«Soy Néstor y estoy embarazado de 40 semanas»

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«Soy Néstor y estoy embarazado de 40 semanas»

Casado desde 2016, alaba la metamorfosis social de los últimos años y ve la ‘ley Trans’ como una etapa más, aunque no es partidario de generalizar, porque «muchos no quieren transicionar»​

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Érika Montañés
Actualizado:21/02/2021 13:44h

La historia de Esther Román y su mujer, Juani Bermejo-Vega, se convirtió en viral cuando Esther contó que estaba embarazado. Al coger el teléfono, en plena pandemia y a muy pocos días de traer al mundo un bebé, reclama su nombre: Néstor. «Es agotador que tu existencia se convierta en objeto de debate», reprocha este diseñador gráfico, algo cansado de las preguntas reiterativas. Aunque él y su mujer, casados desde 2016, se saben poco convencionales.

Esther nació niña y ahora es un hombre que pasa los 33 años y que dice, con completa seguridad y sorpresa para algunos que escuchan: «Soy Néstor y estoy embarazado de 40 semanas». Juani nació niño y con un nombre distinto al que tiene ahora. Es doctora en Física, profesora de Computación Cuántica en la Universidad de Granada. Siempre fue mujer, pero no mudó de nombre hasta que no se supo mujer. Esta pareja de treinteañeros van a ser papás.

Antes de este alumbramiento que les llena de alegría, Néstor no evade en el relato algún que otro paso en falso, episodios de incomprensión, de ‘bullying’ escolar, de acoso y ofensas escondidos en un cajón y que en este momento feliz de sus vidas no desearían volver a abrir. Firmes defensores de la teoría ‘queer’, de que al mundo se traen ‘hijes’ sin una categoría sexual que inscriba al bebé como niño o niña (por lo que ridiculizan la pregunta del periodista), hacen gala de un único mandamiento: el amor que se profesan estos extremeños desde hace más de 15 años.

El debate de la 'ley Trans'​

La política ha querido poner en primera línea de debate algunos de los problemas que atraviesan las personas transexuales. Se debate la ‘ley Trans’ que ha diseñado no exenta de mucha polémica el Ministerio de Igualdad de Irene Montero, y aunque ellos dicen no alinearse con el cien por cien de los puntos de la norma, también se alegran de que la sociedad haya dado pasos de gigante para aceptar sus vivencias internas. Y creen que esa ley puede ser la etapa siguiente. Prueba de esa metamorfosis social es Néstor, con quien habla ABC: nació en el pueblo pacense de Villanueva de la Serena. «No es verdad lo que se dice del mundo rural. Ellos me aceptan como soy, me acogen, ahora me siento como en casa», declara. Pero, lamenta, «de niña, me comí mucho por mi apariencia. Me costaba socializar, no tenía claro qué era ni qué debía sentir. Sufría el acoso de quienes van a por el friki. Pero te sorprendería ahora mi experiencia en el pueblo: ha habiado un avance social muy fuerte, también con los gais, lesbianas... ahora veo a los chavales de 14 años y me dan cierta envidia. Me digo: ‘Ojalá nadie tenga que volver a pasar por lo que pasamos’», dice.

Penetra: «No tienes referentes, te sientes perdido. Lo reprimes, te destrozan la autoestima, te ocultas y te niegas. Va algo mal en esta dirección, te repites, no sabes qué camino tomar». La dureza de un proceso jalonado de dudas traspasa.
Néstor conoció a Juani en la Universidad de Salamanca. Han pasado por Francia, Alemania y Madrid. «La cosa evolucionó en Berlín, comencé a relacionarme con gente LGTB. Por entonces me consideraba bisexual. Me animaron a explorar en mi personalidad, mi pareja también dudaba, pensaba que era gai. No me he querido forzar en ningún aspecto. Tu identidad es un logro que tienes que ir viviendo tú solo». En Alemania encontraron una sociedad que reivindica la identidad de género sin trabas; se casaron. Se trasladaron a la ciudad nazarí y ha formado una familia con su Juani, la mujer que lo inseminó, y el bebé que está a punto de venir al mundo. Lo mejor, con Néstor, es dejarle hablar. Se expresa derribando florituras que el interlocutor se va construyendo mentalmente: «Siempre quisimos tener descendencia. La pregunta habitual y compleja para mí es si tendré niño o niña. Lo único que deseo ahora mismo es tenerlo en brazos. Quiero sobrevivir; no me importa mucho lo otro. Deseo criarle sin estereotipos y, como soy autónomo, poder hacerlo con la baja oportuna. Porque la verdadera critica al siestema es que el sistema de ayudas está roto». Las demás zancadillas no le importan demasiado.

