Autoestima y otros temas de psicología

Todos necesitamos a alguien que nos cuide



Todos necesitamos a alguien que nos cuide y eso no significa que dependamos del otro para sentirnos bien. Simplemente es bueno darse cuenta y reconocer que cuando no podemos con todo, cuando hemos tocado fondo o cuando todo nos va demasiado bien, necesitamos a alguien que nos recuerde quienes somos o podemos llegar a ser.

Son esas personas que nos recuerdan que somos algo más que nuestras circunstancias, que errores que a veces se suceden. Actúan como Ángeles de la Guarda y nos dan alas para sobrevolar los escombros de parte de nuestro mundo derrumbado. También pueden llegar a ser la voz de nuestra conciencia, nuestro Pepito Grillo, si empezamos a volar demasiado alto y llegamos a quemarnos con el sol de nuestro propio éxito. Son nuestro pilar, nuestro equilibrio, el ying de nuestro yang.


Un amigo es esa persona que intenta levantarte cuando te has caído. Y si no puedes levantarte se tumba a tu lado para escucharte y hacerte saber que pase lo que pase no estás solo.


El significado de ese alguien especial en los malos momentos
Suele resultar bastante sencillo encontrar a alguien para pasarlo bien. Salir de copas, de compras, al cine o a tomar un café nunca es un sacrificio. Pero los verdaderos amigos son aquellos que dan la cara en los momentos en los que quizás no eres la más agradable de las compañías.

Esos momentos en los que te deshaces en lágrimas y maldices al mundo. Esas tardes en las que nada de lo que hagas, digas o escuches van a hacerte sentir mejor. Pero son esos momentos en los que valoras su cercanía, esa mano amiga que te recoge hecha pedazos y con cuidado los va entrelazando sin que apenas te des cuenta.

Son esas conversaciones eternas llenas de quejas que sabes que no van a ningún lado pero que necesitas que salgan de tu interior. Son esas risas por lo absurdo que es todo y por el miedo que sientes a que nada pueda ir peor. Y quizás no te des cuenta, pero son esas ganas de parar el mundo que sigue girando sin que tú estés de acuerdo, pero que logras parar en esas horas con las críticas, los llantos y las risas de la buena compañía.


Esa buena compañía que solo se resume en las palabras AMISTAD VERDADERA. Esa que todo lo puede y todo lo cambia. Tan difícil de conseguir y tan necesaria. Los amigos de verdad son pocos, pero en los malos momentos siempre te acompañan.

El valor de las verdades de ese alguien ante los momentos demasiado buenos
Quizás el valor menos reconocido de la amistad es ese que aparece cuando todo va demasiado bien. Cuando la envidia de los que no te quieren de verdad aparece y cuando la soberbia del éxito te llama. Esos momentos en los que te crees invencible y el éxito, aunque sea momentáneo, se te sube a la cabeza y te pierdes a ti misma.

Es en esos momentos en los que ese alguien, esa amistad verdadera, se encarga de desvelarte la cruda realidad. Es cuando te corta las alas de la soberbia y te hace pisar el suelo. Porque los verdaderos amigos son esos que te cuentan las verdades a la cara, aunque duelan, porque saben que en ese momento quizás no lo agradezcas, pero es lo que necesitas.

Ellos saben que por mucho rechazo inicial que te provoquen tus palabras, no olvidarás la verdadera preocupación que hay detrás de ellas: tu bienestar. Porque no lo hacen para hacerte daño, sino todo lo contrario, para evitarte el dolor de la caída cuando te has precipitado o para sumar energías y que finalmente te atrevas a dar el salto.

Por eso todos necesitamos siempre a alguien que nos cuide. Porque nosotros somos nuestro mayor enemigo cuando las cosas van demasiado bien o demasiado mal. Porque necesitamos a alguien que frene el desequilibrio antes de llegar, finalmente, a la autodestrucción. Porque nadie es perfecto y en la soledad la proyección de nuestros defectos se agiganta… y porque la vida compartida con alguien especial es una vida que merece ser vivida. Desde el principio hasta el final.

Por Lorena Vara González
 
Quiero, pero no puedo



Hay muchas cosas que quiero, pero no puedo hacer. No es que tenga limitaciones, tampoco hay nadie ni nada que me lo impida. Simplemente, por alguna razón que desconozco, mi mente me limita a hacer lo que en verdad deseo.

Seguramente te ha ocurrido esto en más de una ocasión. Situaciones en las que deseas hacer algo pero por alguna razón no puedes. Está claro que no siempre querer es poder, pero ¿qué ocurre en tu interior? ¿qué te impide luchar por lo que quieres?


“El que no lucha por lo que quiere, no merece lo que desea”
-Anónimo-

La trampa del quiero y no puedo

A veces, nos sumergimos en una trampa de la que no somos plenamente conscientes. Queremos algo que por mucho que deseemos no vamos a poder conseguir. Esto es porque queremos conseguir objetivos que se encuentran fuera de nuestro alcance. Algunos ejemplos serían:

  • Quiero ser un gran cantante, pero no tengo una buena voz ni cualidades para ello.
  • Quiero ser gimnasta, pero mi flexibilidad es nula.
  • Quiero ser bailarina de ballet, pero mi cordinación.
  • Quiero bailar, pero no puedo porque no poseo dotes para ello.
Hay muchas cosas que queremos hacer, pero en ocasiones no tenemos las cualidades necesarias para llevarlas a cabo. ¿Cómo puedes querer ser una gran cantante, si no sabes entonar? En ocasiones, soñamos con realidades que no son realistas. Es una trampa.


“Nadie está a salvo de las derrotas, pero es mejor perder algunos combates en la lucha por nuestros sueños, que ser derrotado sin saber siquiera por qué se está luchando”
-Anónimo-

El problema de la trampa del quiero y no puedo, es que a veces queremos conseguir cosas “por arte de magia”. Sin esforzarte, no llegarás a tus metas; sin trabajo, no conseguirás esa riqueza tan ansiada. Nada llega de forma fácil. Realmente no quieres eso que deseas, porque ni puedes ni quieres lograrlo.

La ilusión del “no puedo” y la realidad del “no quiero”

Otra de las circunstancias que se pueden dar es que queremos conseguir algo, pero nos frustramos y no cesamos en decir que no podemos lograrlo, cuando la verdadera realidad es que no queremos conseguirlo. Puede resultar contradictorio, pues si realmente no queremos conseguir algo ¿por qué nos engañamos como si no pudiésemos conseguirlo?


A veces esto sucede porque hay personas que esperan ciertos resultados de nosotros, otras veces es simplemente que nos falta fuerza de voluntad. A menos que te encuentres en la trampa del quiero, pero no puedo, porque realmente no puedes lograr ese sueño que es totalmente inabarcable, todo se puede conseguir si así lo deseas. Pero, debes ser firme en esta decisión.

