimiento personal de la mujer y la búsqueda real de un cambio, no acontece a los 40, se inicia en esta etapa pero culmina en los 50.


Así nos lo explica Rosi Braidotti, catedrática en Filosofía y directora del Centro para las Humanidades de la Universidad de Utrecht, quien afirma que las “cincuentañeras” están derrumbando mitos en la sociedad actual. Son mujeres que han afrontado dificultades y que inician otra etapa donde alcanzar una nueva plenitud vital. Lo hacen gracias a la consecución de objetivos renovados, a una mayor seguridad personal y al convencimiento de que ni un divorcio es el fin del mundo, ni el nido vacío motivo de depresión.


Los cambios son nuevas oportunidades que afrontar sin miedo, rutas inexploradas para seguir navegando al son de la propia vida.




Las 3 emociones que acompañan los cambios

No todos los cambios son traumáticos ni suponen tampoco el fin de una etapa. La mayoría de ellos son una simple continuidad, un avance que está en perfecta armonía con nuestro proceso de crecimiento personal. Sin embargo, y aquí llega el aspecto conflictivo, no todos estamos dispuestos a ver esa necesidad por avanzar, por dar ese paso valiente que nos coloque más allá de las alambradas de nuestra zona de confort.




“No podrás cambiar el principio, pero siempre está a tiempo de escribir un nuevo final”


Gracias a una interesante investigación llevada a cabo en el Harvard Decision Science Laboratory se pudo demostrar que a la hora de iniciar un cambio, nuestro cerebro pone en marcha tres tipos de emociones muy concretas que es necesario desmenuzar, entender pero no evitar. Hay que vivirlas para canalizarlas y facilitar así el avance.


Veámoslo con detalle.


La ira

Permitirnos sentir una emoción fuerte de vez en cuando no es negativo. La ira, por ejemplo, puede actuar como una gran motivadora porque nos revela el malestar actual con toda su crudeza.


Asimismo, la rabia o la ira pueden darnos cierta sensación de control a la hora de motivarnos para tomar riesgos e iniciar cambios.


La pasión

Lo sabemos: puede resultar algo contradictorio pensar que después de la ira pueda aflorar la pasión. Sin embargo, lo entenderemos al instante al tener en cuenta estos detalles:


  • La ira nos ha convencido de que necesitamos un cambio.

  • Esa “rabia” nos empuja a luchar por lo que deseamos, y a su vez, ese objetivo puesto sobre nuestro horizonte es lo que nos inspira cada día, lo que nos infunde pasión, anhelo, deseo.



Humildad

Cuando hemos puesto en marcha la maquinaria del cambio y la alimentamos con pasión e ilusión, no debemos caer en el falso orgullo, en ese espejo donde reflejarnos cada día para decirnos a nosotros mismos que todo va a salir estupendamente.


  • El éxito no siempre está asegurado, por ello, nada mejor que mantener una mente templada y humildade que ve la realidad de las cosas en cada momento.

Los cambios requieren voluntad e inspiración, pero también mantener siempre el norte en nuestras brújulas vitales para no desviarnos, para mantener siempre un rumbo seguro, plácido y satisfactorio en cada uno de nuestros cambios.

Por Valeria Sabater
 
3 tipos de mentes, ¿cuál es el tuyo?



Hablar de mente es hablar de un concepto un tanto abstracto, que no es del todo claro para muchos. Se trata de una palabra que pretende englobar los procesos que ocurren en nuestro cerebro: pensamiento, conciencia, percepción, creencias, deseos, sensaciones, etc. La mente vendría a ser ese terreno en donde tienen lugar los procesos conscientes, inconscientes y funcionales.


Esa mente se ve reflejada en las ideas, en las acciones y en distintas manifestaciones de la actividad cerebral. Todo ello se produce a partir de procesos estructurados. En otras palabras, toda esa actividad mental no se da por azar, sino que obedece a patrones o esquemas que se van aprendido a lo largo de la vida. Esto no quiere decir que sea algo inmutable. En el cerebro, todo es susceptible de cambiar.




El cerebro no es un vaso por llenar, sino una lámpara por encender”.


-Plutarco-


De acuerdo a cómo se dan esos procesos, algunos estudiosos del tema han propuesto la existencia de tres tipos de mente: la rígida, la líquida y la flexible. Cada una de ellas tiene sus propias características y obedece a lógicas diferentes. Veamos esto en detalle.




Las mentes rígidas: la resistencia a adoptar nuevas perspectivas

La educación es el factor que más influye en la configuración de las mentes. Es usual que muchas personas con mente rígida sean hijos de padres rígidos también. Esa rigidez es, en principio, un mecanismo de defensa. Las ideas fijas te dan una sensación de mayor control y te protegen de la incertidumbre. Quienes presentan estos rasgos son ideales para desarrollar actividades en donde lo central sea un factor disciplinario.




Por contrapartida, quienes tienen mentes rígidas también podrían ser algo superficiales. No se detienen a analizar o evaluar la validez de las ideas o de las acciones. Dan por hecho que todo debe marchar en un sentido muy preciso, que también ya está predeterminado.


Esto lleva a que tengan grandes dificultades para crear y por eso suelen limitarse a repetir. Es posible que se sientan muy confundidos y desamparados si algo o alguien los saca de su zona de confort. La falta de control sobre las situaciones suele generarles mucha angustia y sufren por ello.




Las mentes líquidas: una perspectiva camaleónica

A las mentes líquidas les ocurre exactamente lo opuesto que a las rígidas. No logran tener consistencia y por eso se acomodan a lo que sea. Toman la forma del recipiente en donde se alojan. Son características de personas que han renunciado a cualquier tipo de control sobre las circunstancias.




Este tipo de mente representa a las personas que necesitan de algo o alguien que las dirija. Les cuesta demasiado tomar decisiones y más aún tomar posiciones frente a la realidad. No saben qué pensar. Y como no lo saben, delegan esa tarea en otros en los que aprecien esa seguridad que a ellos les falta.


A quienes tienen este tipo de mentes les cuesta también mucho trabajo ser perseverantes. Realmente no se fijan metas, sino que dejan que otros se las impongan y se sienten conformes con ello. Pueden ser muy buenos en labores que requieran grandes dosis de subordinación. De una u otra manera, se complementan con las mentes rígidas.


