Autoestima y otros temas de psicología

Hipocresía: la falta de autenticidad



La hipocresía es algo que nos molesta a todos. Sin embargo… ¿Nos molesta a todos por igual? ¿Nos damos cuenta de nuestra propia hipocresía? ¿Cómo reaccionamos ante ella? Estas y otras preguntas son las que resolvemos en el artículo de hoy.

¿Qué es la hipocresía exactamente?
La hipocresía consiste, básicamente, en no aplicar lo que se predica en la vida. Y, cuidado, esto puede tener una parte mala, pero también una parte buena (o, al menos, una parte no tan mala).

Por ejemplo, hablamos de una hipocresía en el peor de los sentidos cuando la otra persona está diciendo que los jefes deberían respetar a los trabajadores cuando, en realidad, él es un jefe que no respeta a sus propios trabajadores (por ejemplo).

Sin embargo, hay otro tipo de hipocresías que pueden ser menos malas. Por ejemplo, si una persona te recomienda que ahorres, pero esa misma persona no ahorra, está siendo hipócrita, sí. Pero eso no significa que su recomendación no sea buena y que no haya que hacerle caso. Simplemente, significa que esa persona no aplica lo que predica.

La hipocresía como herramienta social
La “hipocresía social” no es ninguna patología, sino una cualidad que nos inculca la propia sociedad en la que vivimos
Pero por desgracia, hablar claro muchas veces está mal visto, siendo mejor considerado decir lo que los demás esperan escuchar. Los seres humanos somos muy complejos. Desde que Freud diferencia consciente e inconsciente, manifestar directamente los verdaderos deseos parece un imposible.

Podemos estar enamorados de dos personas a la vez, odiar y apreciar a un mismo individuo. Cada día pensamos una cosa y hacemos otra bien distinta. Unas veces actuamos así por no hacer daño a los demás, otras por pura conveniencia, por comodidad.

Parece que es mejor visto y más sensato “maquillar” nuestro comportamiento, adecuarlo al contexto, ocultar nuestros verdaderos sentimientos, moderarnos en nuestras respuestas o amordazar nuestra espontaneidad en aras de una supuesta convivencia armoniosa. Pero eso no siempre se traduce en mayor felicidad y bienestar.

A veces desconocemos lo que realmente sentimos, nos dejamos engañar por nosotros mismos. ¿Es tan fácil conocerse? Yo diría que no. Sin psicoanálisis no podemos conocer los verdaderos deseos que determinan nuestros comportamientos. Hay que tener en cuenta que todo lo que decimos o hacemos es para algo o para alguien, es algo que escapa a nuestro control.

¿Por qué fracasamos si decíamos que anhelábamos el triunfo? ¿Si tanto te quiero por qué acabo discutiendo siempre contigo? ¿Por qué cada vez que voy a trabajar me encuentro mal? Tantas y tantas cuestiones que podemos hacernos cuyas respuestas tenemos que producir.

Parece que ser hipócrita no es el mejor consejo, puede tener buenos resultados sociales, pero a la larga es un comportamiento que “huele”. Una persona verdadera genera más confianza y es más fiable que otra que te dice sólo lo que quieres escuchar.

Incluso a veces uno se engaña a sí mismo, se ve rodeado de gente, tiene éxito, pero no puede decir lo que piensa, no puede ser sincero ni consigo mismo. No saborea el placer de ser escuchado de verdad.

Ahora bien, sí, no vamos a negar lo obvio: En general, ser hipócrita está mal, y más si pensamos en lo que todos imaginamos como hipócrita (es decir, una persona que va sentando cátedra y pontificando sobre aspectos morales que después no respeta en lo más mínimo).

¿Todos somos hipócritas?
En cierta medida, todos tenemos (o podemos tener) comportamientos y posicionamientos hipócritas. Y es que, en cierta medida, nos han educado para serlo. Quien más quien menos, ha escuchado en su familia aquello de “que los demás vean que somos felices”.

Sin embargo, al mismo tiempo, también se nos educa en que la verdad es algo bueno y que la mentira es algo negativo. Esta mezcla de ambas formas de actuar forma una contradicción en nosotros desde pequeños, que tendemos a resolver a partir de los 10 años.

A partir de esa edad, los niños empiezan a formarse un inicio de conciencia y ciertas ideas de justicia, lo que hace que puedan detectar contradicciones en las personas adultas.

Por ejemplo, a partir de esta edad, el niño se encontrará con que se le insta a decir la verdad, pero que, en muchas ocasiones, cuando la dice, se ve castigado o reprendido por ella. De hecho, se le insta a que la exponga al llegar a casa, para no “ofender” a la otra persona o para no dar un espectáculo.

Todo esto, lo queramos o no, va conformando una cierta forma de ser, consistente en mostrar una cara en lo privado, y otra cara totalmente distinta en lo público. Lo cual es, en definitiva, la hipocresía.

¿Una explicación evolutiva?
Hay muchas teorías que tratan de explicar a qué se debe la hipocresía. Sin embargo, la que más fuerza parece tener es aquella que dice que la hipocresía surge de la necesidad de formar grupo. Y, la verdad, tiene bastante lógica.

Si tenemos que encajar en un grupo y no queremos que se nos expulse de él, parece lógico seguir una estrategia tratando de esconder nuestras miserias y partes oscuras y exponiendo solamente aquellas partes “buenas”.

Del mismo modo, parece lógico seguir una estrategia basada en no decir cosas negativas a nuestro interlocutor, a pesar de que sean ciertas, y mentir para conseguir que la relación sea más sana y duradera.

Somos animales gregarios, y debemos mantener esas relaciones activas para poder sobrevivir (especialmente en el pasado, cuando vivíamos en tribus o en grupos reducidos y las amenazas externas eran mayores).

Sin embargo, a medida que hemos ido avanzando en el tiempo y abandonando esa época de peligros, el hecho de que la gente se muestre exageradamente hipócrita no es nada que nos seduzca.

Más bien al contrario.

Cada vez se demanda más autenticidad y menos “quedar bien” con los demás, porque una persona que es capaz de mentir y mostrar una cara cuando en realidad oculta una muy distinta puede esconder otras cosas realmente peligrosas.

De este modo, cuando tratamos con una persona sincera, aunque nos diga cosas que no nos gustan, al menos, sabemos a qué atenernos.

