Autoestima y otros temas de psicología

De tanto pasarlo mal, ahora solo disfruto de la vida



Llega un momento en nuestra vida en el que estamos cansados de dramas. De los nuestros, de los que nos hemos montado en nuestra cabeza y de los que nos rodean. Nos sentimos también cansados de evaluarnos, de revolcarnos en errores del pasado y de abrir heridas que nos hacen parecer masoquistas. La vida de tanto pasarlo mal no hace detenernos para reflexionar sobre cómo la estamos experimentando.

Hay gente que siempre sabe equilibrar y no convierte su vida en un valle de lágrimas. Otros, sin embargo, hemos recorrido infinidad de veces ese valle de lágrimas, nos sabemos en qué consiste a la perfección.


“Hay que tener fe en uno mismo. Ahí reside el secreto. Aún cuando estaba en el orfanato y recorría las calles buscando qué comer para vivir, incluso entonces, me consideraba el actor más grande del mundo. Sin la absoluta confianza en sí mismo, uno está destinado al fracaso. La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos”
-Charles Chaplin-

Pero de repente, en algunas personas aparece un hartazgo, una pereza profunda a seguir la misma ruta de emociones demasiado fuertes, puede ser que ya simplemente no podemos más, o que hemos aprendido que no sirve para nada.

Nuestra energía se nos va.

Así que si te encuentras en ese punto, no estés inquieto por esta nueva sensación en ti. Cuando la vida te arrebata esa energía que tenías es que estás preparado para iniciar una nueva etapa. Una que será esplendorosa y que te brindará muchas cosas positivas.

Estás preparado para una nueva etapa, que será esplendorosa
Si no te llama, o no te escribe, no pensarás qué hay en ti que marcha mal.Pensarás que esa persona, no era para ti, y seguirás adelante con una nueva y maravillosa indiferencia

Cuando la vida te indica que estás prepara para una nueva etapa, será entonces cuando te des cuenta de que actúas no para que los demás te aprueben, sino porque realmente es lo que te apetece. Así, empezarás a pensar menos, a preocuparte menos y a sentir mucho más.

También, comenzarás a apreciar los pequeños placeres de la vida. Esos, a los que en ocasiones no les brindas la atención debida. Cerrarás etapas con portazos y llaves, y comprenderás que pensar en ti, atenderte y velar por tu bienestar no te señala como alguien egoísta.

Pero, además de todo esto, dejarás de compararte con los demás. Comprenderás que tú misma eres el espejo donde mirarte para corregir y mejorar. Tú serás la referencia para mejorar la vida que estás experimentando.

Agradecerás las críticas constructivas y aprenderás a hacerlas tú también. Serás lo suficientemente asertivo para no ir a fiestas que no te apetecen con gente que no te apetece. Porque quedar bien o mantener las apariencias no es, ahora mismo, lo tuyo.

Darás sin esperar recibir, pero aprenderás a saber donde está el límite de la generosidad y del interés. Dejarás de analizar comentarios y desprecios. Ese tiempo lo usarás en planificar cosas importantes. Mejorarás en todo lo que te has propuesto, porque sabrás que si no lo haces tú nadie lo hará por ti.

Serás consciente de que hacerte la víctima no sirve.Tomarás las riendas de tu vida y aceptarás estoicamente las derrotas. Son tuyas, no deberás dar explicaciones de ellas. Asimismo, pedirás ayuda solo cuando sepas que existe y a las personas que lo hacen de corazón.

Quizás pienses como has podido perder tanto tiempo en agradar a gente que en realidad no te importa, cómo te has podido dejar influenciar de una manera tan personal con ciertos comentarios. Pero durará pocos minutos, porque te darás cuenta de lo feliz que estás ahora

Ahora, sabes ya que pocos amigos dan la cama y la seguridad. Tener demasiados no es sinónimo de estar más acompañada. También sabes que tus valores se afianzan con cada paso que das y, sobre todo, sustituirás la pereza por la voluntad.

Utilizarás la tecnología para comunicarte, pero no serás una esclava de ella y las críticas destructivas serán leídas y archivadas sin causa. Aunque claro que vendrán problemas. Pero tu experiencia te ayudará a relativizarlos y solventarlos. Ya no te preocuparás más, actuarás más.

Puede ser que no hayas merecido tantas decepciones en tu vida, pero cae en la cuenta de que tanto dolor lo has transformado en madurez, calma y serenidad. Ahora, que estás feliz de conocerte y a los demás (aunque ya no te importe tanto) les resulta irresistible esta faceta tuya. Porque no hay nada más magnético que sentirte bien en tu piel y en tu mente.

“Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila”
-Ángeles Caso-

Por Cristina Roda Rivera

 
Mi círculo social es selecto, la honestidad es imprescindible



Que quieras que tu círculo de amigos o personas de tu más íntima confianza practiquen la honestidad y sean de fiar no te convierte en un "snob" o en una persona calculadora. Te convierte en alguien que sabe lo que quiere y por ello no quiere perder más tiempo valioso ni hacer perdérselo a los demás.

Quizás mantengas relaciones que rozan lo absurdo y las prolongues durante demasiado tiempo por la simple comodidad de no terminar con ellas. Quien nunca da, algún día terminará por cansar hasta al más paciente y quien da poco y lo da mal solo generará crispación.


Espera de los demás al menos la mitad de lo que tú haces por ellos, no por conveniencia sino por autoestima. Si es verdad que las relaciones no son matemáticas, tampoco son “asuntos paranormales”. Saber decir no al que nunca ha hecho nada para que le des un sí a los que de verdad lo merecen.

Seleccionar tu círculo es ser inteligente
A veces, poner límites a nuestra paciencia abre nuestra tolerancia hacia asuntos que SÍ se la merecen. Soportar durante días, meses y años a personas mentirosas, presuntuosas y que no parecen desearnos lo mejor, no parece una buena idea, ¿verdad?

Ya sabemos que siempre vamos a encontrarnos con personas que nos desagradan, pueden ser nuestros jefes o alguien de nuestra familia. Si se trata de uno de estos tipos de unión, será más complicado cortarla o alejarnos de ella. Pero ahora, no nos referimos a eso. Hablamos de aquellas personas que sí puedes apartar de tu vida, te producen malestar y ya no te compensa nada de lo que te ofrecen. Solo sigues con la relación por apariencia, miedo o falta de autoestima.

Tratar con personas que no nos aportan nada da como resultado relaciones marchitas.Es como regar flores con algo de lejía.Parece que las estás regando, pero en realidad las envenenas lentamente.

Una imagen diseñada para nuestras relaciones
A medida que crecemos, evolucionamos o cambiamos, la mayoría de las personas modifican la manera de enfocar las relaciones sociales, especialmente la cercanas. Si bien en la adolescencia y en la juventud nos gusta relacionarnos con gran número de personas, en la edad adulta solemos preferir la calidad a la cantidad, de ahí considerar a la honestidad como ingrediente imprescindible de nuestras relaciones. No tenemos tanto tiempo, nos divertimos menos y el tiempo que compartimos nos gusta pasarlo con personas que nos enriquezcan.

Si miramos a nuestro alrededor, veremos como existen ciertos agentes sociales que apuestan por la apariencia, la imagen o el marketing. Ya no solo de empresas, sino también de personas. Nos dicen que tenemos que crear una marca personal, que sea lo más apetecible posible para los demás. Tenemos que hacernos con un perfil impoluto en el que entra la parte laboral, pero también la personal. Una marca diseñada por y para parecer un producto competitivo, no para ser auténticos.


