Autoestima y otros temas de psicología

Dismorfia muscular, Vigorexia o el Complejo de Adonis


La dismorfia muscular, también conocida como vigorexia, anorexia invertida o Complejo de Adonis, es un tipo de transtorno dismórfico corporal, en el que los individuos que lo experimentan presentan una preocupación patológica por conseguir un cuerpo musculado.


En qué consiste la dismorfia muscular

La dismorfia muscular afecta principalmente a varones y atletas, y se trata de la preocupación obsesiva en el propio cuerpo acompañada de una creencia exagerada o irracional de que el cuerpo es demasiado pequeño, delgado y con falta de masa muscular. Este desorden suele pasar desapercibido entre el entorno social del afectado, ya que suponen que sólo está realizando conductas relacionadas con el ejercicio y la vida sana, por lo que lo hace difícilmente reconocible por sus familiares y amigos y, por supuesto, por la propia persona.


Este trastorno se identificó a finales del siglo XX, y su nombre fue acuñado por el psiquiatra estodounidense Harrison G. Pope en 1993. La describió como un transtorno de alimentación surgido por la obsesión preocupante de la figura corporal en los años 90.


Aunque se han observado este tipo de trastornos en niños de hasta 6 años, suele aparecer en mayor medida en hombres jóvenes, con edades comprendidas entre los 18 y los 35 años y se da en 4 de cada 10.000 personas.


Estos sujetos tienen una percepción distorsionada de ellos mismos, se consideran débiles, flojos y con falta de atractivo, se obsesionan con la idea de que su constitución corporal es demasiado pequeña o insuficientemente musculada y persiguen a toda costa la belleza física. Debido a su fijación por ganar masa muscular, invierten mucho tiempo y recursos en rutinas de ejercicios, regímenes dietéticos y suplementos nutricionales. Pueden dejar de lado las relaciones sociales y abandonar otros muchos aspectos de su vida, para dedicar todo su tiempo a entrenar. Acompañan este exceso de ejercicio con una ingesta extrema de proteínas y carbohidratos, además del consumo abusivo de sustancias como esteroides anabolizantes, para tratar de aumentar la masa muscular y conseguir un cuerpo musculado.


Aunque tiene ciertas similitudes con la anorexia nerviosa, la dismorfia muscular es especialmente difícil de reconocer, ya que no se conoce tan bien y las personas que la experimentan, al contrario que con la anorexia, por lo general se ven muy saludables.


En el ámbito social, la angustia y la obsesión por el propio cuerpo provocan ausencias de la escuela, el trabajo y descuido de sus relaciones con amigos y familiares. En comparación con otros trastornos dismórficos corporales, las tasas de intentos de suicicio son especialmente altas. La incidencia de la dismorfia muscular está aumentando, en parte debido a la actual popularización de los ideales culturales masculinos de cuerpos extremadamente musculados y torneados.


Signos y síntomas de la vigorexia o Complejo de Adonis

Como acabamos de ver, este trastorno se deriva de la percepción personal de la propia belleza, que se ve reforzada por el tremendo efecto que tienen los cánones de belleza actuales sobre la sociedad. Así, el complejo de Adonis se encuentra notablemente influenciado principalmente por el papel de la opinión pública.


El Complejo de Adonis presenta los siguientes signos y síntomas habituales:


  • Percepción de que el propio cuerpo es demasiado pequeño, delgado y con falta de masa muscular.
  • Búsqueda constante por alcanzar un tipo de atractivo físico autoimpuesto.
  • Restricción de comidas y utilización de regímenes dietéticos enfocados a perder grasa y ganar masa muscular. Incrementan exageradamente el consumo de proteínas, carbohidratos y anabolizantes, mientras que reducen la ingesta de lípidos. Esto puede ocasionar alteraciones metabólicas importantes, sobre todo cuando el vigoréxico consume esteroides que ocasionan cambios de humor repentinos.
  • Realización de largas e intensas rutinas de ejercicio.
  • Inyección de medicamentos que potencian el crecimiento muscular.
  • Frustración por creer que no están consiguiendo el resultado que buscan y depresión.
  • Problemas sociales y laborales por exceso de horas en el gimnasio.
  • Presentan un autoconpepto distorsionado y baja autoestima.
  • Las dietas desequilibradas y el exceso de ejercicio puede conllevar importantes desajustes en la homeostasis corporal provocando síntomas potencialmente más mortales que la anorexia y la bulimia, ya que el cuerpo humano solo puede soportar un período máximo de 6 meses con estos desarreglos:
    • Mareos, convulsiones y dolores de cabeza.
    • Lesiones hepáticas y cardiacas.
    • Estrechamiento de las arterias.
    • Alteración de los niveles de azúcar.
    • Problemas de fertilidad y disfunción eréctil. Disminución del recuento de espermatozoides y atrofia testicular por consumo de anabolizantes.
    • Hipertrofia muscular y alteración en huesos que deben adaptarse a la nueva forma corporal. La sobrecarga del gimnasio repercute en los huesos, tendones, músculos y articulaciones.
    • Trastornos metabólicos y desnutrición como consecuencia de dietas desequilibradas: bajas en grasas y altas en proteínas.
  • En las mujeres aparecen trastornos como masculinización e irregularidades en el ciclo menstrual.
  • Sobreproducción de endorfinas, lo que genera la adicción al ejercicio físico.

Las personas que experimentan dismorfia muscular generalmente pasan más de tres horas diarias reflexionando sobre el aumento de la musculatura y se sienten incapaces de limitar sus actividades a un simple levantamiento de pesas. Como en la anorexia nerviosa, la búsqueda del cuerpo perfecto puede ser insaciable. Controlan de cerca forma corporal y se camuflan usando varias capas de ropa para parecer más grandes.


La vigorexia implica angustia severa al tener que exponerse o ser vistos por otros si consideran que no han alcanzado el nivel de musculación deseado. Su funcionamiento ocupacional y social se ve gravemente deteriorado, y los regímenes dietéticos pueden interferir en su salud, aunque no se perciba externamente.

Aproximadamente la mitad de los afectados tienen poca o ninguna idea de que estas percepciones son poco realistas. Es fácil hacer diagnósticos erróneos de otros trastornos mentales, incluidos trastornos de la alimentación, trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad y trastornos por consumo de sustancias, además, como ya hemos dicho, las tasas de intentos de su***dio son elevadas.


Factores de riesgo

Aunque el desarrollo de la dismorfia muscular no están claros, aunque se han identificado varios factores de riesgo.


Traumas y acoso

En comparación con la población general, las personas que manifiestan dismorfia muscular tienen más probabilidades de haber experimentado u observado eventos traumáticos como agresión sexual o violencia doméstica, o haber sufrido acoso y bullying debido a su aspecto corporal o intelectual. El aumento de la masa corporal se percibe como una característica necesaria para reducir la amenaza de nuevos traumas o acosos.


Características psicológicas

La baja autoestima se asocia con niveles más altos de insatisfacción corporal y la consecuente dismorfia muscular. Las preocupaciones por el tamaño corporal también pueden reflejar inseguridad en las propias habilidades sexuales, pues la musculatura es una característica sexual masculina secundaria que sugiere virilidad y destreza para proteger a la compañera y a la descendencia.


Exposición a los medios

A medida que los medios occidentales enfatizan el atractivo físico, algunas campañas de marketing aprovechan para explotar las inseguridades de la imagen corporal masculina. En los últimos 20 años han aumentado exponencialmente el número de revistas de fitness para hombres, así como todo tipo de publicaciones, anuncios y películas donde aparecen cuerpos masculinos parcialmente desnudos y bien musculados como prototipo de hombre ideal. Dichos medios provocan comparaciones corporales y presionan a los individuos a ajustarse a estos cánones, desgraciadamente con ello se incrementa la brecha entre las percepciones de los hombres de su propia musculatura frente a la musculatura deseada. Los hombres en edad joven son un fuerte indicador de que la búsqueda de musculatura es la internalización de los cuerpos masculinos idealizados representados por los medios.


Competición atlética

Los atletas tienden a compartir algunos factores psicológicos que pueden predisponer a la dismorfia muscular, factores que incluyen altos niveles de competitividad, necesidad de control y perfeccionismo. Los atletas tienden a ser más críticos con sus propios cuerpos y peso corporal. Además, si no logran los estándares de rendimiento pueden recurrir a las medidas extremas de modificación del cuerpo típicos de la dismorfia muscular. La participación en deportes donde el tamaño, la fuerza y el peso aumentan la ventaja competitiva o disminuyen la desventaja, se asocia con este trastorno. Los prototipos atléticos refuerzan el ideal social de la musculatura bien torneada y definida. De la misma forma, aquellos que tienen una predisposición hacia la dismorfia muscular suelen ser más propensos a participar en deportes de competición.


