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Lágrimas correspondidas​

Siempre lo vi sereno, sonriente, optimista. Yo no sé lo que le iría por dentro. La verdad es que nuestras vidas en aquellos días valían poca cosa. Pero, quizá por su fama, se sentía obligado a mostrar un semblante risueño a todos los que se le acercaban pidiéndole opinión
01/09/2022Actualizada 08:43
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En la cena de los Cavia tuve la fortuna de sentarme a su lado. Fue testigo de la prisión, tortura y final de mi abuelo materno, don Pedro Muñoz-Seca, fusilado por los socialistas y comunistas con responsabilidad directa de Santiago Carrillo. Me refiero a Cayetano Luca de Tena. «He pedido que me sentaran a tu lado para narrarte el último abrazo de don Pedro». Días más tarde lo publicó en la Tercera de ABC, cuyo recorte archivé a mi manera. Mi método de archivo es muy original. Lo guardo todo muy bien y cuando necesito un documento, jamás lo encuentro. Gracias a mi amigo Álvaro García de la Rasilla, que encuentra lo que guarda, hoy lo tengo ante mis ojos, todavía emocionados. Y transcribo íntegramente aquella Tercera, que tan prodigiosamente retrata la serenidad de los grandes señores ante el odio. Se titula «Recuerdo de don Pedro Muñoz-Seca».
«Le habían obligado a afeitarse el bigote, aquel bigote velazqueño que le definía, que le identificaba. Una caricatura de aquellos años –tal vez de Sirio o de Cebrián–, le representaba sintetizado por un gran bigote sobre un rostro sin rasgos. Algún refinado torturador le había impuesto aquel castigo absurdo que sólo pesaba sobre él, ya que a los demás se nos permitían barbas, bigotes y pelambreras crecidas en una cautividad desprovista de los servicios más elementales. Estábamos en el colegio de San Antón, convertido en cárcel, en «prisión provisional donde no se toleran grupos de más de uno», como decía el famoso miliciano 'Dinamita', mientras nos empujaba con la culata del fusil en el reducido patio en el que intentábamos estirar las piernas.
Para un jovencito, casi un adolescente, como era yo en aquel otoño del 36, don Pedro Muñoz-Seca era un personaje fabuloso. Yo había leído y visto representar sus comedias. Hasta había interpretado alguna en un grupo de aficionados. Pensaba que aquel hombre popular, nimbado por el éxito, sería un ser prácticamente inaccesible. Pero era simpático, afable, sonriente y acogedor. Mi hermano y yo nos agregábamos a la tertulia que presidía por las mañanas en un rincón del patio donde, de vez en cuando, entraba un rayo de sol casi vertical. Oíamos a aquella gente, a aquellos señores mayores que nosotros, con un respeto y una devoción de catecúmenos. Una vez don Pedro improvisó unos versos de su fórmula al hilo de la conversación sobre la detención de las tropas de Franco a las puertas de Madrid, que para nosotros resultaba inexplicable. La mayor parte de aquella tertulia acabó, con don Pedro, en las zanjas de Paracuellos.
Siempre lo vi sereno, sonriente, optimista. Yo no sé lo que le iría por dentro. La verdad es que nuestras vidas en aquellos días valían poca cosa. Pero, quizá por su fama, se sentía obligado a mostrar un semblante risueño a todos los que se le acercaban pidiéndole opinión. Y su actitud tonificaba a muchos de aquellos hombres lógicamente temerosos, aquellos hombres que cada noche esperaban la lista fatal, la lista que les haría salir hacia un terrible destino. Don Pedro Muñoz-Seca –siempre le llamé «don Pedro» y me gusta seguir haciéndolo ahora–, oponía la broma y la sonrisa a cualquier rumor siniestro esparcido por la prisión. Contaba historias divertidas. Anticipaba fragmentos de lo que pensaba escribir cuando aquello acabara. Y daba ejemplo de limpieza y corrección en un clima donde la incomodidad invitaba al abandono y al desaliño. Tenía –lujo increíble en aquellas circunstancias–, dos abrigos, uno azul y otrobeige, que usaba por igual. Para compensar la pérdida del bigote se había dejado una mosca en la que blanqueaba el pelo y que le daba cierto aire mosqueteril, cierta simpática arrogancia. Se cubría con una boina azul, y su estampa tenía algo que alegraba el corazón. Era la imagen del caballero al antiguo estilo, cortés, bienhumorado, paciente y lleno de fe, una fe contagiosa e irresistible.
Pero no se limitaba a infundir moral con su ejemplo. Como las lentejas del rancho estaban salpicadas de piedrecitas y objetos extraños, don Pedro organizó un servicio voluntario que se reunía por las mañanas en un pequeño comedor abierto al patio de entrada del colegio. Allí, sobre las mesas de mármol, se extendían las lentejas, que íbamos limpiando poco a poco de su ganga original. Era un trabajo minucioso que no impedía la conversación, en la que don Pedro brillaba con sus anécdotas y con su modo inimitable de contarlas. Era un andaluz genuino, y tenía ese don misterioso para las comparaciones que distingue a la gente del Sur. Los andaluces no hacen chistes. Se limitan a unir en una frase dos materias muy distintas que hacen explosión al entrar en contacto.
Pero lo que recuerdo sobre todo, lo que me obliga a escribir estas líneas como un homenaje de gratitud, son unas lágrimas que vi correr por el rostro de don Pedro, y que son la última imagen que guardo de nuestra breve amistad en la cárcel de San Antón. Fue la noche del 27 de noviembre de aquel año de 1936. Mi nombre y el de mi hermano habían sonado en una lista de traslado en la que no se especificaba –naturalmente–, el lugar de destino. Reunimos nuestras pocas pertenencias: una manta, una cuchara y un plato de hojalata. Ropa sólo teníamos la puesta. Las despedidas de los amigos tenían ese aire al que ya estábamos acostumbrados, un aire casi seco, lacónico, sin sentimentalismo. Nadie quería dejarse arrastrar a la protesta o al llanto. Primero, porque no hubiera servido de nada, y después, porque nadie sabía si una hora más tarde no iba a tocarle el turno.
Nos reunieron a los expedicionarios en un lugar próximo a la entrada, donde nos pasaron lista por enésima vez. Y de pronto, filtrándose no se sabe cómo a través de puertas y controles, aparecieron allí don Pedro Muñoz-Seca y Julián Cortés-Cavanillas para despedirnos. Julián intentaba animarnos, repitiendo: «Creo que vais a Chinchilla». Pero don Pedro no decía nada. No podía. Yo creo que alguno de sus hijos podría tener, tal vez, mi misma edad. Quizá viera en mis pocos años un símbolo de la juventud que moría generosamente en aquellas horas terribles. El caso es que don Pedro me abrazó llorando, y que en aquel instante era mi amigo y era mi familia, y era aún más, era un ser al que yo respetaba y admiraba, un hombre importante y famoso que se echaba a llorar por mí, un muchacho cualquiera de diecisiete años, un estudiantillo que iba a la muerte sin darse cuenta del todo.
Mi expedición, nadie sabe por qué, llegó a la cárcel de Alcalá después de una larga detención en el cruce de Paracuellos. Alguien nos salvó, alguien a quién nunca he podido dar las gracias. Pero don Pedro Muñoz-Seca, que salió de San Antón pocas horas después, no tuvo tanta suerte. Y he ido al cementerio de Paracuellos a rezar por él, y a darle las gracias por aquellas lágrimas que lloró por mí». Cayetano Luca de Tena.
Perdón por la extensión. Creo que merecía la pena. Sigue habiendo en España grandes españoles, grandes cristianos y personas grandes. Pero hoy, ochenta años más tarde, siguen latiendo en otros españoles los mismos impulsos de odio que convirtieron en asesinos a los resentidos y los miserables. Todo puede pasar. Sólo espero, en cualquier situación y momento, ser digno de aquel abuelo ejemplar. Y agradecer a la memoria de Cayetano su texto, dándole las gracias por aquellas lágrimas que le devolvió a don Pedro.

