Autoestima y otros temas de psicología

Ve con cuidado al confiar en las manos que anteriormente te soltaron

No podemos hacer una generalización, pero cuando repetimos amores, los resultados tienden a ser muy parecidos y normalmente aquellas cosas de fondo que lograron que nos separáramos, siguen allí, presentes en cada uno. Quizás se escondan bajo promesas de cambio, quizás se puedan disimular por más tiempo, pero lo esencial siempre está allí, todo lo que nos define nos acompaña por tiempo indefinido.


Evidentemente los cambios existen, se dan en cada uno y a diario, podemos mejorar, podemos adoptar características que puedan ser vistas como menos favorables, nuestros intereses pueden modificarse, pero nuestra esencia permanece. Si es aquí donde se ubicaban las causas de las diferencias con alguien que se presenta nuevamente en nuestras vidas, pues se verán las caras las caras nuevamente y más temprano que tarde generarán efectos indeseados en el vínculo.





Más allá de una vuelta al pasado a través de alguien más, debemos revisar en nosotros mismos qué podríamos haber dejado pendiente con esa persona, con la que nos vemos tentados a reconsiderar recorrer nuevamente trayectos juntos. Muchas veces nos damos cuenta, sin necesidad de relacionarnos nuevamente, que tenemos heridas que no han sanado y con solo la intención de perdonar por ejemplo, nos podemos ahorrar todo lo que representa una segunda vuelta.


videntemente siempre habrá casos que son una demostración de que hay personas que han venido a estar la una con la otra, independientemente de lo que hayan hecho, de las vueltas que hayan dado, de las idas y venidas… Y quizás no sea la segunda, ni la tercera y realmente no importa, porque en estos nexos, que parecen más de alma que de otra cosa, el estar juntos físicamente no resulta determinante, cada uno vive en el otro, aunque nunca más coincidan.


Lo cierto es que quien quiere experimentar una segunda oportunidad con alguien, tiene todo el derecho, pero sería oportuno no esperar algo muy diferente a lo que ocurrió la primera vez. Si estamos bien con esta premisa, pues adelante, que lo que en principio sería el peor escenario, ya lo habríamos vivido.





De cualquier manera, a lo largo del tiempo muchos entendemos que una relación tiene muchos elementos, pero uno de los principales es querer querer. Cuando aprendemos que guiamos nuestros sentimientos a través de elecciones y decisiones, podemos crear las relaciones que queremos un poco más conscientes y quizás canalizarlas por donde nos gustaría que fueran y esto se aplica y se vive aún mejor, cuando lo que nosotros queremos coincide con lo que la otra persona quiere.

Por: Sara Espejo
 
Así como te tratan es como te quieren

Más allá de la personalidad, de la educación y de las condiciones de interacción a través de las cuales la gente normalmente se relaciona, cuando hablamos de vínculos afectivos, el trato es un reflejo de la calidad de los sentimientos que damos y recibimos.


Quien nos quiere bien, no nos maltratará. Es totalmente contradictoria la creencia de que quien te hace llorar es quien te ama, quien nos hace llorar, con lágrimas de dolor, de decepción, de frustración y no de alegría, de éxtasis, de regocijo, no nos está dando un trato que valga la pena tolerar.


Evidentemente el que nos traten mal y nosotros lo permitamos, nos invita a hacer un cuestionamiento personal, más allá de quien nos hace sentir incómodos con su trato. Una autoestima sana nos permite establecer límites de tolerancia que nos protegen, que nos alejan de personas que ofrecen maneras inadecuadas de querer y nos permiten vibrar con quienes sí estarían dispuestos a respetarnos y ofrecernos un cariño de calidad, que se refleje en tratos, acciones y omisiones.





Así que lo primero que debemos hacer es revisar el trato que nos damos a nosotros mismos, así como el que ofrecemos a los demás. Muchas veces resulta que lo que nos hiere de alguien, es justo lo que nosotros solemos ofrecer, si bien no a esa persona, a alguna otra. Si nos queremos bien, vamos a poder ofrecer un trato acorde a lo que esperamos recibir y no permitiremos que venga nadie a depositar en nosotros nada que no nos aporte bienestar, calidez, afecto, respeto.


