Autoestima y otros temas de psicología

4 pobrezas necesarias para valorar la felicidad

La idea de que “ser pobre crea carácter” es algo que la mayoría de la gente dice para que no te sientas mal cuando estás pasando por una etapa de tu vida en la que tus recursos económicos no alcanzan el mejor nivel. Pero sin importar los muchos dolores emocionales que pueda aliviar, lo cierto es que esta frase tiene algo de verdad.




Cuando estamos experimentando y viviendo el lado opuesto de las cosas, ya sea de forma negativa o positiva, simplemente el conocer esa situación nos permite apreciar mucho más lo que tenemos.


Por ejemplo, la pobreza nos puede permitir valorar lo que sí tenemos en nuestro día a día. Con esto no quiero decir que tengamos que experimentar sí o sí esta situación para alcanzar la plenitud. Pero en parte, todos los que hemos pasado por ella, de alguna forma u otra, ya sea a nivel material como emocional, aprendemos a valorar los verdaderos pilares de la vida y lo que siempre tendremos o no se puede comprar con dinero: el amor y nuestro interior.


Todas las personas hemos pasado en algún momento por una falta de inspiración, amor, amistad o compasión que nos ha llevado a hacer que todo lo que tenemos o lo que deseamos valga la pena, pudiéndonos sentir plenos y felices sin mucho más.


¿Cuáles son los 4 tipos de pobreza que debes experimentar para vivir la felicidad?

1. Escasez de dinero. Cuando vivimos sin ciertos privilegios materiales como lo son una simple calefacción, podemos aprender a darnos cuenta que es posible vivir sin ello, que no es imprescindible en nuestra vida y de esta forma podemos permitirnos entender mejor a aquellas personas que no tienen la suerte de gozar de esos elementos, valorando más nuestra y su situación.




Todo eso te permite sentirte libre, aprender de las demás personas y quitarte barreras que te condionan y esclavizan.


Es cierto que las personas que han pasado por algún tipo de miseria económica, han formado y constituido un carácter más fuerte, más humano y tolerante con la vida. Al fin y al cabo, tus sueños no se compran: si necesitas dinero para hacerlos realidad, tu mente será tan fuerte con ese deseo ya existente que conseguirás lo imposible. Si quieres, puedes.


Es mejor ser libre y no tener que ser esclavo de elementos materiales que te condicionen.


2. Escasez de amor. ¿Cómo puedes saber que estás enamorado si nunca antes has vivido esta falta? ¿Cómo puedes valorar tan precioso sentimiento si nunca has sentido la soledad del desamor? Para valorar lo sagrado de este mundo, el amor, es necesario que las personas pasen al menos momentos de soledad donde no lo experimenten. Cuando sí lo estén sintiendo y experimentando podrán ser mucho más conscientes de semejante regalo.




Vivir sin amor en algún momento de nuestras vidas nos hace fuertes y nos vuelve más humildes. Es la clase de pobreza que más rico te hacer ser en muchos aspectos, porque cuando has estado solo aprendes a encontrar el amor en cualquier parte, cualquier acción y a valorar a otras personas de forma extraordinaria.


Cuando has sentido cómo es vivir solo puedes convertir esa sensación de escasez en un regalo para toda tu vida.





3. Escasez de amigos y relaciones personales. ¿Cómo vas a apreciar la compañía o el consuelo de tus amigos si nunca estuviste falto de ellos? Si nunca has podido estar en esa cara opuesto, no sabrías qué es estar sin relaciones personales, sin apoyos, sin motivadores, sin alegrías ajenas, sin ganas de compartir tu dicha con ellos y la vida…


Esos momentos de soledad tan duros que muchos de nosotros hemos tenido la “suerte” de vivir te harán darte cuenta y valorar más aún que los encuentros con tus amistades y relaciones son únicas, sin precio.


Al fin y al cabo “la felicidad es completa solo si es compartida”.


Lo importante de las relaciones y amistades no es la cantidad, sino la calidad. Encontrar personas que te sostengan en los momentos difíciles y poder gozar con ellas de una sinceridad plena y confianza. Es cierto que descubrir simplemente eso en otra persona te puede costar una vida entera. Pero un ingrediente para esa búsqueda que nos facilitará el camino es una sana humildad personal y buen juicio.


4. Escasez de pasión. La pasión por la vida es uno de los ingredientes más hermosos, el cual en el momento que no está presente en nuestros días sentimos con un gran dolor en nuestro corazón.


Personas sin pasión dicen haberse sentido vacías interiormente, sin sueños, sin deseos o metas que les hacen desear disfrutar, compartir, descubrir, amar… Sin ella, pasamos por esta vida como seres inertes, buscando constantemente algo que nos llene y pare ese dolor tan profundo que sentimos.


Los seres humanos que nunca han sentido esta escasez probablemente nunca hayan estado lo suficientemente “vivos” como para salir al mundo y buscar algo que les apasione. También es cierto que no todos nacemos con una pasión, igual que no todos nacemos completos e iguales.


Por eso te invito a que salgas al mundo, explores, descubras y lo encuentres. Experimentar y conocer muchos elementos es la clave. Viajar y recorrer sitios a donde jamás hubieras pensado ir te llenara de energía e inspiración por descubrirte y seguir expandiéndote como ser humano, dejando un pedacito de tu corazón para los demás y para la vida.
 
Los bloqueos psicológicos



Cargamos con barreras mentales y emocionales que nos impiden completar el desarrollo humano y alcanzar una verdadera madurez. Una profunda empatía con nuestra historia y con nosotros mismos puede devolvernos la vitalidad perdida.


Todos llegamos a este mundo con un inmenso manantial de vida, con cualidades potenciales que sólo en un entorno verdadero de afecto, protección y cuidado pueden desarrollarse y madurar.


El impulso de sobrevivir es básico en todas las especies. Como sabemos, el infante humano nace indefenso y sumamente vulnerable; para su supervivencia depende de un adulto. Es en el contexto de esta dependencia primaria y de la respuesta que reciba de sus padres –o cuidadores primarios–, donde un niño podrá desarrollar su vitalidad; así como una semilla necesita hallar la luz del sol para crecer.


Debido a la ignorancia y a la negligencia emocional con la que se crece y se educa, la vitalidad de la gran mayoría de los seres humanos está bloqueada en más de un aspecto sin que se lo detecte. Cuanto más bloqueados estamos, menor es nuestra capacidad de sentir y de pensar con libertad, y menor nuestra individualidad y riqueza; más aún, tendemos a reaccionar en forma mecánica y sin auténtica sensibilidad.


¿En qué momento y de qué manera se nos arrebata parte de este potencial tan sagrado con que nacemos? Todas nuestras limitaciones psicológicas son consecuencia –y no defectos propios– de experiencias muy tempranas. El sufrimiento anímico de los adultos es producto de heridas muy concretas que vulneraron su dignidad e integridad en los momentos clave de su estructuración psíquica. En nuestra cultura, aun en los ámbitos intelectuales, la inmensa mayoría sigue banalizando el nexo existente entre las experiencias de la infancia y el comportamiento del adulto. El pasado, con su carga emocional y sus bloqueos, no puede eliminarse ni elaborarse mientras se niegue el sufrimiento experimentado. No es posible ayudar a una persona a curar sus heridas si se niega a verlas; y por más que las niegue, ese dolor quedará vivo y encerrado en el sótano más oscuro de su alma. Son muy pocos los que se enfrentan a los hechos dolorosos acontecidos en su vida y descubren la verdadera historia de su niñez sin idealizarla. ¿Por qué? Porque mientras la sociedad siga ignorando las penurias de la infancia, los adultos permanecen solos y aislados con su historia, sin saber qué hacer; y lo que es peor aún, muchos se resignan a sufrir depresiones, tomar medicamentos o drogas para no sentir.


