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De eso nada, Pit Pit​

«Reserva el avión, y a Londres. Con la cabeza muy alta, Pit Pit, que no sé lo que te pasa últimamente. En Londres te quieren, y lo vamos a pasar muy bien en el funeral»
14/09/2022Actualizada 01:30
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He sabido, y no por Albares, que en la intimidad gozosa de la Moncloa, cuando a ella le sobreviene el arrebato del amor y la admiración, se dirige a su marido con el cariñoso apodo de Pit Pit. Dislocación verbal de Peter, cuya pronunciación correcta es «Piter». De «Piter», Pit, pero Pit a secas queda soso, y ella que es mujer de mundo y de saunas, dobla el Pit para ahondar su hallazgo en la cavidad pectoral del corazón de su héroe. Un error que se debe a los poetas, siempre facilones para buscar rimas sencillas, como el corazón. El corazón bombea la sangre, pero en cuestiones del amor, ni goza ni padece. Los sentimientos, los afectos y los odios se reflejan en el colon, el más sensible del paquete intestinal. Pero como escribió don José María Pemán, decirle a una mujer «te quiero con todo mi colon» no queda del todo bien. El amor es abrasivo, evasivo y caritativo, pero jamás digestivo. Y su rima consonante es tan complicada como la de lámpara, que en un alarde de sabiduría poética, don Joaquín Calvo Sotelo la descubrió, con una pequeña trampa.
El panadero, a la luz de la lámpara
La harina amasa con arduo frenesí,
Después la hornea, y hace el pan para
Ti.
Y no ha sido Albares el que me ha revelado el monólogo que le soltó Begoña a Pit Pit, cuando éste le adelantó que si el Rey Don Juan Carlos I se presentaba –y se va a presentar por ser invitado especial como exjefe de Estado y familiar de la difunta Isabel II–, en el funeral de la Reina británica, él renunciaría al desplazamiento a Londres.
–De eso nada, Pit Pit, y a ver si se te mete en la cabeza. Si tú no vas, yo no pinto nada. A mí me han invitado por ser tu ejemplar mujer, no con carácter individual. Y yo no quiero perderme el funeral. Yoli Díaz, que se viste divinamente, me ha presentado a su modista, y me he encargado –a costa del Estado, no te preocupes– un vestido de luto ideal. Ideal de lo más ideal que puedas imaginarte. No me puedes negar la posibilidad de lucirme entre tantas Reinas y Princesas, que van muy mal vestidas porque no conocen al modista de Yoli. Y ahí estarán las cámaras de televisión, y con toda seguridad, el¡Hola!va a publicar un reportaje de aúpa, y me ha prometido Albares que le va a pedir a su director que publique algunas imágenes mías, siempre de tu brazo, Pit Pit, que para mí, y lo sabes muy bien, nada me enorgullece más que ir de tu brazo. No tienes ningún motivo para sentir complejo de inferioridad porque vayan Juan Carlos y Sofía y los acomoden en una fila más importante que a nosotros. Ya sabes cómo son los ingleses. No agradecen nada. Además, si no fuéramos, algunas compañeras de las niñas se reirían de ellas en el colegio, y eso sí que no, porque hay cada hija put* suelta que no pierde comba para reírse de ellas. ¿Qué te importa coincidir con Juan Carlos, al que hemos expulsado de España? Tienes que sentirte orgulloso de lo que has hecho. Y si no ha cometido delito alguno, más orgulloso todavía, porque estos Reyes se creen con derecho a todo. Nosotros no tenemos que avergonzarnos de nada, y lo prueba el cariño y el entusiasmo que te demuestran los españoles cuando bajas a la calle, que eso también, Pit Pit, bajas bastante poco, e ignoro cuál es el motivo, porque la gente te adora. Así que ya sabes. Reserva el avión, y a Londres. Con la cabeza muy alta, Pit Pit, que no sé lo que te pasa últimamente. En Londres te quieren, y lo vamos a pasar muy bien en el funeral.
- Lo que tú digas, Beg Beg, lo que tú digas.
-Que vamos Pit Pit, que vamos.
Está por ver.

Más de Alfonso Ussía​


 

