Autoestima y otros temas de psicología

El corazón de las buenas personas está hecho de lágrimas escondidas



En el corazón de las buenas personas no caben las rendiciones. Luchan por los demás, nunca dicen que “no” y son el mejor apoyo en toda necesidad. Sin embargo, cuando lloran, lo hacen a escondidas porque no pueden más, porque están cansados de ser fuertes y sus almas necesitan esas lágrimas para repararse.


Este tipo de situaciones de alta carga emocional son muy comunes en las personas acostumbradas a darlo todo por quienes están a su alrededor. Las llamamos “buenas personas” y, aunque todos nosotros sepamos muy bien lo que está bien y lo que está mal, existen determinados perfiles mucho más volcados hacia el bienestar del otro. De ahí, que sean ellos/as los más proclives a las sobrecargas, a las decepciones, al sufrimiento emocional.




Lloramos a escondidas lágrimas que nadie ve, desahogamos tensiones, miedos y tristezas en rincones de penumbra para no ser descubiertos, para que nadie perciba que estamos hechos del mismo material que cualquier persona.


Goethe, poeta, dramaturgo y novelista, gran experto por tanto en emociones humanas, solía decir que quien no ha terminado nunca una comida encerrándose después en su habitación para llorar, es que nunca ha probado el auténtico sabor de la vida. Las personas lloramos por muy diversas razones, pero hay quien, sencillamente, lo hace porque está cansado/a de aparentar que puede con todo. Que es invencible.


Profundicemos hoy en este aspecto.

Por qué “las buenas personas” lloramos a escondidas

Señalábamos al inicio que es común categorizar a las “buenas personas” como aquellas personalidades más orientadas a los demás que hacia sí mismas. Son comportamientos que encuentran la felicidad haciendo el bien, dándolo todo a cambio de nada. Es por tanto ese altruismo lleno de dignidad a la vez que de humildad tan admirable pero a su vez, tan duro para quien lo lleva a cabo.




Un hecho muy frecuente en este tipo de perfiles es que elijan el desahogo emocional en soledad antes que compartirlo con alguien. El que esto sea de esta forma (al menos por término medio) se debe a varios aspectos psicológicos que definió la Universidad de Ciencias de la Salud de Japón, a raíz de un interesante estudio que se publicó en la revista médica “Library of Medicine National Institutes of Health”.


En este trabajo se analizó la labor de 300 enfermeras a lo largo de un año. Según ellas mismas explicaron, en ocasiones, deben enfrentarse a situaciones muy duras y con una alta tensión emocional. Cuando necesitaban desahogarse, las enfermeras preferían hacerlo en soledad porque era mucho más catártico y obtenían después un bienestar más reparador. Bastaba con quince minutos de llanto en rigurosa soledad para después, volver a sus responsabilidades…

La psicología de las lágrimas

Lloramos para liberarnos, para trasformar la tensión en lágrimas saladas, lloramos para que el miedo encuentre alivio y para que la tristeza, se trasforme en un llanto capaz de consolar. La forma en que lo hagamos, ya sea junto a alguien o en privado como el caso de las enfermeras, no tiene importancia. Lo esencial es que nos ofrezca un adecuado desahogo de acuerdo a nuestras necesidades particulares.


Las lágrima jamás serán reflejo de tu debilidad, sino de tu capacidad para ser fuerte.

Un aspecto en el que hay unanimidad, es que por lo general, son las mujeres las que más suelen ejercer el papel de cuidadoras, son ellas quienes en la grandeza de su corazón, “lo dan todo a cambio de nada” por los seres que aman, por sus hijos, sus parejas, su familia… De ahí, que estudios como el llevado a cabo en la "Organización Holandesa para Investigación Científica", hablen de las lágrimas en la mujer como un tipo de “lenguaje interior” con gran utilidad emocional.

Las lágrimas: biología, psicología y catarsis
Podemos observar y entender las lágrimas desde perspectivas distintas:

  • Según la biología existiría en realidad una razón por la cual las mujeres tienen más facilidad a la hora de llorar. La clave está en la testosterona, que en el caso del hombre actuaría como inhibidora del llanto, mientras que la hormona prolactina (mucho más elevada en las mujeres) facilita la liberación de las lágrimas.
  • Para muchos psicólogos las lágrimas nos pueden facilitar una mejor compresión de nuestro mundo interior y de nuestras necesidades. Esta expresión emocional actúa primero como desahogo. para después, permitirnos ver con una adecuada claridad mental muchas de esas necesidades no atendidas, que requerirían sin duda un cambio en nuestra conducta.
  • El poder catártico de las lágrimas puede alcanzar un mayor beneficio si recurrimos a un “buen llanto“. Según los expertos, las lágrimas emocionales liberadas durante este proceso, contienen muchas más proteínas y ejercen a su vez, un poder curativo en el organismo de la persona. Algo de lo que se benefician muchas mujeres.
Para concluir, las buenas personas suelen llorar a escondidas porque de este modo, obtienen mayor consuelo e intimidad para poder ser ellas mismas sin su armadura, sin su coraza inexpugnable. No obstante, las armaduras siempre pesan y, aunque un buen llanto desahogue amarguras y decepciones, nunca está demás el priorizarse de vez en cuando y poner límites para atender un poco mejor ese corazón que lejos de ser de hojalata, es de carne, sueños y lágrimas saladas.

Por Valeria Sabater


 
9 consejos para valorar más tu vida



Buscar ser felices y sentirnos bien es una tarea para muchos aún pendiente. Una pauta fundamental, como primer paso para conseguirlo, es que aprendas a conocerte para valorar más tu vida y saber cómo quieres vivirla.


Los momentos en los que nos enfrentamos a nuestro miedo es cuando más cerca nos encontramos de esa consciencia, ese entendimiento personal que nos permite saber qué valoramos y qué no, qué deseamos que ocurra y qué buscamos como seres humanos y enriquecimiento interior.




Cuando en ese momento eres sincero contigo mismo, ahí tocas tu cielo emocional escuchando a tu corazón y sus deseos más brillantes, tus sueños y tus metas en la vida. Entonces es cuando sabes “qué quieres” y lo más importante, cómo quieres conseguirlo.


Todos sabemos en nuestro precioso interior lo maravillosa que es la vida, sobre todo cuando somos felices y aspiramos a serlo cada día. Por eso, hoy te traigo 9 consejos para valorar más tu vida. Son pautas simples que te permiten cambiar tu forma de llevar a cabo las cosas y percibir de manera más sana el mundo y, por tanto, tu vida.


1. Una dieta equilibrada

Casi todas las enfermedades actuales vienen provocadas por una mala alimentación, originadas también por exceso de peso. La diabetes, los problemas óseos, los riesgos de ataques al corazón o los problemas circulatorios son los más habituales.


2. Mantente en forma

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Encontrarnos en buena condición física es súperimportante, tanto para tu buena condición interior y exterior. Nos permite sentirnos en equilibrio con nosotros mismos y “querernos”, lo cual nos hace mucho más conscientes y capaces de valorar un campo más amplio de nuestro alrededor.


Para ello, realizar ejercicio regularmente nos ayuda a cuidar y mantener un peso corporal equilibrado y proteger nuestro sistema inmunológico. También te permite liberar ese exceso de energía acumulado durante el día que puede derivar en ansiedad, depresión o estrés.


3. Lleva a cabo un estilo de vida saludable

El estilo de vida está ligado y deriva de nuestra forma de ser, de cómo nos queramos afrontar a los problemas y como encaremos nuestras relaciones personales. Todo eso nos condiciona a sentir de una forma u otra.




Por eso es importante decidir cómo queremos vivir y que estilo de vida nos apetece: hacer las cosas deprisa y con estrés o, por el contrario, tomarnos tiempo y hacer las cosas a un ritmo de vida saludable que nos permita también disfrutar de nosotros mismos y de las personas de nuestro alrededor.


4. Da lo mejor que tienes

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Para nada venimos a esta vida siendo unos mártires o unos exitosos. Lo único que está escrito es que lo que puedes conseguir o no depende en gran parte del empeño que pongas y lo mucho que creas en ti. Si en todo lo que hagamos damos lo mejor de nosotros, comenzaremos a atraer lo positivo.