¿Cómo se puede recuperar la autoestima si uno no se libera de sus bloqueos? No hay nadie en este mundo que no desee valorarse y respetarse. Los bloqueos son fruto de una historia que debería conocerse emocionalmente para comprender cómo esa persona ha podido convertirse en quién es.




¿Qué es un bloqueo?

Yo como vosotros fui sorprendida

mientras robaba la vida,


expulsada de mi deseo de amor.


Yo como vosotros no fui escuchada


y vi los barrotes del silencio


crecer en torno a mí… *








Los bloqueos psicológicos trazan el recorrido de las potencialidades heridas de un ser humano. Sus causas son estrictamente emocionales y su dinámica es la desvalorización, el desprecio y la humillación interiorizados en las relaciones parentales. Todos somos niños dependientes y asustados porque crecimos bajo la tutela del miedo y la culpa, que son el fundamento de todo bloqueo. ¿Dónde se originan ese miedo y esa culpa? Allí donde lo aprendemos todo: en el seno de nuestra familia y en la educación con la que somos encorsetados en nuestros primeros años. Bloqueos en el aprendizaje, en la capacidad de formar vínculos, en el desarrollo de la afectividad y de la sexualidad, en nuestra capacidad creativa y, sobre todo, en nuestra autonomía y libertad.


Si un adulto ve que sus sentimientos y sus necesidades más profundos son invalidados por el medio que lo rodea, sentirá una opresión muy poderosa, será una experiencia amenazadora para su vida; el miedo y la desconfianza anudarán su corazón, vivirá a la defensiva o se sumirá en una gran tristeza.


Imaginemos a un bebé o a un niño pequeño en plena formación: es un ser débil y maleable que depende enteramente –porque no tiene otra salida– de lo que los padres sientan y hagan por él1.


Todo niño necesita la compañía de un ser humano empático y no dominante para crecer y estabilizarse. Pero, ¿qué le sucede a un niño cuando no encuentra esa mirada empática y comprensiva que lo sostenga y lo aliente? ¿Cómo se defiende en un clima de soledad e indiferencia o de desaprobación y censura constante? Escondiendo sus verdaderos sentimientos: el llanto, la rabia, la tristeza o la indignación, que serían las reacciones naturales ante el dolor. Aprende a bloquear su capacidad de sentir para no sufrir, porque no le queda más remedio que adaptarse y silenciar su dolor. Aprende a desconfiar de sus percepciones y a mentir porque necesita negar la dolorosa realidad que lo circunda para conservar la ilusión de que es querido porque, de lo contrario, no podría sobrevivir. Aprende a bloquear su capacidad de pensar; tan frágil es la existencia al principio de nuestra vida. Así aprendemos a enmudecer nuestros sentimientos y a reprimir nuestro dolor; y con él enterramos también nuestra vitalidad y nuestros recursos. La espontaneidad vital se va cercenando por esta temprana adaptación forzada; lo que queda luego es la fatiga que dura toda la vida por esta práctica tan generalizada del “no darse cuenta”, del no saber o no registrar lo que verdaderamente uno quiere, siente y necesita.


El problema es que tanto jóvenes como adultos permanecen anclados en esta trágica situación infantil. Tomar conciencia de esta situación no mata, libera. Nuestro cuerpo es incapaz de vivir sin sentimientos auténticos, es el guardián de nuestra verdad, nos avisa a través de síntomas físicos y emocionales de nuestra identidad perdida, de lo más verdadero y profundo que tuvimos que sofocar para sobrevivir.


Toda enfermedad es una vía de acceso –si estamos dispuestos y abiertos– a nuestros verdaderos sentimientos y deseos que quedaron silenciados por el miedo infantil y justificado de entonces2.


Ahora, como adultos, contamos con la posibilidad de salir de la sombra, percibir la magnitud de las heridas padecidas en la infancia y desbloquear las partes más preciadas y vitales de nuestro ser.





Los sentimientos de culpa


Yo como vosotros lloré.


reí, esperé.


Yo como vosotros sentí que me


despojaban


de mis vestidos


y cuando en mis manos pusieron


mi vergüenza


vergüenza comí cada día.




Las huellas de una educación basada en el miedo, en la vergüenza y en la inculpación nunca desaparecen del todo hasta que no seamos conscientes de su existencia y detectemos sus mecanismos. El miedo sólo enseña a ser desconfiados, a esconder los sentimientos auténticos y a mentir; la humillación es un veneno que destruye la autoconciencia sana, nos avergüenza, nos vuelve inseguros e inhibidos; y la culpa silencia la voz del niño que fuimos y bloquea sus sentimientos.


Las personas que en su infancia siempre han tenido que “seguir los deseos y las órdenes de los adultos” y “dar por sentado sus principios” –muchos lo llaman educación– sin tener la libertad de dudar y cuestionar su comportamiento, son seres que buscan lo esencial en lo invisible y pasan por alto lo visible, lo obvio, como algo “no esencial”: un bloqueo mental que muchos adultos padecen. Adultos sumisos que no pueden evitar convertirse en la obediente marioneta de otras personas porque han perdido su orientación interior3.


Cuando a un niño no se le permite vivir con libertad sus sentimientos más tempranos –ira, hambre, descontento, alegría con el propio cuerpo– o cuando los padres o educadores lo castigan o critican por el más mínimo error, tan sólo con una mirada de prohibición o desprecio, están transmitiendo el conocimiento de que confesar el propio fracaso o los propios placeres es arriesgado, porque ello les arrebatará su amor y su estima.


El exitismo que impera en nuestra sociedad se alimenta de estos miedos y culpas infantiles; muchos se aferran desesperadamente a la máscara de la perfección o a una fachada feliz para hacer y sentir lo que se espera de ellos. La depresión es el alto precio que un adulto paga por traicionarse y renunciar a sí mismo. Si de pequeños no nos riñen por nuestros errores y nos explican las cosas inadecuadas de nuestras conductas, si nos aceptan por lo que somos y no por cumplir o alcanzar las expectativas de los mayores, crecemos con una confianza básica y una libertad para aprender y descubrir por nosotros mismos el propio sendero.


La tortura de los sentimientos de culpa refleja el esfuerzo incesante por traicionar sentimientos propios y no poder romper con las constantes maniobras de adaptación y la docilidad acomodaticia que aprendimos tempranamente. La mayor de las heridas es no haber sido amado por lo que uno era, y no hay manera de abordarla sin un verdadero trabajo de duelo. La gente hace precisamente lo contrario, se defiende de su destino infantil y esto es lo que enferma y destruye.


Todas las distorsiones y bloqueos dejan de ser necesarios en cuanto la vieja herida puede ser vivida; nos libera del miedo, de la culpa y de la ilusión infantiles.




Hacerse adulto


Una vida emocional congelada, anhelos propios que se postergan una y otra vez, confusión y desorientación interior en situaciones decisivas de nuestra vida, dificultad para pensar y sentir con claridad, una conciencia anestesiada por el autoengaño, actitudes forzadas e inauténticas… todas huellas de bloqueos, de agujeros emocionales donde debería florecer una vida auténtica, rica y con sentido; la que nos corresponde por haberla elegido.