Las mentes flexibles: un punto de equilibrio

Las mentes flexibles se caracterizan porque son adaptables. Que sean adaptables no quiere decir que, como las mentes líquidas, acepten pasivamente lo que hay. Su adaptación es razonada y creativa. Saben ubicarse dentro de la realidad sin imponer sus criterios, pero también sin aceptar sumisamente los de otros.




En este caso es el pensamiento el que guía la acción. La realidad es un objeto que se procesa y frente al que hay análisis y profundización. Hay apertura a los argumentos y las evidencias, por eso en las mentes flexibles hay cambio de opinión y ajuste de ideas. Es, de alguna manera, una mente humilde. No se cree poseedora de la verdad, pero tampoco cede a lo irracional o erróneo por falta de criterio.


Todo esto hace que las relaciones con el mundo sean más afables y constructivas. También este tipo de mentes crean las condiciones para que se evolucione más. La vida es cambio y el cambio es positivo porque desafía y al mismo tiempo ayuda a crecer.


Ninguno de nosotros está encasillado exclusivamente dentro de un solo tipo de estas mentes. Todos tenemos algo de cada una de ellas, aunque predominen los rasgos de una o de otra. Tampoco se puede decir que haya “mentes malas” y otras “buenas”. Sin embargo, sí vale la pena entender que hay formas mentales que nos ayudan a ser más felices, mientras que otras nos estancan o nos anulan.

Por Edith Sánchez
 
Dos rutas para la persuasión: el modelo de probabilidad de elaboración


La probabilidad de elaboración va a determinar que un mensaje sea más persuasivo o menos a través de dos rutas: la central y la periférica.


La persuasión se entiende como cualquier cambio que ocurre en las actitudes de las personas como consecuencia de su exposición a una comunicación. A esto habría que añadirle que dicha comunicación es diseñada y ejecutada intencionalmente con el fin de persuadir. Así pues, la persuasión se entendería como un cambio de actitud.


Por otra parte, en la persuasión entran en juego los siguientes elementos: el emisor, el mensaje, el receptor o audiencia, el contexto donde se da la persuasión, el canal por el que se transmite el mensaje y la intención de que el receptor o audiencia asuman las propuestas defendidas en el mensaje. Dados estos elementos, el mejor modelo para entender la persuasión es el modelo de elaboración de probabilidad.




El cambio en las actitudes

La persuasión busca cambiar las actitudes. Las actitudes pueden entenderse como una evaluación general que las personas hacen de objetos, cuestiones y otras personas, los cuales, técnicamente reciben la denominación de objetos de actitud. Asimismo, las actitudes cuentan con tres componentes: el afectivo, el cognitivo y el conductual.


El componente afectivo se basa en las emociones, el componente cognitivo se centra en las creencias y el componente conductual en las conductas o experiencias pasadas. Estos tres componentes constituyen la estructura psicológica de las actitudes de la que brota la evaluación global y se materializa en las conductas. De este modo, la persuasión busca cambiar lo que sentimos, lo que pensamos y, en último término, lo que hacemos.


Por otra parte, los cambios en las actitudes pueden adoptar dos modalidades: la polarización y la despolarización. La polarización se refiere a que la actitud cambia en la dirección que la actitud presentaba inicialmente, mientras que en la despolarización el cambio actitudinal es el contrario a la tendencia inicial. En otras palabras, la polarización nos reafirma en nuestras actitudes y la despolarización nos lleva a adoptar una actitud contraria a la que teníamos.


“La civilización es la victoria de la persuasión sobre la fuerza”.


-Platón-


El modelo de probabilidad de elaboración

La mejor interpretación de la persuasión es la que propone el modelo de probabilidad de elaboración. Este modelo propone que existen dos caminos a través de los cuales se produce la persuasión: una ruta central y otra periférica. Así pues, la motivación para procesar el mensaje va a determinar el camino que se tome. Una baja motivación lleva a la ruta periférica mientras que una alta motivación lleva a la ruta central.


Según el modelo de probabilidad de elaboración existen dos caminos para llevar a cabo la persuasión: una ruta central y una ruta periférica.


Por un lado, la ruta central implica una mayor probabilidad de elaboración; esto es, prestar mucha atención al mensaje y contrastar la información con conocimientos previos. Por otro lado, la ruta periférica exige que no se dedique mucho esfuerzo; esto es, que no se elabore mucho la información.


Así pues, la ruta periférica lleva a apoyarse en indicadores situacionales, como que el emisor parezca creíble. De esta forma, la motivación que determina si el mensaje se elabora por la ruta central o por la periférica va a depender de diferentes factores.


“El objeto de la oratoria no es la verdad, sino la persuasión”.


-Thomas Macaulay-




Motivación y capacidad de elaboración

En primera instancia, la motivación por entender el mensaje y realizar un esfuerzo mental para ello, y la capacidad con la que se cuente para procesar el mensaje van a determinar la probabilidad de elaboración, es decir, la ruta.


Por un lado, la motivación se basa en la importancia del mensaje para el receptor, la inconsistencia entre la propuesta del mensaje y la posición del receptor, la ambivalencia del tema, el número de fuentes del mensaje y la necesidad de cognición (disfrutar pensado) del receptor. Por otro lado, la capacidad va a depender de la recepción del mensaje, de los elementos de distracción presentes, del tiempo disponible, de la complejidad del mensaje y de los conocimientos que el receptor tenga sobre el tema.


Resumiendo, cuando recibimos una comunicación persuasiva, esta va a tomar una ruta central si estamos motivados para procesar la información. En caso contrario, la ruta será la periférica.


Así, el cambio actitudinal se producirá dependiendo de si el mensaje es atractivo, aporta argumentos o nombra fuentes en las que confiemos. En cambio, si realmente estamos motivados, también nuestras capacidades para procesar la información van a influir. Si no contamos con las capacidades necesarias, es probable que vayamos por la ruta periférica, pero si contamos con ellas, es probable que la información vaya por la vía central.


