Autoestima y otros temas de psicología

¿Quién es tu amigo invisible?

Siempre está contigo, como una presencia reconfortante, pero el ruido y las distracciones no te dejan verlo. Si te doy una pista, ¿sabrías reconocerlo?

La profesora miró con gratitud al único alumno que había acudido aquel viernes a la universidad de adultos. Desde que se había jubilado, disfrutaba dando clases como emérita a personas que nunca habían tenido acceso a la filosofía.


Aquella tarde de lluvias torrenciales, de la docena de estudiantes que seguían sus clases, solo había entrado en el aula Abel, un viejo taxista que cinco años atrás había cedido el coche y la licencia a su hija mayor. Abel miró, avergonzado, los asientos y mesas desiertos a su alrededor.


—Parece que estamos solos –musitó, sospechando que se suspendería la clase–.


—Perdona, pero te tengo que llevar la contraria, Abel –repuso la profesora–. Aunque seas el único alumno que ha venido, si yo me fuera ahora mismo y te dejara en el aula, no estarías solo. Hay alguien más.


Abel se quedó mudo al principio, pero finalmente preguntó:


—¿Quiere decir que hay aquí un espíritu? ¿La presencia de alguien que vivió mucho tiempo atrás?


—Si hubiera alguien así, dudo que yo fuera capaz de percibirlo –respondió ella–. En mi opinión, solo ve fantasmas quien está convencido de su existencia. Y yo ni siquiera sé si hay vida después de la muerte.


—Entiendo –dijo Abel, encantado de poder debatir con la profesora–. ¿A qué se refiere entonces con que hay alguien más?


—Si te dejo solo diez minutos, que es lo que voy a hacer, tal vez conozcas a tu amigo invisible.


El taxista abrió los ojos, tratando de entender a qué se refería la profesora, que prosiguió:


—Este amigo invisible siempre está contigo, aunque muchas veces no te des cuenta, a causa del estrépito y de las distracciones del mundo. ¿Te atreverás a buscarlo, cuando baje a la cantina a buscar dos cafés? Hoy invito yo para premiar tu asistencia.


—Claro que me atreveré –repuso agradecido–. Y, reticente a tutear a la profesora, le preguntó:


—Pero, ¿puede darme alguna pista más?


—Sí, ese amigo te sigue a todas partes para confortarte, aunque no seas capaz de verlo.


—¿Es entonces una especie de médico?


—Algo así… –repuso orgullosa de su alumno–. Ahora te dejo un momento meditando sobre esta pregunta: ¿Quién es ese amigo invisible que nunca te abandona?


Dicho esto, salió de la clase. Abel se sintió incómodo, como cuando lo castigaban de pequeño por no atender a los maestros.


Tras respirar hondo, se dio cuenta de que ya no escuchaba el fragor de la lluvia.


La tormenta se había extinguido.


De repente le asaltó una calma desconocida para él. Pensó que en su casi medio siglo conduciendo el taxi, muy raramente había disfrutado de un momento como aquel. Cuando no estaba dando conversación al cliente, aparecía algún conductor que perdía los nervios y empezaba a gritar.


De regreso a casa, rendido por tantas horas al volante, su esposa tenía cosas que contarle y sus tres hijos le pedían que les ayudara con sus deberes. De mayores, les había hecho a todos de taxista para llevar a cabo sus mudanzas.


Había sido feliz, pero la placidez que ahora sentía era distinta.


En medio de estos pensamientos, la profesora regresó con dos cafés con leche. Abel le dio las gracias al tomar el suyo entre las manos.


Entonces, ella preguntó:


—¿Has descubierto ya quién es tu amigo invisible, ese que te acompaña a todas partes, aunque no te des cuenta, y tranquiliza tu alma?


Abel sonrió satisfecho y respondió:


—Sí, es el silencio.

Por Francesc Miralles
 
Y tú, ¿qué tesoro escondes?
Un día lo encuentras y descubres lo mejor de ti, lo que te hace único. Ese punto exacto en el que se juntan tus pasiones y tus virtudes. Y entonces, todo fluye

¿Qué es lo mejor de ti? Eso que te hace único y valioso ¿Qué te hace disfrutar de la vida? Hay quien siempre conoció su vocación, su sueño, su leyenda. Y esta gente da envidia. El compañero de clase que ya en parvulitos sabía que quería ser médico. La violinista que descubrió su pasión por la música a los seis años...

Conócete a ti mismo
Para los demás, la cosa no está tan clara. “¿Qué tengo yo que ofrecer al mundo?”, preguntas. Y nadie responde. La verdad es que cuando nos miramos en el espejo, resulta más fácil ver la parte negativa: los defectos, los problemas, lo mejorable. De hecho, hay experimentos que demuestran que cuando una persona piensa en sí misma, su estado anímico tiende a decaer, presumiblemente porque se fija más en lo malo que en lo bueno.

Esta tendencia ha llegado incluso a afectar a las investigaciones de la psicología académica: a los psicólogos se nos ha dado siempre mejor indagar en la miseria de la mente humana que estudiar sus reservas de oro y piedras preciosas.


Se publica mucho más, por ejemplo, sobre la depresión y el estrés que sobre la felicidad o las virtudes humanas. Sin embargo, esto no significa que lo bueno del hombre se trate de un tesoro mítico, de un inexistente “El Dorado”. De hecho, en los últimos años, hemos vivido la explosión de este movimiento llamado “psicología positiva” que está investigando, con métodos científicos, los yacimientos, conocidos desde la antigüedad, de la riqueza interior de la persona, del ser humano con mayúsculas.

Todos tenemos tipos de riqueza
Por un lado están los talentos, esas habilidades y características físicas o mentales que suelen heredarse a través del patrimonio genético: el sentido artístico o musical, las habilidades manuales, la agilidad del cuerpo o el intelecto.


Realismo inteligente
Y, por otro lado, se encuentran las virtudes. Aquellas fortalezas del espíritu que tienen un carácter más bien moral y que se conquistan mediante la experiencia y el propio esfuerzo.

El impulsor de la psicología positiva y autor de La auténtica felicidad, Martin Seligman, ha desarrollado junto con Chris Peterson una lista de las 24 fortalezas valoradas por la mayoría de las culturas. Según Seligman, cada persona tiene ciertos talentos y virtudes en los que destaca.

Las agrupan en seis categorías:

  1. la sabiduría
  2. la humanidad
  3. la justicia
  4. la moderación
  5. el coraje
  6. la trascendencia.
La señal de que poseemos uno de estos tesoros internos es sencilla de reconocer y no es más que la satisfacción que nos proporciona

Si disfrutas poniendo a prueba tu valentía, tocando la guitarra o usando tu sentido del humor, es que estas habilidades son talentos o fortalezas tuyas.

