Es que querer a un hijo no es sinónimo de querer convertirlo en tu siamés para toda la vida. De hecho, eso último es quererlo un poco mal, creo.
Ahí le duele, prima.
Es tabú decir que una madre no debe querer con locura a sus hijos, pero es así. Hay que querer con cordura.
En mi opinión, igual que no empieza el auténtico amor de pareja hasta que el subidón pasional baja, no empieza el auténtico amor de madre hasta que pasas del enamoramiento y la "concarnalidad" a ser "la pièce de resistance".
Pasar de envolver a apoyar. Incluso puede ser necesario dirigir con firmeza en la adolescencia para que no se caguen la vida, luego soltar, para que vuelen como adultos.
Y ya de suegra: regalar mucho, visitar poco y opinar nada.