El “contacto” a través de Internet y las redes sociales nos sitúan en una posición complicada. Parece que debemos perpetuar el trato con personas con las que ya no compartimos nada. Todo eso favorece una hipocresía galopante en nuestras vidas que nos hace dedicar tiempo a quienes no nos apetece dedicar ya ni un segundo.

Lejos de señalar a las redes sociales como un elemento nocivo, pues en realidad es divertido y útil en muchas ocasiones, nos hacemos más conscientes de la importancia de ser sinceros con nosotros mismos y de la honestidad en nuestras relaciones. De la necesidad, libre de urgencia y falsedad que nos permita hacer de nuestro contexto más directo una fuente de buenas sensaciones y no de continuos agravios.

Una vez más hay que señalar que no queremos caer en un falso idealismo: se trata, simplemente, de instarnos, en la medida de los posible, a evitar aquello que ya no nos aporta nada y que ya incluso ha podido llegar a molestarnos y a hacernos sentir mal en determinadas ocasiones.

¿Qué es lo que buscas? Búscalo sin culpabilidad
Son muchas las personas con tendencia histriónica y narcisista que buscan rodearse de relaciones que les aporten fama, popularidad o contactos. De esta manera, las relaciones se desnaturalizan y se convierten en un medio, tan artificial como la tecnología, para conseguir otros propósitos.

Por otro lado, si bien este tipo de personas existen, la mayoría buscamos relaciones como fines en sí mismas y que tengan a la honestidad cómo hábito. En tal caso, podrían ser medios para que nuestro breve paso por el mundo se haga más agradable, pero nada más. Por ello, si buscas relaciones verdaderas, si de verdad es lo que quieres para ti, no pidas menos.

Si tenemos derecho a algo en esta vida es a intentar no hacernos daño a nosotros mismos. Esto pasa por alejar lo que ya no nos hace sentir bien.


Quizás tú también algún día dejaste de interesarle a alguien. Colmaste su paciencia, lo aburriste con tus conversaciones o tu mera presencia ya no era de su agrado. A pesar de todo, sigues aquí, pudiste soportarlo. Por ello, no dudes en tu empeño de rodearte de honestidad y sencillez en tus relaciones, aunque éstas pasen por momentos difíciles.

Por Cristina Roda Rivera

 
Cambiar tu vida: 5 pasos para reiniciarte y avanzar



Optar por el cambio no es una elección casual o un capricho. La mayoría de las veces, cuando hablamos de cambios importantes, hablamos de un acto de necesidad, de firme convicción y ante todo, de valentía. Porque en ocasiones no hay más opción que hacerlo, mudar la piel, arrancar raíces y buscar otros mapas para poder “ser”, para poder reiniciarnos y hallar ese equilibro entre necesidades y logros, entre deseos y conductas… Como veremos a continuación, todo ello es importante cuando tomas la valiente decisión de cambiar tu vida.

Decía Winston Churchill, con gran acierto, que mejorar es cambiar y que ser “perfecto” es tener la valentía de cambiar a menudo. Sin embargo, a esta afirmación deberíamos añadirle otra igual de importante: los cambios son positivos siempre que no perdamos la esencia, los propios valores. Por tanto, cualquier variación que hagamos a lo largo de nuestro ciclo vital debe tener como objetivo acercarnos un poco más a aquello que de verdad deseamos ser.


“No hay nada como volver a un lugar que permanece sin cambios para descubrir cómo has cambiado tú”
-Nelson Mandela-

Ahora bien, conseguirlo no suele ser fácil ni rápido, ni mucho menos agradable, al menos al principio. Así, algo curioso que suele suceder es que la mayoría asumimos que debemos hacer un cambio cuando acontece algo relevante en nuestra vida. Perder el trabajo, dejar una relación afectiva, sufrir una decepción o un fracaso es casi como una invitación directa a llevar a cabo eso que a menudo resumimos en una frase popular: “renovarse o morir”.

Sin embargo, y esto es importante tenerlo claro, antes de vernos en estas situaciones que nos sitúan al borde de un acantilado, no estaría mal desarrollar estrategias relacionadas con el cambio personal, para afrontar mejor dichos momentos. Si “cambiar” es sinónimo de progreso y de mejora, pongámoslo en práctica a diario, de forma continua, de modo integrador e inteligente.

De este modo, reaccionaremos mucho mejor ante cualquier acontecimiento y nos sentiremos más válidos para seguir avanzando. Veamos por tanto una serie de estrategias para lograr esta meta.


Cambiar tu vida en 5 pasos
Cambiar tu vida es una necesidad que habrás sentido en más de una ocasión. Esa necesidad te habrá llevado a consultar algún libro de autoayuda para descubrir que la mayoría de ellos ofrecen ideas generales muy similares, cargadas de optimismo y buenas intenciones.

Sin embargo, la realidad es otra. Nuestro cerebro es resistente al cambio, no le gusta, no lo ve correcto porque para él supone un desequilibrio y una amenaza directa a nuestra supervivencia. Esto nos lleva una vez más a la premisa de que todo cambio es traumático y por tanto, para mitigar ese impacto lo que debemos hacer es aplicar en el día a día 5 reglas; 5 enfoques de pensamiento que nos ayudarán a favorecer esa renovación personal.


1. A través de la simplicidad surge la claridad
Marcos ha empezado a dar clases de kárate. A sus alumnos, niños de entre 8 y 12 años, les repite de forma constante que “sin dolor no hay logro”. Lo hace mientras les da instrucciones agotadoras y muy complejas, animándoles al esfuerzo. Una semana después, de su clase de 20 alumnos solo quedan 3 niños.

¿Qué es lo que ha hecho mal este instructor? Pensar que podía generar en los pequeños cambios rápidos y un compromiso firme con las clases es un error. Los auténticos cambios, los mejores logros, llegan logrando objetivos sencillos, claros y motivadores en los que trabajar cada día.

De este modo, y si deseas cambiar tu vida, nada mejor que simplificar el proceso. Establece una meta, una fácil de conseguir (aunque forme parte de otra más grande y difícil). Cuando la consigas, proponte para mañana otra que sea un poco más complicada o que suponga un nuevo avance. Así, y sin que te des cuenta, tendrás ya media montaña conquistada.

2. “Protege” tus nuevos comportamientos
Todo cambio, grande o pequeño, exige poner en práctica nuevas conductas. Sin embargo, hay un problema común del que no siempre se habla. ¿Cómo reacciona nuestro entorno ante esas variaciones? ¿Cómo reaccionan ante nuestra necesidad de renovarnos?

  • A menudo, sentimos el efecto de comentarios poco adecuados y nada motivadores. De hecho, podemos llegar al punto (nada recomendable) de dar un paso atrás por el efecto negativo de las críticas.
  • Evitemos esto. Toma conciencia de que todo nuevo comportamiento debe ser “protegido”. Si eliges, por ejemplo, dejar de quedar con ciertos amigos, de dedicarte más tiempo o practicar otras aficiones, no permitas que te afecte lo que puedan o no puedan decir los demás.
3. “Ser” es más fácil que convertirse
Cuando quieres cambiar tu vida puedes cometer el error de desear convertirte en otra persona. Es común visualizar esa imagen donde auto-percibirnos como alguien distinto, alguien especial llegando a un lugar nuevo, desempeñando tareas apasionantes, conociendo a personas diferentes e interesantes.

