Autoestima y otros temas de psicología

“Cuando me amé de verdad”



Hoy quiero compartir una bella reflexión cuyo autor es un gran personaje que marcó la historia en el siglo XX: Charles Chaplin. Su faceta como escritor expone sus credenciales como un gran observador de su tiempo.



A continuación, su reflexión, sin desperdicio, sobre la vida, la autoestima, el amor propio, el respeto y la humildad.


Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… Autoestima.
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… Autenticidad.
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… Madurez.
Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… Respeto.
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… Amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… Simplicidad.
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… Humildad.
Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… Plenitud.

Por Alexandra Castillo
 
Predicar con el ejemplo



El ejemplo puede ser, a todas luces, tu mejor método de enseñanza. Pero ejercerlo con honestidad y decisión, de la forma más correcta o más idónea, resulta algo muy difícil de lograr. No obstante, también es algo que vale la pena y que puede darle sustancia a más de una vida, incluida la tuya. Predicar con el ejemplo es lo más sabio que puedes transmitir.


Como lo dijo Stephen Covey: “Tus actos siempre hablan más alto y más claro que tus palabras.” Porque los hechos son la forma de concretar lo que se dice y porque decir una cosa y luego hacer otra es auto-descalificarte. Si no interiorizas verdaderamente lo que expresas, jamás será una realidad.




Conocer qué quiero ser y hacer

Primero, para predicar con el ejemplo, tenemos que estar muy convencidos de lo que queremos ser y hacer y, ahí sí, tratar de inculcarlo en los demás. Sin este primer y trascendental paso, será poco probable que podamos predicar con el ejemplo.


Así mismo, el binomio cerebro y corazón, la alianza razón y sentimientos, será esencial para nosotros en esta dirección. Porque no todo son pensamientos, racionalidad, ni conocimiento, y porque no todo son emociones y afectos. Se necesita coraje, entendimiento, pero también sensibilidad y mucho amor.


Si soy consecuente, lo lograré…

Ciertamente, la gente tiende a ser receptiva cuando encuentra a alguien que es consecuente. Es decir, cuando se percibe que alguien mantiene la coherencia entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace. Todos necesitamos hechos, más que palabras. Acciones, más que simple retórica.

Muchas veces pensamos y pensamos, leemos y leemos, pero no pasamos de ahí. Muchas ideas nos suenan interesantes, hasta que decidimos ponerlas en práctica. Ahí es cuando nos damos cuenta de que “del dicho al hecho, hay mucho trecho”. Total, predicar con el ejemplo sin acción es como el árbol sin fruto.



No pido lo que no doy
Indudablemente, se necesitan personas convencidas de sus actos. Personas arriesgadas, que fijen sus ojos en el crecimiento de su vida, a diferentes niveles; y que sean valientes, no para agredir o ganar una pelea contra los demás, sino para hacerlos crecer: esto es lo verdaderamente difícil y complejo.

Innegablemente, un padre que desea enseñarles el valor del respeto a sus hijos, pero trata mal a su propia esposa, muy seguramente va a fracasar desde en un principio en su intento.

De igual modo, cuando una persona dice mentiras pero reclama honestidad de las demás, posiblemente está en la dirección equivocada. Porque no conviene pedir aquello, que nunca serás capaz de dar.
Nadie puede enseñar a otro, lo que no sabe y lo que no aplica
Evidentemente, las personas que son ejemplo de vida son capaces de cambiar su contexto y su escenario de convivencia: el entorno en el cual se hacen y se desarrollan. Si se quiere son, en muchos casos, líderes anónimos de la existencia, que a la vez que crecen, nos inducen a crecer.

Porque el verdadero ejemplo es “pegajoso”: nos muestra un deber ser, que nos impulsa a la imitación. Nos contagia, como en el caso de las enfermedades, pero ahora para sanarnos; para hacernos más fuertes y resistentes ante los infortunios de la vida. Sobre todo, nos hace ver que es posible ser así…


Desafortunadamente, cuando una persona se vuelve ejemplo para los demás tiene más exigencias. Hasta el más mínimo detalle negativo tiende a menoscabar su imagen y sus buenas acciones. Los otros se inclinan a mirar más el defecto o el traspié que la virtud, así esta última sea muchísimo mayor que todo lo demás.

Con todo, vemos a muchísimos padres que buscan educar a sus hijos, sin haberse educado a ellos mismos. Tratan de trasmitir aquello que nunca les fue verdaderamente trasmitido. Y caen, quizás, en la grave torpeza de enseñar lo que ellos mismos no saben. En realidad, todos llevamos dentro de nosotros un maestro y un aprendiz.

Somos ejemplares en algunos aspectos de nuestra vida, pero también padecemos carencias, contradicciones, vacíos, que nos llevan a inconsistencias entre nuestras palabras y nuestros actos.

Todo proceso requiere de tiempo
Es cierto que hay seres excepcionales que logran una alta coherencia. Que consiguen hacer de su vida una auténtica doctrina llevada a la práctica. Seres humanos como Gandhi, que se convirtió en un modelo de vida y llevó sus convicciones a tal punto, que logró cambiar la historia de una nación.

Precisamente de Gandhi se cuenta esta historia:

“Una mujer fue junto con su hijo a ver a Gandhi. Gandhi le preguntó qué quería y la mujer le pidió que consiguiese que su hijo dejase de comer azúcar.

Gandhi le contestó: “traiga usted otra vez a su hijo dentro de dos semanas”.

Dos semanas más tarde la mujer volvió con su hijo. Gandhi se volvió y le dijo al niño: “deja de comer azúcar”.

La mujer, muy sorprendida, le preguntó: “¿Por qué tuve que esperar dos semanas para qué usted le dijese eso? ¿Acaso no podía habérselo dicho hace quince días?”.

Gandhi contestó: “no, porque hace dos semanas yo comía azúcar”.

Sin duda, todo tiene un proceso y un tiempo. No se puede llegar a la meta, sin haber transitado por completo cada uno de sus trayectos. Nada de lo que hagamos por crecer será en vano. Y esta será una trascendental labor, que nadie realizará por nosotros. La elección es nuestra y de nadie más… ¿Te atreves a predicar con el ejemplo?


