Autoestima y otros temas de psicología

Solo se compra lo que tiene precio, el resto se conquista



En la sociedad en la que vivimos, es muy fácil confundir lo material con la felicidad. Lo cierto es que continuamente se nos sugiere que uno puede alcanzar cualquier cosa solo si tiene posesiones materiales. Es como si todo tuviera un precio que se puede comprar en monedas o billetes.

Sin embargo, ¿es más rico el que más tiene? Puede coincidir que así sea, pero si hablamos de riqueza emocional su precio es diferente: es más feliz quien puede disfrutar de las personas que le llenan, de los placeres pequeños y de las cosechas que ha sembrado con esfuerzo.


Así, las emociones que ciertamente nos dan vida, no vienen etiquetadas en euros, dólares o libras, sino que se conquistan. La diferencia es sustancial, como veremos a continuación.

La materialidad es momentánea
Es cierto que lo material nos facilita las circunstancias e incluso muchas veces también puede darnos momentos felices; no obstante, esto es una felicidad momentánea: las riquezas físicas pueden librarnos de necesidades vitales como el hambre o disminuir la sensación de tristeza, pero a la larga no aumentan la del bienestar psicológico.

Por esta razón, es beneficioso tener en cuenta la sencillez con la que podemos convertirnos en esclavos de lo material y hacerle frente. Poner precio a todo es un medio para hacernos la vida más cómoda, pero también es muy peligroso: ver en las posesiones materiales un fin en sí mismo es claramente un signo de esclavitud.

De hecho, una persona no se define por lo que tiene sino por lo que es: limitarnos a juzgar por lo que se posee puede darnos una perspectiva falseada y generalmente pobre de lo que alguien puede aportarnos.

“La mayoría de los lujos y muchas de las llamadas comodidades de la vida no sólo no son indispensables, sino que resultan un obstáculo evidente para la elevación espiritual de la humanidad”.
-Henry D. Thoreau-

Es bueno ser conscientes de lo que de verdad nos importa y de su valor espiritual: conquistemos a las personas, enamorémonos del mundo y que este, a su vez, se enamore de nosotros. Así atraeremos felicidad duradera y alegría sincera.


Lo sustancial no tiene precio
¿De qué sirve tener todo el dinero del mundo si no tenemos a nadie con quien compartirlo de manera sincera? Charles Dickens ya nos dio una prueba con su Cuento de Navidad: dar es mucho más gratificante que obsesionarse pilas de algo que, humanitariamente, no nos llenan.

Podemos ser muy felices si en lugar de pagar por nuestros sueños, luchamos por conquistarlos. Es más, en el futuro nos hará sentir plenos y satisfechos con nosotros mismos haber entendido hasta dónde somos capaces de llegar por cumplirlos.

“¿Y de qué te sirve poseer las estrellas? Me sirve para ser rico. ¿Y de qué te sirve ser rico? Me sirve para comprar más estrellas”
-Antoine de Saint – Exupéry-

Lo mismo sucede cuando se trata de conquistar a personas, no solo en el sentido amoroso: desde nuestros padres hasta nuestros hijos, pasando por las amistades y amores que tengamos. Ellos también se darán cuenta de la inspiración que supone valorar a los demás: no hay regalo mejor que un corazón.

La felicidad no se compra, se conquista
No lo dudes y empieza a conquistar todo aquello que sabes que nunca podrás comprar, pero está a tú alcance. Necesitamos perder el miedo a salir de nuestra zona de confort para ofrecer lo que somos sin restricciones y aprender de los que nos rodean: pues no, no es más rico quien más dinero tiene, sino el que se realiza por y para sí y los demás.

Por supuesto, el mero hecho de esperar a ser felices no va a provocar que lo seamos: toda conquista exige un coraje, mucho amor, una valentía y algún fracaso. Recuerda que dicen que si quieres sentirte rico has de contar todo aquello que tienes y que no se puede comprar.

“El dinero sólo puede comprar cosas materiales, como alimentos, ropas y vivienda. Pero se necesita algo más. Hay males que no se pueden curar con dinero, sino sólo con amor”
-Madre Teresa de Calcuta-

Por Cristina Medina Gomez

 
El romanticismo exagerado, ¿una causa de infelicidad?



Existe un romanticismo exagerado que lleva años presente entre nosotros y que parece una idea incuestionable. Incluso, puede haber provocado que nuestras relaciones sean insatisfactorias y que nuestra felicidad parezca estar cada vez más lejos. Su mecanismo de acción son las creencias sobre cómo debe ser el amor y cómo son las relaciones perfectas.

Un ejemplo de ello es la creencia de que el amor sano debe basarse en el puro sentimiento. En ese dejarse llevar por el corazón y la intensidad del sentir hacia el otro. Sin embargo, no solemos cuestionar el hecho de que, a veces, nos enamoramos de personas que no nos aportan nada o incluso, nos hacen daño. Porque aunque podamos amar a quien no nos conviene, ¿el amor que sentimos justifica soportarlo todo?


Hay determinadas ideas irracionales sobre el amor que se activan de manera automática en cada uno de nosotros. Su activación nos impide tomar una decisión o replantearnos nuestra manera de proceder al respecto.

Cómo piensan quienes practican el romanticismo exagerado
El romanticismo exagerado se identifica gracias a un determinado grupo de creencias sobre el amor. Es muy posible que nosotros mismos nos encontremos identificados con algunas de ellas, pues este tipo de romanticismo es el que nos muestran las películas, la música y la publicidad, entre otras influencias externas que recibimos.

Las expectativas tienen una gran presencia en el romanticismo exagerado. Al iniciar una relación esperamos que sucedan determinadas cosas, a la vez que esperamos que nuestra pareja muestre ciertos comportamientos y con el paso del tiempo comprobamos que no todo es cómo creíamos. El contraste entre la realidad y las expectativas en ocasiones dará como resultado la insatisfacción en la pareja.

También suele suceder que tras la fase de enamoramiento, en la que todo es ideal y maravillosa, parece que todo lo que hace nuestra pareja es negativo. ¿Cómo puede ser que alguien que nos parecía perfecto roce la imperfección casi cada día? La razón se encuentra en que en esta fase nuestra atención se dirige, con cierta facilidad, hacia lo “malo” o lo que menos nos complace, lo que puede hacer peligrar la relación. Además, todo ello está fuertemente condicionado por las expectativas del comienzo.

Otra creencia que representa al romanticismo exagerado es la idea de que la otra persona tiene que hacernos felices y para ello, tiene que hacer determinadas cosas que esperamos para contentarnos. De esta manera, responsabilizamos a la pareja de la dirección de la relación y si esta no va bien, le echamos toda la culpa. Es decir, existe cierta dependencia.