La ‘ley Trans’ acepta que las personas transgénero hagan uso de las técnica de reproducción asistida y el aborto dentro del Sistema Nacional de Salud, sin que tengan que recurrir a pagos clandestinos o estratosféricos. Néstor prefiere no abordar este punto. «Sobre lo del s*x* biológico, quiero dejar claro que no soy un experto en este tema en absoluto. Si tuviera que dar una opinión, creo que existen diferencias sexuales, pero que no son tan binarias como hombre y mujer y que por mucho que se quieran definir los ‘montoncitos’ 1 y 2, siempre va a quedar gente fuera. Para eso recomiendo las charlas de Isabel López Calderón, que explica de forma muy interesante la biología del s*x*. Sobre el género, yo no soy particularmente fan de su existencia ni creo que esté particularmente ligado a la biología. No tengo grandes explicaciones teóricas de por qué soy trans. Prefiero dejarle eso a gente que estudie antropología. Yo solo sé que quiero transicionar para poder vivir en paz». Continúa: «No tengo estudios de antropología ni biología ni neurología. Las preguntas que nos hace todo el mundo me resultan difíciles», se abre con toda sinceridad ante los interrogantes que solo pretenden acercar su realidad al entendimiento de la población que se resiste, de algún modo.

Prejuicios​

Existen muchos prejuicios en torno a los trans. Néstor lo acepta. Les costó un largo trayecto vital tener claro lo que sentían, y en Alemania, un psiquiatra les diagnosticó disforia de género, un trámite que ahora el borrador de la ley de Igualdad elimina como un requisito imprescindible y que facultaría la hormonación de los menores de 16 y 17 años a espaldas de sus padres. Néstor no se moja. Perdió joven a su madre. Invita a reflexionar sobre lo que necesita cada sujeto y no generalizar. Por ejemplo, a ella no le importa tanto que se le mente como Esther, el nombre con el que nació; pero sí a su pareja, la cacereña Juani, que ni lo menta.

La gente trans tiene una relación complicada con su nombre de nacimiento en ocasiones, por lo que saludan el cambio registral que permite la ‘ley Trans’ sin necesidad de permiso paterno. El padre de Néstor aún la llama Esther.

«Quiero decidir y tener la ventana de oportunidades que tiene cualquiera»​

Quedarse embarazado en plena pandemia, huyendo por obligación de los abrazos de la familia y las amistades, se le ha hecho muy cuesta arriba a Néstor. Al hacerlo público en las redes sociales, le llovieron abrazos y golpes virtuales casi por igual. «Mi mujer, investigadora, ha tenido algunos problemas y le han acusado de manera casi obsesiva de haber conseguido su beca Marie Curie por ‘discriminación positiva’, cuando obedece a un concurso de méritos», se duele. «La sociedad no tiene por qué compartirlo, pero sí aceptar al prójimo, se trata de empatía básica. Bastaría con un ‘voy a entenderlo, no voy a reírme de ello’», relata.

«Quiero decidir por mí mismo y tener las oportunidades que tienen la personas cisgénero, nada más y nada menos», acuchilla conciencias , pero no se intuye un atisbo de rencor.

 
Enhorabuena, espero que críen a esa persona que traen al mundo con muchos valores, buena educación y amor. Yo respeto que cada cual se vista como quiera, de sienta del s*x* que quiera y se vaya a la cama con quien quiera. Total, a mi no me afecta en nada. Al final todas las personas queremos lo mismo. Vivir en paz y respeto. Pero este lenguaje inclusivo, todas estas etiquetas, queer, binario, no binario, cisgenero, me aburre ya bastante. Es ver un texto así y mi mente desconecta. Paz y amor hermanos.
 
Estoy de acuerdo con comentarios anteriores que les desean lo mejor y dicen que no les afecta en nada. A mí tampoco.

El bullying me parece atroz y terrible a todos los niveles, más aún a niños o personas muy jóvenes que pueden sentirse muy perdidas.

Ojalá tengan todo lo más fácil posible en la vida, sobre todo la criatura.

Creo que el tema de género puede ser todo un mundo, y más para quien vive esa disforia, aunque me resulta chocante e incoherente no sentirse mujer ni querer ser mujer... pero sin embargo aprovechar lo bueno cuando me conviene, como es quedarme embarazada.

Si una no quiere ser mujer, o uno no quiere ser mujer, el embarazo no debería ser ni una posibilidad siquiera, porque es algo que exclusivamente podemos hacer las que somos biológicamente mujeres.
 

