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El reloj​

El provocador, el responsable del robo, no es otro que Lewandowski, por llevar un reloj tan caro, rumboso y apetecible en Barcelona
20/08/2022Actualizada 01:25
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Es agradable –agradapla– instalarse en Barcelona, acudir puntualmente al trabajo –en su caso, el entrenamiento futbolístico–, detenerse ante unos forofos que le solicitan selfies y autógrafos, consultar la hora y apercibirse de que te han robado el reloj y el móvil. El reloj, un Patek Philippe valorado en 70.000 euros, 18 millones de pesetas. Una muestra más de la deliciosa tranquilidad que se respira en la ciudad que ha destrozado Ada Colau, el podemismo y el independentismo. Se me antoja que Lewandowski, el fichaje estrella del nuevo Club de Fútbol Barcelona de Roures, va a añorar Múnich con parecida nostalgia que Heidi a las montañas, al abuelo, a Pedro, Niebla, y las cabritas, por este orden. Y no ha tenido tiempo todavía para saludar a Laura Borrás, a Pilar Rahola, y al imbécil de la camisa lila que se declara víctima del terrorismo del Estado Español. Al menos, las dos primeras no se dedican a robar relojes por las calles, ejercicio y habilidad que abundan desde Las Ramblas a la Diagonal.
La prensa deportiva –y la de sucesos– afincada en Cataluña ha concedido muy poca importancia a la chocante experiencia vivida por Lewandowski, y no le han preguntado nada al respecto. Un periodismo más independiente le habría enviado un entrevistador con la siguiente pregunta: «¿Qué le ha parecido Barcelona?»; y Lewandowski, que es polaco, y por lo tanto valiente, podría haber respondido. «Una ciudad muy acogedora, limpia y con un ambiente muy sereno. Eso sí, me han robado el reloj, el móvil y me han herido en la cabeza, lo cual no es destacable –dastacapla–, porque eso puede suceder en cualquier lugar»; «¿Le robaron en Múnich o en Dortmund el reloj, el móvil y le sacudieron en la cabeza?»; «No puedo responder. Los nuevos dueños del Barcelona, Spotify y Roures me han pedido que me centre exclusivamente en el balón –lapilota– y huya de las anécdotas».
Se celebraba una cena de Estado en el Palacio Real. Fueron invitados el, por aquel entonces, Muy Honorable Presidente de la Generalidad de Cataluña, Jordi Pujol, y su encantadora esposa, Marta Ferrusola. Se sirvió la cena con la cubertería de vermeil –plata bañada en oro–, de Carlos III. De postre, helado. Durante los discursos y brindis de rigor, un teniente coronel, ayudante del Rey Don Juan Carlos I, reparó en un detalle de alta extravagancia. Le pareció ver que la cucharilla de vermeil correspondiente al lugar que ocupaba el señor Pujol, había desaparecido. Se lo comunicó al Rey. Finalizada la cena, Don Juan Carlos se dirigió a Pujol con su habitual cordialidad. «Tengo un disgusto grande. Me han dicho que ha desaparecido una cucharilla de la cubertería de Carlos III»; «Intolerable –intularapla–», comentó Pujol. La cucharilla sigue desaparecida. Algún despistado que se la metió en el bolsillo y olvidó devolverla. Cosas que pasan en las visitas oficiales. La joven esposa de un maduro presidente mexicano, se llevó un piano del Palacio de El Pardo, perfectamente embalado, y parte de la comitiva del Rey Hassán de Marruecos, asó un cabrito sobre una alfombra de la Real Fábrica de Tapices. «Si eso pasa en las alturas, ¿qué pasará en las bajuras?», se preguntó rimando Antonio Mingote cuando supo de estos casos.
Lo del reloj de Lewandowski hay que analizarlo desde la más absoluta normalidad –normalitat–. El provocador, el responsable del robo, no es otro que Lewandowski, por llevar un reloj tan caro, rumboso y apetecible –apatasipla– en Barcelona, que se ha convertido en una gran urbe de muy limitada seguridad desde que los barceloneses, muchos de ellos de lagauche divine millonaria, votaron y eligieron libremente a su alcaldesa. Pero todo ello, no excluye, –culpabilidad aparte–, que Lewandowski se pueda sentir melancólico pensando en la capital de Baviera, Múnich, esa ciudad tan extraña en la que los futbolistas firman autógrafos, se hacen selfies y no les roban el reloj, ni el móvil, ni los hieren en la cabeza.
Las cosas como son.

Más de Alfonso Ussía​

 

