Autoestima y otros temas de psicología

No pierdas tu valor con una persona que no sabe lo que tiene



Es habitual que sintamos que perdemos nuestro valor ante personas que queremos pero que, sin embargo, no están descuidando. Acabamos creyéndonos que aquellas razones por las que no nos quieren siempre son por defectos personales o, como se suele decir, “por nuestra manera de ser” o “porque no encajamos”.

O sea, acabamos por no otorgarnos valor en nuestro afán de tener preguntas y respuestas para casi todo. Esta “pérdida de valor” como consecuencia de la costumbre o de la rutina es una sensación muy habitual en las relaciones de pareja. Se pierde la magia, el toque, las muestras de afecto y así se destruye el amor.


Ahora, que sea habitual no quiere decir que no “nos hunda en la miseria emocional”, que no nos afecte y no acabe con relaciones que lo prometían todo y se quedaron en nada. De todas maneras, sabiendo que esto sucede, es muy importante que seamos conscientes de nuestros recursos para evitar el dolor.

“Es absolutamente necesario suicidarse cada cierto tiempo. Huir de uno mismo, perderse, sentir el cuerpo vacío, agotado, dolorido. Mudar la piel, beber, tocar fondo y luego no recordar nada. Estar ausente de todo, para después aferrarse a la vida. Reencontrarse. Y vestir de colores pastel, andar a paso ligero y sonreír a los vecinos cuando te saludan en la escalera”
-Autor desconocido-


La dolorosa pérdida de valor ante los ojos de aquellos a los que queremos
La culpable de perder valor hacia aquellos que queremos es, sin duda, la costumbre. Solemos acostumbrarnos a lo que tenemos y no apreciar lo que supone en nuestra vida nuestra pareja, nuestro amigo o nuestro familiar.

Como consecuencia descuidamos e ignoramos el cuidado, el cariño y la conquista diaria. Dejamos de lado las sonrisas, los buenos días, las caricias entrelazadas con buenas palabras, la capacidad de sorprender… Todo.

Con el tiempo nos volvemos rutina, obligación e indiferencia y nos convertimos en piedras frías, insensibles, inmóviles e inertes.

Puede que seamos amables con otras personas, que nos centremos en nuestro trabajo, en nuevas aficiones, en el deporte, en otras amistades o relaciones, etc. Pero frecuentemente olvidamos ser como debemos ser para ESA PERSONA. Entonces el amor muere presa del ataque de la indiferencia y de esa mala costumbre que mantenemos de no apreciar lo que tenemos.

La rutina es irremediable, pero eso no nos debe hacer perder valor
Se suele decir aquello de “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”. Nada más lejos de la realidad. Sí que sabemos lo que tenemos, lo que ocurre es que no creemos que pueda llegar el día en el que lo perdamos todo.

Pensamos que esas PERSONAS siempre estarán ahí, que hemos aguantado lo suficiente como para ganarnos el tiempo que nos queda junto con nuestra pareja, que son malas etapas y feas costumbres y que, si algo va mal, con el paso de los años del calendario mejorará.

La cuestión es que ese día en el que se hace el milagro nunca parece llegar, que todo sigue envolviéndonos en tormentas de desánimo, de negrura y de desinterés.

Ahora, es probable que llegue el momento en el que uno de los dos miembros de la relación acabe pensando (o mejor dicho, sintiendo) que lo que no se soluciona pasando de página se arreglará cambiando de libro. Esto es perfectamente normal y comprensible, pues no podemos estar toda la vida sometidos a una relación afectiva que está devorándonos por dentro, acabando con nuestras expectativas y trampeando nuestras necesidades.

No estamos hechos para conformarnos. Por eso, habitualmente, si permanecemos mucho tiempo sumidos en una relación apagada que ha sucumbido a la indiferencia y a la anhedonia, haremos de esta un “entierro en vida” que empeorará nuestro intercambio emocional.

Estar juntos es mucho más que quererse. Por eso, para que un amor del tipo que sea salga adelante, es imprescindible que haya un interés mutuo y que se demuestre como tal. De lo contrario, la relación afectiva se convertirá en un desgaste emocional para el miembro de la pareja que quiere pero no puede.

Por Raquel Aldana
 
Optimismo inteligente: feliz a pesar de todo

¿A que nos referimos cuando hablamos de optimismo inteligente? El divulgador científico y economista Eduard Punset, sintetiza las claves del optimismo en tres puntos fundamentales: la esperanza de vida, la medicina personalizada y el conocimiento de las emociones. Puntos que, según él, atraen la verdadera felicidad.

Sin embargo, estas son las claves de un optimismo que, en una situación crítica, se puede desmoronar ante la voluntad y la salud mental debilitada de cualquier persona. Si esto es así, ¿quedan pocas esperanzas para ser feliz a pesar de todo? De ninguna manera, si te atreves a conocer y poner en práctica las claves del optimismo inteligente, la felicidad aparecerá.


“Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad.”
-Winston Churchill-

Pero, ¿qué es eso de optimismo inteligente?
No son pocas las personas que aún piensan que el optimismo está vinculado a la ignorancia o a “la negación de la realidad”, mientras que el pesimismo se relaciona con la “iluminación mental”.

Estas afirmaciones sostienen un tipo de optimismo que se centra en ser feliz por ser feliz, cerrando los ojos ante la realidad con el propósito de no ser dañado.

De esta clase de optimismo se puede asegurar que están los gabinetes psicológicos repletos. De personas que, desconociendo su entorno y a sí mismas, en una mala época descubren que se han estado engañando durante años y que, para su sorpresa, ni ellas mismas ni sus seres cercanos o situación social y económica eran lo que se pensaban.

Esto no tiene nada que ver con el verdadero optimismo. El optimismo inteligente surge a partir de la denominada psicología positiva, una tendencia muy actual que ha encontrado un enfoque diferente en el tratamiento psicológico, centrando sus esfuerzos en el estudio de los elementos de la salud mental en vez de concentrarse en la enfermedad, como ha sido común en psicología.

El optimismo inteligente es mirar más allá de lo negativo y poder convertir la situación que se nos presenta en una posibilidad para avanzar.

Ser optimistas de manera inteligente significa que nos centramos en las soluciones en lugar de las dificultades y no, no es pasar de lo negativo, sino utilizarlo para crecer. María Dolores Avia, Catedrática de Psicología de la Personalidad de la Universidad Complutense de Madrid y escritora del libro “Optimismo Inteligente”, ha sentado precedente sobre su importancia en el desarrollo del individuo.