Por lo demás, en general, es mejor mantenerse alejado de las personas hipócritas, porque, como decimos, suelen tener otros aspectos negativos que ninguna persona quiere tener cerca. Las personas hipócritas, por ejemplo, suelen ser manipuladoras y tóxicas. Por tanto, lo mejor es limitar las relaciones con ellas.

Personalidad, autoestima y sociedad
Crear nuestra propia personalidad, estar a gusto con ella y consolidarla ante los demás forma parte de nuestro aprendizaje para la vida. Vivimos en el mundo de la imagen, la moda, los prototipos, parece que para ser alguien tienes que “parecerte a”, “formar parte de”, lo que el psicoanálisis nos muestra es que un ser humano “solo” no existe, indudablemente se identifica con personas e ideas, pero no necesariamente la identificación tiene que ser sinónimo de copia. De lo que se trata es de ser nosotros mismos teniendo gustos, compromisos.

Freud decía, si dos personas dicen que piensan igual, una de ellas se está sometiendo a la otra.
El primer paso para ser aceptado y bien considerado, es aceptándose y considerándose a sí mismo. La autoestima aumenta si uno está a gusto con lo que hace, poniendo amor en las cosas y personas con las que uno se relaciona. La autoestima no es verse guapo en el espejo, es ver que tu vida funciona.

Es muy frecuente en amigos, familiares, parejas que no se conozcan, aunque convivan durante años. Esto ocurre porque no nos damos la libertad de hablar de nuestros pensamientos, de mostrarnos tal como somos. Yo digo: si no te gusta como eres o no te va bien con tu forma de ser, aprende, cambia, crece, pero no te escondas. El ser humano no nace hecho, se hace. Hasta el día de nuestra muerte podemos aprender, debemos aprender. Vivimos en un mundo social donde tenemos que tener en consideración nuestros deseos y el del otro.

Como puedes ver, la hipocresía es una de esas cualidades que nadie quiere tener, pero que, en alguna medida, todos sufrimos. Por suerte, se puede luchar contra ella (tanto si eres tú el hipócrita, como si lo es alguien a tu alrededor).

https://www.psicoactiva.com/blog/la-hipocresia/
 
Autoestima

Me gusta la visión transpersonal de observar con compasión y desapego los entresijos del ego, comprendiendo el propio programa con todas sus ramificaciones, así como entrenando la consciencia hacia la atención plena a cada momento en el que éste se manifiesta. Es decir, ejercitando la presencia ecuánime en todo instante.
El tener en cuenta una reprogramación, con la identificación de cualidades positivas y el refuerzo consiguiente para reprogramar un ego afligido, pero desde un enfoque transpersonal. Se trata de incrementar la atención sobre la propia persona, es el “darse cuenta” progresivo que subyace en el desarrollo Transpersonal.
La apreciación de que las personas con mayor nivel de autoestima tienen mayor capacidad, incluso para el amor. Por el contrario las personas con bajo nivel de autoestima, no prestan atención a las necesidades personales y con frecuencia se humillan. El amor es la ausencia total de miedo, y en realidad, lo que experimentamos es nuestro propio estado de ánimo, proyectado sobre una pantalla a la que denominamos el mundo, que en realidad es el reflejo de nuestros propios pensamientos y sentimientos. Tenemos el poder de determinar lo que percibimos y lo que sentimos, por tal motivo al reentrenar nuestra mente, aprendemos a usar la imaginación de manera feliz. Los miedos y sentimientos de culpabilidad que venimos arrastrando en el pasado bloquean nuestra capacidad de dar y recibir amor en el presente.
La baja autoestima surge con la no aceptación de uno mismo que es lo mismo que no reconocer y admitir todas nuestras partes, tanto las deseables como las indeseables.
En general las personas con baja autoestima, puede decirse que han sido víctimas del rechazo de padres, maestros, hermanos, amigos…Casi todo viene de la infancia. Bien porque los padres están atrapados en sus propias dificultades que les impiden brindar calor, amor y aceptación primero a ellos mismos con lo cual, de rebote, a sus hijos… y también por tener expectativas altas.
Iremos viendo herramientas pero aquí va la película de Louise Hay que nos puede ir ayudando… cuando tengas un rato!



http://alquimiacorporal.com/autoestima/
 
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Abrazar nuestra sombra

La sombra en términos psicológicos es la parte reprimida de nuestro ego y, se refiere a los aspectos de nosotros mismos que nos resultan difíciles de reconocer. Así por ejemplo, cuanto mayor sea la apariencia de fortaleza de una persona ante el mundo, mayores serán los indicios de que tras esa fachada, se oculta una manifestación de la sombra en un carácter débil y vulnerable.

Como puedo observarla en mi día a día, sólo mira bajo la máscara de tu consciente, y comprobarás que descansan ocultas todo tipo de emociones y conductas negativas, la rabia, los celos, la vergüenza, la mentira, el resentimiento, la lujuria, el orgullo e incluso tendencias asesinas y suicidas. Este territorio arisco e inexplorado es lo que en psicología se denomina como sombra personal.
Hay varios modos de cazarla. Uno de los más evidentes se vislumbra en cualquier tipo de exageración que cometamos. Por ejemplo cuando expresamos sentimientos del tipo: “¡¡No puedo creer que hiciera tal cosa!! ¡¡No comprendo como puede llevar esa ropa!!”
Cada vez que respondemos exageradamente a favor o en contra de algo, sobran razones para sospechar que nos hallamos en territorio de la sombra y que haríamos bien en investigar, ya que por ejemplo lo que no soportamos en los demás, son aquellos atributos que nos desagradan de nosotros mismos. Es por ello que tal vez resultaría interesante, seleccionar aquellas características que más odiemos y aborrezcamos, ya que lo que censuramos de nuestros “enemigos” no es más que una proyección oscura de nuestra propia sombra. Lo que más nos irrita de los demás es aquello que puede conducirnos a un mejor entendimiento de nosotros mismos.

La sombra sólo se convierte en algo hostil, cuando la ignoramos y no la tenemos en cuenta.

