Desaparecen dos hermanos en Córdoba de dos y seis añitos. Caso Breton. TODO AQUI.

No creo que la forense se equivocara en algo tan básico. Creo que los primeros eran de animales y los segundos no.
Creo que la cadena de custodia y la propia custodia fue de aquellas maneras, a la española (de la misma forma que desaparecen 500 kg de cocaína una comisaría de Sevilla abriendo la puerta con llave y tal, o desaparecen pruebas de crímenes famosos, o se filtran declaraciones, o se dan chivatazos de acciones judiciales..)
Si no hay ADN lo que se quemó allí pudo ser cualquier cosa. ¿Cuerpos hasta el extremo de no dejar ni un resto para el ADN? No me lo creo, es demasiado difícil.
Creo que es un caso de padre culpable totalmente pero no de matar, sino de otras cosas.
Quizá los niños esten en manos de una mafia si es que viven todavía, eso me lo creo más.
Pero todo esto son conjeturas mías de un caso que me sonó raro desde el principio.

Pues ojala tuvieses razón, pero por desgracia no la tienes, y flaco favor haces a la madre negando la cruel realidad con la que tendrá que vivir toda la vida.

Las tesis del doctor Etxeberria han sido corroboradas posteriormente por otros forenses para contrastar su opinión y por psiquiatras que han examinado a Bretón. Lo siento por la primera forense, nadie es perfecto...
 
Pues ojala tuvieses razón, pero por desgracia no la tienes, y flaco favor haces a la madre negando la cruel realidad con la que tendrá que vivir toda la vida.

Las tesis del doctor Etxeberria han sido corroboradas posteriormente por otros forenses para contrastar su opinión y por psiquiatras que han examinado a Bretón. Lo siento por la primera forense, nadie es perfecto...

No sabes si tengo razón o no, una resolución judicial no es una verdad, ni una realidad, es un consenso.
Yo ni hago favor ni dejo de hacer, tengo mi propia opinión. No niego la cruel realidad, sólo pienso en una realidad distinta, la madre seguirá sin sus hijos en ambos casos.
B. no deja de tener perfil psicopático ni en un caso ni en otro. Lo sigue teniendo, pero sólo es un perfil. Un perfil no es una certeza. Ya he dicho que opino que es culpable, pero de otra cosa, igual o peor.
Por otro lado los forenses pueden escribir un tratado sobre los huesos, perfecto, pero sin ADN no hay confirmación ni certeza, sólo se pueden referir a unos huesos de tal edad y ya. Nunca confirmar y decir este hueso es de tal persona, eso no. No pueden confirmar que fueran de los niños sin ADN.
En cuanto al error de la forense es tan, tan brutal, utilizando tus palabras, "increíble", porque es tan básica esa diferencia, que me suena a que lo probable es que sucediera otra cosa bastante habitual en España. Pero se pudo equivocar, claro que sí, no es imposible.
¿Que quieren creer que fue capaz de quemar los cuerpos de sus hijos en pocas horas sin dejar ni rastro para el ADN?. Quemar es muy dificil y largo. ¿El solo? OK. Que lo crean, yo no lo creo.
 
No sabes si tengo razón o no, una resolución judicial no es una verdad, ni una realidad, es un consenso.
Yo ni hago favor ni dejo de hacer, tengo mi propia opinión. No niego la cruel realidad, sólo pienso en una realidad distinta, la madre seguirá sin sus hijos en ambos casos.
B. no deja de tener perfil psicopático ni en un caso ni en otro. Lo sigue teniendo, pero sólo es un perfil. Un perfil no es una certeza. Ya he dicho que opino que es culpable, pero de otra cosa, igual o peor.
Por otro lado los forenses pueden escribir un tratado sobre los huesos, perfecto, pero sin ADN no hay confirmación ni certeza, sólo se pueden referir a unos huesos de tal edad y ya. Nunca confirmar y decir este hueso es de tal persona, eso no. No pueden confirmar que fueran de los niños sin ADN.
En cuanto al error de la forense es tan, tan brutal, utilizando tus palabras, "increíble", porque es tan básica esa diferencia, que me suena a que lo probable es que sucediera otra cosa bastante habitual en España. Pero se pudo equivocar, claro que sí, no es imposible.
¿Que quieren creer que fue capaz de quemar los cuerpos de sus hijos en pocas horas sin dejar ni rastro para el ADN?. Quemar es muy dificil y largo. ¿El solo? OK. Que lo crean, yo no lo creo.

Ya, no se puede confirmar que sean los niños sin el ADN, pero sé ve que para tí el resto de pruebas e indicios son papel mojado, la lógica, la evidencia, los testimonios de expertos, de policias - que el amigo que le acompañó a presentar la denuncia estuviese más nervioso y alterado que él, lo que chocó al poli del registro, acostumbrado a ver padres histéricos cuando pierden a sus niños-, no tienen nada que decir: que el tipo comprara litros de combustible, que viesen el humo de la hoguera, que el tipo llegase a decir que iba a vengarse de su ex por haberle pedido el divorcio, que no pudiese sostener su versión ante las contradicciones en que incurría ante la poli, su pachorra y tranquilidad, sin el ADN, que otros forenses y expertos hayan coincidido en que, con o sin ADN, son restos humanos de niños - ¡casualidad sería que fuesen de otros niños quemados en su finca! - para tí, nada, sin ADN, nada, dos y dos no son cuatro... Antes de los análisis de ADN, ningún caso fué resuelto jamás...

Pues vale, si tu lo dices...
 
Yo creo a pies juntillas que fue el padre, los indicios son aplastantes, basta citar las cámaras del parque. Mintió en los horarios, en muchos detalles.
 
El Mundo Orbyt.

24/04/2016


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El reloj marca la siete en punto de la tarde y un funcionario con barba de tres días nos invita a acompañarle. Atravesamos un patio con grafitis ‘picassianos’ y pasamos por un detector de metales. Entramos en una...

especie de locutorio y me conducen a la cabina número uno. Una suerte de pecera carcelaria. Transcurren cinco minutos y de repente veo desfilar por el pasillo una figura menuda que camina con la cabeza gacha. Luce camisa a cuadros y rebeca gris. Está afeitado y peinado como si fuese a cenar en un restaurante de alto postín. Lo primero que hace es clavarme su mirada. Su mirada desangelada. Esa mirada que tanto acongojó al jurado popular que le condenó unánimanente. Sus pupilas están dilatadas. Sólo nos separan un cristal blindado de 8 centímetros de grosor y unos barrotes de color amarillo. Es José Bretón. El padre que asesinó a sus dos hijos de seis y dos años. A Ruth y José. Los pequeños a los que atiborró de orfidales y quemó en una hoguera a 1.200 grados de temperatura el 8 de octubre de 2011 en la finca cordobesa de Las Quemadillas, según sentencia firme. 40 años le cayeron. Una condena que no pesa en su aliviado rostro de 47 años. Lleva cuatro y medio entre rejas. Y ésta es su primera entrevista con un medio.

El preso agarra el interfono y comienza a hablar. En la mano derecha, lleva una pulserita morada y en la izquierda un reloj y unas palabras apuntadas con bolígrafo azul. «Es mi lista de la compra para el economato: coca cola, un rollo de papel higiénico y cerveza con limón. Soy muy olvidadizo», asegura con un marcado deje cordobés. Su siguiente mensaje es conciliador. «Para mí es un placer que estés aquí. Quiero que te hartes a preguntar. Cuanto más me preguntes, mejor para mí», me dice.

