Autoestima y otros temas de psicología

Trastornos psicosomáticos: cuando la mente hiere a nuestro cuerpo
27 marzo, 2019
Este artículo fue redactado y avalado por la psicóloga Valeria Sabater
¿Sufres dolor, cansancio, fatiga, desconcentración... sin causa aparente? Tal vez padezcas un trastorno psicosomático. Aunque parezca imposible, la mente puede enfermarnos. Descubre cómo
mujer-con-flor-en-la-espalda.jpg



Los trastornos psicosomáticos son la prueba del impacto que la mente puede llegar a tener sobre nuestro cuerpo. En ellos, se evidencian una serie de síntomas físicos reales relacionados con enfermedades invisibles. Con afecciones que no existen orgánicamente, pero que son el resultado de conflictos mentales. O de problemas no resueltos que nos devoran por dentro.

Leer que hay alumnos que debido a la ansiedad pueden llegar a perder la visión justo antes de un examen puede resultarnos poco creíble. Asimismo, si hablamos del caso de una mujer de 60 que ha perdido la movilidad de las piernas porque está convencida de que tiene un tumor en la columna, también nos puede parecer una historia exagerada y difícil de comprender.

«Tu cuerpo te está diciendo que algo no va bien dentro de ti y que no lo estás viendo».

-Suzanne O’Sullivan-


Sin embargo las pruebas están ahí y estos casos suceden cada día, en todo el mundo y a cada momento. Por ello, algo que aprenden rápidamente los psicólogos es dar espacio al relato que hacen los pacientes de lo que les sucede. Si dicen tener dolor, se toma por cierto. Aunque no sea evidenciable por medio de pruebas médicas.

Dar credibilidad al sufrimiento de estos pacientes es esencial. Ocurre lo mismo con las personas que dicen tener pensamientos suicidas durante una depresión. Lo mismo que experimenta una persona con esquizofrenia al declarar que tiene visiones y alucinaciones. Esa realidad existe dentro de la mente de ese paciente y puede llegar a ser devastadora. Cuando nuestra mente toma el control, traumatizada o supeditada a un estado de ansiedad muy convulso, todo puede ser posible.

mujer-tocandose-la-espalda.jpg

Trastornos psicosomáticos ¿de verdad está todo en mi cabeza?
Entendemos por trastorno psicosomático aquellos síntomas donde no se halla un correlato físico u orgánico. Ahí donde todas las dolencias y limitaciones que sufre la persona se deben en exclusiva a sus procesos mentales. Ahora bien, pensemos lo que esto puede llegar a suponer… ¿de verdad está todo en mi cabeza?

La verdad es que a día de hoy los trastornos psicosomáticos siguen siendo un área de estudio llena de incógnitas para los expertos. Algo que sí se sabe es que todo ese espectro de trastornos físicos asociados con el estrés mental tiene un correlato cerebral: la hiperactividad de los impulsos nerviosos del cerebro al comunicarse con diversas áreas de nuestro cuerpo.

  • Algo que también puede verse es un exceso de adrenalina en sangre, además de unos parámetros biológicos alterados, como la aceleración del metabolismo de la glucosa o de los aminoácidos…
  • A su vez, también se ha podido demostrar que hay personas más susceptibles a la hora de sufrir trastornos psicosomáticos. Pacientes que viven con mucha ansiedad o que tuvieron una infancia traumática a causa de abusos, carencias afectivas, etc., también suelen ser más propensos a experimentar este tipo de trastorno.
cuerpo-humano.jpg

No por conocer el origen o la causa…
Más allá de entender o no qué causa las enfermedades psicosomáticas, hay un hecho aún más importante. Pensemos en un médico que le explica a su paciente que eso que sufre no es real, que ese dolor en el pecho no es un infarto, que la pérdida de su voz no se debe a un problema de las cuerdas vocales ni su terrible migraña a un tumor. Está bien que le digamos a un paciente «qué es lo que no tiene», pero… ¿cómo ayudarle a sanar eso «que sí tiene» y que se origina en su mente?

«Es algo que nos pasa a todos. Pero no podría decir por qué en ciertos individuos este mecanismo decide crear una patología. Lo que ocurre es que todos tenemos una forma diferente de lidiar con el estrés».

-Suzanne O’Sullivan-

Lo que nuestra mente puede llegar a generar

Los trastornos psicosomáticos pueden afectar a cualquier órgano, sistema, tejido o estructura. Su impacto es inmenso, de ahí que no debamos minusvalorar el poder de nuestra psique. Asimismo, es necesario diferenciar los trastornos somatomorfos de los psicosomáticos. Mientras en los primeros nunca hay síntoma físico, en los segundos sí existe un daño visible en el organismo (por ejemplo, las úlceras).

  • Un ejemplo más clásico de los trastornos psicosomáticos son las dermopatías, como el eczema, urticaria, infecciones, acné…
  • La hipertensión, las taquicardias, la sensación de ahogo o los pinchazos en el corazón son otro síntoma.
  • Los trastornos del sistema digestivo son muy comunes, siendo el colon irritable y las úlceras las condiciones más habituales.
  • Los dolores de cabeza intensos, como las migrañas también son muy comunes.
  • Pérdidas de memoria.
  • Asma bronquial.
  • Dismenorrea, desórdenes menstruales…
  • Alopecia.
  • En casos muy extremos, hay personas que pueden experimentar ceguera temporal, falta de movilidad en alguna extremidad, desmayos, etc.
chica-en-terapia.jpg

¿Cómo se tratan las enfermedades psicosomáticas?
Los trastornos psicosomáticos se abordan de dos modos diferentes. Por un lado, y como es evidente, hay que atender ese síntoma físico que presenta el paciente (úlcera, infecciones, eczemas…) Ahora bien, lo más importante en estos casos es afrontar el auténtico problema de base, a saber, su universo psicológico y esa tensión mental no resuelta que se somatiza con mayor o menor gravedad en su cuerpo.

Las técnicas que se utilizan para estos casos son múltiples y dependerán siempre de la realidad personal de cada caso. Asimismo, a veces resulta idóneo probar distintas terapias para ver cuál funciona mejor en el paciente, cual genera los resultados más positivos y esperados.


Técnicas para el tratamiento de los trastornos psicosomáticos
  • Las técnicas de relajación son siempre muy efectivas.
  • La terapia cognitivo-conductual es de gran ayuda para conseguir que los pacientes aprendan nuevas formas de sobrellevar sus problemas. Comprenderán sus realidades internas, aplicarán objetivos de vida realistas e identificarán qué patrones de pensamiento deben cambiar para tener un estilo de vida más positivo.
  • Asimismo, otro tipo de terapia que suele traer resultados positivos a la hora de abordar conflictos mentales y emocionales, así como trastornos de ansiedad es el psicoanálisis.
  • Las terapias de grupo como el psicodrama, creado en su día por Jacob Levy Moreno, es otra estrategia idónea, revulsiva y muy gratificante que se puede probar para observar si genera en la persona los resultados esperados.
Para concluir, señalar la importancia y el desafío que supone para muchos médicos tratar de ofrecer una solución para todas esas personas que a día de hoy sufren enfermedades psicosomáticas. Son realidades a veces muy duras que merecen nuestra atención y sensibilización.

https://lamenteesmaravillosa.com/trastornos-psicosomaticos-mente-cuerpo/
 
Trastornos somatomorfos: síntomas y tratamiento
29 abril, 2019
Este artículo fue redactado y avalado por Sara Clemente
Mujer-dolor-cabeza.jpg



Los trastornos somatomorfos ponen de manifiesto lo difícil que resulta separar los efectos que tienen el cuerpo y la mente en la salud de una persona. La fuerte interconexión que mantienen estas dos dimensiones complica considerablemente el diagnóstico y el tratamiento de este tipo de trastornos.

Antes de continuar, es conveniente distinguirlos de los trastornos psicosomáticos. Aunque en ambos el desencadenante es psicológico y existen síntomas físicos, en los trastornos psicosomáticos hay un daño en el sistema fisiológico correspondiente, mientras que en los somatomorfos no existe una patología orgánica demostrable. Por lo tanto, hablamos de trastornos somatomorfos cuando existen síntomas físicos pero no síntomas orgánicos o mecanismos fisiológicos demostrables. Además, existen pruebas de conflictos psicológicos ligados a esta sintomatología.

Las personas con ese tipo de trastornos hacen de sus síntomas el epicentro de su vida. Incluso, los malestares que sienten llegan a absorberlos por completo. Sin embargo, en muchas ocasiones su preocupación es desproporcionada en relación con los síntomas que presentan.

Magnificación desmedida
Como hemos visto, los pacientes que sufren trastornos somatomorfos presentan síntomas físicos cuyo origen es psicológico. A estos padecimientos, les acompañan altos niveles de angustia, preocupación y dificultades para su funcionamiento diario. Su cuadro clínico podría resumirse en los siguientes puntos clave:

  • Preocupación excesiva sobre sus síntomas y/o perturbación de su vida normal.
  • Pensamientos recurrentes, constantes y obsesivos sobre la posible gravedad de sus síntomas.
  • Extrema angustia por su salud y por las consecuencias catastróficas que pueden tener los síntomas que padecen.
  • Inversión de una cantidad desproporcionada de tiempo y energía en sus problemas de salud.

mujer-de-espaldas-con-dolores-de-la-fibromialgia.jpg


Generan dependencia
La cronicidad de los síntomas físicos y la creencia en las consecuencias catastróficas que pueden tener sus pesadumbres, les hace desarrollar dependencia hacia los demás. Estos pacientes generan en su entorno la necesidad de ser cuidados y constantemente atendidos. De manera que por un lado, eluden sus responsabilidades y por otro, exigen dedicación, ayuda y apoyo de forma agobiante a las personas de su alrededor.

