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Un poco raro, sí​

El juez tiene que recapacitar y reconocer su precipitación. Noventa y dos cuentas corrientes pueden ser motivo de alguna leve sospecha
30/07/2022Actualizada 01:00
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Vamos a centrarnos en el sosiego. Puede interpretarse como un poco raro, sí, pero sólo un poco. Todos los españoles tenemos de ochenta a noventa cuentas corrientes en los bancos. De ahí que un juez considere que la titularidad de 92 cuentas corrientes merezca una explicación. Pero en el fondo, Monedero no ha hecho otra cosa que despistarse y abrir dos cuentas corrientes más de lo socialmente establecido. Lo intrigante no es el número de cuentas corrientes, sino las trasferencias y movimientos de centenares de miles de euros –millones que saldrán–, que se registran en esas cuentas. Un sabio economista ha dado con la solución. Los bancos regalan toda suerte de objetos a cambio de la apertura de una cuenta corriente. Y el banco preferido de Monedero premia cada nueva cuenta con un juego completo de sartenes de acero inoxidable, sombrillas de playa y mecheros para encender barbacoas.
Lo difícil no es encontrar millones de euros en las cuentas de Monedero, porque siempre los ha tenido y le va muy bien. Lo complicado es hallar la nave industrial en la que Monedero guarda los 92 juegos completos de sartenes de acero inoxidable, las 92 sombrillas de playa y los 92 mecheros para encender barbacoas. Tengo entendido que Monedero tiene la buena costumbre de ducharse todos los sábados antes de acudir a las barbacoas sabatinas que organiza Irene Montero en Galapagar. Y me consta que es un hombre generoso. Es decir, que a nadie sorprendería que le hubiera llevado de regalo, un sábado cualquiera, un juego de sartenes de acero inoxidable, una sombrilla de playa –también adaptable al césped–, y un mechero para encender barbacoas. En tal caso, que es muy probable que así sea, las Fuerzas de Seguridad del Estado, de hallar la nave industrial, sólo encontrarían 91 juegos de sartenes de acero inoxidable, 91 sombrillas de playa y 91 mecheros para encender barbacoas. Es decir, que se desmoronaría la investigación judicial tanto en el fondo como en la forma, demostrándose, una vez más, que Juan Carlos Monedero es un político de Podemos honesto y cabal, cuya única falta –y leve–, es la de haber abierto a su nombre o de sus sociedades dos cuentas corrientes más que el resto de los españoles, que repito, tenemos a nuestro nombre o de nuestras sociedades una media de ochenta a noventa cuentas corrientes, eso sí, sin el caudaloso movimiento que presentan las de Juan Carlos Monedero. Pero no es culpa de Monedero. Es culpa nuestra, que no hemos sabido dotar a nuestros depósitos bancarios del dinero suficiente para moverlo de un lado a otro con el objetivo de despistar a la Agencia Tributaria, que en los casos que afectan a Podemos, se despista con bastante facilidad.
El juez tiene que recapacitar y reconocer su precipitación. Noventa y dos cuentas corrientes pueden ser motivo de alguna leve sospecha. Al que hay que investigar es a don Amancio Ortega, que tiene tres cuentas corrientes y al duque de Westminster, titular de seis cuentas corrientes –y ¡cinco de ellas en Londres!–, lo que resulta muy sospechoso siendo inglés. Eso sí, dinero aparte, que sabemos que está ahí y en cantidades considerables, lo que hay que investigar, y a fondo, es el paradero de los juegos de sartenes, las sombrillas y los mecheros. Y en caso de condena penal, sin promesa de indulto.
Hasta ahí podíamos llegar. Porque en el fondo, lo del dinero ¿para qué sirve el dinero? No tenemos remedio.

Más de Alfonso Ussía​


 

Hoy toca fútbol​

Decenas de grandes jugadores europeos y americanos están a la espera de una oferta que no llegará, porque aquel Florentino no es el mismo que se imponía antaño para contratar al mejor. Se lo han quitado y no reacciona
31/07/2022Actualizada 03:25

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Hay que tocar todos los palos. Sé que muchos lectores rechazan por hastío, aburrimiento, hartura y desafecto el fútbol. Sucede que estoy siguiendo desde mis valles los acontecimientos, novedades y contrataciones futboleras, y no entiendo nada. Y cuando no se entiende nada de lo que sucede, escribir sobre ello adquiere un morbo especial. Y me centro, claro está, en las opuestas maneras de actuar de los dos clubes más importantes y poderosos, socialmente, de España. El del centro y el del nordeste.
El del centro, además de estar ultimando la formidable y espectacular mejora de su estadio Bernabéu –a Lilith Verstrynge no le gusta–, sufre los cuernos que le ha puesto su ilusionante Mbappé con el petrolífero de turno. Y se ha quedado tocado, en lo que concierne a una renovación de la plantilla. No ha fichado apenas, y le sobra dinero. Y el principal club del nordeste, que lleva de carga una deuda superior a los mil millones de euros, que se tiene que cambiar de campo para que su «Nou Camp» no se caiga cuando Pedri consiga un gol, está fichando –con el consentimiento de la UEFA y la RFEF– a decenas de buenos y caros futbolistas sin conseguir traspasar a los buenos y caros que permitirían esos fichajes. Pero ya se sabe que el F.C. Barcelona tiene bula para todo.
Si Benzema se lesiona, el Real Madrid pierde el 50 por ciento de su efectividad. Pero Florentino Pérez, Ancelotti y el muy mejorable cuerpo técnico del Real Madrid han decidido que Benzema no se va a lesionar. Podrán haber contratado, con un mínimo y autorizado esfuerzo económico, a Lewandowsky, que ha fichado por el Barcelona. Lewandowsky, hace tres años, manifestó públicamente que su deseo, su sueño, era jugar en el Real Madrid. La maravillosa gesta del pasado año, el gran milagro de la decimocuarta, es muy difícil de repetir. El petróleo se ha llevado a Halland a besarse con Guardiola, ha mantenido a Mbappé en París y la calderilla se ha llevado a Lewandowsky, al que le quedan dos o tres buenos años, al Barcelona. El Real Madrid sigue con Mariano. Y decenas de grandes jugadores europeos y americanos están a la espera de una oferta que no llegará, porque aquel Florentino no es el mismo que se imponía antaño para contratar al mejor. Se lo han quitado y no reacciona. Otra cosa es su gestión social, que no deportiva, que hay que reconocer admirable.
En la ruina, en la quiebra, el Barcelona ha hecho un gran equipo. En la fortuna y el desahogo, el Real Madrid se ha quedado sin reflejos desde la traición de Mbappé. Bueno es recordarle a Florentino Pérez que un gran continente –como el nuevo Bernabéu–, exige un gran contenido. Los milagros no son habituales, pues en tal caso, dejarían de serlo. Y el Real Madrid no puede permitir que le pisen los morros y la cartera. La tiene llena, y no lo parece. El Barcelona ha sido, una vez más, tramposo, pero audaz. Y la audacia en esto del fútbol, al menos temporalmente, vence a la excesiva prudencia.

