Estaba yo trabajando de camarera en un bar con mucha faena y clientela de paso porque estaba al lado de una estación de autobuses. Se atendía terraza pero no las mesas de dentro y en hora punta se servía y se cobraba lo más rápido posible y al siguiente, no había tiempo de mimar a nadie.
Total, en una de esas hora punta estaba yo como un pulpo por la barra y llegó el turno de una señora algo mayor, unos 60 años, llevaba un gorro y abrigo de invierno que no se había quitado. Me pide un café y un bocatita de la barra. Marchando. Le pongo el bocatita en un plato y me voy a pinchar su café y otros dos más. Los acabo y me llevo tres a la vez, dos en la izquierda y uno en la derecha que era el de la señora. Me acerco, se lo dejo y a la que voy a darme media vuelta para dejar los otros dos me dice "Oye me puedes trocear el bocatita? Así en 3 cachitos, y me lo puedes llevar a esa mesa de ahi por favor" Aún sin dejar los cafés, extiendo la mano libre para coger un par de cubiertos y se los dejo al lado del bocatita y, con toda la simpatía y tranquilidad que logro encontrar en esos momentos de guerra le digo "Toma cariño, te dejo mejor un cuchillo y ya te lo cortas como te parezca, vale? Y ya lo siento pero no atiendo en mesa, que como ya ves me he dejado el tercer brazo en casa hoy jajajaja" lo del tercer brazo es una gracieta sin más como muchas otras de la que suelo tirar así en momentos de jaleo para relajar un poco el ambiente en la que todos acaban de llegar y todos tienen mucha prisa, los clientes empatizan más contigo si te lo tomas con algo de humor (no todos claro).
Bueno, que me media vuelta para dejar los otros dos cafés y oigo a la señora que se empieza a reír y me dice "Pues qué suerte hija, yo me dejo siempre el segundo no sé cómo lo haré" mientras se quita el abrigo y deja a la vista su no-brazo derecho. La señora era manca. No sabía dónde meterme me moría de la vergüenza. Le pedí perdón mil veces, prácticamente le arranqué el cuchillo de la mano para cortarle yo el bocata y le dije que se sentase que ya le llevaba yo todo. Que la señora se lo tomó todo muy bien pero yo me sentía fatal. Desde ese día corté y trocee todo lo que me pedían sin rechistar aunque tuviesen el cuchillo al lado, que podría ser por comodones, sí, pero por si acaso, y acabé atendiendo en mesa a toda la gente mayor aunque ellos insistiesen en que no hacía falta.
Que no era para tanto al final lo sé, pero en ese momento os juro que deseé con toda la fuerza de los mares que el suelo se abriese en dos y me tragase para siempre.
Total, en una de esas hora punta estaba yo como un pulpo por la barra y llegó el turno de una señora algo mayor, unos 60 años, llevaba un gorro y abrigo de invierno que no se había quitado. Me pide un café y un bocatita de la barra. Marchando. Le pongo el bocatita en un plato y me voy a pinchar su café y otros dos más. Los acabo y me llevo tres a la vez, dos en la izquierda y uno en la derecha que era el de la señora. Me acerco, se lo dejo y a la que voy a darme media vuelta para dejar los otros dos me dice "Oye me puedes trocear el bocatita? Así en 3 cachitos, y me lo puedes llevar a esa mesa de ahi por favor" Aún sin dejar los cafés, extiendo la mano libre para coger un par de cubiertos y se los dejo al lado del bocatita y, con toda la simpatía y tranquilidad que logro encontrar en esos momentos de guerra le digo "Toma cariño, te dejo mejor un cuchillo y ya te lo cortas como te parezca, vale? Y ya lo siento pero no atiendo en mesa, que como ya ves me he dejado el tercer brazo en casa hoy jajajaja" lo del tercer brazo es una gracieta sin más como muchas otras de la que suelo tirar así en momentos de jaleo para relajar un poco el ambiente en la que todos acaban de llegar y todos tienen mucha prisa, los clientes empatizan más contigo si te lo tomas con algo de humor (no todos claro).
Bueno, que me media vuelta para dejar los otros dos cafés y oigo a la señora que se empieza a reír y me dice "Pues qué suerte hija, yo me dejo siempre el segundo no sé cómo lo haré" mientras se quita el abrigo y deja a la vista su no-brazo derecho. La señora era manca. No sabía dónde meterme me moría de la vergüenza. Le pedí perdón mil veces, prácticamente le arranqué el cuchillo de la mano para cortarle yo el bocata y le dije que se sentase que ya le llevaba yo todo. Que la señora se lo tomó todo muy bien pero yo me sentía fatal. Desde ese día corté y trocee todo lo que me pedían sin rechistar aunque tuviesen el cuchillo al lado, que podría ser por comodones, sí, pero por si acaso, y acabé atendiendo en mesa a toda la gente mayor aunque ellos insistiesen en que no hacía falta.
Que no era para tanto al final lo sé, pero en ese momento os juro que deseé con toda la fuerza de los mares que el suelo se abriese en dos y me tragase para siempre.