Autoestima y otros temas de psicología

La historia del amor


A veces el amor no es lo que creemos, no es un te necesito, sino que es un te prefiero. Es esa fuerza tan personal y propia que solo tiene significado para dos. Por eso, en esas noches en las que lo recordamos, debemos tener muy presente que mantenerlo con vida es una tarea harto difícil que depende en gran medida de lo que le exijamos.


El amor idealizado, el amor que hemos aprendido a admirar es el de películas Disney, el de telenovela, el de Romeo y Julieta, el de muero por ti y tú por mí. Pero la realidad es que no debemos morir por amor, debemos vivir amando, amándonos a nosotros mismos. Amando lo que somos cuando sentimos amor, cuando nos queremos y somos queridos, sin excusas, sin cadenas, sin esposas y, sobre todo, sin prisas…




“En cualquier relación humana en la cual dos personas se convierten en una, el resultado será dos medias personas.”


-Wayne E. Dyer-





¿Qué es el amor?

Hemos aprendido a alabar el amor de “érase una vez” sin darnos cuenta de que es desigual y de que no hace justicia a la realidad. Es precisamente vivir en este error lo que nos hace sentirnos frustrados y tirar a la basura a la primera de cambio los sentimentos que tanto nos ha costado forjar.

La historia que hoy os traemos refleja fielmente esto. No, no es un camino de rosas, por el amor también se llora, también se pelea y también se muere. Querer y amar también desilusiona y genera mareas y naufragios en alta mar. Pero, así como amor no es solo una felicidad absoluta, tampoco es todo lo que consideramos amor.


“Te moldearé”, le dijo el hacha al pedazo de hierro mientras descendía con toda su fuerza sobre uno de sus costados. Pero a cada golpe que le daba iba perdiendo su filo, hasta que después de un rato aquella herramienta no pudo más, había quedado completamente obtusa.




“Déjenmelo a mí”, repuso el serrucho mientras clavaba sus dientes en el pedazo de hierro, los cuales fueron desapareciendo uno por uno.


“Yo me encargaré de modelarlo”, profirió con arrogancia el martillo, mientras se burlaba de sus compañeros que habían fracasado. Pero después de varios golpes se le quebró el mango y se le desprendió la cabeza.


“¿Me permiten probar?, inquirió humildemente una pequeña llama. Los tres se rieron a carcajadas, pero se lo permitieron porque estaban convencidos de que también iba a fracasar. Sin embargo, aquella llamita cubrió el pedazo de hierro; no se desprendió de él, lo abrazó y lo abrasó hasta volverlo blando y darle la figura que quería. Aquella pequeña llama logró lo que las otras tres poderosas herramientas no pudieron alcanzar.


El amor lo puede todo

Hay en el mundo corazones tan duros que pueden resistir los hachazos de la ira, los dientes del encono y los golpes de orgullo y del rechazo, pero por más severo que sea el corazón de la persona, no podrá resistir las embestidas del amor; porque el amor es la fuerza más poderosa de este mundo.

En ocasiones, en nuestro camino nos encontramos con corazones forjados de hierro en el frío ardor de la batalla que necesitan de la suavidad del amor para alcanzar la plenitud. Es en estos momentos en los que nuestros aprendizajes erróneos sobre lo que es el amor pueden llegar a destruirlo.

“En cualquier relación humana en la cual dos personas se convierten en una, el resultado será dos medias”.
-Wayne E. Dyer-

Pero he de decir que buscar tu media naranja es una tarea imposible o en buena parte complicada, pues no hay medias naranjas por el mundo. Si emprendes esa búsqueda solo vas a encontrar frustración y dolor. Por el mundo hay naranjas enteras, naranjas que ruedan solas y que de vez en cuando se chocan y se ponen a rodar juntas.

El amor es un arte que necesita ser comprendido. Es un arte y como arte no se mide por el tiempo, no es una fecha ni son solo dos cuerpos. Es el oficio universal que presta sus servicios a toda la humanidad, es el niño que todos llevamos dentro y debemos aprender a cuidar y a tratar para no destruir la parte que nos mantiene vivos incluso cuando estamos en llamas.


Por Raquel Aldana
 
¿Somos adictos al amor?




El amor es una droga muy poderosa, puede que la más fuerte y adictiva. La euforia que podemos llegar a sentir cuando estamos enamorados es increíble. Cómo explicar qué tiene esa persona que hace que se nos revuelva el estómago, que nos palpite el corazón y que cuando estemos en su compañía la vida sea mucho más hermosa. Pero, ¿dónde se encuentra el límite entre un proceso de enamoramiento sano y equilibrado y una adicción que puede ser igual de catastrófica en nuestra vida que el enganche a cualquier otra sustancia?


Dime, ¿Cuántas veces te han dicho o has dicho estas frases?




-Sin ti no soy nada.
Mi existencia no tiene sentido sin ti.
Vivo para él.
Ella lo es todo para mi.
Si me faltaras, me moriría.
-Que haría yo sin ti,
– Te necesito,




Y ¿en cuántas letras de canciones, libros, cuentos y películas te han hecho creer que indicaban amor verdadero? Sin embargo, ¿Expresan amor o, más bien, son síntomas claros de una adicción a otra persona capaz de volvernos dependientes y obsesivos?