Protocolo de San Jaime​

Ayer mencionaba una anécdota de Pujol. Hoy, para sonreír un poco, voy a narrar dos, relacionadas con el protocolo gastronómico nacionalista
21/08/2022Actualizada 01:25
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El Palacio de la Generalidad, sito en el corazón del distrito de Ciudad Vieja de Barcelona, en la plaza de San Jaime, es un bello edificio gótico, cuya construcción se inició en 1400 y fue inaugurado en 1619. Se ubica enfrentado al Ayuntamiento de Barcelona. Su interior es sinuoso y desconcertante, consecuencia de su construcción en tres siglos diferentes, por cuanto 1.400 no es el primer año del siglo XV, sino el último del XIV.
Ayer mencionaba una anécdota de Pujol. Hoy, para sonreír un poco, voy a narrar dos, relacionadas con el protocolo gastronómico nacionalista.
ABC proyectó afianzar su presencia en Cataluña. Era presidente de Prensa Española el viejo Patrón, Guillermo Luca de Tena, y su Director, Luis María Anson, sin acento en la «o», como a Luis María le gusta. Pujol, algo escamado, quiso saber del proyecto y organizó en el Palacio de San Jaime una comida al respecto. Los invitados: Guillermo y Catalina Luca de Tena, Luis María Anson, el Delegado de ABC en Cataluña, Tomás Cuesta, Antonio Mingote y el arriba firmante.
Antonio y el arriba firmante presentábamos en Madrid la víspera del encuentro un libro al alimón, y no pernoctamos en Barcelona. Volamos a primera hora en el Puente Aéreo. En aquel tiempo, el genial Antonio era bastante comilón, y su mujer, Isabel, le había impuesto una dieta muy rigurosa que administraba ella. En los restaurantes, Antonio preguntaba a su mujer «Isabel, ¿qué me apetece comer hoy?». Y ella elegía.
En el antiguo Ritz –hoy Palace–, de Juan Gaspart, nos esperaban los Luca de Tena, Anson y Cuesta. Y de ahí, partimos hacia la sede de la Generalidad. Antonio estaba famélico. Nos recibió Pujol con unas copas de cava, que aceptamos con cortesía y desagrado, sin apenas probarlo. Y el aperitivo constaba de piñones, avellanas, almendras y aceitunas con hueso. Inesperadamente, apareció un mayordomo con una bandeja de jamón. «¡Jamón, por fin!», me susurró Mingote. El mayordomo posó la bandeja de jamón en los dominios de Pujol, y Pujol se comió todo el jamón. «¡Qué tío! ¡El jamón era para él! ¡Y se lo ha zampado!», comentó Mingote en voz piana a punto del desfallecimiento. La Comida no estuvo mal, pero Pujol insinuó que no le parecía interesante que la presencia de ABC en Cataluña, especialmente en Barcelona, aumentara en tirada e influencia. De vuelta a Madrid, Antonio y el arriba firmante nos plantamos en «Hevia» y nos trajinamos una ración de jamón de Jabugo en taquitos, mientras Mingote, siempre medido y respetuoso en sus expresiones, recordaba la escena del jamón de Pujol sin prudencia ni medida. –¡Y el pájaro se comió el jamón en nuestras narices! ¡Qué forajido!–. –No le concedas importancia, Totón –así le llamaba-, será parte del protocolo de la Generalidad-.
Semanas antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, que resultaron maravillosos, que crearon una ciudad insuperable y por los que toda España contribuyó con generosidad y orgullo, el matrimonio Pujol invitó a almorzar a un selecto grupo de miembros del Comité Olímpico Español. A la derecha de doña Marta Ferrusola se sentó Ferrer Salat, presidente del COE, y a su izquierda, Alfredo Goyeneche, Conde de Guaqui y Marqués de Artasona, vicepresidente del COE y primo político del arriba firmante, por su matrimonio con mi prima más guapa, Cristina Marsans, hija de Enrique Marsans, pionero en España del esquí alpino y propietario de la mejor agencia de viajes española, «Viajes Marsans», además de barcelonés profundo. Doña Marta hablaba con Ferrer Salat en catalán, y al fin, se dirigió, también en catalán al Conde de Guaqui. –Señora Pujol, soy donostiarra y madrileño, me encantaría poder hablar con usted en catalán, pero no tengo la fortuna de saber hacerlo–. Entonces, doña Marta comprendió la situación. –En tal caso, hablaremos en francés.
Alfredo Goyeneche, un señor como la copa de un pino y perfectamente educado, no respondió, se levantó de la mesa, abandonó el comedor, abandonó el Palacio de San Jaime, pidió un taxi, y le pidió al taxista que le llevara hasta el restaurante «Via Veneto» en la calle Ganduxer. Y allí comió en soledad, maravillosamente bien, pidiendo al «Maitre» sus platos preferidos en español, y sin necesidad de hablar en francés con una señora española bastante ineducada. Cuando me lo contó, le dije lo mismo que a Antonio Mingote: –No le concedas importancia, Alfredo, será una norma de protocolo de la Generalidad, la de hablar en francés con los españoles–.
Cierto, verídico y modestamente, bien contado.

Más de Alfonso Ussía​

 

Operación Estoril​

Si el compromiso y la palabra del Rey Juan Carlos a su hijo le comprometen a vivir «hasta que se considere oportuno» fuera de España, ¿porqué sí a Abu Dhabi y no a Estoril?
22/08/2022Actualizada 01:20
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Nadie sabe de qué y cómo se habló durante la reunión que mantuvo en La Zarzuela el Rey Juan Carlos I con los Reyes y la Reina Sofía. Pero deduzco que la brevísima estancia del Rey exiliado caprichosamente por Sánchez en Abu Dhabi no alentó sus esperanzas de recuperar la normalidad. La normalidad, eso tan sencillo para un español que no tiene asuntos pendientes con la Justicia, de vivir en España, moverse libremente por España, y disfrutar los últimos años de su vida en España.
Me consta, que ante el acoso antimonárquico de Sánchez, que usó a la impresentable Carmen Calvo como embajadora de la villanía, en el Rey Juan Carlos primó la lealtad a su hijo, el Rey Felipe, y optó por fijar su residencia fuera de España. Y más que constarme, intuyo que el Rey Felipe no protestó en exceso por el tratamiento injusto que recibió y padeció su padre.
Ignoro si, en aquella reunión, celebrada horas antes del retorno del Rey Juan Carlos a Abu Dhabi, se acordó que la recuperación de su Patria por parte del Rey padre «no se contemplaba conveniente en aquellos momentos». Don Juan Carlos cumplirá en enero 85 años, y dejar las soluciones «para más adelante», se me antoja, además de injusto y jurídicamente inaceptable, una decisión muy imprudente. Y más aún, con la lejanía de Abu Dhabi de por medio.
Si se acordó que durante un tiempo, el Rey ayudaría a la estabilidad y a la Corona, permaneciendo fuera de España, habría que cambiar el lugar de su residencia mientras dure su anticonstitucional exilio.
El Rey nació exiliado en Roma. Vivió sus primeros años en Suiza, y pasó su infancia y primera juventud en Estoril, en Vila Papoila al principio y en Villa Giralda hasta que Don Juan y Franco acordaron en la reunión a bordo de «El Azor» a tres millas al norte de San Sebastián y a sus encuentros en «Las Cabezas» del Conde de Ruiseñada, que Don Juan Carlos y el Infante Don Alfonso estudiaran en España. Al principio en «Las Jarillas» de Alfonso de Urquijo y, posteriormente, con un grupo de compañeros, en el Palacio de Miramar de San Sebastián. Su preceptor en los estudios fue don José Garrido Casanova, y los exámenes orales tuvieron carácter público en el Instituto de San Isidro de Madrid. Posteriormente, el entonces Príncipe de Asturias ingresaría en las tres Academias Militares.
La General de Zaragoza, la Naval de Marín y la del Aire en San Javier. Sus padres, Reyes de derecho pero no de hecho, vivieron hasta 1976 en Estoril, a 200 kilómetros de la frontera de Portugal con España.
Y me pregunto. Si el compromiso y la palabra del Rey Juan Carlos a su hijo le comprometen a vivir «hasta que se considere oportuno» fuera de España, ¿porqué sí a Abu Dhabi y no a Estoril? A Don Juan Carlos aún le quedan grandes amigos de la infancia en Portugal. Y su soledad en el emirato del Golfo Pérsico se convertiría, por la cercanía, en una constante compañía de miles de españoles que acudirían a Estoril a visitarlo. En el fondo, esa acción de cercanía sería también un homenaje a sus Padres, Don Juan y Doña María y a sus hermanos, Pilar, Margarita y Alfonso, que falleció en aquel terrible accidente doméstico en Villa Giralda.
Si fueron decenas de miles los españoles que acompañaron a Don Juan y Doña María en Estoril, cuando el viaje por carretera exigía diez horas al volante, ¿cuántos españoles, monárquicos o no, pero sí agradecidos a su brillante reinado de Libertad, visitarían a Don Juan Carlos? Esa lejanía de Abu Dhabi multiplica por diez la tristeza del exilio, por voluntario y pactado que sea.
Si el Rey Juan Carlos cree que su ausencia beneficia al Rey, a la Corona y a la Constitución, es decir, a España, hay que respetar su decisión. Pero más cerca de su patria estaría mejor y mucho más acompañado. Volver a la juventud no siempre va en contra de la naturaleza.
Y sería bueno para todos proyectar y desarrollar la Operación Estoril. Lo mejor dentro de lo malo, el alivio ante la perversidad.

