Mujeres en desigualdad

15 buenas noticias para las mujeres del mundo en 2020​

Planeta Futuro selecciona lo más optimista de la actualidad para la mitad de la población. Aunque ellas son las que han cargado con el impacto económico y social más duro, también se han producido pasos adelante en materia de igualdad​

Activistas iraquíes se manifiestan en la marcha feminista en Bagdad en apoyo a las mujeres del país.
Activistas iraquíes se manifiestan en la marcha feminista en Bagdad en apoyo a las mujeres del país.AHMAD AL-RUBAYE / AFP

Emanuela Zuccalà
Milán - 21 dic 2020 - 04:52

Nota a los lectores: EL PAÍS ofrece en abierto la sección Planeta Futuro por su aportación informativa diaria y global sobre la Agenda 2030, la erradicación de la pobreza y la desigualdad, y el progreso de los países en desarrollo. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.

La pandemia de la covid-19 parece haber detenido el tiempo, cristalizando este 2020 como un año no solo doloroso y lleno de miedo, sino también estático e inútil. Con la sensación de que no ha pasado absolutamente nada nuevo y de que los progresos que tanto esfuerzo han costado, al menos en materia de derechos humanos, desarrollo, medio ambiente, se han detenido repentinamente y de que, cuando la emergencia sanitaria se archive por fin, deberemos retomar todo desde el principio. En cambio, hay un ámbito en el que 2020 no debe olvidarse por completo, porque ha sucedido algo positivo, enviando algunas señales que auguran un buen futuro.

Se trata de la igualdad de género. Hemos leído (y escrito) mucho sobre los efluvios negativos liberados por la pandemia sobre la desigualdad y sobre el hecho de que las mujeres sufren y sufrirán las consecuencias sociales y económicas más graves. Como decía un documento político publicado por la ONU en primavera, en conjunto, las mujeres ganan menos, ahorran menos, tienen trabajos menos seguros y más probabilidades de ser empleadas en el sector informal. Además, tienen menos acceso a la protección social y representan la mayoría de las familias monoparentales. Por tanto, su capacidad para absorber el impacto económico es menor que la de los hombres. Por no mencionar los terribles efectos del confinamiento en el aumento de la violencia doméstica, la mutilación genital femenina, o los matrimonios precoces.
Sin embargo, incluso durante este año tan funesto, hay algunos acontecimientos positivos en el frente de la igualdad de género y el protagonismo femenino en la política, la economía y la sociedad. Y tal vez sea bueno tomar nota de estos 15 puntos felices para empezar de nuevo con renovado vigor el camino hacia la igualdad.

1. Más poder en Estados Unidos
La victoria de Joe Biden sobre Donald Trump nos ha ofrecido varias y prometedoras “primeras veces” para las mujeres en la historia de Estados Unidos. No solo por la elección como vicepresidenta de la fiscal californiana Kamala Harris, sino también por el nombramiento como jefa de Inteligencia de la neoyorquina Avril Haines, que ya había sido asesora adjunta de Seguridad Nacional. Haines dirigirá el grupo de 17 agencias que componen los servicios secretos estadounidenses. También es la primera vez que una mujer dirige el Departamento del Tesoro: Janet Yellen, nacida en 1946, estuvo al frente de la Reserva Federal hasta 2018, cuando Trump decidió no darle un segundo mandato. “Podría confirmar el nombramiento, pero es demasiado baja”, ironizó el expresidente sobre su destitución. Solo para recordarnos los tonos machistas de los que, afortunadamente, los estadounidenses por fin se han liberado.

Kamala Harris.
Kamala Harris.Susan Walsh / AP

2. Detener la mutilación genital en Sudán
Si bien es cierto que una ley no es suficiente para erradicar esta práctica en muchas sociedades africanas, representa, no obstante, un punto de partida necesario para demostrar que un Estado se opone a semejante violencia contra las mujeres y castigará a quienes continúen ejerciéndola. Así, en junio, entró en vigor en Sudán la ley que condena a hasta tres años de prisión, además de al pago de una multa, a quienes practiquen la mutilación genital femenina. Comienza ahora una nueva era para los derechos de las mujeres, en un país donde –según datos de Unicef de este año– nada menos que el 87% de la población femenina ha sufrido la crueldad de esta práctica. Y está disminuyendo el número de estados africanos en los que la escisión de los genitales de las niñas con fines rituales o tradicionales aún no se considera delito: actualmente solo quedan cinco (Somalia, Sierra Leona, Liberia, Chad y Mali).

3. La primera Constitución igualitaria está en Chile
Parece increíble que en 2020 no hubiera ninguna Constitución igualitaria en el mundo. Pero esto ha cambiado en octubre, cuando Chile, con un referéndum en el que ganó el sí con un 78% de los votos, decidió sustituir la antigua Constitución, vigente desde la dictadura de Pinochet, por una nueva que será redactada por una asamblea formada por hombres y mujeres a partes iguales. Los 155 miembros serán elegidos el próximo mes de abril y deberán presentar el texto normativo dentro de un año. Es una auténtica revolución en un Chile con tantos contextos patriarcales: las mujeres ocupan solo una quinta parte de los escaños del Parlamento, el aborto es legal solo si es terapéutico y durante mucho tiempo ha estado prohibido que las mujeres se volvieran a casar en los 270 días posteriores al divorcio o la muerte de su esposo. Para el colectivo feminista Las Tesis, que desempeñó un papel importante en la promoción del referéndum y luego se transformó en el Partido Alternativa Feminista (PAF), esta es una oportunidad histórica para redactar una Carta Magna que finalmente sancione la igualdad de género en el país.
Manifestantes queman una imagen de la Constitución de Chile.
Manifestantes queman una imagen de la Constitución de Chile.REUTERS

4. Por fin compresas gratuitas en Escocia
Según una investigación de la empresa sueca Intimina, cada mujer gasta una media de 5.000 euros en compresas a lo largo de su vida. Desde finales de noviembre, Escocia es el único país del mundo que garantiza el acceso gratuito y universal en establecimientos públicos. La ley, impulsada por una gran coalición de sindicatos y organizaciones de mujeres, se denomina Period Products Bill y establece que tanto las autoridades locales como las escuelas de cada condado escocés deben proporcionar compresas. Una novedad absoluta y finalmente paritaria, si pensamos que a muchos países europeos les cuesta incluso reducir los impuestos a las compresas: en Hungría son los más altos, con un 27%, mientras que los estados escandinavos los mantienen en un 25% y Grecia los ha elevado recientemente al 23%. Solo Reino Unido y Chipre los mantienen por debajo del 5%, y en España se habla de bajarlos del 10% actual al 4%. Hasta ahora, el único Estado europeo que no tiene impuestos sobre las compresas es Irlanda.

5. Aumenta el número de mujeres en puestos directivos
En la lista Fortune 500, que clasifica a las grandes empresas estadounidenses, las dirigidas por mujeres alcanzan un máximo histórico de 37. No muchas, de hecho, dado que solo representan el 7,4% de las empresas de la clasificación, pero es un avance que permite tener esperanza, comparado con las escasas 15 mujeres de hace 10 años y las dos de hace 20. Entre las últimas directoras ejecutivas que sustituyeron a sus predecesores masculinos se encuentran Carol Tomé en el gigante logístico Ups, Heyward Donigan en la farmacéutica Rite Aid y Sonia Syngal en la empresa de moda Gap. Sin embargo, aún queda un largo camino para lograr la igualdad étnica: de hecho, solo tres de los 37 altos directivos son mujeres no blancas.

6. Universidad en femenino
En este extraño 2020, se da también el caso de que dos países geográfica y diametralmente opuestos como son Sudán del Sur e Irlanda se encuentren unidos por un acontecimiento relacionado con la participación femenina. Sí, porque en ambos, por primera vez en su historia, encontramos a una mujer al frente de una importante universidad. En el caso de Sudán del Sur, se trata de Awut Deng Acuil, de 57 años, ex ministra de Educación y activista por la paz y los derechos humanos, y, desde este año, presidenta de la junta directiva de la Universidad Bahr el Ghazal, en el oeste del país. Su coetánea Kerstin Mey, presidenta de la Universidad de Limerick, es la primera mujer que ocupa este puesto en los últimos 428 años de la historia de Irlanda. “Me sorprende cuando, en la calle y en las tiendas”, declaraba Mey al Irish Times, “me paran mujeres que no conozco, pero que quieren felicitarme y decirme lo fantástico e importante que es mi nombramiento”.

7. Terremoto rosa en Polonia
Con un rayo rojo pintado sobre las mascarillas, las mujeres polacas se manifestaron durante más de un mes, desde el 22 de octubre, cuando una sentencia del Tribunal Constitucional prohibió el aborto incluso en caso de malformaciones graves e irreversibles del feto. Su movimiento se llama Strajk Kobiet, “la huelga de mujeres” y To Jest Wojna, “Esto es una guerra”, es su lema contra el PiS, el partido de derecha en el poder desde 2015, y contra las campañas antiaborto de la Iglesia Católica. Las mujeres han arrastrado a toda la sociedad civil polaca a la batalla, y el Parlamento Europeo las ha respaldado: en una resolución aprobada el 27 de noviembre, los diputados de Bruselas afirman que la sentencia “pone en riesgo la salud y la vida de las mujeres”, ya que conduciría a un aumento de los abortos “inseguros, clandestinos y posiblemente mortales”.

8. Cerco a los feminicidios en Emiratos Árabes Unidos
Penas más severas a la vista para el marido que mata a su esposa alegando que ha llevado la deshonra a la familia. El presidente de los Emiratos Árabes Unidos, el jeque Khalifa bin Zayed al Nahyan, lo anunció el 7 de noviembre, prometiendo aprobar próximamente una ley al respecto, y subrayando que la reforma demuestra “el sólido compromiso de nuestro país con la defensa de los derechos de las mujeres”. Esperemos que sea solo el primero de una serie de pasos hacia la igualdad de derechos para las mujeres que, según Amnistía Internacional, en el rico país del Golfo continúan siendo discriminadas “en la ley y en la práctica”.

9. África, abierta a las jóvenes en política
Adjany Costa, nacida en 1989, es bióloga, políglota, ganadora de numerosos premios internacionales por su ecologismo y su investigación y, desde abril, Ministra de Cultura, Medio Ambiente y Turismo del Gobierno de Angola: es la primera vez en el país que los tres ministerios se unen y se confían a una mujer, que ya ha prometido reducir el impacto de la explotación de los recursos naturales, promover tecnologías limpias, dedicarse a la conservación de los ecosistemas, mejorar la gestión ambiental y relanzar el turismo. En febrero, también la vecina Namibia eligió a una joven para una función esencial: Emma Theofelus, de 23 años, Viceministra de Información, Comunicación y Tecnología. Hasta la fecha, es el miembro del Gobierno más joven de todo el continente africano. Experta en derecho humanitario, licenciada en feminismo africano y estudios de género, Emma Theofelus se ha comprometido ya a luchar sin cuartel contra las noticias falsas y a involucrar a los jóvenes en la política.

10. Europa, la igualdad se acerca
El último informe del Instituto Europeo para la Igualdad de Género (Eige) contiene muchas sombras, pero también algo de luz. Cada año, el organismo con sede en Vilnius, Lituania, publica la lista de los progresos realizados por los países de la Unión Europea en la participación de las mujeres en la política, la economía y la sociedad, y este año registra una mejora de medio punto. Se necesitarán al menos 60 años para lograr la igualdad plena, pero al menos se está avanzando, aunque lentamente, a pesar de todos los obstáculos debidos a la pandemia de la covid-19. Las mejores puntuaciones corresponden a Suecia, Dinamarca y Francia, pero son Italia, Luxemburgo y Malta los que se están moviendo más rápido, y desde 2010 hasta hoy ya han subido 10 puntos. Grecia, Hungría y Rumanía están muy lejos del objetivo. Sin embargo, la verdadera buena noticia es el avance de las mujeres en el campo del poder, que mide su participación en los procesos de toma de decisiones en política, economía, medios, investigación y deporte, y que este año abarca el 65% de todos los avances conseguidos desde 2010.

11. Alemania contra el capitalismo machista
En noviembre, el Gobierno alemán anunció una ley que establecerá una cuota obligatoria de mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas que cotizan en bolsa. Los de más de tres miembros deben incluir al menos una mujer dirigente, mientras que en las empresas con participación pública, la presencia femenina en los órganos de control deberá ser al menos del 30%. Un reordenamiento destinado a cambiar el rostro del capitalismo alemán, que siempre ha sido masculino: hoy las mujeres solo representan el 12,8% de los consejos de administración de las 30 principales empresas, según una investigación de la Fundación AllBright, frente al 22,2% de Francia y el 24,5% de Reino Unido. Para la ministra de la Familia, Franziska Giffey, la nueva legislación será “un ejemplo de sociedad sostenible y moderna”.

12. Bielorrusia, la esperanza está en las mujeres
“Bielorrusia es mi amante, no la dejaré marchar”, dijo el presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, en un discurso preelectoral. Las mujeres, desde las plazas, le respondieron: “No puede haber amor por mandato. ¡Vete!”. De hecho, las manifestaciones en contra del longevo dictador, que han continuado desde su reelección en agosto pasado, han sido lideradas por mujeres. Las figuras de Svetlana Tikhanovskaya y Veronika Tsepkalo, líderes de la oposición obligadas a huir al extranjero para escapar de la represión, pasarán a la historia. Y también Maria Kolesnikova, secuestrada en plena calle por la policía. Se pusieron del lado de otros miles de mujeres que, en un país con una inmensa sed de libertad, se manifestaron vestidas de blanco, blandiendo flores y globos.

Manifestantes cargan con retratos de Svetlana Tikhanovskaya, Maria Kolesnikova y Veronika Tsepkalo.
Manifestantes cargan con retratos de Svetlana Tikhanovskaya, Maria Kolesnikova y Veronika Tsepkalo.Sergei Grits / AP

13. Una mujer indígena en el Gobierno boliviano
Bolivia cuenta por primera vez con un Ministerio de Cultura, Descolonización y Despatriarcalización. Y está dirigido por una mujer indígena de etnia quechua, Sabina Orellana Cruz, feminista e histórica activista de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas. Al jurar el cargo, la nueva ministra pidió el fin del racismo institucional y se declaró orgullosa de sus raíces: “Porque soy quechua, y todos debemos sentirnos orgullosos de ser de origen indígena”. Orellana ha prometido que trabajará para construir “una patria descolonizada y despatriarcalizada”, devolviendo el orgullo no solo a los pueblos indígenas sino también a las mujeres, en un Estado que lucha por sacudirse el “machismo atávico”.

14. El foco sobre los derechos con #BlackLivesMatter
Se llaman Alicia Garza, Patrisse Cullors y Opal Tometi y son las tres mujeres que, en 2013, fundaron el movimiento #BlackLivesMatter por los derechos civiles de las personas de color, pero también a favor de las mujeres y las personas LGBTI. Contra todo racismo. Tres afroamericanas que volvieron a escena después del asesinato de George Floyd el 25 de mayo en Minneapolis, que desató oleadas de protestas en todo Estados Unidos contra la violencia policial contra los ciudadanos negros. Alicia Garza inventó el eslogan, Patrisse Cullors lanzó el hashtag #BlackLivesMatter y Opal Tometi lo convirtió en un gran movimiento. Pero, sobre todo, las tres activistas acuñaron una nueva forma de coordinación de la disidencia, que sin duda hará escuela en el futuro.

15. Irak, las mujeres reclaman el espacio público
Con el deseo de construir un país independiente y progresista, las protestas se avivaron en Irak desde el 1 de octubre de 2019. El 13 de febrero de este año, cientos de mujeres se movilizaron también en la capital, Bagdad contra la corrupción y el nuevo ejecutivo de Mohammed Tawfiq Allawi, que, de hecho, dimitió poco después. Aunque en las revueltas las mujeres son solo el 12% del número total de manifestantes, en un país donde el espacio público está cerrado a la participación femenina, su implicación “ha sido asombrosa”, señaló el periodista iraquí Zuhair al Jezairy. “No solo como enfermeras en la retaguardia, sino también en los enfrentamientos cara a cara con la violencia policial. Se manifiestan hombro a hombro con varones jóvenes en las circunstancias más peligrosas. Muchas de ellas tienen menos de 30 años”. Y cita a la investigadora Fatima al Mohsen, que declaró: “Ha surgido una nueva generación de mujeres en Irak”. No es casualidad que el 1 de octubre, en el aniversario del inicio de la revuelta, su lema en las calles fuera: “No penséis que hemos olvidado. ¡Estamos aquí!

 

15 buenas noticias para las mujeres del mundo en 2020​

Planeta Futuro selecciona lo más optimista de la actualidad para la mitad de la población. Aunque ellas son las que han cargado con el impacto económico y social más duro, también se han producido pasos adelante en materia de igualdad​

Activistas iraquíes se manifiestan en la marcha feminista en Bagdad en apoyo a las mujeres del país.
Activistas iraquíes se manifiestan en la marcha feminista en Bagdad en apoyo a las mujeres del país.AHMAD AL-RUBAYE / AFP

Emanuela Zuccalà
Milán - 21 dic 2020 - 04:52

Nota a los lectores: EL PAÍS ofrece en abierto la sección Planeta Futuro por su aportación informativa diaria y global sobre la Agenda 2030, la erradicación de la pobreza y la desigualdad, y el progreso de los países en desarrollo. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.

La pandemia de la covid-19 parece haber detenido el tiempo, cristalizando este 2020 como un año no solo doloroso y lleno de miedo, sino también estático e inútil. Con la sensación de que no ha pasado absolutamente nada nuevo y de que los progresos que tanto esfuerzo han costado, al menos en materia de derechos humanos, desarrollo, medio ambiente, se han detenido repentinamente y de que, cuando la emergencia sanitaria se archive por fin, deberemos retomar todo desde el principio. En cambio, hay un ámbito en el que 2020 no debe olvidarse por completo, porque ha sucedido algo positivo, enviando algunas señales que auguran un buen futuro.