La vida te regala lo que tú le das. Cuando disponemos de un corazón tan inmenso y nos atrevemos a regalarlo con cuidado y mimo, conseguiremos el don de la alegría, el optimismo y el amor puro. También atraerás muchísimas posibilidades.


Si te centras en lo negativo, tú mismo te creas barreras que te ciegan y no te dejaran ver más allá de tu persona.
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5. No limites tus pensamientos

Todos somos únicos y alucinantemente capaces. Hay una frase que me encanta usar en mis sesiones y día a día: “si eres capaz de soñarlo, es porque tu cuerpo es capaz de llevarlo a cabo.


Muchas veces, nosotros mismos nos ponemos límites injustificados. Ser conscientes de nuestros pensamientos negativos es un ejercicio vital. Todos estamos capacitados para lo que queramos, solo tenemos que abrirnos y creer en nosotros. Y lo más importante, no dejar de intentarlo nunca. Ya solo por el hecho de intentarlo te llevarás grandes sorpresas.


6. Cuida tu autoestima para valorar más tu vida

Es cierto que la educación que hemos recibido no nos facilita cuidarnos y querernos cada día. Cuando somos niños, somos mucho más seguros y no tenemos miedo a casi nada.


Te invito a que hagas una lista sincera de lo que como niño te hubieras atrevido a realizar y como adulto no para que seas consciente. Es importante no condicionarnos por los demás ni tener miedo al ridículo. Al fin y al cabo es tu vida, cada uno tiene sus valores y formas de verlo.


¿Qué más te da que otro no lo acepte? El que se va a sentir feliz de haberse atrevido eres tú. Atrévete entonces.


7. No te aferres al pasado

Es normal que con el paso del tiempo arrastres una mochila emocional llena de malos momentos que te permitieron un aprendizaje inmenso de cantidad de situaciones que hoy ya sabes enfrentar. Pero es bueno que no estés agarrándote a esos momentos. Soltar, dejar marchar, es muy importante para crecer interiormente.


No vivas con los errores del pasado. Quiérete, acéptalo y obsérvalos como experiencias que te permitan mejorar el futuro.
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8. No dependas de los demás

El primer principio para valorar más tu vida y ser increíblemente feliz es sentirte bien “contigo mismo” en soledad. El ser humano es fantástico en cualquier faceta, y en la sociable más aún. Pero, es importante ser conscientes de que, dentro del aprendizaje de la vida, ser feliz contigo mismo te permitirá saber serlo después con los demás.


Es maravilloso compartir tu vida con otras personas, pero si un día la relación acaba debes ser capaz de seguir hacia adelante. La única persona con la que sabes que siempre podrás contar eres tú mismo.


9. Equilibra tu mente y cuerpo

Es necesario sentirnos bien con nosotros mismos y ser consecuentes de nuestros actos. Si conseguimos un equilibrio entre nuestra mente y cuerpo tendremos una vida más saludable y podrás compartir con los demás lo mejor de tu persona y corazón.


Cuéntanos cómo te sientes si te animas a poner en práctica estos consejos como hábito en tu vida y comparte tus sensaciones positivas. Hay veces que no somos conscientes que con pequeños pasos podemos conseguir grandes caminos y lugares donde desear estar. Aprende a valorar más tu vida y sé todo lo feliz que te mereces ser.

Por Paula Díaz
 
Quiérete, te vas a necesitar

Nos pasamos media vida queriendo ser diferentes a como somos, comprometiendo nuestro equilibrio emocional. Queremos tener un cuerpo distinto al que tenemos, maquillar nuestro defectos, potenciar lo que nos falta y en definitiva ser quienes no somos. Este empeño de estar peleado con uno mismo solo nos genera malestar, a veces injustificado. La vida a veces es más simple, quiérete por lo que eres.


Con esto no quiero decir que no luchemos por mejorar, por encontrarnos y por obtener lo que queremos de nosotros mismos, pero de ahí a no aceptarnos hay una linea en la que se encuentran muchos problemas emocionales que nosotros mismos nos inoculamos. Nos han enseñado a valorarnos a través de metas externas poco asequibles para la mayoría de la población. La sociedad vive instalada en un malestar general por metas que nos aportarían un dudoso bienestar y que en cualquier caso se encuentran en el futuro. Vivimos mucho mejor que hace años, pero somos mucho menos felices.




Por ejemplo, las personas que quieren mejorar su autoconcepto a partir del cuerpo se encuentran con una curiosa disyuntiva. La mayoría, una vez que ha conseguido su objetivo estético, siguen sin quererse y seguirán sin hacerlo si no llegan a ver el trasfondo de ese malestar. Amarnos es el único camino que nos queda si queremos dejar atrás gran parte de nuestra inseguridad. Por eso quiérete porque te vas a necesitar.


“Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna”


-Oscar Wilde-


Quiérete, si todo falla solo te tendrás a ti mismo

La idea que cada uno tenemos de nosotros mismos define nuestro autoconcepto. Si somos capaces de valorar nuestros aspectos positivos, aceptando nuestras limitaciones, tendremos una buena imagen de nosotros mismos. Mientras que si nos valoramos solo por aspectos negativos, nos sentiremos a disgusto con nuestra opinión personal, lo que nos llevará a no poder aceptarnos y de ahí, a no querernos.







Nuestro nivel de autoestima determina cómo nos relacionamos en la vida. La autoestima es independiente de las cosas externas, es más bien un reflejo de la satisfacción que sentimos por como somos. Esta satisfacción es más común en las personas optimistas, ya que son capaces de ver sus cualidades y aceptar sus debilidades. En cambio, las personas pesimistas filtran solo sus características más desfavorables, desajustando cómo son realmente.


El optimismo moderado puede formar parte de esa fórmula esperanzadora para tener una autoestima sana. Se calcula que en torno al 30% del optimismo tiene una carga genética, por lo que el 70% restante es aprendido. Podemos aumentar nuestro optimismo, alimentando estados emocionales gratificantes, fomentando estilos positivos de pensamiento y no enjuiciando las cosas que no nos afecten.


“Tú mismo, así como cualquier otro en el universo entero, mereces tu amor y afecto”




-Buda-


Tendemos a valorar más a los que nos rodean que a nosotros mismos

Valoramos más las cualidades en los demás porque no tenemos la suficiente confianza, ni muchas veces tampoco la suficiente paciencia, para verlas en nosotros mismos. Para valorarnos de una manera justa y beneficiosa, primero tenemos que respetarnos, dándonos así voto de confianza.


En general, no nos valoramos lo suficiente. Cada uno de nosotros somos únicos en cualidades, pero muchos no sabemos darnos el valor adecuado. Si no nos valoramos no es porque los demás no lo hagan, sino porque nosotros mismos no nos valoramos lo suficiente. Una buena autoestima no depende de la opinión que los demás tengan de nosotros, sino del resultado de nuestra evaluación personal.


Cuando nos valoramos, entran en juego nuestras características personales y la forma que tenemos de relacionarnos con nosotros mismos. Está valoración determina que podamos aceptarnos cómo somos y sobre todo que nos queramos por lo que somos. Valorarnos de una forma ajustada significa creer que somos capaces de afrontar la vida. Quiérete, no lo olvides…





“Ámate a ti mismo primero y todo lo demás vendrá a continuación. Realmente hay que amarse a uno mismo, para conseguir hacer algo en este mundo”


-Lucille Ball-


Por Fátima Servián Franco
 
Primero ámate



¿Te desvives por complacer a los demás sin sentir que realmente lo valoran? Si esto corresponde a una constante en tu vida, tal vez sea el momento de reevaluarte internamente.




Ayudar a los demás sin esperar nada a cambio es un gesto maravilloso que deja en evidencia tu gran corazón y capacidad para servir al prójimo, pero recuerda que es necesario amarte primero para poder hacerlo con otras personas desde el fondo de tu corazón, sin que abandones tus propios sueños.


Tu naturaleza es de un ser humano excepcional, no lo ponemos en duda, sin embargo ¿Te has puesto a pensar qué tan feliz eres contigo mismo? Cuestiónate si estás esperando a alguien que sea lo suficientemente agradecido como para valorarte y devolverte todo eso que has entregado sin medida… pues, ¡esa persona tan esperada eres tú! porque la verdad es que nadie conoce mejor cuáles son tus anhelos, sentimientos o necesidades.