Tratamiento de la dismorfia muscular

Existe poca conciencia por parte de los afectados de que la preocupación por su propio cuerpo es exagerada y obsesiva, ni de las consecuencias que estos pensamientos le acarrean en su vida personal y social. No es extraño por tanto que los sujetos eludan abiertamente someterse a tratamiento.


Por otro lado, la investigación científica sobre el tratamiento de la dismorfia muscular es todavía muy limitada. Sin embargo, algunas evidencias apoyan la eficacia de la terapia basada en la familia, la terapia cognitivo.conductual y la farmacoterapia con inhibidores de la recaptación de serotonina.


Por Psicoativa.com
 
El mito del Ave Fénix y la transformación personal



Quien más quien menos conoce el mito o la leyenda del Ave Fénix, una criatura de fuego capaz de renacer de sus propias cenizas. Muchos han comparado esta capacidad con el poder de resiliencia del ser humano.

Sobre su leyenda…

Es un mito bien conocido, que viene nutriendo prácticamente todas las culturas, doctrinas y raíces de leyenda de nuestros países. Y no es para menos, pues es un símbolo de poder y sabiduría profunda.


El Ave Fénix además, tiene muchas cualidades, como el conocimiento o sabiduría adquirida a lo largo de todos sus inmortales años. Se decía además que poseía una increíble fuerza y que sus lágrimas tenían propiedades curativas.


El Ave Fénix tiene sus representaciones en diferentes culturas, como la china (el Fêng-Huang), la japonesa (el Ho-oo), la rusa (El Pájaro de Fuego, que inmortalizara musicalmente Stravinsky), la egipcia (el Benu), la hindú (el Garuda), e incluso en los indios de Norteamérica (el Yel), o los aztecas, mayas y toltecas (el Quetzal).


Esta leyenda del pájaro de fuego se da, como vemos, en varias civilizaciones siendo realmente reseñable en la de Egipto y, además, siendo incluida su historia en la Biblia. Comentemos un poco más ambas historias y culturas.


El Ave Fénix en el paraíso cristiano

Se cuenta que en el origen del Edén, el paraíso inmortal que Dios construyó en la Tierra, bajo el famoso Árbol del Bien y del Mal floreció un pequeño arbusto de rosas. Allí mismo, junto a su primera rosa nacería un pajarito de plumas preciosas y un canto incomparable.


Este pájaro fue el ser con los principios más férreos, pues fue el único que no quiso probar las frutas del Árbol del Bien y del Mal, siendo así fiel al precepto divino que había sido marcado como condición para permanecer en el paraíso.


Cuenta la historia que, cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso por comer de la fruta prohibida por Dios, cayó sobre el niño de este pájaro una chispa de la espada de fuego de un querubín y así el ave ardió al instante.

Pero de estas propias llamas, surgió una nueva ave, el Fénix. Su plumaje era inigualable, con alar de color rojo escarlata y un cuerpo dorado. Dios lo había premiado con la inmortalidad por si fidelidad, así como con sus demás cualidades: el conocimiento, las lágrimas curativas o su increíble fuerza.


La misión de este Ave Fénix será la de transmitir el conocimiento que atesora desde el origen al pie del Árbol del Bien y del Mal y servir de inspiración a los buscadores de este conocimiento en sus trabajos, tanto artistas como científicos.


El Benu en el Antiguo Egipto

No obstante, y esto vale la pena recordarlo, es en el Antiguo Egipto donde aparecen los primeros testimonios culturales y religiosos alrededor de esta figura y donde a su vez, se da forma a esa imagen que tenemos en la actualidad sobre la resiliencia.


Para los egipcios, esta majestuosa Ave era Benu, asociada a las crecidas del Nilo, al Sol y a la Muerte. Era una criatura fantástica que entendía que renovarse cada cierto tiempo era necesario para adquirir mayor sabiduría y, para eso, seguí un proceso muy meticuloso.


Una vez cada 500 años, el Ave volaba por todo Egipto para construirse un nido con los elementos más bellos: que si ramas de canela o de roble, nardos y mirra. Una vez acomodado el nido, entonaba una de las melodías más bellas para a continuación dejar que las llamas lo consumieran por completo.


Tres días más tarde, de las cenizas de su combustión renacía otro Fénix lleno de fuerza y poder, más sabio. Luego, cogía su nido y lo dejaba en Heliópolis, donde se encuentra el templo del Sol, para iniciar así un nuevo ciclo donde ofrecer inspiración al pueblo egipcio.




El “nido de transformación” para los humanos

Como hemos podido comprobar, el mito del Ave Fénix es una historia muy bella. A la que además puedes sacarle mucho partido si analizas sus detalles. Por ejemplo, pensemos un poco más en cómo el Fénix construye su nido.


Busca las materias más ricas de su tierra, aquellas que en combinación aportan delicadeza y fortaleza y que van a ayudarle en su transformación, en su renacer. Si le damos una vuelta, este proceso es muy similar al de la resiliencia.


También nosotros buscamos esos elementos que nos ayuden a “construir un nido” resistente para aunar fortalezas. Todos ellos nos ayudarán en nuestra transformación, dejando atrás los restos de un pasado que formará parte de nuestro renacer.


Un renacer mayor, mucho más fuerte, más grande y más sabio, que nos permitirá seguir adelante con la cabeza bien alta y las “alas de Fénix” bien abiertas. Tal es la inspiración de esta ave para la capacidad de resiliencia humana.


Como ves, el Ave Fénix tiene una gran historia, y múltiples significados. Hay algo que nos liga inconscientemente a este icono. De lo contrario, no llevaría miles de años acompañándonos en nuestro día a día.

Por psicoativa.com
 
Catarsis emocional, el proceso de liberación emocional


Expresar nuestras emociones sin filtros, de la manera más pura y fiel a cómo las sentimos se denomina catarsis emocional. Un proceso íntimo e intenso que en ocasiones puede ser visto como peligroso, pero que en realidad es de lo más liberador. Profundicemos en este maravilloso concepto para comprenderlo mejor.

¿Qué es la catarsis emocional?

El concepto de catarsis fue introducido por Aristóteles para referirse al proceso de “purificación” que podían experimentar los espectadores de la tragedia sobre sus bajas pasiones, al observar la interpretación de las emociones profundas y movilizadoras por parte de los actores. Pero fue Freud quien lo rescató más adelante y lo aplicó al ámbito psicoterapéutico para denominar al proceso de descarga y alivio de la tensión emocional.


Aunque bien es cierto, que fue Breuer quien creó el método catártico o de asociación libre y Freud lo desarrolló como parte de su teoría psicoanalítica. Así, Breuer y Freud utilizaban la catarsis emocional en el tratamiento psicológico, como una técnica que formaba parte de la terapia hipnótica, para que sus pacientes pudiesen expresar y liberar sus emociones reprimidas.


Por otro lado, desde la psicología social también se ha empleado este término para desarrollar la teoría catártica de la agresividad, a raíz de los estudios del psicoanálisis. A través de ella, se explica cómo el ser humano puede ir acumulando frustraciones en su vida diaria que pueden acabar en agresión pero que pueden ser aliviadas a través de la catarsis, mediante la participación de un “intermediario” en la agresión ajena. Así, según Seymour Feshbach, ver contenidos violentos a través de la televisión aporta experiencias agresivas indirectas que sirven como vehículo inofensivo para aliviar los sentimientos de hostilidad o frustración.


Como vemos, de un modo u otro, la catarsis emocional es ese proceso que nos permite descargar toda la energía generada por nuestras emociones, incluso las más reprimidas. De lo que podemos deducir la importancia que tiene este proceso para nuestro bienestar psicológico.


La necesidad de expresar nuestras emociones

En la actualidad, la sociedad nos invita a no expresar lo que sentimos, sobre todo aquello que no está bien visto como un llanto intenso y descontrolado, una explosión de ira o rabia o simplemente, sentimientos de malestar. Es decir, nos impide expresar nuestras emociones y fomenta su represión, lo que conlleva que vayamos guardándolas en lo más profundo de nosotros.