«Soy Néstor y estoy embarazado de 40 semanas»

Casado desde 2016, alaba la metamorfosis social de los últimos años y ve la ‘ley Trans’ como una etapa más, aunque no es partidario de generalizar, porque «muchos no quieren transicionar»​

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Érika Montañés
Actualizado:21/02/2021 13:44h

La historia de Esther Román y su mujer, Juani Bermejo-Vega, se convirtió en viral cuando Esther contó que estaba embarazado. Al coger el teléfono, en plena pandemia y a muy pocos días de traer al mundo un bebé, reclama su nombre: Néstor. «Es agotador que tu existencia se convierta en objeto de debate», reprocha este diseñador gráfico, algo cansado de las preguntas reiterativas. Aunque él y su mujer, casados desde 2016, se saben poco convencionales.

Esther nació niña y ahora es un hombre que pasa los 33 años y que dice, con completa seguridad y sorpresa para algunos que escuchan: «Soy Néstor y estoy embarazado de 40 semanas». Juani nació niño y con un nombre distinto al que tiene ahora. Es doctora en Física, profesora de Computación Cuántica en la Universidad de Granada. Siempre fue mujer, pero no mudó de nombre hasta que no se supo mujer. Esta pareja de treinteañeros van a ser papás.

Antes de este alumbramiento que les llena de alegría, Néstor no evade en el relato algún que otro paso en falso, episodios de incomprensión, de ‘bullying’ escolar, de acoso y ofensas escondidos en un cajón y que en este momento feliz de sus vidas no desearían volver a abrir. Firmes defensores de la teoría ‘queer’, de que al mundo se traen ‘hijes’ sin una categoría sexual que inscriba al bebé como niño o niña (por lo que ridiculizan la pregunta del periodista), hacen gala de un único mandamiento: el amor que se profesan estos extremeños desde hace más de 15 años.

El debate de la 'ley Trans'​

La política ha querido poner en primera línea de debate algunos de los problemas que atraviesan las personas transexuales. Se debate la ‘ley Trans’ que ha diseñado no exenta de mucha polémica el Ministerio de Igualdad de Irene Montero, y aunque ellos dicen no alinearse con el cien por cien de los puntos de la norma, también se alegran de que la sociedad haya dado pasos de gigante para aceptar sus vivencias internas. Y creen que esa ley puede ser la etapa siguiente. Prueba de esa metamorfosis social es Néstor, con quien habla ABC: nació en el pueblo pacense de Villanueva de la Serena. «No es verdad lo que se dice del mundo rural. Ellos me aceptan como soy, me acogen, ahora me siento como en casa», declara. Pero, lamenta, «de niña, me comí mucho por mi apariencia. Me costaba socializar, no tenía claro qué era ni qué debía sentir. Sufría el acoso de quienes van a por el friki. Pero te sorprendería ahora mi experiencia en el pueblo: ha habiado un avance social muy fuerte, también con los gais, lesbianas... ahora veo a los chavales de 14 años y me dan cierta envidia. Me digo: ‘Ojalá nadie tenga que volver a pasar por lo que pasamos’», dice.

Penetra: «No tienes referentes, te sientes perdido. Lo reprimes, te destrozan la autoestima, te ocultas y te niegas. Va algo mal en esta dirección, te repites, no sabes qué camino tomar». La dureza de un proceso jalonado de dudas traspasa.
Néstor conoció a Juani en la Universidad de Salamanca. Han pasado por Francia, Alemania y Madrid. «La cosa evolucionó en Berlín, comencé a relacionarme con gente LGTB. Por entonces me consideraba bisexual. Me animaron a explorar en mi personalidad, mi pareja también dudaba, pensaba que era gai. No me he querido forzar en ningún aspecto. Tu identidad es un logro que tienes que ir viviendo tú solo». En Alemania encontraron una sociedad que reivindica la identidad de género sin trabas; se casaron. Se trasladaron a la ciudad nazarí y ha formado una familia con su Juani, la mujer que lo inseminó, y el bebé que está a punto de venir al mundo. Lo mejor, con Néstor, es dejarle hablar. Se expresa derribando florituras que el interlocutor se va construyendo mentalmente: «Siempre quisimos tener descendencia. La pregunta habitual y compleja para mí es si tendré niño o niña. Lo único que deseo ahora mismo es tenerlo en brazos. Quiero sobrevivir; no me importa mucho lo otro. Deseo criarle sin estereotipos y, como soy autónomo, poder hacerlo con la baja oportuna. Porque la verdadera critica al siestema es que el sistema de ayudas está roto». Las demás zancadillas no le importan demasiado.