El ex militar sonríe. Se declara inocente. Y en su diccionario no existe la palabra perdón. Como si nunca hubiese preparado un horno crematorio en la finca de su familia para calcinar «a lo que más quería» por una supuesta venganza contra su mujer. A José y Ruth, cuyos retratos mantiene en su fría celda de 11 metros cuadrados. Celda que comparte con un maltratador de Martos (Jaén) condenado a cuatro años de prisión y al que trata de exculpar. «Tuvo un pequeño desencuentro con su mujer, ella le denunció y ya está», explica Bretón. Su habitáculo presidiario cuenta con dos literas, una ducha, un lavabo y un urinario. «Aquí si me dejan tener fotografías de mis niños. En otras cárceles me las quitaron», responde el asesino, que lleva un mes en el centro penitenciario de Jaén. Reclamó un traslado desde la cárcel de Villena (Alicante) para poder estar más cerca de su madre, con residencia en Córdoba. Ella es la única persona que no oculta su amor por él. La única que va a visitarle cada domingo. Su padre falleció hace un año y sus dos hermanos se resisten a ello. «Sus parejas no les dejan y les entiendo. El otro día, mi cuñada le echó una bronca a mi hermano por traer a mi madre», cuenta Bretón.

—¿Es cierto que reniegan de su apellido?

—No creo. Además mi caso no les habrá afectado cuando mi hermano es director técnico de la Secretaría General de Innovación y Energía de la Junta de Andalucía y acaba de ascender de categoría laboral y mi hermana sigue teniendo el mismo trabajo.

El hombre no está desolado por esa falta de calor familiar. Es frío como una tapia a la sombra. No desprende sentimientos. Ni si quiera se emociona cuando le pregunto por el último recuerdo que grabó en la mente de Ruth y José. «Fue estando con ellos en el parque en el que desaparecieron. Tengo muchos recuerdos bonitos, de veraneos en Huelva, en la playa o hace unos años cuando no pudimos entrar a las cuevas de Nerja porque llegamos tarde», rememora. No se acuerda de la escena que, según la sentencia, le llevó a quemar a sus hijos en una pira funeraria tras obligarles a ingerir altas dosis de tranquilizantes. Bretón utilizó 250 kilos de leña y 80 litros de gasoil para avivar la hoguera.

—No entiendo cómo niega aquellos hechos cuando le condenaron a 40 años y los restos de sus hijos aparecieron en la finca de sus padres donde usted estuvo aquel 8 de octubre.

Su rostro se enciende. Me pide que le mire a los ojos y comienza a tocarse la cara. Está indignado. Como si yo fuera el juez que dicta su condena.

—Aquello fue una parafernalia, un invento. Yo sufrí un juicio mediático y me cogieron como chivo expiatorio. Si me hubiese defendido mi abogada de ahora, Bárbara Royo, no estaría encarcelado porque me metieron aquí de palabra, sin pruebas. Mi caso es como el que tiene escriturada una casa a su nombre y alguien se apropia de ella con el apoyo de un juez. La perito Josefina ya dijo que eran huesos de roedores y qué extraño que cambiase su versión meses después.

—Pero hasta tres informes posteriores probaron que eran restos humanos...

—Los restos óseos que se encontraron allí no fueron los que analizó el doctor Etxeberría. Se interrumpió la cadena de custodia y eran diferentes morfológicamente. Además, lo importante no es que fueran huesos de animales, sino que en esa hoguera no se daban las condiciones para incinerar ningún cuerpo.

Bretón se refiere a la tristemente célebre frase de la forense de la Policía Nacional, Josefina Lamas, de que los huesos «se fueron de copas» cuando supuestamente fueron mostrados al antropólogo Francisco Etxeberría en un bar sin autorización. Fue una de las bazas en las que se escudó la defensa del asesino. No la única. Y Bretón se las sabe de memoria y comienza a recitarlas como si fuese un veterano letrado. Son «evidencias» que, según él, probarían su inocencia. Que si el gasoil que compró lo consumió en su coche, que si no hubo una columna de humo...Un largo etcétera de razones que chocan frontalmente con los argumentos expuestos en la sentencia dictada por el juez de la Audiencia Provincial de Córdoba, Pedro Vela.

Su actual abogada, Bárbara Royo, planteó un recurso de casación sobre la base de que se rompió la cadena de custodia de las pruebas judiciales, pero fue desestimado por el Tribunal Supremo. Sí consiguió que en marzo de 2015 la Audiencia Provincial de Córdoba acordase que no pase más de 25 años entre rejas.

—Usted podría pedir su primer permiso carcelario en 2017. ¿Tiene algún plan para cuando salga?

—No. ¿Quién crees que me va a contratar? Todo el mundo me reconoce. Me han destrozado la vida. Y tengo asumido que no me van a dar ningún permiso ni beneficio penitenciario.

—¿Usted no tiene que pedir perdón por nada?

—¿Yo?¿Por qué? Si no he hecho nada malo. Si lo hubiese hecho, lo pediría sin problemas.

—¿No le pesa haber matado a sus dos hijos?

—No porque esos hechos no ocurrieron. Todavía me pregunto dónde están mi Ruth y mi José. Siguen desaparecidos. Si yo hubiera sido ya lo habría dicho. ¿Cómo le iba a hacer eso a mis hijos? Si les quería una barbaridad. Yo era el que los crié, el que pasaba más tiempo con ellos. Criarlos fue lo más bonito que me pasó en la vida.

—¿Por qué durante el juicio no pidió ni una sola vez que buscasen a sus niños cuando estaba manteniendo la teoría de que estaban desaparecidos?

—Eso no es cierto. Fui el primero que llamé a los servicios de emergencia.

—Se llegó a publicar que usted nunca quiso tener a sus hijos...

—Es falso.¿Cómo no iba a querer tenerlos? Llevaba 3 años con Ruth y lo habíamos hablado previamente.

—Si tanto los quiere, supongo que irá a verlos al cementerio onubense de San Bartolomé de la Torre donde están enterrados...

—No voy a ir a esa tumba. Mis niños no están ahí. Aquello es una parafernalia, un invento. Mis familiares no irán ni de broma.

En la conversación, sus ataques a su ex mujer, Ruth Ortiz (este diario ha decidido omitirlos expresamente), son constantes. Hacia esa mujer a la que arrebató a sus dos retoños y que ahora sueña con trabajar en la industria alimentaria tras acabar un máster de Ciencia y Tecnología de Aceites y Bebidas Fermentadas en Sevilla.

—¿Se arrepiente de haber conocido a Ruth?

—No. Me compensó conocerla porque me dio a mis hijos. Pero no estoy en prisión por Ruth. Ella no tiene tanto poder. Yo estoy en la cárcel no por ella, sino porque un juez se ha guiado por las personas incorrectas.

En la sentencia se considera como «hecho probado» que Bretón asesinó a sus dos hijos para vengarse de su mujer por haberle pedido el divorcio.

—¿Lo hizo por esa razón?

—Yo no he matado a nadie. Jamás mataría a mis hijos por algo así. Si mujeres hay mil en el mundo...Me habría buscado a otra, ya ves tú qué problema. Ella rompió mi confianza cuando me dijo que sentía cosas por otra persona. Yo no quería estar con ella tampoco. Le hablé de criar a los hijos incluso estando separados. Me daba igual que ella conviviese con otra persona.