No obstante, toda expresión emocional por muy abrupta que sea necesita ser validada y no censurada, por mucho que queramos pensar lo contrario; ya que cada emoción que experimentamos es una parte de nosotros y un pedacito de nuestra esencia. Gracias a ellas, podemos conocernos mejor y mejorar nuestras relaciones con los demás. Las emociones son el soporte al autoconocimiento y al conocimiento de los demás, no lo olvidemos.

Así, un proceso de catarsis emocional no es peligroso, aunque en ocasiones podamos pensar en ello. Este fenómeno surge sobre todo cuando nos hemos mostrado fuertes durante mucho tiempo y hemos bloqueado nuestro malestar hasta acabar rotos por dentro. De esta manera, surge como puente para liberarnos emocionalmente y demostrarnos que la fragilidad también forma parte de nuestras vidas porque no somos superhéroes, porque llorar también es necesario y gritar a veces nos alivia…


Ahora bien, esto no nos hace débiles, sino humanos y nos enseña lo necesario que es la expresión emocional para su futura comprensión y la asimilación del dolor y del sufrimiento que nos acecha.


Par finalizar, hay un aspecto muy importante a tener en cuenta en todo lo relacionado con la catarsis emocional: las consecuencias de nuestros actos en las relaciones con los demás. Es decir, liberar nuestras emociones es recomendable pero hacerlo ocasionando daño a los demás no. Por ello, es muy importante tener en cuenta nuestro comportamiento cuando experimentamos un proceso de catarsis emocional e investigar métodos como el arte, la escritura, la meditación o el baile para expresar todo lo que tenemos reprimido y conseguir así, aumentar nuestra bienestar.

Por Psicoativa.com
 
El Autorespeto


El autorespeto es el respeto por nosotros mismos como seres humanos dignos y valiosos, que necesitamos no solo que nos comprendan y nos valoren los demás sino ante todo, nosotros mismos. Mirarnos atentamente y saber cuánto valemos, reclamar y luchar por satisfacer nuestras necesidades personales, sin dañarnos ni tratando de sobrepasar nuestros límites. ¿Cuántas veces hemos exigido a nuestro cuerpo y nuestra mente más de lo que le pediríamos a otro que haga? ¿Alguna vez hemos incorporado a nuestro organismo sustancias que nos ponen en peligro o nos enferman? ¿Descansamos en forma adecuada? ¿Reflexionamos sobre lo que nos conviene para nuestro futuro para llegar a realizarnos nosotros y no cumplir expectativas ajenas?



Vivir una vida sin sentido, demasiado presionada o por el contrario solo dirigida al ocio y al tedio, tomar actitudes de riesgo innecesario, tener hábitos de vida poco saludables es no respetarnos, y ante todo, el respeto comienza por uno mismo. Cuando aprendamos que valemos, que somos capaces de concretar las ideas que nos llevarán a un desarrollo pleno sin avasallar los derechos ajenos, entendiendo nuestros límites, conociendo nuestras fortalezas y debilidades, aprendiendo de nuestros errores y perdonándonos por ellos, pudiendo decir que “no” cuando se nos impone conductas que exceden nuestros límites físicos, psicológicos o morales, habremos aprendido a autorespetarnos.




Vivimos hablando de que mucha gente no nos respeta, pero tal vez no nos pusimos a reflexionar si nosotros, tomamos en consideración las horas que necesitamos para dormir, para estudiar, para trabajar, para asistir a eventos culturales, si elegimos los alimentos que a nuestro organismo lo benefician, si hacemos la gimnasia adecuada, etcétera. El autorespeto no significa ponernos por encima de los demás, sino en un plano de igualdad que nos lleve a cuidarnos y a sentir que los demás también necesitan desarrollarse y quererse.

 
Uno de esos factores más importantes para la autoestima es el autorrespeto.


Cuando te respetas a ti mismo, tomas mejores decisiones, y te diriges con firmeza hacia una vida más feliz.


Muchas personas, lastimosamente no le dan la importancia que se merece a la autoestima y el auto respeto…


… Este es un grave error que lleva a la gente a momentos difíciles en donde a diario viven en los problemas, las dificultades y la frustración.


Sin saberlo, muchas personas sencillamente atentan contra sí mismos.


Quizás sepas que tienes algunas cosas mejorar en tu vida, quizás tengas claro que hay obstáculos que se te presentan constantemente.


En cualquier caso, el mejor punto de partida es el autorrespeto, ya que es la base de una vida feliz.


La Base Del Auto-Respeto

Para respetarnos a nosotros mismos, debemos conocernos muy bien a nivel interior.


El autorrespeto nos ayuda a lograr nuestro propósito de vida, y lo refuerza con base en la identidad.


Generalmente, basamos nuestro autorespeto en identificarnos con los aspectos superficiales de nuestra existencia…


…nuestro aspecto físico, el género, el éxito profesional, nuestra inteligencia, nuestro status social, nuestra nacionalidad, raza, etc.


Con tal identificación superficial, nunca conseguiremos un sentimiento estable de autorrespeto, porque las opiniones de las personas cambian.


Hoy puede que nos amen, mañana nos rechazarán. ¿Cuál es la consecuencia de depender de sus opiniones?


Pues sencillamente que acabaremos fluctuando todo el tiempo, sintiéndonos positivos cuando nos dicen cosas buenas, y sintiéndonos abatidos cuando nos dicen cosas negativas.


Para permanecer estables en nuestro autorespeto, necesitamos nutrir un entendimiento más profundo de nuestra identidad interior.


Se trata de conocer, nuestro yo mental, ese yo, que no es ni gordo ni flaco, ni blanco ni negro, ni pequeño ni grande.


El autorrespeto, es el entendimiento de ese ser que actúa por nosotros inconscientemente y que somos nosotros mismos.


Suena un poco complejo, pero en realidad es muy sencillo.


Adquirir un gran autorespeto, es cuestión de primero conocerse a sí mismo, y luego aceptarse con los errores que se tienen, comprometerse a mejorarlos y amarse cada día más.


Esto sin duda alguna supone una mejora sustancial a la autoestima.


Los Beneficios De Respetarte A Ti Mismo

Autorespeto significa valorar mi propia existencia.


Cuando me valoro a mí mismo/a, también tendré respeto hacia quienes me rodean y hacia la vida.


Soy capaz de darme espacio a mí mismo/a y a los demás también.


Cuando tengo autorrespeto puedo permanecer estable internamente, sin una sensación errónea de inferioridad o superioridad.


Es sólo cuando me falta el autorrespeto que dependo de los demás para que me den su apoyo o confianza.


Como muchas veces enseño en este sitio, nuestro autoconcepto no debería provenir del concepto que tienen los demás sobre nosotros.


El nivel de influencia que tengan los demás sobre nosotros puede afectarnos a tal punto que muchos han llegado a extremos como al su***dio.


El autocontrol emocional, viene como consecuencia de un gran autorrespeto, y con ello muchísimos más beneficios.


Muchos se castigan a si mismo diciéndose cosas que no le dirían ni a sus enemigos.


Y esto lo único que logra es un desequilibrio mental que luego se traduce en desequilibrio en los resultados que se logran fruto de acciones igualmente desequilibradas.


La experiencia liberadora de estar libre de expectativas viene cuando me acepto y me respeto a mí mismo/a


Soy libre y puedo ayudar a los demás a liberarse.


Cuando Hay Autorrespeto Es Fácil Tener Respeto Hacia Los Demás

Muchos valores faltan en el mundo de hoy en día, pero uno de los principales es el respeto.


Cuando los niños y niñas crecen y se desarrollan en un entorno familiar de respeto hacia los demás y hacia sí mismos/as, tendrán una base fuerte para establecer en sus vidas relaciones llenas de respeto y otras virtudes.


El autorrespeto me fortalece e independiza.


Al no basar mi bienestar interno ni mi satisfacción en el reconocimiento o aprobación por parte de los demás, aprendo a ser más genuino y a expresarme con dulzura pero con honestidad y coraje.


El autorrespeto me permite dejar que mi ser se exprese con naturalidad y espontaneidad.


Esto me proporciona una sensación de integridad y coherencia que genera una gran alegría interior.


Al mismo tiempo, debido a que respeto y valoro a quienes me rodean.


Procuro que mis palabras, actitudes y acciones estén llenos de consideración, discerniendo siempre qué es lo más preciso para decir o hacer, de modo que nadie se sienta herido/a ni molesto/a.


Piensa hoy, si te falta autorrespeto, y empieza de una vez a fortalecerlo.


Empieza a valorar quien siempre has sido, detecta tus errores y cámbialos.