Si hay síndrome de abstinencia, no es amor es apego

El amor no debería convertirse en una obsesión, no debería ser apego. La adicción y el apego provocan que en muchos casos seamos incapaces de poner fin a una relación que nos perjudica y no nos deja ser felices. Incapaces de resignarnos a la ruptura, nos resulta imposible entender la vida sin nuestra fuente de seguridad o placer, olvidándonos de que la felicidad debe nacer de nosotros mismos para poder compartirla con la persona amada.




Es posible librarse de esta esclavitud. En el fondo, la adicción afectiva funciona de una manera similar a otro tipo de adicciones como a la comida o a otras sustancias. Solo si aprendemos a estar bien con nosotros mismos estaremos preparados para compartir la vida con otra persona. Cuando uno comienza a independizarse, descubre que lo que sentía en realidad no era amor, sino una forma de adicción psicológica.


El amor no tiene por qué obligarnos a destruir nuestra propia identidad, a no dejarnos solucionar nuestros problemas, a no permitirnos disfrutar de nuestra soledad o la compañía de otras personas. No sentir apego tampoco tiene por qué hacernos egoístas o fríos, sino que podemos amar sin esclavizarnos, sin sentir celos, inseguridad y obsesión. El amor debería ser un trampolín hacia un mayor crecimiento personal y la persona amada una compañera con la que compartir nuestra felicidad, no a la que exigir que nos salve de nosotros mismos.

Por Bárbara Lorenzana Pérez
 
La psicología de la música



La música tiene efectos muy positivos para la mente. La psicología de la música puede aplicársela uno mismo para mejorar el estado emocional. La mente cambia después de haber escuchado música, puede llegar a ser una buena herramienta para mejorar el estado emocional, claro está, siempre y cuando se escuche la música correcta en cada estado de ánimo.


¿Qué escuchar si estoy triste?

Todos sabemos, que si estamos tristes y decaídos, lo mejor sería escuchar música movida o canciones con una letra positiva, que incite a animarse. Pero a pesar de que es algo obvio, muchas personas caen en escuchar canciones dramáticas, tristes y negativas.




Me atrevería a decir, que todo el mundo alguna vez, cuando ha tenido algún día triste, en vez de ponerse música positiva, se ha puesto las canciones más pesimistas, tristes y dramáticas que hay en la industria de la música.
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¿Por qué pasa esto? La psicología de la música dice porque nos dejamos llevar por el subconsciente. Cuando estamos tristes, la mente quiere más dosis de pesimismo, te pide música acorde a cómo te sientes. No activamos la razón y nos dejamos llevar por lo que nos pide el cuerpo.

Si vas a la contra y lo que haces es ponerte la música que consideras que te pueda ayudar, romperás con estos patrones poco saludables. Si estás decaído y triste, no te machaques más, no seamos masoquistas y escojamos en cada momento lo que nos puede ayudar a mejorar las emociones. Esto es lo que recomienda la psicología de la música.


¿Qué escuchar si estoy contento?

Según la psicología de la música, cuando estamos contentos ya de manera natural nos saldrá escuchar música movida, animada y positiva. Aquí el subconsciente ya nos lleva a hacerlo sin necesidad de tener que activar la razón.




Lo que nos provocará esta escucha, será que podamos mantener, incluso aumentar la alegría y motivación que tenemos. También puede suceder, que al sentirnos bien, nuestra razón nos diga que al estar contentos no pasará nada si escuchamos canciones tristes.


Si las cosas nos van bien y estamos contentos, no pasa nada porque se escuchemos canciones tristes. No pasa nada, siempre y cuando se haga con moderación y acabemos siempre escuchando como toque final, algo más activador y esperanzador.


Una canción triste y negativa, siempre nos disminuirá la alegría y motivación.

Si tenemos un buen estado emocional y estamos muy alegres, apenas notarás que tu alegría disminuye porque escuches cosas dramáticas, ya que la balanza se decantará hacia lo bueno que hay en tu vida, pero como las cosas no te vayan bien y tu positividad esté en bancarrota, lo que conseguirás escuchando música triste, será que te puedas hundir más.


El cerebro responde de forma automática

Cuando las ondas de la música penetran en nuestros oídos, automáticamente el cerebro responde dependiendo del sonido. Si es movido todos hemos experimentado esa sensación de necesidad de mover el cuerpo, de adaptar los movimientos al ritmo que oímos. Nos activamos y aumenta el ánimo.


Igual pasa con la música relajante, clásica. Entra en nuestros oídos y el cerebro experimenta paz, relajación, sedación, desactivación, siempre y cuando seamos capaces de centrarnos exclusivamente en lo que estamos escuchando.

Diferentes estudios realizados sobre la psicología de la música en el Massachusetts General Hospital y en diversos Hospitales de Hong Kong, nos dicen que las personas que habían escuchado música diariamente unos 20 o 30 minutos, tenían la tensión más baja, comparada con los que no escuchaban música.

Los latidos del corazón se sincronizan al ritmo de la música, está demostrado que con unas ondas rápidas el corazón se acelera y ante un ritmo lento, el corazón disminuye sus latidos.

Con la música triste de mensajes dramáticos, el cerebro puede experimentar, tristeza, frustración, desánimo, apatía, melancolía, etc… todo depende de las experiencias que hayamos tenido o estemos teniendo, ya que, solemos vincular lo personal con lo que estamos escuchando y a partir de ahí se producirá una respuesta u otra.

No siempre es negativo escuchar canciones tristes, a veces sirven como aprendizaje o como despedida, bien usadas sirven para cerrar puertas y darse cuenta de los errores cometidos.