Mantengamos los pies en el suelo y entendamos dos aspectos clave.

  • Ser es más fácil que convertirse. Es decir, promover un cambio en nuestra vida no supone trasformarnos en alguien que no somos. Esto no es ni lógico ni saludable.
  • Lo ideal es que todo cambio potencie la expansión de nuestro ser. Que nos permita hallar el equilibrio, pero desafiando a la vez nuestros miedos y limitaciones para dar un paso más allá. Un paso donde ajustar aspiraciones con logros, sueños con triunfos, bienestar con satisfacción.
4. El miedo a lo desconocido está justificado
En muchos libros de autoayuda vamos a encontrar la siguiente frase “no tengas miedo, tú puedes, confía en ti”. Bien, esta expresión tan manida y usada en exceso tiene matices que debemos considerar, veámoslo.

  • Tener miedo es normal, así que no lo niegues ni lo escondas, limítate a entenderlo.
  • El miedo ante el cambio es ante todo temor a la incertidumbre, al qué pasará, al si seré capaz de, al si todo irá mal. Entiende que este tipo de pensamientos responden al mecanismo de supervivencia de nuestro cerebro animándonos a que nos quedemos quietos y no arriesguemos.
Por lo tanto, no está de más que apliques esta serie de verbalizaciones en tu día a día que pueden serte de gran ayuda.

  • Tengo miedo y mi temor está justificado. Es un proceso normal que debo entender y gestionar. El objetivo es que ese miedo lejos de paralizarme, me sirva como motivo para desafiarme a mí mismo, para ver hasta donde puedo llegar.
  • Para reducir ese miedo me pondré objetivos realistas, sencillos y progresivos. Iré poco a poco, pero sin detenerme.
  • Si hay algo que tengo claro es que todo cambio me llevará a un lugar donde seré mejor. Todo cambio debe ser positivo. De ahí, que focalice mi mente en todo lo bueno que me va a suponer este proceso hasta la consecución del logro.
5. Admira cada resultado
Si deseas cambiar tu vida, recuerda que las prisas no son buenas compañeras. Ir lento nos permite tener mayor perspectiva, ser más conscientes de cada paso realizado, de los errores cometidos y las rectificaciones que es mejor aplicar.

Realizar uno o varios cambios no es tarea fácil, no es un camino sencillo. De hecho, en ocasiones, la distanciamás corta entre dos puntos no siempre es una linea recta, sino una travesía zigzagueante donde caer y levantarse dos y tres veces… donde perdernos y reencontrarnos, donde dar un paso adelante y dos atrás.

Sin embargo, no nos olvidemos de algo en esta aventura: de admirar cada resultado logrado. Porque el éxito logrado, nos corresponderá a nosotros mismos y a nadie más. Es un proceso donde solo hay alguien a quien complacer, atender y escuchar, y ese alguien somos nosotros.

No dudes por tanto en aplicar estos consejos si deseas cambiar tu vida. Todo esfuerzo valdrá la pena.

Por Valeria Sabater

 
Estar bien con uno mismo es mejor que estar bien con todos




Entender que estar bien con uno mismo es preferible a estar bien con todos es sinónimo de salud y bienestar. Es como el aprendizaje que se adquiere después de un largo viaje, ahí donde poco a poco se dejan determinadas situaciones atrás para avanzar ligero, libre de cargas en la mochila y piedras en los zapatos. Es un despertar que nos permite llevar la vida con más integridad.

A pesar de que la teoría, en apariencia, sea fácil de entender y que dé incluso para escribir más de un libro sobre crecimiento personal, cabe decir que en la práctica fallamos muchos. Para entenderlo mejor daremos un pequeño ejemplo sobre el que reflexionar. Imaginémonos a nosotros mismos mirando por la ventana algo que ocurre cada mañana a la misma hora. Ahí está nuestro vecino, sacando cada día su pequeño bonsái para que reciba de forma regular la luz del sol. Lo atiende con esmero y obsesiva dedicación: lo poda, lo riega, lo nutre…, incluso podríamos decir que le da cariño.


“Cuando te amas y te respetas a ti mismo, la desaprobación de alguien no es nada que haya que temer o evitar”
-Wayne Dyer-

Es algo que a nosotros mismos nos llama mucho la atención por un hecho muy concreto. Nuestro vecino nunca nos ha parecido un hombre especialmente feliz, tiene un trabajo que no le agrada y es la clásica persona que intenta estar bien con todo el mundo. Su abnegada necesidad por complacer ha hecho de él una marioneta de la que tira casi cualquier persona: la familia, los jefes, los amigos… De hecho, estiran tanto sus “hilos” que estos ya han empezado a ceder: nuestro joven vecino ya ha sufrido su primer amago de infarto.

Cada día cuando lo vemos salir con su bonito y cuidado bonsái nos preguntamos por qué no se atiende a sí mismo con la misma dedicación y amor como lo hace con su pequeño árbol. Estar bien con uno mismo es algo que sin duda debería aprender a practicar nuestro vecino, podando quizá determinadas relaciones, nutriendo autoestimas y buscando ese calor con el que recuperar dignidades, autoestimas y bienestares…

Estar bien con uno mismo, cuestión de lógica y necesidad
Decía Epícteto que “al igual que cuando caminamos intentamos no pisar un clavo o torcernos un tobillo, en la vida deberíamos conducirnos con la misma atención”; es decir, evitando que otros nos dañen, evitando dañar y salvaguardándonos sabiamente de todo mal. Sin embargo, en ocasiones no lo hacemos: nos descuidamos con nocturnidad y alevosía. Nos olvidamos de que, dejar de estar bien con uno mismo, para priorizar a otros, no es sano.

Pasamos por alto, tal vez, que intentar complacer a todos aplazando las propias necesidades no es lógico ni recomendable. Asimismo, permitir que se nos vaya la vida sintiéndonos mal con nosotros mismos por esto y aquello, percibiéndonos vacíos, indecisos y frustrados nos obliga a pagar un precio alto.

Recordemos que lo que se cuida prospera, y que aquello que se defiende y se nutre da sus frutos. Así, algo en lo que deberíamos reflexionar también es que hay momentos donde sería necesario dejar a un lado los aspectos emocionales para hacer uso de la razón. Separar lo que sentimos y recordar lo que necesitamos es a menudo prioritario.

Somos conscientes de que la Inteligencia Emocional tiene mucho peso a día de hoy; sin embargo, existen instantes muy concretos donde el pensamiento más lógico y racional es el que mejor funciona. ¿La razón? Es este tipo de enfoque mental es el que más nos insta a tomar decisiones firmes para iniciar cambios en beneficio propio.

Decía Erich Fromm que las personas tenemos la sutil capacidad de vivir en una contradicción constante. Ello hace que en ocasiones nos digamos aquello de que si los demás son felices yo soy feliz, de que si le digo a tal persona que me parece bien lo que hace aunque no sea así, lograré su aceptación y complacencia, y ello me ofrecerá bienestar.

Semejantes dualidades son destructivas, son situaciones de un elevado coste emocional donde debería primar ante todo el sentido y la razón: si algo no me gusta, me alejo, si no estoy de acuerdo lo digo, si me hace daño me defiendo, si no soy feliz actúo para serlo a mi manera.