Ministra ejemplar​

En los autobuses se habla de fútbol, del calor reinante, de tíos y de tías, y del aumento de las hipotecas y de los aviones de Sánchez. Un medio de transporte nada recomendable. El metro es otra cosa. Un Ateneo rodante
15/09/2022Actualizada 01:30
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Doña Pilar Llop, ministra de Justicia, representa la ejemplar austeridad en un Gobierno descaradamente derrochador. Ella se traslada por Madrid en metro y autobús. No lo hace en tranvía porque en Madrid los tranvías forman parte de la memoria nostálgica. Recuerdo de niño, «los domingos por la tarde, caminando a Chamartín», la imagen de los tranvías abarrotados de aficionados al futbol, Castellana arriba, rumbo al Bernabéu. Y a unos pocos forofos haciendo el trayecto de gorra encaramados a la cola del vagón y agarrados a cualquier asidero o saliente para ahorrarse el precio del billete. La señora ministra no había nacido, y seguro estoy de que deploraría la frescura de esos aprovechados. Ella, con anterioridad a ocupar su despacho, acude al estanco y compra el bonobús de su propio peculio, después de haber renunciado al coche oficial, el chófer oficial, y la escolta oficial. A veces, si tiene prisa y llega tarde a sus citas y reuniones ministeriales, opta por el metro. Y en el vagón oye a la ciudadanía que, según la señora ministra, no habla de otra cosa que de su preocupación por la actitud del Partido Popular en lo que respecta a la renovación del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. La gente, el pueblo, es así. El metro de Madrid ha sido, de siempre, escenario de charlas de gran altura política e intelectual.
La ministra Irene Montero, en los días de invierno, ordenaba a una de sus escoltas calentarle el asiento del coche oficial, porque en Podemos, los culos de las escoltas hay que utilizarlos para calefactar los mullidos asientos de los Audi. Y el señor ministro de Consumo, el comunista Garzón, no se sube a su coche oficial sin que, previamente, el chófer o uno de sus escoltas le abra la puerta trasera. La ministra de Justicia no cae en esas horteradas de chachas y de chachos nuevos ricos. Ella aguarda en la parada del autobús o en la estación de metro la llegada de su medio de transporte urbano elegido, y oye la conversación del pueblo, que está alarmado por el retraso de la renovación del CGPJ, del calentamiento global, del gaseoducto hispano alemán que no aprueba el presidente francés Macron, de la situación de la central nuclear de Zaporiya y de la muerte, por su***dio asistido, de Jean-Luc Godard. En el metro de Madrid, Jean-Luc Godard tenía muchísimos admiradores. En el metro nadie habla de los 19.000 negocios de autónomos y pymes que han cerrado en agosto, porque al usuario del metro nada le afecta que los empresarios se arruinen con los impuestos a mano armada y la cancelación de cualquier ayuda que mantenga a quienes crean modestamente puestos de trabajo. Pero lo del Consejo General del Poder Judicial corre de vagón en vagón como la pólvora, que así lo asegura nuestra sencilla ministra de Justicia, doña Pilar Llop, monja alférez de la austeridad. Si bien, los malpensados y víboras de la húmeda viperina, aseguran que Pilar Llop sólo recorre en metro el tramo que separa una estación de la siguiente con una discreta escolta de tres miembros de su servicio de seguridad. Y que en la estación siguiente, le aguardan los demás escoltas, que amablemente le indican la senda hacia la boca del metro, y que, ya en la calle, le aguarda el coche oficial con su uniformado chófer, el cual, mediante sabia conducción, deposita a la señora ministra a las puertas de su Ministerio. Y que lo mismo sucede cuando usa el autobús, si bien prefiere el metro, porque en los autobuses la gente no expresa su preocupación por el retraso en la renovación del CGPJ. En los autobuses se habla de fútbol, del calor reinante, de tíos y de tías, y del aumento de las hipotecas y de los aviones de Sánchez. Un medio de transporte nada recomendable.
El metro es otra cosa. Un Ateneo rodante.

Más de Alfonso Ussía​

 

Periodismo cordial​

Finalizada la charla, un Fortes –Xabier, según él–, complacido y emocionado, sin advertir que la microfonía aún se hallaba conectada, le preguntó a Sánchez: «Bueno, ¿muy bien, no?». Y Sánchez asintió noblemente agradecido
16/09/2022Actualizada 12:04
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No me gusta el periodismo agresivo. Entre los derechos y deberes de un buen periodista no está incluida la libertad de la impertinencia. Para entrevistar a un presidente del Gobierno o un ministro socialista, comunista, o podemita, se exige un mínimo de cultura y buena educación.
Y lo mismo sucede con los deportistas, los empresarios o los sindicalistas.
Lo oí en Carrusel Deportivo a finales del decenio de los cincuenta. Marcaida cedió el balón a Arteche, éste regateó al portero del Celta de Vigo, le pasó el esférico a Arieta, y Arieta, a puerta vacía, mandó la pelota al primer anfiteatro. El periodista aguardaba a Arieta a las puertas del vestuario y se produjo la siguiente y brevísima entrevista. «¿Cómo es posible cometer ese fallo cuando tenía el gol a huevo?», preguntó el sutil y culto corresponsal. «Tan posible como el puñetazo que te voy propinar ahora mismo», respondió Arieta. Y le arreó un puñetazo al periodista. Muy desagradable, a mi humilde modo de ver. Yo era un niño, y aquello me dejó marcado para toda mi vida. Todavía tengo pesadillas figurándome la terrible escena.
Un buen periodista está obligado a no incordiar con preguntas intempestivas o inoportunas al entrevistado, y más aún si el entrevistado es el presidente del Gobierno. Se ha criticado con ácida acritud al periodista Javier Fortes – Xabier, según él–, que trabaja en Televisión Española y obtuvo el Premio Ondas Nacional de Televisión al mejor presentador. Un Premio Ondas es el no va más y no lo gana cualquiera. Fortes podría haber elegido la senda envenenada para entrevistar a su invitado, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno del que depende Televisión Española. Pero olvidó los asuntos comprometidos y desagradables y nos ofreció un ejemplar modelo de periodismo bien educado. El entrevistado, que previamente había pactado las preguntas con el entrevistador, un pacto constitucionalmente admisible, se comportó con decoro y respondió las preguntas de Fortes con exquisita serenidad. Fortes sabía que su invitado no pasa por momentos dulces, y que las encuestas no le vaticinan un porvenir volando en Falcon y veraneando en La Mareta o en el Coto Doñana. Fortes es una buena persona, y no le formuló ni una pregunta que pudiera alterar la sístole y la diástole de su sensible corazón. Todo, menos provocarle al presidente del Gobierno un pipirletevascular y dejarnos a todos los españoles, que somos los que pagamos a Fortes su sueldo, huérfanos de mandatario.
Por desgracia, no existe en el periodismo español un premio a la entrevista del año. No haría falta ni reunir a un jurado. Se lo concederíamos los espectadores de TVE por aclamación. Lástima que más de cuarenta millones de españoles no se sintieran interesados en seguir la entrevista. Tan sólo 670.000 telespectadores cultos y bien preparados –como los viajeros del Metro que frecuenta Pilar Llop–, invirtieron su tiempo en disfrutar de la gran entrevista. A estas alturas del artículo, me veo obligado a reconocer que yo, como los cuarenta millones de españoles incultos, tampoco sintonicé el canal de la cadena de Sánchez. Pero el conocimiento del sistema de funcionamiento de esta cadena y de casi todos sus presentadores, me anima a calificar con un sobresaliente el tono y el contenido del interesante encuentro. Finalizada la charla, un Fortes –Xabier, según él–, complacido y emocionado, sin advertir que la microfonía aún se hallaba conectada, le preguntó a Sánchez: «Bueno, ¿muy bien, no?». Y Sánchez asintió noblemente agradecido.
Este modelo de periodismo es el que nos va a llevar de nuevo al abrazo y la reconciliación.