Si el mensaje se elabora por una ruta central, podemos generar pensamientos favorables o desfavorables. Así, si son favorables se producirá una polarización y la actitud será más favorable a los argumentos en sinfonía con el mensaje. En caso contrario, se producirá una despolarización y nuestra actitud será más negativa hacia esos argumentos. La tercera posibilidad es que los pensamientos sean neutros, caso en el que se volverá a una ruta periférica.

Por Roberto Muelas Lobato
 
Convertir al otro en animal: la deshumanización


Cuanto atribuimos a otras personas rasgos que consideramos típicos de animales y les negamos otros rasgos típicos de humanos les estamos deshumanizando. La deshumanización implica negar la humanidad de los demás, introduciendo una asimetría entre las personas que tienen cualidades humanas y las personas que no las tienen.


La deshumanización es una forma radical de negación de los demás grupos. Se ha usado sobre todo en los conflictos y en las guerras ya que es en mecanismo útil para producir una des-inhibición violenta hacia los grupo animalizados.




La deshumanización en la guerra

Los casos más evidentes de deshumanización se han producido durante las guerras. Matar a una persona no es algo fácil pero, si en su lugar, se piensa que se está matando a un animal o a una persona inferior, el acto de matar se hace más fácil. La conciencia se resquebraja menos al quitarle al otro la condición de igual.


Los nazis, para que sus soldados mataran a los judíos sin sentir remordimientos, lanzaban propaganda para que los judíos fueran comparados e incluso considerados como ratas. En el considerado genocidio de Ruanda, los Hutus se hacían creer a su gente que los Tutsis eran cucarachas, por lo que su exterminio estaba justificado.


Ejemplos más actuales los encontramos en los discursos políticos que califican a algunos grupos como “bárbaros”. Esta categorización hace, primero, que los distingamos como un grupo diferente a nuestro grupo y, segundo, que al comparar nuestro grupo con el suyo, el otro se sitúe en un nivel inferior. Al compararlos con bárbaros les atribuimos características que no consideramos como humanas ni civilizadas, por lo que dañar a estos grupos resulta más sencillo.





Las funciones de la deshumanización

La deshumanización presenta tres funciones principales:




  • Justificar la violencia entre grupos: cuando consideramos a otro grupo inferior, es más fácil que pensemos que tenemos derechos sobre sus miembros. Así, estará justificado el uso de la violencia cuando no se comporten como esperamos.
  • Legitimar el “estatus quo” del grupo: debido a que el otro grupo no es tan humano como el nuestro, nuestra posición en la sociedad tiene que ser superior a la suya.
  • Alejar a las personas de eventos potencialmente estresantes, como puede ser matar o torturar: matar a otras personas está mal pero si esas personas son inferiores o son equiparables a animales quizás no esté tan mal hacerles daño para que aprendan a comportarse.

Otras formas de deshumanización

Una mirada deshumanizante despoja a otros seres humanos de su esencia de libertad.


Existen varias formas de deshumanizar que se han entendido como metáforas. Estas son algunas de las más comunes:




  • Demonización: consiste en transformar a otras personas en demonios, demonios o brujas. A través de la demonización, se les atribuyen poderes sobrenaturales a las personas con el objetivo de destacar su peligrosidad, legitimando así su eliminación.

En la historia existen varios casos del uso de esta metáfora pero quizás el más conocido sea la quema de brujas. Las mujeres nativas eran acusadas de brujería por usar conocimientos que la iglesia no aceptaba. La consecuencia, además del exterminio de muchas mujeres, fue un epistemicidio o destrucción de un conjunto de conocimientos, como eran la adoración de la naturaleza o el uso de ciertas plantas medicinales.


  • Biologización: esta metáfora se refiere a las enfermedades, a la higiene y a la pureza. La biologización implica transformar a otros con microbios, virus, pestilencia, cáncer, suciedad y contaminación.




Así, durante la historia, se ha considerado que las personas de color están más sucias y tienen más enfermedades. En la actualidad, muchas personas piensan que las mujeres son impuras si han mantenido relaciones sexuales antes del matrimonio. Esta es una forma machista de control por la cual los hombres mantienen su estatus de superioridad sobre las mujeres.


  • Mecanización: esta metáfora implica percibir a los demás como organismos mecánicos. Se percibe a los demás como robots incapaces de sentir emociones y tener empatía con los demás. A las personas a las que se les niegan tales características se consideran indiferentes, fríos, rígidos, pasivos, carentes de curiosidad, imaginación y profundidad cognitiva. Son percibidos como máquinas y, por tanto, no despiertan empatía.

Un ejemplo de esta metáfora, en la actualidad, son las personas de nacionalidad china. Las muchas horas de trabajo que realizan y su gran eficiencia hacen que las veamos como máquinas sin sentimientos.


  • Cosificación: es una de las formas forma de deshumanización más frecuentes. Este proceso conduce a una división corporal según la cual las partes del cuerpo se ven como simples objetos que sirven a los objetivos del observador.

Si nos paramos a ver los anuncios de cualquier canal televisivo, veremos que la cosificación está presente en muchos de ellos. Algunas partes del cuerpo de la mujer, como los pechos y el culo, son expuestos como objetos destinados a satisfacer las necesidades de los hombres. Esta metáfora de la deshumanización también sirve como una forma de control machista.


Como hemos visto en este artículo, hay diferentes maneras de considerar a otros grupos o partes de la sociedad que facilitan que esos grupos sean atacados y maltratados. Estrategias que de alguna manera apaciguan los resortes de nuestras conciencias facilitando la justificación de esas agresiones.

Por Roberto Muelas Lobato
 
El pueblo colonizado y la mujer maltratada


Un pueblo colonizado y una mujer maltratada en el fondo han sido sometidos a la misma acción: la ocupación de un territorio sin haber sido autorizados para ello. Guardan en común la vulneración sistemática de su capacidad para decidir. La vulneración de su autonomía respecto a su propio destino, libre antes de que cualquier agente externo viniera a descubrir lo que era mejor para ellos, sin conocer su geografía, su historia o su voluntad.