Aunque parezca un chiste, debemos cuidar a nuestros enemigos porque ellos constituyen una de las mejores ayudas que conducen al crecimiento. Por otra parte, si tuviésemos acceso a la biografía secreta de dichos sujetos y comprendiésemos toda la tristeza y sufrimiento que encierran, lo más probable es que toda nuestra hostilidad se desvaneciese. Tal vez todos necesitamos una cierta forma de opositores, nuestra existencia en cierto sentido, parece progresar gracias a ellos. Proyectamos en nuestros enemigos aquellos rasgos nuestros que nos resultan especialmente intolerables en nosotros mismos.

El encuentro terapéutico con la sombra suele comenzar en la madurez cuando sentimos que se tambalean las esperanzas que habíamos puesto en nosotros mismos. En cualquier caso, este trabajo empieza siempre que nuestra vida parezca estancarse y perder todo su interés y sentido.
El objetivo del proceso de individuación, es decir, el proceso de llegar a ser personas completas y únicas, es el de aceptar y asumir simultáneamente la luz y la sombra, favoreciendo el desarrollo de una relación creativa entre el ego y la conciencia. Pero tengamos en cuenta que, a menudo, para llegar a algún acuerdo con la sombra es necesario sacrificar la inflación del ego, lo cual se opone frontalmente al antiguo ideal ético de la inmediata perfección absoluta.

La curación de la sombra es también una cuestión de amor. Amarse a uno mismo no es una tarea sencilla, es por ello que la atención y aceptación que prestamos a nuestras facetas más abyectas forma parte del proceso de curación. Tomar conciencia cotidianamente de nuestras limitaciones y fallos es permanecer atentos para que la sombra no nos coja desprevenidos.
“Dejo de resistirme a lo que rechazo de mí, también yo soy eso”

http://alquimiacorporal.com/abrazar-nuestra-sombra/

 
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Los malos momentos traen amigos verdaderos


Hay personas que nos ayudan a no caer en los momentos más complicados. Personas que nos ofrecen su tiempo y su cariño para que nos sintamos mejor. Un hombro en el que llorar que no te pide nada a cambio, sino que obtiene su gratificación cuando alcanzamos el alivio emocional que tan necesario es en los malos momentos. Ellos son nuestros amigos verdaderos.

Por eso, como se suele decir, en tus peores momentos sabrás quién merece estar en los mejores. Porque esas personas son un ancla de realidad, una apoyo, un enganche hacia nuestra vida y las cosas buenas que albergan en ella.


Por eso nuestro tiempo, envuelto o sin envolver, es un maravilloso regalo. Una dádiva que tiene como base la reciprocidad, un bien tan preciado que debemos seleccionar minuciosamente, pues no todos ni todas las causas merecen hacerse con él.

La comunicación emocional, base en los malos momentos
Tendemos a pensar que las personas que nos rodean deben leer entre líneas. A la pregunta “¿qué te pasa?” solemos contestar un “nada” o unas palabras de indescifrable contenido. Cometemos el error de ser escuetos a la hora de ponerle palabras a nuestras vivencias emocionales más angustiosas.

Esto obedece a una especie de pensamiento mágico fundamentado en las expectativas, creemos que los demás tienen que saber distinguir y saber cómo actuar en cada momento. Nos equivocamos y, como consecuencia, somos injustos.

Así que ¡¡ojo!! , cuidado con caer en el error de que los demás pueden adivinar nuestros conflictos y nuestro malestar. Si no comunicamos explícitamente nuestra historia, cabe la posibilidad de que muchos de los que nos rodean no asuman la gravedad de nuestro estado.


Es peligroso jugar a los adivinos y, como probablemente ya hayamos experimentado la mayor parte de nosotros, es habitual que si nos dejamos guiar “por las expectativas” caigamos en un tremendo error.

Cuando hablamos de relaciones no valen razonamientos del tipo “yo lo haría por ti” o “tendrías que haberlo visto”. No. Es importante que demos a conocer nuestro ánimo y que solicitemos ayuda. En contra de lo que nos pueda parecer eso no nos hace vulnerables.

Es bueno que seamos selectivos a la hora de contar nuestras batallas, nuestra historia.

En este sentido es positivo que nos hagamos conscientes de que en parte somos nosotros los que dejamos “entrar a unas personas y no a otras”, los que con las expectativas que nos acompañan ponemos en jaque la actuación de los demás.

Por eso, cuando alguien nos defrauda, debemos analizar también nuestro comportamiento de la manera más objetiva posible. Debemos evitar eso de “yo en su lugar habría hecho” y ponerle otro tipo de palabras al conflicto y a la decepción.

Haciendo un poco de abogado del diablo os diré que es necesario exaltar la necesidad de intentar abstraer lo que somos y meternos en el otro, en sus patrones de pensamiento, en sus emociones, en su realidad. Esto nos ahorrará más de un disgusto.

Cuando la comunicación fluye: el apoyo emocional
Es maravilloso contar en la vida con personas que “están ahí” precisamente cuando lo necesitamos. De eso no nos cabe duda. Esos abrazos y silencios compartidos nos completan en momentos en los que el vacío emocional nos acosa.

Cuando lo permitimos, hay quienes alzan sus lazos y nos sostienen para que no caigamos por el precipicio, para que no experimentemos la gravedad en toda su crudeza. Entienden el riesgo, pero no se espantan.

Retratan en su permanencia el rostro del aprecio sincero, de la bondad, de la metamorfosis de la relación, del empuje, del sostén emocional, de la “poco llevadera” tristeza insondable, de nuestra desconexión, de nuestra impaciencia, nuestra desesperación, nuestro autoengaño.

Esas personas son las que nos han escuchado cuando nuestros ojos estaban empañados de lágrimas, las que han parado los golpes que nos hemos intentado dar a nosotros mismos por temor a que nos hiciéramos un daño aún más profundo.

No es que la presencia de quienes más queremos requiera grandes gestos o visitas de cortesía, más bien hablamos de la compañía, de las palabras de ánimo, del aliento que necesitamos. Así, quienes están en esos momentos en los que no somos agradables ni atractivos, en los que descargamos nuestras frustraciones y somos injustos, en los que el sufrimiento nos impide ser considerados, merecen estar a nuestro lado en los buenos instantes.

Quien permanece, al margen de todo, a nuestro lado cuando estamos en penumbra, merece acompañarnos en momentos de gran luminosidad. Merecen agradecimiento, calor, cariño y alegría. Merecen una celebración digna y valiosa, merecen su recompensa.