Se trata de la igualdad de género. Hemos leído (y escrito) mucho sobre los efluvios negativos liberados por la pandemia sobre la desigualdad y sobre el hecho de que las mujeres sufren y sufrirán las consecuencias sociales y económicas más graves. Como decía un documento político publicado por la ONU en primavera, en conjunto, las mujeres ganan menos, ahorran menos, tienen trabajos menos seguros y más probabilidades de ser empleadas en el sector informal. Además, tienen menos acceso a la protección social y representan la mayoría de las familias monoparentales. Por tanto, su capacidad para absorber el impacto económico es menor que la de los hombres. Por no mencionar los terribles efectos del confinamiento en el aumento de la violencia doméstica, la mutilación genital femenina, o los matrimonios precoces.
Sin embargo, incluso durante este año tan funesto, hay algunos acontecimientos positivos en el frente de la igualdad de género y el protagonismo femenino en la política, la economía y la sociedad. Y tal vez sea bueno tomar nota de estos 15 puntos felices para empezar de nuevo con renovado vigor el camino hacia la igualdad.

1. Más poder en Estados Unidos
La victoria de Joe Biden sobre Donald Trump nos ha ofrecido varias y prometedoras “primeras veces” para las mujeres en la historia de Estados Unidos. No solo por la elección como vicepresidenta de la fiscal californiana Kamala Harris, sino también por el nombramiento como jefa de Inteligencia de la neoyorquina Avril Haines, que ya había sido asesora adjunta de Seguridad Nacional. Haines dirigirá el grupo de 17 agencias que componen los servicios secretos estadounidenses. También es la primera vez que una mujer dirige el Departamento del Tesoro: Janet Yellen, nacida en 1946, estuvo al frente de la Reserva Federal hasta 2018, cuando Trump decidió no darle un segundo mandato. “Podría confirmar el nombramiento, pero es demasiado baja”, ironizó el expresidente sobre su destitución. Solo para recordarnos los tonos machistas de los que, afortunadamente, los estadounidenses por fin se han liberado.

Kamala Harris.
Kamala Harris.Susan Walsh / AP

2. Detener la mutilación genital en Sudán
Si bien es cierto que una ley no es suficiente para erradicar esta práctica en muchas sociedades africanas, representa, no obstante, un punto de partida necesario para demostrar que un Estado se opone a semejante violencia contra las mujeres y castigará a quienes continúen ejerciéndola. Así, en junio, entró en vigor en Sudán la ley que condena a hasta tres años de prisión, además de al pago de una multa, a quienes practiquen la mutilación genital femenina. Comienza ahora una nueva era para los derechos de las mujeres, en un país donde –según datos de Unicef de este año– nada menos que el 87% de la población femenina ha sufrido la crueldad de esta práctica. Y está disminuyendo el número de estados africanos en los que la escisión de los genitales de las niñas con fines rituales o tradicionales aún no se considera delito: actualmente solo quedan cinco (Somalia, Sierra Leona, Liberia, Chad y Mali).

3. La primera Constitución igualitaria está en Chile
Parece increíble que en 2020 no hubiera ninguna Constitución igualitaria en el mundo. Pero esto ha cambiado en octubre, cuando Chile, con un referéndum en el que ganó el sí con un 78% de los votos, decidió sustituir la antigua Constitución, vigente desde la dictadura de Pinochet, por una nueva que será redactada por una asamblea formada por hombres y mujeres a partes iguales. Los 155 miembros serán elegidos el próximo mes de abril y deberán presentar el texto normativo dentro de un año. Es una auténtica revolución en un Chile con tantos contextos patriarcales: las mujeres ocupan solo una quinta parte de los escaños del Parlamento, el aborto es legal solo si es terapéutico y durante mucho tiempo ha estado prohibido que las mujeres se volvieran a casar en los 270 días posteriores al divorcio o la muerte de su esposo. Para el colectivo feminista Las Tesis, que desempeñó un papel importante en la promoción del referéndum y luego se transformó en el Partido Alternativa Feminista (PAF), esta es una oportunidad histórica para redactar una Carta Magna que finalmente sancione la igualdad de género en el país.
Manifestantes queman una imagen de la Constitución de Chile.
Manifestantes queman una imagen de la Constitución de Chile.REUTERS

4. Por fin compresas gratuitas en Escocia
Según una investigación de la empresa sueca Intimina, cada mujer gasta una media de 5.000 euros en compresas a lo largo de su vida. Desde finales de noviembre, Escocia es el único país del mundo que garantiza el acceso gratuito y universal en establecimientos públicos. La ley, impulsada por una gran coalición de sindicatos y organizaciones de mujeres, se denomina Period Products Bill y establece que tanto las autoridades locales como las escuelas de cada condado escocés deben proporcionar compresas. Una novedad absoluta y finalmente paritaria, si pensamos que a muchos países europeos les cuesta incluso reducir los impuestos a las compresas: en Hungría son los más altos, con un 27%, mientras que los estados escandinavos los mantienen en un 25% y Grecia los ha elevado recientemente al 23%. Solo Reino Unido y Chipre los mantienen por debajo del 5%, y en España se habla de bajarlos del 10% actual al 4%. Hasta ahora, el único Estado europeo que no tiene impuestos sobre las compresas es Irlanda.

5. Aumenta el número de mujeres en puestos directivos
En la lista Fortune 500, que clasifica a las grandes empresas estadounidenses, las dirigidas por mujeres alcanzan un máximo histórico de 37. No muchas, de hecho, dado que solo representan el 7,4% de las empresas de la clasificación, pero es un avance que permite tener esperanza, comparado con las escasas 15 mujeres de hace 10 años y las dos de hace 20. Entre las últimas directoras ejecutivas que sustituyeron a sus predecesores masculinos se encuentran Carol Tomé en el gigante logístico Ups, Heyward Donigan en la farmacéutica Rite Aid y Sonia Syngal en la empresa de moda Gap. Sin embargo, aún queda un largo camino para lograr la igualdad étnica: de hecho, solo tres de los 37 altos directivos son mujeres no blancas.

6. Universidad en femenino
En este extraño 2020, se da también el caso de que dos países geográfica y diametralmente opuestos como son Sudán del Sur e Irlanda se encuentren unidos por un acontecimiento relacionado con la participación femenina. Sí, porque en ambos, por primera vez en su historia, encontramos a una mujer al frente de una importante universidad. En el caso de Sudán del Sur, se trata de Awut Deng Acuil, de 57 años, ex ministra de Educación y activista por la paz y los derechos humanos, y, desde este año, presidenta de la junta directiva de la Universidad Bahr el Ghazal, en el oeste del país. Su coetánea Kerstin Mey, presidenta de la Universidad de Limerick, es la primera mujer que ocupa este puesto en los últimos 428 años de la historia de Irlanda. “Me sorprende cuando, en la calle y en las tiendas”, declaraba Mey al Irish Times, “me paran mujeres que no conozco, pero que quieren felicitarme y decirme lo fantástico e importante que es mi nombramiento”.

7. Terremoto rosa en Polonia
Con un rayo rojo pintado sobre las mascarillas, las mujeres polacas se manifestaron durante más de un mes, desde el 22 de octubre, cuando una sentencia del Tribunal Constitucional prohibió el aborto incluso en caso de malformaciones graves e irreversibles del feto. Su movimiento se llama Strajk Kobiet, “la huelga de mujeres” y To Jest Wojna, “Esto es una guerra”, es su lema contra el PiS, el partido de derecha en el poder desde 2015, y contra las campañas antiaborto de la Iglesia Católica. Las mujeres han arrastrado a toda la sociedad civil polaca a la batalla, y el Parlamento Europeo las ha respaldado: en una resolución aprobada el 27 de noviembre, los diputados de Bruselas afirman que la sentencia “pone en riesgo la salud y la vida de las mujeres”, ya que conduciría a un aumento de los abortos “inseguros, clandestinos y posiblemente mortales”.

8. Cerco a los feminicidios en Emiratos Árabes Unidos
Penas más severas a la vista para el marido que mata a su esposa alegando que ha llevado la deshonra a la familia. El presidente de los Emiratos Árabes Unidos, el jeque Khalifa bin Zayed al Nahyan, lo anunció el 7 de noviembre, prometiendo aprobar próximamente una ley al respecto, y subrayando que la reforma demuestra “el sólido compromiso de nuestro país con la defensa de los derechos de las mujeres”. Esperemos que sea solo el primero de una serie de pasos hacia la igualdad de derechos para las mujeres que, según Amnistía Internacional, en el rico país del Golfo continúan siendo discriminadas “en la ley y en la práctica”.

9. África, abierta a las jóvenes en política
Adjany Costa, nacida en 1989, es bióloga, políglota, ganadora de numerosos premios internacionales por su ecologismo y su investigación y, desde abril, Ministra de Cultura, Medio Ambiente y Turismo del Gobierno de Angola: es la primera vez en el país que los tres ministerios se unen y se confían a una mujer, que ya ha prometido reducir el impacto de la explotación de los recursos naturales, promover tecnologías limpias, dedicarse a la conservación de los ecosistemas, mejorar la gestión ambiental y relanzar el turismo. En febrero, también la vecina Namibia eligió a una joven para una función esencial: Emma Theofelus, de 23 años, Viceministra de Información, Comunicación y Tecnología. Hasta la fecha, es el miembro del Gobierno más joven de todo el continente africano. Experta en derecho humanitario, licenciada en feminismo africano y estudios de género, Emma Theofelus se ha comprometido ya a luchar sin cuartel contra las noticias falsas y a involucrar a los jóvenes en la política.

10. Europa, la igualdad se acerca
El último informe del Instituto Europeo para la Igualdad de Género (Eige) contiene muchas sombras, pero también algo de luz. Cada año, el organismo con sede en Vilnius, Lituania, publica la lista de los progresos realizados por los países de la Unión Europea en la participación de las mujeres en la política, la economía y la sociedad, y este año registra una mejora de medio punto. Se necesitarán al menos 60 años para lograr la igualdad plena, pero al menos se está avanzando, aunque lentamente, a pesar de todos los obstáculos debidos a la pandemia de la covid-19. Las mejores puntuaciones corresponden a Suecia, Dinamarca y Francia, pero son Italia, Luxemburgo y Malta los que se están moviendo más rápido, y desde 2010 hasta hoy ya han subido 10 puntos. Grecia, Hungría y Rumanía están muy lejos del objetivo. Sin embargo, la verdadera buena noticia es el avance de las mujeres en el campo del poder, que mide su participación en los procesos de toma de decisiones en política, economía, medios, investigación y deporte, y que este año abarca el 65% de todos los avances conseguidos desde 2010.

11. Alemania contra el capitalismo machista
En noviembre, el Gobierno alemán anunció una ley que establecerá una cuota obligatoria de mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas que cotizan en bolsa. Los de más de tres miembros deben incluir al menos una mujer dirigente, mientras que en las empresas con participación pública, la presencia femenina en los órganos de control deberá ser al menos del 30%. Un reordenamiento destinado a cambiar el rostro del capitalismo alemán, que siempre ha sido masculino: hoy las mujeres solo representan el 12,8% de los consejos de administración de las 30 principales empresas, según una investigación de la Fundación AllBright, frente al 22,2% de Francia y el 24,5% de Reino Unido. Para la ministra de la Familia, Franziska Giffey, la nueva legislación será “un ejemplo de sociedad sostenible y moderna”.

12. Bielorrusia, la esperanza está en las mujeres
“Bielorrusia es mi amante, no la dejaré marchar”, dijo el presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, en un discurso preelectoral. Las mujeres, desde las plazas, le respondieron: “No puede haber amor por mandato. ¡Vete!”. De hecho, las manifestaciones en contra del longevo dictador, que han continuado desde su reelección en agosto pasado, han sido lideradas por mujeres. Las figuras de Svetlana Tikhanovskaya y Veronika Tsepkalo, líderes de la oposición obligadas a huir al extranjero para escapar de la represión, pasarán a la historia. Y también Maria Kolesnikova, secuestrada en plena calle por la policía. Se pusieron del lado de otros miles de mujeres que, en un país con una inmensa sed de libertad, se manifestaron vestidas de blanco, blandiendo flores y globos.

Manifestantes cargan con retratos de Svetlana Tikhanovskaya, Maria Kolesnikova y Veronika Tsepkalo.
Manifestantes cargan con retratos de Svetlana Tikhanovskaya, Maria Kolesnikova y Veronika Tsepkalo.Sergei Grits / AP

13. Una mujer indígena en el Gobierno boliviano
Bolivia cuenta por primera vez con un Ministerio de Cultura, Descolonización y Despatriarcalización. Y está dirigido por una mujer indígena de etnia quechua, Sabina Orellana Cruz, feminista e histórica activista de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas. Al jurar el cargo, la nueva ministra pidió el fin del racismo institucional y se declaró orgullosa de sus raíces: “Porque soy quechua, y todos debemos sentirnos orgullosos de ser de origen indígena”. Orellana ha prometido que trabajará para construir “una patria descolonizada y despatriarcalizada”, devolviendo el orgullo no solo a los pueblos indígenas sino también a las mujeres, en un Estado que lucha por sacudirse el “machismo atávico”.

14. El foco sobre los derechos con #BlackLivesMatter
Se llaman Alicia Garza, Patrisse Cullors y Opal Tometi y son las tres mujeres que, en 2013, fundaron el movimiento #BlackLivesMatter por los derechos civiles de las personas de color, pero también a favor de las mujeres y las personas LGBTI. Contra todo racismo. Tres afroamericanas que volvieron a escena después del asesinato de George Floyd el 25 de mayo en Minneapolis, que desató oleadas de protestas en todo Estados Unidos contra la violencia policial contra los ciudadanos negros. Alicia Garza inventó el eslogan, Patrisse Cullors lanzó el hashtag #BlackLivesMatter y Opal Tometi lo convirtió en un gran movimiento. Pero, sobre todo, las tres activistas acuñaron una nueva forma de coordinación de la disidencia, que sin duda hará escuela en el futuro.

15. Irak, las mujeres reclaman el espacio público
Con el deseo de construir un país independiente y progresista, las protestas se avivaron en Irak desde el 1 de octubre de 2019. El 13 de febrero de este año, cientos de mujeres se movilizaron también en la capital, Bagdad contra la corrupción y el nuevo ejecutivo de Mohammed Tawfiq Allawi, que, de hecho, dimitió poco después. Aunque en las revueltas las mujeres son solo el 12% del número total de manifestantes, en un país donde el espacio público está cerrado a la participación femenina, su implicación “ha sido asombrosa”, señaló el periodista iraquí Zuhair al Jezairy. “No solo como enfermeras en la retaguardia, sino también en los enfrentamientos cara a cara con la violencia policial. Se manifiestan hombro a hombro con varones jóvenes en las circunstancias más peligrosas. Muchas de ellas tienen menos de 30 años”. Y cita a la investigadora Fatima al Mohsen, que declaró: “Ha surgido una nueva generación de mujeres en Irak”. No es casualidad que el 1 de octubre, en el aniversario del inicio de la revuelta, su lema en las calles fuera: “No penséis que hemos olvidado. ¡Estamos aquí!

Que duda cabe Estimada Compañera @Coti7495 , que la base misma y el origen primigenio y mas ancestral está y estará en manos de las Mujeres.-
Ahora estamos viviendo momentos difíciles y duros. Ha habido Pandémias, Guerras, Desastres naturales y calamidades sin fin,........Pero siempre, siempre, han estado ahí las MUJERES, Madres, Hermanas, Amigas y cuidadoras, Garantes todas del futuro de la Humanidad.-
Como bien se explica en tu exposición, se han dado muchos avances en la Igualdad de la Mujer. Ya era hora!!!!.-
Aqui, en Asturias, en la Tierra que me vio nacer y en la que vivo, siempre hubo, (y sigue habiendo)---- esta reconocido por todos los Historiadores---, una Sociedad MATRIARCAL, .- La mayor parte de los bienes se ""Heredan"" por parte de Madre.- Esto lo saben muy bien en los Registros de la Propiedad.-
Curioso no, ??????.-
 

Nace una iniciativa para cuantificar el daño de la covid-19 a las mujeres

El Centro Global para el Desarrollo crea un equipo para investigar el enorme impacto que la pandemia ha supuesto para ellas en los países de renta media y baja. Y ofrecerá datos y evidencias que impulsen soluciones políticas​

Trabajadoras sexuales reciben condones y lubricante durante una sesión de promoción de la salud en Nsanje, Malawi.
Trabajadoras sexuales reciben condones y lubricante durante una sesión de promoción de la salud en Nsanje, Malawi. Isabel Corthier/MSF / Isabel Corthier/MSF

Alejandra Agudo
Paracuellos de Jarama - 25 ene 2021 - 20:10


Los pronósticos eran muy negativos para las mujeres desde el principio de la pandemia. Las medidas adoptadas para frenar a la covid-19 iban a provocar un retroceso en el ya de por sí lento camino hacia la igualdad de género. ONG y agencias de la ONU empezaron a advertir que los confinamientos incrementarían la violencia en el hogar, que la limitación de movimientos y el colapso sanitario iban a dificultar el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, con millones de embarazos no deseados como resultado y con menores posibilidades de interrumpirlos. Eso, además del impacto socioeconómico por la pérdida de sus empleos precarios e informales que ellas ocupan mayoritariamente, y la sobrecarga añadida de tareas no remuneradas. El tiempo no ha hecho más que confirmar los temores, las organizaciones en terreno así lo atestiguan, pero se desconoce la envergadura del impacto a falta de estudios y estadísticas fiables.