Además, se suelen enfadar si creen que no se les está dedicando el suficiente tiempo ni la atención que merecen o se minusvaloran sus necesidades. Es posible que amenacen y en algunos casos más complejos, intenten suicidarse. Como vemos, los trastornos somatomorfos son realmente graves si no se detectan a tiempo.

Son de difícil detección
¿Cómo detectar un trastorno para el que existen síntomas físicos pero no una lesión orgánica? Es decir, ¿qué diagnóstico tienen un conjunto de molestias que aquejan al paciente, pero cuya causa no se encuentra en un trastorno físico concluyente? Las respuestas a estas preguntas se encuentran en el componente psicológico de estos trastornos. Por ello, para diagnosticarlo “no debe existir una base somática que justifique los síntomas” (DSM-IV).

No obstante, sería inadecuado que los médicos diagnostiquen este cuadro clínico como un trastorno mental cuando no encuentran una causa física de los síntomas que tiene el paciente. Antes han de asegurarse de que las pruebas que han realizado han sido las más adecuadas y que los resultados de las mismas son correctos.

También es probable que algunas personas reaccionen de manera excesiva ante sus síntomas porque su umbral de dolor es menor que lo establecido dentro de la normalidad. Pero no por ello se ha de dar por supuesto que padecen una enfermedad mental.

Este tipo de trastorno se tiene que diagnosticar una vez que se han descartado posibles trastornos físicos u orgánicos como causa. Y únicamente si la respuesta a los síntomas que presenta es anormalmente intensa.


hombre-con-dolor-estomacal.jpg


Tipos de trastornos somatomorfos
Para categorizar un trastorno como somatomorfo hay que guiarse por la respuesta que emite la persona ante sus síntomas o problemas de salud. Es decir, su preocupación, angustia y el grado de interferencia que tienen sus malestares en sus quehaceres y obligaciones diarias. Por tanto, dependiendo de estas reacciones se distinguen los siguientes trastornos específicos (DSM-IV y CIE-10):

  • De somatización: suele detectarse tras años de padecimiento. Los síntomas pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo, pero los más frecuentes son las molestias gastrointestinales (dolor, meteorismo, vómitos, náuseas, etc.) y dérmicas (quemazón, hormigueo, entumecimiento, enrojecimiento, etc.). En ocasiones, también hay signos de cuadros depresivos o ansiosos.
  • Somatomorfo indiferenciado: se caracteriza por la aparición de quejas físicas múltiples, variables y persistentes, pero poco explicadas. Es decir, sus síntomas son insuficientes para establecer el diagnóstico de trastorno de somatización.
  • Hipocondríaco: probablemente sea el más conocido dentro de los tipos de trastornos somatomorfos. Sus principales síntomas son la preocupación y el miedo a desarrollar o tener una o varias enfermedades graves progresivas. A menudo, el paciente categoriza sensaciones normales o frecuentes como fenómenos excepcionales y molestos.
  • Disfunción vegetativa somatomorfa: sus síntomas se manifiestan en los órganos inervados por el sistema nervioso vegetativo. Estos son el cardiovascular, gastrointestinal o respiratorio, entre otros. Una combinación de signos objetivos de hiperactividad (palpitaciones, sudoración, rubor y temblor) y otros individuales, subjetivos e inespecíficos.
  • De dolor somatomorfo persistente: se caracteriza por un dolor intenso, que se presenta mayoritariamente en circunstancias de conflictos o problemas.
  • Otros: alteraciones de la sensibilidad no debidas a trastornos somáticos y relacionados con problemas o acontecimientos estresantes. Por ejemplo, el globo histérico o el rechinar de dientes, entre otros.

Tratamiento cognitivo-conductual
Aunque existen estudios sobre el tratamiento farmacológico del dolor, no existe actualmente la suficiente base científica como para realizar recomendaciones terapéuticas fiables. No obstante, es conveniente que el paciente acuda a psicoterapia y, en concreto, de enfoque cognitivo-conductual. Esta puede ayudar a disminuir la preocupación y ansiedad sobre sus síntomas.

Un enfoque integrativo que combina la terapia cognitivo-conductual con la terapia interpersonal también resulta efectivo. Este contempla las dos principales características de los pacientes con tendencias somatizadoras: el modo desajustado de percibir y evaluar cómo se encuentran a nivel de salud y la forma de comunicación inadecuada para expresar su malestar a los demás.

Este tipo de enfermedades tienen una alta prevalencia en nuestra sociedad. Aunque no hay que obsesionarse, en algunos casos los síntomas físicos pueden ser producto de un padecimiento mental. Esto, como decíamos al comienzo del artículo, es fruto de la interrelación que existe entre cuerpo y mente. Ahora bien, ¿dónde está el límite entre síntomas físicos y mentales?

https://lamenteesmaravillosa.com/trastornos-somatomorfos-sintomas-y-tratamiento/
 
Atención: ¡nuestro cuerpo también habla!
5 noviembre, 2016
Este artículo fue redactado y avalado por la psicóloga Alicia Garrido Martín
mujer-ilustración-en-la-espalda.jpg



Habla, susurra, grita… Se expresa como puede, o como le dejamos a veces. Estar atentos a lo que nos dice siempre es una buena idea, ya que nuestras mentes reciben del cuerpo toda la información que captan nuestros sentidos. Así, a través de él estamos conectados con el exterior y las ramas nerviosas que lo recorren son las encargadas de llevar precisamente esta valiosa información.

Hay que estar muy atentos a lo que nos dice, porque en muchas ocasiones es la única pista verdadera y auténtica que tenemos para resolver una situación. De esta manera, oír con atención a nuestro cuerpo es escuchar a una buena parte de la esencia que nos conforma como personas únicas y diferentes.

Si te paras a pensar, seguro que recuerdas alguna situación en la que tu cuerpo estaba descontento, removido y ansioso por escapar del espacio -físico o simbólico- que ocupa. Muchas veces te habrás encontrado manteniendo una relación de amistad, de pareja o profesional en la que, aunque siguieras inmerso en ella, algo te decía que no era lo correcto, que no era lo que necesitabas. Ese «notar algo», esa sensación vaga y a veces imperceptible, parte de nuestro cuerpo.

“Si uno se siente incómodo con alguien, puede estar seguro que no hay una comunicación verdadera. Tan pronto como uno se expresa genuinamente desaparece toda la incomodidad”


-Fritz Perls-

mujer-3.jpg


Ejemplos de cómo se expresa nuestro cuerpo
Estos son algunos ejemplos de cómo nos habla el cuerpo, o más bien… de cómo nos pide ayuda:

  • Sensación de nudo en la garganta.
  • Sensación de nudo en el estómago.
  • Acné repentino.
  • Desórdenes menstruales en mujeres.
  • Hipertensión. Taquicardia.
  • Cefaleas.
De hecho las personas más proclives a padecer trastornos psicosomáticos suelen tener también dificultades en su vida para expresar sus emociones y, por extensión, para afrontar los problemas derivados de la mala gestión de estas. Denominamos, por tanto, trastorno psicosomático a las lesiones orgánicas que tienen un origen psicológico.

En la terapia de este tipo de pacientes se consideran sus emociones, que habitualmente se analizan desde una perspectiva somática, psíquica, social y cultural. Así, cuando uno no es capaz de resolver o aceptar una situación -ya sea con uno mismo o con otros-, esta deja su huella en el cuerpo y se «enquista» en él, esperando a que su dueño tome conciencia de este daño y pueda repararlo para continuar hacia delante.

El resentimiento, un mal a la orden del día
Cuando acumulamos resentimiento, acumulamos daño en el cuerpo. El resentimiento es un sentimiento no digerido, que no ha sido expresado y que viaja con él, sin perder su pista, sin dejar de causar malestar hasta que es resuelto. Es una herida abierta esperando a ser sanada, pero con toda la vulnerabilidad que ello conlleva.

¿Cómo lo entendemos en relación a nuestro cuerpo? El resentimiento sería esa comida que se nos hace pesada en el estómago, que hace que nos sintamos hinchados y sin ganas de probar nada más. Resulta tan complicada de digerir que incluso hace que nos saltemos una comida o dos, por muy apetecible que esta nos parezca. Finalmente, hasta que no completamos su digestión nos impedirá sentirnos a gusto.

corazon.jpg

«El dolor que no se desahoga con lágrimas puede hacer que sean otros órganos los que lloren»

-Francis J. Braceland-


De esta manera, tratar el resentimiento encubierto, señalado por el dedo acusatorio de nuestras señales corporales, va a restaurar la dinámica natural de nuestro organismo. La digestión del resentimiento acabará con la tensión muscular y nos permitirá entrar en un estado de relajación en el que nuestro cuerpo se va a sentir mucho mejor.


Técnicas para escuchar lo que nuestro cuerpo quiere decirnos
Existen varias técnicas para practicar esta redirección de la atención hacia el cuerpo y sus maneras de comunicarse. Estas técnicas tienen su raíz en la meditación budista.