Ciertamente hay momentos de momentos, sin ánimos de justificar maltratos, pues no debemos ser inflexibles al momento de clasificar el trato que damos y que recibimos, hay momentos de rabia, en donde lo que aflora no es lo que más nos enorgullece, hay momentos de tristeza en los cuales reflejamos vulnerabilidad, hay momentos de euforia que nos pueden hacer prometer muchas cosas, en fin… nuestras emociones juegan un papel importante en lo que expresamos y cómo lo hacemos.





Más allá de los momentos en los que las emociones toman protagonismo, está el trato en general que alguien nos da o que nosotros ofrecemos, ¿qué es lo que predomina? Es un trato cariñoso, justo, amable, que nos hace sentir bien o por el contrario es un trato humillante, seco, distante, agresivo, hiriente… Si predomina el maltrato es necesario revisar las posibles causas y entender que eso es una muestra de lo que esa persona o nosotros mismos tenemos para dar en términos de afecto.


Para cerrar dejamos esta reflexión de Arturo Uslar Pietri:


«La palabrota que ensucia la lengua termina por ensuciar el espíritu. Quien habla como un patán, terminará por pensar como un patán y por obrar como un patán.


Hay una estrecha e indisoluble relación entre la palabra, el pensamiento y la acción. No se puede pensar limpiamente, ni ejecutar con honradez, lo que se expresa en los peores términos soeces. Es la palabra lo que crea el clima del pensamiento y las condiciones de la acción».




Por: Sara Espejo
 
Tu pareja es el reflejo de lo que tú sientes por ti




Todo lo que nos ocurre en nuestras vidas lo atraemos nosotros mismos, lo generamos, lo bueno y lo no tanto… Cuando tenemos una pareja maravillosa que nos brinda amor, comprensión, buena compañía, soporte, etc, nos sentimos muy cómodos con la idea de que sea resultado de lo que hemos atraído. Sin embargo, cuando nuestra relación no nos satisface, la persona con la cual nos hemos vinculado no colabora con nuestra felicidad, sino lo contrario, por lo general nos resulta complicado asumir la idea de haber atraído a esa persona a nuestras vidas.


Resulta que lo creamos o no, la llamada Ley de Atracción existe, así que no recomiendo que nos pongamos a dudar, a debatir, a refutar, a menos que en paralelo estemos tomando acciones para generar lo que deseamos de manera deliberada.


Nuestra pareja es uno de las relaciones que nos ofrece mayores posibilidades de crecimiento, corresponde a una persona que escogimos para compartir nuestra vida, para recorrer caminos, hacer proyectos juntos, esta persona será nuestro espejo y nos mostrará aquello que por nuestros propios medios nos resulta complicado ver.





Cuando nuestra relación con nosotros mismos es armónica, cuando nos amamos, nos sentimos orgullosos de quienes somos, cuando aceptamos nuestros defectos y con sutileza intentamos cada vez ser mejores, estamos colocándonos en una posición privilegiada, porque si nosotros realmente nos amamos y nos respetamos, difícilmente atraeremos a nuestras vidas una pareja que no sea capaz de hacer lo mismo.


Si no nos sentimos merecedores de un amor de calidad, terminaremos dándole entrada a nuestras vidas a cualquier persona por los motivos equivocados, buscando llenar un espacio, que solo nos corresponde a nosotros mismos ocupar.


Las llamadas relaciones tóxicas normalmente no se dan entre dos personas que se aman a sí mismas, ni siquiera entre una que se ame y otra que no. Las relaciones tóxicas surgen cuando en el amor propio algo falla, de ambos lados, cuando las creencias que tenemos en cuanto al amor nos perjudican, cuando nuestras experiencias nos han marcado de una manera determinada y no hemos podido soltar un pasado tormentoso, permitiéndonos vibrar de una forma tal, que lo que terminamos por atraer es un perfil que nos pueda reforzar esas creencias perjudiciales.


Ninguno de nosotros se relaciona con alguien más por casualidad, todos tenemos algo que mostrar y algo que aprender. Pero no hace falta profundizar demasiado tratando de entender este principio, hace falta observar los cambios que somos capaces de generar en nuestro entorno, en nuestras relaciones cuando cambiamos con nosotros mismos, cuando comenzamos a darnos lo que a veces buscamos fuera, cuando somos solidarios y nobles con nosotros, cuando nos cuidamos y nos dedicamos tiempo, cuando establecemos límites sanos, comenzamos a vibrar diferente y a atraer diferente, tanto que los que nos rodean se ajustan o se alejan por no encajar ya en nuestras vidas.





