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Fatouma Harber, la mujer invisible que lucha por la libertad de expresión en Malí

Derechos y libertades

La psicóloga y docente dirige Sankorelabs, un proyecto dirigido a usar la informática como herramienta de empoderamiento para las mujeres y para informar a la juventud sobre el valor que tienen en la sociedad y evitar que emigren a Europa

La activista ha visitado Gran Canaria para participar en un Foro Internacional de Gobernanza, Movimientos Sociales y Participación Ciudadana

Fatouma Harber es una de las tres mujeres activistas que hay en Malí: “Si quieres serlo te mirarán mal, y si estás casada será tu marido el que decida por ti”

Natalia G. Vargas - Las Palmas de Gran Canaria
10/04/2019 - 22:42h
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Fatouma Harber, activista, psicóloga y docente de Malí. ALEJANDRO RAMOS

En la mente de Fatouma Harber, una joven de Tombuctú, región del norte de Malí, nació la solución para recuperar la libertad de expresión del país africano: el activismo a través de Internet. Que la tradición hubiera atribuido al activismo maliense el género masculino fue un muro que no le importó derribar, y con 27 años se convirtió en una de las tres mujeres activistas de un país de 19 millones de habitantes. "Las mujeres no tienen capacidad para elegir quién quieren ser. Si quieres ser activista te mirarán mal, y si estás casada, tu marido será el que decida por ti", subraya Harber.

El terrorismo islamista radical tomó Malí en 2012. Las regiones del norte fueron absorbidas por el narcotráfico y por los reclutamientos de jóvenes por parte de los grupos armados. La inseguridad se apoderó del lugar, obligando a buena parte de la población a huir. A partir de entonces, el territorio fue escenario de una imponente operación militar dirigida por la antigua metrópoli, Francia, y Naciones Unidas. A este contexto se sumaron la vigésima rebelión tuareg y el golpe de Estado contra la democracia, y Malí quedó sumida en una crisis multidimensional que obligó a las personas a reinventarse. La celebración de elecciones en 2013 supuso un soplo de aire fresco, o eso parecía. Sin embargo, según Harber, un valor democrático fundamental se había perdido por el camino: la libertad de expresión.

Para la psicóloga y también docente, elegir el camino de la reivindicación le costó amenazas de muerte por parte de grupos armados y, según su intuición, también del Gobierno. Incluso tuvo que dejar su casa en 2013. Al año siguiente volvió. Ahora tiene 40 años, vive tranquila con su hija y dirige Sankorelabs, un proyecto que pretende convertir la informática en una herramienta de empoderamiento para las mujeres y en un instrumento que permita a los jóvenes conocer la importancia de su papel en la sociedad de Malí.

La falta de apoyo económico interno es la mayor dificultad a la que se enfrenta Sankorelab. Ni el Estado, ni las asociaciones, ni los grupos locales aportan dinero. "La mayoría de fondos de los que disponemos son internacionales, especialmente de la embajada de Holanda", señala. Según Harber, para el país se trata de un proyecto fantasma que no tiene repercusión en el exterior, pero tampoco dentro de sus fronteras. "Yo siento que no existo para el Estado", lamenta. "Los medios sí se hicieron eco de nuestra participación con el Banco Mundial, pero porque participó una organización multinacional. Cuesta muchísimo trascender", recuerda.

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Fatouma Harber, activista, psicóloga y docente de Malí. ALEJANDRO RAMOS

El norte de Malí es un punto de tránsito para muchos jóvenes que deciden marcharse hacia Europa. Su decisión está, en muchas ocasiones, condicionada por el desconocimiento del valor que tienen en su país de origen y por la posesión de una imagen distorsionada del continente europeo. "Sankorelabs quiere hacerles ver todo lo que pueden lograr en Malí, mostrarles la importancia que tienen en esta población y evitar que se vayan", relata Harber.

Además, con un equipo integrado por quince ordenadores y una generosa plantilla de jóvenes voluntarios, el proyecto que dirige Harber también instruye a los jóvenes en los peligros con los que pueden chocar en Internet. "La red se ha convertido en un lugar de reclutamiento para los grupos armados, que aprovechan para captar a los jóvenes", cuenta la psicóloga. Una estrategia que puede contrarrestarse con formación e información. Por su parte, la actuación de los jóvenes en Internet ha tenido consecuencias. Fatouma Harber recuerda cómo un joven homosexual fue perseguido al subir un vídeo hablando abiertamente de su orientación sexual. A pesar de que en Malí no haya en la actualidad ninguna ley que la condene, la homosexualidad no está bien vista.

Bloqueos en la red
Los blogueros integran hoy una de las mayores fuerzas contra el sistema maliense. "Somos pocos, pero muy activos", señala Harber. Por ello, la mayor presencia de activistas en la web ha provocado la irrupción y el control de las redes por parte de las autoridades, que intentan "fiscalizar y filtrar" los contenidos que se vuelcan en las plataformas. "La semana pasada se produjo un bloqueo total en Internet", narra la psicóloga. En la capital, Bamako, la tensión es aún más latente. "Siento más desprotección ahí que en Tombuctú", valora. Además, la docente cree que también el Gobierno ha sido cómplice de la desaparición de un periodista crítico con el hijo del presidente del país africano.

"El Gobierno intenta vender la imagen de una Malí en la que todo va bien, pero coarta la libertad de expresión", considera Harber. Por ello, ha participado esta semana en el Foro Internacional de Gobernanza, Movimientos Sociales y Participación Ciudadana que ha tenido lugar en Gran Canaria. La activista ha visto este encuentro como una ventana abierta al mundo y un altavoz para dar a conocer al exterior los proyectos que están creciendo en su país. La oportunidad para romper con un muro de desconocimiento y acercar a Canarias a las nuevas realidades que conviven en África

https://www.eldiario.es/canariasaho...ber-invisible-expresion-Mali_0_887161867.html
 
El descendiente del bandolero más temido por la Guardia Civil desvela sus secretos a ABC
Francisco Juárez, tataranieto de Castrola, es partidario de que se ha generado una leyenda negra que poco tiene que ver con la realidad histórica de su antepasado: un bandido que la prensa de la época definió como una «alimaña de los Montes de Toledo»


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Actualizado:11/04/2019 10:21h
3 Reverte, el bandolero liberado por la Segunda República que sembró el terror en Córdoba

Solo con paso firme y sabiendo que tocará enjugarse alguna que otra una vez el sudor se puede superar la pendiente empedrada que separa el valle toledano de la cueva de Castrola. Acceder al que fuera el último refugio de uno de los bandoleros más vilipendiados por la historia manchega y española no es fácil; menos aún si el cielo descarga una lluvia que la flora agradece, pero no así el visitante. Decir (y dejar sobre blanco) algo tan manido como que los bandidos que se habían echado al monte podían esconderse entre los árboles y escapar así de las autoridades apenas supone un suspiro. Verlo por uno mismo es otro menester y puede provocar alguna torcedura de tobillo. Inaudita, eso sí, pero plausible.

Más a gusto se podría estar disfrutando de unas típicas gachas en Madridejos (Toledo), apenas unos kilómetros al norte de la montaña, o metiéndose entre pecho y espalda una caldereta de cordero en Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real), al sur. Unas reflexiones, por cierto, que se pasaban seguro por la cabeza de los bandidos que se escondían entre la maleza hincando el diente de vez en cuando a un trozo de queso reseco en pleno siglo XIX. Sin embargo, el camino que hoy cuesta ascender sin apenas carga (¿qué son una grabadora y una libreta en el bolsillo?) y con un calzado diseñado para la montaña es el mismo que hacía, allá en 1880, Isidoro Juárez García - apodado Castrola (o Castrolas, atendiendo al autor)- día sí y noche también para pernoctar al abrigo y la seguridad de la fría piedra. Y probablemente en alpargatas.

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Bandoleros de los Montes de Toledo
También lo hacían, zurrón y fusil a cuestas, los agentes de la Guardia Civilque ansiaban echarle el guante y acabar así con sus supuestas fechorías, exageradas hasta la extenuación por la leyenda local. Pero jamás le encontraron. Es lo que tiene conocer los recovecos de tu casa, que te permite esconderte a placer cuando el enemigo llama a la puerta. Y, en el caso de Castrola, los Montes de Toledo eran su hogar. Quizá esa frustración por no poder capturarle fue la que llevó a las autoridades y a los medios de comunicación de la época a cargar tintas sobre él y a pintarle como un diablo al que solo le faltaban cuernos. Una suerte de «alimaña», como le calificaba un periódico de entonces. O puede que, simplemente, sus crímenes fuesen ciertos. ¿Quién lo sabe tras más de siglo y medio?

leyenda negra que se ha extendido sobre su antepasado poco tiene que ver con la realidad. «No niego lo que hizo, sus delitos, pero no me da vergüenza saber de dónde vengo. Todo lo contrario, me enorgullece», explica a ABC en su casa, una vivienda ubicada en Villarrubia de los Ojos, el mismo municipio en el que vino al mundo Isidoro. Es lo que tiene la historia, que a veces no se forja con los documentos oficiales.

Bandoleros en los Montes de Toledo
Pero, antes siquiera de hablar de Castrola, es necesario empezar por el principio; el mismo que tiene toda buena historia española. Los orígenes de los desmanes de nuestro Isidoro se remontan siglos atrás, hasta los años en los que la Reconquista convirtió el núcleo de Castilla la Nueva en una tierra de paso obligado para arribar hasta Andalucía y Extremadura. «El bandolerismo es una endemia en los Montes de Toledo desde que la ciudad fue conquistada en el año 1085 y se convirtió en frontera con los musulmanes», explica a ABC el historiador y académico Ventura Leblic, autor (entre otras tantas obras) de múltiples ensayos sobre el tema como el ya famoso «Golfines, bandoleros y maquis en los Montes de Toledo» (Covarrubias, 2008).

Desde la sede de la Asociación Cultural Montes de Toledo, la cual preside, Leblic incide en que los continuos enfrentamientos entre cristianos y musulmanes en los aledaños de la ciudad provocaron el nacimiento de una «tierra de nadie» imposible de habitar. «Esa región comprendía casi toda la cordillera de los Montes de Toledo. Los combates detuvieron la repoblación y, al final, fueron a parar allí los primeros golfines, bandidos de frontera cristianos, musulmanes y judíos», señala. Una buena parte de ellos eran antiguos militares que sabían proteger su vida y que disponían de la suficiente destreza como para que (ya en el siglo XII) los reinos castellanos y los de taifas evitaran enviar a sus huestes contra ellos. La desgracia fue que, para sobrevivir, los pobladores de las montañas se dedicaron a robar y a quemar las aldeas cercanas.

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Francisco Juárez, tataranieto de Castrola - ABC
Aquellos golfines fueron la columna vertebral de lo que, siglos después, serían las partidas de bandoleros de los Montes de Toledo. Grupos armados que se echaban a los bosques y que, según Leblic, poco o nada tenían de ese romanticismo que prevalece hoy en la mente de la sociedad por culpa de personajes como Curro Jiménez. «El problema es que los ingleses que viajaron a Andalucía escribieron mucho sobre el bandolerismo del sur y perpetuaron esa imagen, pero se olvidaron de otras comarcas como Castilla la Nueva, donde la extracción social de los bandoleros era muy baja», explica. Para el académico, una buena parte de los que decidieron vivir en los bosques de la meseta eran «gentes que procedían del campo, con muy poca formación y que, en ocasiones, cometieron crímenes brutales y desmedidos».

Las crónicas (quizá exageradas, quizá no) le dan la razón, pues hablan de las habituales «limosnas» que exigían a las familias adineradas de los pueblos (cuantiosos rescates a cambio de liberar a un pariente secuestrado) o los ataques que perpetraban contra poblaciones a las que no llegaban las autoridades. No obstante, Leblic tampoco se olvida de los «otros» grupos que se echaban a los montes en el siglo XIX. En primer lugar, miembros de partidas carlistas decididos a expandir la influencia de Carlos María Isidro (y sus sucesores) a golpe de guerrilla y, en último término, desertores de los diferentes ejércitos que buscaban desesperadamente un lugar en el que esconderse. «Algunos habían huido de la recluta liberal y se habían visto obligados a combatir con los carlistas casi por obligación. Cuando llegaba la paz y escapaban, tenían que escaparse a los montes porque eran desertores de ambos contingentes», añade el académico.

En todo caso, tan cierto como que existían estas peligrosas partidas de bandidos es que, en el siglo XIX, había también varios grupos y fuerzas que luchaban contra ellas. La más destacada era la Guardia Civil, ideada en 1844 para garantizar la seguridad pública y acabar con el bandolerismo. Herederos en la región de la Santa Hermandad Vieja de Toledo, sus miembros eran -en palabras de Leblic- «reclutados en los pueblos por contratos prorrogables de varios años». En principio, sus unidades eran de apenas cinco o seis valientes que no tenían reparo alguno en internarse en los montes para buscar a los criminales. Aunque, para ello, contaban con la ayuda de los desconocidos escopeteros. «Eran grupos de civiles armados que, aunque no eran muy eficaces porque no se adentraban mucho en los bosques, hacían las veces de guías porque se conocían muy bien los montes», añade el académico.

Hijo del Castor
Castrola vino al mundo cuando el bandolerismo se encontraba en plena ebullición en Castilla la Nueva. El escritor e investigador Constancio Chacón ha estudiado bien ese momento, pues es el único que se ha atrevido a novelar la historia de este hombre en«Castrolas, el bandolero de los Montes de Toledo» (Entrelineas, 2017). «Isidro Juárez Navarro nació en Villarrubia de los Ojos en torno a 1851», explica en declaraciones a ABC mientras ojea la fotocopia de una de las sentencias de época que existieron contra él. Militar de profesión, este autor es también partidario de que la imagen que se ha extendido sobre el bandolero manchego es errónea. «Esa visión exótica es incierta. No le robaban a los ricos para dárselo a los pobres. Se jugaban la vida en su propio provecho y, en el caso de que consiguieran algo extra, se lo entregaban solo a la gente que conocían. Es normal», desvela.

Isidoro (al que llamaban Castrola en herencia del apodo de su padre: Castor) cometió su primer delito menor cuando rondaba los diecinueve veranos. «Robó aceite de un molino y le condenaron a dos años y cuatro meses que pasó en el penal de Alcalá de Henares (Madrid)», explica su tataranieto. La historia oficial coincide en este punto, al igual que explica que, mientras estaba entre rejas, tuvo la mala suerte de ser uno de los elegidos para hacer el servicio militar en África. «Por entonces las Cajas de Reclutas llamaban a un número concreto de hombres por pueblo. De Villarrubia de los Ojos tenían que ir 30 jóvenes en 1871 y él salió, por sorteo, el 14», añade Juárez. Al estar preso, la vez pasó al desgraciado con el número 31. «Cuando terminó la condena, la familia del “reserva” protestó y las autoridades ordenaron a mi tatarabuelo personarse en Ciudad Real», completa.

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Edicto contra Castrola
En la única biografía escrita que existe sobre este personaje («Bandoleros en los Montes de Toledo: Castrola y su compañero Farruco») Luis Villalobos narra como Castrola y Castor dirigieron sus pasos hacia Ciudad Real, tal y como les habían ordenado. Aunque su desgracia fue mayúscula cuando les informaron de que Isidoro debía hacer el petate y poner rumbo a África para cumplir su deber como soldado. En ese punto la realidad se mezcla con la tradición. La historia palpable explica que su progenitor le instó a esconderse en los bosques, mientras que la leyenda (transmitida de boca en boca a lo largo de las décadas) afirma que lo hizo con una frase tajante: «No eres hijo mío si no te echas al monte». En cualquier caso, y según su tataranieto, saltó la verja de la Caja de Reclutas para escapar de aquello.