Junto a todo lo anterior, el romanticismo exagerado también implica que las parejas deben tener ciertas características y comportamientos. Por ejemplo, estar todo el tiempo posible juntos, brindarse constantemente muestras de afecto, regalarse cosas el día de San Valentín (si es un día cualquiera no tiene la misma importancia) o que todo cambio en la relación (menor frecuencia de relaciones sexuales o menor muestra de detalles) puede suponer una crisis y una preocupación porque la pareja esté en las últimas, entre otras.

La escasa gestión emocional en el romanticismo exagerado
En el romanticismo exagerado la gestión emocional es bastante reducida, fruto de las creencias erróneas imperantes como mantener un amor desmesurado.

Pensemos en qué ocurre cuando algo nos desagrada o no nos gusta. En vez de comunicárselo a nuestra pareja, puede que nos callemos porque pensamos que no debemos discutir nunca, hasta que no podamos soportarlo más y las emociones y sentimientos salgan en tropel sin control alguno.

El romanticismo exagerado se basa en una cobertura mutua de necesidades, más que en lo que en realidad significa la palabra “amor”. Ambas personas firman un contrato silencioso donde el otro le debe proporcionar seguridad, felicidad y todo lo que necesite. También debe conocer lo que piensa la otra persona sin tener que decirle nada. A cambio, uno se vuelca totalmente en la relación olvidándose de sí mismo.

Esta creencia tan desmesurada sobre el amor provoca que cualquier cosa que ocurra se torne catastrófica. Una discusión, el olvido de un día especial, mirar a alguien atractivo por la calle, desear pasar tiempo solo o con los amigos… Circunstancias que suceden en otro tipo de relaciones y que, en esos casos, no suponen ningún drama.

El romanticismo exagerado promueve la idea de que la felicidad o la infelicidad es proporcionada por la pareja, por lo que el bienestar y el estado de ánimo depende de ella.


Como vemos, una idea equivocada sobre el romanticismo y el amor puede sumergirnos en relaciones dañinas, en las que suframos en vez de disfrutar. Por eso, es importante empezar a cuestionar las creencias que están actuando en nosotros para hacernos vivir un amor desmesurado, loco y catastrófico.

Por Raquel Lemos Rodríguez
 
Tener expectativas demasiado altas nos impide disfrutar de las pequeñas cosas



En la vida solemos querer más de todo y eso hasta cierto punto es un impulso para conseguir lo que deseamos. Las expectativas son subjetivas y parciales, y no hay que confundir el ser ambiciosos con nuestros objetivos, con esperar más sobre algo ajeno a nosotros. Poco a poco nos vamos dando cuenta de que algunas cosas no son como las esperábamos y que idealizamos nuestras amistades, relaciones, y proyectos.

Un reciente estudio relaciona la personalidad evitativa con la baja habilidad para disfrutar de la vida. Una de las características de estas personas es la de distorsionar con facilidad los estímulos neutros y percibirlos de forma negativa, además de necesitar una constante aprobación de los demás.


Las expectativas son un arma de doble filo que hay que saber manejar en nuestra conveniencia. Unas veces son el incentivo necesario para ayudarnos a avanzar y, otras, el camino más directo hacia la decepción personal. Mantener expectativas positivas sobre algo equivale a sentirnos ilusionados, anticipando el desenlace satisfactorio de una situación. El peligro viene cuando pecamos de un exceso de optimismo, aunque sería más apropiado llamarlo irrealidad.

Humildad, la receta contra las expectativas irreales
La humildad se puede definir como el conocimiento de nuestras propias debilidades y limitaciones y actuar en consecuencia a ellas. Podemos sentir orgullo de nosotros mismos al reconocer nuestros éxitos o mejoras sin que esto nos haga sentir superior al resto de los seres humanos. Todos deberíamos esforzarnos a diario por cultivar nuestra humildad.


Cultivar la humildad nos alejará del orgullodesmedido. Una persona soberbia o demasiado orgullosa esconde su falta de conocimiento para enfrentarse a ciertas situaciones. La soberbia implica la satisfacción excesiva por la contemplación propia, el soberbio se siente mejor y más importante que el prójimo y de ahí sus metas siempre deberán ser más y mejor que las de los demás, llegando a veces a incurrir en metas poco coherentes con sus capacidades sobrestimadas.

Las personas humildes son gente auténtica, sin complejos, con alta autoestima. Son personas tan seguras de sí mismas que no necesitan gritar lo grandes que son a todo el mundo, a todas horas. Son personas que enganchan, contagian ilusión, pasión y que disfrutan de su día a día.


“El secreto de la sabiduría y del conocimiento está en la humildad”
-Ernest Hemingway-

Practicar la gratitud nos ayudará a valorar las pequeñas cosas
Practicar la gratitud es una de las actitudes más importantes que podemos adquirir y una gran fuente de bienestar. Además de hacernos sentir bien a nosotros mismos y a los demás, nos permite abordar el cambio y la mejora desde la consciencia y la serenidad, alejándonos de las urgencias.

Hay personas que parecen capaces de agradecer todo aquello que la vida les pone en su camino sin aparente esfuerzo, y sin embargo otras a las que les cuesta un mundo porque todavía no han aprendido como hacerlo. Las actitudes de queja e insatisfacción permanente nos llevan a no estar conformes ni contentos con lo que tenemos.

Por más que consigamos o tengamos, si solo nos fijamos en lo que no tenemos en vez de agradecer lo que sí tenemos, estamos condenados a la infelicidad. La gratitud es una actitud que nace de la humildad, por lo tanto para ser agradecido hay que ser primero humilde, cualidad de la que las personas permanentemente insatisfechas suelen carecer.

Expresar gratitud, desde una simple sonrisa a un “gracias”, hace saber a la otra persona que su presencia, sus palabras, o sus actos son importantes y que, de alguna manera, nos ayude con lo que hace. Se trata de demostrar respeto y de valorar lo que los demás hacen por nosotros independientemente de cual sea su motivación para hacerlo.

Si esperamos despertar cada mañana es poco probable que nos sintamos agradecidos por estar vivos.

Por Fátima Servián Franco



 
Querida vida, discúlpame por decepcionarte


Querida vida:

Discúlpame por decepcionarte. Perdona por traicionarte al dejar de ser yo misma por miedo a que los demás me juzgasen. Perdóname por dejar de escucharte, por renunciar a ti, por creer que siempre estarías esperándome.


Ser yo en un mundo que trata de que no lo sea es una verdadera proeza. Críticas, miradas inquisidoras, maltratos sutiles, hipocresía envuelta en abrazos, expectativas ajenas, relaciones tóxicas, estrés, etc.

Cada una de estas razones me han hecho errar en el planteamiento de mis prioridades. ¿Sabes qué ocurre? Que me equivoqué. Me confundí de camino y de esperanzas. Creí estar labrándome un futuro emocional saludable cuando en realidad estaba haciendo castillos en el aire.