Más de Alfonso Ussía​

 

Algunas corbatas​

Este tipo me saca de quicio. No por mentiroso, falso, traidor, vulgar, prepotente, desleal, dictador e innecesario. Por hortera. No sabe hacerse los nudos de la corbata, y quiere que los grandes maestros de tan alta acción, desaparezcamos. A contaminar.
01/08/2022Actualizada 01:20
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Me confieso y declaro culpable. Tengo más de 200 corbatas. Muchas de ellas han cumplido cuarenta años. Corbatas de lunares –topos–, lisas, escocesas Una buena parte de ellas adquiridas en las pequeñas tiendas de las «Burlington Arcade». Y enmarcadas, una del Rey Juan Carlos I junto al sobre en el que me la envió y el tarjetón que justificaba el envío. Y otra de Antonio Mingote, corbata única, dibujada para mí. Con fondo azul, los copos de nieve y en la punta, un individuo con un paraguas. Pero reconozco que llevo toda la vida derrochando energía. Y he decidido seguir derrochándola, porque un hortera de bolera demagogo y mentiroso no va a aterrorizarme. La diferencia entre él y yo, es que, mientras en mi caso llego a casa y me quito la corbata, él no se la pone –los cuellos ordinarios no toleran los nudos bien hechos y apretados–, embarca en un helicóptero Superpuma, y vuela hasta Torrejón –25 kilómetros–, para acomodarse en el Falcon. Que eso es lo que hizo cuando recomendó la muerte de las corbatas para colaborar con el ahorro energético, clausurar el agujero de la capa de ozono, y arremeter contra los que dudan del cambio climático mientras su culo de nuevo rico dejaba en las nubes chorros de contaminantes.
Pepe Oneto tenía una caudalosa –buen caudal le costó–, colección de corbatas de Hermés. Y José María Carrascal es propietario de la más importante reunión de corbatas extravagantes del mundo. Ante una de ellas, y en mi presencia y la de Antonio Burgos, emitió un alarido de susto en Moscú la momia de Lenin. Y el viejo duque de Osuna, don Mariano, siempre llevaba una corbata irrepetible, porque encargaba todo un paño, se hacía del paño una sola corbata y el resto se quemaba, Oscar Wilde le rindió respeto y admiración por tan acusado derroche. Mi abuelo, don Pedro Muñoz-Seca, fue asesinado en Paracuellos del Jarama con corbata.
–Si hay que ponérsela para salir a la calle, es lógico llevarla puesta para morir– le dijo a Cayetano Luca de Tena antes de ser empujado al camión de la muerte. Los socialistas y comunistas le asesinaron por ese motivo. Por contaminar el ambiente con sus corbatas en 1936.
Pero lo de este chuflas no es comparable a nada. –Preparadme unas palabras contra las corbatas y su influencia en contra del ahorro energético, preparadme el Superpuma, y preparadme el Falcon, y vayan adecuando mis palacios para descansar de mi modesto cansancio–. Un caradura como la copa de un pino. Y lo que es peor, un arrogante hortera.
–El hortera nace y muere hortera. Desconfiad de él. Si acudís a vuestro banco y el director de la agencia se viste como un hortera, sacad vuestro dinero inmediatamente. Son capaces de acumular todos los males del mundo. Y si el hortera tiene un gran poder económico y os invita a su finca, no os extrañéis si os topáis con osos con relojes de oro en las muñecas–. Lo escribió el Duque de Borochilov- Stavsky, gran coleccionista de corbatas. Pero ninguna rusa.
Creo, sinceramente, que hasta aquí hemos llegado. No puedo más. Este tipo me saca de quicio. No por mentiroso, falso, traidor, vulgar, prepotente, desleal, dictador e innecesario. Por hortera. No sabe hacerse los nudos de la corbata, y quiere que los grandes maestros de tan alta acción, desaparezcamos. A contaminar.
Pues tararí que te ví, y punto final.

Más de Alfonso Ussía​

 

