Autoestima y otros temas de psicología

Lo que no sabía es que de esas cicatrices crecerían mis alas y aprendería a volar
Siempre había escuchado que cuando entramos en una tormenta, nunca salimos de ella siendo los mismos, que las cosas más terribles tienen la posibilidad de transformarnos de una manera que jamás imaginamos, pero es en el momento en el cual te toca a ti vivirlo, cuando entiendes la profundidad de estos hechos.

Ciertamente no queremos estar sometidos a situaciones que nos lleven a los límites, que nos encaren con nuestros peores miedos, que nos obliguen a sacar de nosotros esa fuerza, esas agallas, ese temple… La mayoría quiere una vida normal, con cosas sencillas en el camino, donde las complicaciones no se excedan de encontrar la felicidad, cumplir sus sueños, alcanzar metas, no que tengamos que debatirnos entre la vida y la muerte, no que perdamos lo que más amamos, no que estemos obligados a dejarlo todo…

Cada herida que tenemos es el resultado de una batalla, algunas de esas heridas se dejan ver a simple vista, otras las tratamos de ocultar, más cuando no logramos que se cierren, cuando de vez en cuando vuelven a sangrar… Las heridas más profundas siempre son determinantes, siempre nos cambian, algunas veces nos convierten en personas resentidas, personas distantes, personas desconfiadas, personas que no logran recuperar su sonrisa.



Pero no siempre el resultado es gris, muchas veces de las peores batallas, de donde más dolió surgen de nosotros las alas que nos permiten sobrevolar por encima de cualquier problema. Esas alas son las que nos permiten llegar a donde queremos por la vía más sencilla, con el paisaje más hermoso y cuando por fin las tenemos es cuando podemos entender que todo, absolutamente todo valió la pena.

Todo aquello que nos hace mejores, que nos hace más fuertes, que nos da una visión diferente de la vida y nos subraya lo realmente importante, vale la pena vivirlo. Ya no veo la vida como antes, tengo una visión diferente, una capacidad de reacción distinta, ya participo solo en los juegos que yo decido jugar y los demás solo los observo desde las alturas a las que solo puedo llegar con esas alas que ahora forman parte de mí… Nunca pensé que lo que más rechacé, que a lo que más me resistí, que lo que más me dolió, fuese justamente lo que me transformaría en la mejor versión de mí.

Hoy sé que solo nosotros podemos decidir en qué nos convierten nuestras heridas.



Por: Sara Espejo
 
10 Elementales para una mente saludable
Nuestra mente es algo intangible, va más allá de nuestro cuerpo físico, pero tiene mucho que ver con él. Puede actuar como una gran aliada o como la peor de las enemigas. Para que nos colabore y no nos complique la vida debemos crearnos hábitos saludables, rutinas que nos permitan estar y sentirnos bien, más allá de lo que esté ocurriendo.


Acá dejamos algunas cosas que debemos procurar en nuestras vidas con la finalidad de mantener nuestra mente saludable:


Pensamientos positivos: Pues es lo que más hacemos: pensar, pero la mayor parte del tiempo no tenemos esos pensamientos motivadores, ni visualizando lo que queremos, ni que nos hacen sentir paz, sino que tenemos pensamientos que son producto del miedo, de la desconfianza, de la duda, del fatalismo y desde allí creamos, luego el resultado no es el que quisiéramos, pero sí corresponde al que irónicamente estábamos esperando. Vamos por más pensamientos positivos y vayamos espaciando los negativos, de manera consciente, observándonos.


Calma: Ninguna mente sometida a un corre corre todo el día, puede estar en paz. No importa lo que estemos haciendo, ni de cuánto tiempo dispongamos, hagamos pausas varias veces al día, tomemos una respiración profunda, traigámonos al presente con la tranquilidad que queremos y continuemos.





Personas positivas alrededor: Procuremos rodearnos de gente que vibre positivo y tratemos de iluminar a quienes están en alguna de sus fases oscuras, pero sin sintonizar con ellos. De cualquier manera, cuando nos sentimos bien, solemos atraer a personas que también se sienten bien, además de que el universo nos ofrece más y más cosas y situaciones que vibren con lo que sentimos.


Cuidado personal: Nuestro cuerpo, nuestro templo. Consentirnos, cuidarnos, querernos a nivel físico, beneficia nuestra mente, nos potencia la seguridad, nos fortalece la autoestima, así que un cariñito, comida saludable, comida balanceada, una rutina de ejercicios, siempre nos va a favorecer.


Meditación: Unos minutos al día bastan y el truco es comenzar a hacerlo. No es un proceso de la nada, no tiene que dejar de pensar, no necesitas estar en un templo budista para hacerlo, solo comienza sentándote 5 minutos al día y trata de enfocarte en tu respiración, si un pensamiento viene, lo observas y dejas que pase, así hasta que el tiempo concluya. No lo pienses, hazlo, preferiblemente a diario, encontrarás la calma que necesitas en esos minutos.





Estar presente: Procura dirigir tu atención a lo que estás haciendo, si estás comiendo saborea tu comida, siente los alimentos en tu boca, las diferentes texturas, está presente. Procura volver cada vez que tu mente se vaya al pasado o al futuro, lo harás muchas veces, pero cada vez estarás más presente.


Música que te haga sentir bien: La música alegra el alma, con ella nos conectamos con sentimientos, procuremos hacerlo con aquellos que nos hacen sentir bien y nos recargan de energía positiva.


Agradecimiento: Es el portal para cosas mejores, cuando agradecemos nos conectamos con la energía de la abundancia, le decimos sí a la prosperidad, por el contrario cuando nos quejamos o resaltamos lo negativo, nos conectamos con la escasez, con la necesidad y la carencia. Agradecer es la mejor manera de pedir.





