Autoestima y otros temas de psicología

Aprende a validar tus opiniones y sentimientos

¿Qué puede ocurrir cuándo una persona pierde completamente el control de qué contar y no en su vida? ¿Qué consecuencias puede traer “la promiscuidad emocional”? ¿La elección de cercanos para guiarnos puede mermar nuestra autoestima?


En la vida, cuando tienes una opinión, es enriquecedor escuchar la de otros, ya sea por añadir aspectos que desconocías a tu opinión propia, que pase a ser una opinión menos fuerte ante ciertas evidencias o reafirmarla si encuentras muchos argumentos a su favor.

Una opinión es eso, es algo personal pero también de carácter social

El problema aparece cuando necesitamos también validar lo que sentimos y pensamos ante los demás.

Porque es nuestra parte más íntima y solo nosotros sabemos su causa y desarrollo. De esta manera, tendremos que trabajar con nosotros mismos para que no nos impida seguir adelante, con nuestras metas.

Solo nosotros conocemos todo de nosotros mismos, así que es mejor tener un diálogo con nuestro yo interior para validar ese sentimiento y darle el lugar en tu historia que crees que debe tener.

Eso te ayudará a construirte y no a ser un mero molde que los demás pueden transformar a su antojo porque tú dejas que sean ellos los que hagan ese trabajo, como si no tuvieras la suficiente confianza en ti como para hacerlo.


Te expones a un juicio público innecesario, que puede dañar aun más tu sensibilidad y realizar conductas límite que te hagan daño, ya que eso es lo que crees que mereces.

¿Cuál es la consecuencia clínica más clara que refleja la ausencia de validación personal?
Lo podemos observar en un trastorno que cada vez se diagnostica más: el trastorno límite de la personalidad.

Las personas que sufren de este trastorno no sienten que sus acciones sean entendidas, buscan a toda costa reconocimiento social, tienen una sensación crónica de vacío y uno de los aspectos más disfuncionales que llevan a la aparición de este trastorno es querer validar a toda costa lo que piensan y sienten, como si ellas mismas no fuesen capaces de hacerlo.

En la película "La herida" podemos ver ese proceso lento y angustiante de como una persona está atrapada por sus relaciones sentimentales porque no es capaz de poner límites, de cerrar etapas, de experimentar dolor en silencio.

La validación no es igual al narcisismo, es algo que fomenta nuestra individualidad ante el mundo y solo así podremos desenvolvernos en él.


En cambio, nuestras ideas y opiniones acerca de la sociedad y su validación o debate ante los demás, nos enriquece, nos activa, y pueden explorarse minuciosamente sin salir dañados.

Entiende que tu dolor y sentimientos son así, es muy difícil a veces cambiarlos y entenderlos; debes caer en la cuenta que miles de personas los experimentan a diario como seres humanos en un mundo poco agradable a veces.

Así que, en la medida de lo posible, no necesitas que nadie los escuche si no tiene sentido para ti.

Como decía Greta Garbo:

“Hay muchas cosas en su corazón que nunca se pueden decir a otra persona. Son ustedes, sus alegrías y tristezas privados, y no se pueden contar. Usted se abarata a sí mismo, cuando las dice”

Por Cristina Roda Rivera
 
Qué bien le queda a la vida las personas que saben sonreír


A la vida le queda bien que sepamos aprovecharla y que tengamos el valor de explotarla superando todos los supuestos límites que nos ponen delante de la cara. A la vida lo que le queda de verdad bien es sentir que la gente sepa sonreír, con certezas y a carcajadas, sin conciencia y hasta que duelan los músculos.

Sonreír es irracional e intimamente humano. Sonreír es el verbo que establece la herramienta más sincera y barata que tenemos para afrontar los problemas, celebrar los buenos momentos y regalar aire a los demás.

“La sonrisa es una verdadera fuerza vital, la única capaz de mover lo inconmovible”
-Orison M. Marden-

Porque al sonreír parece que podemos con todo, que somos un poco más libres y que tenemos la fuerza suficiente para continuar. Por eso y por muchas más razones: ¡Qué bien le quedan a la vida las personas que saben sonreír! ¡Qué bien nos queda la vida cuando lo hacemos!

Esa gente que es sol cuando sonríe
La gente que sabe sonreír lleva, allí donde va, a la luz debajo del brazo: ilumina a quienes están a su alrededor y, de paso, los lugares que pisa. Es por eso por lo que esa clase de personas saben ser sol cuando más llueve y alegrarte hasta cuando tú no quieres hacerlo. Esas que te hacen reír, cuando tu no tienes ni puñeteras ganas de hacerlo.

En otras palabras, seguro que tú también conoces esa sensación de saber que pase lo que pase habrá alguien contigo que sabrá hacerte sonreír. No importa el espacio temporal o el tiempo espacial que haya entre vosotros: cerca o lejos, esa persona siempre va contigo donde vas.

“Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en tus ojos la luz del mundo. Ríete tanto que mi alma al oírte bata el espacio. Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea”
-Miguel Hernández-

La adicción de juntarte con gente a la que le gusta sonreír
Esta clase de gente de la que hablábamos y que tan bien le sienta a la vida crea, metafóricamente, adicción: hay personas que están en nuestra vida porque, ante todo, saben hacernos reír. Ellas tienen ese don especial de saber cuándo y de qué manera hacerlo.

Al sonreír esas personas nos transmiten cura, calma, ánimo y mucha seguridad. De hecho, recibir una sonrisa de regalo es casi siempre positivo, pues al hacerlo es como si con ella llegara un halo de energía vital que remueve nuestras emociones y las deja en su mejor cara.


Alguien que sabe que al sonreír va a conseguir que también lo hagamos, se lo merece todo, porque nos estará dando parte de lo que es de manera gratuita: no olvidaremos nunca esas sonrisas que nos hicieron o nos hacen sentir vivos.

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Sonreír a la vida para que te devuelva la sonrisa
Lo mejor que podemos hacer con toda esa gente que nos ayuda a sonreír es tomarla como ejemplo: nosotros también podemos quedarle bien a la vida. En este sentido, el día que peor nos sintamos será cuando nos veremos más obligados a levantar el ánimo y afrontar las circunstancias lo mejor que podamos.

En esos días más nublados, tendremos que aprender a ser sol: sonreír para borrar y olvidar lo que nos duele es la mejor forma de avanzar. La vida no espera, aunque apriete: nuestra actitud es la única clave que logrará que las situaciones más delicadas queden en nuestra memoria como aprendizaje al que poder regresar sonriendo por haberlas superado.


“[..] niégame el pan, el aire,

la luz, la primavera,

pero tu risa nunca

porque me moriría”

-Pablo Neruda-

Por Cristina Medina Gomez
 
¿Eres de plástico, vidrio o acero? Claves sobre la resistencia

¿Eres de plástico, vidrio o acero? La forma en que afrontamos las dificultades cotidianas determina el material del que estamos hechos. Ahora bien, las claves sobre la resistencia nos dicen que siempre estamos a tiempo de alterar esos elementos que nos conforman para revestirnos de un material más óptimo, uno a medio camino entre el bambú y el grafeno.