El Centro para el Desarrollo Global (CGD, por sus siglas en inglés) ha creado, con el apoyo financiero de la Fundación Bill y Melinda Gates, un equipo especial para investigar el específico perjuicio que la pandemia ha supuesto para las mujeres en los países de renta media y baja.
Asimismo analizarán las medidas de recuperación con perspectiva de género. “Nos queremos asegurar de que la igualdad de género es una prioridad en la respuesta a la covid y después en los esfuerzos de recuperación. Pero es importante que las decisiones se basan en datos fiables”, explica Megan O’Donnell, subdirectora de género del CGD y quien liderará la nueva iniciativa.
Solo con lo que ya se conoce, dice la experta, sería suficiente para determinar que los programas de ayuda alimentaria, monetaria, de formación y acceso a la tecnología deban priorizar a las mujeres; pero solo con evidencias y estadísticas incontestables se logrará que los líderes conviertan su discurso en políticas concretas. “Creo que hay mucho discurso, pero no los fondos; los gobernantes, los líderes de la ONU, los presidentes dicen lo correcto, pero cuando ves los datos de los dólares… No muestran que las cuestiones de género sean priorizadas”.

Solo con lo que ya se conoce sería suficiente para determinar que los programas de ayuda alimentaria, monetaria, de formación y acceso a la tecnología deben priorizar a las mujeres

Las áreas en las que se centrará la investigación del CGD son cinco, detalla O’Donnell: la salud, los servicios de protección social, el poder económico y adquisitivo de las mujeres, la violencia de género y el liderazgo femenino. “Lo primero y más importante es conseguir una línea base sólida de compresión de lo que está sucediendo y lo que no. Y tener muy claro qué datos tenemos del impacto de la covid, desagregados por género, y ver cómo los gobiernos y las entidades donantes están respondiendo”, resume. Para ello, reunirán los resultados de estudios a nivel nacional de instituciones que trabajan estos temas, muchas de ellas también financiadas por la Fundación Gates. “La idea es que lo elevemos, amplifiquemos el análisis que están haciendo en cada país, lo unamos con el trabajo que se hace en otros ―India, Colombia, Mongolia o Vietnam― y obtengamos una fotografía global de lo que está pasando”.

El objetivo es revelar cuáles son los problemas y qué se está haciendo en consecuencia. “Pero también tendremos que subrayar la falta de datos, lo que no sabemos, especialmente en los países de renta baja donde disponer de ellos es más complicado”, anota O’Donnell. En cuanto al impacto de la pandemia sobre la salud de las mujeres, estudiarán los impactos indirectos sobre la misma. “No quién se está infectando de covid y muriendo por este virus, sino qué disrupciones ha habido, especialmente en servicios de salud sexual y reproductiva”.

Según las estimaciones del Fondo de Población de la ONU (UNFPA) a finales de abril de 2020, 47 millones de mujeres dejarían de tener acceso a métodos de planificación familiar y habría siete millones de embarazos no deseados en los primeros seis meses de pandemia en 114 países de renta baja y media. Un trimestre después, en Mosul (Irak), el personal del hospital de Médicos Sin Fronteras atendía a un número “mucho mayor del habitual” de mujeres embarazadas que acudían a dar a luz después de que uno de los principales hospitales públicos se dedicara por completo a la atención de casos de covid-19. El proyecto de la ONG en Choloma (Honduras) también experimentó un “fuerte aumento” de pacientes a medida que los hospitales públicos de la ciudad, la tercera del país, se convertían en centros enteramente dedicados a la pandemia. El promedio de nacimientos mensuales en la clínica de MSF pasó de 55 a 75, incluso en un contexto de un confinamiento total y de la parálisis de los transportes, según datos de la organización de julio.

El desvío de recursos sanitarios ―humanos y materiales― a la atención de la covid-19 es una de las muchas decisiones que han afectado a la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Los confinamientos y restricciones de movimiento dificultaron aún más el acceso a métodos anticonceptivos y servicios que, pese a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, muchos países no consideraron prioritarios ni esenciales. “En Rustenburgo, Sudáfrica, las estructuras sanitarias suspendieron en un primer momento los servicios de interrupción voluntaria del embarazo a causa de una percepción errónea de que no constituyen una atención médica esencial”, describe MSF, que se atribuye el mérito de que las autoridades cambiaran de parecer. El aborto inseguro es una de las principales causas de mortalidad materna en todo el mundo: cada año mueren al menos a 22.800 mujeres y niñas, y millones resultan gravemente heridas, recuerdan desde la ONG.

El equipo del CGD se propone poner números a todas estas experiencias. En el ámbito de la protección social, quieren conocer quién se está beneficiando de los programas de transferencias de efectivo, ayudas alimentarios y programas públicos. En lo relativo al poder económico, las mujeres están siendo desproporcionadamente golpeadas en términos de pérdida de empleo, de poder adquisitivo, y como emprendedoras, se han visto forzadas a cerrar sus negocios, además de asumir una mayor carga del trabajo de cuidados no remunerado que los hombres. En países ricos como Estados Unidos se conoce la dimensión de muchas de estas afirmaciones. Así, se sabe que en abril —uno de los meses más duros de la crisis sanitaria— el 55% de los 20,5 millones de puestos de trabajo perdidos en un mercado laboral muy flexible, como el estadounidense, correspondió a mujeres. El cálculo de esta realidad en las naciones más pobres está por hacer, apunta O’Donnell.

Toda la evidencia que tenemos apunta a que las niñas y mujeres de los países más pobres van a ser abandonadas y quedarán más atrás de lo que estaban
Megan O'Donnel, Centro para el Desarrollo Global

“Ahora hay una oportunidad de reinicio. Y tenemos que hacerlo porque toda la evidencia que tenemos apunta a que las niñas y mujeres de los países más pobres van a ser abandonadas y quedarán incluso más atrás de lo que estaban, y van a enfrentar mayores barreras para su seguridad física, para ganar un sustento y mantenerse sanas y educadas”. O’Donnell insiste en que su principal objetivo es evitar que esto suceda. La experta del CGD es parcialmente optimista. “Si en la comunidad global nos tomamos este momento muy en serio y nos preguntamos qué tenemos aquí, que no es solo una crisis sanitaria, sino una que ha exacerbado las desigualdades de género preexistentes, creo que sí estamos ante una oportunidad de priorizar a los grupos que estaban siendo abandonados incluso antes de todo esto”.

En opinión de O’Donnell ha habido “algunos signos positivos” de que, esta vez, los líderes no se olvidarán de las mujeres en la salida de la crisis. “El propio secretario general de la ONU fue de los primeros en advertir de que había una pandemia en la sombra: la violencia de género; y trató de movilizar a los países para que se dieran cuenta de este problema. Creo que los líderes son conscientes de esta cuestión”, anota. Según el informe Mujeres y niños en tiempos de covid, de We World, la violencia contra las mujeres aumentó un 25% durante los confinamientos.

El reconocimiento de este problema por parte de los mandatarios no fue siempre acompañado de medidas de refuerzo de los servicios de atención a las víctimas, apunta MSF. En Sudáfrica, por ejemplo, las llamadas para denunciar casos de violencia sexual en el teléfono habilitado para ello se multiplicaron por tres después de que entrara en vigencia la cuarentena. “Sin embargo, aunque hubo un aumento en los reportes, hemos asistido a una disminución en las visitas a la clínica”, recalca Kgaladi Mphahlele, responsable de actividades de planificación familiar de MSF en Rustenburgo, una ciudad minera del cinturón de platino con una gran comunidad de migrantes. En toda la ciudad y sus alrededores, otras clínicas han notificado un descenso de datos de asistencia en el mismo sentido, detalla la ONG.

O’Donnell señala, además, que mientras que la violencia de género sí ha recibido, al menos, atención al más alto nivel, no ha sido así con la parte del impacto económico de la pandemia sobre las mujeres. “Ellas sufren más la informalidad, han perdido en mayor proporción sus empleos, han tenido que regresar a la agricultura de subsistencia”, enumera. Pero la falta de estudios y estadísticas provoca que los mandatarios desconozcan y obvien el problema. “Necesitamos tener esos datos y amplificarlos”, subraya. “Se ha repetido que esto es una oportunidad para reconstruir mejor, pero tenemos que ser muy específicos en qué significa eso y quién se va a beneficiar”.

 

No viajarás sola desde Gaza sin permiso de tu guardián masculino

La justicia islámica, controlada por Hamás, impone restricciones de movimientos a las mujeres que buscan trabajo en el exterior tras la reapertura de la frontera con Egipto​


Juan Carlos Sanz
Jerusalén - 21 feb 2021 - 20:30
Varias mujeres protestan el pasado día 16 por las nuevas restricciones de movimiento impuestas por el Consejo de la Sharía en Gaza.
Varias mujeres protestan el pasado día 16 por las nuevas restricciones de movimiento impuestas por el Consejo de la Sharía en Gaza.Adel Hana / AP

“Las mujeres vírgenes (solteras) o que estuvieron casadas (divorciadas y viudas) de cualquier edad no podrán viajar sin permiso de su guardián masculino (padre, abuelo o hermano)”. Hasan al Jojo, presidente del Consejo Supremo de la Sharía (ley islámica) en la franja de Gaza, publicó hace una semana este edicto tras declararse preocupado por el creciente número de “muchachas que se marchan sin el consentimiento de sus padres”. En su dictamen se sobreentendía que las casadas solo van donde les deja su marido.

Declarada técnicamente inhabitable por la ONU, dentro de Gaza no hay adónde ir. Los dos millones de palestinos hacinados en la estrecha franja costera de 365 kilómetros cuadrados se desesperan desde 2006 a consecuencia del bloqueo impuesto por Israel, jalonado por tres devastadoras guerras. Como gesto de buena voluntad ante las elecciones legislativas del 22 de mayo, las primeras convocadas en 15 años, Egipto reabrió a comienzos de mes el paso fronterizo de Rafah, la única salida al exterior no controlada por las tropas israelíes, y los hombres jóvenes empezaron a escapar de un enclave con una tasa de desempleo del 45,5%, que para los menores de 30 años se eleva al 62,1%. Las jóvenes también.

En la mañana del martes, el magistrado Al Jojo —designado por el movimiento islamista Hamás, que gobierna de facto en Gaza—, se vio sorprendido por una manifestación de protesta ante su oficina. “Hemos acordado volver a redactar esta decisión”, se apresuró a declarar a la prensa ante el revuelo causado por su decisión de imponer un tutor a todas las gazatíes, que él había juzgado “equilibrada y conforme con las leyes religiosas y civiles”. La autorización del guardián debe quedar depositada en el Consejo de la Sharía y los agentes de seguridad pueden exigir a las mujeres que viajen solas una copia del documento.

“En un clima de conservadoras normas sociales, las familias son más proclives a aplicar la prohibición de viajar a las mujeres”, resalta la investigadora de Human Rights Watch Rothna Begun. “Pero como advierten las organizaciones palestinas de defensa de los derechos humanos, la resolución viola el derecho a la libertad de movimientos de toda persona mayor de edad recogido en la Ley Básica (texto de rango constitucional) palestina”, advierte esta experta en cuestiones de género en Oriente Próximo de la ONG con base en Nueva York. “Solo cabe aplicar restricciones de viaje individuales, que sean proporcionales y tengan base legal”, concluye.

En agosto de 2019, Arabia Saudí puso fin a las limitaciones a los desplazamientos de mujeres adultas, que hasta entonces necesitaban la autorización de sus tutores para viajar, como si fueran menores de edad, después de años de críticas internacionales al sistema de tutela masculino sobre las mujeres.

La decisión del Consejo Supremo de la Sharía se ha producido en plena campaña para las legislativas palestinas, en las que los islamistas de Hamás aspiran a revalidar su hegemonía en la franja de Gaza. También pretenden ampliar su influencia en Cisjordania, donde mantiene las riendas del poder el partido nacionalista Fatah, liderado por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. Tras haber ganado en los últimos comicios celebrados, Hamás desalojó del Gobierno del enclave mediterráneo a los representantes de Fatah por la fuerza de las armas en 2007. Las facciones palestinas intentan cerrar ahora las viejas heridas para organizar los comicios.

“La sociedad de Gaza es tradicional, pero no tanto como la gente cree”, precisa Bárbara Demurtas, delegada en Palestina de la ONG española Mundubat, que este domingo ha podido viajar por primera vez al enclave costero desde el inicio de la pandemia, cuya declaración cerró el territorio a la mayoría de los observadores internacionales y a toda la prensa extranjera. “Después de las protestas, el presidente del Consejo anunció que iba a revisar el edicto, pero las organizaciones de mujeres de Gaza no tienen constancia de que se haya derogado e insisten en que no es jurídicamente aplicable”, refiere Demurtas.

“Tanto las mujeres como los hombres quieren viajar para buscar trabajo, y eso no siempre está bien visto, especialmente si hablamos de las mujeres”, destaca la representante de la fundación vasca Mundubat. Muy pocas gazatíes—algunos centenares de cristianas y un puñado de laicas— no se cubren con el pañuelo o velo islámico.

Unos 35.000 palestinos abandonaron la franja palestina en 2018, según estimaciones israelíes que la ONU redujo a 23.500, a través de la frontera con Egipto. En 2019, Naciones Unidas contabilizó 10.000 salidas por encima de las entradas, aunque en noviembre de ese año ya se habían contabilizado 23.000 en el recuento de entradas y salidas de los responsables de Rafah. La mayoría de los que se van alegan visitas a familiares, tratamiento de una enfermedad o estudios en países árabes vecinos con el compromiso de regresar al enclave. Los Estados del Golfo y Europa occidental suelen ser, sin embargo, destinos finales para quienes buscan empezar de nuevo. El año pasado apenas se produjeron salidas a causa de la situación sanitaria, aunque la frontera egipcia permaneció ocasionalmente abierta para el retorno de residentes en Gaza, a pesar del riesgo de contagio por coronavirus.

“El edicto de Consejo de Sharía ha añadido (para las mujeres) un nuevo obstáculo en la complicada carrera para poder salir de la Franja”, analiza Amira Hass, corresponsal de asuntos palestinos del diario Haaretz. “Pero también ha suscitado una rápida condena”, recalca, “y llamamientos a su inmediata rescisión por las organizaciones palestinas defensoras de los derechos humanos”.

 

Emprendedoras bajo la sombra de Estado Islámico

Una tienda de moda en línea, una floristería y un restaurante turco son algunos de los negocios que las mujeres jóvenes de Mosul están abriendo tras años de infierno bajo un régimen terrorista​

Dania Al Salam posa en su tienda de flores de Mosul, en Irak.
Dania Al Salam posa en su tienda de flores de Mosul, en Irak.J. I. Mota

J. I. Mota
Mosul (Irak) - 21 feb 2021 - 20:10

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La vida en Mosul, una de las ciudades más importantes de Irak, en el norte del país, está volviendo lentamente a la normalidad. Ya han pasado más de tres años desde que la ciudad fue liberada del terror que implantó el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) desde que gobernó la ciudad entre 2014 y 2017. Después de las bombas, la destrucción, el miedo y la dictadura islamista radical, la ciudad ha necesitado varios años para recuperarse. La vida en Mosul transcurre entre innumerables checkpoints, militares, escombros y un caos formado por miles de coches circulando en todas direcciones mientras los peatones los intentan sortear. En medio de esta lenta vuelta a la normalidad han ido abriendo una serie de negocios creados por mujeres, algo impensable hace apenas unos años en esta ciudad conservadora y suní, en un país de mayoría chií.

Durante el autoproclamado califato de ISIS en Mosul, las mujeres pasaron una época oscura y difícil de olvidar. El tiempo se paró para ellas durante tres años. Para las más jóvenes, sus estudios se paralizaron y su papel en la sociedad se reducía a estar en casa, casarse y tener hijos. El simple hecho de ir al mercado sola suponía un peligro extremo, ya que el castigo podía ser ir a prisión o recibir un severo correctivo traducido en latigazos, entre otros muchos riesgos. El niqab, velo que cubre todo el rostro, y el jilbab, prenda muy holgada para el cuerpo, eran obligatorios para todas. Ni siquiera sus ojos eran legales, ya que debían utilizar una tela negra para cubrirlos bajo el niqab. Las manos también debían ser tapadas con guantes.

Después de este “infierno”, como muchas de ellas lo denominan, algunas han puesto todos sus esfuerzos en llevar a cabo proyectos que siempre han querido realizar. Hiba Sabhan ha comenzado a vender vestidos que ella misma fabricaba durante aquellos años. Los vende a través de redes sociales, pero sueña con tener un local pronto. Sahar Shakir decidió abrir un bar de comida turca. Dania al Salam se arriesgó a montar su propia floristería y tras el éxito, en unas semanas se trasladará a un local de mayor tamaño.

Estas son las historias de tres jóvenes mosulíes que, después de años sometidas, han decidido arriesgarse a montar un negocio y demostrar que a pesar de todo, las mujeres en Mosul tienen talento y no se rinden.

Moda y colores para olvidar el niqab​

Hibba Al Sabhan posa con una mascarilla junto a uno de sus trajes en su casa de Mosul.
Hibba Al Sabhan posa con una mascarilla junto a uno de sus trajes en su casa de Mosul.J. I. Mota

La casa de Hiba al Sabhan, en la zona nueva de Mosul, es elegante y cuidada. Su hermano Abdelrahman se encarga de atender a los invitados en el salón con ricos manjares típicos de la zona como crema de sésamo o de dátiles, acompañados de pan y té azucarado. Mientras, al Sabhan se prepara y acicala; siempre le gusta estar impecable. A los pocos minutos aparece esta joven de 33 años cargando con varios vestidos coloridos de seda y satén. Con uno de ellos viste a un maniquí y lo sitúa en una de las esquinas de la habitación. Lejos han quedado los tiempos en los que la única ropa que podía utilizar para salir a la calle era el niqab, prenda que ha tirado y que le horroriza ver porque le recuerda a cuando los terroristas de ISIS se apoderaron de su ciudad. Los sueños de esta joven licenciada en estudios ingleses por la universidad de Mosul y con un máster en Agricultura se evaporaron durante los tres años de una época triste y gris en su ciudad. Después de dejar aquellos tiempos atrás, al fin ha conseguido realizar su proyecto: lanzar su colección de moda, en línea por el momento.