Si las malas experiencias que hayamos tenido están superadas, no harán daño, se podrá escuchar este tipo de canciones como una lección aprendida, como un canto a lo que sucedió. Si se hace con moderación y aceptación no siempre tiene por qué ser negativo.


Y no sólo la música produce efectos muy positivos en las personas, si además cantamos, estaremos aumentando doblemente los buenos efectos. Si os apetece, os invito a que comentéis qué canciones os ayudan en los malos momentos, cuáles os activan, os llenan de energía. ¿Os animáis a experimentar los efectos positivos de la música?

Por Cristina Pérez

 
Vivir sin expectativas



Las expectativas no nos permiten vivir en libertad, aceptando el curso de las cosas, ya que creemos que por el hecho de desear algo en concreto, ya sea aprobación, perfección o comodidad, tiene obligatoriamente que ocurrir. Pero la realidad es que lo que tenga que suceder, va a suceder, estemos o no de acuerdo.


Las personas en muchas ocasiones pretendemos tomar el rol fantasioso de divinidad. Pensamos erróneamente con “deberías”, hacia nosotros mismos, los demás y la vida en general. Nos decimos cosas como “mi jefe debería tratarme bien y no gritarme”, “las cosas me deben salir bien siempre y con poco esfuerzo” o “yo debo hacer mi trabajo bien porque si no significa que soy un gusano”. ¿Qué nos hemos creído?, ¿un juez?, ¿un Dios?, ¿quién puede decir lo que debería o no debería ser?




Cuando vivimos esperando que la vida funcione como queremos, que las cosas salgan como nos gusta o que los demás nos traten como creemos merecernos estamos siendo, en realidad, esclavos de lo que esperamos.

Vivir con expectativas nos convierte en personas débiles a nivel emocional, ya que esperamos que las cosas sucedan tal y como deseamos y no siempre va a ser así. De hecho, en un porcentaje considerable de veces, la vida va a tomar un giro distinto del que esperábamos y no queda otra que aceptarlo con el mayor sosiego posible.


Si no nos entrenamos bien para soltar las expectativas y abrazar lo que viene, corremos el riesgo de sufrir considerablemente, de deprimirnos o llenarnos de ansiedad. Cada cual elige qué es lo que prefiere pues cada uno es dueño de su propio estado emocional.

¿Cómo me libro de las expectativas?

La clave se encuentra en aprender la diferencia entre lo que es controlable y lo que no. Yo no puedo controlar el pensamiento ni la actitud de los demás, tampoco las circunstancias del mundo y de la vida. Sin embargo si puedo controlar la forma de relacionarme con esto, la forma de pensar sobre ello y de hacerle frente.


Cuando tratamos de controlar lo incontrolable, evidentemente, nos frustramos porque nunca va a ocurrir lo que queremos. Nuestro margen de actuación se reduce a que podemos hacer las cosas de la mejor manera que sabemos o actuar como mejor sepamos, pero eso no quiere decir que se nos vaya a recompensar, ni que todo vaya a ir conforme a nuestras expectativas y deseos. Vamos a quitarnos esta idea absurda de la mente y comencemos a aceptar la realidad.


Piensa, por ejemplo, en que un día alguien te dice: “El cielo debería ser de color verde manzana, porque sí, porque a mi me gusta ese color y espero que algun día sea así” ¿Qué pensarías? Seguramente que esta persona no está muy bien de la cabeza, que tiene un deseo absurdo, que nunca se va a realizar por la sencilla razón de que es imposible y porque por mucho que a mi me guste algo, no significa que obligatoriamente tenga que ocurrir.




De la misma manera, cuando albergamos expectativas en nuestra vida, con nuestros propios asuntos, estamos imponiendo y exigiendo que debe ser, cuando no va a ser y tampoco necesitamos que sea.

Tú no eres ningún Dios

Por lo tanto, cuando te percates que vienen expectativas a tu mente, y tu diálogo interno contenga un " debería", acuérdate de que no eres ningun Dios que puede cambiar el progreso de las cosas, solo un ser humano como otro cualquiera que lo hace lo mejor que puede pero que de eso no se deriva que le vaya a ir bien ni que la vida vaya a ser justa.


También puedes preguntarte ¿Quién dice que las cosas me deben salir bien?, ¿dónde está escrito que tal persona me debería tratar como merezco?, ¿puedo controlar yo el comportamiento del otro de alguna manera?, ¿me sirve para algo pensar en que el mundo está obligado a satisfacerme y esperar que así sea?


Cuando encuentres las respuestas realistas y racionales a todas estas preguntas y cambies tu diálogo interno por “me gustaría, pero quizá no sea así y tampoco lo necesito” o “no espero que menganito me haga un regalo por nuestro aniversario, aunque sería fantástico si lo hiciese”, te darás cuenta de que eres mucho más fuerte y libre.


Te habrás desligado de las expectativas irracionales, de la rigidez, de la obtusidad y comenzarás a aceptar lo que el Universo tiene preparado para nosotros. A veces te gustará, otras no, pero en eso consiste la vida.


Si todo fuese siempre color de rosa y como queremos, esto de vivir tendría poca gracia. No hay alegría sin tristeza, satisfacción sin decepción, éxito sin fracaso… Para sentir el cosquilleo que nos produce el alcance de una expectativa, tenemos que conocer la frustración y tolerarla.