Cuatro mandamientos para que seas feliz a pesar de todo
Podemos ser felices a pesar de las circunstancias que nos rodean, pero para ello lo más importante es querer serlo y empezar a cultivar esa actitud. Estos consejos te ayudarán:

1. Abre los ojos
Todos recordamos la famosa película homónima que retrataba una autoimagen distorsionada, así como una imagen subjetiva con respecto al entorno. Justamente esto es lo que quién practique el optimismo inteligente debe evitar: mantener sus ojos cerrados a la propia realidad y a lo que ocurre alrededor. Los prejuicios, el miedo y el acomodamiento son los peores enemigos del autoconocimiento.

2. Alimenta la mente y el cuerpo
No se puede ser feliz a pesar de todo si pesa más la apatía, el carácter autodestructivo (rencor, nostalgia, culpa, melancolía…) y la desesperanza. No hay una fe mayor que la que procede de la fuerza de voluntad de alcanzar un objetivo. Si alimentas la mente y el cuerpo con nuevos objetivos, nunca dejarás de ser optimista.

3. Cultiva los pequeños placeres
Directamente desde la película de Jean Pierre Jeunet y Marc Caro, Amelie, esta frase es la síntesis del optimismo inteligente. En ocasiones, estamos tan ocupados con llevar a cabo grandes empresas que nos olvidamos de ese día a día, de esos pequeños placeres cotidianos que realmente dan sentido a nuestra vida entera.

4. Lucha
Frases como “yo ya lo he hecho”, “ya soy demasiado mayor” no sirven. La vida es luchar y, curiosamente, la misma batalla, querer crecer, aprender, crear y derribar muros son una garantía contra la enfermedad. ¡Mientras estés vivo, siéntete vivo!

Por Alex Bayorti

 
El perfeccionismo inútil



El secreto para vivir felices tiene que ver con saber encontrar puntos de equilibrio en todo lo que hagamos. El perfeccionismo es uno de esos atributos sobre los que hay gran ambigüedad. Es una característica fuertemente valorada en el mundo profesional; pero, a la vez, origina más problemas que beneficios en el mundo emocional.

El perfeccionismo está presente en personas con rasgos obsesivos. El perfeccionismo es un deseo, nunca colmado, por llegar a un resultado que no genere ni el más mínimo cuestionamiento.


En ese sentido, se trata de un deseo imposible, en el que generalmente se busca la excelencia y se tiene poca tolerancia a la frustración. Así las personas perfeccionistas, si no saben encontrar el punto medio de su disposición a la perfección pueden experimentar un continuo malestar.

La relación entre el perfeccionismo y la angustia
Quien decide emplear el perfeccionismo como su criterio de base para actuar, está en riesgo de pagar un precio demasiado alto por ello. Junto al afán por hacer todo sin mancha, también suelen aparecer episodios de angustia, tensión permanente y caudales de miedo.

Al perfeccionista le cuesta mucho disfrutar de sus logros. Como enfoca su mirada hacia ese cabo que pudo quedar suelto, o ese pequeño punto negro en la sábana blanca, nunca los resultados van a parecerle meritorios. Ni siquiera suficientes. A la persona perfeccionista la búsqueda de lo perfecto lo lleva a una frustración permanente, ya que conseguir todo perfecto es imposible.


En muchos casos el perfeccionismo está asociado con problemas de baja autoestima. Se instala en la vida porque probablemente la educación que se recibió era muy severa y ponía mayor énfasis en las fallas que en los aciertos. Por eso se forja la idea de que no somos suficientemente buenos, que nada de lo que hacemos es realmente apreciable. El perfeccionismo, entonces, opera como un mecanismo de compensación para la imagen pobre que tenemos de nosotros mismos.

Lo que distingue a una persona aplicada y comprometida de alguien obsesivo con el perfeccionismo, es el grado de satisfacción que logra experimentar con lo que hace. Quien siente orgullo por su trabajo y quiere hacerlo bien, se sentirá feliz de concluir una labor bien hecha, aún sabiendo que no es 100% perfecta. El obsesivo no experimenta gratificación por su trabajo, sino un dejo de angustia por todo lo que no logró hacer.


Mitos y realidades sobre el perfeccionismo
Hay varios mitos en torno al perfeccionismo. Son ideas equivocadas que encubren la verdadera naturaleza de esta actitud obsesiva. Por ejemplo, hay quien piensa que si no se mantiene en una línea perfeccionista, entonces caerá en la desidia y la mediocridad. Como si solo existieran los dos extremos: perfección o descuido. Olvidan que hay muchos puntos intermedios y que somos humanos, no máquinas infalibles.

Otro mito muy extendido dice que solamente logran éxitos significativos quienes se proponen hacer todo perfecto. Esto tampoco es cierto. El éxito depende del talento y éste de la perseverancia. Está mucho más preparada para triunfar una persona relajada, que no tiene que lidiar con fuertes dosis de angustia y de tensión. Hay muchos ejemplos en el mundo de personas que alcanzan grandes objetivos, sin estar evaluando permanentemente lo que faltó o lo que sobró en cada cosa que hacen.

Lo que sí es cierto es que los perfeccionistas dependen mucho de la aprobación propia y ajena, sobre la base de una moral demasiado estricta. Tienen una tendencia a formularse críticas bastante negativas y temen al rechazo. Además, piensan que el error y el fracaso son sinónimos; no han aprendido a sacar partido de las equivocaciones.

La realidad es que los éxitos o los fracasos no son lo que define nuestro valor como personas. Si eres una de esas personas que no tolera las imperfecciones, tal vez sea hora de que revises quién eres y lo mucho que vales.

Liberarnos del perfeccionismo significa vivir sin estar bajo presión, ser más responsables emocionalmente de nosotros mismos y ser más flexibles.

Por Edith Sánchez

 
Cuando menos lo esperas, las cosas buenas llegan

De pronto, y sin que sepas muy bien cómo, el universo entero parece hilar sus dedos artesanos para traerte cosas buenas, aquello que esperabas, aquello que sin duda mereces y que tu propia esperanza había dado por perdida.