Era 2015 cuando al Sabhan descubrió su talento. “Cuando llegó ISIS a Mosul todo se paró por completo. Me ví sola en casa, sin nada que hacer. Me daba miedo salir. Me dí cuenta de que tenía talento para la moda y pensé ¿por qué no hacerlo? Entonces comencé a fabricar vestidos a mano, desde casa”, explica la joven. Al Sabhan siempre tuvo la esperanza de que todo cambiaría. En junio de 2017 la ciudad fue liberada de los terroristas, pero la normalidad en la urbe todavía estaba lejos de llegar. Mosul quedó destrozada y en la batalla por la liberación murieron entre 9.000 y 11.000 civiles, según Associated Press y Amnistía Internacional. Al Sabhan y su hermano se miran y enumeran las personas que perdieron. “Ahmed, Mohamed, los primos, nuestros tíos... Perdimos a amigos, parientes y muchos compañeros que huyeron y nunca volverán”, lamentan. Después de la liberación, la joven decidió irse a Erbil, capital de la región semiautónoma del Kurdistán iraquí, a algo más de una hora de Mosul, para dar clases en el taller de moda Adam Academy.

Después de ganar experiencia en moda y tras años diseñando y fabricando “a escondidas”, al Sabhan se decidió a finales de 2020 a lanzar la colección de todos los vestidos que había hecho a través de sus redes sociales. “Quería mostrar al mundo que tenía talento y, la verdad, fue un éxito”, afirma orgullosa. Desde entonces al Sabhan está muy solicitada, sobre todo la llaman para bodas, pero aún no puede permitirse tener un local. “Me gustaría tener mi propia tienda, pero desgraciadamente no tengo suficiente dinero. Iré paso a paso”, explica. Al Sabhan también ha incorporado a sus modelos mascarillas “para concienciar” a la sociedad sobre su importancia en medio de la pandemia de la covid-19.

La ciudad, según explica la joven, se ha liberado y tras unos años oscuros, la población ha tenido una gran apertura de mente. “Está incluso mejor que antes de la época de Daesh, por eso hemos aprovechado ahora la oportunidad para comenzar proyectos. No es normal ver a mujeres creando negocios en Mosul. Incluso antes de ISIS las únicas que trabajaban lo hacían en la alcaldía, pero no en proyectos privados”, argumenta.

Innovando con pasteles turcos​

Sahar Shakar sonríe en un restaurante de Erbil, donde reside por sus estudios y trabajo.
Sahar Shakar sonríe en un restaurante de Erbil, donde reside por sus estudios y trabajo.J. I. Mota

Fahid y Omar están concentrados en hacer el mejor pan para sus clientes. Con traje blanco y gorro a juego parecen dos chefs de cualquier restaurante de lujo. El primero, de 26 años, prepara en la terraza del bar la masa de los futuros pasteles salados. El segundo, de 24, pone en marcha la máquina para hacer el sajj, un pan sin levadura, muy fino, grande y muy utilizado en la cocina turca. En unos minutos el cliente podrá probar un auténtico pastel de cordero, pollo, patata o mozzarella típico de cualquier rincón de Estambul, pero están en Mosul y el pequeño local se llama Fatira ua Chai, Pastel y Té, en su traducción del árabe. La dueña de este establecimiento situado en la zona izquierda de la ciudad iraquí atravesada por el río Tigris es Sahar Shakar. A sus 28 años, es licenciada en Arte por la Universidad de Mosul, trabaja en una organización de protección a la infancia y combina sus estudios de una segunda carrera, de Derecho y que acabará el año que viene, con la gestión de su bar turco, abierto hace 10 meses.
Lo primero que recalca Shakar desde un restaurante en Erbil es que su casa y su familia están en Mosul, pero que reside en el Kurdistán iraquí debido a sus estudios y su trabajo. A esta ciudad llegó con los suyos en 2016, después de dos años bajo el yugo de ISIS. Tras la liberación su familia regresó y por eso viaja todos los fines de semana a Mosul, que según cuenta, está cambiando. “La ciudad se está desarrollando muy rápido y la gente ahora acepta ideas diferentes. La situación es muy buena y las personas están creciendo en muchos aspectos”, afirma la joven.
La ciudad se está desarrollando muy rápido y la gente ahora acepta ideas diferentes
Sahar Shakal, empresaria
Cuando decidió abrir el restaurante muchos le recomendaron que, en lugar de eso, apostara por una tienda de ropa o de maquillaje, ya que en Mosul según explica, nunca ha sido normal que una mujer dirija este tipo de negocios. “Al principio fue difícil, pero finalmente me decidí a montarlo porque tenía muchas ganas y está yendo muy bien gracias al apoyo de los míos”, cuenta con una sonrisa. El propio Fahid ya suscribió las palabras de la empresaria en el local hace unos días. “Llevo toda mi vida trabajando en restaurantes y nunca había tenido una jefa. Es extraño en Mosul, pero Sahar es genial”, sostiene.

Fatira ua Chai, según afirma Shakir, es el único restaurante que sirve este tipo de comida turca de Mosul, por eso decidió que después de unos años difíciles era el momento de montar este negocio para que los mosulíes lo pudieran disfrutar. “Suelen venir viajeros de diferentes zonas, por lo que ya es conocido, pero con la llegada de la pandemia hemos bajado un poco, como todos los establecimientos”.

La floristería de la joven Dania​

Dania Al Salam posa en su tienda de flores de Mosul, en Irak.
Dania Al Salam posa en su tienda de flores de Mosul, en Irak.J. I. Mota

En un pequeño y ordenado local situado frente a la Universidad de Mosul se encuentra la floristería de Dania al Salam, de 26 años. A pesar de su juventud, está “felizmente” casada y embarazada. Esta emprendedora estuvo estudiando agricultura hasta la llegada de ISIS en 2014. Justo un año después decidió huir junto a su madre a Erbil. Durante más de dos años su vida fue “muy difícil”, según explica. Tuvo que dejar su ciudad y sus amistades y compaginar sus estudios en una nueva universidad en Kirkuk, a algo más de una hora en coche de Erbil, con un trabajo que consiguió en una floristería en la capital del Kurdistán iraquí, debido a la mala racha económica de su familia por aquel entonces. La joven se aficionó a su nuevo oficio y un año después de que Mosul fuese liberada decidió que era la hora de arriesgarse a montar su propia floristería.

“Aquí es muy raro que una mujer se lance a montar un negocio, pero a mí desde que lo propuse siempre me ha apoyado mi gente cercana”, explica al Salam sonriente y sentada detrás del mostrador. La florista, que ha montado su propia tienda con sus ahorros y sin ningún apoyo gubernamental, tiene un empleado, Ahmed, y abre todos los días de la semana de 10 de la mañana a 10 de la noche. “Yo soy de aquí y siempre he querido abrir un negocio en mi ciudad. Un negocio para los mosulíes. No tengo intención de moverme a otro lugar mientras las cosas sigan bien aquí”, afirma al Salam.

En la tienda se pueden conseguir gran variedad de artículos. La venta principal son las flores, pero también hay bombones, carteras y muchos objetos de decoración. “Llegan todo tipo de clientes para comprar regalos para bodas, aniversarios, el día de la madre o de San Valentín, por lo que casi siempre hay una venta diaria”, explica.

El negocio estaba yendo “realmente bien”, según cuenta, pero desde marzo, con la llegada de la pandemia y las restricciones, ha empezado a empeorar su situación. “Hemos pasado una época dura por el coronavirus, pero ahora la situación está volviendo a ser lo que era”, comenta. De hecho, al Salam ya está comenzando la mudanza para mover su tienda a otro lugar. “Dentro de unas semanas nos moveremos a otro local más grande y espacioso para que nosotros podamos aumentar las ventas y los clientes se sientan más cómodos”, zanja.

 
Estas mujeres equilibran la balanza...

Adrienne Bolland, la aviadora que hace 100 años hizo historia al cruzar la Cordillera de los Andes​

A 100 años de la hazaña, la Embajada de Francia y una compañía aérea realizaron un homenaje en su honor. Las dificultades que tuvo que atravesar la joven y la proeza que hasta el momento nadie pudo repetir​

Por
Federico Galligani
2 de Abril de 2021








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Muchas cosas cambiaron a lo largo del último siglo y una de ellas es la industria de la aviación, que desde sus orígenes hasta la fecha ha evolucionado de una forma increíble, al punto de convertirse en el medio de transporte más seguro en la actualidad gracias a la enorme tecnología y a las numerosas medidas de seguridad con las que cuentan los aviones modernos.
Sin embargo, la realidad era muy diferente en 1921, cuando las aeronaves todavía eran construidas en madera, prácticamente no contaban con sistema de navegación y podían alcanzar velocidades que hoy en día parecerían absurdas.

Por esta razón, es difícil imaginarse en esa época que una mujer con escasa experiencia de vuelo pudiera cruzar sola la Cordillera de Los Andes en uno de esos aparatos precarios sin la ayuda de un mapa y sin conocer siquiera la zona. Sin embargo, eso fue exactamente lo que hizo Adrienne Bolland el 1º de abril de aquel año.

Esta joven francesa realizó una de las hazañas más recordadas en el ámbito de la aviación al ser la primera piloto mujer en viajar desde la provincia argentina de Mendoza hasta Santiago de Chile a través de la peligrosa cadena montañosa, y la única persona en la historia en hacerlo pasando por el Paso de la Cumbre, muy cercano al Cerro Aconcagua, cuya cima es el segundo punto más alto del mundo, al estar ubicada a 6.962 metros sobre el nivel del mar.

Para cumplir con esta misión, Bolland contó únicamente con su biplano Caudron C-3 F-ABEW, equipado con un motor Le Rhone de 80 LP, con el cual completó su recorrido en poco más de cuatro horas, viajando a una velocidad media de 50 km/h.

Adrienne Bolland, junto a parte de su equipo
Adrienne Bolland, junto a parte de su equipo

La heroína de esta historia nació el 25 de noviembre de 1895 en Arcueil, una pequeña comuna francesa situada en el departamento de Valle del Marne, a las afueras de París. Cuando tenía apenas 25 años fue contratada por la Société des avions Caudron (Sociedad de Aviones Caudron), principal constructor de aeroplanos de la época.

El que le dio el empleo fue, justamente, René Caudron, quien le pidió personalmente a la joven que se uniera a su equipo luego de perder una apuesta con ella: le había dicho que una mujer no podía realizar nunca una famosa acrobacia aérea conocida como “looping the loop”. Ante esa afirmación, Bolland, que no tenía grandes recursos económicos y mucho menos podía pensar en juntar el dinero para comprarse un avión, le dijo que aceptaba el desafío a cambio de un biplano.

Tras días más tarde, la muchacha sorprendió al empresario al realizar esa difícil pirueta y éste, además de contratarla, cumplió con su promesa y le entregó el vehículo con el que realizó una gira por diferentes partes de Francia y, luego, de Sudamérica. Cuando llegó hasta Buenos Aires, la piloto tuvo la idea de cruzar a Chile superando todas las dificultades que esa travesía implicaba, para así obtener el reconocimiento que finalmente le llegaría.

Fue así como comenzó a preparar el operativo junto a su mecánico habitual, René Duperrier, con quien decidió que el mejor lugar para despegar era desde el aeródromo Los Tamarindos, en Mendoza, por lo que tuvieron que transportar el avión en ferrocarril hasta esa provincia.
Ya instalados en la región cuyana, el aparato quedó en condiciones para realizar el vuelo en los últimos días de marzo de 1921. Entonces, el 31 de ese mes se realizó el primer intento de llegar hasta Santiago, pero el excesivo peso generado por la carga completa de combustible y las malas condiciones atmosféricas la obligaron a regresar de urgencia a la Argentina antes de llegar a su destino.

Una maqueta del biplano utilizado por Adrienne Bolland para cruzar los Andes
Una maqueta del biplano utilizado por Adrienne Bolland para cruzar los Andes

A pesar de este fracaso inicial, Bolland no se desanimó y cuando llegó el primero de abril lo volvió a intentar, aunque para ese momento ya había circulado con mayor fuerza la noticia de la hazaña que estaba por realizar y decenas de personas se reunieron aquel día en ambos lados de la frontera para presenciar la salida y la llegada del vuelo.

Después de haberse elevado desde Los Tamarindos, en Mendoza, a las 06:35 (hora de Argentina), pasó por Las Cuevas a las 07:25; por Caracoles, a las 08.00 (hora chilena), y por Río Blanco a las nueve de la mañana. Desde este punto, la piloto tomó decididamente rumbo a Santiago.

“En los primeros momentos parecía que iba a estrellarme contra las montañas, pero seguí decidida. La muralla de nubes era tan espesa que hubo un instante en que no vi nada y creí fracasar. Mi pena fue muy grande y ya pensaba en regresar a Mendoza, convencida de la imposibilidad de continuar adelante, cuando alcancé a ver a lo lejos, como una puerta muy ancha, un enorme hueco entre las nubes. Hacia esa abertura me lancé cerrando los ojos, dispuesta a todo. Y pasé”, relató luego Bolland, de acuerdo a lo que reflejan documentos oficiales que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Chile.

La joven se convirtió en una leyenda de la aviación
La joven se convirtió en una leyenda de la aviación

Con temperaturas que alcanzaban los -26° centígrados y altitudes promedio de 3.600 metros sobre el nivel del mar, la muchacha tuvo que prepararse una vestimenta especial que le permitiera sobrevivir bajo esas condiciones y se dice que como alimento llevó una cebolla, ya que resulta ser un efectivo vasodilatador que facilita la respiración, algo fundamental ante el poco nivel de oxígeno al que se vio sometida.

Además, según ella misma reveló más tarde, entre su ropa escondió un puñal afilado para defenderse “de los leones o aves de rapiña en la cordillera, en el caso de haber tenido la desgracia de caer en esas soledades”.

Finalmente, cuatro horas y 15 minutos después de haber partido de Argentina, el biplano de la joven francesa aterrizó en la Escuela de Aviación de Chile, un aeródromo militar en el que la banda del Regimiento Ferrocarrileros la recibió tocando La Marsellesa y el Himno Nacional de Chile.

En 1971, la empresa Air France celebró el 50º aniversario de esta travesía junto a la propia Adrienne Bolland, alquilando un avión especialmente para que ella realizara el mismo recorrido por Río de Janeiro y Santiago de Chile, pasando por São Paulo, Montevideo, Buenos Aires y Mendoza. La heroína Francesa murió cuatro años después, a la edad de 79.

Actos por los 100 años del vuelo

Air France organizó un vuelo tripulado por personal femenino para conmemorar esta fecha
Air France organizó un vuelo tripulado por personal femenino para conmemorar esta fecha
La compañía aérea de Francia celebró este jueves el centésimo aniversario de la hazaña concretada por Adrienne Bolland: lo hizo con dos vuelos comerciales operados completamente por personal femenino en aviones Boeing 787 y Boeing 777 que despegaron simultáneamente del aeropuerto Charles de Gaulle de París el 31 de marzo, para aterrizar al día siguiente en Buenos Aires y Santiago de Chile.

Ambos vuelos fueron piloteados exclusivamente por mujeres en homenaje a Bolland, quien “no sólo marcó un importante hito en la historia de la aviación, sino que también, a lo largo de su vida, luchó por los derechos y el reconocimiento a las mujeres”, señaló Air France en un comunicado.

En Buenos Aires, el vuelo AF228 fue recibido en Ezeiza por la directora general de Air France/KLM para Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay, Nathalie Larivet, y la embajadora del país Europeo en esta ciudad, Claudia Scherer-Effosse.

El vuelo fue piloteado por la Comandante Laurence Elles-Mariani, con una trayectoria de más de 24 años al mando de aviones de esta firma, y las copilotos Stéphanie Petiot y Caroline Szekezly.

Larivet señaló respecto a este hecho histórico que fue “una gran satisfacción” para la tripulación “poder organizar actividades que visibilicen la historia de esta gran aviadora”, al considerar que “Adrienne Bolland es una fuente de inspiración para todas las mujeres que desean alcanzar un ambicioso objetivo profesional, sobre todo en áreas en las que el género femenino aún está poco representado”.

Por su parte, Scherer-Effosse añadió que la protagonista de esta historia es “una mujer que encarna el valor y la fuerza de todas aquellas que lucharon por hacer realidad sus sueños, y por deconstruir los estereotipos de la época, que las confinaban a cumplir el rol de ‘mujer’ socialmente establecido”.