Más de Alfonso Ussía​

 

Cherchez le gay​

El ministro del Interior ha ordenado el traslado a prisiones de las provincias vascongadas a los dos asesinos más canallas de la ETA, que ya es mérito. Canallas, sanguinarios e irredentos, porque jamás han mostrado pesar o arrepentimiento por sus crímenes
02/09/2022Actualizada 09:09
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Hasta anteayer, cuando un hombre de comportamientos más o menos coherentes, iniciaba un período de tonterías y mamarrachadas, siempre se comentaba:Cherchez la femme. Había que buscar en las bambalinas de esos comportamientos a la responsable de las extravagancias. Una pasión nueva, una nueva mujer, un frenesí insuperable.
El Conde de los Alcores del Tremedal enviudó. Su joven esposa –él superaba los 55 años–, falleció repentinamente. El conde lo comentaba desconsolado. «Se ha muerto de golpe, sin tener nada grave». Guardó luto a su mujer durante diez años, siempre de riguroso negro, a juego con su expresión de tristeza inconsolable y creciente desconcierto. Insistía. «No tenía nada grave». Una mañana, inesperadamente, se sumó a su vieja tertulia del aperitivo. Se había disfrazado de joven. Pantalones vaqueros, chaqueta corta con levantapedos, camisa rosa abierta, medias naranjas y mocasines italianos. El componente de más edad de la tertulia, que apenas hablaba, emitió su veredicto: «Cherchez la femme». En efecto, el trágico conde habíase enamorado locamente de una veinteañera arrebatadora, conocida en los ambientes de la calle de la Ballesta y aledaños, como «Juanita la Huracana». Cuando perdió hasta su última peseta, el Conde de los Alcores del Tremedal retornó a su luto. Desapareció del mapa. Pero tres años más tarde, retornó a la tertulia de su bar de siempre. Ponía boquitas y morritos, movía las manos como alas de mariposa, y sus pasos eran bamboleantes, otorgando al culo plena libertad para pendular del este al oeste sin topes ni prudencias. Para colmo, merendaba en Embassy los jueves con «las amigas de mamá». Y el componente de más edad de la tertulia, que hablaba menos que tres años atrás, emitió su veredicto: «Cherchez le gay».
He recordado al mutante noble, cuando he leído, escandalizado, que el ministro del Interior ha ordenado el traslado a prisiones de las provincias vascongadas a los dos asesinos más canallas de la ETA, que ya es mérito. Canallas, sanguinarios e irredentos, porque jamás han mostrado pesar o arrepentimiento por sus crímenes. A los hijos de la grandísima put* de Henri Parot y García Gaztelu, apodado 'Txapote', con 39 asesinatos el primero y 13 el segundo, entre ellos, los de Gregorio Ordóñez y Miguel Ángel Blanco. De todos y por todos es sabido, que el Gobierno vasco les abrirá las puertas hacia la calle en las próximas semanas.
El ministro del Interior ha cambiado mucho más en los últimos cuatro años que el Conde de los Alcores del Tremedal en tres lustros. Hace años, siendo Magistrado-Juez de Instrucción en la Audiencia Nacional, los procesaba y los metía en la cárcel. Y en alguna ocasión, presidió el tribunal que condenaba a esas ratas a centenares de años de prisión. Ignoro los motivos de su descomposición moral, ética y jurídica. Si lo hace por cumplir a rajatabla las órdenes de Sánchez, ese gran traidor, que necesita de los votos de Bildu para seguir instalado en la Moncloa, o si su matrimonio con un tal Koldo, ha contribuido al desmoronamiento de su criterio de igual manera que el de Juanita la Huracana al del conde enviudado. Se arrepentirá de todo el mal que está haciendo, en soledad o mal acompañado, porque no habrá un rincón en España en el que se olvide su desprecio por las víctimas y los españoles justos y pacíficos, abrumadora mayoría. No obstante, intuyo que se acerca más a la realidad, en su caso, el «cherchez le traître» –el traidor–, que el «cherchez le gay», su adorado esposo.

Más de Alfonso Ussía​


 