La historia de un pueblo colonizado y una mujer maltratada es la historia en común de dos entidades, una a nivel social y otra individual. Buscan librarse de su opresión, pero encuentran en ella también muchas de sus aparentes fortalezas por el mero de hecho de que las propias han sido arrancadas.




El opresor, sea un conquistador de tierras o un marido colérico e inseguro, sabe que no hay mejor manera de evitar la rebelión ajena que barrer antes la identidad y autoestima. Otorgar una falsa seguridad, que surge y se mantiene por una perpetua dependencia. El pueblo colonizado y la mujer maltratada, dos formas de crueldad que invaden lo ajeno destruyéndolo y recomponiéndolo al mismo tiempo.


Cuando acatar la opresión es sinónimo de aceptación social

Una mujer maltratada a lo largo de los años va adquiriendo una identidad clara: la de no saberse con identidad propia, fruto ello de su previa destrucción emocional. El proceso en el que su autoestima ha sido barrida es inexplicable de forma pragmática y lógica, pero se puede sentir en cada paso, en cada lamento, en cada anhelo de lo que se sabe que podría haber sido en otras circunstancias pero de lo que finalmente nunca llegó a darse.


No hay un “prototipo” de mujer maltratada, solo existen características que se comparten con frecuencia entre ellas y la situación que viven, sea cual sea su condición social. Puede existir una vulnerabilidad a soportar situaciones de abuso por el estrés familiar vivido, ya que puede que jamás hayan contemplado una relación de pareja que no esté basada en el dominio, la dependencia o la sumisión.




Puede que la única forma que tenga de entender el amor es entregar su dignidad a cambio de una mentira maquillada con los mismos colores de este. Una ausencia de verdad que tiene la apariencia de su presencia, pero con el regusto amargo y doloroso de cristal que araña, rasga y daña.


La violencia se puede dar contra cualquier género, pero la violencia contra la mujer comparte el componente perverso de la complicidad de la estructura del sistema, a todos los niveles. Es la estructura la que envía estos mensajes de forma encubierta o sin el menor disimulo.


La identidad que surge de la anulación previa

Existen mujeres que son más vulnerables al maltrato, ya que ni tan siquiera saben identificarlo. Sin ir más lejos, muchas de ellas son las que se alinean con el mensaje patriarcal y se alzan defensoras de la oposición a todo aquello que no sea “tragar y aguantar”. Para ellas, su obligación.




Aquello de justificar todo porque “es lo que toca, porque siempre podría haber sido mucho peor”. Pretender vivir la vida con el menor grado de sufrimiento posible y aspirar a ser una misma es un lujo utópico para ellas.


Por otro lado, encontramos un territorio que es o fue colonizado, ocupado quizás con la excusa de traer civilización, aunque para ello tuviera que soportar la barbarie disfrazada de distinción y progreso. La idea de que un pueblo no supo desarrollar un sistema del todo satisfactorio para todos sus habitantes -cabría preguntarse qué civilización se ha acercado a ello- sirve como excusa perfecta para no cuestionar una intervención brutal e injusta por parte de otro.


El delirio de aniquilación del colonizado nace de las exigencias del colonizador, responde a ellas y parezca confirmar y justificar su conducta. Más notable y dañino es, tal vez, el eco que despierta en el mismo colonizado.


Un mecanismo análogo se da en la mujer maltratada: su conducta parece respaldar y legitimizar a la de su maltratador, por no desarrollar conductas que la combatan en ese mismo estado de indefensión.




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Tanto en uno como en otro caso, vemos como el sistema opresor y el oprimido se retroalimentan, aunque con el evidente y claro perjuicio del segundo, que sufre su brutalidad constante. El opresor encontrará siempre excusas para justificar su invasión al otro, mostrará cada vez menor empatía y no cuestionará si sus privilegios merman al otro.


El oprimido/a, en un proceso de deshumanización y mitificación de su opresor, mantendrá ese sistema claramente injusto, en un estado prepúbere eterno, en el que se niega la posibilidad a sí mismo/a de madurar sin la previa mirada de aprobación del otro.


El mensaje hipnótico del opresor

Los medios lanzan un mensaje contradictorio, que crea una cierta esquizofrenia colectiva. La mayoría de los individuos quedan atrapados dentro de ese mismo mensaje y sufrirán sus consecuencias a lo largo de su vida, pero hacer notar esa debilidad sería aceptar de forma pública su fracaso, su pérdida de poder.


Por un lado, en esta sociedad se premia la iniciativa propia, el afán de superación y la creatividad. La aceptación incondicional de uno mismo y su circunstancia aunque sea humillante, para hacer demostrar su “fortaleza ante la adversidad”.


Por otro lado, se asume como deber de una sociedad civilizada luchar por el bienestar social y por la superación de la desigualdad y la injusticia. Pero, ¿cómo luchar contra la injusticia si reconocer que se sufre supone reconocerse como débil y fracasado si aspiras a recibir ayuda?.


Ante tal panorama, a un colectivo oprimido no le quedan opciones demasiado atractivas. Una de ellas sería aceptar el emblematismo, acoger “sin rechistar” las pequeñas concesiones que otorga el opresor para adormecer la verdadera lucha por la igualdad.




También cabría alegrarse por no “estar en un sitio peor”, reconocer las bondades de la opresión si las comparamos con las que son llevadas a cabo por otro colectivo. Otra opción es alienarse por completo con un sistema basado en la injusticia, por la incomodidad y desgaste que supone combatirla.


Sea como fuere, opresor y oprimido deberán más tarde o más temprano confrontar la realidad para evitar la perpetuación de un sistema que causa una agonía innecesaria, una tensión que conduce a un desencanto y dolor que se perpetúa generación tras generación.


Reconocer el daño para construir esperanza

El proceso de deconstrucción del opresor requiere de cuestionamiento, su reconocimiento final como agresor para construir un verdadero progresismo basado en la razón y en la conciencia social. Requiere un desarme de sus déspotas acciones para encontrar sus verdaderas fortalezas. A su vez, el oprimido tendrá que reconstruirse para ser parte activa de este proceso, aunque como prioridad tendrá que ponerse a salvo.