—¿Pero entonces por qué le envió una carta de amor en las fechas previas al asesinato?

—Porque era la mejor manera de estar más tiempo con mis hijos.

Bretón también fue condenado al pago de una indemnización de 500.000 euros a su antigua pareja.

—¿Le ha abonado ya esa cantidad a Ruth?

—No. Ni tengo ese dinero ni pienso pagárselo.

—Pero su familia puso a la venta la finca del horror para esa finalidad, ¿no?

—Las Quemadillas sigue en venta, pero no vale tanto. Además, a mí me corresponde una pequeña parte porque también es de mis hermanos. No podría pagar la indemnización ni en cuatro ni cinco generaciones.

—Pero sí que tiene dinero para pagar a su defensa.

—La pago con la ayuda de mi familia.

—Varios psiquiatras aseguran que es un psicópata.

El reo pone cara de extrañeza. Se señala a sí mismo. Como si no hubiese prendido fuego a sus seres más queridos. Sus ojos comienzan a girar como una noria. Apenas ha parpadeado durante el cara a cara.

—¿Yooo? Yo no soy un psicópata. Si los psicólogos de la cárcel lo que me dicen siempre es que soy demasiada buena persona. Antes de que ocurriese todo esto, era imposible encontrar a alguien que hablase mal de mí.La madre de la persona que más daño me ha hecho decía que yo era el yerno perfecto.

La adaptación de Bretón a la vida presidiaria no fue fácil. Ser asesino de niños es uno de los delitos más penados en la Ley de la cárcel. En sus dos anteriores prisiones (Alcolea–Córdoba y Villena) fue vilipendiado y, según publicaron algunos diarios, incluso agredido.

—Es mentira. Es cierto que me insultaron y que no fue agradable, pero nunca me pegaron. Todo el mundo me conoce en la cárcel, pero ahora ya ni me insultan. Se han escrito cuatro libros sobre mí basados en mentiras, pero las que me más me duelen son las que afectan a mi madre.

Bretón nombra a los periodistas que publicaron «difamaciones» y que incluye en su lista negra.

—¿Nunca ha temido por su vida en prisión?

—No. Aquí estoy más seguro que en la calle y no tengo protección especial. Fuera, sólo podría encerrarme en mi casa porque todo el mundo me reconocería.

Varios funcionarios aseguran que Bretón pasó aislado su estancia en la prisión de Villena. Los presos con los que compartía el módulo de primer grado [el régimen de vida más severo en el penal] huían de él. Como si fuese un apestado. Ningún recluso quería compartir espacio con él y varios sacrificaron su salida al patio durante una semana con tal de no tener cerca al hombre que quemó a sus hijos pequeños. Él aclara que entabló amistad con dos jóvenes encarcelados «por asuntos de drogas». Desde un primer momento, se le asignó a Bretón el régimen FIES (Fichero Interno de Especial Seguimiento), el mismo que le adjudican a los reos más conflictivos, a los terroristas o a los narcos. En Jaén sigue bajo este tratamiento, aunque ya no mantiene el protocolo antisuicidio que sí le adjudicaron en sus anteriores cárceles. En Alcolea, el preso había amagado con quitarse la vida.

—No me intenté su***dar. Me hice un corte de cuatro puntos con una cuchilla de afeitar para demostrar a los funcionarios que el protocolo antisuicidio no sirve para nada. Si me hubiese querido quitar la vida habría sido más contundente. Ya no tengo ese protocolo. Tengo mucho apego a la vida. Por cierto, me preguntaron dónde encontré la cuchilla y no les respondí. Puedes conseguir muchas cosas dentro de una cárcel.

—¿Hasta móviles y drogas?

—Yo no lo he visto la verdad.

SIGUE ARRASTRANDO SUS MANÍAS

Gracias al empeño de su abogada, Bretón goza ahora del segundo grado. Un régimen que le permite disfrutar de ocho horas fuera de su celda [ubicada en el módulo nueve y «el mejor», según él] y asistir a los talleres. Pero no lo hace, pues dedica ese tiempo a limpiar las instalaciones y a estudiar Derecho por la UNED. Ya ha aprobado dos asignaturas: Teoría del Derecho y Derecho Romano. Tiene un coeficiente intelectual de 121, cercano al de un superdotado (130). Cuando sale al patio, su única compañía es la sombra de uno de los bancos que suele ocupar. Bretón ya no practica deporte. En Villena, mataba su soledad jugando al frontenis, pero en Jaén sólo hay un campo de futbito. El cordobés está enganchado a la televisión [en especial a los programas matutinos de sucesos y a las tertulias políticas] y está al tanto de las negociaciones fallidas para formar Gobierno. El reo sigue arrastrando sus manías. Como ponerse tapones en las orejas al comer porque le molesta el ruido al masticar. O tocar los hierros de su celda con un pañuelo de papel.

Él desmiente todas estas «falsedades». También que le hayan retirado las condecoraciones que le concedió la ONU por «sus servicios de paz» en sus tiempos de casco azul en Bosnia. «Conmigo no han hecho como con la infanta. No pueden retirármelas. Además, tengo otra medalla de la ciudad de Córdoba», proclama. En ocho años y medio y si mantiene su buen comportamiento las podrá sacar a relucir por la ciudad de la Mezquita. Han pasado cuarenta minutos y nuestra conversación es interrumpida por un timbre ensordecedor. Bretón se despide con un mensaje: «Demostraré mi inocencia». Entre tanto, penará entre rejas en espera de la próxima visita. El día que lo hizo Crónica, la sala de espera de la cárcel reunía a una quincena de familiares.

Fuera llueve a cántaros. Dentro, el suelo está plagado de cáscaras de pipas.Manoli sonríe. Está a siete minutos de ver a su hijo. Entró en prisión por agredir a su mujer con una cacerola. A su lado, un joven con el último look de Neymar mira la deteriorada máquina de vending. «Los kikos podrían estar más baratos», exclama mientras se rasca el bolsillo. Suenan unas monedillas. Su hermano trapicheaba con cocaína y speed. En la sala no hay revistas del corazón. Sí varias sillas con garabatos como si fuesen la puerta de un bar cutre de carretera. Algunos visitantes charlan entre sí. No es una consulta del dentista, aunque sus presentes comparten dolor. Dolor en el alma. Les une la pena de tener a un familiar preso. Salvo a mí. Una mujer de etnia gitana y embutida en un chándal me pregunta con descaro: «¿Shiquillo, a quién va a vé usté?» «A José Bretón», le respondo. «No entiendo cómo puede venir a ver a ese ioputa», replica con cara de bull dog. Su delito aún permanece en su mente. Como en la de millones de españoles que siguieron el asesinato más mediático de los últimos tiempos: el de Ruth y José. @javiernegre10

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El Mundo Orbyt.