Nos roba​

Saberme inocente de robar a Cataluña me ha devuelto el equilibrio emocional. Siempre es mejor ser de los que mueren antes que de los que matan, y ser uno más de los robados que de la banda de los que nos roban
02/08/2022Actualizada 00:31
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Creo que fue un tal Alfonso López Tena el que acuñó el antipatiquísimo y falso mensaje de «España nos roba», que en catalán, según mi traductor particular, Josep Ferrán Papiolas de Burrull-Portals, propietario de la academia «El Catalá Preciós» –El catalán precioso–, se dice y pronuncia «Espanya ens roba». Después se descubrió lo de Jordi Pujol, y el acuñador de calumnias, que para mayor despropósito es valenciano, como el del escaño por Teruel, desapareció del mapa, y si opto por ser sincero, no tengo ni idea ni interés en saber a qué se dedica en la actualidad. Pero la masa borrega del separatismo del nordeste de España asumió el mensaje como su grito de guerra, y hubo un tiempo en el que muchos españoles no catalanes creyeron que, efectivamente, el resto de España robaba a Cataluña. Una amiga mía de Comillas, de muy buena e ilustre familia barcelonesa, con los sentimientos regionales confusos y camuflados, me confirmó mis temores: «Has de saber que España nos roba a los catalanes». Y aquella noche no pude conciliar el sueño que, por otra parte, nada me sorprendió, porque el sueño y yo vivimos aparte el uno del otro desde hace años. Su lugar en mi vida lo ha ocupado el insomnio, con el que me llevo últimamente la mar de bien.
Pero al fin, las últimas noticias me han tranquilizado. Puedo pasear con la cabeza alta y el ánimo tolerante, no humillado y con el alma contrita por mi condición de compatriota que roba a los catalanes. Sánchez, el bosnio-herzegovino –se está preparando el futuro en los Balcanes–, ha concedido a Cataluña, a cambio del apoyo de sus enfrentados separatistas, 11.400 millones de euros. De los fondos repartidos por el Gobierno de España a las autonomías en los últimos seis meses, el 41 por ciento han volado hasta Cataluña, que ya adeuda al resto de España casi 67.000 millones de euros. Pero no sería justo afirmar que «Cataluña nos roba», que el insigne profesor Papiolas de Burrull-Portals me confirma que en catalán se escribe «Catalunya ens roba», porque es el Gobierno de Sánchez el que nos está esquilmando a todos los españoles no catalanes para mantener los votos separatistas en el Congreso y el Senado. No obstante, se me antoja chocante que una autonomía acapare el 41 por ciento, y el 59 por ciento se lo repartan las 16 autonomías restantes y las dos ciudades autónomas –Ceuta y Melilla hasta que Sánchez se las regale a Mohamed–, víctimas de tan injusto porcentaje. Se entiende lo del Tren Rápido de Extremadura, a 89 kilómetros por hora, que termina de inaugurar Sánchez para que los extremeños sigan votando al PSOE. De ahí la obsesión antimadrileña de los presidentes autonómicos socialistas, que conocen la calderilla que el Gobierno concede a Madrid y no se explican que Madrid sea el motor económico de España. Lo único que sé, desde mi egoísmo, es que puedo sostener la mirada del más enfurecido e idiota separatista catalán al saber que el 41 por ciento de mis impuestos se invierten en Cataluña, y que una pequeña parte de ellos ha podido servir para que el Barcelona contrate a Lewandowski, que se va a enterar de lo que sufren los trabajadores cuando sus empresas les adelantan que la nómina del mes trabajado no está del todo asegurada. Si bien, los agobios de Lewandowski serán más llevaderos, porque el Barcelona consigue dinero de donde no lo hay.
Mi tranquilidad y orgullo me han permitido, después de 23 meses y 18 días, conciliar el sueño más de cuatro horas seguidas. Saberme inocente de robar a Cataluña me ha devuelto el equilibrio emocional. Siempre es mejor ser de los que mueren antes que de los que matan, y ser uno más de los robados que de la banda de los que nos roban.
Se duerme mejor.

Más de Alfonso Ussía​

 

De mi pueblo​

Mi pueblo fue durante unas horas la capital de la melancolía, los recuerdos, los ancestros, los perfiles de los que se fueron y la ilusión de los que quedan
02/08/2022Actualizada 23:55
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Mis padres eran amigos de los Aguirre de varias generaciones. Cuando Don Juan volvió a España, después de cuarenta años de exilio, y eligió nuestra casa como su primer hogar en el retorno, muchos fueron los que mostraron su deseo de conocerle. Doña Esperanza Borrell, viuda de José Luis Aguirre Martos, entre ellos. Esperanza Borrell no tenía obligación de ser monárquica «estorileña», como nos decían a los partidarios y seguidores de Don Juan III que, ya lo sé, no lo fue nunca oficialmente, pero a los estorileños nos gustaba darle el tratamiento de Rey con su correspondiente ordinal. Y mis padres invitaron a cenar a Esperanza Borrell –abuela de Esperanza Aguirre–, a cenar con Don Juan. Quedó impresionada por la simpatía y naturalidad del padre de Don Juan Carlos I, y se lo reconoció a pesar de su lejanía emocional: «Señor, lo que más me ha gustado y sorprendido es su acento. Habla un español perfecto, cuando yo creía que tenía algo de acento inglés». Don Juan se contuvo. Lo del acento fue una mentira generalizada extendida durante el franquismo. «Eso lo decían para desprestigiarme. Soy un español de provincias, segoviano, porque nací en la Granja de San Ildefonso. Pero toda mi juventud la viví en Madrid, en la calle de Bailén, número 1». Referirse al Palacio Real de Madrid como «Bailén 1» fue alarde de casticismo.
Yo no nací «en provincias», como se decía. Soy madrileño. Vi la primera luz en la clínica San Francisco de Asís, y hasta que me casé, mi casa estuvo en el número 57 de la calle de Velázquez. De Salamanca a Chamberí, ya casado, me trasladé al 88 de García de Paredes, y posteriormente a la calle de Fortuny, que en Madrid se pronuncia «Fortuni», porque nos da la gana. Pero ahora soy de pueblo. Vivo en Ruiloba, un municipio de ensueño, costa y bosque, que limita con Comillas, Alfoz de Lloredo y Udías. Con ocho barrios. El de la Iglesia –la capital–, Sierra, Trasierra, Liandres, Casasola, Concha, Pando y Ruilobuca, el mío. En Ruiloba no hay comercios, y las compras se hacen en Comillas o Cabezón de la Sal, cada día que pasa más en la segunda localidad, porque en Comillas, hasta en los inviernos, a su alcaldesa le fascina multar a los coches que aparcan en el centro urbano, aunque no haya coches. Y algunos comerciantes empiezan a estar mosqueados con las dificultades que se encuentran sus clientes cuando compran en Comillas. No me refiero a los meses de verano, en los que Comillas multiplica por treinta su población. Escribo de los meses fríos, de un Comillas deshabitado, pero siempre recaudador.
Ruiloba está descrito a la perfección en el prólogo de mi libro Desde mi Valle, firmado por el gran montañés, escritor y embajador de España, Alfonso De la Serna. «Y Alfonso se ha venido a la Montaña cántabra, vecina a su País Vasco inolvidable, y se ha quedado al 'asubio' de un valle entre el monte y el mar; un valle al que un gran escritor montañés llamaba 'el Valle de los Laureles', y decía que era 'infinitamente bello, todo oloroso a azahar, a árgomas floridas y a heno segado'. Un valle que si tiene flores de azahar es porque allí maduran, como un milagro vegetal, los limones y las cidras, al lado de los laureles que dan la razón de ese nombre, tal vez algo literario pero certero». Y aquí vivo. Después de 70 años en el maravilloso y bullicioso Madrid, paso los últimos años de mi vida al lado de mi mujer y siempre esperando la visita de nuestros hijos y nietos, en el valle que eligieron los romanos para escoger las ramas de los laureles que, convertidas en coronas, imponían en las cabezas de sus héroes. Y con unos limones, como los de la vecina Novales, que en el siglo XIX se exportaban a Inglaterra y aún se consumen en las mejores tabernas de Londres, como «The Granadiers», en Belgravia, donde se sirven los mejor esgin tonics del admirable y antipático Imperio.
Y me siento feliz en mi pueblo, porque ya soy tolano, hijo de Ruiloba. Y en el barrio de la Iglesia, el pasado 1 de agosto, en torno a su bolera, llegaron gentes de todos los pueblos y caseríos para llenar la plaza en una inolvidable tarde de bolos. Nada menos que en el torneo Campeones del Banco de Santander, el más importante y mejor dotado de Cantabria. Son ya 26 las ediciones, y el primero y el último se han celebrado en Ruiloba, que se convirtió durante unas horas en la capital deportiva de la tradición montañesa. Un deporte único, que de haberlo inventado los ingleses, sería internacional y olímpico, y que por ser pura y exclusivamente montañés, mucho me temo que no desea su expansión, ni su adaptación a los nuevos tiempos, recelando del inevitable futuro. Pero, aun así, los dirigentes del Santander, siguiendo la ruta marcada por los don Emilio –padre e hijo–, han optado por defender su deporte, y en los próximos años, también lo disputarán las mujeres, las campeonas.
Mi pueblo fue durante unas horas la capital de la melancolía, los recuerdos, los ancestros, los perfiles de los que se fueron y la ilusión de los que quedan. Pasar de Madrid, mi ciudad del alma, a Ruiloba, me ha convertido en un dibujo más de esta tierra maravillosa.
De cuando en cuando hay que escribir de lo de cada uno.