También, inauguró una muestra fotográfica en las rejas de la sede diplomática francesa, curada por el Institut français d’Argentine, en colaboración con el Département et les Archives départementales du Loiret y con el apoyo de Veolia Argentina. Esta exposición recorre la vida de Adrienne Bolland a través de sorprendentes instantáneas de la época.
Fotos: Air France, Embajada de Francia en Argentina y Archivo General de la nación Argentina

 

#TengoMiedo, el grito contra los asesinatos y desapariciones de mujeres y niñas en Guatemala​

En lo que va de año se han producido 159 feminicidios y casi 20.000 denuncias por violencia machista en este país de Centroamérica, donde la justicia es incapaz de dar una respuesta efectiva a estos delitos​

Una manifestante en la marcha contra la violencia machista el pasado 7 de marzo en Ciudad de Guatemala, previa al Día Internacional de la Mujer.
Una manifestante en la marcha contra la violencia machista el pasado 7 de marzo en Ciudad de Guatemala, previa al Día Internacional de la Mujer.Asier Vera Santamaría

Asier Vera Santamaría
Ciudad de Guatemala - 28 abr 2021 - 5:40 CEST
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“Así es la calle, criminales abusando de niñas de todas edades. Así es la calle. Las niñas son violadas y no hay nada que lo pare, por más que se protejan siempre hay alguien que dispare”, canta la rapera guatemalteca Mai de Rimas. Una letra que se adecúa perfectamente a la dura realidad que sufren a diario niñas y mujeres en Guatemala, víctimas de feminicidios, violaciones (18 diarias en 2021, según la Fiscalía), acoso sexual, maltratos o desapariciones. En lo que va de 2021, el Observatorio de las Mujeres del ministerio público informa de 159 feminicidios y muertes violentas de mujeres, cifra que se elevó hasta las 457 el pasado año. Por su parte, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses de Guatemala (Inacif) revela que la mayoría fueron por armas de fuego (80). En 2020, la policía registró 358 asesinatos de mujeres, mientras que el Inacif realizó 504 necropsias de muertes vinculadas a hechos criminales. Asimismo, la Fiscalía de la Mujer recibió el pasado año 43.482 denuncias, mientras que en lo que va de 2021, ya ha registrado 19.616 víctimas de violencia, el delito más denunciado.

Todas estas cifras, que difieren entre unas instituciones y otras, tienen nombres y apellidos, como Rosa María Salazar Velásquez, quien estaba desaparecida desde noviembre de 2019. En marzo, fue hallada una osamenta en el patio de la casa de quien fuera su pareja, situada en una aldea del Quiché, y el Inacif confirmó recientemente que se trata del cuerpo de la joven de 21 años. De momento, el hombre que mantuvo una relación con ella está en paradero desconocido.

Luz María del Rocío López también desapareció y, días después, su cuerpo fue hallado envuelto en plástico el pasado 22 de enero por trabajadores de la limpieza en una alcantarilla de Ciudad de Guatemala. La joven, que tenía una hija de un año y medio, trabajaba como investigadora en el Modelo de Atención Integral de Niñez y Adolescencia del Ministerio Público (MP). Su pareja, de 23 años, fue detenido y está en prisión preventiva por este crimen.

Además, el pasado 20 de abril fue detenido un joven de 26 años en la aldea Las Palmas, en Quetzaltenango, acusado del delito de feminicidio por violar, golpear hasta la muerte y destrozar el rostro con un trozo de madera a su exconviviente, Sonia Delfina Rodas, de 33 años, en noviembre de 2019.

Otras víctimas de la violencia nunca fueron halladas, como es el caso de Cristina Siekavizza, de 33 años y madre de dos hijos, y cuyo paradero se desconoce desde 2011. Su esposo, Roberto Barreda, hijo de la expresidenta de la Corte Suprema de Justicia de Guatemala, Ofelia de León, nunca confesó dónde escondió el cuerpo. Se llevó el secreto a la tumba, tras fallecer el pasado año de coronavirus cuando guardaba prisión preventiva desde que fuera extraditado desde México en 2013 y estaba a la espera del juicio por la desaparición y presunto asesinato de su esposa. Pese a que la Fiscalía sigue buscando los restos de Siekavizza en diferentes cementerios del país, a día de hoy continúa siendo una incógnita dónde se hallan.

La Justicia avanza a paso de tortuga: han tenido que pasar 20 años para condenar a un hombre por la violación y asesinato de una adolescente

Precisamente, según la secretaria de la Mujer del MP, Lucrecia Vásquez, la Fiscalía recibe una media de 234 denuncias diarias de delitos en contra de las mujeres y la niñez. “Hemos visto con mucha preocupación que las mujeres se retractan después de haber sido lastimadas brutalmente en muchos casos, porque no tienen empoderamiento económico y hay una dependencia de la pareja, quien las amenaza con no pagar la casa o la comida”, señala. “Entre el 60 y 70% de las mujeres que denuncia violencia machista se retracta, debido a que a sus parejas las amenazan y las intimidan con mensajes de que las van a matar a ellas o a sus hijos y sufren un ataque psicológico terrible para que se retracten o no lleguen a las audiencias programadas”, lamenta.

Por otro lado, desde el inicio de 2021, se producen una media de cuatro desapariciones diarias de mujeres en Guatemala. Para agilizar su búsqueda, la Fiscalía, la Policía y la Procuraduría General de la Nación crearon en 2018 la Alerta Isabel-Claudina, en memoria de dos adolescentes que fueron asesinadas tras perderse su rastro: María Isabel Véliz Franco, de 15 años, y Claudina Isabel Velásquez, de 19. La madre de Véliz Franco ha tenido que esperar 20 años para que fuera condenado a principios del mes de marzo a 30 años de prisión el autor de la violación y el crimen cometido en 2001 en el municipio de Mixco, colindante a Ciudad de Guatemala. La impunidad que envolvió este caso, hasta que por fin se logró una condena, provocó que la misma Corte Interamericana de Derechos Humanos sentenciara en 2014 al Estado de Guatemala por considerar que “violó su deber de garantizar el libre y pleno ejercicio de los derechos a la vida e integridad personal” de la adolescente, al tiempo que violó su derecho a la protección judicial, debido a las irregularidades en el proceso.

Otro caso que sigue sin hallar justicia es el de la muerte de 41 niñas y las heridas graves a otras 15 en un incendio ocurrido el 8 de marzo de 2017 en un hogar de protección y abrigo del Estado, de donde trataron de huir el día anterior por las violaciones, abusos sexuales, maltratos y hacinamiento que sufrían. Como castigo, fueron encerradas ilegalmente en un aula del denominado Hogar Seguro y, al impedirles usar el baño, una de las niñas encendió con una cerilla una de las 22 colchonetas que les dieron para dormir, con el fin de que las liberaran. La policía que custodiaba el aula tardó nueve minutos en abrirles la puerta tras iniciarse las llamas.

Vivas nos queremos​

En este contexto, miles de mujeres se manifestaron en la capital del país centroamericano el pasado 7 de marzo, bajo el lema “Vivas nos queremos”. Una de las asistentes, Keila Garrido, de 19 años, portaba un cartel en el que se leía ‘Marcho porque estoy viva y no sé hasta cuándo’. “Todos los días temo por mi vida”, confesó, al tiempo que recordó que es “peligroso ser mujer en Guatemala porque una sale a la tienda y no sabe si va a volver a casa”. Además, reconoció que no confía en que el Estado la proteja, teniendo en cuenta que los mismos policías, “en lugar de cuidarnos, son los que nos molestan e incluso hay policías abusadores, por lo que ya no se sabe en quién confiar”.

A principios de este año, fueron detenidos y encarcelados dos agentes de policía por el delito de violación contra una mujer que les había solicitado auxilio previamente. En lugar de ayudarla, la trasladaron a una estación de Puerto Quetzal, en la costa del Pacífico, donde abusaron sexualmente de ella. Según una investigación de la Agencia Ocote, este no es el único caso, ya que, en los últimos 11 años, el MP registró 212 denuncias contra agentes policiales por delitos sexuales.

“Estamos hartas”, gritó una joven frente al Ministerio de Gobernación del que depende la seguridad en la protesta del 7 de marzo, previa al Día Internacional de la Mujer. “Me cuidan mis amigas, no la policía”, fue uno de los lemas más coreados durante la marcha en la que una mujer llevaba un cartel en el que se leía ‘Más que un país, esto es un cementerio’.

La Defensora de la Mujer enmarca las denuncias públicas en el “hartazgo de las mujeres respecto a la incapacidad de las instituciones de justicia de dar respuestas efectivas” a la violencia

Génesis Rivera portaba la foto de una niña de 13 años que llevaba desaparecida varios días y que finalmente fue encontrada con vida días después tras haber sido secuestrada, según denunciaron sus padres. “Es imposible salir sin que tu vida corra peligro y yo tengo incluso miedo de portar este cartel, porque posiblemente pueda recibir algún tipo de represalia por tratar de hacer justicia”, señaló. Así, lamentó que “yo tengo miedo por mí, por mi mamá, por mi hermana y por todas las mujeres que estamos aquí y la policía nos da más miedo porque, en lugar de cuidarnos, nos acosan”.

A principios de este año, se puso en marcha en Guatemala la campaña #TengoMiedo, a través de redes sociales, mediante la cual las mujeres mostraron su temor a ser víctimas de violencia machista. Todo ello a raíz de varios casos de asesinatos contra niñas y mujeres, como el crimen que sufrió Hillary Saraí Arredondo, de tres años, que fue secuestrada en su propia casa y hallada sin vida en enero de este año en Tiquisate. Semanas después, Sharon Figueroa, una niña de ocho, fue secuestrada cuando jugaba con su bicicleta en el patio de su casa en Melchor de Mencos, frontera con Belice. Fue encontrada muerta y por este crimen fueron encarcelados una mujer y su hijo, que eran vecinos de la víctima.

Para mostrar la indignación por este asesinato, decenas de niñas y adolescentes se manifestaron el pasado 13 de febrero frente al Palacio Nacional de Ciudad de Guatemala con una caravana de bicicletas para exigir al Gobierno que proteja a la población más vulnerable. Sin embargo, la violencia no cesó y trascendieron dos vídeos en los que se veía, por un lado, cómo un hombre acosaba sexualmente y trataba de secuestrar a una niña de nueve años en San Marcos y, por otro, a un taxista que abandonó en plena calle de Ciudad de Guatemala a una joven de 20 años que posteriormente denunció haber sido violada por él.

“Expresar que tenemos miedo es natural, más aún con las cifras que hay en Guatemala y Centroamérica de violencia de género. Además, es necesario expresar ese miedo, porque si no, nos ahoga”, expresaba en Twitter una mujer que participó en esta campaña, que pretende “despertar a la sociedad para que se generen espacios para erradicar la violencia en contra de las mujeres y las niñas”. Esta iniciativa ya tuvo sus consecuencias negativas para su organizadora, María Alejandra Morales, quien denunció que ha sido despedida como asesora en la Oficina Nacional del Servicio Civil (Onsec) por “instrucciones” del presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, “como represalia por haber impulsado este diálogo público sobre la situación de violencia contra las mujeres y las niñas”. Morales interpuso este 24 de marzo un amparo contra el Presidente, el Ministro de Trabajo y la directora de la Onsec ante la Corte de Constitucionalidad en el que alega una violación de sus derechos a la libertad de expresión, a la igualdad y no discriminación, a la dignidad y privacidad y a una vida libre de violencia.

Sin embargo, esta campaña no contó con un apoyo unánime. Ana Cofiño, fundadora del periódico feminista La Cuerda, que lleva más de 20 años publicándose en papel, discrepa en hablar de miedo, ya que, a su juicio, “es un sentimiento negativo opresivo que nos meten a las mujeres desde niñas y, por tanto, es algo que está enseñado”. Por ello, señala que cuando vio la campaña, le dolió “un poquito el corazón”, porque la consigna “me llama al miedo y no a luchar”. No obstante, reconoce que “por supuesto, se puede tener miedo en este país donde sabemos que nadie te va a proteger y donde los hombres están desquiciados”.

Cofiño, de 65 años, recuerda que viene de la generación en la que las mujeres “enfrentamos al Ejército en las calles y el miedo como mecanismo de protección es bueno, pero no como una forma de vida”, teniendo en cuenta que “el ejército, la iglesia y las escuelas nos meten miedo para controlarnos”. Además, recalca que el hecho de que ya se esté reconociendo “el patriarcado y la misoginia es un triunfo que ha tenido el feminismo en Guatemala”, donde las mujeres “se han dado cuenta que pueden combatir juntas el miedo. Creo que a mí no me va a tocar verlo, pero este país tiene que cambiar algún día”, concluye.

“No necesitamos ser valientes, sino libres”​

La propia fiscal de sección de la Fiscalía de la Mujer del MP, Blanca Yolanda Sandoval, arremetió contra la campaña al considerar que “no es válido transmitir mensajes como los que andan circulando en algunas redes sociales diciendo tengo miedo”, dado que, a su juicio, “no es así como se logra la justicia en este país”. Horas más tarde, precisó que su mensaje “pretendía empoderar a las mujeres para que denuncien y no teman a sus agresores”. Por el contrario, la fiscal de sección de la Fiscalía contra el Delito de Feminicidio, Berónica de León, aseguró que “nos dicen que seamos valientes y no necesitamos ser valientes, sino libres” y, por ello, desde que se puso en marcha esta Fiscalía en 2018, “se ha llevado a tribunales a las personas que han quitado la vida a niñas, adolescentes y mujeres porque merecemos vivir en una sociedad donde la mujer pueda salir sin temor”. Previamente, a nivel legislativo, Guatemala cuenta desde el 2008 con la Ley Contra el Feminicidio, para condenar a quienes dieren muerte a una mujer por su condición de mujer. Según el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), desde la aprobación de esta iniciativa, 2.315 mujeres fueron víctimas de femicidio y solo se han condenado a 597 hombres.

Sin embargo, aún no se ha aprobado una ley contra el acoso, que lo tipifique como delito, tal como denuncian las organizaciones feministas. Por ello, muchas mujeres han optado por denunciar en redes sociales el acoso que han sufrido en los últimos años e incluso han publicado las fotos de los hombres a quienes acusan de esos hechos. Las últimas que lo hicieron fueron varias estudiantes de la Universidad privada Rafael Landívar que, tras señalar a dos catedráticos de acoso sexual, estos fueron apartados temporalmente hasta que concluya una investigación iniciada por el centro jesuita de estudios. En el 2019, la Universidad Pública de Guatemala publicó un estudio, con el apoyo de ONU Mujeres, sobre la situación del acoso sexual, que reveló que el 30% de los casos es cometido por los profesores. Asimismo, en el 2015, se creó el Observatorio Contra el Acoso Callejero, que realizó un mapeo de los lugares donde las mujeres sufren estas prácticas vejatorias.

Guatemala sigue sin contar con una ley contra el acoso que lo tipifique como un delito, tal como reclaman organizaciones feministas

La defensora de la Mujer de la Procuraduría de los Derechos Humanos, Dorotea Gómez, recuerda que muchas mujeres han optado por denunciar anónimamente a sus agresores porque “no han visto respuestas efectivas en el MP y cuando las denuncias son por violencia sexual o acoso han visto muy pocos avances”. Por ello, asevera que estas manifestaciones en los espacios públicos en las que colocan fotos de hombres reflejan el “hartazgo de las mujeres respecto a la incapacidad de las instituciones de justicia de dar respuestas efectivas a esta problemática que les afecta de manera grave cotidianamente”. “La justicia es lenta y como ejemplo, entrevistamos a una mujer que nos dijo que había puesto una denuncia por violencia física y psicológica en la Fiscalía en el 2017 y no fue hasta el año pasado cuando tenía la primera audiencia para conocer su caso en un Juzgado de Feminicidio”, critica. Así, apunta que, durante el pasado año, solo el 36% de los casos de violencia contra la mujer fue encausado en alguna instancia de justicia, lo que significa que el 64% no está siendo todavía conocido por órganos competentes. Por otra parte, Gómez no está de acuerdo en tener miedo, aunque recuerda que, en Guatemala, “es un riesgo ser mujer, porque no se tienen garantizadas las condiciones necesarias para poder vivir una vida libre de violencia”.

En un país donde desde el 2018 se está debatiendo en el Congreso una ley para crear un Ministerio de la Mujer, la Fiscalía puso en marcha el pasado 8 de marzo el Modelo de Atención Integral para las Mujeres Víctimas de Violencia, donde se da un acompañamiento integral a las víctimas de la violencia machista en un momento en el que, según Dorotea Gómez, los hombres actúan con “mayor impunidad y saña contra ellas” aprovechando el confinamiento que ha habido por el coronavirus.

Esta violencia que no cesa fue denunciada por una mujer que portaba un cartel que rezaba “Quiero vivir, no sobrevivir”, durante la marcha del 7 de marzo en Ciudad de Guatemala, donde hubo un grito unánime: “¡Nos tienen miedo porque no tenemos miedo!”. Tal como canta la rapera guatemalteca Rebeca Lane: “En pie de lucha porque vivas nos queremos, no tenemos miedo, no queremos a ni una menos”.

 

Las guatemaltecas combaten con denuncias públicas su miedo a la violencia machista​


Las mujeres de Guatemala inician la campaña #TengoMiedo ante el flagelo de la violencia machista: en lo que va de año se han denunciado 159 asesinatos​


Asier Vera Santamaría

Ciudad de Guatemala 27 ABR 2021 - 12:58 ART


  • Manifestación en Ciudad de Guatemala el 7 de marzo, bajo el lema ‘Vivas nos queremos’, para denunciar lo peligroso que es ser mujer en este país centroamericano, donde hasta febrero han asesinado a 117 féminas.
    1Manifestación en Ciudad de Guatemala el 7 de marzo, bajo el lema ‘Vivas nos queremos’, para denunciar lo peligroso que es ser mujer en este país centroamericano, donde hasta febrero han asesinado a 117 féminas.
  • Guatemala contabilizó solo en el 2020 un total de 457 femicidios, según datos de la Fiscalía, que revelan que durante ese año, se recibieron 43.482 denuncias por violencia contra la mujer.
    2Guatemala contabilizó solo en el 2020 un total de 457 femicidios, según datos de la Fiscalía, que revelan que durante ese año, se recibieron 43.482 denuncias por violencia contra la mujer.
  • A comienzos de este año, se puso en marcha en redes sociales de Guatemala la campaña #TengoMiedo, mediante la cual las mujeres mostraron su temor a ser víctimas de violencia machista, a raíz de varios casos de asesinatos que también afectaron a niñas.
    3A comienzos de este año, se puso en marcha en redes sociales de Guatemala la campaña #TengoMiedo, mediante la cual las mujeres mostraron su temor a ser víctimas de violencia machista, a raíz de varios casos de asesinatos que también afectaron a niñas.