Por Raquel Aldana


 
Hijos de padres con personalidad paranoide: cárceles emocionales


Los hijos de padres con personalidad paranoide existen, aunque son invisibles para la sociedad. Sufren los efectos de un apego desorganizado, de una inestabilidad emocional que deja marcas y de un entorno disfuncional muy desgastante. Son pequeños con mayor riesgo de sufrir trastornos mentales y que requieren, junto a sus familias, de una mayor atención médico-social.

Las personas con trastornos de personalidad, con esquizofrenia, con trastornos disociativos, etc. también se enamoran, tienen hijos y construyen sus propias familias. Esto es algo evidente, sin embargo, muchos de ellos, al no contar con un apoyo social y familiar adecuado, derivan en situaciones límite que quedan a la sombra. Hablamos de dinámicas problemáticas de las que no siempre somos conscientes.


Los profesionales de salud la mental o de los servicios sociales que trabajen con adultos enfermos deben tener muy presentes a esos niños y adolescentes que crecen en un entorno donde alguno de los miembros presenta un trastorno psicológico.

Es muy común, por ejemplo, que los pacientes con personalidad paranoide descuiden sus tratamientos y que se caractericen además, por una mala relación con su entorno. Todo ello perfila situaciones a instantes muy complicadas, donde los hijos son sin duda el eslabón más vulnerable. Por tanto, es necesario visibilizar un poco más estas realidades que acontecen a diario en nuestros escenarios más cercanos, ahí donde la enfermedad perfila situaciones que requieren de nuestra atención y sensibilidad.

Vivir con una persona con personalidad paranoide
A día de hoy, aún no sabemos qué o por qué se desarrolla este tipo de trastorno. Por lo general, se asume que es resultado de esa triada tan compleja donde se suman tanto los factores biológicos, los genéticos y también los factores sociales. Cabe decir que la personalidad paranoide conforma una de las afecciones psiquiátricas más desgastantes por varias razones: afecta a todos los ámbitos de la persona, haciendo muy difícil toda relación personal, familiar y laboral.


Veamos algunas características:




    • Son perfiles caracterizados por una desconfianza permanente. Este trastorno empieza a evidenciarse en la adolescencia, momento en que muestran conductas de sospecha continuada, pensando que los demás tienen siempre malas intenciones para con ellos.
    • Sospecha continua de que van a ser engañados, traicionados, abandonados…
    • Preocupación excesiva por casi cualquier aspecto.
    • Necesitan muestras continuadas de lealtad y fidelidad.
    • Mala gestión de sus emociones, son incapaces además de perdonar o de olvidar cualquier aspecto que ellos consideren como una afrenta, hasta el punto de almacenar eternos rencores de forma obsesiva.
    • Son hipervigilantes. Siempre tienen “encendido” su radar ante cualquier sospecha, peligro o amenaza contra su persona.
    • Esa suspicacia conforma en ellos además un carácter a menudo frío y hostil. Son personas que están siempre a la defensiva.
Hijos de padres con personalidad paranoide
Se han realizado varios estudios para averiguar cuál es el impacto de un progenitor con personalidad paranoide en la crianza de sus hijos. Cabe señalar, antes que nada que la problemática en estos casos es doble. No podemos olvidar que este trastorno tiene un peso genético, es decir, hay un riesgo evidente de que la prevalencia de esta enfermedad se transmita de una generación a otra.

No obstante la genética nunca determina al 100% el riesgo de que vayamos a desarrollar un trastorno psicológico, lo que más determina es sin duda nuestro entorno y los patrones de crianza recibidos. Es ahí donde se halla sin duda la verdadera problemática. Veamos a continuación qué nos dice la investigación científica sobre cómo suelen crecer y madurar los hijos de padres con personalidad paranoide.

Hijos de padres con personalidad paranoide: efectos en la crianza y educación
  • A los dos años los niños muestran ya una mirada más esquiva y menor receptividad a los estímulos externos.
  • El apego inseguro, desorganizado y marcado por el estrés, determina el que estos pequeños muestren patrones comportamentales basados en la desconfianza, la hiperactividad, miedo al abandono, la búsqueda constante de consuelo…
  • Otro factor habitual que caracteriza a los padres y a las madres con personalidad paranoide es la incongruencia emocional y educacional. A instantes son muy afectivos, luego muestran frialdad y hostilidad.
  • Son incoherentes con las normas y ello genera un elevado estrés en el desarrollo cerebral del niño.
  • Los hijos de padres con personalidad paranoide presentan baja autoestima y una imagen del yo negativa.
  • Contención emocional debido a que los padres han invalidado sus necesidades afectivas y emocionales desde el principio.
  • Por lo general tienen un rendimiento escolar muy bajo.
  • Cuando el niño toma conciencia de la enfermedad de su progenitor, suele mostrar sentimientos de culpa.
  • Los padres con personalidad paranoide suelen poner muros a la socialización de sus hijos. Con ello, buscan evitar que estos los abandonen en algún momento.
  • Durante la adolescencia es común que aparezcan conductas delictivas, así como conductas desafiantes, trastornos de ansiedad, depresión, etc.
Intervenciones actuales
Los hijos de padres con personalidad paranoide necesitan sin duda de una intervención psicosocial personalizada. Ahora bien, puesto que los efectos de un ambiente familiar inconsistente e impredecible son muy amplios, no podemos quedarnos solo con los niños. La intervención debe extenderse a todo el entorno, incluyendo a los padres.




    • Cuando una pareja o una mamá con personalidad paranoide da a luz, es necesario que se siga una psicoterapia basada en la mejora del apego. Se alienta a la madre o al padre a hablar sobre sus propias experiencias infantiles y vincular estos eventos a su relación actual con su hijo, permitiéndole comprender cómo se perpetúa el ciclo de apego desorganizado y/o inseguro.
    • Por otro lado, debe procederse también a favorecer una adecuada psico-educación familiar, ahí donde se les faciliten adecuadas redes de apoyo. Así, dinámicas como el entrenamiento de habilidades familiares o la necesidad de ser consistente en cuanto afectos, normas, rutinas y hábitos son objetivos esenciales que conseguir en estos núcleos familiares.
Por otro lado, y para concluir, en caso de que los hijos de padres con personalidad paranoide sean ya mayores y se detecte este problema ya en el ámbito escolar, la intervención psicológica será muy concreta. Se orientará al niño o adolescente a favorecer en él una buena autoestima, a tener una relación positiva con su entorno, a conseguir que tenga intereses saludables y a dotarlo además, de estrategias para reducir el estrés ocasionado por la enfermedad mental de uno de sus progenitores.