Error más que errata​

Nace en Ceuta la primera hija de un teniente coronel. En los Ecos de Sociedad del diario local, aparece la gozosa noticia. «Ha dado a luz una preciosa niña la señora doña Dolores Hijosa Martínez, esposa del teniente coronel don José Gallego de las Fuentes. Tanto la madre como la hija se encuentran en perfecto estado. Felicitamos desde aquí a todas las tropas de la Guarnición»
02/09/2022Actualizada 01:30
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Nadie en El Debate se ha equivocado. La errata es mía. Cherchez la femmese convirtió, por mi culpa, en «Cherchez la famme», que es una burrada. Es más, los editores de mi artículo respetaron escrupulosamente mi error, del mismo modo que respetan mis aciertos. Siento un considerable enfado conmigo mismo, porque una errata de ese calibre destroza, desde su errada forma, el fondo de un texto. Intentaré explicarme. Soy muy meticuloso. Escribo y envío el artículo por las mañanas. Pero todas las tardes lo repaso, y si encuentro un destrozo semántico u ortográfico, lo corrijo y lo informo. Ayer no lo hice, y ese artículo es inválido. No merezco percibir lo que me corresponde. Me he colocado simbólicamente sobre mi cabeza, unas orejas de burro. Y espero que no se prolongue en exceso mi castigo. Mi errata nada tiene de divertida. No es errata, es error clamoroso, boreal, y ruego que me excusen.
Porque hay erratas muy divertidas. Jaime Campmany, que se las tenía tiesas con Javier Tusell, escribió en ABC que el historiador era un «tonto intonso», refiriéndose a su tonsura capilar. El editor de ABC consideró que se trataba de una errata, y lo corrigió, mejorando incluso el sentido de su opinión. Y se publicó que Tusell era un «tonto intenso», y Jaime aceptó la corrección con enorme elegancia. «Es mejor intenso que intonso. No se me habría ocurrido». Famosa la errata aparecida en un titular del diario Madrid de Calvo Serer, miembro del Opus Dei. La intención era la de elogiar «Los hermosos cultos de las Hijas de María», pero el duende de las linotipias, se propuso fastidiar el mensaje y se publicó «Los hermosos culos de las Hijas de María». Calvo Serer recibió centenares de indignadas llamadas, cartas y protestas. En el Ideal de Granada, se publica en sus páginas de sucesos, la aparición de un cadáver en Pinos Puente. El redactor cumple con su cometido. «El cadáver, no se pudo identificar porque carecía de documentación. Pero por su aspecto, se dedujo que pertenecía a un varón llamado Juan José, de 42 años de edad, y vecino de Pinos Puente». Menos mal que no se pudo identificar.
En la prensa deportiva se sucedían las erratas. «El Rayo Vallecano vence con apuros por 4-0 a la Cultural Leonesa. Todos los goles se marcaron durante el descanso». Y en El Correo Español de Bilbao se ofrece la noticia de un salto desde una crónica deportiva a una esquela:
«Sarabia controló el balón con el pecho, dejó que el balón besara el césped, y pasó el esférico a Dani, tíos, primos y demás familia». En los comienzos de la gran atleta santanderina Ruth Beitia, saltadora de altura, la formidable montañesa pierde la medalla de bronce por un inconveniente de sencilla explicación. «Ruth Beitia pivotó con decisión, pero tiró la barra por los pelos». Y nace en Ceuta la primera hija de un teniente coronel. En los Ecos de Sociedad del diario local, aparece la gozosa noticia. «Ha dado a luz una preciosa niña la señora doña Dolores Hijosa Martínez, esposa del teniente coronel don José Gallego de las Fuentes. Tanto la madre como la hija se encuentran en perfecto estado. Felicitamos desde aquí a todas las tropas de la Guarnición».
Pero éstas son erratas, no errores. Y quien –de verdad–, ha leído a Voltaire, Dalambert, Diderot, Victor Hugo y con mayor interés, a Tintin y Astérix en su idioma original, no puede escribir «famme» en lugar de femme. Esto no es una errata. Es un disparate. Y ruego ser perdonado, aunque no tenga perdón.

Más de Alfonso Ussía​

 

Como un americano​

Dos soldados de guardia habían abandonado su puesto y ofrecían sus gorros por veinte dólares. Pepe Oneto y yo aceptamos la oferta
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04/09/2022Actualizada 01:30
Gobernaba Boris Yeltsin cuando un grupo de escritores y periodistas españoles viajamos a Moscú. Nos presidía en las reuniones Marcelino Oreja. Manu Leguineche, José María Carrascal, Antonio Burgos, Pepe Oneto En el edificio de su fundación, Gorbachov nos recibió. En principio nos dedicaría treinta minutos, pero nos regaló más de dos horas de audiencia. Nos reconoció su admiración y entusiasmo por la Transición en España: «Allí lo tuvieron ustedes muy difícil pero contaron con el coraje del Rey Juan Carlos y un reducido grupo de políticos de alto rango en el franquismo, que a las órdenes del Rey lograron el milagro». Nos dio a entender que desmontar un régimen en España, por complicado que fuera, era más sencillo que abrir a la URSS las puertas de la libertad.
También nos recibió Shevardnadze, georgiano, último ministro de Asuntos Exteriores de la URSS. En su despacho, en lugar de Lenin o Stalin, un bronce de Kennedy. Le preguntó Manu Leguineche si mantendría su presencia en Moscú o tenía pensado retornar a Georgia. «Me quedo en Moscú». Al día siguiente voló a Tiflis y encabezó un Golpe de Estado contra Rusia. Manu, que ya había enviado su crónica a Fax-Press, su agencia de noticias, se lo tomó con divertido espíritu olímpico. «Me ha engañado, el muy cabrón». Shevardnadze no miraba a la cara de su interlocutor cuando hablaba y sonreía mal. Gorbachov era abierto y sonreía y reía como un americano. «Usted sonríe como un americano», le dijo Pepe Oneto. «¿Cómo sonríen los americanos?», preguntó complacido y relajado Gorbachov; «sin complejos».
Aquella noche, después de cenar y de vuelta al Hotel Metropol, a veinte grados bajo cero y en la Plaza Roja de Moscú, Pepe Oneto, Antonio Burgos, Manu Leguineche y quien escribe, acompañados de dos mujeres intérpretes, construimos una anécdota de tristeza. Una intérprete era fieramente comunista y se sentía traicionada por la «Perestroika» de Gorbachov. La otra vivía con ilusión la esperanza de la libertad. Habíamos soplado algunos tragos de vodka, y nos reíamos mucho con nuestros comentarios, que no le hacían ninguna gracia a la intérprete comunista. Se acercaron a nosotros dos soldados que hacían guardia en el mausoleo de la momia de Lenin. Se dirigieron a las intérpretes. «¿Qué quieren?», les preguntamos. «Quieren saber si algunos de ustedes desean comprarles los gorros del uniforme». Los vendían por 20 dólares. La intérprete soviética se sentía avergonzada. Dos soldados de guardia habían abandonado su puesto y ofrecían sus gorros por veinte dólares. Pepe Oneto y yo aceptamos la oferta. «¿Por qué han intuido ustedes que podíamos comprarles los gorros?». «Porque sabíamos que eran extranjeros, que no eran rusos. Ustedes se reían mucho, y los rusos no se ríen».
Gorbachov merece un análisis infinitamente más serio. Rusia es ahora, a pesar de Putin, más libre, si bien la libertad es patrimonio de los viejos tiranos comunistas y las mafias, también compuestas por miembros de la antigua KGB y altos mandos del PCUS. Gorbachov entreabrió las puertas de una libertad que, en su plenitud, se ha demostrado imposible de alcanzar en una nación que añora las migajas que el sistema repartía a sus ciudadanos a cambio de sumisión, obediencia y silencio. Todavía, en aquellos años, los rusos salían a la calle con bolsas y hacían cola para comprar lo que no sabían que vendían a la cabeza de la cola. Y en los Almacenes Gum, se mantenían los planes quinquenales. Aquel año, los trajes para hombres eran todos marrones. Los rublos que nos sobraban se los entregamos a las intérpretes, que compraron con ellos aparatos de teléfono y ollas express.
Rusia no se creía que la URSS se desmoronaba. Se le escapaba cada día un Estado invadido por los soviéticos. Estonia, Letonia, Lituania, Georgia, Ucrania, Chechenia, Azerbaiyán, Kazajistán Muchos soviéticos tildaron a Gorbachov de traidor. Para los rusos no comunistas, Gorbachov se convirtió en un héroe.
Para mí, que lo conocí durante dos horas, un personaje interesantísimo que sonreía y reía como un americano.

