Autoestima y otros temas de psicología

¿Existen los milagros?


Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha tejido historias que dan cuenta de hechos reales, pero a la vez extraordinarios, para los que, aparentemente, no existe ninguna explicación. Se trata de relatos que, generalmente, son difundidos por las distintas religiones. Narran situaciones inverosímiles, que casi siempre están relacionadas con milagros de curación.


Todas las religiones, incluyendo las más reflexivas como el Budismo, tienen en su haber relatos de esta índole. A las historias sobre curas milagrosas se suman otras de teletransportación, apariciones, desapariciones, mensajes proféticos, anuncios apocalípticos y un largo etcétera.




Para los creyentes, todos esos “milagros” adquieren el valor de evidencias o pruebas de la existencia de una divinidad. Pese a que la religión es una cuestión de fe, y que fe es precisamente creer en aquello para lo cual no hay evidencia, lo cierto es que frecuentemente se difunden este tipo de relatos que narran prodigios y que los adeptos a las religiones esgrimen como un fundamento más para sus creencias.


“Para mí, cada hora del día y la noche, es un indescriptible y perfecto milagro”
-Walt Whitman-

Filósofos y científicos son escépticos frente a este tipo de manifestaciones. Su principal crítica apunta a que los creyentes, sistemáticamente, se niegan a practicar verdaderos métodos de verificación para esos fenómenos. Quienes los certifican, casi siempre, son los mismos religiosos o creyentes y lo hacen a través de métodos que no son científicos en estricto sentido.


Los milagros y las apariciones marianas

Dentro de los relatos de milagros que se difunden a través de distintos medios, sobresalen las llamadas “apariciones marianas”, que se reportan con relativa frecuencia. Independientemente del valor sagrado que pueda tener la Virgen María para los creyentes, no deja de llamar la atención la naturaleza y los mensajes que se difunden a través de esas apariciones.

Hay patrones que resultan comunes en las apariciones marianas. Casi siempre se producen ante personas muy humildes, con escasa instrucción, nunca ante autoridades eclesiásticas o científicas. Los creyentes dirán que la Virgen elige a los más sencillos porque son más virtuosos. Sin embargo, es un dato que para un observador objetivo no pasa por alto.


Por otro lado, si se toman en cuenta los mensajes de esas apariciones, deberíamos concluir que la Virgen tiene un talante claramente político. Estamos hablando de una virgen politizada, que dejó sentada una posición bien clara en 1917 contra la Unión Soviética (Virgen de Fátima), o a favor de la paz en Bosnia-Herzegovina (Medjugorje). Los mexicanistas también han indicado que la aparición de la Virgen de Guadalupe coincide con un gran esfuerzo de catequización de los colonizadores españoles.


No deja de llamar la atención el hecho de que la Virgen María haga apariciones solamente en América y Europa, nunca en África, Asia u Oceanía. Tampoco el hecho de que los mensajes marianos encierran básicamente amenazas: anuncian hechos terribles para el mundo, e insta a detenerlos a través de la conversión religiosa y la oración.


Hay incluso sacerdotes que cuestionan la validez de estos fenómenos y los califican como situaciones que están más cerca del paganismo que de la propia religión.

Los milagros y el deseo de creer

Las creencias religiosas son un asunto íntimo que merece el mayor respeto y que forma parte de la libertad de conciencia que tiene todo ser humano. Se cuentan por cientos los casos de personas que se curan de enfermedades gracias a sus creencias.


Los religiosos dirán que son milagros, en donde se comprueba la intervención de Dios. Los no creyentes argumentarán que las que se curan son enfermedades de índole psicosomática, que involucran directamente el sistema nervioso. En otras palabras, lo que hace mejorar es la autosugestión.


La mayoría de las personas que reportan esos “milagros” no mienten. Realmente experimentan lo que dicen experimentar. Sin embargo, hay razones para pensar que todo esto ocurre en su mente, más que en la realidad misma. Hay, por ejemplo, cegueras histéricas que, efectivamente, se pueden curar de la misma forma como se originan: mediante una fuerte experiencia psicológica.


“Si es un milagro, cualquier testimonio es suficiente, pero si es un hecho, es necesario probarlo.”
-Mark Twain-

También hay casos en los que se hace evidente alguna suerte de fraude o, en todo caso, un deseo de creer que va más allá de las evidencias. Son numerosos los episodios en los que la religión ha tenido que reconocer que incurrió en un error que la ciencia señala.


Por ejemplo, la Iglesia tuvo que admitir que las teorías de Copérnico, Galileo o Darwin eran ciertas. En cambio, la ciencia nunca ha tenido que retractarse a favor de las creencias religiosas.

El verdadero valor de la fe

Cada quien debe ser creyente o ateo, de acuerdo a lo que le dicte su conciencia. Sin embargo, la verdadera fe no necesita de prodigios para ser firme. Y mucho menos requiere del miedo para mantenerse. Lo mismo vale para los ateos, que pueden serlo por temor a creer.


Quizás todos debemos entender que hay milagros cotidianos, mucho más fuertes y valiosos que los hechos extraordinarios. Vivir, respirar, amar, reír, sufrir y ser capaces de salir adelante a pesar de todo son los grandes milagros que todos deberíamos celebrar cada día.

Por Edith Sánchez


https://twitter.com/intent/tweet?te...amenteesmaravillosa.com/existen-los-milagros/
 
Tu mirada puede ser un milagro



Miramos, admiramos, observamos, pero “no sabemos ver”. Es un requisito imprescindible, estar dotados de sensibilidad para ser capaces de conmovernos con tantos “milagros” que a diario nos rodean.


Nuestra visión no debiera depender exclusivamente de los ojos. Debiéramos de trabajar y cultivar la manera de apreciar cada momento que respiramos y que pudiendo percibirlo como algo maravilloso, sin embargo pasa desapercibido en multitud de ocasiones.






Nuestra mirada debería de ser estética, siendo capaces de profundizar en la fortuna que tenemos de formar parte de una imagen cercana (un abuelo al sol en su banco, una sonrisa de niño, las hojas en movimiento de los arboles, el azul del cielo, un verde mar, la lluvia que moja, el sol que brilla) admirar en fin, un mundo que no reduzca nuestra óptica de belleza a algo “estático y vulnerable”.




Cada respiración, cada paso que damos, está rodeado de grandeza. La magnitud de su belleza nos invade, pero tenemos la obligación de valorar con el corazón nuestro mundo más cercano y domesticar nuestras pupilas. Disponer de un tiempo para encontrarnos con cualquier ser que nos conmueva con su sensibilidad también es otro tipo de milagro.


En definitiva: los milagros se descubren a diario si podemos ver todos los matices de la luz. Nuestra realidad está llena de prodigios, pero sólo aquellos que tienen una percepción agudizada y sensible, serán capaces de distinguir y disfrutar de la diferencia entro lo natural y lo extraordinario
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Por Sonia Viéitez Carrazoni
 
La magia del cerebro


Nuestro cerebro es una máquina compleja que analiza, considera, soluciona y engaña. Nos miente y nos traiciona, a veces por ingenuidad, a veces, sencillamente, por magia.



Mind Reader (Enkel Dika)

Los filósofos y los biólogos llevan siglos debatiendo y peleándose sobre si la realidad existe o no existe, si podemos conocerla o solamente imaginarla. Probablemente sea un debate que no vamos a resolver, pero quizá podemos coincidir en que nuestro cerebro no puede percatarse o procesar esta realidad en su integridad. Con lo cual, no nos queda otra que aceptar que de esta realidad conocemos solo lo que nuestra mente nos permite sondear y analizar. Será solo una parte de toda la información, y posiblemente será una información parcialmente sesgada. Antes vienen los sentidos, que tienen limitaciones y filtros, y pasan al cerebro solo una porción de esta realidad (en función de su sensibilidad, resolución y rangos de recepción de señales). Luego vienen las áreas cerebrales, que integran esta información sensorial en códigos y esquemas, sintetizando y, sobre todo, extrapolando. Es decir, el cerebro recibe la información sensorial, la ordena y la filtra según sus criterios para hacerse un esquema, y rellena los vacíos con sus expectativas y sus previsiones. Después de haber organizado dichas señales, comunica una parte de todo el conjunto a los niveles conscientes de nuestra mente, y es ahí donde nos enteramos o, por lo menos, creemos habernos enterado. Lo que nos llega es el resultado de una larga cadena de umbrales, de filtros y de decisiones que no tomamos nosotros. Nuestros sentidos, nuestro cuerpo y nuestras neuronas se encargan de analizar la situación, y nos comunican solo el resultado final de esta asamblea cognitiva. Y en cada paso de esta larga cadena de transmisión de la información, se puede hallar... la magia.
La Real Academia define la magia como arte o ciencia oculta con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales, y también como encanto, hechizo o atractivo de alguien o algo. No se menciona la cognición o los sentidos, nada de flujo de información o de neuronas. Es algo oculto porque, literalmente, no se ve. Para nosotros primates, mamíferos que hemos hecho nuestra grande inversión y apuesta evolutiva en la visión, si no se ve, no existe. Por la misma razón, si no se ve pero actúa y tiene un efecto damos por sentado que quiebra las leyes naturales. Y, por ende, es algo atractivo.