Así que antes de juzgar o evaluar a nuestras parejas, debemos tomar un espejo y ver qué puede estar pasando en nuestro interior.

Por: Sara Espejo
 
Al mundo le hace falta más admiración y menos envidia

La envidia es uno de los sentimientos más corrientes, pero menos sanos que puede existir en el ser humano. La envidia no permite alegrarse por el logro de los demás, dificulta el poder reconocer el esfuerzo y los méritos de otro, limita el deseo de que otros vivan cosas interesantes y de que la felicidad toque una puerta distinta a la propia.


No sabemos con certeza quienes a nuestro alrededor pueden sentir envidia hacia nuestras vidas, algunas personas dejan ver sus costuras y hacen evidente su incomodidad ante nuestros logros, mientras que otros desde el autocontrol, celebran y sonríen mientras que por dentro se lamentan de lo bueno que nos pueda ocurrir.


No vamos a ir por la vida descifrando a quienes nos rodean, mientras no nos afecte, nosotros debemos seguir con nuestras vidas, si se alegran de corazón, nos apoyan y disfrutan, perfecto, pero en caso contrario, son ellos los que llevarán su lamento y su frustración. Aunque algunos toman acciones para sabotear, tienden a fracasar en sus intentos.


Lo que sí resulta de utilidad es tomar acciones en caso de percibir algo extraño, sin ser demasiado radicales, es positivo rodearnos de personas que al menos creamos quieren y procuran lo mejor para nosotros.





La envidia puede estar tan cerca que lleve nuestra sangre, o inclusive puede provenir de quien nos juró amor en las buenas y en las malas. Muchas veces quien la siente lo hace de forma involuntaria e incluso ante determinados estímulos, es decir pueden envidiar en un momento determinado algo puntual, esto no los coloca del lado de la mejor compañía, sin embargo, los suma a la gran mayoría, que tiene un punto sensible en donde siente algún tipo de incapacidad para desarrollarse o para alcanzar una posición deseada.


La envidia no determina que una persona sea buena o mala, definitivamente no es una virtud, pero es lo que la persona haga con ese sentimiento lo que marcará la diferencia. Una mujer intentando quedar embarazada puede sentir envidia de cada madre, de cada mujer en gestación que se cruce en su camino, ella siente una limitación, le cuesta alegrarse porque otra persona tenga lo que ella añora, pero no por ello hará algo en contra (normalmente).


Lo que no entiende la gente envidiosa es que la vida nos da desde nuestra vibración, cuando envidiamos, estamos dando una declaración de que no lo conseguiremos, de que otros pueden y nosotros no y eso es lo que normalmente seguiremos manifestando en nuestras vidas, por ver desde la escasez, desde la limitación. Mientras que si vemos con admiración lo que deseamos en nuestras vidas, en la de alguien más, esteremos vibrando desde la prosperidad, dándole cabida en nuestros espacios y cuando menos lo pensemos, estaremos viviendo la experiencia de aquello que deseamos.





Por ello cuando mires en otro lo que te gustaría en tu vida, observa tus emociones, ¿te sientes cómodo o por el contrario, te sientes a disgusto? Usa esa guía emocional para potencia o modificar tus pensamientos al respecto, acostúmbrate a sentir positivo, a pensar positivo, a reconocer, a aplaudir y a celebrar todo lo bueno que a otro le ocurra. De esa manera estarás abriendo el canal para que tú también lo vivas.


Vibra alto, admira y ama más… Las demás cosas positivas vendrán solas.

Por: Sara Espejo
 
Cuidado con lo que toleras, tú le enseñas a los demás cómo tratarte


Si bien es cierto que hay muchas virtudes que nos ayudan a mantener relaciones interpersonales saludables, como la paciencia, la empatía, la compasión y la tolerancia, también lo es el hecho de que las personas suelen establecer sus límites en función de lo que se les permite.