Más de Alfonso Ussía​

 

La duda es libre​

No me creo lo del atentado a Cristina Fernández de Kirchner, y me decanto por la posibilidad de un montaje
05/09/2022Actualizada 01:30
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«El Gobierno argentino toma la calle tras el atentado a Kirchner», se lee en la portada del diarioEl Mundo. «El Gobierno alienta las protestas en apoyo a Cristina Fernández de Kirchner tras el fallido atentado contra la vicepresidenta, acusada por corrupción», anunciaABC. Ignoro la interpretación de la noticia enEl País,PúblicoyLa Razón, periódicos de complicado acceso a mi hogar. La duda es libre. No me creo lo del atentado a Cristina Fernández de Kirchner, y me decanto por la posibilidad de un montaje. Al peronismo comunista le conviene, al Gobierno argentino le conviene, a Cristina Fernández de Kirchner le conviene, y al fiscal que pretende enchironarla le señala como un desalmado. Por otra parte, el fallido magnicida, un brasileño llamado Fernando Sabag, está muy bien elegido. Cuando el Príncipe heredero de Sarawak Mikunko Tafanoko, que reinaría años más tarde con el nombre de Tafanoko I, sufrió un atentado mientras compraba seis relojes Rolex en una joyería de Singapur durante un viaje privado, la Policía detuvo como principal sospechoso a un turista islandés, Vigdor Finboga, que pasaba por ahí de la misma manera que podía haber pasado por allá, e incluso, por acullá. Finalmente se supo que Mikunko Tafanoko, que no gozaba en exceso de las simpatías de sus compatriotas, se montó el atentado para elevar su popularidad y acusar a su hermano menor, Tananko Tafanoko, de intentar eliminarlo para ocupar su privilegiado lugar en la dinastía. Gracias a la intercesión de la madre de las criaturas, la Reina Dufuta Samakún y Pirolas de Segrelles –de madre natural de Sant Damiá del Maresme, y de la que se prendó el Rey Mikofandra V, abuelo de los niños–, el caso fue sobreseído por la Justicia de Singapur, si bien el pobre islandés que pasaba por ahí, de la misma manera que pudo pasar por acá, por allá o por acullá, pasó tres noches en un calabozo acusado de magnicidio terrorista. En la actualidad sigue internado en un Centro de Salud Mental de Keflavik, exclusivamente pendiente de la llegada de cada sábado, día en el que le cambian los globos para jugar.
Vamos a ver. Es mucha casualidad. Una pistola con cinco balas en el cargador que se encasquilla. Un tipo que se acerca a menos de un metro de distancia de su víctima rodeada de escoltas en una manifestación de miles de partidarios de la señora Fernández. Las calles de Buenos Aires a un paso de la extrema violencia. Espero no ser malinterpretado. De ser cierto que Cristina Fernández de Kirchner sufrió un atentado, se me antojaría una cobarde y repugnante vileza, pero de esta mujer se puede esperar cualquier cosa. Gracias a la presión de los suyos, que son muchos y están dispuestos a todo, ha salvado su excepcional patrimonio –hinchado durante el mandato de su esposo y el suyo propio–, y esquivado la acción de la Justicia. El Fiscal Alberto Nisman, que intentó su procesamiento, se «suicidó» pocos días después de hacer pública su determinación. Y lo que resulta más grave, concluyente y digno del mayor recelo. Es amiga de Pablo Iglesias y de Irene Montero, y en Podemos se siente una unánime admiración por ella y sus políticas, por llamarlas de alguna manera.
Llopis escribió una novela en la colección de la Editorial Janés El Monigote de Papel tituladaLo malo de la guerra es que hace ¡Pum!. Una tontería sonriente. De ser cierto que han intentado asesinar a Cristina Fernández, reciba toda mi solidaridad y alegría por haber salido con vida. Pero me encajan otras piezas. Como en la novela de Llopis, lo malo de las pistolas es que hacen «pum», exceptuando a las pistolas que no quieren hacer «pum» o están manipuladas para no hacerlo.
La duda, en España, todavía es libre.

Más de Alfonso Ussía​

 

Milagro en Pendes​

Mi caso no es verosímil, sino verídico. A mi agresor se le olvidó cargar la escopeta con el perdigón, en tanto que lo de la Kirchner fue una inocentada austral
06/09/2022Actualizada 01:30
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He decidido hacerlo público porque ningún medio de comunicación ha dado la noticia ni se ha interesado por ella. He sufrido un atentado en Pendes y estoy vivo de milagro. Pero, al revés que con Cristina Fernández de Kirchner, no he recibido ningún mensaje de solidaridad.
Sitúo a mis lectores. Superado el desfiladero de la Hermida rumbo a Potes, una señal indica el desvío a la derecha hacia Pendes y Cabañes, inicial plenitud de Liébana. Una carretera ascendente estrecha que va dejando atrás paisajes prodigiosos. De golpe, el castañar de Pendes. Un bosque con más de un centenar de castaños milenarios. Es habitual encontrarse allí con excursionistas nórdicos y un vendedor de quesos aficionado al cine español. Pero los seres vivientes que merecen la pena en aquel otero, desde el que se domina el nacimiento oriental de Liébana, son sus castaños. Allí me hallaba con cuatro grandes amigos, a los que renuncio a identificar por razones de seguridad. Y de allí, con los ojos hinchados de tanto admirar aquellos paisajes, tomaríamos el camino hacia Potes, y después de una visita al monasterio de Santo Toribio, donde se guarda la reliquia de mayor tamaño de la madera de la Cruz de Cristo, alcanzaríamos Camaleño y nos detendríamos en Cosgaya para disfrutar de un cocido lebaniego en El Oso de don Severo. De don Severo, sus maravillosas hijas y la sombra de Cari, ya en otras montañas más altas.
Pero fue en Pendes donde advertí que se encaminaba hacia mí un desconocido con una escopeta de perdigones. No me extrañó, por cuanto en Pendes es frecuente que me pidan autógrafos los portadores de escopetas de perdigones, por lo normal, argentinos o brasileños. Y cuando le estaba dedicando un libro al vendedor de quesos, que llevaba dos años esperándome en tan recóndita ubicación, noté el golpe frío del cañón de la escopeta en mi sien izquierda. Seguidamente, el sonido seco del aire comprimido al recuperar la libertad. Por fortuna, al chapuzas argentino-brasileño se le había olvidado cargar la escopeta con su perdigón correspondiente, y todo quedó en un susto. Un susto que afectó sobremanera al fallido criminal, que tiró al suelo la escopeta, el móvil, y un retrato del Che Guevara, y huyó haciendo croqueta sobre los prados descendentes. Lógicamente, yo seguí firmando autógrafos a los excursionistas nórdicos con la serenidad que siempre me ha caracterizado cuando intentan matarme con una escopeta de perdigones sin perdigón en la recámara. Y no dejamos ni un garbanzo, ni un vestigio de morcillo o morcilla en los platos de El Oso.
Pero exijo más interés social por mi caso y menos condenas por el de la Kirchner que, al fin y al cabo, ni fue atentado ni su presumible e impostor agresor le deseaba el mal, sino todo lo contrario. Se han publicado diferentes fotografías en las que se demuestra la cercanía anímica del brasileño con la ladrona preantártica. Se trató de un montaje muy chungo, aunque insistan en dramatizar los partidarios de la actriz principal de la escena. Llevo siete horas sentado a las puertas de mi casa aguardando mensajes de solidaridad y no he recibido ninguno. Se oye el motor de un coche o de una moto y pasan sin detenerse. Mi caso no es verosímil, sino verídico. A mi agresor se le olvidó cargar la escopeta con el perdigón, en tanto que lo de la Kirchner fue una inocentada austral. Pero no todos somos iguales, y ese detalle, nada insignificante, ha herido mucho mi sensibilidad.
Aparte del susto, claro, que no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
Allí ocurrió. En Pendes, junto a Cabañes, en el valle de Liébana.
Me salvé por los pelos. Y la gente, a lo suyo. Decepción dolorosa.