Más de Alfonso Ussía​

 

El mejor trabajo del mundo​

El presidente del Gobierno no tiene que dar explicaciones a nadie, porque para eso es el presidente del Gobierno, manda narices, por no decir manda huevos, que hay que saber reprimirse en las expresiones
23/08/2022Actualizada 02:04
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En el Boletín Anual de Chollos Remunerados, que se edita en Liechtenstein en 18 idiomas, y cuyo director no es otro que Gustav Morgensen-Hesse Taxis, antiguo Rector de la Universidad de Vaduz, héroe nacional del pequeño Principado por haber obtenido en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960 un diploma –correspondiente al 5º puesto de la clasificación– en lanzamiento de petanca bajo las piernas, se registran los cincuenta trabajos mejor remunerados y menos exigentes del mundo. En segundo lugar de la clasificación figura El Defensor de los Derechos de la Mujer en Irán, y en el tercer puesto el Director Ejecutivo de la fábrica de cubitos de hielo «Laponien Ace» de Laponia, que en el año 2021 no superó las doce bolsitas de hielo que se comercializaron en 2020. En el número 48 aparece el maestro de Gramática español Práxedes Atocha Jiménez, profesor de Ortografía de Rosa Villacastín, Anabel Alonso y Xavi Hernández, que sigue liándose cuando escribe «césped» con una «t» final, es decir, «céspet». Pero el primer lugar lo ocupan los diputados y senadores del Congreso y el Senado de España, respectivamente, que durante el año 2021 disfrutaron de 52 días de vacaciones en Navidad, 18 en Semana Santa y 70 en verano. En total, 140 días de vacaciones remuneradas, sin contar las dietas, los viajes gratuitos, la tableta, el móvil de última generación y los vales de descuento en las salas de masaje para aliviar las molestias cervicales que padecen por la incomodidad de los escaños.
Sinceramente, creo que es motivo de orgullo por parte de todos los ciudadanos españoles.
No obstante, la ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno de España ha convocado una rueda de prensa sin preguntas para dar a conocer a los medios informativos afines al poder ejecutivo, es decir, al 98 por ciento de los medios informativos que se mantienen gracias a las subvenciones, el desacuerdo de nuestro Gobierno con las vacaciones parlamentarias que se atribuyen a las dos Cámaras legislativas de España en el prestigioso boletín de Liechtenstein. El Gobierno discrepa, y su respuesta y denuncia de manipulación se aventuran contundentes. En concreto, el informe de Gustav Morgensen-Hesse Taxis exagera las vacaciones parlamentarias en Navidad y Semana Santa. En lo que respecta a los 70 días de descanso estival, nada que objetar. Pero según adelanta la Portavoz del Gobierno, los 18 días de Semana Santa son en realidad 16, y los 52 de Navidad, 47. Otra cosa es que el presidente del Gobierno se haya impuesto el sacrificio de descansar durante el año 2021, 12 días en Semana Santa, 41 en Navidad y 87 en verano, vacaciones que no pueden asumirse como parlamentarias. Sus vacaciones nada tienen que ver con el Congreso y el Senado, y como presidente del Gobierno que representa a un partido de trabajadores, no está obligado a informar de sus asuetos por motivos de seguridad. Ni de los suyos, ni de los familiares, ni de las amistades que se acoplan, ni de las amigas de las niñas, ni de las peluqueras y diplomadas en estética de su señora, ni de las mascotas, ni de los veterinarios de las mascotas, ni de los médicos y enfermeras que sanan los mordiscos de las mascotas a los invitados. El presidente del Gobierno no tiene que dar explicaciones a nadie, porque para eso es el presidente del Gobierno, manda narices, por no decir manda huevos, que hay que saber reprimirse en las expresiones.
De cualquier manera, aceptando los datos discordantes de la ministra portavoz, el primer puesto de chollos remunerados seguiría en manos del Congreso y el Senado de España. Pero me gusta que se puntualice, se matice y se haga pública la verdad. No son 140 días de vacaciones, sino 133. Que quede claro y diáfano, y sea rectificada al momento la calumnia.
Nos tienen envidia.

Más de Alfonso Ussía​

 