Más de Alfonso Ussía​

 

Dos años​

El Rey es flexible –no tiene más remedio– con las barbaridades de Sánchez y su acoso a la unidad de España. Pero con su padre aplica la inflexibilidad. Se lo han exigido, y esa exigencia es tan injusta como antipática
03/08/2022Actualizada 23:29
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El Rey Juan Carlos I ha cumplido dos años de voluntario exilio y obligado olvido.
Se estudia el indulto a la condena de los dirigentes socialistas andaluces acusados y sentenciados por permitir el robo de 680 millones de euros –los primeros– a los trabajadores de Andalucía. Se indulta a los asesinos de la ETA o, en su defecto, son trasladados a prisiones administradas por el Gobierno vasco, que no duda en concederles toda suerte de beneficios penitenciarios. El derroche y abuso del dinero público por parte del Gobierno de Sánchez supera los límites del escándalo. El separatismo catalán impone al Gobierno de España la pauta del soberanismo. Pero el Rey Juan Carlos I no puede volver a España cuando, en los dos años de su ausencia, España ha empeorado en todos los sentidos.
El Rey alejado jamás ha pretendido, después de su abdicación de la Corona, interferir en el Reinado de su hijo y perjudicar a la Monarquía. Y menos aún, a España. No exige vivir en la Zarzuela, ni ser protagonista de nada. Simplemente, un español que desea vivir en su patria y morir en ella, después de haber impulsado su libertad, la Constitución, los derechos humanos y ser el mejor embajador de España durante cuarenta años. Su discreción en la lejanía es un ejemplo diario de lealtad a su hijo y a lo que el Rey Felipe representa.
El Rey es flexible –no tiene más remedio– con las barbaridades de Sánchez y su acoso a la unidad de España. Pero con su padre aplica la inflexibilidad. Se lo han exigido, y esa exigencia es tan injusta como antipática. Más aún, antipatiquísima.
Todos los presidentes de Gobierno disfrutan de las ventajas institucionales y protocolarias de los presidentes del Gobierno. El Rey Juan Carlos ha renunciado a todos sus privilegios. Quiere vivir en España, fuera de la contaminación política, cerca de los suyos y de sus amigos. Don Juan Carlos cumple sus promesas y jamás intentaría influir con su autoridad, ganada durante su brillante Reinado, en cuestiones, importantes o no, ajenas a su nueva situación. Pero sin haber cometido delito alguno, entre el buen Rey que soporta toda suerte de desafectos y el nefasto presidente del Gobierno que sueña con ser el presidente de la Tercera República, lo mantienen en la lejanía. El Rey Felipe es tan correcto, tan estricto en el cumplimiento de sus deberes, tan exigente consigo mismo, que quizá no intuye del todo las maniobras infectantes e infectadas del sinvergüenza de su presidente del Gobierno para terminar con la España Constitucional de 1978 y proclamarse presidente de una República socialcomunista, con el mapa de España mutilado, saqueado y gobernado desde el odio.
Cuidado, que mucho de eso está sucediendo.
Pero un español de 84 años y libre de toda culpa no puede venir a España, vivir en su país y estar cerca de los suyos.
Y más aún, un español que abrió a España a las libertades, los derechos humanos y la modernidad.
No puedo entenderlo.