No es necesario ser escéptico, sino solo lógico, al reconocer que no lo sabemos todo sobre este universo, y que en cada época se ha etiquetado como «mágico» todo lo que sencillamente no era posible, con las informaciones de aquel momento, explicar o entender. Lo que ayer era magia, hoy es ciencia o tecnología. Afirmar que si no lo conocemos nosotros entonces quiebra las leyes de la naturaleza suena bastante soberbio. Y desde luego no es nada fácil saber dónde acaba nuestra ignorancia y dónde empieza la leyenda, y el mito. Pero sí que conocemos algunos de los límites de nuestros sentidos y de nuestro cerebro, y es ahí donde podemos hurgar para que surja la magia de forma sincera y espontánea, la magia de verdad, no la que quiebra las reglas de la naturaleza sino la que, al contrario, las aprovecha a su gusto y a su antojo.


Con el término ilusionismo la Real Academia añade un matiz: arte de producir fenómenos que parecen contradecir los hechos naturales. Entonces, según estas definiciones comunes, la magia pretende quebrar las leyes naturales (se deja abierta la posibilidad de que lo consiga o no), mientras que el ilusionismo, patentemente, lo simula. La palabra ilusión en sí misma es una confesión, una admisión sincera de que están jugando con nuestras capacidades de sentir y de entender. En realidad es más que esto, es un desafío, una orgullosa provocación. El ilusionista es mucho más atrevido que el brujo, te dice a la cara que te va a engañar, te desafía a defenderte, y luego... te engaña. Te avisa de que habrá un artificio, y te da el tiempo de prepararte, de intentar evitarlo o descubrirlo, sabiendo que no lo conseguirás. Sabemos que una moneda no puede teletransportarse o que una persona no se puede desmembrar y luego volver a la vida (aunque siempre hay un listo que grita iluminado ¡es un truco!... como si hubiera la posibilidad de que no lo fuese...), con lo cual la verdadera magia es engañar a un cerebro que sabe que está a punto de ser engañado, y que a pesar de esto no es capaz de evitarlo. El ilusionismo es un ejercicio psicológico y mental de inmenso nivel cognitivo, un control exquisito y brillante de nuestras limitaciones y de nuestros sesgos. La Real Academia tiene desde luego toda la razón, es un arte.


Podemos distinguir entre las ilusiones que se basan en la falta de información y las que se basan en manejar los mismos procesos cognitivos. En realidad magia e ilusionismo mezclan íntimamente los dos componentes, potenciando sus efectos. Pero a nivel conceptual son dos mecanismos diferentes, y no viene mal diseccionarlos para estudiar sus elementos. Las ilusiones que juegan a ocultar información al fin y al cabo son como la magia de los misterios y de los arcanos, es decir se aprovechan del hecho de que no sabemos todo lo que pasa dentro de la chistera. Aquí el genio del mago es más bien un ingenio, una habilidad ingeniera e ingeniosa: la capacidad de saber diseñar y orquestar un aparato o un montaje cuyo funcionamiento, sin conocer sus engranajes, es imposible desvelar. Las tramas y los efectos organizados por los grandes magos denotan una capacidad de imaginación, de lógica y de análisis que revelan mentes desde luego muy brillantes.


Pero para las ciencias cognitivas son mucho más interesantes las ilusiones que en cambio se aprovechan descaradamente de nuestro cerebro: no se limitan a esconderle informaciones, sino lo manipulan directamente. A nivel experimental, psicológico y etológico, todo un lujo. En este caso, podemos por lo menos separar cuatro ámbitos diferentes, y distinguir las ilusiones que se aprovechan de los sentidos, de la memoria, de la atención y de la previsión. Las ilusiones sensoriales se basan en procesos que no son perceptibles para nuestros sentidos. Se puede jugar un poco con la localización acústica, pero es la visión a la que, en nosotros primates, hay que engañar. Hay movimientos que, sencillamente, son tan rápidos que nuestro ojo no es capaz de detectar, o que nuestra corteza occipital, encargada de descodificar las señales visuales, no piensa sean importantes y pasa de procesarlos o de trasmitirlos. Con la memoria se juega también aprovechando sus límites, porque no es posible recordar todo, o recordar detalles durante un tiempo muy largo. Los lóbulos temporales almacenan solo una cuota de información, y pueden encadenar una secuencia de elementos lógicos (un proceso llamado recursión) solo hasta un cierto nivel, luego se pierden. Además la memoria incluso se puede manipular, sesgando o sustituyendo los recuerdos. Orientar (o mejor, desorientar) la atención es uno de los pilares del ilusionismo, es la joya de la habilidad psicológica del mago, literalmente su verdadero as en la manga. La atención es en general un pilar de nuestros niveles cognitivos, porque es ahí donde los lóbulos parietales filtran, deciden lo que pasa la criba y lo que no, lo que es importante y lo que, supuestamente, no lo es. Son filtros que trabajan sin que nos enteremos, una mezcla de adaptaciones evolutivas para no volvernos locos en un mundo sobrecargado de estímulos, y factores individuales canalizados por la experiencia y la vida de cada uno. Finalmente se encuentran los trucos que se basan en inducir una falsa previsión. Esto de prever lo que va a pasar nuestro cerebro lo hace constantemente, imaginando, extrapolando e interpolando, llevando a cabo análisis estadísticos subliminales que nos preparan para lo que, siempre supuestamente, está a punto de ocurrir. Vivimos en una constante condición de esperanza. La corteza prefrontal evalúa alternativas, elimina unas cuantas, y se queda con las que supone sean las más probables. Muchos de estos aspectos que hemos mencionado tienen en común el formar parte de un único sistema fronto-parietal que llamamos memoria de trabajo, donde un centro ejecutivo (previsiones y decisiones) se integra con un borrador visual y espacial (imaginación, atención) y con un almacén para memorias de breve duración (recursos mnemónicos y fonológicos).


Bueno, y esto sin olvidar que además hay un elemento psicológico añadido: muchas veces nos complace dejarnos engañar, renunciar a la lógica y creer en cosas raras, para poder sentir emociones diferentes y abandonarnos al placer de la sorpresa. La atmósfera mágica que envuelve y empaqueta el truco nos invita a disfrutar de esta puerta hacia lo irracional, y nuestro cerebro se da un homenaje dejándose llevar en este curioso camino lleno de extrañezas. Es un delicado equilibrio entre duda y entrega, donde hay que descuidar parcialmente la realidad pero quedándose de todas formas anclado a ella, para poder disfrutar del asombro como se merece. Es decir, donde no llega el engaño del mago a veces le echamos un cable nosotros mismos, y nuestro subconsciente nos entrega a sus ilusiones con gusto.


Aunque viene bien separar estos componentes a nivel teórico, hay que volver a decir que en realidad la magia y el ilusionismo recurren a todos estos aspectos a la vez, aunque en algunos trucos puede que prevalezcan uno o algunos de ellos. La buena magia es «multimodal», y utiliza en paralelo todos estos recursos cognitivos. Algunos efectos tiran más de procesos individuales y psicológicos, otros manipulan más los elementos orgánicos y neurobiológicos de nuestras capacidades. Pero en todos los casos utilizan limitaciones y umbrales de nuestros recursos cognitivos. Y claro, limitaciones y umbrales no son fijos, sino que presentan una variabilidad generalmente muy marcada. No todos tenemos las mismas capacidades mnemónicas o visoespaciales. Habrá individuos que tienen más o menos recursos que otros, y también habrá muchos casos en los que una capacidad no es ni mejor ni peor, sino solo, sencillamente, diferente. También a nivel de crecimiento y desarrollo individual, todas aquellas capacidades cognitivas se moldean con sus tiempos y sus secuencias, y hay trucos que los niños no pueden entender antes de una cierta edad, y otros que desvelan enseguida precisamente porque aún no tienen aquellos sesgos y aquellas cuadrículas de nuestro cerebro adulto.


Y esto sin considerar los casos más extremos, los que están en la periferia de nuestros estándares sensoriales o cognitivos. Hay muchas condiciones, trastornos y patologías, donde la respuesta sensorial, la capacidad mnemónica, la atención o la capacidad de previsión tienen defectos o excesos importantes, o sencillamente son muy pero que muy distintas. El síndrome de Asperger se asocia por ejemplo a patrones muy peculiares de la atención, y sería interesante saber cuándo y por qué nuestra magia puede fallar con un autista, y que tipo de ilusiones tendrían éxito con personas que perciben y analizan el mundo de una forma muy, pero que muy peculiar. Se conocen muchas alteraciones de la atención, de la memoria, o de la capacidad predictiva, y tal vez no estaría mal usar los trucos de los magos para sondear mentes con capacidades o limitaciones distintas, como en los casos de daños frontales, depresión o hiperactividad. Incluso podemos valorar si estos juegos podrían utilizarse no solo para indagar estas condiciones, sino también para diseñar programas de entrenamiento y rehabilitación. Y, ya que estamos, tal vez no estaría mal plantearse: nuestros trucos mágicos, finamente calibrados para nuestros niveles promedios de capacidad sensorial, atención, predicción y memoria, funcionarían con... ¿un neandertal?