El camino para estar bien con uno mismo
El camino para estar bien con uno mismo parte del sentido del equilibrio. No se trata ni mucho menos de practicar la auto-complacencia y de priorizarnos casi en cualquier terreno, momento o circunstancia. El bienestar más saludable no deriva en el narcisismo, sino en esa sana convivencia donde uno entiende que para “ser” también hay que “dejar ser”.

Para lograrlo, podemos reflexionar en las siguientes dimensiones. Cada una de ellas requiere de una adecuada interiorización para poder integrarla en nuestras vidas, con valentía y adecuada solvencia psicológica:

  • Auto-confianza. Creer en los propios recursos internos nos permitirá ser más competentes a la hora de tomar decisiones, de avanzar sabiendo quién sí y quién no, qué necesitamos en cada momento y cómo podemos lograr esos objetivos.
  • Aprendo a racionalizar mis pensamientos. Cuando dejamos de estar bien con nosotros mismos se debe casi siempre a ese diálogo interno desgastante, crítico y negativo que pone muros a nuestro crecimiento personal. Aprendamos por tanto a racionalizar pensamientos, a derribar miedos y a dejar de ser nuestros propios enemigos.
  • Seamos amigos de la vida. En lugar de querer ser “amigos de todo el mundo”, de estar bien con todos para sentirnos aceptados, cambiemos un poco el enfoque. Seamos amigos de la vida, seamos receptivos a las oportunidades, al optimismo, al sentido de la libertad y no al de la complacencia y la dependencia ajena.
  • Descubre el potencial que hay en ti. Cuando descubrimos nuestras fortalezas, cuando sacamos partido de nuestras virtudes, capacidades y talentos todo en nosotros se armoniza. Nos sentimos valientes para iniciar cosas sin depender de otros, cosas que nos satisfacen y que van permitiéndonos avanzar sintiéndonos bien.
Para concluir, recordemos que cuando alguien se siente bien con sigo mismo, lo que le depare el azar le empieza a importar menos. En su interior hay tanta energía, confianza y optimismo que nada podrá detener sus pasos. No desperdiciemos esa valía que todos llevamos dentro.

Por Valeria Sabater




 
La dignidad es el lenguaje de la autoestima, nunca del orgullo



La dignidad no es cuestión de orgullo, sino un bien preciado que no podemos colocar en bolsillos ajenos ni perder a la ligera. Dignidad es autoestima, respeto por uno mismo y salud. Es también la fuerza que nos levanta del suelo cuando tenemos las alas rotas con la esperanza de llegar a un punto lejano donde nada duela, donde permitirnos mirar el mundo de nuevo con la cabeza alta.


Podríamos decir casi sin equivocarnos que pocas palabras tienen tanta importancia a día de hoy como la que encabeza en esta ocasión nuestro artículo. Fue Ernesto Sábato quien dijo no hace mucho que al parecer, la dignidad del ser humano no estaba prevista en este mundo globalizado. Todos lo vemos a diario, nuestra sociedad se articula cada vez más en una estructura donde vamos perdiendo poco a poco más derechos, más oportunidades e incluso libertades.

Sin embargo, y esto es interesante tenerlo muy presente, son muchos los filósofos, sociólogos, psicólogos y escritores que intentan ofrecernos estrategias para dar forma a lo que ellos llaman “la era de la dignidad”. Consideran que es momento de definirse, de tener voz y trabajar en nuestras fortalezas personales para encontrar una mayor satisfacción en nuestros entornos más próximos, y generar así, un cambio relevante en esta sociedad cada vez más desigual.

Personalidades como Robert W. Fuller, físico, diplomático y educador, ha puesto sobre la mesa un término que sin duda vamos a empezar a escuchar con mayor frecuencia. Se trata del “rankismo”. En este término se incluyen todas esas conductas que día día van carcomiendo nuestra dignidad: ser intimidados por terceras personas (parejas, jefes, compañeros de trabajo), sufrir acoso, sexismo e incluso ser víctima de la jerarquía social.

Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sentido esa sensación de estar perdiendo la dignidad de algún modo. Ya sea por una relación abusiva o por desempeñar un trabajo mal renumerado, son situaciones con un alto coste personal. Exigir un cambio, posicionarnos a nuestro favor y luchar por los propios derechos nunca será un acto de orgullo, sino de atrevernos a ser valientes.

La dignidad en la obra de Kazuo Ishiguro
Hace muy poco nos levantamos con la noticia de que el escritor británico de origen japonés Kazuo Ishiguro iba a ser el premio Nobel de Literatura de este año. El gran público lo conoce sobre todo por una de sus novelas, “Lo que queda del día”, una obra que a su vez fue llevada al cine de manera excepcional. Lo más curioso de todo ello es que no todos atisban cuál es el tema central de ese libro tan meticuloso, desesperante a veces pero magnífico siempre.

Podríamos pensar que “Lo que queda del día” nos habla de una historia de amor. De un amor cobarde y de murallas, de esos donde los amantes jamás llegan a tocarse la piel y las pupilas quedan perdidas en cualquier otro lugar, menos en la persona que uno ama. Quizás deduzcamos que el libro es la historia de una casa y de sus habitantes, amos y sirvientes, y de cómo un noble, Lord Darlington, buscó la amistad de los nazis ante la pasividad de su mayordomo que vio cómo su señor traicionaba a la patria.

Podríamos decir esto y mucho más, porque esa es sin duda la magia de los libros. Sin embargo, “Lo que queda del día” habla de la dignidad. De la dignidad del personaje que hace de narrador y que a su vez, es el protagonista de la historia, el señor Stevens, mayordomo de Darlington Hall.

Toda la novela es un puro mecanismo de defensa, un intento de justificación continua. Estamos ante una persona que se siente digna y honrada por el trabajo que realiza, pero tal labor no es más que el reflejo de la servidumbre más cruenta y absoluta, ahí donde no cabe espacio para la reflexión, la duda, el reconocimiento de las propias emociones y aún menos para el amor.

Sin embargo, llega un momento en que la imagen del “gran mayordomo” se desmorona. Durante una cena uno de los huéspedes de Lord Darlington le hace una serie de preguntas al señor Stevens para evidenciar la total ignorancia de las clases bajas. Un ataque directo a su “yo” donde el mayordomo queda a un lado para dejar paso al hombre herido que nunca tuvo dignidad y que vivía bajo una coraza. El hombre que se negó el amor verdadero por servir a los demás.

Recuperar y fortalecer nuestra dignidad
Resulta sin duda curioso cómo el observador externo e incluso el lector que navega página a página en libros como “Lo que queda del día”, sabe de inmediato cómo determinada persona está siendo manipulada o cómo teje un laborioso autoengaño para justificar cada acto a nuestros ojos inexplicable. Sin embargo, también nosotros podemos estar llevando a cabo determinadas labores muy similares a las del mayordomo de Darlington Hall.

Puede que lo estemos dando todo por ese amor, por esa relación dañina, tóxica e incluso desgastante. A veces amamos con los ojos ciegos y el corazón abierto, sin percibir que en ese vínculo se nos va hebra a hebra todo el tejido de la autoestima. Puede también que llevemos tiempo en ese trabajo mal pagado, en el que no nos valoran, se nos va la vida y la dignidad… pero qué se le va a hacer, los tiempos son los que son y siempre será mejor lo malo conocido que una cuenta corriente vacía.