Más de Alfonso Ussía​

 

El súper​

Me he sentido humillado muchas veces en mi vida, pero jamás como hoy en el supermercado
05/08/2022Actualizada 01:47
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Definitivamente, los hombres somos unos tarados en los supermercados. Nos gastamos el doble que las mujeres y más de la mitad de las adquisiciones quedan olvidadas en las despensas. Los dependientes se aperciben de ello y nos encajan toda suerte de productos que aceptamos con la timidez propia de los inexpertos. En el sector cárnico, hay que «dar la vez», protocolo imprescindible previo a solicitar cinco kilogramos de ternera. «Cinco kilos de carne picada de ternera», por favor. «¿Tiene usted la vez?», me ha preguntado una señora que se movía por el supermercado como Pedro por su casa. «No, señora, pero creo que he esperado lo suficiente y me ha llegado el turno»; «el turno no sirve para nada. Aquí o se tiene la vez, o no se tiene la vez, y usted no la tiene». «¿Dónde puedo conseguir la vez?», le he preguntado a la fiera. «La vez se la doy yo, y usted se la tiene que dar a la persona que aguarda la vez detrás de usted». «Pues, entonces, déme la vez». «De acuerdo, tiene usted la vez, y ahora mismo, sin tardanza, tiene usted que dirigirse a esa señora con los vaqueros apretados y blusa verde para darle la vez posterior a su compra».
Y me he dirigido a la señora de los vaqueros apretados y blusa verde.
«Señora, le comunico con todo mi respeto, que tiene usted mi vez».
«Muchas gracias, porque tengo prisa. Si usted me concede su vez está claro que yo me quedo con su turno. Es usted muy amable. Y yo, le doy mi vez, que iba detrás de su vez, y dos veces después de la señora que le antecede».
Y ha ululado el dependiente. «¿Quién tiene la vez?»; «¡Yo!», ha respondido la señora. «Y después de mí, la tiene este señor tan apuesto y atractivo a pesar de su edad». Y al final, he renunciado a la vez, porque lo de tener la vez, dar la vez, recibir la vez y exigir mi vez me daba muchísima vergüenza. En vista de ello, me he dirigido a las estanterías de conservas de pescado, en cuyo ámbito no es imprescindible la vez. Consiste en elegir las latas que se desean adquirir e introducirlas en un carrito que acostumbra a desobedecer la dirección que su conductor le sugiere. Y ahí sí. Latas de atún, de anchoas, de mejillones, de almejas, choricitos a la sidra y cuando me disponía a cambiar de sector, un empleado que pasaba por ahí me ha ordenado. «No deje pasar la oportunidad de adquirir un bote de albóndigas de carne y jamón en salsa. Se venden muy bien». Y he obedecido inmediatamente. Vamos a ver, y no pretendo salir del engorro de mi humillación y desconcierto. Si en lugar de mi persona –mi persona yo, yo mi persona–, el que se halla comprando es un general de Caballería, Vuecencia habría reaccionado igual añadiendo a su carrito el bote de albóndigas. Los empleados de los supermercados tienen autoridad y abusan de ella. «Y ahora –continuó el empleado– pase por las conservas de espárragos que están en oferta». Y he comprado espárragos.
En mi casa viven y pernoctan durante las vacaciones –y comen, claro–, veinte personas. De ahí, que al pasar por la frutería haya optado por adquirir cinco docenas de plátanos. Ya de vuelta, al verlos mi mujer, me ha felicitado. «Enhorabuena por haber comprado los plátanos con proyección de futuro. Están verdísimos, y hasta dentro de cuatro días no se pueden consumir. Lo que no encuentro es la carne». «Ha sido imposible. No me han dado la vez».
No tengo carácter, ni temperamento ni firmeza ni coraje, para repetir la experiencia. Me he sentido humillado muchas veces en mi vida, pero jamás como hoy en el supermercado.
Les doy, con todo cariño, mi vez.

Más de Alfonso Ussía​

 

Hipódromo​

Hay que tener muy pocos escrúpulos para que una periodista que, para colmo, se hace llamar Maritcha, y que confunde los hipódromos con los velódromos y los aeródromos, reciba a nuestra costa tan extraordinario premio
06/08/2022Actualizada 01:29
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Doña Maritcha Ruiz, exjefe de prensa del PSOE, ha sido premiada y enviada al Hipódromo de la Zarzuela. Para presidirlo, no para competir. Enchufe de 113.000 euros al año, y lo califico como tal porque doña Maritcha no sabe distinguir las diferencias establecidas entre un pura sangre de carreras, un angloárabe, un percherón o «Tigre», el caballo de Roy Rogers en los tebeos de la editorial Novaro. He recordado el cuentecillo de la víctima de una confusión en una tarde de carreras, y que narra a su mejor amigo: «Se me cayeron las gafas, me agaché para recogerlas, y cuando me di cuenta, se me había subido un 'jockey' a la espalda, me arreó un fustazo, y me guio hasta la pista para correr el Gran Premio de Madrid»; «¿Y qué hiciste?»; «lo que buenamente pude. Llegué el tercero».
Mi sobrina Faina Zurita Ussía fue, años atrás, presidenta del hipódromo madrileño. Su gestión fue aplaudida y criticada, pero además de aficionada, la contemplaban cuatro generaciones familiares aficionadas al «turf». Mi abuelo fundó –con poco éxito–, la «Yeguada Conde de los Gaitanes». Mi padre siguió, con menos éxito aún, haciendo correr a sus caballos, dos pencos heredados que siempre quedaban los últimos. Mi tío Francisco Ussía tuvo caballos. Mis hermanos, José Luis y Javier, fundaron con más triunfos que fracasos la Cuadra El Bierzo, y mi primo Gonzalo Ussía Figueroa, con los colores del abuelo –chaquetilla verde con estrellas amarillas y gorra negra, ahora casco–, mantuvo hasta su prematuro fallecimiento la cuadra Ussía Figueroa. Y ganó una gran copa de plata –hasta hace pocos años los trofeos del hipódromo eran siempre de plata–, que regaló al Bar Richelieu, por un motivo rebosado de lógica. «Estoy en Richelieu más horas que en mi casa, y así puedo disfrutar de mi trofeo». Ahí permanece actualmente, en las vitrinas del bar.
Mi maestro, Santiago Amón, tenía un deseo incumplido. Asistir la tarde del «Derby» del Conde de Villapadierna al recinto de los socios. «Quiero ver de cerca el bombín y el pañuelo del conde». Se lo presenté, y también al duque de Alburquerque, gloria de nuestro «turf», y al marqués de la Florida, propietario de «Maspalomas», una yegua excepcional. Amón se sentía feliz. Pero en el «Paddock» tropezó y se dio un morrón: «Lo tengo merecido, por haber intentado mezclarme con esta gente tan poderosa».
Quiero explicar con esta pequeña historia de la afición familiar a las carreras de caballos, igual en la Zarzuela, que en Lasarte, que en Pineda, que si Pedro Sánchez me hubiera nombrado –con la obediencia de la SEPI– presidente del Hipódromo de La Zarzuela, a nadie le habría extrañado. Quizá, un poco, a mi amigo Diego Figueroa, que sabe que mis tardes en los hipódromos de Madrid y San Sebastián las pasaba sin ver las carreras porque lo que realmente me interesaban eran otras criaturas lejanas a las coces y los relinchos. Pero hay que tener muy pocos escrúpulos para que una periodista que, para colmo, se hace llamar Maritcha, y que confunde los hipódromos con los velódromos y los aeródromos, reciba a nuestra costa tan extraordinario premio. La podemita Isa Serra, al menos, es una consumada amazona formada en el paso, el trote, el galope y el volteo gracias al dinero de su papá. Esta chica, al menos, tiene un pasado de brillante amazona.
Pero lo de Maritcha es un abuso. Claro, que comparado con otros abusos, se me antoja como una obra de caridad. Que 130.000 euros por no saber nada de caballos y presidir el Hipódromo de la Zarzuela no significan más que un discreto y medido eructillo de colibrí.