No se puede progresar sin reparar el daño. No se puede pretender que la sociedad avance sin señalar las atrocidades cometidas, venga de donde vengan. No se puede combatir la opresión sin saber de qué fuente surge. Uno jamás puede sentirse pletórico en una sociedad que alimenta el ego de los que hacen daño y culpabilizan a los que son dañados.


De la misma forma que es mucho mejor criar niños fuertes que reparar adultos rotos, tenemos que fomentar una sociedad que forme a ciudadanos fuertes, no ciudadanos que basen su fortaleza en la aniquilación del otro. Mirar atrás y a nuestro alrededor para tratar de reparar no es remover el dolor, es evitar que se reproduzca sin parar.

Por Cristina Roda Rivera
 
Los enigmas del silencio


Casi nadie puede tolerar el silencio absoluto por mucho tiempo. La ausencia de sonidos es como una especie de ayuno, una privación incómoda que en el mundo contemporáneo tiene poco lugar. Se ha extendido incluso una práctica que consiste en mantener encendido el televisor o la radio, solo por constatar que ese rumor de fondo está ahí, velando todo posible silencio.


A veces el silencio absoluto se experimenta como una soledad monstruosa, como un abandono insoportable. Otros encuentran en el silencio únicamente una inquietud más o menos fastidiosa.




Algunos más lo ven como un aliado, siempre y cuando no persista por más de un par de horas. Que suene al menos el eco del tráfico en la ciudad, o el murmullo de algo vivo en el campo. Pero que suene. El silencio evoca la muerte.


Los silencios



Es romántico el silencio entre dos enamorados que se miran a los ojos “y no necesitan hablar para entenderse”, como hemos oído repetir mil veces. Es relajante el silencio del que está atiborrado de ruido y por fin encuentra un oasis en esa selva acústica. Exultante el silencio que sobreviene después de la felicidad.


Hay otros silencios menos amables. Los que nos recuerdan que estamos solos de todos en general o de alguien en particular. La respuesta que no llega. Las palabras que ya nunca escucharemos de los que se fueron.


El “te quiero”, “te entiendo”, “te necesito”, “te respeto”, “te admiro” que nunca nos dijeron o nunca dijimos. El silencio del que se encerró dentro de sí mismo, franqueándonos la entrada. La ausencia de palabras en una mirada dura o en un gesto cruel.


Los silencios impuestos: “¡te callas!”. El emocionante silencio antes de que sea anunciado el ganador de la rifa. La tensión silenciosa de quien aguarda el veredicto. El silencio del universo con sus planetas, sus estrellas y sus cuerpos flotantes en la más absoluta ausencia de sonido.




Algo hay de misterioso en ese terreno del silencio que de un modo nos fascina, y de otro, nos aterra.


El poder del silencio



Mientras que en Ocidente hablar poco se puede interpretar como no tener mucho qué decir, en Oriente ocurre lo opuesto: quien habla demasiado es perturbador y sospechoso de charlatanería. Allí el silencio tiene un significado profundamente espiritual y se le relaciona con el mundo ético.


El silencio místico invita a un recorrido por las fibras íntimas de las raíces que nos tienen plantados en la vida.




En Oriente el silencio es activo. Indica búsqueda, introspección, encuentro con la voz interior. Quien calla, tiene el poder. Quien habla queda irremediablemente encadenado a lo que dice.


En Occidente el silencio ha expresado su fuerza en el cine clásico de Chaplin. En las inteligentes mímicas de Marcel Marceau, quien llegó a afirmar: “Tenéis que entender qué es el silencio, cuál es el peso del silencio, cuál es el poder del silencio”.


Es algo que resulta ciertamente difícil de comprender en una época que se ha empeñando en hipercomunicarnos, aunque a veces no tengamos realmente nada para decirnos. Aunque muchas veces nuestras conversaciones no sean más que una repetición sin descanso de las mismas fórmulas gastadas, los mismos lugares comunes, la misma letanía social, política o de negocios.


El silencio como terapia



En el psicoanálisis el silencio actúa como un pilar que sostiene todo el andamiaje del proceso. El analista ofrece su silencio como invitación a elaborar nuestra propia voz, nuestra propia escucha, nuestro propio discurso. El silencio de quien se analiza habla de sus resistencias o de la irrupción de eso que palpita y puja íntimamente por decirse.


También en el marco de lo psicoanalítico emerge otra forma de silencio que es insuperable. Al fin y al cabo, el inconsciente es un discurso sin palabras.


De esos silencios frente a lo indecible surge un nuevo lenguaje que no está hecho tanto de palabras para explicarse, como de intuición, sugerencia, paradoja, pre-texto para decirse… El material con el que se crea el arte y toda la poesía, como ésta con la que podemos terminar un tema inconcluso:


Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.


-Wislawa Szymborska-


Edith Sánchez
 
La persona sensible es de pocas palabras, pero su interior habla a cada instante



La persona sensible habla un lenguaje propio, el de las emociones. Es un idioma perceptivo muy íntimo, ese donde el corazón queda siempre a flor de piel y a instantes, uno puede sentirse vulnerable. Sin embargo, algo que entienden muy bien estas personas es que la vulnerabilidad puede ser un don excepcional, un tendón psíquico lleno de fortalezas. También, de peligros por supuesto, pero para minimizar los riesgos también existe un arma poderosa: la inteligencia emocional.


La persona sensible siempre ha estado ahí, camuflada y a veces hasta diluida entre el paisaje humano. A su vez, algo que todos sabemos es que no es fácil habitar en un mundo que nos obliga a ser semejantes, a reaccionar del mismo modo, a ver la realidad a través de un mismo cristal… como si todos tuviéramos las mismas dioptrías y hablásemos un mismo idioma emocional.




“Cuando uno está atento a todo, se vuelve sensible, y ser sensible es tener una percepción interna de la belleza, es tener el sentido de la belleza”


-Jiddu Krishnamurti-

El día a día de la persona altamente sensible tiene a menudo la forma del lomo de un erizo o la textura del tallo espinoso de una rosa. Todo les duele un poco más y a su vez también todo les emociona más. Algo así es extraño a ojos de un espectador inmune y desconocedor de tal sensibilidad, a alguien que sin respeto ni conciencia no duda en decirles aquello de “es que te lo coges todo a la tremenda, tienes que ser más duro/a y espabilar de una vez”.