  • Durante el 2020, 1.915 niñas de entre 10 y 14 años quedaron embarazadas en Guatemala, según datos del Ministerio de Salud y Asistencia Social. ‘Las niñas no se tocan, no se violan, no se queman, no se matan’, es uno de los lemas más coreados en las manifestaciones de mujeres.
    4Durante el 2020, 1.915 niñas de entre 10 y 14 años quedaron embarazadas en Guatemala, según datos del Ministerio de Salud y Asistencia Social. ‘Las niñas no se tocan, no se violan, no se queman, no se matan’, es uno de los lemas más coreados en las manifestaciones de mujeres.
  • Guatemala cuenta desde el 2008 con la Ley Contra el Femicidio para condenar a quienes matan a una mujer por su condición de mujer, si bien aún carece de una ley que tipifique como delito el acoso sexual.
    5Guatemala cuenta desde el 2008 con la Ley Contra el Femicidio para condenar a quienes matan a una mujer por su condición de mujer, si bien aún carece de una ley que tipifique como delito el acoso sexual.
  • La Fiscalía puso en marcha el pasado 8 de marzo el Modelo de Atención Integral para las Mujeres Víctimas de la Violencia Machista en un momento en el que, según la Defensora de la Mujer, los hombres actúan con “mayor impunidad y saña contra ellas”.
    6La Fiscalía puso en marcha el pasado 8 de marzo el Modelo de Atención Integral para las Mujeres Víctimas de la Violencia Machista en un momento en el que, según la Defensora de la Mujer, los hombres actúan con “mayor impunidad y saña contra ellas”.

  • Durante la marcha del 7 de marzo, algunas mujeres pintaron las paredes y el suelo de la principal avenida peatonal de la capital de Guatemala para denunciar las agresiones y acoso que sufren y reivindicar el aborto legal, prohibido en este país.
    7Durante la marcha del 7 de marzo, algunas mujeres pintaron las paredes y el suelo de la principal avenida peatonal de la capital de Guatemala para denunciar las agresiones y acoso que sufren y reivindicar el aborto legal, prohibido en este país.
  • A mí me violó un sacerdote y ¿quién me defendió? Nadie, respondió una joven a una mujer que le recriminaba que hiciera pintadas en la pared de una iglesia en Ciudad de Guatemala durante la marcha del 7 de marzo, en las que se leía ‘Violadores, aborto legal, estado laico’.
    8"A mí me violó un sacerdote y ¿quién me defendió? Nadie", respondió una joven a una mujer que le recriminaba que hiciera pintadas en la pared de una iglesia en Ciudad de Guatemala durante la marcha del 7 de marzo, en las que se leía ‘Violadores, aborto legal, estado laico’.
  • Esmeralda Arellanos muestra una foto de su hija, Keila Rebeca López, una de las 41 niñas que falleció en el incendio del Hogar Seguro de Guatemala el 8 de marzo de 2017, donde también resultaron heridas graves otras 15.
    9Esmeralda Arellanos muestra una foto de su hija, Keila Rebeca López, una de las 41 niñas que falleció en el incendio del Hogar Seguro de Guatemala el 8 de marzo de 2017, donde también resultaron heridas graves otras 15.

  • Tras la campaña #TengoMiedo iniciada a comienzos de este año en Guatemala, muchas mujeres reivindicaron también su derecho a salir sin temor a las calles, pese a la violencia y las agresiones sexuales (18 violaciones diarias, según la Fiscalía) que sufren cada día.
    10Tras la campaña #TengoMiedo iniciada a comienzos de este año en Guatemala, muchas mujeres reivindicaron también su derecho a salir sin temor a las calles, pese a la violencia y las agresiones sexuales (18 violaciones diarias, según la Fiscalía) que sufren cada día.
 
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  • Guatemala contabiliza, según la Secretaria de la Mujer del Ministerio Público, cinco desapariciones diarias de mujeres desde el inicio de 2021, una más que el pasado año. Para agilizar su búsqueda, se creó en 2018 la Alerta Isabel-Claudina y en los tres primeros meses del año, ya han desaparecido 350.
    11Guatemala contabiliza, según la Secretaria de la Mujer del Ministerio Público, cinco desapariciones diarias de mujeres desde el inicio de 2021, una más que el pasado año. Para agilizar su búsqueda, se creó en 2018 la Alerta Isabel-Claudina y en los tres primeros meses del año, ya han desaparecido 350.
  • La Defensora de la Mujer de la Procuraduría de Derechos Humanos manifiesta que no está de acuerdo en tener miedo, aunque recuerda que, en Guatemala, “es un riesgo ser mujer, porque no se tienen garantizadas las condiciones necesarias para poder vivir una vida libre de violencia”.
    12La Defensora de la Mujer de la Procuraduría de Derechos Humanos manifiesta que no está de acuerdo en tener miedo, aunque recuerda que, en Guatemala, “es un riesgo ser mujer, porque no se tienen garantizadas las condiciones necesarias para poder vivir una vida libre de violencia”.


  • Uno de los casos que sigue sin justicia en Guatemala es el de la muerte de 41 niñas y las heridas graves a otras 15 en el incendio de un hogar de protección y abrigo a cargo del estado, ocurrido el 8 de marzo de 2017. Las familias acuden cada aniversario de la tragedia al edificio que albergó el Hogar Seguro para recordarlas y exigir justicia.
    13Uno de los casos que sigue sin justicia en Guatemala es el de la muerte de 41 niñas y las heridas graves a otras 15 en el incendio de un hogar de protección y abrigo a cargo del estado, ocurrido el 8 de marzo de 2017. Las familias acuden cada aniversario de la tragedia al edificio que albergó el Hogar Seguro para recordarlas y exigir justicia.
  • Keyla Garrido, de 19 años, confiesa durante la marcha del 7 de marzo en Ciudad de Guatemala: “Todos los días temo por mi vida”. Y recuerda que es “peligroso ser mujer en este país porque una sale a la tienda y no sabe si va a volver a casa”.
    14Keyla Garrido, de 19 años, confiesa durante la marcha del 7 de marzo en Ciudad de Guatemala: “Todos los días temo por mi vida”. Y recuerda que es “peligroso ser mujer en este país porque una sale a la tienda y no sabe si va a volver a casa”.
  • Uno de los lemas más coreados en la manifestación del 7 de marzo en Ciudad de Guatemala, previa al Día Internacional de la Mujer, fue ¡nos tienen miedo porque no tenemos miedo!.
    15Uno de los lemas más coreados en la manifestación del 7 de marzo en Ciudad de Guatemala, previa al Día Internacional de la Mujer, fue "¡nos tienen miedo porque no tenemos miedo!".

 
Trata de mujeres

Esta mujer lucha por salvar el prostíbulo más antiguo de Bangladés

Vendida a los 12 años y explotada sexualmente, Monawara Begum hizo de la desgracia virtud y decidió luchar para mejorar las condiciones de vida de otras mujeres y niñas prostituidas. Una visita en tiempos de pandemia a Kandapara, uno de los peores ‘pueblos burdel’ de Asia​


Monowara Begum reza en una pequeña habitación del burdel de Kandapara, en Tangail.
Monowara Begum reza en una pequeña habitación del burdel de Kandapara, en Tangail.Mahmud Hossain Opu

Corinne Redfern y Ali Ahsan
Dacca (Bangladés) - 30 abr 2021 - 6:27 ART


La luz todavía es tenue cuando Monawara Begum se calza las sandalias y empieza su ronda matutina. Con un ligero resoplido, esta mujer de 44 años recorre los callejones frunciendo el ceño mientras intenta distinguir sonidos que indiquen problemas procedentes de los edificios de chapa ondulada y bloques de hormigón. Un riachuelo pestilente de aguas residuales y preservativos usados corre entre las precarias construcciones. Begum sacude varias veces la muñeca cargada de pulseras para dispersar una nube de moscas. La otra mano está tensa, lista para agarrar un palo si la situación lo exige. Su reino es la comunidad cercada de Kandapara, el prostíbulo más antiguo de Bangladés. Situado en las afueras de Tangail, una ciudad textil al noroeste de la capital, Dacca, es uno de los 11 “pueblos burdel” bangladesíes, uno de los legados más desconocidos del imperialismo británico.

En sus innumerables filas de habitaciones sin ventanas, Kandapara alberga a más de 600 mujeres y niñas. En un día normal, por sus calles pasan más de 3.000 clientes. Los niños, la mayoría nacidos en el prostíbulo, juegan al pilla-pilla en sus estrechos pasadizos corriendo junto a las paredes de color rosa brillante pintadas con enormes corazones amarillos.
Monowara (como la conocen en el burdel) llegó a Kandapara hace 30 años, cuando era una niña, víctima de la trata de mujeres. Desde entonces, armada con poco más que su ingenio, aprendió a abrirse camino a través de las intrincadas jerarquías, la crueldad y la violencia de la institución. Hoy en día es una de las mujeres más poderosas del complejo.

El año pasado necesitó usar desesperadamente su capacidad de adaptación. Cuando, en el mes de marzo 2020, la covid-19 empezó a penetrar en el país, la policía cerró a cal y canto las puertas del burdel para impedir la entrada a los clientes. Las semanas iban pasando, y muchas mujeres no tenían acceso seguro a ingresos ni a comida. En algunos casos, la pandemia ha puesto a las trabajadoras del s*x* de Kandapara al borde de la inanición.

La pérdida de clientes a corto plazo no era la única amenaza real a la que se enfrentaban las mujeres. Parte de los habitantes de la ciudad de Tangail llevaban años intentando cerrar el burdel. Begum temía que un brote de coronavirus dentro de sus muros les facilitase una munición inestimable. Ella y varios centenares de mujeres más habían sido esclavizadas en Kandapara. Aun así, el prostíbulo era también su baluarte contra la indigencia. Antes, Begum se acostaba planeando su huida. Ahora lo que no la deja dormir es la posibilidad de que Kandapara se cierre en breve para siempre.

Cuando el virus llegó al sur de Asia, Begum miraba las noticias de la noche y memorizaba los síntomas. Por la mañana, daba severas instrucciones a las chicas más jóvenes para que estuvieran atentas a la tos y a los signos de gripe, y se lavasen las manos mucho rato. No decía que tenía miedo de morir, que le preocupaba que nadie la abrazase o se despidiera de ella como es debido. La vida le había enseñado una cosa: una mujer jamás debe mostrar debilidad.
Cuando era niña, Begum pensaba que podía superar los peligros. Creció en una familia de agricultores en la lenta y húmeda ciudad comercial de Sajipur, y aprendió rápidamente el Corán de memoria. Era más rápida que sus amigos en el patio del colegio y más ágil trepando a los árboles. Su madre también tenía una vena juguetona. A veces despertaba a Monowara y a su hermana en plena noche y les daba dulces recién salidos del fuego: pakora de banana, shemai, pitha y chitoi pitha horneados, fritos o hervidos en leche, jaggery (una especie de panela) y especias.

En un día normal pasan por el prostíbulo más de 3.000 clientes

Cuando Begum tenía 11 años, su madre murió al dar a luz, y ella juró que no volvería a comer dulces nunca más. El bebé no sobrevivió, y el padre también murió a los seis meses. Begum y su hermana se convirtieron en propiedad compartida de sus siete tíos. Sus nuevos tutores le decían que era perezosa y difícil, que no había secado bien la Paj* ni barrido bien el suelo.
Begum nunca había sido una niña “modosa”, como decía su madre mientras le peinaba el cabello negro con aceite de coco. Cuando uno de sus tíos cogió el palo del ganado y la amenazó con él, ella salió corriendo por los verdes campos de yute hasta que no fue más que un puntito a lo lejos. Cuando otro la mandó a la cama sin comer durante tres días, ella se deslizó en la casa de un vecino y se dio un festín con su árbol de yaca. Escarbaba con las uñas bajo la corteza dura cubierta de púas y sacaba puñados de carne antes de envolver las semillas en una hoja de banana y enterrarlas profundamente en la tierra.

En 1988, poco después de cumplir 12 años, uno de sus tíos la casó con un hombre de más de 30. Su nuevo marido la violaba a menudo. Cuando invitó a sus amigos a hacer lo mismo, ella huyó a casa de su tío materno. Pero tampoco allí estuvo a salvo, ya que él también intentó violarla.
Begum pensó en los rumores que había oído sobre un pueblo cerca de Tangail, a una hora de distancia, donde las mujeres y las niñas vivían solas. Los hombres solo las visitaban para pagarles, decía la gente, pero ella no estaba segura de por qué. Lo que fuera que ocurriera allí tenía que ser mejor que su situación, pensó. A las tres de la madrugada, mientras su tío y su tía dormían, la pequeña atravesó sigilosamente la cabaña de barro con el sari de boda de su madre en los brazos. Una vez fuera, a la luz de la luna, se enrolló la seda roja bordada alrededor de la cintura plegando y recogiendo la tela para intentar que no arrastrase por el suelo.

La trabajadora del sexo Sewali (izquierda) charla con un cliente en su habitación del burdel de Kandapara, en Tangail.
La trabajadora del s*x* Sewali (izquierda) charla con un cliente en su habitación del burdel de Kandapara, en Tangail. Mahmud Hossain Opu

Una calle junto al burdel de Kandapara, en Tangail.
Una calle junto al burdel de Kandapara, en Tangail. Mahmud Hossain Opu

Ropa tendida dentro del recinto del burdel de Kandapara, en Tangail.
Ropa tendida dentro del recinto del burdel de Kandapara, en Tangail. Mahmud Hossain Opu

Lo último que le dijo su madre antes de morir fue que intentara ser amable. Begum esperaba poder acordarse de cómo comportarse cuando estuviera en aquel pueblo, no ser grosera o defraudar a su madre. Se levantó la falda y corrió hacia el mercado local. No tenía dinero cuando se marchó de casa de su tío, pero se encontró con un conductor de autobús que había conocido a su padre y accedió a no cobrarle el billete. Cuando bajó del autobús en la ciudad de Tangail, no sabía a dónde ir. Un vendedor de té la vio junto a su puesto y se ofreció a ayudarla a encontrar trabajo como criada, pero al cabo de unos meses su nuevo jefe también intentó casarla. A sus 12 años, huyó por tercera vez en un año.

De vuelta a las calles de Tangail, Begum describió el pueblo de las mujeres a un conductor de rickshaw (bicitaxi) y le rogó que la llevase allí. Él la condujo a través de la ciudad hasta que llegaron a un grupo de chozas que se levantaban sobre un barro pegajoso que llegaba hasta los tobillos. El conductor llamó a una mujer bajita que estaba sentada debajo de una ceiba delante del conjunto. La mujer cruzó la calle descalza, haciendo señas a Begum para que bajara.
La pequeña sintió que se sonrojaba: le había llegado la menstruación, y notaba cómo la sangre empapaba el asiento de cuero. La mujer sonrió y trajo agua para limpiarlo. Le dijo que se llamaba Sufia, y que podía quedarse y dormir en su cama. Luego acompañó a la niña al interior del recinto a través de una valla de alambre de espino.

Los tres primeros días que Begum pasó con Sufia transcurrieron en una nebulosa de ratos durmiendo agotada, tentempiés y té. De vez en cuando, de camino a la bomba de agua que había al final de un callejón, veía a niñas que parecían de su edad llevando a hombres a sus habitaciones. Cuando les preguntó por qué, las niñas se rieron y le dijeron que pronto ella haría lo mismo. Begum sabía que algo pasaba, pero no pudo averiguar qué era.

Al cuarto día, Sufia la despertó con un golpecito. “Uno de mis hermanos ha venido a verte”, le dijo. “Recíbelo y habla con él”. Begum negó con la cabeza. El hombre que estaba en la puerta parecía aún más viejo que el marido del que había huido. Sufia no cedió. “Puede que este hombre sea viejo, pero el dinero no tiene edad”, zanjó. Más tarde, llorosa y dolorida, Begum le pidió a Sufia sus honorarios. La mujer le respondió que el dinero ya se había gastado en pagar el alquiler.

Conmocionada por la agresión y la traición de Sufia, Begum pidió ayuda a uno de los policías uniformados que patrullaban el prostíbulo. Le contó que un hombre la había violado y que Sufia no le permitía volver a casa. El agente accedió a interrogar a Sufia, que inmediatamente le ofreció un trato: él también podía violar a la niña sin coste. “Una vez que estás aquí, no hay vuelta atrás”, le advirtió el policía cuando ella le rogó que parase. “Tienes que hacer lo mismo que hacen las demás”.
La vida le había enseñado algo a Begum: una mujer nunca debe mostrar debilidad
Begum no quería hacer lo que hacían las demás. Al cabo de unas semanas, una mañana lavó el sari de boda de su madre y lo puso a secar al sol. Cuando volvió por la tarde a recogerlo, había desaparecido.

Después de eso, tuvo que huir. Justo antes del amanecer, se escabulló por entre la alambrada de espinos que rodeaba Kandapara y corrió por las calles oscuras hasta llegar al mercado central de Tangail. Allí se acurrucó detrás de un saco de arroz y buscó a alguien a quien pedir ayuda.

Un tendero la reconoció del prostíbulo y mandó a un chico corriendo a despertar a Sufia, que acudió con cara de furia. La mujer arrastró a Begum de vuelta hasta el burdel seguida por una multitud de espectadores atraídos por los gritos de aquella niña de 12 años. Begum aulló hasta que le dolió la garganta. “Te estás portando como una loca”, le recriminaba Sufia. Otra mujer amenazó con pegarle hasta que se callase. La encerraron en una habitación y montaron guardia. Los clientes iban y venían, pero ella no podía salir.