¿Por qué no? Algunos lo llaman suerte, otros designios, unos pocos hablan de ley de la atracción, pero en realidad… ¿Quién puede negarte que tu esfuerzo, dedicación y voluntad haya tejido su propia cuerda para que al final de la misma se hallara aquello que esperabas?


Las cosas buenas llegan a quien sabe esperar y a quien disfruta por fin de esa suerte que se ha ocupado en forjar jornada tras jornada. Es el destino, es la oportunidad y la fuerza interior de uno mismo conjugadas para traernos las cosas maravillosas que dan vida a nuestro corazón

Si eres una persona que suele ver con gran escepticismo eso “de que las cosas buenas llegan de improviso si uno sabe esperar”, merece la pena que reflexiones con nosotros sobre estos sencillos aspectos. La magia, la suerte, la providencia y las cosas hermosas de la vida están a la vuelta de muchas de nuestras esquinas. Solo hay que sabe doblarlas, saber recorrer el camino con la mente abierta y el corazón dispuesto.

La suerte y la llegada de las cosas buenas se deben a un aspecto: creer en ti

Tan sencillo como eso: las cosas buenas y el ancla de la suerte solo llegan a puerto de quien es capaz de creer en sí mismo para propiciar que determinadas situaciones sucedan.

Para que por fin llegue a nuestras vidas eso que tanto ansiamos, se necesita no solo un deseo. Debemos pensarlo: el pensamiento infunde la emoción y la fuerza de la voluntad, ahí donde la confianza en uno mismo y en sus posibilidades, actúan como auténticas llaves del cambio

Como puedes intuir hay muy poco de magia en estos conceptos. Tampoco es una idea sacada a la fuerza de los manuales de autoayuda con los cuales, vender un slogan vacío.


La creencia en uno mismo mueve montañas y es nuestra auténtica fuerza vital. ¿La tienes tú? Te invitamos a poner en práctica estos sencillos consejos para permitir que las cosas buenas, lleguen a tu vida con la sutileza de quien por fin, ve el amanecer en su vida.

Sal de tu rutina, propicia pequeños cambios cotidianos
Lo sabemos. Sabemos que pasas muchas horas fuera de casa cumpliendo un horario laboral, y que los días te exigen más obligaciones que placeres. Te preocupas por los tuyos y sabes que cada esfuerzo es necesario.

  • Podemos seguir cumpliendo nuestros horarios pero enfocando dicha obligación de otro modo.
  • Permítete algo cada día, por pequeño que sea: tomar un café en un sitio nuevo, comprar un pequeño regalo para los tuyos al salir del trabajo, volver a casa por otro camino.
  • Cualquier cambio en la rutina es un estímulo en nuestro cerebro. Un estímulo es un refuerzo positivo, y un refuerzo positivo aporta emoción. Eso ya es un cambio, es otro modo de enfocar el día a día.
Enciende tu ilusión en el día a día y que nadie te la apague
Quien deja de soñar muere un poco a cada rato, así que cierra tus ojos y abre tu mente. Permítete soñar con aquello que deseas, libérate un poco cada día sintiéndote libre aunque sea en tu pensamiento.


  • Cada ilusión enciende un motor en nuestro interior, hasta que poco a poco, nos van “creciendo las alas”. Toda ilusión se trasformará en un propósito y el propósito en voluntad.
  • Ahora bien, nunca olvides que a tu alrededor, habrá algún especialista en consumir sueños y voluntades. Son personas que nos llenan de nubarrones con sus acostumbradas palabras de “ese tren ya no es para ti”, “tus obligaciones son otras”, “eso son tonterías y formas de perder el tiempo”… No lo permitas, no los escuches.
Quien puede cambiar sus pensamientos puede cambiar su destino
Las cosas buenas, en ocasiones, pueden llegar por un acto puramente casual; todo es posible. No obstante, siempre habrá mayores probabilidades de que sucedan las cosas buenas si ponemos de nuestra parte, si propiciamos que esto ocurra siendo auténticos artífices de esos aspectos soñados.

Si eres capaz de cambiar el enfoque de tus pensamientos, en especial los limitantes y los negativos, darás paso a ese destino que tanto ansías pueda llegar. Y si el destino te lleva a un cruce de caminos… Respira, tú eres quien debe decidir en qué dirección debe seguir tu vida

Somos conscientes de que no es nada fácil variar el enfoque de nuestros pensamientos:

  • Los pensamientos se modelan por nuestras experiencias previas, por recuerdos pasados, por aprendizajes surgidos a raíz de fracasos que no queremos repetir.
  • Muchos de nuestros pensamientos están limitados por la indecisión, por creencias en ocasiones limitantes que nos han inculcado o trasmitido otros.
  • Pensamos que los cambios no son buenos, que solo traen cosas peligrosas y que es mejor “seguir donde estamos”.
Todo ello son ejemplos de pensamientos limitantes que requieren una reestructuración cognitiva. ¿Y cómo lo hacemos? ¿Cómo variamos esos enfoques que habitan en nuestra mente?

Piensa que lo mereces. Piensa que ha llegado el momento de darte prioridad, de ser el protagonista de tu vida no un simple actor de reparto a la sombra de los demás. Sueña, ilusiónate cada día y haz pequeños cambios. O grandes cambios. Las cosas buenas llegan a quienes saben esperar. No lo dudes.

Por Valeria Sabater











 
En mi camino emocional exijo estrellas



“Sea como sea, yo no sé si soy estrella, planeta, o agujero negro, pero en mi camino emocional exijo estrellas. Y cuanto más mayor me hago, antes identifico las que no lo son. Es uno de los gajes de hacerse viejo, que lo ves venir todo a años luz.


Hay amores de película y hay amores de spot. Amores de largometraje y amores que apenas llegan a los veinte segundos. La diferencia es que los primeros los vives sólo una vez. Y los segundos, te guste o no, estás condenado a repetirlos tantas veces como les dé la gana a ellos, incluso en contra de tu voluntad.”(Risto)


Conformarse es una de las palabras más feas y tristes que existen. Es dolorosa porque denota que hemos dejado de trabajar al lado de nuestra ilusión.

Que nos conformamos con cualquier cosa es una verdad incómoda que tenemos que asumir. Tenemos miedo de quedarnos solos, de que se nos pase el arroz, de lo que la sociedad dirá cuando nos mire…

Ante estos dilemas, es normal que nos precipitemos por elegir a toda costa a un candidato o a una candidata que nos ayude a obtener una perfecta combinación.