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Mírate en tu propio reflejo

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Hagamos este ejercicio: sin que haya nadie alrededor, colócate frente a un espejo y obsérvate detalladamente. Sólo estás tú y nadie más podrá juzgar la imagen que se proyecta enfrente. Mientras tanto, toma nota de cada pensamiento que se te aparezca por la mente.




Después de 15 minutos o más (puedes tomarte el tiempo extra que quieras), lee lo que anotaste. Ahora arma una lista separando aquello que consideras negativo de las percepciones positivas.


Si la balanza se inclina más a favor de lo negativo, es un indicativo de que necesitas prestarte más atención. Poco a poco podrás ir trabajando cada uno de esos aspectos desfavorables que señalaste sobre ti para lograr mejores resultados. Pero ya habrás emprendido ese maravilloso viaje de auto-descubrimiento, habrás empezado a sincerarte contigo mismo(a) y a conocer cuál es la auto-percepción que tienes de tu propia persona.


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Comienza por ti

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Abraham Maslow, uno de los principales exponentes de la psicología humanista, desarrolló una teoría que tiene que ver con la “autorrealización”.


Este autor graficó su idea en una pirámide donde explica que para llegar al punto máximo de satisfacción interna, debemos antes cubrir una serie de necesidades que van desde las fisiológicas (alimentación, respiración y descanso), hasta aquellas que implican querernos a nosotros mismos para llegar a ser creativos, espontáneos, con una moral firme en nuestra vida.


La autoestima es una serie de percepciones, pensamientos o sentimientos que definen el comportamiento de una persona. Es la forma en que nos visualizamos a nosotros mismos y que, por consecuencia, afecta la forma en que interpretamos al mundo.


Según el psicólogo estadounidense Carl Rogers, “la raíz de los problemas de muchas personas es que se desprecian y se consideran seres sin valor e indignos de ser amados”. En estos casos, la aceptación constituye un paso importante para encontrar soluciones.


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¡Empieza ahora!

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Desde hoy mismo, cualquier apreciación distorsionada que tengas de ti mismo puede cambiar. Continuarás tendiendo tu mano a otros, aunque cada vez desde un conocimiento más profundo sobre quién eres y cómo te sientes.


Este será el primer paso para avanzar en tu búsqueda interna y te permitirá, sobre todo, rescatar esos deseos que tienes que atreverte a cumplir, sacar a la luz esas metas que un día dejaste guardadas en ese viejo cajón… ¿Qué tal si te atreves?

Por Claudio Navarro
 
“Susto o espanto”, la pérdida repentina del alma



De repente, sin saber cómo, hay personas que sienten que pierden su alma. El origen habitualmente está en un “susto o espanto” de origen variable que genera una sensación displacentera que cabalga entre el temor y la sorpresa. Algo repentino que desalienta y ocasiona que la persona sienta que el corazón le da un vuelco.


Todos conocemos la sensación que se tiene cuando una circunstancia concreta nos hace sentir que la vida puede correr peligro o verse amenazada. Esa percepción es habitualmente real; sin embargo, en otros momentos puede estar determinada por la sugestión y, realmente, la vida no peligra.




Sin embargo, hay personas que como respuesta a ciertas situaciones, sienten que tras el “susto o espanto” el alma sale de su cuerpo, generando gran infelicidad y provocando una sintomatología diversa que analizaremos a continuación.





La definición de “susto o espanto” de los sistemas diagnósticos

El DSM-5 define el susto como ‘una explicación cultural del malestar y el infortunio prevalente entre algunos latinos de Estados Unidos y en personas de México, Centroamérica y Sudamérica. No se reconoce como enfermedad entre los latinos caribeños. El susto es una enfermedad atribuida a un suceso que asusta y hace que el alma abandone el cuerpo, dando como resultado infelicidad y enfermedad, además de dificultades para desempeñar los papeles sociales clave´.




Tal y como informa el sistema diagnóstico, los síntomas pueden aparecer en cualquier momento desde días hasta años después de sufrir el suceso que le asusto. En los casos extremos, el “susto o espanto” puede incluso producir la muerte.
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Así, aunque no hay síntomas específicos que definan este infortunio denominado “susto o espanto”, la sintomatología que suele referirse por parte de estas personas son:


  • Alteraciones del apetito.
  • Sueño inadecuado o excesivo, sueño turbado o sueños.
  • Sentimientos de tristeza.
  • Baja autoestima.
  • Sensibilidad interpersonal.
  • Falta de motivación para hacer nada.
  • En cuanto a la sintomatología somática, los síntomas que acompañan al susto pueden ser molestias y dolores musculares, frío en las extremidades, palidez, cefalea, dolor abdominal y diarrea.





El origen y la tipología del “susto o espanto”

El origen o, lo que es lo mismo, los acontecimientos que precipitan esta condición son diversos. Generalmente incluyen fenómenos naturales, animales, situaciones interpersonales y entes sobrenaturales, entre otros.


Asimismo, el DSM-5 ha identificado tres tipos sindrómicos de “susto o espanto” (denominado cibih en la lengua zapoteca local), y cada uno de ellos tiene relaciones diferentes con los diagnósticos psiquiátricos.


  • Un susto interpersonal, caracterizado por sentimientos de pérdida, abandono y no ser querido por la familia, con síntoma acompañantes de tristeza, mala imagen de sí mismo e ideación suicida, parece estrechamente relacionado con el trastorno de depresión mayor.
  • Cuando el susto es el resultado de un acontecimiento traumático que jugó un papel fundamental en la conformación de los síntomas y en el procesamiento emocional de la experiencia, parece más apropiado el diagnóstico de trastorno de estrés postraumático.
  • El susto caracterizado por varios síntomas somáticos recurrentes -para los que la persona ha buscado la asistencia sanitaria de varios médicos- se considera similar a un trastorno de síntomas somáticos.

Esta condición supone un sufrimiento verdaderamente intenso para las personas afectadas. Las distintas culturas que lo han documentado atribuyen componentes mágicos a su aparición. Así, es curioso cómo los tzotziles hacen tres diferenciaciones ante un suceso de este tipo (Castaldo 2004):


  • Xi-el: no se pierde el alma.
  • Komel: es el espanto por una caída; se pierde el alma y la captura la tierra.
  • Ch’ ulelal: se pierde el alma y no se conoce su paradero; puede estar en el cielo, en el mundo, en otro pueblo o vendida.

Este fenómeno no es homogéneo y, desde luego, requiere mayor investigación y consideración por la comunidad científica. Eso sí, el susto o espanto requiere ser estudiado atendiendo a su contexto, pues no nos podemos olvidar del fuerte componente cultural que lo define.

Por Raquel Aldana
 
El complejo de Napoleón



El complejo de Napoleón es un término que se utiliza para describir el complejo de inferioridad que sufren algunas personas con baja estatura. Las personas que padecen este complejo deben lidiar con ciertos sentimientos de insuficiencia personal asociados a su falta de estatura.


Por tanto, las personas con el complejo de Napoleón suelen compensar su baja estatura con comportamientos negativos en sus vidas, por lo que pueden ser más agresivas y celosas. Este complejo también es conocido como complejo napoleónico o complejo del hombre bajito. No es un trastorno mental, por lo que no aparece en el Manual diagnostico y estadístico de los trastornos mentales (DSM).




A pesar de ello, hay muchos estudios psicológicos que refutan o confirman la existencia de este complejo. Ahora pasaremos a profundizar en las características y el origen del complejo de Napoleón.


Características del complejo de Napoleón

Parece que los sentimientos y pensamientos negativos, tanto hacia los demás como autorreferenciales, son más probables en las personas de baja estatura. Por tanto, según esta lógica, se podría considerar que muchas de las personas con baja estatura que actúan a la defensiva o se muestran agresivas sufren en cierta medida el complejo de Napoleón.


Este complejo parece ser más común en los hombres. Sobre todo en aquellos que se desenvuelven en un ambiente competitivo. Por consiguiente, se puede describir el complejo de Napoleón como un mecanismo de defensa ante ciertos estigmas sociales sobre la altura.