Son como vemos situaciones muy complejas que requieren de un apoyo concreto y multidisciplinar.

Por Valeria Sabater
 
El papel de los padres en los trastornos de alimentación

Forzar a comer, castigar, enfadarse… En definitiva, no entender lo que les está ocurriendo a los más pequeños. Muchos padres no saben qué hacer cuando sospechan que alguno de sus hijos puede tener alguno de los llamados trastornos de alimentación. En primer lugar, muchos optan por la negación, considerando que es imposible que lo que está sucediendo precisamente esté sucediendo. Y es que el papel de los padres en los trastornos de alimentación es muy complicado.

A sus hijos no les pasan esas cosas, imposible que puedan sufrir bulimia o anorexia. Esta actitud es contraproducente cuando existe una sospecha fundada, ya que la negación puede retrasar el diagnóstico y complicar la intervención. Tampoco tenemos que culpabilizarles, el miedo es una emoción común y a todos nos influye de una manera o de otra. Que acudan tarde a consulta no significa que no quieran lo mejor para sus hijos.


Por otro lado, la adolescencia es una etapa que puede ser muy difícil. Los cambios que sufren los jóvenes pueden originar conflictos tanto internos como en el entorno, mezclándose en muchas ocasiones y proyectando esa sensación de falta de sentido y ubicación tan característica de esta etapa. Gritos, peleas, falta de entendimiento, frases como “eso son tonterías de adolescente” y hartazgo por una inestabilidad sostenida en el tiempo, junto a la presión social que existe en muchos casos, provoca que muchos trastornos de alimentación sean diagnosticados tarde.

El papel de los padres en los trastornos de alimentación es muy complicado. En un primer lugar, tiene que lidiar con la aceptación de lo ocurrido y luego, poner en marcha estrategias que ayuden a sus hijos.

Dinámica familiar y papel de los padres en los trastornos de alimentación
Son varios los estudios que han analizado la influencia de la dinámica familiar -ya no solo el papel de los padres- en los trastornos de alimentación. Munichin et al., por ejemplo, en su publicación Psychosomatic families: Anorexia nervosa in context intentaron encontrar patrones comunes en aquellas familias en las que se había registrado al menos un caso de anorexia nerviosa.

Los resultados arrojaron luz sobre las dinámicas familiares que solían predominar. Algunas de ellas eran patrones de apego inseguro, la sobre-protección, la rigidez, la falta de comunicación y el hecho de involucrar a los hijos en los conflictos parentales.

Un 11% de las chicas y chicos adolescentes están en riesgo de sufrir un trastorno de la conducta alimentaria”
-Datos de la Fundación Abb-

De igual manera, otro estudio realizado por Selvini, Self-Starvation descubrió que las familias que tenían una hija anoréxica presentaban las siguientes características:


  • Problemas de comunicación, no escuchando y rechazando la comunicación del otro.
  • Los padres no asumen ni liderazgo ni responsabilidad.
  • Existen carencias importantes en la relación que mantienen los padres.
  • La desilusión e infelicidad de la relación de los padres se oculta tras la fachada mal elaborada, de manera que los niños perciben y toman parte en los problemas de pareja.
Estos estudios se han centrado en la anorexia; sin embargo, quizás la información que han puesto sobre la mesa podría ser aplicable a otro tipo de trastornos, como la bulimia. Así, la dinámica familiar y el papel de los padres en los trastornos de alimentación se presentan como factores muy importantes. Sin embargo… ¿es el único?

¿Por qué se dan los trastornos de alimentación?
Sería un error hacer solo responsable a la familia de los trastornos de alimentación que sufren los jóvenes. Aunque como hemos visto, la dinámica familiar y el papel de los padres en los trastornos de alimentación es muy importante, no es menos cierto que los jóvenes también pueden sufrir algún trastorno de la alimentación en una familia en la que no existan los condicionantes anteriormente mencionados.

Otro de los factores de riesgo, a su vez común en muchos jóvenes, es la falta de una buena autoestima. Es más, la baja autoestima, especialmente cuando está relacionada con la imagen corporal, puede ser el factor que más pese en el desarrollo del trastorno.


“¿Desde cuándo buscar la perfección se convirtió en algo que nos trae tanto sufrimiento?”


-Anónimo-

Trastornos como la depresión o el transtorno bipolar pueden hacer que el joven utilice la alimentación como premio o castigo de manera sistemática; componiendo finalmente una dieta muy dañina para su cuerpo, basada en periodos que alternan grandes atracones con fuertes restricciones.


El papel de los padres en los trastornos de alimentación puede ser muy difícil, pues los adolescentes pueden encerrarse en sí mismos, no comunicarse y no atender a razones. Sin embargo, reñirles, castigarlos y no entender lo qué les ocurre puede empeorar la situación. Por eso, es importante saber cómo actuar en estos casos.

El gran apoyo de los padres en los trastornos de alimentación
Los padres pueden ser un gran apoyo para cualquier joven que esté pasando por un trastorno de alimentación, aunque también puede ser el peso que les termine de hundir en caso de que no actúen de la forma más acertada. Son los que más posibilidades tienen de ayudar porque suelen ser lo que mejor conocen los patrones de sus hijos, de manera que son los más cercanos para detectar cualquier cambio que se produzca, en este caso en la alimentación. De una manera u otra, ante la duda, lo mejor es acudir a un profesional.

Una vez realizada la evaluación y establecido el diagnóstico, en caso de encontrarnos ante un trastorno de la alimentación, los sentimientos de frustración e impotencia son normales. Los padres pueden sentir que no se producen avances, que estos son muy lentos o que incluso hay retrocesos. Incluso pueden llegar a culpar a su hijo, sin entender que probablemente el que peor lo está pasando es él.