El porqué su padre le animó de aquella forma siempre ha sido un misterio. La mayoría de libros se limitan a pasar de puntillas por el dato. Pero no sucede lo mismo con Francisco Juárez, quien es partidario -tras años de investigaciones y estudio- de que, para entenderlo, hay que conocer su pasado familiar. «Huyó al monte casi obligado por su padre. Castor había participado en las Partidas Nacionales, grupos que luchaban en los montes; y lo mismo había hecho su abuelo, que había combatido a Napoleón en la sierra durante la Guerra de la Independencia», añade. Su linaje guerrillero determinó su futuro. El «calentón de un día», como afirma su tataranieto, le condenó a una vida como proscrito. Aunque, antes de ser bandolero, luchó en las montañas en la partida de Antonio Merendón gracias a los contactos de su padre. «Luego, como tantos otros, escapó. Fue en ese punto cuando se convirtió en bandolero», desvela.

¿Jefe de la partida?
A partir de entonces comenzó su vida como bandolero. En«Bandoleros. Historias y leyendas románticas españolas» (Ediciones de la Torre, 2014) José Antonio Adell y Celedonio García narran -usando una mezcla de leyenda e historia- que se unió a otros tantos bandoleros como los temibles «Juanillones» o los «Purgaciones». Pronto, siempre según estos autores, se convirtió en el cabecilla de una de las partidas más letales de los Montes de Toledo. Algo que también perdura en el imaginario colectivo, pero que su tataranieto niega. «No llegó a ser ningún cabecilla. Tenía más cultura que los otros, que apenas sabían leer o escribir. Por eso le daban un papel preponderante. Pero él siempre prefería estar en un segundo plano. Y eso le benefició porque no organizó acciones violentas», explica.

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Extracto de uno de los diarios de época donde se le nombra "capitán"
Lo que es innegable es que Castrola era considerado un bandolero destacado por la sociedad y por las autoridades. Así lo atestiguan artículos como el que apareció en el periódico «La Iberia» (fundado en 1854) durante los años en los que Isidoro se había echado al monte. En una de sus múltiples noticias, publicadas sin titular -como era costumbre-, el redactor enumeraba a los «bandidos de la Mancha» más populares. Una «familia afortunada» de malhechores, como escribía con sorna, de la que era «capitán» nuestro protagonista. «Capitán – Isidoro Juárez (a) Castrola, soltero, natural de Villarrubia, de veintinueve años de edad. Tiene en concepto de querida aVictoriana Millán Ramírez, del mismo pueblo, soltera y de veintiséis años de edad».

Como segundo al mando, el diario nombraba a «Farruco», uno de sus colaboradores más cercanos. «Teniente.- Benito Solís (a) Farruco, de Villarrubia, de cuarenta y seis años y casado con Baldomcra Fernández Ayba, también de Villarrubia». A partir de ese punto, la lista incluía hasta una decena de seguidores en el grupo tales como Casimiro y Abrosio Navarro (ambos «Purgación»); Antonio Cuéllar; Saturnino Hayaños; Laureano de la Cruz; Mariano «el de Villarrubia» o Susano Fajuelo, «de Alcayor». Otro tanto hacía el periódico «El siglo futuro» en una noticia publicada el 17 de julio de 1880. En la misma, recogía los nombres de todos los miembros de la partida y tildaba a Castrola de «capitán» del grupo bajo unas sencillas, pero determinantes palabras: «Una ligera mancha en el campo de prosperidad y tranquilidad […] La política dirá que todo va bien. Para ella».

Leyenda negra y Guardia Civil
Al frente o no de esta partida, está documentado que Castrola participó en varios robos. Pillajes, por otro lado, habituales en los grupos de bandoleros de la época. Uno de los más desconocidos fue publicado por el «Diario Oficial de Avisos de Madrid» (número 37 de 1880). En el interior de sus páginas, la publicación se hacía eco de «un escandaloso robo sucedido el domingo al anochecer en Fuente del Fresno», villa «situada entre dos montes, a dos leguas de Malagón» y a «dos horas de Ciudad Real». En palabras del diario, una vez que la noche cayó sobre la meseta «entraron en dicho pueblo siete hombres armados de retacos y cuchillos y se dirigieron a casa del alcalde, el cual se encontraba tranquilamente jugando al tresillo».

Tras amenazarle, la partida, cuyo jefe «según se dijo era el sujeto apodado Castrolas», obligaron al alcalde a llamar a la puerta de varias viviendas para que le abrieran. «Se llevaron de cinco casas 30000 rs, cometieron toda clase de tropelías, abusaron torpemente de algunas jovenes y martirizaron con inaudita crueldad a algunos que se obstinaban en no entregar el dinero que se les pedía», afirmaba el periódico. A partir de este momento, el artículo explicaba las presuntas barbaridades que llevaron a cabo los delincuentes. Entre ellas, clavar agujas en los dedos de un habitante de Fuente del Fresno, golpear a otros o estrujar los pechos de una viuda con dos hijas mientras uno de ellos les declaraba unidos en santo matrimonio. «Cuando reunieron los fondos que quedan dichos salieron del pueblo con toda tranquilidad sin que ninguno de los 800 vecinos se atreviera a hacer armas contra los criminales», completaba.

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Guardia Civil - Augusto Ferrer-Dalmau
En todo caso, tanto Francisco Juárez como Constancio Chacónson partidarios de que solo tuvo tres delitos de sangre reconocidos. Dos de ellos, de compañeros (el «Mamón» y el «Farruco») y porque sabía que le iban a traicionar. «Eran ellos o él», explica su tataranieto, quien incide en que no excusa a Isidoro, aunque sí es partidario de ponerla en su contexto histórico. «No era más que un pobre desgraciado que vivió en la sierra y que tuvo una corta y mala vida. Hizo lo que hizo por necesidad. Se echó al monte por ignorancia y se tuvo que dedicar al bandolerismo porque era desertor de un ejercito y de una partida carlista. Como la pena era fusilamiento si le capturaban, tenía que robar para sobrevivir», desvela en declaraciones a este diario, las primeras en las que un familiar de Castrola habla a un medio de comunicación.

Durante años, la Guardia Civil organizó partidas para acudir en su busca, pero todos los intentos fueron en balde. Su conocimiento de los Montes de Toledo y de las diferentes trochas le permitían escapar en el momento en que escuchaba a hombres armados acercándose hasta él. El mismo «Diario Oficial de Avisos de Madrid» publicó que el gobernador de la provincia, el «señor Foxa», envió en su busca a un grupo de agentes tras él después del asalto a Fuente del Fresno, pero no sirvió de nada. «A la hora en que escribo, ocho de la noche, no hay noticia de que haya sido capturado ninguno de los bandoleros, sujetos todos ellos avezados al crimen y que vagan hace mucho tiempo por los alrededores de Fuente del Fresno y en los límites de las provincias de Ciudad Real y Toledo», indicaba el autor.

Cueva de Castrola
Otra de las leyendas más extendidas relacionadas con Isidoro es que, cuando decidió convertirse en bandolero, vivía y pernoctaba en una cueva ubicada en la Sierra de Valdehierro. En la actualidad, la que fuera su última residencia puede visitarse tras subir un camino algo escarpado. El escondrijo no podía ser mejor, pues se encontraba rodeado por múltiples senderos (lo que favorecía que pudiera salir por piernas cuando la Guardia Civil acudiera en su busca) y permanecía oculto a la vista de sus enemigos. Así lo confirma a este diario Carlos Molero, Educador ambiental de la oficina verde del Ayuntamiento de Madridejos y guía habitual en el viaje hasta la caverna. «Es una cueva típica de monte mediterráneo, rodeada de encinas, quejigos, coscojas, distintos arbustos como las sabinas... Además, estaba tapada por vegetación. Eso hacía que fuese muy difícil de ver», completa.

Según Molero, Castrola -y el resto de bandoleros- se basaban en el ruido para saber si estaban en peligro o no. «Nosotros tenemos agudizado el sentido de la vista, pero en la naturaleza el sentido del que vamos a sacar más información es del oído. El silencio habitual de la naturaleza le permitía escuchar quién estaba a su alrededor y si hombres armados subían en su busca», destaca. Con todo, destierra la idea (cada vez más extendida) de que Isidoro pudo tener varias escondrijos similares en la zona para protegerse ya que, desde que fue trasladado hasta esta sierra, no tiene constancia de que existan «cuevas similares en todo Valdehierros». «Es la única», sentencia.

En lo que sí está de acuerdo es en que la vida en el monte es mucho más dura de lo que narran las crónicas y cree la sociedad. «A Castrola el medio le daba carne y frutos. Actualmente hay ciervos, corzos y jabalíes, pero por entonces lo que predominaba era la caza menor. Es decir: conejos, palomas y pajarillos. Por otro lado, podía alimentarse de setas de cardo, las más habituales en la época», completa. Tampoco debía ser fácil para Isidoro superar las temperaturas extremas que se dan en esta región. «En invierno se alcanzan los -3 grados y, en verano, se puede llegar hasta 43 grados. Eso puede provocar daños en la salud», afirma Molero. ¿Cómo pudo aguantarlo? En la leyenda se citan una manta zamorana que le protegía, además de «las hogueras que podía hacer gracias a la leña».

Según cuenta la tradición, Castrola vivía en la cueva habitualmente. Sin embargo, ni Molero ni Juárez están de acuerdo con ello. «Esta más en su casa que fuera. Por lo que sabemos en la familia, pernoctaba con su mujer y pasaba muchos días con su suegro. Hay que tener en cuenta que, para bajar desde el monte hasta Villarrubia de los Ojos hay que andar entre cinco y seis horas. Al final, la realidad es que solo acudía a la cueva cuando corría peligro», señala su tataranieto. Tampoco era habitual que abandonase el escondrijo cuando le daban unos recurrentes ataques de reúma que le persiguieron hasta el final de su vida. Algo que corrobora su descendiente. En todo caso, parece que supo esconderse, pues las autoridades, en un intento de atraparle, desterraron a su familia a Malagón como forma de presionarle.

Triste muerte
Entre idas y venidas, entre ataques de reuma y huidas de la Guardia Civil, Castrola encontró la muerte en 1881 a manos de una castiza navaja española. Con apenas 30 años a sus espaldas y tras una vida entera escondido de las autoridades. El origen de su asesinato hay que buscarlo en los negocios que mantenía con un pastor de Consuegra conocido como el Tuerto. Ambos tenían un trato que cumplían a rajatabla: Isidoro le conseguía cabezas de ganado (podemos suponer cómo) a cambio de que, mes a mes, le entregara una parte de los beneficios que obtuviera con ellas. «Eran principalmente ovejas y cabras. Cada cierto tiempo se pasaba y cobraba», explica su tataranieto. Molero, por su parte, aclara que era relativamente sencillo hallar animales pastando en los Montes de Toledo. «Era habitual que los ganaderos llevaran allí a sus rebaños. No es un lugar apartado e inaccesible, se encuentra ubicado entre varias poblaciones», afirma.

El trato se desarrolló de forma satisfactoria hasta que, un día, el Tuerto se negó a pagar lo que le correspondía. «Castrola fue a verle y le dijo que, o le daba su dinero, o acabaría con su vida. Le dio unos días para reunir todo y le dijo que volvería», incide Juárez. Aquella amenaza sería, a la postre, su sentencia de muerte. «El pastor preparó una trampa para acabar con él cuando regresara. Quería quitárselo de en medio de una vez», añade el tataranieto.

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Constancio Chacón
Isidoro regresó poco después armado con su trabuco para exigir su dinero. Para él, todo era normal. «Cuando llegó se encontró con varios pastores que estaban comiendo unas migas. Le dijeron que el Tuerto no estaba, pero que no tardaría en llegar», explica Juárez. Castrola no se fiaba. Solo se tranquilizó cuando vio llegar al de Consuegra. «El Tuerto le insistió en que ya tenía su dinero y le dijo que se quedase a comer con ellos». El bandolero bajó la guardia y decidió cambiar su arma por una bota de vino. Ese fue el momento en que los presentes se arrojaron sobre él. «Su error fue relajarse. Al ir a echar un trago, el más corpulento le agarró por detrás y le sujetó. Mi tatarabuelo intentó escapar, y a punto estuvo de conseguir zafarse con un mordisco, pero no pudo», completa el descendiente.

Su destino estaba sellado. El Tuerto se armó con un pedrusco y le dio un golpe en la cabeza que dejó al bandido conmocionado. «Parece ser que le hundió el parietal y quedó malherido. Luego, con una navaja, le dieron varias puñaladas», añade Juárez. En sus palabras, la muerte de Isidoro ha quedado documentada gracias a un niño que vio todo lo que ocurrió. «Era un pastorcillo que mi tatarabuelo encontró en la sierra descalzo. Le dio pena y le dio dinero para que se comprase unas albarcas. No iba con él de forma habitual, pero aquel día si. De hecho, le había avisado de que aquellos hombres estaban tramando algo. Contó la historia en su lecho de muerte», desvela. Así acabó la vida del bandolero con el que no pudo la Guardia Civil. El hombre que, en la actualidad, navega todavía entre el mito y la leyenda. «Tuvo la muerte que tenían los bandoleros. Una muerte violenta».

El resto, como se suele decir, es historia. El asesino le cortó las orejas para demostrar que él había sido el que había acabado con su vida aquel 28 de septiembre. Poco después, su cadáver fue expuesto en la verja del templo del Cristo de Urda para que sirviera de ejemplo y de escarmiento al resto de bandoleros. Así lo relata el «Romance de Castrolas»:

«Y una mañana de otoño,

Castrolas el herradizo,

apareció muerto,

colgado de la verja del Cristo,

colgado cabeza abajo,

como se cuelga a los cerdos,

el bandido más feroz

de los montes de Toledo».

Aunque Isidoro todavía se vio envuelto en una controversia más. Ávido de conseguir reconocimiento, un Guardia Civil de ese mismo pueblo se apuntó el tanto de haber acabado con su vida. Su versión aparece, incluso, en los documentos de época. No obstante, cuando el verdadero verdugo se presentó en Madrid con los restos del forajido fue procesado por mentir. Así se terminó todo.

Juárez: una vida tras Castrola
1-¿Ha sido difícil recopilar la historia de Castrola?

Sé cosas de Isidoro porque me esforzado en recopilar información. En la familia se ha contado poco de él. Su mujer (aunque no estaban casados) no contó nada. Bastante sufrimiento pasó ya para querer recordar todo otra vez. Por eso desconocíamos parte de su historia. No porque fuese un tabú o sintiésemos vergüenza. Una de las cosas que me queda es hallar alguna fotografía suya. Tengo de los Juanillones y de los Purgaciones, pero de él no.

2-¿Fue un ángel o un demonio?