También hay que tener en cuenta que el complejo de Napoleón puede asociarse a un estereotipo social despectivo. En ocasiones se convierte en ese cajón de sastre al que va cualquier actitud de las personas bajitas. Así, no todas las personas de baja estatura son agresivas ni propensas a gritar y hablar mucho para buscar la atención de los otros y de esta manera demostrar su valía ante los demás.







Origen del nombre

El complejo de Napoleón hace alusión al famoso emperador francés Napoleón Bonaparte. Según algunas crónicas de la época, Napoleón solía intentar recuperar la autoridad que le podía restar su falta de centímetros endureciendo su trato.


Incluso algunos investigadores consideran que el complejo del hombre bajito motivó en buena medida su actitud tiránica y su ambición por expandir el imperio francés. Todo para compensar su baja estatura. También han asociado este complejo de inferioridad a otros gobernantes tiránicos, como Hitler o Mussolini.


Sin embargo, haber acuñado este complejo con el nombre de Napoleón no es tan acertado como se piensa. Pensemos que Napoleón media aproximadamente 1,70 metros y la estatura promedio en la Francia de su época era de 1,69 metros.




Sin embargo, varias son las razones que podían apoyar la idea de que Napoleón podía tener esta percepción. Una de ellas es que siempre estaba en compañía de la Guardia Imperial, hombres en su mayoría con una estatura por encima de la media. Así, existen varios cuadros que retratan al emperador por debajo, en estatura, de su guardia.


Otra razón puede ser la campaña difamatoria que los ingleses le hicieron a Napoleón Bonaparte. Se cuenta que éste, pese a su estatus, solía celebrar y embriagarse con soldados de bajo rango. Así, Napoleón gano fama de codearse con soldados de baja categoría. Algo que los ingleses utilizaron para expandir rumores sobre la baja estatura del emperador.


Mito o realidad

Hay una gran variedad de estudios paidológicos y sociales que buscan demostrar o desmentir la existencia del complejo de Napoleón. Algunos investigadores consideran que este complejo no tiene fundamentos científicos y que su definición no va más allá de ser la del estereotipo social. Por otro lado, hay investigadores que hay demostrado cierta predisposición de los hombres bajitos de ser más celosos y agresivos.


En 2007, se realizó un experimento en la Universidad Central de Lancashire, el cual sugiere que el complejo de Napoleón es un mito. En el estudio consistía dos personas se golpearan intencionalmente los nudillos con unos palos.


Como variable se midió el pulso y se encontró que los hombres más bajitos no demostraban una mayor tendencia al enfado después de recibir el golpe. Más bien, tanto hombres altos y bajos tenían predisposición de reaccionar agresivamente. Por lo que los investigadores consideran que el complejo de Napoleón es, en esencia, un estereotipo hacia las personas con menor estatura.





En contraposición, un estudio realizado en la Universidad de Vrije de los Países Bajos apoyaría la existencia del complejo. El estudio consistía en que varias personas de diferentes estaturas jugaran el juego del dictador: un juego que pone a prueba que tan justos y honestos puede ser un individuo con otros. Se encontró que las personas con menor estatura reaccionaron de manera más agresiva cuando competían en el juego psicológico.


También algunos psicológicos, como el británico Lance Workman, consideran que las personas bajitas no son más agresivas. Sin embargo, para Workman los celos excesivos sí serían ciertos. Por tanto, relaciona el complejo de Napoleón con los celos y no con la agresividad.


Es innegable la polémica en torno al complejo de Napoleón. Así, algunos lo emplean como estereotipo social para justificar las actitudes negativas de las personas de menor estatura; otros, en cambio, lo consideran un mecanismo de defensa de las personas bajitas frente a las personas de mayor estatura. De una forma o de otra, hablamos de un fenómeno que en su estudio ha producido resultados contradictorios, alimentando una de las herencias indirectas de ese hombre que un día quiso conquistar el mundo.

Por Guillermo Bisbal
 
Megalomanía: ¿juegas a ser dios?

“Me interrumpo para señalar que me siento extraordinariamente bien. Quizá sea el delirio”. Esta frase de Samuel Beckett podría ser un rasgo de megalomanía. Así, dos de las características más sobresalientes de esta condición psicopatológica son el orgullo exagerado y una imagen delirantemente optimista sobre uno mismo. ¿Quieres saber más?






Personajes de la talla de Salvador Dalí o Napoleón Bonaparte están considerados como megalómanos. Podría ser que cada uno a su estilo quisiera jugar a ser dios. Pero para tenerlo claro, mejor ahondemos más en las diversas cuestiones que atañen a este rasgo de la personalidad. Comencemos el viaje.


¿Qué es la megalomanía?

¿Crees que te vas a comer el mundo y que serás el próximo Steve Jobs, Bill Gates o Donald Trump? Tal vez no te equivoques, o quizás estés pecando de megalomanía. Todo depende del prisma con el que lo miremos. La megalomanía es un rasgo distintivo de personas que se obsesionan con enormes hazañas. El término deriva del griego, conjuntando los vocablos megas, es decir, grande, y manía, que sería obsesión.





Así que si te obsesionan las grandes ideas, tienes una visión excesivamente elevada de ti y crees que el mundo no tiene límites o los superarás todos más allá de tus posibilidades, tal vez seas un megalómano. O quizás conozcas a alguien así, ¿quién sabe?




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¿Qué señales identifican a un megalómano?

Como todo exceso, la megalomanía no suele traer nada bueno. En este caso, está considerada como una característica que forma parte del Trastorno Narcisista de la personalidad. Es decir, es una condición psicopatológica y a la vez criterio para el diagnóstico de un trastorno mayor.


En este sentido, existen una serie de síntomas que podemos encontrar en personas megalómanas. En general suelen presentar ideas que rozan el delirio e incluso falsean la realidad. Pueden creer que tienen más poder del que obstentan son presuntuosas y suelen hacer daño tanto a sí mismas como a la gente que les rodea. Además:




  • Se consideran a sí mismas con una fortaleza y capacidad ilimitada. No obstante, lejos de ser real, es motivo para se vean metidos en líos que superan realmente sus habilidades o sus recursos de manera constante.
  • Les gusta ponerse a prueba. Su presunta omnipotencia les incita a llevar hasta el límite unas capacidades que en realidad no tienen.
  • Las personas megalómanas se caracterizan por su incapacidad para aprender de sus errores propios. La experiencia no es usada como herramienta para conocerse mejor. Están convencidas de su fortaleza ilimitada.
  • Tienen una imagen idealizada de sí mismos. Por lo general, fingen bastante, ya que su percepción propia es totalmente irreal.
  • Son incapaces de entender sus propios errores, pero sí que reaccionan incluso con virulencia ante los de los demás. Rechazan a aquellos que reaccionan negativamente frente a sus opiniones y consideran que el problema lo tienen otras personas.




La megalomanía según Freud y sus corrientes

Uno de los profesionales que más estudió la megalomanía fue Sigmund Freud. Lo consideraba como una característica diferencial de las personalidades con rasgos neuróticos. Él mismo trató a sus pacientes aquejados de neurosis e incapacidad para mantener el control.


Posterior a Freud, la corriente psicodinámica definía a los megalómanos como personas que usaban este trastorno como mecanismo de defensa. De esta forma, la realidad contrariaba su necesidad de satisfacer sus impulsos de forma inmediata. Por ello, el poder ilimitado era una buena herramienta.


Ya que nuestra psique, de forma subconsciente, sueña con tener omnipotencia, la tendencia en estos casos era distorsionar la realidad para simular que sí tenemos este poder. Pero este hecho solo generaría realmente frustración constante. No obstante, las teorías freudianas como la psicodinámica tienen hoy poco peso en el tratamiento de la megalomanía.


A modo de conclusión, decir que este concepto de megalomanía puede ser peligroso. Más allá del ámbito profesional, muchas personas tienden a banalizarlo y confundirlo. Hoy día hay perfiles con un ego elevado y una autoestima que supera a la media, pero esto no es comparable con la condición psicopatológica central en este artículo, pues es parte de un trastorno mucho más complejo.