"No he trabajado ni un día en toda mi vida. Todo fue diversión" Thomas Edison

Fluir es amar
No importa el nivel objetivo y externo de desarrollo al que hayas llegado, lo importante es el potencial que ese disfrute te proporciona en ese preciso momento. Y esa “satisfacción” o “disfrute” puede concretarse más gracias a los estudios de investigadores como Mihalyi Czikszentmihalyi, autor de Aprender a fluir (Ed. Kairós).

Según este psicólogo, se trata de un estado de conciencia en el que “fluyes”, perdiendo la noción del tiempo y sintiéndote en armonía con la actividad que desarrollas.

La clave de la felicidad para el padre de la “teoría del fluir” es precisamente emplear estos talentos y virtudes diariamente, integrándolos en tus ritmos laborales, familiares y sociales, especialmente en beneficio de los demás.

En otras palabras, dando al mundo lo mejor de ti mismo. O en una palabra sola: amar.

En El arte de amar, de Erich Fromm, se describe el amor no como algo que te sucede o que recibes, sino como un arte que debe cultivarse con práctica y esfuerzo, el arte de dar a los demás la expresión de tu verdadero ser.

"Sé con toda seguridad que no poseo ningún talento especial. La curiosidad, la obsesión y una perseverancia tenaz, combinados con la autocrítica, me han llevado a mis ideas". Albert Einstein

Al expresarte a través de tus talentos y fortalezas, sacas afuera lo que más vivo está en ti. Y se trata de un tesoro verdaderamente mágico, porque cuanto más das, más tienes para ti y para volver a dar. El acto de expresarse requiere un esfuerzo y con ese esfuerzo se desarrolla el talento o la fortaleza a la manera en que lo hace un músculo.

La sensación de “fluir” que experimentas en ese momento es la señal de que estás floreciendo al compás de la música del universo, enriqueciéndote tú mismo y enriqueciendo al mundo entero con tu contribución única. Y es que la naturaleza y el objetivo del ser humano se pueden resumir en esta capacidad creativa que todos tenemos.

La aventura de descubrir tu tesoro
El primer paso es descubrir estos tesoros, y para ello debemos observarnos e identificar qué actividades y situaciones nos proporcionan la sensación de fluir. A lo mejor, ya dentro de nuestra rutina diaria integramos algunas de ellas.


Sigue tu pasión


Otras veces es preciso intentar hacer cosas nuevas que nos pongan a prueba, para sorprendernos con una fuerza interna o aptitud que no conocíamos. Sin duda, los momentos difíciles de la vida son otra gran fuente de conocimiento que pueden sacar a relucir lo mejor que llevamos dentro.

No hay duda de que los seres humanos tenemos una gran capacidad para afrontar y superar los retos más duros que la vida nos depara.

"Cuando todo se oscurece lo suficiente, brillan las estrellas". Charles Beard, historiador EE.UU

A menudo, es en los momentos difíciles cuando nos vemos obligados a emplear todos nuestros recursos, creciendo más que nunca. La mayoría de las personas sufren traumas en su vida y se recuperan.

Pero se hace necesaria una cierta paz interna para poder observarse. Cuando las prisas y las rutinas nos desbordan, no nos dejan el tiempo ni el sosiego que requiere la escucha del corazón. En estos casos la prioridad es escapar, literalmente, de nosotros mismos.

Hay que fugarse del complejo entramado de relojes, ataduras, reglas y responsabilidades que nos impiden ver lo esencial. Podemos escapar al mar, al monte, al extranjero, al arte, a la psicoterapia o a la meditación. No importa.

Lo esencial es encontrar un refugio desde el cual obtener una óptica más clara, esa “isla del tesoro” que no aparece en ningún mapa.

Adelante, pues. La aventura está servida. Parte en busca de tu riqueza interior y, cuando la encuentres, no olvides compartirla. De esta forma, te transformarás, por la alquimia más natural, en un Midas que todo lo convierte en oro.


Por Eduardo Jáuregui

 
Aprende de tus emociones, en 7 claves básicas


Cuando sepas escuchar tus emociones, podrás expresarlas sin hacerte daño. Toda situación será una oportunidad para aprender a vivirlas.







Cuando sepas escuchar tus emociones, podrás expresarlas sin hacerte daño. Toda situación será una oportunidad para aprender a vivirlas.


Escuchar y gestionar las emociones

El solo hecho de reconocer las emociones desagradables que sentimos ya supone un descanso para la mente. La batalla del control cesa por un tiempo. Pero para que además no nos supongan una limitación sino una ventaja, tenemos que escuchar sus mensajes y atenderlos. En resumen, aprender de lo que dicen. Las siguientes sugerencias te ayudarán a hacerlo.


1. Acércate a lo controlado

Una vez que hayas descubierto cuáles son los rasgos que tratas de ocultar, te propongo que comiences a imaginar que efectivamente se manifiestan en ti. Si es el enojo, ¿cómo sería ese enojo? Juega con esa idea, aunque te parezca catastrófica. El darle un espacio a esa fantasía te permitirá descargarte de la emoción y también conocerla mejor. En la medida en que observes y acompañes respetuosamente la emoción original, ella va recorriendo su camino hasta que se calma. Es como una ola, que alcanza su máximo y luego comienza a declinar. El I-Ching dice al respecto: “La forma más adecuada de concentrar es permitiendo la expansión”.


2. Apela al movimiento

Cuando uno controla sus emociones, pone rígidos los músculos y las articulaciones. Puede ser la cadera, el cuello, los hombros o las extremidades. Te sugiero que pongas una música que te guste, que la escuches durante un rato como dejándola entrar en tu cuerpo y que luego permitas que tu cuerpo se exprese. Si mientras realizas este ejercicio te surgen aquellas emociones que normalmente controlas, acompáñalas sin juzgarlas... Recorrerán su ciclo y se transformarán en otra.


3. Sé traductor de ti mismo

Una vez que hayas aprendido a ver tus emociones –aunque sean desagradables– como valiosas y no huir de ellas o esconderlas, acostúmbrate a buscar la información que te están comunicando. Traduce esa ansiedad o ese enojo por aquello que nos intenta expresar: ¿Existe una situación amenazante? ¿Carezco de las habilidades necesarias para emprender tal o cual reto?


4. Dale crédito a tu interior

Es posible que, al principio, tiendas a menospreciar algunas de tus emociones y la información que te dan. Es posible que te digas cosas como: “¡Ese miedo que siento es estúpido porque en realidad no pasa nada. Debería ser capaz de afrontar la situación como hace todo el mundo!”. Ten en cuenta que eres un ser individual único y que tus percepciones, aunque subjetivas, son las que cuentan. Así que admítelas completamente y trata de atenderlas.