Te mereces lo que mejor te haga sentir, sin medias tintas.


Es probable que hayas tenido muchas relaciones fallidas. No busques culpables, normalmente son nuestras ideas erróneas sobre el amor las que nos hacen fracasar.

No consiste en esperar a que venga el guapo de Hollywood a darnos un beso de película, a llevarnos en su descapotable y a recorrer el mundo con la pasión desbordada como bandera. Exigir estrellas en nuestro camino emocional solo tiene una lectura: el amor que mereces es aquel que quiera hacerte feliz y que sea feliz contigo.


Y, cuando des con esa persona, te darás cuenta de que no hay nada comparable a llevar a una persona a tu lado que esté dispuesta a solucionar vuestras diferencias y vuestros conflictos.

Porque, cuando encontramos a la persona adecuada, simplemente se sabe. Y se sabe porque cuando te abraza fuertemente, recompone todas tus partes rotas.

Y es que las estrellas son esos astros que tienen luz propia y, como nunca dejan de brillar, destruyen toda la oscuridad a su paso. Como dice Risto, es una luz que te enamora porque es libre y no depende de nada ni de nadie.

No te necesito, te prefiero


El amor no se nutre de necesidad, sino de preferencia. Es decir, la independencia emocional es lo ideal en las parejas y es eso lo que tenemos que conseguir. Es que preferir es inmensamente más enriquecedor y saludable que necesitar.

Nuestra estrella ilumina cualquier lugar y en cualquier momento, es así independientemente de donde esté. Sin embargo, debemos de tener en cuenta que nuestro astro se autoconsume solamente por iluminar y que se puede quedar sin energía si la estrella a la que tiene al lado no colabora, si no le presta intensidad y motivos para seguir brillando.

Por tanto, quizás otra de nuestras ideas erróneas es pensar que porque un amor sea limpio y luminoso será eterno. La realidad es que tenemos que poner de nuestra parte, trabajarlo, cuidarlo e iluminar de manera conjunta.

Conformar una pareja es construir un equipo de trabajo. Y trabajar en equipo no significa crear dependencia, sino cooperar con el mismo entusiasmo con el que vemos brillar las estrellas cada noche. Y ellas nunca fallan, siempre están ahí en el cielo acompañándonos a pesar de que las nubes dificulten nuestra vista.

Nos tenemos que quedar con la idea de que no hay momentos en los que nos corresponda iniciar una relación porque parece que es lo que toca o que es lo que nos atrae, sino que tenemos que exigirnos que lo que nos acompañe sea el complemento ideal para iluminar nuestro cariño.

Por Raquel Aldana
 
Dame un sonrisa que yo puedo con todo



Decía un dicho popular que nadie es tan pobre para no poder regalar una sonrisa ni tan rico para no necesitarla y, aún, no he conocido a nadie que no esté de acuerdo con tal afirmación. Las sonrisas casi siempre son agradables: es como si, al recibir una, viniera con ella también un halo de energía positiva que provoca en nosotros distintas emociones.

La emoción que puedes llegar a sentir al recibir una sonrisa depende, fundamentalmente, de dos factores: por un lado, qué supone la otra persona para ti; por otro lado, cómo te encuentras en ese momento. En cualquiera de los dos casos, una sonrisa puede calmar, curar, animar, alegrar, abrazar e incluso, en pequeñas ocasiones, doler.


Tu sonrisa es lo único que necesito para sentirme viva
Hay personas que están en nuestra vida porque, ante todo, saben cómo hacernos reír. Ellas tienen el don especial de saber cuándo y de qué manera hacerlo y llegan sonriendo justo cuando más necesitas esas sonrisas. Esto que, para mí, es un don es de suma importancia por los beneficios que todos sabemos que tiene reírse para nuestro bienestar.

Alguien que logre hacerte reír cuando menos ganas tienes, se lo merece todo. Y se lo merece todo porque te está transmitiendo con ello su fuerza, sus ganas de vivir y de que vivas: no olvidaremos nunca esas sonrisas que nos hicieron o nos hacen sentir vivos.

Tampoco podremos decir nunca adiós a las sonrisas que supieron o saben cómo llegar y darle la vuelta al peor de tus días: siempre, siempre existirán aquellas personas que se queden justamente por esa sonrisa y quienes se vayan dejando aquella foto que tomaron tus ojos mientras sonreía.

Me basta una sonrisa para aferrarme a un recuerdo
El recuerdo es una de esas cosas que siempre debemos mirar desde su lado positivo para querernos y desde su lado negativo para aprender. Bien, cuando una sonrisa y con ella, una persona nos llega y nos hace felices, se queda para siempre en nuestra pequeña bolsa de recuerdos.


“A mí la sonrisa que me conquistó no fue una que vi, fue una que me provocaron.”
-Anónimo-

Y aquí llega el momento de discernir, de eliminar lo que nos pudo hacer daño y nos puede seguir haciéndolo, las caras tristes que empañan esas sonrisas de las mismas caras que nos hicieron reír. Es la hora de aferrarse a un recuerdo a partir de una sonrisa y no de una lágrima, el instante de no empañecerla con dolor por muy duro que sea; seguir avanzando.

Borrón y sonrisa nueva
Así, por encima del dolor y, por supuesto, sin dolor, porque nos hace felices, dame una sonrisa que yo puedo con todo. Sí, plántatela en la cara y pónsela en la frente. Sonríele al día que más necesites borrar y menos quieras olvidar: la vida no va a esperarte a que te lamentes más de lo necesario, aunque apriete por dentro.

Más allá de lo que ocurra, borrón o baño y sonrisa nueva. Porque dicen que en la vida todo pasa mejor o peor y que la clave es la actitud: habrá situaciones que nos obliguen a ser muy fuertes, otras que nos hagan sentir que estamos volando; pero de cómo enfrentes ambas situaciones saldrá tu resultado.

“Por eso esta nota es para invitarla a que siga haciendo eso que le gusta, porque es su sonrisa lo que hace que otros sigamos siendo inmensamente felices. Su sonrisa tiene un poder gigantesco, por eso le pido que nunca deje que nadie opaque su sonrisa. Nada.”
-Anónimo-

Cristina Medina Gomez
 
No he cambiado, he crecido (madurez emocional)


No he cambiado, he aprendido. Y aprender no es cambiar, es CRECER. Puede que cueste entenderlo pero he subido y he bajado ya muchas de mis montañas. He crecido con mis demonios y he hecho frente a mis sombras gracias a mi madurez emocional.