Más de Alfonso Ussía​

 

Los burgaleses​

Ser de Burgos es formar parte de la raíz de nuestra mejor Historia
07/08/2022Actualizada 02:05
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Si algún día, y por cualquier casualidad o circunstancia, alguien me llama «burgalés», me sentiré muy orgulloso. Burgos y su provincia reúnen en su capital, sus pueblos y su paisaje el prodigio de la Alta Castilla. Ser de Burgos es formar parte de la raíz de nuestra mejor Historia. No obstante, un cretino, lo acuñó como insulto y desprecio. Sabino Arana, fundador del «Bizcaitarrismo» (sic) que más tarde se convertiría en el PNV, les decía a los alaveses, «burgaleses». A los guipuzcoanos tampoco los apreciaba. Para aquel desmoronado de pito que pasó su luna de miel en Lourdes pidiendo un milagro que no se contemplaba en el reglamento – la erección de su fuchinguilla para sembrar la semilla de la descendencia en el vientre de su esposa, Nicolasa Achica-Allende Iturri-, la tierra de los vascos se resumía en Vizcaya. Los capitalinos guipuzcoanos se le antojaban monárquicos españoles o simplemente afrancesados, y los alaveses, mucho más cercanos a los burgaleses que a los vizcaínos, exceptuando los enclaves –Llodio, Amurrio etc-, próximos a Bilbao. Sabino era un heredero del resentimiento fundamentalmente tonto, pero tenía un hermano menor, Luis, que le ayudó sobremanera en la confección y creación de la farsa histórica. Entre otras cosas, fue el diseñador de la ikurriña –«banderola» en su traducción más fiel–, copiándola de la Union Jack del Reino Unido de la Gran Bretaña a Irlanda del Norte. Se comió el azul de los escoceses, y lo cambió por el verde de los prados del norte de España , tan verdes en las provincias vascas, como en la Montaña de Cantabria, el Principado de Asturias y las melancolías gallegas. Luis Arana, al que nadie de su familia llamaba «Koldobika» –o «Koldo»–, sino Luis a secas, era el listo de aquella rama de los Arana, fue en tres ocasiones presidente del PNV, y combatió contra Franco con tan corajuda insistencia y contundencia que éste le permitió vivir en España y morir en Santurce –donde las «sardinas frescué»– en 1951.
Fue Luis Arana el que convenció a Sabino, el mayor, el tonto, que abandonara sus desprecios hacia guipuzcoanos y alaveses, y sumara al «bizcaitarrismo» Guipúzcoa, Álava y una parte de Navarra. De los fundadores de ocurrencias «nacionales» existe una reñida pugna por designar al más obtuso de los dos candidatos. El vasco Sabino Arana y el andaluz Blas Infante, que pasó por el trance de desear ser musulmán. Por ahora, vence por una cabeza –usando de la jerga de las carreras de caballos de doña Maritcha Ruiz–, Sabino Arana, pues Blas Infante no peregrinó a Lourdes en su viaje de novios, y tuvo con doña Angustias García Parias, tres hijos. Además, la nube mema de don Blas fue pasajera, –notario y catedrático–, mientras que la de Arana fue permanente.
Días atrás se celebró la apertura de las fiestas de la Virgen Blanca en Vitoria. A primeras horas de la mañana los comandos de Bildu llegaron a la capital alavesa para apropiarse de la celebración. El batúa, ese idioma nuevo, se expresó en las pancartas de esa gentuza. Reivindicaban el socialismo y el feminismo, con hondo respeto por las raíces eusquéricas. «Sozialismoa y Feminismoa». Emocionante. Hasta Sabino Arana, de ver esos trapos con mensajes en batúa se habría avergonzado. Y es probable que después de leer las pancartas «Sozialismoa y Feminismoa», hubiera abandonado la fiesta. «Demasiadas tonterías he protagonizado en la vida para, a estas alturas, hacer el «gilipollasmoa». Me voy a Burgos».
O algo así, más o menos parecido. Agur.

