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El Rey, cojonudo​

Con sólo un gesto, el Rey Felipe VI ha vuelto a poner de acuerdo a todos los españoles que se sienten orgullosos de serlo, y que, aunque silenciosos, somos abrumadora mayoría
10/08/2022Actualizada 00:44
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Repito el título del texto. El Rey, cojonudo.
El artículo en El Debate de Ramón Pérez-Maura, inmejorable. Pocos conocen como él a Colombia y los colombianos. Meses atrás, donó al Museo Naval de Cartagena de Indias la réplica de las dos pistolas que el almirante inglés derrotado Vernon, regalo a su vencedor, don Blas de Lezo, en señal de gratitud por el buen trato recibido durante su cautiverio. Las originales, donadas por el descendiente de Lezo, el actual marqués de Tabalosos, se exponen en el Museo Naval de Madrid, dirigido en la actualidad por un almirante ejemplar, don Marcial Gamboa.
El paseíto de la presumible espada de Simón Bolívar no estaba previsto en el programa. Simón Bolívar no fue sólo un asesino inmisericorde. Fue un traidor a España. Y el Rey de España no puede incorporarse al paso de la espada de un traidor a España. Por otra parte, hay más espadas originales de Simón Bolívar que bacalaos en Terranova. Ramón nos muestra sus pasos. Esa espada de Bolívar fue robada en 1974 por el grupo terrorista al que perteneció el presidente entrante. Y llegó a manos de Fidel Castro, que se la entregó al jefe del M-19 Antonio Navarro Wolf, el cual se la devolvió al entonces presidente de Colombia, César Gaviria. De no existir dudas sobre su originalidad, Fidel Castro no habría procedido a su obsequio. Y también hay espadas originales del sanguinario traidor en Venezuela. Los partidarios del criollo tendrían que haber aprendido de los vendedores de «banderillas con sangre de toro» que vendían como rosquillas a los turistas cuando finalizaban las corridas. Se lidiaban seis toros, se ponían 18 pares de banderillas, y se vendían doscientas parejas de garapullos y rehiletes con pintura roja de sangre de toro en sus puntas. Propongo a Petro que instale una cadena de tiendas de «souvenirs» en las que se ofrezcan «espadas originales de Simón Bolívar». Se puede forrar más que con la cocaína.
Se han enfadado con el Rey los homínidos de siempre. Iglesias, la Belarra, los separatistas y, muy probablemente, Pilar Rahola y su sobrina Neus. Pasó la espada atribuida a Bolívar ante la tribuna de autoridades y el Rey se mantuvo sentado. El Rey de España, como buen militar, desprecia a los traidores. Y un Rey de España no puede incorporarse con respeto al paso de un cachivache que presumiblemente perteneció a un traidor. El Rey representaba a España, y España se mantuvo con su trasero sobre la silla. Estoy seguro de que, en Abu Dabi, el Rey alejado también ovacionó a su hijo. Lo más divertido que aconteció después del gran gesto del Rey ante la grosería de Petro fue la imposición de la Gran Cruz de San Carlos al ministro Albares, Napoleonchu, que ha posado feliz con su nueva condecoración. Los diplomáticos conceden gran importancia a esas distinciones alejadas del mérito y ceñidas al protocolo. Pero la banda o cinta de la Gran Cruz de San Carlos que le impusieron a Napoleonchu no había sido previamente acondicionada a la estructura corporal del condecorado, y le llegaba a sus zonas íntimas anteriores, perdiendo con ello prestancia y seriedad.
Con sólo un gesto, el Rey Felipe VI ha vuelto a poner de acuerdo a todos los españoles que se sienten orgullosos de serlo, y que, aunque silenciosos, somos abrumadora mayoría. Un objeto no es una bandera. Y menos aún si el objeto en cuestión está sujeto a toda suerte de interpretaciones en lo que respecta a su valor original. He leído en las redes la propuesta de un internauta de elevar a símbolos del Estado la Tizona del Cid, y las espadas de Hernán Cortés y Don Juan de Austria. Es de esperar que sigan donde están para ser admiradas sin la cursilería de la veneración indigenista.
Bravo por el Rey. Decía César González Ruano que un artículo es como una morcilla. Bien atado al principio, nutrido en su interior, y bien atado al final. De ahí que proceda a su fin tal como lo titulé e inicié.
El Rey, cojonudo.

Más de Alfonso Ussía​

 