Propósito: El mayor de todos: la felicidad, éste y sus derivados nos mantienen activos, nos dan impulso para levantarnos cuando nos caemos, nos permiten dirigir nuestras acciones hacia lo que deseamos y aunque ya el estar aquí contiene el mayor de los sentidos, es el milagro más grande, los propósitos le agregan condimento a la vida.

Por: Sara Espejo
 
No se compite por amor, quien te ama te lo demuestra y no genera espacios para la duda

Una vez establecida una relación, la misma debe estar basada en la confianza y la honestidad, cada una de las partes debe sentirse segura del respeto que le guarda su pareja, sin que se susciten escenas desagradables que den cabida a la fractura de la confianza, que demuestren poco respeto hagan sentir a la otra persona en una competencia por el merecimiento de una relación o el amor del otro.


La competencia pudiese dar lugar en una fase inicial de la relación, donde puede ser que ante varias opciones el que mejor llene las expectativas sea quien tenga el privilegio de compartir una relación con quien le agrada, pero esto no debe prolongarse luego de iniciada la relación.





No necesitas competir con nadie, o más bien, la única competencia es contigo mismo. ― Héctor Tassinari





Siempre habrá oportunidades para ambas partes de satisfacer su ego, de ser atractivo para una tercera persona, de escuchar halagos de alguien distinto a su pareja y esto no necesariamente debe ser nocivo para la relación. El problema se genera cuando se abren las puertas a esas oportunidades y se invita a pasar e inclusive a instalarse.





Si alguien tiene dudas de querer permanecer con su pareja, esas dudas debe resolverlas sin la intervención de alguien más, y sí ciertamente se ve atraído por otra persona, está desgastado de la relación, quiere un espacio para sí mismo, pues debe tomar las acciones necesarias, procurando siempre no irrespetar a su pareja y protegerla de decisiones que a puedan hacer sentir mal, traicionada o burlada.


Pero jamás se debe creer tan importante como para que teniendo una relación establecida, su pareja deba competir con otra persona por el trofeo de su amor. Quien tiene la duda es quien debe resolverlo, de manera oportuna, sin engañar a quien confía en él, así la decisión sea acabar la presente relación para iniciar otra.





El amor no se mendiga, si queremos estar con alguien, tengamos al menos la idea de que esa persona nos corresponde en lo que tiene que ver con amor y respeto. Quien nos ama jamás nos expondrá a una situación en donde el respeto y la confianza se vean vulneradas, cuidará nuestro amor como quien cuida a un tesoro muy preciado y no generará situaciones que generen dudas o peor pongan de manifiesto que otras personas tienen papeles más importantes que el nuestro en cuanto al amor.

Por Sara Espejo
 
No hay cosa tan cara como la que con ruegos se compra

Ciertamente hay cosas que queremos tener en nuestras vidas, para las cuales trabajamos, dedicamos tiempo, invertimos energía y nos esforzamos… bien sea por conseguirlas o por mantenerlas. Sin embargo cuando el precio de conseguir algo es nuestra paz o son nuestros ruegos, muy probablemente no valga la pena.


Nos referimos especialmente a los ruegos que no se dirigen a la divinidad, sino a aquellas personas que pudimos haberlas engrandado en nuestro proceso de búsqueda de realización en cualquier aspecto y ahora escuchan cuan todo poderosos nuestras súplicas para materializar en nuestras vidas aquello que buscamos.





Nuestro sentido del merecimiento debe ir en concordancia con nuestro sentido de supervivencia, de protección. Nada que atente más contra nuestra autoestima que depender de la benevolencia de otro para sentirnos realizados.


No podemos acostumbrarnos a rogarle a nadie, a mendigar o a tocarse su corazón para que participe de forma activa en aquello que por nuestros propios medios no nos es posible conseguir. Somos seres altamente capaces, pero algunas veces perdemos el norte y junto a él nuestra dignidad y nos sometemos a situaciones humillantes, considerando que el beneficio de la humillación vale el esfuerzo.


Cuando las cosas no son espontáneas, merecidas, naturales, nos encontramos forzando las circunstancias, al forzarlas demasiado, algo se rompe y en estos casos es muy probable que seamos nosotros mismos.


¿De qué sirve pagar con nuestros ruegos y súplicas a otra persona por aquello que queremos? ¿Será gratificante o sostenible en el tiempo el resultado en caso de que bondadosamente accedan a nuestras peticiones? Si consideramos el ruego como alternativa es porque nos sentimos desesperados y cuando existe desesperación las cosas no fluyen de forma natural.





Inclusive podemos ver esto como una manipulación de nuestra parte, considerando tocar la parte más sensible del otro, considerando inspirar empatía y comprensión, pero en estos casos el resultado puede ser de lástima o de rechazo.


No estamos acá para ser vistos por nadie con lástima, aún en las situaciones más penosas, debemos buscar inspirar en los otros admiración, comprensión, gallardía, valentía ante la vida y esto implica aceptar cuándo no nos es posible obtener un resultado deseado, cuándo debemos marcharnos o sencillamente debemos soltar.


Aferrarnos a aquello que en condiciones naturales no se da, es la forma más común de sufrir, nos desgastamos, nos cerramos innumerables puertas, le pasamos de largo a la vida sin ni siquiera percatarnos, porque solo estamos dispuestos a ver aquello que desde el ego nos hará “feliz”. Obviamente es necesario entender que si debemos perder parte de lo que somos en el proceso, esa clase de logros no será realmente como solo en nuestra mente se proyecta.