Más de Alfonso Ussía​

 

Bestias en la Universidad​

Como siempre, los agitadores y convocantes de bestias se fueron de rositas. Pero ya están identificados, si bien poco importa que lo estén, porque nada va a sucederles
17/09/2022Actualizada 01:30
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No he saludado nunca a Macarena Olona. Sí conozco, y siento por ellos tanto afecto como admiración, a Santiago Abascal y Federico Jiménez Losantos. Abascal es un luchador infatigable que ha puesto su nuca a disposición de las balas de los asesinos etarras –hoy socios del Gobierno de España– en muchas ocasiones. Federico es dueño de un talento y una cultura literaria y política formidables, aunque de tanto tener razón la pierda en ocasiones por sus obsesivos fantasmas personales. Uno de los tramos más felices en mi carrera radiofónica lo viví con Federico en su programa La Jaralera,con Antonio Ozores y el Grupo Risa, un trío de locos geniales. Pero días atrás no estuvieron elegantes, ni Santiago ni Federico, con Macarena Olona. Algún día sabremos los motivos de su decisión de volver a ejercer como abogada del Estado después de abandonar a Vox, un partido que le debe mucho por su extraordinaria labor parlamentaria.
Claro que entre una falta de elegancia coyuntural y un desprecio general, media tan largo trecho como el que separa a Churchill de Pablo Iglesias, a John Wayne de Guillermo Toledo o a Teresa de Calcuta del padre Ángel. Y el desprecio general, como atendiendo a una consigna relacionada con las subvenciones a los medios de comunicación, lo ha protagonizado el periodismo español estableciendo una distancia calculada y medida con el acoso y la agresión que padeció Macarena Olona en la Universidad de Granada. Diecisiete agrupaciones de estudiantes comunistas intentaron impedir, en una Universidad, la presencia y la palabra de Macarena Olona, noticia que apenas ha merecido el interés de las cadenas de televisión públicas, privadas –es un decir– y los principales periódicos nacionales y locales.
He visto las imágenes grabadas y aún sigo avergonzado. La brutalidad del recibimiento, los golpes a los que, simplemente, les interesaba asistir al acto universitario, la cobardía de centenares de bestias que no consiguieron doblegar a una mujer valiente. Con el estúpido y ridículo mensaje de «no pasarán» –esta gentuza no aprende–, bloquearon el recibidor de la Universidad, golpearon y derribaron a un anciano y finalmente fracasaron. No fue un «escrache». Fue un acto podemita y comunista de «Kale Borroka». Dos animales, más que cuarentones, uno con la camisa roja y otro con camiseta negra –según parece, hijo de un acaudalado notario de Granada– llevaron la voz cantante del salvajismo. Como siempre, los agitadores y convocantes de bestias se fueron de rositas. Pero ya están identificados, si bien poco importa que lo estén, porque nada va a sucederles. Del mismo modo, la señora rectora de la Universidad de Granada, doña Pilar Aranda, no ha dicho ni «mu» ni ha solicitado excusas por la barbarie y la fiereza que su indolencia y permisividad han provocado. Y lógicamente, ni Irene Montero ni la Belarra ni la Yoli ni las falsas feministas a sueldo ni la ministra Llop ni Sánchez se han manifestado preocupados por la nauseabunda violencia podemita, comunista y socialista, contra una mujer en la Universidad de Granada.
El odio de los pijos de las izquierdas se ha adueñado de España.

Más de Alfonso Ussía​

 