Ada y el 'Foie'​

Si Barcelona quiere, en verdad, recuperar su prestigio internacional, además de permitir la construcción de hoteles de cinco estrellas, expulsar a los «okupas» de los hogares violados, intentar que la Guardia Urbana impida el robo de relojes a los turistas y a Lewandowsky, está obligada a prohibir el consumo de gambas
24/08/2022Actualizada 01:30
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Al fin, la alcaldesa de Barcelona, ha tomado una decisión que puede servir para que la Ciudad Condal se recupere de sus desastres. Consciente de la gravedad y riesgo de su decreto, ha adoptado la valiente medida en beneficio, exclusivamente, del porvenir de Barcelona. A partir de ahora, no se ofrecerá foie en los aperitivos y comidas que organice o convoque el Excelentísimo Ayuntamiento barcelonés. Por motivos éticos.
Sabe que las ocas y los patos sufren en las granjas especializadas en convertir en latas de foie los hígados de las anátidas, y su sensibilidad no ha podido resistir durante más tiempo el dolor que el referido sufrimiento le produce. Quizá no ha reparado en un pequeño detalle. El 70 por ciento de las granjas de ocas y patos se hallan en Cataluña, y los granjeros se han sentido perjudicados. No obstante, doña Ada Colau, ha primado sobre los intereses de la industria del foie el prestigio de Barcelona. La medida no incluye a las gambas. Y la señora Colau sabe perfectamente que también las gambas sufren. Se cuenta de una gamba, a punto de romper en llanto, que le comentó a una compañera: «Estoy preocupadísima. Se han llevado a mamá a un cocktail en el Ayuntamiento, es muy tarde y todavía no ha vuelto».
En su extraordinario ensayo Mauricita la Gamba, Luis Sánchez Polack Tip, nos recuerda las virtudes y cualidades anímicas del pobre crustáceo. Fallecen a centenares de miles cada año rebozados a la gabardina. Le regalaron a Tip una gamba viva, que dormía junto a él en su cama, le encantaba el teatro, le llevaba el periódico durante el desayuno y se convirtió en la alegría de la casa. Era además, honesta como pocas gambas y cuando los chicos la chicoleaban se ponía muy colorada, como si la hubieran cocido. No hablaba mucho, pero con la mirada le decía todo. Y la historia termina bien. Creció y se convirtió en una gamba despampanante, se casó con un langostino de Vinaroz y tuvieron quince mil quisquillas.
En mi humilde opinión, las gambas sufren mucho más que las ocas y los patos. Y Ada Colau, en sus recepciones, ofrece a sus invitados gambas cocidas sobre huevo duro, gambas al ajillo y gambas en gabardina. Si Barcelona quiere, en verdad, recuperar su prestigio internacional, además de permitir la construcción de hoteles de cinco estrellas, expulsar a los «okupas» de los hogares violados, intentar que la guardia urbana impida el robo de relojes a los turistas y a Lewandowsky, está obligada a prohibir el consumo de gambas en las recepciones del Ayuntamiento. La oca y el pato jamás alcanzarán el grado de sensibilidad y cariño hacia los demás que adornan a las gambas. Greta Thunberg no consume gambas, y esa actitud es de obligado cumplimiento teniendo en cuenta la dimensión internacional de la simpática defensora de la tierra y sus criaturas.
Porque la prohibición del foieo el paté de ocas y patos no es suficiente para instalar a Barcelona, de nuevo, en la cumbre del prestigio mundial, que se perdió, precisamente, cuando los barceloneses eligieron y reeligieron a Ada Colau para estropear su ciudad. Reconozco que es un primer paso, pero no definitivo. En Madrid, al contrario, Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida, en sus recepciones importantes ofrecen a sus invitadosfoiey, por supuesto, gambas. Y jamón, y lomo, y todos esos productos del cerdo que antaño provenían de Cataluña y ahora son mucho mejores los que se fabrican en Andalucía, Castilla-León, Extremadura y La Mancha. Por eso Madrid va cuesta abajo, y Barcelona ha iniciado su ascenso gracias a prohibir el foie.
Felicito a la alcaldesa Colau por su trascendental medida. Y me felicito, aun más, por no vivir en su ciudad, cuyos habitantes allí censados son los culpables de su degradación.
Pero lo del foie ha sido estupendo.

Más de Alfonso Ussía​

 

Ojos ideales​

Yussupov tomaba su primera o segunda copa en una mesa esquinada. Cuando Eugenio me dijo quién era, le confesé mi intención de saludarlo. «Ni se te ocurra. Además de soltarnos el tostón del asesinato de Rasputín, nos va a endilgar las copas. Es un gorrón»
25/08/2022Actualizada 01:26
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José Ignacio Palacios Zuasti ha escrito y firmado en El Debate un artículo extraordinario y bien documentado de un asesino. De un asesino, por otra parte, muy afortunado, al que el Gobierno de Sánchez ha primado con 200.000 euros para ser recordado y homenajeado. El ministro peonza, Iceta, ha declarado que «muchos nos sentimos legítimamente orgullosos» de Largo Caballero y que es necesario recuperar su historia. El texto de Palacios Zuasti se encabeza con un título bellísimo. «El Lenin de los ojos bonitos». Y en este punto, con mucho respeto, discrepo del autor. Largo Caballero no tenía los ojos simplemente bonitos. Dolores Ibárruri, La Pasionaria, los describió como «ideales». «Tenía una mirada ideal». Queda claro que en cuestiones de ojos y miradas, Iceta y La Pasionaria coinciden, porque de no ser por sus ojos ideales o simplemente bonitos, esos 200.000 euros no se habrían derrochado.
De niño los vi, de niño fui mirado por ellos, y de niño me quedé alelado. Me refiero a los ojos y la mirada de Ava Gardner. No tenía los ojos ideales como Largo Caballero, los tenía asombrosos, arrebatadores, y, si me permiten la cursilería, dulces como tocinos de cielo de Alcalá de Guadaira.
Pero no intuyo que fueran del gusto de Iceta. Sí en cambio, y de joven los vi, y fui mirado por ellos mientras nos narraba en el bar del Hotel Du Palais de Biarritz, con toda suerte de detalles, el asesinato de Rasputín, los ojos violetas del Príncipe Yussupov. Escribo en plural porque me acompañaba mi gran amigo de San Sebastián Eugenio Antonio Egoscozábal. Tarde de invierno en Biarritz, el cielo nublado e inesperadamente, el diluvio. Nos refugiamos en el Hotel Du Palais, palacio de la española y Emperatriz de Francia Eugenia de Montijo. Yussupov tomaba su primera o segunda copa en una mesa esquinada. Cuando Eugenio me dijo quién era, le confesé mi intención de saludarlo. «Ni se te ocurra. Además de soltarnos el tostón del asesinato de Rasputín, nos va a endilgar las copas. Es un gorrón». Pero nos sentamos. Vivía sus últimos meses. El Príncipe Félix Yussupov, con el Gran Duque Dimitri Romanov y Gregori Purishkevich, engañaron al maldito monje y éste acudió a merendar al Palacio Moika de los Yussupov.
Le ofrecieron pasteles con cianuro. El cianuro no hizo efecto. Yussupov disparó dos veces contra el pecho de Rasputín. «Ya está», anunció a sus compañeros conspiradores. Cuando fueron a recoger el cadáver, el cadáver había huido. Cruzaba el río Neva. Purishkevich disparó, y el monje cayó y se incorporó para seguir la huida. Yussupov le metió el cuarto tiro, y al fin cayó. Lo contaba despaciosamente, recreándose, sin mostrar alegría ni tristeza, y sólo mantenía la fuerza en su mirada de ojos violetas. Se decía en la Corte de San Petersburgo que era más trucha que oso, y es posible que por esos ojos, Iceta se esforzara en homenajearlo a costa de los contribuyentes españoles, como hace con los ojos ideales del criminal Francisco Largo Caballero, el Lenin de los ojos bonitos.
A medias pagamos la factura del bar.
A los que tengan curiosidad por saber y conocer las cualidades humanas y algunos pensamientos del criminal Largo Caballero, les remito al artículo en cuestión. Quizá, a los que desconocen nuestra reciente historia, les asome el pasmo y la incomprensión. Derrochamos el dinero en homenajear a un sangriento forajido.