5. Ten confianza

No pienses que porque te aconsejamos que atiendas a tus emociones vas a abrir la caja de Pandora de tus sensaciones perturbadoras, entrando en un caos que hasta ahora has conseguido evitar. Al contrario, atendiendo a tus emociones lo que vas a hacer es protegerte de verdad, no enterrando la cabeza en la arena como hacías antes. Protegerte y, a la vez, avanzar en pos de lo que de verdad te motiva. Por lo tanto, mantente dispuesto a aprender porque no existe ningún peligro en tu nueva apertura emocional.


6. Admite cierta inseguridad

Cuando confíes en tus emociones, tu inseguridad ya no será tan intensa y, por lo tanto, no la vivirás como insoportable y no pretenderás controlarla. Si tienes la confianza de que mientras experimentas inseguridad estás aprendiendo y entiendes que vas a aprovechar ese proceso, no necesitarás suprimirla. Empieza ya a cambiar tu mirada y acepta un mínimo grado de inseguridad inherente a la vida.




Más libres




7. Exprésate de la mejor forma

¿Es bueno dejar salir cualquier impulso que uno tenga? Cuando te recomendamos que dejes que tus emociones se expresen no estamos diciendo que, si estás enfadado con tu jefe, des rienda suelta a tu ira y le montes una escena. No, la idea es que dejes que tu emoción te informe a ti. Después, ya decidirás tú cómo la atiendes de la manera más segura y productiva posible. Es un ejercicio que vale la pena.

Por Norberto Levy
 
La primera vez que pediste algo

Después de años estando callada y siendo útil para todo, has abierto la boca para pedir algo. Y, de repente, toda esa gente que te rodeaba ha desaparecido.



Te enseñaron a no pedir cosas.


A no molestar.


A complacer.


A hacerlo todo tú.


A sentir vergüenza si necesitabas algo.


A depositar tu autoestima en el hecho de que los demás te necesitaran.


A resolver todos los problemas.


A nunca decir que no.


A estar siempre disponible para el otro.


A servir.


Te enseñaron esa esclavitud emocional que consiste en buscar desesperadamente la aceptación.


En evitar el rechazo por encima de todas la cosas.


En convertirte en lo que la otra persona demanda para que no te deje de querer.


En tenerle miedo al abandono.


Y ahora tú pides algo porque no puedes más.


Lo que sea.


Y la gente que te lleva exprimiendo toda la vida, se enfada.


Y ahora tú dices no.


Porque no.


Y la gente que lleva todo la vida contando contigo para todo, te dice que has cambiado.


Que no eres la misma persona.


Que qué te pasa.


Lo único que te pasa es que te estás dando valor.


Estás pensando en ti.


Estás poniendo límites por primera vez.


Y estás reclamando tu derecho a recibir.


Y ahora puede que ya no haya tanta gente.


Porque la gente que estaba contigo por interés cuando ya no eres útil, desaparece.


Vale.


Estarás más sola.


Pero también.


Eres más libre.

Por Roy Galán
 
Que le den a "hacer lo correcto"


No hay ninguna manera de hacer correctamente nada. Lo único que es incorrecto es plegarte a los deseos ajenos y renunciar a la vida que quieres.

Lo correcto.

Eso te dijeron.

Haz lo correcto.

Estudia algo que tenga salida.

Sienta la cabeza.

Ya va siendo hora de formar una familia.

Se te va a pasar el arroz.

Deberías ir pensando en ahorrar algo.

Esa pareja no te conviene.

Lo correcto siempre está vinculado a un miedo del que intenta imponértelo.

Un miedo a algo que no existe: El futuro.

La persona que te dice que hagas lo correcto nunca está pensando en el aquí y en el ahora.

Porque en el aquí y en el ahora lo correcto no existe.

Tan solo estamos sucediendo y con eso es suficiente.

Lo correcto es no desfallecer.

Es no alimentar esa neurosis que supone la previsión de que la vida irá mal si no haces determinadas cosas.

¿Qué sucede cuando lo correcto no es lo que tú sientes?

Cuando hacer lo correcto supone traicionarte a ti mismo.

Que lo correcto se transforma en lo incorrecto.

Lo incorrecto es plegarte a los deseos ajenos.

Prescindir de tu propia felicidad para la tranquilidad ajena.

Porque tal vez, si ese futuro llega, tengas una estabilidad.

Pero no haya nada de ti en lo que haces.

Tal vez odies tu existencia.

Porque no estudiaste bellas artes.

Porque dejaste de viajar.

Porque rompiste aquella relación por el que dirían.

Porque ahora tocaba el bebé.

Porque vives en la prisión correcta.

La ideal para que nunca huyas aunque no tenga rejas.

Que le den a lo correcto.

Si sientes que no hay oxígeno, que los días se te escapan entre los dedos de los pies, que hace muchísimo tiempo que no eres tú.

Sal.

Vete.

Y empieza a vivir.

De la manera que siempre quisiste.

Por Roy Galán
 
Las trabas que le ponemos al romance

Cuando conectamos con alguien, en vez de dejarnos llevar y disfrutar, nos hacemos la zancadilla hasta llegar a impedirnos el amor y el deseo.

Cuando los humanos nos juntamos para compartir placeres entre nosotros, a veces todo queda en una linda noche, y a veces queremos repetir y repetir.

Cuando a la otra persona le pasa lo mismo, y le apetece estar contigo y verte, y se va enamorando con la misma intensidad y al mismo ritmo, entonces nos encontramos ante el escenario ideal para disfrutar del amor y vivir un romance. No es frecuente que suceda, pero cuando sucede hay que disfrutarlo.

Del miedo al amor
Porque no todo el mundo tiene herramientas para gestionar la felicidad. Estamos tan programadas para sufrir, que cuando somos correspondidas y todo va estupendamente no podemos creerlo.

El enamoramiento se parece mucho a un estado de ensoñación: tememos despertar y que todo haya acabado de golpe. Nos da miedo que la otra persona empiece a poner peros, a construir muros, nos da miedo también que la otra persona no quiera o no pueda dejarse llevar por la magia del amor.

Y es que para amar hay que ser valiente y generoso, y no todo el mundo está preparado para vivir una hermosa historia de amor. Acumulamos muchos dolores que pesan demasiado. Heridas abiertas, historias sin cerrar, traumas de la infancia, recuerdos traumáticos, y muchos miedos: miedo a sufrir, miedo al abandono, miedo a ser feliz, miedo al rechazo, miedo a la soledad, miedo a perder la libertad. Estos miedos, estas carencias, esta necesidad de amor a veces nos impiden disfrutar del presente en una relación, y nos bloquean a la hora de ponerle energía a un romance.