¡Empieza hoy a soltar! Anota en un papel todas tus expectativas, hacia ti mismo, los demás y el mundo y ve modificándolas. Te gustaría que se cumplieran, pero no es obligatorio y pase lo que pase lo aceptarás y soportarás. Practica un diálogo interno más maduro y fuerte, y saldrás ganando.

Por Alicia Escaño Hidalgo
 
Las expectativas nos aseguran frustración


Las expectativas están formadas mediante suposiciones, acerca de lo que creemos que tendría que ser, en base a lo que nos han enseñado y hemos aprendido. Muchas veces las expectativas que tenemos se alejan de la realidad y nos encontramos de lleno con la frustración.


Es inevitable tener expectativas acerca de algo o de alguien, todos nos las vamos formando como un proceso automático de nuestra mente. Tenemos a su vez expectativas hacia nosotros mismos, de cómo deberíamos de comportarnos o a lo que tendríamos que aspirar.




Las creencias que nos vamos formando van construyendo nuestro mundo y nuestra realidad. Las expectativas son un elemento clave, influyendo en cómo nos relacionamos con los demás, y sobre la imagen que tenemos acerca de nosotros mismos.


“Una profecía que se autocumple es una suposicion o predicción que, por la sola razón de haberse hecho, convierte en realidad el suceso supuesto, esperado o profetizado y de esta manera confirma su propia ‘exactitud'”
-Paul Watzlawick-

Influimos y nos influyen a través de expectativas

Las expectativas culturales son aquellas que compartimos en sociedad, sobre lo que está aceptado, bien visto, y lo que es rechazado. Entramos sin darnos cuenta en este juego de las expectativas que tenemos formado en nuestra cultura, intentando adaptarnos a lo que se supone que debemos de hacer; intentando así no quedar aislados y excluidos.

La imagen que nos hemos creado acerca de nosotros mismos, está cargada de expectativas: de nuestros padres, familia, profesores, compañeros de clase, amigos, parejas, etc. De lo que han esperado de nosotros, nos han influido inevitablemente a crear nuestro autoconcepto.




Es así como aparece el famoso suceso psicológico llamado el efecto Pigmalión. Las creencias y expectativas que tenemos acerca de una persona, influyen a esta en su rendimiento y forma de comportarse. Influyendo a generar su propia creencia sobre lo que puede conseguir y lo que no.


Las expectativas no se dividen en buenas o malas, simplemente nos impiden ser quienes realmente queremos ser

La trampa de las expectativas

¿Vivimos la vida que realmente nos gustaría? ¿Nuestras decisiones las tomamos en base a lo que queremos? Sería bueno cuestionarnos si estamos viviendo conforme a lo que queremos o conforme a las expectativas que los demás tienen sobre nosotros.


Tener que ser un buen trabajador, un buen estudiante, una persona responsable, cuidar de la familia. Ser una chica simpática, alegre, que nunca da problemas; ser educada, amable, etc. Todo esto se convierte en imposiciones que nos hemos creído que hay que cumplir, porque somos así y no podemos salirnos de ese patrón.




¿Qué sucede cuando salimos de lo que se supone que se espera de nosotros? Aparece la frustración de las personas que nos han visto siempre en ese mismo papel de cumplidor de expectativas. Si reaccionamos como no estaba previsto y decidimos comportarnos de otra manera, nuestras relaciones cambian. Nos sentimos culpables por haber defraudado.


Liberarnos de las expectativas

Liberarnos de las expectativas que los demás tienen hacia nosotros ya es un gran paso, una tarea difícil que requiere de mucho valor. Si además logramos entender que no hemos fracasado y que la decepción y la frustración es de los demás, que se han formado unas creencias acerca de cómo tenemos que ser bajo todas las circunstancias; habremos aprendido además que no podemos vivir constantemente tras esa máscara, y acabaremos por despertar de nuestro letargo.


En ese despertar surgen nuestro verdadero ser, tomamos nuestras propias decisiones teniendo en cuenta lo que necesitamos y lo que queremos. Comenzamos a elaborar nuestro propio recorrido por la vida

Atender a lo que experimentamos

Nuestra experiencia, lo que vivimos y aprendemos de todas las situaciones por las que pasamos, va de alguna forma moldeando y dándole forma a nuestras expectativas, las que tenemos sobre nosotros mismos y sobre los demás.


Vamos comprendiendo que nuestra frustración acerca de cómo creíamos que alguien era, ha sido producto de nuestra ilusión. Las personas no somos específicamente de una determinada manera, existen multitud de factores que influyen en cómo nos comportamos, y las decisiones que tomamos. Necesitamos procesos de cambio, para experimentar y decidir lo que queremos ser.


Si me he defraudo por lo que esperaba de alguien, es mi responsabilidad aceptar que era mi creencia, mi expectativa, la que yo me he creado. La otra persona está en su derecho de no corresponder a lo que yo esperaba de ella.


Al entender el proceso y mecanismo de nuestras expectativas, vamos restándoles importancia, comprendiendo, siendo más compasivos y flexibles. Vamos aceptando y amando a las personas y a nosotros mismos por lo que son, por lo que somos, con nuestros errores y aciertos. Nos permitimos ser como necesitemos ser, permitimos a los demás ser como necesiten ser y como quieran ser.


“Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanece frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante. Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón.”
-Steve Jobs-

Por Rafa Aragón
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¿Tienes miedo al qué dirán?