Más de Alfonso Ussía​

 

Un gran avance​

Tania Verge, en mi opinión, va con treinta años de retraso, pero cualquiera se atreve a afirmar que una consejera del Gobierno de la Generalidad de Cataluña ha proyectado una majadería
26/08/2022Actualizada 01:30
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Después de lo del foie de la Colau, Cataluña da un nuevo paso hacia la recuperación del prestigio internacional. En esta ocasión, gracias a la valiente Consejera de Igualdad y Feminismos, Tania Verge. La joven Consejera opina que es imprescindible para que las mujeres catalanas alcancen definitivamente la libertad, que éstas hagan más toples en las playas y las piscinas. «Que tengamos que cubrirnos los pechos no es normal. Es discriminatorio». Aplaudo su coraje, a sabiendas de la escasa influencia que tendrá tan sabia medida en mi existencia, por mi natural desapego a las playas rebosadas de homínidos estivales y mi creciente repulsión a las piscinas, siempre amenazadoras de barbacoas o asados argentinos. Solo aceptaría, pero no parece que sea probable, una invitación para conocer la piscina de los Iglesias en Galapagar, en cuyas aguas se refresca Echenique nadando con flota.
No obstante, no considero original la propuesta. El toples en las mujeres es costumbre muy extendida desde hace más de treinta años. Ni buena, porque hay mujeres que pueden lucir su pecho sin problema alguno, y otras que haciéndolo, rozan los límites del delito. Un joven escritor le endilgó a Bernard Shaw un manuscrito para que el maestro le diera su aprobación. Shaw fue sincero: «Su manuscrito es a un tiempo original y bueno. Pero lo que es original no es bueno, y lo que es bueno, no es original».
Entiendo que la solución que voy a proponer a Tania Verge es costosa, pero no imposible. Cataluña, entre Gerona, Barcelona y Tarragona tiene muchas y preciosas playas. Espanya ens Roba estaría dispuesta, a cambio de los votos parlamentarios a favor de Sánchez, de costear el proyecto. Por cada playa, dos vigilantes en sus accesos, que aprueben o desaprueben las características del teterío femenino para autorizar o prohibir la práctica del toples. Porque hay mujeres que hacen toples que hacen llorar a los niños con la visión de sus senos. Los vigilantes estarán obligados a dominar tres lenguas, la catalana, la inglesa y la francesa, e irían uniformados de amarillo pollo en versión total, con la efigie de Puigdemont el cagueta al modo Che Guevara. Todas las bañistas deseosas de alcanzar definitivamente la libertad, estarían obligadas a mostrar sus pechos a los agentes, y éstos, a la vista de ellos, aprobarían o no sus intenciones. «Señora, lo siento, no puedo permitirle el acceso a la playa para hacer toples porque tiene las t*tas más feas aún que la difunta Golda Meir». Porque para alcanzar definitivamente la libertad, hay que respetar con firmeza la estética. Y si la mujer no autorizada a mostrar su tetamen es sorprendida mostrándolo, podrá ser detenida durante veinticuatro horas y obligada a aceptar la discografía completa de Luis Llach.
Aquí, en mi norte montañés, muchas mujeres hacen toples sin necesitar del apoyo gubernamental. Por la influencia religiosa del marqués de Comillas, y la imponente presencia del seminario de los jesuitas, dos de cuyos edificios sobran, el toples tardó más en expandirse por sus inmensas y cantábricas playas. Llegó su costa a ser denominada La Costa Casta, pero ya se puede hacer toples libremente y sin necesidad de que lo autorice Revilla. Tania Verge, en mi opinión, va con treinta años de retraso, pero cualquiera se atreve a afirmar que una consejera del Gobierno de la Generalidad de Cataluña ha proyectado una majadería. Hace más de treinta años, antes de Comillas y Ruiloba, pasábamos una semana en Formentor, paraíso del norte de Mallorca. Y más de la mitad de las bañistas tomaban el sol, paseaban por la playa y se bañaban en toples. Pero con estética. No es antifeminista afirmar que hay mujeres con las t*tas feísimas. Está científicamente demostrado.
Tania Verge, como era de esperar, puede ser bastante tonta.

Más de Alfonso Ussía​

 