No te preocupes porque ahora no eres la persona que tanto desearías, respétate a ti mismo, y comprométete con el cambio.

Por Juan Sebastián Celis Maya
 
Pensamiento Positivo

Pensar positivo es más creer que somos felices... Se trata de escoger cuidadosamente nuestros pensamientos y moldear nuestra vida conscientemente.


Algunas personas descartan el poder del pensamiento positivo, simplemente porque no saben los grandes beneficios que éste trae, y porque creen que sólo se trata de tener optimismo ciego.


Pensar realmente positivo implica:


  • Saber conscientemente cuál es tu situación actual y qué cosas podrías esperar del futuro
  • Conocer los peores y mejores escenarios posibles resultantes en determinada situación
  • Saber de qué manera tú, con tus habilidades, puedes influenciar dichos resultados
  • Convencerte a ti mismo de que puedes dar lo mejor de ti y que no importa realmente el resultado
  • Realizar un autoanálisis completo para ir calibrando cada vez mejor tus expectativas positivas

Cómo Tener Un Pensamiento Más Positivo Y Eliminar El Negativismo

La reprogramación mental juega un papel fundamental en este aspecto del Desarrollo Personal. Cambiar tus creencias y reacciones ante situaciones es crítico para modificar tus pensamientos.


Y por otra parte, tus relaciones con otras personas y la manera en que los medios (como la prensa y la televisión) te influencian, tiene un profundo impacto en tu vida y no es algo de tomarse a la ligera.

 
Síndrome de Cronos, el miedo a ser desplazado



La mayoría de los problemas que se encuentran las personas en relación con sus metas tiene que ver con los pasos que conducen hacia ellas. Para casi todos nosotros, el camino hacia lo que queremos requiere mucho esfuerzo y constancia y por eso nos preocupamos de no dar pasos en falso. Sin embargo, fenómenos como el síndrome de Cronos nos indican que conseguir nuestros objetivos no lo es todo.


Hablamos del miedo que sienten algunas personas por perder aquello que les ha costado tanto conseguir. Normalmente se aplica al mundo de los negocios; pero los síntomas también pueden aparecer en relación a otras áreas de nuestra vida. Si estás cerca de alcanzar tus metas o ya las has conseguido, es bastante probable que el síndrome de Cronos vaya a llamar a tu puerta en algún momento.




¿Qué es exactamente el síndrome de Cronos?

Este problema, con un nombre tan peculiar, se usa para hablar del miedo a ser desplazados por otros en áreas de nuestra vida que son importantes para nosotros. Por ejemplo, un alto mando de una empresa podría temer que uno de sus subordinados tratara de hacerse con su puesto. Así, esta idea podría suponer una presión extra, dando paso al estrés y a la ansiedad, además de intentar sabotear a aquellos a los que teme.


Por otro lado, el síndrome de Cronos está asociado a la envidia. En cualquier ámbito en que se presente, la persona que lo sufre sentiría celos de los logros ajenos. Por lo tanto, es coherente con el esquema que planteamos el hecho de que trate de menospreciarlos y de socavar su confianza en sí mismos. Todo ello, con la intención de que nunca lleguen a superar lo que él mismo ha conseguido.

Por supuesto, uno de los principales acelerantes de este problema es la falta de autoestima. Cuando alguien está seguro de sí mismo, por lo general no necesita sentirse superior al resto. Así, al contrario, sucede el fenómeno opuesto, dando paso a conductas de autoafirmación.


¿De dónde viene el nombre?

El síndrome de Cronos toma su nombre de la mitología griega. En ella, Cronos era uno de los primeros dioses, hijo de Urano (el creador del Universo según esta cultura). En su juventud, esta deidad derrotó a su padre para ocupar su puesto como señor de todos los seres vivos, pero por esta acción tuvo que pagar un precio muy alto.




Debido a que él mismo lo había hecho, Cronos tenía miedo de que sus propios hijos trataran de acabar con él. Por eso, según fueron naciendo sus descendientes, él se los comía. Sin embargo, gracias a la ayuda de la diosa Era, uno de ellos consiguió salvarse: Zeus. Cuando alcanzó la edad adulta, este se enfrentó a su padre y le derrotó, salvando a sus hermanos y convirtiéndose en el nuevo señor del Universo.


Las personas que sufren el síndrome de Cronos comparten ciertas similitudes con el dios griego. Su mayor preocupación es que los que están por debajo de ellos intenten quitarles su puesto. Pero, por lo general, cuando intentan protegerse contra esta posibilidad, acaban generando más problemas de los que resuelven e incluso propiciando aquello que tanto temen.


Así, los subordinados de alguien con este síndrome tenderán a sentirse muy descontentos. Esto puede hacer que traten de sabotearle, algo que no habría ocurrido de no existir este problema.


¿Cómo combatir el síndrome de Cronos?

A continuación encontrarás varias herramientas para atenuar el efecto de este síndrome.


  • Trabaja en tu autoestima. Aunque no lo compartan, las personas que padecen este síndrome suelen creer que no son lo suficientemente buenas. Por eso, si quieres acabar con él tendrás que aprender a confiar en ti. Solo así te darás cuenta de que eres único y de que a ti, como tal, es imposible sustituirte.
  • Busca la excelencia. Da igual en qué área se presente el síndrome de Cronos. Si quieres evitar el miedo a que te desplacen, esfuérzate por encontrar la mejor versión de ti.
  • Acepta que no siempre puedes ganar. Por último, tendrás que convivir con una idea: no siempre vas a poder ser el mejor, incluso aunque dediques tu vida a ello. Sin embargo, ¿significa eso que tú no puedas vivir la vida que quieres? Al fin y al cabo, seguro que hay metas a tu alcance que te satisfacen. Si te esfuerzas, seguro que podrás lograr una situación aún mejor que la que tienes ahora mismo.
El síndrome de Cronos puede ser un obstáculo muy serio para aquellas personas que se esfuerzan en cumplir sus metas. Sin embargo, con un poco de perseverancia es posible derrotar a este miedo. Si te has sentido identificado con lo que has leído, ponte manos a la obra.

Por Alejandro Rodríguez
 
Demasiada espontaneidad

Naturales sí, pero también nobles y empáticos. Bajo la frase “yo soy así” no cabe todo. Debemos mostrarnos auténticos, pero teniendo en cuenta a los demás.

Existe un malentendido cuando nos referimos a la espontaneidad como acto de sinceridad o autenticidad. También lo espontáneo puede ser reactivo, desmesurado e irrespetuoso. Algunos ejemplos pueden contextualizar la idea de que lo espontáneo no es igual a lo auténtico. Hay quienes suelen jactarse de decirles a los demás a la cara lo que opinan. Se vanaglorian de no tener inconveniente alguno en soltar sus juicios, como quien arroja presuntas verdades sin atender al contexto, el momento y la relación que mantienen con el otro. Lo sueltan y se quedan tan anchos. Preguntas: “¿Acaso tuviste en cuenta a la otra persona?”. Y responden: “Me da igual…, yo soy así…, digo lo que siento”.

Hay otros ejemplos más cotidianos: aquellas personas que hacen la broma en el momento inoportuno; las que insisten cuando se les dice basta; las que hablan sin dejar hablar; las que gesticulan histriónicamente y no mesuran los prejuicios de sus muecas; las que ríen o se enfadan fuera de tono; las que vuelven a preguntar lo que ya se les dijo; las que quieren discutir en medio de un restaurante; las que no les importa que les oiga todo el mundo; las que no pueden esperar; las que precipitan besos y abrazos embarazosos. En general, todas aquellas personas que sufren la maldita impulsividad. No saben, o no quieren, aprender a gestionarla.

Lejos de tales extremos, algunos individuos espontáneos gozan del valor añadido de la nobleza. Son tal cual, sin engaños, ni medias tintas, ni filtros interesados. Son lo que son, un espejo de su alma. Por eso gustan y son queridos, aunque suelen aborrecer de sí mismos. Esa excesiva franca naturalidad les acaba metiendo en todo tipo de malentendidos, que les obliga a justificarse muy a menudo. Van tan de cara que son los primeros en recibir las tortas.

Nadie que confía en sí envidia la virtud del otro”

Cicerón

Lo curioso del fenómeno es que estas personas creen que cuanto más “naturales”, más auténticas y más sinceras. Añádase, incluso, que la espontaneidad puede ser un aspecto visible del bien, de ser alguien bueno, por no tener filtro alguno, con lo cual no importa el arrebato, sino la honestidad del mismo. No importa ser un salvaje si se entiende como un ser auténtico. Si en un extremo lo protocolario aparenta rigidez y fingimiento, en el otro se encuentra la arrogancia de lo espontáneo como signo de naturalidad, cosa que ahora se lleva mucho. Cuanta más exhibición de lo propio, más autenticidad. Solo que tiene que ser a costa de los demás, que, pacientes, soportan la supuesta honrosa virtud de lo que por encima de todo es así porque lo es y no puede ser de otra manera.