Los adultos que conocen y viven con su historia –porque no la niegan– recuperan un nuevo espacio de libertad: cuando accedemos a una auténtica comprensión emocional de nosotros mismos, cuando hay empatía hacia nuestro destino infantil, experimentamos una libertad interior, una incuestionable seguridad y una fuerza para emplear de manera creativa, activa y constructiva nuestra historia, en lugar de sufrir y seguir siendo víctimas inconscientes del pasado4.


En muchos de nosotros, vive todavía el niño atemorizado y lleno de culpa, cuyos miedos nunca pudieron ser escuchados, aceptados ni vividos de forma consciente. La percepción de quiénes somos realmente, de lo que sentimos y necesitamos, nos permite orientarnos mejor en el hoy y poder distinguirlo del ayer.


La paz y la alegría que muchas personas desean no vienen de afuera; el camino hacia la madurez es el de una profunda empatía hacia uno mismo. ¿Cómo podemos ser empáticos con los demás si no lo somos con nosotros? Podemos recuperar nuestra capacidad original de amar y de comunicar en libertad en tanto restablezcamos la confianza, el respeto y la lealtad a nuestro verdadero ser.





* Las citas poéticas pertenecen a La tierra santa, de Alda Merini.


1. Gran parte de la sociedad niega o trivializa los sufrimientos padecidos en la primera infancia. Basta prestar atención al lenguaje que utilizan: mientras denominan tortura a la violencia que se ejerce contra los adultos, siguen llamando educación a la que se ejerce con los niños.


2. Muchas veces irrumpen en nuestra vida cotidiana sentimientos intensos y perturbadores que nos incomodan o asustan. Si los habilitamos, también nos revelarán verdades de nuestra historia personal que tuvimos que silenciar.


3. Esta ceguera emocional puede explicar el conformismo tan extendido en nuestra sociedad y por qué muchos adultos se dejan corromper por ideologías autoritarias.


4. Esa trampa que nos parecía ineludible, esa herida incurable, ese dilema insoluble, aquellos viejos bloqueos, de pronto resultan diferentes y abordables porque dejamos de cargar con viejas culpas y temores.

Por Angela Sannuti
 
Y tú, ¿te dejas llevar por el piloto automático?



“Ir con el piloto automático puesto”, es una expresión hecha bastante común. Es ese modo que tiene el cerebro de economizar, de ahorrar energía. Los hábitos se han instalado en nuestro interior y ya no hacemos grandes esfuerzos por preocuparnos de algunas cosas básicas: ir y venir del trabajo, conducir, coger el metro… en ocasiones llegamos a casa y nos sorprendemos a nosotros mismos. Pero, ¿cómo lo he hecho?


Vamos tan inmersos, tan sumidos en nosotros mismos que nos pasamos gran parte del día “ritualizando” actos y costumbres. Y en cierto modo, lo entendemos… conducir, ir en bici, coger el tren sin perdernos, son acciones de las que ya no dudamos porque llevamos mucho, mucho tiempo haciéndolas, y el cerebro, simplemente las automatiza.




“Cuida tus pensamientos porque se volverán actos. Cuida tus actos porque se harán costumbre. Cuida tus costumbres porque formarán tu carácter. Cuida tu carácter porque formará tu destino y tu destino será tu vida”.


-Mahatma Gandhi-


Pero, ¿Qué ocurre cuando hacemos lo mismo con nuestra propia vida, con nuestras relaciones? ¿Qué pasa cuando nos levantamos y nos acostamos haciendo las mismas cosas, sin replantearnos nada, sin echar la mirada más allá de nuestro propio caparazón?


La vida es aquello que pasa mientras haces otra cosa

Seguro que has oído esta expresión en numerosas ocasiones. Es más, puede que hasta tú mismo te la hayas dicho alguna vez con esa sensación indefinible de “angustia vital”. Si hacemos un poco de autoanálisis e incluso si dirigimos la mirada hacia la sociedad actual, es casi un estribillo habitual en el poema de nuestras vidas.







Vivimos con el piloto automático puesto. Y lo peor de esto es que nuestra mente se siente esclavizada y suele escaparse de esta rutina, para fijarse en algo muy diferente de lo que en realidad hacemos; en esa vida que se escapa mientras hacemos cosas que no nos hacen felices.


Es en esos momentos cuando emerge el vacío existencial… Nos falta algo, echamos en falta esa espontaneidad y esa novedad que tanto enriquece al ser humano… aceptamos bien las rutinas y nos dejamos llevar, pero en ocasiones, estamos muy lejos de encontrar un verdadero equilibrio emocional.




“El hombre no está hecho para ser un autómata y si se convierte en tal la base de la salud mental queda destruida”.


-Aldous Huxley-


Otro dato a tener en cuenta, es que el hecho de poner el piloto automático puede alejarnos también de aquellas cosas que son verdaderamente importantes. Un trabajo que nos absorbe por ejemplo, puede hacer que vayamos dejando de lado a nuestras personas queridas.


También hay un tipo de personalidades que encienden “su piloto automático” a propósito, debido a que ellas mismas se establecen un tipo de normas, rutinas y creencias en las cuales, dejan de lado a los demás. Son autómatas de su propio mundo. Pero éste, es otro tipo de perfil más problemático, esos cuya habilidad máxima es hacer infelices a los demás.


El piloto automático y las relaciones afectivas

Otro riesgo muy común de este fenómeno, es el que establecemos a menudo en nuestras relaciones personales, con nuestras parejas.A veces, pensamos que lo tenemos todo hecho y conseguido con la persona que amamos y que ya no debemos esforzarnos por nada. Ponemos el piloto automático y nos dedicamos a ritualizar nuestra vida con esa pareja.





Dejamos a un lado la improvisación, las muestras de cariño, los esfuerzos… es como si ya no hiciera falta cuidar de esa persona que, libremente, ha elegido estar a nuestro lado y en definitiva, de esa relación. Es un riesgo muy elevado. Nunca debemos dar nada por sentado.


Las pautas, los rituales y los pilotos automáticos son esas gafas tintadas que nos impiden ver la belleza de la vida. Párate un instante, respira, atiende, sonríe… a tu alrededor tienes cosas increíbles que atender y que descubrir. No te las pierdas.

Por Valeria Sabater
 
Querida vida, voy a vivirte hasta dejarte sin aliento


Querida vida, quiero pedirte perdón por todas esas veces en que te descuidé y no saqué el máximo partido de todo lo que me ofrecías. Ahora que han caído mis miedos, mi timidez y mis prejuicios, prometo bailarte hasta el amanecer, prometo quererte, escucharte y hacerte reír hasta que te duela la tripa, hasta que quedes sin aliento. Porque tú y yo nos entendemos, porque valemos la alegría.


Decirnos esto mismo en algún momento de nuestro ciclo vital puede suponer sin duda todo un punto de inflexión, o como diría cualquier amante de la espiritualidad, un “despertar”. Sin embargo, no siempre logramos desplegar todos nuestros recursos y actitudes para iniciar un compromiso tan firme con nosotros mismos como para permitirnos disfrutar de todos esos días que nos quedan por delante.




Tal vez, dicho propósito, el de vivir de forma intensa hasta quedar sin aliento nos parezca algo demasiado hedonista. Sin embargo, tras esta visión se encuentra algo muy simple en lo que coinciden desde antropólogos hasta sociólogos, pasando por los psicólogos positivistas. Cada una de las acciones que llevamos a cabo las personas responden a dos pulsiones muy básicas: sobrevivir, y mientas lo logramos, ser felices.