24/04/2016


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El reloj marca la siete en punto de la tarde y un funcionario con barba de tres días nos invita a acompañarle. Atravesamos un patio con grafitis ‘picassianos’ y pasamos por un detector de metales. Entramos en una...

especie de locutorio y me conducen a la cabina número uno. Una suerte de pecera carcelaria. Transcurren cinco minutos y de repente veo desfilar por el pasillo una figura menuda que camina con la cabeza gacha. Luce camisa a cuadros y rebeca gris. Está afeitado y peinado como si fuese a cenar en un restaurante de alto postín. Lo primero que hace es clavarme su mirada. Su mirada desangelada. Esa mirada que tanto acongojó al jurado popular que le condenó unánimanente. Sus pupilas están dilatadas. Sólo nos separan un cristal blindado de 8 centímetros de grosor y unos barrotes de color amarillo. Es José Bretón. El padre que asesinó a sus dos hijos de seis y dos años. A Ruth y José. Los pequeños a los que atiborró de orfidales y quemó en una hoguera a 1.200 grados de temperatura el 8 de octubre de 2011 en la finca cordobesa de Las Quemadillas, según sentencia firme. 40 años le cayeron. Una condena que no pesa en su aliviado rostro de 47 años. Lleva cuatro y medio entre rejas. Y ésta es su primera entrevista con un medio.

El preso agarra el interfono y comienza a hablar. En la mano derecha, lleva una pulserita morada y en la izquierda un reloj y unas palabras apuntadas con bolígrafo azul. «Es mi lista de la compra para el economato: coca cola, un rollo de papel higiénico y cerveza con limón. Soy muy olvidadizo», asegura con un marcado deje cordobés. Su siguiente mensaje es conciliador. «Para mí es un placer que estés aquí. Quiero que te hartes a preguntar. Cuanto más me preguntes, mejor para mí», me dice.

El ex militar sonríe. Se declara inocente. Y en su diccionario no existe la palabra perdón. Como si nunca hubiese preparado un horno crematorio en la finca de su familia para calcinar «a lo que más quería» por una supuesta venganza contra su mujer. A José y Ruth, cuyos retratos mantiene en su fría celda de 11 metros cuadrados. Celda que comparte con un maltratador de Martos (Jaén) condenado a cuatro años de prisión y al que trata de exculpar. «Tuvo un pequeño desencuentro con su mujer, ella le denunció y ya está», explica Bretón. Su habitáculo presidiario cuenta con dos literas, una ducha, un lavabo y un urinario. «Aquí si me dejan tener fotografías de mis niños. En otras cárceles me las quitaron», responde el asesino, que lleva un mes en el centro penitenciario de Jaén. Reclamó un traslado desde la cárcel de Villena (Alicante) para poder estar más cerca de su madre, con residencia en Córdoba. Ella es la única persona que no oculta su amor por él. La única que va a visitarle cada domingo. Su padre falleció hace un año y sus dos hermanos se resisten a ello. «Sus parejas no les dejan y les entiendo. El otro día, mi cuñada le echó una bronca a mi hermano por traer a mi madre», cuenta Bretón.

—¿Es cierto que reniegan de su apellido?

—No creo. Además mi caso no les habrá afectado cuando mi hermano es director técnico de la Secretaría General de Innovación y Energía de la Junta de Andalucía y acaba de ascender de categoría laboral y mi hermana sigue teniendo el mismo trabajo.

El hombre no está desolado por esa falta de calor familiar. Es frío como una tapia a la sombra. No desprende sentimientos. Ni si quiera se emociona cuando le pregunto por el último recuerdo que grabó en la mente de Ruth y José. «Fue estando con ellos en el parque en el que desaparecieron. Tengo muchos recuerdos bonitos, de veraneos en Huelva, en la playa o hace unos años cuando no pudimos entrar a las cuevas de Nerja porque llegamos tarde», rememora. No se acuerda de la escena que, según la sentencia, le llevó a quemar a sus hijos en una pira funeraria tras obligarles a ingerir altas dosis de tranquilizantes. Bretón utilizó 250 kilos de leña y 80 litros de gasoil para avivar la hoguera.

—No entiendo cómo niega aquellos hechos cuando le condenaron a 40 años y los restos de sus hijos aparecieron en la finca de sus padres donde usted estuvo aquel 8 de octubre.

Su rostro se enciende. Me pide que le mire a los ojos y comienza a tocarse la cara. Está indignado. Como si yo fuera el juez que dicta su condena.

—Aquello fue una parafernalia, un invento. Yo sufrí un juicio mediático y me cogieron como chivo expiatorio. Si me hubiese defendido mi abogada de ahora, Bárbara Royo, no estaría encarcelado porque me metieron aquí de palabra, sin pruebas. Mi caso es como el que tiene escriturada una casa a su nombre y alguien se apropia de ella con el apoyo de un juez. La perito Josefina ya dijo que eran huesos de roedores y qué extraño que cambiase su versión meses después.

—Pero hasta tres informes posteriores probaron que eran restos humanos...

—Los restos óseos que se encontraron allí no fueron los que analizó el doctor Etxeberría. Se interrumpió la cadena de custodia y eran diferentes morfológicamente. Además, lo importante no es que fueran huesos de animales, sino que en esa hoguera no se daban las condiciones para incinerar ningún cuerpo.

Bretón se refiere a la tristemente célebre frase de la forense de la Policía Nacional, Josefina Lamas, de que los huesos «se fueron de copas» cuando supuestamente fueron mostrados al antropólogo Francisco Etxeberría en un bar sin autorización. Fue una de las bazas en las que se escudó la defensa del asesino. No la única. Y Bretón se las sabe de memoria y comienza a recitarlas como si fuese un veterano letrado. Son «evidencias» que, según él, probarían su inocencia. Que si el gasoil que compró lo consumió en su coche, que si no hubo una columna de humo...Un largo etcétera de razones que chocan frontalmente con los argumentos expuestos en la sentencia dictada por el juez de la Audiencia Provincial de Córdoba, Pedro Vela.

Su actual abogada, Bárbara Royo, planteó un recurso de casación sobre la base de que se rompió la cadena de custodia de las pruebas judiciales, pero fue desestimado por el Tribunal Supremo. Sí consiguió que en marzo de 2015 la Audiencia Provincial de Córdoba acordase que no pase más de 25 años entre rejas.

—Usted podría pedir su primer permiso carcelario en 2017. ¿Tiene algún plan para cuando salga?

—No. ¿Quién crees que me va a contratar? Todo el mundo me reconoce. Me han destrozado la vida. Y tengo asumido que no me van a dar ningún permiso ni beneficio penitenciario.

—¿Usted no tiene que pedir perdón por nada?

—¿Yo?¿Por qué? Si no he hecho nada malo. Si lo hubiese hecho, lo pediría sin problemas.

—¿No le pesa haber matado a sus dos hijos?

—No porque esos hechos no ocurrieron. Todavía me pregunto dónde están mi Ruth y mi José. Siguen desaparecidos. Si yo hubiera sido ya lo habría dicho. ¿Cómo le iba a hacer eso a mis hijos? Si les quería una barbaridad. Yo era el que los crié, el que pasaba más tiempo con ellos. Criarlos fue lo más bonito que me pasó en la vida.

—¿Por qué durante el juicio no pidió ni una sola vez que buscasen a sus niños cuando estaba manteniendo la teoría de que estaban desaparecidos?

—Eso no es cierto. Fui el primero que llamé a los servicios de emergencia.

—Se llegó a publicar que usted nunca quiso tener a sus hijos...

—Es falso.¿Cómo no iba a querer tenerlos? Llevaba 3 años con Ruth y lo habíamos hablado previamente.