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Quiero agradecer a Miguel Sevilla, excelente cicerón de esta arte oculta, su ayuda y su asesoramiento sobre magia e ilusionismo. Y a Pablo Malo, Gregorio Montero y Eva Garnica, que siguen siendo puentes excelentes entre evolución y neurociencia. Hay unos cuantos libros que se han dedicado a la relación entre ilusionismo y cerebro, como Los Engaños de la Mente, de Stephen Macknik y Susana Martinez-Conde, o Numismagia y Percepción de Miguel Angel Gea. Susana Martinez-Conde y Stephen Macknik también publicaron un artículo dedicado a magia y cerebro en Investigación y Ciencia, y otro en Mente y Cerebro.



https://www.investigacionyciencia.es/blogs/medicina-y-biologia/80/posts/la-magia-del-cerebro-16383
 
Aristóteles y la Psicología Positiva


Algunas de las ideas de la psicología positiva moderna hunden sus raíces en la filosofía de Aristóteles. En concreto, las "fortalezas del carácter", que se han encontrado asociadas a la felicidad o la satisfacción vital, guardan paralelismos con la ética de las virtudes aristotélicas. Son rasgos que pueden ayudar a orientar el comportamiento en una forma positiva. Pero en la práctica, muchas veces nos encontramos con que no es fácil saber qué respuesta requiere una situación dada, o cómo traducir principios abstractos (humanitarismo, justicia, etc.) en acciones concretas. Y aquí es donde, de nuevo, Aristóteles acude en nuestro auxilio con su concepto de phronesis o "sabiduría práctica".

¿Le dirías a tu mejor amiga, que está a punto de asistir a una boda con su nuevo traje, que éste le queda horrible? ¿Elegirías ser honesto y decirle lo que parece una verdad evidente?... ¿O tal vez es mejor ser amable y, aunando todas tus capacidades de control de la expresión facial, sonreírle mientras pronuncias una mentira piadosa? Honestidad y amabilidad son ambas "fortalezas del carácter", en términos de la psicología positiva. Pero ¿cómo se articulan en esta situación, donde ciertamente se encuentran en conflicto?

Barry Schwartz y Kenneth Sharpe son dos psicólogos, tal vez menos conocidos que otros como Martin Seligman o Robert Sternberg, que han realizado interesantes aportaciones al tema de las relaciones entre sabiduría, "fortalezas del carácter" y felicidad.


Pero vayamos por partes. Una de las contribuciones más destacadas, dentro de la psicología positiva, es la identificación y clasificación de veinticuatro "fortalezas del carácter", que se agrupan en torno a seis "virtudes": sabiduría y conocimiento, valor, humanitarismo y amor, justicia, templanza y transcendencia1,2. Su adquisición y puesta en práctica a lo largo de toda una vida tendría como resultado la felicidad, el crecimiento personal y la construcción de relaciones interpersonales saludables y significativas3, aunque lo cierto es que tales virtudes y fortalezas no se contemplan como meros "instrumentos" para alcanzar estas "ventajas", sino que serían algo intrínsecamente valioso.


En este sentido, la psicología positiva las ha señalado como algo deseable, aunque Schwartz y Sharpe ponen de manifiesto algunas deficiencias en el modo en que los psicólogos se han referido habitualmente a las fortalezas del carácter4. En concreto, hay tres aspectos que resultan especialmente problemáticos cuando se trata de llevar a efecto una conducta orientada según el listado de virtudes y fortalezas:


  • En primer lugar, está la cuestión de la relevancia: una situación concreta puede requerir de la puesta en marcha de una fortaleza en particular y no de otras. Y averiguar qué demanda cada circunstancia no siempre es fácil.
  • En segundo lugar, las fortalezas y virtudes a veces entran en conflicto. El caso planteado al inicio es paradigmático... ¿eliges honestidad o amabilidad? ¿susto o muerte? Actuar partiendo de una virtud puede ir en contra de otra.
  • Finalmente, un problema no menor es el de la especificidad, es decir, cómo se traducen unos principios u orientaciones que son generales, abstractos e intangibles en una acción concreta que afecta a personas reales en unas circunstancias determinadas.


    Para solventar estas dificultades, Schwartz y Sharpe proponen incorporar el concepto aristotélico de phronesis o "sabiduría práctica" a la caja de herramientas de la psicología positiva4. Pero ciertamente, no se trataría de una virtud entre otras, sino que tendría el papel fundamental de orquestar a las demás, articularlas para determinar qué es lo mejor que se puede hacer en una situación y establecer a partir de qué principios actuar en cada situación. Se trata, por decirlo de alguna forma, de la "virtud maestra", sin la cual las demás resultarían poco eficaces en la práctica y el camino hacia la felicidad sería errático. Aunque la phronesis se ha equiparado en muchas ocasiones a la "prudencia", desde la óptica de Schwartz y Sharpe parece que tiene que ver más con el "discernimiento", es decir, con el análisis y la reflexión sobre cómo moverse ante situaciones concretas, con el fin de distinguir qué actuaciones llevan a un mayor crecimiento personal y qué comportamientos podrían obstaculizar la felicidad propia y ajena.

Ahora bien, ¿cómo se adquiere esta "sabiduría práctica"? Siguiendo a Aristóteles, Schwartz y Sharpe sostienen que se trata de una virtud que puede aprenderse pero que no puede ser "enseñada", al menos en un sentido académico o escolar. Tal y como afirman:


"La sabiduría es producto de la experiencia. Uno llega a ser sabio enfrentándose a situaciones difíciles y ambiguas, usando su capacidad de juicio para decidir qué hacer, haciéndolo y reflexionando sobre ello. Uno llega a ser sabio practicando".


Sin embargo, aunque la "sabiduría práctica" no pueda ser enseñada, sí que puede ser facilitada o, por el contrario, obstaculizada. De manera concreta, Schwartz y Sharpe sostienen que hay dos barreras importantes en la actualidad para esta forma de sabiduría, se trata de la presión por obtener resultados y de la burocratización (tal vez podría decirse, la "automatización") de muchas áreas de la vida profesional y personal.


La sabiduría práctica requiere tiempo para pensar y para conocer las circunstancias particulares en las que se desenvuelve la vida de alguien (o la nuestra propia); implica además cierta capacidad de análisis, para lo cual es fundamental pararse a escuchar, informarse, conocer en profundidad las situaciones, y también, hacer todo ello desde una perspectiva flexible y abierta. No menos importante, la sabiduría práctica implica una fuerte motivación por tratar de hacer lo correcto en cada situación. Pero estas circunstancias favorecedoras no siempre se dan, como señalan los autores con algunos ejemplos. Sería el caso de un médico sobrepasado por la cantidad de pacientes que debe atender a la hora o el de un maestro que ha de seguir un programa escolar excesivamente rígido y estandarizado. En ambos casos, es difícil que uno y otro puedan dedicarse a valorar lo específico de las circunstancias de sus pacientes y alumnos, respectivamente. Por ello, hay una conclusión que parece clara: si queremos disponer de personas más sabias, también necesitamos instituciones y organizaciones que lo sean.


El artículo de Schwartz y Sharpe Practical Wisdom: Aristotle meets Positive Psychology, publicado en Journal of Happiness Studies, es interesante no sólo por su contenido, sino también por la forma en que está escrito. Los autores combinan ejemplos concretos y sugerentes con otros conceptos abstractos propios de la filosofía aristotélica en que se basan, pero sin perder de vista el paradigma de la psicología positiva en el que se desenvuelve su argumentación. Las partes más densas desde un punto de vista conceptual se leen de manera accesible, sin que lo didáctico menoscabe el rigor. En cualquier caso, para aquellos que prefieran "ver la película" en vez de "leer el libro" –y también para quienes deseen ambas cosas- existe una charla TEDtalk en la que ambos autores, Schwartz y Sharpe, comentan y extienden muchas de las ideas que aparecen en su artículo, incorporando reflexiones como la siguiente:


"Necesitamos desesperadamente, más allá, o además, de mejores normas y de incentivos razonablemente inteligentes, necesitamos virtud, necesitamos carácter, necesitamos gente que desee hacer lo correcto. Y, en particular, la virtud que más nos hace falta es lo que Aristóteles llamó la sabiduría práctica. La sabiduría práctica es la voluntad moral de hacer lo correcto y la habilidad moral de discernir qué es lo correcto".

https://www.investigacionyciencia.e...osts/aristteles-y-la-psicologa-positiva-16192
 
¿Se han descubierto las verdaderas causas de la depresión?


Un libro reciente (Lost Connections: Uncovering the Real Causes of Depression – and the Unexpected Solutions) asegura que su autor ha descubierto –a su juicio- la única causa verdadera de la depresión y su tratamiento. Veamos si es cierto.

Ayer un amigo colgó en Facebook una noticia que enseguida encendió una alarma interna en mi cabeza. El artículo, aparecido esta semana en los blogs de la web española de The Huffington Post, era un extracto de un libro publicado en enero de este año por el periodista británico Johann Hari. El texto contenía tal cantidad de afirmaciones sorprendentes sobre las causas y el tratamiento de la depresión, que enseguida me puse a comprobar si había en internet alguna otra información respecto a la publicación de ese libro. Y encontré unas cuantas críticas de gran importancia, aunque todas en inglés (el idioma originario del autor de ese libro).