Buscan centrar toda nuestra atención en nuestro cuerpo unos minutos al día para ser conscientes de cada una de las sensaciones, emociones, sentimientos… que aparecen, sin juzgarlas. Aceptándolas como parte de los mensajes que nuestro sabio cuerpo nos manda, permitiendo que podamos utilizar la información que existe dentro de esos mensajes para eliminar nuestra sensación de malestar.

Mujer-joven-con-los-ojos-cerrados.jpg


“Estar en el mundo con sus altibajos, solos o acompañados, es parte de una misma cosa: el existir en el aquí y ahora”

-Fritz Perls-

Nuestro cuerpo es la fuente de verdad más rica de la que podemos beber. Todo lo que nace en él, es auténtico y verdadero. Nuestra cabeza, con sus laberintos imposibles de pensamientos y razonamientos, no ha perturbado su esencia. Por tanto, escucharle es escucharnos. Es ser un poquito más sabios y vivir de una manera más arraigada a lo que somos.

Por tanto…Escuchemos nuestro cuerpo, ¡tiene mucho de que hablarnos!

https://lamenteesmaravillosa.com/atencion-nuestro-cuerpo-tambien-habla/
 
La procrastinación y su relación con la ansiedad



Detrás de la procrastinación pueden existir factores que van más allá de la mala gestión del tiempo. Entre ellos están la ansiedad, la dificultad para gestionar nuestras emociones, la inseguridad e incluso la baja autoestima. Lo analizamos en el siguiente artículo.

mujer-debajo-del-agua.jpg





Aplazar para mañana eso que deberíamos haber empezado hoy, retrasar un poco más ese tarea que aún tenemos a medias, dejar en pendientes ese correo que deberíamos responder… La procrastinación y su relación con la ansiedad es un hecho que se ve cada vez con mayor claridad desde el campo de la psicología. Así, la costumbre de posponer encierra tras de sí toda una serie de realidades internas que no siempre tenemos en cuenta.
Procrastinar o la costumbre de aplazar tareas y responsabilidades por otras actividades que resultan más gratificantes no tiene nada que ver con la vaguería, ni aún menos con la alta inteligencia como se ha llegado a decir de manera popular. En realidad, este comportamiento es el resultado de un mal manejo de las emociones.
Ahora bien, es cierto que todos en algún momento podemos retrasar cualquier tarea que tiene una fecha de entrega concreta. No obstante, siempre hay un instante en que uno toma consciencia de su responsabilidad y ejecuta con eficacia dicho trabajo sin mayor problema. Esta situación adquiere otros tintes cuando la costumbre de postergar se convierte en hábito.
Cuando esa dilación aparece ya en cualquier ámbito de la vida, ya sea en el trabajo, la vida social y personal, la cosa se complica… Más aún junto si al propio comportamiento de la procrastinación se le añade el malestar, la frustración y la visión negativa de uno mismo al sentirse incapaz de cumplir con los compromisos adquiridos.
El término «procrastinación» deriva del verbo latino procrastināre, que significa postergar hasta mañana. Ahora bien, lo que se esconde tras esta realidad traza a menudo un estado de ánimo caracterizado por la ansiedad y la negatividad.
Hombre cansado simbolizando la procrastinación y su relación con la ansiedad


La procrastinación y su relación con la ansiedad
Tenemos que entregar un proyecto a final de mes en el trabajo y quedan exactamente quince días. Nos decimos a nosotros mismos que lo haremos el fin de semana, pero cuando llega el sábado, casi sin saber por qué, el tiempo se nos ha ido de las manos. ¿De qué manera? Hemos visto tres temporadas seguidas de esa nueva serie que tanto nos ha sorprendido. Al salir de compras nos hemos encontrado el último libro de ese autor que tanto nos apasiona.
Casi sin darnos cuenta, las horas del fin de semana se han esfumado como el humo que escapa por una ventana abierta. Al llegar el domingo por la noche, surge el malestar mental, el dolor de estómago y los nubarrones de la preocupación: se nos acaba el tiempo y no podremos entregar el proyecto. ¿Qué hay detrás de este tipo de comportamientos? ¿Por qué, sabiendo que causa malestar, postergamos determinadas tareas? ¿Por qué, incluso, lo llegamos a adoptar como costumbre?

No es un problema de gestión del tiempo, es ansiedad
La procrastinación y su relación con la ansiedad tiene que ver con nuestra gestión emocional. Puede que, cuando aplazamos una tarea un día sí y otro también, alguien nos diga aquello de que organizamos mal nuestro tiempo o, más aún, que somos un poco vagos. No siempre es así. Muchas veces, eso que debemos realizar, cumplir o entregar nos genera angustia.
En ocasiones, es precisamente nuestra autoexigencia las que nos genera este problema. Queremos hacerlo muy bien, queremos destacar, entregar algo perfecto que se ajuste a nuestras altas expectativas y a la de los demás. Sin embargo, el miedo a no sobrepasar ese listón tan alto nos estresa, nos angustia y termina asentado las bases de la ansiedad.

Así, cuando la ansiedad se instala, todo se deforma. Decae el ánimo, las ganas y la mente busca otras tareas más gratificantes donde escabullirse del problema, de esa necesidad por ser altamente eficaces y el miedo a no lograrlo. Es más, estudios como los llevados a cabo en la Universidad Carleton en Ottawa, Canadá, nos señalan lo siguiente:
La procrastinación tiene poco que ver con la mala gestión del tiempo. En ocasiones, evitamos hacer algo porque nos resulta desagradable o incómodo (tener que pedirle algo a nuestro jefe, por ejemplo). Sin embargo, esta realidad casi siempre se relaciona con dimensiones más profundas:
  • Baja autoestima.
  • Inseguridad.
  • Ansiedad y estrés.
Hombre bajo reloj simbolizando la procrastinación y su relación con la ansiedad


Cómo reducir la procrastinación relacionada con la ansiedad
La procrastinación y su relación con la ansiedad puede recortar nuestro potencial y bienestar. ¿Qué podemos hacer para manejar este tipo de situaciones? Estas son algunas estrategias en las que reflexionar.
  • Deja de anticipar resultados negativos. Un primer paso para acabar con esa dilación vinculada a la ansiedad es dejar de darnos mensajes negativos sobre lo que puede pasar. Ideas como «haré ese trabajo pero al final habrá algún detalle que me hará quedar mal» no ayuda ni resulta útil. Tengámoslo claro: las predicciones negativas empeoran nuestro rendimiento.
  • Reduce las expectativas. No busques la perfección, no te centres en lo que los demás esperan de ti. Haz uso de un enfoque más saludable, centrado en ti, sin altas presiones ni listones imposibles.
  • Mente en calma, permite que descanse tu memoria de trabajo. Sabemos que puede ser una ironía, pero para dejar de postergar hay que descansar la mente. Lo hacemos para que esta se libere de pensamientos basura y poder así, ir optimizándola poco a poco. Para ello, nada mejor que dejar la mente en blanco, meditar, estar en silencio…
  • Ante los miedos y las dudas, decisiones. A menudo, cuando intentamos llevar a cabo esa tarea, al instante surgen los miedos y las dudas. Cuando eso ocurra, debemos desactivarlas mediante una propuesta, una decisión. Por ejemplo: tengo que preparar mi exposición para mi trabajo de fin de máster –> seguro que el ordenador se quedará colgado y no me saldrá bien —> voy a intentarlo, me pondré una hora y seguro que el resultado de lo que hago me gusta.
Para concluir, tal y como podemos ver, detrás de la procrastinación hay todo un universo que debemos clarificar. Saber por qué ocurre es el primer paso para desactivar esa costra que nos resta valías y potencial. Tengámoslo en cuenta.


 
Motivar no es dar ánimos, motivar es dar motivos



La motivación es algo más que el deseo de alcanzar algo. Motivación es voluntad, es persistencia, es crear nuevos hábitos y recordarnos cada día los motivos que orientan nuestro esfuerzo, las razones por las que invertimos nuestro tiempo.

chica-con-tigre.jpg




Motivar no es decirle a alguien «tú puedes», «esfuérzate que vas a llegar» o «anímate que si te empeñas conquistarás el mundo». Si asumimos este enfoque y lo aplicamos para despertar las fortalezas en otros, erraremos en nuestro propósito. Porque motivar es dar motivos, es recordarle a alguien la razón de por qué se esfuerza, es clarificarle los propósitos y las metas para que los alcance.
En los últimos años estamos viendo un ligero cambio en materia de motivación. Si bien es cierto que no dejan de crecer esos coach que prometen habilitarnos en el éxito, conducirnos hacia el bienestar y capacitarnos en cualquier área de la vida, desde el campo de la psicología más rigurosa vemos esta área desde otra perspectiva un poco más cauta, quizás más real.
Pongamos un ejemplo. Es posible que alguien se sienta muy motivado para perder peso, para hacer ejercicio. Podríamos dar por sentado que esa energía interna y esa voluntad es suficiente para que la persona logre su meta. Sin embargo, es común que a las pocas semanas esa motivación decaiga, se apaguen las ganas y se vuelva una vez más a un comportamiento nada saludable.
Por tanto, debemos tener claro un aspecto: motivación no es solo deseo. Una persona puede albergar un deseo muy intenso, pero no estar haciendo nada para materializarlo. Porque el deseo es una emoción y la emoción no siempre impulsa un comportamiento. Falta algo más, y ese «componente mágico» es dar motivos a la persona y enseñarle hábitos.