—Si tanto los quiere, supongo que irá a verlos al cementerio onubense de San Bartolomé de la Torre donde están enterrados...

—No voy a ir a esa tumba. Mis niños no están ahí. Aquello es una parafernalia, un invento. Mis familiares no irán ni de broma.

En la conversación, sus ataques a su ex mujer, Ruth Ortiz (este diario ha decidido omitirlos expresamente), son constantes. Hacia esa mujer a la que arrebató a sus dos retoños y que ahora sueña con trabajar en la industria alimentaria tras acabar un máster de Ciencia y Tecnología de Aceites y Bebidas Fermentadas en Sevilla.

—¿Se arrepiente de haber conocido a Ruth?

—No. Me compensó conocerla porque me dio a mis hijos. Pero no estoy en prisión por Ruth. Ella no tiene tanto poder. Yo estoy en la cárcel no por ella, sino porque un juez se ha guiado por las personas incorrectas.

En la sentencia se considera como «hecho probado» que Bretón asesinó a sus dos hijos para vengarse de su mujer por haberle pedido el divorcio.

—¿Lo hizo por esa razón?

—Yo no he matado a nadie. Jamás mataría a mis hijos por algo así. Si mujeres hay mil en el mundo...Me habría buscado a otra, ya ves tú qué problema. Ella rompió mi confianza cuando me dijo que sentía cosas por otra persona. Yo no quería estar con ella tampoco. Le hablé de criar a los hijos incluso estando separados. Me daba igual que ella conviviese con otra persona.

—¿Pero entonces por qué le envió una carta de amor en las fechas previas al asesinato?

—Porque era la mejor manera de estar más tiempo con mis hijos.

Bretón también fue condenado al pago de una indemnización de 500.000 euros a su antigua pareja.

—¿Le ha abonado ya esa cantidad a Ruth?

—No. Ni tengo ese dinero ni pienso pagárselo.

—Pero su familia puso a la venta la finca del horror para esa finalidad, ¿no?

—Las Quemadillas sigue en venta, pero no vale tanto. Además, a mí me corresponde una pequeña parte porque también es de mis hermanos. No podría pagar la indemnización ni en cuatro ni cinco generaciones.

—Pero sí que tiene dinero para pagar a su defensa.

—La pago con la ayuda de mi familia.

—Varios psiquiatras aseguran que es un psicópata.

El reo pone cara de extrañeza. Se señala a sí mismo. Como si no hubiese prendido fuego a sus seres más queridos. Sus ojos comienzan a girar como una noria. Apenas ha parpadeado durante el cara a cara.

—¿Yooo? Yo no soy un psicópata. Si los psicólogos de la cárcel lo que me dicen siempre es que soy demasiada buena persona. Antes de que ocurriese todo esto, era imposible encontrar a alguien que hablase mal de mí.La madre de la persona que más daño me ha hecho decía que yo era el yerno perfecto.

La adaptación de Bretón a la vida presidiaria no fue fácil. Ser asesino de niños es uno de los delitos más penados en la Ley de la cárcel. En sus dos anteriores prisiones (Alcolea–Córdoba y Villena) fue vilipendiado y, según publicaron algunos diarios, incluso agredido.

—Es mentira. Es cierto que me insultaron y que no fue agradable, pero nunca me pegaron. Todo el mundo me conoce en la cárcel, pero ahora ya ni me insultan. Se han escrito cuatro libros sobre mí basados en mentiras, pero las que me más me duelen son las que afectan a mi madre.

Bretón nombra a los periodistas que publicaron «difamaciones» y que incluye en su lista negra.

—¿Nunca ha temido por su vida en prisión?

—No. Aquí estoy más seguro que en la calle y no tengo protección especial. Fuera, sólo podría encerrarme en mi casa porque todo el mundo me reconocería.

Varios funcionarios aseguran que Bretón pasó aislado su estancia en la prisión de Villena. Los presos con los que compartía el módulo de primer grado [el régimen de vida más severo en el penal] huían de él. Como si fuese un apestado. Ningún recluso quería compartir espacio con él y varios sacrificaron su salida al patio durante una semana con tal de no tener cerca al hombre que quemó a sus hijos pequeños. Él aclara que entabló amistad con dos jóvenes encarcelados «por asuntos de drogas». Desde un primer momento, se le asignó a Bretón el régimen FIES (Fichero Interno de Especial Seguimiento), el mismo que le adjudican a los reos más conflictivos, a los terroristas o a los narcos. En Jaén sigue bajo este tratamiento, aunque ya no mantiene el protocolo antisuicidio que sí le adjudicaron en sus anteriores cárceles. En Alcolea, el preso había amagado con quitarse la vida.

—No me intenté su***dar. Me hice un corte de cuatro puntos con una cuchilla de afeitar para demostrar a los funcionarios que el protocolo antisuicidio no sirve para nada. Si me hubiese querido quitar la vida habría sido más contundente. Ya no tengo ese protocolo. Tengo mucho apego a la vida. Por cierto, me preguntaron dónde encontré la cuchilla y no les respondí. Puedes conseguir muchas cosas dentro de una cárcel.

—¿Hasta móviles y drogas?

—Yo no lo he visto la verdad.

SIGUE ARRASTRANDO SUS MANÍAS

Gracias al empeño de su abogada, Bretón goza ahora del segundo grado. Un régimen que le permite disfrutar de ocho horas fuera de su celda [ubicada en el módulo nueve y «el mejor», según él] y asistir a los talleres. Pero no lo hace, pues dedica ese tiempo a limpiar las instalaciones y a estudiar Derecho por la UNED. Ya ha aprobado dos asignaturas: Teoría del Derecho y Derecho Romano. Tiene un coeficiente intelectual de 121, cercano al de un superdotado (130). Cuando sale al patio, su única compañía es la sombra de uno de los bancos que suele ocupar. Bretón ya no practica deporte. En Villena, mataba su soledad jugando al frontenis, pero en Jaén sólo hay un campo de futbito. El cordobés está enganchado a la televisión [en especial a los programas matutinos de sucesos y a las tertulias políticas] y está al tanto de las negociaciones fallidas para formar Gobierno. El reo sigue arrastrando sus manías. Como ponerse tapones en las orejas al comer porque le molesta el ruido al masticar. O tocar los hierros de su celda con un pañuelo de papel.

Él desmiente todas estas «falsedades». También que le hayan retirado las condecoraciones que le concedió la ONU por «sus servicios de paz» en sus tiempos de casco azul en Bosnia. «Conmigo no han hecho como con la infanta. No pueden retirármelas. Además, tengo otra medalla de la ciudad de Córdoba», proclama. En ocho años y medio y si mantiene su buen comportamiento las podrá sacar a relucir por la ciudad de la Mezquita. Han pasado cuarenta minutos y nuestra conversación es interrumpida por un timbre ensordecedor. Bretón se despide con un mensaje: «Demostraré mi inocencia». Entre tanto, penará entre rejas en espera de la próxima visita. El día que lo hizo Crónica, la sala de espera de la cárcel reunía a una quincena de familiares.