Muchas veces por ser comprensivos, por colocarnos en el lugar de los demás y desde el ánimo de preservar nuestras relaciones podemos tolerar e inclusive perdonar acciones que no coinciden con lo que a nosotros nos gustaría recibir. Por lo que lo más conveniente resulta dar a conocer lo que estamos dispuestos o no a recibir.


Ciertamente lo lógico es recibir lo que damos a los demás, pero lo lógico a veces no coincide con la realidad y aun tratando a los demás desde el respeto, desde el cariño y en pro de sumar acciones a nuestras relaciones, recibimos de ellos acciones que reflejan lo contrario y que nos incomodan o hieren de alguna manera.


Aun cuando solo nosotros decidimos si las acciones de los demás nos afectan o no, de seguro nos facilitaremos la vida mostrando nuestros límites. Evitemos tomarnos las cosas de manera personal, la mayoría de las heridas que son producto de lo que nos hace otra persona no tuvieron la intención de hacerlo, eso no disminuye el dolor generado, pero podemos evitar incrementarlo a través de rencores y resentimientos a cuestas.





Recordemos que todos estamos acá haciendo lo mejor que podemos con los recursos que tenemos, que todos de una manera u otra, estamos apostando por nuestra propia felicidad, aunque a veces lo hagamos a través de caminos muy escabrosos y otras veces lastimando de alguna manera u otra a quienes nos aprecian.


Permite que cada quien sea como quiere ser, ésa es la única manera que sabe, si no te resulta posible resistirlo, procura alejarte o seguramente saldrás lastimado. Nadie va a cambiar porque alguien se lo pida, menos aún porque se lo exija, los cambios vienen de cada quien, de determinar que algo no está bien, de reconocer que se puede dar más, de entender que hay mejores maneras de obtener un resultado y de querer hacer una mejor versión o al menos una modificada de ellos mismos.


Por eso dentro de lo que representa el respeto, debemos respetar las maneras de los demás, pero evidentemente preservando nuestro bienestar y tomando las medidas necesarias para procurar que lo que recibamos esté en armonía con lo que queremos, que normalmente no difiere mucho de lo que nos damos a nosotros mismos.

Por: Sara Espejo
 
Es válido que no te quieran, pero que tú no lo hagas, es imperdonable


No podemos controlar los sentimientos de otros, lo cual es bastante sano y justo. No debemos pretender que nos quieran a la fuerza, cada quien selecciona sus afectos, cada quien decide a quien dar su tiempo, su atención, su amor y su esencia.


Sin embargo, hay algo que está bajo nuestro control, pero que muchas veces no lo usamos a favor, sino en contra y es la capacidad de amarnos y respetarnos a nosotros mimos. De la relación que tengamos con nosotros, dependerá el resto de nuestras relaciones. No podemos pretender que alguien nos ame y no acepte, si nosotros mismos no lo hacemos. No podemos pedir que alguien vea en nosotros, lo que no somos capaces de ver… Incluso aunque a veces esto ocurra.


La calidad de amor que recibimos de los demás es directamente proporcional a la calidad de amor que nos damos. Así que es conveniente que aquellas personas que afirman que nadie los quiere, que nadie los toma en serio, que nadie los determina, etc, etc, etc, se mire con honestidad frente a un espejo y comience a reconocerse y amarse, a darse lo que pretende conseguir de otros y paulatinamente, mientras esa relación propia sane, las demás también lo harán.


A veces buscando el amor en otros, nos perdemos a nosotros mismos, procurando recibir algo, terminamos dando de nosotros hasta llegar a las fronteras de nuestra dignidad. A partir de allí podemos caer en un espiral descendente, que solo nos lleva a vivir más y más situaciones que nos hagan sentir mal, que nos hagan sentir humillados, que nos hagan sentir poco merecedores de afecto y desde ese punto, seguimos atrayendo más y más de lo mismo.





Debemos reconocer en qué momento estamos permitiéndonos poner en riesgo nuestra integridad con la finalidad de captar la atención o el amor de otro y allí debemos fijar un anuncio gigante que diga: ALTO. Desde la desesperación, desde la humillación, desde el distanciamiento con nosotros mismos, no podemos obtener nada beneficioso. Eso se percibe, se proyecta y nos coloca en una situación demasiado vulnerable, donde estaremos expuestos al maltrato y al rechazo.


