A ver, que también tengo aportes:
- No puedo entender cómo la gente va a los bares. La familia de mi marido regentó un negocio del ramo y dice que solo estas cosas revelan lo peor del ser humano: El que se gastaba el sueldo del mes el día uno en la máquina tragaperras y la mujer llamando a mi suegro que por favor desconectara la máquina, que se quedaban sin comer. Mi suegro apagando la máquina, el ludópata amenazando a mi suegro, un cuadro. Luego la maruja también era un especimen del bar, que bajaba a ver si alguno se prestaba a acostarse con ella para que pudiera cuadrarla el presupuesto de la semana. Niños sin comer mientras los padres empinaban el botellín, y así. Luego enlazo con estos mismos padres son los que protestan por la jornada continua, por eso de que los niños comen tarde y mal. Pues peor que los tenéis vosotros en el bar en finde, no sé...
- Marujas y/o mujeres con ínfulas en la peluquería. Salen igual que entran pero con el pelo limpio. Dicen que es su espacio y su tiempo, sin maridos y sin hijos. Realmente estoy convencida de que van porque el marido, que seguramente tiene un lío por ahí, no la toca ni con un palo (no hay más que ver lo feas y amargadas que son) y por lo menos en la pelu, con el toqueteo, se hacen la ilusión de sentirse como Hurren en el sultán.
- La loca defensora de la sanidad pública. La de los aplausitos a las ocho, la misma que se peina el melenón en el balcón de su casa y va dejando la maraña de pelos flotando por toda la calle. Esta loca cada viernes con sus niños hace un cartel de apoyo a la seguridad y poco a poco va llenando de esta mierda la fachada del centro de salud. Tengo que decir que ya terminó de empapelar la fachada de su casa con cartelitos y como se quedó sin espacio le ha dado por pegarlos en el ambulatorio.
La fauna de los bares es de juzgado de guardia.
La gente que tiene que trabajar en la hostelería debe ver horrores auténticos.
Por eso digo que el que trabaja en la hostelería, tiene el cielo ganado.