Por otro lado, no es raro que los padres tengan que soportar rechazos y desplantes continuos, ya que su hijo en muchas ocasiones no es receptivo a las medidas que se toman por su bien. De ahí lo importante de no solo dirigir junto con el profesional, sino también de explicar; evitar caer en la tentación de tratar a alguien como un niño cuando ya no lo es.

Es muy necesario que los padres se mantengan unidos, que se apoyen mutuamente y que expresen sus emociones. También, es importante que sigan las pautas establecidas por el profesional o cambien de profesional en caso de no confiar en este. Lo prohibido en cualquier caso es tratar de salir de la situación de manera autónoma, ya que en la mayoría de los casos los padres no cuentan con el conocimiento o los recursos necesarios para hacerlo, por mucho que no les falte voluntad y ganas.

Otra de las pautas importantes para los padres que tienen que ayudar a un hijo con un trastorno de la alimentación es no hacer del trastorno el centro de la vida de todos. Es importante, sí. Pero el joven que tiene el problema es mucho más que el problema en sí. Es alguien con sueños, con esperanzas, con sentimientos originados en otro lugar… No minimizar el “resto de la vida” es de hecho muchas veces el impulso para salir de esta situación.

La postura contraria tampoco está en la guías de pautas para padres. Cuando el joven no cumple con una de las pautas establecidas hay que abrir un diálogo y cerrarlo, de manera que no se vuelva a repetir. En caso necesario, este intercambio debe ser corrector, pero también motivador. Los objetivos son dos: conseguir el compromiso del adolescente y que este salga del intercambio con la motivación suficiente como para cumplirlo. No podemos permitir que él se rinda, no es una opción.

Como hemos visto, el papel el de los padres en los trastornos de alimentación es muy importante. Son una piedra angular para el futuro de su hijo y están obligados, por lo complicado del reto que enfrentan, a pedir ayuda a un profesional. En primer lugar para la evaluación, y si las sospechas se confirman, para la intervención. Incluso con la ayuda de un profesional es un proceso largo, que requiere de tanta paciencia como inteligencia, de tanto amor como voluntad. Dicho esto, desde aquí mandar un montón de ánimos y fuerzas a aquellas personas que están pasando por momentos como los que hemos relatado.

Por Raquel Lemos Rodríguez
 
Audrey Hepburn, retrato psicológico

A pesar de que hayan pasado veinte años desde su desaparición, Audrey Hepburn continua siendo ese atractivo icono que un día Andy Warhol inmortalizó en sus lienzos Pop Art; su rostro, su figura, vienen a representar un modelo de eterna elegancia y distinción que aún ahora las nuevas generaciones desean imitar a pesar de los riesgos, y es que una de las cosas que nos ha transmitido desde siempre ese fotograma de Audrey Hepburn asomándose a las vitrinas de Tiffany, es que la belleza, está asociada a la delgadez.

Nunca más lejos de la realidad. Los transtornos alimentarios que sufrió esta gran actriz quedaron durante bastante tiempo bajo la mordaza del silencio; para muchos, sólo queda ese rostro de belleza frágil que las modas se empeñan en imitar, y son muy pocos los que logran entrever a esa mujer que se superó a sí misma para darlo todo por los demás.


“Creo en ser fuerte cuando todo parece ir mal. Creo que mañana será otro día y creo en los milagros”

-Audrey Hepburn-

La oscuridad de una infancia
Los traumas sufridos en la niñez son los ecos que nos acompañan en la madurez, el sufrimiento nunca se escapa por un desagüe invisible, sino que permanece en nosotros como un desafío a vencer.

La infancia de Audrey Hepburn estuvo marcada por la Segunda Guerra Mundial, a pesar de estar emparentada con la nobleza holandesa, su posición distinguida cambió drásticamente el día que medio millón de soldados alemanes invadieron Holanda, y los recursos, los alimentos, empezaron a escasear.

El hambre y la desnutrición no sólo marcaron sus años de niñez y adolescencia, sus ojos tuvieron que ver cómo parte de su familia era asesinada, cómo su hermano era conducido a un campo de trabajo alemán y cómo la enfermedad le impidió hacer lo único con lo que podía ganarse la vida y ayudar a la resistencia: bailar.


Cuando la guerra terminó. Audrey Hepburn, padecía desnutrición, anemia, asma, problemas pulmonares y una drepresión que le costó años superar. Según ella, uno de los mejores recuerdos de esa época y que la marcarían de por vida fue la llegada humanitaria de Naciones Unidas trayendo mantas, comida, medicinas y ropa… La bondad aún parecía existir en el mundo, y ello, fue motivo de esperanza.


Años dorados, años de tristeza
Llegaron los triunfos: películas como “Vacaciones en Roma” o “Desayuno con diamantes” le otorgaron el poder situarse en ese escalón de influencia y fama donde uno debe saber guardar muy bien el equilibrio.

Audrey Hepburn era una mujer inteligente y de gran sensibilidad que siempre acertó en los papeles que elegía, transmitía muy bien esa emotividad con la que cautivar al espectador y es que, según sus propias palabras, siempre estuvo necesitada de afecto y comprensión, dimensiones que no pudo encontrar en su matrimonio con Mel Ferrer.

La tristeza era una habitual compañera, una sombra que se convirtió en desesperación el día en que sufrió el aborto de su primer hijo al caer de un caballo durante un rodaje.

La depresión volvió a su vida con la misma intensidad que en el pasado, al igual que la culpabilidad. A ello se le sumó la autoexigencia, a veces irracional, sabía que parte de su éxito se basaba en ese físico juncal y delicado, de ahí que, según declaró en una entrevista “Si en el pasado logré subsistir sin apenas alimento, también lo podía hacer ahora. Me vi obligada a dominar mi ingesta de comida”. La anorexia nerviosa fue una cruel compañera con la que Audrey Hepburn vivió toda su vida.

“A medida que crezcas, descubrirás que tienes dos manos; una para ayudarte a ti mismo y otra para ayudar a los demás”

-A. Hepburn-

“Una vez escuché esta frase: La felicidad es tener salud y mala memoria. Me gustaría haberla inventado, porque es muy cierta”

-A. Hepburn-


La sencillez de la felicidad
Los años de tragedia y pérdidas en la guerra jamás se borraron de la mente de Audrey Hepburn, su necesidad por ser querida tampoco fue totalmente satisfecha: dos matrimonios fallidos y varios desengaños fueron a menudo esa cuchilla que recortaba sus noches de insomnio, ahí donde se acrecentaba su ansia por ofrecer, por dar afecto y cariño a personas necesitadas.