Es mi familia y llevo su sangre. No se puede negar lo que hizo como bandolero: robar y matar. Fue lo que fue. No voy a santificar a nadie y decir que fue una buena persona. Pero lo que también debemos entender es que el monte era un sitio en el que él no quería estar. Fue un desgraciado que tuvo que sufrir mucho durante su vida y que solo quería sobrevivir. Para mi fue una víctima de aquel sistema. Parece que, como era un bandolero, todo lo que hacía era malo. Y no. Yo quiero quedarme también con lo humano.

3-¿A qué se refiere con lo humano?

Castrola quería mucho a su familia. Todo lo que hizo fue por ellos. Hasta pidió tres indultos para que le perdonaran. Quería volver con ellos, pero no le dejaron.

4-¿Ha marcado su vida descender de Castrola?

A mi no me marca. Mi tatarabuelo fue lo que fue y no me siento para nada avergonzado. Al contrario, estoy muy orgulloso de donde vengo y de lo que soy. Todos sabemos lo que hizo y no es un plato de gusto, pero el primero que no quería aquello era el.

Reportaje al completo incluyendo video:
https://www.abc.es/historia/abci-de...-desvela-secretos-abc-201904102006_video.html
 
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Actualizado:12/04/2019 08:27h
1 El odio de Azaña al independentismo catalán por querer pactar con Franco

«Einstein tenía razón». Después de que se haya dado a conocer la primera fotografía de un agujero negro, este ha sido el titular que más se ha repetido por los diferentes medios de comunicación internacionales. Llevan razón ya que (según narran los expertos en la materia) se ha corroborado una vez más que su teoría de que la gravedad deforma el espacio-tiempo es acertada. Resuelta esta controversia podría parecer que se han disipado todas las dudas con respecto al físico; pero la realidad es que no todo fueron luces en su existencia. Por el contrario, está más que documentado que abusó de su primera esposa (a la que incluso le propuso firmar un contrato en el que esta se comprometía a mantener su ropa limpia) y que cargó en sus diarios contra los chinos.

Etapa «racista»
Una de las facetas más olvidadas del físico alemán es su etapa «racista», si es que puede llamarse así. Y eso, a pesar de que se hizo famoso por cargar duramente contra la xenofobia al afirmar en público que era una «enfermedad de blancos» o que no era más que una estafa de proporciones gigantescas. «La raza es un fraude. Todos los pueblos modernos son un conglomerado de tantas mezclas étnicas que no existe ninguna raza pura», señaló en una entrevista al «Saturday Evening Post». No obstante, mucho antes de ello había escrito opiniones en contra de los chinos en varios diarios personales elaborados después de un viaje que realizó a través de Asia junto a su mujer allá por 1920.

«Sería una pena si estos chinos suplantan a las otras razas»


Hallar el origen de estos diarios requiere viajar en el tiempo hasta 1922, año en que Albert se embarcó en un viaje de cinco meses y medio hacia el Medio y el Lejano Oriente junto a su esposa, Elsa. Ambos pasarían por regiones tan exóticas en la época como Hong Kong o China, donde el físico participó en varias conferencias durante seis semanas. En una libreta personal, nuestro protagonista recogió sus impresiones sobre todo aquello que le llamaba la atención. No solo en el ámbito de los números, sino también sobre arte o filosofía. Algo nada raro en él, pues solía acercarse sin tapujos al mundo de las letras.

Mileva Einstein-Maric (1875-1948): hacia la recuperación de la memoria científica» que Albert se mostraba muy cruel con Mileva, su primera esposa. «Sería desagradable reproducir los insultos con los que la obsequiaba. Según las investigaciones publicadas en los años 90, en la última etapa de su matrimonio llegó a comportarse como un tirano e incluso se mencionan ataques físicos contra ella y los hijos».

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Por si fuera poco, el físico mantuvo una relación extramatrimonial con su prima durante varios años. Adulterio que aceptaba su madre, quien odiaba profundamente que hubiera contraído aquel matrimonio.

La relación entre ambos llegó a ser tan turbia que, en 1914, Einstein envió una carta a su mujer con varias exigencias para su matrimonio continuara. Entre las premisas estaban las de velar «porque mi ropa esté limpia y en buen estado»; «que cada día esté servido con tres platos en mi habitación»; «que tanto mi habitación de trabajo como mi dormitorio estén siempre limpios» y «que mi escritorio esté siempre a mi disposición». Además, le insistía en que renunciaría a «toda relación personal conmigo excepto cuando lo requieran los eventos sociales», a recibir «cualquier muestra de afecto de mí» y a «responder inmediatamente a cualquier pregunta que te haga». Cuando se separó de ella también se negó a ver a su hijo enfermo durante treinta años.

Broncas en la guerra civil
Entre los países que visitó, Einstein pisó también España entre febrero y marzo de 1923. Su llegada fue más que extraña. Arribó a Barcelona el 21 de febrero, pero la multitud no fue a recibirle a la estación a pesar de que el año anterior había obtenido el Premio Nóbel por la ley del efecto fotoeléctrico. Aunque por una causa justificada: no avisó en qué tren haría su entrada.

La prensa de nuestro país (y en especial ABC) informó de forma extensa sobre ello. El 8 de marzo, por ejemplo, este periódico explicaba que ya había llegado a Madrid: «En la última de las tres conferencias dadas en la Universidad Central. Alberto Einstein trato ayer tarde de los problemas de la teoría de la relatividad general, o sea, de las investigaciones hechas con el propósito de evitar los puntos débiles de la teoría».

En su viaje fue recibido por el monarca, Alfonso XII, como explicó también este diario: «El sabio alemán, Einstein, […] estuvo ayer por la mañana en el Palacio para ofrecer sus respetos a S. M. el Rey. El monarca conversó afablemente con el insigne hombre de ciencia, y este se mostró muy complacido de su estancia entre nosotros, manifestando que estaba muy satisfecho por todas las atenciones de que era objeto».

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Por entonces nadie citó su condición de judío. No obstante, una década después (cuando la Segunda República le ofreció una Cátedra Extraordinaria) una parte de los medios de comunicación cargaron contra él al grito de «judío filomarxista». La polarización política así lo provocó. Aquel fue el primer encontronazo de parte de nuestro país con el genio, como bien explica Thomas F. Glick en «Einstein y los españoles».

A pesar de aquello, Einstein se mostró muy crítico con los países democráticos cuando, después del 18 de julio de 1936, la mayoría se negaron a enviar ayuda a la República. Así lo hizo saber al mundo mediante un mensaje que envió al Congreso Internacional de Escritores celebrado en España en 1937.

Este apoyo escoció al filósofo José Ortega y Gasset, quien ya había cargado en su «epílogo para los ingleses» contra todos aquellos estudiosos y figuras públicas que, según sus palabras, opinaban sobre lo que sucedía en nuestro país sin tener idea alguna de lo que pasaba dentro de sus fronteras. Así lo explica J. Carlos Criado Cambón en su dossier «Einstein en España y su relación con Ortega y Gasset», donde señala también que, a pesar de que el pensador había admirado sobremanera al físico, este le criticó duramente en un artículo publicado por «The Nineteenth Century»:

«Hace unos días, Alberto Einstein se ha creído con 'derecho' a opinar sobre la guerra civil española y tomar posición ante ella»
«Hace unos días, Alberto Einstein se ha creído con 'derecho' a opinar sobre la guerra civil española y tomar posición ante ella. Ahora bien, Alberto Einstein usufructúa una ignorancia radical sobre lo que ha pasado en España ahora, hace siglo y siempre. El espíritu que le lleva a esta insolente intervención es el mismo que desde hace mucho tiempo viene causando el desprestigio universal del hombre intelectual, el cual, a su vez, hace que hoy vaya el mundo a la deriva, falto de pouvoir spirituel».

Según Glick, Einstein recibió varias cartas en las que sus admiradores le criticaban por el apoyo mostrado a la Segunda República: «Con profundo disgusto he conocido su actividad en apoyo de las fuerzas comunistas españolas... los americanos genuinamente cristianos lamentamos su arrogancia y sus ideas reaccionarias europeas». Y todo ello, a pesar de que el físico evitó aceptar la Cátedra ofrecida desde España y se mostró aliviado cuando, tras el comienzo de la guerra civil, le informaron de que no había más remedio que detener ese proyecto. «Sus noticias […] me hacen muy feliz […] se me quitaría un gran peso de encima si […] me librara de la promesa que le hice [aceptar el puesto]»

https://www.abc.es/historia/abci-la...sta-apoyo-republica-201904120124_noticia.html
 
Victoria Eugenia: se cumplen 50 años de la muerte de la reina desgraciada
ANIVERSARIO
Amante de las joyas
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  • 13 ABR. 2019 01:56
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Visita del Rey Alfonso XIII con la Reina Victoria en 1922 FOTO: Gombau
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Esposa de Alfonso XIII y madre de seis hijos, introdujo la hemofilia (defecto de coagulación en la sangre) en la familia

En el exilio en un palacete de Lausana consumó la separación del rey, y sólo volvió para el bautizo de Don Felipe

La decadente vida del Alfonso XIII en el exilio

La bisabuela de don Felipe atribuía las desgracias que marcaron su vida a una especie de castigo divino por haber abjurado de la religión anglicana para convertirse al catolicismo y casarse con el Rey Alfonso XIII. Supercherías aparte, hay una fecha del calendario especialmente aciaga en su destino: el 15 de abril. Y es que un 15 de abril de 1931, al día siguiente de proclamarse la República tuvo que abandonar España, precipitadamente, ante el terror de acabar como su prima Alejandra, esposa del zar Nicolás II, asesinada por los bolcheviques. Otro 15 de abril, esta vez de 1969, Victoria Eugenia fallecía a los 82 años en su palacete de Laussanne, La vieille fontaine, donde transcurrió la mayor parte de su exilio. Una muerte de la que este lunes se cumplen 50 años y que ponía broche a una existencia marcada por las tragedias y el desamor.

Algo que pocos auguraban cuando surgió su apasionado flechazo con Alfonso XIII en mayo de 1905 durante una recepción ofrecida al joven Rey que, con 19 años, visitaba oficialmente el Reino Unido. Victoria Eugenia, una belleza de 17 años nieta de soberana inglesa, se casó con Alfonso el 31 de mayo de 1906, convirtiéndose en Reina de España, pero la fatalidad hizo que Ena, como la apodaban, trasmitiera la hemofilia, enfermedad que impide la coagulación de la sangre, y se llevó a la tumba a dos de sus vástagos, Alfonso y Gonzalo. Algo que Alfonso XIII no superó, iniciando una desenfrenada vida de aventuras extramatrimoniales que resquebrajaron la pareja, cuya unión no sobrevivió al exilio. El mismo 14 de abril en que se proclamó la República, el monarca abandonó el país tomando un barco en Cartagena camino de Francia.

En Madrid permaneció Victoria Eugenia, sola con sus seis hijos, que vivieron, en esa jornada, escenas de pánico cuando una muchedumbre rodeó el Palacio Real profiriendo insultos contra la monarquía, y unos exaltados treparon por el balcón principal para colocar una bandera republicana. La Reina, aterrorizada, no pegó ojo hasta que de madrugada se presentó un amigo del Rey, Joaquín Santos, quien facilitó que Ena y sus seis hijos escapasen del palacio la mañana del 15 de abril. Lo hicieron por la puerta de incógnito y en automóvil se dirigieron a la estación de El Escorial para tomar el rápido tren de Hendaya hacia París, primera etapa de su exilio.

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La reina agarra por los hombros a sus hijos Alfonso (izq.) y Jaime. En la parte de abajo, de blanco, de izquierda a derecha: Cristina, Gonzalo, Juan (padre del Rey Juan Carlos) y Beatriz.
Allí se reunieron con Alfonso XIII, alojándose en el hotel Meurice, donde se produciría la ruptura del matrimonio. Ena estaba muy unida a los duques de Lecera, que no despertaban simpatía en el monarca, quien aseguran que un día la espetó: "O ellos o yo". Ena contestó: "Los escojo a ellos y espero no volver a ver tu cara jamás".

Victoria Eugenia, abandonando a su esposo e hijos, que se instalaron en Roma, recaló en Inglaterra, aunque viajó a Italia cuando falleció Alfonso XIII en 1941. Pero, al estallar la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno británico le comunicó que no podía protegerla, por lo que decidió refugiarse en Suiza, país neutral. Inicialmente se instaló en el hotel Royal Savoy de Lausanne, donde establecería su hogar definitivo tras adquirir La vieille fontaine, un palacete cerca del lago Lemman. Allí llevaba una existencia plácida y recibía visitas de amigos, sobre todo Jacobo Fitz-James Stuart, duque viudo de Alba y padre de Cayetana, con quien planearon rumores de un romance que nunca se demostró. Su relación era tan estrecha que cuando el aristócrata falleció de cáncer de pulmón en 1953 en una clínica suiza, Ena estaba a su lado.

A Victoria Eugenia le gustaba viajar, sobre todo a Roma, donde vivían sus hijas, las infantas Cristina y Beatriz y sus nietos; a Estoril, lugar de exilio de su hijo Don Juan, padre de Don Juan Carlos; y también a Montecarlo, pues mantenía excelente relación con los Grimaldi. La bisabuela de Felipe VI era una mujer cosmopolita, fumaba y durante su reinado trató de europeizar la moda y las costumbres españolas.

Le apasionaban las joyas, amasando una notable colección que pudo llevarse en su huida al exilio, pues las guardaba en sus aposentos para contemplarlas. Entre ellas, las de pasar, que fueron trasmitidas a Doña Sofía y hoy luce la Reina Letizia. La mayor parte eran regalos de Alfonso XIII, pues aseguran que en cada aventura regalaba una joya a su esposa: según una comisión republicana que investigó su fortuna, el monarca, entre 1902 y 1931 invirtió seis millones de pesetas en joyas y obras de arte.

ASIGNACIÓN ANUAL
Victoria Eugenia llevaba un alto tren de vida en Laussanne, pues además de mantener el palacete y la servidumbre, afrontó la crianza de sus dos nietos, Alfonso, duque de Cádiz, y Gonzalo, hijos de Jaime. Las seis mil libras anuales que recibía en vida de Alfonso XIII apenas cubrían sus gastos. Así que muerto el rey, reclamó a Franco la pensión vitalicia que las Cortes estipularon cuando se casó con él Rey: 450.000 pesetas anuales, la mitad si enviudaba. El dictador le restableció dicha pensión que en 1960 ascendió a 700.000 pesetas.

Pese a ello, Ena no había vuelto a pisar suelo español, en gran parte por la pésima relación entre Franco y su hijo, Don Juan, heredero al trono, pese a que su nieto Juan Carlos, a cuya boda con Sofía de Grecia asistió en Atenas el 14 de mayo de 1962, se educó en España bajo la tutela del dictador.

Solo lo hizo una vez, el 8 de febrero de 1968, con motivo del bautizo del Rey Felipe, del que fue madrina. Se hospedó en el Palacio de Liria como huésped de Cayetana Alba y en el transcurso de la ceremonia celebrada en Zarzuela, Victoria Eugenia hizo un aparte con Franco: "General, esta será la última vez que nos veamos y quiero pedirle una cosa: designe Rey de España. Ya son tres: el padre, el hijo y el nieto. Hágalo en vida, si no, no habrá Rey". El dictador le prometió cumplir sus deseos y el 22 de julio de 1969 nombró a Don Juan Carlos sucesor "a título de Rey".