Se requieren toneladas de tiempo y de energía para tener un romance, pero cuando llega nos encontramos con la agenda a rebosar hasta los topes. En las grandes ciudades nuestro ritmo de vida es vertiginoso: ¿cómo le hacemos un hueco a un romance en nuestras ocupadas vidas?, ¿cómo compatibilizamos nuestra sed de libertad e independencia, con nuestra necesidad de compañía, orgasmos y afecto?, ¿es posible defender nuestra autonomía y a la vez lanzarnos a compartir la vida con alguien?

Hay muchas maneras de estropear un buen romance. Hay parejas que nada más empezar la relación, la niegan. Otras se declaran la guerra creyendo que la violencia pasional les va a hacer muy felices. Otras tienen ganas de salir corriendo, o de ponerle límites al romanticismo: son muchas las maneras que encontramos para no disfrutar de una relación y para hacernos auto-boicot.

Además, la autoestima tiene mucho que ver en esto: cuanto más inseguras nos sentimos, menos disfrutamos del amor de pareja. Cuando la autoestima está muy baja, nos creemos que no merecemos ser amadas. Parte de la guerra contra las mujeres consiste en que las mujeres se hagan la guerra a sí mismas, y que se impidan ser felices.

También a los hombres les pasa, pero a ellos lo que más les afecta es el miedo a perder su libertad, su soltería, su prestigio, su diversidad sexual y amorosa. Para ellos el amor es como una cárcel, viven el enamoramiento como una montaña rusa de emociones que no pueden controlar y que les debilita frente al enemigo, que es el amor en general, y las mujeres en particular. Así que aunque se lo estén pasando de maravilla, generan unas resistencias que hacen muy difícil disfrutar del romance


Amar no es sufrir
Yo siempre reinvindico mi derecho a vivir un romance cuando empiezo una relación. Si hay miedos, si me lo ponen difícil, si no puedo ser yo misma, si empiezan pronto los dramas y los desencuentros, entonces prefiero no empezar. Porque el amor está para disfrutarlo y para vivirlo en libertad y plenitud, sin trabas y sin sufrimientos innecesarios. Y si no hay romance porque hay muchos problemas, entonces veo claro que si no puedo disfrutar, no es mi relación.

El romance hay que vivirlo con valentía y generosidad: el amor y el deseo son energías transformadoras que pueden sacar lo mejor de nosotras mismas y que pueden hacernos muy felices mientras duren. Si la otra persona no tiene las mismas ganas, si no se atreve, si no se comparte, si no se desnuda, entonces mejor dejar la relación, y a otra cosa mariposa. No todos los romances nos llevan a una relación amorosa y a un compromiso emocional, así que en esos casos cuando acaba el enamoramiento es mejor no continuar.

Sin embargo, creo que para construir una pareja, hay que poder disfrutar de un romance, ser felices, pasarlo bien, experimentar cientos de emociones hermosas, conocerse a fondo, gozar de intensas noches de amor, volar con la pareja a los confines del placer y la ternura. Creo que es fundamental reivindicar el derecho a tener un romance: porque no es cierto que para llegar al paraíso haya que vivir resignada en este valle de lágrimas, ni que haya que sufrir por amor para poder ser feliz después. Así que cambiemos el orden de los factores: primero, a disfrutar, y luego, si llega el sufrimiento, acabar la relación en el momento exacto para poder quedarnos con un bonito recuerdo.

Por Coral Herrera
 
Ejercicio todoterreno para desmitificar el amor

Si idealizas la idea de tener una pareja, necesitas un toque de realidad. Te proponemos un cambio de perspectiva: no es oro todo lo que reluce.

Me decía una compañera del Laboratorio del Amor que ella cuando caminaba por la calle y veía tantas parejas felices con o sin hijos, con o sin perro, se preguntaba: ¿por qué yo no puedo estar así, emparejada y feliz? Enseguida todas nos apresuramos a contarle que esas parejas felices que van caminando por la calle, a lo mejor no son tan “felices”.


Muchas de ellas están en proceso de separación, según las estadísticas.


Otras están juntas porque creen que no les queda otro remedio.


Unas acaban de discutir a gritos y llantos antes de salir con sus galas de domingo a pasear su “felicidad”, otras llevan sin hablarse una semana.


De todas esas parejas felices que vemos en el súper y en el centro comercial, hay un alto porcentaje de personas que se han arrepentido o se arrepienten de haberse juntado con su pareja.


También es probable que un alto número de ellas apenas tenga encuentros sexuales, si acaso algún sabadete al mes y para de contar. La gente imagina siempre que la pareja es una constante fogata en la que ardemos de deseo hasta el día del Juicio Final, pero la realidad es que el cansancio extremo y el estrés de la vida diaria, la rutina, la convivencia, matan las pasiones y hay que trabajárselo mucho para que la cosa no decaiga.


Hay parejas que viven verdaderos infiernos conyugales, pero no saben o no pueden salir de ellos y se han habituado a pasar la vida peleando y guerreando.


Hay muchas parejas que en realidad no son pareja pero siguen conviviendo juntos, bien “por los niños”, bien por cuestiones económicas o logísticas (no todo el mundo se puede permitir el divorcio).


Hay parejas abiertas que tienen varias parejas, y puede que estés viendo a una pareja poliamorosa que tienen otros amores.


Hay también parejas clandestinas que pasean con miedo a ser descubiertas, a los amantes que pasean se les reconoce porque tienen una sonrisa enorme en su cara y se miran como recién casados. Pero no lo son.


Hay parejas que pasean sin saber que la otra persona junto a la que caminan tiene un amante. Es una dinámica cultural de todas las sociedades basadas en la monogamia: el adulterio es lo más corriente en estos regímenes de amor heterosexual y exclusivo, y esto sucede en todos los países del mundo.

Hay parejas felices en las que las mujeres están sufriendo malos tratos y violaciones a manos de su propia pareja, pero tú no te das cuenta. Y de esas mujeres, algunas serán asesinadas por la violencia machista.


Algunas de esas parejas tienen hijos e hijas que también sufren la violencia machista, los malos tratos y los abusos sexuales de sus padres, padrastros, abuelos, tíos, primos o gente cercana, aunque no puedas verlo cuando van todos vestidos de punta en blanco simulando ser una familia feliz.