Siendo directos, Hari comete demasiadas imprecisiones como para que su libro merezca credibilidad alguna. En su día, Hari fue acusado de plagio, razón por la que fue despedido del periódico para el que trabajaba en el Reino Unido. De partida, no es que el autor tenga las mejores credenciales para hacer afirmaciones de tanto calado sobre un tema tan delicado como es la salud mental.


De todos modos, no es ninguna afrenta personal. Para ser justos, hay algo en lo que Hari sí acierta. Es indudable que pasar por una depresión –como Hari afirma haber vivido- es una experiencia muy dolorosa que millones de personas padecen. Por eso mismo, tenemos que desentrañar cuáles son las causas y tratar de encontrar soluciones. ¿Cómo? Investigando.


Desgraciadamente, todavía no disponemos de una solución que funcione en todos los casos. Pero este hecho, al contrario de lo que él sostiene, no es algo que los médicos y científicos escondan. En absoluto: es algo bien conocido por todos los profesionales que trabajan con la depresión, los cuales son conscientes de que todavía hay mucho por conocer y hacer. Esto no indica otra cosa sino que el asunto es complejo y tiene numerosos detalles que son difíciles de examinar e investigar. Por eso mismo, es muy sorprendente que una afirmación de ese calibre –"se ha encontrado la verdadera causa de la depresión"-, no aparezca publicada en una revista científica.


Por el momento, Hari no es autor de ninguna investigación sobre este tema. Sorprende por tanto que se atribuya la novedad de un hallazgo que no ha descubierto él mismo y que de hecho no es ni siquiera novedoso.


Hari insiste en que los médicos sostienen una única hipótesis: que la depresión está causada por un fallo del cerebro debido a un desequilibrio químico (en el neurotransmisor serotonina), para a continuación recalcar haber descubierto que la depresión tiene 7 causas relacionadas con el modo de vida. Puede sonar razonable, pero ¿acierta?


Aún queda mucho por comprender sobre los mecanismos neurales de la depresión, pero eso no significa que no tengamos algunas pistas sólidas. Y no son como Hari describe. Hoy en día, ningún científico ni médico sostiene que la alteración de los niveles de serotonina sea la única posible explicación de la depresión. De hecho, se manejan otras hipótesis neurológicas que están ganando peso, como la de una alteración en el funcionamiento de la corteza prefrontal (implicada en el control cognitivo, la toma de decisiones y muchas otras funciones). Algunos estudios muestran que la estimulación cerebral profunda en esta región puede aliviar la depresión en gran medida, en aquellos casos en que otros tratamientos más sencillos no han funcionado. Ciertamente, aún son hallazgos preliminares que hay que asegurar, pero son prometedores.


Segundo, desde hace décadas se sabe que las experiencias vitales, especialmente los eventos traumáticos en los que insiste Hari, tienen un papel importante en el origen de la depresión. Es lo que se llama el modelo biopsicosocial, una visión multifactorial sobre la salud mental, planteado ya en los años setenta (mucho antes de que Hari hablara de ello), como menciona el neurocientífico Dean Burnett en una contundente respuesta titulada: "¿está equivocado todo lo que Johann Hari sabe sobre la depresión?".


El modelo biopsicosocial es el que prevalece en el sistema actual, y por ello, el tratamiento actual de la depresión incluye acciones para todos los factores implicados. No es cierto, otra aseveración de Hari, que solo se utilicen fármacos. Existe una variedad de intervenciones de psicoterapia y apoyo social, además de los fármacos. Todos ellos son complementarios, generalmente, aunque no siempre sean todos necesarios. Hay matices porque no todos los casos son iguales.


Es posible que en algunos casos se use en exceso el abordaje farmacológico, especialmente en las formas más moderadas de depresión en las que otro tipo de tratamiento puede ser suficiente. Pero es importante abordar este asunto desde la raíz y preguntarse si los sistemas de salud disponen del tiempo y recursos suficientes, y a qué se debe esa escasez (algo que no tiene nada que ver con la supuesta explicación de Hari). Tampoco hay que olvidar que en las formas de depresión más severas es urgente controlar el factor bioquímico para evitar que la situación empeore. Hay que insistir en que no todas las depresiones son iguales ni tienen la misma solución ni las mismas causas, una variedad que Hari parece ignorar completamente.


El problema no son solo las imprecisiones inocentes, sino que se aseguren soluciones que pueden ser contraproducentes cuando no peligrosas. La idea, que Hari defiende, de que el paciente tiene responsabilidad sobre las causas de la depresión es demasiado peregrina. Sobre todo cuando algunas causas están relacionadas con eventos traumáticos como abusos o accidentes.


Por supuesto, los médicos saben que generalmente toda enfermedad se supera mejor si el paciente está motivado para abordarla. Pero la depresión se caracteriza precisamente por una dificultad para controlar el propio estado de ánimo. Poner el foco exclusivamente en el paciente puede ser muy peligroso.


La lista de críticas es demasiado extensa como para comentarla entera y, en todo caso, no se trata de un problema con este autor en particular. Desgraciadamente, no es un hecho aislado. Recurrentemente encontramos en internet alguna nueva supuesta cura milagrosa o explicación definitiva para la depresión u otras condiciones. El estigma de la depresión, el tabú de siquiera mencionarla, aísla a unas personas que, como todos, necesitan explicaciones sobre lo que están viviendo. Lo lamentable es que haya quien vea una oportunidad de negocio en el vacío de información que produce ese aislamiento. Pero la información ha de ser veraz para que sea útil.


Quizá rompiendo el estigma contribuiríamos a que la depresión fuera más llevadera. Recordando que la depresión es una respuesta mucho más frecuente de lo que la gente piensa. Que hay motivos para la esperanza, porque hay tratamientos que en bastantes casos son efectivos. Que hay científicos y médicos que se esfuerzan incansablemente por encontrar las causas y las soluciones, sobre todo para esos casos -todavía demasiado numerosos- en los que los tratamientos actuales no funcionan. Y también, por qué no, recordando que es una parte más del ser humano.

https://www.investigacionyciencia.e...to-las-verdaderas-causas-de-la-depresin-16085
 
Lo que otras personas piensen de ti es su realidad, no la tuya


Lo que otras personas piensen de ti es su realidad, no la tuya. Ellos saben tu nombre, pero no tu historia, no han vivido en tu piel, ni han calzado tus zapatos. Lo único que los demás saben de ti es lo que tú les has contado o lo que han podido intuir, pero no conocen ni a tus ángeles ni a tus demonios.


Con frecuencia nos cuesta entendernos a nosotros mismos pero nos aventuramos valientes a descifrar el código del sentir ajeno. No se puede tener ningún tipo de certeza de lo que otros sienten. De la misma forma, no podemos saber lo que han vivido y lo que han aprendido o no.




Por lo tanto, no deberíamos darle importancia a lo que los demás dicen de nosotros, pues sus palabras obedecen a una realidad ilusoria que su mente ha creado con el afán de saberlo todo sobre nuestra vida…

Las personas que critican

Hay personas que dan su opinión sobre ti, sobre tu vida y sobre tus decisiones aunque nadie se la haya pedido. Suelen ser opiniones malintencionadas o carentes de todo criterio cuyo único objetivo es hacer daño, menospreciar y disfrutar del pesar ajeno.


Generalmente, es gente con baja autoestima que no se acepta a sí misma, por lo que difícilmente puede aceptar a los demás. Estas personas ponen etiquetas que reflejan la realidad de cómo se sienten ellas mismas, proyectando así sus dificultades emocionales.


Somos los únicos que podemos recorrer nuestro camino

Es probable que si nos pudiésemos meter en el cuerpo y la mente de los demás, no nos atreviésemos a juzgar. No obstante, valdría la pena el ofrecimiento para poder valorar nuestra valentía. Sería una verdadera prueba de fuego.




Vive tu vida de la forma que quieras,
no de la que los demás quieren que vivas

Fantasías aparte, debemos asumir como única la responsabilidad de valorarnos y dejar de condenarnos. Lo que los demás piensen de nosotros no nos pone un precio. Es decir, del mismo modo que no dejamos que nos digan qué ropas tenemos que ponernos o cómo debemos vestirnos, no tenemos que permitir que los demás elijan nuestro armario emocional.

Si vivimos conforme a lo que los demás piensen de nosotros, perderemos nuestro estilo y nuestra personalidad. Nos veremos obligados a colocarnos una máscara y nuestra imagen en el espejo solo reflejará nuestra inseguridad y la inexistencia de una autoestima saludable.


Curar nuestra parte dañada por la crítica
Para sanar las heridas emocionales que nos causa la crítica, debemos de tener claro, en primer lugar, que somos personas únicas y excepcionales. Conforme a esto, debemos perderle el miedo a sentir y a pensar por nosotros mismos.

Son los demás los que están juzgando y criticando, no tú. La crítica no constructiva lleva consigo gran pobreza emocional en el mundo interno de quien la realiza. Por lo tanto, si la persona no se deja enriquecer, en estas ocasiones te conviene ser emocionalmente egoísta y “que cada palo aguante su vela”.