De verdad, a la vida le faltan manuales. Hay guías para casi todo, pero no para madurar. Eso se aprende caminando por la vida en medio de una multitud de mensajes de lo que tienes y no tienes que ser y de lo que tienes que lograr.


De lo que no nos damos cuenta es que la madurez emocional no es como la física. No es inevitable, hay que trabajarla.

“Ya perdoné errores casi imperdonables. Trate de sustituir personas insustituibles, de olvidar personas inolvidables. Ya hice cosas por impulso. Ya me decepcioné con algunas personas, mas también yo decepcioné a alguien

Ya abracé para proteger. Ya me reí cuando no podía. Ya hice amigos eternos. Ya amé y fui amado pero también fui rechazado. Ya fui amado y no supe amar.

Ya grité y salté de felicidad. Ya viví de amor e hice juramentos eternos, pero también los he roto y muchos.

Ya lloré escuchando música y viendo fotos. Ya llamé sólo para escuchar una voz. Ya me enamoré por una sonrisa. Ya pensé que iba a morir de tanta nostalgia…

Tuve miedo de perder a alguien especial (y termine perdiéndolo) ¡¡pero sobreviví!!

¡¡Y todavía vivo !!

Yo ya no paso por la vida. Y tú tampoco deberías dejarla pasar…

¡¡¡VIVE!!!


Bueno es ir a la lucha con determinación, abrazar la vida y vivir con pasión. Perder con clase y vencer con osadía, porque el mundo pertenece a quien se atreve y la vida es mucho más para ser insignificante”.

-Charles Chaplin-

El camino aprendido de la madurez emocional

Tristemente, solo una pequeña parte de nosotros llega a ese momento vital tan álgido en el que se puede decir “he sido un buen caminante y he hecho mi camino al andar”.

Madurar significa entender que ha llegado ese punto de la vida en el que comprendes que no puede haber un amor más poderoso que el amor propio.


Por eso es tan importante comprender que cuando aprendemos no cambiamos, CRECEMOS.


¿Qué es lo que hacen las personas emocionalmente maduras?
1. Dejan ir lo que no te hace bien

Albergar la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor asegura que suframos el dolor emocional en el presente. Nos impide soltar, dejar ir. Y nos sume en el pánico a un abismo que nuestros ojos se empeñan en ver demasiado profundo.

Así es que surge el vértigo. Pero no cualquier vértigo. El emocional. Ese que nos impide mirar al pasado para cerrar etapas, cicatrizar nuestras heridas y dejar de golpearnos donde nos duele.

2. No permiten que su pasado emocional arruine su presente
Las personas emocionalmente inmaduras piensan que mirar hacia el pasado es una pérdida de tiempo, que no necesitan limpiar su interior y que lo importante es vivir el presente.

Así, la suciedad de su pasado emocional se va acumulando y acumulando creando una montaña de dolor cada vez mayor.

Para hacernos una idea, es como si un alérgico metiese debajo de la alfombra todo el polvo de su casa pensando que así no le afectará.

Dejando de revisar tu interior no consigues escapar de él, sino permitir que las partes negativas de tu pasado emocional se hagan dueñas de tu vida presente. Y esto, por supuesto, resta espacio a lo positivo y, además, duele. Duele mucho.


Por eso, cuando has aprendido suficiente del dolor, miras a tu interior para sanar tu pasado emocional y subes un escalón más.


3. Dejan de quejarse
O cambias o aceptas. Si eres una persona emocionalmente madura te das cuenta de que la queja te ha metido en más de un laberinto oscuro. Somos lo que pensamos, y eso las personas emocionalmente maduras lo han experimentado. Si actúas más y te quejas menos significa que estás creciendo emocionalmente.

4. Se permiten el lujo de cometer errores
Estás madurando si te has dado cuenta de que los errores son una buena forma de aprendizaje. Porque no es ningún delito, sino que es otra manera de comprender el camino.Aceptas tus limitaciones y trabajas para mejorarlas.

Los errores son, ahora, oportunidades de crecimiento.

5. Han aprendido a abrirse emocionalmente

Estás madurando si te das cuenta de que las corazas pertenecen al pasado y que solo dificultan tu viaje. Por eso, dejarás de temer al compromiso y al amor, confiando en ti y en los demás de manera plena.

La madurez emocional te permite tomar las riendas de su vida. Tener una visión propia del mundo y una gran ambición para el éxito. Al desarrollar la madurez emocional, la vida se convierte en un placer y no una tarea.

La madurez emocional no evoluciona mientras dormimos. Requiere esfuerzo, práctica y paciencia. La vida no te enseña nada, te lo dice todo. Tu felicidad y tu satisfacción están en tus manos.

Por Raquel Aldana





 
La amabilidad, una fuerza que derriba cualquier muro




En la actualidad, parece que la amabilidad está en peligro de extinción, sobre todo en las grandes ciudades. Esto tiene una explicación antropológica, ya que las grandes concentraciones de población generan mayores tensiones y promueven un trato impersonal. De hecho, es uno de esos factores que dificulta la salud psicológica y emocional en esos espacios.

Existen muchos lugares en los que por ejemplo, saludar al vecino es algo extraño. Se asume como una pérdida de tiempo, o una zalamería innecesaria. Cada quien va a lo suyo. En este tipo de luagres no se valoran los gestos de amabilidad de los demás, siendo más proclives a que las personas que allí habitan desarrollen problemas relacionados con la ansiedad, la depresión o dificultades para sobrellevar la vida con buena actitud.


La amabilidad es como una almohadilla, que aunque no tenga nada por dentro, por lo menos amortigua los embates de la vida”.

-Arthur Schopenhauer-

Incluso dentro de las mismas familias a veces se pierden esos gestos cariñosos, debido al trato diario y la confianza excesiva. Ahora bien, las expresiones de amabilidad no son un lujo, sino un estilo de vida que se imprime en las relaciones con los demás. Nutren las emociones positivas y nos protegen de las negativas.


El gen de la amabilidad
La ciencia ha demostrado que todos venimos al mundo con un gen de la amabilidad incorporado. En otras palabras, somos una especie que necesita de los otros para sobrevivir y tenemos la marca biológica de ello. El altruismo y la cooperación han sido decisivos para que el ser humano haya evolucionado.

