Concha Piquer y Concha Márquez Piquer

Momento gresca de Conchita y la boca pato que grita como una verdulera. Como la vacila Conchita, jajajaja menudo show, invocando a la madre "mamá baja" (ante un disparate dicho por la boca pato) y hasta a Lolita para ver si llamaba al programa para desmentir lo que se está diciendo sobre Lola Flores y la Piquer.
Menudo descojone.

 
Interesante entrevista de las que ya no se hacen en la tele.
Aquí se oye muy bien como la Piquer le dice a su hija como últimas palabras que es muy "respetuosa" (que yo entendí mal en el otro video).
Antes de nacer Conchita, a la Piquer se le murieron dos hijos.
Creo que a la primera a la que hacen mención y que no dicen el nombre es la Jurado.
Deja zanjado el asunto de la Piquer y Miguel de Molina, porque éste lanzó el bulo de que la Piquer le había echado de España (le echaron o se fue por homosexual y tuvo hasta un escándalo por corrupción de menores).
Curro Romero se retira un 22 de octubre, en esa fecha décadas antes, se casó con Conchita, así como casualidad.
Habla de cómo la Piquer en cuanto empieza a perder la voz, de golpe de retira por sopresa para todos, antes de que empiece su decadencia.
La Piquer aprendió antes a hablar inglés que castellano, porque se la llevaron de pequeña a USA a un espectáculo y salió de su barrio hablando solo valenciano.