Las personas más infelices en este mundo son las personas que se preocupan demasiado por lo que piensen los demás.


Así pues, despréndete de la negatividad y piensa que tu vida es mucho más fácil sin meterte en la vida de los demás. Te damos algunas claves para que te reclames a ti mismo:


  1. Como hemos comentado, la consecuencia directa de dar crédito a lo que los demás piensen y digan es que acabamos convirtiéndonos en alguien que no somos. Y, por supuesto, querer complacer a otros a costa de nuestra identidad no es para nada saludable.
  2. ¿Eres una buena madre? ¿Eres una persona con éxito? ¿Eres inteligente? ¿Realizas bien tu trabajo? ¿Les gustas a los demás? Date cuenta de toda la energía que pierdes preocupándote por estas cuestiones.
  3. De todas maneras, los demás piensan sobre nosotros mucho menos de lo que creemos. Es decir, solemos sentirnos el centro de las miradas del resto de la gente cuando, en realidad, puede que lo que hagamos no sea relevante para muchos de los de nuestro alrededor. Quítate ese miedo, es en gran parte producto de tu imaginación.
  4. Da igual lo que hagas y como lo hagas, siempre habrá alguien que lo malinterprete. Así que intenta vivir y actuar con naturalidad. Lo que tú haces porque lo sientes siempre será lo correcto. No solo no te podrás justificar, sino que te sentirás falso si no sintonizas contigo mismo.

No esperes que los demás comprendan tu viaje, especialmente si nunca han tenido que recorrer tu camino.

Por Raquel Aldana

 
Querido yo, merezco que me trates mejor


Querido yo, merezco que me trates mejor. Aprovecharé esta ocasión en que estás frente al espejo para decirte cómo me haces sentir. ¿Alguna vez te has parado a pensar que lo que me dices te lo dices a ti mismo?


He tolerado toda clase de cosas, desde descalificaciones hasta críticas. ¿Por qué eres tan poco amable conmigo?, ¿acaso te has olvidado de que somos la misma persona?




Quiero que sepas que esta no es una carta de reclamo. Querido yo, para eso te bastas solo. Lo que quiero lograr con esta carta es que entiendas que tienes muchas cosas que no ves. Deja de prestar atención solo a lo que nos daña.


Deja de autocompadecerte

Querido yo, ¡la cantidad de veces que te he escuchado quejarte de mí, es inmensa! No muestras mucho respeto por lo que somos. La autocompasión parece ser uno de tus deportes favoritos y ni siquiera te permites ver lo bueno que tenemos.

Tan solo vas por la vida preguntándote por qué no tienes lo que mereces. ¿Has pensado que tienes más de lo que valoras? Me gustaría que por un momento te pararas frente al espejo y en lugar de criticar tu nariz o tu barriga agradecieras por las piernas que te dejan moverte.


Quizás no lo veas así, pero autocompadecerte no te ayuda a lograr nada. Si al menos fuese una crítica constructiva que te obligase a hacer algo, valdría la pena.

¿Y si dejas de ponerme nombres?

Cada vez que tienes oportunidad se te ocurre un nombre nuevo. El problema es que nunca es uno medianamente agradable. Querido yo, ¿qué tal si te esfuerzas un poco y por fin entiendes que tus características físicas no te definen? ¡En serio! Piénsalo y verás que es cierto.


En lugar de llamarme “gordo” podrías llamarme “amable”. En serio, deja de verme solo desde lo negativo. Eres más que eso. Eres inteligente, eres agradable, eres amiga, eres padre, eres madre.


Si es verdad que ese defecto que tanto te molesta te parece tan grande, trabaja para cambiarlo. De nada te servirá pasar la vida quejándote una y otra vez. De verdad, me gustaría que así como embelleces tu exterior, trabajes en tu interior.




Rodéame de gente que nos ame

Querido yo, ya es muy pesado lidiar con los motes que me pones. Pero eso de que también te reúnas con tus amigas con el único fin de criticarme no está lindo. ¿Has pensado que a veces te rodeas de demasiadas relaciones tóxicas?


No solo merezco que me trates mejor. También podrías esforzarte por socializar con personas que te hagan ser mejor. Personas que te ayuden a ver lo bueno de ti y que te ayuden a mejorar cada día.


Deja atrás los chismes y todas esas tonterías que no nos ayudan. ¿Por qué no sales mejor con esa amiga que siempre que te ve te dice que te ves hermosa? Lo eres, solo necesitas creerlo.


Rétanos

¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo que creías que no lograríamos? Querido yo, a veces pienso que de verdad no me conoces. Temes ponerte nuevos retos porque temes fracasar. Lo irónico es que ya fracasaste cuando te convences de que no lo lograremos.

No importa de qué se trate, quiero que me retes a ir más allá. Rompamos límites y alcancemos nuestros sueños. Trato de decírtelo a través de anhelos y esperanzas pero tú solo respondes pensando en la realidad.

¿Me puedes decir qué es la realidad? Porque así como lo veo, la realidad es solo aquello que te permites aceptar. ¡Déjame demostrarte todo el potencial que tienes!

Querido yo, sé tú mismo
Lo último que te quiero pedir es que vuelvas a ser tú. Entre tantas obligaciones, miedos, dudas y frustraciones ya no sé dónde hemos quedado. Tan solo te pido que vuelvas a ser ese niñ@ que reía a carcajadas y se ilusionaba.

Sé que la vida es dura y que te han desilusionado. También sé que has llorado muchas veces porque te rompieron el corazón. Pero la vida es eso: amar, crecer, reír, llorar, ilusionarnos y volver a empezar.

Por favor, no me dejes a un lado. Querido yo, yo soy tú y solo te pido que vivamos con pasión y como si el mundo se acabara hoy. No sé si mañana estemos aquí para volver a intentarlo.

Por Okairy Zuñiga

 
La necesidad de complacer


Es algo instintivo, casi un acto reflejo: buscamos agradar a los demás. Un sentimiento que puede resultar paralizante e impedir que nos desarrollemos plenamente

Los electrizantes golpes de cadera de Elvis Presley fueron los responsables de que el paleoantropólogo Ignacio Martínez bautizara con el nombre Elvis a los restos fósiles de una pelvis. Perteneció a un Homo heidelbergensis que vivió hace unos 300.000 años. Si en esa época hubiera existido el récord Guinness, probablemente lo hubiera conseguido por vivir hasta los 45. Era un auténtico vejestorio. Viejo y cojo. Una enfermedad degenerativa de columna que padeció, probablemente desde su infancia, le impedía cazar y más bien lo convertía en un estorbo para su clan. Sobrevivió porque sus congéneres no lo sintieron así y lo cuidaron. Si Elvis hubiera sido relegado del grupo, hubiera muerto en poco tiempo.
L

Nosotros somos hijos de esos homos que grabaron en sus cromosomas “estás en grupo o mueres” o “si no gustas a los demás, te juegas la vida”. Ese sentimiento de “jugarse la vida” lo hemos heredado y miles de años después seguimos notando esa punzante sensación de algo gravísimo si no gustamos a los demás. Somos capaces de ir en contra de nuestras propias necesidades para actuar según lo que pensamos que el otro espera de nosotros. Son nuestros genes, nuestro cavernícola interior, los que encienden ese sentimiento. Ahora ya no solemos jugarnos la vida si el otro se enoja, pero lo seguimos sintiendo así.

No podemos manipular los genes para menguar ese terror instintivo, pero sí poner luz sobre nuestra reacción: si el otro se enfada, lo único que pasa (en la mayoría de casos) es que se ha enfadado y a partir de ahí lo que sintamos ya es cosa de nuestras interpretaciones.

Los genes no son los únicos responsables de esa imperiosa tendencia de complacer para conseguir seguridad y amor. La sociedad y la cultura se suman a los cromosomas para decirnos que debemos ser buenos y atender a los demás. Y que si amamos, debemos entregarnos por completo. El amor, aunque resulte paradójico, es el responsable de generar dinámicas que enredan las relaciones con sentimientos de entrega, gratitud, culpa… En ocasiones, la entrega absoluta de los padres abona en los hijos un sentimiento de deuda de por vida que los encadena. Una sensación que los amarra convirtiéndolos en siervos de lo que creen que sus padres esperan de ellos.


En otras ocasiones, el sacrificio hacia los demás no presenta ni un ápice de correspondencia. Entonces aparece la rabia, el enfado, la furia o, incluso, la pena y la depresión profunda. En una semana he escuchado dos historias estremecedoramente parecidas. En ambas, una mujer donaba a su marido un riñón para salvarle la vida. En la primera historia, una vez el marido estuvo recuperado totalmente, le fue infiel con otra mujer. En la segunda, el hombre, ya sano, la abandonó por otra. Un desgarro doble. Sin riñón y con el corazón roto. La moraleja no se dirige al dilema de si debemos o no donar un órgano a la persona que amamos. La conclusión es que si lo damos, no podemos esperar nada a cambio. En el momento de dar (un riñón o un bolígrafo) debemos interrogarnos profundamente sobre el motivo por el que lo hacemos. ¿Lo hacemos por el amor que sentimos o por el que esperamos?