Veamos más sobre este tema.
«La única diferencia entre el éxito y el fracaso es la capacidad de actuar».
-Alexander Graham Bell-
Hombre en la cima de la montaña para representar que motivar es dar motivos


Motivar es dar motivos (no me digas que puedo, recuérdame por qué lo hago)
Sentirse motivado no es algo particularmente fácil. Es más, muchas veces, hacemos uso de las palabras sin trascender en ellas, nos aferramos a una serie de etiquetas más por moda que por utilidad real. Así, es muy común escuchar a amigos a familiares decir aquello de «estoy motivado para dejar de fumar», «tengo la motivación al 100% para sacarme una plaza en esta oposición».
Sin embargo, al poco, los vemos desvinculados de sus motivos y experimentando a su vez cierta frustración con ellos mismos. Ahora bien, es cierto que en algunas personas sí funciona ese tipo de motivación centrada de manera exclusiva en la emoción. Decirle a alguien que es capaz de lograr lo que quiera, que está capacitado y que si se esfuerza puede tocar las estrellas, es útil solo en ciertos tipos de personalidad.
Sin embargo, el área de la motivación requiere de unas tesituras altamente complejas, ahí donde entran factores biológicos, neuronales, emocionales, cognitivos y comportamentales.
El deseo no siempre impulsa un comportamiento
Quiero dominar bien el inglés. Quiero sacarme el carnet de conducir. Me gustaría terminar de una vez mi carrera universitaria. Todas estas expresiones en realidad son meros deseos y no denotan ni mucho menos a una persona 100% motivada. Tal y como señalábamos al inicio, un deseo no siempre se traduce en un comportamiento acertado para alcanzar un logro.

Entonces… ¿qué nos falta? Nos falta en realidad la mitad del camino. Es importante tener en cuenta los componentes de la motivación:
  • Activación (deseo e implicación).
  • Persistencia (el esfuerzo persistente por alcanzar esas metas).
  • Intensidad (grado de concentración invertida, tiempo, esfuerzos, etc).
Como vemos, no basta solo con desear, hay que hacer. Por otro lado, estudios recientes en materia de motivación como el llevado a cabo por el neurobiólogo Roy A. Wise, de la Universidad de Baltimore, nos señala algo importante. La conducta motivada requiere tener claro lo que queremos (de este modo, se libera dopamina, el neurotransmisor relacionado con la activación, la motivación, la felicidad).
Asimismo, se necesita de otro elemento: capacidad de aprendizaje. ¿La razón? Para lograr algo estamos obligados a innovar, a aprender, y lo que es más importante, cambiar de hábitos.
dopamina clave para motivar es dar motivos



Motivar es dar motivos y crear nuevos hábitos
La conducta motivada efectiva, la que se mantiene en el tiempo y logra frutos, no parte como vemos solo del mero deseo. No es lanzar un pensamiento al aire y pedirle a una estrella que haga realidad nuestros objetivos. Al fin y al cabo, toda meta requiere esfuerzos; de ahí que sea necesario interiorizar algunas ideas prácticas para nuestro día a día:
  • Motivar es dar motivos y recordarle a la persona por qué debe esforzarse, qué ocurrirá cuando logre lo que desea y cómo mejorará su vida cuando eso suceda. No basta con un «tú puedes, tú mereces», es un «tú haces esto para lograr aquello».
  • Por otro lado, es imprescindible darle pautas a la persona sobre cómo puede hacerlo. Por ejemplo, si estamos ante una persona que necesita adelgazar, no servirá de mucho hacer que se repita a sí misma lo de «tengo que perder peso, tengo que perder peso». Lo ideal es enseñarle a cambiar hábitos (elegir bien qué pone en el carro de la compra, cuidar las cantidades en el plato, cumplir las rutinas de ejercicio, etc).
Para concluir, más que pensar en sentirnos motivados, lo más acertado es empezar a pensar objetivos: hacer planes concretos, con submetas, es el primer paso para que el deseo deje de ser asintótico a la realidad.
Más tarde, esos objetivos deben convertirse en objetivos prácticos y realistas, en nuevos hábitos e ideas creativas que nos permitan ir progresando cada día. Tengamos en cuanta que la emoción sin acción se queda en nada; en un mero deseo que desaparece como una estrella fugaz en el firmamento.

 
Donde hay voluntad, hay un camino



mujer-caminando.jpg





Antes de recorrer nuestro camino, nosotros éramos el camino. El compendio de todos los valores, esfuerzos, objetivos y sueños. De modo que si hay un árbol que plantar, plantémoslo; si hay un error que enmendar, enmendémoslo y si hay un esfuerzo que hacer, esforcémonos. La voluntad es lo que aparta la piedra del camino. Si tuviésemos suficiente voluntad casi siempre tendríamos suficientes medios…
Hermann Hesse, escritor, poeta, novelista y pintor alemán, decía que cuando alguien de verdad necesita algo lo encuentra, no es la casualidad quien se lo procura, sino él mismo. Su propio deseo y su propia necesidad le conducen a ello. En otras palabras, no hay cosa por difícil que sea, que la mayoría de las veces no podamos conseguir si ponemos empeño. La perseverancia es la que da valor a las cosas.
Creer es el segundo poder y querer el primero. Las montañas proverbiales que la fe mueve no son nada al lado de lo que hace la voluntad. El hombre no se da cuenta de cuánto puede hacer hasta que no lo intenta, medita y pone voluntad.
«Dicen que soy héroe, yo débil, tímido, casi insignificante, si siendo como soy hice lo que hice, imagínense lo que pueden hacer todos ustedes juntos».

-Mahatma Gandhi-
Mujer mirando hacia el mar dando las gracias

La elección del camino propio
A nadie le faltan fuerzas, más bien es la constancia la que escasea. Las grandes dificultades encogen su tamaño si la voluntad sale a escena. Cualquier camino será transitable donde esta prolifere. Ya lo decía Rudyard Kipling, si encomiendas a un hombre más de lo que puede hacer, lo hará. Si solamente le encomiendas lo que puede hacer, no lo hará.
Apenas estamos medios despiertos. Utilizamos tan solo una pequeña parte de los recursos físicos y psicológicos de los que disponemos e igual nos pasa con nuestra capacidad de empeño. Sabemos más sobre cómo escondernos que sobre cómo mirar hacia adelante para afrontar los problemas y buscar soluciones. Se nos olvida que tan pronto como confiemos en nosotros, descubriremos cómo disfrutar y vivir.
Ser auténticos en un mundo que constantemente intenta hacer de nosotros otra persona es nuestro mayor desafío. Los caminos son un símil de nuestras decisiones. ¿Queremos acabar escondiendo bajo un alfombra nuestro sueños para conseguir una supuesta y sobrevalorada conformidad? Si es así, transitemos los caminos marcados. Si de lo contrario elegimos salirnos de ese trazado e ir campo a través, seremos nosotros mismos en un mundo creado por nuestra voluntad.
«Si todos hiciéramos las cosas que somos capaces de hacer, literalmente nos sorprenderíamos. Todo es cuestión de voluntad».
-Thomas Alva Edison-

Mujer corriendo por la carretera


La voluntad es la fuerza motriz más poderosa
La fuerza de voluntad es el impulso para llevar a cabo nuestros deseos. Una persona con mucha fuerza de voluntad hará valer sus decisiones, incluso frente a una fuerte oposición y obstrucciones de todo tipo. Sin embargo, una persona con poca fuerza de voluntad cederá fácilmente ante la adversidad.
Esta fuerza está relacionada con el deseo. Si no queremos algo demasiado, es probable que la voluntad que utilicemos para tener éxito en dicha tarea sea débil. Por otro lado, si tenemos un fuerte deseo y una gran voluntad, entonces seguramente persistamos hasta alcanzar nuestro objetivo.
Como vemos, el querer no lo es todo en la vida, hace falta voluntad para transportar montañas, para seguir adelante y plantar la semilla de la autoconfianza.
«Las personas exitosas tienen miedo, las personas exitosas tienen dudas y las personas exitosas tienen preocupaciones. Simplemente no permiten que estos sentimientos los detengan»
-T. Harv Eker-
Hombre pensando

 
Deja de echarle la culpa a la piedra y lograrás caminar



hombre-caminando-sobre-tiburones.jpg




La poeta Sara Bueno publicaba hace unos días un post que decía: cuando dejes de echarle la culpa a la piedra, aprenderás a caminar. ¿Te ves reflejada? Puede que algo que te haya ocurrido siga rondando en tu cabeza como el primer día y no sabes cómo salir del círculo vicioso en el que te encuentras. Es como si todas las fuerzas que te rodearan te devolvieran a él.
En los casos en los que algo no va bien aparece la sombra temerosa de la culpa y puede hacerlo de dos maneras distintas. Por un lado, con la autoculpa: hacemos recaer en uno mismo la carga de las consecuencias. Por otro lado, al desplazar la responsabilidad hacia afuera: otras personas o el problema en sí mismo.
Aunque vamos a hablar de este último enfoque, es bueno recordar que ninguna de las manifestaciones de la culpa nos permite aprender a caminar y, lo que es igual de importante, avanzar.
Buscar culpables no te ayudará
La vida nunca será tan benévola como nos gustaría que lo fuera: siempre sucederán cosas que nos parezcan injustas, que creemos que no nos merecemos y que no esperábamos. Por ello, resulta natural entender que el sentimiento de culpabilidad aparezca frecuentemente.
«Casi toda la infelicidad en la vida viene de la tendencia de culpar a alguien más»
-Brian Tracy-
10718059d997fa98000933237a040ae7.jpg