No podemos evitarlo, vivimos en sociedad. Somos criaturas sociales enmarañadas a su vez por múltiples escenarios que nos determinan casi sin querer: una familia, unos amigos, unos vecinos, unos compañeros de trabajo…


Entre todos formamos una especie de sándwich cuajado de colores y sabores con los que hemos de aprender a convivir.




Pero el convivir, no implica no poder vivir en libertad y actuar de modo autónomo según nuestros deseos y caprichos, según nuestra voluntad. Aunque en ocasiones para mucha gente es complicado…


“El qué dirán” es una sombra de doble filo que siempre ha existido, que pone muros a nuestra libertad, que frena nuestros pasos y que nos obliga a estar atentos para no quebrantar esas normas implícitas de lo que se supone, “está bien”.


Son muchos los escenarios sociales que aún están impregnados de prejuicios sociales, de ese polvo rancio que no solo vive en los pueblos pequeños detrás de los visillos.


También existe en muchos trabajos, en muchas calles de nuestras ciudades, e incluso en nuestras propias familias… Pero, ¿cómo vencer este temor?

Claves para afrontar el temor al “qué dirán”

1. Vence tu temor al rechazo

Si tu felicidad se está viendo obstaculizada por esa barrera, detente a pensar un momento en esa situación ¿De verdad merece la pena?




Si lo que temes de verdad es ser rechazado por esa familia, esos amigos o esa sociedad, deberás poner en tu balanza ambas partes para ver qué pesa más en tu corazón.


No podemos ser aquello que no somos, ni callar eternamente nuestros pensamientos y deseos. El aparentar ser algo que no somos deja asomar un día u otro la frustración, y con ella, la baja autoestima.


No vale la pena. Nuestro equilibrio personal es lo primero, al igual que nuestra felicidad.


2. Es imposible gustar a todo el mundo

Hay algo que debemos tener claro desde el principio, algo que deberían enseñarnos desde niños: es imposible gustar a todo el mundo. Y no solo es imposible, es incluso saludable.


Cada uno de nosotros tenemos una personalidad, unos criterios y una voz. El no encajar con otras personas pone a su vez unos límites adecuados que nos dan identidad.




No tenemos por qué llevarnos bien con personalidades egoístas que no respetan a otras personas. Que humillan y destruyen. El no llevarme bien con ese tipo de personas me ofrece autonomía y respeto a mi propia escala de valores. Es algo necesario e higiénico.


Y aún hay otro aspecto que debemos comprender: cuánto más inseguros nos mostremos, y menos claras tengamos nuestras ideas, peor nos valorarán.


Define tus criterios, tus posiciones, mantente firme en tus valores y defiéndete. Las personalidades bien desarrolladas y con una fuerte autoestima no se dejan vencer, y no tienen por qué temer al “qué dirán”.

3. Acepta las críticas

Es algo normal, esperable y comprensible. Es parte de la vida y hay que tratar de analizarlas como lo que son: “otros puntos de vista”. Y como tales, debemos respetarlos sin llegar a dramatizar.


Cada uno de nosotros dispondremos de un enfoque de lo que es la vida, y con esos puntos de vista variados y diversos hemos de aprender a convivir. Pero siempre sin juzgar o llevar a los extremos.


4. Defiende tu posición

Puede que otros quieran imponer sus ideas sobre ti. Que pregonicen sobre sus propias moralidades, sus propias normas sociales, sobre lo que está bien y lo que está mal. Pero nunca lo permitas.


Debes defender tus posturas, tus ideas y tus necesidades, no te dejes vencer o infravalorar… porque cuando atacan a tus propios valores, estarás perdiéndote a ti mismo/a.


5. Actúa según tus propios principios

Esta idea es aplicable a cualquier ámbito. Incluso cuando vas a comprarte ropa y te dejas influenciar por quienes te acompañan.


Haz siempre lo que te haga sentir bien, lo que te permita ser feliz en las pequeñas y en las grandes decisiones. Porque si vamos perdiendo la voz poco a poco, llegará un momento en que ni siquiera nos escuchemos a nosotros mismos.


¿Vale la pena? Desde luego que no. Reclama tus derechos y dilo en voz alta. “El qué dirán”, es solo un viento frío y rancio que no tiene por qué afectarte.

Por Valeria Sabater
 
Quien tiene magia no necesita trucos



Cuanta más gente conocemos más somos conscientes de que las personas que saben llevar al ‘genio’ dentro no necesitan nada para llegar a los demás: John Lennon tenía magia en todo lo que hacía, Dalí no necesitaba un solo truco para pintar lo que le apetecía y Charles Chaplin ni siquiera tenía que hablar para ganarse a medio mundo.


No quiero decir que todos seamos estos talentos que nos ha dado la historia, a lo que me refiero es que la mejor manera que podemos tener de darnos a conocer es saber qué somos y mostrarnos tal cual: sin filtros, sin máscaras, sin superficialidad; porque quien tiene magia no necesita trucos.




Sé natural, ni imperfecta ni perfecta

El otro día leía una publicación en las redes sociales de Michelle Jenner sobre la supuesta perfección que se nos exige inconscientemente y que, muchas veces, también nos exigimos. Nos depilamos, atendemos durante horas a la vestimenta, nos maquillamos y nos miramos 100 veces al espejo: como tratando de buscar lo que en el fondo no somos.


