Totalmente, tuve un monitor de spinning que me encantaba, hablaba, explicaba, animaba sin gritar, una variedad musical más allá de “pum pum pum” ay que hombre de verdad, que paz... Cuando iba a otra hora era tan horroroso el compañero que prefería no meterme ahí: música a tope machacona, luces de discoteca que cambiaban de color a fogonazos y lo peor, escuchar durante tres cuartos de hora: “vamoooooooooos, vamoooooooos, vamoooooos!” A los cinco minutos sus gritos retumbaban en mi cabeza mientras intentaba evitar destellos directos a mi retina, tenía la sensación de que en cualquier momento sacaba un látigo.Ufff qué pereza lo de los gritos, esa es una de las razones por las que me niego a ir a spinning y clases de ese rollo, me ponen muy nerviosa, no lo aguanto. Que no tengo siete años para que me estén arengando.