Recuerdo al que fuera mi maestro Oriol Pujol Borotau, un exjesuita residente en India, que solía hablar de las dos columnas de la confianza y la seguridad personal. La primera es darse a conocer tal como uno es. Decir abiertamente lo que se piensa, lo que se siente, mostrarse auténtico.

Sin embargo, la segunda columna consiste en tener en cuenta a los demás. ¿Son personas dignas de confianza? ¿Quieren escucharnos? ¿Es prudente decir lo que queremos decir en este momento? ¿Atendemos al momento por el que pasa la relación? ¿Estamos atrapados en sentimientos que pueden malherir al otro? ¿Muestran interés por lo que podamos decir?

Todas las pasiones son buenas mientras uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan”

Rousseau

Cuando se es muy capaz de sostener la primera columna, pero poco o nada la segunda, el edificio de la seguridad se derrumba, actuamos impulsivamente. No ganamos en confianza, sino que la perdemos. Mostramos una espontaneidad que roza la reactividad. No se trata de morderse la lengua, sino de saber encontrar el momento oportuno o, por lo menos, ser capaces de pedir permiso al otro y gestionar juntos la situación. Ahí es donde se pone en juego la seguridad. El que confía “responde”. El inseguro “reacciona”.

La pura espontaneidad pertenece a la niñez. Los estadios infantiles son particularmente espontáneos tanto para dar muestras positivas (proactividad) como desafiantes y negativistas, véanse las clásicas rabietas (reactividad). Se supone así que los procesos de educación, aprendizaje y maduración conllevan la capacidad de dominar la impulsividad, es decir, procurar comportamientos proactivos, ser capaces de negociar y expresar el desacuerdo e incluso el enfado de forma asertiva, sin reactividad. Mostrarse indignado, por ejemplo, no tiene por qué significar mostrarse agresivo. No hay que confundir firmeza con atropello.

No obstante, todo cae en saco roto si, además de no haber madurado lo suficiente, se convive en una cultura que aplaude a las personas arrojadas, pasionales o impúdicas, mientras se menosprecia a las cívicas, templadas o asertivas. Esas resultan “estiradas”; les falta sangre en las venas, son “carcas” o aburridas. Para colmo, todo queda justificado por nuestros orígenes sureños o latinos, por ser de sangre “caliente”. Rasgos o vestigios de unos tiempos en los que lo honroso se asociaba con la capacidad de “marcar paquete”.

Otro ejemplo de los nuevos usos de la espontaneidad son los correos electrónicos y, sobre todo, los mensajes vía Twitter. Asistimos atónitos a la capacidad de soltar sandeces, primeras impresiones, prejuicios de género, racistas o intolerantes, sin mediar un mínimo razonamiento de los efectos que pueden causar una palabras que, por mucho que se borren posteriormente, son la llama que ya no puede evitar la devastación emocional de personas muchas veces –incluso la mayoría de ellas– inocentes. De nuevo la impulsividad se convierte en gobernadora de conciencias atrapadas bajo la incontinencia de pulsiones básicas.

La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo”

Montaigne

Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿Qué valdría la vida?, decía Jacinto Benavente. En efecto, a menudo desearíamos soltar amarras y vivir espontáneamente. Sin filtros, sin miedos, sin vergüenza, sin tener en cuenta nada ni a nadie. Como dice el dramaturgo, alguna vez…, pero no a todas horas. Otro ilustre de mi oficio, Carl Jung, sostenía que el hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca. Por ahí se puede entrever cómo la espontaneidad, a menudo, es la presencia de nuestra niñez en sus múltiples manifestaciones tanto proactivas como reactivas. Y nadie supera en deseo a los niños.

Sin embargo, pretendemos conquistar la mayor libertad interior posible. Somos seres para la libertad, solo que caemos en el espejismo de una libertad que lo deja de ser condicionada por sus propios deseos. No hay libertad sin responsabilidad. No hay responsabilidad sin compromiso. Y el primer compromiso hacia nosotros mismos es hacernos auténticos, que no es lo mismo que naturales. Algunas personas han logrado un aire disfrazadamente natural a costa de perder su autenticidad.

Ser auténtico es ser uno mismo, desde su sinceridad interior. No precisar del fingimiento, ni de la mentira, ni de la manipulación, ni de la instrumentalización de los demás. Cierto que siempre hay cierta máscara o papel. Cierto que no se va por la vida a corazón abierto. No obstante, a veces hay que quitarse la coraza y mostrarse tal como se es. Ser auténtico es ser confiable. Es la espontaneidad del que no tiene nada que ocultar ni nada de lo que defenderse. Es hacerse cargo, responsablemente, de las consecuencias de las franquezas propias. No es que no deban existir. Es simplemente responder con confianza ante ellas. Esa es la nobleza.

No hay tarea tan comprometida como conquistarse a uno mismo. El primer paso podría consistir en aprender a gestionar una desmedida espontaneidad. De no ser así, se acaba viviendo en una esclavitud sin fin. Mejor vivir en una espontánea felicidad fruto de abrazar con libertad nuestro espacio interior.

Por Xavier Guix

 
Anatomía de la Autoestima


Desde un punto de vista emocional, todo lo que una persona no se da a sí misma lo busca en su relación con los demás: afecto, confianza, reconocimiento… La independencia pasa por aprender a autoabastecerse.


Es hora de reconocerlo: por lo general somos una sociedad de "eruditos racionales" y "analfabetos emocionales". No nos han enseñado a expresar con palabras el torbellino de emociones, sentimientos y estados de ánimo que deambulan por nuestro interior. Y esta ignorancia nos lleva a marginar lo que nos ocurre por dentro, sufriendo sus consecuencias.


"Los demás no nos dan ni nos quitan nada. Tan sólo son espejos que nos muestran lo que tenemos y lo que nos falta"


Debido a nuestra falta de conocimiento y entrenamiento en inteligencia emocional, solemos reaccionar o reprimirnos instintivamente cada vez que nos enfrentamos a la adversidad. Apenas nos damos espacio para comprender lo que ha sucedido y de qué manera podemos canalizar de forma constructiva lo que sentimos. De ahí que nos convirtamos en víctimas y verdugos de nuestro dolor, el cual intensificamos al volver a pensar en lo sucedido. En eso consiste vivir inconscientemente: en no darnos cuenta de que somos cocreadores de nuestro sufrimiento.


Por el camino, las heridas provocadas por esta guerra interna nos dejan un poso de miedos, angustias y carencias. Y la experiencia del malestar facilita que nos creamos una de las grandes mentiras que preconiza este sistema: que nuestro bienestar y nuestra felicidad dependen de algo externo, como el dinero, el poder, la belleza, la fama, el éxito, el s*x*...


ROTOS POR DENTRO


"Sólo si me siento valioso porser como soy puedo aceptarme, puedo ser auténtico" (Jorge Bucay)


Bajo el embrujo de esta falsa creencia y de forma inconsciente, vivimos como si trabajar en pos de lo de fuera fuese más importante que cuidar y atender lo de dentro. Priorizamos el "cómo nos ven" al "cómo nos sentimos". Y no sólo eso. Este condicionamiento también nos mueve a utilizar mucho de lo que decimos y hacemos para que los demás nos conozcan, nos comprendan, nos acepten y nos quieran. Así es como esperamos recuperar nuestra estabilidad emocional.


Pero la realidad demuestra que siguiendo esta estrategia no solemos conseguirla, y que en el empeño terminamos por olvidarnos de nosotros mismos. Por eso sufrimos. Al ir por la vida rotos por dentro, nos volvemos más vulnerables frente a nuestras circunstancias y mucho más influenciables por nuestro entorno familiar, social y profesional. Lo que piensen los demás empieza a ser más importante que lo que pensamos nosotros mismos.


Al seguir desnudos por dentro, poco a poco nos vestimos con las creencias y los valores de la mayoría, y empezamos a pensar y a actuar según las reglas, normas y convenciones que nos han sido impuestas. A través de este "pensamiento único" es como se consolida el statu quo establecido por el sistema.