La importancia de desmitificar a la pareja

Por eso es tan importante desmitificar a la pareja como la quintaesencia de la felicidad: todas nuestras relaciones humanas son complejas y a menudo conflictivas. En todas sostenemos luchas de poder, dominamos o nos dominan, abusamos o abusan de nosotras.


En todas las relaciones tenemos problemas, especialmente en el ámbito de la comunicación y la solidaridad: no nos entendemos bien, no sabemos discutir sin hacernos daño, no sabemos pactar y negociar los acuerdos para construir la pareja desde la empatía, no sabemos separarnos con amor.


Vivimos en una sociedad organizada en parejas, pero muchas de ellas, quizás la mayor parte, no son parejas felices que viven en el paraíso del amor. Muchas de esas parejas mantienen una imagen de familia feliz y viven sumergidas en un infierno de luchas, o bien viven tranquilas y aburridas soñando con otras vidas y otros amores.


Esta imagen de pareja feliz es una especie de fachada frente al “qué dirán”: uno de los indicadores de haber tenido éxito en la vida es encontrar pareja, y que nos dure.


Y sin embargo, todas sabemos que se está mejor sola que mal acompañada. Son millones las mujeres que suspiran por una vida de soltera, en libertad, disfrutando plenamente de su autonomía y de sus redes afectivas, y sin embargo, son muchas también las mujeres solteras que siguen soñando con poder emparejarse, creyendo que la pareja les dará todo lo que desean: emociones intensas, estabilidad, amor a toneladas, compañía y afecto, s*x* increíble… hemos mitificado demasiado la pareja, es hora de aterrizar.

Por Coral Herrera
 
Tampoco nos conocemos tanto


En las relaciones, cuando hay un gran desequilibrio entre la velocidad de uno y la velocidad de otro, la reacción que podemos esperar es de huida.

Miguel tenía una cita. Sentado en la terraza de un pequeño restaurante, esperaba a Andrea, a quien había conocido unas semanas atrás en una cena, y con quien había coincidido en un par de salidas en grupo.

Andrea llegó, se saludaron y, tras pedir la comida, Miguel empezó a hablar, contándole diferentes episodios de su vida. Le habló de los problemas con su jefe, de las relaciones con sus hermanos, de la dependencia que tenía su padre de él y también de cómo había terminado su última relación de pareja, que había sido muy frustrante para él.

Andrea le escuchaba con discreción y sin añadir mucho al diálogo. En las ocasiones en las que Miguel se dirigía directamente a ella con alguna pregunta, le contestaba con una escueta respuesta, sin mojarse demasiado.

En estas circunstancias, Miguel acabó monopolizando casi por completo el diálogo, hasta que Andrea, con el postre recién terminado, le anunció de forma precipitada que tenía que marcharse y se levantó. Miguel le propuso quedar aquel viernes, cita que ella esquivó diciéndole que lo tenía mal, que tenía un compromiso familiar.

En un instante, Miguel se quedó solo en la mesa al tiempo que un camarero se acercaba para preguntarle:

—¿Tomará café?

—Mmmm, no sé. No me apetece tomarlo solo.

Desde la mesa contigua, una voz añadió:

—Yo estaré encantado de acompañarte... si quieres.

Miguel se giró para ver de quién procedía la oferta, y pudo ver a un entrañable hombre mayor, que rondaría los ochenta años, con una mirada viva y limpia. Aún desconcertado por la súbita marcha de Andrea, aceptó la oferta, y el hombre se desplazó hasta su mesa.

—Soy Miguel, y si llevas un rato ahí habrás visto que mi pareja casi ha huido...

—Mi nombre es Max –le dijo– y sí, lo he visto. Y tengo que decirte, si me lo permites, que no ha sido una sorpresa para mí.

—Pues para mí sí lo ha sido, y me encantará que me ilumines al respecto.

Max lo miró directamente a los ojos y, midiendo cada palabra, le dijo:

—Creo que simplemente la has desbordado.

Miguel se defendió instintivamente:

—Pero es que no soltaba prenda. Si no hubiera hablado yo, habríamos estado en completo silencio toda la cena...

—Puede que tengas razón, pero es que yo no me refiero tanto al tiempo que has hablado como a la profundidad de lo que le has contado.

—No te sigo...

—Corrígeme si no es cierto, ya que solo puedo referirte algunos fragmentos de conversación que me llegaban, pero creo que le has estado hablando de cosas bastante íntimas, sin que ella te correspondiese en ningún momento.

—Sí, es bastante cierto. Pero no veo dónde está el problema si lo que pretendía era empezar una relación con ella.

En este punto, Max hizo una pausa para tomar un sorbo de su café y le dijo:

—Verás, Miguel, la construcción de una relación es como recorrer un sendero de la mano. Si uno corre demasiado, el otro se sentirá forzado. Y si aquel ritmo no le funciona, terminará por soltarse y huir por donde ha venido. En las relaciones, y muy especialmente al principio, cuando hay un gran desequilibrio entre la velocidad de uno y la velocidad de otro, cuando uno se abre enseguida, y con mucha más profundidad de lo que el otro está dispuesto, la reacción que podemos esperar es de huida. De alguna manera es como decirle: “¡Eh! Aquí me quedo, este es el nivel de apertura que espero de ti”. Y si el otro no está dispuesto a alcanzarlo, sencillamente se esfumará.

—Pero hay gente más abierta y gente más cerrada, y siendo así, alguien tiene que tirar del carro de la relación...

—Sin duda, y estará bien hacerlo, pero teniendo los límites muy claros. Las relaciones se resienten del desequilibrio. En un caso como el tuyo con tu acompañante, estará bien que lleves la iniciativa, pero también que respetes la profundidad que de buenas a primeras tu amiga está dispuesta a ofrecerte. Si con lo que tú cuentas pones el listón tan alto, sentirá vértigo, que es probablemente lo que hoy le ha sucedido.

Miguel se quedó pensativo. De repente se daba cuenta de algunas “huidas” que había provocado sin quererlo. Y no solo con relaciones sentimentales, también con amigos o con la propia familia. Se estaba dando cuenta de que comprender bien el tema podría suponer un punto de inflexión en sus relaciones.

—Max, si lo estoy interpretando bien, lo que me estás sugiriendo es que yo modere mi forma de abrirme si percibo que la persona que tengo delante no estaría cómoda haciendo lo mismo.

—Sí, efectivamente. Con dos matices importantes: el primero, que ello no supone que renuncies a la iniciativa de entablar el diálogo y que te puedes permitir ir algo por delante, pero no demasiado.

—¿Y la segunda?

—Que tu ejemplo, si no se pasa de medida, será estimulante para la otra persona y conseguirás que progrese. Es, en esencia, un ejercicio de equilibrio, de que nadie se quede ni demasiado atrás ni tire demasiado del otro.