Si queremos rogar, que nuestras peticiones estén orientadas a canales de luz, esos que de forma inexplicable sentimos que pueden interceder en nuestras vidas, inclusive de esta manera debemos cuidar aquello que pedimos. Es útil siempre en estos casos pedir sabiduría y discernimiento, fortaleza para aceptar y entendimiento de nosotros mismos y la situación y preservar nuestra esencia en todo caso, apartándola de lo que nos generará sufrimientos innecesarios.

Por Sara Espejo
 
No mendigues la atención de nadie y mucho menos amor

No mendigues amor a quien no tiene tiempo para ti, a quien solo piensa en sí mismo. No lo hagas nunca. No te merece quien te hace sentir invisible e insignificante con su indiferencia. Te merece quien con su atención te hace sentir importante y presente.


El amor se debe demostrar, pero nunca jamás se debe mendigar. El hecho de tener que hacerlo es el más fiel de reflejo de la injusticia emocional, del desequilibrio que vive el sentimiento que cimienta una relación.


Te merece aquel que dice menos pero hace más. No te merece quien solo te busca cuando te necesita sino quien está a tu lado cuando le necesitas y no solo cuando su interés se lo permite. Te merece quien sin esperar nada te lleva dentro, te siente y te hace sentir importante en su vida.


Al final es simple, la persona que te merece es aquella que teniendo la libertad de elegir, se acerca a ti, te aprecia y te dedica tiempo y pensamientos.








No existe la falta de tiempo, existe la falta de interés

Dicen que no existe la falta de tiempo, que existe la falta de interés, porque cuando la gente realmente quiere, la madrugada se vuelve día, martes se vuelve sábado y un momento se vuelve oportunidad.


También dicen que quien mucho se espera, se decepciona y sufre. Así que tenemos que revisar nuestras expectativas y meternos en la cabeza aquello de “no esperes nada de nadie, espéralo todo de ti”.


Porque las esperanzas y las expectativas son muchas veces (sino todas), la base de los fiascos emocionales y, por lo tanto, de percibir que como falta de interés las actitudes de los demás.


Cuando percibimos lo que los demás hacen o dicen como un fraude, realmente llegamos a sentir dolor. Un dolor emocional que a nivel cerebral se comporta de la misma forma que el dolor físico.








En este sentido cabe hacer un apunte importante y es que debemos darle al malestar psicológico la importancia que tiene. No se nos ocurriría ignorar fuertes punzadas en el estómago o un tremendo dolor de cabeza constante.





Así que, ¿por qué deberíamos ignorar el dolor emocional? No podemos dejar que el tiempo lo cure sin más, tenemos que trabajar sobre él y extraer las enseñanzas que nos brinda del mismo modo que dejaríamos de tomar chocolate si descubrimos que es el causante de nuestro malestar estomacal.


Esto es muy importante porque socialmente se tiene la falsa creencia de que el malestar psicológico es signo de debilidad y de que, al mismo tiempo, el tiempo curará las heridas sin necesidad de “desinfectarlas” ni de poner vendas o parches para evitar que sangre.








Valórate, quiérete bien

Dedícale tiempo a la gente que se lo merece y que te hace sentir bien. No mendigues la atención, la amistad ni el amor de nadie. Quien te quiere, te lo demuestra tarde o temprano.


Por eso, si vives en una situación de injusticia emocional tan alarmante, recuerda:


A quien no te llame y no conteste tus llamadas, no le llames. No busques a quien no te extrañe. No extrañes a quien no te busca. No escribas, no te sometas al castigo de la indiferencia que demuestran mensajes ignorados o silencios infundados.


No esperes a quien no te espera, valórate y deja de mendigar y de rogar amor. Porque, como hemos dicho, el amor se debe demostrar y sentir, pero jamás implorar. Tu cariño debe ser para quienes te quieren y te comprenden sin juzgarte.


Y sobre todo no te olvides del valor de tu sonrisa ante el espejo, quiérete y valórate por todo lo que eres y no por lo que alguien que no te merece te hace entender. Ámate bien y date cuenta de que el hecho de que alguien te descuide no quiere decir que tú no debas hacer lo imposible por rodearte de personas que te quieran en su vida.

Por Raquel Aldana
 
Antes de ser plural, aprende a ser singular


La mayoría de las personas tiene dentro de su prioridades de vida el estar con la persona que considere la indicada para establecerse a nivel de pareja, se la pasan buscando, comparando o esperando por ese ser que encaje a su medida y en muchas oportunidades, ni siquiera se dan la tarea de conocerse a sí mismas, de saber estar con ellas mismas, sin que esto genere algún tipo de incomodidad o frustración.


El estado de soledad es el menos buscado por la mayoría, es el más desestimado, cuando se vive se aprecia como una penitencia, como un fracaso, como algo que se desea como transitorio, pero muy pocas veces como un estado elegido, deseado o buscado.





Por lo general las personas necesitan algún tiempo solas, pero solo el suficiente para sentir que lo están y algunas veces constatar lo incómodo que les resulta y el valor que le dan a las compañías en su vida, pero resulta que cuando no sabemos estar con nosotros mismos, difícilmente lograremos saber estar con alguien más.


La vida es crecimiento y si bien no aconsejamos el estado de soledad como definitivo, es necesario que cada quien sea capaz de conocerse a sí mismo a través de él. Nada resulta tan sorprendente como el hecho de conocernos a nosotros mismos, apreciar nuestro diálogo interno, aplacar nuestros temores, sanar nuestras heridas, actuar como en realidad somos sin aparentar o querer proyectar una imagen específica.





Es más sencillo vivir engañados con respecto a nosotros mismos cuando nos acostumbramos a estar rodeados de personas, cuando hacemos cosas para ser aceptados o al menos no ser rechazados, la autenticidad que se logra a través de estados de soledad es de importancia vital, por lo general muestra lo que somos, más allá de la apreciación y el reconocimiento de otro.