La catedrática sostenible​

No me considero suficientemente preparado para escribir una crítica de tan luminosa intervención, pero he logrado, con notable esfuerzo, espigar lo fundamental, recoger el grano y desechar la Paj*
17/09/2022Actualizada 01:30
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No es catedrática. Sí, directora de una cátedra. Una cátedra de complicado aprendizaje nominal. «Directora de la Cátedra Extraordinaria en Transformación Social Competitiva de la Universidad Complutense de Madrid». Es decir, directora de nada. Desde que se ha convertido en un ser mutante, Pedro Jota no me invita a los interesantes foros que organiza enEl Español. El último, ya cumplido, no me la habría perdido de conocer su contenido: «I Observatorio de los Objetivos de Desarrollo Sostenible». De unos años a la actualidad, en España todo es sostenible, y por ello, la situación es insostenible desde cualquier punto de vista. Se trata de una voz muy cursi, «sostenible», con lo bien que queda estable, sustentable, aguantable o mantenible. Las truchas en los ríos disfrutan de planes sostenibles, las empresas anuncian programas sostenibles, los políticos buscan los acuerdos sostenibles y los españoles no nos sostenemos. Se podría recordar que hasta la aparición del cursi anónimo que acuñó lo de «sostenible», en España lo más sostenible era el pecho femenino sostenido por el sostén, pero creo que ese viaje al pasado puede ser, hoy en día, motivo de airadas reacciones.
Obviamente, Pedro Jota siempre busca y encuentra lo mejor. Y para dorar el interesante Observatorio de El Español, ha contratado a la Directora de la Cátedra Extraordinaria en Transformación Social Competitiva de la Universidad Complutense de Madrid, para que tan alta representante de la transformación social competitiva disertara durante veinte minutos en la inauguración del trascendental evento.
No me considero suficientemente preparado para escribir una crítica de tan luminosa intervención, pero he logrado, con notable esfuerzo, espigar lo fundamental, recoger el grano y desechar la Paj*, de la breve intervención de la extraordinaria mujer. El primer aplauso cerrado, la primera ovación unánime que obligó a la conferenciante a interrumpir su prédica, tuvo lugar al término de su párrafo inicial: « No seamos indiferentes ante nuestra realidad. Los desafíos son urgentes, seamos estratégicos, pensemos en nuestra transformación social, cómo genera un impacto positivo». El público en pie, vítores y lágrimas de emoción. Pero el entusiasmo explosionó cuando aún la respetable audiencia no se había recuperado del inicial impacto emocional. «El tiempo, podríamos llegar a decir, es aquel que se va y jamás vuelve. Por lo tanto, tenemos que aprovecharlo». Y el respetable, enloquecido, exaltado, unánime y agradecido por tan original y sabia descripción del tiempo. «El que se va y jamás vuelve». Y el admirable consejo que justifica la dirección de la Cátedra: « Por lo tanto, tenemos que aprovecharlo».
Por si alguno, o muchos, o centenares de miles de lectores de El Debate, desean reunir para encuadernar y enriquecer su biblioteca el texto completo de la intervención de la genial experta en transformación social competitiva, podrán solicitarlo enEl Español, bien con tapa dura, bien con tapa blanda. La directora de cátedra y autora de la incandescente y bruída homilía firmará ejemplares de su libro, con la conferencia íntegra incluida en sus páginas, en el palacio de La Moncloa el próximo lunes de una semana de éstas. Acceso libre. La Directora de la Cátedra Extraordinaria en Transformación Social Competitiva de la Universidad Complutense de Madrid, se llama – hagan memoria sostenible y no lo olviden–, Begoña Gómez.

Más de Alfonso Ussía​

 

El buen duque​

Cayetana tuvo tres maridos, pero el Duque de Alba fue Luis. Jesús Aguirre no hizo nada de nada. Todo se lo encontró hecho
19/09/2022Actualizada 01:25
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Hace 50 años falleció el Duque. Y el historiador José Miguel Hernández Barral rinde homenaje a su figura con el libro Luis Martínez de Irujo. Duque de Alba. El peso del nombre. Tuve la suerte, por su profunda amistad con mis padres, de tratarlo familiarmente. Y fue, en efecto, un admirable Duque de Alba, primer marido de Cayetana y padre de sus seis hijos. En mi casa se le llamaba, indistintamente, Luis Alba o Luis Sotomayor. Discreto, brillante, con un gran sentido del humor, culto y trabajador. A él se debe la labor de reconstrucción –ya iniciada por su suegro, el Duque de Alba–, archivo y recuperación de los fondos artísticos e históricos de la Casa de Alba. Su mujer, Cayetana, le dio vía libre por su confianza en su buen criterio. Fue el creador e impulsor de la Fundación Casa de Alba, Jefe de la Casa de la Reina Victoria Eugenia, miembro del Instituto de España, y con un aspecto físico «de actor de aquellos tiempos» como decía su mujer. Falleció jovencísimo, en la lejanía, a consecuencia de una leucemia. La Duquesa era Cayetana y el Duque, Luis. Posteriormente, los dos maridos siguientes fueron «duques consortes», pero Luis Martínez de Irujo y Artazcoz fue el Duque a secas, como su mujer. Al final de su vida, y lo deploré mucho, mi padre y Luis Alba se distanciaron por una tontería. Mi padre defendía con empecinamiento la restauración de la Monarquía en España en la persona de Don Juan y Luis, más pragmático, hizo lo mismo optando por Don Juan Carlos. Mi padre se mantuvo en la leal imposibilidad y Luis en la realidad inmediata y conveniente.
Cayetana tuvo tres maridos, pero el Duque de Alba fue Luis. Jesús Aguirre no hizo nada de nada. Todo se lo encontró hecho. Por otra parte, el contraste de la elegancia natural, humana e intelectual de Luis, con la antiestética andante de Jesús, era demoledora para el segundo. Hombre de caprichosa cultura, exsacerdote, cínico y coleccionista de extravagancias, si bien con buenos golpes de humor. Un día, comiendo con él, José María Stampa Braun y Antonio Mingote nos soltó una frase histórica: «Cayetana lleva días enfadada. Y he tenido que ponerme serio. Y le he dicho que así no se puede vivir en paz, y que de seguir tan malhumorada y pesada, me voy a ver obligado a echarla de casa». Nada me gustaba más, cuando coincidía con Jesús Aguirre, que recordarle lo excepcional que fue, como persona y Duque de Alba, Luis Martínez de Irujo. Y Jesús reaccionaba con un silencio mucho más cercano a la envidia y los celos, que al desprecio por su antecesor.
Y Alfonso Díaz me pareció siempre un hombre correcto pero sin trascendencia. Como Duque de Alba consorte tuvo la misma influencia en la Casa de Alba que Su Santidad el Papa Juan Pablo I en la Santa Sede. Ninguno alcanzó ni rozó, ni el primer trazo de la sombra de Luis Martínez de Irujo.
Los grandes hombres –e incluyo, claro, a las grandes mujeres–, son aquellos que saben perdurar en su sitio. Los que jamás pierden el sitio que les ha correspondido en la vida. Lo escribe quien ha perdido el sitio en tantas ocasiones que todavía no lo ha encontrado. El buen Duque de Alba, Luis Martínez de Irujo Artazcoz, de raíces castellanas y guipuzcoanas, jamás perdió su sitio, ni su sentido del deber ni su dedicación a la Casa ni su lealtad institucional ni su sencillez humana ni su simpatía inteligente. Fue un buen esposo y un buen padre. Y hora es que pongamos en su sitio a quien supo mantenerlo siempre. El buen Duque de Alba.