Existir, abrir los ojos cada día, poner los pies en la calle y relacionarnos son dimensiones que responden a un proceso continuado de “ensayo-error” del cual aprender para poco a poco lograr aquello que tanto deseamos: la estabilidad, la calma interior, el bienestar y en esencia… la felicidad. Ahora bien, para alcanzar este fin es necesario que añadamos un ingrediente en esta receta: la pasión.







Una vida con pasión, ese es el secreto

La psicología humanista sigue siendo una de las corrientes de pensamiento más importantes y útiles de la psicología. A su vez, no podríamos entenderla sin dos grandes personalidades como fueron Carl Rogers y Abraham Maslow. Fueron ellos quienes nos indicaron por primera vez que somos nosotros los únicos dueños de nuestra realización, nosotros quienes estamos en la obligación de trabajar cada día en nuestro crecimiento y en nuestra felicidad.


Hasta el momento, corrientes como el psicoanálisis freudiano o incluso el conductismo nos perfilaban como seres pasivos, como figuras incapaces de influir en nuestro entorno. Nada más lejos de la realidad, porque tal y como nos enseñó el propio Rogers, pocas cosas pueden ser más importantes para el ser humano como percibirse a sí mismo como alguien funcional, alguien capaz de cambiar aquello que le rodea mediante cuatro componentes básicos: una mentalidad flexible, sensación de libertad, auto-confianza y apertura a la experiencia.


A su vez, son muchos los psicólogos que siguiendo este mismo enfoque han añadido un componente más al que se ha llamado “el propósito apasionado”. Para alcanzar esa autorrealización que encumbra la pirámide de Abraham Maslow, necesitamos también de la pasión para poder crear así un impacto positivo y significativo en nuestra vida. De este modo, damos forma a un compromiso firme y leal con nosotros mismos para hacer frente a laa adversidad, para dejar caer miedos y desvelos teniendo cada día el empuje de la motivación y el destello de las ilusiones.


Quien vive la vida con pasión, quien decide vivirla con ganas, sin temor ni reticencia alguna es alguien que entiende que detrás de cada cosa que hace hay un “por qué”, un propósito que le complace, que le divierte que le da alegrías…
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A partir de hoy voy a vivirte con ganas, con todo mi ser y todo mi aliento

Podríamos decir casi sin equivocarnos que la actual sociedad de consumo nos ha querido convencer de que la felicidad es un estado del ser momentáneo y fugaz, asociado casi siempre al ocio o a la posesión de determinados productos. Un buen coche, un teléfono de una marca determinado, ciertas comodidades en el hogar, un estilo de ropa particular asociado también a una firma muy concreta… Todo ello nos confiere una felicidad desechable, un falso bienestar que nos convierte en auténticos adictos.


Tal vez convendría asumir ahora otra perspectiva diferente y mucho más lógica. Aceptemos por una vez que la felicidad no tiene por qué ser momentánea ni fugaz. Para lograr una vida acorde a lo que queremos, necesitamos y que a su vez puede darnos un bienestar permanente, necesitamos trabajar a diario en una serie de dimensiones que sin duda, nos serán de gran utilidad.


Te proponemos reflexionar sobre ellas.





Claves para una vida más plena

  • El propósito apasionado. Hablábamos de él hace un momento: para llevar una día a día más feliz y garantizar que el bienestar sea permanente y satisfactorio debemos hallar esas pasiones internas que nos definen y que a su vez pueden dar forma a nuestro estilo de vida. Debemos por tanto concienciarnos de que cada cosa que llevemos a cabo, debe satisfacernos, debe estar en sintonía con nuestros valores, identidad e intereses personales.
  • Pensamiento racional. Sabemos que en la actualidad el tema de las emociones y las intuiciones tienen un peso relevante a la hora de entender nuestro comportamiento. Sin embargo, debemos tenerlo claro: en nuestro propósito por ser felices debemos tomar decisiones racionales, firmes y objetivas. Ello implicaría por ejemplo, decidir alejarnos de ciertas personas, dejar el trabajo para iniciar nuevos proyectos… Todas estas decisiones implican un pensamiento lógico y racional que no podemos descuidar y que a su vez, requieren de otra dimensión: valentía.
  • Auto-disciplina. Para vivir la vida al máximo, más allá de lo que muchos puedan creer, se requiere de cierta disciplina. Porque a veces, por ejemplo, es necesario dejar a un lado la gratificación inmediata para obtener mayores recompensas a largo plazo.

Asimismo, quien sabe ser feliz evita la procrastinación, invierte en su propio crecimiento personal y a su vez, sabe luchar por aquello que quiere.
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Para concluir, tal y como podemos ver para dar forma a una existencia mucho más significativa y positiva hace falta una buena fuerza de voluntad, disciplina y algo de coraje. Porque en ocasiones, y eso lo sabemos todos, es necesario tomar una serie de decisiones bastante serias con las cuales alcanzar aquello que tanto estábamos esperando.


Hacerlo, atrevernos a ello, puede abrirnos esa puerta con la que empezar a ser nosotros mismos por primera vez desde hace mucho…

Por Valeria Sabater
 
Personas que no admiten sus errores, ¿a qué se debe?

Si equivocarnos nos hace humanos, admitir el error y pedir perdón debería hacernos (como dijo Alexander Pope) divinos. Sin embargo, vivimos en una época marcada por la aparente infalibilidad, ahí donde abundan las personas que no admiten sus errores, los políticos que no asumen las responsabilidades de sus desaciertos e instituciones que no aceptan el peso de sus equivocaciones.

¿Por qué cuesta tanto dar el paso hacia el reconocimiento de esos errores y falsedades? Por curioso que resulte, a menudo es resulta más probable que nos pidan disculpas por algo determinado a que se admita con valentía y claridad la existencia de un error o un agravio. Así nos lo demostró por ejemplo un estudio realizado en la Universidad Estatal de Ohio.


Los psicólogos Roy Lewick y Leah Polin descubrieron que siempre es más fácil que nos digan aquello de “vale bien, perdona si esto te ha molestado” a aquello otro de“es cierto, me he equivocado, he cometido un error”. Con ello se intenta reparar levemente el factor emocional, pero no se demuestra un sentido auténtico de responsabilidad, ahí donde uno asume plenamente su culpabilidad expresándolo de forma abierta, sincera y valiente.

No es fácil por tanto admitir ante otros que uno es falible. En ese afán tan clásico por aparentar ser intachables, invulnerables al fallo además de altamente eficaces, estamos creando escenarios muy rígidos, complejos e insalubres. Se nos olvida quizá que la felicidad no está en ser divinos, pues en verdad nos basta con ser humanos. Un lugar donde admitir errores es, al fin y al cabo, una oportunidad excepcional de crecimiento y mejora.




Personas que no admiten sus errores: factores que lo explican

Las personas que no admiten sus errores nos desesperan al principio. Más tarde intentamos hacerles ver con más calma la evidencia de unos hechos y después, terminamos dándolos por perdidos. Esto es así porque a menudo son estilos de personalidad tan rígidos y faltos de habilidades sociales que tomamos conciencia de que no vale la pena perder el ánimo y hasta la salud por nada.


El año pasado el New York Times publicó un interesante artículo al respecto de esto mismo. Paul Krugman, profesor de la Universidad de Princeton, señalaba que el mundo vive ahora mismo una extraña epidemia de infalibilidad. Es decir, empezando por los propios políticos y demás agentes sociales, todos se aferran a querer dar una imagen de eficacia absoluta. Admitir errores, asumir la responsabilidad de determinadas falsedades o malas decisiones que han traído serias consecuencias, es una línea roja que nadie quiere cruzar.