Sin embargo, ¿cómo hacerlo? Según nos explican diferentes trabajos como el del doctor Ted Zeff en su libro “Guía de supervivencia para la persona altamente sensible”, disponen de un sistema nervioso hipersensible y de unas áreas cerebrales que funcionan a mayor intensidad, como es el caso de la ínsula y de esas regiones relacionadas con la empatía y la reactividad emocional.


No es posible “ser más duro” cuando se posee un cerebro que sintoniza con el mundo mediante otra frecuencia. Nadie puede convertirse en algo que no es, nadie puede tampoco bajar el volumen de las propias emociones cuando estas nos desbordan, cuando el alma nos habla y la realidad, de pronto, se ilumina de increíbles matices que solo uno mismo puede ver…






La persona sensible y el volumen demasiado elevado de su entorno

Es posible que muchos de nosotros tengamos al clásico amigo o familiar al que denominamos -cariñosamente- el “mírame y no me toques”. Nos llama la atención su afinado sentido del olfato y ante todo del tacto. Hay determinadas telas que no pueden llevar porque le hacen daño, porque le pican, porque le dan reacciones alérgicas.


A veces, un simple pellizco o un sonido más elevado de lo normal les causan un dolor intenso. También son ellos los que estando en medio de una reunión o en una fiesta, terminan retirados en un rincón con ganas de volver a casa.


Su umbral de percepción sensitiva es diferente, de hecho, tal y como nos explica Judith Orloff, psiquiatra y autora de “Libertad emocional” todo estímulo se multiplica en ellos por 50. Ahora bien, no todo tiene por qué ser doloroso, ese delicado umbral perceptivo y emocional tiene la capacidad también de sintonizar con la belleza de la vida de una forma tan intensa que a la gran mayoría se nos escapa.




Decir por tanto que la alta sensibilidad es un don, no es ningún error, aunque eso sí, la persona debe ser hábil a la hora de gestionar y filtrar adecuadamente cada estímulo que recibe. Cuando lo logran, cuando consiguen aplicar un escudo protector en su entorno para cuidar de su autoestima e integridad emocional, alcanzan un nivel de madurez sensitiva excepcional.


Son ellos los que captan la singularidad de los detalles, ellos quienes alcanzan la plenitud en el silencio, en sus instantes de preciada soledad, ahí donde cualquier actividad, en especial las artísticas, se tornan vibrantes, como una estallido sinestésico de sensaciones, de placeres, de emociones sutiles difíciles de explicar para quienes no pertenecen a ese 20% de la población en el que se incluyen las personas altamente sensibles (PAS).




El hombre altamente sensible y su mundo de silencio

Álex ha quedado a tomar un café con su hermana después del trabajo. Le explica que lleva todo el día con un nudo en el estómago y que se siente profundamente agotado. Su jefe le ha hecho unas cuantas observaciones al respecto de su tarea como jefe de ventas, pequeñas críticas que Álex no se ha tomado muy bien. De hecho, le han afectado tanto que sus otros compañeros han ironizado todo el día con el tema. Aún más, sabe que en la oficina ya tiene un mote: “el drama-queen”.


“No despreciéis la sensibilidad de nadie. La sensibilidad de cada cual es su genio”


-Charles Baudelaire-


Este sencillo ejemplo da forma a una realidad compleja que experimentan muchos hombres PAS, porque en realidad, la alta sensibilidad no es exclusiva del género femenino. La mitad de la población altamente sensible es masculina, y son ellos los que se ven más coaccionados por una sociedad que aún no ve con buenos ojos al “hombre sensible”, a esa persona que vive sus emociones a flor de piel, ese a quien le duelen más las críticas, ese de lágrima fácil, que prefiere los deportes en solitario y que empatiza de forma muy intensa con su entorno.




A pesar de que la alta sensibilidad sea un tema conocido ya por el gran público, son muchas las personas que siguen habitando en ese rincón silencioso donde mirar y callar, donde no hacerse notar, donde mantener a veces las distancias prudenciales para no quedar muy dañado. Cada uno sobrevive como puede en un mundo de alfileres, lo sabemos; sin embargo, el respeto, y ese principio vital de “ser y dejar ser” debería destacar en todos nuestros entornos para que todos alcanzáramos así una verdadera plenitud personal.


Por Valeria Sabater
 
12 poderosas emociones



“Sólo la alegría es garantía de salud y longevidad”


Ramón y Cajal, Santiago






La alegría fortalece nuestras arterias, cuando nos enamoramos se refuerzan nuestras neuronas… Y es que ya lo decían los romanos “Mens Sana y Corpore Sano“, las emociones están totalmente relacionadas y conectadas con nuestro cuerpo.





El poder de las emociones




El poder de las emociones es increíble. Tanto las emociones buenas como las malas actúan directamente sobre nuestra salud y el bienestar de nuestro organismo. A continuación y como muestra un botón, te mostramos 12 emociones directamente conectadas con tu cuerpo.







12 Emociones que actúan sobre nuestro organismo




1. La alegría fortalece nuestras arterias. Cardiólogos como el Dr. Michael Miller hizo un estudio con un grupo de voluntarios. En el grupo que se sometió a una sesión de música alegre, las arterias se dilataron hasta un 26%, algo parecido a lo que ocurre con una sesión de música aeróbica, mientras que la música triste reduce el diámetro de las arterias un 6%.


2. Cuand0 nos enamoramos se refuerzan las neuronas. Investigadores italianos han llegado a la conclusión de que cuando nos enamoramos producimos en mayor cantidad una proteína que interviene en el crecimiento y la supervivencia de algunas de nuestras neuronas. Aunque el nivel de esta proteína baja cada cierto tiempo. Así es que lo mejor es… ¡enamorarse de vez en cuando!




3. Meditar protege nuestro cerebro. Una investigación llevada a cabo por la Universidad de Montreal constató que la practica habitual de la meditación conlleva el engrosamiento de algunas de las regiones del cortex (materia gris); este engrosamiento lleva como consecuencia una disminución del dolor y de los accidentes cardiovasculares. Una práctica que deberíamos incluir en nuestra vida poco a poco.