Desgraciadamente, Victoria Eugenia no vivió ese acontecimiento histórico pues tras regresar de España su salud comenzó a decaer y en marzo de 1969 apenas abandonaba sus aposentos, asistida por sus doncellas, Pilar y Petra y su dama de compañía, Beatriz Aguilar. Su médico, el doctor Nicaut, advirtió a su familia que la enfermedad hepática que sufría era irreversible, por lo que su hijo Don Juan y los príncipes Juan Carlos y Sofía viajaron a Laussane para acompañarla en su final.

El 15 de abril, mientras cenaban en el restaurante Richelieu, les avisaron de que fueran urgente a Vielle fontaine porque la reina había agravado. Falleció a las 23.18 horas de la noche. "Cuando muera, ponedme guapa", había advertido a sus doncellas, que la amortajaron con mantilla blanca, cubriendo su féretro con una bandera española. Fue enterrada en el cementerio de Boi de Vaux en Laussanna, con una sencilla inscripción: "Su Majestad la Reina Victoria Eugenia (Balmoral 24-10-1887/ Laussanne 15-4-1969). El 25 de abril de 1985, en una solemne ceremonia presidida por el Rey Juan Carlos, sus restos fueron trasladados al Panteón de Reyes de El Escorial, donde paradójicamente reposan hoy junto a los del Rey Alfonso XIII, del que vivía separada.

https://www.elmundo.es/loc/casa-real/2019/04/13/5caf760121efa0d0078b45c2.html
 
Adiós a Darío Rivas, el gallego que impulsó la querella argentina contra el franquismo


Hijo del alcalde de Castro de Rei, asesinado por el fascismo al poco de comenzar la guerra civil, luchó hasta lograr exhumar su cuerpo en 2005

Fue el primer firmante del proceso abierto en Buenos Aires contra la dictadura y falleció, con casi cien años, sin encontrar la justicia que tanto buscó

Miguel Pardo
16/04/2019 - 11:06h
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Darío Rivas, el primer querellante contra el franquismo en Argentina EFE

La querella contra el franquismo comenzó en Galicia
Darío Rivas estuvo décadas exigiendo justicia para su padre, alcalde de la pequeña localidad de Castro de Rei asesinado en 1937 y cuyo cuerpo logró recuperar casi 70 años después, en 2005. Un lustro más tarde, un 14 de abril de 2010, presentó ante la justicia argentina una querella por genocidio y crímenes de lesa humanidad contra la dictadura ante la nulidad y falta de progreso de las causas abiertas contra el franquismo en España. Como primer firmante, junto a Inés García, inició una causa que fue creciendo y acumulando miles de casos de represaliados, torturados, desaparecidos y asesinados durante el régimen de terror.

A punto de cumplir cien años, este gallego universal y pionero falleció este lunes en Argentina, esperando todavía por la justicia que buscan él y tantos familiares. Nacido en Castro de Rei en 1920, hasta su último día reclamó la reparación de su padre, Severino Rivas, republicano, con nueve hijos y asesinado a pocos meses del comienzo de la guerra civil. El mismo hombre que pedía semillas en la ciudad para que sus vecinos plantasen centeno en la aldea, que repartía carne entre los más necesitados tras la matanza o que improvisó una escuela en su casa junto a otros maestros. Por estas y otras solidarias acciones como alcalde del pueblo fue asesinado por falangistas en Portomarín, también en la provincia de Lugo. Darío ya no estaba con él. Con nueve años se había marchado a Buenos Aires, donde se reencontró con una hermana que había emigrado antes. La madre de ambos había fallecido ya. Con 17 años se enteró del asesinato por carta.

A pesar de que juró no volver a pisar su tierra, acabó volviendo con su mujer en los 50. No recibió explicación alguna de la Administración ni de la Iglesia para dar con los restos del padre y buscó y recopiló toda la documentación posible para demostrar lo que todo el entorno sabía: que había sido asesinado, "por traición a la patria" y "por comunista", como justificaron los fascistas. Durante una visita a Portomarín logró hablar con vecinos, que no sólo recordaban al que había sido alcalde de Castro de Rei, sino que sabían exactamente el lugar donde lo habían matado, contra la capilla de Cortapezas. Incluso habló con el niño que fue obligado a velar su cuerpo. El cura no le dejó poner ni placa ni una pequeña cruz en el lugar.

Pero no se rindió nunca. Peleó, acumuló toda la documentación posible y con la ayuda de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) logró exhumar a Severino Rivas el 19 de agosto de 2005. Su cuerpo fue enterrado en el panteón de la familia y el hijo añadió una pequeña placa: "Papá, descansa en paz. Te lo pide tu niño mimado, Darío".

Darío no descansó. No podía. Cinco años después de enterrar a su padre impulsó la querella argentina, que a pesar de los avances sigue bloqueada y atascada por el Estado español, que no atiende a requerimiento alguno de la justicia argentina ni facilita ningún proceso. Él la firmó para pedir que se procurasen los nombres y direcciones de los miembros de los gobiernos existentes entre el 17 de julio de 1936 y el 15 de junio de 1977, así como de los mandos militares, de la Guardia Civil, de Seguridad y de la Falange en el mismo período. Consideraba la demanda que sus delitos son imprescriptibles bajo el criterio de justicia universal y a pesar de la ley de Amnistía de 1977.

Decía siempre que no buscaba castigo, sino que los culpables quedasen señalados como tal y que los fusilados fuesen reconocidos como "héroes", como él mismo era considerado entre los que veían cómo, con casi un siglo a sus espaldas, seguía buscando justicia y reparación. Los que lo conocieron, en alguna de sus últimas visitas a Galicia, quedaron impresionados por su entereza, su inteligencia y la emoción que desprendía de todos sus recuerdos, con los que emocionaba a sus interlocutores. Entre lágrimas acabó alguna intervención ante periodistas. Siempre con una sonrisa, buscó la paz a través de la justicia. Y se marchó esperando todavía por ella.
https://www.eldiario.es/galicia/mov...ria_historica-antifranquismo_0_889261171.html
 
La cruel muerte del asesino de Lincoln a manos del ejército americano tras una gran cacería humana.

El 26 de abril de 1865, John Wilkes Booth se negó a rendirse ante los soldados de los Estados Unidos. Tras intentar quemar el granero en el que estaba escondido, los militares acabaron con él a sangre fría.


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Manuel P. Villatoro@ABC_Historia
Actualizado:03/08/2018 08:19h
5 La absurda muerte del presidente olvidado de los Estados Unidos

La noche del 14 de abril de 1865 comenzó de forma habitual para Abraham Lincoln, el décimosexto presidente de los Estados Unidos. Después de firmar el indulto de un espía confederado partió hacia el Teatro Ford (en Washington D. C.), donde tenía previsto asistir junto a su esposa a la obra «Our american cousin» («Nuestro primo americano»). Aunque se retrasó, llegó sin problemas al edificio y subió al palco para disfrutar de la representación junto al mayor Henry Rathbone y su prometida. Una vez en su asiento, se relajó y se dispuso a disfrutar del espectáculo. La velada parecía tan tranquila que hasta su guardaespaldas acudió a un bar cercano para tomarse una copa. ¿Qué es lo peor que podía pasar?

Cuando las manecillas del reloj marcaban aproximadamente las diez y cuarto de la noche se desató el infierno. En mitad del tercer acto, un disparo desconcertó al público. Los que alzaron la mirada pudieron ver que el presidente había caído al suelo tras recibir una bala en la parte posterior del cráneo. Se acababa de perpetrar un magnicidio. El más conocido de toda la historia de los Estados Unidos. Segundos después, y para asombro de los presentes, una figura se arrojó desesperada desde el palco.

El desgraciado no era otro que John Wilkes Booth, el asesino. El salto le costó caro, pues sus espuelas se engancharon en una de las banderas colgadas y provocaron que se partiese el peroné durante el descenso.

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Representación del atentado en el Teatro Ford


«Después de atacar a Abraham Lincoln, Booth se lanzó bruscamente sobre el escenario. Luego gritó “¡Sic semper tyranis!” (“¡Así siempre a los tiranos!”). Otros afirman que también dijo que el sur había sido vengado. En todo caso, después se marchó mientras alguno de los presentes trataba de detenerle sin éxito. Era actor y adoraba ser el centro de atención, así que no quiso perder la oportunidad de que todos le conocieran», explica a ABC José Luis Hernández Garvi, divulgador histórico y autor de « Magnicidio. Crónica negra de los presidentes asesinados en Estados Unidos» (Luciérnaga, 2018).

Asesinar al Presidente. Asesinatos presidenciales e intentos de asesinatos». A su vez, el miedo a que los confederados atacaran por sorpresa hizo que «los fuertes cercanos fueran puestos en alerta y se entregaran armas a los soldados».

Trágico viaje
El dolorido Booth abandonó Washington a todo galope en dicción a Maryland. Su objetivo no era otro que ponerse a salvo y reunirse con el resto de conspiradores, cada uno de los cuales había recibido órdenes de matar a un miembro diferente del gobierno de Lincoln para crear el caos. Lo que no sabía es que sus compañeros habían fallado estrepitosamente. «Pretendían llegar a una zona apartada de espesos bosques en la que podían encontrar refugio y la ayuda de la población simpatizante de la causa del Sur antes de llegar a Virginia», completa Garvi en su obra.

Esa misma noche, el magnicida se encontró con David Herold (otro de los conspiradores). Ambos hicieron su primera parada horas después en una posada ubicada a 20 kilómetros de Washington que estaba regentada por Mary Surratt, también partidaria de la causa sudista. Arribaron a su destino a eso de la medianoche y, como estaba previsto, hallaron en el lugar todo tipo de vitales provisiones para continuar su huida. «La Señora Surratt informó al tabernero de que dos hombres llegarían aquella noche. Debería tener a punto dos carabinas, los prismáticos de Booth y dos botellas de whisky para cuando ellos llegasen», añade Vulich.

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Mary Surratt, una de las personas que ayudó a Booth
Los conspiradores pasaron la siguiente jornada huyendo a través de caminos secundarios y apartados para evitar ser cazados por los soldados del ejército americano.

Sin embargo, Booth sabía que no podía esperar mucho para ver a un médico, pues su pierna había quedado muy dañada a causa de la caída. ¿Qué hacer? Al final, ambos hallaron una extraña solución. En la tarde del 15 de abril se presentaron en la clínica del doctor Samuel Mudd con una curiosa historia que no levantó sospechas. «Mientras cabalgaba a toda velocidad, el caballo de Booth se ha caído sobre él y tiene la pierna rota», afirmó Herold. El engaño salió a pedir de boca, pues el galeno se prestó a tratar y vendar la herida. Tras descansar unas horas, salieron de allí a toda velocidad.

Más amigos
El domingo, de buena mañana, la pareja arribó a la casa del capitán Samuel Cox, partidario del resurgimiento del Sur. Desesperado como estaba, Booth pidió al militar que les ayudara a cruzar el río Potomac (ubicado al sur de Washington) y que les diese comida y bebida. El oficial se mostró reticente en principio, pero al final aceptó. Con su ayuda pasaron algún tiempo escondidos en los bosques cercanos.

Posteriormente, su nuevo «amigo» les llevó hasta la casa de un tal Thomas A. Jones, también seguidor de la causa confederada. El día 21, tras una semana ocultos en su granja, Booth y Herold atravesaron al fin aquella corriente de agua infernal en un pequeño bote. Esa misma jornada, el mismo magnicida describió en su diario los dolores de cabeza que le estaba generando esa cacería humana:

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Actor de profesión, Booth era un firme defensor de la causa sudista
«Después de ser perseguido como un perro por pantanos, bosques y la noche pasada ser perseguido por lanchas cañoneras hasta que me obligaron a regresar, calado, helado y hambriento y teniendo a todo el mundo contra mí, estoy aquí en un estado de desesperación. ¿Y por qué?, por hacer lo mismo por lo que se rindió homenaje a Brutus, por lo mismo por lo que Tell se convirtió en un héroe. Y sin embargo yo, por matar al mayor tirano que jamás se haya conocido, soy considerado como un vulgar asesino. Mi acción fue más pura que cualquiera de las suyas... tengo un alma demasiado grande para morir como un criminal».

No le faltaba razón ya que, como explica Garvi en «Magnicidio», las autoridades organizaron una «operación policial sin precedentes» en la que se «movilizaron miles de soldados» enviados desde Maryland. Por su parte, Vulich añade que la unidad que más trabajó para capturar a los fugados fue el 16º Regimiento de Caballería de Nueva York.

Atrapados
El sábado, después de cruzar el Potomac, Booth y Herold iniciaron de nuevo su triste periplo. Aunque, en este caso, se dirigieron hacia una granja ubicada en Bowling Green que era propiedad de un tal Jack Garrett.

Lo que desconocían es que alguien les había visto cruzar el río y había informado de su paradero al 16º Regimiento de Caballería de Nueva York. Sin saber que su pesadilla estaba a punto de empezar, los conspiradores llegaron a su nuevo escondrijo y se pusieron cómodos. Según les parecía, era imposible que nadie les descubriese. Para su desgracia, estaban muy equivocados.

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John Wilkes Booth, muerto
El día 26, mientras la pareja descansaba en el establo, los soldados de la Unión llegaron a la vivienda con ansias de venganza. Al frente de la unidad se destacaba el teniente Edward P. Doherty quien, después de preguntar a Garrett sobre sus dos improvisados «inquilinos», le ordenó dirigirse hacia la puerta del edificio que usaban para esconderse y que les instara a rendirse. «Garrett dijo a los dos hombres que los soldados prenderían fuego al establo si no se rendían», desvela el anglosajón en su obra.

Booth estaba resuelto a combatir, pero parece que su compañero no demasiado. En ese momento sus caminos se separaron, pues el magnicida permitió a Herold salir y entregarse a las autoridades. «Hay un hombre aquí dentro que está deseando rendirse», afirmó. Mientras, él preparó sus armas para vender caros los últimos instantes de su vida.

Cruel muerte
Pero el teniente no pretendía, ni mucho menos, ordenar a sus hombres que entrasen fusil en mano. Y es que, aunque estaba seguro de que era la forma más rápida de acabar con el magnicida, también sabía que pondría en peligro la vida de muchos de sus hombres.

Al final, Doherty ordenó a Garrett que apilase follaje alrededor del establo en el que se escondía Booth y le prendiese fuego para obligarle a salir de allí. Para entonces los soldados de la Unión se habían rendido al nerviosismo y la ansiedad. ¿Y si el asesino escapaba? ¿Y si se quedaba sin castigo? Todo ello debía rondar sus cabezas cuando un disparo resonó por toda la granja y, tras él, cayó a plomo el cuerpo del magnicida. La bala, al parecer, salió del revólver del sargento Boston Corbett, quien atacó por la espalda al criminal. Según explicó después, no dudó en darle su justo castigo cuando observó que le tenía a tiro.

«[Cuando el fuego comenzó Booth] estaba de pie en medio del establo, y supuse que iba a intentar salir de allí. Estaba convencido de que era el momento de disparar y apunté bien con mi revólver apoyado en el brazo y le disparé a través de un gran agujero en el establo .... le herí en el cuello, en la parte posterior de la oreja, y la bala salió por un orificio un poco más arriba, por el otro lado de la cabeza».