Más de Alfonso Ussía​

 

La diadita​

De una trifulca de pretendientes a la Corona de España, si bien Felipe V ya estaba coronado, nace el republicanismo del nordeste, lo cual se me antoja un acusado desvío de la seriedad histórica. Casanova, ilustre jurista, y partidario del Archiduque, apenas sufrió represalias
07/09/2022Actualizada 01:30
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El independentismo se prepara para celebrar la Diadita, que este año se aventura más de andar por casa, más familiar. Se trata de una celebración de gran originalidad. Se conmemora una derrota, y se depositan ramos de flores al pie del monumento a Casanova, que fue un patriota español. El presidente de la Generalidad de Cataluña no acudirá en esta edición por el protagonismo de la ANC. Los de Juntos, se lo están pensando. No se llevan bien las familias del independentismo catalán. El independentismo catalán es como una familia cualquiera peleada por la herencia. Todo son intereses. Lo que se celebra es la rendición de una guerra monárquica. Perdieron los partidarios del Archiduque Carlos y vencieron los del primer Rey Borbón, Felipe V, creador de los Mozos de Escuadra. Y de una trifulca de pretendientes a la Corona de España, si bien Felipe V ya estaba coronado, nace el republicanismo del nordeste, lo cual se me antoja un acusado desvío de la seriedad histórica. Casanova, ilustre jurista, y partidario del Archiduque, apenas sufrió represalias. Pudo seguir ejerciendo con total libertad su profesión y jamás renegó de su Patria, España.
Para mí, que la Diada está mal elegida. Si yo tuviera influencia, cambiaría de fecha. Por ejemplo, el 17 de agosto, que según tengo entendido es el día en el que firmaron el acuerdo el Barcelona y el Bayern de Munich por el que Lewandowsky pasó a pertenecer al club de las palancas. Se festejaría una victoria milagrosa, no una derrota humillante.
Pero no me siento autorizado para proponerlo. Me llamaríanbotifler, lo cual, con independencia de su significado, me importaría un rábano. Es lo que teme el presidente de la Generalidad, que le diganbotifler, como si tal apelativo tuviera importancia.Botifleres el tendero, aunque también se traduce por «mofletudo». En el interesante libro de entrevistas de Salvador Pániker «Conversaciones en Cataluña· (Kairós, 1969), el gran escritor José –«Josep»-, Pla, el irónico y magistral ampurdanés, se refiere a la independencia de Cataluña. Le dice a Pániker que Cataluña es la tienda y el resto de España es el cliente. Y que la tienda no puede sobrevivir sin su mejor cliente». Las cosas son así de sencillas, aunque Pilar Rahola se indisponga ante tan evidente nimiedad. Es cierto que desde 1969 al día de hoy han cambado mucho las cosas. El resto de España no depende ya de la tienda, porque produce lo suficiente, pero ese detalle no viene al caso porque nada tiene que ver con la Diada.
Siempre, desde niño, he sido afectuoso y sosegado. Me molestan mucho las peleas familiares. Y más aún, si las familias se enfrentan por herencias que no les corresponden. Cataluña no pertenece ni a «Junts», ni a ERC, ni a la ANC. Pertenece a todos los catalanes, y por extensión, a todos los españoles. Otra cosa es la herencia de los Pujol, que han demostrado un comportamiento familiar ejemplar en el reparto del testamento del abuelo. Todos para uno y uno para todos, como los tres mosqueteros, que fueron cuatro. Y creo que los catalanes independentistas harían bien en no pelearse por una quimera. Y para colmo, aprovechando una derrota para tirarse los trastos a la cabeza. Las derrotas se curan con el tiempo, no festejándolas con irascibilidad y destemplanza.
En fin,nens Feliz Diadita.

Más de Alfonso Ussía​

 

El héroe​

Pablo no contrató a ninguna empresa de seguridad y alarma. Con los treinta guardias civiles se sentía moderadamente seguro​

09/09/2022Actualizada 01:30
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Se fue fracasado en la política, a pesar de representar el heroísmo social. Y nos lo ha dicho a todos los que tenemos contratado un servicio de alarma y seguridad en nuestras casas. Somos tan egoístas que no hemos sabido asimilar las ventajas del futuro. No admitimos que unos bondadosos extraños ocupen nuestras casas y se apoderen de nuestros bienes. En prisión se halla un precipitado anciano que impidió a tiros que un cliente de Open Arms accediera a su hogar sin su autorización. Este hombre mayor se ha negado a analizar las bondades y ventajas de la ocupación hogareña. Y el juez o la juez ha decidido que se consuma en la cárcel, y viva como preso preventivo los últimos tiempos de su vida. Por empecinado. Por no recibir con los brazos abiertos a quien sólo pretendía hacerse cargo de sus bienes, dormir en su cama, y disfrutar de su pequeño jardín siempre que, como propietario terrateniente, siguiera pagando los plazos de la hipoteca. Que en ese aspecto, los bancos son más rigurosos que los jueces, y un impago hipotecario les anima a actuar con prontitud aunque la casa, los muebles, los bienes y el jardín hayan sido ocupados por un modélico ejemplar de la apropiación del bien ajeno. Por ello, el héroe nos lo ha dicho a la cara, sin tapujos. Que todos los propietarios de una casa, aunque sólo sea una casa, la nuestra, que hayamos cometido la insolidaridad de contratar a una empresa de seguridad e instalado un sistema de alarma en nuestros hogares, somos de ultraderecha. En mi caso, además, la contratación ultraderechista la formalicé, años atrás, con la empresa mencionada por el héroe social. Securitas Direct. Y, claro está, me siento avergonzado.
El héroe vivía en un piso de Vallecas. Se enamoró de una chica que trabajó durante unos meses de cajera y que compartía sus ideales políticos, entre ellos, la abolición de la propiedad privada. A ella le agobiaba el piso, y necesitaba la inmediatez de espacios verdes, árboles frondosos y horizontes de ensueño. Todo esto, con anterioridad a ser vicepresidente del Gobierno y encajar a su tronca como ministra de ese mismo gabinete. Y como el comunismo y la pobreza no siempre van de la mano, adquirieron en La Navata, término de Galapagar, a pocas decenas de metros del Parque Nacional del Guadarrama, un modesto chalé con un recoleto jardín y una hermosa piscina. Y no contrató a Securitas Direct. Exigió que su hogar, sus bienes, su jardín y su piscina fueran custodiados por una pareja de la Guardia Civil. Instalaron una caseta chunga, fría en el invierno y bochornosa en el verano, y cada ocho horas los guardias civiles cumplían su servicio y eran relevados por otra pareja, con vigilancia durante los siete días de la semana las veinticuatro horas de cada jornada. Los guardias civiles, en caso de experimentar una necesidad biológica, se las tenían que arreglar a su manera, porque los dueños del chalé no deseaban intrusos en su casa. Y cuando él fue nombrado por el chulo supremo vicepresidente del Gobierno, y ella, mujer de gran preparación intelectual y rebosada simpatía, recibió el merecido premio del Ministerio de Igualdad, Sexos y Cochinaditas, su hogar fue custodiado por treinta guardias civiles, que por orden del ministro del Interior, cortaron la calle donde se ubica el chalé y obligaba a los vecinos de la calle a identificarse para poder acceder a sus hogares. Pero no contrató a ninguna empresa de seguridad y alarma. Con los treinta guardias civiles se sentía moderadamente seguro.
La suerte de los millonarios, que no deploro ni envidio. Es más, la comprendo. Sucede que treinta guardias civiles para cada hogar español son muy difíciles de reunir. No hay tantos. De ahí que los de ultraderecha nos veamos inducidos a contratar empresas de alarmas. Que sí, que está mal, porque ya nada nos pertenece y la propiedad sólo se respeta y se custodia si el propietario es comunista. Que ellos son héroes y los que contratamos alarmas, unos desalmados. Pero en el fondo, muy en el fondo, algo de razón y más de un motivo tenemos a nuestro favor. Razones y motivos de ultraderecha, pero a falta de 30 guardias civiles, 30 servidores públicos concentrados en una sola casa, para impedir que nos quiten nuestra propiedad, los de ultraderecha tenemos que recurrir a las alarmas.
Y aguardar acontecimientos, claro. Y si vienen a ocupar nuestras casas, abrazar a los invasores y no ponerles pegas ni obstáculos. De hacerlo, la cárcel nos aguarda.
Es usted un héroe, Pablo.