De hecho se entiende que, cuando una piedra aparece en nuestro camino, tendamos a maldecir a la piedra que nos impide continuar o a quien la ha colocado ahí. Digamos que es más sencilla la actitud de culpar -que no fácil- que la de mirar más allá para buscar una solución.
Perdemos el tiempo con la autoría de la piedra o la superficie de la misma en lugar de encontrar el método que nos enseñe a apartarla
. Es decir, buscar culpables no te ayudará: no va a borrar el daño ya causado y solo presionará aún más la venda de tus ojos.
Focaliza el problema y llega al fondo
Incluso aunque consideraras que hay un culpable de verdad, tampoco eso te enseñaría la senda que debes seguir para no estancarte donde estás. La salida más efectiva para aprender no permanece en la piedra, sino en el cómo ha llegado ahí.
«Lo importante en mi opinión no es echar la culpa de un error de alguien, sino averiguar qué causó el error»

-Akio Morita-
Trata de focalizar lo que te pasa, sé valiente para llegar hasta la raíz de lo que te está haciendo herida y conseguirás saber cómo dejarlo atrás. Eres más fuerte que esa piedra y tu vida tiene el poder de ser mucho más intensa que cualquier obstáculo que pretenda limitarla.
Hay algo detrás que ahora mismo no logras ver porque tienes demasiados monstruos alrededor que te persiguen y te hacen retroceder. Detrás de la acción de culpar hay una verdad que no te atreves a reconocer, pero no tienes otra opción si quieres continuar.

Mientras respires, todavía estás a tiempo
Déjate llover, abre los ojos, suelta las deudas emocionales: mientras respires, todavía estás a tiempo. Esa es solo una piedra más, una experiencia más, una parte del aprendizaje.
Caminar implica caídas, unas con nombres propios y otras sin ellos: a veces caemos porque teníamos que aprender algo y quizá era la única forma de que ocurriera. Es más, no todas las caras de los obstáculos son negativas, sino que también tienen otra que los convierte en buenos maestros.
f0e367b9762d4837655628f9ad30af8a.jpg


Lo indispensable es recoger lo que la piedra quiere decirnos y evitar la carga de llevarla por más tiempo, especialmente porque tal desgaste de fuerzas no es necesario. Dicen que cualquier cosa a lo que uno se resiste, persiste, y tú no quieres persistir en un continuo malestar.
«No hay que cargar nuestros pensamientos con el peso de nuestros zapatos”
-André Breton-
En definitiva, nuestros zapatos han vivido mucho y en su suela se marca lo que hemos andado, pero el corazón no tiene espacio para todo: requiere de un filtro que permita el paso a lo que aporta pero que retire aquello que solo ocupa espacio, gasta energía y causa daño.

 
Más allá de la autoestima: autoconsciencia, autoaceptación y automotivación



La autoestima es un tema central en nuestros días. Un gran número de libros, conferencias y charlas tratan sobre ella. Sin embargo, ¿es verdad que tener autoestima nos hace más felices y nos ayuda a tener éxito?

mujer-ojos-cerrados-rostro-flores.jpg





La autoestima es un tema con cierto protagonismo en nuestros días. Un gran número de libros de autoayuda, charlas y talleres se refieren a este concepto como una de las claves fundamentales para sentirnos bien con nosotros mismos y alcanzar la ansiedad felicidad.
Ahora bien, ¿de verdad nos hace más felices y nos ayuda a tener éxito? Desde luego eso es lo que nos prometen. Sin embargo, que sea un tema muy recurrente también abre más posibilidades a que sea mal entendido, mal utilizado y que finalmente acabe por no corresponderse con su verdadero significado. Profundicemos.
Hoja con forma de corazón

El mito de la autoestima
La palabra autoestima tiene diferentes interpretaciones.
  • El psicólogo humanista Carl Rogers la definía como la constitución del núcleo básico de la personalidad y explicaba que en la raíz de de muchos problemas se encuentra un fuerte sentimiento de desprecio hacia uno mismo.
  • Por su parte, la psicoterapeuta estadounidense Virginia Satir afirmaba que la autoestima estaba constituida por la experiencia de sentirse digno de ser amado y por el sentimiento de sentirse capaz.
  • Según Nathaniel Branden, la autoestima se correspondía con la experiencia y posibilidad de llevar una vida significativa, abarcando dos componentes esenciales: un sentimiento de valía personal y un sentimiento de capacidad personal.
  • Mientras que para el psiquiatra Luis Rojas Marcos, se define como el sentimiento de aprecio o rechazo resultante de la valoración global que hace la persona sobre sí misma.

Sin embargo, una de las más comunes es la que considera que tener autoestima es realizar valoraciones y juicios positivos sobre uno mismo y creérselos.
Por otro lado, además de existir diferentes concepciones sobre este concepto, también existen una serie de afirmaciones o creencias populares sobre la autoestima que la mayoría de personas dan por válidas:
  • El aumento de la autoestima mejora los niveles de rendimiento.
  • Las personas que tienen una autoestima más elevada son agradables, causan mejor impresión a los demás y tienen mejores relaciones.
  • Quienes tienen alta autoestima son mejores líderes.
Ahora bien, ¿son estas afirmaciones ciertas? Para responder a esta pregunta, en el 2003, la APA ( American Psychological Association) encargó a un equipo de psicólogos de universidades de prestigio que investigara sobre ello. Los investigadores revisaron un gran número de estudios y buscaron evidencias científicas que confirmaran o refutaran esas creencias populares y finalmente encontraron que eran falsas.
Sin embargo, el grupo de investigadores descubrió una serie de aspectos muy llamativos sobre la autoestima:
  • Los altos niveles de autoestima están estrechamente relacionados con el egoísmo, el narcisismo y la arrogancia.
  • La alta autoestima está relacionada con un mayor número de prejuicios y discriminaciones.
  • Por último, también encontraron que los altos niveles de autoestima se relacionan con el autoengaño y con la adopción de actitudes defensivas ante comentarios sinceros.
Increíble, ¿verdad? Sin duda, estos resultados nos invitan a reflexionar sobre el concepto de autoestima y todo lo que conlleva. Y más si tenemos en cuenta que cuando las personas con baja autoestima intentan animarse a través de afirmaciones positivas se acaban sintiendo peor. Entonces, ¿qué podemos hacer?
Mujer en el espejo descubriendo su belleza escondida

Hay otros aspectos más importantes…
Según el psicoterapeuta Russ Harris, la autoaceptación, la autoconciencia y la automotivación son más importantes que la autoestima.
El poder de la autoconciencia
La autoconsciencia es la llave que abre la puerta a la autoaceptación, la automotivación y la autoestima. Se trata de la capacidad de ser consciente de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones.
Solo cuando somos plenamente conscientes, podemos desprendernos de los pensamientos inútiles, implicarnos de forma total con lo que hacemos y actuar con eficacia y desde el compromiso.
Todo ello conlleva una adecuada gestión de las emociones, lo que quiere decir que no nos dejaremos llevar por nuestros impulsos y sentimientos, sino que aprenderemos cómo identificarlos, experimentarlos y manejarlos.
La importancia de aceptarse a uno mismo
Aceptarse a uno mismo también es importante porque implica que a pesar de que fallemos, nos equivoquemos y las circunstancias no ocurran como pensábamos, tendremos nuestro apoyo libre de juicios.
Esto no quiere decir que no prestemos atención a cómo nos comportamos y que olvidemos las consecuencias y el impacto de nuestras acciones, sino que simplemente no nos atacaremos con dureza, no nos criticaremos ni nos trataremos mal.
No podemos olvidar que cometer errores es un aspecto fundamental del proceso de aprendizaje, pero latigarnos por ello no -aunque hayamos entrenado durante años a nuestra mente-. Sin embargo, ¿en algún momento valió la pena?
Juzgarnos a nosotros mismos no nos ayuda, de hecho provoca todo lo contrario: comenzamos a sentirnos peor y al final nos ahogamos en las profundidades del malestar.
Ahora bien, saberlo no impide que ocurra y más cuando llevamos tanto tiempo con este hábito. Lo que sí podemos hacer es comenzar a desprendernos de los juicios sobre nosotros mismos, tanto positivos como negativos.
  • Si nuestra mente comienza a atacarnos o alabarnos, lo ideal es que etiquetemos ese tipo de pensamientos como «juicios», los observemos y los dejemos ir. Porque nuestra mente no somos nosotros.
  • Las palabras son solo palabras, lo que importa es: ¿son útiles? Ahora bien, también tenemos la experiencia de que aquellas que nos decimos cambian como el viento. Algunos días nuestra mente nos dirá que somos personas maravillosas y otros que somos egoístas y estúpidos. La clave está en no creer lo que nos dice porque, al fin y al cabo, son solo historias.
  • Son más importantes las cosas que hacemos y cómo nos comportamos más que las historias que nos contamos a nosotros mismos.
  • También hay que dejar de juzgar a los demás. Esto solo reforzara el hábito de clasificar a la gente -y a nosotros mismos- según ciertas categorías y lo cierto es que no hay «ganadores» y «perdedores», sino personas que a veces pierden, a veces ganan… Los matices, las alternativas, las escalas de grises están ahí.
«Lo más importante que he aprendido en el transcurso de los años es la diferencia entre tomarse en serio el trabajo de uno y tomarse a uno mismo en serio. Lo primero es necesario; lo segundo, desastroso».
-Margaret Foney-
Mujer con los ojos cerrados sonriendo