4. La ira ralentiza la cicatrización. Investigadores de Ohio (EEUU) han demostrado que la ira, las disputas, los enojos… aumentan las citoquinas, las responsables de la inflamación y por lo tanto las que contribuyen a ralentizar la cicatrización.


5. El miedo aumenta el riego cardiovascular. Investigadores de Quebec (Canadá) han demostrado que a mayor nivel de estrés, aumentan la presión sanguínea y el índice de cortisol.


6. Amar baja las tasas de colesterol. Un interesante estudio pidió a un grupo de voluntarios que escribieran una carta en la que hablaran del amor que sienten por un ser querido, a otro grupo se le pidió que escribieran una carta sobre cualquier tema. Se midió los índices de colesterol antes y después de la sesión y se demostró que en el grupo que había escrito la carta de amor los índices de colesterol descendieron.


7. La ansiedad baja nuestras defensas. Está comprobado que los estudiantes durante la época de estrés tienen un descenso del nivel de linfocitos T, las células de defensa que se encargan de eliminar las células enfermas y los virus responsables.


8. La angustia inflama las alergias. Aunque la angustia no es la responsable de la alergia si que contribuye a desencadenar las crisis y a aumentar su virulencia.


9. Llorar es bueno. En los 80 el investigador William Frey descubrió que las lágrimas eliminan grandes dosis de nodrenalina (la responsable de liberar cortisol). Hoy en día sabemos que las lágrimas están cargadas de lisozima, responsables de destruir el 95% de las bacterias en tan sólo 10 minutos. También eliminan las hormonas del estrés. Pero no todas las lágrimas son iguales. Un estudio demostró que las personas que habían llorado con una película triste estaban cargadas de sustancias relacionadas con el estrés, lo que no ocurrió con personas que lloraban con una cebolla.


10. El estrés en mujeres premenopaúsicas engorda. Investigadores suecos han demostrado que durante la menopausia las hormonas del estrés aumentan, lo cual genera a su vez una acumulación de grasa alrededor del vientre y las caderas.


11. El buen humor nos repara. El buen humor libera endorfinas, las llamadas hormonas de la felicidad y la hormona del crecimiento encargada de funciones reparadoras del organismo.


12. El dolor aumenta cuando te avisan de él. Está demostrado que la típica frase “Esto te va a doler” aumenta el dolor o al menos eso ha demostrado un estudio de la Universidad holandesa de Radboud. El estudio reunió a más de 100 voluntarios. A todos se les expuso a la misma sustancia, pero a aquellos a los que se les avisó de que les daría un fuerte picor, no pararon de rascarse, administrada la sustancia.


Por Sofía A. Hidalgo
 
8 razones por las que nunca debes meterte con una persona empática


Supongo que cuando alguien menciona la palabra empatía, la primera idea que te viene a la mente es una persona emocional, frágil y altamente intuitiva. Pero, debes saber que su naturaleza compasiva y su habilidad para sentir más intensa y profundamente que otros es, de hecho, algo que nunca debes tomar como una debilidad.





Los empáticos son personas verdaderamente dotadas en muchos sentidos. Son los mejores en la lectura del lenguaje corporal y no tienen problemas para leer tu mente también. Ellos saben innatamente lo que estás pensando, pero no lo dicen, y es posible que ni siquiera te des cuenta de esto.


Los empáticos también son considerados como grandes oyentes y solucionadores de problemas porque pueden sentir los sentimientos de otras personas como propios.


Poseen una característica especial que los hace aún más poderosos: son expertos en psicología humana. Sólo necesitan una mirada hacia una persona y pueden decir inmediatamente si esa persona es un mentiroso, un hipócrita o un malvado. Esto les permite protegerse de ser manipulados de antemano.


Así que no intentes nunca ocultar tus intenciones a un empático, simplemente no funcionará. Y si por casualidad estás pensando en engañarlos, es mejor que te deshagas de esa idea ahora porque pronto probarás tu propia medicina.


Las siguientes son 8 razones por las que nunca debes involucrarte con una persona empática si no puedes manejar su poderosa personalidad:





1. Son los mejores detectores de mentiras.

Ya sea prestando mucha atención a los detalles “innecesarios” de una historia que una persona está revelando u observando sus movimientos oculares y corporales mientras habla, no importa, los empáticos son maestros de estas tácticas de detección de mentiras.


Los empáticos nacen con el don de reconocer a mentirosos, tramposos y toda clase de gente falsa. Simplemente lo sienten en sus tripas cuando alguien está tratando de mentirles y manipularlos.


2. No puedes engañarlos.

Su talento innato para detectar la deshonestidad y las mentiras en el momento en que se pronuncian hace muy difícil que otros los engañen.


Por lo tanto, si usted tiende a ser deshonesto, incluso si sólo tiene el hábito de decir “mentiras piadosas”, debe mantenerse alejado de los empáticos por completo.


3. Pueden sentir fácilmente el odio.

Los empáticos son los mejores para detectar el odio. El odio transmite una energía negativa tan poderosa que no pueden soportar. En el momento en que sienten que alguien siente odio hacia ellos, se alejan de esa persona ya que no quieren ser afectados por la negatividad.





Lo más importante es que no se quedan dormidos y no son lastimados por tu odio porque se sienten cómodos con lo que son, y no tienen ninguna intención de ser alguien que no son.


4. También pueden sentir fácilmente tus prejuicios.

Un empático siempre sabrá si tienes algún prejuicio oculto hacia alguien con diferente color de piel, orientación sexual o diferencias de personalidad, incluso si tú mismo no eres consciente de ello. La cosa es que los empáticos no soportan a la gente que es superficial, llena de prejuicios y odio hacia las personas que son diferentes a ellos.


Si ven que eres intolerante, tratarán de convencerte de que cambies la forma en que ves y juzgas a la gente, pero si aún así te mantienes firme en tus prejuicios, no les tomará mucho tiempo distanciarse de ti.


5. Se dan cuenta cuando no estás bien.

Cuando un empático nota que algo te molesta, te preguntará si estás bien. Y estás terriblemente equivocado si crees que una simple respuesta como “Sí, estoy bien” los convencerá de que estás “realmente bien”.