Todos, sentados​

Mi decepción familiar es particular. La estúpida barbaridad de Honrubia nos afecta a todos los españoles, incluyendo a Honrubia, lo cual demuestra, amén de su asquerosidad anímica, el nivel de su majadería
11/08/2022Actualizada 02:18
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El Rey se mantuvo sentado al paso de una espada con muy probable procedencia de una cuchillería de Albacete, que no es un símbolo oficial. Un podemita, de esos que no se incorporan cuando suenan los acordes del himno nacional y se ciscan en nuestra bandera, ha pedido para el Rey la guillotina. No es original, porque ya lo pidió años atrás, cuando era cajera en el Saturn de San Sebastián de los Reyes, Irene Montero, ministra del Gobierno de España y derrochadora en chorradas del dinero público. El copión se llama Pedro Honrubia, es diputado por Granada de Podemos, y es un gorrón inútil de los contribuyentes españoles. Pero entiendo su indignación y su dolor. Mis sables también han sido despreciados por mis hijos y nietos, que estaban apasionados con una película de Clint Eastwood. Me explico.
Hace años recibí un regalo maravilloso e inesperado. Me lo envió el entonces jefe del Estado mayor del Ejército, el general don Jaime Domínguez Buj con una cariñosa carta en la que me agradecía –nada hay que agradecer– mi defensa a los militares, que conforman con abrumadora mayoría la institución de la decencia, el servicio a España y la honestidad.
Se trataba de un sable de oficial, en su estuche. Un sable de oficial del Ejército para un cabo primero en la reservísima. Y pocos años más tarde, en el 2018 , me concedieron el Premio Especial Ejército, simbolizado en un sable de general. Ahí es nada. El origen y pequeña historia de mis sables está al margen de toda duda, no como la presumible espada de Simón Bolívar, el criollo traidor y asesino, que disfrutaba viendo correr la sangre de sus compatriotas.
Para probar a mis familiares, y con la colaboración de mi gran amigo Eduardo Escalada, que sirvió a España como sargento de Intendencia, decidí pasear mis dos sables con los estuches abiertos ante la mirada de sorpresa de los míos. Yo portaba el de general, y el sargento Escalada el de oficial, como es justo y conveniente. Y a los sones de «Soldadito Español», cuya letra es de mi abuelo, don Pedro Muñoz-Seca, asesinado por los socialistas y comunistas en Paracuellos del Jarama el 28 de noviembre de 1936, compañero de sacrificio de 5.000 españoles más y, entre ellos, cincuenta menores hijos de militares, el cabo primero Ussía y el sargento Escalada irrumpieron en el salón de mi casa portando los sables, perfectamente identificados como originales. Coincidió nuestra marcial aparición con el momento en el que Clint Eastwood se disponía a disparar contra el más malo de la película, y ningún miembro de mi familia se incorporó ante mis sables. Por un lado, me congratuló que reaccionaran como el Rey ante el cachivache de Bolívar forjado en 1988 en Albacete, pero por otra parte, me indignó la indiferencia familiar. Y esa indiferencia, esa indolencia, esa falta de espíritu es lo que ha llevado al camarada Honrubia a solicitar para el Rey el castigo de la guillotina. Mi decepción quedó en casa, y no hubo acción delictiva de mis hijos y nietos. Pero desear públicamente siendo diputado del Congreso la ejecución del Rey mediante la amada guillotina de Honrubia y Montero, creo que sí roza –o lame, en el caso de la cajera– los límites del delito. Para los mal pensados, que siempre los hay, me amparo en la segunda acepción de «lamer» del Diccionario de la Real Academia Española, que dice así: «Rozar blanda y suavemente algo al pasar por ello», y añade la RAE un ejemplo de lamida o lametón: «El arroyo lame las arenas».
Aclarado este punto, siempre conflictivo, lo mismo en la Tierra, (Earth) que en Saturno (Saturn) ó en Júpiter (igual, pero sin acento), me dispongo a opinar que el diputado podemita Honrubia puede estar inmerso en la delincuencia como autor de un delito de odio.
Mi decepción familiar es particular. La estúpida barbaridad de Honrubia nos afecta a todos los españoles, incluyendo a Honrubia, lo cual demuestra, amén de su asquerosidad anímica, el nivel de su majadería.

Más de Alfonso Ussía​

 

Guapo​

Un hombre o una mujer pueden gustar a cualquiera. Lo malo es que les guste un cualquiera, que es el caso de la portavoz del Gobierno.
12/08/2022Actualizada 01:56
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Días llevo luchando contra mi ímpetu. Hoy me rindo. Tiene mucha razón Isabel Rodríguez García, ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno, cuando afirma, sin titubeos, que su Pedro Sánchez «es guapo y hay gente a la que le molesta eso». No me incluya entre esa gente, preciosa mía. Estoy feliz de tener un presidente del Gobierno guapo, no como Cánovas, Sagasta, Dato, Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Rajoy o Zapatero. Ya era hora. Los ingleses terminaron hasta las cocochas de Churchill, por feo y gordo, los alemanes de Adenauer, por más de lo mismo, y los italianos proclamaron la República porque el Rey Víctor Manuel era muy bajito. Los españoles somos sumisos y en un alto porcentaje, imbéciles –yo, el primero de los silenciosos y de los imbéciles– y nos conformamos con tener a otro imbécil de presidente del Gobierno gracias a su guapeza, su guapura o su guapidad, es decir, la cualidad de ser guapo. No discuto a la enamorada ministra la belleza de su Pedro. Para una sapa lo más hermoso que existe sobre la tierra es un sapo. En cuestiones de gustos no existen fronteras. Decía mi amigo y maestro Santiago Amón que la mayor desgracia de un español era la de ser alto y tener pinta de hortera. Si yo fuera mujer, que todavía no lo soy hasta que me convenga transferirme al s*x* femenino para pagar la factura de la luz, jamás le pediría un beso a Pedro Sánchez. Se le nota, brota de su piel, un origen de baja estofa. De mí, como hombre, jamás se dijo que soy guapo, pero sí muy atractivo. No tanto como Don Mendo que, camuflado de trovador, consigue que todas las mujeres se pirren por él. Magdalena, la Duquesa de Toro, la Reina Berenguela, la mora Azofaifa, y hasta la marquesa de Tarrasa, que al verlo no puede reprimir su emoción poética.
¡Qué preciós, Mare de Deu!
Non vi doncel mes hermós,
Ni en Sitges, ni en Palamós,
Ni en San Feliú, ni en Manlléu!
La guapura, guapeza y guapidad de Don Mendo terminan por cansar al propio guapo.
Estoy por tirarle un lapo.
¡Ay, infeliz del varón
Que nace, cual yo, tan guapo!
Sin olvidar al malvado Don Juan Tenorio, que seduce a doña Inés con la ayuda de Ciutti, su criado italiano –el gran seductor– y de Brígida, la dueña. Previamente, Tenorio se lo había pasado de cine mudo, como le confiesa a su rival y víctima, don Luis Mejía.
De la princesa Real
A la hija de un pescador,
Ha recorrido mi amor
Toda la escala social.
A Don Mendo, a Tenorio, a Don Juan de Austria les gustaba lo difícil. Al guapo Sánchez, lo fácil, y eso está demostrado, como a Espartaco Santoni, que en paz descanse. «Lo mejor de Espartaco haciendo el amor era cuando dejaba de hacerlo. Se apoderaba de él un profundo sueño y dejaba de decir cursilerías venezolanas, como 'mi princesa' o 'mi jaguara'», me confesó una de sus chicas. Sánchez, de ser guapo, es más guapo Santoni que guapo Mountbatten, el último Virrey de la India asesinado por el IRA, que atontaba con su atractivo personal. Sánchez no es guapo de monumento o estatua. A lo más, de figura de porcelana de Lladró. Pero es cierto que gusta mucho a sus chicas, la Batet, la Rodríguez, la Díaz, la Lastra y la Villacastín. Kennedy se ajustaba unas gafas de sol Ray-Ban y era un presidente con unas Ray-Ban. Lo hace Sánchez y sale un hortera desprestigiando la marca de las gafas. La belleza está en el atractivo, no en el molde. Sánchez podría ser confundido por su asesor jefe de seguridad.
«¿A quién protege usted?»; «a Sánchez»; «Y ¿cómo se llama usted?», «Sánchez».
En mi infancia donostiarra había un chulopiragua que remaba desde Ondarreta a Santa Clara y vuelta, y era idéntico a Sánchez. De cuando en cuando descansaba de bogar, contemplaba con arrobo sus hombros bronceados y retornaba al uso del remo después de encremarse con la soltura de los profesionales chulosplaya y chulospiragua, que eran seis, más o menos.
Pero los gustos son respetables. Un hombre o una mujer pueden gustar a cualquiera. Lo malo es que les guste un cualquiera, que es el caso de la portavoz del Gobierno.
Pues eso.