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Algo es algo​

Pero la gran sorpresa no ha sido otra que descubrir lo muy monárquico del Reino Unido que es nuestro periodismo. «La Reina Más Grande». Desprecio al Rey Juan Carlos, distancia con el Rey Felipe VI, y entusiasmo con la Corona británica
10/09/2022Actualizada 01:27
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El fallecimiento en Balmoral de la Reina Isabel II del Reino Unido y de Irlanda del Norte nos ha deparado una sorpresa. Que el periodismo español es profundamente monárquico de Inglaterra. Es cierto que la Reina Isabel II ha sido excepcional. Reina de rebote, hija del prematuramente fallecido Jorge VI, Rey por la renuncia de su hermano, el flojo y memo Eduardo VIII, que cedió sus deberes por su matrimonio con una americana horrorosa. Setenta años reinando. Tuvo la fortuna de tener en sus inicios como primer ministro a Winston Churchill, quizá el más grande de los políticos europeos del siglo XX. Reina siempre en su sitio, y como titula Tom Burns Marañón en su artículo de El Mundo, «La Corona por encima de todo, incluso de sí misma». Zozobras familiares. Enamorada hasta sus reales cachas de su marido, el duque de Edimburgo, de quien se contaban frecuentes amoríos. «No le he pedido nunca a mi marido fidelidad, sino lealtad». Su peor momento coincidió con el estallido del histerismo folclórico del pueblo tenido como el más flemático del mundo. La muerte de la bella y frívola Diana de Gales, que jamás encontró su sitio. Su frase «mi matrimonio es cosa de tres», durante su famosa entrevista, adornándola con su expresión de bondad e inocencia, alcanzó las cumbres del cinismo, por cuanto se olvidó de sumar a esos tres a sus amantes. La prensa monárquica española, es decir, toda la prensa, monárquica de la Gran Bretaña, coincide en elevar a Isabel II a la cima de la historia. «La Reina Más Grande. Isabel II». Nosotros tuvimos una Isabel I que cambió al mundo y lo ensanchó. Isabel I de Castilla, León y Asturias, Reina consorte de Aragón. Para mí, escrito con humildad, la más grande Reina de la historia universal. Y tuvimos una Isabel II, si bien no es comparable con la recientemente fallecida. Pero nadie puede negar a Isabel II de España, y a su padre felón, Fernando VII, la creación del Patrimonio Nacional, por la cual todos los bienes de la Corona, palacios, joyas, y obras de arte, pasaron a pertenecer a todos los españoles, entre ellos la Colección Real de Pintura, la que hoy asombra al mundo desde el Museo del Prado. Y también nos adelantamos en Carlos III. Por buen Rey que sea Carlos III del Reino Unido, no creo que pueda superar a nuestro Carlos III, el más culto, sabio y avanzado monarca de nuestra historia.
La Reina Isabel II, repito, ha sido una Reina extraordinaria, excepcional y ejemplar. Cuando cumplió sus primeros cincuenta años de reinado, se publicó en ABC un artículo muy divertido de un alto miembro de su corte. Escribía que pocas semanas después de su jubilación, falleció su mujer. Y recibió un tarjetón manuscrito de la Reina: «He sentido mucho el fallecimiento de su esposa, a la que recuerdo con mucho afecto. Isabel R». Unos meses más tarde, murió Pitty. Pitty era un perro que la Reina le había regalado. Y no recibió un tarjetón de pésame, sino una carta de tres folios expresándole su dolor. Efectivamente, no se entiende la figura, el paisaje humano de Isabel II, sin sus perros. «Soy la primera Reina que sé conducir». Y conducía. Sin carné, claro, porque nadie en el Reino Unido estaba autorizado a examinar a la Reina.
Fue la estadista cumplidora de sus deberes, y su figura va mucho más allá de la política. Convirtió la Monarquía en uno de los grandes reclamos turísticos de la isla. Desde los 26 hasta los 96 años fue Reina antes que mujer. Visitó en diferentes ocasiones todos los países de la Commonwealth, consecuencias del imperio británico. Siendo Rey de España Don Juan Carlos I, rindió visita a nuestro país y manifestó su entusiasmo por haberlo conocido. Don Juan me contó un episodio del Rey Juan Carlos en su juventud.
Por aquello de Gibraltar y la rivalidad histórica de España e Inglaterra, Don Juan Carlos no se afanó en aprender inglés. Hablaba un francés perfecto, pero el inglés lo tenía muy descuidado. En un viaje familiar a Londres, la Reina Isabel convidó a su primo Don Juan y a su sobrino Don Juan Carlos a comer en Buckingham, con otros miembros de la Familia Real. «Sienta a tu lado a mi hijo, y habla con él sólo en inglés». El que sería Rey de España lo pasó tan mal en aquella ocasión, que nada más llegar a Estoril triplicó sus horas en el aprendizaje del inglés, que terminó dominando a la perfección.
Pero la gran sorpresa no ha sido otra que descubrir lo muy monárquico del Reino Unido que es nuestro periodismo. «La Reina Más Grande». Desprecio al Rey Juan Carlos, distancia con el Rey Felipe VI, y entusiasmo con la Corona británica.
Bueno, pues algo es algo.