LA CARENCIA COMÚN ES INVISIBLE


"Uno es lo que ama, no lo que le aman" (Charlie Kaufman)


A veces nos mostramos arrogantes y prepotentes al interactuar con otras personas, creyendo que esta actitud es un síntoma de seguridad en nosotros mismos. En cambio, cuando nos infravaloramos o nos despreciamos, pensamos justamente lo contrario. Sin embargo, estas dos conductas opuestas representan las dos caras de una misma moneda: falta de autoestima. Es nuestra carencia común. Y a pesar de ser devastadora es prácticamente invisible.


¿Qué es entonces la autoestima? Podría definirse como "la manera en la que nos valoramos a nosotros mismos". Y no se trata de sobre o subestimarnos. La verdadera autoestima nace al vernos y aceptarnos tal como somos.


La falta de autoestima tiene graves consecuencias, tanto en nuestra forma de interpretar y comprender el mundo como en nuestra manera de ser y de relacionarnos con los demás. Al mirar tanto hacia fuera, nos sentimos impotentes, ansiosos e inseguros, y nos dejamos vencer por el miedo y corromper por la insatisfacción. También discutimos y peleamos más a menudo, lo que nos condena a la esclavitud de la soledad o la ira. Y dado que seguimos fingiendo lo que no somos y reprimiendo lo que sentimos, corremos el riesgo de ser devorados por la tristeza y consumidos por la depresión.


COMPENSACIÓN EMOCIONAL


"Si no lo encuentras dentro de ti, ¿dónde lo encontrarás?" (Alan Watts)


De tanto mirar hacia fuera, nuestras diferentes motivaciones se van centrando en un mismo objetivo: conseguir que la realidad se adapte a nuestros deseos y expectativas egocéntricos. Así es como pretendemos conquistar algún día la felicidad. Sin embargo, dado que no solemos saciar estas falsas necesidades, enseguida interpretamos el papel de víctima, convirtiendo nuestra existencia en una frustración constante.


Expertos en el campo de la psicología de la personalidad afirman que este egocentrismo -que se origina en nuestra más tierna infancia- condiciona nuestro pensamiento, nuestra actitud y nuestra conducta, formando lentamente nuestra personalidad. Así, la falta de autoestima obliga a muchas personas a compensarse emocionalmente, mostrándose orgullosas y soberbias.


Al negar sus propias necesidades y perseguir las de los demás, son las últimas en pedir ayuda y las primeras en ofrecerla. Aunque no suelan escucharse a sí mismas, se ven legitimadas para atosigar y dar consejos sin que se los pidan. De ahí que suelan crear rechazo y se vean acorraladas por su mayor enemigo: la soledad.


En otros casos, esta carencia fuerza a algunas personas a proyectar una imagen de triunfo en todo momento, incluso cuando se sienten derrotadas. Cegadas por el afán de deslumbrar para ser reconocidas y admiradas, se vuelven adictas al trabajo, relegando su vida emocional a un segundo plano. La vanidad las condena a esconderse bajo una máscara de lujo y a refugiarse en una jaula de oro. Pero tras estas falsas apariencias padecen un profundo sentimiento de vacío y fracaso.


La ausencia de autoestima también provoca que algunas personas no se acepten a sí mismas, y se construyan una identidad diferente y especial para reafirmar su propia individualidad. No soportan ser consideradas vulgares y huyen de la normalidad. Y suelen crear un mundo de drama y fantasía que termina por envolverles en un aura de incomprensión, desequilibrio y melancolía. Y al compararse con otras personas, suelen sentir envidia por creer que los demás poseen algo esencial que a ellas les falta.


El denominador común de esta carencia es que nos hace caer en el error de buscar en los demás el cariño, el reconocimiento y la aceptación que no nos damos a nosotros mismos. La paradoja es que se trata precisamente de hacer lo contrario. Sólo nosotros podemos nutrirnos con eso que verdaderamente necesitamos.


LO QUE PIENSAN LOS DEMÁS


"Cada vez que se encuentre usted en el lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar" (Mark Twain)


Cuenta una parábola que un hombre y su mujer salieron de viaje con su hijo de 12 años, que iba montado sobre un burro. Al pasar por el primer pueblo, la gente comentó: "Mirad ese chico tan maleducado: monta sobre el burro mientras los pobres padres van caminando." Entonces, la mujer le dijo a su esposo: "No permitamos que la gente hable mal del niño. Es mejor que subas tú al burro".


Al llegar al segundo pueblo, la gente murmuró: "Qué sinvergüenza, deja que la criatura y la pobre mujer tiren del burro, mientras él va cómodo encima". Entonces tomaron la decisión de subirla a ella en el burro mientras padre e hijo tiraban de las riendas. Al pasar por el tercer pueblo, la gente exclamó: "¡Pobre hombre! ¡Después de trabajar todo el día, debe llevar a la mujer sobre el burro! ¡Y pobre hijo! ¡Qué será lo que les espera con esa madre!".


Entonces se pusieron de acuerdo y decidieron subir al burro los tres y continuar su viaje. Al llegar a otro pueblo, la gente dijo: "¡Mirad qué familia, son más bestias que el burro que los lleva! ¡Van a partirle la columna al pobre animal!". Al escuchar esto, decidieron bajarse los tres y caminar junto al burro. Pero al pasar por el pueblo siguiente la gente les volvió a increpar: "¡Mirad a esos tres idiotas: caminan cuando tienen un burro que podría llevarlos!".


EL ÉXITO MÁS ALLÁ DEL ÉXITO


"Este gozo que siento no me lo ha dado el mundo y, por tanto, el mundo no puede arrebatármelo" (Shirley Caesar)


Los demás no nos dan ni nos quitan nada. Y nunca lo han hecho. Tan sólo son espejos que nos muestran lo que tenemos y lo que nos falta. Ya lo dijo el filósofo Aldous Huxley: "La experiencia no es lo que nos pasa, sino la interpretación que hacemos de lo que nos pasa". Lo único que necesitamos para gozar de una vida emocional sana y equilibrada es cultivar una visión más objetiva de nosotros mismos. Sólo así podremos comprendernos, aceptarnos y valorarnos tal como somos. Y lo mismo con los demás.


El secreto es dedicar más tiempo y energía a liderar nuestro diálogo interno. Hemos de vigilar lo que nos decimos y cómo nos tratamos, así como lo que les decimos a los demás y cómo los tratamos.


La verdadera autoestima es sinónimo de humildad y libertad. Es el colchón emocional sobre el que construimos nuestro bienestar interno. Y actúa como un escudo protector que nos permite preservar nuestra paz y nuestro equilibrio independientemente de cuáles sean nuestras circunstancias. Los filósofos contemporáneos lo llaman "conseguir el éxito más allá del éxito". Dicen que cuando una persona es verdaderamente feliz, no desea nada. Tan sólo sirve, escucha, ofrece y ama.


Podemos seguir sufriendo por lo que no nos dan la vida y los demás, o podemos empezar a atendernos y abastecernos a nosotros mismos. Es una decisión personal. Y lo queramos o no ver, la tomamos cada día.

Desde un punto de vista emocional, todo lo que una persona no se da a sí misma lo busca en su relación con los demás: afecto, confianza, reconocimiento… La independencia pasa por aprender a autoabastecerse.

Por Borja Vilaseca
 
¿Usted se quiere a sí mismo?


Tener autoestima es básico para disfrutar de una buena salud mental. Pero no siempre es fácil. Se trata de una continua lucha que hay que aprender a gestionar durante toda la vida.

ivimos en la era era del selfie y la exhibición urbi et orbi. El narcisismo, la egolatría, las relaciones volátiles, el histrionismo o el apego tóxico son los grandes temas de la psicología y la filosofía de esta época. Estos comportamientos son síntomas de una de las grandes carencias de las personas en nuestro tiempo: la falta de autoestima. Quererse a uno mismo es la base de nuestro bienestar mental y la única vía para tener una buena relación con los demás.

Se ha escrito mucho sobre este asunto, pero, realmente, ¿qué es eso de quererse a uno mismo? Para uno de los mayores expertos en este asunto, el profesor de psicología Chris Mruk, la autoestima es la “evaluación que efectúa y mantiene comúnmente un individuo con referencia a sí mismo, y expresa una actitud de aprobación o desaprobación”. Un elemento indispensable para disfrutar de buena salud mental, una vida plena y unas relaciones saludables con los demás. No en vano, el filósofo Fernando Savater, autor de La ética como amor propio, sostiene que la ética es “una forma ilustrada de amarse a sí mismo; la persona moral es un egoísta bien informado, que sabe lo que le conviene y que lo busca”. Pero, en la práctica, ¿cómo se hace eso de quererse?