Más de Alfonso Ussía​

 

Baño o ducha​

La ducha sí es recomendable, exclusivamente, para liberarse de la arena que se incrusta en los cuerpos después de padecer una jornada de tortura playera. Pero nada más
13/08/2022Actualizada 01:29
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A mis lectores podemitas en El Debate, que los tengo, les recomiendo que no gasten neuronas leyendo el artículo de hoy. Va de baño o de ducha, de higiene pausada o higiene precipitada, en resumen, de un asunto muy alejado de sus costumbres y preferencias.
En verano, cuando nos reunimos a cenar un grupo de amigos, surgen las polémicas más interesantes. En el Real Club Estrada –el mejor restaurante de Comillas, por cuanto El Remedio de Samu está en Ruiloba, Cofiño en Caviedes-Valdáliga, la Abacería de la Sal en Cabezón y el Boga-Boga en San Vicente de la Barquera–, nos juntamos siete matrimonios y dos solteras. Y votamos a mano alzada a favor del baño o de la ducha. Catorce votos a favor de la ducha, un voto –el mío– en pro del baño, y una abstención. Dolorosa mi derrota. Las ventajas del baño respecto a la ducha son innumerables, pero las prisas de los tiempos que corren, y las dimensiones de los nuevos cuartos de baño han provocado el desastre social que tanto me preocupa. Bañarse es mucho más agradable y constructivo que ducharse, amén de artístico y entretenido.
Bertie Wooster, el soltero de oro post-victoriano de P.G. Wodehouse se bañaba mientras jugueteaba con un patito de goma. Mi marqués de Sotoancho, Cristián Ildefonso Laus Deo María de la Regla Ximénez de Andrada, Belvís de los Gazules, Valeria del Guadalén y Hendings, copió a Wooster y se baña –su mayordomo Tomás se encarga de la temperatura del agua y la repoblación de la fauna acuática–, con dos patitos flotantes. Uno de ellos, dotado de un artilugio que, al colisionar el pato con las paredes del baño, grazna malhumorado. Simultáneamente, y en la ducha es imposible, sólo en el baño se puede disfrutar del masaje multipompitas con sus maravillosos resultados relajantes. Se toma una esponja de «foamex» llena de aire, se introduce en el agua y se ubica donde se posa el culete. Al presionar con el nalgatorio sobre ella, miles de pompitas de aire se liberan y alcanzan con su insuperable cosquilleo todas las zonas y esquinas del cuerpo humano, creando una sensación de placer propia de Gomorra. Si bien en Gomorra no abundaban las esponjas de «foamex». En el baño se canta muchísimo mejor que en la ducha. En mi caso, juego con diferentes repertorios, pero el que más y mejor interpreto es el compuesto por la habanera «Santander Marinera», la canción de cuna en vascuence «Aurtxoa Seaskan», «La Cautiva» de Jorge Cafrune, y «La Campanilla Monótona» cuya letra en ruso aprendí en la niñez, y tan prodigiosamente cantaban «Los Cosacos del Volga». El único inconveniente del baño es que se escape de la mano izquierda la pastilla de jabón –mis preferidas, las de Heno de Pravia y Dove–. Según Ramón Gómez de la Serna, el jabón en el baño se convierte en el más resbaladizo de los peces, y para recuperarlo hay que proceder a extremar posturas-muelle que pueden provocar algún desdichado esguince o tirón muscular en los muslos.
Efectivamente, para disfrutar de un buen baño es imprescindible disponer de treinta –como mínimo–, minutos de inversión vital. Quien no disponga de ese margen de tiempo es preferible que se duche como si fuera un ejecutivo agresivo que no puede perder ni un minuto de más en beneficio de su empresa. La ducha sí es recomendable, exclusivamente, para liberarse de la arena que se incrusta en los cuerpos después de padecer una jornada de tortura playera. Pero nada más.
Hoy, cuando escribo, 12 de agosto, Santa Hilaria de Augsburgo (sic), San Euplo de Catania, Santa Felicísima de Valeria, San Aniceto de Nicomedia, Santa Euprepia de Augsburgo, Santa Curra de Marhuenda, San Aniceto de Nicomedia, San Porcaro, y San Focio de Nicomedia, lo hago recién bañado, multipompiteado y muy satisfecho de mi interpretación del tramo «También la gente del pueblo tiene su corazoncito» de «La Verbena de la Paloma».
De haberme duchado, jamás podría haber escrito con tan sencilla soltura el presente texto.