Más de Alfonso Ussía​

 

Romance en La Mareta​

¡Ha sido precioso, Pedro! ¡Qué salto! ¡Qué despelote!
¡Qué guay, Pedro, tío machote!
08/08/2022Actualizada 02:45
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¡Cómo luce La Mareta!
¡Cómo brilla Lanzarote!
El Atlántico celebra
Que han llegado los gorrones
Con sumisa mar en calma
Y delfines juguetones.
¡Cómo gozan! ¡Cuánto ríen!
¡Cómo beben! ¡Cómo comen!
Begoña pasa el jamón,
Los suegros, los mejillones,
Los padres, el «fuá» francés,
Las hijas, los camarones,
Los criados, sirven copas
Y preparan los gintonics,
Y Pedro en el trampolín
Investiga el horizonte,
Se incorpora sin aviso,
Marca paquete de bronce,
Se impulsa en un salto de ángel,
Y la piscina lo absorbe
Como si fuera un albatros
En salto perfecto, enorme.
Para aplaudir a rabiar
Su salto con ovaciones,
Begoña deja el jamón,
Los suegros, los mejillones,
Los padres, el «fuá» francés,
Las hijas, los camarones,
Los criados, entre vítores
Abandonan los gintonics,
Y Pedro emerge sonriente
Y gorronas y gorrones
Se lanzan entusiasmados,
Sin reservas, sin pudores,
Al agua para abrazarlo
Como se abraza a los dioses.
¡Ha sido precioso, Pedro!
¡Qué salto! ¡Qué despelote!
¡Mola mazo! ¡Qué gozada!
¡Qué guay, Pedro, tío machote!
¡Y qué mascarón de proa
Siempre apuntando hacia el norte!
La comida muy frugal.
Vichyssoise o consomé,
Noix de veau a la flamande,
Petites bouchées a la Reine,
Soupe anglaise avec homard,
Pouding de sauce de groseille,
Bavarois de chocolat,
Bombons a la praliné.
Y vinos, Château Lafite,
Yquem, Rioja alavaise
Château Margaux, Armagnac
Champagne, Porto y Romanée.
(Todos los cuartos de baño
Tienen un par de bidés).
Y así, ha trancurrido el día
primero de La Mareta.
Merecidas vacaciones
De una familia discreta
Con unos cuantos amigos
Tanto de él, como de ella.
Compañeras de las niñas,
Y de animador, Iceta,
Que baila como peonza
Y con sus chistes, te meas,
Que es voz bastante ordinaria
Pero la rima lo ordena.
El aire acondicionado
A todo tren, sin problemas,
Y mientras la pobre España,
Se arruina sin darle vueltas,
Y los impuestos se suben,
Y las angustias aumentan,
Esto sucede entre gozos
En la preciosa Mareta.
Mañana se espera a Otegui
Para culminar la fiesta.

Más de Alfonso Ussía​

 

La luz del cónclave​

Alfonso Ussía
Alfonso Ussía

Alfonso Ussía
Creada23-03-2020 | 00:15 HÚltima actualización23-03-2020 | 00:15 H
Estamos en cónclave. Con la llave. Unos peor que otros. En mi casa me esperan cinco mil volúmenes. Y todavía guardo cajas en el sótano con libros de la mudanza. Leo, oigo música y ordeno mis archivos. Y como siempre, me topo de repente con un documento que creía perdido o un libro olvidado, o una música que tanto significó en mis ayeres. Hasta el momento, después de doce días de cónclave, el tiempo se me ha pasado volando. Se empieza a ver la primavera. Aquel dibujo de Antonio Mingote del español sombrón indignado por la llegada de la estación del renuevo y las flores. –¡Primavera, primavera, todos los años con la misma lata!–. Leo con entusiasmo mis extraviados volúmenes de humor perdido. «El Libro de Jomeini», «De su Alma y su Pluma» y «Bizkaya (sic) por su Independencia» del ingenioso escritor vasco Sabino Arana, «Inferioridad de la Raza Catalana» de J. Caballé, y «Traigan los Caballos Vacíos» (Bring on the Empty Horses) de David Niven, este último escrito con extraordinario talento y humor voluntario. Nos retrata el viejo Hollywood, y con la toda la ironía y medida posible, nos lo retrata como lo que era. Un luminoso y multicolor retrete. Que así le dijo Groucho cuando Niven se interesó por su opinión acerca de la película «Sansón y Dalila»: «No puedes esperar que el público se interese por una película en la que las t*tas del protagonista, Victor Mature, son más grandes que las de la primera actriz, Hedy Lamarr». Con Niven actor se perdió un fabuloso escritor wodehousiano, porque su primera obra «La Aventura de Mi Vida», donde narra su triste infancia y su ingreso en la Academia Militar de Sandhurst nada tiene que envidiar a las novelas del maravilloso Pelhan Grenville Wodehouse, el más grande de todos los grandes. Con los libros de Arana y Jomeini tienes que sonreir como consecuencia de su imbecilidad, y con los de Niven por su talento. Y joya literaria de muy complicada superación es la «La Vida de Jesús en Verso», escrita al alimón por Carulla y Méndez. Principia de este modo: «Nuestro Señor Jesucristo/ nació en un pesebre./ ¡Donde menos se espera/ salta la liebre!».

Leo, escribo, consulto y oigo música en mi despacho. Tuve un perro labrador de capa negra «Sem», al que quise llamar en homenaje al por entonces Obispo de San Sebastián «Setién», pero mi mujer corrigió mi intención irreverente, que oía música a mis pies. Se adormilaba con Brahms, se interesaba por Beethowen y Mozart, se alegraba con los Strauss, y ladraba y me miraba indignado cuando, por gastarle una broma, ponia en alto volumen la inmortal canción «¿Qué pasa en el Congo?», que no era de su gusto. Ayer la recordé y tengo que reconocer que «Sem» fue un perro muy sabio. «¿Qué pasa en el Congo, qué pasa en el Congo?/ Que a blanco que pillan lo hacen mondongo./ Katanga, Lumumba, Lumumba, Katanga/ ¡menuda mandanga! la que se montó». Y seguía a peor.