Algunos estudios demuestran que desde los 6 meses los niños ya expresan comportamientos afables hacia otros. Hacen elecciones entre cerrarse o abrirse a los demás. Con frecuencia eligen interactuar y ser generosos con los otros. También son muy receptivos a las expresiones de amabilidad.

Por lo tanto, lo natural es que seamos agradables con los demás. La falta de amabilidad es el resultado de una civilización que promueve el individualismo al extremo. Vamos en contra de nuestro fuero interno cuando vemos a los demás como unos perfectos extraños que nada tienen que ver con nosotros.


La amabilidad es una fortaleza
La amabilidad es una actitud sumamente elaborada. Implica autocontrol, seguridad en sí mismo, empatía, valoración de los demás y conciencia respecto a la relación entre el individuo y el grupo. Es también una enorme fuerza dentro de las relaciones sociales. Se gana muchísimo más siendo amable, que con la indolencia o la sequedad en el trato.

Una persona amable es alguien con la inteligencia emocional desarrollada. Es una de esas actitudes que se contagian. Lo usual es que alguien amable genere amabilidad y buena voluntad a su alrededor. Esto es una excelente manera de prevenir conflictos, o de impedir que tomen grandes dimensiones.

La amabilidad promueve el buen carácter. Supone expresar cariño y consideración por los demás, sin descuidarnos a nosotros mismos. Es una actitud capaz de calmar a alguien furioso y consolar a quien está triste. Por algo amabilidad es una palabra que viene del latín amabilis, que significa: digno de ser amado.

Los beneficios de la amabilidad
Si partimos del hecho de que somos seres sociales y naturalmente predispuestos a cooperar con otros, de lo que se trata entonces no es de aprender a ser amables, sino de desaprender las conductas de hostilidad o indiferencia. Vale la pena.

Las ventajas de la amabilidad son enormes. Estas son algunas de ellas:
  • Protege la salud física. Una persona amable tiene un menor número de conflictos con los demás y con el mundo. Esto, en términos cerebrales, implica menos producción de cortisol y más oxitocina (la hormona “de la felicidad”) a disposición.
  • Preserva la salud mental. Ser amable con otro estabiliza nuestro estado de ánimo y previene los estados de estrés y ansiedad. Los actos de bondad nos hacen sentir mejor con nosotros mismos. Nos hacen más seguros y confiados.
  • Contribuye con las buenas relaciones sociales. La amabilidad nos saca del ensimismamiento y nos ayuda a conectar con los demás. Nutre los entornos para que sean más colaborativos y acogedores. Ayuda a que todo fluya adecuadamente.
  • Es un mecanismo de protección contra la “mala vibra” de otros. La amabilidad tiene el poder de desactivar actitudes negativas en los demás. En esa medida, es una barrera y una respuesta eficaz contra las agresiones y los rechazos.
Antes de terminar, es importante hacer una aclaración. Ser amable no es ser servil. Tampoco acostumbrarse a “poner la otra mejilla”. Más bien se trata de un estilo de conducta y de comunicación, que reafirma a la persona cuidando de no pasar por encima de nadie, ni de ser insensible con los demás.

Por Edith Sánchez

 
La creatividad depende de dónde vengas

Con la “clase creativa” en aumento, muchas empresas están tratando de sacar provecho de la imaginación y la innovación. Pero cuando se trata de creatividad, algunas sociedades tienen un flujo más rápido que otras.

Eso es porque la creatividad está ligada a la cultura. Al menos eso es lo que sugiere una nueva investigación realizada por investigadores de la Universidad de Concordia, en Montreal (Canadá).


La creatividad está ligada a la cultura. En las sociedades individualistas las personas generan mayor número de ideas.

El estudio, publicado recientemente en el Journal of Business Research, comparó a casi 300 personas de Taiwán, una sociedad colectivista, y Canadá, un país más individualista.

Los resultados muestran que las personas pertenecientes a sociedades individualistas generan un mayor número de ideas, en comparación con sus homólogos colectivistas. Estas comparaciones se realizaron en igualdad de condiciones a la hora de evaluar la calidad de la producción creativa.

La sociedad condiciona la creatividad
Los investigadores teorizaron que cuando un país cae en el individualismo frente al colectivismo continuo, la situación afecta a los jugos creativos que podrían ser “permitidos” por ser miembros de una cultura particular.

“La lluvia de ideas a menudo se utiliza como sustituto de la creatividad, por lo que decidimos llevar a cabo tareas de intercambio de ideas utilizando estímulos culturalmente neutrales en Taiwán y en Canadá”, dijo Gad Saad, profesor de la John Molson School of Business de la Universidad de Concordia y coautor del estudio.

El pensamiento “fuera de la caja”
Saad y sus compañeros trabajaron sobre la hipótesis de que los miembros de una sociedad individualista realizarían particularmente bien una tarea que promueve el pensamiento fuera de la caja intentando dar con una idea providencial de millones de dólares.

En cambio, los miembros de un grupo colectivista no estarían tan dispuestos a participar en ese tipo de pensamientos, ya que se mostrarían más reacios a destacar en el grupo.


Los investigadores reclutaron a estudiantes de dos universidades, concretamente de Taipei (Taiwan) y Montreal (Canadá). Recogieron los siguientes datos:

  • El número de ideas generadas
  • La calidad de las ideas, según una evaluación realizada por jueces independientes
  • El número de declaraciones negativas pronunciadas dentro de los grupos de intercambio de ideas, como “esta es una idea tonta que llevaría a un error“.
  • El cómo de negativas son las declaraciones, como “esta es la idea más tonta de todos los tiempos“, tiene una connotación negativa más fuerte que “esta idea es más bien banal”.
  • El nivel de confianza mostrada por los miembros del grupo cuando se les pidió evaluar su rendimiento en comparación con otros equipos.
Cuando se trata de la creatividad, la calidad supera a la cantidad
“El estudio apoya en gran medida nuestras hipótesis”, dice Saad. El investigador explicó que encontraron que los individualistas generaron muchas más ideas y pronunciaron declaraciones más negativas. El grupo canadiense también mostró mayor exceso de confianza que sus homólogos taiwaneses.

Cuando se trata de la calidad de las ideas producidas, los colectivistas demostraron ser superiores a los individualistas.