En estados de soledad aprendemos a aceptarnos, aprendemos a amarnos, a perdonarnos, entendemos mejor nuestro propósito y podemos establecer algunos parámetros que nos ayudarán a escoger y a permanecer con la persona ideal para nosotros.





Por lo general cuando nos amamos y somos conscientes de nuestras capacidades, de que en realidad no necesitamos a nadie, es cuando podemos establecer una relación independiente, sólida, donde dos personas completas se unen para compartir un camino, para amarse, acompañarse, apoyarse y disfrutar de él, sin la angustia que resulta de estar con alguien con fines distintos. Amarnos a nosotros mismos es la vía más segura de poder amar con libertad a otra persona.


Por Sara Espejo
 
Sí, este capítulo está por terminar, pero ya pronto estarás escribiendo el próximo


Darnos cuenta de que debemos cerrar nuestras historias, aquellas que comenzaron tan perfectas, ésas que nos hicieron pensar en los famosos “para siempre” y que ahora nos cuesta pensar en extenderlas en el tiempo un poco más, la mayoría de las veces nos traerá dolor y frustración.


Pensamos en el tiempo invertido, en las oportunidades que dejamos pasar, en los gratos recuerdos, en lo que pudo haber sido… No vamos atrás y tratamos de encontrar los puntos en los cuales las cosas empezaron a cambiar. Muchas veces intentamos reparar los daños a posterior, pero los desajustes nos hicieron tomar una ruta que no permite reparaciones y casi de forma inevitable sabes que a solo unos pasos está el final de ese camino.


Podemos detenernos, atrasarnos, pero lo cierto es que en el momento que avancemos nos toparemos con la realidad, que nos habla sin sutilezas de un fin inminente.





Puede doler, pero no es tan grave… estar cerca del fin es un buen indicador, no habla de que casi hemos aprendido lo necesario, que ya estamos listos para el cierre y los finales siempre llevan consigo un gran aprendizaje. Por otra parte, así como te sientes consciente de que continuar no es una opción, en menos de lo que pienses, si efectivamente cerraste el capítulo, te sentirás que tienes lo necesario para recomenzar.


No importa a qué te refieras con un recomienzo, si estás saliendo de una relación, no necesariamente significa que estarás en el mejor momento para iniciar otra, pero sí para vivir cosas diferentes. La soledad es la mejor compañía, no te la voy a vender, pero solo a través de ella podrás consolidar el aprendizaje, podrás entender qué pasó y podrás decidir con el mejor de los criterios qué quieres para tu vida.


Que no te asusten esas historias de terror en donde la mala es la soledad, esos libretos de bajo presupuesto solo lo escriben quienes no saben lidiar con ellos mismos, que terminan por escoger cualquier compañía sin mayor filtro y pasan por infinitas rupturas o se conforman con algo o alguien que no les satisface y con el mayor descaro afirman que no tienen suerte en el amor.





Para tener éxito en el amor de pareja, primero se debe conocer el amor propio, solo cuando aprendemos a amarnos a nosotros mismos podemos ofrecer y recibir amores de calidad, de esos que nos hacen cada día mejores personas, que nos inspiran y nos preparan las alas para volar, incluso cuando no pueden acompañarnos en nuestro vuelo.


Así que no te des mala vida, puede que cierres no éste, sino muchos capítulos antes de que quieras escribir alguno por el resto de tu vida… De hecho no importa tanto si eso llega, lo que siempre debes procurar es disfrutar, vivir, amar y crecer en cada experiencia.

Por Sara Espejo
 
Emodiversidad: variedad de emociones como clave de salud mental



En la naturaleza, cuanta más diversidad exista en un ecosistema más fuerte, rico y resistente será ese escenario. La emodiversidad sigue ese mismo principio. Así, cuanto más heterogénea sea nuestra paleta de emociones, mayor será nuestra flexibilidad y fortaleza, porque entender ese universo sin quedarnos solo en los extremos es invertir en salud, es ganar en inteligencia y madurez.


Si lo pensamos bien, una idea que promociona la propia sociedad, además de un gran número de libros de autoayuda, es que para alcanzar el bienestar debemos experimentar en exclusiva emociones positivas. Algo así nos aboca, casi sin darnos cuenta, a un viaje artúrico en busca de ese grial de la felicidad donde esquivar a toda costa colores como la tristeza, la decepción, la frustración o la rabia.




Se nos olvida quizá, que no hay mejor estrategia que comprender al propio enemigo. Huir de las emociones negativas es ponernos una venda en los ojos, es vetarnos un aprendizaje vital donde poder lidiar con mayores recursos ante cualquier circunstancia. Porque la vida, como las emociones, es diversa y altamente compleja. Solo quienes se permiten profundizar en todo sentimiento y emoción para comprenderlos se adaptará mejor a los vaivenes del cotidianos.


Hemos sido condicionados para creer que los sentimientos negativos son un enemigo del bienestar. Aún más, no falta quien piensa que quien pasa de la alegría al enfado, de la decepción a la ilusión en un mismo día es inestable y hasta voluble. Es momento por tanto de aclarar términos, es momento de introducir en nuestro lenguaje una idea esencial para la salud mental: la emodiversidad.


https://twitter.com/intent/tweet?te...losa.com/emodiversidad-variedad-de-emociones/





¿Qué es la emodiversidad?

Emodiversidad define nuestra capacidad para sentir y experimentar una amplia gama de emociones, y cuantas más mucho mejor. Esta habilidad o, mejor dicho, el permitirnos sentir cada sentimiento sin bloquearlo o negarlo, supone una ventaja adaptativa. Es decir, no solo logramos ser más auténticos sino que nos permite tener mayores recursos para afrontar las dificultades y ganar en salud mental.