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Agendar​

Sánchez se ha encargado un nuevo frac o un remozado chaqué, uno y otro con pantalones pitillo, y ella un vestido de luto con la falda 'evasé', que le ha recomendado el modista de Yolanda Díaz
11/09/2022Actualizada 01:30
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Agendar, verbo horrible. Muy usado por los cursis de las izquierdas, los cursis de las derechas, periodistas, políticos y ejecutivos agresivos. De siempre he sentido repulsión por las agendas. Me agendo fatal. Durante muchos años, en Navidad, he recibido agendas de regalo. Las mejores, las de Phillip Morris, encuadernadas en cuero y con las iniciales del beneficiado en seco. Usaba y consultaba mi agenda hasta el 25 de enero, como máximo. Y en el listín telefónico jamás superé la C.
-Apunta mi teléfono para agendarme– me animaba un amigo que se apellidaba Domínguez.
-No puedo, sólo apunto los teléfonos hasta la C. Te agendo el año que viene.
Guardo mis agendas y todas ellas, a partir del 25 de enero, están garabateadas de pensamientos, reflexiones, frases y poemas. Y de compromisos en clave. En la de 1999, y correspondiente al día 8 de abril, apunté: «Comida en José Luis con PFG, GRR, y PUS». Lógicamente, no acudí. Comer con PUS me daba bastante asco. En fin.
Pero la modernidad intenta obligar a la gente normal a agendarse. La Real Academia Española no reconoce el verbo «agendar», al menos en su vigésima segunda edición (2001). Terminará por incluirla en su diccionario para satisfacer a los agendados y agendadores. El Chulo Supremo, el presidente del Gobierno, ha suspendido su brillante plan de reencuentro con la calle, con la gente. Entre el fracaso en el barrio sevillano de Pino Montano, y el ridículo de su reunión con cincuenta gentes elegidas por Bolaños en la Moncloa, toda la programación se ha ido al garete por «problemas de agenda». Mucho tiene que ver con ese problema de agenda la pancarta «Que te vote Txapote», mensaje que ha dado la vuelta al mundo coincidiendo con el aniversario de la hazaña de Juan Sebastián de Elcano. Ya ni pisa la calle, porque su agendador le ha recomendado que siga volando, que la gente no vale un pimiento y que más pancartas con el mensaje «Que te vote Txapote», pueden reducir el entusiasmo de los votantes socialistas, con o sin pesebre.
Hoy intentan agendar el Chulo Supremo y Napoleonchu su asistencia al funeral en Westminster de la Reina Isabel II. Los Reyes asistirán especialmente invitados, pero el protocolo de los Windsor aún no ha decidido donde ubicar, dentro de la Abadía, a Sánchez, su señora Gómez, y su ministrillo Albares. Por si acaso, Sánchez se ha encargado un nuevo frac o un remozado chaqué, uno y otro con pantalones pitillo, y ella un vestido de luto con la faldaevasé, que le ha recomendado el modista de Yolanda Díaz, que se está forrando con la tucana. Desde que un tal Jorge Javier Vázquez ha hecho pública su decisión de votar al Chulo Supremo por guapo, en el PSOE se han abierto las puertas del optimismo.
El optimismo cara a las elecciones, está agendado. Pero algo les preocupa. Los británicos tienen un desarrollado sentido del humor. Son como son, pero el humor lo bordan. Y a Sánchez, su señora Gómez y al ministrillo Albares, les preocupa todo aquello que no pueden controlar. Y han sabido, que el Duque de Westminster y el Duque de Wellington –también Duque de Ciudad Rodrigo–, que mantienen una estrecha relación con España, pueden estar preparándole una encerrona. La ceremonia se retransmitirá en directo con imágenes de la BBC. Esas imágenes serán aprovechadas por las cadenas televisión españolas, públicas o privadas del Gobierno, como las de Mediaset y Atresmedia, La Sexta y Antonia-3. Y claro, llegar a la Abadía de Westminster, muy detrás de los Reyes de España, y encontrarse con dos duques ingleses conllevando una gran pancarta escrita en español con el lema «Que te vote Txapote» no les hace excesiva gracia. Y por ese motivo, igual que con la suspensión de pisar la calle y reunirse con la gente, es posible que renuncien al regio funeral, por «no tenerlo previamente agendado». Porque en la agenda de Sánchez se lee: «19 de septiembre de 2022. San Jenaro de Nápoles, San Acucio, Mártir, San Alonso de Orozco, San Carlos Hyon Song-Mung –un santo muy raro–, y San Ciriaco. Y con la firme grafía de la asesora agendadora, el siguiente compromiso: «Viaje a Lanzarote con las niñas y las amigas de las niñas hasta el 24 de septiembre, Nuestra Señora de la Merced, San Anatolio de Milán, San Gerardo y San Lupo». Y subrayado: «Es muy posible que nos acompañe el Padre Ángel».
Y lo agendado no se desagenda. Es decir, que no van a Londres. Que te vote Txapote, Monigote.

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Comentarios​

No respondo a ninguno de mis lectores por no hacer desaires ni distingos. Uno de ellos, me corrige siempre que escribo «Juan Sebastián de Elcano»​