“El éxito no se logra solo con cualidades especiales. Es sobre todo un trabajo de constancia, de método y de organización”
-Jean-Pierre Sergent-

De nada sirve querer conseguir ciertas cosas si realmente no es así. Te empecinas en decir que no puedes terminar un trabajo, una carrera, una meta, cuando en tu interior realmente es que no quieres conseguirlo. Te estás mintiendo a ti mismo. ¿O acaso desconoces cómo eres?

Puedes lograrlo, pero tienes miedo
Si tienes cualidades y capacidades para lograr un sueño que puedes hacer real, si realmente quieres conseguirlo pero se te está haciendo cuesta arriba, si te encuentras bloqueado y paralizado, probablemente tienes miedo. A veces, lograr nuestros sueños nos somete a mucha presión y a muchos miedos que no creíamos que fuéramos a experimentar. Es normal.

Imagínate que quieres ser un gran cantante, pero de repente te encuentras que tienes que enfrentarte a un público. Tú querías cantar, pero nunca pensaste en la posibilidad de ser observado. Es totalmente normal que tengas miedo cuando estás tan centrado en potenciar tus habilidades y conseguir lo que quieres, que se te olvida todo lo que hay a su alrededor. No te preocupes, utiliza el miedo para impulsarte hacia adelante.

“¿Dónde mueren los sueños? En un lugar llamado miedo”
-Anónimo-

Piensa que el miedo es una parte esencial para conseguir todo aquello que te propongas. Probablemente te paralice, pero debes ser fuerte, pensar en tu sueño, mirarlo a los ojos y conseguir lo que te has propuesto. Tú puedes con tus miedos, utilízalos para darte el impulso necesario para superarte.

Todos hemos pasado por estos quiero, pero no puedo, aunque debemos saber identificarlos. Primero, ¿es algo que puedo hacer real? Segundo, ¿realmente quiero o me estoy engañando a mí mismo? Tercero, los miedos no me impedirán lograr lo que quiero.

Por Raquel Lemos Rodríguez
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Quien no ha enfrentado la adversidad no conoce su propia fuerza



En la sociedad occidental la adversidad está minusvalorada. Tenemos una noción demasiado limitada, resaltando solo las situaciones o las personas que nos resultan desfavorables o contrarias. Lo que no se suele tener en cuenta es que detrás de una situación de adversidad hay una reacción de lucha. Así, en esa lucha es donde se produce un auto-aprendizaje profundo y rico.

En aguas tranquilas es plácido nadar, pero poco aprenderemos de la marea. Nuestra vida es parecida a esa marea, mientras está en calma no tendremos que utilizar nuestra fuerza. Una persona que no conoce la adversidad no se conoce a sí misma, no se reconoce en sus límites. La adversidad es como un prisma, una vez que has mirado desde ella, no volverás a ver las cosas de la misma manera.


Las personas podemos vivir durante años sin conocer nuestras verdaderas habilidades y características por distintas razones. Quizás porque hemos evitado las adversidades, quizás porque aún no las hemos encontrado. Piensa que cada adversidad nos regala un trocito de autoconocimiento y en la mayoría de las ocasiones una grata sorpresa: no sabíamos lo fuertes que eramos hasta que ser fuertes fue nuestra única opción.

“Los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca son estériles”
-Ernest Renan-

Resilencia, el valor en las desgracias
La resiliencia es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectándose hacia el futuro. En ocasiones, las circunstancias difíciles permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta ese momento.

La psicología positiva reconoce que se trata de una respuesta común como forma de ajuste frente a la adversidad. Existen distintas circunstancias que favorecerán o no el desarrollo de la resiliencia en cada persona, como la educación, las relaciones familiares y el contexto social. En concreto, la resiliencia está vinculada a la autoestima, por lo que es importante trabajar con los niños desde pequeños para que puedan desarrollar sanamente esta capacidad.


Un niño con buena autoestima se transformará en un adulto con buena resiliencia, por lo que estará preparado para superar los obstáculos que encuentre a lo largo de su vida. Es importante que a los niños se les guíe durante su primera etapa de vida de forma eficiente, a fin de que desarrollen una forma constructiva de enfrentarse a las dificultades.

“El mundo rompe a todos, y después, algunos son fuertes en los lugares rotos”
-Ernest Hemingway-

El éxito no es el final, ni fallar es fracasar
Solemos pensar que nuestra fuerza de voluntad nace de la nada, como un manantial inagotable. Pero un curioso estudio nos revela que cuando hemos pasado todo el día ejerciendo autocontrol, durante la noche somos más indulgentes. Eso significa que la fuerza de voluntad es una cualidad que debemos aprender a dosificar.



A veces es difícil encontrar esa fuerza para continuar. El estado de animo, circunstancias externas a nosotros y nuestros pensamientos nos pueden jugar malas pasadas. Para encontrar nuestra fuerza interior tendremos que concentrarnos en lo que verdaderamente nos importa, obviando las causas perdidas, por las cuales no podemos hacer nada. Esta es la actitud que nos permitirá focalizar nuestra energía y luchar por nuestros objetivos.

En una cultura tan competitiva como la nuestra, muchas personas actúan movidas por una motivación extrínseca. Quieren ostentar de sus logros como si fueran medallas colgadas en el pecho para alcanzar la aprobación o la admiración de los demás. Estos comportamientos son muy peligrosos ya que el punto de apoyo de la fuerza para continuar se termina situándo en los demás y no en uno mismo.

Por el contrario, cuando la fuerza para continuar es interior se mueve para lograr sueños; por una motivación intrínseca que, dicho sea de paso, es el motor impulsor más poderoso del comportamiento y el más agradecido cuando recibe energía.
“Solo el hombre que está nadando contra la corriente conoce su fuerza”
-Woodrow Wilson-


Por Fátima Servián Franco
 
Descubre la filosofía como fuerza para existir



Nietzsche escribió en “Así habló Zaratustra” que “desde que hay hombres, el hombre ha gozado demasiado poco. Este, hermanos, es nuestro único pecado original. Y cuando aprendemos a gozar mejor, nos olvidamos de hacer daño a los otros y de inventar sufrimientos”. Este podría considerarse un buen motor para establecer la filosofía como fuerza para existir, según Michel Onfray.



En este caso, nos gustaría centrar la entrada en las teorías de un polémico y singular filósofo francés ya citado, Michel Onfray. En la obra de esta figura encontramos diferentes herramientas para definir motivos de gozo.

Lo cierto es que la filosofía puede se utilizada para todo. En muchas ocasiones hemos oído hablar de “filosofía de vida”, ¿no es cierto? Así pues, ya sea para mantener una relación de pareja, un estilo de vida o una actitud ante el trabajo, puede echarnos una mano en cualquier caso.

¿Quién es Michel Onfray?
Antes de descubrir el pensamiento de Michel Onfray, daremos un paso previo en su dirección y nos acercaremos a su biografía. Onfray fue un niño abandonado a los 10 años, que posteriormente logró terminar un doctorado en filosofía mientras trabajaba como empleando en un fábrica de quesos o en las vías ferroviarias francesas.