Si hay un aspecto decisivo a la hora de disfrutar de un adecuado bienestar mental y emocional es comprender qué tipo de mecanismo utilizamos ante los obstáculos de la vida. Así, dos de las respuestas más comunes que solemos aplicar a nuestro día a día son la evitación por un lado y la quietud o “no resistencia” por otro.

“La medida más segura de toda fuerza es la resistencia que vence”.
-Stephan Zweig-

Ahora bien, lejos de culpabilizarnos por no saber emitir otro tipo de alternativa cuando sufrimos estrés, cuando nos avasallan terceras personas o cuando nos vemos en un túnel sin salida es el momento de prestarle atención a un aspecto relevante en estos momentos. La necesidad de huir o de quedarnos quietos son respuestas preprogramadas en nuestro cerebro. Son mecanismos de defensa puestos de fábrica que aún no hemos actualizado, son resistencias benignamente diseñadas que en realidad nos ayudan a sobrevivir, pero rara vez contribuyen directamente a nuestra felicidad.

En este sentido, las claves de la resistencia sí constituyen un aspecto relacionado directamente con nuestro bienestar. De manera que entenderlas puede ayudarnos, y mucho.
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Cerebros más y menos resistentes al estrés emocional
La mayoría nos hemos hecho esta pregunta alguna vez: ¿por qué hay personas capaces de afrontar la adversidad de un modo tan sensacional? Nos admira su templanza, su optimismo y esa mirada capaz de ver posibilidades donde otros vemos solo muros y alambradas. ¿Es que se han preparado previamente para ello? ¿Han hecho cursos, tienen quizá una sabiduría innata o es que hay algo diferente en sus cerebros?

Bien, la clave está en este último aspecto: en sus cerebros. Así, y por curioso que nos resulte hay personas con un cerebro mucho más resistente al estrés, personalidades con mayores recursos emocionales para calmar la ansiedad, para evitar discursos mentales irracionales en situaciones límites, etc. La facultad de medicina Weill Corner, en Nueva York realizó un interesante trabajo donde se determinó, por ejemplo, la relación directa entre una crianza basada en un apego saludable y una respuesta más hábil hacia el estrés y la ansiedad.

Una atención inadecuada, una educación habitada por ciertas carencias afectivas altera el desarrollo cerebral de los niños. En concreto, la estructura que más se ve afectada es la amígdala, un centro de control neurológico tan antiguo como sofisticado que se encarga precisamente de regular el miedo y nuestras emociones. De este modo, un pequeño que haya experimentado pautas de crianza deficitarias en algún aspecto, presenta mayores dificultades para gestionar sus emociones tanto en la infancia como en la madurez.

¿Eres de plástico, vidrio o acero?
Tal y como hemos señalado al inicio, no importa el tipo de mecanismo que utilicemos en el presente para responder a las dificultades, al estrés o a la adversidad. No importa si somos de los que huimos o de los que, como un mástil en medio de una tormenta, se quedan quietos, hasta que poco a poco se quiebran y caen. Todos podemos aprender nuevas estrategias y, si esto es así, es precisamente por nuestra plasticidad cerebral.

Entrenar/estimular al cerebro para que aplique nuevos enfoques y estrategias renovadas hace de él una maquinaria más resistente, más hábil, más sofisticada. El objetivo es lograr que nuestro cerebro no nos ayude solo a sobrevivir, lo que queremos en el fondo es que nos acompañe, que nos secunde de manera cómplice, en ese intento por ser más felices.

Veamos por tanto a continuación cuáles son los tres tipos de respuesta ante el estrés más comunes y esas claves de resistencia que suelen utilizar.

La respuesta del acero
El estrés “rebota” en las personas de acero. Este tipo de enfoque lejos de ser saludable tiene sus riesgos. Ser completamente impermeable al estrés hará que no podamos aprender de él. Es más, en cierto modo nadie es completamente impermeable, nadie es de acero porque nuestro revestimiento es puramente emocional.

La clave en este sentido está en entender que lejos de ser un muro ante los problemas y conseguir que estos “reboten” en nosotros, debemos dotarnos de habilidades para gestionarlos mejor, manejarlos, filtrarlos, transformarlos…

La respuesta del plástico
Dentro de las claves de resistencia es interesante saber que la mayoría de nosotros aplicamos esta estrategia. Sus características son las siguientes:

  • Tenemos diversas abolladuras, efectos del estrés y la adversidad.
  • Somos flexibles y disfrutamos a la vez cierta resistencia, sin embargo, muchas veces tenemos la clara sensación de que nos vamos a romper. Es como vivir en una cuerda floja.
La respuesta del vidrio
Tal y como podemos intuir, la respuesta del vidrio no es la más adecuada. En realidad, es la peor de todas, es la que dispone de menos recursos, esa que, después de hacer un gran esfuerzo para que ceda, para que se adapte, termina rompiéndose. De manera que, o se impone o queda totalmente destrozado.

Claves sobre la resistencia más saludable
Las claves sobre la resistencia más saludable nos dicen lo siguiente: hay que hallar un punto intermedio entre la fortaleza y la flexibilidad, un espacio de madurez donde saber gestionar, priorizar y transformar. Es decir, si dejamos por ejemplo que actúen nuestras defensas psicológicas innatas estaremos optando por la línea de la menor resistencia: la del vidrio.

Por otro lado, si elegimos la línea de mayor resistencia haremos uso de toda nuestra energía para oponernos a algo, para alzar un muro donde protegernos de la vida. Esta es sin duda la estrategia del acero.

Entonces, si ninguna de estas dos respuestas son las más acertadas ¿cuál es la que debemos aplicar? La clave de la resistencia más saludable está en empoderar nuestra auto-confianza para sabernos valedores de algo mejor. Por lo tanto, no dejaremos que nada nos avasalle hasta rompernos ni nos alzaremos tampoco como un mástil de acero aguardando el impacto de toda tormenta.

Construyamos un material a medio camino entre un plástico más resistente y el bambú. Un material flexible pero fuerte, ese que nos permita movernos con las dificultades para aprender de ellas, ese que aunque se doble, vuelve a su posición original habiendo asumido una enseñanza para avanzar con mayor aplomo.

Empecemos hoy mismo a trabajar en esta estrategia vital.

Por Valeria Sabater
 
Hay personas que no valen la pena, valen la alegría.

Hay personas que no valen la pena, valen la alegría. Por eso, para no sufrir, es importante rodearse de gente agradable con la que contemplemos una relación en plenitud con sus ventajas y desventajas. Lo importante es que la balanza se decante por la ganancia de buenos sentimientos y no por la pérdida de estos.


Las personas que merecen la alegría son aquellas que aman, valoran y cuidan a sus compañeros con respeto y consideración. Como vamos a ver, comenzaremos a merecer la alegría cuando dejemos de lado los juicios, las expectativas y la coacción hacia los sentimientos.




Seremos alegría y no pena en el momento en el que la otra persona “sepa que nos tiene a su lado” sin necesidad de que haya condicionantes o circunstancias que lo promuevan. Es decir, lo que viene a ser mostrar un sentimiento de aprecio y cariño desinteresado o, lo que es lo mismo, en vez de un “hoy por ti y mañana por mí”, un “hoy por los dos y mañana también, pues nos hacemos bien el uno al otro”.