Más de Alfonso Ussía​

 

Patoso​

En un año Sánchez puede asomarnos al abismo. La diferencia es que no se lanzará él. Primero iremos todos al vacío, mientras él permanece en La Mareta, su nuevo domicilio oficial, según parece
14/08/2022Actualizada 04:00
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La imagen ha dado la vuelta al mundo. En ella aparece el Rey Felipe VI, sonriente, precediendo al presidente Sánchez, cuya expresión de odio y envidia se antoja terrorífica. La misma mirada que el actor Vincent D´Onofrio dibujó en su personaje de Recluta Patoso en La Chaqueta Metálica de Stanley Kubrick en los lavabos de su compañía de Marines. Una mirada de venganza y ruina, previa al disparo que terminó con la vida del sargento Hartman, magistralmente interpretado por R. Lee Ermey.
Cumplida su misión de matar al sargento, el Recluta Patoso se sienta en un retrete y se suicida.
El Recluta Patoso es un psicópata de libro. La psicopatía, además de una enfermedad mental, es una anomalía psíquica creciente por obra de la cual, a pesar de la integridad de las funciones perceptivas y mentales, se halla patológicamente alterada la conducta social del individuo que la padece. Hablando en plata, es una enfermedad mental que en apariencia no se detecta, que engaña por su supuesta normalidad, ocultando los estragos que alteran la conducta de quienes la sufren, y que brota con naturalidad en estadios de agobio, frustración y envidia. El fracaso destapa su virulencia, y el psicópata, ante la realidad de su desprestigio, no rectifica en su soberbia, sino que persigue el definitivo desastre de todos los demás para demostrar su poder.
Pedro Sánchez, según notables expertos en psiquiatría, tiene magníficas relaciones con varios modelos de psicopatía. La mentira compulsiva es una de ellas. Miente, sabe que miente, y olvida que ha mentido acusando de mentirosos a los demás. Le ha faltado tiempo para culminar la obtención del sosiego en su fin más deseado. Terminar con el régimen constitucional de 1978, derribando con la ayuda de sus socios podemitas, independentistas y terroristas, el fundamental pilar de nuestra libertad, la Monarquía Constitucional. No obstante, su mirada nos indica que, a pesar de su fracaso y a sabiendas de un más que probable batacazo electoral, tiene aún tiempo para dejar una España más arruinada, maltrecha, dividida, y amputada que haga casi imposible su reconstrucción. Sánchez ha permitido que el independentismo catalán se pase por la barretina toda suerte de sentencias del TSJC, el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional. Y su propio Gobierno ha desobedecido cuantas sentencias adversas a sus intereses han dictado los altos tribunales. Está a punto de infectar para siempre al Poder Judicial, sin cuya independencia la democracia es sólo una mera palabra. Para ello, ha contado con la colaboración, durante el ejercicio del poder, del Partido Popular, que aún no se ha sacudido el complejo de inferioridad que, con alguna excepción, ha dominado a sus dirigentes. Ahí tenemos a Juanma Moreno, que después de su arrollador triunfo en Andalucía, se abraza a la memoria del islamista Blas Infante, tan dañino para España como Sabino Arana o Luis Companys. Cuando la psicopatía, que nada tiene que ver con la visión o la inteligencia, intuye que no hay oposición seria en el camino, arrasa con todo lo que queda en pie para que lo levanten los que vienen detrás. Y los que vienen detrás no parecen albergar deseos de modificar los desastres. Rajoy, con mayoría absoluta, no se atrevió a derogar la Ley de la Memoria Histórica, esa patraña inmunda de Zapatero que nos llevó de nuevo a los enfrentamientos anímicos de la Guerra Civil. Enfrentamientos que, a Dios gracias, no han llegado a ser armados, porque los españoles no tienen otra aspiración que llegar a fin de mes a pesar de los impuestos insoportables y la inflación galopante, y el derroche del dinero público.
En un año, el Recluta Patoso, puede asomarnos al abismo. La diferencia es que no se lanzará él. Primero iremos todos al vacío, mientras él permanece en La Mareta, su nuevo domicilio oficial, según parece.

Más de Alfonso Ussía​


 

Historia caprichosa​

Alfonso Ussía
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Hay que rebajar el tono y no afilar los puñales. Escribir como se habla en una tertulia educada compuesta por personas de ideas diferentes. El asunto a comentar, entre café y café, sería hoy el de la desaparición de la División Azul en el nuevo Museo del Ejército. Se me antoja una tontería. Es más fácil inventar la Historia que borrarla. Igual de idiota me parecería que un ministro de Defensa, por razones de antipatía ideológica, decidiera esfumar de nuestra Guerra Civil a las Brigadas Internacionales. La División Azul combatió en Rusia del lado de la Alemania de Hitler frente a la Unión Soviética de Stalin. Un perverso aliado contra un perverso enemigo. Aquellos tiempos. Tampoco las Brigadas Internacionales pueden dar ejemplo de nada. Muchos de los brigadistas –así lo han reconocido–, lucharon engañados o inducidos por sesgados alicientes, y otros lo hicieron en apoyo de la implantación del comunismo en España. Pero estuvieron, y olvidarlos, además de una grosería, es una injusticia. La División Azul hay que analizarla con la frialdad del tiempo pasado y la comprensión del momento. Para muchos fue una aventura. Para otros un motivo de combatir por unos ideales. Centenares de españoles quedaron allí, enterrados en Rusia. Hubo en la División Azul heroísmo, firmeza, desolación, duda y muerte. Era una guerra. Muchos españoles entregaron su vida. Otros tantos permanecieron once años en los campos de concentración de Stalin. «Embajador en el Infierno» se titula el ensayo que Torcuato Luca de Tena escribió con el capitán Teodoro Palacios Cueto de protagonista. El capitán Palacios, con el teniente Castillo y otros oficiales, mantuvieron durante once años el espíritu y la esperanza de los prisioneros españoles, muchos de los cuales fueron torturados y aniquilados por el sistema de terror impuesto por Stalin. Es decir, que estuvieron. Y olvidarlos, además de una grosería, es una injusticia. Y en la División Azul también hubo desorganización. Más administrativa que militar. Algo de eso cuenta Dionisio Ridruejo, divisionario, en sus «Cuadernos de Rusia». Un cercano familiar de quien escribe, se alistó en la División Azul. Partió de Madrid en tren con su batallón. En Burgos se les permitió airearse en el andén. Hacía un frío polar. Esas noches invernales de Burgos. Y mi pariente, poco dado al heroísmo, reflexionó. «Si en Burgos hace este frío ¿cómo será el de Rusia?». Y se fue. Nadie lo reclamó, y al cabo de los años, fue recompensado con una mención especial. Mi familia supo de su deserción dos décadas más tarde, porque también era una familia desorganizada y variopinta, en la que hay de todo. Hasta un soldado de la División Azul que no pasó de Burgos. Pero los que combatieron por unos ideales, los que cayeron en los frentes rusos, los que quedaron allí para siempre enterrados bajo las nieves o al amparo de los abedules, esos árboles tan gélidos, merecen ser recordados. Y también los que sobrevivieron, que no dudaron en alistarse voluntariamente para luchar por lo que ellos creían, en aquellos días, conveniente y justo. Eran soldados españoles que escribieron una página de la Historia de España y de sus milicias. Reunir todas sus memorias en un almacén como si fueran morralla, es de tontos. La Historia no se borra, aunque se invente. Y no merecen el trato que se les dispensa. Así hay que decirlo, como en una tertulia civilizada, sin caer en la grosería moral de los que ahora mandan.
 