Debemos despertar, lo decíamos al inicio, esta debe ser la era de la dignidad, esa donde todos debemos recordar nuestra valía, nuestra fortaleza, nuestro derecho a tener una vida mejor, a ser merecedores de aquello que deseamos y necesitamos. Decirlo en voz alta, poner límites, cerrar puertas para abrir otras y definirnos ante los demás no es un acto de orgullo o egoísmo.


Evitemos perder nuestra individualidad, dejemos de justificar lo que es injustificable y evitemos formar parte de ese engranaje que apaga día a día nuestras virtudes y maravillosas personalidades. Aprendamos por tanto a dejar de ser súbditos de la infelicidad para crearla con nuestras propias manos y voluntades.

Por Valeria Sabater



 
He dejado de esperar trenes: ahora yo soy el movimiento


He dejado de esperar trenes que lleven mi nombre, atrás queda ya el andén de las ilusiones rotas y de los sueños que nunca llegan, porque ahora, soy yo la que lleva el movimiento, yo quien crea el camino. Así pues, quien quiera puede hacer este viaje de descubrimientos conmigo, pero quien no lo desee, puede también bajar en la próxima estación.

Asumir esta sencilla pero valiente actitud sería sin duda un gran paso en nuestro crecimiento personal y en ese bienestar emocional a veces tan fluctuante. Sin embargo, hemos de admitirlo, si hay algo a lo que estamos acostumbrados es a esperar, y aún más, a alimentar esa espera con la filigrana de sueños anhelantes y con el cincel de una perfección a veces inalcanzable.


“La ocasión hay que crearla, no esperar a que llegue”
-Francis Bacon-

Ahora bien, en ocasiones, y esto es importante matizarlo, es la propia sociedad quien con sus tentáculos, sus filtros y sus embudos, nos aboca a esa antesala en la que solo se espera. El complejo mundo laboral y sus intrincados recovecos hace que tengamos que postergar muchas cosas, que estemos obligados a tener un nuevo título, una nueva competencia, un contrato o un “contrato más digno”, para permitir que lleguen los cambios y ese ansiado movimiento donde se inscribe la vida.

Sin embargo, a pesar de que el actual contexto socioeconómico nos haga cautivos de esas salas de espera interminable, lo que nada ni nadie puede arrebatarnos es nuestra actitud. El movimiento está en nuestro interior. Por tanto, no importa que a simple vista todos los trenes vayan en contra de dirección, porque quien tiene claro su camino, sus sueños e ideales, está obligado a no esperar, a no detenerse jamás.

Cuando “esperar” nos hace creer que nuestra vida está en pausa
Hay muchas realidades por las que una persona puede tener la clara sensación de que alguien le ha dado al “pause”. Quedarse sin pareja, estar sin trabajo, haber fracasado en un proyecto personal o ser rechazos a nivel profesional o emocional son sin duda algunos de esos ejemplos que horadan nuestros rincones más internos, los más profundos de nuestro ser hasta inmovilizarnos.

Ahora bien, es necesario entender que la vida jamás está en pausa, ella siempre discurre, brota, sucede y vibra. Sin embargo, quien sí se ha detenido somos nosotros, es nuestro ánimo, son nuestras ganas y es nuestra motivación. Bernice Neugarten fue una de las primeras psicólogas en estudiar el desarrollo adulto y esas épocas tan complejas de nuestro ciclo vital donde las personas, tenemos la clara percepción de que nuestra realidad se ha detenido, congelado en fotograma de cariz triste, apático y sin brillo.

Neurgarten estableció la teoría de “life on Hold” (vida en espera) como una transición que debemos saber encarar. El mayor problema reside en que a menudo, tenemos una visión del futuro demasiado ambigua, incierta o hasta pesimista. Pensamientos como “mi tren ya ha pasado, no voy a encontrar la pareja ideal” o “está claro que no voy a encontrar un buen trabajo”, perfila un estilo de pensamiento que estancará aún más esa etapa de espera dificultando la propia transición hacia algo mejor.

Cómo salir del andén de los sueños que nunca llegan
Vivimos en el mundo del “vuelva usted mañana”, del “ya te llamaré” y del “cuando consigas esto tendrás lo otro”. Habitamos en las estaciones de las esperas eternas preguntándonos si eso de la felicidad es un fraude o un premio que uno gana cuando reúne los suficientes puntos. Los trenes pasan, las oportunidades vienen y van pero ninguna parece llevar nuestro nombre. ¿Cómo podemos entonces sobrevivir en medio de este escenario de “incertezas” donde las crisis, por instantes, no parecen tener fecha de caducidad?

“Aprender de ayer, vivir para hoy, tener esperanza para el mañana. Lo importante es no parar de cuestionarnos las cosas”
-Albert Einstein-

3 claves para ser el movimiento de nuestras vidas
La primera clave es sencilla: hay que tener claro nuestro objetivo, nuestro punto en el horizonte. Sin embargo, eso sí, es bueno que sea una meta clara y realista, acorde a nuestras posibilidades pero sin desestimar nunca el propio potencial.

  • El segundo aspecto que Bernice Neugarten nos dejó en sus teorías sobre las transiciones vitales, es la necesidad de ensayar día a día nuestro futuro. No basta con soñarlo. Si yo ansío tener una buena pareja me preocuparé primero en cuidarme yo como persona, en crecer, en ser lo que ansío hallar en los demás. Si deseo aspirar a tener un buen trabajo, invertiré día a día en ese propósito formándome profesional y mentalmente.
  • La tercera parte en este plan es igual de interesante. Debemos sentirnos protagonistas activos, proactivos y creativos. Es necesario dejar de sentirnos subordinados a algo o alguien. Si la sociedad no me hace un hueco, tal vez deba ser yo quien esté obligado a crear “ese espacio” para mí. Tal vez deba innovar, ofrecer algo nuevo al mercado laboral que genere interés, ser yo el tren en movimiento en un entorno de quietud…
Para concluir, alguien dijo una vez que la vida no se trata solo de engañar a la muerte, sino de disfrutar nuestra existencia cada día, sin limitarnos solo a respirar y de dejar que las cosas sucedan sin más. Seamos la locomotora de nuestro propio crecimiento, seamos seres activos, ilusionados, realistas pero optimistas, poseedores de esa fuerza increíble capaz de dar al mundo cosas maravillosas y a su vez, de generarnos la felicidad que de verdad merecemos.

Por Valeria Sabater
 
Los 6 dones emocionales del cerebro femenino

Bien sea por influencia cultural, bien sea por biología pura y dura, el hombre y la mujer tienden a diferenciarse en la forma en la que tratan a sus emociones. Esto se debe en gran parte a la misma diversidad en la manera de comportarse del cerebro femenino y del masculino.

Hemos de fijar nuestra atención en que el verbo usado ha sido “tienden a”, ya que esto quiere decir que siempre no es así y que la idea que se expone es destacar aquellas diferencias más características que se han encontrado.