Esta idea no es nueva. Ya en el 2012 y a raíz de un estudio publicado en la revista Emotion, quedó respaldada una conclusión para reflexionar. La Universidad de Queensland investigó cómo podría afectar a la población australiana y japonesa la clásica expectativa de que felicidad es igual a emociones positivas. Este principio cultural aboca a la población a no saber cómo lidiar con las emociones negativas, a rehuir de ellas. La búsqueda de la felicidad (anclada a este marco) genera tarde o temprano infelicidad.


Desmontando la felicidad

Para aprender a ser felices debemos, por así decirlo, oprimir el botón de reinicio de nuestro disco duro mental. Empecemos de nuevo borrando gran parte de lo que hasta el momento nos han dicho (desaprender). Un primer aspecto que debemos considerar es el siguiente: las emociones negativas no son dañinas. Toda emoción sentida y aceptada es un compromiso con nosotros mismos. Un compromiso para comprendernos, para asumir realidades y ser responsables a la hora de buscar soluciones o generar cambios.




Un segundo aspecto que integrar en nuestra “programación” interna es que permitirnos experimentar el mayor número de emociones posibles es ganar en resistencia emocional, en salud mental y en habilidad psicológica. De este modo, quien se sitúa en exclusiva en el polo de las emociones positivas carecerá de herramientas para lidiar con las dificultades y frustraciones. Asimismo, quien oscila solo en el polo de la negatividad y la pesadumbre presenta un mayor riesgo de desarrollar depresiones, trastornos de ansiedad, etc.





Emodiversidad como clave de salud

En el 2014, las Universidades de Yale, Pompeu Fabra de Barcelona y la Universidad de Cambridge realizaron un extenso estudio para analizar los beneficios de la emodiversidad. Esta dimensión, entendida como esa capacidad para permitirnos experimentar una amplia gana de emociones, impacta de forma directa en nuestra salud física y emocional.


Algo que vieron los responsables de este estudio es que aquellas personas que o bien negaban sus emociones negativas o bien enfocaban su vida en ese estado perpetuo de frustración, desánimo y mal humor, no solo desarrollaban más trastornos psicológicos. También presentaban menos defensas, mayor inflamación orgánica y tendencia a desarrollar más enfermedades.


Las emociones como vemos median en nuestra calidad de vida e impactan de forma directa en nuestra salud.


Cuidar y atender nuestro ecosistema emocional

Un ecosistema emocional rico en sensaciones, vasto en emociones aceptadas, nutrido en sentimientos descifrados y apreciados como valiosos aprendizajes, conforma un entorno psicológico más fuerte y más sabio. Debemos aprender a cuidar de esa emodiversidad siendo sinceros y valientes con nosotros mismos.


La tristeza, la rabia, el miedo o la decepción no son malas hierbas que arrancar. No son esas semillas de baobab que temía el Principito porque según él, harían explotar su pequeño planeta. Las llamadas emociones negativas junto a las positivas conforman lo que somos, no podemos actuar como depredadores vetando o escondiendo lo que no nos agrada.





Debemos transitar con ellas, manejarlas, transformarlas y comprender que toda esa riqueza de nuestro ecosistema psicológico y emocional nos confiere valiosas herramientas para construir escenarios más resistentes ante cualquier adversidad y más nutridos para dar forma a una felicidad real (y no a un falso sucedáneo
).

Por Valeria Sabater
 
Metadeshumanización: lo que pienso que piensan de mí

Deshumanizar consiste en atribuir a otras personas rasgos que consideramos típicos de animales y negarles otros rasgos humanos. En otras palabras, deshumanizar consiste en considerar a alguien “menos persona y más animal”. No obstante, las personas no solo podemos deshumanizar, también podemos sentirnos deshumanizadas. Esto es lo que se llama metadeshumanización. Así pues, la metadeshumanización es pensar que otras personas nos deshumanizan: nos consideran inferiores a la representación que tenemos de la categoría persona.


La metadeshumanización es una cognición, una creencia. Y es “meta”, lo cual significa que consiste en pensar en lo que los demás piensan de nosotros. Así, la metadeshumanización consiste en pensar que los otros piensan que yo comparto rasgos animales. Esta metacognición puede llevarnos a desarrollar actitudes más hostiles hacia quienes creemos que piensan mal de nosotros.







Formas de entender la deshumanización

La deshumanización, a un nivel grupal, puede entenderse como un proceso psicológico que despoja a otros de su identidad de grupo. Los coloca fuera de la moral aceptada y resalta la incongruencia de sus valores con los nuestros. Este proceso facilita la violencia contra el grupo deshumanizado. En la teoría de la deshumanización destacan dos modelos: el de la infrahumanización y el modelo dual de deshumanización.


Según la infrahumanización, los individuos niegan emociones a los miembros de otros grupos, de forma que no pueden ser distinguidos de los animales. Así, quienes deshumanizan atribuyen una esencia animal a los deshumanizados mientras que mantienen en su concepción una esencia humana para los miembros de su grupo. Evidentemente, las emociones que niegan son aquellas más humanas, es decir, las emociones secundarias como la vergüenza y la euforia; sin embargo, no les niegan las primarias, como el miedo y la emoción, las cuales compartimos con más animales.


De acuerdo con el modelo dual de deshumanización, existen dos tipos de deshumanización: la animalización y la mecanización. Por un lado, al negar los rasgos exclusivamente humanos que nos distinguen de los animales, como la aptitud cognitiva, el refinamiento y ser civilizados, estaríamos animalizando.