El Día Guapo​

Hoy, en mi pueblo, el Día Guapo. Siento que mis lectores se lo pierdan
15/08/2022Actualizada 05:15
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El 15 de agosto. Día de la Virgen. De Nuestra Señora, en Ruiloba. La Paloma, en Madrid. El Día grande en San Sebastián. El Día Guapo en mi pueblo, costa, mies, prados y montes, siempre vigilados por la Virgen del Remedio hasta los bosques cerrados del Monte Corona. En San Sebastián, mi infancia y juventud, el día especial de la familia, que celebrábamos el santo de nuestra madre, Asunción. El 14 por la tarde, abarrotada la iglesia de Santa María del Coro, en la Parte Vieja, junto al muelle de los pescadores. Canta el Orfeón Donostiarra la Salve de Réfice, que se compuso para celebrar el Día Grande de la Semana Grande por encargo de la Reina María Cristina de Habsburgo, la donostiarra. Su nuera, la Reina Victoria Eugenia, era la santanderina. Finalizada la Salve, el pueblo, siguiendo las pautas del Orfeón, canta el «Agur Jesusen Ama». En los años de plomo y sangre, por su origen Real, los bestias de Herri Batasuna y los aprendices de terrorismo de lakale borroka, impactaban con petardos y bombas caseras en los muros de San María, pero jamás consiguieron callar al Orfeón, que doblaba su esfuerzo hasta que los homínidos corrían a toda pastilla calle Mayor hacia el Bulevar huyendo de las Fuerzas de Orden Público. Siempre recuerdo ese día con sol brillante y la mar azul, el «Norte V» engalanado, y llegada la noche, los fuegos artificiales que se lanzaban desde la falda del monte Urgull.
Aquí en Ruiloba, el Día de Nuestra Señora. Misa cantada en el Barrio de la Iglesia. Nuestro viejo párroco, don José Antonio Zúñiga, siempre en el recuerdo, viviendo todos los rincones y esquinas de su pueblo.
La Estrella de los Mares, que canta un coro de voces unidas de Ruiloba y Comillas, con Ramón Bueno al órgano y Honorio de Director. No cabe un alfiler, con más de mil fieles del pueblo y los veraneantes. Paseo y danza a la Virgen del Remedio, que por unas semanas baja de su altozano marino a la mies. Ahora es don Antonio, párroco de Comillas y Ruiloba, el que oficia la Santa Misa, con el Himno de España durante la elevación. Y también recuerdo este día, vivido y emocionado aquí durante los últimos treinta años, con el cielo abierto y las nubes escondidas.
España entera celebra el Día de la Asunción, el de la Virgen. En Madrid es tradición y zarzuela. Chotis y verbena, y la sombra del pagafantas de don Hilarión llevando a sus chulapas a la verbena y a los toros de Carabanchel.
Todo eso nace y sale del pueblo, que aquí no se deja atemorizar ni influir por quienes atacan las raíces cristianas de España. Pero mi emoción y melancolía se resumen en San Sebastián y Ruiloba. Este año, los prados sepias, las hortensias agostadas y los árboles sedientos. Ayer, una tormenta alivió la sed de los prados, que volverán a su verdor cuando todo se normalice, que se normaliza siempre a pesar de los agoreros y los ignorantes.
Que sólo quiero
Asido de tu manto
Volar al Cielo.
Ruiloba te saluda
Como a Su Madre
Y tu nombre repiten
Montes y valles.
Familias completas, Misa, procesión, danzas, bolos y vinos.
El Día Guapo. Sin olvidar, claro, el Día Grande en San Sebastián, el de mi infancia y primera juventud, con el barco engalanado, la Salve a la Virgen y después de la cena en Gaztelubide o Gaztelupe, el recuerdo a los marinos y pescadores que se fueron a la mar y no volvieron. «Féstara». La Fiesta.
Y todo unido a la sensibilidad, la armonía y la melancolía de aquellos tiempos felices, lejanos al odio y la imbecilidad.
Hoy, en mi pueblo, el Día Guapo. Siento que mis lectores se lo pierdan.

Más de Alfonso Ussía​

 