Fuera llueve a cántaros. Dentro, el suelo está plagado de cáscaras de pipas.Manoli sonríe. Está a siete minutos de ver a su hijo. Entró en prisión por agredir a su mujer con una cacerola. A su lado, un joven con el último look de Neymar mira la deteriorada máquina de vending. «Los kikos podrían estar más baratos», exclama mientras se rasca el bolsillo. Suenan unas monedillas. Su hermano trapicheaba con cocaína y speed. En la sala no hay revistas del corazón. Sí varias sillas con garabatos como si fuesen la puerta de un bar cutre de carretera. Algunos visitantes charlan entre sí. No es una consulta del dentista, aunque sus presentes comparten dolor. Dolor en el alma. Les une la pena de tener a un familiar preso. Salvo a mí. Una mujer de etnia gitana y embutida en un chándal me pregunta con descaro: «¿Shiquillo, a quién va a vé usté?» «A José Bretón», le respondo. «No entiendo cómo puede venir a ver a ese ioputa», replica con cara de bull dog. Su delito aún permanece en su mente. Como en la de millones de españoles que siguieron el asesinato más mediático de los últimos tiempos: el de Ruth y José. @javiernegre10

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La primera entrevista a José Bretón desde la prisión de Jaén donde cumple condena
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Primera entrevista de José Bretón, el padre condenado por asesinar a sus hijos

24/04/2016 00:08
El reloj marca la siete en punto de la tarde y un funcionario con barba de tres días nos invita a acompañarle. Atravesamos un patio con grafitis 'picassianos' y pasamos por un detector de metales. Entramos en una...especie delocutorio y me conducen a la cabina número uno. Una suerte de pecera carcelaria. Transcurren cinco minutos y de repente veo desfilar por el pasillo una figura menuda que camina con la cabeza gacha. Luce camisa a cuadros y rebeca gris. Está afeitado y peinado como si fuese a cenar en un restaurante de alto postín. Lo primero que hace es clavarme su mirada. Su mirada desangelada. Esa mirada que tanto acongojó al jurado popular que le condenóunánimanente. Sus pupilas están dilatadas. Sólo nos separa un cristal blindado de 8 centímetros de grosor y unos barrotes de color amarillo. Es José Bretón. El padre que asesinó a sus dos hijos de seis y dos años. A Ruth y José. Los pequeños a los que atiborró de orfidales y quemó en una hoguera a 1.200 grados de temperatura el 8 de octubre de 2011 en la finca cordobesa de Las Quemadillas, según sentencia firme. 40 años le cayeron. Una condena que no pesa en su aliviado rostro de 47 años. Lleva cuatro y medio entre rejas. Y ésta es su primera entrevista con un medio.

El preso agarra el interfono y comienza a hablar. En la mano derecha, lleva una pulserita morada y en la izquierda un reloj y unas palabras apuntadas con bolígrafo azul. "Es mi lista de la compra para el economato: coca cola, un rollo de papel higiénico y cerveza con limón. Soy muy olvidadizo", asegura con un marcado deje cordobés. Su siguiente mensaje es conciliador. "Para mí es un placer que estés aquí. Quiero que te hartes a preguntar. Cuanto más me preguntes, mejor para mí", me dice.

El ex militar sonríe. Se declara inocente. Y en su diccionario no existe la palabra perdón. Como si nunca hubiese preparado un horno crematorio en la finca de su familia para calcinar "a lo que más quería" por una supuesta venganza contra su mujer. A José y Ruth, cuyos retratos mantiene en su fría celda de 11 metros cuadrados. Celda que comparte con un maltratador de Martos (Jaén) condenado a cuatro años de prisión y al que trata de exculpar. "Tuvo un pequeño desencuentro con su mujer, ella le denunció y ya está", explica Bretón. Su habitáculo presidiario cuenta con dos literas, una ducha, un lavabo y un urinario. "Aquí si me dejan tener fotografías de mis niños. En otras cárceles me las quitaron", responde el asesino, que lleva un mes en el centro penitenciario de Jaén. Reclamó un traslado desde la cárcel de Villena (Alicante) para poder estar más cerca de su madre, con residencia en Córdoba. Ella es la única persona que no oculta su amor por él. La única que va a visitarle cada domingo. Su padre falleció hace un año y sus dos hermanos se resisten a ello. "Sus parejas no les dejan y les entiendo. El otro día, mi cuñada le echó una bronca a mi hermano por traer a mi madre", cuenta Bretón.

-¿Es cierto que reniegan de su apellido?

-No creo. Además mi caso no les habrá afectado cuando mi hermano es director técnico de la Secretaría General de Innovación y Energía de la Junta de Andalucía y acaba de ascender de categoría laboral y mi hermana sigue teniendo el mismo trabajo.

El hombre no está desolado por esa falta de calor familiar. Es frío como una tapia a la sombra. No desprende sentimientos. Ni si quiera se emociona cuando le pregunto por el último recuerdo que grabó en la mente de Ruth y José. "Fue estando con ellos en el parque en el que desaparecieron. Tengo muchos recuerdos bonitos, de veraneos en Huelva, en la playa o hace unos años cuando no pudimos entrar a las cuevas de Nerja porque llegamos tarde", rememora. No se acuerda de la escena que, según la sentencia, le llevó a quemar a sus hijos en una pira funeraria tras obligarles a ingerir altas dosis de tranquilizantes. Bretón utilizó 250 kilos de leña y 80 litros de gasoil para avivar la hoguera.

-No entiendo cómo niega aquellos hechos cuando le condenaron a 40 años y los restos de sus hijos aparecieron en la finca de sus padres donde usted estuvo aquel 8 de octubre.

Su rostro se enciende. Me pide que le mire a los ojos y comienza a tocarse la cara. Está indignado. Como si yo fuera el juez que dicta su condena.

-Aquello fue una parafernalia, un invento. Yo sufrí un juicio mediático y me cogieron como chivo expiatorio. Si me hubiese defendido mi abogada de ahora, Bárbara Royo, no estaría encarcelado porque me metieron aquí de palabra, sin pruebas. Mi caso es como el que tiene escriturada una casa a su nombre y alguien se apropia de ella con el apoyo de un juez. La perito Josefina ya dijo que eran huesos de roedores y qué extraño que cambiase su versión meses después.

-Pero hasta tres informes posteriores probaron que eran restos humanos...

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Bretón en la prisión de Jaén donde está recluido. CRÓNICA
-Los restos óseos que se encontraron allí no fueron los que analizó el doctor Etxeberría. Se interrumpió la cadena de custodia y eran diferentes morfológicamente. Además, lo importante no es que fueran huesos de animales, sino que en esa hoguera no se daban las condiciones para incinerar ningún cuerpo.

Bretón se refiere a la tristemente célebre frase de la forense de la Policía Nacional, Josefina Lamas, de que los huesos "se fueron de copas" cuando supuestamente fueron mostrados al antropólogo Francisco Etxeberría en unbar sin autorización. Fue una de las bazas en las que se escudó la defensa del asesino. No la única. Y Bretón se las sabe de memoria y comienza a recitarlas como si fuese un veterano letrado. Son "evidencias" que, según él, probarían su inocencia. Que si el gasoil que compró lo consumió en su coche, que si no hubo una columna de humo...Un largo etcétera de razones que chocan frontalmente con los argumentos expuestos en la sentencia dictada por el juez de la Audiencia Provincial de Córdoba, Pedro Vela.

Su actual abogada, Bárbara Royo, planteó un recurso de casación sobre la base de que se rompió la cadena de custodia de las pruebas judiciales, pero fuedesestimado por el Tribunal Supremo. Sí consiguió que en marzo de 2015 la Audiencia Provincial de Córdoba acordase que no pase más de 25 años entre rejas.