De ahí que en 1988 el cine quedara ya casi relegado de su vida para dedicar 6 meses al año a UNICEF, al fondo de emergencia para la infancia. La llave de la verdadera felicidad, para Audrey Hepburn, nunca vino de la mano del éxito como actriz o de la admiración del público, sino de su ansia por recibir y por la necesidad de ofrecer afecto a los demás. A veces, la puerta de la satisfacción no está en la cumbre más alta, sino en nosotros mismos.

Fuente “Audrey Hepburn, an intimate portrait”. (Diana Maychick, 1994).

Por Valeria Sabater
 
7 frases de Audrey Hepburn que te inspirarán

Las frases de Audrey Hepburn nos demuestran que era algo más que una cara con ángel. En ellas, se desprende una filosofía de vida basada en la sencillez, en el valor de la autoestima, la fortaleza de la mujer y ante todo, en esa preocupación constante por el ser humano y los más débiles. De hecho, no podemos olvidar la gran labor humanitaria que marcó gran parte de sus últimos años.

A día de hoy nadie puede negar que Audrey Hepburn es uno de los iconos más deslumbrantes de la historia del cine. Su nombre sigue siendo toda una referencia en el mundo del arte y de la moda. Su estilo continúa imitándose y sus películas son, a ojos de la mayoría, maravillosos tributos a una época casi dorada destinada a hacernos soñar de forma indefinida.

“Cualquier persona que no crea en los milagros no es realista”
-Audrey Hepburn-

La recordamos en “Sabrina”, en “Desayuno con diamantes”, en “My Fair Lady” o en “Dos en la carretera”, sin embargo no todos saben que antes de esa carrera impoluta y luminosa en el mundo del celuloide, Audrey Hepburn conoció la adversidad más profunda en piel propia. En el libro “Audrey Hepburn, an intimate portrait” de Diana Maychick se relatan sus años en los Países Bajos durante la ocupación alemana, un testimonio que sin duda nos invita a entender un poco más la personalidad de su protagonista.

Aquellos años comprendidos entre 1939 y 1945, ella y su familia sufrieron de hambruna. Sus tíos y dos de sus medios hermanos fueron deportados a campos de concentración y fue testigo de múltiples ejecuciones en las calles. Su salud se resintió gravemente en aquella época, sufrió una grave desnutrición y anemia aguda, además de problemas respiratorios que dejaron huella de forma permanente en su cuerpo.

La entrada de los Aliados y Naciones Unidas en los Países Bajos supuso no solo su salvación, sino un hecho que la marcaría de por vida. Una huella que definiría su actitud, su humildad y su interés constante por ayudar a los más necesitados. Estas son algunas de las frases de Audrey Hepburn que contienen la esencia más inspiradora de su personalidad…

1. “Solo la gente sencilla sabe qué es el amor. La gente complicada trata tanto de causar impresión que pronto agota su paciencia”
Una de las virtudes que mejor caracterizó a esta actriz fue su sencillez. Más allá del glamour, de ese mundo sofisticado que la rodeaba, su rostro, su actitud y sus mensajes contenían esa esencia, humilde y siempre contagiosa, que tanto la caracterizaba y que a su vez defendía.

La gente sencilla es al fin y al cabo la más sensata, la que no entiende de orgullos ni envidias y sabe desprenderse de lo innecesario para priorizar lo que más cuenta: el amor, el respeto, la atención por el otro…

2. “Mi vida no se basa en fórmulas o en teorías, sino en el sentido común”
¿Qué entendemos a día de hoy por sentido común? Este es sin duda un término que a veces usamos a la ligera, sin profundizar en él. Sentido común no es más que el conjunto de conocimientos y creencias con claros denominadores comunes: ser prudentes, equilibradas y lógicas. Hace referencia también a ese saber interior que uno mismo desarrolla por la propia experiencia y donde logra entender al fin y al cabo, qué es lo más conveniente en cada momento…

3. “A medida que crezcas, descubrirás que tienes dos manos; una para ayudarte a ti mismo y otra para ayudar a los demás”
Esta es otra de las frases de Audrey Hepburn más conocidas. Un hecho que se desprende de sus biografías es que a pesar de estar siempre muy involucrada en labores humanitarias y en la importancia de ayudar a los demás, nunca descuidó su crecimiento personal.


Si sus años de infancia y adolescencia no fueron fáciles debido a la guerra y a la carencia, sobrevivir a la vorágine del mundo del cine tampoco fue sencillo. Tenía muy claro que necesitaba un punto de referencia: ella misma. De ahí que intentara siempre tener los pies en el suelo y la mano en el corazón.


4. “Nací con una enorme necesidad de afecto y una terrible necesidad de darlo”
Hasta lo más fuertes caen, lo sabemos y Audrey Hepburn no pudo evitar en más de alguna ocasión la visita de la depresión. Fue esa enemiga siempre cercana, esa sombra cargada de recuerdos, de necesidades y de contradicciones.

La necesidad de ser amada y ofrecer a la vez su corazón y afecto a los demás, la llevó a más de una decepción. No obstante, gran parte de esos vacíos sanaron en su madurez y sobre todo cuando se dedicó a su labor humanitaria.

5. “Para tener hermosos ojos, mira por el bien de los demás. Para tener hermosos labios, pronuncia solo palabras de bondad. Y para el equilibrio, camina con la certeza de que nunca estás sola”
En las frases de Audrey Hepburn se desprende a menudo una idea, un concepto importante: la belleza física carece de valor sin esos atributos emocionales y psicológicos que perfilan a las personas más bonitas. Aquellas que saben practicar la bondad y el respeto por los demás, además del siempre imprescindible auto-cuidado.

6. “Se puede saber más de una persona por lo que dice de los demás que por lo que los demás dicen de ella”
Esta es otra de las frases de Audrey Hepburn que nunca pasará de moda. En todo contexto y en todo entorno, siempre nos encontraremos al colectivo de los “escampa-rumores”, al “corre ve y dile” o al “ultracrepidiano”. Personas que hablan sin saber, que opinan sin conocimiento de causa y critican hasta la extenuación.