Solo me he percatado de ello cuando me he dispuesto a subir a lo más alto de la torre. Pero no había escalones. Entonces me he dado cuenta de que por miedo al rechazo y a hacer daño a los demás me he abandonado.


He renunciado a ser yo. Lo reconozco. He oído la campana que finaliza el recreo y no he podido hacer más que quedarme con cara de circunstancias mirando anonada las agujas del reloj.

En ese estado de trance me he percatado de que en mi baraja de cartas había buenas y malas. He jugado muchas buenas pero quizás lo he hecho con la gente equivocada de la manera errónea. Aunque eso en este punto da igual, porque no dejan de llegarme más o más cartas. En mi símil, las cartas significan oportunidades, algo que entiendo que si algo cambia en mí nunca va a faltar.

No obstante, he de reconocerlo, siento un gran cansancio a la hora de jugar. Hay tantas personas marcadas, tantas personas que me han defraudado y tantos engaños de por medio que a veces solo puedo sentir que se están aprovechando de mi buena volundad.

Por otro lado, he de decir que he entendido que la familia, la salud, los amigos y la esencia de uno mismo son balones de vidrio que hay que mantener en el aire en equilibrio. He podido experimentar la derrota de que alguno de ellos se haya caído y se haya roto ante mis pies.

He llorado, una y otra vez, por dejar dañados mis esféricos. He comprendido que en ese punto todo cambia y que cuando un daño está hecho, ya no se puede reparar. También, gracias a los golpes, he comprendido que el trabajo no es una pelota de vidrio como las demás, sino que es de esas de goma que rebota y, por eso, al final de la vida no es tan importante.

En este trayecto he aprendido a ser valiente. Muestra de ello es esta carta, pues en verdad no hay mayor coraje que el de adentrarse uno mismo.

También hoy soy consciente de que el mismo hecho de que las personas tóxicas te dejen de hablar supone un alivio emocional tan intenso que a veces resulta incluso abrumador. Es como si la basura se sacara sola, aunque la moralidad no me deje decir esto en voz alta.

Lo sé. Lo he comprendido. A base de golpes que aún me retumban he decidido pedirte perdón y perdonarme, que es casi lo mismo. Porque llega un punto que uno puede fingir muchas cosas, excepto el perdón. Da igual lo que pretendas, las palabras que no se pronuncian y las lágrimas que no se lloran siempre pesarán en tu mochila.

Por eso hoy doy un paso adelante y corro a reencontrarme con esa parte de mí que las personas equivocadas y la prioridades mal planteadas oscurecieron en algún momento. Por eso digo adiós a todo aquello que me perjudica. Por eso me hago valer. Por eso vuelvo a conocerme. Por eso creo un punto de partida. POR ESO VOY A DARME OTRA OPORTUNIDAD.

Por Raquel Aldana



 
Que todo lo bueno te siga, te encuentre, te abrace y se quede contigo

Que todo lo bueno te siga, te encuentre, te abrace y se quede contigo. Que el resto pase de largo. Que todo aquello de lo que puedas aprender se haga en tu vida, aunque sea para ofrecerte la lección.

Que hagas tuya cada lección, que moldees cada piedra en tu camino. Que pintes rayas y puntos finales. Que tropieces, que te caigas. Que escribas puntos suspensivos con cada rebote cuando vengan malos tiempos. Que puedas crecer y que puedas vivir.


Que seas consciente de lo bueno y lo malo. Que sepas, porque lo has podido experimentar, que todo lo bueno de la vida despeina. Que es mejor vivir revolucionado mirando al horizonte. Que la mejor manera de estar a salvo es temer la mediocridad…

Que todo fluye, aunque a veces el tiempo nos amenace. Que siempre, de una u otra forma, podemos volver a la casilla de salida y comenzar de nuevo. Que los logros merecen ser celebrados y los "fracasos", reconceptualizados.

Que todo lo bueno te siga, pero recuerda las sombras
Recuerda que las sombras y los demonios también pueden ser abrazados. Que la tristeza también es buena, pues nos ayuda a expresar y a apreciar lo que deseamos. Que es posible poner el enfado de nuestro lado.

No dejes que nadie castigue tu sensibilidad y ten muy presente que llorar no es sinónimo de debilidad. La comunicación sensible requiere franqueza. Atacar los sentimientos en vez de revelarlos es un error que podemos pagar muy caro. Sabiendo esto debe quedarnos claro que la sensibilidad es un don que merece ser potenciado, porque vivir “desde el corazón” es lo que nos hace especiales y auténticos.


Rechaza los absolutos, evita que las palabras siempre, nunca, todos o ninguno estén presentes en tu boca para hacer afirmaciones categóricas. Intenta comprender que la vida es un arcoíris de colores y que mirar en blanco y negro no es bueno para nadie.

Por favor, no te olvides de que el amor no se mendiga y que si tienes que hacerlo NO ES AMOR. Ten muy presente que las relaciones abusivas están a la orden del día, que debes examinar lo que te aportan.

Porque puedes tener muy presente algo, que debe importarte quien te aporte y que en verdad no existe la total falta de tiempo. Recuerda esto y no lo olvides: si no percibes interés, eres libre de alejarte. No te sientas culpable de desearlo.

No te olvides de que la resiliencia, el autocontrol y la asertividad son tres de las habilidades psicológicas más importantes que puedes desarrollar. No te rindas, toma distancia y di no cuando así no lo necesites.

No te olvides de que el tiempo es tan eterno como efímero. Que no hay soluciones mágicas ni recetas infalibles para los “dolores del alma”. Porque al fin y al cabo se trata de pedirle a la vida tequila y sal cuando se empeña en darte limones.

No te asustes si deseas estar solo. No te sientas culpable si no te apetece hablar o relacionarte. Asume que todos nos reservamos una parcela de nuestra alma a nosotros mismos y eso no es malo, si no tremendamente necesario y esperanzador. Entiende y respeta, también, que los demás lo hagan.

Ama con fuerza

Apóyate en el hombro de esas personas que cuando te abrazan logran destruir todos tus miedos. Recuerda que hay lugares que no están en los mapas. Son nuestros hogares, ubicados en los brazos de las personas que queremos y que nos quieren. Esas mismas que nos ayudaron a escribir pasajes de nuestra historia.

No entristezcas cuando recuerdes a las personas que eligieron marcharse, recordarlas es síntoma de que tienes memoria y VIDA. Aprecia tu memoria, tus cualidades y tu salud. Piensa en que dentro de unos años será lo verdaderamente trascendente.