Desde que acabó su doctorado ha escrito un buen número de libros, como “El arte de despreciar a la muerte” o "Freud", el crepúsculo de un ídolo”. También ha sido profesor de instituto y creador de la Universidad Popular de Caen, donde imparte seminarios gratis sobre filosofía y hedonismo.


La filosofía como fuerza para existir
Nos centramos ya en el uso de la filosofía como fuerza para existir según el autor Michel Onfray. ¿A qué se refiere este reputado pensador en este sentido? Aquí volvemos a entroncar con el pensamiento de Nietzsche, cuyo pensamiento es categórico en este sentido; una prueba de ello es la frase con la que comenzamos este artículo.

Como hemos dicho, Onfray imparte talleres gratuitos sobre hedonismo, ya que el filósofo coincide totalmente con la identificación de diferentes necesidades humanas: de disfrutar, divertirse y vivir una existencia más alegre, sin tanta responsabilidad y dolor.

Para él, la reivindicación de autores como Epicuro o Spinoza, junto con Nietzsche es fundamental. Hemos de dar más valor a la práctica de la amistad, la generosidad, el amor o todo aquello que nos haga felices.

Además, Onfray recomienda no crear problemas donde no los hay. Él piensa que una mente entretenida, hedonista y que goza del mundo que le rodea no dispone del tiempo necesario para crear traumas y sufrimientos innecesarios.


En este sentido, una sociedad más hedonista, con un conocimiento profundo del placer y el entretenimiento, obviamente estará menos resentida, sufrirá menos y será mas generosa. Así frente al disfrute, la idea de hacer daño, de agredir, debería perder su sentido.

La amistad
Algo que valora mucho Onfray en su mundo es la amistad. Distingue entre un sentimiento de camaradería, muy útil para una diversión espontánea y transitoria, de otro mucho más profundo y honesto, en el que dos personas establecen relaciones realmente profundas y sinceras.

El goce
También Onfray reconoce que el goce no requiere de unas grandes exigencias. Si deseamos cambiar el mundo, seremos sufridores. Sin embargo, si conocemos qué podemos cambiar de nosotros mismos, tendremos la potestad de ser más felices y disfrutar más.

La individualidad
Otro punto fuerte de la filosofía del pensador francés es ser conscientes de nuestra propia individualidad. Cada persona es un mundo y como tal ha de pensar. Es necesario abandonar en ciertos momentos al colectivo para saber qué es lo que queremos nosotros, pues somos únicos como individuos.

“Somos individuos, solo hay individualidades, es una torpeza pensar en lo colectivo. Los progresos solo se deben a grandes individualidades”
-Michel Onfray-

La política
También Michel Onfray tiene hueco para hablar sobre política. En este caso no la recomienda en absoluto si realmente se quiere ser feliz. Él se considera libertario y entiende que la necesidad de control no es más que el producto de un miedo, de un espejismo, que hay que despejar para que no se convierta en un condicionante vital.

Un control que no solo pretendemos las personas sobre nosotros mismos, sino también sobre los demás. Especialmente los políticos, que dependen completamente del voto de sus compañeros y en último caso de la ciudadanía para ocupar su puesto. Así, Onfray aboga por una lucha contra el control, la explotación y la alienación que acompaña al poder político.

“En el terreno del análisis político, uno se da cuenta de que muy pocas veces puede ser feliz, hay que trabajar la explotación, la alienación, la miseria…”
-Michel Onfray-

Es evidente que podemos usar la filosofía como fuerza para existir y ser más felices y gozosos en las vida. Así al menos cree Onfray, de cuyo pensamiento se sacan lecciones valiosas para aprender a no crear sufrimientos innecesarios y ser nosotros mismos, con nuestra individualidad y nuestra propia capacidad para gozar.

Por Pedro González Núñez

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No dejes que nadie te haga creer que no mereces lo que deseas



Haz oídos sordos al “tú no sabes”, “tú no mereces” o “tú no puedes”. El primer paso del crecimiento personal es la liberación de todo aquello que vulnera y que cercena, porque si tú sabes lo que eres y lo que vales, debes hacer lo posible por alcanzar aquello que sí mereces: la felicidad.

En la millonaria industria del crecimiento personal se bordea siempre a través de los cursos de coaching, de los libros y las conferencias, en ese complejo océano que supone el logro de la felicidad. No obstante, a veces, acabamos desesperados. Nos preguntamos si esa búsqueda por el equilibrio, la calma y el logro no será más que un Santo Grial, una entelequia inalcanzable.


“Tú mereces lo mejor de lo mejor, porque eres una de las pocas personas de este mísero mundo que siguen siendo honestas consigo mismas”
-Frida Khalo-

Podríamos decir sin equivocarnos que no existe una teoría acertada sobre la felicidad. En realidad, existen muchas. Lo único que hay que hacer es coger ingredientes de todas ellas para crear nuestra propia fórmula en base a esas complejidades y necesidades que nos definen, sin olvidarnos, eso sí, incluir un aditivo más: la valentía.

Porque aquello que mereces está más allá de las fronteras del miedo. Más allá de los vetos de quienes ponen hilos a las fisuras de tus inseguridades. Quítales poder y empieza a modificar tus estilos cognitivos para tomar las riendas de estos mares convulsos que nos alejan de nuestras islas de calma. De nuestra auténticas identidades.

Te proponemos ahondar con nosotros en estas cuestiones.

Cuando olvidas aquello que mereces y te vuelves invisible
A veces ocurre. Ocurre que nos volvemos invisibles, que nuestra voz se convierte en el eco de otras voces o que nuestras necesidades y deseos, desaparecen para mutar en otros nuevos que encajan mejor en las expectativas ajenas. No sabemos muy bien cómo ha empezado todo, pero lo que sí percibimos es el dolor al respirar y la corriente fría de esa autoestima tan raída, tan maltratada.

Podríamos echarle la culpa a nuestra familia, tan tóxica y egoísta. Podríamos también responsabilizar de nuestra infelicidad a esa relación afectiva tan caótica y dolorosa. Sin embargo, y aunque suene duro, la responsabilidad es solo nuestra. No es el entorno quien nos genera ansiedad es el modo en que nos vinculamos a dichos escenarios, a dichas personas hasta el punto de volvernos invisibles, de volvernos cautivos del miedo.


Hay que tomar conciencia, debemos dejar a un lado lo que sentimos para recordar lo que merecemos. Algo así solo se consigue siendo plenamente responsables de nosotros mismos. Los pensamientos rumiantes y la indecisión nos hacen caer en los abismos del miedo hasta el punto de permitir que sean otros quienes decidan por nosotros. Otros quienes nos te dicten qué mereces y qué no.

No lo permitas: viste armaduras que tengan tu talla, calza suelas más fuertes y camina por un nuevo sendero vital habitado por la responsabilidad personal y la determinación. Mereces aquello que deseas.