Este tipo de prácticas definen ante todo a quien las lleva a cabo. Mucho cuidado con ellas.

7. “Tengo que estar sola muy a menudo. Soy feliz si paso del sábado al lunes sola en mi apartamento. Así es como me repongo”
La soledad puntual, que uno mismo elige, controla y gestiona es saludable y nos permite reponernos de los problemas y presiones de la vida. Audrey Hepburn también lo sabía. Aunque la cercanía de los suyos siempre fue imprescindible para ella, entendía la importancia de los espacios personales, de esos rincones privados donde reiniciarse.

Para concluir, estamos seguros de que más de uno se habrá sentido identificado con estas frases de Audrey Hepburn. No hay duda de que esa luz que dejó en el mundo del cine trascendió más allá de las pantallas para inspirar a numerosas generaciones. Fue una mujer amable, amante del buen humor, de las cosas sencillas que dan sentido a la existencia. Una mujer que quiso también dejar huella en UNICEF y que sin lugar a dudas lo consiguió…

Por Valeria Sabater
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Emociones: monedas con dos valiosas caras


Las emociones son uno de los contenidos más importantes de nuestra vida psíquica. Lo son por lo que representan, por lo universal de su transcurrir y por su capacidad para condicionar pensamientos y procesos fisiológicos. Para cambiar el ritmo del corazón, la pausa de nuestra respiración o la conductividad de nuestra piel.

De igual modo lo son por lo que inspiran y porque nos permiten reconocer en los demás a personas semejantes a nosotros. Semejantes en la alegría, en el dolor o en las sorpresas. Semejantes a grandes rasgos, porque en realidad en rasgos pequeños somos muy diferentes. No hay dos caras que encajen exactamente en sus arrugas o en su expresión, de la misma manera sucede con el eco emocional en nuestro interior.

La primera cara de nuestras emociones: el mensaje
En el título hemos dicho que las emociones son una moneda de dos caras. Las dos son igualmente valiosas, aunque de igual modo las dos se pueden pervertir o volver en nuestra contra. ¿Cuál es la primera? No, no es el rostro de un rey o de otro rostro reconocido. La primera cara de las emociones es el mensaje: aquello que nos dicen o nos pretenden decir.

La alegría nos dice, “¡ehh, si no te has enterado ha ocurrido algo bueno!”. Ponte las pilas porque toca disfrutar y probablemente habrá diversión. La sonrisa aparece y nuestro rostro se ilumina. Nos convertimos en una especie de flor que se abre porque tenemos ganas de compartir lo que nos sucede con los demás, mientras abrazamos a la emoción con todas nuestras ganas.

La alegría también nos dice que hemos acertado con la decisión que hemos tomado. Valida el procedimiento elegido y lo refuerza, de manera que en el siguiente dilema similar será más probable que optemos por la misma alternativa. Además, la alegría nos vuelve más generosos, menos desconfiados y desde la comprensión de su mensaje también podemos llegar a sentir que hemos sido quizás un poco “tontos” al preocuparnos demasiado.


“La alegría ha sido llamada el buen tiempo del corazón”
-Samuel Smiles-

La tristeza también tiene mensajes para nosotros. Nos informa que hemos perdido algo que de una u otra forma nos importa. Sea un amigo, una oportunidad o incluso un objeto al que le teníamos mucho cariño. La tristeza también es una invitación para detenernos y reflexionar. Suele decirnos que hay algún elemento que no encaja en nuestra historia y al que le tenemos que dar vueltas para que pueda integrarse en ella sin herirnos con sus esquinas, sin hacernos daño.

Quizás la emoción que tiene un mensaje más poderoso sea el asco. Es una invitación directa y contundente para que nos apartemos de aquello que nos lo ha causado. En el fondo, al igual que el mido nos avisa de un peligro, aunque con esta emoción el repertorio de respuestas queda más reducido. La más común es la de la evitación.

Sirvan estas tres mociones como ejemplo de la primera cara de la moneda: la del mensaje. Por lo tanto, la función de la inteligencia emocional aquí es clara, se trata de saber escuchar, de saber identificar qué nos quiere decir la emoción. Pero, si es tan sencillo, ¿por qué en la realidad no cuesta tanto?

Pues porque es muy raro que experimentemos solo una emoción al mismo tiempo. Cuántas veces hemos sentido a la vez alegría y miedo, como cuando empezamos un nuevo proyecto y de pronto nos entran dudas sobre si estaremos a la altura. Cuántas veces hemos sentido alegría y tristeza, como cuando podemos gozar de una oportunidad pero eso significa renunciar a otras muchas que también nos gustarían… o cuando nos mudamos y nos acercamos a unas personas para alejarnos al mismo tiempo de otras.

La segunda cara de las emociones: la energía
Has llegado a casa agotado, vas a la cocina a comer algo y de pronto ves que sale un espeso humo negro del piso de abajo. En ese momento el cansancio desaparece y te pones en marcha. Es exactamente lo mismo que le ocurre a un estudiante cuando tiene un examen al día siguiente y es capaz de encadenar horas y horas de estudio. Muchas de las emociones que sentimos nos energizan más que cualquiera de esas bebidas repletas de azúcar y cafeína que podemos encontrar en los estantes del supermercado.

Cuanto más intensa sea la emoción, más energía nos aporta. Esto puede ser muy positivo si estamos en la selva y nos encontramos con un león, pero en el mundo contemporáneo, en el que hoy nos desenvolvemos, esta energía necesita de una regulación mucho más inteligente. Por ejemplo, con la energía que nos proporcionan el enfado o la ira podemos llegar a hacer mucho daño, tanto a los demás como a nosotros mismos.

A los demás por decir o hacer algo de lo que después nos arrepintamos, causando heridas o dejando huellas tan indeseables como difíciles de borrar. A nosotros cuando contenemos esa energía bajo siete llaves y no le facilitamos una forma de escape a esa porción que no necesitamos. De ahí que el deporte sea tan bueno para la regulación emocional: nos permite dar una salida a esta energía sin dañar a los demás o a nosotros.

¿Cara o cruz? Más bien las emociones, como hemos visto, son cara y cruz. Información y energía. Elementos muy poderosos que nos pueden dar muchas alegrías si los sabemos canalizar de manera inteligente.

Por Sergio De Dios González
 

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