12/09/2022Actualizada 02:49
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Leo los comentarios que provocan mis artículos en el Debate. No respondo a ninguno de mis lectores por no hacer desaires ni distingos. A todos les agradezco su interés y su cortesía. Hay, entre ellos, alguno que no me traga, partidarios entusiastas del Régimen anterior, que no es precisamente el objetivo de mis críticas. Uno de ellos, me corrige siempre que escribo «Juan Sebastián de Elcano», que así se llamaba nuestro héroe común y así se denomina el bergantín y buque-Escuela de la Armada Española. En el norte de España, muchos apellidos hidalgos llevan la preposición «de», correspondiente al lugar de origen. Mi apellido es «de Ussía», y así firman y lo mantienen mis hermanos, pero yo prescindí del adorno porque me resultaba más cómodo y menos pretencioso. Don Blas, otro héroe guipuzcoano, no se llamaba Blas Lezo, sino Blas de Lezo, y lo mismo sucede con Juan Sebastián Elcano, que era «de Elcano», ahora eusquerizado por el nacionalismo con la «k» en lugar de la «c». Le dicen «Elkano» para hacerlo más vasco, lo cual se me antoja una supina gilipollez. El viejo vascuence, dividido en sus siete dialectos, fue un lenguaje ágrafo hasta el siglo XVII, y la «k» sustituyendo a la «c», una ocurrencia del vizcaitarrismo –«bizkaitarrismo, ahora–, de Sabino Arana, es decir, del cercano siglo XIX. En el lenguaje verbal, es habitual referirse a Juan Sebastián Elcano, pero en el escrito, lo correcto es “de Elcano», como de Lezo, de Areilza, o de Loyola, puntualizando el origen de hidalguía. El fundador de la Compañía de Jesús no fue Iñaki Loyola – ahora «Loiola»–, sino Ignacio o Íñigo de Loyola. Mas o menos.
Ayer escribí de las agendas, y especialmente de la agenda cambiante del Chulo Supremo. Y del incorrecto verbo «agendar». Escribí que «agendar» no está admitido en el Diccionario de la Real Academia Española, después de consultar con mi volumen correspondiente a la vigésima primera edición, la correspondiente a 2001. Posteriormente consulté con mi diccionario de la edición siguiente y última, la vigésima cuarta, editada en 2014 en homenaje al tercer centenario de la Real Academia, fundada durante el reinado de Felipe V. Y tampoco aparece «agendar», a Dios gracias. Pero mi apreciado lector «Gonvado», cuyo avatar muestra a un héroe de ficción compartido, el capitán Haddock de Hergé, y que es un lector ponderado, culto, educado y certero que más de una vez me ha soplado en las orejas, advierte de mi error y transcribe las acepciones de la RAE del verbo «agendar». Tengo mala suerte. En mi biblioteca se juntan ocho ediciones diferentes del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española. Y en ninguno de ellos, aparece «agendar». Ni en la edición del tricentenario de 2014. Me han vendido, pues, volúmenes incompletos. Soy tan pelmazo, que me gusta leer los diccionarios, y gracias a ello y a Mingote, que trasladó mi queja, figura –al fin–, en el diccionario de la RAE el pato malvasía –0xyura leucocephala–, una anátida que sólo se encuentra en los humedales del sur de España y Portugal. Antonio Mingote, por encargo del pato, me envió un precioso dibujo en el que uno de ellos, sobre la cubierta del diccionario me lo agradece: –Gracias, don Alfonso, por haber conseguido que me incluyan en este libro tan gordo–. Pero en mis volúmenes, señor «Gonvado», y lo siento en el alma, no aparece el verbo «agendar». Y como soy muy antiguo, hasta que no se registre en las futuras ediciones impresas, voy a seguir insistiendo en su impostura. No obstante, a todos, mi profundo agradecimiento, exceptuando al manipulador nacionalista que no se identifica.
Y como es de rigor, bueno es cerrar este texto con la frase del año: «Que te vote 'Txapote'».

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Incumplimientos​

Entre Barcelona y sus entornos viven más de cinco millones de habitantes, la mitad de ellos inmigrantes muy entusiastas y partidarios del Archiduque, según se aprecia en los documentos gráficos y vídeos del reivindicativo mosqueo
13/09/2022Actualizada 01:30
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Un año más no pude, por tener «agendado» un compromiso previo, acudir a la hermosa y españolísima fiesta de la Diada. Me interesa mucho esa fiesta, como todo lo extravagante. Una celebración festiva en la que la totalidad de sus participantes se muestran profundamente cabreados merece ser disfrutada. Es como si en un entierro todos los deudos, vestidos de riguroso luto, se lanzan a bailar sevillanas de Los del Río cuando los sepultureros descienden el ataúd hacia la definitiva soterra. Resulta que mi compromiso «agendado» era de imposible escaqueo. Acepté tres meses atrás ser el presidente del jurado del Campeonato del Mundo de ovejas churras, que se celebra cada cuatro años –como el de Fútbol o los Juegos Olímpicos–, en la localidad de Salvanueva de los Infantes, límite de las provincias de Valladolid y Palencia. La victoria y medalla de oro le correspondió a la oveja «Lirio Blanco» del rebaño de Cabaña de Virtus –Burgos–, después de una reñida final con «Espejita», del rebaño de Almuradiel –Ciudad Real–, estupenda oveja pero con peor balido que la vencedora. Y así, entre pitos y flautas, me resultó imposible aceptar la invitación de mi amiga Laura Borrás para disfrutar in situ del enojo, amargura y cólera de la simpática efeméride barcelonesa. Me sucedió algo parecido con la gala de los Premios Goya de la Academia del Cine Español. Tuve que declinar la invitación de los Bardem, Almodóvar y Trueba por haberme comprometido a romper la piñata en la fiesta de «cumple» de mi sobrina Araceli, que es un sol de niña, amén de afanosa y cumplidora de sus deberes colegiales, y otro sí, siempre dulce y aseada.
Pero he seguido la Diada por las redes sociales y algunos periódicos. Y la verdad es que me he perdido un espectáculo difícil de igualar. No hay fiesta más original en el mundo. Lo celebran los separatistas catalanes depositando flores en el monumento de un patriota español, Rafael de Casanova, monárquico partidario del Archiduque Carlos. Los vencedores fueron los leales a Felipe V, primer Borbón en el trono de España, que contaron en sus filas con el duque de Berwick y Blas de Lezo, entre otros. El duque de Berwick en la actualidad es mi amigo Carlos Stuart, duque de Alba, y como aquello se trató de una guerra entre monárquicos españoles, propongo que la Diada se celebre desde el próximo año en Madrid y la ofrenda floral tenga lugar en el precioso Palacio de Liria, sito en la calle de la Princesa, que sería lo justo y necesario. Por lo menos habría menos violencia entre los partidarios de los derrotados, que no se soportan. Trastazos, soplamocos, insultos, berridos, coscorrones, zambombazos, pedradas, patadas, moretones, magulladuras y así se celebra la fiesta. Por otra parte, en Madrid la gente se viste mucho mejor, y en caso de existir camorra y violencia, es más agradable ver a dos energúmenos dándose de collejas con chaqueta y corbata, que uniformados de negro o con el torso desnudo, lo cual resulta una ordinariez. Muy de pueblo en el estío, pero muy ordinario y aldeano, escrito sea con el mayor respeto. Para colmo, la afluencia fue escasa y el entusiasmo descriptible. En el decenio de los 50, el Ayuntamiento de Guadalajara incluyó en su programación festiva un importante acto cultural. Una conferencia de César González Ruano. Se habilitó el salón de actos del Casino y se añadieron trescientas sillas supletorias para acomodar a la muchedumbre ávida de oír la charla del gran escritor. Llegada la hora de inicio del acto, habían ocupado sus asientos catorce personas. Iniciada la charla, se contaron diecisiete, a las que había que restar los seis familiares de don César que le habían acompañado desde Madrid. Ruano se lo comentó al alcalde: «Mi presencia en Guadalajara ha despertado un entusiasmo descriptible». Procedió a dar la charla, cobró un dineral y volvió a Madrid con el bolsillo caliente.
Entre Barcelona y sus entornos viven más de cinco millones de habitantes, la mitad de ellos inmigrantes muy entusiastas y partidarios del Archiduque, según se aprecia en los documentos gráficos y vídeos del reivindicativo mosqueo. Si no es por éstos últimos, se podría afirmar que la presencia de barceloneses en la Diada fue excesivamente descriptible. Me dispongo a llamar al presidente de la Generalidad de Cataluña, que se borró de la fiesta, y a Laura Borrás, la enérgica representante de la fregona de Waterloo, para que cambien la fecha y el espíritu de la Diada. A trompazos entre ellos, la única diversión festiva la tenemos los que no somos como ellos.
Y lo propongo con sencillez y la buena intención que me caracteriza.

Más de Alfonso Ussía​

 
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