Piense, primero, qué significa querer a alguien… Bueno, existen muchos afectos perversos con nuestros semejantes, así que, para acertar de pleno, hagamos un experimento mejor: olvide las grandes palabras escritas sobre el amor a uno mismo y piense en su mascota o en alguien que ame a su mascota. ¿Qué signos demuestran que esa persona, o usted mismo si es el caso, ama a su animalito? Está claro que mantiene al animal bien alimentado y aseado; que cepilla su pelo y le compra un bonito collar para pasearlo orgulloso por la calle. Seguro que no permite que otro ejemplar de la calle lo moleste. A menudo juega con él, le dice cosas bonitas y lo acaricia; le parece guapo, tenga la edad, el color o el pelaje que tenga.

Lo mantiene a salvo de personas que puedan dañarlo; procura que se relacione con otras mascotas y que no pase demasiado tiempo solo en casa. Valora su esfuerzo, pericia, y lo aplaude cuando consigue algo. También lo reprende con severidad y cariño cuando no se porta bien. Conoce sus limitaciones y sus cualidades. Quizás su mascota no sea el perrito ideal que esperaba, pero usted lo respeta como es. Le gusta su compañía; en definitiva, lo quiere. Ahora piense en cuáles de estos sencillos gestos se permite consigo mismo. ¿Se acepta como es, con sus limitaciones y defectos? ¿Valora sus cualidades y reconoce sus esfuerzos? ¿Aplaude sus logros? ¿Es indulgente consigo mismo? ¿Sale con frecuencia a disfrutar de la naturaleza? ¿Se alimenta bien? ¿Se pregunta qué le gusta? ¿Se permite sentir y expresar tristeza o disgusto aunque pueda incomodar a otros? ¿Es capaz de proteger sus sentimientos y necesidades poniendo límites a los demás? ¿Mantiene su cuerpo activo? ¿Se escucha a sí mismo, sabe cuáles son sus deseos? ¿Disfruta de su propia compañía? ¿Cultiva las amistades? ¿Se protege de las personas que le hacen daño? ¿Se dice cosas bonitas? ¿Se acaricia? ¿Se ve guapo, atractivo, interesante o resultón?


El amor a uno mismo, como todos los amores, hay que cultivarlo. Y a veces cuesta hacerlo. No es un flechazo a primera vista ni sale solo, sobre todo si tenemos que superar algunos obstáculos. A lo largo de nuestra vida nos vemos reflejados en la mirada de los otros. Y puede que ese espejo nos haya devuelto una imagen fea, sesgada, crítica. Así nos hemos visto porque así nos han reflejado. Nos han etiquetado y no conocemos nuestra cara si no por ese espejo al que nos hemos amoldado. Cuando un niño no recibe amor, cree que no lo merece. No imagina que sus padres o cuidadores, esos que según le dicen son buenos por definición, no sepan amarle. Quizás le exigieron demasiado, o le dieron una educación castradora donde no encajaba su manera de ser.


Piense en el amor que siente por
su mascota. Enumere los mimos que le dedica al animal. Quizá descubra que cuida mejor del perro que de sí mismo


Puede que, por el contrario, tuviera unos progenitores consentidores y aduladores, que solo aceptaban una imagen idealizada y perfecta de su hijo, con el consiguiente temor del pequeño a defraudar si se mostraba tal y como es: imperfecto, como en realidad lo somos todos. A esas edades piensas que si no te quieren es porque no mereces ser amado. Ni siquiera por ti.Los adultos ya no podemos reparar esas fallas que minaron nuestra autoestima porque no hay manera de volver al pasado ni cambiar los sentimientos de los otros. Pero sí está en nuestra mano saber modular esos sentimientos. Como decía el poeta egipcio Constantino Cavafis: “No hay barco que te arranque de ti mismo”. En la vida podemos mudar de pareja, de amigos, de compañeros, de país…, pero no hay manera de escapar de nosotros. Somos libres de maltratarnos y también de amarnos. Solo si nos aceptamos y nos queremos como somos, además de libres, podremos ser nosotros mismos.

Por Inmaculada Ruiz
 
¿Puede la autoestima convertirme en un perfecto
inútil?

¿Es la autocomplacencia veneno para el progreso? ¿El amor propio puede ser un estorbo para desempeñar un trabajo?

Ni la inteligencia, ni el dinero, ni la belleza. Ni siquiera el trabajo. La clave del éxito es un extraño cóctel de tres características: sentimiento de superioridad, inseguridad con respecto a la propia valía o lugar en la sociedad, y autocontrol. Eso defienden Amy Chua y Jed Rubenfeld en su polémico libro The triple package (Penguin), una mezcla de estudio sociológico y libro de autoayuda que pretende reconducir a Estados Unidos, y al lector, de nuevo a la vía hacia la gloria.

El ego excesivo lleva a una percepción errónea de uno mismo, y por lo tanto uno es menos capaz de percibir sus fallos y solucionarlos

Ramón Samsó, coach empresarial especializado en talleres sobre la relación entre éxito profesional y desarrollo personal

Polémico, porque su interpretación depor qué algunas culturas tienen éxito en USA y otras no tanto ha sido tachado de racista por The New York Times, The Washington Post y Forbes entre otros. Las divisiones culturales incluidas en el título van desde la nacionalidad (cubanos, chinos) hasta la religión (mormones, judíos), y se establece la superioridad de unas sobre otras. Pero también porque, si bien pocos dudan de que el autocontrol (entendido, en versión calvinista, como habilidad para no sucumbir a la tentación y soportar el arduo camino hacia la cima) es un buen atributo en esas lides, la confusa combinación de percepción de superioridad e inseguridad no parece tan sana. ¿Puede llevar la autoestima a la autocomplacencia, y esta a dejar de buscar el progreso? ¿El amor propio puede ser un estorbo para desempeñar adecuadamente un trabajo? ¿Es, como aseguran los autores, un mal de la sociedad occidental?

Los trabajadores sin autoestima son manejables, suelen tender a obedecer órdenes, a tener más en cuenta la percepción que sobre ellos tiene la empresa que la suya propia. Hay que huir de este tipo de dinámicas tóxicas

Borja Vilaseca, autor de 'Qué harías si no tuvieras miedo'

La tesis de los autores se resume en que “los grupos [culturales] mas exitosos de Estados Unidos tienden a sentirse inseguros, poco integrados y que deben probar su valía”, por oposición a la idea de que la autoaceptación es la base de la felicidad, propia, según los autores, de “los principios liberales post-1960”. No es la primera vez que Chua arremete contra la autocomplacencia. Su anterior libro, the battle hymn of the tiger mother, defendía la dura educación que, supuestamente, dan las madres chinas a sus hijos, y que explicaría el éxito de los migrantes de esta procedencia, que supone el 19% de los alumnos de Harvard aunque solo sean el 5% de los escolarizados en educación secundaria. En ella, la autora (profesora de Derecho en Yale) afirmaba que “las únicas actividades que se le deben permitir a un niño son aquellas en las que pueda, eventualmente, conseguir una medalla... Y esa medalla debe ser de oro”. El libro provocó gran controversia (varios autores de procedencia china incluso desmintieron que este tipo de crianza fuera habitual), pero, tras su publicación, Amy Chua fue incluida en la lista de las 100 personas más influyentes de la revista Time.

La autoeficencia tiene que ver con la convicción de que seré capaz de hacer algo bien en el futuro

Marisa Salanova, psicóloga y experta en crear ambientes de trabajo saludables

El hombre exitoso se sabe apreciar a sí mismo

“Es cierto que el ego excesivo lleva a una percepción errónea de uno mismo, y por lo tanto uno es menos capaz de percibir sus fallos y solucionarlos”, reconoce Raimón Samsó, coach empresarial especializado en talleres sobre la relación entre éxito profesional y desarrollo personal. Asegura que es un rasgo común en los grupos con los que trabaja: “Me encuentro con personas que no saben quiénes son. Tratan de paliarlo con el ego, y acaban siendo demasiado complacientes consigo mismos”. Para él, una de las claves para triunfar profesionalmente es “un equilibrio entre ambición y humildad”: “Alguien exitoso es alguien con una autoestima (una apreciación de sí mismo) acertada, que sabe en qué es bueno y cuáles son sus defectos”.