Por Edith Sánchez

 
Soy esa mujer que ya no necesita demostrar nada

Llega en momento en el que ya no necesitamos demostrar nada. Aquellos que nos quieran lo harán aceptando nuestras virtudes y defectos y no pondrán trabas a nuestra felicidad

Estamos seguros de que también tú has llegado a ser esa mujer valiente, enérgica pero de corazón tranquilo que ya no necesita demostrar nada a nadie porque sabe quien es.


Porque sabe todo lo que vale.




Tal y como suele decirse, las personas nobles llegan a este mundo para “ser” y para “dejar ser”, y lo hacen sin perderse a sí mismas en los otros y, a la vez, dejando que los otros sean libres en sus caminos, esencias y libertades.


Llegar a ser aquello que de verdad sentimos, sin presiones ajenas, sin miedo a las críticas o sin el temor a quedarnos solos por tener voz y deseos propios, es algo que cuesta alcanzar. No es fácil.


Hoy en nuestro espacio te invitamos a reflexionar sobre ello y a que, si no lo has hecho ya, si no has dado el paso hacia esa libertad, libertad personal, te animes a hacerlo.


Es un movimiento que merece la pena provocar, que te ofrece alas y gratas felicidades.




Sé quien soy, sé lo que quiero. No necesito demostrar nada

Cuántas veces habrás llorado en silencio por cada una de tus renuncias, por tantas decepciones vividas al lado de personas que, aun haciéndote daño, te decían que te amaban, que lo eras todo para ellas.


  • La familia o nuestras parejas pueden llevarnos, en ocasiones, hasta situaciones extremas que nos colocan entre la espada y la pared.

Los chantajes emocionales, los reproches, o la obligación de complacerles nos aleja de nuestro propio ser. Quiebra nuestra autoestima.


  • Cuando nuestra autoestima se deshilacha lo perdemos todo. Es como perder el horizonte, como dejar de ver esa luz en nuestros días donde reconocernos a nosotras mismas, recordar qué era lo que nos gustaba, cuáles eran nuestros valores.








En el momento en que nos decimos a nosotras mismas “basta” y “hasta aquí hemos llegado”, acontece de pronto esa tranquilidad de espíritu que nos permite centrarnos. Encontrar el equilibrio.


  • El equilibrio personal está en dejar a un lado la necesidad constante de demostrar cosas.

De ofrecer amor sin recibir nada, de esbozar una sonrisa cuando lo que sentimos es dolor, de demostrar que somos como los demás esperan cuando, en realidad, somos todo lo contrario.

Quiéreme por lo que soy, es lo único que te pido

En efecto, si pudiéramos definir el amor de algún modo, sería el siguiente: es la búsqueda de una conexión emocional con otra persona donde ser pareja sin dejar de ser uno mismo.


Es construir una relación que nos ofrezca seguridad, felicidad y crecimiento personal.




  • El amor nunca nos debe obligar a demostrar nada que no somos. Si te demandan que seas solícita, que cumplas cada deseo, que encajes en ese modelo de “mujer” que esa persona tiene en mente, entonces esa relación ni es sincera ni saludable.

  • El amor auténtico y maduro nos ama por lo que somos y refuerza cada uno de nuestros valores, nuestros sueños y pensamientos. No hay vulneración, sino un espacio común de respeto y crecimiento.

Si no te quieren como eres, por tus opiniones, por tus virtudes e incluso por tus defectos, entonces deberás tomar algún tipo de decisión.

Soy la dueña de mis días y de mis deseos

Es posible que durante mucho tiempo hayas vivido supeditada a los deseos de otros, a caprichos ajenos, a voluntades que se alejaban por completo de tu esencia.


Aunque queda claro que ninguno de nosotros podemos ser nunca verdaderamente libres, algo de lo que todos tenemos derecho a disfrutar es, ante todo, de paz interior.


  • Siempre llega un momento a lo largo de nuestros ciclo vital en que, por fin, tomamos conciencia de lo que es importante.

Ya estamos cansadas de “encajar”, de decir que sí cuando queremos decir no, de alargar las cosas un poco más para ver si mejoran.


Al final, llega un día en que, simplemente, nos cansamos. Es entonces cuando se inicia el motor del cambio y nos decimos a nosotras mismas aquello de “basta ya de demostrar aquello que no somos”.


  • Ya no voy a demostrar complacencia cuando alguien haga algo que me molesta. No voy a callarme ante lo que me enoja o me hace daño.
  • Ya no voy a fingir que me cae bien todo el mundo solo “por encajar”.
  • Ya no voy a intentar ser la mujer perfecta, la esposa perfecta o la madre perfecta. Tengo derecho a decir “hoy no puedo más”, “hoy voy a tomarme un día para mí misma”, “hoy necesito que tú me apoyes al igual que yo lo he hecho siempre contigo”.
  • Ya no voy a aparentar estar alegre ante el mundo cuando lo que siento es tristeza.

Tengo derecho a sanarme, a abrazar mis demonios para comprenderlos y, después, salir fortalecida de este proceso. Tengo derecho a cambiar “mi piel” cuando lo crea necesario.

Tienes la obligación de sanarte como mujer para ser tú misma, sin ataduras, sin la obligación y el deber de hacer felices a todos cuando tú no lo eres.


Puedes y debes decir basta. Mereces tus espacios personales y esa libertad en la cual alcanzar tus propios sueños.

Por Valeria Sabater

 
Las claves para adaptarse a cualquier cambio



Para aprender a aceptar los cambios debemos interiorizar la idea de que estos son necesarios para crecer y evolucionar, y que todo fluye para poder avanzar

La vida no siempre transcurre tal y como nos gustaría. En ocasiones, nos toca dar un giro brusco y adaptarnos a las circunstancias.


Por eso, hoy descubriremos cómo adaptarse a cualquier cambio sin morir en el intento.







No estamos mencionando nada nuevo cuando afirmamos que al ser humano le cuesta salir de su zona de confort.


Salir de ella por nuestro propio pie ya es difícil, pero cuando la vida así lo exige no mejora las cosas.


¿Podremos sobrellevarlo algo mejor?




La destrucción es también creación

Adaptarse a cualquier cambio nos resulta muy difícil porque creemos que los cambios significan destrucción. La destrucción de quienes éramos, de lo que habíamos conseguido, de las personas que tenemos a nuestro alrededor.

Fruto de este miedo desde muy pequeños nos instan a buscar la seguridad. Por ejemplo, la seguridad de tener una pareja fiel o la seguridad de tener un trabajo estable.

Por ende, cuando todo esto se ve amenazado, nuestra vida se tambalea.