Paseo por el jardín, que ya empieza a estallar. No me gustan los gatos, pero hay uno, muy educado, que me resuelve los problemas como si fuera un implacable raticida. Cuando salgo, se retira, y retorna a su lugar de observación al comprobar que me adentro en el interior de mi casa. Mi casa norteña no tiene nombre, pero mis amigos madridistas la bautizaron como «El Talismán». Aquí venían a ver los grandes partidos del Real Madrid de la Liga de Campeones, y siempre ganábamos. Alterno la ducha con el baño. Lunes, miércoles, viernes y domingo, ducha. Canto bien bajo el chorro de agua. Y martes, jueves y sábados, baño, con patito de goma, como mi marqués de Sotoancho, y esponja de espuma para sentarme sobre ella y recibir el masaje de mil pompitas de aire. Les recomiendo ésta sana manera de higienizarse durante las semanas de encierro. Tome con la mano derecha la esponja. Espachúrrela fuera del agua, con el fin de que por sus poros entre el aire a raudales. Y con rápidez, procediendo a un movimiento muelle, introdúzcala en el agua y ubíquela a modo de asiento bajo su culo.

Al presionar su trasero sobre su superficie, emergerán miles de pompitas que le harán un multimasaje cosquilleante por todo el cuerpo. Y puede repetir la operación cuantas veces sean por su necesidad y agrado. Como decía Tip, son gratuítas y no piden pan.

Y eso sí. No me pierdo un discurso de nuestro presidente del Gobierno. ¡Qué dicción, que tono, qué originalidad, qué manera de decirnos lo que se desvive por nosotros! ¡Cómo nos miente! Lo mejor, en sus últimas apariciones, el gesto de dolor y preocupación que le obliga Iván Redondo a mostrar para que sus periodistas asalariados escriban y hablen de sus valores humanos. Eso no me lo pierdo. Son los momentos de más clara luz que iluminan mi cónclave. Y como tiene todo cerrado, Parlamento incluído, el Golpe de Estado está en sus manos y en las de sus socios, los que nos han infectado a los españoles sabiendo que lo hacían. Pero, ¡qué preciosidad, qué monada de presidente tenemos!
 

Y de los suyos​

Sostres le pregunta: «¿No cree que si Europa y USA ya han dejado claro que no van a matar a Putin, es mejor pactar con él?». Y responde la ucraniana: «Putin es un asesino. Estoy orgullosa de los huevos de mi pueblo»
09/08/2022Actualizada 01:50
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Salvador Sostres es un gran columnista. No tiene miedo a su verdad. La verdad de cada uno es siempre subjetiva, y Sostres no se detiene en escaparates cuando su verdad le demanda y exige la libertad. Por otra parte, como antiguo y entusiasta joven independentista, se conoce al dedillo la gran mentira y a todos los farsantes y sinvergüenzas que han llevado a Cataluña a los aledaños de los vertederos. Algún día escribirá en El Debate. Pero la segunda versión de Sostres en el ámbito literario y periodístico es también extraordinaria. Sin aparentar esfuerzo, firma estupendas entrevistas en la contraportada de ABC. Por su página pasan personajes desconocidos que aportan con sus respuestas mucho más que los que han sido entrevistados en centenares de ocasiones. Y no oculta su profundo cristianismo, reconocimiento público que empieza a ser un riesgo añadido al simple ejercicio de la libertad de expresión y opinión. Tiene defectos, algunos de ellos incorregibles, sólo merecedores de amnistías por sus orígenes. Nació en Barcelona, creció en Barcelona, se formó en Barcelona y, por contaminación anímica, es un forofo del Fútbol Club Barcelona, si bien, no escatima su admiración por el Real Madrid. Se trata de un pecadillo venial. Pedro Sánchez, que nació en Madrid y jugó muy mal al baloncesto en el Estudiantes, es del Barcelona. Y ese pecado es mortal, porque su barcelonismo proviene del odio y las envidias que las izquierdas han reunido contra el Real Madrid, al que motejaron como el «equipo del régimen franquista» cuando el generalísimo era del Barcelona, al que salvó de su extinción. Prueba de ello, esas dos medallas de oro y brillantes que le concedió el Barcelona, y que ahora le han sido retiradas, exigiendo a sus herederos que las devuelvan, que no las van a devolver porque no las encuentran, entre otros motivos. Como si Franco las hubiera guardado en lugar preferente.
De las entrevistas de Sostres siempre se obtiene información y alguna sorpresa. Y la sorpresa nos la ha regalado su entrevistada Oleksandra Garde, una joven ucraniana que trabaja en una de las más importantes empresas del lujo ibicenco. Lleva muchos años en España, y sus padres viven en los entornos de Kiev. Dice que, en su negocio, la guerra sólo le ha afectado anímicamente a ella, por ser ucraniana – los cursis dicen «ucrania» o «ucranio»–, pero pasando muy por encima de su tragedia nacional y personal. Y Sostres le pregunta: «¿No cree que si Europa y USA ya han dejado claro que no van a matar a Putin, es mejor pactar con él?». Y responde la ucraniana: «Putin es un asesino. Estoy orgullosa de los huevos de mi pueblo». Y he aplaudido esa respuesta hasta con las orejas.
Huevos, también, los suyos. Cuando Alfonso XII desobedeció a don Antonio Cánovas, y en contra de su voluntad, viajó hasta Aranjuez a visitar a los enfermos de peste, el presidente del Consejo de Ministros, que en el fondo estaba de acuerdo con el gesto del Rey, le preguntó: «Señor, ¿cómo ha podido desobedecerme?». Y Alfonso XII le respondió: «Don Antonio, con todo mi respeto, porque me ha salido de los huevos».
Por otra parte, y sin que pueda ser interpretado el siguiente apunte como subjetivo, cuando Sostres viaja a Madrid toma su copa en Richelieu. Un valor añadido. Las subvenciones condicionan. Y la libertad reclama a los libres.

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