La ¿verdadera? clave del éxito
El debate sobre The Triple Package en la prensa estadounidense es un extraño regreso al pasado. Como indica Colin Woodard en The Washington Post, las ideas de Chua y Tubenfeld no son precisamente innovadoras. Max Weber ya desarrollaba algo similar en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, una serie de ensayos que, a principios del siglo XX, trataban de establecer una relación entre la cultura protestante y el desarrollo del sistema capitalista. La respuesta de los críticos ha sido similar a una de las principales objeciones a aquel trabajo: ¿No tendrá algo que ver el dinero en todo esto?

El escritor Khanh Ho en el Huffington Post y Daria Roithmayr en Slate plantean la misma idea, el “desigual punto de partida al que los inmigrantes se enfrentan cuando llegan a Estadous Unidos: Este punto de vista determina la legitimidad de un argumento en el que el éxito está medido en dólares. Después de todo, ¿y si solo llegaste con un montón más de dinero?”.

Para estos autores, lo que distingue a los ocho grupos privilegiados que Chua y Rubenfeld consideran exitosos (cubanos, asiáticos, indios, judíos, libaneses, mormones, nigerianos y persas) es su historia. Los primeros mormones, señalan, tenían suficiente dinero para comprar terrenos, cuando no se los robaron a los nativos. Los primeros cubanos que llegaron desde la isla antes de la revolución, lo hicieron con grandes colecciones de arte, fondos de inversón y jugosos contactos. Los que llegaron después tuvieron ayudas del Gobierno estadounidense por valor de 957 millones de dólares. Los nigerianos llegan al país solo con visados de estudios que se les deniega si no llegan a ciertos estándares, lo que explica que se esfuercen especialmente en cumplirlos. Y los migrantes de origen asiático de los que hablan vienen de las clases altas. Los que no (como gran parte de la primera ola de chinos), son devueltos a su país.

En palabras de Ho: “Si has heredado tu estátus, privilegio, contactos y todo lo que eso te ha dado es un trabajo bien pagado, ¿refleja eso tu superioridad innata? ¿O ese llamado éxito es solo la conclusión lógica del hecho de que empezaste mejor que el resto?”.

Otros expertos, sin embargo, se cuestionan qué idea de éxito subyace tras este tipo de teorías. Chua y Rubenfeld (por cierto, matrimonio y procedentes del prestigioso y elitista sistema del Ivy League estadounidense, que comprende las ocho universidades supuestamente mejores y decididamente más caras) tratan de medirlo con listas de ejecutivos o políticos pertenecientes a un grupo cultural u otro, con estudios de ingresos per cápita o, incluso, con la lista de ganadores de los Premios Tony, en la que los judíos están sobrerrepresentados. “Pero tenemos que plantearnos de qué tipo de éxito estamos hablando, y para quién”, señala Borja Vilaseca, director del Máster en Desarrollo Personal y Liderazgo de la Universidad de Barcelona y autor de Qué harías si no tuvieras miedo (Debolsillo). “Los trabajadores sin autoestima son manejables, suelen tender a obedecer órdenes, a tener más en cuenta la percepción que sobre ellos tiene la empresa que la suya propia”, opina. Para él, esto solo es valido dentro de un modelo empresarial “industrial” más interesado en empleados “que no cometen errores” que en trabajadores creativos. “Hay que huir de este tipo de dinámicas tóxicas”, asegura.

Una persona feliz es una persona productiva

Hace décadas que la psicología estudia los efectos de una baja autoestima en el ambiente laboral sobre la salud mental. En 1980, un estudio reconocía ya que la “escasa valoración profesional” era una de las principales causas del síndrome de estar quemado, una enfermedad laboral que lleva al trabajador a la apatía, desmotivación, la desconexión de su entorno y depresión. Esta enfermedad se da especialmente en los sectores como el sanitario (entorno en el que se han desarrollado la mayor parte de la literatura sobre el tema) o el docente, donde la carga laboral y la responsabilidad es alta, y la actuación de los superiores es decisiva. Según otro estudio de 2007, el 15% de los profesionales de la salud españoles padecían esta enfermedad ligada al estrés.

Para evitar este mal, Marisa Salanova, psicóloga y experta en crear ambientes de trabajo saludables, defiende que la productividad tiene que ver con la confianza. Primero, en uno mismo: “La autoeficencia tiene que ver con la convicción de que seré capaz de hacer algo bien en el futuro”. Pero también por parte de los superiores. Ella trata de propiciar que las empresas incorporen en España programas de bienestar psicológico. No solo por el bien de los empleados, sino por el de la organización: “Las que invierten en prácticas saludables (estrategias de motivación, conciliación, etc), un año después tienen un retorno mayor de la inversión”.

Por Clara Morales
 
La decepción forma parte de la vida



Muchas veces cuando nos decepcionamos tendemos a no encajarlo bien… “Todo me pasa a mi”, “yo no me esperaba esto”, “yo es que tengo muy mala suerte”. La decepción es un sentimiento difícil de gestionar.


Parece como si las cosas malas solo nos sucedieran a nosotros, incluida la decepción, uno de los sentimientos humanos que más nos hieren el alma. Sin embargo, si nos tomáramos la decepción como algo que forma parte de la mochila de la vida, encajaríamos estos reveses mucho mejor.




Que un amigo, que una pareja, que un familiar te decepcione de diferentes formas, criticándote a tus espaldas, olvidándote de un día para otro, etc. en definitiva, que te fallen como no creías que pasaría nunca, tienes que aprender a encajarlo.


Esos manotazos todo el mundo los recibe, no solo tú. Te decepcionarán, tú también decepcionarás… forma parte del juego de la vida. ¿Por qué no aprendemos a jugar?

La decepción forma parte de la vida de todos nosotros

¿Cuántas veces has estado sentado en un bar y has escuchado entre amigos una inagotable conversación sobre “Es que es lo que no parece…”, “Yo no me lo esperaba…” y bla bla bla… sin parar?




Ese tipo de conversaciones muchas veces sirven para desahogarnos, sí, pero otras tantas veces para “achicharrarnos”. Repetir incansablemente nuestra decepción y lo mal que se ha comportado con nosotros esa persona, no nos vale nada más que para “quemarnos”.


Si alguien nos ha decepcionado, nos la ha jugado… coméntalo pero no te martirices. No vuelvas a darle vueltas y más vueltas como si fueras un ratoncillo en una rueda, que anda sobre sus propios pasos sin llegar a ningún lado.


Todos tenemos sentimientos de tristeza, ira, desconsuelo ante las decepciones pero sobredimensionarlos, es lo malo. ¿Cómo podemos acabar con ese hábito feo?




¿Cómo podemos acabar con este hábito?

Decepcionarnos forma parte de la vida. Quizás la clave esté en saber encajar la decepción cuando nos toque a nosotros y no anclarnos en ella… A continuación, te ofrecemos algunos consejos para que la carga negativa de la decepción no se haga con tu día a día…


  • No sobredimensiones el tema. De acuerdo, te han decepcionado, pero ya está. Si sigues hablando y pensando en ello, la bola cada vez se va haciendo más grande y más grande.
  • Ocupa tu mente con otras cosas. Deja de pensar en lo mismo. Ocupa tu mente con otras cosas. Dedica tiempo a tus aficiones, a tus quehaceres… deja ese monólogo interior tan dañino para ti.
  • Comenta para desahogarte, pero luego cierra el tema cuanto antes. Es bueno que te desahogues, que le cuentes a esa persona que tan bien te comprende que te pasa, pero no sigas contando lo mismo una y otra vez.
  • Mira también las cosas buenas que te suceden. ¿No te estás dando cuenta de que estás más pendiente de tu decepción y que ni si quiera te paras a ver las cosas buenas que te suceden?
  • No olvides que siempre hay personas buenas. Te la han jugado bien, de acuerdo, pero no te vengas abajo, recuerda que siempre hay personas buenas y que quizás te han hecho un favor para que te des cuenta que el mundo no empieza y acaba en esa persona. Hay mil personas y mil cosas buenas esperándote.
  • No seas tan inquisidor, recuerda que tú también te equivocas. ¿Acaso solo los demás se equivocan? Nadie somos perfectos. Ni los demás ni tú. Así es que aprende a perdonar y a perdonarte.
Tristeza y melancolía no las quiero en casa mía”

-Santa Teresa de Jesús-


Aprende a cultivar el equilibrio emocional y no te dejes abatir tan fácilmente. Instalarnos en la negatividad de bien poco nos sirve… quizás nada más que para hacernos infelices…

Por Sofia Alcausa Hidalgo

 

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