No pierdas tu valor con una persona que no sabe lo que tiene

Si “pides demasiado” es porque vales mucho y, sobre todo, porque tienes el valor de demostrártelo y de no renunciar a aquello que deseas o quieres. Porque un amor que se mendiga, no es amor; está destinado a no ser y a volverse opaco y doler.


La dificultad a la hora de plantearnos qué es el amor reside en el hecho de que el amor no es un estado único y unidimensional, sino que es un fenómeno complejo que se experimenta en multitud de relaciones, sean o no de pareja.

Así, amantes románticos, parejas, padres e hijos y amigos íntimos destacan que para sentirse cómodos con alguien a quien quieren, no es suficiente el aprecio, sino los sentimientos de intimidad, de cariño, de confianza y de complementariedad.

Por eso, cuando nos sentimos despreciados por los demás o nos afecta la desigualdad en una relación afectuosa que requiere un intercambio, necesitamos dejar de sentirnos molestos y engañados.

Básicamente la definición de aquella relación que nos otorga valor a partes iguales viene a ser una relación en la que ninguna de las partes lleva las cuentas. O sea que más bien cada persona tiende a darse respuesta a la necesidad del otro y no tiene reparos en mostrar el mismo tipo de atenciones cuando el otro las necesite.


No es que en una relación sana no se atienda al concepto de equidad, sino que esas dos personas involucradas en este tipo de relación se mantienen relajadas porque saben que con el tiempo algo similar a la equidad tiende a ocurrir. Es decir, que dos personas que se valoran saben que van a estar la una para la otra en el momento en el que lo necesiten.

La comunicación sensible puede hacer más profunda la relación

La comunicación sensible puede hacer más profundas la satisfacción y la intimidad en las relaciones estrechas. No obstante, la comunicación honesta con las personas que nos rodean puede no ser tan sencilla como nos parece. Esta lleva a compartir sentimientos negativos y cosas que quizás no resultan agradables de nosotros mismos, lo cual aumenta nuestra vulnerabilidad. Sin duda, nosotros procuramos no mostrarnos vulnerables.


Aquí entra en juego la sutileza en la comunicación y la capacidad del contexto y de la persona para comprender lo que se está transmitiendo. Lo importante en una relación saludable es que se traten esas “vulnerabilidades” con cariño y respeto.

Para esto debemos ser sensibles con las demás personas y evitar atribuciones, juicios, castigos y coacción hacia lo que los demás “son” y lo que hacen. Dos personas se transmiten cariño y respeto cuando dejan de suponer “cómo se deben sentir” o “cómo deben vivir sus vidas”.


Las expectativas conducen a una mala comunicación y un cruce de sentimientos que descompensan la balanza dejando que la pena gane la batalla y en detrimento de la posibilidad de que una relación genere alegría, entusiasmo, comodidad y confianza.


Por Raquel Aldana

 
¿Y si en las raíz de todos los trastornos está la falta de autoestima?

La autoestima es esa parte de nuestro autoconcepto que hace más o menos resistente a nuestra piel emocional. Querernos sin condiciones es indudablemente la piedra angular del bienestar psicológico, pues aunque el concepto de amor propio pueda parecer a priori simple, en realidad es más importante de lo que imaginamos en lo que a felicidad se refiere. Sin embargo, en ocasiones, gozamos de una falta de autoestima tremenda.

Es imposible ser feliz si uno no se quiere a sí mismo. Amarse, aceptarse, aprobarse y estimarse pase lo que pase, digan lo que digan, fallemos lo que fallemos, es el cimiento para construir una vida plagada de satisfacciones, disfrute y plenitud.


Ejercer la aprobación incondicional de uno mismo es una labor tan difícil que, valga la redundancia, también es difícil encontrar personas que se amen de verdad y sin meras máscaras

No sabemos exactamente por qué el ser humano, por norma general, se quiere tan poco a sí mismo. Parece ser que tiene que ver con el ego y con las ansias de sobresalir del resto de mortales. Cuando uno quiere ser especial o mejor que los otros, acaba amargándose; pues finalmente descubre que también tiene carencias y limitaciones y que no es tan singular como pretendía serlo.

Esto hace que el pensamiento polarizado -o blanco o negro- trabaje en nuestra mente y acabe creando en nosotros un diálogo interior del tipo: “Si no destaco, entonces no valgo absolutamente nada”

La clave, por lo tanto, para tener una sana autoestima es no pretender nunca darnos demasiado valor, si no un valor único, común a todos los seres humanos

La falta de autoestima y su relación con algunos trastornos
Si observamos algunos trastornos psicológicos clásicos, nos percataremos en seguida de que su origen está en gran medida influenciada por la falta de amor hacia uno mismo. Esta falta de autoestima se proyectará posteriormente en creencias disfuncionales, emociones negativas y conductas contraproducentes que sumergen a a la persona en un círculo cerrado.


Para verlo mejor, analicemos algunos ejemplos:

Trastorno de ansiedad
Las personas ansiosas se caracterizan por su intenso miedo al futuro. Los pensamientos siempre son catastrofistas, ya que piensan que si llevan a cabo alguna acción, pueden fallar o puede ocurrir algo terrible. Es evidente que debajo de este miedo existe una inmensa inseguridad. No confían en sus propias capacidades ni se creen habilidosos para enfrentarse a las adversidades en solitario.

Para casi todo, necesitan que alguien les ayude, le resuelva los problemas o les acompañe y de esta forma reducen su miedo. Se dicen a sí mismos: “Tú no vales, tú solo no puedes ni sabes y por lo tanto, necesitas a alguien mejor que lo haga por ti”

Trastorno obsesivo compulsivo (TOC)
Es una de las salidas “naturales” del perfeccionismo llevado al extremo. Cuando alguien es perfeccionista es porque piensa que debe hacerlo todo son errores. Esto no es más que el resultado, como hemos dicho antes, de querer ser distinguido.

Duda una y otra vez, le cuesta decidir ya que es esencial que esa decisión le lleve al camino correcto; finalmente se desmorona cuando se percata de que esa perfección anhelada es inalcanzable.

Anorexia y Bulimia
Aquí la falta de autoestima es especialmente evidente. Estas personas creen que valdrían mucho más si su físico cumpliera con unos cánones irrealistas establecidos por la sociedad imperante. Por lo tanto, sitúan su valor personal en un físico que no les gusta.

No se querrán mientras su físico no sea el adecuado para ellas. La obsesión es tan grande, que al igual que ocurre en el TOC, buscan una perfección física inventada e imposible que acaba deteriorando su imagen corporal de una forma asombrosa: todo lo contrario de lo que en el fondo pretendían.

Dependencia emocional
Cuando pienso que otros valen más que yo o que yo no soy digno de estima es muy probable que acabe siendo dependiente emocional y llegue a soportar conductas del otro que de otra manera no toleraría. El pensamiento del dependiente reza de la siguiente manera: “Como yo no valgo nada y no merezco amor, me conformo con tus migajas y estoy a merced de lo que quieras hacer conmigo”. Aquí empieza la falta de autoestima.