La ‘ley Trans’ acepta que las personas transgénero hagan uso de las técnica de reproducción asistida y el aborto dentro del Sistema Nacional de Salud, sin que tengan que recurrir a pagos clandestinos o estratosféricos. Néstor prefiere no abordar este punto. «Sobre lo del s*x* biológico, quiero dejar claro que no soy un experto en este tema en absoluto. Si tuviera que dar una opinión, creo que existen diferencias sexuales, pero que no son tan binarias como hombre y mujer y que por mucho que se quieran definir los ‘montoncitos’ 1 y 2, siempre va a quedar gente fuera. Para eso recomiendo las charlas de Isabel López Calderón, que explica de forma muy interesante la biología del s*x*. Sobre el género, yo no soy particularmente fan de su existencia ni creo que esté particularmente ligado a la biología. No tengo grandes explicaciones teóricas de por qué soy trans. Prefiero dejarle eso a gente que estudie antropología. Yo solo sé que quiero transicionar para poder vivir en paz». Continúa: «No tengo estudios de antropología ni biología ni neurología. Las preguntas que nos hace todo el mundo me resultan difíciles», se abre con toda sinceridad ante los interrogantes que solo pretenden acercar su realidad al entendimiento de la población que se resiste, de algún modo.

Prejuicios​

Existen muchos prejuicios en torno a los trans. Néstor lo acepta. Les costó un largo trayecto vital tener claro lo que sentían, y en Alemania, un psiquiatra les diagnosticó disforia de género, un trámite que ahora el borrador de la ley de Igualdad elimina como un requisito imprescindible y que facultaría la hormonación de los menores de 16 y 17 años a espaldas de sus padres. Néstor no se moja. Perdió joven a su madre. Invita a reflexionar sobre lo que necesita cada sujeto y no generalizar. Por ejemplo, a ella no le importa tanto que se le mente como Esther, el nombre con el que nació; pero sí a su pareja, la cacereña Juani, que ni lo menta.

La gente trans tiene una relación complicada con su nombre de nacimiento en ocasiones, por lo que saludan el cambio registral que permite la ‘ley Trans’ sin necesidad de permiso paterno. El padre de Néstor aún la llama Esther.

«Quiero decidir y tener la ventana de oportunidades que tiene cualquiera»​

Quedarse embarazado en plena pandemia, huyendo por obligación de los abrazos de la familia y las amistades, se le ha hecho muy cuesta arriba a Néstor. Al hacerlo público en las redes sociales, le llovieron abrazos y golpes virtuales casi por igual. «Mi mujer, investigadora, ha tenido algunos problemas y le han acusado de manera casi obsesiva de haber conseguido su beca Marie Curie por ‘discriminación positiva’, cuando obedece a un concurso de méritos», se duele. «La sociedad no tiene por qué compartirlo, pero sí aceptar al prójimo, se trata de empatía básica. Bastaría con un ‘voy a entenderlo, no voy a reírme de ello’», relata.

«Quiero decidir por mí mismo y tener las oportunidades que tienen la personas cisgénero, nada más y nada menos», acuchilla conciencias , pero no se intuye un atisbo de rencor.

Personalmente le deseo lo mejor. un feliz alumbramiento y el mejor de los éxitos para el y su bebé.-
 
Que les salga todo bien y que el bebé nazca sano. No entiendo bien la necesidad que tenemos de meternos en la vida de los demás ni que alguien sienta la necesidad de dar explicaciones sobre un tema que al resto del mundo no nos afecta.

Lo único que le interesa a la sociedad, al estado o al resto de los mortales es que ese bebé tenga las necesidades cubiertas y se desarrolle bien en sociedad. Punto. De ahí palante cada loco con su tema y cada mochuelo en su olivo.
 
Que les salga todo bien y que el bebé nazca sano. No entiendo bien la necesidad que tenemos de meternos en la vida de los demás ni que alguien sienta la necesidad de dar explicaciones sobre un tema que al resto del mundo no nos afecta.

Lo único que le interesa a la sociedad, al estado o al resto de los mortales es que ese bebé tenga las necesidades cubiertas y se desarrolle bien en sociedad. Punto. De ahí palante cada loco con su tema y cada mochuelo en su olivo.
Cosas de Irenu/a/i/o/e
 
A mi me parece incoherente querer prohibirle a alguien la oportunidad de tener un hijo. No considero que sea mujer para lo que quiere, es verdad que se está "aprovechando" de su condición biológica para vivir una de las experiencias más bonitas. Pues perfecto.

Es como si me obligan a tener un hijo porque he nacido con útero. Y si no me apetece ser madre? Que cada uno haga lo que quiera con su cuerpo.
 
A mí es que el título ya me chirría... "Soy Néstor y estoy embarazado". Los hombres no pueden embarazarse ni pueden parir, así que si "te sientes" hombre y quieres ser hombre por qué quieres hacer algo tan exclusivo del s*x* femenino como embarazarte?
Lo de "se traen ‘hijes’ sin una categoría sexual" me parece ya de ser analfabetos funcionales. Por mucho que les moleste solo hay dos sexos, el masculino y el femenino (salvo enfermedades o trastornos genéticos) y les guste o no tendrán un niño o una niña.
 
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