Hace muchos años conocí aquí en Londres a una Izaskun de Guadalajara, de mediados de los 70, que me dijo que sus padres habían escuchado el nombre en la tele y les gustó, pero nunca lo habían visto escrito, ni ellos ni el cura ni los del registro, así que hasta que fue mayor e hizo ella los trámites se llamó Izascún, con acento y todo.