Así, es común que las mujeres sintamos cierta frustración a la hora de valorar las interacciones más emocionales con los hombres con los que nos rodeamos. Por su parte, es habitual que los hombres incluso a veces piensen que las mujeres tenemos algo de videntes. Sin embargo, lo que ocurre es que el cerebro femenino es experto en:

  • Leer caras.
  • Interpretar tonos de voz.
  • Analizar matices emocionales.
Eso sí, el hecho de que sea experto no es sinónimo de infalible, a veces el cerebro de la mujer también se equivoca, más que nada porque las “pistas emocionales” no son objetivas y eso es algo que siempre hay que tener en cuenta.

No obstante sí que podríamos considerar que los hombres y las mujeres, así como cada persona en particular, viven en realidades diferentes. Analicemos los dones emocionales que comparten comúnmente los cerebros femeninos:

1-El don de los sentimientos viscerales
Los sentimientos viscerales no son estados emocionales antojadizos sino fuertes sensaciones físicas que se encargan de transmitir mensajes potentes al cerebro.

A través de estos sentimientos viscerales las mujeres se vinculan fuertemente con la pena de un adolescente, las dudas de su pareja sobre su carrera o la felicidad de un amigo que ha conseguido sus objetivos.
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Esto, según Louann Brizendine, puede tener que ver con la cantidad de células disponibles en el cerebro femenino para captar las sensaciones corporales. Es decir, que el aumento del estrógeno a partir de la pubertad, agudiza la capacidad del cerebro para seguir y sentir emociones.

De hecho, según algunos estudios1, las áreas cerebrales que siguen los sentimientos viscerales son más grandes y sensibles en el cerebro de la mujer. Por eso, cuando la mujer comienza a sentir algo en sus entrañas, ciertas zonas cerebrales como la ínsula y el Córtex cingulado anterior, se activan.

Estas estructuras y zonas cerebrales se encargan de prever, juzgar, controlar e integrar las emociones negativas. Por eso, si se acelera el corazón o se hace un nudo en el estómago, la mujer interpreta esto como una emoción muy intensa.

2-El don de la lectura emocional
El cerebro femenino suele tener la capacidad de averiguar rápidamente los pensamientos, creencias e intenciones de otros basándose en pequeños indicios2 . De hecho, según los estudios, las mujeres tienen una gran habilidad para evitar causar daño a los demás, por ejemplo.

Se cree que esta aptitud es el resultado de la acción de las neuronas espejo, las cuales permiten observar, imitar y reflejar los gestos, posturas, ritmos respiratorios, miradas y expresiones faciales de otras personas.

El cerebro femenino es especialmente hábil en esta forma de “espejeo emocional”, por lo que se podría decir que sus neuronas sobreactúan, estimulando así fuertemente la conexión sentimental con los demás.

3-El don de la capacidad para “aguantar el tipo”
Este punto, llevado al extremo, puede constituirse más como un peligro que como un don. Sin embargo, vamos a hablar de la parte positiva, la de sobrellevar las emociones y convivir con ellas adecuadamente.

Las mujeres son muy hábiles conduciendo su tristeza o su abatimiento, ya que debido a la predisposición biológica, deben convivir de manera muy habitual con comunicaciones emocionales intensas.

Es decir, que si tal y como se muestra en distintos estudios 3, las mujeres captan las emociones por comunicación no verbal en el 90% de los casos, obviamente tienen que convivir con ello de manera más habitual que los hombres, que comprenden las emociones a través de gestos en un 40% de las situaciones.


Esto hace frecuente que se considere la importancia de los pequeños detalles, de la atención y de la capacidad de escucha cuando algo va mal, ya que los cambios emocionales suelen ser percibidos aún con su sutileza.

4-El don de la memoria emocional
El cerebro femenino recuerda las relaciones como una película entera y no por escenas. De hecho, las emociones se registran como recuerdos. La amígdala examina cada acontecimiento según su intensidad emocional.

En este sentido se facilita la codificación y el almacenamiento de esta información, la cual se utiliza con sus diversos matices emotivos en el hipocampo para darle forma a los recuerdos como si de una foto sensorial detallada se tratase.

5-El cerebro femenino convive mal con la cólera
A pesar de que las mujeres y los hombres declaran sentir una carga similar de ira, la manera de expresarla y sacarla fuera es muy distinta. En este sentido se ha encontrado una diferencia estructural en la amígdala (el centro del miedo, la cólera y la agresividad), la cual es mayor en varones.

Sin embargo, las zonas de control de estas situaciones (Córtex prefrontal) suele ser relativamente mayor en mujeres. Asimismo, la cantidad de receptores hormonales de testosterona es diferente en unos y en otros.

O sea, que el hecho de que una mujer se aguante el enfado no tiene solo que ver con las normas sociales y la educación, sino que puede ser debido a la tendencia del cerebro femenino a meditar las situaciones y prevenirlas consecuencias de un enfrentamiento.

En este sentido podríamos decir que las mujeres tienden a añadir una etapa más al procesamiento de la emoción que contribuye a la rumiación, al “darle vueltas” a la intensidad, a las causas y a las consecuencias de esta antes de desencadenar acalorados intercambios.

6-El don de la sensibilidad intensa
No es algo sorprende que un gran porcentaje de personas altamente sensibles (PAS) esté formado por mujeres ya que digamos que por mayoría el cerebro femenino se alza biológicamente hablando con el liderazgo emocional.

Sin embargo, cabe destacar que en este punto se articulan el miedo, el estrés, los genes, el estrógeno, la progesterona y la biología cerebral de tal manera que el riesgo a sufrir trastornos emocionales como la depresión o la ansiedad es muy alto.

Hay científicos que sugieren que la sensibilidad al estrógeno de la mutación de ciertos como el CREB-1, aumenta la vulnerabilidad del cerebro femenino a descompensar su equilibrio bioquímico en detrimento de un estado emocional saludable.

Que el cerebro femenino tiene una gran capacidad a la hora de trabajar y procesar las emociones es un hecho indiscutible. Así, con la lectura de los 6 dones o características que hemos expuesto pretendemos que se comprenda aún mejor que cada persona tiene su realidad tanto física como psicológica y social, algo que sin duda nos confiere la capacidad de ser personas únicas, auténticas y genuinas.

Por Raquel Aldana
 
MENTE PRIVILEGIADA O CONCIENCIA EVOLUCIONADA



Con bastante frecuencia se escucha <que nuestra mente es poderosa>, <que todo aquello que deseamos hay que pedirlo con la mente>, <que hay que sacar provecho a este órgano pues está a nuestro servicio>, <que las personas más inteligentes sí usan el cerebro>, <además también hay individuos que no tienen conciencia>.

Alguna vez escuche en mi época de estudiante decir a uno de mis profesores que la mente prostituye la inteligencia, y estoy muy de acuerdo, no basta ser inteligente, hay que propiciar la solución de problemas apoyados en ella, no basta usar la mente, hay que conocerla y ponerla a nuestro servicio,( además de conectarla con nuestro corazón) y si evidentemente todos tenemos conciencia aunque difiere el nivel en el que estamos cada uno ya que dependiendo de esto será la forma en que aprovechemos mente e inteligencia.

Según el Dr. Francisco Alzina Forteza “el cerebro es el órgano más complejo del cuerpo humano. Tiene unos treinta billones de células llamadas “neuronas”, y cada neurona es como una computadora en miniatura, aunque mucho más perfecta que cualquiera de las que conocemos en la actualidad”.

“Considerando la cantidad de conexiones que se produce entre las neuronas, obtendríamos, en capacidad, todos los textos contenidos de todas las bibliotecas que hay actualmente en el mundo”.