¿Cómo podemos motivarnos?
La automotivación es otro de los aspectos importantes que según Harris se encuentran por encima de la autoestima. Se trata de esa dosis de energía que nos ayuda a recorrer el camino hasta nuestros objetivos. Ahora bien, ¿cómo podemos obtenerla?
Lo primero es tener claro que la motivación simplemente es el deseo de hacer algo. Y luego, saber qué decisiones queremos tomar y cuáles de nuestros valores pueden sustentarlas. De alguna forma, estos funcionan como una brújula: nos ayudan a mantener el rumbo. El siguiente paso consiste en comprometernos.
Además, es importante tener cuidado con nuestra mente cuando experimentamos falta de motivación, ya que nos recordará que no somos disciplinados ni tenemos fuerza de voluntad, pensamientos que pueden quebrar nuestro grado de implicación y compromiso.
  • Así, cuando la mente nos lance el mensaje de que no estamos motivados, tenemos que reconocer que eso es imposible. Cada acción que ponemos en marcha siempre trata de conseguir algo. Luego, reflexionemos sobre qué tipo de deseo experimentamos: ¿es el deseo de evitar el malestar o es el deseo de actuar con nuestros valores y enriquecer nuestra vida?
  • Después es recomendable cuestionarnos que si dejásemos que ese deseo rigiera nuestros actos, ¿lo haría en la dirección que queremos?
  • Y por último, reflexionar sobre la idea de que si no nos sintiéramos motivados, ¿estaríamos dispuestos a hacer aquello que enriqueciera nuestra vida?
Las respuestas a esas preguntas nos mostraran en qué territorio queremos movernos y hasta qué punto tenemos motivación para conseguir lo que queremos.
Como vemos, ser conscientes de nosotros mismos, de todo nuestro repertorio (emocional, cognitivo y conductual), aceptarnos tal y como somos y ser capaz de motivarnos desde nuestros valores son pilares básicos sobre los que apoyarnos y fundamentales si queremos sentirnos bien con nosotros mismos. Porque entonces, ¿cómo vamos a valorarnos y vivir en plenitud?


 
El juego de la confianza en uno mismo



Todos queremos tener mayor confianza en nosotros mismos, pero no siempre lo logramos. ¿Y si la forma que tenemos para conseguirlo no fuese adecuada? Según el psicoteraputa Russ Harris eso es lo que le ocurre a la mayoría de las personas. ¿Cómo lograrlo entonces?

mujer-columpiandose-selva.jpg





A todos nos preocupa, en mayor o menor medida, el nivel de confianza que tenemos en nosotros mismos y por eso mismo nos implicamos en intensas luchas para fmejorarlo. Cuando no lo conseguimos, solemos pensar que el problema es nuestro: hemos fallado en algo o quizás no somos tan buenos. ¿Y si hubiéramos caído en una trampa?
Russ Harris, psicoterapeuta inglés, afirma que la falta de confianza en uno mismo no es una cuestión de defectos personales, sino de que no se conocen las reglas del juego de la confianza, ya sea porque nunca nos lo planteamos o bien porque aunque lo hayamos hecho, la sociedad nos ha proporcionado unas reglas equivocadas para jugarlo.
Incluso, pese a que algunas de estas reglas erradas nos hayan funcionado durante un tiempo, lo más probable es que no nos hayan proporcionado realmente lo que buscábamos. Entonces, ¿cómo jugar de forma adecuada?
«Las mismas capacidades que nos llevan al éxito nos conducen también a nuestras luchas internas».

-Stephen C. Hayes-
Chica pensando en cómo abordar una situación estresante

¿Para qué queremos confianza?
¿Para que necesitas confiar en ti mismo? Piénsalo antes de continuar.
La respuesta es sencilla: queremos confianza porque deseamos realizar cambios para mejorar nuestra vida, ya sea para alcanzar nuestros sueños y metas o para tener mejores resultados en un ámbito determinado. Por lo tanto, no queremos confianza sin más, sino que la queremos para algo, como afirma Harris.

La importancia de los valores y las metas personales
Si tuvieras toda la confianza del mundo, ¿en qué te comportarías de manera distinta? ¿qué clase de persona serías y qué tipo de cosas harías?
La pregunta anterior nos proporcionan las metas y los valores que nos ayudan a definir los aspectos fundamentales relacionados con esas dosis de confianza que tanto deseamos.
Por un lado, los valores definen cómo queremos actuar, bajo qué principios queremos vivir y qué cualidades personales y rasgos de carácter queremos cultivar y, por otro lado, las metas definen aquello que queremos lograr, conseguir o poseer. Mientras que las metas son finitas, es decir, tienen un fin cuando se alcanzan, los valores siempre están en marcha. Ahora bien, ¿qué relación tienen con la confianza?
Los valores nos inspiran, nos motivan y nos mantienen en el viaje del desarrollo de la confianza. De alguna forma, vivir de acuerdo a ellos, nos produce satisfacción, incluso cuando no podamos alcanzar nuestras metas y objetivos.
Saber qué valores queremos incorporar a nuestras vidas y qué metas deseamos alcanzar nos ayudará a definir de forma más precisa los cambios que necesitamos hacer para configurar nuestros primeros pasos en nuestro camino hacia la confianza.
La brecha de la confianza
Existe un lugar en el que podemos quedar atrapados cuando nos dirigimos hacia la consecución de nuestros sueños, ese en el que el miedo aparece para decirnos que si no tenemos la suficiente confianza, no podremos alcanzar nuestras metas, rendir al máximo o actuar como deseamos.
Quizás nos sorprenda, ya que en la sociedad se suele lanzar este mensaje, pero lo cierto es que cuanto más nos aferramos a esta creencia, más nos alejaremos de la clase de vida que queremos. Porque ¿de verdad pensamos que el sentimiento de confianza va a salir a nuestro encuentro? ¿es posible que de repente tengamos mayor seguridad para comenzar a hacer aquello que es realmente importante para nosotros?
La respuesta es no, al menos a largo plazo. Quizás a través de algún ejercicio, la lectura de un libro o la conversación con un amigo nos sintamos con más ánimos, pero estos no tardarán mucho en esfumarse. Si queremos hacer algo con confianza, tenemos que trabajar para ello y para ello necesitamos practicar una y otra vez las habilidades adecuadas que nos permiten conseguirlo.
«No puedes fingir que tienes confianza, tienes que ganártela. Tienes que hacer el trabajo tú mismo».
-Lance Armstrong-
Así, cada vez que practiquemos, estaremos realizando un acto de confianza, de apoyarnos en nosotros mismos, de apostar por nosotros. Y solo tras mucha practica, mucho tiempo y esfuerzo, alcanzaremos los resultados esperados y comenzaremos a percibir el sentimiento de confianza. En resumen, como expresa Russ Harris: «Los actos de confianza son lo primero; los sentimientos de confianza vienen después«.
Ahora bien, aunque sea muy fácil de decir, no es tan sencillo en la vida real, más que nada porque tenemos una mente a la que no le gustan los cambios, por lo que intentará sabotearnos a través de nuestros pensamientos de cualquier manera.

«No tengo tiempo«, «estoy cansado y desmotivado«, «la semana que viene lo haré…» y un largo etc. son las típicas excusas que pondrá en marcha. Se trata de trampas mentales ante las que es relativamente fácil caer si tenemos miedo a confundirnos, no nos creemos lo suficientemente buenos o avanzamos lento, creencias totalmente normales.
Hombre pensando en cómo afrontar un fracaso