Perros locos​

Alfonso Ussía
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El que posee un perro adquiere una responsabilidad ante todos los que le rodean. Falta a la verdad el portavoz de ANDA, Asociación Nacional de Defensa de los Animales, don Alberto Díez, cuando establece las condiciones en las que deben desenvolverse los «perros mal llamados peligrosos». Peligrosísimos, don Alberto. Como sus amos. En pocos días, dos niños han muerto asesinados por sendos Pitbull, perros potentísimos con una gran capacidad para enloquecer inesperadamente. Y ahí están los rotweiller, los dóberman, los staffordshire bull terrier, los dogos argentinos, los fila brasileños, los mastines napolitanos Y algunos más, cuya peligrosidad se reduce por el tamaño, que no por su carácter. Pero a un niño de dos años, que se asusta, que corre, que llora y que huye, puede mutilarlo y matarlo cualquier perro. Hay unos perros muy apreciados en la actualidad, los «jack russell» (yo sufro un macho invasor y antipático en mi casa norteña), a los que la patada de un adulto puede calmar su agresividad, pero no el miedo de un niño. Y los responsables de lo que hacen los perros, son sus dueños, muchos de los cuales no saben tenerlos, ni educarlos, ni conservarlos fuera del alcance de sus nubes y locuras. No es cierto que los perros adquieren el carácter de sus dueños. Elijo la posibilidad contraria. Muchos dueños terminan siendo como sus perros porque no saben dominarlos, y porque el hecho de tener un perro de «los mal llamados peligrosos», como dice don Alberto, les produce una satisfacción que no se mueve lejana al esnobismo.Las agresiones caninas más numerosas provienen de los rotweiller –no te preocupes, no hace nada, es buenísimo, y quiere mucho a los niños–, hasta que ataca al niño. Se ven muchos por las ciudades paseando sin bozal, y en las urbanizaciones no es extraño que aumenten su sentido de la territorialidad a los jardines colindantes. El ataque de un rotweiller, como el de un dóberman, como el de un pitbull terrier, puede ser tan mortal como inesperado. Su comportamiento cambia en una décima de segundo. Y hay horteras que los tienen en pisos, lo cual aumenta su agresividad. Me sumo a los horteras.Tuve un perro maravilloso, un labrador negro, al que llamé «Sem», y que tenía un carácter, como casi todos los labradores, apacible y cariñoso. También un defecto. No soportaba a los demás perros. Vivía conmigo en Madrid, en un piso, y nadie de mi familia quería pasar el trago amargo de sacarlo a la calle. Amaba a los hombres y odiaba a los perros. No volveré a caer en el error de meter entre cuatro paredes a un perro que necesita la libertad y el campo abierto para ser feliz. Pero nada que ver tienen los labradores con sus parientes «mal llamados peligrosos», según don Alberto. Una mañana, no se sabe porqué motivo, el perro mal llamado peligroso se convierte en un loco asesino. Ignoro la normativa vigente. Pero la posesión de un ejemplar de las razas «mal llamadas peligrosas» tienen que estar estrictamente vigilada por las autoridades. Y la responsabilidad de los hechos que protagonicen, caer directamente sobre sus dueños. Un perro que ataca a un niño es un perro mal vigilado. Así de sencillo. Y el que quiera ser dueño de un perro, que elija entre los centenares de razas en las que encontrar al verdadero amigo del hombre es tan corriente como posible. Y punto.
 

Portadas​

Hubo un momento en el que ABC fue recuperable, pero faltó decisión para hacerlo
16/08/2022Actualizada 01:25
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Luis María Anson y Bieito Rubido fueron, como directores de ABC, grandes portadistas. Luis María inventó las portadas de Antonio Mingote, el genio español de entresiglos. Y Bieito dominó las limitaciones que la portada de ABC exigía, eligiendo la noticia más importante del día. Fueron dos grandísimos directores del diario de los Luca de Tena, la señera familia de Prensa Española, si bien no hay que responsabilizar de su papel secundario en Vocento exclusivamente a los directivos del Grupo Correo, porque los Luca de Tena se rindieron con anterioridad al acoso que padecieron. En la inauguración de las nuevas rotativas de ABC en Sevilla, Guillermo anunció que se retiraba. Fue un día triste. Antonio Mingote y el que escribe viajamos a Sevilla para acompañar a Guillermo y sus hijas, Catalina y Soledad –Petisa–, pero ya había comenzado el declive. Guillermo quedó como Presidente de Honor. Una mañana, Catalina se hallaba en su despacho vicepresidencial cuando irrumpió un personaje listísimo y siniestro apellidado Mijangos, que miraba al este y al oeste cuando se dirigía a alguien, pero jamás al norte, de dónde provenía.
–Catalina, creemos que ha llegado el momento de retirar el coche y el conductor a tu padre, para reducir gastos.
Hubo un momento en el que ABC fue recuperable, pero faltó decisión para hacerlo, y ese asunto lo domina Ramón Pérez-Maura. Pero escribo de las portadas de ABC, que por sí solas fueron un género periodístico de primera magnitud.
Se había producido una de las batallas más sangrientas en la guerra de Vietnam, entre las tropas de los Estados Unidos y las de Ho-Chi-Ming-. Fue el principio del fin de la presencia norteamericana en Vietnam, y el fin del principio de la implantación del comunismo en Indochina. En un partido de fútbol disputado por el Real Madrid, se lesionó Pirri, aquel maravilloso jugador, médico y persona. Una lesión muy grave. El diario vespertino El Alcázar, obvió en su portada la noticia internacional del año. Y su portada se la dedicó exclusivamente a la intervención quirúrgica del pie lesionado de Pirri. Se destacaba en la portada el pie abierto de Pirri entre tijeras, gasas y bisturíes. Y aquella semana, La Codorniz, el gran semanario de humor dirigido por Álvaro de Laiglesia y con los colaboradores, literarios y gráficos más inteligentes e incisivos de España, parodió la portada de El Alcázar de esta manera. En un faldón de la portada se anunciaba: «Ha estallado la Tercera Guerra Mundial». Y el resto se dedicaba a una sola noticia, con grandes caracteres en blanco sobre fondo oscuro: «España venció por 4-3 a Trupinia en canicas sobre grava».
Algo de eso he sentido y recordado cuando ha caído en mis manos el ABC de hoy, 15 de agosto. Soy leal y leo diariamente, además de El Debate, El Confidencial y Periodista Digital, el ABC y El Mundo, en su versión de papel. Y me ha producido una cierta confusión la portada del diario de Vocento, que obvia todas las noticias escandalosas que se suceden en España cada día, y dedica íntegra su portada a un conflicto, muy importante, que cumple un año, y que nada tiene que ver con los centenares de conflictos que se han producido en España en los últimos días, y que son –o deberían de ser– preferentes en el interés de los lectores de ABC. «Kabul, Año 1», y la imagen de un combatiente talibán, Sharif Ullah Khubaib, de 22 años y nacido en Kandahar, y la de Farkhunda Muhibi, una estudiante de Kabul de 21 años. La portada es bonita, pero es información preferente de Internacional, no de portada. Se trata de una portada protectora de los escándalos que se originan en España todos los días. Una portada dedicada a los afganos que leen ABC en Kabul y Kandahar, y no a los españoles que lo leen en Madrid, Sevilla o Cantabria, como es mi caso.
Deseo vivamente que Sharif y Farkhunda limen sus diferencias. Pero me habría interesado más que ABC dedicara una portada al desastre español que escandaliza cada día que pasa. Quizá sea pedir demasiado.
Se añora el viejo ABC de la familia Luca de Tena.