Primera parte





Segunda parte







Aquí la parte 4





La parte 5



 
Última edición:
Orbyt.
23/10/2021

CONCHA MÁRQUEZ PIQUER: DEMASIADO GUAPA Y RICA PARA TRIUNFAR MÁS ALLÁ DE POR SER ‘HIJA DE’​

SE SEPARÓ DE CURRO ROMERO EN EL AÑO 1978
CÓMIC Y MUSICAL DE LA VIDA DE CONCHA PIQUER​


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DESCONCHAR A LAS PIQUER MÁS ALLÁ de adentrarse en su universo de estetización es un impulso tan vacuo como el de desvelar los entresijos del mito de Friné. En cuanto María Dolores Pradera oyó cantar La Cigarra a Concha Márquez Piquer en una fiesta enseguida telefoneó a doña Concha: “¡No se puede desperdiciar esa voz!”. Y empezó el engranaje para perpetuar un mito que nació bajo las candilejas de Broadway con tan solo 13 años de la mano del maestro Penella, abuelo de las actrices Emma Penella, Terele Pávez y Elisa Montés (ex mujer de Antonio Ozores y madre de Emma).
Mientras los hermanos Marx se abrían camino en el vaudeville, aquella chiquilla valenciana que robaba patatas y zanahorias para dar de comer a su madre y dos hermanas trabajó con la realeza del espectáculo como Jeannette MacDonald, Al Johnson o Marie Dressler. Tras su regreso a España cinco años después, la gloria y la notoriedad adquirieron un nuevo significado donde su amor prohibido con el torero Manuel Márquez, el Belmonte Rubio, aún casado con una joven de la alta burguesía cubana, la obligó a viajar a Buenos Aires, donde alumbró a su única hija, Concha Márquez Piquer, el 31 de diciembre de 1945. Su madrina de bautismo fue Evita Perón, quien cuatro años después le salvaría la vida cuando contrajo el tifus en una España de penurias donde abundaba la nada y la primera dama movió sus contactos para que los medicamentos llegaran desde Estados Unidos.
Doña Concha ya tenía una fortuna considerable que le permitió educar a su hija en los mejores internados de Suiza e Inglaterra. “No cayó muy bien porque era culta, rica y guapa”, matiza Hilario López Millán, que recuerda el gran debut de Concha Márquez Piquer en el Teatro de la Zarzuela en 1970 con diseños de alta costura de Herrera y Ollero, dirigida por el maestro Solano y presentada por su madre, que dijo “ahí os dejo con ella. Juzgadla. Y que la virgen de los Desamparados la ampare”, rememora Hilario. Ese mismo año actuó en Pasaporte a Dublín donde también estaba Nino Bravo, Karina, Rocío Jurado, Júnior o Encarnita Polo, que buscaban su hueco para representar a España en Eurovisión, que finalmente ganó Karina. En las grabaciones, doña Concha hablaba en valenciano con Nino Bravo, que fallecería tres años después en un accidente de coche que la Márquez Piquer intuyó previamente al tener una sensibilidad especial que le hizo también prever el fatídico desenlace de su hija y el choque mortal de los dos aviones en Los Rodeos.
Sin embargo, la verdadera pasión de Concha hija era la actuación. José Aguilar, que acaba de publicar Rocío Dúrcal, acompáñame, destaca que “le habían hecho las pruebas para protagonizar Canción de juventud, pero Luis Sanz, que descubrió a la Dúrcal, la impuso para el papel”. Tenía 15 años y ya estaba hechizada por Curro Romero, con quien se casó en 1962 ejemplificando la arcaica tradición de torero desposa a folclórica que produjo dos hijas, Conchitín y Coral, fallecida en accidente de coche en 1986, “sumiéndola en una profunda depresión que casi le llevó al su***dio”, confiesa un amigo de la familia.
A regañadientes, Curro le permitió cantar haciendo alarde del machismo de los ruedos mientras le era infiel y se iba de juerga durante días. Conchín embistió y se liberó aferrada a las cinco notas idénticas a las de su madre de las siete que tienen las folclóricas, “por lo que si cierras los ojos y escuchas Ojos verdes o En tierra extraña no las diferencias”, explica Hilario. Aun así, no se entiende cómo una artista de su calado no tuvo la dimensión adecuada, a no ser “que no le perdonaran que fuera guapa, educada en colegios de elite y con una vida social importante”, atestigua Aguilar ya que, sin ir más lejos, en el bautizo de Conchitín estuvieron Audrey Hepburn, Lola Flores y Yul Brynner y cultivaba amistades del calado de los Kennedy, Picasso, Orson Welles y García Márquez, que se inspiró en ella para uno de los personajes de El amor en los tiempos del cólera.
Pero doña Concha fue a la yugular en el programa Bla, bla, bla (1982) al afirmar con su singular baile de labios que a su hija no le faltaba nada, “al contrario, le sobra, que es tener el cocido seguro (…) y le falta el pasar hambre”.
Concha Márquez también mordió la Gran Manzana. Exitazo en el Madison Square Garden, obsequiada con el Premio Especial a su trayectoria por la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York (ACE) y un contrato con la CBS que no pudo aceptar porque le obligaban a vivir al otro lado del charco. Y también un sueño incumplido, protagonizar El crepúsculo de los dioses, porque se sabía todos los temas. Márquez Piquer era dúctil, iba más allá de la tradición cupletera. Como heredera de la reina de la copla, la imagen era primordial para inmortalizar el proceso de mitificación, por lo que en sus recitales demostraba que se había educado en la cultura del vestir “ya que sabía cómo andar y llevar la prenda en el escenario –asevera el modisto Tony Benítez– porque era muy elegante y exigente por su buen gusto. Se nota a la artista que le gusta el folclore y la artista que es señora en el escenario”. Apesadumbrado en su retiro sevillano porque no ha podido despedir a su gran amiga, el diseñador atesora en su memoria los innumerables diseños que hizo a las tres Conchas, en especial, el de su enlace con Ramiro Oliveros.
Todo en ella era excesivo a la par que inmaculado. En su chalé de Somosaguas, del que colgaban obras de Sorolla, Pinazo y Gutiérrez Solana, solía recibir a la antigua, como lo hacía antaño la alta sociedad madrileña, con el servicio uniformado, la plata reluciente y los delicatesen sobre la mesa, proyectando un mundo onírico que ella había conocido de primera mano. Pero también le gustaba lo campestre. En su finca de Villacastín (Ávila) donde su madre llegó a tener 500 vacas, cada mes de septiembre daba un cocido en honor a la patrona del pueblo, la virgen del Cubillo, de quien Ramiro Oliveros era muy devoto. El galán de celuloide y la dama de la canción se casaron en 1982 tras aprobarse la Ley del Divorcio que le permitió deshacerse de los vínculos con Curro.
A Concha no se le caían los anillos (con pedruscos de alto quilataje) por ponerse entre fogones, pero le quedó pendiente hacerle unas judías pintas a su íntima Sara Montiel, que presumía de su ‘Babero’ (collar de esmeraldas brasileñas) mientras Concha lo hacía con su ‘Pandereta’ (de brillantes). Hasta publicó su propio recetario, Sabores. Su figura imponía. Le tachaban d e arrogante y altiva, pero en las distancias cortas era “divertida, ocurrente y con gran ironía” –indica Aguilar– y “cercana, cariñosa y con una voz que desprendía elegancia”, atestigua por su parte María José Santiago. La artista jerezana recuerda que con 18 años le acompañó al piano en La Venta de los Gallos el maestro Posadas, “que ya era muy mayor y que en su momento acompañó a doña Concha, el único que la vio sin maquillaje y casi desnuda”.
Concha Márquez Piquer falleció el 18 de octubre a los 75 años por una infección pulmonar. Los 170 baúles de la Piquer ya son leyenda. El mito se engrandece.