El estrecho de abanico​

Es muy probable que esa continua cadencia de pateras y las órdenes de escasa vigilancia costera sean la causa del pacto de Sánchez con Mohamed. Lo que no entiendo es el rechazo de Mohamed por pactar de igual manera con la administración colonial británica establecida en Gibraltar
27/08/2022Actualizada 01:30
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Aunque algunos no lo crean, no soy mal navegante. Sé diferenciar barlovento de sotavento, babor de estribor, la vela mayor del foque y la izada de la arriada. He superado el estrecho de Gibraltar en tres ocasiones, siempre con el viento a favor. Con el levante, de Puerto Banús a Puerto Sherry, y con el poniente del Atlántico al Mediterráneo. A favor, el estrecho ofrece una navegación placentera, y con el viento a proa, muy desagradable. Pero no había reparado, hasta ahora, en el tercer viento del paso. El viento en abanico, que recala en Gibraltar y desvía las pateras hacia la costa española. Las pateras nunca alcanzan la costa de Portugal y, menos aún, Gibraltar. La travesía más breve y directa entre el norte de África y Europa tiene a Gibraltar como destino, pero a pocas millas de Punta Europa, con la bandera del Reino Unido, la «Union Jack», ondeando orgullosa, el viento y las corrientes de abanico desvían las pateras hacia las playas de la Costa del Sol, desde Algeciras y Sotogrande hasta Cabo Pino y Fuengirola. Se trata de unas rachas de viento que los negreros que se enriquecen con el tráfico de seres humanos, no terminan de dominar. Decenas, centenares de pateras que transportan desde Marruecos a España a jóvenes y fuertes inmigrantes ilegales, siempre encallan en playas de España, y jamás en Gibraltar. Y me pregunto si es consecuencia de ese desconocido viento de abanico, de la indolencia y los pactos de Sánchez con Marruecos, o de la mala intención de Mohamed, que en los últimos días ha sido sorprendido dando tumbos en las calles de París con una cogorza descomunal, que me hace recordar la sabia melancolía de Kenneth Williams cuando deploraba las borracheras de su padre: «Mi padre era, sin duda alguna, el mayor borracho de su pueblo. Y este dato carecería de importancia si el pueblo de mi padre no fuera Nueva York».
Las pateras de las organizaciones dedicadas al tráfico de seres humanos ya no se hunden, por el sobrepeso, con mujeres y niños. Un niño ahogado en el estrecho es un latigazo a la sensibilidad de la Europa supuestamente rica y civilizada. Ahora vienen abarrotadas de hombres jóvenes y fuertes, que desde España tienen legalmente abiertas las puertas de todas las naciones de Europa. El nuevo Caballo de Troya. El Ejército callado que algún día se hará dueño, mediante la violencia y la mayoría del continente envidiado. En Dinamarca ya lo han advertido. «Vosotros tenéis un hijo y nosotros cinco. En pocos años, estaréis en nuestras manos». Pero esos soldados camuflados del islamismo jamás pisan Europa en Gibraltar.
Desde Libia y Túnez por Italia; de Argelia por Francia, de Marruecos y Mauritania por España. Pero a Gibraltar, jamás. En lo que a España respecta, es muy probable que esa continua cadencia de pateras y las órdenes de escasa vigilancia costera sean la causa del pacto de Sánchez con Mohamed. Lo que no entiendo es el rechazo de Mohamed por pactar de igual manera con la administración colonial británica establecida en Gibraltar. Porque a Gibraltar no llega patera alguna y ese detalle me desconcierta como navegante, que no como español, porque es sabida la diferente calidad de hospitalidad que los británicos se gastan comparándola con la de los españoles. Un inmigrante en España, sólo con pisarla, tiene más ventajas económicas, sanitarias y sociales que un jubilado español que ha cotizado cuarenta años a la Seguridad Social.
De ahí que mi conclusión no sea otra que el viento en abanico que siempre muere en nuestras costas.

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Mi sol y la cruz​

Bolaños desea una nueva audiencia papal a finales de septiembre. Para mí, que se le olvidó de algo importante en la primera y quiere subsanar su olvido
28/08/2022Actualizada 03:35
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Una de esas señoras de familia conservadora que aún cree que votar a la izquierda le hace más interesante, me confesó ser amiga de Carmona y de Bolaños mientras tomábamos una copa en la terraza del Real Club Estrada de Comillas. Según la singular pelmaza, que pertenece a una de las familias más ricas y poderosas de España, «Carmona es muy suyo, pero Bolaños es un sol». Antes de ahogarme de la risa, le pregunté si se dirigía a Bolaños por su nombre, Félix, o lo hacía como «mi sol». No le gustó mi pregunta y me anunció su retirada. –Me voy. –De acuerdo, pero que «tu sol» te pague las copas. Yo pago la mía y tú las tuyas. Tenemos que respetar la igualdad. Ya incorporada me soltó que jamás habría esperado de mí semejante grosería. Yo tampoco, pero todos evolucionamos.
El sol de esa señora ha anunciado una próxima visita a Su Santidad el Papa. Fue recibido por el Papa Francisco hace dos meses y desea una nueva audiencia papal a finales de septiembre. Para mí, que se le olvidó de algo importante en la primera audiencia y quiere subsanar su olvido en la segunda. No mantengo ningún tipo de relación como «mi sol», pero intuyo lo que pretende conseguir de la Santa Sede en esta segunda y precipitada audiencia. El jefe de «mi sol» está obsesionado con el Valle de los Caídos. Después de triunfar sobre los huesos de Franco, con cuarenta y cinco años de retraso, creador e impulsor de la Basílica de Cuelgamuros, desea hacer lo mismo con los de José Antonio Primo de Rivera, vilmente asesinado en un patio de la prisión de Alicante, y exhumar los restos de los miles de españoles caídos en los dos bandos que descansan bajo la Basílica.
La intención del gran hortera no es otra que convertir un lugar sagrado en un parque temático. Y el problema es la Cruz. Un parque temático, parcialmente temático, al amparo de la Cruz más alta del mundo, no es proyecto coherente. Y después de las visitas de Carmen Calvo, Yolanda Díaz y la primera de «mi sol» sin resultados positivos, se pretende el permiso papal para llevar a buen fin la demolición de la Cruz. Los españoles católicos, y los no católicos liberados de la amargura y el resentimiento del odio, queremos que se mantengan los benedictinos en la Abadía y que la Cruz de Cristo siga en lo alto del precioso valle de la sierra de Guadarrama. Cuando Tierno Galván fue elegido con mayoría abrumadora alcalde de Madrid, declaró que jamás retiraría el crucifijo de su mesa de despacho. –No soy creyente, pero el crucifijo es un símbolo de paz. Fue reelegido, y en la reelección, a pesar de conocer sus sombras y sus conchas, contó con mi voto. El candidato de Alianza Popular fue Jorge Verstrynge, y eso sí que no. Días antes de las elecciones, Tierno se marcó un bailongo con Flor Mukubi, «Miss Guinea», que en la actualidad le habría llevado a la cárcel, y que yo intenté inmortalizar en octosílabos consonantes.
Don Enrique se menea
Con la nena de Guinea.
Suavemente toquetea
Su culito respingón.
Y la nena que es muy sosa,
Y altamente pudorosa
Le susurra candorosa:
-¡Don Enrique, «uté é un tocón»!

Don Enrique ¡qué semblanza!
Y en el ritmo, ¡qué templanza!
Parecía en plena danza
Un viejo brujo Masai;
En sinuosidades, pizco,
En la mirada, algo bizco,
Y dando cada pellizco
A la nena que…¡Caray!