“La honestidad y la integridad son absolutamente esenciales para el éxito. La buena noticia es que cualquier persona puede desarrollar tanto la honestidad como la integridad.”
-Zig Ziglar-

Después salimos a la calle y pensamos que lo que ven los demás en nosotros es lo importante, así que nos esforzamos por ‘estar a la altura’. Sin embargo, no somos imperfectos ni perfectos: nuestra esencia es lo que nos une a los demás, la causante de las complicidades y las diferencias entre unos y otros.


Por esta razón, la naturalidad y la honestidad es el comportamiento que más nos hará disfrutar de lo que vivimos y que nos ayudará a tener relaciones más duraderas y profundas: por ejemplo, los defectos se desenmascaran pronto, por lo que es mejor amarlos desde el principio.


Ella está loca, pero es mágica

Seguro que alguna vez has escuchado esta frase anterior y lo que quizá no sabías es que lo dijo otro genio, Bukowski. No hay mentira en su fuego añadía. Lo que venía a transmitir era lo que ya hemos comentado arriba: las personas que se dan a los otros, sin pensar en la manera en la que lo hacen, son verdad y nos gustan.




La ‘loca’ de Bukowski es aquella que se entrega de manera fiel y sin distorsiones de ningún tipo. Es aquella que entiende que los resultados más reales de su vida los va encontrar en la sencillez de quien sabe lo que siente y cómo quiere sentirlo.


En este sentido, ¿por qué nos agrada la espontaneidad de los niños? Porque ellos son capaces de poner el corazón y el alma en todo en lo que hacen, normalmente construyen sus amistades sin prejuicios, son inocentes y se sorprenden muchas más veces que los adultos. Además, no entienden el sentido del rídiculo y, sobre todo, son sinceros.


“Somos todos los viajeros en el desierto de este mundo, y lo mejor que podemos encontrar en nuestros viajes es un amigo honesto.”
-Robert Louis Stevenson-


Hay quien llega a ser magia, aunque nunca llegue a saberlo
Cuando Vanesa Martín mencionó esto en un concierto suyo me acordé de aquellos amigos que lo dan todo porque crezcamos como personas y nunca nos paralicemos. En ese momento me vinieron a la cabeza todos esos momentos en los que los demás nos salvan sin ser conscientes de la importancia de lo que están haciendo por nosotros

La sencillez y la magia de quienes dan lo que tienen sin buscar nada a cambio es lo que de verdad merece la pena tener al lado, más que las falsas aparencias que son sinónimos de fracaso: todos hemos descubierto alguna vez algo de alguna persona importante que nos ha sorprendido por completo.


Por todos estos motivos es enriquecedor que nos rodeemos de aquellos que saben que pueden ser magia y lo son, de los que no necesitan de trucos para mostrarse de cara a los demás. Así, no por azar dicen que lo mejor de las relaciones desinteresadas y recíprocas es desconocer quién tiene la suerte de conocer a quién y esto solo puede ocurrir con sinceridad de por medio.

“Te veía


hacer esas cosas sencillas


que tú haces


para que el mundo


entre en razón;


y no sabía


a quién


darle las gracias.”


-Karmelo Iribarren-


Por Cristina Medina Gomez


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La ley de la atracción: ¿Existe realmente?

Es muy posible que hayas oído hablar de ella. Vamos a hablar de la ley de la atracción, pero no a la que se refiere a las relaciones de pareja, sino a ese otro enfoque incluido dentro del campo del desarrollo personal que en los últimos años ha tenido tanto éxito.


Es pensar, por ejemplo, que la suerte nos va a acompañar en nuestros proyectos. Desear algo con mucha intensidad, con optimismo y confianza, esperando que de ese modo todos esos objetivos ansiados se cumplan. Estas ideas, expresadas del modo más sencillo posible, darían forma al concepto tan conocido de la “ley de atracción”, según el cual, determinadas ondas de energía articulan su influencia en beneficio propio.




“Los grandes hombres recorren senderos que para el común de los mortales son desconocidos. ¿Y sabes una cosa? Ser positivo trae buena suerte.”
-Valerio Massimo Manfredi-

“Somos lo que pensamos”, nos dice este enfoque. Desarrollamos un estado mental a través de vibraciones afinadas y armoniosas capaces de configurar un estado mental donde los pensamientos son la causa y, a su vez, el modo de conseguir cosas. ¿Es posible? Y más aún, ¿es fiable? Dada su relevancia, en especial en las disciplinas del desarrollo personal, merece la pena hablar un poco sobre ello de modo objetivo.


La base de la ley de la atracción

La llamada ley de la atracción no es un concepto nuevo. Nutre sus raíces de la clásica teosofía y en el movimiento “new age”. Ahí donde el campo de las energías y esas fuerzas que tejen de modo invisible el universo, aportan cierto “sustrato” a esta teoría. También del “pensamiento positivo”, ese concepto tan conocido -y vendido- a la hora de motivarnos, capaz de aportarnos esa energía y confianza en nosotros mismos.


A su vez, la “ley de la atracción” dispone también de dimensiones muy aceptables de distintas disciplinas psicológicas. Algunas de ellas que quizá las conozcas:




La teoría cognitiva

Una perspectiva ideal para el campo del aprendizaje, ahí donde la cognición o los distintos procesos mentales como la percepción y la memoria pueden ayudarnos a adquirir conocimiento y conseguir cambios.


Pensemos por ejemplo en esas personas que están intentando dejar de fumar. El visualizarse a ellas mismas iniciando sus mañanas sin ese necesitado cigarro, puede inducir al cambio. Es decir, aquí, el pensamiento nos hace conseguir objetivos, tal y como nos indica la ley de atracción.