El club de la buena estrella es una deliciosa película (basada en la novela de Amy Tang) donde se plasma la vida de un grupo de mujeres de origen chino que emigran a EE UU. Las más jóvenes son ya estadounidenses. Vemos cómo su cultura les ha insertado en el núcleo de todas sus células el deber de la entrega. En una de las historias, protagonizada por una de las jóvenes de la última generación, se presenta un ejemplo de las devastadoras consecuencias de la autoesclavitud de complacer. En la Facultad, uno de los chicos más populares se enamora locamente de ella en el momento que ella se muestra sincera y auténtica expresando sus sentimientos. Se enamora de su autenticidad. Al poco, se casan. Ella se siente pequeña a su lado, menos que él. Así que se esfuerza por complacerlo. Deja sus ilusiones, sus estudios, sus ambiciones a un lado y se vuelca en él.

Poco a poco se van distanciando. A él le aburre vivir al lado de alguien tan servicial. Y entonces llega una de las más ejemplarizantes escenas. Ella le pregunta dónde quiere cenar: en casa o fuera. Él le contesta que donde ella quiera. La joven insiste en que sea donde él desee. Entonces el marido le ruega por favor cenar donde ella elija, le pide que exprese sus deseos, le explica que se sentiría mejor si supiera lo que piensa. La quiere auténtica como cuando se enamoró de ella. La protagonista se siente muy turbada, ya no sabe lo que prefiere, de tanto enterrar sus deseos los ha olvidado. Y decide quedarse en casa porque será lo mejor para él. En la escena siguiente ya aparecen los papeles del divorcio. Con la entrega constante no se llena la autoestima, lo único que logramos es ir esparciendo arena por encima de nuestras ilusiones hasta soterrarlas.

Con la entrega constante no se llena la autoestima, solo enterramos nuestras ilusiones.

Albert Ellis, uno de los padres de la terapia cognitiva, postula que el sufrimiento no viene generado por los hechos externos, sino por la interpretación de los mismos. Esas interpretaciones vienen sesgadas por creencias irracionales que habitan en nuestra mente. Este psicoterapeuta detectó 11 ideas ilógicas como causantes del malestar. La primera es: “Necesito el amor y la aprobación de todas las personas significativas de mi entorno”. Una creencia que, en diferentes grados, se encuentra instalada en todas las cabezas.

La tenemos tan bien implantada que el “sí” casi se ha convertido en un reflejo. De nuestra boca sale “sí” cuando queremos decir “no”. Desde las cotidianidades más nimias (decir “sí” a la invitación a un café que no nos apetece) hasta las cuestiones más vitales (decir “sí” cuando los padres nos sugieren que cursemos unos estudios que no nos motivan). Nos formulan una petición y antes de procesarla ya hemos aceptado, sin pensar siquiera si nos apetece o nos conviene. Dejar un espacio entre la petición y la respuesta puede ser una buena fórmula para convertir el reflejo en un acto reflexivo. Cambiar el “sí” por “déjame que lo piense” podría ser una buena manera para lograr este espacio.

Cuando nos atrevemos a decir “no”, nos sentimos tan mal que nos deshacemos en excusas y justificaciones. En el fondo no lo hacemos tanto por el otro como por nuestra imagen. No sea que el otro piense mal de nosotros. Como siempre, las buenas intenciones pueden llevarnos a caer en una trampa. Cuanto más largas son las justificaciones, más pie le damos a la otra persona para que insista. “Hoy no puedo ir a tomar un café porque tengo clase de inglés y luego debería ir a casa a preparar un trabajo para el viernes”. Le estamos regalando al otro argumentos para desmontar: “Si el trabajo lo tienes que entregar el viernes, lo puedes preparar mañana”. Se podría entrar en un toma y daca que puede acabar con un “sí” resbalando por nuestros labios o con una tirantez en el ambiente. Pero un “lo siento, no puedo”, puede resultar más llevadero.

Muchas personas se estrujan las neuronas intentando averiguar por qué se encuentran enredados en esa dinámica de volcarse en los otros. Nunca podremos saberlo, es absurdo empeñarse, y más si tenemos en cuenta que, aunque lo supiéramos, no nos ayudaría a superarnos. Algunas personas se remiten a su infancia como la causante del problema, y como forma parte del pasado y no se puede alterar, caen en el victimismo inmovilista.

La pregunta no es de dónde viene, sino qué estamos haciendo o pensando para mantener esta dinámica de entrega. Si en un momento de paz somos honestos, si nos atrevemos a mirar muy dentro de nosotros mismos, es probable que experimentemos destellos de lucidez y veamos qué miedo nos está inmovilizando. Esa clarividencia suele ser fugaz. Así que debemos atraparla con todas las fuerzas cuando se presente. Podemos convertirlo en un mantra.

Por Jenny Moix Queraltó


 
El poder de la inteligencia intuitiva




Hasta no hace mucho, se solía asociar la intuición a las mujeres. “La intuición femenina” construyó por sí sola, toda un área en la que introducir esas sensaciones repentinas con las que nosotras, solemos tomar muchas decisiones. Lo que también se conoce como inteligencia intuitiva. Corazonadas que no se podían explicar: “algo me dice que no debo fiarme de esa persona. Creo que es mejor elegir esta opción y no la otra”.


¿Disponía quizá de algún sustrato científico dicha idea asociada a la intuición femenina? Desde luego. Pero aún más, no es solo exclusivo de este género, sino de ambos. De hombres y mujeres.




Desde que el campo de la Inteligencia Emocional ha ido poco a poco adquiriendo más importancia, ha llegado a entenderse el gran peso que las emociones y las sensaciones tienen en nuestra vida diaria.


Las personas no somos criaturas racionales al 100%, en absoluto… somos puras emociones. Deseos, anhelos, miedos, inquietudes, tristeza, felicidad…

Somos capaces de obtener información solo con ver una sonrisa, un gesto. Pocas cosas nos aportan tanto conocimiento como las emociones. Ha sido el periodista Malcolm Gladwell quien nos ha introducido el interesante término de la inteligencia intuitiva, que bien vale la pena conocer.


1. El poder de obtener información mediante la intuición

La intuición no es algo mágico. No es brujería, ni ciencia paranormal. Para entenderlo vamos a ponerte un ejemplo: Un médico pasa consulta en su área de cardiología. Uno de sus pacientes presenta una respiración alterada, hinchazones y un color amoratado en los labios. No le hace falta hacerle un análisis de sangre o cualquier otra prueba para “intuir” que algo no va bien en ese paciente.


Sus años de experiencia le dan la posibilidad de reaccionar rápido al observar determinados estímulos. Malcolm Gladwell llama a estos procesos “Blink”, parpadeo, momentos en que las personas, gracias a nuestra intuición, llegamos a rápidas conclusiones, mediante nuestras experiencias anteriores y a las emociones asociadas.




Este mismo autor nos indica que por lo general, las personas estamos “infoxicadas”. Es decir, disponemos de una gran cantidad de información inútil que nos llega de todos los lados. Y es que, en ocasiones, el estrés, la ansiedad o un modo incorrecto de concentrarnos, nos evita poder “intuir” las cosas. Ver la realidad de lo que tenemos más allá de nuestra nariz.


Entonces, ¿cómo sacar el máximo partido de nuestra inteligencia intuitiva? Te lo explicamos.


2. Cómo desarrollar tu intuición

Para desarrollar tu inteligencia intuitiva tienes que empezar a introducir determinados hábitos en tu vida que te ayudarán a darle prioridad a tu intuición. ¡Veamos cómo puedes hacerlo?


Atiende a tus emociones

Son muchas las ocasiones en que algo nos desagrada y no sabemos por qué. Seguro que te ha pasado alguna vez, estás hablando con una persona y hay algo que no te gusta. O más aún, tienes un proyecto que realizar pero algo dentro de ti, te hace sentir incómodo.




Cuando tengas estas sensaciones, averigua a qué se deben. Las sensaciones están asociadas a nuestra personalidad y a informaciones almacenadas en nuestro cerebro.


Si esa persona no te gusta es tal vez, porque te recuerda a alguien. Si ese proyecto no te convence, puede que no te veas a ti mismo capacitado para hacerlo. Toda sensación tiene una base racional

Desarrolla tu instinto

Lo sabemos, suena a frase de manual de motivación. Pero ¿qué quiere decir lo de desarrollar tu instinto?El instinto es la capacidad para tomar decisiones adecuadas, para obtener la información acertada y ser una persona segura. Para ello y en primer lugar, deberás aprender a desechar la información importante de la que no lo es.

Seguro que en tu espacio de trabajo recibes gran cantidad de rumores, de chismes, de comentarios sin trascendencia alguna. Todo ello no es relevante. Apártalo. Debes fijarte en los estímulos que de verdad te ofrecen datos objetivos. Después, analízalos con la sensación que te ofrecen.


A la hora de tomar decisiones, si estás seguro de ti mismo, y dispones de estímulos claros, información objetiva y conoces aquello que te conviene, seguro que tu intuición será siempre acertada

Seguro que en tu espacio de trabajo recibes gran cantidad de rumores, de chismes, de comentarios sin trascendencia alguna. Todo ello no es relevante. Apártalo. Debes fijarte en los estímulos que de verdad te ofrecen datos objetivos. Después, analízalos con la sensación que te ofrecen.