Por otro lado, al negar los rasgos que son típicos de la naturaleza humana, pero no necesariamente únicos en relación con otros animales, como la calidez y la emotividad, estaríamos mecanizando. Entonces, los grupos a los que se les niega aquello que les hace humanos se les compara con animales, mientras que a los que se les niega la naturaleza humana se les compara con objetos inanimados como robots o autómatas.


Tipos de deshumanización

La deshumanización también puede darse de dos formas distintas. Al igual que el prejuicio, nos encontramos con deshumanización sutil y explícita. Las formas de deshumanización sutil niegan algunos rasgos, pero no todos. De forma que no se les considera del todo humanos, pero tampoco se los compara del todo con animales. Por su parte, la deshumanización explícita consiste en considerar directamente que los miembros de un grupo están más cerca de los animales que de las personas. Esta es una manifestación más radical de la deshumanización.


Una de las diferencias entre estas dos formas de deshumanización la encontramos en las consecuencias. Como es evidente, una forma más explícita de deshumanización tiene consecuencias más negativas que una forma sutil. Sin embargo, las formas sutiles de deshumanización son más fáciles de aceptar, por lo que son más difíciles de eliminar. Por ejemplo, comparar a una persona de color negro con un mono puede estar mal visto, sin embargo, considerar que huele mal puede llegar a ser una idea que cale con más facilidad.




“Demonizar a las personas de las clases inferiores ha sido una forma conveniente de justificar una sociedad desigual a lo largo de los siglos”.
-Owen Jones-
https://twitter.com/intent/tweet?te...humanizacion-lo-que-pienso-que-piensan-de-mi/

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La metadeshumanización

¿Qué pasa cuando pensamos que alguien nos deshumaniza? Cuando la metadeshumanización ocurre, la respuesta más evidente es la deshumanización. Esto es, si creemos que alguien nos deshumaniza, es muy probable que como respuesta adoptemos la misma actitud. Como si de un círculo vicioso se tratara. Pero este círculo vicioso no acaba ahí. Se ha encontrado que sentirse deshumanizado se relaciona con respuestas hostiles.


Así pues, sentirse deshumanizado (metadeshumanización) por alguien lleva a deshumanizarle, lo cual, a su vez, lleva a desarrollar actitudes hostiles. Por actitudes hostiles nos referimos a agredir, apoyar medidas de castigo o no estar dispuesto a compartir. Por ejemplo, en el caso de los inmigrantes, pensar que ellos nos deshumanizan va a llevarnos a apoyar leyes que impidan su entrada en nuestro país y apoyar medidas como la tortura y la venganza.


En definitiva, cuando alguien nos niega nuestra humanidad, vamos a negarle la suya. Lo cual va a introducirnos en un círculo vicioso cuyo resultado va a ser tener unas intenciones hostiles hacia el otro, mientras que el otro también tendrá las mismas actitudes hacia nosotros. Este es el gran peligro de la metadeshumanización, una hostilidad mutua
.

Por Roberto Muelas Lobato
 
El ciclo de la culpa


El ciclo de la culpa es una prisión de la que no se puede escapar fácilmente. Éste es un círculo vicioso en el que podemos caer fácilmente y del que es difícil salir porque la culpa se convierte en el punto de llegada en todo momento. Este sentimiento nos hace daño emocional y parece no tener fin.


Los elementos del ciclo de la culpa

El ciclo se compone básicamente de tres elementos:



-Debería
-Acción o inacción
-Culpa



El ciclo puede empezar con cualquiera de los tres elementos y siempre nos llevará al más dañino: la culpa.Por ejemplo, podemos enfrentarnos a la idea de “debería visitar a mis hijos”. El hecho de decir debería, implica que estamos buscando la aprobación (nuestra y de los demás) para la decisión que tomemos al final. Esto nos da la posibilidad de tomar la decisión que más nos conviene: hacerlo o no hacerlo.




Cuando llevamos a cabo la acción (visitar a nuestros hijos) frecuentemente lo hacemos por recibir aceptación y aprobación de los demás. Es muy común que la mayoría optemos por las decisiones que nos lleven a ser aceptados aunque nos haga sentir incómodos. Pero también existe la posibilidad de optar por no ir a ver a nuestros hijos y buscar la forma de eludir esa culpa.


El problema es que quien ya vive en el ciclo de la culpa, siempre llegará al mismo final. En algún momento dado, ya no eres dueño de tus actos y te mueves conforme al interés de los demás. Siempre estarás buscando la aceptación propia y ajena, por desgracia, si te encuentras dentro del ciclo te encontrarás con que no hay una salida fácil, todo te llevará a sentir culpa.




El origen del problema

La culpa se deriva del no aceptarnos ni aceptar el peso de nuestras decisiones. Esto ocurre muchas veces en casos en los que buscamos ser amados de forma incondicional y nos vemos obligados a realizar las acciones que nos lleven a ser aceptados.


En el ejemplo que dí antes, el padre busca la aceptación de sus hijos y de quienes le rodean. Para ello está dispuesto a crear sus propias leyes y sus normas no realizar bien alguna acción. En respuesta será invadido por un gran sentimiento de culpa cuando no consiga la aceptación que busca.


Detener el ciclo de la culpa

Si no paramos el ciclo, terminaremos ejerciendo esas mismas acciones en nosotros mismos. Comenzaremos a pensar cosas como “si no hago tal cosa, no mereceré mi propio respeto” y el ciclo se volverá cada vez más agresivo y negativo contra nosotros. Es claro que el proceso será muy duro y que necesitaremos ayuda de un profesional (psicólogo o terapeuta), pero lo más importante es que estemos dispuestos a ser honestos con nosotros mismos para enfrentarnos contra nuestros miedos más profundos.