Más de Alfonso Ussía​

 

Desde Westminster​

Demasiados días para algo tan sencillo como devolver a la tierra los restos mortales de un ser humano. Pero las costumbres, normas y protocolos están para ser respetados
20/09/2022Actualizada 01:55
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Entre los franceses y los ingleses perdura la animadversión histórica. Los franceses envidian de los ingleses la pompa y la circunstancia, el buen gusto, la hierba de Wimbledon y la Monarquía. Francia es la República más monárquica del mundo y sus presidentes, los únicos monarcas absolutos de la vieja Europa. Y los ingleses envidian de los franceses la gastronomía, los quesos y el Mediterráneo. El francés más anglófilo fue el gran escritor de humor Pierre Daninos, autor de Los Cuadernos del Mayor Thomson, un tratado sobre las costumbres inglesas superior al Libro de los Esnobs, del duque de Bedford. El inglés no es esnob, en tanto que el francés que no lo sea no puede presumir de poseer su plena nacionalidad. Hasta dos aliados, que no amigos, de la categoría del general De Gaulle y Winston Churchill se lanzaban dardos envenenados en tiempos de necesaria armonía cuando se encontraban. «Ustedes, los ingleses, solo luchan por el dinero. Deberían aprender de nosotros, los franceses, que luchamos por el honor y la dignidad». Churchill acarició su corbata de pajarita, y respondió: «Bueno, puede usted tener razón, general. Cada uno lucha por lo que no tiene».
Además de dudoso honor y frágil dignidad, el presidente francés, Emmanuel Macron, mostró en Westminster su peor educación. Para presentar sus respetos a los restos mortales de la Reina Isabel II se presentó vestido con meditado desprecio. Le faltó el chándal, porque las zapatillas deportivas las llevaba de estreno. Ignora Macron que ese modelo de grosería institucional hiere más en Francia que en Inglaterra. Los monárquicos franceses, que son más que los republicanos, se han sentido ofendidos, en tanto que a «Charles III» le ha importado medio higo la gamberrada de Macron.
Impecables tres de nuestros cuatros Reyes. Don Juan Carlos I y Doña Sofía, cumpliendo a rajatabla con el respeto y la cortesía. Ese Rey Juan Carlos, libertad y dignidad –a pesar de sus errores–, y esa Reina Sofía, triunfaron sobre los que no tienen otro fundamento en la vida que despedazarlos, especialmente al Rey. Y el Rey Felipe VI demostró e hizo gala de su condición histórica, cuadrándose ante el ataúd cubierto de Isabel II, resignando la cabeza y santiguándose. Ahí, en ese detalle falló la Reina Leticia –me gusta más con «c» que con «z»–, que nuevamente olvidó hacer en público el signo de la Cruz, que a todos nos consta que sabe hacerlo, como evidenció en la ceremonia religiosa de su boda. Cuando el entonces Príncipe de Asturias se casó con la actual Reina, ya estaban en vigor los matrimonios civiles, tan legales como los religiosos, si alguno de los novios no era, o es, creyente. Con independencia del voluntario olvido, su gesto malhumorado nada tenía que ver con la tristeza, verídica o aparente. Estaba de malas pulgas y no ha aprendido todavía que los Reyes están obligados a simular sus discrecionales impulsos anímicos. De puertas afuera, los Reyes están obligados al autodominio, y de puertas adentro, como todos los mortales, libres de dar rienda suelta a sus humanos enfados, irritaciones, mosqueos y disgustos.
Hoy, cuando escribo, tendrán lugar el entierro y el funeral de Isabel II. Demasiados días para algo tan sencillo como devolver a la tierra los restos mortales de un ser humano. Pero las costumbres, normas y protocolos están para ser respetados.
Lo más positivo. Que Begoña Gómez no intentó colarse, y que Pedro Sánchez, que nunca estuvo invitado, voló en su Falcon a Berlín para asistir a la final del Europeo de Baloncesto. A pesar de su presencia, España ganó.
Y esto es todo lo que se me ocurre para hoy.