Depresión
La falta de amor es también bastante visible. Las personas depresivas se ven a sí mismas “muy pequeñitas”, sin ningún tipo de valía y por lo tanto demoran frente a esta barrera la puesta en marcha de objetivos.

Piensan que no les va a salir bien nada de lo que emprendan e incluso llegan a un punto que ni siquiera le ven el sentido “¿Para qué?”

Se sienten culpables, miserables, víctimas y se convencen a sí mismas cada día, de que no valen nada y de que, por lo tanto, nadie las valorará.

Podríamos citar muchísimos trastornos más: los que tienen que ver con el control de impulsos, como forma de llenar huecos internos vacíos, los de personalidad, etc. Podemos ver fácilmente como el denominador común último en todos ellos es la falta de amor y que si como profesionales no trabajamos la aceptación de forma eficiente, la curación se hace prácticamente inviable, pues nos quedaríamos a un nivel superficial.

Tener como objetivo final la aceptación de uno mismo nos hace libres: los fracasos pierden importancia, al igual que las críticas o los rechazos ajenos. La perfección deja de ser buscada y nos permitimos a nosotros mismos actuar conforme a nuestro criterio personal, con independencia de todo lo demás.

Por Alicia Escaño Hidalgo
 
3 tipos de amistad según Aristóteles


Aristóteles siempre concedió un valor especial al tema de la amistad en su obra. Para él, era un bien valioso y un aliciente para una vida feliz. Sin embargo, concretó que en la vida podemos encontrarnos tres tipos de amistad, tres tipos de vínculos donde solo uno podía elevarse a una forma superior de relación, a un lazo excepcional alejado del interés y la simple casualidad.

Como es bien sabido Aristóteles era todo un polímata. Sus saberes o mejor dicho, su amplia curiosidad le permitió adquirir un solvente dominio en áreas tan diversas como la lógica, la ciencia, la filosofía… Así, algo que sin duda resulta muy llamativo cuando nos acercamos a obras como Ética a Nicómaco es que describa en aquella época al ser humano como una criatura férreamente social. Nos describe como animales sociales, ahí donde la amistad supone sin duda la forma más satisfactoria de convivencia.

“Nadie querría vivir sin amigos, aun estando en posesión de todos los otros bienes”.
-Aristóteles-

Puede que en su momento el sabio estagirita no tuviera acceso ni posibilidad para conocer los misterios del cerebro, pero si hay algo que la ciencia moderna nos ha podido demostrar es que este órgano necesita de la interacción social para desarrollarse, sobrevivir y gozar a su vez de una adecuada salud. Somos sin duda animales sociales, criaturas que necesitan de fuertes lazos con nuestros semejantes. Sin embargo, esos vínculos a los que deberíamos aspirar deben basarse sin duda en una serie de pilares.

Los tres tipos de amistad que caracterizan al ser humano
A menudo, vemos a los filósofos clásicos como a ese pozo de sabiduría respetable pero distante. Son esas voces del ayer a las que citar de vez en cuando con fines divulgativos, pero pensando a su vez que muchas de las cosas que nos dejaron recogidas en esos legados milenarios, poco tienen que ver con las necesidades y características actuales. Nada más lejos de la realidad. Es más, en medio de nuestra zozobra existencial viene realmente bien reencontrarse con ellos para descubrir auténticos textos de crecimiento personal.


Ética para Nicómaco es uno de ellos, es un trabajo revelador sobre cómo alcanzar la felicidad y sobre el lugar que ocupan nuestras relaciones sociales en el día a día. Para Aristóteles, la amistad es un intercambio donde aprender a recibir y a otorgar, pero lejos de concebirse como un sistema de pagos, debemos recordar que “no es noble estar ansioso de recibir favores, porque solo el desgraciado necesita bienhechores, y la amistad es ante todo libertad. El estado más virtuoso del ser”.

Por otro lado, algo que nos explica Aristóteles en esta obra es que hay tres tipos de amistad, los cuales de algún modo, todos nosotros nos habremos encontrado en más de una ocasión.

La amistad interesada
Que las personas nos instrumentalizamos las unas a las otras es algo bien sabido. Algunos lo hacen con más frecuencia, otros no lo conciben y unos pocos entienden la amistad de este modo: “yo inicio una relación de falsa amistad contigo esperando obtener un beneficio”.

Aunque cuando contamos con uno o varios amigos todos esperamos obtener algo a cambio: apoyo, confianza, construir buenos momentos, compartir tiempo de ocio, etc, hay quien utiliza la adulación y la manipulación para obtener dimensiones más elevadas: posición social, reconocimiento…


La amistad que solo busca placer
Este es uno de los tres tipos de amistad que sin duda nos será sobradamente conocido. Es una interacción que suele darse mucho durante la adolescencia y primera juventud. Más adelante, cuando nos volvemos más selectivos, cautos y aplicamos adecuados filtros es común ver venir este tipo de amistad de doble filo.

Ahora bien ¿en qué se diferencia la amistad interesada de aquella que busca placer? En la primera la persona busca obtener un beneficio, ya sean favores, acceso a otras personas, reconocimiento, etc. En el caso de esta segunda dimensión lo que se aspira es simplemente “a pasarlo bien”.

Son personas orientadas a ese hedonismo vacío e intrascendente, ahí donde se busca quedar con los demás para compartir en exclusiva instantes de distensión, de alegre complicidad, de grato bienestar. Así, y en cuanto la otra persona necesita de un apoyo sincero cuando acontece un problema o cuando las cosas se complican, el falso amigo se diluye en la nada como un azucarillo en una taza de café.

La amistad para Aristóteles consiste en querer y procurar el bien del amigo, favoreciendo a su vez nuestra propia realización individual al cuidar de ese vínculo tan especial.

La amistad perfecta
Entre los tres tipos de amistad que definió Aristóteles, existe la ideal, la más sólida, la más excepcional pero aún así posible. Es esa donde más allá de la utilidad o el placer existe un aprecio sincero por el otro por como es. Hay una especie de altruismo en ese vínculo donde no se busca sacar provecho, donde se desea sencillamente, compartir los buenos momentos, la cotidianidad del día a día y ser también esa referencia permanente a la que acudir para recibir apoyo.

Es la amistad basada en la bondad, esa que Aristóteles describió casi como una relación de pareja. Porque al fin y al cabo, los amigos perfectos, los amigos de corazón son muy pocos, son escasos, son esas referencias con las que construir un sentido de intimidad muy profundo, donde esperamos no ser traicionados, donde se atesoran experiencias, recuerdos y promesas que el tiempo ni la distancia podrán destruir.

Para concluir, es muy posible que muchos de nosotros tengamos en estos momentos los tres tipos de amistad descritos por Aristóteles: personas que quieren algo de nosotros, amigos que solo nos buscan para compartir instantes de diversión, y personas excepcionales que está ahí en vientos y mareas. Amigos que no cambiaríamos por nada y que hacen de esta vida un viaje más llevadero a la vez que interesante…

Por Valeria Sabater
 
Amistad, la familia que uno elige

Dicen por ahí que los amigos son la familia que uno elige. Y es que no pretendo hablar de cualquier amistad, sino de La Amistad. Con mayúsculas. Ese vínculo tan fuerte como pocos, fruto de la casualidad de encontrarnos en la vida. Ese amor que no duele, ni aprieta y sabe estar cerca a kilómetros de distancia.