Enfermedades, accidentes, problemas inesperados, crisis… Todo esto puede suponer un antes y un después en todo lo que hemos experimentado y vivido hasta el momento actual.



Sin embargo, en la destrucción de esto no todo es terrible. Nos falta una parte. Aquella que nace, que crea, que se forma tras esa destrucción. Pues no hay una cosa sin la otra.

Cuando algo termina, algo comienza.

Puede que temamos abandonar a esa pareja porque consideramos que solo habrá destrucción: nos quedaremos solos, no encontraremos a nadie más, nadie nos va a volver a querer…

Sin embargo, no somos conscientes de que tras ese cambio aparecerán nuevas oportunidades. Quizás crezcamos laboralmente, encontremos a una persona que de verdad nos valore, ¡incluso puede que nos terminemos casando!

Adaptarse a cualquier cambio es maravilloso porque nos permite transitar por nuevos caminos que nos harán más que permitirnos crecer, aprender y madurar.

Adaptarse a cualquier cambio no tendría que ser un motivo para sufrir, ya que el hecho de querer que las cosas sigan siempre igual es fruto de nuestras creencias.

Esas creencias que nunca hemos sabido relativizar y cuestionar.

Si vemos el mundo a nuestro alrededor nos daremos cuenta de que está en un constante cambio. Es más, incluso los propios árboles que se mantienen en un mismo lugar terminan secándose para dar lugar a nuevas formas de vida.

No obstante, nosotros, el ser humano que puede moverse, trasladarse de un lado a otro, desea siempre lo mismo, que todo se mantenga igual, sin avanzar.

¿Ponemos otro ejemplo?

En una relación de pareja llega un momento en que la fase de enamoramiento termina y se da lugar a lo que conocemos como “amor maduro”. Cuando se llega a esa fase, muchas parejas entran en crisis.


El cambio es natural

¡Ya no haces lo mismo de antes! Tenemos menos relaciones sexuales, ya no me mira igual, ya no siento las mariposas en el estómago… ¡Es normal!

Y adaptarse a cualquier cambio es necesario para que la relación siga adelante y ambas personas puedan crecer en ella.

En las relaciones de pareja, al igual que en muchas otras situaciones de la vida, el cambio se considera una señal de alerta sobre que algo no va bien. No obstante, esto no es así. El cambio es igual a crecimiento.

Para adaptarte a cualquier cambio vive el presente

Tendemos a estar siempre divagando sobre el pasado y el futuro pero, para adaptarse a cualquier cambio, es fundamental que estemos en el momento presente.

Practicar mindfulness puede ayudarnos mucho en esto, además de que nos brindará múltiples beneficios que nos permitirán cuestionar creencias, sentirnos mejor con nosotros mismos, conocernos más, juzgar menos y sufrir menos ansiedad.

Tenemos que aprender a aceptar lo que nos sucede, todos los cambios tanto los que consideramos malos como buenos tienen algo que aportarnos. Nos enseñan, nos fuerzan a madurar y a crecer.

¿Por qué estamos tan empeñados en mantenernos en un mismo lugar sin progresar? ¿Acaso no es esto una pérdida de tiempo?

Adaptarse a cualquier cambio es maravilloso cuando se experimenta. Vivamos los cambios y sepamos ver lo positivo que hay en abrazarlos cuando llegan.

Por Raquel Lemos


 
Quien bien te quiere te ofrecerá calma y certezas, pero jamás engaños




Aquel que te quiere sabe cómo eres y no intenta cambiarte, porque te acepta con tus virtudes y tus defectos y te apoya en cada una de tus empresas

Quien bien te quiere te hará reír, te dará felicidad y te ofrecerá certezas ahí donde residen tus miedos, tus inquietudes o tus tristezas.


Sabemos que no siempre es fácil encontrar a una persona madura emocionalmente, alguien que nos confiera esa seguridad auténtica donde no caben los engaños o las medias verdades.




Sin embargo, hay algo que debemos tener muy claro desde el principio: debemos ofrecer lo mismo que exigimos a los demás y, a su vez, ser muy firmes en aquello que merecemos.


Las relaciones afectivas son complejas, no hay duda.


Exigen de una gran inversión personal, de voluntad de crecimiento y de esa capacidad de ofrecer dignidad y felicidad a la persona amada, mientras nos cuidamos también a nosotros mismos.


Esas relaciones caracterizadas por la felicidad son también aquellas donde sentimos calma. Una dimensión mágica y excepcional que nos ofrece un gran bienestar y satisfacción.


Te proponemos reflexionar sobre el tema con nosotros.




Quien bien te quiere sabe escucharte

No es lo mismo oír que escuchar, eso es algo que todos sabemos. En el amor necesitamos, por encima de todo, ser escuchados y entendidos.


Necesitamos de esa intimidad cercana donde sentir que aquello que pensamos y expresamos es comprendido.


  • Algo que conviene recordar es que en cualquier relación no es obligatorio estar de acuerdo en todo. Lo que sí es necesario es ser entendidos y poder llegar a acuerdos.
  • A su vez, otro aspecto importante es “saber comunicar” y, ante todo, tener la habilidad de trasmitir en palabras el ovillo de nuestras emociones.

Es común, por ejemplo, contener enfados y hechos que nos molestan en silencio esperando que la otra persona “los adivine o los intuya casi por arte de magia”.






Debemos aprender a decir lo que nos molesta o nos preocupa cuando nos moleste o nos preocupe, y no cuando ya sea tarde.




Quien bien te quiere te dará confianza, no incertidumbres

Todos merecemos un amor entero, no una relación a medias y con clausulas como el “hoy te quiero, mañana me lo pienso y pasado debes hacer esto para que yo te muestre afecto”.


  • Nadie merece un amor basado en las incertezas, en chantajes o en el temor a que, a la mínima, la otra persona nos vaya a abandonar.
  • Ninguna relación sólida y madura se alza sobre arenas movedizas.
El amor maduro se erige en esa calma donde uno no tiene por qué temer a nada, donde no existe el miedo o la duda de si mañana seremos amados o si seremos merecedores del respeto del cónyuge.


Quien bien te quiere te apoyará
En nuestro espacio te hablamos muy a menudo de la necesidad de ser capaces de trazar nuestros destinos, de tener amor propio y esa seguridad personal donde trazar nuestro camino y decisiones sin tener en cuenta las opiniones ajenas.