Más de Alfonso Ussía​

 

La duda es libre​

No me creo lo del atentado a Cristina Fernández de Kirchner, y me decanto por la posibilidad de un montaje
05/09/2022Actualizada 01:30
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«El Gobierno argentino toma la calle tras el atentado a Kirchner», se lee en la portada del diarioEl Mundo. «El Gobierno alienta las protestas en apoyo a Cristina Fernández de Kirchner tras el fallido atentado contra la vicepresidenta, acusada por corrupción», anunciaABC. Ignoro la interpretación de la noticia enEl País,PúblicoyLa Razón, periódicos de complicado acceso a mi hogar. La duda es libre. No me creo lo del atentado a Cristina Fernández de Kirchner, y me decanto por la posibilidad de un montaje. Al peronismo comunista le conviene, al Gobierno argentino le conviene, a Cristina Fernández de Kirchner le conviene, y al fiscal que pretende enchironarla le señala como un desalmado. Por otra parte, el fallido magnicida, un brasileño llamado Fernando Sabag, está muy bien elegido. Cuando el Príncipe heredero de Sarawak Mikunko Tafanoko, que reinaría años más tarde con el nombre de Tafanoko I, sufrió un atentado mientras compraba seis relojes Rolex en una joyería de Singapur durante un viaje privado, la Policía detuvo como principal sospechoso a un turista islandés, Vigdor Finboga, que pasaba por ahí de la misma manera que podía haber pasado por allá, e incluso, por acullá. Finalmente se supo que Mikunko Tafanoko, que no gozaba en exceso de las simpatías de sus compatriotas, se montó el atentado para elevar su popularidad y acusar a su hermano menor, Tananko Tafanoko, de intentar eliminarlo para ocupar su privilegiado lugar en la dinastía. Gracias a la intercesión de la madre de las criaturas, la Reina Dufuta Samakún y Pirolas de Segrelles –de madre natural de Sant Damiá del Maresme, y de la que se prendó el Rey Mikofandra V, abuelo de los niños–, el caso fue sobreseído por la Justicia de Singapur, si bien el pobre islandés que pasaba por ahí, de la misma manera que pudo pasar por acá, por allá o por acullá, pasó tres noches en un calabozo acusado de magnicidio terrorista. En la actualidad sigue internado en un Centro de Salud Mental de Keflavik, exclusivamente pendiente de la llegada de cada sábado, día en el que le cambian los globos para jugar.
Vamos a ver. Es mucha casualidad. Una pistola con cinco balas en el cargador que se encasquilla. Un tipo que se acerca a menos de un metro de distancia de su víctima rodeada de escoltas en una manifestación de miles de partidarios de la señora Fernández. Las calles de Buenos Aires a un paso de la extrema violencia. Espero no ser malinterpretado. De ser cierto que Cristina Fernández de Kirchner sufrió un atentado, se me antojaría una cobarde y repugnante vileza, pero de esta mujer se puede esperar cualquier cosa. Gracias a la presión de los suyos, que son muchos y están dispuestos a todo, ha salvado su excepcional patrimonio –hinchado durante el mandato de su esposo y el suyo propio–, y esquivado la acción de la Justicia. El Fiscal Alberto Nisman, que intentó su procesamiento, se «suicidó» pocos días después de hacer pública su determinación. Y lo que resulta más grave, concluyente y digno del mayor recelo. Es amiga de Pablo Iglesias y de Irene Montero, y en Podemos se siente una unánime admiración por ella y sus políticas, por llamarlas de alguna manera.
Llopis escribió una novela en la colección de la Editorial Janés El Monigote de Papel tituladaLo malo de la guerra es que hace ¡Pum!. Una tontería sonriente. De ser cierto que han intentado asesinar a Cristina Fernández, reciba toda mi solidaridad y alegría por haber salido con vida. Pero me encajan otras piezas. Como en la novela de Llopis, lo malo de las pistolas es que hacen «pum», exceptuando a las pistolas que no quieren hacer «pum» o están manipuladas para no hacerlo.
La duda, en España, todavía es libre.

Más de Alfonso Ussía​

Le conozco de hace años aunque no suelo leerle demasiado, más que nada por falta de tiempo, pero me encanta cómo escribe Ussía. Me quedo con su última frase: La duda, en España, todavía es libre.
 

El héroe​

Pablo no contrató a ninguna empresa de seguridad y alarma. Con los treinta guardias civiles se sentía moderadamente seguro​