“La amistad multiplica las alegrías y divide las angustias”

El DRAE define la amistad como “Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. Y reconozco que me sorprende y fascina esta definición a partes iguales. Siglos de historia han situado las relaciones de consanguinidad como las más estables, incondicionales y afectuosas… descuidando en parte la importancia global de la amistad.

“Un amigo es aquel que sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere”

-Elbert Hubbard-

La importancia de la amistad
Los amigos suponen un punto de apoyo desde la infancia. Nos permiten aprender valores, experimentar distintos roles y descubrir quiénes queremos ser. Nos ayudan a construir nuestra identidad, a desarrollar la empatía y a sentirnos parte de un grupo.

El concepto de amistad es personal y, por tanto, parcialmente subjetivo. Lo que esperamos de este vínculo cambia con el tiempo, la experiencia y las circunstancias. Conforme vamos madurando, nos volvemos más selectivos, buscamos más la calidad que la cantidad y tenemos más claros los rasgos que definen a una amistad verdadera (o al menos a aquella de la que nos queremos rodear).


Además, los amigos y amigas nos permiten descubrir y desarrollar distintas facetas de nosotros mismos. Nos ayudan a tener una autoestima saludable y provocan emociones positivas que permiten una mayor estabilidad psicológica. Podríamos decir, por tanto, que de alguna manera la amistad nos protege, cuida y fortalece.

“Un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano”.

Características de la verdadera amistad
Ya sea porque no hemos tenido ocasión de disfrutar de una amistad verdadera o porque nos encontramos en un momento de confusión vital, a veces nos cuesta distinguir entre conocidos, compañeros, colegas y amigos. Estos son algunos rasgos que definen a una amistad verdadera.

  • Confianza e incondicionalidad: es esa persona en la que puedes confiar. Con la que puedes ser tú sin filtros, de manera sincera y transparente. Es una relación basada en la certeza de poder confiar absolutamente en la otra persona. Tanto cuando las cosas nos van bien como cuando las cosas nos van mal, los amigos nos acompañan y transmiten su apoyo. Sabes que te van a decir la verdad, aun cuando no sea lo que quieres oír.
  • Reciprocidad: la amistad es un vínculo compartido en el que existe una bidireccionalidad en lo que a comunicación, acciones, sentimientos e interés se refiere. Es normal que haya etapas en las que, por algún motivo, descuidemos esta bidireccionalidad. Cuando esto pasa es importante empatizar, aprender y rectificar. Todos podemos equivocarnos. Los amigos de verdad perdonan y nos enseñan también a ser mejores amigos.
  • Buenos deseos: un amigo se alegra cuando las cosas te van bien, celebra tus éxitos y se siente feliz por tu felicidad. No hay cabida para la envidia o el egoísmo: un buen amigo está a tu lado de manera desinteresada.
  • Motivación por compartir tiempo y experiencias: deseas compartir tiempo, vivir nuevas experiencias y generar nuevas anécdotas que fortalezcan el vínculo. Además, no importa el tiempo que pase y los kilómetros que haya de por medio: cuando una amistad es verdadera, la complicidad permanece intacta.
  • Libertad: la amistad no genera sentimientos de opresión. Te permite ser tú mismo y se basa en el respeto. Te hace sentir más libre y mejor persona. No te hace sentirte utilizado ni te intenta manipular. No te exige un tiempo ni busca hacer de ti alguien que no eres. Los amigos de verdad te invitan a pensar, te ofrecen un espacio libre de juicios y te dejan respirar.

“Quien tiene un amigo, tiene un tesoro”
La amistad no se encuentra en cualquier persona. Hay muchas personas que vienen y van. Pero a veces, en el momento menos pensado, salta una chispa y se crea esa conexión: algo especial, importante y duradero. Esto no pasa muchas veces en la vida. Por eso, si tienes una de estas Amistades (con mayúscula), cuídala. No la des por hecho. Riégala con paciencia, sinceridad, cariño y atención.

“Si queréis formar un juicio acerca de un hombre, observad quienes son sus amigos”

Las personas importantes marcan nuestras vidas. Así que si tienes la suerte de disfrutar de una amistad así, eres una persona infinitamente afortunada. Tienes un vínculo mágico entre las manos, algo auténtico e incondicional. Tienes una hermana, un tío para tu hijo, o un compañero para siempre. Y es que, si cuentas con una amistad de verdad, además de un bien preciado, tienes otra razón para brillar.

“Caminar con un amigo en la oscuridad es mejor que caminar sólo en la luz”
-Gotham-

Por Ana Gorrochategui
 
su***dio: factores de riesgo y factores de protección

¿Por qué el su***dio se ha convertido en un tema olvidado del que nadie habla? ¿De qué manera se ha convertido en un tabú? Si queremos poner solución a un problema, el primer paso es aunar suficiente información sobre el mismo. De lo contrario, la solución que pongamos no resultará eficaz y los esfuerzos no habrán servido para nada.

Por eso, es importante identificar los factores de riesgo que están asociados a la conducta suicida, tanto a nivel individual como a nivel ambiental. Igual de importante es identificar los factores de protección que pueden ayudar a evitarla o reducirla. De esta manera será más fácil saber qué es lo que está ocurriendo y qué podemos hacer al respecto.


El su***dio: uno de los problemas sociales más graves
Según la OMS, el su***dio está entre las primeras quince causas de muerte a nivel mundial y es la primera causa de muerte violenta. España, aunque no está entre los países con tasas más altas de su***dio, la tendencia es creciente.

Se estima que en nuestro país se suicidan nueve personas cada día. Esto supone un problema de salud pública prioritario, ya que más de un millón de personas se suicidan al año en todo el mundo. Estas cifras van en aumento en los últimos años y, además, se estima que van a seguir creciendo próximamente.

Las consecuencias que esto tiene sobre la calidad de vida de la población no son pocas. Principalmente por el impacto psicológico y social que recae sobre las personas más cercanas. Estas se ven profundamente afectadas a nivel emocional, social y económico.

Es por eso que se considera cada vez más importante estudiar e identificar los factores asociados a esta conducta para poder llevar a cabo programas de prevención e intervención. Sobresale de forma especial si analizamos las causas de fallecimiento en la población adolescente, ya que el su***dio es una de las tres principales causas de muerte entre los jóvenes de 15 a 24 años.

¿Qué podemos hacer para prevenir la conducta suicida?
Si se quieren poner en marcha medidas preventivas en relación al su***dio, lo primero que debe hacerse es estudiar cuáles son los factores de riesgo y de protección. Identificarlas nos puede dar pistas sobre cómo y cuándo se debe intervenir. Aún así, no todo el peso recae sobre dichos factores. También influye de manera importante cómo es el paciente, en qué situación de su vida se encuentra y qué eventos vitales estresantes puede desencadenar la conducta suicida.