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Horas finales de Booth
Con todo, Booth no murió por los disparos. Su sufrimiento se extendió durante dos horas más en las que, atendiendo al autor anglosajón, sufrió un «dolor insoportable». Falleció a eso de las cinco de la madrugada, tras ser sacado del establo en llamas y después de que se le trasladara al porche de la casa de Garrett. Durante este tiempo, todavía tuvo tiempo de mascullar sus últimas frases: «Digan a mi madre que he muerto por mi país y que... hice lo que creí que era lo mejor». A continuación, y casi con un hilo de voz, dejó escapar dos palabras «Inútil, inútil».

Luego abandonó este mundo tras doce días de cacería. Entre sus pertenencias encontraron nada menos que tres revólveres, un puñal y una honda.

Tras morir, el cadáver de Booth fue llevado hasta Belle Plaine. «Allí lo embarcaron a bordo del acorazado fluvial “USS Montauk”, que lo llevó hasta Washington para practicarle la autopsia. Sobre la mesa del depósito, el cuerpo del magnicida fue identidicado por más de diez personas que lo habían conocido en vida. Durante el examen forense también se le encontró un tatuaje con sus iniciales en la mano izquierda y un lunar característico que tenía en la parte de atrás del cuello», finaliza Garvi en su obra.

Original y video:
https://www.abc.es/historia/abci-cr...gran-caceria-humana-201808020029_noticia.html
 
La gran mentira sobre el general Silvestre: el héroe 'culpable' de que 10.000 españoles fuesen masacrados en el Rif

El 22 de julio de 1921, Abd el-Krim atacó el campamento hispano de Annual junto miles de kabileños. Ante el empuje enemigo, el oficial al mando ordenó una retirada precipitada en la que fallecieron miles de soldados. Posteriormente, el triste suceso sería conocido como el Desastre de Annual.

Esta decisión, así como su estrategia de tomar a marchas forzadas las regiones ubicadas al norte del Rif sin consolidar el territorio conquistado, hicieron que se ganase la fama de torpe y excesivamente osado.

¿Fue el militar demasiado arrojado? ¿Fue el único culpable de aquella tragedia? Fernando Pasquín, Salvador Fontenla y Javier Santamarta analizan hoy para ABC Historia el suceso.


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Actualizado:17/04/2019 09:40h
47 «En 1921, los rifeños abrían a los soldados españoles en canal y les quemaban vivos»

«Catástrofe». Con esta palabra definió -hace más de 80 años- el diario ABC la masacre de entre 8.000 y 13.000 soldados españoles en el campamento de Annual (ubicado en las cercanías de Melilla). La fecha en la que se produjo esta infamia quedó grabada para siempre en los anales de la historia rojigualda: 22 de julio de 1921. Y no es para menos, pues aquel día se sucedió una de las mayores tragedias militares de la Historia militar de nuestro país. El suceso, de hecho, encogió el corazón de una Península que todavía estaba digiriendo la pérdida de las últimas colonias a manos de los Estados Unidos. «El país ha de enterarse a que límites ha llegado el sacrificio de sus hijos, cuyos rasgos brillan como el oro en los fondos oscuros del cuadro», escribían los reporteros del Telegrama del Rif.

Todo aquel dolor, aquella inquina acumulada por la muerte de miles de soldados españoles, rompió a tal nivel el alma de la sociedad que, desde todos los estamentos, se hizo lo imposible por buscar un culpable al que señalar con el dedo.

El elegido fue el general Manuel Fernández Silvestre, comandante general de Ceuta y Melilla y artífice del avance peninsular por el Rif con el objetivo de pacificar la zona. Sobre él recayó la responsabilidad de haber extendido demasiado las líneas de avituallamiento, de no consolidar el territorio arrebatado a los nativos antes de seguir a marchas forzadas la conquista de las kabilas (tribus) enemigas y, finalmente, de haber ordenado la retirada precipitada del campamento de Annual. La víctima no podía ser más idónea, pues el militar se hallaba desaparecido tras el ataque.

Así fue como, a base de pluma, se generó una leyenda negra más que dolorosa alrededor de Silvestre. Un héroe de la guerra de Cuba que, para algunos historiadores y expertos en el tema, fue el tonto útil perfecto. Así lo creen -y lo afirman a ABC- autores como Fernando Pasquín, Salvador Fontenla y Javier Santamarta. Tres expertos que, a pesar de que atribuyen parte de la responsabilidad al oficial, también son partidarios de que fue crucificado injustamente.

Vara de Rey se dejaría la vida -junto a un puñado de españoles- combatiendo contra los Estados Unidos dos décadas después. Hijo de una nativa y de un teniente de artillería, pronto abandonó su adolescencia y se convirtió en un corpulento muchacho de 1,72 de altura con ganas de buscarse un hueco en el mundo militar. Así lo demuestra el que, allá por 1889, ingresara en la Academia General Militar de Toledo. Escuela donde se ganó a pulso el título de Segundo Teniente de Caballería en 1893.

Español de corazón, aunque amante de su tierra natal, Silvestre regresó voluntario a Cuba poco después. Más concretamente, cuando se le informó de que las revueltas locales que clamaban por la independencia se habían recrudecido. Allí, se destacó por su gallardía en el Regimiento de Caballería de Tetuán número 17. «En Cuba le llegaron a herir cuatro veces en la misma contienda. En todas ellas se cayó del caballo, pero volvió a subirse a pesar del dolor. La cuarta vez incluso cargó contra el enemigo y terminó ganando la batalla», explica el teniente coronel Francisco Pasquín (autor de varios ensayos sobre Annual) en declaraciones a ABC.

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El general Silvestre, luciendo su característico bigote - ABC
En los años posteriores, Silvestre demostró no ser precisamente un amigo de los norteamericanos. De hecho, cuando estos propusieron a España comprar la isla a tocateja, nuestro protagonista no dudó en cargar contra ellos: «Ofrecer cien millones de dólares por Cuba demuestra su ignorancia. No somos indios, esto no es Manhattan, ni el reino está en venta». Con frases como estas, y luchando contra los mambises (guerreros independentistas) logró atesorar, al igual que otros tantos compatriotas, la fama de valeroso y audaz.

Algo que corrobora René González Barrios, Presidente del Instituto de Historia de Cuba, en su dossier « Mambises contra españoles»: «Los insurrectos cubanos se enfrentaron a jefes y oficiales del ejército español, militares de carrera, con excelente preparación, que en su gran mayoría demostraban en el combate entereza, coraje y valor».

Tras ascender a capitán, se vio obligado a regresar a la Península en 1897 después haber contraído paludismo. Un año después ascendió a comandante por méritos de guerra. A partir de ese momento fue cuando su carrera (ya de por sí fulgurante) se terminó de disparar. Y es que, en 1904 fue destinado a una Melilla azotada por las continuas guerras contra los rifeños como jefe del Escuadrón de Cazadores. Nuevamente, demostró ser más que avispado al aprender árabe a golpe de libro durante tres primaveras. De hecho, llegó a obtener el título de intérprete en 1908.

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El general Silvestre ofrece protección al hijo de un líder local que qiere luchar del lado español - Lazaro (ABC)
Para entonces, Silvestre era ampliamente conocido gracias a su experiencia y su valor. Y no era para menos, como bien explica Salvador Fontenla (general de infantería retirado y autor de « La Guerra de Marruecos. 1907-1927») en declaraciones exclusivas a ABC: «La hoja de servicios del general Silvestre avala el prestigio de que gozó como militar de acción. Tuvo en Cuba 32 acciones de guerra en dos años, donde fue herido 18 veces, y ascendió a capitán y a comandante por méritos de guerra. Fue un experto en los asuntos políticos militares marroquíes, como lo demuestran sus mandos en Melilla, Casablanca, Larache, Ceuta y nuevamente Melilla como comandante militar. En resumen fue un militar de acción que siempre estuvo en los lugares de mayor riesgo y fatiga».

Por si aquello fuese poco, no tardó en convertirse en uno de los grandes amigos del monarca, Alfonso XIII. Rey que le tenía en gran estima y le nombró ayudante de campo en 1915.

Su currículum, su naso en Cuba y el largo etcétera ya comentado le granjearon ser designado como comandante general de Melilla el 30 de enero de 1920. Y otro tanto ocurrió con Ceuta el 20 de febrero. Por entonces se hallaba a las órdenes del general Dámaso Berenguer(alto comisario de España en Marruecos). Hombre, por cierto, al que le unía una gran amistad, según dejó claro nuestro protagonista en múltiples ocasiones: «Damasito y yo somos excelentes amigos: compañeros de carrera, cubanos los dos, nos hemos tratado siempre con el mayor afecto». Así lo recoge Luis Miguel Francisco(divulgador histórico y experto en la Guerra de Marruecos española) en su obra « Morir en África. La epopeya de los soldados españoles en el Desastre de Annual» (editado por Crítica).

Versión oficial
Ya en Melilla, Silvestre se propuso acabar de raíz con las tribus rebeldes del Rif que tantos quebraderos de cabeza daban a España. Y lo hizo como mejor sabía: a base de fusil y sable. Así pues, inició una expansión por el norte de África destinada a tomar -invasión terrestre mediante- Alhucemas, la misma región en la que se asentaba una de las kabilas más molestas de todas las enemigas: Beni Urriagel. La misma a la que pertenecía Abd el-Krim (el líder local en torno al que se aglutinaba toda la resistencia contra nuestro ejército). Según la versión oficial, la tarea no se planteaba sencilla, pues las tropas peninsulares estaban formadas por soldados de reemplazo que, en muchos casos, no habían asido un fusil en su vida.

A pesar de ello, los primeros meses de avance fueron dulces para el Ejército español. No en vano, a comienzos del verano de 1921 las tropas habían logrado extender sus dominios en territorio rifeño sumamente rápido y sin apenas encontrar una resistencia seria por parte del enemigo. Con todo, parece ser que la situación era un mero espejismo, pues la expansión se había hecho sin crear líneas de suministros eficientes ni edificar posiciones defensivas adecuadas para resistir los posibles contraataques rifeños. Únicamente se habían construido -de forma salpicada en la región- pequeños « blocaos». Unas fortalezas levantadas a base de sacos terreros a las que era casi imposible hacer llegar refuerzos o agua si eran sitiadas por las kabilas.

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Un sacerdote recoge los cadáveres tras el Desastre de Annual - ABC
La dificultad de defender estas posiciones ante los rifeños no impidió que el Ejército español continuase con su expansión y llegase hasta Annual (región ubicada en las cercanías de Beni Urriagel y a menos de 100 kilómetros de Melilla). Tampoco evitó que, el 7 de julio, el comandante Julio Benítez conquistara -por órdenes de Silvestre- la zona de Igueriben, una de la más avanzadas hasta el momento en el frente de Melilla.

Eso debió colmar la paciencia de Abd El-Krim quien, el 15 de julio, atacó el convoy encargado de suministrar agua a esta zona y, posteriormente, cercó a los hombres de Benítez con un ejército infinitamente superior (un contingente que acabaría siendo de entre 6.000 y 10.000 marroquíes, atendiendo a las fuentes).

Fue entonces cuando empezó la sangría de soldados españoles. «Los oficiales de Igueriben mueren, pero no se rinden», afirmó Benítez en una carta a sus superiores. Desesperado por ver como fallecían día a día soldados en aquel lugar remoto, Silvestre formó al grueso de su ejército y salió «con todo» (como él mismo dijo) de Melilla para salvarles. Para su desgracia, no solo no logró auxiliar a sus compatriotas (Igueriben cayó entre el 21 y el 22 de julio), sino que, al poco, el favorito del monarca se vio en Annual rodeado por miles de rifeños. El general vio entonces la realidad. Se percató de que pintaban bastos y que le resultaría imposible resistir en aquel campamentos con los combatientes que tenía a sus órdenes.

Culminada la debacle, el general Juan Picasso elaboró un informe del que se extrajo que uno de los principales culpables de aquel desastre había sido Silvestre
¿Qué diantres hacer? ¿Huir o combatir hasta la muerte? Silvestre mantuvo en principio una reunión con sus oficiales para conocer sus opiniones. Pero la decisión final era suya. Así pues, y a pesar de que algunos oficiales expusieron que había que quedarse en el campamento y combatir hasta el último hombre, el general prefirió abandonar esa idea y ordenó la retirada general dejando atrás el equipaje e inutilizando la escasa artillería de la que disponían. Una vez, eso sí, que se hubiesen disparado todas las municiones.

Fue entonces cuando comenzó el desastre y el pánico se generalizó entre unos soldados que, en muchos casos, llegaron a enfrentarse con sus propios compañeros para conseguir un hueco en los escasos vehículos que salían hacia Melilla. Aquel 22 de julio se sucedió una masacre. Los rifeños no tardaron en acceder al campamento, conquistarlo, y asesinar a cuantos enemigos hallaron en su interior. El balance difiere atendiendo a las historiadores, pero se cifra entre 8.000 y 13.000 militares hispanos muertos.

En medio de aquel caos se desconoce qué sucedió con Silvestre. La versión más extendida (expuesta por Luis Miguel Francisco) afirma que se quedó en Annual y se suicidó. ¿La razón? Una mezcla de culpabilidad y miedo. Sin embargo, oficialmente jamás apareció su cadáver. El desastre podría haber sido completo si no se hubieran enviado a reforzar Melilla unidades como la Legión en socorro de la urbe. Culminada la debacle, el general Juan Picasso elaboró un informe del que, posteriormente, se extrajo que uno de los principales culpables de aquel desastre había sido el general desaparecido.

El avance masivo
¿Fue Silvestre el único culpable cómo se quiso hacer creer? A día de hoy, algunas voces son contrarias a esta máxima. Entre las más autorizadas destaca la del teniente coronel Fernando Pasquín, autor de varios artículos sobre el tema. Este militar, tal y como señala en declaraciones a ABC, cree que es posible que el general avanzase velozmente hacia Alhucemas, pero considera también que era algo normal atendiendo al cuerpo al que pertenecía.

«Silvestre era un oficial de caballería. En este cuerpo la mentalidad que impera es la de que hay que ocupar el terreno con la mayor brevedad posible y que, posteriormente, este será asegurado por tropas de retaguardia. Por eso siempre estuvo dedicado a la ofensiva. Para Silvestre no había nada raro en este avance. Era lo que había hecho toda la vida, y toda la vida le había salido bien», destaca.

Pasquín es también partidario de que Silvestre fue elegido precisamente para llevar a cabo este avance sobre el terreno. A su vez, considera que la culpa no es tanto del general, como de aquellos que no le otorgaron los recursos necesarios para consolidar el terreno conquistado. Un gran error que terminó constando caro al Ejército español.

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Dámaso Berenguer, el otro culpable de Annual - ABC
«No actuó fuera de lo que se esperaba. Igual se le puede acusar de ser un poco temerario, pero no fue algo que estuviera fuera de la mentalidad de la época. Al fin y al cabo, si ordenas a un oficial de caballería avanzar, lo hará lo más rápido que pueda porque está entrenado para ello. El problema es que no le dieron los apoyos suficientes para consolidar este avance masivo», determina.

El militar es partidario, según explica a ABC, de que el veloz avance que llevó a cabo Silvestre sobre el Rif fue idóneo para someter a las fuerzas hostiles. Y es que, cuando un enemigo formado por fuerzas irregulares es rodeado y embolsado tiende a «perder las ganas de combatir y la voluntad de vencer».