-Usted podría pedir su primer permiso carcelario en 2017. ¿Tiene algún plan para cuando salga?

-No. ¿Quién crees que me va a contratar? Todo el mundo me reconoce. Me han destrozado la vida. Y tengo asumido que no me van a dar ningún permiso ni beneficio penitenciario.

-¿Usted no tiene que pedir perdón por nada?

-¿Yo?¿Por qué? Si no he hecho nada malo. Si lo hubiese hecho, lo pediría sin problemas.

-¿No le pesa haber matado a sus dos hijos?

-No porque esos hechos no ocurrieron. Todavía me pregunto dónde están mi Ruth y mi José. Siguen desaparecidos. Si yo hubiera sido ya lo habría dicho. ¿Cómo le iba a hacer eso a mis hijos? Si les quería una barbaridad. Yo era el que los crié, el que pasaba más tiempo con ellos. Criarlos fue lo más bonito que me pasó en la vida.

-¿Por qué durante el juicio no pidió ni una sola vez que buscasen a sus niños cuando estaba manteniendo la teoría de que estaban desaparecidos?

-Eso no es cierto. Fui el primero que llamé a los servicios de emergencia.

-Se llegó a publicar que usted nunca quiso tener a sus hijos...

-Es falso.¿Cómo no iba a querer tenerlos? Llevaba 3 años con Ruth y lo habíamos hablado previamente.

-Si tanto los quiere, supongo que irá a verlos al cementerio onubense de San Bartolomé de la Torre donde están enterrados...

-No voy a ir a esa tumba. Mis niños no están ahí. Aquello es una parafernalia, un invento. Mis familiares no irán ni de broma.

En la conversación, sus ataques a su ex mujer, Ruth Ortiz (este diario ha decidido omitirlos expresamente), son constantes. Hacia esa mujer a la que arrebató a sus dos retoños y que ahora sueña con trabajar en la industria alimentaria tras acabar un máster de Ciencia y Tecnología de Aceites y Bebidas Fermentadas en Sevilla.

-¿Se arrepiente de haber conocido a Ruth?

-No. Me compensó conocerla porque me dio a mis hijos. Pero no estoy en prisión por Ruth. Ella no tiene tanto poder. Yo estoy en la cárcel no por ella, sino porque un juez se ha guiado por las personas incorrectas.

En la sentencia se considera como "hecho probado" que Bretón asesinó a sus dos hijos para vengarse de su mujer por haberle pedido el divorcio.

-¿Lo hizo por esa razón?

-Yo no he matado a nadie. Jamás mataría a mis hijos por algo así. Si mujeres hay mil en el mundo...Me habría buscado a otra, ya ves tú qué problema. Ella rompió mi confianza cuando me dijo que sentía cosas por otra persona. Yo no quería estar con ella tampoco. Le hablé de criar a los hijos incluso estando separados. Me daba igual que ella conviviese con otra persona.

-¿Pero entonces por qué le envió una carta de amor en las fechas previas al asesinato?

-Porque era la mejor manera de estar más tiempo con mis hijos.

Bretón también fue condenado al pago de una indemnización de 500.000 euros a su antigua pareja.

-¿Le ha abonado ya esa cantidad a Ruth?

-No. Ni tengo ese dinero ni pienso pagárselo.

-Pero su familia puso a la venta la finca del horror para esa finalidad, ¿no?

-Las Quemadillas sigue en venta, pero no vale tanto. Además, a mí me corresponde una pequeña parte porque también es de mis hermanos. No podría pagar la indemnización ni en cuatro ni cinco generaciones.

-Pero sí que tiene dinero para pagar a su defensa.

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Aun hoy se refiere a sus hijos como "lo que más quería". CRÓNICA
-La pago con la ayuda de mi familia.

-Varios psiquiatras aseguran que es un psicópata.

El reo pone cara de extrañeza. Se señala a sí mismo. Como si no hubiese prendido fuego a sus seres más queridos. Sus ojos comienzan a girar como una noria. Apenas ha parpadeado durante el cara a cara.

-¿Yooo? Yo no soy un psicópata. Si los psicólogos de la cárcel lo que me dicen siempre es que soy demasiada buena persona. Antes de que ocurriese todo esto, era imposible encontrar a alguien que hablase mal de mí.La madre de la persona que más daño me ha hecho decía que yo era el yerno perfecto.

La adaptación de Bretón a la vida presidiaria no fue fácil. Ser asesino de niños es uno de los delitos más penados en la Ley de la cárcel. En sus dos anteriores prisiones (Alcolea-Córdoba y Villena) fue vilipendiado y, según publicaron algunos diarios, incluso agredido.

-Es mentira. Es cierto que me insultaron y que no fue agradable, pero nunca me pegaron. Todo el mundo me conoce en la cárcel, pero ahora ya ni me insultan. Se han escrito cuatro libros sobre mí basados en mentiras, pero las que me más me duelen son las que afectan a mi madre.

Bretón nombra a los periodistas que publicaron "difamaciones" y que incluye en su lista negra.

-¿Nunca ha temido por su vida en prisión?

-No. Aquí estoy más seguro que en la calle y no tengo protección especial. Fuera, sólo podría encerrarme en mi casa porque todo el mundo me reconocería.

Varios funcionarios aseguran que Bretón pasó aislado su estancia en la prisión de Villena. Los presos con los que compartía el módulo de primer grado [el régimen de vida más severo en el penal] huían de él. Como si fuese un apestado. Ningún recluso quería compartir espacio con él y varios sacrificaron su salida al patio durante una semana con tal de no tener cerca al hombre que quemó a sus hijos pequeños. Él aclara que entabló amistad con dos jóvenes encarcelados "por asuntos de drogas". Desde un primer momento, se le asignó a Bretón el régimen FIES (Fichero Interno de Especial Seguimiento), el mismo que le adjudican a los reos más conflictivos, a los terroristas o a los narcos. En Jaén sigue bajo este tratamiento, aunque ya no mantiene el protocolo antisuicidio que sí le adjudicaron en sus anteriores cárceles. En Alcolea, el preso había amagado con quitarse la vida.

-No me intenté su***dar. Me hice un corte de cuatro puntos con una cuchilla de afeitar para demostrar a los funcionarios que el protocolo antisuicidio no sirve para nada. Si me hubiese querido quitar la vida habría sido más contundente. Ya no tengo ese protocolo. Tengo mucho apego a la vida. Por cierto, me preguntaron dónde encontré la cuchilla y no les respondí. Puedes conseguir muchas cosas dentro de una cárcel.

-¿Hasta móviles y drogas?

-Yo no lo he visto la verdad.

Sigue arrastrando sus manías
Gracias al empeño de su abogada, Bretón goza ahora del segundo grado. Un régimen que le permite disfrutar de ocho horas fuera de su celda [ubicada en el módulo nueve y "el mejor", según él] y asistir a los talleres. Pero no lo hace, pues dedica ese tiempo a limpiar las instalaciones y a estudiar Derecho por la UNED. Ya ha aprobado dos asignaturas: Teoría del Derecho y Derecho Romano. Tiene un coeficiente intelectual de 121, cercano al de un superdotado (130). Cuando sale al patio, su única compañía es la sombra de uno de los bancos que suele ocupar. Bretón ya no practica deporte. En Villena, mataba su soledad jugando al frontenis, pero en Jaén sólo hay un campo de futbito. El cordobés está enganchado a la televisión [en especial a los programas matutinos de sucesos y a las tertulias políticas] y está al tanto de las negociaciones fallidas para formar Gobierno. El reo sigue arrastrando sus manías. Como ponerse tapones en las orejas al comer porque le molesta el ruido al masticar. O tocar los hierros de su celda con un pañuelo de papel.