Quitar poder a quien te roba libertades
Nadie debe hacerte creer que no mereces lo que deseas. Esta idea es algo que debe cuidarse sobre todo durante la infancia. Si ya desde niños nos habitúan a la cansina canción de “eso no es para ti” o “tú no vas a poder con aquello”, las profecías autocumplidas determinarán toda nuestra vida, porque claudicaremos, porque dejaremos de luchar por nuestros sueños. Nos habrán robado las alas antes de tiempo.

“No desprecies a nadie, un átomo también hace sombra”
-Pitágoras de Samos-

Es necesario que quitemos poder a quienes osan vetar nuestras libertades. Nadie tiene derecho a pisotearnos emocionalmente, a lanzar sus torpedos catastrofistas o a etiquetarnos de débiles o perdedores. Pon el filtro de la sabiduría en tus oídos y la coraza del “egoísmo sano” en tu corazón y empieza a recordar lo que de verdad mereces.

Te explicamos cómo.

Estrategias para alcanzar aquello que de verdad mereces
En primer lugar ten en cuenta que no solo tú mereces ser feliz. Los demás también tienen derecho, pero ellos pueden hacerlo a su manera, como bien deseen y les plaza. Nosotros lo haremos a nuestro modo pero sin hacer daño.

  • Estamos seguros de que a lo largo de tu vida has hecho muchos, muchísimos sacrificios por los demás. Ahora bien, recuérdate a partir de hoy algo esencial: para convivir no hay que sacrificar siempre y cada día. Convivir implica construir, y si lo que has estado haciendo hasta ahora es perder, es momento de empezar a ganar.
  • Vamos a practicar ahora lo que se conoce como egoísmo sano. Este arte implica dejar de llevar a cabo la abnegación para conciliar el respeto ajeno con los deseos y las necesidades personales.
  • Ser un “egoísta respetuoso” no es fácil, en especial, porque a muchos nos han educado en la idea de que hay que complacer al prójimo, de que el buen hijo hace feliz a la familia y a la buena pareja lo deja todo por el ser amado.
  • Ahora bien, nada ni nadie puede ni debe estar por encima de tus derechos vitales. Porque si los demás te arrastran hacia las corrientes del ninguneo, del cero a la izquierda y del “tú no sabes”, “tú no mereces”, te estarán intentando hacer vulnerable y controlable.
No lo permitas, pon distancia si es necesario y simplemente, respira.

Lo que mereces, deseas y necesitas está más allá de esos entornos en que eres invisibles y donde tu voz no cuenta. Porque recuerda, toda tu persona cuenta, todo tu ser es hermoso, valiente y capaz de lograr aquello que tenga en mente.

Por Valeria Sabater


El ingrediente más importante para ser feliz eres tú mismo.


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No podremos elegir nuestras emociones, pero sí qué hacer con ellas


Experimentar envidia, rabia, tristeza o ira es tan natural como respirar. Existen determinadas emociones que son inherentes a la condición humana, aunque en algunas ocasiones nos avergüence experimentarlas. Rechazar o no saber expresarlas puede llevarnos a situaciones de ansiedad muy elevada.

Querer controlar lo que sentimos en todo momento es una batalla perdida de antemano por mucho que nos empeñemos. Aunque bien es cierto que hay que tener cuidado con aquello que hacemos y decimos cuando estamos bajo los efectos de una emoción porque eso sí es nuestra responsabilidad.


Así, barajar la posibilidad de que no todo va a suceder como esperamos es una buena idea para no frustrarnos y dejarnos invadir por el malestar, en lugar de enfadarnos o deprimirnos por lo que escapa a nuestro control. De esta última forma, solo perdemos energía y tiempo. Como vemos, la buena noticia es que aunque no podamos controlar las emociones que sentimos, si podemos controlar qué hacer con ellas. Profundicemos.

“Como seres humanos, todos queremos ser felices y estar libres de la desgracia, todos hemos aprendido que la llave de la felicidad es la paz interna. Los mayores obstáculos para la paz interna son las emociones perturbadoras como el odio, apego, miedo y suspicacia, mientras que el amor y la compasión son las fuentes de la paz y la felicidad”.
-Dalai Lama-


Las emociones tienen una función adaptativa
Las emociones guardan un profundo mensaje: indicarnos que algo está ocurriendo en nuestra vida y que en algunos casos tenemos que solucionar. Por ejemplo, la ansiedad nos avisa que un peligro está cerca y la tristeza que se ha producido una pérdida que tenemos que asimilar. La cuestión es aprender a descifrarlas para conocernos y actuar en consecuencia.

Toda emoción es útil, por ello no tendríamos que luchar en contra de ellas, ya que es preciso y necesario que las sintamos, comprendamos y escuchemos. Solo así, seremos capaces de generar las estrategias adecuadas para afrontar con éxito los problemas y dificultades que vayan surgiendo.

Como vemos, no debemos asustarnos cuando experimentemos emociones negativas como la tristeza, frustración o envidia, ya que si sabemos enfocarlas nos ayudarán a manejar el problema presente en nuestra vida y en definitiva, a mejorar. Ahora bien, si la intensidad de estas emociones negativas cada vez es mayor y llegamos al punto de no saber gestionarlas, lo adecuado sería acudir a un profesional que pueda ayudarnos para evitar dañar nuestras relaciones y a nosotros mismos.

Por otro lado, no podemos olvidarnos de las emociones positivas, siendo la más potente de ellas la alegría. Este tipo de emociones son adaptativas, siempre y cuando se expresen en términos equilibrados. Su mensaje es informarnos de que nos encontramos en un momento que nos beneficia y produce bienestar.

“La persona inteligente emocionalmente tiene habilidades en cuatro áreas: identificar, usar, entender y regular emociones”.
-John Mayer-

¿Cómo podemos autoregularnos emocionalmente?
No hay una receta mágica con la cual saber cómo debemos experimentar nuestras emociones. Lo que sí está claro es que renegar de ellas o intentar controlarlas nos lleva a estados emocionales alterados que no nos hacen bien. Nuestro afán de ser personas perfectas nos aleja de ser personas reales. No somos robots, ni superhumanos, somos personas y las personas sentimos todo tipo de emociones.

“Cuando digo controlar las emociones, quiero decir las realmente estresantes e incapacitantes. Ser emocionales es lo que hace a nuestra vida rica”.

-Daniel Goleman-

Como hemos visto, cuando nuestras emociones se vuelven demasiado intensas o duraderas es porque algo está fallando en nuestro modo de experimentarlas. Quizás sea porque estemos tratando de controlar lo incontrolable y probablemente estemos diciéndonos que las cosas tendrían que ser de otra manera. Pero las cosas no van a ser como nosotros queremos, ni las personas van a comportarse siempre de acuerdo a nuestros valores y principios. Esto debemos tenerlo claro.

Lo único que está bajo nuestro control es la forma de gestionar aquello que sentimos y para ello, lo primero que tenemos que hacer es identificarlo. Luego, reflexionar sobre cómo dirigirlo de la forma más sana para nuestro crecimiento personal, es decir, practica la responsabilidad emocional.