“El cerebro es el soporte físico a través del cual se concretan las funciones de la mente, y la mente se expresa de acuerdo con los diferentes grados y profundidades de conciencia.”(1)

Nuestra mente es energética, sutil, y capaz de independizarse de la materia.

“Con la mente pensamos, razonamos, podemos ordenar ideas, establecer relaciones entre estas mismas, concebimos cosas, imaginamos, ver con y más allá de los sentimientos”

La mente es la potencia intelectual del alma.

El potencial intelectual se relaciona más con el alma que con el cerebro, veamos porqué.

Para el Dr Alzina “también se relaciona la mente con otras facultades superiores, como el propósito y la voluntad. Si solo dependiera de nuestro órgano cerebral, todos los seres humanos tendríamos la misma claridad de propósitos y la misma voluntad para realizarlos. Pero, sin embargo, no es así”.

“Cuando la mente se une a la voluntad, supera su apoyo físico cerebral, y se eleva hacia mayores opciones en múltiples ámbitos.”

Una persona que sabe sacar provecho de su mente e inteligencia también desarrolla fuerza de voluntad, se maneja con propósitos con la vida y no va a la deriva.

Una mente sin voluntad es como un cuchillo sin filo. Una mente va a ser subestimada por personas que han desarrollado poca conciencia, la usan para fines criminales, de destrucción y de violencia.

“La conciencia es el amplio campo de acción en el que se mueve la mente, aunque también intervienen las impresiones y percepciones físicas, las emociones, las intuiciones, el mundo de la imaginación y las experiencias metafísicas. Es todo un universo que se apoya en la materia, pero se amplía hasta planos inconcebibles” (1)

Continuando con Jorge Volpi “El concepto de conciencia ha ido evolucionando a lo largo del tiempo: para este autor hay cinco niveles que se logran de acuerdo a nuestra capacidad evolutiva: la conciencia en su primer nivel nos permite elaborar un modelo del mundo, Un segundo nivel tiene que ver con la habilidad para percibir objetos y situaciones complejas, un 3er nivel sería la capacidad de resolver problemas novedosos, un 4o nivel es el de la autonomía mental del ambiente, el quinto umbral tiene que ver con la selectividad de la atención, la 6ª es la inteligencia social que tiene que ver con una teoría de la mente, gracias a la cual podemos leer la mente de los demás, y el desarrollo de la imaginación simbólica .

Si algo parece distinguir a la conciencia humana es la sensación de que una línea divisoria separa el adentro del afuera, el yo del mundo., lo cual es sólo una idea de adaptación evolutiva, la conciencia se alza en la cima de una cadena ascendente en los niveles de abstracción, en parte por las ideas que me hago de mí mismo y de los demás”.(2)

Para la Física Cuántica la mente es un segundo nivel de existencia y la conciencia equivale al tercer nivel.

El segundo nivel es la mente (información y energía), también llamado ámbito cuántico, no se puede percibir ni tocar con los cinco sentidos pues es insustancial.

Tercer nivel es la mente universal, inteligencia o conciencia, también conocido como ámbito virtual o espiritual, campo potencial, mente universal, ser superior, o inteligencia no circunscrita.

Toda la información a la que hemos sido expuestos en la vida, ya sean conocimientos o experiencias, está almacenada en las conexiones sinápticas del cerebro.

Son recuerdos colectivos de nuestro entorno exterior que se activan automáticamente cuando un suceso se repite.. también conocidos como programas que contienes nuestras creencias, a las que muchas veces nos aferramos sin darnos cuenta que son las responsables de no avanzar, pues nos dejan atorados en nuestra evolución.

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Cómo se genera la autoestima




La Autoestima es el sentimiento de valía personal que cada persona elabora de sí mismo dependiendo de su historia de vida, circunstancias, afectos y motivaciones. Es nuestro ser, manera de ser, quienes somos, de nuestro conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que en esencia nos hacen únicos. La capacidad de valoración de uno mismo para tratarse con generosidad, amor, respeto y dignidad. Por lo mismo la autoestima tiene como característica su variabilidad dependiendo de las condiciones favorables y desfavorables a que nos enfrentamos. La autoestima se aprende, cambia y la podemos mejorar. Según el nivel de autoestima logrado es el nivel de felicidad, sufrimiento, éxito y fracaso que obtenemos en la vida.

Desde muy pequeños estamos expuestos a la mirada del mundo que nos rodea el mismo que nos confirma o rechaza en acciones y actitudes. Es así como vamos interiorizando todo aquello que si podemos hacer para que nos amen y tomen en cuenta y que no debemos hacer porque en consecuencia recibiremos rechazo y reprobación. En este sentido la percepción que nosotros y los demás tenemos sobre nosotros mismos tiende a ser subjetiva, ya que esta determinada por creencias, prejuicios, expectativas, reglas, valores además de probables conflictos emocionales. En conclusión las valoraciones, aprobación y desaprobación que obtenemos de los demás son poco realistas Un niño que se inicia en la vida desconoce reglas, las expectativas de sus padres, no tiene una escala para juzgar su valor, cada palabra, expresión facial, gesto, ademán y acto de sus padres son mensajes dirigidos a su autoestima. Durante los primeros cinco o seis años la autoestima en el niño quedara instalada casi exclusivamente por su familia. El niño tiene sentimientos e ideas con respecto a si mismo que dependen exclusivamente de los demás. Pero, a medida que va creciendo adquiere la capacidad de decidir si acepta las descalificaciones de los otros .Aunque tristemente conserva y actúa desde la mirada interiorizada de sus progenitores.

Ser descalificado significa ser comparado y quedar en desventaja en relación a otros, saberse incompetente, limitado, insuficiente, incapaz. El recurso de descalificación se usa indiscriminadamente por toda la gente cuando intenta demostrar quien si sabe, quien si hace bien las cosas, y quien no sabe, quien nos lleva ventaja sobre algún conocimiento o experiencia.

Según Virginia Satir” cuando una familia está problematizada y por lo mismo en crisis, existen cuatro factores clave que hay que aliviar

Autoestima disminuida

Comunicación indirectas, vaga, poco sincera

Reglas rígidas, inhumanas, fijas e inmutables

El enlace de la familia con la sociedad es temeroso, aplacador e inculpador“

Esto significa que podemos favorecer nuestra comunicación con la familia y establecer la suficiente confianza, pudiendo instalar algunas reglas, que ayudan a poner límites. Siempre y cuando de manera periódica revisemos su viabilidad y estemos dispuestos a modificarlas y suprimirlas cuando ya no sean necesarias.

Es interesante observar a personas que se relacionan a través de gritos, insultos, poniéndose en el papel de perseguidor, de víctima, de dictador, de perdedor: son papeles que han aprendido en ausencia de mejores modelos para relacionarse con los demás y que ponen al descubierto su falta de autoestima.

Amarme significa respetar lo que yo soy, mi esencia todas mis capacidades pero también mis limitaciones reconocer mis virtudes y defectos, mi gran potencial para seguir creciendo sin hacerme exigencias absurdas solo para ser aceptado por los demás.

El maltrato no educa y los mensajes a través de los cuales creamos culpa, miedo o rencor exhibiendo posturas recubiertas de, crítica, acusación, reproche, de ninguna manera edifican y solo denigran a nuestro ser humano.