¿Por qué nos falta confianza?
A pesar de que todos y cada uno de nosotros experimentamos confianza en ciertos aspectos, existen una serie de razones que nos impiden tenerla en otros según Harris. Son las siguientes:
  • Expectativas demasiado altas y relacionadas con la idea de ser perfectos.
  • Juzgarnos con gran severidad. Un aspecto totalmente normal en los seres humanos: tenemos cierta tendencia a criticarnos, contarnos historias negativas sobre el futuro, sentirnos insatisfechos o recurrir a experiencias pasadas en las que no salimos bien parados.
  • Gran preocupación por el miedo. ¿Quién no experimento temor en algún momento? El problema no es experimentarlo, sino agarrarnos fuertemente al miedo y vivir a través de él.
  • Falta de experiencia. No podemos sentirnos seguros en algo, si tenemos poca experiencia sobre ello, pero esto no implica que no podamos desarrollarla.
  • Falta de habilidades. A no ser que seamos realmente buenos en algo, es imposible sentirse confiados a la hora de hacerlo.
Estas barreras psicológicas impiden el desarrollo de la autoconfianza siempre y cuando nos quedemos atrapadas en ellas y pensemos que no existen formas de destruirlas o de buscar alternativas.
El ciclo de la confianza
Ahora que ya sabemos para qué necesitamos confiar, en qué consiste la brecha de la confianza y las razones por las que nos falta esa sensación de seguridad es conveniente conocer cómo podemos hacer las cosas mejor. Para ello, utilizaremos el ciclo de la confianza de Russ Harris, el cual está compuesto por cuatro pasos o fases:
  • Practicar las habilidades. Lo que viene a decir la práctica hace al maestro. Eso sí, para ello tendremos que hacer frente a esas barreras psicológicas que nuestra mente pondrá en marcha.
  • Aplicarlas de manera eficaz. No será suficiente con practicar, sino que también tendremos que ser hábiles en la aplicación de nuestras habilidades. Para ello, tendremos que ser valientes y salir de nuestra zona de confort hacia la vida real y los desafíos que esta nos ofrece. Un recurso de mucha ayuda es practicar la atención plena, es decir, conectar con el presente, con eso que estamos haciendo.
  • Valorar los resultados. Una vez aplicadas las habilidades es necesario valorar cuáles fueron sus resultados, qué es lo que funciono y qué no y qué se puede hacer de forma diferente. Para ello es imprescindible no juzgarnos ni reprocharnos duramente, sino llevarlo a cabo desde una actitud de aprendizaje y no desde la exigencia del perfeccionismo.
  • Introducir los cambios necesarios. Este último paso tiene que ver con seguir haciendo lo que tiene resultado y cambiar aquello que no está funcionando.
El ciclo de la confianza puede parecer ambiguo y demasiado complejo, sin embargo es algo que ya hemos hecho o estamos haciendo y no una vez, sino muchas. Tan solo tenemos que pensar en aquello en lo que tenemos seguridad y que a día de hoy lo hacemos con naturalidad.
Leer, cocina, conducir, pintar, bailar, hablar en público, resolver cálculos matemáticos, montar en bicicleta, escribir, organizar… Todo ello son ejemplos de habilidades que en un principio no sabíamos realizar pero que con la práctica, el tiempo y el esfuerzo hemos conseguido hacer. Por supuesto, algunas personas serán más hábiles en unas que en otras, lo importante es ser conscientes de que no tenemos niveles de confianza cero.
Mujer escribiendo sobre la confianza

¿Cómo ganar en el juego de la confianza?
Entonces, ¿cuáles son las reglas adecuadas para salir victoriosos en el juego de la confianza? Según el médico y psicoterapeuta Russ Harris son las siguientes:
  • Los actos de confianza son los primero; los sentimientos de confianza vienen después.
  • La confianza auténtica no está basada en la ausencia del miedo, sino en relacionarse con esta emoción de una forma diferentes. Es decir, una persona con confianza en sí misma no es que no tenga miedo, sino que a pesar de ello sigue adelante porque ha aprendido a sacar lo mejor de su relación con él.
  • Los pensamientos negativos son normales. No hay que luchar contra ellos, sino defusionarse con ellos, esto es, saber que son solo creencias, aprender a distanciarse de ellos y comprender que no nos definen completamente.
  • La autoaceptación es el triunfo de la autoestima. Aceptarnos es clave para mejorar en nuestros niveles de confianza.
  • Hay que afirmar los valores con suavidad, pero perseguirlos con firmeza.
  • El verdadero éxito es vivir de acuerdo a nuestros valores, en lugar de vivir de acuerdo a nuestras metas.
  • Hay que apasionarse por el proceso y no obsesionarse con los resultados porque puede que nos frustremos demasiado.
  • El fracaso duele, pero puede ser un gran maestro si estamos dispuestos a aprender de nuestros errores.
  • La clave para rendir al máximo está en una plena implicación con la tarea.
Como vemos, desarrollar una mayor confianza puede ser muy diferente de lo que pensábamos, pero es posible conseguirla. Tan solo tenemos que mantener una actitud flexible, proactiva y de mucha práctica.

 
¿Te preocupa mucho la opinión de los demás?

Paula Aroca · 22 octubre, 2019

Este artículo ha sido verificado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas el 19 septiembre, 2013

mujer-preocupada-alejada.jpg





Es indudable que las actitudes personales definen nuestra vida. A su vez, el mundo nos está influenciando constantemente para que tomemos diferentes caminos que convenientes, o no tanto, y la gente que nos rodea es la que tiene mayores posibilidades de ejercer una influencia directa en nuestras acciones. ¿Cómo puedes medir el nivel de influencia de los demás en ti?
Si bien es importante conocer la opinión de ciertas personas porque todos podemos enriquecernos mutuamente, que te preocupe demasiado lo que piensan los demás puede ser contraproducente para tu vida diaria.
Veamos algunos ejemplos:
1. Te gusta complacer a los demás
Un signo típico que demuestra lo mucho que te importa la opinión de los demás es complacer a todo el mundo para agradarle. Sin duda, esta es una fórmula para el fracaso…

Anteponer los deseos de otras personas a los tuyos los termina beneficiando solo a ellos. No temas a provocar discordia con tus amigos. Sorprendentemente, a la gente le gusta que otras personas tengan carácter y personalidad. Si siempre te adaptas a los deseos de otros, nunca vas a conocer los propios y, probablemente, alejes más gente de la que atraigas.
Hombre hablando con su compañero de trabajo


2. Alardeas constantemente
Aprovechar cualquier oportunidad para alardear de todas las cosas que has realizado y hacer sentir a los otros menos importantes es signo inequívoco de que te interesa que los demás sepan quién eres.
Es posible que, efectivamente, logres impresionarlos, pero no necesariamente de una forma positiva.
3. Te enfocas mucho en cómo te tratan otros

La retroalimentación es buena si la tomas como una opinión y no un juicio final.
Cuando las personas opinan acerca de ti, escúchalos y reflexiona sobre los comentarios, si esto te sirve para mejorar en algún aspecto, pero no es necesario que te tomes tan en serio esas opiniones, al punto que lleguen a afectar tu carácter y modificar lo que realmente eres.
Si la actitud de los demás ejerce un peso demasiado grande sobre ti, significa que tienes una personalidad muy débil e influenciable. Presta atención a este punto, pues algunas personas pueden llegar a manipularte para que reacciones como ellos quieren.
4. No sabes decir “no”
La gente que no sabe decir “no” a las demás personas también suelen ser aquellas a quienes les importa mucho lo que otros digan. Aprender a negarte de vez en cuando es fundamental, ayuda a que tengas firmeza en tus ideas y decisiones y también evita que la gente intente abusar de ti.
Mujer hablando con otra sobre la opinión de los demás


5. Tomas decisiones de acuerdo a las expectativas que otros tienen de ti
Este último punto es el más importante, ya que este comportamiento puede afectar todas las decisiones importantes que hagas en tu vida. Tus amigos y familiares cercanos son las personas que más influencia van a tener en ti y una buena parte de esa influencia no necesariamente siempre será lo mejor…
Si tus padres, amigos o quienes fueren, fijan una expectativa para ti y no concuerda con lo que tú deseas, considera ignorar – respetuosamente – sus sugerencias. Aunque siempre estamos influenciados por alguien, procura que aquellos que te inspiran vayan en la misma línea que tú te planteas. Por lo general, los mejores mentores están fuera de nuestro círculo social cercano y te darán una opinión de tus metas con mayor imparcialidad.
Procura desarrollar tu personalidad y proyectarla con respeto sobre los demás. Cuando hables con otras personas interésate en ellas y en sus opiniones, pero ten en cuenta que no son más que eso: opiniones.

Para agradar a las personas no necesitas alardear, simplemente ser sincero, con buen sentido del humor y con un carácter que proyecte seguridad y confianza.

 
Características de las personas flexibles

Fact Checked

19 noviembre, 2019

Este artículo fue redactado y avalado por la psicóloga Cristina Barreiro

En sentido figurado, se entiende por una persona flexible aquella que se adapta a las circunstancias y es capaz de ceder o ser “elástico”. A continuación, te contamos los principales rasgos que caracterizan a este perfil.

rostro-mujer-nubes.jpg





Las personas flexibles se caracterizan por una serie de rasgos y componentes de la personalidad que son positivos para el desarrollo personal y sociocultural. Estas personas suelen generar en nosotros una simpatía especial, llegando a tomarlas como modelo o sobrestimando el valor de sus opiniones. A continuación, te contamos los principales rasgos de este tipo de personalidad.
En sentido figurado, entendemos por persona flexible aquella que se adapta a las circunstancias. En oposición a una persona rígida, es buena adaptándose a las circunstancias. Esto les permite desarrollar rasgos que exploraremos en este artículo y se consideran dimensiones de la personalidad.
Dos mujeres hablando

La apertura mental, característica de las personas flexibles

Las personas flexibles poseen una dimensión de la personalidad que se denomina apertura mental o apertura a la experiencia. Son personas que no temen verse envueltas en situaciones novedosas. En este sentido, son dinámicas y disfrutan del dinamismo.

Por ello, también tienen un componente de osadía extra en su personalidad. Asumen más riesgos y sufren menos en situaciones de incertidumbre. Por otro lado, tampoco padecen tanto cuando no conocen precedentes de resolución exitosa de un determinado problema.

Además, las personas flexibles entienden que existen diferentes puntos de vista y un abanico de posibilidades amplio a la hora de resolver un problema. Contemplar varios puntos de vista no significa que cambien con facilidad de opinión.