La terapia cognitivo-conductual

Lo interesante de esta tendencia psicológica es que nos enseña que son nuestros pensamientos quienes originan las emociones y las conductas. Nunca al revés.




Es decir, sería un modo de controlar el campo emocional para primar el pensamiento. Si yo me mentalizo en dejar a un lado las penas poniéndome firme para conseguir dicho objetivo, finalmente ese pensamiento orientará mi capacidad de logro.


Alternativa a la ley de la atracción: la acción

La única crítica objetiva que podemos hacer a la ley de la atracción es que se base demasiado en el campo de las energías, y la idea esencial de que para conseguir algo hemos de “pedirlo”. Ya sea al universo o a esa fuerza invisible que, supuestamente, se suspende a nuestro alrededor y que se conecta con nosotros. Se valora, eso sí, demostrar una actitud de entusiasmo de positivismo y gratitud.

Pero como ya sabemos, no basta solo con pedir. No nos sirve de mucho demandar con humildad esas metas en nuestra vida si no ponemos de nuestra parte. Siempre será adecuado y necesario mantener una actitud positiva, desde luego, pero ese positivismo debe ser razonable y lógico. Las soluciones a nuestra vida no se suceden solo con pensar, desear y esperar.

“Yo creo bastante en la suerte. Y he constatado que, cuanto más duro trabajo, más suerte tengo.”
-Thomas Jefferson-

Atracción y acción son complementarias
Aceptaremos la ley de atracción como ese primer estímulo ante un cambio de actitud: pensar que deseo algo, entender que debo hacer un cambio y que he de esforzarme en conseguirlo. De ahí la necesidad de complementarlo con la “ley de la acción”. Una vez hayas abierto tus miras y tus esperanzas, enciende el motor del cambio.

No pienses solo en que las energías van actuar por sí solas para darte lo que ansías. Pon tus propios medios, estrategias, construye tu propio camino día a día y comprende que, todo logro tiene detrás un esfuerzo propio. Esos que hacen que nos sintamos orgullosos de nosotros mismos.

La ley de la atracción es un buen concepto de motivación. Pero siempre es adecuado ver las cosas con objetividad, teniendo en cuenta que hoy en día el “concepto de pensamientos positivos" vende muchos libros de autoayuda.

Ten confianza siempre en ti mismo, pero empuja tu pensamiento y tus acciones para construir ese camino que deseas. Ese que te hace feliz, y por el que merece la pena luchar.

Por Valeria Sabater
https://twitter.com/intent/tweet?te....com/la-ley-de-la-atraccion-existe-realmente/

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No pidas a la suerte lo que solo te dará el esfuerzo


Pertenece al conocimiento común que para conseguir algo que deseamos con todas nuestras fuerzas, el primer paso siempre es tener la iniciativa de que vamos a esforzarnos para ello. La suerte puede influir en nuestros logros, pues estamos rodeados de condicionantes y consecuencias de otros actos, pero siempre el esfuerzo será el factor principal.


La voluntad que añadamos a nuestra inteligencia, creatividad o trabajo, por ejemplo, harán que lo que nos propongamos esté un poco más cerca de nosotros, que seamos capaces de realizar los proyectos que más anhelamos. Confiar en la suerte puede ayudar, pero solo si estamos dispuestos a aprovechar su llegada.




La actitud y la mejor amiga del esfuerzo

Predisponer tu mente a que si nos esforzamos vamos a tener éxito es una idea tan equivocada como la de pensar que la suerte por sí sola hará nuestro trabajo. Es decir, es muy beneficioso aceptar desde un primer momento que podemos obtener fracaso tras fracaso a pesar de esforzarnos más que cualquier otra persona.


“Si tienes una actitud positiva y te esfuerzas constantemente para dar tu mejor esfuerzo, con el tiempo vas a superar tus problemas inmediatos y encontrará que estás listo para retos mayores.”
-Pat Riley-

La realidad es que nuestros resultados no siempre son los merecidos y que, además, tenemos que ser conscientes de que no podemos conseguir todo lo que deseamos ni con todo el esfuerzo que podamos llegar a hacer. Tenemos nuestros límites personales y sociales: el esfuerzo es una gran parte, pero no todo.


Por este motivo fundamentalmente la actitud con la que nos enfrentemos a las cosas que emprendemos es la mejor amiga del esfuerzo: una actitud positiva ante lo que somos capaces de lograr, nos ayudará a reconocer nuestras metas y nos acercará mucho más ellas.


No creer en el esfuerzo nos conduce al conformismo

Hoy en día cada vez somos más propensos a pensar que “el otro” consigue las cosas sin esfuerzo, por “pura suerte”; y que, por eso, tenemos que conformarnos con lo que la vida quiera darnos. El conformismo llega cuando se acepta que la suerte es más importante que el esfuerzo y el fracaso es positivo porque no se esperaba el éxito.




“Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.”
-M. Gandhi-

Justamente, como bien supo ver Gandhi, nuestra mayor victoria debería ser sabernos conscientes del esfuerzo que hemos empeñado en un proyecto y lo que hemos podido a dar de nosotros mismos. El resultado es importante,pero nuestro desarrollo personal también lo es.


No creer en el esfuerzo y en lo que hacemos cada día para conseguir los sueños que tenemos en mente solo nos conduce a conformarnos con un tipo de persona que realmente no queremos ser, que no ha alcanzado a realizarse como quisiera.