«Avanzó muy rápido. Eso fue perfecto. Pero esperaba que alguien consolidara el terreno tras de sí, que construyera "blocaos", que garantizase las comunicaciones etc. Si Silvestre hubiera pertenecido a infantería, su avance habría sido más tranquilo. Habría consolidado el terreno. Pero su mentalidad era la de un cuerpo cuya misión en batalla es distinta», completa.

En sus palabras, no se puede criticar al general por haber cumplido las órdenes que le dio el mismo monarca: «Silvestre avanzó hasta que no pudo más. Hasta la misma Alhucemas, el núcleo de la kabila de Beni Urriaguel. Lo hizo sabiendo que, cuanto antes la tomara, menos tiempo tendría el enemigo para reaccionar. Y lo hizo a sabiendas de que era la clave acabar con ella para pacificar el protectorado».
«La maniobra para llegar hasta Annual fue una operación audaz coronada por el éxito con escasas fuerzas y pocas bajas propias»
Fontenla, por su parte, considera que «a toro pasado, sería fácil decir que fue demasiado osado y veloz». Sin embargo, también cree que, «desde el punto de vista militar, la maniobra para llegar hasta Annual fue una operación audaz, coronada por el éxito con escasas fuerzas y pocas bajas propias».

De hecho, es partidario de que, a día de hoy, se tiende a unir erróneamente el avance sobre el Rif (que terminó el 15 de enero de 1921 con la ocupación de Annual) con el período de estabilidad posterior. Tiempo en el que se llevó a cabo una consolidación militar precaria debido a la falta de recursos y refuerzos.

«El avance de las líneas españolas suponía siempre alargar las líneas de comunicaciones y controlar una mayor superficie de territorio, que conllevaba necesariamente un mayor refuerzo de tropas para establecer y guarnecer nuevas posiciones, y asegurar las comunicaciones. Así se fue haciendo en todas las campañas de Marruecos. Sin embargo, esta vez no fue así, y no se le proporcionaron ni más fuerzas para controlar mejor los nuevos territorios sometidos, ni recursos financieros para poder fortificar ni abrir nuevos caminos. Caminos que, además de facilitar el movimiento de fuerzas y los abastecimientos logísticos, proporcionaban jornales a la población indígena, asegurando su siempre condicionada lealtad y evitaba que nutrieran las harcas hostiles», completa Fontenla.

El factor olvidado
Para Javier Santamarta del Pozo, autor de « Siempre tuvimos héroes», obra editada por Edaf en la que dedica varios capítulos a explicar los desastre acaecidos en el Rif, hay un factor que se nos olvida: el político. Un elemento más que destacable que llevó también al desastre de Annual.

Así lo afirma en declaraciones a este diario: «Se podría decir que nos la jugaron. A nadie le interesaba que España recobrara su tradicional preponderancia internacional tras perder Cuba y Filipinas. No solo eso, sino que Abd el-Krim estuvo apoyado por Francia para evitarlo. Además, tuvimos que hacer frente a líderes rifeños que no entendían ni de naciones, ni de nacionalismos. Personajes que podían ser nuestros aliados hoy, y nuestros enemigos mañana. A ellos no les importaban Marruecos, eran líderes que no entendían de estados en términos como los que se establecieron en Westfalia».

En sus palabras, es cierto que Silvestre («un personaje controvertido del que desconocemos hasta cómo murió») extendió su línea de suministros demasiado. Sin embargo, descarga su responsabilidad al afirmar que no podía saber que el enemigo al que se enfrentaba fuese tan fuerte militar y políticamente.

«En aquel momento no se pensaba que el Rif tuviera esa capacidad militar»
«La logística es fundamental desde Cayo Mario. Cuando haces una línea de avituallamiento tan larga y tan final como la que se creó en el Rif es un problema. Y lo es más si no tienes los suficientes medios -y no los teníamos- para evitar que se corte. Si se hubiera establecido una línea más firme hubiera sido otra cosa. Pero en aquel momento no se pensaba que el Rif tuviera esa capacidad militar. Solo se logró tras eldesembarco de Alhucemas. España se metió en una ratonera a pesar de que Melilla no estaba tan alejada de posiciones clave como Monte Arruit, donde fue imposible enviar refuerzos», explica a este diario.

Todo ello provocó, según sus palabras, que Silvestre sea uno de los responsables, pero no el culpable. «Solo sería culpable si no hubiera otros elementos que ayudaran a que se produjera el desastre. Y hay que pensar que le era muy difícil saber lo que ocurría en el Rif, y tenía que hacer frente a unos supuestos aliados que realmente no lo eran. Aliados que jugaban a doble baza con nuestros intereses y con nuestras tropas», determina.

El otro gran culpable
Tras el desastre acaecido en Annual, la opinión pública cargó contra el general Silvestre. Sin embargo, Fontenla es partidario de que hubo otros tantos mandos castrenses igual de culpables que él. Y uno de ellos habría sido, precisamente, su gran amigo «Damasito».

«El general Berenguer, alto comisario y superior jerárquico, embebido en las operaciones en la zona occidental, no solo no le proporcionó los medios que solicitaba el general Silvestre, de forma insistente y razonada, sino que por excesiva prudencia política no quiso pedirlos tampoco al gobierno español, porque sabía que era políticamente incorrecto enviar más hombres y recursos a Marruecos», determina en declaraciones a ABC.

El experto afirma que «el general Berenguer jugó con el tiempo, valor vital en la guerra» para evitar generar controversias en el gobierno de Madrid. «Primero trató de resolver la situación en la zona occidental y, después, reforzar la oriental, pero la evolución de la situación en esta no le dio tiempo suficiente para ejecutar sus planes como los tenía previstos. Error frecuente de despreciar la acción del enemigo, por considerarla que se va a ajustar a las propias previsiones iniciales de todo planteamiento táctico, cuando tiene voluntad y dinámica propia», completa.

Tropas novatas y blocaos inútiles
La enésima crítica que se arrojó contra Silvestre fue su obsesión por avanzar a marchas forzadas sobre el Rif cuando sabía que contaba con soldados de reemplazo y, por tanto, con una preparación escasa. Pasquín es totalmente contrario a esta máxima, tan extendida a día de hoy: «En la actualidad se suele decir que las tropas no estaban entrenadas, que eran soldados de reemplazo y que no tenían munición suficiente. Pero no debían ser tan malas cuando avanzaron tanto en un mes, unos 300 kilómetros», completa.

Fontenla es de la misma opinión. «Fue culpable y responsable de lo ocurrido, pero no de forma exclusiva, la culpa la tiene que compartir con el gobierno español y el alto comisario, cada uno en su nivel y en su proporción, por no proporcionarle los recursos mínimos suficientes, que convirtieron una gran victoria en una horrible derrota».

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Ejemplo de un «blocao» en África - abc
Otro tanto ocurrió con los mencionados «blocaos», posiciones que se han criticado hasta la extenuación. «Silvestre colocó los blocaos en posiciones que dominaban los valles. Hay que decir que su ubicación era perfecta a nivel militar. Pero no contó con que no había agua en lo alto de aquellos montes, sino en los valles. Fue un fallo logístico, pero no militar. Al fin y al cabo, las posiciones en zona hostil se suelen ubicar en lugares que te permitan dominar todo el terreno. Es probable que tomara esta decisión porque sabía que sus tropas no estaban lo suficientemente fogueadas. Las colocó en ubicaciones fácilmente defendibles por ello. En su descargo habría que señalar que venía de combatir en una zona en la que no había problemas de agua, como era Cuba», explica el militar.

Refuerzos fantasma
¿Cuál fue, entonces, el gran error del general Silvestre? En palabras de Pasquín, no planear el repliegue de Annual de forma previa. «La retirada estuvo muy mal organizada. Y la retirada es la maniobra más arriesgada de un ejército. La que hay que planear y ejecutar con el mayor secretismo y en la que hay que tener un liderazgo marcadísimo para animar a las tropas. Es muy difícil llevarla a cabo porque consiste en retener al enemigo e ir retrocediendo poco a poco mientras se protege a las tropas aliadas», señala a ABC el oficial.
«La retirada es la maniobra más arriesgada de un ejército»
Fontenla corrobora esta idea: «No hizo el mínimo planeamiento para la retirada. No estableció líneas de contención a retaguardia. Él no la dirigió como era su deber y no estableció ninguna estructura de mando para los diferentes escalones».

Con todo, tanto Pasquín como Fontela excusan esta retirada a marchas forzadas basándose en que el gobierno había confirmado desde la Península el envío de soldados para defender Annual. «Silvestre decidió en un principio aguantar porque le habían prometido que llegarían refuerzos. El problema es que, cuando vio a los miles de rifeños de Abd-el Krim, y se percató de que sus refuerzos prometidos no estaban cerca del campamento, no tuvo más remedio que retirarse a la carrera. Si los refuerzos hubiesen llegado, no se habría producido el desastre de Annual», explica el teniente coronel a ABC.

Fontenla vuelve a ser de la misma opinión: «El desastre inicial se fue agravando exponencialmente ante la pasividad de las fuerzas de refuerzo, que en pocas horas fueron llegando a Melilla. No debemos olvidar que el principal cargo y condena del general Berenguer fue no haber acudido en socorro de las columnas en retirada y de las posiciones sitiadas».

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Silvestre, en Madrid (1915) - ABC
¿Engañó entonces Berenguer a Silvestre al confirmarle el envío de refuerzos? Según Pasquín, no del todo: «Los refuerzos estaban prepararos, pero no llegaron a tiempo. La Legión embarcó en Melilla días después del desastre. Es probable que sus superiores no informaran a Silvestre de lo que iban a tardar en llegar. Le debieron decir que aguantara y que los refuerzos estaban en camino, pero no le informaron del tiempo que tendría que aguantar solo».

A pesar de todo, Fontenla sí le atribuye a Silvestre algunos errores básicos a lo largo de la campaña que, a la larga, terminaron agravando seriamente el desastre que se produjo en Annual. El primero de ellos fue que «empeñó y gastó todas sus reservas físicas y morales por salvar la posición de Igueriben, poniendo en riesgo toda la línea». A su vez, también le achaca falta de previsión: «Nunca contempló la posibilidad de un repliegue o de una retirada, porque era consciente que en este caso las cañas se convertirían en lanzas. A pesar de eso dio la orden de retirada».

Leyenda negra
Finalmente, los expertos coinciden en que, tras el desastre de Annual, Silvestre fue el perfecto cabeza de turco para una sociedad que buscaba culpables. «Como el general murió y su cuerpo jamás se encontró, se cargó contra él para eludir la responsabilidad. Atacar a una persona que no se puede defender es idóneo para el resto», destaca Pasquín.

«El resultado trágico y aparatoso, y por ello indisimulable, del desastre de Annual hizo que la opinión pública y la prensa buscaran responsables, que lógicamente trataron de eludir sus responsabilidades políticas y judiciales, y como en casos similares, muerto el general Silvestre no pudo defenderse y se convirtió en víctima propiciatoria. Sin que ello le exima de sus responsabilidades reales», finaliza Fontenla.

«El general Silvestre no pudo defenderse y se convirtió en víctima propiciatoria»
Pasquín, por su parte, carga además contra aquellos oportunistas que, tras los sucesos del 22 de julio, alzaron sus voces contra Silvestre: «En Cuba no recibió ninguna crítica y estaba muy bien considerado. Todas llegaron después del desastre de Annual. Hay que tener en cuenta que una persona criticada no habría podido acceder a los círculos que él accedió»

Original, incluyendo video:
https://www.abc.es/historia/abci-gr...s-fuesen-masacrados-201711140152_noticia.html
 
PAUL GREENGARDMuere el Nobel que descubrió cómo sentimos la alegría
El neurocientífico que revolucionó la comprensión de cómo las células cerebrales se comunican entre sí ha muerto a los 93 años de edad.
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@abc_ciencia
Madrid
Actualizado:18/04/2019 13:15h

Paul Greengard, uno de los neurocienciólogos más importantes de la historia gracias a su descubrimiento de cómo las células cerebrales se comunican entre sí y que contribuyó a avances importantes en el tratamiento de una amplia gama de enfermedades neurológicas y psiquiátricas -no en vano ganó el Premio Nobel en el año 2000-, ha muerto este 13 de abril a los 93 años. Así lo ha confirmado la Universidad Rockefeller, donde trabajaba desde 1983.

Greengard recibió el Premio Nobel Medicina en el año 2000 junto con el científico sueco Arvid Carlsson y el estadounidense Eric R. Kandel por sus descubrimientos independientes relacionados con las formas en que las células cerebrales transmiten mensajes sobre el movimiento, la memoria y los estados mentales. Sus hallazgos ofrecieron nuevos conocimientos sobre trastornos relacionados con errores en la comunicación celular, como la enfermedad de Parkinson, la esquizofrenia, el trastorno bipolar y la adicción a las drogas.

En contra de los dogmas establecidos
Cuando Greengard comenzó su carrera en la década de 1950, los científicos creían que la transmisión nerviosa era puramente eléctrica, ya que se pensaba que las células nerviosas se comunicaban exclusivamente a través de neurotransmisores que provocaban impulsos eléctricos. Los biólogos que estudiaron el cerebro estaban, por lo tanto, principalmente interesados en las propiedades eléctricas de sus células nerviosas especializadas o neuronas.

En contra de sus colegas, Greengard decidió investigar la bioquímica subyacente a la comunicación neuronal. A lo largo de 15 años, Greengard demostró que este método de señalización alternativo, ahora conocido como transmisión sináptica lenta, es de hecho el medio predominante por el cual las neuronas se comunican entre sí, y lo que le llevó a conseguir el Nobel.

La investigación de Greengard describió cómo las células reaccionan a la dopamina, un importante mensajero químico en el cerebro relacionado con el placer y la recompensa -y, por tanto, nuestros sentimientos alegres-. Su trabajo proporcionó la ciencia que sería la base para muchos fármacos antipsicóticos, que modulan la fuerza de las señales químicas en el cerebro.

«Paul era un científico icónico cuya extraordinaria carrera de siete décadas transformó nuestra comprensión de la neurociencia», ha afirmado en un comunicado Richard P. Lifton, presidente de Rockefeller. «Sus descubrimientos establecieron un nuevo paradigma que requiere la comprensión de la bioquímica de las células nerviosas en lugar de simplemente sus actividades eléctricas. Este trabajo ha tenido un gran impacto. Hoy en día, se reconoce que las anomalías en la señalización entre las neuronas son la base de muchos trastornos neurológicos y psiquiátricos, como la enfermedad de Parkinson, la esquizofrenia, la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad y el abuso de sustancias», sentencia.

Creó un premio para reconocer a científicas destacadas en biomedicina
Con su esposa, la reconocida escultora Ursula von Rydingsvard, Greengard utilizó todo el dinero ganado por el Premio Nobel para crear un premio para mujeres destacadas en investigación biomédica. Greengard bautizó el galardon en honor a su madre, Pearl Meister Greengard, quien murió al dar a luz. Con este gesto esperaba que aumentara la probabilidad de que las mujeres recibieran su parte justa de los más altos honores en la ciencia.