Así, dependiendo de la situación experimentaremos una u otra emoción. Ahora bien, elegir qué hacer con ellas es nuestra responsabilidad y el puente hacia nuestro bienestar emocional. Porque no se trata tanto de elegir qué sentimos sino cómo gestionarlo.

Por Fátima Servián Franco

 
Aceptar no es conformarse


Muchas veces tendemos a sufrir en exceso por situaciones que no están en absoluto bajo nuestro control y en ocasiones, lo pasamos peor por nuestra propia resistencia a aceptar lo sucedido, que por el hecho negativo en sí.

Es cierto que las emociones son sumamente necesarias y que no es aconsejable reprimirlas. La tristeza nos sirve para recuperar el equilibrio tras una pérdida e informar a los demás de que nos encontramos mal, la ansiedad nos ayuda a protegernos de ciertas amenazas y peligros, el asco nos preserva de contagiarnos de una enfermedad, etc…


Las emociones, cuando son adaptativas y coherentes con la situación que estamos viviendo, son muy necesarias y nos ayudan a sobrevivir. El problema viene cuando la emoción ya ha dejado de realizar su función y se vuelve contra nosotros, como si nos pusiéramos la zancadilla y dejáramos que las emociones pasen a ser nuestros propios enemigos.

Como sabemos, el hecho de sentirnos bien o sentirnos mal viene determinado por nuestra manera de enfocar los hechos. Como decía Buda: el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Tú puedes decidir cuánto y cómo quieres sufrir y para ello, una de las máximas que has de interiorizar es que el mundo es incierto y que tenemos control en muy pocas cosas, pero esto es parte del juego.

¿Somos conformistas?
Para nada. Como dice el título del presente artículo: aceptar no es conformarse. Mucha gente piensa que si no se queja lo suficiente, si no llora y patalea lo que debería o si no se enfada con el mundo cuando algo le sale mal, es que se está conformando y eso es de débiles y es, más bien, al revés.


De débiles es gastar nuestras energías y nuestro valioso tiempo –irrecuperable, de hecho- en algo que no está bajo nuestro control y que no podemos modificar. Insisto en que las emociones importan, y mucho, pero hasta cierto límite a partir del cual pasan a ser inútiles.

“Acepta. No es resignación, pero nada te hace perder más energía que resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar”
-Dalai Lama-

Tener deseos, objetivos, proyectos apasionantes e ilusiones es esencial y muy importante para ser feliz y encontrarle sentido a nuestra vida. No debemos conformarnos si algo no nos gusta, debemos intentar cambiarlo. Al igual que si queremos tener algo muy apreciado, tenemos que ir a por ello y si podemos, conseguirlo y disfrutarlo.

Por lo tanto, no hablamos aquí de conformismo. Si quiero algo, he de ir a por ello y pasármelo bien en el intento, pero lo realmente importante es entender que por mucho que yo luche por algo, puede ocurrir que al final me salga mal, por factores que no están bajo mi control y aquí es donde entra el concepto de aceptación.


La vida no es perfecta
¿Y qué? No lo es, no lo ha sido y nunca lo será. Esto es lo que hay que aceptar. Aceptar significa comprender que las cosas a veces están a mi favor y otras veces no, y eso es algo normal, forma parte de la vida y además está bien, ya que si todo fuese perfecto, nunca valoraríamos el hecho de que las cosas nos sean favorables.

Para disfrutar las victorias, es necesario tener algunos fracasos
Por lo tanto, es muy importante decirse a uno mismo: intentaré que las cosas me vayan bien y pondré todas mis fuerzas en ello, pero si no sale, mala suerte, hay cosas que no dependen de mí y no me enervaré por ello más de lo necesario. Ya se abrirán otras puertas.

Y no basta con repetirlo como un loro, hay que creerse lo que uno se dice porque es la única realidad. Te encontrarás mil piedras en el camino y más vale que aceptes cuanto antes que esto será así. Aceptar te ahorrará muchos sufrimientos innecesarios.

Aprendiendo a aceptar…
  • El mundo no siempre es como tú quieres: por mucho que te enfade, te entristezca o te ponga ansioso, las cosas no siempre salen como deseas. Si lo aceptas, tu estado emocional será más tranquilo y sosegado y te permitirá ver la situación desde una perspectiva de búsqueda de soluciones. No dejarás que la emoción te domine y te nuble la vista.
  • Las personas no actúan conforme a tus expectativas: cada cual es un ser humano individual con mentalidad propia que puede hacer lo que se le venga en gana. Abandona las expectativas sobre los demás, no esperes nada, simplemente deja que la gente te vaya sorprendiendo con sus actos y disfruta de lo que te puedan brindar.
  • Los seres humanos nos equivocamos, tú también: trata de reparar tus errores e intenta que los demás también lo hagan, pero no condenes a los demás ni te autocondenes a ti mismo por fallar, porque errar también forma parte del juego y gracias a ello, acabamos siendo buenos en muchas cosas.
Aceptar es darte cuenta de que todo está bien como está y lo que tenga que suceder, simplemente sucederá, pero siempre que tengamos margen para cambiar o actuar, podemos hacerlo y mejorar la situación desde una actitud serena, amorosa y centrada en el presente.

Por Alicia Escaño Hidalgo
 
La caja de Pandora sin abrir: el trauma



La vida fluye como si fuera una narración, pero muchas tramas son interrumpidas por sucesos que se convierten en un trauma. Simplemente sucede, y la vida sigue, y nadie te prepara para ello. ¿Verdad?

En muchos casos, los remordimientos o los sentimientos de culpa producen más sufrimiento en personas afectadas por un trauma que el propio recuerdo del suceso en sí. Muchas de las personas que lo reviven a diario se desprecian, se aterrorizan, se enfurecen, sienten que pierden el control… Están seguras de que podrían haber hecho más, de que podrían haber estado más atentas, de que podrían haberse retrasado o elegido otro recorrido para volver a casa. Se desprecian por no haber predicho el futuro, se juzgan con crudeza una vez que todo ha pasado, que el resto de posibilidades, más probables, se han evaporado y solo ha quedado una. Lo que realmente sucedió.


La realidad del trauma
El trauma pertenece al pasado, pero las huellas que deja son profundas, en algunos casos permanentes,
condicionando a la persona en sus emociones, pensamientos y conductas. Por ejemplo, a través de la técnica de Rorschach se descubrió que la gente traumatizada tiende a superponer el trauma a todo lo que le rodea.

En otras palabras, y como complemento a lo que ya hemos señalado, también afecta a la imaginación, que es necesaria para contemplar nuevas posibilidades. Paradójicamente y a modo de ejemplo, se ha comprobado como muchos soldados de guerra solo se sentían totalmente vivos cuando recordaban de nuevo su pasado traumático.