Esto se debe ante todo a la clásica idea de que asumir un error es mostrar debilidad. Y en un mundo caracterizado por la incertidumbre constante, mostrar debilidad es precipitarse a una caída. Ahora bien, más allá de ese macroescenario social conocido (y sufrido por todos) nos interesa también ese comportamiento más cotidiano y cercano. Esas personas que no admiten sus errores y que conviven con nosotros. ¿Qué hay detrás de dichos perfiles?

Narcisismo

La Universidad de Brunel (Reino Unido) realizó un interesante estudio donde analizar los estilos de personalidad con el modo de interaccionar en las redes sociales. Algo que pudo verse es que los narcisistas, son esas personas obsesionadas en publicar casi de forma constante sus logros, sus metas conseguidas, sus aparentes virtudes, sus elevadas competencias.


Sin embargo, este tipo de personalidad caracterizada por una elevada visión de sí mismo, jamás admite fallos propios. Hacerlo supone una violación directa a sus expectativas de competencia absoluta. Algo que preferirá siempre es detectar los errores ajenos para dejarnos en evidencia.



Irresponsabilidad personal

La irresponsabilidad personal se relaciona con la inmadurez emocional y con la falta de habilidades sociales. Así, las personas que no admiten sus errores son también quienes presentan graves carencias, son quienes carecen de esas competencias básicas para convivir, respetar, crear vínculos significativos, saber hacer equipo o incluso crear un proyecto de futuro.

Si yo no me responsabilizo de mis errores asumo que estos no existen, que soy infalible, que mis actos no tienen consecuencias y que, por lo tanto, soy capaz de todo. Este enfoque personal nos lleva de forma irremediable al fracaso y la infelicidad.

Mecanismos de defensa

Todos cometemos errores y cuando lo hacemos tenemos dos opciones. La primera y más razonable es admitir el fallo, responsabilizarnos. La segunda opción es rehusarlo, bloquearlo y alzar a su alrededor un sofisticado mecanismo de defensa. El más común es sin duda la disonancia cognitiva, ahí donde surgen dos situaciones contradictorias y donde alguien en un momento dado, puede elegir no verlas o no aceptarlas para que su identidad no se vea tocada.

Por ejemplo, en un artículo publicado en el European Journal of Social Psycology pudo comprobarse algo muy llamativo. Las personas que optaban por no responsabilizarse de sus errores, creen que con ello son más fuertes, tiene mayor poder sobre los demás y mayor control sobre sí mismos. Por tanto, aún siendo conscientes de que han cometido un fallo, y de que la disonancia cognitiva está ahí, optan por silenciarla para mantener su ego bien protegido.



Para concluir, tal y como podemos ver, las personas que no admiten sus errores hacen uso de un sinfín de estrategias psicológicas para evadir descaradamente su responsabilidad. Hacer que entren en razón requiere sin duda de una exquisita laboriosidad nada fácil. No obstante, ello no quiere decir que en algún momento puedan dar el paso.

Nunca es tarde para bajar de nuestro pedestal y ser humanos, admitir el error y tener ante nosotros una maravillosa oportunidad de crecimiento personal.

Por Valeria Sabater
 
¿Qué hemos perdido dejando de escribir a mano?



Con la llegada de las nuevas tecnologías, el papel y el bolígrafo se han vuelto prescindibles. No obstante, después de haber comprobado los beneficios que tiene escribir utilizando estas herramientas, nos surge una pregunta: ¿existen consecuencias por dejar de escribir a mano? Aunque muchos adultos se niegan a dejar este hábito, el uso del ordenador, de las tablets y de los móviles nos incitan a ello, casi sin ser conscientes.


Progresivamente, en las escuelas e institutos se han ido incorporando ordenadores como una forma de apoyo para los estudiantes. No obstante, Morocho Jaen y Katherine Malena, en su artículo Internet como factor causante del desinterés de los estudiantes al momento de escribir un texto, señalan una de las primeras desventajas del uso de las tecnologías: “ya nadie quiere escribir a menos que sea en ordenadores o teléfonos”.




Dejar de escribir a mano influye en el desarrollo de los niños

Aunque dejar de escribir a mano se considere una consecuencia natural de la influencia de las tecnologías, su incidencia no ha sido para todos igual. Quienes descubrieron el ordenador durante la adolescencia o la edad adulta aprendieron a escribir a mano y se beneficiaron de ello. Sin embargo, hoy día los niños nacen, como se dice coloquialmente “con una tablet bajo el brazo”.


Aunque es cierto que las tecnologías tienen múltiples ventajas, crecer con ellas y darle un espacio no predominante a la escritura a mano puede afectar al desarrollo cerebral de los más pequeños.


“La escritura es una tarea compleja que requiere diversas habilidades: sentir la pluma y el papel, mover el instrumento de escritura y dirigir el movimiento por el pensamiento”.
-Edouard Gentaz-
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Las investigaciones de Karin James

La BBC entrevistó a Karin James, una neurocientífica y profesora en la Universidad de Bloomington que, preocupada por esta realidad, realizó diversas investigaciones con niños que aún no habían aprendido a leer.


Aunque sí sabían identificar algunas letras del abecedario, unirlas para formar palabras aún les entrañaba una gran dificultad. Para comprobar las consecuencias de dejar de escribir a mano, dividió a los niños participantes en 2 grupos:


  • El primer grupo estaba formado por niños que iban a aprender a escribir a mano las letras.
  • El segundo grupo estaba formado por niños que aprenderían a escribir con un teclado de ordenador.



Para saber cómo aprendían los niños, Karin se valió de resonancias magnéticas para ver el nivel de activación cerebral que se producía cuando estaban aprendiendo a escribir. Asimismo, también evaluó los cambios que se producían en el cerebro a lo largo de todo el proceso de aprendizaje.





El vínculo entre escribir a mano y aprender a leer

Las investigaciones de Karin James arrojaron valiosos resultados. El cerebro no respondía igual en los niños que aprendían a escribir a mano que aquellos que lo hacían tecleando las palabras en un ordenador. Los primeros presentaban una activación cerebral similar a la que se produce en las personas que saben leer y escribir. Esto no ocurrió con el segundo grupo.


Karin determinó que la escritura a mano establece un vínculo entre aprender a escribir a aprender a leer. Por lo tanto, el hecho de prescindir de la escritura puede provocar serias dificultades a la hora de aprender a leer y todo lo que ello conlleva (atención a la lectura, comprensión, expresión escrita…).


El día 23 de enero de cada año se celebra el día nacional de escritura a mano.
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Las tecnologías y escribir a mano

¿Se podrían utilizar las tecnologías sin que esto significase sustituir la escritura a mano? Podría hacerse, por ejemplo, escribiendo sobre la pantalla de una tablet con el bolígrafo adecuado para ello. Sin embargo, nos encontramos con algunas diferencias. No ejerceremos la misma presión sobre una tablet que sobre un papel. Esto puede hacer que, al escribir sobre el papel, nuestra mano se canse antes si no estamos acostumbrados.


Además, escribir sobre un dispositivo electrónico no es tan sencillo como pueda parecer. Para darnos cuenta de esto solo hace falta recordar los momentos en los que nos llega un paquete a casa y nos hacen firmar sobre una pantalla. Nuestra firma termina careciendo en la mayoría de los casos de mucha precisión.