La respuesta positiva de adultos, padres, profesores, y cuidadores cuando un niño siente: dolor, tristeza, tiene un pequeño accidente o necesita que lo defiendan así también cuando se siente angustiado, requiere compañía o busca protección, es el fundamento de la seguridad en sí mismo, le da la confianza en sí mismo y en sus capacidades además de apertura a pedir ayuda si es que la necesita.

Hemos generado un adecuado nivel de autoestima cuando nos sentimos valiosos, tomados en cuenta, aceptados, confiados, y felices de ser quien somos.

.Si la sensación de valía esta disminuida en una persona, es posible que espere maltratos, injusticias, traiciones, pues cree que es lo que merece, no se siente digna del amor, la confianza, el reconocimiento de los demás, es así como puede pasar a jugar el rol de víctima

La mayoría de la gente tiene en su interior sentimientos no resueltos de los cuales no siempre se tiene conciencia. Los sentimientos ocultos de dolor, suelen convertirse en enojo, y con el tiempo volvemos el enojo contra nosotros mismos dando así lugar a la depresión Estos sentimientos pueden asumir muchas formas; odiarnos a nosotros mismos, ataques de ansiedad, repentinos cambios de humor, reacciones exageradas, hipersensibilidad. Solo hallar el lado negativo en situaciones positivas o bien sentirnos impotentes y destructivos. En estas circunstancias es recomendable pedir la ayuda profesional, resolver dichos conflictos para estar en condiciones óptimas de entrenar nuestras emociones en forma constructiva.

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Porque escribir



“Unos escriben para ganarse la vida; otros para comunicar sus ideas o suscitar cuestiones que inquietan a los lectores; e incluso hay quienes lo hacen para comprender su propia alma. Pues bien ninguno de ellos pasará a la posteridad. Este honor está reservado para quienes solo escriben porque, de no hacerlo, reventarían, estos últimos son los que dan expresión a lo divino, independientemente de cual sea el tema sobre el que escriben”.

Las palabras atrapan lo que el pensamiento y la mente tocan fugazmente…

Citado en Walter Riso maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz edit. Océano Méx. 2015 ,pág. 90-91

Después de escribir durante casi cuatro años puedo afirmar que narrarse es sanador, y lo se porque hablo de cosas que antes me provocaban llanto, tristeza y mal amor. Cuando estoy escribiendo sobre un tema en concreto se me aclaran muchas interrogantes, escribir me da la posibilidad de hacer conexión conmigo en primer lugar y después con quienes me leen, un tema lleva a otro, fluyen con espontaneidad, con frescura y les permito me tomen de la mano a recorrer lugares de ensueño.

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3 venenos psicológicos que deberíamos alejar de nuestros hogares




Un hogar sano es quizás uno de los factores que más contribuye a hacernos fuertes psicológicamente. También ocurre lo contrario: un hogar enfermo nos vuelve mucho más vulnerables y propensos a enfermar, en la mente y en el cuerpo.

La palabra hogar no hace referencia solamente a la familia típica, con padre, madre, una pareja de niños y un perro. El hogar es el sitio en donde habitamos y podemos compartirlo con hermanos, amigos, padres o a veces con una mascota y visitantes ocasionales. En este caso nos vamos a referir a esos hogares en los que hay convivencia, no a los unipersonales.


Hay soledad en el hogar sin bulla, sin noticias, sin verde, sin niñez”.

-César Vallejo-

La calidad de los lazos que se construyan en ese hogar son determinantes para nuestra salud emocional. Siempre que hay convivencia, también hay conflicto. Pero en el hogar, particularmente, no deberíamos permitir que entren algunos comportamientos que se pueden convertir en verdaderos venenos psicológicos. Resaltamos tres de esos comportamientos tóxicos que no deberían nunca traspasar la puerta de nuestra casa y mucho menos alojarse en ella.

Los gritos convierten un hogar en un infierno
Lo malo de los gritos es que comienzan siendo excepcionales, pero la tolerancia a estos se va flexibilizando y al final se convierten en una costumbre; más si alguien los refuerza. Sucede sin que te des cuenta. Hoy gritas porque te desespera que no entiendan lo que estás diciendo y mañana gritas porque te entendieron de más, o porque si no gritas nadie te escucha (o eso piensas o piensa alguien).

En ese gesto de gritar, que parece más molesto que ofensivo, comienza a incubarse un venenoso germen, el de la violencia. Los gritos convierten un conflicto normal en una situación que daña psicológicamente. Son un acto que pretende imponer poder. Una manera de pervertir la razón de ser de las palabras.

Hablar suavemente también se puede convertir en una magnífica costumbre. No gritar y no permitir que te griten fortalece la convivencia y te ayuda a incrementar tu estima, tu respeto y tu autocontrol. “Aquí no se grita”, debería ser una consigna básica en todo hogar.


No separar los espacios personales: un gran error
Buena parte de una sana convivencia consiste en saber respetar los espacios de los demás. Con el término “espacios” no solamente nos referimos a los lugares físicos que le pertenecen a cada quien, pero por ahí se comienza.

Debe existir un absoluto respeto por las pertenencias de los demás y por los lugares que forman parte de su entorno personal. Igualmente, es muy importante que cada uno delimite esas fronteras y haga que los demás las conozcan. Incluso habrá algunas que podrán y deberán negociarse: es el momento de hacerlo. Cada uno debe tener un espacio personal y ser autónomo en él, confiando en que los demás no rebasarán esa frontera.

Con el respeto de los espacios físicos también se aprende a respetar la privacidad de los demás. Por más que se conviva con otros, cada quien tiene su propia vida. Y solo se debe entrar en ese espacio psicológico de los otros si hay una invitación o un permiso para hacerlo. O si, objetivamente hablando, esa privacidad involucra al otro de alguna manera. Cada uno tiene derecho a sus silencios, a sus secretos, a sus convicciones.

Recargar las tareas en los demás, un comportamiento tóxico
Todo hogar implica una serie de tareas que pueden no ser muy gratas, pero que es necesario realizar. Se trata de las actividades domésticas. El hogar pone en marcha unos mecanismos de funcionamiento y de mantenimiento. Debe funcionar la electricidad, el suministro de agua, los electrodomésticos, etc. Debe hacerse aseo y mantenimiento del espacio físico y sus componentes.

La convivencia es mucho más sana cuando se distribuyen las tareas de forma consensuada. A veces es posible implementar una organización muy equitativa de estas actividades, pero es una tarea que hay que hacer. Y precisamente para eso están los consensos, para distribuir razonablemente las tareas que necesiten dueño. En todo caso, más que distribuirlo, lo esencial es cumplirlo.

Es fundamental que todos los integrantes del hogar tengan una responsabilidad frente a este. Es una condición que promueve la solidaridad, la cooperación y el respeto. Facilita la vida para todos y le da valía a cada uno. Así mismo, afianza la idea de que en cualquier colectivo hay deberes que tienen que cumplirse, en beneficio propio y de los demás.

A veces se compara al hogar con un templo y esto no es gratuito. Si se honra, seguro que se convierte en una fuerza inspiradora que se proyecta en todos los demás espacios sociales en los cuales interactuamos. Si se descuida o degrada, puede convertirse en el primer eslabón de una gran cadena de fracasos personales.

Por Edith Sánchez

 

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