  • Ahora bien, cuando mantenemos una relación de pareja tenemos un compromiso firme en el que invertimos cada día, en el que confiamos y que valoramos.
  • En toda relación afectiva necesitamos sentirnos apoyados.
Nos importa mucho lo que piense nuestra pareja y de ahí que cualquier crítica o desprecio hacia nuestros objetivos, deseos o aficiones suela vivirse de forma muy dolorosa.

Debemos tener muy en cuenta que querer a alguien es saber respetar y dar “luz” a esos proyectos personales de la otra persona. Es un modo de enriquecer la relación y dar alas al crecimiento personal de la pareja.


Quién bien te quiere no te alimentará con engaños

Quien te engaña, te traiciona o te regala mentiras en el día a día te ofrece un amor débil y caduco. No lo mereces, no lo necesitas y no te dignifica como persona.


  • Asimismo, algo que debemos recordar es que la persona que es capaz de mentir a alguien a quien –supuestamente– ama, no se quiere tampoco a sí mismo.
Porque lo que se ama se cuida como un bien precioso, como un tesoro delicado que hay que atender con atención y esmero.

  • Si has perdonado una mentira y al mentiroso, sé cauto y descubre si esas falsedades vuelven a repetirse.
Es importante que no nos acostumbremos a perdonarlo todo, porque, de lo contrario, la otra persona se verá en el derecho de causarnos daño porque no sabemos poner un límite claro y valiente.

Quien bien te quiere te amará por como eres, no te obligará a cambiar

Quien bien te quiere te adorará con cada uno de tus matices, de tus particularidades, defectos, formas y hermosas virtudes.

  • No debemos olvidar nunca este sencillo principio. Porque al igual que nadie tiene derecho a exigirnos cosas que van en contra de nuestra identidad y valores, tampoco nosotros le pediremos a la otra persona que sea algo que no es.
  • Ama y exige que te amen de forma auténtica, por como eres, por lo que te define y por lo que tienes.
No caigas jamás en las falsas apariencias solo por agradar, porque lo único que conseguimos en estos casos es perder la autoestima.

Por Valeria Sabater


 
5 frases de crecimiento personal que debes aplicar en tu día a día


Crecimiento personal. En esta dimensión vital para el ser humano se concentra nuestro proyecto de vida, nuestros sueños, aquello que queremos alcanzar o que aspiramos ser. Las personas crecemos día a día a base de éxitos, pero también de fracasos, y de todo hemos de obtener un aprendizaje.



Ahora bien, en ocasiones, tenemos la sensación de que cada cosa que hay a nuestro alrededor son muros o alambres con espinos que nos impiden poder avanzar, poder crecer interiormente con salud y con seguridad emocional. Hay momentos en nuestra vida en que no es fácil seguir creciendo, ya sea por determinadas relaciones tóxicas o porque no estamos gestionando adecuadamente nuestras emociones.

Es importante que tengas en cuenta estas frases para encontrarte mejor. Para vivir con equilibrio y potenciar nuestro crecimiento personal. Piensa en ellas y ponlas en práctica.

1. No voy a permitir que me corten las alas
¿Cuáles son tus valores? ¿Qué sueños son los que siempre te han definido? En ocasiones, y sin que nos demos cuenta, llega un día en que se vulnera todo aquello en lo que crees. Ya sea por la influencia de otras personas o porque has entrado en un ritmo de vida en el que ya no tienes tiempo para nada, te das cuenta de que apenas te reconoces a ti misma.

¿Qué está ocurriendo?

  • Son los demás los que marcan lo que debes hacer en cada momento, lo que se espera de ti. Hay veces en las que nuestras parejas o incluso nuestros familiares son quienes nos “cortan las alas” de nuestro crecimiento personal. No lo permitas.
  • En otras ocasiones, caes en un ritmo de vida lleno de presiones donde apenas te queda tiempo para ti misma. Todo son obligaciones, presiones, estrés… Caes en un círculo del que no sabes cómo salir. ¿Cómo crecer personalmente en medio de estas presiones? Tenlo en cuenta.


2. Los errores son necesarios para crecer personalmente

¿Qué sería de nosotros si no cometiéramos errores? Posiblemente seríamos robots, máquinas sin emociones que carecen de oportunidades de aprendizaje y que, simplemente, responden de acuerdo a la programación que han recibido.

Tú no eres una máquina ni eres perfecta, y eso es bueno. Debemos darnos la oportunidad de cometer errores, de iniciar proyectos que no tienen éxito, de vivir relaciones que no terminan bien… Porque todo ello te enseñará infinidad de cosas para mejorar y crecer personalmente, para poder tener segundas oportunidades donde, esta vez, tener éxito.

No te hundas ante un fracaso: asúmelo, entiéndelo y, después, deja ir el sufrimiento para quedarte con el aprendizaje.


3. Voy a vivir con armonía

Puede que esta frase te parezca algo indefinida. ¿Qué entendemos por “vivir con armonía”? Toma nota de cada aspecto, seguro que lo entiendes de inmediato:

  • Las personas debemos actuar de acuerdo a nuestras creencias, valores y sentimientos. Si alguien te obliga a hacer algo que no deseas, irá en contra del principio de vivir con armonía.
  • Armoniza tu cuerpo con tus emociones. Si sientes rabia, grita. Si te sientes lastimada, llora. Es decir, hay personas que esconden sus emociones fingiendo que no les pasa nada, que todo está bien. Todo ello, a largo plazo, ocasiona graves problemas emocionales y de salud. Actúa siempre con armonía según tus sentimientos.
4. Voy a escucharme cada día
Seguro que estás acostumbrada a escuchar cada día los problemas de los demás. Personas que siempre hablan en primera persona, sin preguntarte cómo te encuentras hoy, o qué preocupaciones tienes en mente. Fija un límite y no te centres siempre en los demás.

Tú eres la protagonista de tu vida y también debes saber escucharte. Y cuidado, no se trata solo de atender tu cuerpo, de buscar un analgésico para ese dolor de cabeza, o de tomarnos una ducha para aliviar el cansancio. Debes saber escuchar tus pensamientos y tus necesidades, esa voz interior a la que, en ocasiones, olvidamos atender.

5. Voy a vivir cada día con ilusión

Cada día es único y especial. ¿Por qué perderlo con preocupaciones o miedos? No lo permitas. No dejes que otros pongan muros a tu felicidad ni que te quiten tus energías con su egoísmo o su negativismo, porque eso no es tener calidad de vida.