Desconfía de quien te aleje de ti, de tus deseos y ambiciones. Teje tu vida al compás de las agujas del reloj y no pierdas de vista que la vida pasa y que es más importante vivirla que hacer otros planes

Pero, sobre todo, ama con fuerza. Ni a medias ni bien. Hazlo fuerte. A los demás, a la vida y a ti mismo. Por favor, no te pierdas en lo intrascendente y dale forma y sentido a tu vida. Recuerda que cada minuto cuenta, que todo suma y que eres capaz de volar mucho más alto de lo que lo estás haciendo. Recuerda todo lo bueno…

Por Raquel Aldana


 
¡Ojalá vivas todos los días de tu vida!



La vida es tan corta que no podemos esperar a que lo que queremos venga hacia nosotros, debemos de volar hacia ello. Porque al final lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años.

Esta es tu vida. Haz lo que amas, y hazlo a menudo. Si no te gusta algo, cámbialo. Si no te gusta tu trabajo, déjalo. Si no tienes tiempo suficiente, deja de ver la televisión. Si estás buscando el amor de tu vida, para; te estará esperando cuando estés haciendo cosas que realmente quieres.


Para de analizarlo todo, la vida es simple. Todas las emociones son fantásticas. Cuando estés comiendo, aprecia cada bocado. Abre tu mente, brazos y corazón a cosas y gente nueva, estamos unidos por nuestras diferencias. Pregunta a la próxima persona que veas cuál es su pasión y comparte un sueño inspirador con ella.

Viaja a menudo; perderte te ayudará. Algunas oportunidades sólo vienen una vez, aprovéchalas. La vida es la gente que conoces, y las cosas que creas con esas personas. Sal fuera y empieza a crear. La vida es corta. Vive tu sueño, lleva a cabo tu pasión.

Manifiesto Holstee

Sigue tu camino, es tu vida
Hay una enorme diferencia entre conocer el camino y andarlo. Muchos conocemos o creemos conocer el camino que hemos de recorrer pero pocos disfrutamos de la experiencia de recorrerlo.

Crece, estudia, encuentra al amor de tu vida, cásate, ten hijos, trabaja para sacarlos adelante, ten unos nietos maravillosos y espera a que tu vida se duerma. ¿De verdad esto es para todos? ¿De verdad que es lo que queremos?

Me resulta complicado creerlo. Si preguntamos a un jugador cuál es la mejor forma de jugar nos dirá que no la hay. Depende del momento, de su situación y de la de su oponente, del significado que ofrece la jugada y de cómo se componga el entorno en ese momento. Lo mismo pasa con la vida.

No derroches tu tiempo, es relativo
Somos el ahora y el aquí, eso es lo importante. El tiempo es vida y tú no sabes cuánto te queda. Algunos de nosotros tratamos en un momento u otro encontrar el sentido a la vida. Lo que no pensamos es que VIVIR es el único sentido de esta.


De verdad, nuestra existencia no está montada para que la programemos o la desperdiciemos planteándonos qué sentido tiene vivir. No importa el sentido de la vida en términos generales porque vivir es libre.

Que nada ni nadie te diga lo que tienes que hacer o sentir en ningún momento. Que no te importe el qué dirán, porque solo te hace libre vivir a tu manera.

Eso sí, vivir la libertad también tiene un precio que no puedes eludir: la responsabilidad. Recuerda que tu libertad acaba donde comienza la de los demás, nunca hagas daño por iniciativa propia. Explora tus valores y ponlos en práctica.

Ríe cuando quieras reír y llora cuando necesites hacerlo, pues la vida no tiene límites para ti. Cambia lo que quieras cambiar aunque eso suponga que corras el riesgo de fallar. Unas veces se gana y otras se aprende, por lo que si no obtienes lo que quieres al menos estarás creando equipaje.

No esperemos a llegar a la cumbre para admirar las vistas, todas las posiciones tienen algo bello. Cada punto de nuestro recorrido puede convertirse en un ensueño aun cuando creemos estar en una terrible pesadilla.

No tengas miedo a soñar, la mente viaja sin boleto

Recuerda que la sociedad es egoísta, no esperes que los demás valoren lo que haces o no haces. Ten seguridad en ti mismo y en lo que construyes. No hagas castillos en el aire, no vendas humo. Aprecia lo que tienes y no desees en exceso lo que no tienes.

La felicidad consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar. Pon tu pasión al 100% en cada paso que des, ámate a ti mismo sobre todas las cosas y cultiva nuevos amores pero, sobre todo, replantéate tus prioridades a diario.

Arriésgate a vivir tu propia vida, porque el mayor peligro es no vivirla.

Por Raquel Aldana

 
La curiosa vida emocional entre un hombre y una mujer


La vida emocional entre un hombre y una mujer es un curioso intercambio fuertemente influenciado por las necesidades y costumbres afectivas y cognitivas de cada uno, las cuales dependerán de preferencias educativas y biológicas que se den dentro de la propia variabilidad emocional del ser humano.

La queja más habitual de los hombres hacia las mujeres es que son demasiado emotivas. Mientras, las mujeres solemos acusarlos de no serlo lo suficiente. Con estos reproches pretendemos que “el otro cambie y se ajuste a nuestras necesidades”, pues pensamos que podría hacerlo si realmente quisiera.


Sin embargo, debemos saber que lo que ocurre es que los circuitos cerebrales emocionales que a veces prevalecen en los hombres y en las mujeres son muy distintos. A continuación desarrollaremos esta cuestión:

Dos sistemas emocionales
Daniela está pasando por una época de estrés laboral muy fuerte. Cuando llega a casa solo necesita que Jorge le escuche y le abrace. Sin embargo, en cuanto Daniela comenta sus problemas Jorge pone lo que ella llama el “modo robot” y empieza a decirle a Daniela lo que puede hacer.

Esto desquicia a Daniela porque piensa que Jorge no comprende y no da importancia a lo que le sucede. Por su parte, Jorge sufre una verdadera tortura al ver tan mal a Daniela, pero no encuentra la forma de ayudarla ya que por más soluciones que le ofrezca, no consigue que Daniela le haga caso e intente ponerlas en práctica.

Hasta no hace mucho se creía que las diferencias en el modo de sentirse y de expresar las emociones en los hombres se debían exclusivamente al tipo de educación que habían recibido. Sin embargo, como hemos comentado hoy en día sabemos que el procesamiento emocional del cerebro masculino es diferente al del cerebro femenino.

Esta diferencia se basa en el uso de dos sistemas cerebrales diferenciados que funcionan de manera simultánea (el sistema neuronal especular y la unión temporo-espacial). Veamos cuáles son siguiendo con nuestro ejemplo.

Cuando las mujeres lloran pueden suscitar auténtico dolor cerebral en los hombres
Si pudiéramos escanear el cerebro de Jorge mientras Daniela se queja de sus problemas y se echa a llorar, se activarían en su cerebro los dos sistemas de lectura emocional.