Con todo esto, no nos podemos olvidar de otra consecuencia importante de dejar de escribir a mano: la ilegibilidad. Si no practicamos, al final la mano que utilicemos para escribir se volverá torpe y nos resultará cada vez más difícil expresarnos a través de la escritura. Y tú, ¿aún escribes a mano?

Por Raquel Lemos
 
4 beneficios de escribir a mano


Escribir a mano es algo que está siendo sustituido cada vez más por las nuevas tecnologías. La rapidez, facilidad de corrección y otros recursos están modificando todo lo que conlleva escribir. Ya casi no utilizamos cartas, ahora es el correo electrónico. Los estudiantes ya no hacen trabajos a mano, utilizan el ordenador.


Esta situación que nos aborda progresivamente nos hace preguntarnos si existe alguna diferencia entre escribir a mano o escribir tecleando. ¿Por qué nos expresamos mejor o nos aliviamos cuando escribimos a mano? ¿Nuestras ideas se organizan mejor? ¿Por qué escribir un diario a mano?




¿Cuáles son los beneficios de escribir a mano?

Mejora el aprendizaje

La manera más eficaz para retener información o estudiar es escribir tus notas a mano. Cuando escribimos utilizamos nuestra mano, sujetamos el instrumento con el que escribimos y pensamos en las letras que plasmamos.


Este proceso estimula una parte del cerebro denominada Sistema de Activación Reticular. Este sistema actúa como un filtro para lo que el cerebro necesita procesar, dando más importancia a las cosas en las que estamos activamente concentrándonos. Por ejemplo, el acto de escribir es algo que pone esto en un primer plano.





Hace ser un mejor escritor

Escribir a mano te permite pensar más, tachar, volver sobre tus notas, reflexionar sobre ellas…


La mayoría de los escritores, los buenos escritores, escriben a mano. Quizás se deba a que la imaginación se ve potenciada y que la lentitud que obligatoriamente exige la escritura manual, permite que los pensamientos sean más claros, estén mejor pensados.




“Para mí, el escribir era vivirse, conocerse, ser arqueólogo de uno mismo. Escarbar y, si se escarba, hay de todo dentro de nosotros: el criminal y el santo, el héroe y el cobarde”.
-José Luis Sampedro-
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Evita distracciones

Resulta obvio que las nuevas tecnologías nos permiten ser “multitarea”. Al mismo tiempo que escribimos podemos estar oyendo música, estar pendientes de un chat o de las redes sociales. Sabemos estar centrados en una cosa sin olvidar prestarle atención a otras.


Cuando escribimos a mano esto no sucede, necesitamos toda nuestra concentración en el acto de escribir. De hecho, es casi un requisito. Ya hay muchas funciones activas (pensar lo que vamos a escribir, sujetar el instrumento, visualizar, escribir) para estar pendientes de muchas otras.







Mantiene el cerebro activo

Escribir a mano nos beneficia en nuestro proceso de envejecimiento. Es un entrenamiento. ¿Por qué? Porque involucra tus habilidades motoras, memoria… Además, es un buen ejercicio mental para quienes quieran mantener una mente aguda a medida que envejecen.


Al ser una excelente gimnasia para nuestro cerebro ejercitamos nuestras capacidades visuales, motoras y mentales. Con esto, podemos lograr que nuestra inteligencia se vea potenciada. En definitiva, escribir a mano puede hacernos más listos.


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¿Qué perdemos si dejamos de escribir a mano?

Para empezar, si dejamos a un lado la escritura manual perderemos la habilidad de una escritura legible. Eso que tanto nos exigen en la educación sobre trabajos y exámenes con una escritura pulcra y limpia.


Podemos pensar que si todo avanza y empezamos a hacer todo con la tecnología no hará falta. Sí que la hará. Por mucho que avancemos en ese aspecto, siempre habrá momentos en que tendremos que utilizar el otro sistema de escritura, el manual. Y es aquí donde notaremos nuestras carencias.





Además, escribir a mano refleja nuestra personalidad. Existe el estudio de la grafología, que permite descubrir nuestra personalidad y carácter incluso cómo nos sentimos, pues no siempre escribimos igual.


Si no se desarrolla la escritura tardaremos más en aprender a leer. ¿Por qué sucede esto? Cuando escribimos a mano desarrollamos una mayor capacidad para generar ideas nuevas y retener información. Al no escribir manualmente, perdemos esta capacidad de desarrollo y, consecuentemente, nuestro proceso de aprendizaje lector se verá retrasado.


En muchas ocasiones, la escritura puede utilizarse como solución a un problema. Por ejemplo, las personas que tienen dificultades para dar forma a las letras o aquellas que sufren de dislexia. Sobre todo para la dislexia es muy importante, porque aunque en la escritura resulte un poco indiferente bien es cierto que la lectura es algo muy importante.


La realidad finlandesa

El sistema educativo finlandés ha decidido sustituir el aprendizaje de la escritura a mano por clases de mecanografía en el teclado QWERTY a partir de 2016. Esta noticia que ha aparecido en numerosos periódicos, entre ellos El Confidencial”, causó un gran debate. Defensores de la escritura a mano mostraron su contrariedad ante tal afirmación. Realmente es una noticia equívoca.


Es cierto que Finlandia quiere potenciar el uso del teclado, pero no prescindir completamente de la escritura. Lo que pasa es que ven irrelevante seguir con la caligrafía tradicional de enlazar todas las letras. Prefieren fomentar, ya desde un principio, la escritura manual con letra de imprenta. Quizás sea por rapidez.

Por Raquel Lemos
 
La dislexia, ¿qué es y cómo se trata?

Lo cierto es que cuando a cualquier papá y mamá le comunican que su hijo padece alguna enfermedad, trastorno etc. su primera reacción es un auténtico shock. Muchas veces el amor que sentimos por nuestro hijo, un amor inigualable a cualquier otro además del desconocimiento de la enfermedad de la que nos está hablando el especialista nos hace en ocasiones sobredimensionar el problema. En este caso, hablaremos de la dislexia.


Pero lo cierto es que a veces los obstáculos son grandes oportunidades para nosotros mismos y para nuestros hijos… En esta ocasión queremos hablaros de la dislexia y deciros que si este es vuestro caso o el de vuestro hijo no os pongáis límites porque podréis conseguir todo lo que queráis y si no que se lo digan al fundador de IKEA que es disléxico… pero hay muchos ejemplos más.




¿Qué es la dislexia?

Fue hace algo más de 100 años cuando aparecieron las primeras descripciones sobre la dislexia y desde entonces no ha parado el debate sobre cómo acertar con la definición exacta, el diagnóstico y el tratamiento. Actualmente, la definición más aceptada es la que nos ofrece la Asociación Internacional de Dislexia en el 2002:


“Dificultad específica de aprendizaje, de origen neurobiológico, que se caracteriza por dificultades en el reconocimiento preciso y fluido de las palabras y por problemas de ortografía y descodificación. Esas dificultades resultan de un déficit en el componente fonológico”
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No es una enfermedad y por lo tanto no tiene cura.


El cerebro de un disléxico es diferente, ciertas áreas del cerebro especialmente el área temporal superior del hemisferio izquierdo, el responsable del procesamiento fonológico y el área occipitotemporal que es la que forma las representaciones visuales de las palabras funcionan de manera distinta. se piensa que esto es consecuencia de un funcionamiento anómalo de algunos genes durante el desarrollo embrionario.