Los trastornos mentales se consideran uno de los factores de riesgo más importantes y prevalentes en cuanto al su***dio. Es por eso que se le ha dedicado especial atención a este aspecto en muchos estudios que se han llevado a cabo a lo largo del tiempo sobre este tema. Entre dichos trastornos destacan el transtorno bipolar, la depresión y los trastornos psicóticos (ej. la esquizofrenia). En cuanto a otros factores de riesgo, se podrían destacar:

  • Intentos previos de su***dio.
  • Historia familiar de conducta suicida.
  • Eventos vitales estresantes: divorcio, dificultades económicas, etc.
  • Apoyo socio-familiar inadecuado o inexistente.
  • Etc.
A pesar de lo anteriormente dicho, no hay que olvidar que también existen factores de protección. Los factores de protección se definen como aquellos factores que disminuyen la probabilidad de que se lleve a cabo el su***dio aún cuando están presentes varios factores de riesgo. Dentro de estos factores de protección se encuentran:

  • Habilidad para las relaciones sociales.
  • Confianza en uno mismo.
  • Tener hijos.
  • Apoyo sociofamiliar de calidad.
  • Etc.
Una buena opción para prevenir el su***dio
Podemos concluir que el su***dio es algo más que un conjunto de factores individuales. Así, un transtorno mental no lo provoca por sí mismo, el entorno también tiene mucho que ver en ello.

Del mismo modo, existen factores de protección tanto a nivel personal como a nivel ambiental. Esto siempre es positivo. Cuantos más factores de protección se den en una persona con cierto riesgo de llevar a cabo una conducta suicida, más fácil resultará intervenir o prevenir en esa persona.

Todo lo anterior abre el camino para la que la tendencia actual se invierta. Por lo tanto, una buena opción sería diseñar programas de prevención dirigidos a personas que, por su situación, encajan en el perfil. Todo ello sin olvidar potenciar los factores de protección que ya existan, por escasos que sean.


Por Judith Francisco
 
Cómo enfrentarnos al divorcio en la madurez

Muchas personas se ven obligadas a afrontar un divorcio en la madurez, en un momento de la vida muy importante. La madurez es una etapa de transición en la que nos encontramos alcanzando la plenitud vital, pero sin haber llegado a la vejez.

Las responsabilidades ya no son tan pronunciadas como antes, ya que los hijos -para algunos- ya tienen una edad y podemos disfrutar más de un cierto equilibrio entre nuestra vida y nuestro trabajo. Un equilibrio que puede ser roto por un acontecimiento trascendental, como puede ser el divorcio.


Pero, ¿en qué franja de edad nos encontramos cuando hablamos de madurez? Nos referimos a las edades comprendidas entre los 45 años y los 65, como muchos teóricos señalan. Una etapa donde ya se ha vivido mucho, pero en la que nos queda probablemente otro tanto.

Cuando dos personas dejan de reírse juntos, es momento de coger caminos separados.

Es una etapa en la que se supone que está todo “en orden“. Somos adultos, hemos alcanzado muchas de nuestras metas y tenemos cierta estabilidad laboral, familiar, social, etc. Hasta que aparece la palabra “divorcio” y esa estabilidad se viene abajo de forma repentina.

Uno podría pensar que los divorcios en la madurez son escasos, pero no es así. Tenemos más tiempo para compartir con nuestra pareja, gozamos de una vida más relajada… ¿Qué es lo que falla entonces? ¿Por qué ese disfrute no es bien acogido y empiezan a surgir discusiones y problemas que antes no nos afectaban tanto?


Esto es debido a lo sumergidos que hemos estado en nuestras responsabilidades con respecto a nuestro trabajo o nuestros hijos. Hemos dejado de lado a nuestra pareja, hemos priorizado otras cosas y ahora esto se viene abajo porque no hay ninguna columna que sustente la relación.

De repente, nos encontramos al lado de una persona extraña. Ha pasado mucho tiempo y es ahora cuando somos conscientes de lo mucho que ha cambiado nuestra relación. ¿Lo peor? Dar vuelta atrás es ahora un imposible.

La rutina es la primera causa de divorcio en cualquier relación

Mi pareja quiere divorciarse, ¿qué puedo hacer?
Lo primero que nos debemos preguntar son los motivos por los que nuestra pareja puede querer divorciarse. ¿Ha habido alguna infidelidadd de por medio? ¿Hemos dejado algún problema del pasado sin resolver? Es importante que reflexionemos sobre aquello que no hemos solventado porque puede que aún estemos a tiempo de evitar el divorcio, si es lo que en realidad queremos.

En caso de que la relación esté tan minada que no tengamos más alternativa que el divorcio en la madurez, debemos aprender a llevarlo de la mejor manera. Rebelarnos contra esta situación o intentar que nuestra pareja desista, no nos hará ningún bien. Así que el primer paso será aceptar esta nueva etapa de nuestra vida, que no tiene que ser del todo negativa.

Ambos debemos esforzaros por llevar el divorcio de la manera más amistosa posible y, para eso, debemos hablar. ¿Qué ha pasado? ¿En qué nos hemos equivocado? Estas preguntas nos permitirán aprender de los errores y aciertos que hubo en nuestra relación.

Fuimos compañeros de vida durante mucho tiempo, este no es el mejor momento para recriminaciones, sino para hablar.

La crisis del divorcio en la madurez
Cuando nos adentramos en los 40, somos más susceptibles a caer en determinadas “crisis”, como la denominada "crisis de los 40". Además, los estudios nos dicen que si en los 40 tenemos que afrontar un divorcio que no hemos decidido nosotros, la crisis tiene más probabilidades de producirse.

Afrontar el divorcio con serenidad nos permitirá aprender. Ambos hemos cometido errores y ambos podemos aprender de ellos. ¿Qué hago si me sigue resultando difícil? Entonces, debemos tener en cuenta algunos consejos que nos podrían ayudar:
  • El objetivo es pasar por el divorcio de la forma más pacífica posible.
  • Es necesario que trabajes en la autorregulación de las emociones.
  • Rodéate de personas de confianza que te brinden apoyo emocional.
  • Si te cuesta mucho mantener la calma y la situación se te hace imposible de sobrellevar, buscar ayuda profesional será tu mejor opción.
  • Empieza a realizar actividades, como puede ser un deporte, que rompa la rutina y te resulte placentera. Esto ayudará a tu autoestima.
Todos estos consejos nos permitirán pasar por el divorcio de una forma mucho menos agresiva, aunque esto no significa que vaya a ser fácil. Es una experiencia más, algo que nos permitirá conocernos mejor a nosotros mismos y seguir creciendo como personas.

Afrontemos el divorcio en la madurez de la manera más madura posible. Puede ser una maravillosa oportunidad de abrirnos camino a un nuevo mundo, lleno de experiencias nuevas.

Por Raquel Lemos Rodríguez
 
Lo que satisface al alma es la verdad

Decir una mentira o no decir la verdad para no hacer daño a una persona o para ocultar una realidad, es algo que nos ha sucedido a todos a lo largo de nuestra vida. Tememos hacer daño a alguien, nos avergüenza lo que otros puedan pensar y rehusamos mostrar nuestros sentimientos.