“Cada mañana, cuando me levanto, experimento una exquisita alegría, la alegría de ser Salvador Dalí, y me pregunto entusiasmado ‘¿qué cosas maravillosas logrará hoy este Salvador Dalí?”
-Salvador Dalí-
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Así pues, no existe una epidemia de megalómanos híper Optimistas respecto a sí mismos ni es una problema demasiado extendido. Por eso no es bueno confundir, pero sí estar alerta. Piensa que si los síntomas son reales, es importante tratarlos cuanto antes.

Por Pedro González Núñez
 
Aunque te decepcionen, no te canses de hacer el bien



Dicen que hacer el bien es olvidarse de uno mismo para darlo todo por los demás; pero no es cierto. En absoluto. Actuar de forma correcta, con integridad y favorecer a su vez el bienestar de quienes nos rodean, no supone “abandonarse”.


Quien procura siempre lo mejor para el conjunto, actúa según la voz de su interior, y de acuerdo a sus propios valores. Si no lo hiciera, sería ir en contra de sus propias esencias, y entonces, sí que estaría provocándose un grave daño a su autoconcepto, a su identidad.




Dicen que hay decepciones que nos hacen abrir los ojos y cerrar el corazón. Es un dolor que nos obligará a ser más prudentes, pero que jamás debería llevarnos a perder nuestra capacidad por hacer el bien.
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De algún modo, esta idea nos recuerda un poco a aquella que nos dejó Saint-Exupéry en El Principito: “sería una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó”.


Así pues, no por haber sufrido una decepción vamos a odiar al resto del mundo, y aún más, tampoco vamos a cambiar nuestra filosofía de vida por haber experimentado varias, o incluso demasiadas decepciones. Puedes vestirte con la prudencia, con la armadura de la cautela, pero nunca claudiques al rencor o al odio. No vale la pena.


Aunque me decepcionen no me cansaré de hacer el bien




Todos contamos con más de una historia personal marcada por la decepción. Las hay que duelen más que otras, e incluso algunas nos han obligado a perder esa inocencia inicial con la que solemos llegar a este mundo.


Dicen que hasta el corazón más enamorado se cansa de ser lastimado, pero por muchas heridas que recibamos nunca deberíamos perder nuestra capacidad de amar, de querer a quienes de verdad lo merecen.
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En la vida, invertimos tiempo, emociones, sueños y esperanzas en alcanzar determinados objetivos. En ocasiones, son sólo aspiraciones, otras veces es vida invertida en determinadas personas que en algún momento, nos pueden decepcionar.




  • Cuando queremos algo con mucha intensidad y lo perdemos, aparece la decepción y el vacío.

  • No sólo perdemos esa relación, ese sueño, también dejamos ir una parte de nosotros mismos.

  • El mayor peligro de las decepciones está en caer en la indefensión. Hay algo que no se ha ajustado a nuestras expectativas, que no ha salido tal y como esperábamos… Y eso duele, tanto, que podemos generar la sensación de que hagamos lo que hagamos, volverá a repetirse el mismo resultado.

  • Son muchas las veces en que determinados fracasos y sobre todo, decepciones, generan en nosotros sentimientos negativos como la ira, la rabia, el rencor o la frustración.

  • Toda aquella emoción negativa mantenida de forma crónica en el tiempo, puede hacer cambiar nuestra visión sobre la vida, la gente, e incluso sobre la idea de que aún pueda existir gente buena en el mundo.



Jamás debemos dejarnos llevar hasta estos extremos en los cuales, se quiebran por completo nuestros valores. Porque cuando perdemos nuestros valores lo perdemos todo, y si pierdes tu capacidad por hacer el bien pensando que no vale la pena, estarás dejando de ser tú mismo. Dejarás de reconocerte cada vez que te mires en el espejo.








Practica el hábito de la aceptación

Cada cosa que acontezca en tu vida, ya sea bueno o malo, acéptalo, intégralo y sigue avanzando de la forma más ligera posible. Si almacenas rencor caminarás despacio, si guardas rabia buscarás venganza, si escondes odio quedarás encallado y habrás perdido por completo tu capacidad por hacer el bien. Por generar felicidad.


En esta vida no somos más que breves pasajeros en un camino donde quienes vayan ligeros de odios y rencores, serán capaces de disfrutar el trayecto con mayor sabiduría e integridad.
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Sabemos que no siempre es fácil afrontar una decepción, pero si hay algo que no debes permitir, es que el mal comportamiento de otros quede impregnado en ti hasta el punto de cambiarte. De hacerte creer que ya no existen las buenas personas, o más aún, que las buenas personas siempre acaban heridas.


Cómo superar una decepción para seguir confiando en ti mismo, y en quienes te rodean

Toma nota de cómo debes protegerte en tu día a día para protegerte, en la medida de lo posible, de las decepciones:


  • Intenta vivir en el "aquí y ahora", céntrate en el presente sin generar excesivas expectativas sobre lo que debe ocurrir o lo que ocurrirá. Déjate llevar.
  • Acepta que las decepciones forman parte del transcurso vital y que debemos aprender de ellas. No permitas que ellas te cambien a ti en algo que NO eres.




  • Comprende que no puedes controlar aquello que hacen los demás, ya sea bueno o malo. Tú sabes quien eres y lo que quieres, y sabes que hacer el bien forma parte de tus raíces, de tu esencia vital.
  • Cree en los demás hasta que no te demuestren lo contrario. Permítete confiar, tienes experiencia, tienes nobleza en tu corazón y mereces encontrar siempre lo mejor de las personas. Si te acercas a ellas con rencores pasados, encontrarás rechazos.

Enfoca las decepciones como una renovación: es experiencia y un claro ejemplo de lo que no quieres repetir. Jamás pierdas tu capacidad de hacer el bien por muchas veces que te decepcionen, por muchas veces que caigas.

Por Valeria Sabater
 
Lecciones de vida que necesitas aprender cuanto antes



Vamos por la vida con la idea de saberlo todo. Sin embargo, hay pequeños detalles de la vida diaria que se nos pasan por alto, pues solemos vivir en automático y por encima, sin profundizar realmente en las cosas importantes de la vida.


Entre las cosas que solemos olvidar están la importancia de emprender el camino y la necesidad de descansar de vez en cuando. Sigue leyendo y descubre cuáles son las cosas que has olvidado pero que son muy importantes.




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Recordarás el punto de partida y el resultado, no el camino

No importa a qué te dediques ni en que aspecto de la vida te fijes, te será más fácil recordar cómo comenzaste y el resultado final. El camino para conseguir cualquier objetivo suele ser olvidado con bastante facilidad. Sin embargo, justo es ese camino el que te deja más aprendizajes.





El camino es tu empeño, tu esfuerzo, tus ganas… Cómo fue ese camino es un ejemplo de cómo te comportaste para poder conseguir lo que has conseguido. De vez en cuando, no estaría mal que lo revisarás para recordarte todo lo que fuiste capaz…




La gente se comporta mejor cuando se puede ver

¿Alguna vez te has fijado que la gente se comporta mejor en los lugares donde hay espejos? La razón es sencilla, te comportas mejor cuando eres capaz de verte a ti mismo. A nadie le gusta ver las expresiones que hace cuando está enojado.


Si tienes un negocio o estás al frente de uno y debes atender al público, prueba a colocar un espejo justo detrás de ti. Verás que el comportamiento de los cliente groseros mejora bastante. ¡Compruébalo!


Si quieres respuestas completas, aguarda un momento

A veces, al hacer una pregunta obtenemos una respuesta poco satisfactoria. Quizás no es tan completa como deseas o la otra persona parece poco dispuesta a responder… En lugar de enfadarte y actuar de forma grosera, espera unos minutos y observa a esa persona sin molestarte. Se sentirá obligada a seguir hablando y obtendrás la respuesta que buscabas.


A veces el silencio es un buen aliado para obtener de los demás aquello que queremos. Ten paciencia y calma, espera y la otra persona finalmente contestará lo que piensa… No te apresures, a veces las personas necesitan un poco más de tiempo.




Marcarás a los demás por lo que les haces sentir

Si estás conociendo a alguien o simplemente quieres caerle mejor a la gente, recuerda este punto. No importa tanto lo que dices sino la forma en que lo haces. Alguien que te conforta, que te genera paz o que te hace reír dejará un mejor recuerdo.