Así que es prioritario amarnos a nosotros mismos y desde allí, reconocer con cierta facilidad en cuáles sitios nos corresponde estar y cuáles sería mejor evitar. Muchas veces no nos damos cuenta de lo que nos está ocurriendo, porque nos trazamos una meta, queremos llegar a un sitio, queremos conquistar un corazón y no medimos todo lo que perdemos en el camino… Pero si nos detenemos a observar cómo nos sentimos, a descifrar nuestras emociones y escuchar esa guía interior, seguramente eso será suficiente para cambiar de rumbo y escoger por alguno en el que no tengamos que sacrificar nuestra dignidad o nuestra esencia por nada, ni nadie.





Ámate y lo demás vendrá en consecuencia…

Por: Sara Espejo
 
Y cuando extrañes la versión antigua de alguien, pregúntate qué hiciste tú para que cambiara

De una manera u otra cada uno de nosotros tiene influencia en las personas que nos rodean. Muchas veces inspiramos cambios que resultan muy positivos para esa persona e inclusive para nuestra relación, pero otras veces los cambios que los demás adoptan, debido a nuestra acciones pueden no tener mucho que ver con lo que nos gustaría ver.


Debemos entender que las relaciones se nutren de afecto, de detalles, de presencia, de atención. Será necesario un buen trato, demostraciones de cariño, empatía, consideración. Cuando una persona se comporta con nosotros de una forma especial, no lo está haciendo por recibir lo mismo de retorno, sin embargo, es lo que deberíamos hacer para cultivar nuestras relaciones y hacer que lo que nos gusta se multiplique en lugar de agotarse.


No podemos en ningún caso abusar de quienes nos aprecian, de quienes nos cuida, de quienes de alguna manera nos han dado un lugar especial en sus vidas y actúan en pro de que nos sintamos cómodos en esos espacios.





El menospreciar lo que los demás hacen por nosotros, el restarle importancia a las acciones, el no valorar lo que recibimos, nos coloca en un riesgo firme de que esa persona que nos ha dedicado lo mejor que tiene para darnos, sencillamente cambie con nosotros, que desarrolle de sí misma una versión que opte por ofrecernos cosas distintas a las que no supimos apreciar.


Reconocer lo bueno, agradecer y ser recíproco, son las acciones básicas que nos ayudan a mantener nuestros vínculos sanos. A todos nos gusta resultar especiales para alguien, todos preferimos estar en los primeros lugares en las listas de prioridades. Pero muchas veces la falta de apreciación nos hace perder esos lugares privilegiados y podemos darnos cuenta de lo que teníamos, luego de haberlo perdido.


Si alguien suma a nuestras vidas, si nos gusta lo que recibimos de esa persona, si de alguna manera nos hace sentirnos cómodos a través de lo que nos ofrece, muy probablemente esa persona valga la pena mantenerla en nuestras vidas y ello lo podemos lograr dando de nosotros, reconociendo, estando y desde el cariño y el respeto tratando siempre de ofrecer lo mejor que podamos.





No esperemos que una persona cambie, que se transforme en algo que no nos agrade tanto, por no poder apreciar oportunamente lo que recibíamos. Es muy doloroso perder amores honestos, tratos especiales, amigos leales, por acciones u omisiones inapropiadas.

Por: Sara Espejo
 
Las personas más fuertes creen en la Ley de Causa y Efecto

Todos tenemos una fortaleza que no podemos imaginarnos salvo que hayamos estado sometidos a situaciones demandantes de ese coraje que somos capaces de demostrar y dar a conocer, inclusive ante nosotros mismos.


Quienes no encuentran esa fortaleza en su interior cuando la necesitan, normalmente es porque han estado colocando obstáculos en el medio que le impiden llegar a ella. Normalmente estos obstáculos son creencias limitantes, basadas en miedos, en inseguridades, en desconfianza, etc.


Cuando nos sentimos capaces y entendemos que todo lo que nos ocurre de una manera u otra, lo hemos creado nosotros mismos, asumimos una posición de control. Todo tiene una causa y un efecto y el hacernos cargo de las consecuencias de nuestros pensamientos, de nuestras decisiones, de nuestras acciones, nos aleja de la tendencia a creer que son los factores externos los que determinan nuestro destino.