Más de Alfonso Ussía​


 

Dos horas​

Lo terrible y vergonzoso para todos los españoles que creemos en la libertad y el heroísmo de Ucrania son las palabras del embajador Serhii Pohoreltsev: «La munición entregada por España sólo ha dado para combatir durante dos horas»
17/08/2022Actualizada 02:00
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El 21 de abril de 2022 protagonizó la gran hazaña. Renunció a La Mareta –abril es un mes maravilloso en Canarias– y su asesor jefe de APJM –Agitación, Propaganda, Jabón y Masajes– le recomendó una breve visita a Zelenski en Kiev. Previamente, otro asesor jefe de la Moncloa, el de SPYMP –Seguridad Personal Yo Mi Persona–, eligió los lugares del encuentro, muy alejados de las zonas que bombardeaban habitualmente los rusos. Acompañado de su asesor jefe de FYMPNA –Fotografía y Mamporros a Periodistas No Apesebrados–, el camarada Puig de la Bellacasa logró su propósito. Unas imágenes con Zelenski, y una de ellas en plena calle y con chaleco antibalas. En aquella reunión, Sánchez le prometió ayuda militar a Zelenski, y el bravo presidente de Ucrania se lo creyó. Pasados cuatro meses, Kiev ha mostrado su decepción y sorpresa por los incumplimientos de Sánchez en la entrega de armamento, y acusa al Gobierno de España de practicar «maniobras dilatorias» en los envíos para ganar tiempo ante la opinión pública. Sospechan en Ucrania que el Gobierno de España se ha sometido a sus ministros comunistas: Irene Montero, Yolanda Díaz, Ione Belarra y Alberto Garzón, grandes admiradores de Putin y de la antigua URSS, y que las promesas de Sánchez a Zelenski se pueden clasificar en el archivo de las patrañas. El embajador de Ucrania en Madrid, medido por la cortesía que exige el protocolo diplomático, ha reconocido que la munición entregada por España a Ucrania sólo ha dado «para dos horas de combate», y que otros países, Portugal entre ellos, han sido mucho más generosos que España. Clausurada la cumbre de la OTAN, España ha intentado colarles unos carros de combate de los años setenta en situación de chatarra, y ahora «ropa de abrigo» para el crudo invierno que se avecina. Según la crónica publicada en El Mundo y firmada por su corresponsal en Kiev, Alberto Rojas, en el canal de televisión más seguido por los ucranianos, se han tomado las esperanzas de Zelenski en el cumplimiento de las promesas de Sánchez con burlas, mofas y cuchufletas. «¿Os dejáis engañar por España otra vez?». En ese mismo canal, dirigido por Oleksiy Arestovich, asesor militar de Zelenski, la conclusión supera el desencanto y la desilusión: «Al final surgirá algún problema y no enviarán nada». Pero lo terrible y vergonzoso para todos los españoles que creemos en la libertad y el heroísmo de Ucrania son las palabras del embajador Serhii Pohoreltsev. «La munición entregada por España sólo ha dado para combatir durante dos horas». Que nos mientan a los españoles con los lujos de las vacaciones gorronas de los Sánchez, familiares y amigos, es una falta de respeto digna de un dictador hortera consumado. Pero que engañen a los ucranianos, que están defendiendo su país con sangre, uñas y dientes, apoyados por las naciones occidentales, y que la aportación de España se haya reducido a dos miserables horas de combate, sólo lo puede defender Tezanos, que para eso cobra, y muy bien, por cierto.
Porque el ridículo, la informalidad, el engaño a Ucrania nos corresponde a todos los españoles, que hemos quedado como informales, mentirosos y ridículos.
Mientras tanto, y esto no viene el caso, en La Mareta bien. Lo están pasando cachondo, cachondo.

Más de Alfonso Ussía​

 