Él desmiente todas estas "falsedades". También que le hayan retirado las condecoraciones que le concedió la ONU por "sus servicios de paz" en sus tiempos de casco azul en Bosnia. "Conmigo no han hecho como con la infanta. No pueden retirármelas. Además, tengo otra medalla de la ciudad de Córdoba", proclama. En ocho años y medio y si mantiene su buen comportamiento las podrá sacar a relucir por la ciudad de la Mezquita. Han pasado cuarenta minutos y nuestra conversación es interrumpida por untimbre ensordecedor. Bretón se despide con un mensaje: "Demostraré mi inocencia". Entre tanto, penará entre rejas en espera de la próxima visita. El día que lo hizo Crónica, la sala de espera de la cárcel reunía a una quincena de familiares.

Fuera llueve a cántaros. Dentro, el suelo está plagado de cáscaras de pipas. Manoli sonríe. Está a siete minutos de ver a su hijo. Entró en prisión por agredir a su mujer con una cacerola. A su lado, un joven con el último look de Neymar mira la deteriorada máquina de vending. "Los kikos podrían estar más baratos", exclama mientras se rasca el bolsillo. Suenan unas monedillas. Su hermano trapicheaba con cocaína y speed. En la sala no hay revistas del corazón. Sí varias sillas con garabatos como si fuesen la puerta de un bar cutre de carretera. Algunos visitantes charlan entre sí. No es una consulta del dentista, aunque sus presentes comparten dolor. Dolor en el alma. Les une la pena de tener a un familiar preso. Salvo a mí. Una mujer de etnia gitana y embutida en un chándal me pregunta con descaro: "¿Shiquillo, a quién va a vé usté?" "A José Bretón", le respondo. "No entiendo cómo puede venir a ver a eseioputa", replica con cara de bull dog. Su delito aún permanece en su mente. Como en la de millones de españoles que siguieron el asesinato más mediático de los últimos tiempos: el de Ruth y José.

¿Seguro que no es un enfermo mental?
Bretón es un asesino y está en su sano juicio. Esto es lo obvio, la consecuencia inmediata de la lectura de las sentencias que condenaron a este hombre por la muerte de Ruth y José. No han faltado psiquiatras, psicólogos y algún advenedizo que ha llegado a analizar la «maldad» de este personaje como factor explicativo de su conducta. Otros han llegado al insulto, buscando congraciarse con el respetable, tan amigo de buscar respuestas sencillas ante problemas complejos, siento decir. La pregunta clave sigue en el aire: ¿qué lleva a un hombre a asesinar de forma cruel a sus dos hijos? No hay respuesta única ni fácil. Porque el fuero interno de cada cual es un campo vedado, también para los psiquiatras. En segundo término, porque Bretón no reconoce nada, lo que habla también de su personalidad y de su equilibrio mental. Y en tercer lugar, porque tampoco hay ninguna razón para investigarla, más allá del análisis científico. Ahora, la pregunta que me hago es si interesa que los psiquiatras investiguemos a Bretón. Ya no a él mismo, sino al propio sistema. En España, no descubro nada nuevo cuando señalo la cantidad de personas en prisión que son autoras de un delito pero afectadas por una severa enfermedad mental. Ahora, si ustedes me quieren decir que un padre normal puede acabar a sangre fría con sus hijos, no puedo compartirlo, y creo que ustedes tampoco. Entonces, si no son normales, qué hacemos, ¿castigar o curar? Planteémonos una hipótesis: Bretón es un enfermo mental grave. Deberíamos plantearnos si la cárcel es el lugar adecuado (no lo es) o si debería estar en un centro psiquiátrico penitenciario. Esto llevaría al chascarrillo clásico: matas a alguien, luego dices que estás loco y te vas a casa. Que nadie dude de lo duro que es estar ingresado en un psiquiátrico. Porque la cárcel la sufre el propio individuo respecto de sí mismo, de su salud, de su libertad de pensar. Esa es la cárcel eterna. Y máxime, cuando los psiquiatras comenzamos a realizar nuestro trabajo de forma intensiva, y comienza el sujeto a recobrar la dimensión de la realidad. He visto llorar mucho y muy sinceramente a delincuentes execrables que, estando afectados por una patología, cuando fueron curados comprendieron mucho mejor la abyección de su conducta. Es el más efectivo mecanismo de castigo y la única posibilidad de la recuperación y reinserción social -también Bretón deberá reinsertarse, no lo olvidemos-. Se me cuestiona, por algunos colegas, que abogan por la maldad, que Bretón nunca se ha reconocido como un enfermo mental. No creo que, si lo fuere, lo contase tan obviamente. Si algo caracteriza al verdadero enfermo del que lleva a cabo lo que llamamos los psiquiatras forenses el Síndrome de Ganser (simulación de enfermedad mental de forma burda para lograr beneficios penitenciarios o clemencia del órgano juzgador), es que el sujeto no se sabe enfermo, ni lo asume, ni lo admitiría nunca. Bretón asesinó a sus hijos para vengarse del daño que su mujer le había hecho, eso dicen algunas conjeturas. Si las aceptamos como hipótesis estamos ante una idea absurda que no puede ser explicada sólo con la maldad. Hay en ella una desviación de la razón cuya explicación, que no justificación, estaría en que estamos ante una idea delirante, pero que el sujeto vive como real, que impregna la totalidad de su conducta por el componente emocional que tiene y que altera su libertad volitiva. Con los datos de que dispongo, sólo puedo lanzar la misma pregunta. ¿Estamos seguros de que Bretón no es un enfermo mental, o conviene que no lo sea? ¿Podríamos castigar de la misma manera a quien es inimputable? ¿Nos interesa llegar a comprender este crimen, o nos basta con castigarlo? Yo tengo mis respuestas, y ustedes, seguro, las suyas propias. (*) Psiquiatra y forense que examinó el caso Bretón -Por José Carlos Fuertes


http://www.elmundo.es/cronica/2016/04/24/571a4e22468aeb17158b45a8.html
 
No he seguido el caso. Este individuo parece un psicópata, capaz de eso y más. Pero las fotografías de la madre me hicieron pensar que algo escondía.


Me váis a matar, pero la madre me daba tan mal rollo como el padre. Lo siento, es mi opinión.
No digo ni de coña que la mujer tuviera que ver por favor, no, pero creo, y es la percepción que me dio, que la mujer o bien por motivos ulteriores más el asesoramiento de alguien usaron el caso por algo personal. No sé si me estoy explicando bien, vamos.
Mal rollo me daban los dos.
 
que no es un psicópata, dice?
es un monstruo. se merece que lo quemen a la brasa como hizo con sus hijos.
 
Es un psicópata si, se cree su propia mierda como si la cosa no fuera con él. Se agarra a sus mentiras de forma obsesiva. Lo que le ha pasado a esta mujer dudo que lo supere en la vida.
 
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