Todos somos conscientes de que, en esta vida, tenemos obligaciones y responsabilidades, pero deben formar parte de un conjunto con el cual tú te sientas feliz. “Yo voy a trabajar porque me siento realizada con mi profesión, porque me permite tener independencia y cuidar de mi familia”. “Yo sigo con mi pareja porque nos hacemos felices, porque la vida es más plena con la ilusión que me aporta”.

Piensa en todo lo que tienes hoy en día e ilusiónate por cada cosa, por cada proyecto, por cada paso que das cada jornada. Ahora bien, si tus días no tienen ya la misma ilusión, averigua qué ocurre y pon solución en la medida que te sea posible. Porque una vida sin ilusiones no tiene sentido y es, sin duda, el peor enemigo para nuestro crecimiento personal.

Por Valeria Sabater



 
Cómo curar tu tristeza día a día



La luz del sol puede ser tu gran aliada. No permitas que tu tristeza te impida salir a la calle. Levántate cada mañana con la intención de comerte el mundo

Es posible que ahora mismo, estés pasando por un mal momento. Puede que haya ocurrido algo en tu vida, o hasta que simplemente, encuentres un vacío existencial difícil de explicar. La tristeza a veces se adhiere, ahogando nuestro corazón. ¿Cómo curarnos de ella?






Cómo vencer la tristeza poco a poco

La tristeza crónica es el sustrato de la depresión. Hemos de ir con cuidado. Piensa en la tristeza como una enfermedad que hay que curar, como un músculo que endurecer y fortalecer para golpear nuestra realidad con la mayor energía posible. Con el más grande de los ánimos.


¿Qué es lo que nos suele entristecer? Puede que te parezca que las personas somos muy diferentes, que cada una andamos envueltas en nuestro propio mundo particular. Pero en realidad, a todos nos duele lo mismo. A todos nos afectan las mismas cosas: la sensación de la soledad, de no ser comprendidos o respetados. Sentimos el desprecio y el maltrato. Las mentiras y las traiciones.


Y también sufrimos a veces sin saber muy bien la razón. ¿Por un vacío? ¿Por haber llegado a un momento en nuestras vidas donde nos damos cuenta de que no somos del todo felices? En ocasiones ocurre. Y es algo normal. Te explicamos pues qué pautas puedes seguir para racionaliza la tristeza, y despegarte de ella de modo saludable.






1. Identifica qué es lo que te afecta




Puede parecerte una obviedad pero no siempre es fácil. En ocasiones es un cúmulo de muchas cosas: algo que te ha hecho tu pareja, la sensación de que no haces lo que en verdad quieres sino lo que otros esperan de ti, una desilusión… A veces la tristeza no tiene un solo color. Sino una gama compleja que hay que saber desentrañar.


2. No te quedes quieta, no te encierres en casa






La quietud nos atrapa como una enredadera. No te dejes vencer. Si empiezas a desear quedarte en casa, sin salir con los tuyos, dejando a un lado las relaciones sociales y prefiriendo estar a oscuras en la cama, la depresión ya habrá hecho mella en ti. No lo permitas. Saca energías de ti misma diciéndote que no te vas a dejar vencer, que mereces ser feliz y que toda pena es pasajera. Que todo problema tiene una solución. Nada es eterno y tú tienes derecho a encontrar tu propia tranquilidad. Esa que te hará sonreír el día menos pensado cuando te levantes por la mañana y te digas a ti misma aquello de: “Hoy me encuentro bien. Hoy voy a comerme el mundo”.


3. La tristeza como instante de reflexión para salir fortalecidos




Como suele decirse, no hay anochecer que no haya sido vencido por la mañana. Es decir, ninguna pena va a ser eterna, ni lo que hoy te duele tanto va escocer tanto eternamente. Todo se calmará y todo irá a mejor. Debes entender la tristeza como un instante de reflexión, como un momento en que hemos de poner nuestra mirada hacia dentro para curarnos, para reparar esos daños. Y también para tomar decisiones. Esa reflexión que trae la tristeza nos debe permitir abrir los ojos hacia la dirección correcta. Y debes ser valiente para tomarla, ten en cuenta que tu felicidad lo merece, y que de no tomar las decisiones adecuadas o de no atreverte, puede llegar un día en que te venza la frustración. Así que no lo dudes, fortalece tu autoestima, sal fortalecida tras ese tenebroso túnel que es la tristeza.


4. Pedir ayuda, a veces, es necesario




No pienses que vas a poder tú sola con todo. Una mano amiga, un hombro en el que llorar y un rostro que te atienda con expresión sincera cuando le hablas, puede ser de una ayuda inestimable. Pero elige bien a la persona adecuada. Hay quien no sabe escuchar, hay quien se preocupa más por sí mismo y no sabe mostrar apertura. Seguro que en tu círculo cercano tienes a esa persona que tiene siempre la palabra más adecuada para ti, a quien lo le importa la hora que sea para recibirte y escucharte… déjate ayudar. La soledad no siempre es buena cuando nos está ahogando la tristeza.


5. Busca tu ilusión día a día


Los episodios de tristeza deben servirnos para aprender, tomar nuevos rumbos y salir fortalecidos.

Cuando te levantes por la mañana, ponte un objetivo. Algo que te empuje por dentro y que te obligue a salir de la cama, a vestirte, a sentirte atractiva y con ganas de salir por la puerta de casa. Apúntate a algún curso: pintura, yoga, baile… algo que te obligue a mantener tu mente y tu cuerpo ocupados en algún proyecto por pequeño que sea.


Es esencial que encuentres el sentido en esas cosas que te rodean: en la sonrisa de tus hijos, en esa pareja que te quiere, o esos amigos o familiares que lo hacen todo por ti. Piensa en esa mascota que siempre busca tu cercanía, en ese paseo por el parque que siempre disfrutabas. Ilusiónate por un viaje, por un pequeño cambio en tu vida. O por uno grande. Márcate un objetivo y piensa qué podrías hacer para conseguirlo.

Por Valeria Sabater
 
Un reloj mágico


El tiempo es relativo, y no se puede medir siempre de la misma forma. Una vida llena de angustia y culpa tampoco se mide igual que una vida feliz.

Alfonso llevaba varias semanas con insomnio. Daba igual si se acostaba antes de medianoche o bien entrada la madrugada, después de horas trabajando desde casa. En todos los casos, tres o cuatro horas después de haberse dormido, se desvelaba por completo.