El complejo de abuso infantil a escala industrial en el que Begum se había metido llevaba funcionando unos 200 años. Aunque se desconoce la fecha exacta de su creación, Kandapara es un producto del Imperio británico. El prostíbulo se levanta a orillas del río Louhajang, un afluente del Brahmaputra, mucho mayor y una de las grandes arterias del comercio imperial. Kandapara era uno de los pueblos-burdel que se desarrollaron a lo largo del curso del gran río, que corre desde el Himalaya hasta el golfo de Bengala. Otros prostíbulos, como el de Daulatdia, al oeste, se instalaron a lo largo de las vías férreas construidas también durante la época imperial.

Los británicos transformaron la prostit*ción en el sur de Asia al trasladar a las trabajadoras sexuales a enclaves como Kandapara y establecer barrios de burdeles en las ciudades. En el siglo XIX, las enfermedades venéreas proliferaban entre los regimientos de ultramar, y el Gobierno de Londres se desesperaba por mantenerlas bajo control. A pesar de las pruebas de que los soldados contagiaban a las mujeres locales, y no al revés, en todo el Imperio los administradores segregaron a las trabajadoras sexuales, confinándolas en casas y complejos donde pudieran tenerlas vigiladas para detectar indicios de infección.

Los británicos transformaron la prostit*ción en el sur de Asia al trasladar a las trabajadoras sexuales a enclaves como Kandapara y establecer barrios de burdeles en las ciudades

Los prostíbulos siguieron funcionando después de que los británicos abandonasen el subcontinente en 1947. Prestaban servicio a los clientes locales y proporcionaban lucrativos ingresos a los propietarios. En teoría, la independencia de Bangladés de Pakistán en 1971 abrió un nuevo capítulo para instituciones como Kandapara. El joven país tenía una visión relativamente liberal de la prostit*ción, y la profesión fue declarada formalmente legal en 2000. Un artículo de la Constitución de Bangladés también establecía que el Estado se “esforzaría por impedir” el negocio, una ambigüedad que persigue a las trabajadoras del s*x* bangladesíes hasta el día de hoy. Su profesión se tolera, pero sus derechos no se defienden como se debería, y las mujeres solo disponen de una protección legal limitada. Los funcionales locales están obligados legalmente a certificar que todas las que trabajan en un prostíbulo son mayores de 18 años, pero varias organizaciones sin ánimo de lucro han informado de que muchas de las chicas son menores de 15 años.

La trabajadora sexual Munni fuma un cigarrillo fuera de su habitación antes de atender a un cliente en el burdel de Kandapara, en Tangail.
La trabajadora sexual Munni fuma un cigarrillo fuera de su habitación antes de atender a un cliente en el burdel de Kandapara, en Tangail. Mahmud Hossain Opu

Una trabajadora sexual para su tiempo libre con su babu (novio) delante de su habitación del burdel de Kandapara, en Tangail.
Una trabajadora sexual para su tiempo libre con su babu (novio) delante de su habitación del burdel de Kandapara, en Tangail. Mahmud Hossain Opu

El calzado de una trabajadora sexual y su cliente mientras ambos pasan un rato en la habitación de ella. Burdel de Kandapara, en Tangail. (Mahmud Hossain Opu)
El calzado de una trabajadora sexual y su cliente mientras ambos pasan un rato en la habitación de ella. Burdel de Kandapara, en Tangail. (Mahmud Hossain Opu)Mahmud Hossain Opu

En 1998, cuando llegó Begum, Kandapara se había convertido casi en un núcleo urbano con alrededor de 50 establecimientos. Las casas-dormitorio estaban construidas en parcelas de propietarios privados de la ciudad o de madamas más ricas, conocidas como sardernis en bengalí. La mayoría de estas sardernis obtenían sus ganancias no de vender s*x*, sino de comprar jóvenes y menores de edad para que trabajaran para ellas. Las chicas se endeudaban con la madam hasta que habían reembolsado la suma pagada por ellas. Algunas sardernis tenian 10 o 12 chicas a la vez, y utilizaban los ingresos para construir más casas en el prostíbulo y aumentar su influencia. Incluso cuando las víctimas del tráfico habían saldado su deuda, a menudo tenían que pagar un alquiler a sus explotadoras.

Cada amanecer, centenares de hombres llegaban a Kandapara: conductores de autobús, policías, maestros, ingenieros y chicos de camino a la escuela. Hacían cola delante de las habitaciones de las chicas mientras se desabrochaban la camisa para ganar tiempo. Cuando terminaban, salían a toda prisa con las sandalias en la mano.

Con 12 años, Begum entró en el escalón más bajo del complejo sistema económico del prostíbulo. En un día recibía de media a cinco hombres, uno detrás de otro, hasta el anochecer, cuando empapaba una tela en agua caliente y se la ponía en el cuerpo para intentar aliviar el dolor. A veces, por lo general mientras se vestía, algún cliente le preguntaba su edad. Cuando se la decía, él solía echarse a llorar.

Después de ocho meses como chica de Sufia, Begum volvió a intentar liberarse. Encontró a otro policía y le pidió algo más realista. Le dijo que quería quedarse en el prostíbulo, pero trabajar para ella misma. El policía decidió ayudarla, y ordenó a uno de los propietarios que alquilase a la niña una habitación en el otro lado del complejo. Aunque Begum seguía teniendo que pagar un alquiler, en teoría ahora podía decidir cómo ganar el dinero, con quién tener relaciones sexuales, y cuánto cobrar por ello.

Su marido la violaba a menudo. Luego invitó a sus amigos a hacer lo mismo

Begum no sabía qué había empujado al policía a intervenir. Quizá el hecho de que se hubiera presentado en Kandapara por su propia voluntad, pensó. Como Sufia no la había comprado, no había adquirido ninguna deuda. El prostíbulo era un lugar sin ley en muchos sentidos y, sin embargo, funcionaba de acuerdo con una serie de normas no escritas. Que Sufia se quedara con ella supondría infringir el código.

A lo largo de los siguientes cinco años, Begum aprendió a vivir con distancia su experiencia con los hombres, a los que trataba como si fuesen ruido de fondo. De vez en cuando disfrutaba del contacto físico; la mayor parte de las veces sentía aburrimiento o repugnancia. También empezó a hacer amigas. Cuando un cliente le llevó un reproductor de casetes y una colección de cintas, otras chicas del burdel se apiñaban en su pequeña habitación para cantar a coro. Se reían las unas de las otras y bromeaban con que Begum parecía un chico, ya que a los 15 años todavía era delgada como un palillo y llevaba el pelo corto. Los fines de semana, ella y sus nuevas amigas paseaban por Tangail y veían películas en el cine. El argumento siempre era el mismo: una chica estaba en peligro por culpa de unos malvados villanos, hasta que, al final, un hombre apuesto y generoso intervenía y la salvaba.

Begum empezó a pensar en su futuro. Veía dos posibles caminos para salir de la prostit*ción. El primero era ahorrar lo que ganaba y comprar ella a una adolescente víctima de la trata. Algunas sardernis tenían poco más de 20 años, no eran mucho mayores que ella, y tenían dos o tres chicas encerradas en pequeñas habitaciones. Sus amigas intentaron que se interesase por la trata, pero ella sentía que no podía hacerle a otra niña lo que Sufia le había hecho a ella. Las sardernis se encogían de hombros: “O compras, o te compran”, le decían.

La otra posible vía era que un cliente se convirtiera en su novio o en su marido. Los hombres solían susurrar esa clase de promesas cuando se abrochaban el cinturón, y muchas amigas de Begum se tragaban sus cuchicheos, garabateaban sus nombres y números de teléfono con pintalabios en las paredes de la habitación, y arrancaban fotos de saris de boda de las revistas. Cuando el joyero local hacía su ronda con la vitrina de cristal bajo el brazo, las chicas se agolpaban a su alrededor y señalaban los brazaletes que llevarían el día de su boda. Insistían en que estaban a punto de marcharse, que solo faltaban unos meses para que abandonasen el burdel.

A Begum no le gustaba tanto soñar despierta. Las películas estaban muy bien, pensaba, pero el matrimonio siempre acababa en violencia o violación

A Begum no le gustaba tanto soñar despierta. Las películas estaban muy bien, pensaba, pero el matrimonio siempre acababa en violencia o violación. Por las tardes, cuando los hombres habían vuelto a sus oficinas y las calles de Kandapara estaban tranquilas, la joven se sentaba a escuchar a las ancianas del burdel, antiguas trabajadoras sexuales de 50 y 60 años que ahora sobrevivían gracias a la generosidad de mujeres más jóvenes. Ellas le enseñaron a cocinar y a cuidar de su salud. Aunque no le seducía la idea de convertirse en una de ellas, parecía la opción menos mala.

El rito de iniciación para los adolescentes: las prost*tutas​

Cuando un adolescente de Tangail consigue su primer trabajo, sus compañeros hombres de más edad suelen ofrecerse a guiarlo a través de un rito de iniciación: una noche de copas en Kandapara seguida de la pérdida de su virginidad. Cuando el muchacho sale tambaleándose de la habitación, sus amigos lo reciben con un sonoro aplauso. Entonces ya forma parte de la multitudinaria y plurigeneracional clientela de Kandapara, formada por los miles de hombres que cruzan a diario las puertas del prostíbulo.

Aunque los destinos de Kandapara y Tangail están íntimamente unidos, la relación entre ambas es tensa. El dinero se filtra a través de Kandapara y vuelve a la economía de Tangail. Las mujeres de las familias más pobres de la ciudad trabajan en el prostíbulo como cocineras y limpiadoras. Los ingresos medios mensuales de una trabajadora sexual son de unos 30.000 takas, el equivalente a alrededor de 300 euros y aproximadamente cinco veces más de lo que gana una limpiadora. Los funcionarios de la administración local son visitantes asiduos. A pesar de ello, los habitantes de la ciudad ven a Kandapara con desagrado, y está prohibido que las trabajadoras sexuales sean enterradas en los cementerios públicos.

La trabajadora sexual Sewali se peina en su habitación del burdel de Kandapara, en Tangail. (Mahmud Hossain Opu)
La trabajadora sexual Sewali se peina en su habitación del burdel de Kandapara, en Tangail. (Mahmud Hossain Opu)Mahmud Hossain Opu
 
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La trabajadora sexual Kulsum juega con su gato en el burdel de Kandapara de Tangail.
La trabajadora sexual Kulsum juega con su gato en el burdel de Kandapara de Tangail. Mahmud Hossain Opu

Bangladés es mayoritariamente musulmán, con una importante minoría hindú, y se fundó sobre unos principios laicos. A lo largo de los últimos 50 años, las voces religiosas conservadoras se han hecho oír con más fuerza. Las autoridades municipales y los grupos religiosos de otras zonas del país consiguieron cerrar varios prostíbulos en la década de 1990, y Kandapara también se enfrentó a peticiones de clausura.

Durante mucho tiempo, las habitantes del complejo estaban obligadas a identificarse en público como trabajadoras sexuales cuando iban a Tangail. Tenían prohibido llevar salwar kameez (el conjunto tradicional de camisa larga y pantalón), y tenían que plegar el sari para que se les viese la enagua, de manera que se señalasen a sí mismas como mujeres del burdel. Lo más humillante de todo era que no se les permitía llevar zapatos. La sarderni más veterana del prostíbulo colaboraba con la policía para que multase a cualquier mujer que infringía el código de vestimenta fuera de las puertas de Kandapara.

A medida que Begum se acercaba a los 20 años, crecía su resentimiento por el desprecio con que la trataban. Odiaba las normas sobre la forma de vestir y la manera en que la gente la miraba. Las mujeres agarraban a sus maridos cuando ella se dirigía al mercado, y los tenderos le hacían comentarios groseros. La vergüenza era insidiosa, muchas mujeres caían en la depresión, y las autolesiones estaban a la orden del día. Begum solía ver a grupos de mujeres y niñas rezando en el principal santuario hindú del prostíbulo, pidiendo perdón. Algunas no querían salir nunca del burdel.

Begum no era la única que aborrecía las reglas. Hashi y Alo (un pseudónimo) habían llegado a Kandapara siendo niñas, víctimas de la trata. Hashi tenía 15 años más que Begum, y para entonces se había convertido en una sarderni que controlaba a varias niñas, incluida su hermana menor. Las tres mujeres no eran exactamente amigas, pero se unieron en 1996, cuando una organización sin ánimo de lucro llamada CARE Bangladesh, dedicada a fomentar una mejor salud sexual entre las trabajadoras del prostíbulo, organizó un curso fuera del recinto. Las mujeres querían ir elegantes, y las tres se pusieron zapatos.

El complejo de abuso infantil a escala industrial en el que Begum se había metido llevaba funcionando unos 200 años

Cuando volvieron, la sarderni principal del burdel las estaba esperando. Vio los zapatos e inmediatamente les puso una multa. Ellas se pusieron furiosas, y Alo se negó a pagar. Las tres mujeres empezaron a animar a otras a oponerse a las normas. Decenas de trabajadoras sexuales respondieron al llamamiento y empezaron a salir del recinto con zapatos y salwar kameez, la túnica tradicional del país.

La policía respondió al instante: les quitó los zapatos por la fuerza y las tiró al suelo. Detuvieron brevemente a Alo. Corrían rumores de que la sarderni más veterana del burdel ofrecía una recompensa por cada una de las promotoras de la protesta. Begum estuvo escondida unos días en la casa de un vecino.

Las mujeres se dirigieron a un médico de CEDA Bangladesh en busca de consejo. El médico organizó una reunión con el comisario de la policía local, el cual, para sorpresa de Begum, pareció más interesado en escucharlas que en reprenderlas. La noche siguiente, convocó otra reunión en el santuario central del prostíbulo y anunció que las ocupantes de Kandapara podrían vestirse como quisieran cuando fueran a Tangail.

Begum se sintió embriagada por el sentimiento de victoria. Un año después, CEDA se ofreció a pagar a 25 mujeres de Kandapara un vuelo a India para asistir a un congreso sobre los derechos de las trabajadoras sexuales. En Calcuta, la joven se quedó asombrada al ver que todo el mundo vestía igual; era imposible distinguir quiénes eran trabajadoras del s*x* y quiénes funcionarias del Gobierno. Allí conoció a las miembros de Durbar, una cooperativa de más de 30.000 trabajadoras sexuales indias que la convencieron de que merecía algo más que zapatos. El mundo de Begum cambió profundamente cuando se dio cuenta de que no era occhut, una intocable.

En el avión de vuelta a casa, Monowara, Hashi y Alo se gritaban ideas a través del pasillo. Decidieron crear una organización para velar por los intereses de las trabajadoras del s*x* de Kandapara. La llamaron Nari Mukti Sangha (liberación de las mujeres). En cuanto dieron a conocer sus planes, 40 compañeras se apuntaron.

Las fundadoras de Nari Mukti Sangha abrieron un despacho justo al otro lado de las paredes del burdel. Pagaron su precaria administración con donaciones antes de poner en marcha un programa de microcréditos y utilizar los intereses para pagar el alquiler de la oficina. Las escaleras que conducían a su cuartel general eran estrechas y estaban polvorientas, pero ellas pintaron la barandilla de amarillo y rosa y compraron un sofá bajo de ratán y un gran escritorio de madera. Cuando todo estuvo instalado, Begum se sentó detrás del escritorio, aplastó un cigarrillo de marihuana en el cenicero y reflexionó sobre lo que quería hacer. Tenía la esperanza de convencer al Gobierno de que construyese un refugio para las trabajadoras sexuales retiradas y un colegio para los niños nacidos en el burdel. Sobre todo, quería acabar con la práctica de comprar a niñas menores de edad.

Antes de que eso pudiese hacerse realidad, las tres mujeres tenían que consolidar su autoridad en el prostíbulo. Kandapara siempre había tenido una líder: la sarderni más rica e influyente, que tenía el peso y los recursos para sobornar al departamento de policía local. Por entonces, la sarderni jefa era una amiga de Begum, una mujer guapa y carismática llamada Aleya que seducía a los jefes de policía y a los funcionarios del Gobierno para que hicieran la vista gorda al imperio del tráfico de niñas a cambio de una parte de los beneficios. Aleya rara vez compraba y vendía niñas ella misma. No lo necesitaba. Utilizaba sus contactos y se llevaba un porcentaje de los ingresos de otras mujeres.

Tardaron años en desplazar a Aleya. En vez de enfrentarse a ella directamente, las tres mujeres crearon una estructura de poder paralela para socavar poco a poco su autoridad. Se codearon con funcionarios de Tangail y Dacca, y se dirigieron a otras organizaciones para obtener ayuda suplementaria, como preservativos y suministros médicos gratuitos. En 2002 invitaron a las habitantes del prostíbulo a votar la junta directiva de Nari Mukti Sangha. Alo se convirtió en presidenta, y Begum en secretaria.

La red clientelar de Aleya se fue debilitando, pero la sarderni jefa no aceptó tranquilamente la derrota. Begum cuenta que tenía miedo de que Aleya hiciera que la mataran a ella, a Hashi y a Alo. Al final, las fundadoras de la organización se pusieron en contacto con el comisario de policía que había apoyado sus protestas contra el código de vestimenta. Le dijeron que Aleya estaba sobornando a notarios y agentes de policía para que falsificaran documentos certificando que niñas de tan solo 11 o 12 años eran lo bastante mayores como para trabajar legalmente en el burdel.

Una trabajadora sexual entra en su habitación detrás de un cliente. Prostíbulo de Kandapara, en Tangail.
Una trabajadora sexual entra en su habitación detrás de un cliente. Prostíbulo de Kandapara, en Tangail. Mahmud Hossain Opu

Una mujer fuma marihuana con su babu (novio) en su habitación del prostíbulo de Kandapara, en Tangail.
Una mujer fuma marihuana con su babu (novio) en su habitación del prostíbulo de Kandapara, en Tangail. Mahmud Hossain Opu

Monowara Begum hace la ronda por los callejones de Kandapara, Tangail.
Monowara Begum hace la ronda por los callejones de Kandapara, Tangail.Mahmud Hossain Opu

Begum había visto con sus propios ojos cómo un policía mataba a golpes a una de las niñas de Aleya, a la que había metido una toalla en la boca para sofocar sus gritos. A raíz del suceso, el comisario envió una nueva unidad de policía al burdel. Después de aquello, Aleya no resistió mucho tiempo. En 2004, se marchó a escondidas de Kandapara. La organización para la liberación de las mujeres había ganado.