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Domingo Ortega organizó en su finca un tentadero en el que Cupido cumplió cuando Conchín y Curro Romero cruzaron sus miradas. Ella tenía 14 años y él, 25. Se dieron su primer beso a escondidas, ya que doña Concha y Manuel Márquez, apoderado de él, se oponían al romance porque su “niña” aún era muy tierna. Pero era terca. A los 17 consiguió casarse en Los Jerónimos. Tuvieron dos hijas, Conchitín y Coral. Las juergas y las infidelidades dinamitaron su matrimonio. Se separaron en 1978, se divorciaron en 1982 y la Rota no les concedió la nulidad. Curro quería casarse eclesiásticamente con Carmen Tello, pero se conformó con una civil en 2003.
El próximo 4 de noviembre se publica ‘Doña Concha. La rosa y la espina’(Reservoir Books), de Carla Berrocal, una vuelta de tuerca a la copla que ofrece a través de una iconografía perteneciente al cómic la historia de la Piquer y sus míticos baúles.
“Me parece tremendamente novedoso, sobre todo, cuando mi abuela es de principios del siglo pasado”, comentó hace varias semanas a La Otra Crónica Concha Romero Márquez, hija de Concha Márquez Piquer. Tuvo la oportunidad de disfrutar mucho de su abuela, a quien cariñosamente llamaba “mamá Concha”.
Su nieta la define como “una mujer muy simpática, divertida con personalidad y carácter. Pensaban que era estricta y antipática, pero al llevar una compañía siendo mujer o te ponías seria o te comían con patatas”.
 
En las entrevistas que colgué en la página anterior, en el programa del Faro de Alejandría, Conchita confiesa que su sueño eran más ser actriz que cantante. Que conoció a Orson Welles por ser amigo de la madre o del padre (o del propio Curro Romero, ya que a Orson le gustaban los toros), y éste le dijo que tenía a una actriz dentro, y ella se moría porque él le presentara a alguien del mundillo para hacer carrera en él.
Curro Romero era el que se opuso o eso da a entender.
 
¿Cierto lo de tener sensibilidad especial para premoniciones, etc?.
Pues después que recibió la herencia grandiosa se pudo haber dedicado a algo que le gustara.
Tenemos a la duquesita que se dedica a embadurnar y a exponer por una "causa justa".
Tampoco nos tenemos que olvidar que tiene a un "sujetabolsos", que eso también hace un gasto.
 
En las entrevistas que colgué en la página anterior, en el programa del Faro de Alejandría, Conchita confiesa que su sueño eran más ser actriz que cantante. Que conoció a Orson Welles por ser amigo de la madre o del padre (o del propio Curro Romero, ya que a Orson le gustaban los toros), y éste le dijo que tenía a una actriz dentro, y ella se moría porque él le presentara a alguien del mundillo para hacer carrera en él.
Curro Romero era el que se opuso o eso da a entender.

Tenía madera de dramática, que desaprovechada, de joven era guapísima, luego se abarrocó demasiado.
 

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