La centrifugadora de pensamientos se ponía entonces en marcha y no había modo de pararla. Lo había probado todo: infusiones relajantes, un baño caliente, auriculares con música clásica... pero lo máximo que conseguía era esperar a que se hiciera de día desde la cama.

—Tómate un día libre para desestresarte –le recomendó su mejor amiga, que era terapeuta–. Deja tus obligaciones y dedica la jornada entera a pasear. Regálate algo que te guste y no vuelvas a casa hasta que sea hora de dormir. Verás como duermes mejor.

Aunque con escepticismo, Alfonso decidió seguir su consejo como último recurso antes de buscar un médico que le diera fármacos.

Sin embargo, nada más poner el pie en la calle se sintió culpable de estar perdiendo el tiempo, en lugar de ir a la oficina donde el trabajo se le acumulaba sin fin.

Fiel a su decisión, se obligó a atravesar un parque bañado por la suave luz de la mañana.

Había niños pequeños jugando y ancianos que charlaban o leían el periódico, pero Alfonso llegó al otro lado del verde sin verlos. No dejaba de pensar en lo que debería estar haciendo.

Después de cruzar el semáforo, se encontró con una tienda de antigüedades. El rótulo "La magia del tiempo" le acabó de convencer para entrar a husmear. Siempre le habían fascinado los objetos con una larga historia, pero hacía mucho que no se paraba a curiosear.

Entre bolas del mundo desgastadas, plumas estilográficas, jerséis e incluso zapatos que habían pisado otro siglo, Alfonso se fijó en un reloj de bolsillo que parecía tan antiguo como bien conservado.

Durante mucho tiempo había deseado tener uno pero, austero por naturaleza, nunca se compraba nada que no fuera imprescindible.

Al recordar la sugerencia de su amiga, decidió hacer una excepción y preguntó al dueño de la tienda por el viejo reloj. El precio no era desorbitado, pero aun así se quedó dudando.

—Es una pieza muy especial –dijo el anciano vendedor, que debía de tener tantos años como el reloj–. Perteneció a un alquimista que le dio propiedades únicas. Deje que le de cuerda... Funciona muy bien.

Minutos después, Alfonso salía de la tienda con el reloj en el bolsillo y un doble sentimiento de culpa. Al tiempo que estaba perdiendo con aquel paseo absurdo se unía un gasto del todo innecesario.

Su enfado llegó a su cenit cuando, tras detenerse en una plaza soleada, quiso mirar la hora y vio que el reloj se había parado. Hecho una furia, fue en busca del anticuario a reclamar su dinero.

—Si quiere, se lo reembolso –dijo, pacífico–, pero el reloj funciona perfectamente, solo que de forma diferente a los demás.

—¿Qué entiende usted por diferente? –replicó Alfonso, cada vez más irritado.

—Este reloj solo avanza cuando su dueño vive de verdad. Por eso, para su buen uso, se recomienda guardarlo en el bolsillo de la chaqueta, junto al corazón. ¡Llevar el reloj en la muñeca es de esclavos! El tiempo que cuenta es el que usted dedique a hacerse feliz, con lo cual también hará felices a los demás.

Aquella explicación insólita hizo que Alfonso estallara a reír, con el reloj del alquimista aún en la mano.

Para su asombro, se dio cuenta de que el segundero había echado a andar.

Por Francesc Miralles
 
¿Mal día? 6 ideas para darle la vuelta

No te dejes consumir por la negatividad y dispara tu caudal de alegría. Ponte a practicar tu positivismo con estos hábitos sencillos.




Rodéate de optimistas
Por contagio emocional, el círculo del que nos rodeamos marca la calidad de nuestro estado de ánimo. Según el motivador norteamericano Jim Rohn:

“Eres la media de las cinco personas con las que pasas más tiempo”

Si te rodeas de amigos que no llegan al aprobado en alegría, por pura simbiosis suspenderás en la escuela del buen vivir, ya que estás bajo su influencia y acabarás adoptando su visión de la vida y sus prejuicios. Para lograr “subir nota”, tendrás que reducir el tiempo que consumes con ellas y así dar oportunidad para que otros compañeros más positivos ganen más relevancia en tu vida.

Haz un inventario de alegrías y practícalas
Reconoce las ya vividas, las que te esperan y las que componen tu día a día. Este músculo del estado de ánimo aumenta su potencia si somos capaces de reconocer las satisfacciones cotidianas y darles espacio.

En el extremo opuesto, renunciar a la sal de la vida –siempre nos llega en pequeñas dosis– para cumplir con más obligaciones, horas extra y preocupaciones innecesarias puede llevarnos al lamento más común de los moribundos, según recogió la enfermera australiana Bronnie Ware:

“Ojalá hubiera tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros esperaban que hiciera”

Sal a la naturaleza
En las ciudades suelen darse muchos más casos de depresión que en el campo, donde las personas laten al ritmo natural de la existencia. Por esta razón, un paseo por los bosques –o incluso por un parque– nos devuelve nuestra armonía esencial.

Nos sentiremos bien por el solo hecho de estar entre el silencio y frescor de los árboles, disfrutando del canto de sus hojas y del olor de la resina. Podemos abrazarlos incluso. Cada vez que retomamos el contacto con lo natural volvemos al paraíso original de nuestra alma.

No critiques ni te compares
Un gran destructor de la alegría que llevamos “de fábrica” es el hábito nocivo de hablar mal de los otros, ya que nuestra mente se tiñe de la misma negatividad que estamos señalando, y nos pone en evidencia ante los demás, pues como dice la sabiduría popular “quien crítica, se confiesa”.

Del mismo modo, tratar de alcanzar lo que tienen otros y buscar nuestra satisfacción en ello es un seguro de infelicidad. Uno de los secretos de la alegría es que surge de forma espontánea dentro de uno mismo, sin pasar cuentas con el mundo, aunque cuando la tenemos se multiplica al compartirla.

Evita el pasado y el futuro
Podemos recordar con placer los grandes momentos vividos y cargarnos de esperanza ante las maravillas que nos quedan por experimentar, pero la alegría se construye donde estás ahora. El instante presente será el recuerdo del futuro, y su calidad dependerá de la pasión con la que lo hayas vivido hoy.