A Greengard le sobreviven su esposa; hermana Linda Greengard; sus hijos Claude y Leslie Greengard y su hija Ursula von Rydingsvard; y seis nietos: Daniel, Philip y Annie Greengard y Natasha Delfine y Emerson Greeve. La familia ha solicitado que, en lugar de flores, se hagan contribuciones al Premio Pearl Meister Greengard.

https://www.abc.es/ciencia/abci-pau...mo-sentimos-alegria-201904181302_noticia.html
 
Una mujer se despierta tras 27 años en coma

Sufrió un accidente en 1991 y hasta 2018 no abrió los ojos
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Munira Abdulla ha recuperado la consciencia y ahora ya la pueden desplazar en silla de ruedas (Clarín/ The National EAU)
CLARÍN,
ARGENTINA
24/04/2019 08:30
Actualizado a 24/04/2019 08:53


Un grave accidente de coche en 1991 fue el inicio de una pesadilla para Munira Abdulla, una mujer de Al Ain, Emiratos Árabes Unidos. Ella iba a buscar al colegio a Omar, su hijo de 4 años. Pero un autobús escolar impactó contra el vehículo en el que se trasladaba la mujer. Ella, de 32 años, protegió a su hijo, pero sufrió una lesión cerebral que la dejó en coma.

El pequeño Omar tuvo mejor suerte y no sufrió lesiones. Ahora, 27 años después, el joven contó la odisea familiar al diario local The Nacional. Según confirmó, su madre despertó del estado vegetativo después de casi tres décadas.

“Mi madre estaba sentada conmigo en el asiento de atrás. Cuando vio que se acercaba el choque, me abrazó para protegerme del golpe. No había teléfonos móviles y no podíamos llamar a una ambulancia para pedir ayuda. La dejaron así durante horas”, dijo Omar Webair.

Munira Abdulla
El hospital de Londres que la trató sin éxito la declaró en estado vegetativo

Abdulla fue trasladada al hospital local donde al tiempo se decidió que debía ser trasladada a Londres. Tras ser tratada sin éxito, la declararon en estado vegetativo. Al regresar a Al Ain, fue de nuevo internada. Pasaron los años y su estado no mejoró. Permanecía sobre su cama alimentándose a través de un tubo. Además, le practicaban ejercicios de fisioterapia para evitar que sus músculos se deterioraran por la ausencia de movilidad.

Mientras tanto, Omar creció y se convirtió en un joven que no descuidaba las visitas a su madre. Todos los días recorría a pie los cuatro kilómetros que separaban su domicilio del hospital. Se sentaba junto a su madre y le hacía compañía durante horas.

Abdulla pasó muchos años en hospitales de los Emiratos Árabes Unidos. La esperanza se empezaba a perder. Todo cambió en abril de 2017 cuando la familia recibió una subvención oficial para un programa integral en el hospital Schön Klinik Bad Aibling de Alemania.

Ella le salvó la vida
Su hijo Omar nunca descuidó las visitas al hospital

Allí fue intervenida en repetidas ocasiones para al menos mejorar su calidad de vida aunque los médicos nunca pensaron que podría recuperar la conciencia. En junio de 2018, durante la última semana de tratamiento de Abdulla en Alemania, ocurrió lo inesperado: Abdulla comenzó a moverse.

Tres días después, cuando Omar dormía pegado a su madre, despertó con el sonido de alguien que lo llamaba por su nombre: “¡Era ella! Decía mi nombre, yo volaba con alegría; durante años soñé con este momento, y mi nombre fue la primera palabra que dijo!”. Ahora Abdulla está de vuelta en Abu Dhabi con su familia y sigue recibiendo fisioterapia y rehabilitación en el hospital.
https://www.lavanguardia.com/vida/2...erta-coma-emiratos-arabes-munira-abdulla.html
 
Nahui Olin, una avalancha de lava en las arterias
  • MANUEL LLORENTE
    Madrid
Jueves, 25 abril 2019 - 02:12
Juan Bonilla rescata en 'Totalidad sexual del cosmos' a la pintora y poeta de la vanguardia mexicana, fulgor y frenesí de los años 20.

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La pintora y poeta Carmen Mondragón, mejor conocida como 'Nahui Olin'. INBA
Nahui Olin tenía lava en vez de sangre y el cuerpo como provocación. El desafío era su norma y la creatividad le estallaba a borbotones. Asombró y posó para Diego Rivera, escandalizó a México en los años de sus vanguardias, fue la loca en la época de la locura, escribió poemas, pintó a su aire, mostró su cuerpo como obra de arte en portadas de revistas de variedades y asistió sola a su ocaso de la vida dando clases en un colegio donde nadie sabía que el nombre de aquella mujer que vivía entre la escasez medio siglo atrás fue sinónimo de frenesí.

Los grandes ojos de Nahui Olin "eran de un verde felino y su pelo una hoguera. Era como si lo fuera iluminando todo a su paso, como si el mundo se incendiase al calor de su mirada". Así arranca Juan Bonilla su libro sobre ella, Totalidad sexual del cosmos (Seix Barral), el largo poema de un devoto.

Nahui Olin no era Nahui Olin en el comienzo sino Carmen Mondragón (1893-1978). Nahui Olin, en náhuatl, en azteca, significa el último sol, pero también el primero, el que deslumbra y ciega, el poder con que el astro hace girar a los planetas y el que mueve los ciclos del universo. Nahui Olin siendo nínfula se subía sus faldas escocesas de internado bilingüe para mostrar los muslos en el barrio de putas de México DF para ofrecerse al curioso, pero a quien niega su cuerpo porque sólo pretende desafiar, jugar, un escándalo en minúsculas.

Nahui Olin no sabía lo que quería y lo supo desde el principio. Su padre, el general porfiriano Manuel Mondragón, se convirtió en más rico aún diseñando un cañón, una carabina y un fusil automático y llegó a ser secretario de Guerra y Marina con el gobierno de Victoriano Huerta, quien provocó su exilio en París. Allí vivió la Carmen niña, quinta de ocho hermanos, ocho años, desde que tenía cuatro. Piano, danza, pintura, teatro, literatura.

Pero nada en su vida es como en la vida de los demás: Carmen se casa por contentar a su padre con un cadete que la turbó al verlo montado a caballo con la gallardía que un jinete puede despertar al verlo al trote por un cuartel. Se llamaba Manuel Rodríguez Lozano y la boda fue portada en los Hola aztecas en plena revolución mexicana. Pero, exiliados de nuevo, vivirán un poco cada uno por su lado en el París de cuando París era París, de cuando había que estar en París, cuando París era Picasso, Juan Gris, Braque y Matisse. Y a ellos Carmen los conoció y los trató. Allí prendió la lava que nunca se extinguió, o que acabó extinguiéndola.

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Autorretrato de Nahui Olin en los Jardines de Versalles.
Nahui Olin y el general y el jinete vivirán luego en San Sebastián la prolongación de la caída en desgracia del padre y allí perdió su único hijo sin que nunca se supo bien cómo. Su marido sostendrá siempre que dejó caer a la criatura de sus brazos desde lo alto de unas escaleras. ¿Lo arrojó, se le escurrió? ¿Llegó a asfixiarlo? El episodio siempre quedó en penumbra.

Ya de vuelta en México, habitaciones separadas, enseguida divorciados (en el México de 1921) Carmen se convierte en Nahui Olin bautizada por su primer amante, un hombre obeso, bajo, calvo, revolucionario y vulcanólogo, al que todos llaman Dr. Atl, que la enseñó que el amor es algo más que poesía. "Rubia, con una cabellera rubia y sedosa atada sobre su faz simétrica, esbelta y ondulante, con la estatura arbitraria pero armoniosa de la Venus naciente de Botticelli. Los senos erectos bajo la blusa y los hombros ebúrneos. Me cegó cuando la vi. Pero sus ojos verdes me inflamaron. ¡Esos ojos verdes!", escribió el Dr. Atl años después.

Es la época de Frida Kahlo, Tina Modotti, Diego Rivera, José Orozco, David Siqueiros, José Vasconcelos, Xavier Villaurrutia... Un país en llamas. Y ella entre ellos. De sarao en sarao, Nahui acabará viviendo con su amor en los altos del "Convento de la Merced, un edificio histórico que había sido abandonado por las monjas, con su claustro español y sus paredes descascarilladas", escribe Juan Bonilla en Totalidad sexual del cosmos. Allí pinta y escribe cartas de una pasión arrebatadora: "Yo soy una virgen perversa. La fuerza de la pasión que siento por ti es una embriaguez llena de alucinaciones espléndidas (...) Mi amor es extraño y me ocasiona terror porque temo quemarme en la propia llama de mi amor".

"Nahui Olin fue vanguardiasta. Sus poemas, sobre todo los del libro Calinement je suis dedans (1923), son como escaleras que bajan a un sótano", considera Bonilla. Publicó también Óptica cerebral, poemas dinámicos (1922), Á dix ans sur mon pupitre (1924), Nahui Olin (1927) y Energía cósmica (1937). Y sobre todo el poema Totalidad sexual del cosmos. "Somos/ dos piedras/ que un dios impune/ golpea una y otra vez/ buscando/ que caiga/ una sola gota/ de fuego/ con la que alzar/ una hoguera/ que lo caliente/ y que lo hechice/ contra/ el frío/ del tiempo,/ el frío/ de estar solo,/ el frío/ de no saber/ que es/ sólo/ un dios.// Dos piedras/ envueltas en piel/ golpeándose/ una/ y/ otra vez/ en busca/ de una gota/ de fuego/ con la que/ empiece/ una hoguera/ que incendie/ el mundo".

"La belleza de Nahui Olin produjo mucha pintura, mucha fotografía y bastantes versos de otros. Fue una belleza cantada. Pero algo de alianza y condena [título de un libro de poemas de Claudio Rodríguez] había en ella, pues si hipnotizaba a sus camaradas artistas también era una especie de obstáculo para que se reconociese la identidad formidable de sus obras. Se dio cuenta pronto de que estaba fuera de sitio en todas partes, entre los pintores, entre los poetas, entre los artistas. Después de unos cuantos palos sentimentales y vitales, decide recogerse en su casa de Tacubaya, donde pasaría décadas mientras sus antiguos camaradas se van volviendo los nombres imprescindibles del arte y la poesía latinoamericanos", responde Juan Bonilla.

Se refiere el escritor a los fotógrafos Tina Modotti y su pareja Edward Weston (que tanto le gustaba vestirse con las ropas de Tina), al también fotógrafo de novias Antonio Garduño, el gran retratista del país al que recurren todas las novias para tener su imagen en un cuadro con marco de plata en la repisa de un bargueño. Nahui Olin posará desnuda para Garduño y será primera página de la revista Ovaciones, como una starlette, "fría y bella" (Bonilla). "Fue preciso esperar a la revolución sexual y a los 70 para que aparecieran en letra de molde los términos sexuales que medio siglo atrás Nahui Olin prodigó en sus escritos y cayera el último tabú de la desnudez: el vello púbico que Carmen Mondragón muestra desde 1928 en las fotos de Antonio Garduño", ha dejado escrito el poeta y Premio Cervantes José Emilio Pacheco.

A veces pintora, a ratos poeta, luego pintora, también musa y más tarde caricaturista por influencia del guapo Matías Santoyo, quien tras un viaje a Nueva York pretende ser alguien en Hollywood. Hasta allí fueron los dos sin apenas suerte para ella: llegó a hacer una prueba que le convenció al director Rex Ingram para El jardín de Alá (1927) pero demasiado barullo, no le gustó estar desnuda tumbada en una chaise longue ante cámaras, ayudantes, maquilladores... Fin de la etapa cinematográfica.

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La pintora y poeta mexicana Nahui OlinAntonio Garduño
Nahui Olin es entonces "alguien a quien se reconoce desde lejos, alguien a quien los hombres quieren seducir, las mujeres temen, alguien ante quien los biempensantes se echan las manos a la cabeza o desaparecen, los revolucionarios desconfían de ella, los poetas la desprecian y los pintores no la tienen en cuenta", escribe Juan Bonilla.

En su viaje hacia la nada a bordo de un trasatlántico, Nahui Olin descubrirá, con 40 años, el último repunte de su vida. Se llama Eugenio Aciano y es capitán de barco. Van de puerto en puerto hasta que él muere de una intoxicación de marisco en Cuba mientras ella le esperaba. Nunca aparecieron las cartas que ella le escribió. Es 1934. Tres años después, en Energía cósmica, escribe la relación amorosa con su gato Melenik. Tiene muchos más, aunque no como aquel. Entre pesadillas y el ostracismo, arranca la piel a sus gatos muertos y con ellas trenza una manta para protegerse del frío, otra leyenda para agigantar su pequeña leyenda, la que la evoca durmiendo envuelta en una sábana donde había pintado a un amante.

Hasta que el restaurador de arte Tomás Zurián, muchos años después, el 23 de enero de 1978, descubre una foto que le impacta entre el legado del Dr. Atl. En la dedicatoria, Nahui había escrito: "Amor eterno Amor Atl, la palpitación de mi corazón es el sonido de tu nombre, que amo con toda la frescura de mi juventud". Media hora antes, sólo media hora antes, Nahui Olin, nacida Carmen Mondragón, había muerto. Zurián indagará por archivos, subastas y zaquizamíes hasta lograr que una exposición impulsada por él en 1992 restituyera su nombre. Los dos.

De ella escribió la también Premio Cervantes Elena Poniatowska en el prólogo al muy documentado ensayo Nahui Olin (Circe) de Adriana Malvido. "Tenía como ojos un par de soles, de incendios, de infiernos. Nahui Olin tenía el mar en los ojos, el agua salada se movía dentro de las dos cuencas y adquiría la placidez del lago o se encrespaba furiosa tormenta verde, ola inmensa, amenazante. Vivir con dos olas de mar dentro de la cabeza no ha de ser fácil. Convivir tampoco".

https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/04/25/5cb74d0e21efa099558b4628.html
 
La extraña muerte de Hefestión, el más íntimo amigo y probable sucesor de Alejandro Magno
A la muerte de su amigo de la infancia, el conquistador se volvió loco de dolor, se hizo afeitar la cabeza, canceló todos los festejos y, según el historiador Arriano de Nicomedia, crucificó al médico que había atendido a Hefestión
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Uno de los secretos del éxito de Alejandro Magno fue el de rodearse de oficiales brillantes que suplieron su inexperiencia. Una mezcla entre los generales de su padre, Filipo II, y sus propios compañeros de juego y luego de armas. Crátero, Ptolomeo, Seleuco, Pérdicas, Lisímaco y, sobre todo, Hefestión, su mano derecha y su más probable sucesor. Si bien el conquistador macedonio nunca designó formalmente un heredero, lo cual provocó una larga guerra civil a su muerte; de haberlo hecho no hay duda de que hubiera sido Hefestión el elegido. El problema es que para entonces ya estaba muerto, además en circunstancias igual de extrañas que las de Magno.

Hefestión Amíntoros perteneció a una familia de aristócratas macedonios que envió a su hijo a educarse con el heredero del reino. Alejandro y Hefestión tenían probablemente la misma edad (es más, se parecían físicamente, siendo más alto el segundo) y las mismas ambiciones, así como los otros jóvenes aristócratas que fueron educados al abrigo de maestros del calibre de Aristóteles.