La cosa es que no puedes ocultar tus sentimientos y estado de ánimo a estos lectores de mentes. Puedes decirles que estás bien si no quieres explicar por qué estás preocupado o triste, pero siempre sabrán que les estás mintiendo. Y te pedirán que compartas con ellos por qué te sientes de esa manera y te ofrecerán un oído atento, y darán lo mejor de sí para ayudarte y apoyarte.


6. Pueden sentir celos.

Los empáticos detectan cuando estás celoso, incluso si intentas ocultar esto. Pueden actuar como si no se dieran cuenta de tus celos y no te confrontarán porque no quieren hacerte sentir incómodo.


Incluso pueden actuar más amable y humildemente a tu alrededor para no provocar tus celos.


7. Pueden sentir halagos.

Un empático reconocerá inmediatamente cuando alguien le está dando falsos cumplidos y afecto porque quiere obtener algo de él, sea su atención, ayuda o aprobación. Y esto es algo que ellos simplemente odian.


Aunque no reaccionen de ninguna manera a tu falsa adulación, descifran tus verdaderas intenciones y saben que lo que estás tratando de hacer es hacerles la pelota.


8. Saben cuando pretendes ser alguien que no eres.

Cuando la gente actúa de forma fraudulenta, lo hace porque quiere ocultar sus malas intenciones o simplemente porque no se siente cómoda en su propia piel. Independientemente de la razón, un empático sabe cuando una persona está actuando a su alrededor, tratando de ser alguien que no es. Y esto es algo que realmente no les gusta.


Si realmente quieres ganar la atención de un empático o mantenerlos en tu vida, asegúrate de que siempre eres tú mismo y trata de sentirte seguro en tu propia piel. Ellos te aceptarán y apreciarán por quien eres, con todos tus defectos, rarezas e inseguridades, porque no hay nada que sea más atractivo para un empático que alguien que sea su verdadero yo.

Por The Power of Silence
 
El llanto y su relación con la salud emocional


A pesar que siempre se ha considerado que reír es un acto positivo y llorar algo negativo y hasta traumático, hoy es posible afirmar que el llanto también tiene sus ventajas pues permite eliminar adrenalina y noradrenalina que se segregan en exceso cuando el individuo atraviesa una situación de estrés.

Según William Frey, médico del Saint Paul Ramsay Medical Center de Minessota, tanto la risa como el llanto son muy similares y ambos alivian tensiones, eliminan la tristeza y permiten que el individuo pueda conocerse mejor a si mismo además de relacionarse de manera más honesta con otras personas.


De acuerdo a lo resultados de los estudios realizados por Frey “llorar no sólo viabiliza el desahogo y la distensión de las emociones, sino que permite a una persona ver con claridad; pues las penas obstruyen el intelecto.”


El llanto y lo emocional según Darwin

El investigador británico Charles Darwin, se dedicó a estudiar la relación biológica de las lágrimas y la salud emocional, profundizando en lo relacionado entre el estado anímico y los gestos producidos por el llanto, afirmando que llorar tiene un efecto saludable para las personas.


Lo dicho podría explicar que es menor el número de mujeres que sufren por ejemplo úlceras, comparándolas con los hombres que desde pequeños se les advierte que “los hombres no deben llorar” por lo tanto reprimen sus emociones para no mostrar una masculinidad disminuida y como consecuencia de ello cargan con un mayor estrés que afecta su salud.


La obra de Darwin “Expresión de las Emociones en los Animales y en el Hombre” es una muestra de la relación del llanto y la salud emocional. El libro fue bien recibido por el público de la época pero curiosamente fue olvidado hasta mediados del siglo pasado cuando se retomaron algunas conclusiones principales del texto:


  1. La expresión de ciertas emociones humanas son innatas y universales.
  2. Las emociones son producto de la evolución y por lo tanto en cierta medida compartida con algunos animales, a punto tal que según Darwin era posible reconocer esas emociones en un chimpancé e incluso en un perro o gato mientras juega o se pelea.
  3. Darwin incluye en su obra un tema especial como la relación de las emociones del hombre con relación a la cultura en la cual está inmerso, que en la mayoría de los casos está mal visto que el hombre manifieste su dolor a través del llanto.

Llorar para ser feliz

Aunque resulte difícil de creer, llorar beneficia la salud emocional pues es una excelente ayuda para hacer aflorar las sensaciones negativas que determinadas circunstancias hayan causado en la vida de una persona.


El llanto no debe tomarse como una debilidad del ser humano sino como una válvula de escape. Por ello, cada vez que una persona tenga deseos de llorar debe hacerlo pues con esa conducta se aprende a equilibrar las emociones.


Llorar es tan beneficioso para la salud emocional como reír, pues ambas cosas permiten eliminar angustias y fijar la atención en los propios sentimientos. Risa y llanto son dos formas de expresar emociones y se vinculan con la presión sanguínea, la aceleración y detención de la respiración e incluso ser relaciona con el tono muscular.


El denominado “llanto emocional” que no debe confundirse con el que provoca el dolor físico, cumple una función vital en el desarrollo de las personas, pues llorar produce reacciones químicas que activan determinadas hormonas que generan un efecto tranquilizador pues se eliminan también sustancias depresoras.


Llorar es beneficioso para la salud

El llanto es beneficioso para la salud emocional pues produce la liberación de adrenalina, hormona que es segregada en situaciones de estrés. Llorar es como hacer un ejercicio para mantener un buen funcionamiento del organismo, pues es necesario el llanto cuando se siente angustia o se está deprimido o preocupado por alguna situación específica.


Cuando una persona llora elimina grandes cantidades de manganeso que ayuda a calmar el estrés y los nervios ya que altos niveles del mismo en el organismo generan un estado alto nivel de fatiga, irritabilidad, ansiedad y otros desórdenes que a la larga pueden afectar de manera negativa la estabilidad emocional.


Artículos relacionados: Conciencia y realidad


Además de amor y simpatía, los animales exhiben otras cualidades relacionadas con los instintos sociales que en nosotros se llamaría moral– C. Darwin


Por Triskel
 
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