A la hora de tomar decisiones, si estás seguro de ti mismo, y dispones de estímulos claros, información objetiva y conoces aquello que te conviene, seguro que tu intuición será siempre acertada

Aprende a leer entre líneas

Nuestra realidad, está formada por cosas objetivas y cosas intangibles. Algo intangible es por ejemplo un rostro preocupado. Una media sonrisa, una mirada de enfado.


La comunicación no verbal es una gran fuente de información que vale la pena entender. Al igual que desarrollar nuestra capacidad de empatía. Todos estos estímulos desarrollan nuestro instinto porque nos hacen aprender sobre el comportamiento humano.


Aprender y entender las emociones es algo clave

La inteligencia intuitiva es observación, es saber reaccionar y saber entender en un mundo complejo lleno de informaciones caóticas… Y tú, ¿eres una persona intuitiva?


Por Valeria Sabater
 
Última edición:
¿Es tan importante la belleza exterior?



Vivimos en una sociedad donde se promueve mucho la estética. Los famosos, actores, modelos, casi siempre son retocados con photoshop en las revistas para perfeccionar más la imagen, sin darnos cuenta, nos hacen creer que lo más importante es la imagen, que si somos bellos tendremos más éxito.


¿Por qué tantas mujeres se preocupan en exceso por su aspecto físico? Estamos en una época donde el número de personas que recurren a operaciones estéticas aumentan considerablemente. Intentamos presentarnos ante los demás lo más favorables posible. ¿Realmente es verdad eso que dicen de que nos arreglamos para sentirnos nosotros bien?, ¿o inconscientemente lo hacemos para gustar a los demás?




Algunos sin darse cuenta se obsesionan con el aspecto físico, todo el bienestar gira en torno a si se ven presentables o no, pasa el tiempo y no aceptan que con la edad puedan salir esas primeras arruguitas, que el cuerpo ya no esté tan terso como en la juventud, etc…





LA BELLEZA NO LO ES TODO


Está claro que el aspecto en un primer momento llama la atención, pero al final lo que llega a enamorar son una serie de cosas como la personalidad: valores, actitudes, trato personal, atención, etc.. Sin embargo muchas personas basan su felicidad en su aspecto exterior.




¿Cómo aceptar el paso de los años?, ¿cómo dejar de darle tanta importancia a la estética? No es nada fácil en esta época donde por todas partes nos venden la imagen, pero si nos damos cuenta de que lo más importante está en la esencia interior, podrían cambiar las prioridades.


El verdadero valor de las personas, estará siempre en nuestra esencia, en nuestros valores, en nuestra forma de tratar a las personas, en nuestra manera de comportarnos, en todas esas pequeñas cosas que forman nuestra personalidad.
Si somos capaces de darnos cuenta de que lo más importante de todo está en el interior, podremos dejar atrás esa dependencia de querer gustar, de buscar halagos, de querer estar siempre guapos, de frustrarnos cuando nuestro aspecto no nos agrada o se nos vaya deteriorando con los años.


¿CÓMO SABER SI SOMOS DEPENDIENTES DE LA IMAGEN?


¿Quién no ha sentido alguna vez que tenía mal aspecto físico?, hasta los modelos y personas que catalogamos de guapas, sienten a veces que tienen mala cara y están muy poco favorecidos. En esos días es cuando podemos ver si nuestra prioridad está en el físico o en la personalidad.




A nadie le gusta tener mal aspecto, pero las personas que tienen dependencia a gustar, cuando se ven mal aspecto les arruina el día, no son capaces de disfrutar, ni de socializar con normalidad y aparece la frustración con uno mismo. En cambio quien tiene como prioridad el interior, puede sentir que tiene mal aspecto pero lo acepta y eso no le impide para nada disfrutar del día y de las relaciones sociales.


La mayoría en la adolescencia le dan una altísima prioridad al físico y si no consiguen lo deseado les baja la autoestima, parece que todo ronda entorno a la estética, esto es debido a que todavía con esa edad no se ha desarrollado una personalidad estable y satisfactoria.


Entrar en la edad adulta tampoco garantiza que se haya superado esa dependencia a estar lo más presentables posible, porque muchas veces la personalidad formada tiene vacíos, conflictos, problemas de autoestima, etc… y eso hace que lo único a lo que agarrarse sea estar guapos para que los demás nos quieran, cuando en realidad la forma de ser es lo que sensibiliza a la gente y une más a las personas.


Acéptate tal cual eres, con lo que tengas, lo ideal sería bajar las exigencias estéticas y aumentarlas en cuanto a forma de ser. La mayoría de mujeres se peina todos los días, se viste elegante, se pinta, pero ¿hacemos lo mismo con nuestro interior? , nutrimos nuestra piel para que luzca bella, pero ¿nutrimos nuestra alma?, al final lo que más felicidad aporta es una personalidad bien desarrollada, estable, con buenos valores, mucho más que la apariencia, ya que es poco estable y puede variar de unos días a otros y se va perdiendo con el tiempo.


CONÉCTATE CON TU ESENCIA INTERIOR


Lo más estable para mantener nuestra felicidad es darnos cuenta de que somos un cuerpo y un alma. El cuerpo es un medio para movernos y sentir, pero puede variar de unos días a otros y cambia con el tiempo, en cambio el alma es algo estable que no cambia, es para siempre, deberíamos darle más valor a la esencia interior y conectarnos con nuestro interior más que con la imagen física.


El físico atrae pero la personalidad enamora y como dijo el principito “lo esencial es invisible a los ojos”

Por Cristina Pérez
 
24 señales de que es usted un triunfador (aunque aún no lo sepa)


Con la alegre llegada del buen tiempo, paradójicamente, vivimos días de crisis en los que lamentamos nuestra situación. Llámese astenia primaveral o llámese bajón, en estos episodios nos volvemos llorones y tendemos a filosofar sobre nuestra vida, no precisamente en tono jovial. Los expertos en psicología positiva observan cómo muchas veces nos quejamos de vicio y sin que exista una verdadera razón. Es más, en ocasiones protestamos incluso cuando nos van bien las cosas. “Aunque el éxito lo medimos cada uno de nosotros, lo importante es el disfrute que sentimos en cada momento, saber identificar y expresar los propios talentos, sentir cuál es el propósito de nuestra vida, y disponer de relaciones constructivas con las que compartirlo”, explican desde esta orientación.


Con la alegre llegada del buen tiempo, paradójicamente, vivimos días de crisis en los que lamentamos nuestra situación. Llámese astenia primaveral o llámese bajón, en estos episodios nos volvemos llorones y tendemos a filosofar sobre nuestra vida, no precisamente en tono jovial. Los expertos en psicología positiva observan cómo muchas veces nos quejamos de vicio y sin que exista una verdadera razón. Es más, en ocasiones protestamos incluso cuando nos van bien las cosas. “Aunque el éxito lo medimos cada uno de nosotros, lo importante es el disfrute que sentimos en cada momento, saber identificar y expresar los propios talentos, sentir cuál es el propósito de nuestra vida, y disponer de relaciones constructivas con las que compartirlo”, explican desde esta orientación.


Como dijo Napoleón Bonaparte, "el éxito no está en vencer, sino en no desanimarse nunca". El gobernante francés ponía el énfasis en la persistencia y en mantener el esfuerzo a pesar de la dificultad. De esta misma manera opina Dafne Cataluña, psicóloga y coach del Instituto Europeo de Psicología Positiva, quien aclara que no existe una definición de éxito universal, sino que depende de lo que nos rodea: “de la cultura, del entorno, y de la propia forma de ser”. Concretando, el triunfo lo definimos cada uno de nosotros, teniendo en cuenta aspiraciones, metas, ilusiones y valores. “Algunas personas objetivan la gloria en sentirse plenas con su vida, otras en lograr ser papás, algunas en encontrar una profesión que les llene, y otras muchas en tener amigos o parejas con los que se sientan con la libertad de ser ellos mismos”, cuenta la especialista.

La felicidad también tiene una definición subjetiva, pero existen algunos indicadores de que las cosas van bien, incluso mejor de lo que podemos pensar. La coach y escritora norteamericana Shannon Kaiser, experta en conseguir la conexión de sus clientes con su propio “yo” para que lleguen a vivir su verdadero propósito vital, describe, entre las señales de éxito, algunos de los estados cotidianos de nuestra realidad en los que ni siquiera reparamos, pero que se relacionan con lo que, según la psicología positiva, facilita la sensación de plenitud.

Éxito y felicidad… ¿material?
Madonna no parece ser la única material girl. En realidad, todos tendemos a medir lo bien que nos va en función de nuestro nivel adquisitivo, siendo este un fenómeno global propio de la sociedad de consumo: vivimos para consumir y ansiamos la acumulación material, por ser la que nos da el estado y la seguridad. Pero no somos más felices que nuestros antepasados que vivieron una carestía real. ¿Cómo puede ser? La psicología lo explica por el principio de habituación, que aplicada a este caso viene a decir lo siguiente: “Por mucho que me guste algo, cuanto más lo tenga, menos me impresiona”. O lo que es lo mismo: nos acostumbramos a tenerlo y, con el tiempo, nos parece lo normal, y por ello dejamos de apreciarlo como al principio. Será porque la novedad genera excitación y porque siempre queremos conseguir lo que no tenemos.