Que caray con don Enrique,
Que tiene un dedo meñique
Ducho en abrir cualquier dique
Mientras baila un mambo al son.
Un dedo como una hormiga
Tenaz, que no se fatiga
Aunque la nena le diga:
-Don Enrique ¡”Uté e un tocón”!
Y Verstrynge y Alianza Popular hicieron el ridículo.
No me preocupa que «mi sol» considere imprescindible visitar a Su Santidad por segunda ocasión en dos meses. Me preocupa que «mi sol» intuya que Su Santidad pueda acceder a la solicitud del gran hortera.
Esa Cruz, la más alta del mundo, la que abrió los brazos a una reconciliación de los españoles hasta que llegó con su villana Ley de la Memoria Histórica Zapatero y que fue respetada al pie de la letra por Mariano Rajoy, esa Cruz ya es parte natural de su paisaje. Y ahí seguirá, por muchos viajes que rinda a la Santa Sede «mi sol».

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La foto​

La última y urgente foto de Pablo Iglesias se la han hecho en Buenos Aires, con la presumible ladrona Cristina Fernández de Kirchner. Acusada por un fiscal que probablemente proceda en las próximas semanas a quitarse la vida
29/08/2022Actualizada 01:10
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Desde que las urnas le expulsaron de la política española, Pablo Iglesias necesita fotos. En el fondo – y en la forma–, su actividad política, parlamentaria, ministerial y ahora vacía de todo contenido, es un álbum de fotos. Un álbum necesitado de una ducha, pero ese detalle pertenece a otro apartado de su existencia. «Yo solo me lavo el pelo, la cara y las manos, es decir, lo que se ve», presumía Oscar Wilde, el genial y variopinto dandy. Al menos hacía un esfuerzo, y ya es hora de que alguien se lo agradezca públicamente. Gracias Oscar.
La última y urgente foto de Pablo Iglesias, muy natural e improvisada, por cierto, se la han hecho en Buenos Aires, en el despacho de la presumible ladrona Cristina Fernández de Kirchner. Acusada por un fiscal que probablemente proceda en las próximas semanas a quitarse la vida, como su antecesor el fiscal Alberto Nisman, que acusó a la presidenta recauchutada peronista de conspirar con Irán en un atentado terrorista contra un centro de la comunidad judía. El fiscal «se suicidó» pocos días más tarde de acusar a Cristina Fernández, y el caso se resolvió desde el Poder como un asesinato. La ventaja de la foto de Cristina y Pablo, inmortalizada en el despacho de la viuda del Pingüino, es que la mesa de reuniones no es como la de Putin, que parece que Putin está en Moscú y su interlocutor en Villanueva de la Serena. El fiscal que puede ser suicidado pide para la comunista Fernández más de diez años de cárcel por diferentes mangancias, las descamisadas huestes peronistas se han movilizado, y Pablo Iglesias, al fin, ha conseguido la foto. En La Codorniz de Álvaro de Laiglesia, colaboraba un divertido dibujante, Nacher, autor de una viñeta muy oportuna al respecto. Un señor muy bajito en una azotea se dirige a un individuo muy alto. –Señor, como ve soy tan bajito que no llego a la barandilla. ¿ Sería tan amable de suicidarme?.
El peronismo es el comunismo en versión argentina. Un comunismo con verborrea. No puedo presumir de conocimientos de esta especialidad austral de la extrema izquierda, por cuanto sólo he conocido a peronistas en el exilio y todos ellos eran multimillonarios. Desde Perón y su dulce segunda esposa, María Estela Martínez, autollamada Isabelita, vecinos de la urbanización Puerta de Hierro, la más exclusiva de Madrid, a José López Rega, motejado como «El Brujo» y a Jorge Antonio, el humilde subalterno de Perón que llegó a poseer la yeguada más cara y competidora del Hipódromo de La Zarzuela. Entre las costumbres peronistas destaca la herencia presidencial matrimonial. Muerto Perón, María Estela Martínez –Isabelita–, fue nombrada presidenta de la República Argentina, y fallecido el Pingüino Kirchner, su esposa Cristina Fernández, la inductora de suicidios y presumible trincona, sucedió a su marido en el cargo. La presidencia de María Estela fue tan penosa y pavorosa que provocó el golpe de Estado militar de Videla, Galtieri y Massera, con su férrea dictadura, a la que se acogió Gila para huir del franquismo, cuando el franquismo lo único que hizo con Gila fue perseguirlo para invitarle a actuar en la celebración de la Gala del 18 de Julio en el Palacio de La Granja de San Ildefonso. Gila no se refugió de quien no le perseguía en Cuba, sino en una dictadura militar de extrema derecha provocada por el peronismo.
Cristina Fernández no ha sido procesada por errores o delitos políticos. Está procesada a petición del fiscal por robar y enriquecerse abusando de su cargo. De ahí que sorprenda la visita y la foto de Pablo Iglesias acudiendo en su socorro. Después de visitar a la recauchutada mujer, firmó el libro que le presentó el presidente peronista Fernández, que se refirió días atrás a un «próximo su***dio».
Es de esperar que en Argentina se venda el libro del líder del alcantarillado español. En España, ha vendido muy pocos.
Pero sólo la foto, por la foto, para la foto y desde la foto, ha valido la pena el viajito.