Tampoco te olvides de dejar hablar a la otra persona. Recuerda que a todos nos gusta hablar de nosotros mismos, así que haz muchas preguntas. Muestra interés por ella y compréndela. La otra persona seguro que te lo agradecerá.





Habla de lo que has aprendido

Si estás tomando un curso o estás aprendiendo algo nuevo, háblale del tema a alguien que no lo domine. Si logras que esa persona entienda todo lo que le dices a la perfección habrás logrado tu objetivo.


A veces creemos haber tomado los conocimientos necesarios sobre algo, pero cuando toca explicarlo simplemente no podemos. Esto es señal de que no dominas aún el tema. Por lo que no hay mejor manera de comprobarlo que explicándoselo a alguien.


Debes darte un tiempo para descansar

La vida no se detiene y no esperará a que puedas tomarte unas vacaciones para estar con la familia o los seres queridos. ¡No esperes tú tampoco! La infancia de tus hijos se terminará pronto y añorarás haber jugado con ellos y un día tus padres no estarán para tomar un café contigo. Busca en tu vida momentos de descanso.


Aunque el dinero es importante, no es lo máximo ni puede ser tu fin último. Darte la oportunidad de renunciar a ese empleo que tanto odias, puede dejarte algunos meses sin mucho dinero, pero te dará la oportunidad de conseguir el estilo de vida que quieres.


Llena tu vida de momentos y personas que te emocionen

El ciclo de la vida humana es muy corto aunque a nuestros ojos no lo parezca. Si tienes suerte quizás vivas 90 años así que ¿por qué no hacerlo con emoción? Vive como niño, rodéate de gente que te inspire y vive momentos que te llenen de ilusión.


Cuando seas un anciano esos serán tus verdaderos tesoros. No es que el dinero no sea importante, solo que no es lo más importante. Exprime tu día a día al máximo y disfrútalo con las personas que tienes alrededor.


Recuerda que “la actitud es más importante que la aptitud”

Esta es una frase muy conocida de Walt Disney y sigue siendo igual de cierta que cuando la dijo. No importa qué tengas que hacer, sino la forma en la que te enfrentes a los retos. Podrías tener todas las aptitudes y habilidades que desees pero si no enfrentas la vida con buena actitud, de nada te servirán.


Ya ves, estas lecciones de vida son tan básicas que seguro las has olvidado. La buena noticia es que nunca es demasiado tarde para recordarlas y aplicarlas. Seguro que se te ocurren otras que no están en la lista, pero estas son ideales para comenzar a mejorar como persona.

Por Okairy Zuñiga
 
Ser grande no es cuestión de tamaño, sino de actitud



De todo lo que llevas puesto, tu actitud es lo más importante. Ella es quien te calzará los mejores zapatos para sortear las piedras del camino, será ella quien te hará saltar barreras y te hará grande. Porque una buena actitud es la fuerza que nos hace persistir, resistir y triunfar.


Nuestra actitud es esa energía interior que mueve más mentes que un batallón de hombres. No puede verse, no puede tocarse, pero se desprende en nuestras respuestas, en nuestro modo de afrontar el día a día, por muy gris que este haya amanecido.




Mi actitud está definida de una forma que si me acercas al abismo para verme caer, descubrirás que no hay debilidad alguna en mí que me haga precipitarme, que mi corazón está tan fuerte como expuesto y que ya no deseo batir más batallas inútiles.

Nuestra actitud no aparece de la noche a la mañana, en realidad, la diseña la vida a través de distintos procesos. Conforma reflexiones y valoraciones que nos hacen ver las prioridades que mejor encajan con nuestra personalidad.


El no rendirnos, el no ver oscuridades en días despejados, en afrontar la vida con resiliencia, equilibrio y afán de superación es algo esencial. No se trata sólo de ser optimistas, sino de mantener un realismo objetivo donde sepamos sacar partido de nosotros mismos.


Porque no es más grande quien más tamaño ocupa, sino quien deja un vacío mayor cuando se marcha. Esto, se forja día a día, manteniendo una buena actitud que nos haga felices a nosotros y a los demás.


Mi actitud es mi armadura, y un jardín que nunca se marchita




Hay actitudes para todos los gustos y colores, incluso las hay para cada momento del día. Estamos seguros de que también tú conocerás a alguien que varía en cuanto a esta dimensión: a instantes se muestran combatientes y al instante, les atrapa un derrotismo tan fatalista que casi nos lo acaban transmitiendo.




Hay dos dimensiones que suelen definir a las personas: la primera es nuestra paciencia cuando las cosas no salen como esperábamos, cuando no tenemos nada. La segunda, es nuestra actitud cuando lo tenemos todo.
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Es muy posible que pienses que nuestras actitudes y nuestra personalidad son lo mismo. Están relacionadas, no cabe duda, pero las actitudes están siempre a la orden del día, son ellas las que nos hacen aceptar algo o rechazarlo, ellas quienes dan brío a nuestra superación del día a día, o quienes, por lo contrario, nos apagan y nos hacen caer en esos comportamientos más derrotistas.


  • Las actitudes están definidas por un componente cognitivo, uno afectivo y uno conductual. Son procesos que vamos interiorizando a lo largo de nuestra vida y nuestras experiencias hasta definirnos a nosotros mismos y las elecciones que hacemos.

  • Una actitud desconfiada, basada en la cautela, en el temor a las consecuencias y en el recuerdo constante de los errores o malas experiencias del pasado, hará que vivamos una realidad muy cerrada y basada en la autoprotección.

  • En cambio, aquellas personas que han integrado de forma adecuada su pasado, con resiliencia, y que ven la vida como una oportunidad continua, tendrán una actitud más abierta y favorable.



Suelen decir a menudo que las actitudes no son aptitudes, y que en realidad son pilares que nos dan altura desde donde poder ver el mundo en toda su expansión. Ahí donde se extienden los sueños al alcance de nuestras manos…


Sabemos también que no siempre es fácil “mirar a lo grande”, cuando tenemos este problema, esta preocupación, pero en realidad, siempre valdrá la pena mirar un poco más allá, extender nuestras miras y favorecer una actitud luchadora y fuerte.


No permitas que tus actitudes positivas se marchiten en el rumor caótico de la vida.






Busca tus mejores actitudes y llévalas encima cada día de tu vida

Hay días en que no podemos más. En que por mucho que deseemos buscar ese rayo de luz cotidiano sólo vemos tinieblas. Y más aún, en ocasiones, hasta quienes están a nuestro alrededor refuerzan este estado de indefensión. ¿Qué podemos hacer?


Hoy elijo ser valiente y dar el paso hacia la luz, hacia lo esperanzador. Tú eres libre de hacer lo que desees, eres dueño de tus actitudes, pero las mías me empujan a creer de nuevo en mi mismo.
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Como decimos, no es fácil envolvernos de pronto de ese positivismo extraño como quien decide echarse unos polvos mágicos esperando que surja el efecto. La felicidad no sabe de ritos, ni de hechizos, pero sí que sabe de actitudes:


  • Las actitudes son un constructo psicológico que puede reorientarse, cambiarse y enfocarse hacia un propósito. Para ello, debemos creer que merecemos mejorar, que merecemos ser felices de nuevo.

  • Cambia tu pensamiento y cambiarás tu actitud para transformar tu realidad. Tras el pensamiento viene la emoción, después la motivación y finalmente la búsqueda de un propósito.

  • Ten en cuenta que en ocasiones, quienes nos rodean puede condicionar mucho nuestras actitudes. Mantén una adecuada distancia entre tú y las personas que erosionan tu crecimiento personal y atrévete a caminar más ligero, a caminar más libre…

Busca en tu interior, atiéndete, habla contigo mismo y comprende que todas tus grandezas están ahí, escondidas en tu interior: atrévete a sacarlas, deja que emerja esa fuerte actitud que te permitirá ser el único propietario de los sueños, para compartirlos con las personas que quieras.