Sin embargo, primero lo haría el Sistema Neuronal Especular (SNE), el cual le permitiría sentir por un instante el dolor emocional que la cara de Daniela refleja. O sea, en este punto Jorge empatizaría emocionalmente con su pareja.

Acto seguido a esta activación cerebral seríamos testigos de cómo el cerebro de Jorge pondría en marcha la Unión Temporo-parietal (UPT), la cual le haría analizar la situación y buscar soluciones. Esto es lo que se denomina empatía cognitiva.

Si bien el cerebro masculino es capaz de usar la UPT desde el final de la infancia, las hormonas del varón pueden llegar a establecer una preferencia sobre el sistema de análisis UPT (aunque esto puede variar enormemente de un hombre a otro).


La UPT se encargará de fabricar una frontera clara entre las emociones propias y las ajenas, lo cual impide que en ocasiones los procesos mentales se contagien de las emociones de los demás. Esto fortalece la capacidad de buscar cognitiva y analíticamente una solución, lo cual es muy práctico y adaptativo en el mundo en el que vivimos.

Así que si observásemos el cerebro de Jorge mientras le comenta a Daniela las soluciones que su cerebro ha discurrido con objeto de atenuar su dolor, veríamos cómo su Córtex se activa mientras pregunta con total naturalidad a su pareja cosas como “¿Cuánta gente te hace falta para sacar el trabajo adelante”.


Esto, como gran parte de las lectoras comprenderán, irritará a Daniela. Entonces la mujer responderá “¿Y eso qué más da? Tengo hacerlo con el equipo del que dispongo”, mientras clava una mirada de resentimiento en Jorge.

Sin embargo, el cerebro de Jorge obviará el tono emocional del último comentario de Daniela, pues el cerebro masculino tendrá desactivada la zona de empatía emocional mientras trata de buscar una solución y empatizar cognitivamente con su amor.

Siguiendo en esta línea Jorge le ofrecerá la maravillosa solución que su cerebro ha declarado: “Contrata empleados temporales”. Automáticamente las áreas cerebrales del bienestar se iluminan en el cerebro de Jorge ante su genial idea.

Pero el placer dura exactamente lo que tarda en mudar la expresión de Daniela, la cual solo puede llorar y lamentarse al sentir que su pareja no comprende su estado de ánimo y que no le está dando la importancia que realmente tiene.

Sin embargo, lo que realmente está ocurriendo no es lo que ambos interpretan, sino que su realidad cerebral es bien distinta.

Dos realidades cerebrales distintas
Jorge intenta por todos los medios ayudar de manera práctica a Daniela, pues su lógica emocional le dice que eso es lo mejor que puede hacer. Pero Daniela está en otro punto y busca como mujer una empatía emocional más que cognitiva. No le importan tanto las soluciones como sentirse " emocionalmente sintonizada" con su pareja ante su malestar.

Así que Daniela interpretará que a Jorge no le importa lo que están hablando mientras que Jorge realmente está intentando acertar resolver el dolor de la persona que tiene enfrente.

En este sentido tenemos que concluir que el trasfondo emocional de un hombre no es menos rico y menos válido que el de una mujer, sino que gran parte de nosotros funcionamos de otra manera a nivel cerebral.

Esto puede constituirse como un problema de entendimiento o como una manera de complementarnos a la perfección. Por eso ahora que tenemos esta información quizás es el momento de tenerla en cuenta y hacer de la vida emocional entre un hombre y una mujer algo mucho más enriquecedor…

Por Raquel Aldana


 
La necesidad de gustar nos aleja de nuestra esencia



La sociedad competitiva en la que vivimos provoca una necesidad por tener que gustar a las demás personas que nos rodean, por supervivencia y adaptación, por obtener lo que deseamos y conseguir no salirnos de la “normalidad”.

Esta necesidad por gustar se puede dar en cualquier situación y cualquier medio, es muy común en nuestros tiempos exhibirse en las redes sociales con la intención de gustar.


El ejemplo más claro lo tenemos en la red social de facebook en la que se intenta conseguir el mayor número de “Me gusta” posibles, y muchas personas dedican gran tiempo de su vida a realizar verdaderas peripecias, mostrando toda su vida íntima para llegar a conseguirlo.


La seducción para conseguir gustar
Aunque la seducción se suele emplear como un término sexual para atraer a quien nos gusta. Nos valemos de la seducción como recurso para gustar a los demás en general en cualquier ámbito de nuestras vidas.

La seducción es algo que todas las personas vamos desarrollando a lo largo de nuestras vidas. Desde que somos bebés intentamos seducir para conseguir lo que deseamos.

La seducción es una capacidad innata que nos sirve para sobrevivir, el bebé con su sonrisa y su ternura está preparado para seducir, para gustar a sus cuidadores, para que por mucho esfuerzo que tengan que invertir; con un leve gesto, el bebé pueda llamar la atención y obtener lo que necesita.

En situaciones cotidianas como: una entrevista de trabajo, la relación con los padres, la familia, los amigos/as, la pareja, etc. Aparece nuestro repertorio de seducción, utilizando comportamientos precisos; como utilizar las palabras que quieren oír los demás, sonreír y mostrar en ese momento lo mejor de nosotros mismos.


Todo enfocado a querer gustar y a conseguir lo que nos hayamos propuesto, de esto no tenemos que ser tan siquiera conscientes, sale de forma automática ante la oportunidad de una interacción en la que se puede obtener un beneficio personal.

“La seducción se podría considerar como: el conjunto de expresiones y manifestaciones de una persona, sus aspectos físicos, comportamentales, particulares, de su forma de ser, todo ello producto de su historia y trayectoria vital y que producen en su conjunto o en algunos aspectos, la atracción de algunas personas”.

(Fina Sanz)

Ante la necesidad de gustar para sentirnos bien
Cuando el hecho de querer gustar se convierte en una necesidad, de tal modo que hacemos lo posible por gustar a todas las personas, nos estamos perdiendo a nosotros mismos, dejamos atrás nuestra esencia y honestidad.


Nos olvidamos así por completo de lo que realmente queremos, ya que por querer gustar nos adaptamos a todo tipo de circunstancias relacionadas con las otras personas. Además descubriremos que es algo imposible gustar a todo el mundo, por lo que la frustración será una constante en nuestras vidas.

Intentar gustar a todo el mundo es dejar de ser uno mismo para adquirir la forma adecuada que se acomode a la otra persona, por lo que no estamos mostrando lo que somos y estamos perdiendo así toda nuestra esencia y encanto particular.

Ese encanto, que será el que guste a las personas que nos acepten tal y como somos, sin que estemos creando unas falsas expectativas que serán las que finalmente nos desenmascaren y acaben por romper nuestras relaciones basadas en la mentira.