09/09/2022Actualizada 01:30
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Se fue fracasado en la política, a pesar de representar el heroísmo social. Y nos lo ha dicho a todos los que tenemos contratado un servicio de alarma y seguridad en nuestras casas. Somos tan egoístas que no hemos sabido asimilar las ventajas del futuro. No admitimos que unos bondadosos extraños ocupen nuestras casas y se apoderen de nuestros bienes. En prisión se halla un precipitado anciano que impidió a tiros que un cliente de Open Arms accediera a su hogar sin su autorización. Este hombre mayor se ha negado a analizar las bondades y ventajas de la ocupación hogareña. Y el juez o la juez ha decidido que se consuma en la cárcel, y viva como preso preventivo los últimos tiempos de su vida. Por empecinado. Por no recibir con los brazos abiertos a quien sólo pretendía hacerse cargo de sus bienes, dormir en su cama, y disfrutar de su pequeño jardín siempre que, como propietario terrateniente, siguiera pagando los plazos de la hipoteca. Que en ese aspecto, los bancos son más rigurosos que los jueces, y un impago hipotecario les anima a actuar con prontitud aunque la casa, los muebles, los bienes y el jardín hayan sido ocupados por un modélico ejemplar de la apropiación del bien ajeno. Por ello, el héroe nos lo ha dicho a la cara, sin tapujos. Que todos los propietarios de una casa, aunque sólo sea una casa, la nuestra, que hayamos cometido la insolidaridad de contratar a una empresa de seguridad e instalado un sistema de alarma en nuestros hogares, somos de ultraderecha. En mi caso, además, la contratación ultraderechista la formalicé, años atrás, con la empresa mencionada por el héroe social. Securitas Direct. Y, claro está, me siento avergonzado.
El héroe vivía en un piso de Vallecas. Se enamoró de una chica que trabajó durante unos meses de cajera y que compartía sus ideales políticos, entre ellos, la abolición de la propiedad privada. A ella le agobiaba el piso, y necesitaba la inmediatez de espacios verdes, árboles frondosos y horizontes de ensueño. Todo esto, con anterioridad a ser vicepresidente del Gobierno y encajar a su tronca como ministra de ese mismo gabinete. Y como el comunismo y la pobreza no siempre van de la mano, adquirieron en La Navata, término de Galapagar, a pocas decenas de metros del Parque Nacional del Guadarrama, un modesto chalé con un recoleto jardín y una hermosa piscina. Y no contrató a Securitas Direct. Exigió que su hogar, sus bienes, su jardín y su piscina fueran custodiados por una pareja de la Guardia Civil. Instalaron una caseta chunga, fría en el invierno y bochornosa en el verano, y cada ocho horas los guardias civiles cumplían su servicio y eran relevados por otra pareja, con vigilancia durante los siete días de la semana las veinticuatro horas de cada jornada. Los guardias civiles, en caso de experimentar una necesidad biológica, se las tenían que arreglar a su manera, porque los dueños del chalé no deseaban intrusos en su casa. Y cuando él fue nombrado por el chulo supremo vicepresidente del Gobierno, y ella, mujer de gran preparación intelectual y rebosada simpatía, recibió el merecido premio del Ministerio de Igualdad, Sexos y Cochinaditas, su hogar fue custodiado por treinta guardias civiles, que por orden del ministro del Interior, cortaron la calle donde se ubica el chalé y obligaba a los vecinos de la calle a identificarse para poder acceder a sus hogares. Pero no contrató a ninguna empresa de seguridad y alarma. Con los treinta guardias civiles se sentía moderadamente seguro.
La suerte de los millonarios, que no deploro ni envidio. Es más, la comprendo. Sucede que treinta guardias civiles para cada hogar español son muy difíciles de reunir. No hay tantos. De ahí que los de ultraderecha nos veamos inducidos a contratar empresas de alarmas. Que sí, que está mal, porque ya nada nos pertenece y la propiedad sólo se respeta y se custodia si el propietario es comunista. Que ellos son héroes y los que contratamos alarmas, unos desalmados. Pero en el fondo, muy en el fondo, algo de razón y más de un motivo tenemos a nuestro favor. Razones y motivos de ultraderecha, pero a falta de 30 guardias civiles, 30 servidores públicos concentrados en una sola casa, para impedir que nos quiten nuestra propiedad, los de ultraderecha tenemos que recurrir a las alarmas.
Y aguardar acontecimientos, claro. Y si vienen a ocupar nuestras casas, abrazar a los invasores y no ponerles pegas ni obstáculos. De hacerlo, la cárcel nos aguarda.
Es usted un héroe, Pablo.

Más de Alfonso Ussía​


Hay que recordar ciertas cosas más a menudo, siempre, para que no olvidemos nunca cosas que no hay que olvidar.
 

De Jerez y El Puerto​

Entre los bodegueros españoles, españoles con raíces británicas y españoles con origen francés, han creado un milagro permanente con los vinos de Jerez y El Puerto. Lógico, pues, mi desasosiego porque unos vinos tan formidables como los de Harveys dependan de las decisiones de un chino
21/09/2022Actualizada 03:44
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He leído un interesante artículo de Carlos Maribona en ABC. Nos recuerda, con motivo del fallecimiento de la Reina Isabel II, que el Jerez de Harveys es el único que posee el sello oficial, «The Royal Warrant», equivalente en España al de «Proveedor de la Real Casa». Y nos detalla Maribona que la bodega Harveys, fundada en 1796 por John Harveys y sus hijos, fue también, hasta la expropiación de Rumasa, de José María Ruiz-Mateos, posteriormente del grupo japonés Suntory, y en la actualidad propiedad de un chino, Andrew Lim Tan, propietario también de los activos de Domecq, Terry y Garvey. Mi apasionado amor por aquella tierra milagrosa me ha llevado hasta la preocupación. No me fío de los chinos y, menos aún, de los bodegueros chinos de los vinos maravillosos de Jerez y El Puerto, el fino, el oloroso, el amontillado, el Pedro Ximénez, el Cream, y ahora el Palo Cortado. Los vinos de Jerez y El Puerto tienen, en gran parte, raíces británicas. Por ahí suenan los apellidos Osborne, Terry, Byass, Williams, Humbert, Harvey, Gordon, Duff, Sandeman todos ellos procedentes de las islas, así como Domecq, de raíces francesas. Transcurridos más de dos siglos, creo que los Osborne y los Byass, unidos a los González, son de los pocos que mantienen la propiedad de sus mayores. Por mi condición de cuarterón del Puerto de Santa María, mis bodegas preferidas son las de Osborne, Caballero y Terry. El vino que se ofrece en La Jaralera del Marqués de Sotoancho es el Fino Quinta de Osborne, sin opción a otra marca. Y tengo para mí que la bodega más bonita de la región del «sherry» es la de Mora de los Osborne, con ese magnolio que supera, incluso, a los dos gigantes que sobreviven en los jardines del Vila D´Este, en Cernobbio, a orillas del lago de Como.
Ignoro si Carlos III de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, con lo cansado que tiene que sentirse después del tute que se ha dado en los últimos días, va a ratificar el «Royal Warrant» a Harveys, la marca de Jerez más vendida en el mundo. Nada tengo contra Harveys, pero sí mucho contra los chinos. Un pueblo que come con palillos no ofrece excesiva confianza. El chino no tiene sentido del humor, y está dotado de una notable afición a la crueldad. No es un tópico el martirio chino. Por otra parte es una nación muy proclive a que se les escapen, voluntaria o involuntariamente, los virus de los laboratorios. Y muy retorcidos en la interpretación de la simpleza. Prueben a hacerlo si tienen niños chinos a su alcance. Pinten una casita rodeada de árboles. Todos los niños del mundo les dirán que han pintado una casita rodeada de árboles. Pero los niños chinos no coincidirán con el resto de los niños. Pueden afirmar que esa simple casita rodeada de árboles tiene un significado sesgado y angustioso, y que, en realidad, es la premonición de un desastre natural de inmediato estrago. Entre los bodegueros españoles, españoles con raíces británicas y españoles con origen francés, han creado un milagro permanente con los vinos de Jerez y El Puerto. Lógico, pues, mi desasosiego porque unos vinos tan formidables como los de Harveys dependan de las decisiones de un chino.
De ahí que le recomiende a Carlos III que se lo piense antes de firmar su Real Decreto. Sus antepasados, entre ellos su madre, la Reina Isabel, lo firmaron a sabiendas de que el Harvey se hallaba en manos de descendientes españoles de emprendedores británicos. Pero lo del chino se me antoja un riesgo. Y lo escribo porque lo pienso y lo creo. Los chinos tienen muchísimo peligro.
Llevo tu nombre en la faca,
Y un recuerdo en la estribera.
Caminito por la era
Voy a lomos de mi jaca
A Jerez de la Frontera.