Luz Rello y la dislexia

Luz Rello padece dislexia y es experta en este campo. Gracias a ella tenemos una nueva aplicación llamada “Piruletas” que consiste en una serie de ejercicios y juegos para ayudar a las personas que tienen esta dificultad y con la que se ha comprobado que la ortografía mejora notablemente.


Por otro lado contamos con Dyswebxia, una aplicación para adapatar textos para personas disléxicas que consigue que los niños lean más rápido.




El Blog “Mis disléxicos”

María montó hace dos años este blog con la ayuda de su hija; como ella misma afirma “Estaba desesperada, estresada y buscaba desahogarme, convencida de que solo me leerían mi madre y poco más”…y es que María tiene 6 hijos y todos son disléxicos.


Pero para su sorpresa su blog empezó a recibir muchas visitas de otras madres cuyos hijos padecen de dislexia. Su hijo mayor estudia Ingeniería de Telecomunicaciones: un ejemplo de que puedes ser lo que quieras, siendo disléxico.





Recomendaciones para personas que tienen de dislexia

La mejor forma de ayudar a un niño disléxico es facilitarle herramientas para que compense las dificultades que tiene que afrontar cunado se enfrenta a las palabras; herramientas que le den confianza y ánimo para saltar ese pequeño obstáculo y seguir adelante.


Cuanto antes detectemos que el niño tiene esta dificultad, mejor va a poder enfrentarse a ella y automatizar las herramientas a las que anteriormente hemos hecho referencia
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Los padres deben estar tranquilos y no sobredimensionar el problema pero tampoco dejarlo escapar. Tener presente que es necesario actuar porque si de verdad existe el problema no va a desaparecer solo.


Actuar de manera conjunta con las personas que forman parte de la educación del niño. Ya sean sus profesores como otros familiares, todos pueden y deben sumar. En un futuro el niño agradecerá mucho cualquier paso dado en el buen sentido a una edad temprana.


El límite no estará antes de donde tú te lo pongas

El cantante Pau Donés, Dempsey el atractivo actor de Anatomía de Grey o el fundador de IKEA son disléxicos. El guapo Dempsey reconoce “Para mí es muy difícil leer los guiones… Pero nunca me he dado por vencido”… y ahí lo tenéis rompiendo corazones a través de la pantalla, ¡al menos el de esta humilde servidora!


Terminamos con una frase de Luz Rello que esperamos os sirva de mucho:


“El colegio es el peor trago para un disléxico. Pero un día termina. Ánimo!… Después del cole podrás estudiar lo que tú quieras, ser lo que tú quieras y utilizar todas las herramientas que tú quieras”


Por Sofia Alcausa Hidalgo
 
Siempre tendrás obstáculos, pero en ti está el poder de vencerlos

Vivimos una vida donde socialmente nos condicionan a fijarnos únicamente en lo negativo, en esas barreras que si no se superan nos impiden ver mas allá. Barreras que, muchas de ellas, su superación supone un aprendizaje excepcional y de carácter, me atrevería a confesarte, único. Posiblemente en tu vida, como en la mía, te estés centrando únicamente en buscar soluciones. Y muchas veces ajenas a ti, ¿o no?.


El caso es que cuando se trata de superar estos obstáculos no confiamos tanto en lo que somos como personas, como seres humanos. No confiamos en tener las herramientas y opciones correctas que necesitamos para arreglar esa situación, las cuales se encuentran en tu interior, en tu corazón ¿El fallo? No confías en tu poder, en tu enorme potencial innato interior.




“La confianza en sí mismo es el primer secreto del éxito”

-Ralph Waldo Emerson-

A la hora de resolver problemas, solemos dejar de lado nuestra persona. Buscamos continuamente mejorarnos siguiendo cánones que marcan nuestro entorno sin escucharnos a nosotros mismos. Y al final, convirtiéndonos en copias entre sí. Buscamos también parecernos a nuestro ídolos y modelos de personas, creyendo que éstos representan y tienen lo que más nos conviene. Lo que nos va a hacer ser felices…







Tienes todo lo necesario para superarte

Pero, ¿por qué esta filosofía es un error? Porque la persona a la que deberías querer imitar y parecerte más es a ti misma. Y simplemente buscar mejorar y ampliar tu esencia, tu potencial como ser humano. La vida nos coloca los obstáculos para superarnos y tener ocasión de darnos cuenta de una vez, de que tienes todo lo necesario para confiar en ti, superarte.


Somos distintos, y por tanto cada uno de nosotros solucionaremos el mismo problema de forma diferente. Es bueno y sano tener referentes, inspiraciones y maestros de vida de los cuales coger lo justo que sea recomendable para tu persona, pero nunca olvidarte de ti misma para ser igual que ellos. Lo mejor es enfocarse en uno y evitar las comparaciones. Solo emplear estas últimas para aprender a sentir lo que necesitamos.


En mi vida aprendí que la clave para lograr superarme y romper cualquier barrera presente en mi día a día es conocerme, saber quién soy, aprender a descubrir mis talentos innatos y saber usarlos al máximo. Mis defectos aceptarlos, honrarlos, y entender que están ahí para amarme y saber en todo momento que no soy perfecta. Que si no llego a “saber” solucionar uno de esos problemas, tengo que ser lo suficientemente humilde en pedir ayuda.







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Cada uno de nosotros, tú misma, puedes y eres un ser extraordinario. Solo que aún no te has parado a “querer desde el corazón”, a descubrirlo y a dar el primer paso. Recuperar la confianza en ti. Eres una persona capaz y llena de talento vital, es necesario para llevar a cabo la aventura de la vida.


¿Cuáles son los principales ingredientes para creer en ti?
Humildad y actitud. Saber qué quieres y para qué lo quieres. Encontrar aquello que te define como ser humano único y diferente. Eso que puede constituir ser tu meta final. En vez de preocuparte en exceso por las dificultades y obstáculos en tu vida, detente a comprender tus cualidades y aumentar tu propia visión de la vida.


Agarra lo que te define y poténcialo. No permitas que los pensamientos negativos se interpongan en tu camino de ser la mejor tú que podrías conocer; aquella que tiene la solución y poder de superar cualquier obstáculo que desee.


“La mayoría ve obstáculos; pocos ven objetivos; la historia registra los éxitos de esto últimos, mientras que el olvido es la recompensa de los primeros.”
-Alfred A. Montapert-

Por Paula Díaz
 
La chica que no era ella misma por miedo a no ser suficiente


Esta es la historia de una chica que quería agradar a todo el mundo. Siendo una más, temía ser una menos. No encajaba especialmente en los cánones de belleza, su cuerpo no era como el de aquellas que se suben a las pasarelas y no vestía con ropa de marca. Quizás era por eso, por su miedo a no destacar, a no ser suficiente, que actuaba con la gente como si estuviera delante del espejo.


Solía observar a los demás, sobre todo a las chicas que estaban a su alrededor. Las veía con tanta seguridad, una seguridad que envidiaba por entenderla como ese fruto al que jamás podría aspirar. Era como vivir rodeada de ideales inalcanzables en todos los aspectos, como si los demás fueran hechos de sueños, y ella, de complejos. Nunca nada de lo que hiciera sería suficiente para ser como ellas, para ser perfecta.




Por eso siempre trataba de agradar a los demás. Por nada del mundo quería que llegaran a ver lo pequeña e insignificante que creía ser en comparación con lo que veía y vivía a su alrededor. Se empeñaba en camuflar sus gustos con lo que le gustaba a la mayoría y en sonreír en respuesta a cualquier intento de gracia. Intuía que eso era lo que los demás esperaban.