En 343 a. C, Filipo convocó al filósofo para que fuera tutor de su hijo de 13 años, dando forma al carácter de una generación llamada a conquistar Asia. En opinión de un poeta francés medieval: «Les enseñó a escribir griego, hebreo, babilonio y latín. Les enseñó la naturaleza del mar y de los vientos; les explicó el recorrido de las estrellas, las revoluciones del firmamento y la duración del mundo. Les enseñó justicia y retórica, y les previno contra las mujeres libertinas». No en vano, en realidad se sabe poco de su estancia en Macedonia y las obras del filósofo apenas hacen referencia a Alejandro y a sus compañeros, salvo, excepcionalmente, por el volumen de cartas dirigidas a Hefestión.

el macedonio se enfrentó a su padre. El futuro dueño del Imperio persa se refugió en el reino de su madre, Olimpia de Epiro, cuando el segundo matrimonio de Filipo II puso en riesgo su posición en la Corte. A la muerte del veterano Rey, Hefestión asistió a Alejandro en su campaña para someter el resto de ciudades estado griegas y aventurarse en el continente asiático.

Su primera acción militar fue probablemente, todavía en tiempos de Filipo II, una ofensiva de castigo contra los tracios, estando Alejandro como regente en Macedonia, seguida de una campaña en el Danubio (342 a.C) y de la batalla de Queronea (338 a.C). Más adelante se menciona, asimismo, que fue herido en un brazo en la batalla de Gaugamela, donde se le cita como el «comandante de los guardaespaldas» (somatophylakes), un escuadrón dedicado a proteger al Rey.

¿Una relación homosexual?
Ya en Asia, sus dotes como comandante en el campo de batalla no fueron especialmente apreciados, pero Alejandro confiaba de forma ciega en su consejo y en sus conocimientos de logística. Se encargó de tareas complejas como las de repoblar ciudades y asegurar el traslado de los ejércitos. Además de misiones diplomáticas y de tacto suave. Sin ir más lejos, Hefestión fue designado por su amigo y Rey para que verificara el linaje y protegiera a los nobles que estaban siendo maltratados tras la conquista de Babilonia: porque le interesaba tener a la aristocracia persa de su lado.

En Babilonia, Hefestión se convirtió en «quiliarca» (hazarapatish), es decir, el segundo al mando con funciones administrativas y políticas de «gran visir». El primero después del Rey. Casi un miembro de la familia real. Y conforme a este cargo le fue entregada en matrimonio una de las hijas del Rey persa derrocado, Darío III.

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Jared Joseph Leto interpreta a Hefestión en la película de 2004
De nadie se fiaba Alejandro más que de él; ni siquiera de Crátero, que pasaba por ser el mejor conectado con la aristocracia y el ejército macedonio y cuyo nombre pronunció en su lecho de muerte al ser interrogado sobre quién debía conducir sus ejércitos. «A Crátero» (Krater'oi), respondió Alejandro según algunos. «Al más fuerte» (Krat'eroi), quisieron entender otros. Sus contemporáneos creían que «el amor que sentía Crátero en nada era inferior al de Hefestión», la diferencia estaba en que «Crátero , efectivamente, ama a su Rey, Hefestión en cambio ama a Alejandro».

¿Acaso era un amor más allá de la amistad? En la película que Oliver Stone realizó en 2004 sobre el conquistador macedonio, así como en cierta literatura, se presenta a Alejandro como alguien abiertamente homosexual. Sin embargo, por su biografía conocida se desprende que se casó con varias princesas de los territorios persas que conquistó (Roxana, Barsine-Estatira y Parysatis) y fue padre de al menos dos niños. Los relatos históricos que describen las relaciones sexuales de Alejandro con Hefestión y con Bagoas –un eunuco con el cual Darío III había intimado y que luego pasó a propiedad del conquistador– fueron escritos siglos después de su muerte. A falta de fuentes directas sobre este aspecto, es imposible determinar cuál fue la naturaleza exacta de la vinculación del macedonio con estos supuestos amantes.

De haberse producido con Hefestión, en cualquier caso, hubiera sido obligatoria mantenerla con discreción puesto que se trataba del tipo de homosexualidad entre adultos que estaba estigmatizada en Grecia, salvo que hubiera sido algo limitado a la adolescencia. No así la mantenida con un esclavo como Bagoas, que permitía con todo salvar la «virilidad» de Alejandro, tan apreciada por los griegos.

Hefestión enfermó durante los juegos que se celebraron en la corte. Sufría náuseas, fiebre alta y probablemente hinchazón en el estómago
En otra muestra de confianza, Alejandro nombró a Hefestión ministro y segundo al mando antes de iniciar la campaña para invadir los confines de la India. Llevada al límite la expansión de su imperio, el ejército de Alejandro regresó de su inacabada incursión para poner en orden los asuntos de un imperio repleto de fuegos a medio apagar. En este contexto de desconfianza, al acercarse el otoño de 324 a. C. Alejandro y sus generales se acuartelaron en la ciudad de Ecbatanapara pasar el invierno.

Fue entonces cuando Hefestión enfermó durante los juegos que se celebraron en la Corte. Sufrió náuseas, fiebre alta y probablemente hinchazón en el estómago. Después de tres días, y de recibir tratamiento médico, pareció que su salud estaba mejorando hasta que se derrumbó sin remedio.

La pieza irremplazable de Alejandro
Según relatan las crónicas de su viaje, Alejandro se volvió loco de dolor al conocer la muerte de su amigo. Se hizo afeitar la cabeza, canceló todos los festejos y, según el relato del historiador Arriano de Nicomedia, crucificó al médico que había atendido a Hefestión. Además, el conquistador partió para Babilonia con el cadáver de su amigo, donde celebró fabulosos juegos funerales en su recuerdoy preparó un gran mausoleo. Pretendió convertirlo en una divinidad de la nueva religión que él mismo representaba.

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Familia del Rey persa ante Alejandro Magno y su amigo Hefestión tras la batalla de Issus. - Wikimedia
El envenenamiento se planteó como opción más plausible en una Corte que había demostrado (y lo seguiría haciendo) la facilidad que tenía de recurrir a la eliminación de los rivales políticos. No obstante, estudios posteriores, sin ser capaz de descartar la intervención de algún veneno, se inclinan a que fue víctima de una fiebre tifoidea.

Todavía trastornado por la muerte de su amigo Hefestión, Alejandro cayó enfermo el 2 de junio del 323 a. C. durante un banquete en el palacio de Nabucodonosor II de Babilonia. Tras una noche de borrachera, en la que bebió grandes cantidades de vino, la salud del emperador se deterioró en pocos días. Durante casi dos semanas, Alejandro padeció fiebre alta, escalofríos y cansancio generalizado, unido a un fuerte dolor abdominal, náuseas y vómitos.

El 13 de junio, cuando le faltaba poco más de un mes para cumplir los 33 años de edad, falleció el dueño de medio planeta sin dejar un heredero. Con Hefestión muerto y Crátero a muchos kilómetros del lecho de muerte; el manual macedonio de violencia política era claro al respecto. Habría guerra. Larga, sangrienta y, por supuesto, demoledora para el Imperio macedonio.
https://www.abc.es/historia/abci-ex...sor-alejandro-magno-201611160250_noticia.html
 
Gould
Publicado por Rubén Amón
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Glenn Gould tocando las Variaciones Goldberg, 1955. Fotografía: Cordon Press.
Thomas Bernhard, implacable en el desguace de la especie humana, se despojó del uniforme de carnicero para indultar a Glenn Gould como si tuviera la madera de Pinocho en sus manos. Eludió para ello el estereotipo de un pianista martirizado, débil, enfermizo. Lo convirtió en un canadiense simpático y fornido. Tan fornido que se arremangó para segar la rama de un fresno que hacía sombra en su estudio. Tan simpático que atribuía al artista una elocuente y ocurrente predisposición a la carcajada.

«A quien no sabe reír, no hay que tomarlo en serio», escribe Bernhard en un pasaje de El malogrado, aunque el adjetivo que titula la novela o la metanovela no concierne a Glenn Gould. Concierne a quienes renunciaron al piano después de escucharlo y a quienes degeneraron hasta el su***dio en el intento de emularlo.

Siendo el mejor exégeta del piano, Gould (1932-1982) ha sido un pianista dañino. Y no porque lo pretendiera. El malentendido que representa su carrera por las connotaciones estrafalarias y la tentación de imitarlo en la mera superficie ha destruido a generaciones de músicos sobrepasados por los complejos. Y a algunos de ficción, como Wertheimer, cobaya suicida de Bernhard en su venganza contra los esnobs y los idólatras.

No les toleraba que quisieran construir —y apropiarse de— una caricatura victimista. Un hombre atormentado por los barbitúricos, un sujeto estrafalario que se dolía delante del teclado, que recubría sus nudillos con guantes, que jadeaba en sus interpretaciones y que abjuraba de la sociedad para aislarse en un estudio de grabación.

Y no pueden negarse semejantes evidencias, pero Thomas Bernhard, con acierto, las subordina a la naturaleza creativa del «monstruo» canadiense. Y a su genialidad, mucho más representativa de cuanto pueda resultarnos el requisito mitificador de la muerte prematura a los cincuenta años y de cuanto pueda impresionarnos su retirada de los escenarios a los treinta y dos.

Sería la manera de exponer no tanto la misantropía como la sociopatía, pero procede aclarar que Glenn Gould renuncia a las convenciones profesionales de sus colegas porque le agotan la rutina, los viajes, las obligaciones horarias, los hooligans, las tiranías comerciales, «la histeria extramusical que rodea a los conciertos».

Para sustraerse a ella, Gould descubre el hábitat del estudio radiofónico. Un «laboratorio» donde puede exponerse a deshora. Un santuario donde encuentra penumbra e inspiración. Un espacio sagrado en donde adquiere las aptitudes o las facultades de un médium, especialmente cuando se trata de invocar, de convocar, el espíritu de Bach.

Su punto de vista no excluye otras posibilidades, pero las pruebas de la revelación abruman en la coyuntura de una paradoja. Para llegar a Bach, Glenn Gould tiene que ser Glenn Gould. Y más llega a conocerse a sí mismo, más se acerca a las dimensiones metafísicas del patriarca de Leipzig. Glenn Gould encuentra a Bach hasta cuando interpreta a otros compositores. Es el aleph. Es la gota de agua que contiene el océano.

Quedan en entredicho, por tanto, los reproches que vinculan a Gould con el capricho o la arbitrariedad. O con la extravagancia. La subjetividad del pianista se transforma en un señuelo de la objetividad, como podría sucederle a Marlon Brando en sus cien versiones cinematográficas de sí mismo. O como le ocurría a Eleonora Duse.

Fue la actriz italiana la gran antagonista de Sarah Bernhardt en la transición del siglo XIX al XX, sobre todo porque les diferenciaba su criterio de aproximación a la «verdad» teatral. Bernhardt sostenía —demostraba— que el camino de identificación consistía en el mimetismo. Igual que le sucede a Robert de Niro en su prodigio evolutivo de camaleón.

Duse creía —demostraba— que la única manera de interpretar a Electra o a Medea consistía en buscar en sus entrañas un reflejo del personaje, un rasgo identificativo del autor. También Maria Callas moría todas las noches cuando cantaba el aria final de La traviata. Tanto moría que no lograba emitir con claridad el sobreagudo del desenlace. Tanto moría que el médico de la Scala se encontró en la tesitura de reanimarla. Era una experiencia inseparable de sí misma No era una interpretación.

Ni lo parecen las Variaciones Goldberg de Bach cuando Glenn Gould alcanza sus profundidades, sobreponiéndose incluso a las limitaciones materiales del piano. Lo escribe Bernhard: «Glenn, durante toda su vida, quiso ser el Steinway mismo, odiaba la idea de estar entre Bach y el Steinway solo como mediador musical, y de ser triturado un día, según él: “quedaré triturado entre Bach por un lado y el Steinway por otro”».

Es una digresión de El malogrado, un pasaje neurótico del propio escritor austriaco que persevera en la idea de la aspiración inmaterial. Qué importa el oleaje de las notas escritas en el pentagrama. Importan las corrientes. Importa rebuscar dentro de uno el camino que lleva hasta Bach. E implicar en el viaje a quienes creen en el misterio.

Semejante perspectiva malogra la atractiva y desquiciada idea del aislamiento. Gould no estaba cómodo delante del público en sentido prosaico pero dedicó su vida a proporcionarle los prodigios de una experiencia compartida.

Le ocurre, otra vez, lo mismo que a Maria Callas. Sus grabaciones exigen la implicación del oyente, incitan a la participación. Tampoco Robinson Crusoe estaba solo en la isla. Nos tenía a los lectores. Y le teníamos a él, confortándonos con las peripecias. Y le gritábamos: «Cuidado, Robinson», cuando se exponía a una aventura peligrosa.

Glenn Gould encontró otra manera de relacionarse. Halló, en realidad, una manera definitiva. Por la vigencia de sus grabaciones y porque en esta alegoría de las islas solitarias, la compañía Sony acaba de exhumar el cofre de su tesoro.

Son ochenta y una grabaciones. El catálogo completo. La recuperación de las carátulas originales que sacudieron el mercado y la cultura, incluso el recurso de los LP que contienen el hito de las Variaciones Goldberg, aunque este guiño fetichista no contradice que el proyecto se haya realizado con los mayores recursos tecnológicos y con la blasfema doctrina mercadotécnica: «¡Glenn Gould remasterizado!».

Es la fórmula comercial que horrorizaría a Thomas Bernhard y que justifica un tratamiento para suprimir las imperfecciones. No parece necesario hacerle un lifting a Glenn Gould, ni someterlo a una dimensión aséptica, menos aún cuando se corre el peligro de cauterizar la atmósfera anómala que él mismo prodigaba.

Tarareaba el pianista la música. Y hacía ruido con ese taburete que le construyó su padre segando, como si fueran las ramas de un fresno, las patas de una silla plegable. Quedaba el pianista a treinta y seis centímetros del suelo. Y precipitaba la sensación de que los brazos de Gould se extendían sobre el teclado como las alas de un ave noble.

Los herederos han comercializado la réplica. Y, lo que es mucho peor, sus epígonos han incurrido en el error de usarla, trivializando el fenómeno interpretativo a la ridícula imitación de sus excentricidades y de sus hábitos dramatúrgicos.

Gould es un mal ejemplo. Un artista tan atípico que decidió incluso construir su carrera renunciando al gran siglo del piano. Solo las excepciones de Beethoven y de Brahms matizaron su resistencia al XIX. Gould detestaba a Chopin y renunció a Schubert.

Concedió unos minutos a Schumann. Hizo de Grieg una cajita de música.

A cambio, nos demostró que Bach estaba fuera del espacio y del tiempo. Solo Gould podía grabar dos veces las Variaciones Goldberg. Discrepar de su criterio. Y desconcertar a quienes consideraban irrepetible el hito de 1956.

No hablamos de los esnobs. Los esnobs solo han escuchado la primera variación. Igual que Hannibal Lecter en El silencio de los corderos. Qué mejor música para un refinado antropófago que la desfiguración de un tópico cultural. Un enfermo del síndrome de Asperger, un neurótico, un hombre desgarrado. «Este chiflado es un genio», proclamó el maestro George Szell cuando compartieron un concierto en Cleveland.

Hubiera sido mejor decir que Gould fue un genio antes que un chiflado. Un canadiense fornido, divertido, entrañable, cuya personalidad se nos escapa cada vez que aspiramos a definirlo, a contenerlo. Más sabemos de él, menos lo conocemos. Y sucede así porque nos hemos equivocado de método. Para conocer a Gould solo hay que escucharlo. Descubrir que cuando toca a Bach ha logrado la desaparición del Steinway.
https://www.jotdown.es/2019/05/gould/
 
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