La suerte, las circunstancias, los padres, los hijos, la situación país, la situación mundial, no son más que barreras que nos restan fortaleza al creer que de ellas depende nuestro desempeño. Debemos aprender a sembrar en nosotros la confianza de que estamos escribiendo nuestra historia y depende exclusivamente de nosotros si resulta como queríamos o no.


Seamos conscientes de que nada nos obliga, somos nosotros los que nos colocamos en situaciones en las que resultamos vulnerables a alguna presión externa. Tenemos la capacidad de decidir los caminos a tomar, podemos dar vuelta en U si queremos y tomar otro. Cualquier cosa que hagamos causará un efecto y el asumir sus consecuencias es de vital importancia para fortalecernos y creernos el verdadero director de nuestra vida.





Todo lo que necesitamos para esta aventura está en nuestro interior y aunque no tengamos instrucciones, el descubrir esos dones, esos recursos, son los que nos hace sumar puntos. Perdemos mucho tiempo buscando afuera, responsabilizando a terceros, muchas veces nos vamos de este plano sin haber entendido que nada estaba en otro lugar, sino que desde el amor, hasta la felicidad, estaba como un tesoro escondido en nuestro interior.


Aparta de tu vida cualquier creencia limitante. Si tienes dificultades para reconocerlas, solo siente que cuando vienen a tu mente, te restan poder, sientes que cedes el control, que nada depende de ti… Esas creencias deben salir de tu vida y tú podrás reconectarte con tu verdadera esencia, la que te llevará a donde te resulte más conveniente estar.

Por: Sara Espejo
 
La vida no deja de enviarte señales, obsérvalas y permite que te guíen


Todos tenemos un sexto sentido capaz de guiarnos por los caminos que nos conviene transitar, inclusive cuando hemos tomado vías que creemos inconvenientes, tenemos la facultad de percibir señales que nos hagan más sencillo el tránsito, inclusive indicándonos las salidas de emergencia.


A este sexto sentido, solemos llamarlo intuición, es parte de nosotros, como nuestro sentido de la vista o el olfato, pero muchos de nosotros solemos ignorarlo. Puede que no estemos acostumbrados a que algo que no entendemos nos empuje a un sitio, nos retire de otro, nos haga callar en un momento dado o nos haga devolvernos sin motivos aparentes.





Solemos no tener suficiente sensibilidad ante aquello que no proviene de la razón y no puede ser explicado bajo los términos usuales. Es por ello que muchas veces pretendemos no sentir nada y decidir tomando en consideración solo la razón. Y es allí cuando vamos perdiendo las facultades de escuchar esa guía interior. Ocurre algo similar en los casos en los cuales algunas personas que tienen un bebé cerca y lo dejan llorar (cabe acotar que es algo con lo que no estoy de acuerdo), terminan por acostumbrarse a ese llanto, sin que tomen ningún tipo de acción al respecto.


Podemos acostumbrarnos a escuchar esa voz y hacer caso omiso de su existencia, por lo que no importa qué tan alto se manifieste, no responderemos a su llamado, sencillamente porque nos hemos adaptado a no hacer nada, a ignorarla.





Caso contrario, si nos permitimos escuchar nuestra guía interior, solo con la declaración de disposición de escucharnos, de ver las señales, de estar atentos, comenzaremos a ver cómo actúa esta maravillosa referencia. No queremos decir con esto que vamos a buscar notas en los billetes o mensajes ocultos en las nubes, ni que mucho menos consultaremos un tarot virtual, simplemente es una invitación a callar por momentos la mente y ver a nuestro alrededor con los ojos del corazón.


En el silencio de la mente, la intuición se hace presente, nuestra guía natural se manifiesta y nos refuerza nuestro propósito, nos da las respuestas que hemos venido esperando, nos llena de luz los caminos desconocidos, nos permite ver cada señal que la vida nos envía… Pensemos que quien se manifiesta a través de esa guía no es otro, sino nosotros mismos, en nuestra forma más esencial, más sublime, con la sabiduría de una historia que va más allá de lo que podemos recordar y que nos invitará a actuar y a decidir sin miedos, sin rabia, sin limitaciones… Por nuestro bien y especialmente por nuestra felicidad.