Quien sabe darle valor a un encuentro de amigos, como si no existiera nada más en el mundo, lo recordará de forma entrañable. En cambio, si nuestra mente siempre se proyecta hacia adelante o hacia atrás, dejaremos escapar la alegría como la nieve que se funde entre los dedos.

Da las gracias
En su bella carta de despedida, publicada en The New York Times, el neurólogo Oliver Sacks afirmaba tras una larga enfermedad:

“He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído y viajado y pensado y escrito (…) Por encima de todo, he sido un ser sensible, un animal de pensar en este hermoso planeta, lo cual ha sido un enorme privilegio y aventura”.

La gratitud es el abono de la alegría, ya que nos conecta de forma profunda con el privilegio de estar vivos, sea mucho o poco el tiempo que nos quede. Un día bien disfrutado tiene el valor de una existencia entera.

Cómo arreglar un mal día

Aunque son parte de nuestra vida, no tenemos por qué aceptarlos sin mas. Los días malos, para quien los quiera.



Por Francesc Miralles
 
9 pasos para dejar de analizar en exceso


Darle vueltas a lo mismo una y otra vez puede impedirnos disfrutar de la vida. ¿Estás sobreanalizando lo que te ocurre?

Estudiar a fondo una situación nos ayuda, siempre y cuando no demos vueltas a lo mismo y sepamos liberarnos de los filtros mentales que intoxican nuestra percepción de la realidad.

1. Abandona los prejuicios
Las opiniones previas que tenemos sobre las cosas y las personas nos impiden comprenderlas y disfrutarlas. Plantéate cuántos filtros personales pones entre tú y la vida.

2 Valora las cosas por lo que son
Y no por lo que podrían ser. Si, por ejemplo, nos formamos una imagen ideal de cómo debería comportarse alguien cercano, nunca estaremos contentos con su manera de actuar.

3. Renuncia a compararte
Una de las formas de análisis más tóxicas que existen es fijarse en lo que alguien no hace y lo que nosotros sí haríamos. Es mucho más sano descubrir en el otro las virtudes que nos faltan.

4. Escucha de forma activa
A veces malinterpretamos lo que se nos dice por entrar a valorar la actitud o la intención, sin prestar suficiente atención a las palabras. Es mejor analizar
menos y escuchar más.

5. Acepta cada momento como es
Resulta estéril y frustrante pensar en lo que le falta al momento que estamos viviendo. Es mucho más inteligente abrazar lo que está sucediendo como algo único e irrepetible.

6. Deja de lado las opiniones
Cuando cesamos de emitir juicios, nos ahorramos el paso siguiente: condenar. Esto no solo es válido para nuestra relación con el mundo sino también con nosotros mismos.

7. Deja de pronosticar qué pasará
Adelantarse al futuro condiciona su desarrollo. Si, por ejemplo, estamos seguros de que nuestra pareja nos va a tratar de forma injusta, inconscientemente influiremos en que eso suceda.

8. No quieras saber el motivo de todo
Hay cosas que suceden de forma espontánea y casual, sin que haya una razón concreta. Querer encontrar un sentido a todo lo que pasa puede convertir nuestra vida en un sinsentido.

9. Recupera la espontaneidad
Cuando no analizamos tanto, recuperamos la mirada fresca de los niños, para los que la vida es un juego placentero.

Por Francesc Miralles
 
3 preguntas clave para retomar el control de tu vida

Para hacemos responsables de nuestra vida, solo tenemos que querer hacerlo. Después deberemos plantearnos tres cuestiones para seguir avanzando.

Para tomar el control de mi vida basta simplemente con decidir hacerlo. En el momento en que yo lo quiera así, puedo poner a mi cargo la conducción de mi vida con sólo decirme y decir: "Está a mi cargo".

Cómo volver a tomar el timón
Hay tres cuestiones básicas que nos permitirán reorientar nuestra vida en la dirección que deseemos.

1. ¿Hacia dónde quiero ir?
Por supuesto que, aunque la decisión sea simple, esto no quiere decir que sea fácil, pues no es un acto sin consecuencias. Dirigir mi vida me pondrá frente a una importante tarea: la de escoger el rumbo que deseo llevar, el hacia dónde.


Es una pregunta que puede tener muchos niveles, pues ese "hacia dónde" puede responderse desde algo concreto que deseo alcanzar, hasta algo más intangible, como la felicidad o el sentido de la vida. Pero no hay que preocuparse: las respuestas provisionales sirven para ponerse en marcha; otras respuestas se irán articulando durante el viaje.

Una aclaración: dirigir mi propia vida no significa que pueda elegirlo que ocurrirá o que el resultado final será satisfactorio o no, lo que sí puedo decidir es la dirección que deseo tomar.

2. ¿Por qué delego en otros?
Si es otra persona la que marca el rumbo en mi vida, creo que habría que preguntarse: "¿por qué 1o he permitido?". Nadie puede tener las riendas de mi vida, si soy adulto, a menos que yo se las haya dado.


Quizá no me crea capaz de decidir adecuadamente, quizá crea que el otro sí sabe, quizá no quiera lidiar con el enfado que le produciría a esa persona soltar mis riendas. En primer lugar, para vivir plenamente, tendré que dejar a un lado la ilusión de que otro puede saber mejor que yo lo que deseo. Bemard Shaw decía:

"No hagas a otros 1o que querrías que te hicieran a ti: ellos pueden tener gustos distintos".

En segundo lugar tal vez aquellos que manejan el timón de mi vida se molesten cuando intente recuperarlo. Entonces deberé darles tiempo; si me quieren, se darán cuenta de que nada es mejor para mí que decidir el camino.

3. ¿Qué camino tomaré?
Hay que diferenciar el rumbo del camino. El rumbo es una dirección, por ejemplo, el oeste. En cambio, hay infinitos caminos que puedo tomar para ir hacia el oeste: unos atraviesan cientos de ciudades y otros recorren kilómetros de páramo.




Para decidir qué camino seguir, quizá deba preguntarme por mis recursos –si no sé nadar, mejor no elegir un camino atravesado por ríos–, y por mis intereses e inquietudes –si lo que me estimula es el contacto con otros, preferiré el camino de las ciudades al del desierto–.

Sea cual sea el que elija, mientras vaya en el rumbo que deseo sentiré que avanzo, aún cuando en ocasiones deba dar rodeos o desandar lo andado para retomar otro camino.