—Necesito hacerte esta pregunta: ¿Lo he perdido todo con Andrea?

—Nada está nunca totalmente perdido. Especialmente si en vuestro próximo encuentro percibe en ti una actitud distinta.

Aquel café estaba siendo revelador para Miguel. Estaba dispuesto a reconquistar a Andrea manteniendo aquel importante equilibrio.

Buscó con la mirada al camarero para pedirle la cuenta. Quería invitar a Max. Pero al volver la mirada a la mesa, se encontró la silla vacía y la extraña sensación de que aquel encuentro no había existido.

Por Ferran Ramon-Cortés
 
Álter ego: ¿Que es y porque alguien crearía uno?


¿Alguna vez has escuchado la palabra Álter ego?

Tal vez si. Si no, no te preocupes, ahora mismo te daremos una idea general de su significado.



Un Álter Ego ("El otro yo" en latín) se refiere a la creación de una personalidad alternativa de nosotros mismos, con rasgos y actitudes que quizá, difícilmente aceptaríamos como propios en nuestra personalidad original. Es otra versión de nosotros mismos.



Dicho de una manera, un Álter-ego es un personaje creado a nuestro antojo. Ya sea por diversas circunstancias o momentos, crear un Álter ego puede ser una experiencia muy entretenida, pues te permite eligir que rasgos de personalidad te gustaría adoptar por un breve momento de tiempo sin dejar de ser tu.



El concepto de los Álter egos esta muy presente en la literatura y en los universos del cómic y la novela gráfica. La mayoría de los super-héroes, por ejemplo, tienen uno para cumplir con diferentes propósitos en su lucha contra el mal: Bruce Wayne, el millonario empresario residente de Gotham City utiliza su Álter ego (Batman) para enfrentar a sus enemigos por las noches y mantener la paz en su conflictiva ciudad.

Peter Parker, el joven genio apasionado por la física, decidió crear a su Álter ego (Spider-man) con la finalidad de proteger a sus seres queridos de las perversas intenciones de sus enemigos.

(Incluso actúan como si fueran otras personas: Bruce es un poco mas social y Batman es la seriedad andando.

Peter es un poco mas introvertido en su vida cotidiana mientras que Spidy se muestra muy confiado, gracioso y desenvuelto cuando lleva el traje)



Quizá pienses que crear un Álter ego solo puede funcionar si estas próximo a adoptar la vida de la lucha contra el crimen. No es así. En ocasiones, muchas personas deciden utilizar un Álter ego en la vida real por diversos motivos: para tener mas confianza en su vida diaria, para entrar a un concurso literario, para ocultar su identidad al publicar textos (en caso de ser escritor... cof cof), para hablar en publico, para actuar, para sobrellevar la fama, para conocer gente nueva, y muchas otras situaciones que te puedas imaginar.

La función del Álter ego es servir como un apoyo para la personalidad original. Muchas celebridades utilizan a sus Álter egos para establecer los limites entre "la persona que actúa y esta bajo los reflectores y cámaras" y "la persona que conocen sus seres queridos y amigos". El verdadero ellos.
El fallecido cantante, vocalista y fundador de Queen, Freddie Mercury empleaba este recurso en su vida. En el escenario, el hombre era una bomba de carisma y energía capaz de transmitir la pasión en cada una de sus presentaciones, pero de acuerdo a sus amigos (y según palabras del mismo Mercury) era un hombre muy tímido y reservado en su vida cotidiana.



La mayoría de las veces, los Álter egos desempeñan un papel importante en la vida de quienes los crean: enfrentarse a una situación en la que la verdadera personalidad pudiera salir lastimada (sea este temor real o imaginario) sin exponerse realmente al riesgo.



Usar un Álter ego puede ser de gran ayuda en nuestra vida, sin embargo, se debe tener cuidado de marcar claramente los limites entre "el otro yo" y nuestra personalidad. Saber donde termina el personaje y donde comenzamos nosotros.



¿Que te parece?



¿Tienes algún alter ego?

¿Como se llama?

¿Cual es la principal diferencia entre tu y tu Álter ego?


Por Kari Rodríguez
 
Alter Ego: Significado y Ejemplos (Psicología)

Alter ego” es una locución latina cuyo significado podría ser algo como “mi otro yo” o “mi yo alternativo”. Si quieres conocer tu alter ego, querrás conocer tu otro yo, que se caracteriza por tener una personalidad diferente a la tuya.


Puede ser una persona real o ficticia, independientemente de esto, nos identificamos con nuestro álter ego, sentimos absoluta confianza y en cierta forma nos idealizamos en esa “persona”.

Origen del término “alter ego”
En la década de 1730 se realizaron estudios utilizando la hipnosis para separar lo que entonces se denominó “el otro yo”.

Estos experimentos realizados por Anton Mesmer determinaron que las personas cuando estaban en estado de vigilia actuaban de forma diferente a cuando estaban hipnotizados.

Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando se acuño el término “alter ego” al describirse por primera vez el trastorno de identidad disociativo, conocido inicialmente como trastorno de personalidad múltiple.


Es importante destacar que tener un alter ego no implica padecer el trastorno de identidad disociativo.

De hecho, la principal diferencia estriba que normalmente quienes tienen múltiples personalidades no están plenamente conscientes de esas personalidades, mientras que quienes tienen un alter ego no solo están conscientes sino incluso se podría decir que definen y se trabajan esa forma de actuar o alter ego por voluntad propia.

El concepto del alter ego y el autoconocimiento
Gran parte de la evolución que una persona pueda tener en su autoconocimiento se origina en el concepto desarrollado por el psicólogo Roberto Assagioli en el que se dice que todos tenemos un YO de rango o preponderancia superior al resto de papeles que asumimos o hemos asumido en nuestra vida.

Bajo este YO existen los diferentes alter egos o sub-personalidades que podemos asumir a lo largo de nuestras vivencias o bien como producto de la educación que recibimos a lo largo de la vida.

Algunos de estos “alter-egos” o sub-personalidades son bastante universales, papeles que todos o casi todos asumimos en determinadas circunstancias de la vida, por ejemplo, el papel de protector, el de controlador, el de héroe, el de víctima, etc.

¿Es necesario tener un alter ego?
Si te preguntara si sabes quien es Sasha Fierce probablemente tu respuesta sería negativa, y aún te asombraría más saber que es el alter ego de una artista tan reconocida como Beyoncé.

Si esta persona tiene un alter ego entonces no será tan malo tenerlo, de hecho todos en cierta forma necesitamos desarrollar alter egos que nos permitan vivir de una forma más plena.