En libertades de prados
O en propiedades de cotos,
Vuelan mis zahones rotos,
Arañados de cercados
O atardecidos de sotos.

A Jerez cabalgo hoy
A beber del mejor vino.
De llegar, a punto estoy.
«Le advierto que manda un chino»,
«Pues en tal caso, no voy».

Más de Alfonso Ussía​

 

Fealdad​

O he perdido la cabeza o la tengo excesivamente bien florecida. ¿Qué tendrá que ver la fealdad física o anímica con Mónica Oltra?
22/09/2022Actualizada 01:36
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La fealdad anímica es mucho más desagradable que la física. En muchas ocasiones, la segunda es consecuencia de la primera. La fealdad anímica, como la envidia, desemboca en odio, y el odio se refleja en la mirada y el rostro de sus portadores. En los siglos XIX y XX, decirle fea a una mujer o feo a un hombre podía calificarse de grosería, pero jamás de delito. Ahora hay que atar a la mosca por el rabo antes de atreverse a pronunciar semejante felonía. Escribió Gonzalo Jiménez del Álamo, poeta malhumorado y coetáneo de Manuel del Palacio, el más grande de nuestros satíricos, salvando la distancia establecida por el jodido estevado, don Francisco de Quevedo.
A pesar de su enorme patrimonio
En dineros y fincas, es tan fea,
Que no hay varón que pida en matrimonio
A la duquesa de Danchirenea.
El propio don Manuel del Palacio escribió una décima con una mujer fea y una metedura de pata de protagonistas principales.
Diálogo al vuelo cogido
En el baile de Menchaca:
–Oriénteme usted, querido;
¿Quién es esa horrible vaca
Que al pasar, le ha sonreído?
–Se lo diré, caballero;
Es doña Julia Terrón,
Hija del duque de Ampuero,
Y madre de este ternero
Que está a su disposición.
Y ya es sobradamente conocido, y lo he repetido en diferentes ocasiones, el diálogo entre Churchill y Lady Astor, interesante mujer de millonaria y conservadora familia inglesa que se hizo de izquierdas por la amargura de su fealdad. Churchill que entra bamboleante en el Parlamento y habla un tanto estropajoso.
–Señor Churchill, usted es un borracho.
–Y usted muy fea, Lady Astor. Mi problema se soluciona con buena siesta, pero el suyo no tiene remedio.
–Si yo fuera su mujer, mañana le pondría cianuro en el café.
–Y si yo fuera su marido, me lo bebería.
Los hermanos Bécquer, Gustavo Adolfo y Valeriano, principian sus pareados contra Isabel II de esta manera.
Fea y gorda, con perdón,
Es Isabel de Borbón.
Los pareados de los Bécquer no perdonan a la Reina Isabel ni recién nacida.
Gordita como un cebón
Nació Isabel de Borbón.
El rondeño Antonio del Río López se hizo llamar, y lo consiguió, don Antonio de los Ríos Rosas. Presidente de las Cortes, amigo de Castelar, y en un período crítico, ministro de Gobernación. Fue ministro tres días. Y palacio lo encuadra en octosílabos asonantes.
Como río, se desborda;
Como rosa, huele mal,
Es feo de nacimiento
Nació en Ronda, y nada más.
Lo cierto es que me he dejado llevar por los duendes en este texto. Mi intención, al iniciarlo, no era otra que comentar la confusa declaración ante el juez de Mónica Oltra. Ignoro qué tiene que ver Mónica Oltra con Ríos Rosas, Manuel del Palacio, Isabel II, los hermanos Bécquer, Castelar, Churchill, Lady Astor y la duquesa de Danchirenea, que a pesar de su fortuna no tuvo ni un pretendiente, lo que da espacio suficiente para dibujar en la fantasía su fealdad.
O he perdido la cabeza o la tengo excesivamente bien florecida. ¿Qué tendrá que ver la fealdad física o anímica con Mónica Oltra? Me quedo con la curiosidad.

Más de Alfonso Ussía​

 
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