Por Valeria Sabater
 
Encontrar una buena pareja



Muy al principio de la gran mayoría de las relaciones, lo que nos atrae de otra persona es el aspecto físico. Nos gusta su piel, sus ojos, sus manos, su forma de caminar o incluso su sonrisa. Y ahí vamos, derechito al enamoramiento masivo, porque día con día nos enamoran más y más detalles de dicha persona.


Con el paso de los días, descubrimos que con dicha persona nos sentimos felices, tranquilos, entusiasmados. Vamos encontrando coincidencias en ideología, en sueños, en metas, pero aún sigue predominando la atracción física, por lo que si surgen diferencias o detalles que nos parecen incorrectos, los dejamos pasar.


Tenemos en la mente, que hemos dado al fin con el tesoro buscado, que somos más inteligentes que cualquier otro miembro de nuestra familia, que somos los más astutos, que seremos más felices que nadie y que hemos acertado en nuestra profunda y centrada elección.







Venimos si tenemos suerte, de un hogar en el que hemos convivido con nuestro padre y nuestra madre con un matrimonio feliz y estable, por lo tanto, una gran parte de nuestro interior, nos dice que hemos elegido bien.
Hemos encontrado en esa pareja ideal, una persona que nos brinda muchas situaciones parecidas a las que hemos vivido ya en casa con nuestros padres, o tal vez con nuestros tíos o abuelos.
Por lo tanto, seguimos adelante en la relación.


Algunos más, no tan suertudos, venimos de hogares en donde los pleitos y los gritos eran el pan de cada día, por lo tanto, estamos convencidos de que la persona elegida nos hará vivir un amor diferente. Según nosotros, hemos elegido a una pareja que no peleará ni gritará, y con ello tenemos asegurado, un gran amor de por vida.


¿Y qué sucede entonces?


Sucede que en la inmensa mayoría de los casos, hemos elegido mal. Porque esa pareja ideal que creemos haber encontrado, no es más que “la repetición” de lo que se ha vivido generaciones antes en la familia y claro, la decepción es demasiada.


Esa mujer que yo elegí porque vi en ella una mujer muy bella y simpática, resulta ser neurótica y gritona todo el tiempo, intenta manejarme, manipularme, controlarme todos los días y ya no sé si en realidad la amo.


Ese hombre que parecía tan enamorado de mí, resulta que sigue prefiriendo divertirse con sus amigos, no escucharme cuando le hablo, desaparecerse si lo busco y no interesarse en mis cosas.


E incluso, puede ser que al día de hoy, ya me haya dado uno que otro empujón “jugando”, o ya me llame con alguna palabra altisonante cuando está enojado, “porque hay confianza”.


Ya estoy descubriendo que tal vez me equivoqué en mi elección, pero una vocecita dentro de mi cabeza, me dice: lo amas, te ama, continúa.
Ya no estoy tan seguro o segura, es más la gente a mi alrededor, la que opina que he elegido mal y es entonces que comienzo a “maquillar” mi relación. Ya no comento lo malo que sucede, ya no externo los problemas que tenemos en pareja, ya no convivo tanto con “los míos” y me voy apegando, sin darme cuenta, a esa persona que yo considero aún como “la mejor elección”, cuando algo me dice que no lo es.


Continúan pasando los días, los meses, y de pronto ya no puedo vivir sin esa persona. Honestamente, paso más malos ratos que buenos ratos, pero como ya llevo mucho tiempo con esa pareja, ya me he adaptado.

Ahora, la vocecita me dice: “Tal vez con el tiempo, esa persona cambie gracias a tu amor”. Lo que me hace permanecer en la relación y dejar por completo, de ver el lado malo. Sigo en mi ceguera creyendo que yo seré tal vez la única persona en la familia que sí sabrá vivir un amor de por vida, que tendrá a la familia más unida y feliz, que ha acertado.


Ya lo que viene después, es de todos conocido. Las parejas comienzan a engañarse y a perdonarse, o se casan y no funciona, o se embarazan y conforman nuevamente hogares ya rotos. Pelean y discuten como rutina diaria, encuentran en las reconciliaciones su razón para vivir, se conforman con dos días de paz a la semana contra 5 de malos ratos, etc.


Y el ciclo, vuelve a comenzar…


Y lo que parece mentira, es que llega un momento en que hasta nosotros dudamos que en verdad el amor verdadero exista, llegamos a confrontarnos con nuestro mayor miedo, el miedo a la soledad. Y preferimos ese “peor es nada”, que seguir buscando o intentar buscar.
De pronto nos sentimos viejos para salir a buscar nuevamente, pensamos en el tiempo que nos tomará conocer a alguien nuevo, volver a enamorarnos, conocernos y llegar a más, y sumando años, llegamos a la conclusión de que ya no seremos atractivos para nadie, ya nadie se enamorará de nosotros, y por supuesto, nadie nos conocerá y a nadie conoceremos más que a “nuestro peor es nada”.


Lo que no sabíamos y ahora lo podemos entender, es que a las parejas, no las elegimos “conscientemente” jamás. Esa parte de nuestro cerebro que nos hace sentir bien con una persona, es precisamente nuestra parte inconsciente. Esa parte que carga las memorias emocionales de generaciones y generaciones previas a nosotros. Y que lograr vivir un amor con plena conciencia es una gran labor que muy pocos son capaces de realizar.

Estamos acostumbrados a “comprender”, a “justificar”, a perdonar”, a “dejar pasar” pequeños detalles en la convivencia con esa “pareja ideal”, pensando que es pasajero, circunstancial o sin importancia, normal. Y esa pequeñez se convierte, con el paso de los años, en el principal motivo de disgusto entre las parejas.


¿Cómo salimos a buscar algo que no conocemos?


No sabemos cómo debe ser una relación ideal y amorosa entre los padres, porque vemos las fallas en los nuestros. Y si nunca las vimos, tampoco sabemos reconocerlas. No sabemos identificar a un hombre “no violento”, porque siempre hemos vivido entre hombres violentos. O jamás los vimos, por eso no sabemos reconocerlos.
No sabemos cómo debe reaccionar una mujer enojada y centrada, porque hemos crecido entre gritos, reclamos y portazos. O jamás lo vimos, y por lo tanto, no sabemos reconocerlas.


No sabemos identificar a un abandonador o a una mujer infiel, porque venimos huyendo de eso en casa. O porque jamás vivimos eso, y no sabemos reconocerlo. Porque resulta, que yo puedo provenir del hogar más amoroso, respetuoso, correcto, educado, detallista del mundo. Pero resulta, que soy doble de la tía abuela que vivió amores muy complicados. Entonces, al momento de salir al mundo a buscar a una pareja, no busco lo que vi en casa con mis padres, sino que repito los errores de la tía abuela.

Es por ello que nadie comprende que yo no tenga un hogar feliz o estable, o que yo no haya logrado formar una bonita pareja. Porque al momento de salir a buscar el amor, yo dejo de ser yo y me convierto en mis dobles en el árbol. Repito patrones, miedos, tolero lo intolerable y perdono lo imperdonable.
Es ahí cuando tanto amor que me ha dado mi padre o mi madre, resulta inútil para que yo logre un amor verdadero. Mi parte consciente lo añora, desea infinitamente una vida hermosa y maravillosa en pareja. Mi parte inconsciente por el contrario, dirige mis pasos hacia el abismo. Y es por ello, que no logro concretar un bonito amor.


Buscar lo que no conocemos, resulta entonces, la manera más fácil de hacernos imposible deshacernos de “destinos” transgeneracionales ya escritos y programados para nosotros.


Debemos estar plenamente conscientes pues, de que salir a buscar una pareja, no es sólo encontrar a alguien que nos guste físicamente, no. Es salir a conocer personas que de verdad nos hagan sentir plenos, felices, tranquilos, ilusionados y a la vez que nos respeten, que nos escuchen, que confíen en nosotros. Y qué mejor manera de identificar lo que en realidad hay en el fondo, investigando la historia de nuestra familia, de nuestros dobles en el árbol.

Saber cómo les ha ido en el amor, cuál era o es su más grande miedo, qué tipo de problemas amorosos han vivido y sufrido y a la vez, mantener la conciencia de que jamás vamos a repetir esas malas decisiones o elecciones.