Tengo miedo a no ser como la gente espera. Tengo miedo a equivocarme, a no ser suficiente. Tengo miedo a tener miedo y que los demás se den cuenta. Haga lo que haga y piense lo que piense, nunca voy a ser perfecta, nunca será suficiente, nunca seré como esperan.






Vivo sin vivir en mí porque mi vida no es suficiente

Cuidaba mucho su aspecto por miedo a desentonar y no expresaba sus propias opiniones delante de los demás por miedo a decepcionarles. Era, sin lugar a dudas, una chica que estaba lejos de ser un versión de sí misma con la que se sintiera identificada.


Caminaba atormentada por lo que sus dudas pudieran dibujar en el futuro. No compraba nada sin requerir la opinión de lo demás. No decía nada sin estar completamente segura de que no desentonaría con lo que otros decían. No era ella misma porque ella misma pensaba que no era suficiente.


Vivía a pequeños pasos marcados por las huellas de lo que otros le habían indicado. Podría destacar y ser feliz si quisiera, pero esta era una posibilidad que ni siquiera se había planteado. Trabajaba con la realidad que ella misma había constituido, un laberinto tortuoso para el que no buscaba salida porque ni siquiera pensaba que pudiera haberla.




Vivo sin vivir en mí por miedo a no ser suficiente.
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Todos somos perfectamente imperfectos

Un día, como otro cualquiera, se levantó de la cama y los rayos de sol acompañaron a un momento de claridad. Se dio cuenta de que no era feliz aunque exhibiera una sonrisa, de que no le gustaba su trabajo aunque los demás le dijesen que era afortunada por tenerlo. En general, no le gustaba su vida porque no era su vida la que realmente vivía.


Se dio cuenta de que vivía de cara a la galería. Que eran los demás los que dirigían su vida por miedo a las críticas, por miedo a no ser suficiente. Entendió que hiciera lo que hiciera para alguien, unos cuantos, o muchos nunca iba a ser suficiente; que tener miedo te quitaba libertad.


Supo entonces que contar con un armario u otro, sostener unas opiniones u otras no salva a nadie de la crítica, igual que no evita el error o tener que hacer una labor de restauración, en los casos necesarios, para rectificar a posteriori. Como esa imperfección nunca va a desparecer, tendrá que estar también incluida en el amor, cuidado o respeto que nos debemos. Asumirlo supuso un nuevo punto de partida, un amanecer de verdad, para nuestra chica, hasta ese momento complaciente.


Incluso esas personas que vemos completamente perfectas y seguras de sí mismas tienen sus miedos y sus defectos. Solo son mejores magos que saben ocultarlo mejor. Recuerda que no hay mayor demonio que nosotros mismos cuando hacemos de jueces inquisidores.


Vive como quieras vivir. Intenta que las opiniones de los demás no condicionen tu forma de hablar, de ser y de sentir. Sé libre para fallar porque entonces serás libre para vivir y es así como se encuentra la auténtica felicidad. Nunca busques la aprobación en los demás, busca la tuya porque así nunca te vas a decepcionar. Vive y hazlo sin mirar donde miran los demás sino donde tú quieras llegar.

Por Lorena Vara González
 
¿Entiendes las decepciones?

En lugar de tomar las decepciones como algo negativo debemos aprender a percibirlas como un aprendizaje que nos ayuda a madurar y a centrarnos en nosotros mismos antes que en los demás

¿Sabes para qué sirven las decepciones? Tras ellas, te sientes muy mal e incluso puedes tomar decisiones que no te beneficiarán en nada.


Todo esto porque te encuentras dolido porque esa persona en la que confiabas te falló. Pero… ¿y si te estaba haciendo un favor?







Tendemos siempre a culpar al otro por hacernos sentir mal, por destrozar la confianza que teníamos puesta en él…


No obstante, tenemos que aprender a ver más allá de lo superficial para comprender cómo las decepciones nos están ayudando a madurar.




Las decepciones te alertan sobre un exceso de expectativas



Todos tenemos expectativas. No obstante, dejarnos llevar por ellas a veces es un grave error. Creer que ese trabajo será nuestro o que esa persona nos llamará después puede provocar una gran decepción si no sucede.


Consideramos que los demás deben actuar tal y como nosotros lo haríamos o que, si nos prometen algo, ¡tendrían que cumplirlo!


Sin embargo, esa amiga que no te llama tal vez se haya olvidado porque tenía otras cosas que hacer o ese trabajo que no te han dado es porque había otra persona mejor preparada para el puesto.


No obstante, las expectativas que tenías hicieron que, tras comprobar que nada sucedió como deseabas, te vinieras abajo y la tristeza hiciera acto de presencia.


Un exceso de expectativas puede hacer que tu vida se llene más de malos momentos que de buenos. Porque confiar en que las cosas saldrán tal y como nos las dicen o esperamos es algo que nos dolerá.






Nadie va a actuar como nosotros lo haríamos porque ¡somos personas diferentes! No podemos asegurar nada, porque la vida da mil vueltas y nos sorprende a cada instante.


Asegurar o esperar algo nos augura un doloroso sufrimiento.


Por lo tanto, las decepciones que estás viviendo te gritan que dejes de esperar tanto de los demás, que no te hagas ilusiones antes de tiempo y que aceptes lo que venga tal y como se presente.


¿Te estás dando demasiado a los demás?



La mayoría de las decepciones surgen en el ámbito de las relaciones porque, en ocasiones, gozamos de una tan baja autoestima que nos apoyamos demasiado en los demás.




De repente, buscamos la aprobación externa, somos felices si el resto también lo es y empezamos a depender de las personas que consideramos importantes para nosotros.


Si un amigo no puede quedar contigo, te vienes abajo; si alguien te cambia los planes a última hora, ¡preparaos para el drama!


Tu autoestima está tan baja que buscas refugio en otras persona y para ello, para que te aprueben y puedas ser feliz a través de ellas, tienes que hacerles sentir bien a través de darte demasiado a ellas.


El hecho de que las decepciones estén presentes en tu vida te está diciendo que dejes de pensar tanto en los demás y que empieces a dirigir el foco hacia ti.



Deja de buscar la aprobación externa, deja de alimentar esa baja autoestima que tanto daño te está haciendo. Es el momento de priorizarte, de buscar esa felicidad que reside en tu interior.


Porque si hay algo que te está causando mucho sufrimiento es el hecho de creer que solo puedes ser feliz a través de los demás.


La vida está repleta de aprendizajes



Solo aprendemos cuando algo nos duele, cuando nos hace tanto daño que no nos queda otra que intentar sanar eso que está provocando una gran herida en nosotros.


Para eso están las decepciones, el sufrimiento, el dolor… Para darnos cuenta de que hay algo que tenemos que solucionar en nosotros. ¡Los demás no tienen que cambiar! Somos nosotros.


La vida está llena de múltiples aprendizajes. A veces, caeremos en culpabilidades u optaremos por interpretar el papel de víctimas.


Sin embargo, todo esto no solucionará el problema, pues este solo llegará a su fin cuando empieces a tratarte bien, a quererte, a no darte tanto, a ponerte en primer lugar.



Aunque cueste, llegará un momento en que te cansarás de recibir tantas decepciones y empezarás a despertar para que dejen de afectarte.


Porque solo a través de tropezarnos una y otra vez contra la misma piedra podemos aprender y superar esa situación que nos estaba haciendo tanto daño.

Por Raquel Lemos
 

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