El resultado de detener este ciclo es que lograremos ser personas con más autoconfianza, seguridad y autoestima.

Por Okairy Zuñiga
 
El amor en las personas inteligentes




¿Cómo es el amor en las personas inteligentes? La ciencia, interesada siempre en esta dimensión, nos ha demostrado que, por término medio, contar con este perfil no aumenta la probabilidad de encontrar una pareja afectiva. Son más analíticas, independientes, exigentes… Ahora bien, cuando encuentran a alguien afín a sus expectativas, el vínculo que pueden crear es realmente fuerte y satisfactorio.


Para quien busque un libro sobre este mismo tema, no hay propuesta más esclarecedora, a la vez que divertida, que El Tao de las citas, del profesor de filosofía de Harvard Alex Benzer.




En él, se nos explica desde un punto de vista irónico por qué las personas inteligentes suelen tener relaciones menos duraderas. Tal y como el propio autor revela, no es oro todo lo que reluce, y ser brillante desde un punto de vista intelectual no se traduce necesariamente en éxito, especialmente en algunos planos.


https://twitter.com/intent/tweet?te...osa.com/el-amor-en-las-personas-inteligentes/
Las personas inteligentes se aburren con facilidad y, a veces, hasta aburren a otros con sus afinados intereses y singulares pasiones. Son olvidadizas, procastinadoras, difíciles de entender, altamente exigentes (y autoexigentes) divagan con facilidad, sufren de constantes crisis existenciales y, por si fuera poco, disponen de un termómetro emocional que oscila entre la más exquisita sensibilidad hasta el mal humor más explosivo.


No son precisamente fáciles, no hay duda. Sin embargo, todos nosotros sin tener en cuenta nuestro CI presentamos también nuestras esquinas, oquedades y singulares aristas. En asuntos del corazón no todo es armonía y flechazos a primera vista. Lo sabemos. Sin embargo, desde un punto de vista científico, lo que tienen en común las personas inteligentes a la hora de vivir el amor ha sido tradicionalmente objeto de atención.


Así, disponemos de varios estudios sobre el amor en las personas inteligentes. Veámoslos.







El amor en las personas inteligentes ¿cómo es?

La mayoría asume que es muy difícil ser brillante desde un punto de vista intelectual y disfrutar a su vez de relaciones afectivas felices, estables y satisfactorias.


Lo es en apariencia porque no resulta nada fácil hallar a otro igual, a una persona con el mismo potencial intelectual, las mismas pasiones y singularidades cognitivas. Sin embargo, en ocasiones nos dejamos llevar por los estereotipos y las suposiciones sin permitirnos indagar un poco más, sin consultar con la científica.


En primer lugar, sí hay personas con un elevado CI que establecen compromisos satisfactorios. Es más, hay quien no precisa un compañero afectivo con una mente excepcional para enamorarse y participar de una relación sólida.




Le basta la conexión emocional. En muchos casos, para que el amor nazca, es suficiente con contar con alguien capaz de enriquecer puntos de vista, con facilidad para complementarse y que, de uno u otro modo, estimule su crecimiento. Para entender cómo es el amor en las personas inteligentes podemos remitirnos a un trabajo realizado por el psicólogo holandés Pieternel Dijkstra y su equipo en el 2017.


Buscan personas con las que ver el mundo del mismo modo

Los perfiles con un elevado coeficiente intelectual tienen una concepción del mundo muy definida. Sus ideales, su filosofía y su gusto por lo trascendental son a veces muy elevados, de ahí que no toleren ciertos enfoques, comentarios banales o despreocupación por ciertas áreas del saber y el conocimiento. Les agradan las personas implicadas, personalidades con las que divagar por intereses comunes, por metas semejantes.


No resulta por tanto nada fácil hallar personas que sin necesidad de ser altamente inteligentes, sean brillantes en cuanto a ideales, sensibilidades. De ahí que en ocasiones sea tan habitual que este perfil quede frustrado en materia emocional. Tantas decepciones e intentos fallidos les abocan a preferir su soledad e independencia. Su deseo sería encontrar a una pareja con la que tener afinidades más profundas y trascendentales, esas que van más allá de intelecto.





Las personas inteligentes y el apego inseguro

El profesor Pieternel Dijkstra descubrió en este estudio algo interesante. Entre todas las personas con un elevado CI que entrevistó y analizó a lo largo de varios años, una buena parte de ellas presentaban un apego inseguro. ¿Qué significa esto y qué implicación tiene a nivel afectivo?


  • Son personas que a instantes se muestran cercanos y cariñosos y más tarde evidencian frialdad emocional.
  • Presentan asimismo una gran inseguridad en esta materia relacional. Temen en el fondo ser abandonados o traicionados, de ahí que en ocasiones se obsesionen en ciertos matices, que analicen cualquier gesto, tono de voz, contradicción, etc.
  • Temen el abandono, pero al mismo tiempo, cuando la otra persona necesita de ellos, pueden mostrar rechazo o distancia. Un aspecto sin duda complejo que presenta una parte (no toda) de la población con altas capacidades intelectuales.

Cuando el intelecto se combina con la inteligencia emocional: éxito en las relaciones

Lo señalábamos al inicio, el amor en las personas inteligentes puede ser a veces tan satisfactorio como estable. Esto sucede en las personas que conjugan un alto potencial intelectual con una buena inteligencia emocional. Asimismo, podemos añadir otra condición: encontrar a alguien con unas mismas perspectivas, con esas afinidades con las que armonizar vidas y proyectos.