“No conozco la clave del éxito, pero sé que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo”.
(Woody Allen)

Nuestro encanto particular, encontrando nuestra verdadera esencia; es lo que nos enriquece y nos acerca a las personas desde la honestidad y la confianza, para que podamos establecer vínculos realmente estables y satisfactorios, sin barreras que nos impidan mostrarnos tal y como somos


Encontrar nuestra esencia pasa por la aceptación de nuestros errores y nuestros defectos, también por reconocer y valorar nuestras virtudes y potencialidades.

Precisamente gustamos más, seducimos más, cuando nos permitimos ser nosotros mismos, cuando valoramos las personas que somos, y vamos con la seguridad de no necesitar gustar para sentirnos bien. Ya que lo esencial, ante todo, es llegar a gustarse y quererse uno mismo…

“El hombre en su esencia no debe ser esclavo, ni de sí mismo, ni de los otros, sino un amante. Su único fin está en el amor”.

(Rabindranath Tagore)

Por Rafa Aragón
 
Todos tenemos guardado un secreto bajo llave, en el ático de nuestra alma



Dicen que mantener oculto un secreto no es bueno, que hace daño. Sin embargo, a veces, es más común ser heridos cuando damos el paso a la hora de revelar esa confidencia. Porque hay corazones traicioneros que nos hacen sentir ingenuos cuando les ofrecemos la llaves de nuestra alma.

No podemos negarlo. Todos disponemos de esos océanos privados en cuyas profundidades se hallan uno varios arcones secretos protegidos con gruesas cadenas y unos cuantos candados. De vez en cuando, nos asomamos allí, con sumo cuidado para recordar un hecho. Un detalle. Una imagen. Un placer oculto o incluso un momento traumático del pasado.

A menudo el hecho de mantener un secreto provoca, inevitablemente, que iniciemos la conducta del engaño. Lo hace quien por ejemplo, mantiene una adicción, procediendo así a hacerse daño a sí mismo y a los demás. Lo comete también quien ya no ama, quien siente su corazón yermo hacia la persona con la que vive y aún así elige callar y seguir adelante por miedo, por indecisión, por costumbre o por una combinación de todas.

Son realidades que de uno u otro modo todos conocemos. Sin embargo, no todos los secretos tienen este componente donde uno debe proceder al engaño para salvaguardar su realidad personal no asumida. Lo cierto es que hay secretos, que lejos de causar algún conflicto con nuestra persona y con el entorno, son como preciados tesoros envueltos con el velo del silencio.

No sabemos muy bien por qué es así, pero hay hechos que si se pusieran en voz alta y al oído de la persona equivocada, perderían su brillo. Su esencia singular y trascendente para nuestro ser.

Secretos que se quedan para siempre en los diarios personales
Hay secretos dolorosos. Hechos personales que requieren, sin duda, de una adecuada “purga” interior, de un revulsivo con el cual, sanar y liberarnos. Un error con consecuencias, un engaño o un trauma no afrontado, nos aboca a veces a custodiar una serie de confidencias que envolvemos con férreas empalizadas durante meses, incluso años.

Cuando esto ocurre, no dudamos en usar afilados mecanismos de defensa; con ellos establecemos una distancia de seguridad entre el mundo exterior y esa zona delicada en la que sana a fuego lento nuestra herida secreta. Nos decimos a nosotros mismos que “todo va bien”, “que la vida sigue”. Sin embargo, esa llaga lejos de cauterizarse se infecta más aún. Es entonces cuando nuestro comportamiento oscila entre la ansiedad, la indefensión y la depresión.

Ahora bien, poner esos hechos en voz alta también supone al mismo tiempo enfrentarnos a otro foco de estrés. Porque nunca sabemos cómo van a reaccionar los demás… En esencia, romper ese falso equilibrio en el que nos sosteníamos.

Revelaciones de familia
Todos somos muy conscientes de que lo que duele, lo que pesa, debe soltarse. Que poner en voz alta esos hechos que uno elige esconder en la alfombra de nuestra mente puede liberarnos, sanarnos. Sin embargo, hay quien elige no hacerlo nunca. Como dato curioso te hablaremos de la doctora Evan Imber-Black. Es psiquiatra de familia y directora del “Centro para la Familia y la Salud” del Bronx de Nueva York.

En su libro “Secrets in Families and Family Therapy” relata cómo muchas personas han encontrado un gran beneficio llevando un diario a lo largo de sus vidas. Estas vivencias personales -impresas a veces con mala caligrafía y con letra temblorosa- escondían auténticos dramas o hechos impactantes que jamás se atrevieron a compartir con sus familias. La escritura se convirtió para ellas en un salvavidas cotidiano.

Ahora bien, tal y como nos explica la doctora Imber Black, los secretos de familia, lejos de evaporarse, se transmiten de generación en generación como herencias, como “trampas explosivas” esperando estallar. A pesar de que ese hecho no sea relevado, el clima emocional negativo y el tenso de recelo contamina toda la dinámica.

Llevar un diario ayuda, pero no basta. Es necesario, liberarlos, reconstruir, sanar.


Confidencias que guardo solo en el ático de mi alma
Hay secretos, a diferencia de los anteriores, que no dañan. Que son nuestros, como lo es nuestra piel, nuestro oxígeno o esas cicatrices que nos hicimos de niños y que de vez en cuando acariciamos para teletrasportarnos a un momento del pasado. Hay recuerdos que nos definen y que, sencillamente, elegimos no compartir con nadie.

A veces, estos tesoros privados están hechos de sensaciones y pensamientos surgidos en un momento dado. En ocasiones no son más que vivencias, esas que conforman el tejido emocional que nos define ahora. Recuerdos que no pueden ponerse en voz alta porque hay palabras que no alcanzan a describir la inmensidad de aquellas sensaciones que aún nos hacen temblar por dentro.

Algo que todos sabemos también es que en ocasiones, elegimos compartir esos delicados secretos con la persona amada. El hacerlo o no es algo que tenemos que meditar muy bien. No es bueno abandonarse durante mucho tiempo a la emocionalidad del momento, porque corremos el riesgo de que esos espacios privados queden profanados de pronto con la ironía, la decepción o incluso la traición.

Lo creamos o no siempre es bueno quedarnos con algo para nosotros secreto. Son islas privadas, jardines muy recónditos donde enraizarnos, donde volver de vez en cuando para hallar la calma, para abrazarnos en tranquilo deleite a nuestra esencia.

Por Valeria Sabater



 
El chisme muere cuando llega al oído de la persona inteligente


El mecanismo siempre suele funcionar del mismo modo: hay un hipócrita que crea un chisme para que el chismoso lo difunda y el ingenuo lo crea sin resistencia. La epidemia de los rumores solo termina cuando por fin, llega al oído de la persona inteligente, a ese corazón vacunado que ni atiende ni responde a lo que no tiene sentido.