¿Por qué más plena? Es sencillo, un alter ego te permite expresarte de una forma tal que no te sentirías cómodo expresándote con tu propio yo.

¿Se puede crear un alter ego?
La respuesta a esta pregunta es sí, de hecho la mayoría de los alter egos son desarrollados conscientemente aunque claramente influenciados por las experiencias vividas y las circunstancias que nos rodean.


Los pasos para crear un alter ego son:

  1. ¿Para qué quieres tener un alter ego? ¿Solo por divertirte o por un propósito importante para ti? Algunos de los propósitos más usuales son para proteger la privacidad o para proyectar una personalidad diferente a la propia. Siempre y cuando no pierdas de vista la realidad, puedes crear el alter ego que quieras.
  2. Define la personalidad de tu alter ego. Normalmente los alter egos tienen características diferentes a los de la personalidad de su creador.
  3. Crea una apariencia para tu alter ego.
  4. ¿Qué historia tiene tu alter ego? ¿Cuál es su pasado? ¿Cuáles sus proyectos actuales? ¿Cuáles sus ambiciones futuras?
  5. Dale un nombre a tu alter ego.
  6. Asume esa nueva identidad en el contexto que lo quieres desarrollar.
  7. Aunque mantengas tu alter ego por períodos importantes de tiempo, tienes que mantener siempre los pies en la tierra para que no se borren los límites entre tu realidad y tu alter ego.
Precaución con el alter ego
Tener alter egos no es negativo, puede permitir adaptarnos a un medio que no siempre es agradable o no siempre se ajusta a nuestras fortalezas y debilidades como persona.

Sin embargo, partiendo del hecho que el alter ego en cierta forma es una forma de idealizar lo que nos gustaría ser y no somos, o bien cómo nos gustaría actuar pero nuestro propio yo no puede actuar, debemos ser precavidos en no abusar de los alter egos.

Además, el alter ego también puede ser utilizado para garantizar anonimato y entonces se debe prestar atención a no utilizarlos para escapar de una realidad y pretender vivir una vida que no es la propia.

Alter ego en un mundo virtual
La popularización de internet ha hecho más consciente a muchas personas de lo ventajoso que resulta tener un alter ego para poder expresarse más libremente. Es por esta razón que muchas personas se crean alter egos para su funcionamiento en internet.

No todas las personas se inventan nombres o perfiles en las redes sociales para hacer daño a otros, no todos lo hacen por esconderse, también hay quienes se sienten más libres expresándose bajo el anonimato que les proporciona usar otro nombre.

En otros casos, el uso de alter egos en internet se da simplemente porque les permite tener una privacidad que les hace sentirse más a gusto o les permite mantener separada su vida profesional de su vida personal.

Crear un alter ego para tu acción en línea te permite también protegerte contra prejuicios ya sea propios o de otras personas.

Aún más, existen páginas en internet donde puedes crearte una nueva vida en la que puedas controlar tu presente y tu futuro. ¿Es esto sano? Si lo es, siempre y cuando no te impida vivir tu propia vida y te aísle de tu realidad.

¿Y tú qué tipo de alter ego has creado? ¿Qué opinas sobre ellos?

Por Linda Cruz
 
Esa sensación de paz refleja que has tomado la opción correcta


Esa sensación de paz que sientes ahora refleja que has tomado la opción correcta. Tal vez no sea la más acertada para algunos, ni la más lógica según otros. De hecho, puede que ni siquiera la mejor. Si embargo, lo que sí está claro es que es la opción que te hace feliz, la que conjuga con tus valores, esencias y sentimientos…


Freud solía decir que tomar una decisión es como montar un caballo de carreras. El animal representaría nuestro lado emocional, instintivo, desbocado casi. Por su parte, el jinete es quien lleva las riendas de la razón, quien guía, frena y orienta. Ahora bien, quien vence en la mayoría de las ocasiones a la hora de tomar una decisión es nuestra fascinante arquitectura emocional, ahí donde cada día acontecen cientos y cientos de carreras…




Tú no eres la opción de nadie, eres tu propia prioridad, por ello, a la hora de tomar cada una de tus decisiones escucha a tu corazón. Porque no existe un camino correcto, existe un camino que te hace feliz.
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La vida es elegir, de hecho, nos pasamos gran parte del tiempo practicando el arte de la toma de decisiones: café o té, ascensor o escalera, llamarle o no llamarle, coger ese tren o dejarlo pasar... Decidirse puede trasmitir las mismas sensaciones que las que acompañan a un salto al vacío. Ahí donde se requieren, eso eso sí, grandes dosis de valentía y responsabilidad.


Te invitamos a reflexionar sobre ello.


La opción correcta no existe: existe la voluntad de ser feliz

Henry James escribió un cuento excepcional titulado “El rincón feliz”. En él, nos presentaba a Spencer Brydon, un joven que después de haber obtenido éxito y fortuna en Estados Unidos vuelve a su casa natal de Inglaterra.




En la soledad de su hogar ahora vacío, se pregunta si hizo bien, si la opción de dejar sus raíces y a los suyos fue la decisión correcta. En medio de esta duda existencial, surge de pronto su alter ego, ese otro yo que le desvela, poco poco, qué habría sido de él en el caso de no haberse ido.


La duda de si hemos tomado o no la opción más correcta es algo que nos acompañará siempre. Ahora bien, tal, y como nos enseña Henry James en este cuento, tomar una decisión parte primero del corazón, pero tras ella, se da paso a la responsabilidad. De la emoción se pasa a la razón y, por encima de todo, a la obligación de ser arquitectos de nuestros propios caminos.


No siempre hay opciones correctas ni caminos con luces de neón señalándonos donde amanece cada día la felicidad. La decisión más sabia es aquella que nos ofrece paz, la que va de la mano de nuestra conciencia y la que a su vez, nos invita a seguir tomando decisiones congruentes en base a dichas esencias.

El arte de tomar sabias decisiones desde el corazón

Sabemos ya que a la hora de decidirnos por una opción u otra las emociones son como nuestros luceros en medio de los océanos de dudas. Ahora bien, te gustará saber también que la estructura cerebral que más luz irradia en dicho proceso es la amígdala.


Un deseo no cambia nada, pero una decisión lo empieza todo.
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El cuerpo amigdalino tiene cientos de conexiones en todo el cerebro, es una estructura afinada y fascinante que actúa como una pequeña centinela capaz de evaluar todo estímulo, todo pensamiento, experiencias o acontecimiento consciente o inconsciente. Después de ese análisis, la amígdala emite un juicio, una decisión que más tarde será analizada detenidamente por nuestra corteza frontal.