Analizar desde lo profundo si esa persona está preparada para responsabilidades, para contratiempos, para salir adelante. Saber si cuento con esa persona en caso de una urgencia médica o si puedo confiar en esa persona para que sea el padre o la madre de mis hijos.


Buscar entonces, lo que sí conocemos: dormir tranquilos, sentirnos seguros, confiados, motivamos, admirados, reconocidos.
Dejar de soñar y aplicarnos a elegir bien.

Recordemos que nuestra vida no es más que una largo camino de decisiones y que elegir un buen compañero de vida, debe ser una elección consciente nacida claro, del corazón.


Por Elizabeth Romero Sánchez
 
¿Qué es la Sabiduría?


La sabiduría es considerada como una de las fortalezas humanas por la psicología positiva y hace referencia a la capacidad que tiene una persona para adquirir información a partir de su vida y experiencias y usarla para mejorar su bienestar y el de los demás.


Es decir, no es sabia la persona que tiene muchos conocimientos, sino aquella que los sabe utilizar de manera positiva. A nivel social, la sabiduría permite a las personas escuchar a los demás, evaluar lo que dicen y ofrecer un buen consejo, aportando una forma de apoyo social. Cuando las personas se sienten mal, confusas o con problemas, intentan recurrir a una persona a la que consideran sabia para recibir su ayuda, por lo que esta fortaleza tiene una función social importante.


Los principales líderes religiosos de la historia, como Buda, Jesús, etc., mostraron un grado de sabiduría que conmovió a naciones enteras, aportando modos de mejorar como personas y en las relaciones entre nosotros y con el resto de los seres vivos. No obstante, a veces sus palabras pueden ser tergiversadas o usadas para hacer daño. Es decir, el conocimiento puede utilizarse de un modo erróneo. Por ejemplo, la intolerancia, el odio hacia quienes son diferentes, las guerras por motivos religiosos, la imposición por la fuerza de determinadas ideas, etc., constituyen un mal uso del conocimiento y no pueden considerarse sabiduría.







2. Características de la sabiduría


  • Representa un nivel superior de conocimiento, juicio y capacidad para aconsejar.
  • Permite a las personas tratar cuestiones importantes y difíciles acerca de la conducta y el significado de la vida.
  • Se utiliza para el aumento del bienestar de uno mismo y los demás.

La sabiduría procede de la capacidad para afrontar y superar experiencias difíciles, obstáculos o situaciones dolorosas, ya sea a través de experiencias vividas en carne propia, o mediante las de los demás, cuando les ayudamos a superarlas, así como de la tendencia a pensar en situaciones sociales o morales difíciles, propias y ajenas, analizarlas en profundidad, sacar conclusiones y encontrar soluciones y pautas de acción.


La persona sabia es aquella que tiene un conocimiento experto sobre el significado de la vida (lo que verdaderamente importa en la vida) y sabe como planificar y conseguir tener una vida con significado. Sabe dar buenos consejos ante importantes dilemas o conflictos. Además, tienen la flexibilidad suficiente como para saber que lo que es una respuesta sabia en una situación puede que no lo sea en otro contexto diferente.


Para medir la sabiduría, los investigadores usan diversos métodos. Uno de ellos consiste en presentar a las personas dilemas sociales, como: “Alguien recibe una llamada telefónica de un buen amigo que le dice que no puede más y que ha decidido suicidarse”. Luego le preguntan: “¿Qué podría tomar esta persona en consideración y hacer?” y le piden que piense en voz alta como respuesta a la pregunta. Después, varios investigadores entrenados evalúan las respuestas en base a determinados criterios y dan una puntuación.


3. Características de las personas más sabias


  • Tienen un gran interés en el mundo que les rodea
  • Tienen un buen conocimiento acerca de sí mismas
  • Utilizan tanto la razón como la emoción a la hora de tomar decisiones
  • Tienen un punto de vista amplio
  • Sienten una fuerte necesidad de hacer alguna contribución a los demás y la sociedad
  • Toman en consideración las necesidades de los demás.
  • Saben dónde están los límites de lo que pueden hacer y lo que no pueden.
  • Tienen un conocimiento adecuado de sus debilidades y fortalezas.
  • Son capaces de ver el fondo o el corazón de los problemas importantes.
  • Se comportan de un modo consistente con sus estándares y valores
  • Están dispuestos a aconsejar y consolar a los demás
  • Se comportan de manera ética

La sabiduría tiene consecuencias positivas para las personas. Los más sabios llegan a la vejez experimentando un mayor bienestar y más satisfacción en diversas áreas de su vida.


La sabiduría está también relacionada con características de personalidad como madurez, apertura mental, temperamento estable, sociabilidad, inteligencia social y ausencia de neuroticismo.


4. El desarrollo de la sabiduría


A nivel general, se considera que es a partir de los 40 años de edad cuando podemos empezar a encontrar personas que podemos llamar sabias.


Sin embargo, la sabiduría puede encontrarse también en personas jóvenes y a una edad muy temprana. De hecho, algunos estudios sugieren que los conocimientos relacionados con la sabiduría pueden empezar a desarrollarse entre los 15 y los 25 años de edad.


Los cambios en la personalidad de las personas a través del tiempo (incluyendo el desarrollo de la sabiduría) no están relacionados con el paso del tiempo sino con las experiencias que cada persona ha vivido y cómo ha respondido a ellas. Así, como escribió Allport, una persona de 11 años bien equilibrada puede mostrar “una mayor madurez que muchos adultos neuróticos y centrados en sí mismos.”


Es cierto que el paso del tiempo nos hace que vivamos más experiencias difíciles que, al afrontarlas, son las que pueden hacernos más sabios si sabemos manejarlas adecuadamente y usarlas para aumentar nuestra sabiduría; pero la edad no necesariamente hace a una persona más sabia.


5. ¿ Qué experiencias nos hacen más sabios ?


Aunque son pocos los estudios al respecto, se sabe que existen ciertas experiencias que pueden ayudar a desarrollar la sabiduría, como el hecho de tener cerca de una persona sabia que nos instruya.


Algunas profesiones pueden proporcionar a las personas experiencia y entrenamiento para pensar acerca de problemas y dificultades personales difíciles, lo que facilita el acceso y la adquisición de este sistema de conocimiento. Por ejemplo, entre los psicólogos clínicos se encontró un rápido aumento de la sabiduría entre los 20 y los 50 años de edad, en comparación con el resto de las personas del estudio.


Independientemente de su profesión, algunas personas experimentan un mayor desarrollo de la sabiduría a lo largo del tiempo. Suelen ser personas más resilientes, motivadas.


La acumulación de un amplio rango de experiencias precede el desarrollo de la sabiduría, así como la generación de tareas vitales o profesionales creadas por uno mismo y la implicación en esas tareas. Es decir, la implicación en el trabajo parece jugar un papel importante en el desarrollo de la sabiduría.


La persona más sabia no es necesariamente aquella que nunca ha tenido problemas psicológicos o emocionales. Es la forma de responder a los problemas emocionales o físicos lo que determina si desarrollará o no sabiduría.


Llegar a estar en paz con las propias decisiones juega un papel importante en el desarrollo de la sabiduría. La sabiduría emerge de la trascendencia de las propias limitaciones, por una parte, y de su aceptación, por otra. Las situaciones en las que tenemos que decidir lo que podemos cambiar y lo que no, ponen a prueba nuestra sabiduría.


Las personas que han cometido errores pero los han aceptado son más sabias que aquellas que dicen no arrepentirse de nada o aquellas que han cometido errores y no los han aceptado.


La sabiduría y la salud psicológica están relacionadas, puesto que las personas más sabias tienen una mayor salud psicológica. De hecho, la sabiduría suele adquirirse mediante la resolución satisfactoria de crisis vitales y problemas. Así, vivir más experiencias estresantes a lo largo de la vida puede facilitar el desarrollo de la sabiduría. No obstante, si el número de sucesos estresantes negativos es demasiado alto, parece producirse una inhibición del desarrollo de la sabiduría, sobre todo entre los que son poco resilientes.


Las personas que han hecho cambios importantes en el amor y el trabajo son más sabias a los 50 años. Hacer cambios vitales importantes entre los 30 y 40 años parece tener un efecto positivo en el desarrollo de la sabiduría.
 
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