Pero cuando no decimos la verdad o no decimos toda la verdad, algo en nuestro interior se retuerce, nos recuerda que no estamos siendo honestos con nosotros mismos, sentimos que algo falla. Quizás es igual de negativo mentir como no decir la verdad. A veces ocultamos nuestra edad real, o nuestro nivel en un idioma, o en aspectos más importantes como nuestros sentimientos.


“La verdad se vive, no se enseña.”
-Hermann Hesse-

El miedo a decir la verdad
Muchas veces tememos decir la verdad por el miedo a los que otros puedan pensar, pero ese motivo nos puede llegar a hundir en una realidad que no es la nuestra, nos puede convertir en una persona que no somos realmente.

La honestidad, es una de las características básicas para relacionarse con otras personas y es fundamental cuidarla y respetarla, que nos distinga y nos acompañe en todos nuestros actos y palabras.

No debemos olvidar que el miedo es una emoción que nos previene frente a una situación potencialmente peligrosa, pero como toda emoción puede ser gestionada y controlada por nosotros mismos. Los neurocientíficos se han preguntado si el miedo es simplemente un mecanismo de defensa frente a alarmas psicosociales, que nos impulsa a olvidad y a ocultar lo que sabemos que es verdad.

La valentía necesaria para decir la verdad
Decir la verdad es realmente un acto de valentía en algunas ocasiones, es hablar con el corazón y decir lo que realmente pensamos, no escondernos bajo falsas apariencias. Ser valiente significa mirar a otra persona a los ojos y decirle que la queremos, o que ya no la queremos, lograr que nuestra alma y nuestro corazón latan al mismo tiempo ante unas palabras que surgen desde lo más profundo de nuestro ser.

“La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.”
-Marco Tulio Cicerón-

Cuando decimos la verdad nos desnudamos ante otros, nos mostramos tal y como somos y eso puede dar miedo, pero no es posible ocultarse durante mucho tiempo bajo capas falsas, bajo apariencias inventadas.

Si te equivocas pide perdón
Todos hemos cometido errores a lo largo de nuestra vida al intentar proteger a otra persona, por ejemplo, y hemos ocultado la verdad, pero de alguna forma, la verdad siempre se acaba conociendo y nuestro error se sabrá. En esos casos, pide perdón, sé honesto y lograrás sentirte reconfortado y valorado.


Equivocarse es humano, se hace sin intención, y lo único que debemos lograr es aprender la lección y evitar que ocurra de nuevo. Se trata de reflexionar sobre lo ocurrido y ser honestos con nosotros mismos y con los demás.

Por qué mentimos
Por lo general las personas mentimos por tres razones, para adaptarnos a un ambiente hostil, para evitar castigos y para conseguir premios o ganar algo. Por ejemplo, a veces hay personas que mienten sobre alguna habilidad profesional para conseguir un trabajo, por lo que se miente para lograr un premio, otras veces, las personas mienten cuando se sienten atacadas, para lograr ser aceptadas.

“La verdad existe Sólo se inventa la mentira.”
-Georges Braque-

Los beneficios de decir la verdad
Un estudio realizado por investigadores de la Universidad americana de Notre Dame puso de manifiesto que la media de mentiras que verbalizaban los americanos por semana es de 11 mentiras. Durante 10 semanas analizaron las respuestas de 110 personas ante ciertas situaciones.

La mitad de las personas fueron entrenadas para decir menos mentiras, y ese grupo fue el que, según la profesora de psicología Anita E. Kelly, presentó mejoras en su salud. Estas mejoras consistieron en una menor tensión y un número de cefaleas y dolores de garganta también inferiores.

No debemos olvidar que las mentiras tienen una relación directa con la autoestima. Mentimos cuando nuestro ego se ve amenazado o cuando queremos sacar provecho de una situación. En este contexto la mentira es un mecanismo de defensa, un arma para la supervivencia. Pero en todos los casos, hay que diferenciar quienes sienten culpa y remordimiento y quienes no sienten nada y acaban creyendo en su propio engaño.

La verdad siempre sale a la luz
No debemos olvidar que lo que ocultamos, lo que no decimos, siempre saldrá a la luz de una forma o de otra. La verdad siempre encuentra un camino para hacerse real, para manifestarse, porque es la verdad la que satisface al alma, la que la enaltece y la hace ser libre.


“La persona que no está en paz consigo misma, será una persona en guerra con el mundo entero.”
-Mahatma Gandhi-

Por Arantxa Alvaro Fariñas
 
En el reino de la hipocresía, la sinceridad es la gran incomprendida

En los territorios donde cabalga la mentira vestida de dulce hipocresía, la sinceridad es siempre la gran incomprendida. Es como si comunicar con transparencia fuera un delito, una osadía para quien se quita las armaduras y, con educado respeto, es capaz de ir con el corazón por delante y con la verdad en su boca.

No es fácil. En la actualidad son muchos los sociólogos y analistas que definen a una buena parte de la población como entidades pasivas, como meros testigos de lo que acontece en ese mundo que se enmarca en un televisor. La hipocresía reina en muchas de nuestras esferas políticas, en ciertos escenarios laborales e incluso en la intimidad de algunas de nuestras casas, sin que reaccionemos ante ella.


“Cuando la mala persona aparenta nobleza, es cuando emerge lo peor de sí”
-Publilio Siro-

Hay quien opta por el silencio y por esa supuesta pasividad por simple y absoluto cansancio. Porque ya sabemos “de qué pie cojea” ese familiar, ese directivo o ese compañero de trabajo. Sabemos que abundan en exceso aquellos que defienden la igualdad, pero que en su interior desprecian en secreto que otros tengan sus mismos derechos, sus mismas oportunidades.

Sin temor a equivocarnos, podríamos decir que hay una dimensión mucho más tosca, oscura y peliaguda que la propia mentira: la hipocresía. Es nada más y nada menos que una falta de honestidad muy sibilina, ahí donde uno esconde la propia personalidad mientras se exhibe una nobleza moral intachable.

Puesto que estamos seguros de que conoces a más de un persona con dichas características, te proponemos ahondar en el tema para disponer de más estrategias para actuar ante ellas.

Normalizamos la hipocresía casi sin darnos cuenta
De niños los adultos nos enseñan que la verdad es buena y que mentir es una costumbre que es mejor no adquirir. Nos inician en una práctica de la que tarde o temprano descubrimos sinuosos recovecos, afinados matices. Tal y como nos explicó Lawrence Kohlberg en su teoría sobre el desarrollo moral, es en la segunda etapa, en la llamada “moral convencional”, cuando en el niño de entre 10 y 13 años desarrolla ya un inicio de conciencia sobre el sentido de la justicia, descubriendo además cómo los adultos pueden caer en sus propias contradicciones.


Nos exigen sinceridad, pero son muchos los que se ofenden si decimos la verdad. Poco a poco llegamos a unas situaciones en las que nos preguntamos qué puede ser mejor: ofender con la sinceridad o mentir por simple educación. Tarde o temprano asumimos que la hipocresía reina e impera, y que con ella, se construye una falsa convivencia; una convivencia donde exhibir gloriosos principios morales y bellas ideologías bajo las cuales, a menudo, se esconde la cobardía o la simple despreocupación por los demás.