Puesto que tenemos claro que muchas de nuestras decisiones las tomamos por la “vía emocional“, veamos ahora de qué manera podemos conseguir que éstas, sean un poco más sabias, más acertadas y responsables.

Claves para tomar decisiones

Para ser felices hay que tomar decisiones y ser capaces de ir más allá de la linea del miedo. Esto es algo que en ocasiones nos resulta muy complicado, lo sabemos, porque decidir es también tener que dejar muchas cosas atrás.


  • Cuando nuestro corazón nos pide que demos el paso y aparece el miedo, lo que debemos hacer es racionalizar ese temor y entenderlo. De la emoción pasamos ahora a la razón, porque es la lógica y el pensamiento consciente quien debe invitarnos, con valentía, a derribar los muros de nuestros miedos.

  • Cuando tus emociones te indiquen que tomes un camino determinado, pregúntate si estás siendo realista. Es una pregunta que debes hacerte a ti mismo, solo a ti y a nadie más. Si lo ves factible, si te hace feliz y lo ves posible, que nada ni nadie te detenga en ese propósito.

  • Acepta la posibilidad del fracaso. Tolera y asume que es posible que las cosas no vayan bien, pero entiende, a su vez, que para encontrar el camino de la felicidad no basta con una sola opción. Es solo una puerta que te enseñará muchos más caminos.

El arte de ser feliz es saber decidir cada día siendo íntegros con la voz de nuestro corazón, aceptando errores para ir encontrando poco a poco nuestros senderos vitales, nuestra paz interior.

Por Valeria Sabater
 
Si la puerta no abre, no es tu camino



Si la puerta no abre, sencillamente, es que no es la puerta ni aún menos nuestro camino. Sin embargo, en ocasiones, invertimos demasiado tiempo y esfuerzos buscando unas llaves para las cuales, ni siquiera hay puertas. Porque hay destinos imposibles, personas que no encajan en nuestras cerraduras y caminos por los que es mejor no transitar.


Si bien es cierto que ninguno de nosotros acertamos nuestros destinos personales a la primera, cabe decir que tampoco es malo perderse de vez en cuando. Abrir puertas que luego cerramos de nuevo para adquirir experiencia, para saber quien sí y quien no, es algo que merece la pena llevar a cabo sin miedo pero con con equilibrio y una adecuada actitud.




Cuando una puerta que nos dio felicidad se cierra, a menudo suele decirse que se abre otra. Pero no siempre podemos verla, porque nos pasamos gran parte del tiempo lamentando la que ya no puede abrirse, esa para la cual, ya no tenemos llave…
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Los psicólogos y sociólogos se han preguntado durante mucho tiempo qué hace que las personas elijamos un determinado camino y no otro. Suele decirse que nuestras elecciones nos definen, pero en realidad, muchos de esos mecanismos que nos hacen ir en una determinada dirección siguen siendo inconscientes. Te invitamos a reflexionar sobre ello.


Una puerta cerrada a veces, es un muro que derribar

La voz popular siempre nos ha dicho aquello de que cuando una puerta se cierra otra se abre. También suele escucharse aquello otro de que la felicidad, es como una mariposa, si la persigues se te escapa y si te quedas quieto viene hacia aquí. Ahora bien, si hiciéramos caso de estos principios llegaríamos a la conclusión de que la felicidad y las oportunidades se suceden solas y casi por arte de magia.




Cuando una puerta se cierra solemos quedarnos bastante tiempo lamentado “ese portazo”. Nadie reacciona tan rápido como para poder ver esa otra salida donde se supone se halla la mejor elección, el mejor camino. Por otro lado, y a modo de ejemplo, vale la pena conocer un interesante libro titulado " The art of choosing” (el arte de la elección) de la psicóloga Sheena Iyengar.


La doctora Iyengar es ciega. Cuando llegó a Canadá desde la India, sabía que su familia, tal y como dictaba su cultura, iba a decidir su matrimonio llegado el momento. A su ceguera se le sumaba la idea de que no iba a poder salir de ese círculo, de esa cárcel personal. Gracias a sus días en la universidad fue consciente de que las mentes ajenas no tienen derecho a marcar nuestros propios guiones de elección. Las puertas que nos cierran los demás son también muros que todos nosotros podemos derribar.


A día de hoy Sheena Iyengar es todo un referente en la psicología de la elección personal.

Volver a empezar cuando muchas de nuestras puertas se han cerrado

Tal vez, en algún momento de nuestro ciclo vital, no tomáramos la mejor elección o puede incluso, que sí lo fuera durante un periodo de tiempo. El suficiente para hacernos creer que ese, iba a ser nuestro destino definitivo. Sin embargo no lo fue, y tras el portazo quedó el vacío y el rumor de nuestras tristezas. Tal vez fuera una relación, puede que un trabajo o una amistad que no ha terminado bien.


El destino no es algo que deberíamos ver, el destino debemos crearlo nosotros con determinación y valentía abriendo las puertas más adecuadas.

Ahora que ya sabemos que no siempre se nos abre de forma inmediata esa supuesta “puerta de emergencia” con la cual, ofrecernos una nueva salida hacia la “felicidad verdadera“, vale la pena reflexionar sobre estas cuestiones para entender que la vida, en realidad, es todo un laberinto de puertas por las que transitar, cruzar, disfrutar, aprender y sin duda… También saber cerrar.

Claves para encontrar el camino más adecuado

Ningún sendero elegido a lo largo de tu viaje experiencial ha sido en vano. Lejos de arrepentirnos por haber cruzado una puerta, por haber tenido esa pareja, por haber iniciado ese proyecto o encontrar, simplemente, más frustraciones que alegrías, es necesario asumir lo vivido como un buen aprendizaje. Porque toda cicatriz enseña, y todo camino errado supone una invitación a “empezar de nuevo”.


  • Entiende que cuando algo termina, la felicidad no se “reinicia” por sí sola. Es necesario pasar por un tiempo en el cual, reconstruirnos, conectar con nosotros de nuevo y cerrar adecuadamente esa puerta, esa etapa.

  • Llegará un instante en que nos sintamos preparados. Lejos de mirar atrás, sentimos de nuevo la invitación de mirar al frente, de volver a ilusionarnos y de caminar ahora con mayor seguridad, con mayor sabiduría.

  • Entiende además que no existe un camino “ideal”, que ninguna puerta tiene la llave de la felicidad permanente o de la solución a todos nuestros problemas. Es el propio viaje es quien nos da las respuestas, y las alegrías, vienen y van. Lo único que necesitamos es ser más receptivos, y ante todo, valientes para cruzar todos esos umbrales maravillosos que nos faltan por descubrir…
Por Valeria Sabater

 

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