“La principal fuente de sufrimiento son las mentiras que nos contamos a nosotros mismos”.
-Semrad-

Mente, cerebro y cuerpo
Ayudar a la victimas de traumas a contar la historia es importante, pero ayudarles a construir un relato o animarles a que lo hagan, y lo consigan, no significa que los recuerdos traumáticos desaparezcan. Para que se produzca un cambio, el cuerpo tiene que aprender a vivir en la realidad presente, sin miedo a aquel peligro que ya sucedió.


La investigación ha demostrado que las personas maltratadas durante su infancia suelen tener sensaciones que carecen de una causa física. Por ejemplo, escuchan voces alarmantes o tienen comportamientos autodestructivos o violentos. Los fragmentos no procesados del trauma se registran al margen de la historia.

Cuando a las personas traumatizadas se les muestran estímulos relacionados con su experiencia traumática, la amígdala (centro del miedo) reacciona, encendiendo la señal de alarma. Esta activación desencadena una cascada de impulsos nerviosos que preparan al cuerpo para escapar, luchar o huir.

“Sólo podemos estar totalmente a cargo de nuestra vida si somos capaces de reconocer la realidad de nuestro cuerpo, en todas sus dimensiones viscerales”.
-Bessel van der Kolk, M.D. et al-

La negación del trauma
Algunas personas niegan aquello que les sucedió, pero su cuerpo registró todo aquello que vivió, incluidas las amenazas. Así, podemos aprender a ignorar los mensajes del cerebro emocional, pero el sistema de alarma del cuerpo no se detiene.

La negación produce que los efectos físicos del trauma sobre el organismo acaben expresándose como una enfermedad que reclama atención: fibromialgia, fatiga crónica, enfermedades autoinmunes… La medicación o las drogas pueden apagar o anular las sensaciones y sentimientos insoportables. Por eso es tan crítico que el tratamiento de los traumas se realice a nivel mental, cerebral y corporal.

Una adaptación trágica
Se han realizado diferentes investigaciones para responder a una pregunta, ¿qué le sucede al cerebro de los supervivientes de trauma? La doctora Lanius planteó el siguiente interrogante “¿Que hace nuestro cerebro cuando no estamos pensando en nada concreto?”. Resulta que prestamos atención a nosotros mismos, también conocido como “la cresta de la autoconcienciación”.

Así, no se registró activación en las áreas relacionadas con la autopercepción en los pacientes con TEPT que vivenciaron traumas en la infancia. Solo e registró una actividad muy baja en la zona responsable de la orientación espacial básica.

Frewen y Ruth Lanius descubrieron que cuanto más desconectada está la gente de sus sentimientos, menor activación autoperceptiva tenían. Estos resultados se explican debido a que, en respuesta ante el trauma, aprendieron a desconectar las áreas cerebrales que trasmiten sentimientos y emociones que acompañan y definen el terror.


La amenaza del “yo”
El sistema elemental del “yo” se encuentra dividido entre el tronco cerebral y sistema límbido, que se activa cuando las personas ven su vida amenazada. La sensación de miedo y terror es acompañada de una intensa activación fisiológica. Cuando las personas reviven el trauma, se encuentran de nuevo con esa amenazante sensación, que paraliza o enrabieta. Después del trauma, mente y cuerpo se activan constantemente, como si estuvieran de nuevo ante aquel peligro inminente.

Las personas traumatizadas sienten que el pasado está vivo en su cuerpo, porque las señales de alarma viscerales les bombardean continuamente. Muchas de ellas se sienten crónicamente inseguras y ante cualquier cambio sensorial responden desconectándose, con ataques de pánico, regulación exterior (drogas, medicación, compulsiones…). Así, la incapacidad de conectar con el propio cuerpo de manera sostenida en el tiempo explica la ausencia de autoprotección, las dificultades para sentir placer y propósito y las altas tasas de revictimización.

“El trauma ha averiado su brújula interior y les ha arrebatado la imaginación que necesitan para crear algo mejor”.
-Bessel van der Kolk, MD.-

Por Beatriz Caballero

 




¿Qué diferencia a la gente más feliz del mundo? Tal Ben-Shahar, Doctor en psicología


PD. No se si conoces a Tal Ben-Shahar

A mi me gusta escucharle, ya que transmite mucha energia positiva
 




¿Qué diferencia a la gente más feliz del mundo? Tal Ben-Shahar, Doctor en psicología


PD. No se si conoces a Tal Ben-Shahar

A mi me gusta escucharle, ya que transmite mucha energia positiva

Sí, le he visto en alguna entrevista y me gusta lo que dice.
Él muestra que aunque las cosas no sean perfectas, se puede ser feliz y yo creo en eso, pues la vida enseña...Gracias por traerlo...(y)
 
7 emociones extrañas que todos experimentamos alguna vez



Hay emociones comunes que todos hemos experimentado. Miedo, cuando hay algo que nos amenaza. Ira, cuando alguien nos agrede o nos hace sentir mal. Agrado cuando nos dicen lindas palabras… En fin. Son emociones diarias, que todos conocemos. Sin embargo, también de vez en cuando aparecen algunas emociones extrañas que nos desconciertan.

No por tratarse de emociones extrañas son ajenas a la mayoría de la gente. Por el contrario. Muchos las hemos experimentado. Lo que no nos explicamos es de dónde salieron o por qué aparecieron, a veces, en el momento menos oportuno.


Al ser humano le parece tan extraño existir, que las preguntas filosóficas surgen por sí solas”.

En esta ocasión vamos a hablar un poco acerca de esas emociones extrañas que surgen de repente y nos dejan un gran interrogante. Lo que tienen de curioso también es que no se ha logrado establecer un nombre para ellas. Por eso hay que describirlas, en lugar de nombrarlas. Estas son siete de ellas.

1. Pérdida súbita y temporal de la confianza en nosotros mismos
Esta es una molesta sensación en la que se combinan un fuerte sentimiento de inferioridad, con vergüenza, frustración y timidez. De un momento a otro nos sentimos completamente incapaces o inútiles sin saber exactamente por qué.

-Jostein Gaarder-

Esta emoción solemos ejemplificarla coloquialmente como “hacerse pequeño”. Es esa sensación de pérdida de seguridad en uno mismo cuando creemos a alguien más competente que nosotros en algún aspecto, aunque no sepamos verbalizar en cuál. No es que detectemos una amenaza en sí, sino que de repente nos sentimos muy vulnerables.

2. Tristeza y alegría al mismo tiempo, una de las emociones extrañas
Otra de esas emociones extrañas ocurre cuando se entremezclan la alegría y la tristeza. No sabríamos decir en cuál proporción está presente cada una de ellas. Solo sentimos que ambas emociones coexisten. Hasta nos dan ganas de llorar, de felicidad y melancolía a la vez.

Este tipo de sensación aparece con alguna frecuencia cuando contemplamos algo que tiene una enorme belleza. Tal vez un paisaje, o una obra de arte. También cuando apreciamos la señal de algo malo sobre un objeto bello y sublime, como una hermosa flor con uno de sus pétalos rotos o dañados.