Por Demian Bucay
 
¿Tiempos de crisis? 8 consejos para salir adelante


¿Cuántas veces nos lo han dicho? Una crisis es una oportunidad, superar un trauma nos hace más fuerte... Pero no es tan fácil. Veamos paso a paso qué nos ayudará

En estos tiempos complicados que nos toca vivir, hemos oído mil veces que las crisis son una oportunidad, pero no nos engañemos, no siempre es así. Para atravesar los momentos difíciles y salir más fuertes hemos de estar dispuestos a ponernos a prueba, a pensar diferente. Solo así, las decisiones tomadas se fijan y perduran en el tiempo.

Convertir una crisis en una oportunidad
Nietzsche sostenía: "Todo lo que no me mata me hace más fuerte". Pero ¿es esto cierto? ¿Realmente atravesar la adversidad nos fortalece ? ¿O, por el contrario, nos debilita? Y, si lo primero fuera cierto, ¿deberíamos entonces buscar intencionadamente los problemas, las situaciones difíciles, el sufrimiento, como modo de crecer? Vamos paso a paso a intentar contestarlo.

1. ¿Sufrir nos hace crecer?
La respuesta corta es que no siempre la adversidad nos fortalece. En algunas ocasiones sí y en otras no. Algunas veces emergemos desarrollando nuevas capacidades y otras acabamos con menor confianza, seguridad o capacidad de disfrute.

¿Y de qué depende? ¿Qué es lo que hace que una experiencia difícil genere “estrés postraumático” o “crecimiento postraumático”? Las investigaciones más recientes sugieren que el resultado final depende fundamentalmente de dos factores:

  • De la personalidad previa de esa persona.
  • De lo que esa persona haga con lo que le ha sucedido (veremos a qué nos referimos).
La naturaleza de trauma poco (o nada) tiene que ver con los efectos que dejará sobre el que lo atraviesa

Es interesante comprobar desde ya que ni la magnitud del suceso ni sus cualidades particulares determinan per se un desenlace enriquecedor o empobrecedor de la crisis.

2. Una mirada optimista
En cuanto a la influencia de la personalidad previa, las crisis parecen potenciar lo que ya venía dado. Las personas con un carácter más optimista y que evalúan su vida de un modo más favorable, suelen salir de las crisis sintiéndose fortalecidos y logran darle un sentido a toda la experiencia.

Por el contrario, los que muestran signos de negatividad y perciben el mundo como un lugar lleno de amenazas suelen hundirse aún más cuando las cosas empeoran. Se entregan a la desesperanza y aparecen las preguntas sin respuesta. La más típica y perjudicial es “¿Por qué a mí?”.

3. Enmendar, entender y evitar
Recurrimos básicamente a tres estrategias para enfrentarnos a las crisis. A fin de recordarlas, las nombramos con tres E: Enmendar, Entender y Evitar.

  • Los que se proponen enmendar se centran en solucionar el problema; buscan hacer los ajustes necesarios para que lo que ha dejado de funcionar vuelva a hacerlo.
  • Entender las cosas de un modo distinto, para salir de una crisis. Si pensamos la situación de un nuevo modo, se produce el alivio y podemos seguir adelante.
  • Nos centramos en evitar el dolor que la situación crítica produce; buscamos distraernos con otra cosa o minimizar la importancia de lo que sucede.
4. Evita evitar
Las personas que atraviesan las crisis exitosamente utilizan una combinación de las dos primeras estrategias (enmendar y entender). Resuelven lo que pueden resolver pero saben también cuándo abandonar ese enfoque y buscan redefinir aquello que no es posible solucionar.

En cambio, los que usan la evitación quedan varados en la crisis. Prestan tanta atención a minimizar el dolor que el problema se enquista, cronifica o, peor aún, va empeorando en espiral. Vale aquí aquella frase que Giorgio Nardone acuñó para otro contexto: “Si va a evitar algo, evite evitar”.

5. Más fuerte de lo que crees
Emergeremos fortalecidos al otro lado de la crisis si logramos atravesarla utilizando estas herramientas: actitud optimista, búsqueda proactiva de soluciones y una nueva mirada de las cosas.

Los beneficios que trae consigo haber surcado la adversidad son múltiples, variados y, te lo aseguro, particulares para cada uno. Sin embargo, muchos de los que han pasado por ello coinciden en que:

  • Les enseñó que eran más fuertes de lo que creían.
  • Descubrieron habilidades que no sabían que poseían
  • Por ende, la imagen que tenían de sí mismos se modificó.
Es la vía para una vida plena y satisfactoria, en lugar de una existencia vacía y estéril.

6. Los vínculos más valiosos
En los momentos difíciles se pone en juego aquello de “en las buenas y en las malas” con los que nos rodean y, a menudo, toda la situación termina funcionando como una especie de filtro que separa “el trigo de la Paj*”.

Muchos dicen sentirse sorprendidos gratamente por la presencia de sus allegados, por el amor y dedicación que le han prodigado durante el periodo crítico. Incluso desconocidos o personas que en otros momentos parecían distantes se revelan como inesperadas fuentes de ayuda o consuelo.

Aquellos vínculos que sobreviven más allá de una crisis indudablemente se refuerzan y profundizan.

7. Reenfoca tus prioridades
Un rasgo muy común entre los que atraviesan experiencias duras es que cambian el foco de su vida. Las prioridades se alteran y reasignan. El presente cobra más importancia. La cercanía de la muerte, de la tragedia o del fin de una situación nos lleva a apreciar el tiempo de un modo más cabal y a preguntarnos seriamente qué haremos con él.

Una vida antes orientada hacia las metas y los logros futuros deja lugar a otra más centrada en el disfrute del momento, en la relación con las personas o en la dedicación a una causa mayor, a una pasión.

8. Una ventana de cambio
Por último, se ha comprobado que las situaciones traumáticas ofrecen una “ventana de cambio”. Un tiempo en el cual, si tomamos decisiones, el cambio tiene una mayor tendencia a permanecer y no regresamos a los viejos carriles como sucede muchas veces, que los propósitos solo se quedan en palabras: “Este año haré más ejercicio…”, “a partir de mañana dedicaré menos tiempo al trabajo…”.

Esta ventana de tiempo se extiende por unos pocos meses desde que se instala la crisis pero constituye una gran oportunidad para reinventarnos a nosotros mismos de un modo que se adecue mejor a lo que queremos de nuestras vidas.

Por Demián Bucay
 

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