Familias piña que parece que si entras en su clan te tienes que olvidar del tuyo y consideran su clan mejor que el tuyo y ellos se creen la última cocacola del desierto.
Ayer siendo festivo me fui a dar una vuelta fuera de la provincia y había mucho jaleo en unos lugares de ocio, muchas fiestas por ahí. Me empecé a poner hasta nerviosa: clanes y clanes de familias enteras que se les notaba en tensión constante, que si una gritando, el marido ni caso, el otro pegando voces porque se iban separando a medida que daban los paseos, qué hartura. Me cargan y no son gracias a Dios nada mío.
Parejas que en cuanto se emparejan entran en esos clubes siniestros de cuñados, todos como piñas, salen nada más que ellos, a los solteros que les den por culo. Vomitivos, los planes consisten en pandicenitas y poner a parir a los demás que no son tan cutres como ellos. Porque amigas, no sólo hay parejas apegadas a sus familias, sino a sus amigos, esas familias que han escogido. Que yo los conozco solteros del grupo que como no se han echado la novia aceptada por las marujas de las parejas de sus amigos capaces han sido de rechazar a esas novias por no dar el perfil de visillera, maruja, cotilla, culogordo y espectadora del Sálvame, de esas que llaman a sus hijas Noas, Selenes, o si es niño Iker o Unai, pasan el tiempo con las recetitas de cocina hablando de partos, mocos, pañales.