3. Todo pasa muy deprisa y estás a punto de perder una gran oportunidad
Esta es una de las sensaciones extrañas que aparece cuando estamos cambiando de una etapa a otra en términos de edad. Lo que comúnmente llaman la crisis de los 30, o de los 40, o de los 50. En esas fases es frecuente la impresión de que el tiempo está pasando demasiado de prisa.

Pero no solo eso. También tenemos la sensación de que estamos “perdiendo la oportunidad de algo”, aunque no sepamos definir de qué. Simplemente es como si perdiéramos el tren que ya salió y no volverá. Es entonces cuando aparece una cierta ansiedad o precipitación por encontrar una oportunidad que sustituya a la pérdida.

4. Todo va a salir bien, aunque no parezca
Esta es una de las sensaciones extrañas que a la vez son muy agradables. Todos la hemos experimentado alguna vez y para ella sí hay una palabra que la define: pronoia. Este término es técnico y significa todo lo opuesto a la paranoia.

Gracias a esa sensación, experimentamos el mundo con inusitado optimismo y esperanza. Tenemos una certeza interna que nos señala que todo va a estar bien. También sentimos como si no hubiese nada que pudiera interponerse en nuestro camino, mucho mayores y poderosos que los obstáculos que anticipamos.

5. Un vacío gigantesco cuando alguien nos ha visitado y luego se va
Es normal que sintamos tristeza cuando alguien muy querido nos visita y luego se marcha. Sin embargo, hay ocasiones en las que esa sensación toma dimensiones superlativas. Aunque la persona no se vaya para siempre.

Ese alguien se marcha y nos deja un insondable vacío en el alma. A veces llegamos a presentir que no vamos a volver a verlo, aunque no haya razones para pensar eso. Lo cierto es que lo tomamos como un adiós definitivo y nos genera un duelo. Sin embargo, esto se disipa rápidamente.

6. El impulso de lanzarse al vacío cuando estamos en un lugar de gran altura
Algunas veces estamos en un lugar de gran altura y de un momento a otro sentimos como si el vacío nos sedujera. Aparece entonces un deseo contradictorio de arrojarnos y al mismo tiempo miedo de lo que estamos sintiendo.

Algunos señalan que esta es una de esas extrañas sensaciones que nacen un deseo oculto de “jugarse la vida”. En otras palabras, de enfrentarse temerariamente al peligro. En algunas culturas a esta sensación se le conoce como “la llamada del vacío”.

7. Abandonarse momentáneamente al cuidado de alguien que nos ama
Es otra de esas sensaciones extrañas y agradables que algunas veces experimentamos. Consiste en un deseo muy intenso de volver a sentirse como un niño frágil y dependiente. Aparece cuando estamos con alguien que nos ama y con quien nos sentimos seguros.

Es un deseo como de no querer saber de uno mismo, sino que el otro se haga cargo de nuestra vida. No es un estado de mucha duración, pero sí es muy fuerte cuando aparece. De hecho, podemos dejar de pensar y abandonarnos al otro en esos maravillosos momentos.

Estas emociones extrañas tienen en común el hecho de que combinan varias emociones básicas a la vez. Por eso nos parecen raras y por eso mismo casi ninguna de ellas es duradera. Son como un flash que aparece y desaparece cuando menos lo pensamos.


Por Edith Sánchez

 
¿Qué son las emociones?

Todos nos hemos preguntado alguna vez qué son las emociones. Podríamos definirlas como el “pegamento de la vida”, esa materia invisible pero intensa que nos conecta a los nuestros, que nos permite ser partícipes de la realidad, riéndola, admirándola, sorprendiéndonos ante sus maravillas y entristeciéndonos también con sus sinsabores.

Pocas condiciones desprenden tanto misterio como las emociones. Es verdad que forman parte de nuestra cultura, de nuestra educación, s*x* o país de origen. Sin embargo, no es menos cierto que ya vienen integradas en nuestra base genética. Para demostrar esto último, las universidades de Durham y Lancaster (Inglaterra) realizaron un fascinante estudio donde pudo verse que los fetos ya expresan una pequeña variedad de emociones dentro del útero materno.


“Una emoción no causa dolor. La resistencia o supresión de una emoción es lo que verdaderamente causa dolor y sufrimiento”
-Frederick Dodson-

Mediante escáneres de ultrasonido pudimos descubrir cómo los bebés antes de nacer ya sonreían e incluso cómo demostraban expresiones asociadas al llanto. Todo ello nos demuestra que ya en ese universo plácido y silencioso como es el útero, el ser humano va “activando” y entrenándose en ese lenguaje instintivo y esencial que garantizará su supervivencia. La sonrisa le ayudará a demostrar bienestar y satisfacción, mientras que el llanto cumplirá la función de efectivo “sistema de alarma”: a través de él expresará sus necesidades más básicas.

Las emociones nos confieren humanidad, y aunque a menudo caemos en el error de clasificarlas en emociones negativas y positivas, todas ellas son necesarias y valiosas. Al fin y al cabo, cumplen una función adaptativa y nada puede ser tan importante como comprenderlas para usarlas de manera “inteligente” en nuestro beneficio.


¿Qué son las emociones?
Pablo está trabajando en su tesis. Al llegar a casa desde la Universidad acude hasta su habitación para seguir con la tarea. Se sienta ante el ordenador y abre un cajón para consultar unos documentos. Al hacerlo, ve que en el interior de ese cajón y justo sobre la carpeta que necesita hay una gran araña. Lo cierra de inmediato, aterrado. Al poco, nota cómo sube la temperatura de su cuerpo y su corazón se acelera. Le falta el oxígeno y tiene los pelos de la piel erizados.

Unos minutos después se dice que es una tontería, que debe continuar con su trabajo y no perder el tiempo. Vuelve a abrir el cajón y se da cuenta de que la araña no era tan grande como la había percibido, de hecho era más bien pequeña. Siente vergüenza por su temor irracional, coge la araña con un papel y la deja en el jardín exterior, satisfecho y riéndose de sí mismo.

Este sencillo ejemplo nos demuestra cómo en cuestión de unos pocos minutos somos capaces de experimentar un amplio abanico de emociones: miedo, vergüenza, satisfacción y diversión. A su vez, todas ellas han combinado tres dimensiones muy claras:

  • Unos sentimientos subjetivos: Pablo tiene miedo a las arañas y esa emoción le permite huir de ellas, protegerse.
  • Una serie de respuestas fisiológicas: corazón que se acelera, subida de la temperatura.
  • Un comportamiento expresivo o conductual: Pablo ha cerrado el cajón de inmediato al ver ese estímulo (la araña) que le da miedo.
Lo más complejo sobre el estudio de las emociones es que son muy difíciles de medir, describir o de predecir. Cada persona las experimenta de un modo, son entidades subjetivas muy particulares y exclusivas. No obstante, los científicos lo tienen mucho más fácil en lo que se refiere a la respuesta fisiológica, porque en este caso, y sin importar la edad, la raza o la cultura todos lo hacemos del mismo modo, ahí donde la adrenalina, por ejemplo, media en toda experiencia asociada al miedo, el pánico, el estrés o la necesidad de huida.