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Anarquistas cobardes​

Franco no se escondía. Ni volaba de un lado a otro en un avión del Ejército del Aire. Cumplía el viaje en carretera y, como ha recordado Pedro G. Cuartango, se detenía a comer en el Mesón Las Campanas, en Honrubia de la Cuesta, a veinte kilómetros de Aranda de Duero
30/08/2022Actualizada 01:30
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He leído con interés y respeto el artículo que firma Pedro García Cuartango en ABC titulado «Franco en Ayete». Recuerda Cuartango que, en 1962, el grupo anarquista al mando de Octavio Alberola intentó asesinarlo colocando una bomba en la cuesta de Aldapeta, que al explosionar, se limitó a romper algunos cristales en las casas vecinas.
Franco veraneó en San Sebastián más de treinta años, manteniendo el Ministerio de Jornada, que se turnaban los ministros del Gobierno. La arribada del «Azor» a la bahía anunciaba la inminente llegada a la capital donostiarra del Jefe del Estado. Yo era un niño cuando pasé junto al «Azor» por vez primera. Pero me habían enseñado en mi casa que matar estaba muy mal, muy feo. Y era un joven en 1973 cuando el General pasó su último verano en San Sebastián. Alberola y su grupo anarquista eran unos torpes, porque el que escribe tuvo la oportunidad de asesinar a Franco en centenares de ocasiones. Y no lo hice, porque como ya he escrito anteriormente, en mi casa matar estaba terminantemente prohibido.
Franco no se escondía. Ni volaba de un lado a otro en un avión del Ejército del Aire. Cumplía el viaje en carretera y, como ha recordado Pedro G. Cuartango, se detenía a comer en el Mesón Las Campanas, en Honrubia de la Cuesta, a veinte kilómetros de Aranda de Duero. Embarcaba en el «Azor» desde el Real Club Náutico de San Sebastián, a bordo de una pequeña motora que precedía a una lancha de la Comandancia de Marina con seis miembros de su escolta. Pasaba entre los barcos fondeados en la bahía, y Octavio Alberola jamás le molestó. Su figura era inconfundible. Gorra de plato de la Armada, chaqueta azul y pantalones grises. En «El Azor», gorra de plato de la Armada, chaqueta azul y pantalones grises. Paseaba por la cubierta del barco con toda tranquilidad, pero Alberola y los anarquistas no se atrevieron a disparar contra él desde cualquier embarcación. Mi padre tenía un barco, un precioso crucero de vela, el «Norte V», y fondeábamos para el baño al socaire de la isla de Santa Clara, a menos de cincuenta metros del «Azor».
Siempre, a la vista de todos, con su gorra de marino, su chaqueta azul y sus pantalones grises. Los bañistas que desde la playa de Ondarreta nadaban hasta la isla de Santa Clara, descansaban agarrados a unos cabos que a babor y estribor del barco de Franco servían de descanso a los nadadores menos expertos. Y entre los nadadores nunca estuvo ni Arberola ni sus anarquistas, que podrían haber disparado al Jefe del Estado a menos de cinco metros de distancia. Cuando el general embarcaba, la lancha de la Comandancia de Marina retornaba a su fondeo en el muelle de pescadores con los escoltas, reconocibles por las boinas rojas de su Guardia personal, y la seguridad del «Azor» pasaba a ser responsabilidad del V-8, una patrullera de costa de la Armada que parecía un batel con un motor incorporado. Cuando Franco zarpaba a bordo del «Azor» a pescar cachalotes y atunes, le servía de escolta una corbeta procedente del inmediato puerto de Pasajes. Pero jamás los anarquistas se jugaron la vida intentando el magnicidio, sencillamente, porque no tuvieron huevos para hacerlo.
Cuando pienso y comparo los servicios de seguridad de Franco respecto a los de Sánchez, me pincho y no sangro. Franco pudo ser asesinado en San Sebastián en miles de ocasiones. Tuvo muchos defectos, pero entre ellos no estaba la cobardía. No sufrió daño alguno, porque ni los anarquistas ni los separatistas ni los comunistas ni los llamados «abertzales» tuvieron agallas para intentarlo. Porque el objetivo estaba allí, siempre al descubierto, con su gorra de la Armada, su chaqueta azul y sus pantalones grises. Ah, y se me olvidaba. Con gafas de sol.

Más de Alfonso Ussía​

 

Ellas y los poetas libres​

En el Siglo de Oro de la Poesía Española –Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Góngora, el Conde de Villamediana, y el todavía niño Pedrito Calderón de la Barca–, al cornudo se le decía cabrón, a la ligera, put*, y al trucha, mari**n. Y más tarde, también
31/08/2022Actualizada 01:54
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Lilith Verstrynge ha tomado posesión de la Secretaría de Estado de la Agenda 2030. Su mentora, la ministra de Igualdad. Por lo menos, de igualdad de gustos. Al fondo de la farsa, la sombra de Pablo Iglesias. De testigos, una tal Pam, la secretaria de Estado Pam, y la ministra Belarra. Ellas. Escribió don Francisco de Quevedo:
Era su nombre Juana,
Hija de un zurrador y una gitana;
Subió a fregona y se llamó Ana Pérez
Con ayuda de un sastre y un alférez.
Y viéndose triunfante
A Toledo se fue con un farsante,
Adonde por doncella, una alcahueta
Se la vendió a un trompeta.

Llamóse doña Luisa,
Cosa que a ella misma le dio risa,
Y a caza de apellidos
Por no pegar el don de vacío una hora
A la Corte se vino hecha señora
Con joyas y vestidos,
Adonde por lo abierta y por lo moza
Se llamó doña Julia de Mendoza.
Eran otros tiempos, pero parecidos los méritos para los ascensos sociales. Don Francisco era más directo. Y en el penúltimo de los versos, no escribió «adonde por lo abierta y por lo moza», sino «adonde por lo put* y por lo moza», que en el Siglo de Oro de la Poesía Española, - Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Góngora, el Conde de Villamediana, y el todavía niño Pedrito Calderón de la Barca-, al cornudo se le decía cabrón, a la ligera, put*, y al trucha, mari**n. Y más tarde también. Don Manuel del Palacio calificó de put* a la Reina Isabel II, y los hermanos Gustavo Adolfo y Valeriano Bécquer no dudaron en levantarle a la hija de Fernando VII las enaguas y las vergüenzas, y en su obra conjunta prohibida, «Los Borbones en pelota» dedicar este respetuoso pareado en honor del Rey Francisco de Asís.
El Rey consorte,
El mayor pajill*ro de la Corte
Se decía, con la libertad de los satíricos, que Don Francisco de Asís, motejado como Paquito Natillas, distaba mucho del poder de pito que hogaño se le atribuye a un comunista podemita que mucho ha tenido que ver con algunas de ellas.
Y Don Francisco de Asís,
Sacando la minga muerta,
Al amparo de una puerta
Lloriquea y hace pis.
Y también,
Paquito Natillas
Es de pasta flora
Y orina en cuclillas
Como su Señora.
Eran infinitamente más libres los poetas del XVII que los del XXI. De ahí, que ante noticias tan agradables como la toma de posesión de Lilith Verstrynge del alto cargo de secretaria de Estado de la Agenda 2030, ante Irene Montero, Ione Belarra y la secretaria de Estado Pam, hayan volado a mi cabeza y memoria esos versos de Quevedo, de Gustavo Adolfo, y de Manuel del Palacio que nada tienen que ver con la Agenda 2030. Y no he incluido la cuarteta con pie quebrado de Eduardo Manzanos, siglo XX, dedicado a una hermosa mujer que no sabía hacer ni la O con un canuto y terminó de consorte de uno de los más poderosos personajes de España.
Sea reconocido que la dama
No elige mal a aquel que le acompaña
En el dulce descanso de la cama.
¡Viva España!
¡Vaya por San Dionís! La he incluido. Y tampoco tiene nada que ver.

Más de Alfonso Ussía​

 
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