La hipocresía está plenamente institucionalizada en nuestra sociedad, la hemos normalizado. Sin embargo, y aquí llega el dato curioso, la mayoría tenemos un radar siempre actualizado que sabe detectarla. La vemos en nuestros políticos, en alguno de nuestros familiares o compañeros de trabajo y sin embargo no reaccionamos ante ella. De algún modo, somos conscientes de que es una batalla casi perdida: es una tarea difícil cambiar a quien ni tan siquiera es honesto consigo mismo.

A la falsedad se la supera siendo siempre auténticos
Hay varios tipos de hipocresía. Están los que exhiben grandes atributos para esconder oscuros principios morales: el racismo, el machismo, una mente retrógrada. Sin embargo, el tipo de falsedad que más abunda es la de esa persona que busca encajar, ser aceptado e incluso alabado. Por ello, no dudará en defender hoy el color rojo y mañana el color verde y al otro el azul, dependiendo siempre de en qué escenario se mueva.


“La única cosa peor que un mentiroso, es un mentiroso que también es hipócrita”
-Tennessee Williams-

Estar orientados en todo momento por la opinión de los demás vulnera nuestra autoestima y evita que practiquemos, por ejemplo, esa autoevaluación con la cual, vivir siempre de acuerdo a nuestros propios valores a pesar de que a los demás, no les agraden.

Veamos ahora cómo deberíamos actuar ante esas personas habituadas a vivir en el reino de la hipocresía.

Cómo reaccionar frente a la hipocresía
A la hipocresía no se la vence, se la encara. Tal y como hemos señalado con anterioridad, cambiar al hipócrita es una batalla perdida, pero lo que sí podemos hacer es dar ejemplo, ser auténticos y desactivar la influencia que puedan tener sobre nosotros.




    • Recuerda en todo momento que las únicas expectativas a las que debes obedecer son a las tuyas propias. Lo que el hipócrita te recomiende con su falsa vara de medir tiene menos importancia que el polvo que se acumula en las estanterías de tu hogar.



    • Los hipócritas siempre caen en sus propias contradicciones. Cuando las veas, no las ataques, ni inicies discusiones con ellos: te darán mil argumentos para justificarse. Limítate solo a señalar su contradicción, algo corto y firme.



    • Si estás obligado a tratar cada día con una persona hipócrita, ten en cuenta que intentará sabotearte muy a menudo. Calificará tus actuaciones y te etiquetará. Si para esa persona eres un espejo en el que ve lo que no le gusta, una de las opciones que tendrá para terminar con su malestar será acabar con el espejo, o sea, contigo.
Mantén siempre un diálogo interno contigo mismo para recordar quién eres, cuáles son tus valores y cuáles tus grandezas. Lo que diga, haga o piense el hipócrita no vale ni cuenta en tu vida. Solo es aire, solo es el aliento de una marioneta algo cobarde que ha hecho de la falsedad su reino de naipes.

Tarde o temprano, caerá.

Por Valeria Sabater

 
La verdad triunfa sobre sí misma, la mentira necesita complicidad

Seguramente, todos hayamos vivido situaciones de las que no sabemos muy bien cómo salir. La verdad es que cada uno de los caminos lleva consigo alguna dificultad, especialmente cuando somos nosotros mismos quienes nos hemos llevado hasta allí.

Mentir, en ocasiones, parece la mejor respuesta, porque es la más fácil a corto plazo. Sin embargo, mentir es entrar en un callejón que tiene muchas desviaciones, pero ninguna salida, y lo más probable es que nos acabemos perdiendo en él.


Mentir traiciona y nos traiciona
Si bien la mentira sobre algún tema de nuestra vida nos puede parecer lo más apetitoso en algún momento, lo que nos hará sentir más relajados, a la larga, es el ir con la verdad por delante. Ya sea porque nos avergoncemos de algo, o porque seamos conscientes de habernos equivocado, lo mejor es ser sinceros con los demás, pues de lo contrario también los estaremos traicionando a nosotros mismos.

Hemos de ser conscientes de que no somos perfectos y, por lo tanto, estamos en nuestro derecho de equivocarnos; pero, está demostrado que la mentira cae por su propio peso, mientras que la verdad se sostiene por sí misma. En este sentido, hay que ser consecuentes con nuestros propios actos, aceptar aquello que hemos hecho mal y, por lo tanto, ponernos en el lugar de aquellos a quienes hemos hecho daño.

“La verdad anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua”
-Miguel de Cervantes Saavedra-

Contar la verdad, en un principio, puede ser lo más doloroso, pero a la larga hará que tanto nosotros como aquellos a quienes hemos afectado valoren nuestro esfuerzo. Y eso también nos ayudará a respetarnos y perdonarnos a nosotros mismos.

La mentira es un hoyo lleno de abismos
Cuando somos sinceros, lo que hay a nuestro alrededor se sostiene por sí mismo: somos conscientes de lo positivo y lo negativo que hay entre nosotros. Las personas que se alejan de nuestro mundo es porque, de una forma u otra no encajan en él, y eso significa que no estábamos hechos para compartir; que de algún modo no éramos compatibles.

Quizá se nos haga duro el que algunas personas no se sientan atraídas por aquello que podemos darles, pero eso nos hace darnos cuenta de que quienes están nos valoran por aquello que verdaderamente somos. ¿Y no es eso motivo para estar orgullosos de nosotros mismos?

“El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”
-Alexander Pope-
https://twitter.com/intent/tweet?te...riunfa-misma-la-mentira-necesita-complicidad/

Mark Twain decía que “si dices la verdad, no tendrás que acordarte de nada”. Y es cierto que, el hecho de ser sinceros es la mejor medicina para estar relajados y a gusto con la vida. De lo contrario, nuestro día a día se convertiría en una tensión constante por mantener, de una u otra forma, aquello que no somos.

A la larga, la verdad es el camino más fácil
Nada se compara a la satisfacción de haber dicho la verdad: puede que el trago haya sido malo en un principio, y que incluso nos hayan llovido críticas por aquello que hayamos hecho, pero la paz que la verdad siembra no es comparable al espejismo que la mentira dibuja. Ser sinceros con los demás nos ayuda a madurar y a valorarnos como personas, porque es de valientes.

Por eso, aunque parezca lo más complicado de asumir en un principio, es la mejor decisión. A la larga nos hará el camino mucho más fácil que la mentira, que solo se alimentará de sí misma para enredar todo lo que haya a su alrededor.

La confianza que los demás tenían en nosotros puede volver a ganarse si nos rodeamos de verdad, porque los cimientos de esta son mucho más fuerte que los de la mentira, que solo se sostienen en apariencia. Si hacemos todo lo posible por ser honestos y sinceros, también lo estaremos siendo con nosotros mismos. Consecuentemente, los demás también nos valorarán por ello.

Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”
-Friedrich W. Nieztsche-

Por Cristina Medina Gomez
 
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