Al llegar a la treintena, Begum era una de las personalidades más destacadas del prostíbulo. Ya no trataba directamente con los clientes, sino que se llevaba una parte de los alquileres que cobraba en representación de las sardernis propietarias de parcelas. Sin embargo, descubrió que el liderazgo tiene sus límites. Cada pocas semanas, oía el sonido familiar de las ruedas de las maletas de plástico arrastradas por el suelo de losas del burdel y sentía que el estómago se le encogía. Algunas mujeres llegaban por decisión propia, a menudo huyendo del maltrato o la miseria; muchas habían sido vendidas contra su voluntad para prostituirlas.

Acabar con el tráfico ‒la práctica que la había atrapado en Kandapara‒ era más difícil de lo que ella esperaba. Bangladés estaba haciendo avances en reducir la pobreza y mejorar el acceso de las niñas a la educación, así que no había tantas menores expuestas a ser víctimas de la trata como cuando Begum llegó al prostíbulo. Con todo, había buenas oportunidades de negocio para los traficantes, conocidos como dalals, que sacaban provecho del sistema y no iba a rendirse sin pelear.

Begum veía a menudo cómo los dalals (que casi siempre eran hombres) tanteaban a las trabajadoras sexuales para averiguar qué sardernis podían estar buscando una nueva chica para comprarla. Una vez lo dirigían a una posible compradora, el dalal iniciaba una sinuosa conversación mientras tomaban un té, durante la cual la sarderni evaluaba hasta qué punto el dalal era de fiar, y este sopesaba qué precio podía pedir. Cuando llegaban a un acuerdo, la sarderni hacía un pago por adelantado al dalal. Al cabo de un par de días, este volvía, acompañado invariablemente por una adolescente adormilada y aterrorizada. Si la chica era muy joven, la sarderni le daba Oradexón, un esteroide que suele utilizarse para engordar a las vacas, con la esperanza de acelerar su desarrollo.

“Una vez que estás aquí, no hay vuelta atrás”, le dijo el policía. “Tienes que hacer lo que hacen las demás”

Cada dalal tenía su propia técnica para encontrar niñas en Bangladés. A veces, un hombre engatusaba a una chica haciéndole creer que estaba enamorado de ella, con el único fin de venderla en el prostíbulo en cuanto bajara la guardia. Otros se ponían de acuerdo con mujeres para abordar a las chicas en las paradas de autobús y las estaciones de tren, ofrecerles trabajo en una fábrica de ropa, y acabar llevándolas a Kandapara.

Si una niña acudía a Begum porque quería abandonar el prostíbulo, esta la ayudaba. La ex trabajadora sexual calcula que unas 30 niñas escaparon de Kandapara con su ayuda a lo largo de los años. Las sardernis refunfuñaban a sus espaldas. “No les gusto, es la pura verdad”, reconocía ella. Algunas sardernis intentaban congraciarse con Begum ofreciéndose a comprar a los traficantes una niña para ella. Begum las rechazaba con una sonrisa, bromeando que no entendía el negocio y que nunca sería rica.

Para cumplir sus aspiraciones de ser presidenta de la organización de mujeres, sabía que necesitaba el apoyo de las sardernis, que seguían teniendo peso en el prostíbulo. Hasta la mujer más ruidosa y grosera se callaba cuando pasaba una de ellas con el oro y la plata tintineando en muñecas y tobillos. Begum nunca las denunció al comisario de policía ni al comisionado de la ciudad, con los que hablaba varias veces por semana. Si alguien preguntaba, ella respondía que hacía tiempo que no veía ninguna chica menor de edad.

La mujer acallaba su conciencia diciéndose a sí misma que, de todas maneras, en Bangladés las mujeres y las niñas acababan siendo víctimas del maltrato y la explotación. Al menos en Kandapara existía algo parecido a una red de apoyo. Si ella llegase a estar al mando, las cosas serían diferentes, pensaba. No solo acabaría con el tráfico de mujeres, sino con la tragedia incesante del burdel. En Kandapara siempre había rivalidades y venganzas, y las mujeres mandaban a los amigos de sus novios a amedrentar a otras mujeres que las habían hecho enfadar o se habían interpuesto en su camino.

Cuando más le gustaba el prostíbulo a Begum era por las noches. Las calles se refrescaban, la mayoría de los hombres se habían marchado, y las mujeres podían relajarse y respirar

Cuando Begum creía que estaba imponiendo poco a poco algo así como un orden, la peleas
volvían a empezar: una mujer adicta a la metanfetamina pegaba a su hijo, o una chica daba a luz y alguien intentaba robarle el bebé. A veces, Begum tenía la sensación de que no tenía más remedio que coger el palo de uno de los guardas. Es por su bien, pensaba mientras hacía crujir el bambú contra la parte posterior de los muslos de una adolescente. ¿Por qué demonios no podían aprender a comportarse?

Cuando más le gustaba el prostíbulo a Begum era por las noches. Las calles se refrescaban, la mayoría de los hombres se habían marchado, y las mujeres podían relajarse y respirar. Subían el volumen de 20 equipos de sonido que competían entre sí y se arremolinaban cogidas del brazo por las callejuelas en una confusión de cabello suelto, risas y alboroto.

A ella nunca le gustó bailar. Por aquel entonces, había cumplido los 40 y solía mirar las fiestas desde un rincón de la habitación de una de las mujeres más jóvenes, envuelta en humo de marihuana y sirviéndose chupitos de aguardiente casero a temperatura ambiente. En aquellos momentos, se sentía casi como en casa. Como si tuviese algo que perder.

La trabajadora sexual Shuma prepara la comida en su habitación por la mañana temprano. Burdel de Kandapara, en Tangail.
La trabajadora sexual Shuma prepara la comida en su habitación por la mañana temprano. Burdel de Kandapara, en Tangail. Mahmud Hossain Opu

La propietaria de una tienda reparte agua fría a las mujeres del burdel de Kandapara.
La propietaria de una tienda reparte agua fría a las mujeres del burdel de Kandapara.Mahmud Hossain Opu

Tres trabajadoras sexuales esperan clientes junto al burdel de Kandapara.
Tres trabajadoras sexuales esperan clientes junto al burdel de Kandapara. Mahmud Hossain Opu

Una mañana de sábado del verano de 2014, docenas de jóvenes, encabezados por el hermano del alcalde, llegaron armados de palos y queroseno y amenazaron con quemar el burdel hasta los cimientos si sus habitantes no se marchaban en una hora. Los funcionarios de la administración decían que iban a derribarlo. Los periódicos locales informaron de que el ataque era un intento de quedarse con los terrenos del prostíbulo.

Ante la amenaza de perder su hogar, su comunidad y su medio de vida, Begum y sus amigas viajaron a Dacca a protestar. Al cabo de unos meses, el Tribunal Supremo de Bangladés permitió a las mujeres volver a Tangail y reconstruir el complejo.

La breve clausura de Kandapara puso de manifiesto la falta de opciones para sus ocupantes. Algunas amigas de Begum intentaron encontrar trabajo en la industria de la confección de Dacca, pero el estigma de la prostit*ción dificultaba conseguir o conservar un empleo en otros sectores. La mayoría acabaron ofreciendo servicios sexuales en la calle, donde estaban mucho más expuestas a la violencia.

A Begum no le cabía ninguna duda de que las trabajadoras sexuales se encontraban más seguras cuando estaban juntas. Las veteranas enseñaban a leer a las recién llegadas, y las mujeres en la veintena cocinaban para las que tenían demasiada artritis para trabajar. A veces, las mujeres aceptaban más clientes de lo habitual para pagar el alquiler de una amiga si esta no podía trabajar, por ejemplo, porque se estaba recuperando de un aborto. Si un hombre pegaba a una mujer, las sardernis llegaban corriendo con palos y piedras, se lo llevaban a rastras y se aseguraban de que no volviese.

“Compras o te compran”, le decían

A veces, Begum trataba a las mujeres más jóvenes como una madre. “La felicidad es ayudar a los demás”, entonaba mientas les peinaba el cabello con los dedos repitiendo las palabras de su madre. Cuando una mujer iba a dar a luz ‒algo que sucedía cada pocos meses‒, Begum rasgaba trapos y hervía agua para ayudar en el parto. Pocas cosas le gustaban tanto como ver la cara de un recién nacido.

A pesar de todo, la suya era una vida solitaria. Cuando llegó la pandemia a principios de 2020 y el Gobierno cerró las puertas de Kandapara, solo quedaban 10 mujeres de las que había en el burdel cuando ella llegó. Unas cuantas amigas habían conocido a hombres que habían cumplido su promesa de liberarlas; otras se habían quitado la vida, como Sahana, con su cara dulce, “hermana de día, hija de noche”. También Anu, que llevaba el pelo canoso recogido en un cuidadoso moño, igual que Begum, y que había muerto de sida en 2019. Y Shirin, que fue asesinada dos semanas antes del confinamiento del pasado marzo. Nadie sabía quién la había matado.

Hasta Alo y Hashi, con las que había fundado Nari Mukti Sangha, habían empezado a desaparecer durante semanas. Estaban comprando terrenos para empezar una nueva vida fuera del prostíbulo. Begum sentía que las estaba perdiendo. A veces le costaba saludarles con alegría cuando volvían de un viaje.

Por supuesto, la marcha de Alo de Kandapara podía tener su lado bueno. Después de 18 años, Begum no era más que la secretaria de Mari Mukti Sangh, y Alo seguía siendo la presidenta de la organización. Se suponía que había que celebrar elecciones cada dos años, pero Alo no se había molestado en organizarlas desde 2013.

Las chicas del burdel ya llamaban a Begum Netri (líder), y ella quería que se confirmase su autoridad. Ella era la persona a la que acudían las mujeres en busca de ayuda. Ella fue la que cruzó Tangail en rickshaw en plena pandemia para pedir al comisionado de la ciudad apoyo para Kandapara. Ella negoció una entrega de 10 kilos de arroz por persona al principio del brote, así como una pequeña reducción del alquiler.

Si alguien preguntaba, Begum respondía que hacía tiempo que no veía ninguna chica menor de edad

En junio del año pasado, las mujeres llamaban a la puerta de Begum a todas horas. El arroz se
había acabado, y el burdel confinado estaba empezando a hervir de impaciencia. Las primeras en estallar fueron Hashi, la otra miembro del trío fundador de Nari Mukti Sangha, y su hermana pequeña, que robaron un juego de llaves a un guarda de seguridad y abrieron a la fuerza una de las puertas del prostíbulo. Begum le gritó que no lo hiciera, y las mujeres se pelearon delante de una multitud de espectadores. Al final las separaron, pero Hashi y su hermana ganaron: en contra de las recomendaciones del Gobierno, las puertas quedaron abiertas y los clientes empezaron a dejarse caer por allí. Begum no sabía qué hacer.

Las estaciones pasaban, el aire estaba cargado de humedad. Al final del día, Begum se descalzaba sus sandalias de cuero. No paraba de toser, y le preocupaba si sobreviviría a los próximos meses. Algunas noches rezaba pidiendo perdón. Otras veces pensaba en su pasado: los dulces recién sacados del fuego que comía cuando era niña; la sangre que empapaba el asiento de un rickshaw; un sari de boda robado de la cuerda de tender. En su vida tantas cosas habían salido mal que pensaba que era culpa suya. “El valor sale de los pies y sube a la cabeza”, decía Hashi los días malos. “No hay más que seguir adelante”.

A veces se imaginaba otra vida. ¿Le estaría permitido a una mujer de 44 años volver a Sajipur y cultivar arroz y trigo sin un hombre? Se preguntaba cómo sería su familia si se hubiese quedado con su marido y hubiese tenido hijos. Quizá hubiera sido mejor que estar sola. Entonces recordaba al hombre con el que la habían obligado a casarse, sus puños violentos, y se reía. Qué suerte tenía de ser libre.

Este artículo se ha realizado en el marco de la asociación entre la revista 1843 de The Economist y The Fuller Project. Puede leer la versión original en este enlace.

 

La líder de la UE dice que el incidente del asiento fue señal de un sexismo perdurable

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, preguntó tras el incidente en el que se quedó de pie durante una cumbre en Turquía este mes: “¿Habría sucedido esto si vistiera saco y corbata?”.




Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, durante un debate sobre Turquía en el Parlamento Europeo en Bruselas el lunes.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, durante un debate sobre Turquía en el Parlamento Europeo en Bruselas el lunes.Credit...Foto de consorcio por Olivier Matthys

Por Isabella Kwai
27 de abril de 2021

Fue un momento diplomático incómodo.

Ursula von der Leyen, presidenta del poder ejecutivo de la Unión Europea, se quedó de pie durante una visita a Turquía este mes mientras que su colega, Charles Michel, presidente del Consejo de Europa y el presidente Recep Tauyyip Erdogan de Turquía se acomodaron en dos asientos.
Von der Leyen, la primera mujer en liderar la Comisión Europea, reflexionó por primera vez sobre el incidente el lunes al decirle a los legisladores europeos que había llegado a la conclusión de que la pifia sucedió debido a que ella es una mujer.

“¿Habría sucedido esto si vistiera saco y corbata?”, preguntó en su intervención del lunes frente al Parlamento Europeo. “En las fotografías de reuniones previas no vi que faltaran sillas. Pero, otra vez, tampoco vi a ninguna mujer en estas fotografías”.
“Me sentí dolida y sola: como mujer y como europea”, añadió y observó que el descuido era una señal de “cuán lejos aún estamos antes de que a las mujeres se les trate como iguales”.

Captura de un video que muestra el momento en que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se quedó sin asiento durante una visita a Turquía para reunirse con el presidente Recep Tayyip Erdogan este mes.

Captura de un video que muestra el momento en que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se quedó sin asiento durante una visita a Turquía para reunirse con el presidente Recep Tayyip Erdogan este mes.Credit...Servicio presidencial de prensa de Turquía, vía Agence France-Presse — Getty Images

El video de la reunión, celebrada este mes en el palacio presidencial turco mostró la franca sorpresa de Von der Leyen al tiempo que decía “um” ante la falta de asiento apropiado. Rápidamente se ubicó en un sofá a varios pies de distancia mientras Michel, que tiene su mismo rango en la jerarquía de la Unión Europea, y Erdogan tomaron asiento frente a las banderas de la Unión Europea y Turquía.

Las imágenes causaron una tormenta mediática de inmediato. Muchos comentaron el sexismo persistente que reflejaba ese instante y fragmentos del momento se propagaron rápidamente en línea. #GiveHerASeat (#DenleUnAsiento) fue tendencia en Twitter por toda Europa, y algunos observadores lo calificaron de #Sofagate.

El incidente puso de manifiesto lo que algunos consideran la falta de un frente unificado en el liderazgo del bloque.

Después de que los críticos cuestionaran por qué Michel no había ofrecido a Von der Leyden su asiento, Michel culpó a los funcionarios turcos de producir una “situación angustiosa”. Dijo que no había pretendido ser “insensible” pero que había temido empeorar la situación.
“No oculto que no he dormido bien por la noche desde entonces”, dijo Michel al periódico alemán Handelsblatt poco después.

El ministro de Relaciones Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, dijo después del incidente que la disposición de los asientos se había decidido con la participación de representantes europeos y que su gobierno había sido acusado injustamente de fabricar la situación.

El Consejo Europeo, que representa a los líderes de los países de la UE, ofreció su propia explicación. Dominique-Georges Marro, jefe de protocolo del Consejo, dijo en un comunicado que los funcionarios no habían visto la sala de reuniones con antelación. Señaló que el problema podría deberse a que el protocolo “distingue claramente entre la condición de jefe de Estado, que ostenta el presidente del Consejo Europeo, y la condición de primer ministro, que ostenta la presidenta de la Comisión”.

Aun así, muchos señalaron que la distribución de asientos no pareció ser un problema en 2017, cuando Erdogan se reunió con Donald Tusk, entonces presidente del Consejo Europeo, y Jean-Claude Juncker, entonces presidente de la Comisión Europea.

En su discurso, Von der Leyen dijo que no había encontrado “ninguna justificación para la forma en que fui tratada” con base en los documentos del gobierno europeo.

“Así que tengo que concluir que ocurrió porque soy una mujer”, dijo.

La reunión sucedió en un momento diplomático crucial, cuando Turquía intenta mejorar la tensa relación con la Unión Europea y revivir su proceso de ingreso al bloque. También tuvo lugar cuando Turquía se ha alejado de las iniciativas de derechos para empoderar a las mujeres, algo que Von der Leyen señaló el lunes al mencionar que Turquía se ha retirado de la Convención de Estambul, un tratado que combate la violencia contra las mujeres.

En Turquía, el 38 por ciento de las mujeres que se han casado sufrieron violencia física o sexual durante su vida, según una investigación de 2014 citada por las Naciones Unidas.
El país también ocupó el puesto 133 entre 156 países en un informe del Foro Económico Mundial de 2021 sobre la Brecha Global de Género.

El lunes, Von der Leyen también señaló algo más: el tropiezo diplomático solo llegó a los titulares porque había cámaras en la sala que captaron el episodio.

Pero, añadió, “Miles de incidentes similares, la mayor parte de ellos mucho más graves, pasan desapercibidos”.

Isabella Kwai es reportera de sucesos de último momento en el buró de Londres. Se unió al Times en 2017 como parte de la oficina en Australia. @bellakwai

 
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