La disciplina y la educación de los niños: claves para valorar el esfuerzo

Una de las bases de estas nociones se encuentra en la enseñanza y la forma de inculcar una disciplina para el trabajo en los niños. Estas son claves primordiales para el crecimiento individual y colectivo de la sociedad: educar a un niño en los principios del esfuerzo le dará las herramientas suficientes para no dejar de superarse a sí mismo como adulto.


“Todos tenemos sueños. Pero para convertir los sueños en realidad, se necesita una gran cantidad de determinación, dedicación, autodisciplina y esfuerzo.”
-Jesse Owens-

El ejemplo siempre es una de las formas más útiles de enseñanza, por lo que si como adultos creemos en el poder del esfuerzo por encima del de la suerte, seremos capaces de transmitírselo a los niños. Así ellos aprenderán a afrontar sus dificultades, a ser menos caprichosos y más constantes, a entender el valor del afán de superación, etc.

Por Cristina Medina Gomez

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Lecciones de vida


Nuestros actos, conductas y comportamientos tienen sus consecuencias en la rueda de la vida. Tanto los momentos buenos como los momentos malos que experimentamos son importantes, son lecciones de vida que nos van a instar a madurar, a crecer y a ser mejores personas. Claro está, siempre que sepamos sacarle el partido debido.


La frase “cada uno tiene lo que se merece” la podemos entender en base a ésas consecuencias que tienen nuestros actos. Podemos creer en ésta frase conocida y popular cuando lo merecido es positivo. Pero la pregunta surge cuando lo que “merecemos” y lo que nos da la vida son circunstancias adversas, que conllevan sufrimiento, cambios, y desgracias.




“La vida tiene momentos buenos y malos. De los buenos se disfruta y de los malos se aprende”


-Anónimo-


Cada uno tiene lo que necesita

Entonces, en base a lo anterior, ¿todo lo que nos ocurre obedece a consecuencias de nuestros actos? Me atrevo a decir que “cada uno tiene lo que necesita”. En ocasiones, necesitamos ver directamente la consecuencia de un acto “malintencionado”. Y en muchas otras ocasiones, lo que nos ocurre, tiene un motivo de aprendizaje, “necesitamos aprender”.

Esa puede ser la explicación de tantas cosas que nos ocurren en la vida, que no relacionaremos con un comportamiento previo “insano, incorrecto, inadecuado o malintencionado”, pero que nos originan reacciones que nos impulsan a decir “¿por qué me merezco yo esto, es que he hecho algo malo”? Por lo tanto, “Cada uno tiene lo que necesita para aprender”.


Un ejemplo de esto puede ser cuando nos encontramos en una relación de pareja tóxica. Las personas de nuestro alrededor nos dicen que nuestra pareja no nos conviene, que nos está haciendo daño, pero nosotros no nos damos cuenta. Creemos que nuestras discusiones son naturales y que lo que la otra persona nos dice, perdona cualquier acto que se queda solo de puertas para adentro.


Sin embargo, un día descubrimos que nos ha sido infiel y todo nuestro mundo se derrumba. No hemos hecho nada malo, pero hemos necesitado de esta prueba para poner fin a una relación que no nos estaba beneficiando. Por lo tanto, en vez de una desgracia puede considerarse una oportunidad para abrir los ojos, tomar una decisión y una nueva dirección. Así funcionan las lecciones de vida.


“Nada malo se va de nuestra vida hasta que no nos enseña lo que necesitamos aprender”




-Anónimo-

Lecciones de vida, ¿qué podemos aprender de ellas?

Y bajo ésta premisa, la pregunta que cabe hacernos en todos los momentos en los que la vida nos sorprende con circunstancias adversas es: ¿Qué tengo o puedo yo aprender de todas las lecciones de vida que se me han ido poniendo delante? De ésta forma, veremos la vida, como una ESCUELA, llena de lecciones, y en cada paso, una dificultad, un examen, una circunstancia que nos pone a prueba.


Nuestro reto es superar la lección, para seguir adelante, habiendo aprendido y preparados/as para las siguientes lecciones que seguro están por venir. Añado entonces que, “estamos preparados para lo que nos toca vivir, tenemos las capacidades y estrategias para superarlo y crecer con ello, sólo tenemos que aprender”, a esto le llamamos "resiliencia".


Y aunque esto suene duro y difícil, tanto como aprendemos y superamos las lecciones de vida, tanto como disfrutaremos y nos sentiremos satisfechos de nosotros/as mismos/as y de nuestra vida. Porque las lecciones de vida, es la vida entendida como una Escuela, dónde podemos aprender, superar lecciones, enseñar a otros, aprender de lo que nos enseñan otros, subir niveles de conciencia, sanar y despertar a lo más profundo de nuestro Ser.


“La vida no tiene sentido, se lo das tú, con lo que hagas, con lo que te apasiones, con tus ilusiones. Tú construyes el universo a tu medida”


-Walter Riso-

Todo ello, adaptado a nuestro momento vital, siempre con el objetivo, de encontrar el sentido de nuestra vida, la armonía en nuestra forma de vivir, la salud, el bienestar, el equilibrio emocional y la felicidad. La vida no es nuestra enemiga, siempre es nuestra amiga. Aunque las lecciones que nos ofrece para aprender siempre tengan una parte muy amarga.

Por Dolores Rizo
 

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