Saad explica que esto está en línea con otro rasgo cultural importante que se sabe que poseen algunas sociedades colectivistas. Se trata de la forma de ser más relexiva en comparación con los orientados a la acción, lo que se refleja en pensar mucho antes de comprometerse con la acción.

El papel de la creatividad en la cultura y los negocios
Estudios como este son fundamentales para la comprensión de las diferencias culturales que se presentan cada vez más teniendo en cuenta que el centro económico mundial se desplaza cada vez más hacia el este de Asia.

“Para maximizar la productividad de sus equipos internacionales, las empresas globales necesitan entender las importantes diferencias culturales entre la mentalidad occidental y oriental”, dice Saad.

El investigador explica que la lluvia de ideas, una técnica de uso frecuente para generar ideas novedosas, como las nuevas innovaciones de productos, no podría ser igualmente eficaz en todos los entornos culturales.

Saad también insiste en que, a pesar de que los individuos de las sociedad colectivistas podrían aportar menos cantidad de ideas creativas, la calidad de dichas ideas tiende a ser tan buena o mejor que las de sus homólogos individualistas.

Por Eva Maria Rodríguez
 
Los mandalas y los niños


Existe una relación entre pintar mandalas en la niñez y la capacidad de resolver ciertas situaciones o aprender mejor en la escuela. También estos dibujos sirven para expresar emociones y vivir en armonía, sin importar la edad que tengamos.

Se dice que los mandalas nos permiten alcanzar el equilibrio emocional, nos aportan paz y calma y alejan el estrés. Aunque pensemos que pintar es cosa de niños, lo cierto es que muchos de nuestros problemas se acabarían si les pidiésemos prestados los lápices a nuestros hijos.



“Una verdadera pintura del más pequeño hombre es capaz de interesar al hombre más grande.”
-Thomas Carlyle-

Los mandalas, una tradición ancestral

Cada vez son más los peques que asisten a la consulta médica y psicológica debido a su hiperactividad. No pueden quedarse quietos ni por un instante, necesitan hacer algo porque sino se aburren o empiezan a portarse mal. Una buena manera de serenar a los niños es darles un papel y un lápiz y que se pongan a dibujar.

Basándose en ese secreto para madres, en las escuelas se está empezando a ofrecer mandalas a los niños. ¿Qué son los mandalas? Los mandalas son un conjunto de formas geométricas que representan las características de lo que nos rodea.

Tienen su origen en India y la palabra quiere decir “círculo”. Con un centro bien determinado y dibujos simétricos en los alrededores para formar una pieza única.

Los mandalas se relacionan con el arte de la meditación y la sabiduría hindú. Seguro os habrás visto en una tienda de decoración o en un negocio de moda. Tienen muchos colores y las formas pueden ser algo hipnóticas.

¿En qué beneficia a los niños pintar mandalas?
Tenemos muchas maneras de que nuestras emociones salgan al exterior. Los pequeños también necesitan expresar lo que les sucede de alguna manera. Algunos optan por llorar, otros por ir de aquí para allá y otros se apoyan en el arte para demostrar sus sentimientos.

Para conseguir un estado de armonía con uno mismo y con quienes nos rodean los mandalas son una excelente opción, tengamos la edad que tengamos. ¿Qué cambia en los niños? Que ellos suelen estar más familiarizados con los dibujos y las pinturas y ven esos esquemas como algo bonito en lo que distraerse.



El hecho de pintar mandalas a corta edad está relacionado con un mejor desarrollo en tres campos: emocional, cognitivo y conductual. Los estímulos que recibe el pequeño al hacer esta actividad son variados. ¡Y son todos beneficiosos para su crecimiento! Las ventajas más destacadas son:

  • Fomentan la atención y la concentración
  • Favorecen la psicomotricidad fina de los dedos
  • Reducen el estrés y la ansiedad
  • Ayudan a desarrollar la paciencia, la perseverancia, la constancia.
  • Adquisición de conocimientos sobre las formas geométricas.
  • Aportan bienestar, aumentan la creatividad y la imaginación, posibilitan que combinen colores y figuras
  • Incrementan la autoestima y estimulan el sentido por lo estético.
Si los niños pintasen mandalas de manera periódica se evitarían muchas peleas, discusiones y comportamientos poco adecuados. Por este motivo son cada vez más las escuelas que incluyen estos dibujos en el aula, siguiendo los pasos de Marie Prévaud, quien fue la pionera en este campo hace varias décadas.

Pero, antes que ella, Carl Jung usó los mandalas como terapia para interpretar los sueños o conocer la personalidad de sus pacientes.

Los mandalas en la vida adulta

Haber dejado atrás la infancia no significa que las pinturas también tengan que quedarse en el pasado ¡Por supuesto que tienes la posibilidad de hacerlo y disfrutar de sus beneficios! Los mandalas en adultos se emplean para conseguir un estado de meditación profundo y según la psicología actual representan al ser humano y su relación con el Universo.



Por lo tanto, pintar uno te ayudará a conectarte con tu " yo interior", a sacar a relucir tu lado más creativo, disminuir las pulsaciones de tu corazón y la presión arterial. Se trata de hacer un viaje hacia lo más profundo de tu ser, aprovechar para no pensar en nada más que en el dibujo, en las formas y en los colores.

Un mandala no es simplemente un regalo bonito o una pieza en la decoración de tu hogar. Es también una excelente manera de ingresar en un mundo hasta ahora desconocido, en el que lo mejor de ti está esperando para salir a la luz.

Sentirás como a través de estas formas coloridas encuentras la calma en medio del vendaval, el arco iris después de la tormenta y la luz tras tanto tiempo de oscuridad.

Por Yamila Papa




 
Caminar por la senda del desapego


"Cuantos más apegos dejes caer por el camino, más cerca estarás de encontrarte a ti mismo" (Walter Riso).

La sociedad de consumo ha ido transformando todo aquello considerado como accesorio en algo necesario, y este último en urgente y escaso. Vendiendo tanto productos como ideas y formas de vivir al público.


El sentimiento de apego
Podemos sentir apego por personas, animales u objetos personales dotados de algún valor sentimental, pero no sólo esto es apego. Apego también puede referirse al acogimiento de nuestras propias creencias o maneras particulares de hacer las cosas, generándonos malestar cuando lo vemos dañado. Así, nuestro apego nos limita causándonos en muchas ocasiones sufrimiento, convirtiéndose en nuestro anteojos para mirar el mundo.