Por: Sara Espejo
 
A quien se siente bien, le va bien

Si nos fijamos en el título de esta entrada podemos tomar el tip que nos ofrece, si nos sentimos bien, nos va bien… No se origina al contrario, no es si nos va bien, nos sentimos bien, que es lo que tendemos a pensar.


Luego, como si fuésemos niños pequeños adquiriendo una lección: -¿qué tenemos que hacer para que nos vaya bien? -SENTIRNOS BIEN, y muchos dirán pero esto no es posible así por así y vale la pena convencernos de que sí lo es.


Siempre estamos a un solo pensamiento de mejorar el cómo nos sentimos (también de empeorarlo), pero si actuamos inteligentemente, lo que debemos hacer es practicar, hasta hacerlo habitual, el procurar sentirnos mejor ante cualquier circunstancia.





Podemos comenzar sintiéndonos tan solo un poco mejor, ya esto ayuda. Si estamos resistentes a cambiar de pensamientos o los negativos se han vuelto recurrentes, tenemos la opción de ayudarnos con recursos externos, podemos llamar a alguien que normalmente nos sube el ánimo, podemos escuchar alguna música que nos agrade, evitemos la que nos haga sentir emociones negativas, podemos salir a caminar, podemos hacer alguna actividad que nos distraiga y nos haga exteriorizar nuestra creatividad, como pintar, reorganizar, etc. Cualquier recurso es válido si nos hace sentir así sea un tanto mejor.


Todos nosotros tenemos un sistema guía, que está asociado a nuestras emociones, ellas no son otra cosa que la manera en la cual está reaccionando nuestro cuerpo a lo que está predominando en nuestra mente. Si nuestros pensamientos son negativos, normalmente experimentaremos emociones negativas: miedo, rabia, tristeza, resentimiento, angustia, etc… De la misma manera si nuestros pensamientos son positivos experimentaremos emociones positivas: alegría, confianza, tranquilidad, paz, pasión, etc.


Pero esto no es casual, esto es un sistema de alarma natural, pero que por lo general dejamos sonar y sonar sin hacer mucho al respecto. Las emociones están allí para llamar nuestra atención y esto es una gran ayuda cuando queremos sentirnos bien, si sentimos que estamos experimentando emociones negativas, debemos pausar lo que estemos pensando y cambiar el enfoque, pensar en algo más, dirigir nuestra atención en algo distinto y esto cuando dominamos la técnica, se vuelve una herramienta extremadamente útil y poderosa.





Estar atentos a nuestro sistema de referencia emocional es como tener un asistente que nos diga: Hey, estás pensando de manera inconveniente para ti, cambia el enfoque. Pensemos que siempre estamos creando a través de nuestros pensamientos y que si experimentamos emociones negativas, esto solo nos está indicando que estamos creando cosas que no nos agradarán… Luego, ¿qué queremos crear?, ¿desde dónde queremos hacerlo? No es casualidad que a quienes se sienten bien, les vaya bien, están creando desde el bienestar, más de lo que sí quieren en sus vidas y no lo contrario. Así que dispongámonos a crear positivamente.

Por: Sara Espejo
 
¿De verdad quieres seguir forzando aquello que evidentemente no es para ti?

Lo tienes claro, no es necesario que nadie te lo confirmé, tú lo sabes, pero te quedas allí, insistiendo un poco más, lamentándote por el tiempo y las energías invertidas, negándote a aceptar que permanecer un solo minuto más es la peor decisión de todas.


No importa lo que leas, lo que veas, lo que sientas, una parte de ti se resiste y se aferra a la idea de obtener el resultado que quieres, mientras el otro busca ya soltar y recomenzar. Trata por un momento de callar tu orgullo, de no pensar en el qué dirán, de no sentir que estás perdiendo un reto, trata solo por un momento de distinguir qué es lo que le dará paz a tu vida.





Seguramente, si logras silenciar tu mente terca, podrás sentir en el fondo que el fluir con la situación es lo más sano, entenderás que no te estás rindiendo, solo estás aceptando que no siempre podemos controlarlo todo y eso está bien.


A veces el simple hecho de forzar termina por alejar, por desgastar y erosionar y cuando soltamos y dejamos de hacer fuerza, obtenemos lo que estábamos procurando. Pero no nos obsesionemos con esta posibilidad, ni soltemos buscando ese fin… A veces ocurre, pero otras veces nuestra vida toma un rumbo que nada tiene que ver con aquello que nos propusimos y que descartamos… y en la mayoría de los casos, resulta muchísimo mejor.