Aclarados los términos de felicidad y victoria, toca pasar a la prueba del algodón. Porque sí existen una serie de señales, que en ocasiones ignoramos, y que dicen de usted que es una persona con éxito. Si se reconoce en ellas, diga adiós a la melancolía y dé la bienvenida a todo un triunfador.

SOBRE LA EXIGENCIA PROPIA Y AJENA
1. Ha dejado de fustigarse por ese viaje que se frustró hace semanas. Ya habrá más opciones…

2. Cada vez controla mejor su ira y monta menos dramas

3. Dejar de ser mileurista estaría bien, pero no es su prioridad

4. Acepta los defectos de sus padres con naturalidad

5. Cuando se topó con su ex hace meses y lo encontró feliz, se alegró (y no fue pose)

Con estas actitudes ha conseguido relajar la exigencia, permitiendo que la magia suceda en lo que se refiere a no sentirte culpable por no conseguir ciertos objetivos, además de liberar de culpa a los demás.

SOBRE EL AMOR PROPIO
6. Usted no está gordito: solo es un disfrutón al que le encanta comer

7. Viste como quiere, sin importarle lo que digan

8. Celebró el último ascenso de su compañero de mesa

9. Cuando alaban su inteligencia, no se sonroja. ¡Si es cierto!

Cuando se disminuye la necesidad de aprobación, la inseguridad se transforma en autoestima y se encuentra a gusto con lo que es, independientemente de los logros y opinión de los demás.

SOBRE EL ENTORNO
10. Pidió ayuda aquella vez en que la necesitó

11. Es capaz de ponerse en el lugar del otro

12. Cuando llega un domingo, tiene a quien llamar para tomar un café

Comunicar las necesidades personales con empatía incrementa las posibilidades de crear y mantener relaciones satisfactorias. Perder el miedo a pedir ayuda favorece las relaciones satisfactorias. Tan Ben Shahar, profesor de la Universidad de Harvard, describe a los “perfeccionistas” como personas que no tienen fin, ya que siempre se proponen metas cada vez más altas y objetivos más difíciles. En su libro La búsqueda de la felicidad expresa cómo, sin embargo, “cuando consiguen sus metas no sienten la satisfacción ni la felicidad que esperaban, ya que esa expectativa idealizada se desmenuza y el balance entre el esfuerzo y el disfrute resulta negativo al tener el esfuerzo un peso desmesurado”. Conclusión: menos ambición y más amigos.

SOBRE LA ACEPTACIÓN
13. Cuando llega a su hogar, suspira "ay, por fin en casa"

14. Ha decorado el salón del modo en que a usted le gusta

15. No ocurre todos los días, pero a veces le sorprende su propia belleza en el reflejo del espejo

16. Sabe a ciencia cierta que es un buen trabajador

Por supuesto, no solo de amigos vive el hombre. Así que es necesario que en las parcelas de su hogar y su trabajo reine cierto orden. Esto no se traduce en habitar una mansión de ensueño o ser el empleado más brillante de la oficina, sino en que, como el empresario Henry Ford proclamaba, "disfrutar de lo que se obtiene como la clave del éxito". Piense en su último logro laboral y celébrelo.

SOBRE LA REBELIÓN
17. Reconoce a las malas personas y las expulsa de su vida

18. No se lamenta por lo malo que es fumar: simplemente, lo ha dejado

19. Recuerda perfectamente la última vez que dijo "no"

La aceptación solo es positiva si se acompaña de asertividad, un palabro que ahora reivindican todos los expertos en psicología para definir el punto exacto en el que somos capaces de hacernos respetar sin recurrir a la agresividad.

SOBRE LOS SUEÑOS ACORDES AL TALENTO
20. Al suspender aquel examen, estudió más para el próximo

21. Tiene metas por cumplir

No achantarse ante la adversidad es todo un logro. En general, lo es conocer aquello en lo que uno es bueno y, además, le hace sentir bien: “Conocer nuestras fortalezas personales tiene un impacto positivo en el bienestar”, explica la directora del Instituto Europeo de Psicología Positiva. ¿Ha detectado ya sus puntos fuertes y construye sus objetivos en función de ellos? Entonces, es usted una persona con éxito.

SOBRE EL AMOR
22. Puede enumerar, al menos, a cinco personas que lo quieren

23. Les dice 'te quiero' con frecuencia

24. En todas las ocasiones, tal declaración es verdad

La capacidad de amar y ser amado es una de las 24 fortalezas personales descritas por los psicólogos Seligman y Peterson. Sentirnos queridos significa también sentirnos seguros. Tal y como expresaba el también psicólogo Bowbly respecto a sus estudios de las relaciones de apego en la infancia, "cuando hemos creado un apego seguro con las personas que se encargaron de nuestro cuidado en la infancia, las posibilidades de desarrollar relaciones afectivas y sanas es mucho mayor”.


Por Patricia Peyró Jiménez



 
La identidad y el barco de Teseo




Tendemos a pensar que nuestra identidad es única e inmutable, que siempre es igual. Sin embargo, la realidad es que nuestra identidad es más frágil de lo que aparenta. Para entenderlo mejor, la paradoja del barco de Teseo nos puede servir como ejemplo. Dicha paradoja cuentan que: “En el curso de sus viajes, la madera se rompía o se pudría, y tenía que reemplazarse. Cuando Teseo volvió a casa, la nave que atracó en el puerto no disponía ni de una sola pieza del barco que de allí había salido”. Aun así, la tripulación no dudaba de que se trataba de la misma embarcación.


La historia del barco de Teseo es una paradoja del reemplazo. Si a un objeto se le reemplazan todas sus partes, ¿sigue siendo el mismo objeto? Esta paradoja también se puede aplicar a nosotros, a las personas. ¿Seguimos siendo los mismos si nuestro físico cambia? ¿Y si lo que cambia es nuestra personalidad?

La leyenda del barco de Teseo

Teseo fue, según la leyenda griega, el rey fundador de Atenas. Otras leyendas destacan que fue el mismísimo Poseidon. En una de las historias de Teseo se relata un viaje en barco desde Creta hasta Atenas. El barco usado fue conservado durante 300 años por lo que las distintas piezas del barco se fueron reemplazando. Al final, tras tanto tiempo, el barco ya no se parecía al original. Ninguna de las piezas del barco se correspondía con las primeras que se habían usado para construirlo.




La cuestión que surge es, si en un barco de 30 remos reemplazamos un solo remo, ¿seguiría siendo el mismo barco? ¿Y si se reemplazan 15 remos? ¿Y si se reemplazan todos los remos? O, ¿si en vez de los remos, se reemplazan tablas que se van rompiendo? ¿Y si al final se acaban reemplazando todas las tablas del barco? El problema, y lo que convierte en una paradoja, es que es muy difícil saber exactamente el punto en el que una cosa pasa a ser otra distinta si reemplazamos sus partes.


El barco de Teseo en la filosofía

El filósofo Thomas Hobbes fue más allá en esta paradoja. Él planteaba que cada pedazo de madera que se sustituía del barco era guardado. De este modo, cuando todas las piezas se habían cambiado, se construía un nuevo barco con las piezas viejas. A partir de esta historia, Hobbes planteaba las siguientes preguntas, ¿cuál de estos dos buques es el verdadero barco de Teseo? El que se hizo con el material original, se podría decir. Pero eso no es lo que piensa Teseo, él cree que su barco ha sido renovado no sustituido.




La misma paradoja se aplica a la identidad. ¿Tenemos una identidad estable o esta puede cambiar? El filósofo Heráclito se posicionó con su famosa declaración: “Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos”. Ante lo cual surge la duda de si la identidad se renueva o se cambia, sigue siendo la misma o es otra.

Los cambios en la identidad

En el caso de las personas está paradoja es más sencilla cuando se trata de lo físico. Aunque existen trasplantes de varios órganos, nunca se podrían realizar todos los cambios esta reemplazarla por completo. Por tanto, se entiende que la persona seguiría siendo la misma. Por otra parte, parece existir consenso en que las personas son su cerebro.


Sin embargo, hay un problema, y es que a medida que la ciencia avanza, nos acercamos al punto en el que el cerebro puede ser un órgano más y por tanto también se pueda también reemplazar. ¿Qué pasaría entonces, si pudiéramos técnicamente trasladar nuestros pensamientos, recuerdos y planes a otro cerebro o a un sistema que se comporte como él? ¿Seguiríamos siendo la misma persona?


Cuando nos miramos en el espejo con el paso de los años, no vemos a la misma persona. Nuestro físico cambia al igual que nuestra personalidad. Sin embargo, las personas no somos solo nuestro físico y nuestra personalidad. Las personas también son sus relaciones con los demás, sus acciones sobre el entorno, sus planes, sus obras, etc. También somos nuestras identidades sociales.


Mientras todo esto siga igual, aunque el envoltorio cambie, la persona va a ser la misma, ¿o no? Como toda paradoja, la del barco de Teseo sigue sin encontrar una respuesta única. No obstante, el pensar sobre ello puede ayudarnos a comprender y aceptar mejor el cambio.

Por Roberto Muelas Lobato
 

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