El apego se basa en nuestro temor e inseguridad, y ésta última en la falta de conocimiento de nuestro Yo.


Por lo tanto el apego sería un estado emocional de vinculación, en algunos casos compulsiva, a una cosa, persona o pensamiento determinado, que genera en ocasiones la creencia persistente de que sin eso no se puede vivir o ser feliz. Pero la felicidad no es aquello que nos rodea o a donde podemos amarrarnos, la felicidad crece de dentro hacia afuera, escondida muchas veces tras los pensamientos de nuestra mente.

¿Y en qué consiste desapegarnos?
El desapego nos permite relacionarnos con todo pero sin causar dolor y sufrimiento. Consiste en el desprendimiento de nuestro interés por el resultado, sin renunciar a la intención ni al deseo, sumergiéndonos en lo desconocido, adentrándonos en el campo de todas las posibilidades.


El desapego implica vivir en el presente, en el aquí y ahora, aceptando la realidad y los hechos que van sucediendo. Está relacionado con el disfrute de las cosas, sabiendo que son transitorias, que no permanecen ni son estáticas. Todo a nuestro alrededor se va modificando, incluida nuestra forma de ser, dependiendo de las experiencias de las que vamos siendo participes.

Desapegarnos no quiere decir que nada nos importe sino que aprendemos a amar, a preocuparnos e involucrarnos sin generar un profundo caos interno, olvidándonos de la necesidad de poseer para ser felices.

Desapegarnos es el sostén de nuestra libertad, permitiendo también ser libres a los demás. Es liberarse de la rigidez abriendo paso a la flexibilidad y las posibilidades. Desapegarse es comenzar a descubrirse a sí mismo sin el obstáculo de la seguridad y certidumbre.

El desapego implica comprender que las pérdidas sucederán y serán inevitables. Que soltaremos de la mano lo que amamos, pero sin dejar de amarlo.


Por Gema Sánchez Cuevas
 
El síndrome de sobreentrenamiento o cuando practicar demasiado deporte es peligroso



Todos tenemos claro que practicar deporte es un pilar fundamental para gozar de buena salud. La cuestión es que debemos mantener un equilibrio, ya que como en todo en esta vida, es importante no dejarse llevar hacia los extremos. Una práctica regular de cualquier deporte es la clave para alcanzar el bienestar.

Así, cuando hacemos ejercicio, es importante que no dediquemos un número excesivo de horas al entrenamiento, ya que además de ser perjudicial podemos llegar a desarrollar el síndrome del sobreentrenamiento. ¡Sigue leyendo y descubre qué es para prevenirlo!


“Mi fortaleza es que soy más equilibrado y tranquilo que la mayoría de ciclistas”.

-Miguel Indurain-

¿Qué es el síndrome de sobreentrenamiento?
Es indudable que hacer ejercicio nos aporta una lista innumerable de beneficios para nuestra salud, tanto a nivel físico como mental. En el aspecto psicológico ayuda a reducir la depresión y la ansiedad, favorece un afrontamiento adaptativo del estrés, incrementa la autoestima y mejora las relaciones sociales. En el plano físico nos ayuda a prevenir la obesidad y los trastornos cardiovasculares.

El problema estriba cuando dedicamos una cantidad considerable de horas a su práctica, cuando aumentamos notablemente la carga de trabajo durante los entrenamientos y cuando reducimos los tiempos de recuperación entre las sesiones. Esto no solo perjudica nuestro rendimiento rendimiento deportivo, sino también nuestra salud.


También puede aparecer un estado de saturación caracterizado por algunos síntomas como la fatiga física o mental, mal humor, apatía o la presencia de algunos trastornos del sueño. Incluso, este estado puede llegar a cronificarse dando lugar al síndrome de sobreentrenamiento. De este modo, el organismo se encuentra tan saturado que es incapaz de recuperarse del esfuerzo realizado.

Ahora bien, el descenso en el rendimiento deportivo puede provocar que el individuo se sumerja en una espiral dañina, ya que asociará la disminución de su capacidad física a la falta de ejercicio o esfuerzo y optará por aumentar la carga de entrenamiento, agravando las consecuencias de este síndrome.

¿Cuáles son los síntomas del síndrome de sobreentrenamiento?
El síndrome de sobreentrenamiento se manifiesta tanto a través de alteraciones fisiológicas y psicológicas como de síntomas desadaptativos. A nivel general, la persona que lo sufre tiene cansancio, insomnio, pérdida de apetito, disminución del peso corporal, cefalea, dolores musculares, infecciones frecuentes, trastornos digestivos e incluso amenorrea acompañada de osteoporosis.

A nivel psicológico puede aparecer depresión, ansiedad, descenso de autoestima, apatía, fatiga mental constante, desinterés, disminución de la concentración e inestabilidad emocional. También se puede apreciar cambios en el rendimiento, que se manifiestan mediante una menor fuerza, resistencia, velocidad y coordinación.


Como es de imaginar, la persona afectada por este síndrome tendrá más errores técnicos. Y por consiguiente, experimentará una mayor dificultad para alcanzar las metas propuestas. Pero no solo esto, a nivel fisiológico su frecuencia cardíaca y su tensión arterial aumentarán, así como su consumo de oxígeno.

“Si no tienes confianza, siempre encontrarás una forma de no ganar”.

-Carl Lewis-

¿Qué se puede hacer cuando aparece el síndrome de sobreentrenamiento?
Llegados a este punto, solo con interrumpir el entrenamiento no es suficiente, por eso, lo más importante es detectar el síndrome de sobreentrenamiento lo antes posible. Para poder revertirlo, es vital ajustar varios factores: el tiempo de dedicación, la carga del entrenamiento y el tiempo de recuperación entre sesiones.

Por otro lado, también es relevante aumentar el tiempo dedicado a realizar ejercicios variados y entretenidos. De esta forma, se fomentará el disfrute y la distensión del deportista. Además, es fundamental mejorar la motivación y el sentimiento de confianza en uno mismo.

“No puedes poner un límite a nada. Cuanto más sueñas, más lejos llegas”.

-Michael Phelps-

Por último, es importante aprender a regular eficazmente el malestar emocional asociado, así como restaurar unos hábitos de vida saludables en los que descansar y alimentarse de manera sana sean las prioridades.

Por Laura Reguera
 

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