Al contrario, las personas con este rasgo, suelen tener de unos valores bien asentados precisamente por no haber evitado los condicionantes o las excepciones. Por otro lado, su fe en determinados valores no es una barrera para escuchar opiniones contrarias de los demás.
La afabilidad
De la misma manera, suelen pedir ayuda cuando la necesitan y puntúan alto en la dimensión de afabilidad. La afabilidad se asocia con la amabilidad, la cortesía y la cordialidad.
Cuando una persona es afable, demuestra simpatía y cercanía. La personalidad afable está influenciada por su sistema de creencias, generalmente, piensan bien sobre las personas sin arrastrar una ingenuidad sobre «las bondades».
La evaluación o valoración es un mecanismo cognitivo que, para ellos, tiene aspectos muy positivos. Por esto, son personas prudentes a la hora de enjuiciar, por lo que son menos vulnerables a los prejuicios. Su pensamiento es curioso y puede ser innovador. Suelen relativizan y no son tan intransigentes con los “debería” o lo que se supone que está bien.

Esto no implica que no acepten las críticas, al contrario, las agradecen y las sienten como impulso para mejorar. Suelen reírse -en comparación con las personas rígidas- de sí mismos. Puntúan bajo en ser orgullosos y no les cuesta pedir perdón cuando es necesario. Lo ven como una necesidad congruente con sus valores, así como ayudar a otros, independientemente de sus creencias.
Son personas que tienen casi una capacidad infinita de aprendizaje.
Sin embargo tienen puntuación de humildad por encima de otros tipos de la personalidad y suelen considerarse aún ignorantes o continuos aprendices. Les gusta explorar cosas nuevas, y por lo general, les gusta viajar o explorar nuevos lugares. Esa apertura a la experiencia les lleva a buscar nuevas experiencias: buen ejemplo de ello son los viajes.
Mente abierta


Capacidad resiliente y solución de problemas en las personas flexibles
Suelen adaptarse de forma plausible a nuevos entornos, aunque existan dificultades o agravios. Así mismo, salen con éxito de situaciones complejas, y en la adversidad, reforzados. Por ello, poseen latente el rasgo de la personalidad resistente o resiliente
Son buenos conversadores y dialogantes. Fomentan el diálogo antes que el juicio. Cuando toman una decisión colectiva, otorgan el turno – con prioridad- a otra persona. Son personas que no se guían por los cánones establecidos y sienten conexión al hablar sobre temas que les apasione.
Puntúan alto en creatividad; una dimensión que está vinculada con su actitud positiva. Por otro lado, la manifestación de esta actitud no significa que sean excesivamente optimistas, sino que ven el vaso medio lleno, en vez de medio vacío.
La resolución de problemas, es una característica en la que se desenvuelven bien y de forma autónoma. Además, a la hora de ver un problema entienden que pueden haber más de una solución. Aportando con sus soluciones, nuevas formas de resolver los problemas. Suelen valerse por sí mismos, aunque agradecen cuando reciben ayuda.
Este tipo de personas nos hacen sentir cómodos, inspirando, con su ejemplo, la flexibilidad en los demás. Llegados a este punto, destacar que el rasgo de la flexibilidad ya está en cada persona de manera latente. Solo es cuestión de ponerlo en práctica.
El ritmo de vida actual puede hacernos crear unas pautas de pensamiento y actuación rígidas, que aporten una ventaja cognitiva. Sin embargo, el desarrollo humano es flexible y cambiante. Obviarlo, puede ser más una limitación restrictiva que una ventaja. Pensemos. Flexibilizar es un arte orientado a sentirnos mejor.


 
El modelo de los cinco grandes de la personalidad

25 mayo, 2018

Este artículo fue redactado y avalado por el psicólogo Alejandro Sanfeliciano

5-monigotes.jpg





El modelo de los cinco grandes o modelo OCEAN es una de las formas más famosas de estructurar la personalidad. Se utiliza para la realización de multitud de estudios. Ahora bien, ¿en qué consiste exactamente el modelo de los cinco grandes de la personalidad?
Este modelo se basa en que la personalidad se puede dividir en 5 rasgos independientes entre sí. Estos rasgos son: extraversión, neuroticismo, empatía, apertura y escrupulosidad. Conocerlos los valores que tienen un individuo en cada uno de ellos permite conocer su personalidad.
Para lograr una mayor comprensión del modelo de los cinco grandes es importante tener en cuenta dos aspectos. El primero de ellos es saber a qué se refieren y cómo se describen cada uno de los rasgos y el segundo, conocer las críticas que se han realizado del mismo. Profundicemos.
Rasgos del modelo de los cinco grandes
Extraversión
A través de este rasgo se evalúa la disposición del individuo frente a las interacciones personales; es decir, el nivel de actividad y la estimulación que tiene la persona a la hora de relacionarse con los demás. También está íntimamente relacionado con el grado de placer o disfrute que se adquiere a través de las relaciones sociales.

Altas puntuaciones nos indican que nos encontramos frente a individuos sociables, habladores, orientado a las personas, optimistas, amantes de la diversión o afectuosos. Por otro lado, bajas puntuaciones nos señalaría individuos reservados, sobrios, no eufóricos, callados o retraídos.
Amigos sentados en el cesped hablando

Neuroticismo
Con el neuroticismo, lo que buscamos evaluar es el ajuste emocional vs. la inestabilidad emocional. Este rasgo identifica a individuos con tendencia al malestar psicológico, ideas irreales, excesiva rumiación o ansia y respuestas de afrontamiento desadaptativas.
Una puntuación elevada en neuroticismo sería indicador de personas preocupadas, nerviosas, emocionales, inseguras o hipocondríacas. Por el contrario, aquellos individuos con una baja puntuación se caracterizarían por ser relajados, no emocionales, seguros, resilientes, autosatisfechos o con alta autoestima.
Empatía
Este rasgo es útil para conocer la calidad de la orientación interpersonal. La empatía se presenta a lo largo de un continuo, que va desde la compasión hasta el antagonismo en los pensamientos, los sentimientos y las conductas. Es decir, tiene que ver con hasta qué punto el individuo es capaz o no de ponerse en el lugar de otro y actuar acorde a sus emociones y preocupaciones.
Si un individuo puntúa alto en empatía, será compasivo, afable, confiado, atento, no rencoroso, crédulo o franco. En cambio, una puntuacion baja nos muestra una personas cínica, ruda, suspicaz, competitiva, vengativa, despiadada, irritable o manipuladora.
Apertura a la experiencia
Esta rasgo evalúa hasta qué punto un individuo realiza una búsqueda activa de nuevas experiencias y disfruta con las actividades poco rutinarias. Básicamente, se encarga de medir la tolerancia y la exploración de situaciones no familiares.
Una puntuación elevada en este rasgo nos muestran personas curiosas, con amplios intereses, creativas, originales, imaginativas o no tradicionales. En contraposición, si la puntuación es baja, estaremos ante personas convencionales, pragmáticas, realistas o con pocos intereses.

Escrupulosidad o minuciosidad
Se encarga de evaluar el grado de organización, persistencia y motivación para la conducta dirigida a metas. Diferencia a los personas entre aquellas que se dedican a que el resultado de su trabajo sea óptimo y perfecto y aquellas que no se preocupan por los resultados de su desempeño.

Si se puntúa alto en escrupulosidad estaremos ante individuos organizados, formales, trabajadores, puntuales, ordenados, ambiciosos o perseverantes. Y aquellos que tengan puntuaciones bajas se caracterizarán por ser personas sin objetivos, informales, perezosos, descuidados, indisciplinados y con poca voluntad.
Mujer trabajando en el ordenador

Crítica al modelo de los cinco grandes
A pesar de que el modelo de los cinco grandes es ampliamente utilizado en psicología, hay que ser precavido con él. La personalidad es un constructo difícil de medir e implica una serie de dificultades metodológicas. Por ello, el modelo de los cinco grandes puede pecar de unos cuantos fallos.
El primero de ellos, es que para medir los diferentes rasgos de la personalidad se suele recurrir al autoinforme. El autoinforme es un tipo de test en el que el sujeto da las respuestas de manera explícita. Esto desencadena que sea fácil mentir y responder acorde a la deseabilidad social.
Otro posible error, es la existencia de sesgos al ser el sujeto el que se juzga a sí mismo. Desde los estudios de psicología social sabemos que existen multitud de sesgos que hacen que nos valoremos de forma más positiva que los demás. En el modelo de los cinco grandes, al medirse mediante un autoinforme, las respuestas suelen tener muy poca objetividad.
Y posiblemente, el mayor fallo que puede tener este modelo es que está basado en el estudio de la personalidad como rasgo. Se trata de un enfoque muy internalista, y se olvida de la posible interacción del individuo con el ambiente. Esto crea un modelo rígido, según el cual la personalidad se mantiene estable en todas las situaciones. Sin embargo, los estudios apuntan a que la personalidad es algo inestable y se crea a través de una fuerte interacción entre el individuo y su contexto.
Sin embargo, y a pesar de sus errores, este modelo puede tener cierta utilidad en contextos estables y teniendo en cuenta sus limitaciones. Incluso, puede llegar a tener otras utilidades como medir el autoconcepto de una persona. Después de todo, es un modelo muy interesante con unos datos estadísticos que avalan su fiabilidad, siempre que sea utilizado con cierto cuidado.

 
Back