En un libro publicado en 1947 por el psicólogo social Gordon Allport titulado “La psicología de los rumores” se nos explica algo realmente curioso: los chismes sirven a diversos grupos de personas para cohesionarse entre sí y posicionarse frente a alguien. A su vez, estas conductas les son placenteras, liberan endorfinas y logran combatir el estrés.


La lengua no tiene huesos y, sin embargo, es lo bastante fuerte para hacer daño y envenenar a través de chismes y rumores. Un virus letal que solo se aplaca cuando llega a oídos de la persona inteligente.

El chisme se convierte en muchos casos en un mecanismo de control social que otorga cierto poder a quien lo practica. Se posiciona en el centro de atención de ese grupo de personas receptivas siempre a cualquier chisme, a cualquier información sesgada, con la cual, salir de sus rutinas y aprovechar ese estímulo nuevo a modo de distracción.

Tal y como suele decirse, los chismosos no saben ser felices. Están demasiado ocupados en camuflar sus amarguras en tareas vanas y superfluas donde validar inútilmente sus autoestimas. Te invitamos a reflexionar sobre ello.


La psicología del chisme implacable
La psicología del chisme y de los rumores está de plena actualidad. Pensemos, por ejemplo, lo rápido que llega a “contagiarse” un rumor fundado o infundado en el mundo de las redes sociales. Internet es ya como un auténtico cerebro donde los datos campan como neuronas interconectadas para nutrirnos con una información que no siempre es verdadera ni es respetuosa con los demás.


Por su parte, los expertos en márketing y en publicidad siempre suelen poner como ejemplo del “chisme fatal e implacable” el caso del refresco “Tropical Fantasy”. Sacado al mercado en 1990 obtuvo un éxito casi inmediato en Estados Unidos, hasta que de pronto, surgió un rumor tan aterrador como absurdo.

Se decía que estos refrescos baratos habían sido creados por el Ku Klux Klan para un fin muy concreto. Su bajo coste permitía que gran parte de la población afroamericana de bajos recursos tuviera acceso a ella. En su fórmula, se escondía a su vez un oscuro propósito: dañar la calidad del s*men de los afroamericanos para que no pudieran tener más hijos.

Nadie sabe por qué o quién encendió la llama de este rumor, pero el impacto fue desastroso. La marca “Tropical Fantasy” tardó años en recuperarse, hasta el punto de que aún a día de hoy, no se olvidan de incluir en sus imágenes publicitarias a personas de raza negra disfrutado del refresco.


No importaba lo delirante que fuera el chisme en sí, lo infundado o lo malicioso, porque logró atacar la sensibilidad de un colectivo que desde entonces ha desarrollado una resistencia al consumo de ese producto, solamente en base a un rumor infundado. Aún sabiendo que no era cierto, la impronta emocional perdura. Este es el claro ejemplo de uno de los chismes que más eco han dejado.


Defendernos de chismes y rumores
Lo queramos o no, nuestra sociedad está construida a base de relaciones de poder donde los chismes y rumores son auténticas armas arrojadizas. Las verdades manipuladas son útiles para muchas personas, logran posicionarse con ellos y obtienen beneficios muy concretos.

Así pues, es necesario que seamos siempre ese oído inteligente que actúa como barrera, que frena el agravio, el sin sentido, la información falsa y la chispa de ese incendio que siempre ansía llevarse a alguien por delante.

Por ello, y para comprender un poco mejor estos procesos psicológicos tan comunes en nuestros contextos sociales, te proponemos que tengas en cuenta esos pilares que sustentan la compleja psicología del chisme, del chismoso y del ingenuo que los escampa.

La sabiduría popular siempre nos dice que para romper una cadena basta con eliminar un eslabón. Si el rumor y el chisme actúan como auténticos virus en nuestro ambiente laboral, en nuestra familia o en nuestro círculo de conocidos, es necesario ayudarnos de personas de confianza para que actúen como diques de contención. Que hagan de oídos inteligentes para desarmar lo que no tiene sentido.

  • Los chismes se difunden cuando hay alguien que desea adquirir notoriedad a nuestra costa. Ante estas conductas, podemos actuar de dos formas, o bien haciendo oídos sordos ante lo absurdo o actuando con asertividad poniendo límites y dejando las cosas claras.
  • Hemos de ser conscientes de que en toda organización, comunidad de vecinos o en grupos de compañeros o amigos, va a haber un “rumorólogo” oficial. Un amante de los chismes.
  • Hemos de ser siempre íntegros, transparentes y no alimentar este tipo de conductas escampando el virus del rumor o el chisme. Ahora bien, es necesario saber además que no es nada fácil desacreditar un rumor, las palabras no siempre bastan, se necesitan hechos contundentes para desacreditar y demostrar lo inverosímil de ese chisme.
Las lenguas serpenteantes siempre nos van a acompañar de un modo u otro, así que lo mejor será siempre evitar ser una de ellas y recordar que los chismes son para la “chusma” y la información para los oídos sabios.

Por Valeria Sabater


 
He dejado de dar explicaciones a quien entiende lo que quiere


No vivas dando explicaciones por cada cosa que haces: es una fuente de estrés innecesaria. No hay necesidad de justificar tu forma de ser a quienes ya te juzgan solo por ser diferente, por ser único. Quien te quiere, te respeta. Así que evita caer en la cultura del “que dirán” y protege tu intimidad, tus esencias.

Algo que caracteriza a la sociedad actual es que existen cánones para todo: desde el aspecto físico hasta lo que se considera como “biológicamente” normal, como casarnos, tener hijos, etc. La presión social e incluso hasta la familiar, nos obliga a menudo a tener que dar explicaciones por cada cosa que hacemos (o que decidimos no hacer).


Practica la libertad personal y el arte de la asertividad. Deja de dar explicaciones sobre cada todo lo que haces: quien te quiere no lo necesita y quien no te respeta entenderá lo que quiera.

Algo importante, que deberíamos empezar a hacer hoy mismo, es reflexionar sobre el número de veces en que nos justificamos ante los demás. Hacerlo en exceso es caer en incoherencias, sufrimientos y sobrecostos innecesarios. Tú eres tu propio juez y tienes derechos asertivos para decir: “no, no te voy a dar explicaciones porque no te incumbe en absoluto”.


Dar explicaciones: una fuente de estrés
En un interesante artículo publicado en el espacio "Pshycology Today" nos explican que las personas debemos aprender a hacer frente a todas esas personas que se atreven a cuestionar nuestras “decisiones vitales”.

– ¿Cómo es que aún no te has casado?
– ¿Cuándo vas a sentar la cabeza y a encontrar un buen trabajo?
– ¿Por qué no tenéis otro niño?