El amor no basta en estos casos, se busca ante todo esa correspondencia en objetivos, en filosofías personales, en metas, en valores, en una implicación con la que permitirse crecer juntos en una aspiración común. Cuando esto sucede la pareja es altamente efectiva. Son buenos a la hora de gestionar sus conflictos y discrepancias. Manejan muy bien el respeto, la comunicación, y a su vez, son parejas que disfrutan de un elevado sentido del humor.





Como vemos, el amor no es un imposible en estos perfiles con altas capacidades: no están condenados a relaciones infelices y efímeras. Siempre hay una persona adecuada, alguien afín capaz de enriquecer por igual su intelecto y su corazón.

Por Valeria Sabater
 
Te mereces el amor que siempre intentas dar a los demás


Te mereces el amor que siempre das a los demás, el mismo afecto sincero, desinteresado y auténtico. Sin embargo, aquello que ofrecemos no siempre nos es devuelto del mismo modo, con la misma intensidad y calidad. La vida no es un boomerang, lo que das no siempre vuelve, pero aún así, rara vez nos rendimos en nuestro afán por ofrecer lo mejor.

A la mayoría de nosotros nos han dicho en algún momento aquello de que para atraer a alguien hay que hacer cosas “buenas” por esa persona. Es entonces cuando iniciamos toda esa dinámica orlada por los más variados detalles, favores, preferencias, regalos, halagos… Sabemos que el afecto se gana con atención, pero en ocasiones no sabemos medir los límites.


Y no hablamos solo del proceso del cortejo. El mundo está lleno de dadores sin fronteras, de perfiles que no son conscientes del coste irreparable de ofrecer el alma entera sin recibir nada a cambio. Son personas que se comprometen en los demás en cada fragmento de su ser, pensando que esa inversión no solo vale la pena: vale la vida. Sin embargo, en materia afectiva, los sacrificios extremos no siempre son buenos. Dejan secuelas y atentan seriamente a nuestra integridad psíquica y emocional.




Te mereces el amor auténtico, no un mal sucedáneo

Todo aquello que se cuida prospera. Lo vemos en nuestras plantas, cuando las ponemos al sol, cuando las abonamos, retiramos sus hojas viejas y las trasplantamos a macetas más grandes para que expandan sus raíces. La atención, la preocupación y el afecto nos hacen crecer en todos lo sentidos y en todas direcciones. Ahora bien, puesto que el jardinero se preocupa por sus plantas, no podemos dejar de lado el hecho de que el propio jardinero también necesita atenciones. Y este, es un pequeño detalle que a menudo se nos olvida.

Hay quien lleva décadas ofreciendo un amor resplandeciente, un caudal de atenciones y emociones que no siempre le son devueltas con esa misma carga positiva. Son personas que de algún modo, se han limitado a aceptar un amor de tercera, un sucedáneo que lejos de nutrir, envenena, pero aún así lo asumen un día sí y otro también. Si nos preguntamos ahora qué explica este comportamiento o el acto de quedar encallados en relaciones sin reciprocidad, la respuesta es mucho más compleja de lo que pensamos.

Podríamos hablar de la falta de autoestima, pero hay mucho más. Cuando estas personas acuden a terapia lo primero que llama la atención de los expertos es el flujo del diálogo interno de esos pacientes. En el momento en que les pedimos que hablen de sí mismos y se definan, podemos escuchar cosa como “soy el segundo de tres hermanos, y ya sabes lo difícil que es eso, nadie te hacía caso”, “soy comercial, o administrativa, tuve que ponerme a trabajar pronto y no pude estudiar, ya sabes, se quedaron en el camino un montón de sueños…”




Lo que vemos muy a menudo son vidas truncadas. Intuimos una aceptación resignada y la sensación de que en el fondo, se perciben como tristes merecedores de esa realidad de claroscuros. Se rinden a relaciones que no les ofrece precisamente la felicidad, pero que dan por válidas porque no se ven capaces de aspirar a algo mejor, porque a su parecer, la vida los ha situado siempre en una segunda fila donde aceptar lo que venga.

Y aún así, lo excepcional de estos casos es que son capaces de darlo todo por quienes conforman su vida, porque el acto de ofrecer amor y atención es su mejor valía, es su mayor habilidad y sin ella, si no lo hicieran, se sentirían aún más frustrados.

Ofrécete aquello que necesitas

Te mereces el amor que das a los demás, pensarlo así no es un acto de egoísmo, sino de integridad, de dignidad personal. Llevas mucho tiempo siendo jardinero, siendo arquitecto único de unas relaciones donde tú has puesto los pilares, los cimientos, las paredes y dónde solo tu cuidas de que ese techo no se caiga para que el amor esté a salvo, a cubierto, a buen recaudo. Y sin embargo, tú estás fuera, y el frío ya te quema.

Te mereces el amor que una vez soñaste y que de momento no percibes. Lo decíamos al inicio, la vida no es un boomerang donde a uno se le acaba devolviendo lo que lanza al aire o al corazón de los demás. A menudo ese boomerang se queda a medias o simplemente, ni inicia el camino de vuelta. Así que deja de hacerlo, deja de esperar una reciprocidad que no acontece, y deja de invertir tu cuota de vida en una inversión que lejos de dar ganancias te trae pérdidas.



Te mereces el amor que no duele, que llena y hace crecer. Debes ser exigente y sentirte merecedor de él, y para ello, nada mejor que cambiar de estrategia. Deja de ser “dador” para convertirte en receptor. Puesto que eres el mayor experto en ofrecer ese afecto que da alas y que valida a los demás para situarlos en el mundo como las figuras más relevantes, sé ahora tú el receptor de ese amor. Valídate a ti mismo, nutre tus raíces y retoma esos sueños que un día quedaron truncados, deja a un lado el conformismo y la aceptación que oxida. Libérate para reencontrarte.

Por Valeria Sabater
 
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