Bestia libre​

Liarni o Lierni, y por mí, como si se llama Liorni o Liurni, ha sido puesta en libertad gracias a los acuerdos del Gobierno de España con Bildu y el PNV. Ya está la bestia libre
18/08/2022Actualizada 02:00
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Cuando fue detenida se llamaba «Liarni». Ahora es «Lierni». Interesante evolución eusquérica. Fue profesora de vascuence de aquel periodista canalla de procedencia gallega, Pepe Rei, fundador de Ardi Beltza (La Oveja Negra), publicación dedicada a señalar a futuras víctimas de la ETA. Asesinó a Ernest Lluch, al concejal del PP en San Adrián de Besós José Luis Ruiz Casado y al agente de la Guardia Urbana de Barcelona Miguel Gervilla. No contenta con ello asesinó también al concejal del PP en Viladecavalls, Francisco Cano. En su sangrienta agenda no figuraba como objetivo el guardia urbano Miguel Gervilla. Le falló Luis Del Olmo, y al no poder matar al gran inventor de la nueva radio, se cargó al primero que pasó al alcance de su odio, que resultó ser don Miguel. Por los cuatro asesinatos, 161 años de prisión. Ingresó en el penal El Dueso, de Santoña, y en enero de 2022 fue «acercada» y entregada a la responsabilidad del Gobierno vasco, ingresando en la prisión de Martutene, Urumea arriba a pocos kilómetros de San Sebastián. Cuando fue detenida la bestia, su apariencia era la de una joven de sonrisa difícil y buen aspecto.
El Gobierno vasco le ha concedido la semilibertad, y muy pronto, mañana o pasado mañana, podrá pasear su inmundicia por el paseo de La Concha, zamparse unas sardinas asadas en la Panchica y cenar con sus amigos en uno cualquiera de los grandes restaurantes guipuzcoanos. Liarni o Lierni Armendáriz González de Langarica –un segundo apellido bastante ciclista– nació en Beasain, una localidad estéticamente muy mejorable de Guipúzcoa, y de los 161 años de prisión a los que fue condenada, ha pasado enjaulada 21, una ganga. Un teniente –por aquel entonces– de la Guardia Civil que estuvo presente en las primeras horas de su detención me comentó que jamás había visto a una terrorista más fría y segura de sí misma. «Mientras ella permanecía en silencio y sólo hablaba con su mirada de odio, ellos mancharon sus calzoncillos».
Liarni o Lierni, y por mí, como si se llama Liorni o Liurni, ha sido puesta en libertad gracias a los acuerdos del Gobierno de España con Bildu y el PNV. Ya está la bestia libre. Quizá, en estos veinte años largos que ha permanecido en El Dueso, puede haber perdido la fuerza criminal y la estimable belleza física que tenía al ser detenida. No era fea, como la mayor parte de sus compañeras terroristas o adheridas al crimen y al gozo por derramar sangre inocente. Podía haber pasado por una socia del Real Club de Tenis con éxito entre los locales y los veraneantes, con poca conversación, eso sí, que expresiva no es si no tiene una pistola a mano.
Aunque se antoje un comentario o detalle frívolo, Liarni, Lierni, Liorni o Liurni, destrozó su vida por su bestialidad asesina, porque tenía todas las cualidades físicas para haber dado un buen braguetazo con un industrial del acero o un ganadero sevillano asiduo a la Semana Grande de San Sebastián. Pero lo echó todo por la borda permitiendo que su versión asesina triunfara sobre su condición de mujer. Con ella, otros cinco terroristas etarras, Igor Martínez de Osaba, Aitor Herrera, Juan Carlos Subijana, Santiago Aragón y Zigor Orbe, han obtenido el tercer grado en este mes de agosto, gracias a Sánchez y sus ministros podemitas, siempre tan encantadores con los terroristas etarras.
Tendremos seis homenajes de bienvenida. «En España, las leyes se cumplen», ha dicho el hortera.
Pues eso, y nada más.

Más de Alfonso Ussía​

 

Una señora​

Respeto profundamente los motivos que han impulsado a la señora Olona a abandonar la política, si bien lamento que su ausencia nos va a abandonar a millones de españoles por su magistral ejercicio parlamentario
19/08/2022Actualizada 01:30
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No soy del PP, ni de Vox ni de Cs, y menos aún del PSOE, Podemos, IU, Bildu-ETA, el PNV, la jaula de grillos histéricos del separatismo catalán, ni de Teruel Existe. La militancia oprime a la libertad de expresión y opinión. En una sola ocasión, me fue ofrecido ocupar un puesto en una lista electoral, y lo rechacé con tanta amabilidad como alegría. El número 7 de UCD por Valencia. El ofertante fue Joaquín –Ximo–, Muñoz-Peirats y al cabo del tiempo supe que nadie de UCD le había encomendado semejante barbaridad. Coincidí con Ximo en el bar del Palace, tomamos unas copas, y Ximo tuvo aquella ocurrencia. Aquella tarde se inició y terminó mi brillante carrera política.
Tengo amigos del PP y de Vox, y algún dimitido o expulsado de Ciudadanos. Y me he llevado muy bien con socialistas serios, de los que ya no quedan en la cúpula –o la cópula, que así están las cosas–, del PSOE. Recelo del PP por su pretensión de representar a la socialdemocracia, el socialismo soso de los apesebrados en el poder. No entiendo su obsesión por acercarse al PSOE y su rechazo a reencontrarse con los que fueron suyos y que, por su decepción, fundaron Vox, que es un partido constitucional, cristiano, monárquico, conservador y plenamente legal y legalista. Los grandes partidos tienen que aglutinar muy diferentes sensibilidades. Vox encajaría perfectamente en el sector más conservador del PP, pero desde la indignante intervención del pobre Casado en la Moción de Censura, la reconciliación es tan complicada como la situación que en España se crea por esa ridícula enemistad. La izquierda, que ya es ultraizquierda, se siente cómoda, feliz y con futuro gracias a esa ruptura liberal-conservadora. Pero Feijóo, según parece, está más cerca de Sánchez que de Abascal, y los resultados en Andalucía avalan su táctica.
Para Vox ha supuesto una pérdida insustituible la decisión de apartarse de la actividad política de Macarena Olona. No han sabido defender bien a su valor parlamentario más brillante. Creo que, para evitar interpretaciones torcidas y malintencionadas, es conveniente recalcar que no conozco personalmente a Macarena Olona. Del mismo modo que reconozco mi admiración por su labor parlamentaria, su serenidad, su amor a España y su señorío. Los posibles errores de una campaña electoral mal planteada, y las calumnias, injurias, desprecios e insultos que ha tenido que soportar –y que aún soporta a pesar de su despedida–, le han llovido desde su entorno, más que de sus adversarios, que han descansado al saber que van a dejar de ser zarandeados en el Congreso por la tranquila y educada sabiduría y precisión de la mejor parlamentaria de la derecha española. Respeto profundamente los motivos que han impulsado a la señora Olona a abandonar la política, si bien lamento que su ausencia nos va a abandonar a millones de españoles por su magistral ejercicio parlamentario. Y lamento, asimismo, que esa voluntaria renuncia a la actividad política haya causado alegría en el PP. Muchos de los postulados que el PP defiende han sido defendidos por Macarena Olona con la brillantez que los populares aún están buscando por las esquinas de su descoordinación ideológica.
En una sociedad tan zafia, tan desarraigada de sus principios, tan brutalmente entregada a la grosería, la simpleza y la vulgaridad, la ausencia de Macarena Olona supone un grado más en la infección colectiva. Se nos ha ido una mujer admirable, una política sin mancha y una auténtica señora.

Más de Alfonso Ussía​

 
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