Lo más complejo de estas situaciones, es que los jueces que valoran nuestras decisiones o “no acciones” son precisamente los parientes más cercanos, de ahí, que la presión y la sensación de estrés sea más elevada.


Razones que nos obligan a tener que dar explicaciones
Para comprender un poco mejor las fuentes de sufrimiento más comunes, es necesario tener en cuenta estas dimensiones en las que todos nos podemos ver identificados.

  • Un error muy común en el que solemos caer, es que nos condicionamos con la estresante necesidad de diseñar nuestra existencia buscando el agrado de los demás (y en especial hacia nuestras familias).
  • Otro aspecto a tener en cuenta es que hay quien ha hecho de su vida personal una tribuna pública, donde cada acto, elección o pensamiento debe ponerse en voz alta para encontrar aceptación. Es algo que vemos a menudo en nuestras redes sociales: “un like” es un refuerzo positivo con el cual sentirse bien tras publicar un pensamiento o una foto.
  • El miedo al “qué dirán” sigue muy presente en la actualidad. Hay quien se ve con la necesidad de justificar cada cosa que hace para no “romper” ese círculo del control donde actuar o no dar explicaciones es ser señalado como diferente.

Aplica en tu vida la siguiente regla: haz las cosas antes que hablar de ellas, porque las cosas, al hacerse, hablan por sí mismas y no necesitan explicaciones.

Nuestros derechos asertivos
En un estudio llevado a cabo en la Universidad de Ohio (Estados Unidos) y publicado en la revista " Behavior modification" nos explican que el simple hecho de desarrollar y aplicar estrategias asertivas, mejora nuestra salud y la calidad de nuestras relaciones sociales.

Todos nosotros tenemos derechos asertivos, es decir, puedes y debes tener tus propias opiniones y creencias, con derecho a evaluar tus sentimientos y conductas, y a aceptarlos como válidos aunque los demás no los vean bien o no los acepten.

Aprende a ser asertivo: no siempre es útil dar explicaciones
Ahora bien… ¿Cómo interiorizar y aplicar estos pilares en nuestra realidad más próxima? Te invitamos tomar nota:

  • Tienes derecho a dar o a no dar explicaciones: los verdaderos responsables de lo que hacemos, sentimos o elegimos, somos nosotros mismos. Si los demás nos quieren y respetan, no necesitan nuestras justificaciones.
  • Establece límites de forma diplomática: cuando un familiar, por ejemplo, insiste en que le des una explicación sobre algo que no le incumbe pon límites con cortesía y usa siempre frases cortas: “es mi decisión”, “porque me gusta así, “porque estoy contento con mi vida”.
  • Asume que a veces dar explicaciones no sirve de nada: es algo que debemos aceptar porque hay quien entiende lo que quiere, y a menudo, la demanda de una explicación ya es de por sí una crítica o un modo de humillar. Aprende a ignorar las críticas vacías y no te estreses. Evita el sufrimiento inútil.
Antes de dar una explicación piensa si lo que vas a decir contribuirá a mejorar algo, a solucionar o a prevenir un aspecto en concreto. Si no es así, no te preocupes, sonríe y limítate a guardar silencio.

Por Valeria Sabater
 
La inutilidad del enfado ¡Cómo desprenderse de él!



En la mayoría de las ocasiones, cuando conseguimos controlar nuestro enfado nos arrepentimos de habernos metido en tal berenjenal. Unas veces por la poca importancia que tenía el asunto, otras porque no queríamos hacer daño a alguien a quien queremos demasiado y así podría seguir, pero te dejo que lo hagas tú…

Sin lugar a dudas, es muy posible que, en otras ocasiones, el motivo sea más importante y la razón esté totalmente de nuestra parte, pero honradamente y ahora que no estamos enfadados -¡espero!,- si lo pensamos un poco más, es muy posible que no mereciera la pena. No me refiero a la causa, ni a los motivos, que seguro eran importantes, me refiero a las formas.


Porque cuando nos enfadamos nos perdemos a nosotros mismos. Nos secuestran los sentimientos, más concretamente la amígdala, una estructura que tenemos en nuestro cerebro que tiene la obligación de asegurar la supervivencia y que, si no la controlamos a tiempo, se dispara obligándonos a entrar en un laberinto de sentimientos que nos ofusca, nos bloquea y nos vuelve un tanto irracionales.

La amígdala está diseñada para responder con rapidez ante el peligro, sin pararse a cotejar los pros y los contras, cosa que hace la corteza cerebral. Esto es así porque, en ocasiones, nos haría perder un tiempo demasiado precioso. Es un buen mecanismo si el peligro es real, pero si se dispara por cualquier nimiedad, termina siendo un problema, dado que, una vez que se pone en marcha el mecanismo, se lanza un cóctel de hormonas a nuestro riego sanguíneo, de cuyas consecuencias somos conocedores.


No nos gusta cómo nos sentimos cuando nos enfadamos y para colmo nos introduce en un estado que nos impide actuar de forma adecuada.

¿Qué podemos hacer?
Si es otro el que se enfada, tomar distancia, para impedir el contagio, porque es una sensación que se extiende con demasiada facilidad.

Dar tiempo a nuestro interlocutor a que se le pase; cada uno necesitamos tiempos distintos y también dependerá de la intensidad del enfado. Ser conscientes de que todas esas hormonas que corren por su cuerpo tienen que desaguarse en sentido físico y no figurado.


Después, cuando vuelva a la normalidad, podremos hablar tranquilamente, siempre y cuando el otro nos importe lo suficiente como para esperar; en caso contrario, sería suficiente con tomar distancia, física y emocional.

¿Y si somos nosotros los que nos estamos enfadando? Bien, en este caso hemos de recordar que tenemos un cuarto de segundo para parar el proceso; si nos damos cuenta justo antes de empezar podremos parar. Es como cuando te tiras de un trampolín. Imagina uno muy grande, si te impulsas y en ese momento te da miedo puedes poner las manos e impedir el movimiento, pero como lo pretendas a mitad de camino, es imposible.

Una buena pregunta para esos segundos sería ¿esto que ahora me preocupa, será importante dentro de unos meses?

Otra buena recomendación es que inspires hondo y espires lentamente, para tomar distancia de la situación: intenta imaginarte como espectador de lo que pasa.

Y si al final te metes en la vorágine del enfado, procura aislarte para no hacer daño a otros y date tiempo para expulsar todas las hormonas que corren por tú sangre.

Después, cuando se te pase, analiza lo que pasó, cómo pasó. Pregúntate ¿Qué opciones tenías?, en definitiva, averigua qué has aprendido para la próxima vez, porque eso es lo que nos hace avanzar.

Por Leonor Casalins
 

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