Ahora que habláis de zurullos y demás... Recuerdo cuando iba al colegio, estábamos una mañana esperando a que viniera la profesora. Doña Esther. Entró, miró algo que había en el suelo, dejó sus libros encima de la mesa y salió. Volvió de inmediato con el director que recogió lo que había en el suelo y lo tiró a la papelera. Y empezó a preguntar quién había sido. Yo no sabía ni de qué hablaba. Nos pasamos unos cuantos recreos castigados porque a un compañero se le había ocurrido tirar sus gayumbos cagados en medio de mi clase. No valió de nada ser chica.