Pero como somos de naturaleza controladora, impacientes, planificados y muchas veces inflexibles, muchas veces no nos damos la oportunidad de apreciar los beneficios de soltar, porque no lo hacemos. Nos podemos quedar aferrados a una situación por tiempo indefinido, perdiendo parte valiosa de nuestras vidas, solo por decir que no nos dimos por vencidos, por reafirmar nuestro ego y con propiedad decir: de mí no quedará.





La vida es más sencilla, más relajada. La naturaleza nos habla de ello, solo tenemos que observarla en acción, cómo corre el río por su cauce, cómo algunos árboles se doblan por el viento, cómo la paciencia reina en la caza… Mientras más la vemos, más podemos entender que resistirnos, forzar, engancharnos, no es el mejor camino.


El no ser flexibles nos coloca en riesgo de quebrarnos, el querer hacer que algo encaje donde no va, termina por hacer daño, el aferrarnos a algo que no nos hace bien, nos distrae de nuestro verdadero propósito, el cual se centra en nuestro bienestar y en nuestra felicidad.


Escúchate, siéntete, respóndete si realmente vale la pena y actúa desde el corazón, que siempre será tu mejor guía.

Por: Sara Espejo
 
Donde hay muchas excusas, hay poco interés
Podemos ser comprensivos y condescendientes en muchos casos, pero siempre bajo parámetros acotados. Si alguien solo puede ofrecernos excusas una y otra vez, esto normalmente encierra una incapacidad no declarada, una falta de compromiso o lo más común una falta de interés.


Las cosas salen mejor cuando surgen de forma espontánea, cuando no tenemos que estar de alguien para que lo haga, donde existe iniciativa, espontaneidad, donde hay interés, donde se está haciendo espacio, inclusive en la agenda más ocupada.


Bien dicen por ahí, que no hay agenda llena, sino una mala posición en la lista de prioridades. Esto aplica para cualquier ámbito, en ambientes laborales, en cualquier institución, en relaciones amorosas, etc. No podemos obligar a alguien a que modifique sus prioridades, mucho menos a que le nazca ejecutar determinada acción, pero lo que sí podemos es ubicarnos a nosotros mismos.





Es quien se ubica del lado de quien recibe las excusas el que debe dejar de esperar, el que debe dejar de procurar conseguir algo de quien con frecuencia otorga sus excusas. No estamos para perder el tiempo, menos para hacernos los que no nos damos cuenta de las cosas. Que nos presenten una excusa una primera, una segunda e inclusive una tercera vez (dependiendo de la situación), es aceptable, pero que se torne rutina nos coloca en una posición que nos obliga a tomar acciones y a analizar qué podemos rescatar de lo que está ocurriendo.


Evidentemente cada caso es particular, cada relación tiene sus prestaciones, pero el llamado de atención es común para todos los escenarios: No podemos seguir confiando en que recibiremos algo diferente a las excusas. Debemos tener claro que esa no será la vía para conseguir lo que requerimos, independientemente de lo que sea.


Muchas veces las personas pueden estar por diversos motivos indispuestas, o bien no les damos suficiente tiempo para reaccionar o resolver algo e incrementamos la intensidad volviéndonos un tanto molestos. Evidentemente dentro del análisis, cabe asegurarnos de que no hemos actuado en contra predisponiendo a la otra persona, invitándola a generar excusa tras excusa.





Independientemente de la situación cada quien debe analizar si siente que están aplicado ante sus demandas o ante lo que espera que normalmente ocurra, tácticas evasivas a través de excusas constantes y buscar alternativas que dejen de exponerlo a ese tipo de reacciones.


Cada quien debe poder darse a sí mismo el lugar que le corresponde y merece, y es justo allí donde suele estar el fallo, normalmente cuando permitimos que alguien nos coloque en lugares poco privilegiados dentro de sus escala de prioridades, esto es lo que estamos de alguna manera proyectando y tiene su origen en lo que creemos merecer. Así que el sentirnos merecedores de atención, de respeto, de tiempo, etc., será el punto de partida para lo que nos gustaría recibir.

Por: Sara Espejo
 

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