¿Por qué nos emocionamos?
Las emociones cumplen una finalidad muy concreta: permitir que nos adaptemos a lo que nos rodea para garantizar nuestra supervivencia. Esto mismo ya nos lo indicó Charles Darwin en su momento al demostrarnos que también los animales tenían y expresaban emociones, y que semejante don, les facilitaba a ellos y también a nosotros avanzar como especie y colaborar entre nosotros para lograr dicho propósito.


Darwin fue posiblemente una de las figuras que más acertó a la hora de explicarnos qué son las emociones y para qué sirven. Sin embargo, a lo largo de la historia nos encontramos con más nombres, más enfoques y más teorías orientadas a darnos más respuestas sobre este tema.

El libro de los ritos
El “Libro de los Ritos” es una enciclopedia china del siglo primero que todo el mundo debería ojear alguna vez. Forma parte del canon confuciano y aborda desde temas ceremoniales, sociales y sobre todo aspectos de la naturaleza humana. Si hacemos referencia a este libro es porque en él se nos explica también qué son las emociones. Aún más, en esta obra se nos describe ya cuáles son las emociones básicas: la alegría, la ira, la tristeza, el miedo, el amor y la repulsión.

La teoría de James-Lange
Estamos en el siglo XIX y William James junto al científico danés Carl Lange nos explicaron que las emociones dependen de dos factores: los cambios físicos que suceden en nuestro organismo ante un estímulo y la posterior interpretación que hagamos de ellos después.

Es decir, para estos autores la reacción fisiológica se desencadena antes de los pensamientos o sentimientos subjetivos. Algo que sin duda tiene matices y que nos ofrece sin duda una visión algo determinista.

Cuando digo controlar las emociones, quiero decir las emociones realmente estresantes e incapacitantes. Sentir emociones es lo que hace a nuestra vida rica
-Daniel Goleman-

El modelo Schacter-Singer
Nos vamos ahora a los años 60, a la prestigiosa Universidad de Yale, para conocer a dos científicos: Stanley Schacter y Jerome Singer. Ambos afinaron un poco más las teorías existentes hasta ese momento sobre qué son las emociones y dieron forma a su conocido e interesante modelo.


Schachter y Singer nos enseñaron que las emociones pueden aparecer, efectivamente, al interpretar las respuestas fisiológicas periféricas de nuestro cuerpo, tal y como nos explicaron William James y Carl Lange. Sin embargo, y aquí llega la novedad, también pueden darse a raíz de una evaluación cognitiva. Es decir, nuestros pensamientos y cogniciones pueden desencadenar también una respuesta orgánica y la posterior liberación de una serie de neurotransmisores que activarán una emoción determinada y una respuesta asociada.

Paul Ekman, el pionero en el estudio de las emociones
Si deseamos saber qué son las emociones tenemos que pasar casi de forma obligada por la obra de Paul Ekman. Cuando este psicólogo de la Universidad de San Francisco empezó a estudiar este tema, creía como la mayor parte de la comunidad científica que las emociones tenían un origen cultural.

No obstante, tras más de 40 años de estudios y análisis de gran parte de las culturas que conforman nuestro mundo, concluyó una tesis que Darwin ya enunció en su momento: las emociones básicas son innatas y resultado de nuestra evolución. De este modo, y dentro de su teoría, Ekman estableció que el ser humano se define por un conjunto de emociones básicas y universales en todos nosotros:

  • Alegría.
  • Ira.
  • Miedo.
  • Asco.
  • Sorpresa.
  • Tristeza.
Más tarde, y a finales de los años 90 amplio esta lista al estudiar más profundamente las expresiones faciales:

  • Culpa.
  • Bochorno.
  • Desprecio.
  • Complacencia.
  • Entusiasmo.
  • Orgullo.
  • Placer.
  • Temor.
  • Asco o repulsión.
  • Satisfacción.
  • Sorpresa.
  • Vergüenza.
La rueda de las emociones, de Robert Plutchik
La teoría de Robert Plutchik nos explica qué son las emociones desde un punto de vista más evolucionista. Este médico y psicólogo nos facilitó un interesante modelo en el que quedan bien identificadas y diferenciadas 8 emociones básicas. Todas ellas habrían garantizado nuestra supervivencia a lo largo de nuestra evolución. A ellas habría que sumar otras emociones secundarias e incluso terciarias, que habríamos ido desarrollando con el tiempo para adaptarnos mucho mejor a nuestros entornos.

Todo este interesante enfoque da forma a lo que se conoce ya como la “rueda de las emociones de Plutchik”. En ella podemos apreciar cómo las emociones varían en grado y en intensidad. Así, y como ejemplo, es interesante recordar que la ira es menos intensa que la furia. Comprenderlo nos ayudará a regular un poco mejor nuestras conductas.

Cómo alcanzar el bienestar emocional
Llegados a este punto hay un aspecto a considerar. No basta con saber qué son las emociones. No basta con saber qué neurotransmisor hay detrás de cada estado emocional, de cada reacción fisiológica o de cada sensación. Esto es como tener un manual de instrucciones sobre una máquina, pero no saber utilizarla a nuestro favor.

Es esencial trasformar el conocimiento teórico en conocimiento práctico. Gestionar nuestro universo emocional para favorecer nuestro bienestar, para potenciar la calidad de nuestras relaciones, de la productividad, la creatividad; en esencia, la calidad de nuestra de vida.

Si el fin último de las emociones tal y como nos dijo Darwin es facilitar nuestra adaptación, supervivencia y convivencia entre nosotros, aprendamos por tanto a hacerlas nuestras sin temerlas, sin esconderlas o disimularlas.

Así, un modo de lograr este aprendizaje sobre esta herramienta vital es iniciándonos en la Inteligencia Emocional. Todos hemos oído hablar de ella, todos hemos leído algún libro de Daniel Goleman y múltiples artículos relacionados con el tema. Sin embargo ¿aplicamos de verdad sus principales estrategias? Factores como la empatía, el reconocimiento de las propias emociones, la atención, la correcta comunicación, la asertividad, la tolerancia a la frustración, la positividad o la motivación son aspectos que no descuidar en ningún momento.

Puesto que ya sabemos qué son las emociones, hagamos de ellas el mejor canal para construir un auténtico bienestar, una felicidad real.

Referencias Bibliográficas

Ekman, Paul (2017). “El rostro de las emociones” Barcelona: RBA Libros.

Punset, Eduard. Bisquerra, Rafael, Bisquerra (2014). “Un universo de Emociones”, Planeta.

Goleman, Daniel (1996). “Inteligencia Emocional” Madrid: Kairos.

LeDoux, Joseph (1998). The Emotional Brain: The Mysterious Underpinnings of Emotional Life. New York: Simon and Schuster.


Por Valeria Sabater
 

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